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Revista

Empresa y Humanismo

1Vol. III, nº 1/01

I n st i t u t o E m p r e s a y H u m a n i s m oU n i v e r s i d a d d e N a v a r r a

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Revista Empresa y Humanismo

CONSEJO EDITORIAL

PresidenteD. Enrique de Sendagorta

D. Rafael Alvira Domínguez (Universidad de Navarra)Dª Reyes Calderón Cuadrado (Universidad de Navarra)D. Tomás Calleja Canelas (Director General, Iberdrola)D. José Luis Carranza Ortiz (Director General, BBVA)

D. José Antonio García Durán (Universidad de Barcelona)D. Santiago García Echevarría (Universidad de Alcalá)D. Agustín González Enciso (Universidad de Navarra)D. Nicolás Grimaldi (Universidad de París-Sorbona)

D. Alejandro Llano Cifuentes (Universidad de Navarra)D. Enrique Martín López (Universidad Complutense de Madrid)D. Miguel Alfonso Martínez-Echevarría (Universidad de Navarra)D. Antonio Millán-Puelles (Universidad Complutense de Madrid)

D. José Manuel Morán Criado (Consejo Económico y Social de España)D. Leonardo Polo Barrena (Universidad de Navarra)

D. Rafael Rubio de Urquía (Universidad Autónoma de Madrid)D. Alfonso Sánchez Tabernero (Universidad de Navarra)

D. Eugenio Simón Acosta (Universidad de Navarra)D. Alejo Sison (University of Asia and the Pacific)

D. Guido Stein (Universidad de Navarra)D. Luis Mª de Ybarra y Oriol (BBVA)

DirectorD. Miguel Alfonso Martínez-Echevarría

EditorasDª. Marina Martínez

Dª. Carmen Erro

© 2001 los autores© 2001 Instituto Empresa y Humanismo

Universidad de Navarra31080 Pamplona. España

e-mail: [email protected]://www.unav.es/empresayhumanismo

Suscripciones: dirigirse a la Secretaría del Instituto Empresa y HumanismoEdita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra

Diseño y Producción: Enlace. Comunicación Multimedia

ISSN: 1139-7608 Depósito legal: NA - 77/1999

Impreso en España

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Los trabajos serán originales, no sobrepasarán los 20 folios eirán precedidos de un resumen de diez líneas máximo en español.

Los autores enviarán dos copias del original e indicarán suubicación profesional y dirección postal.

Revista Empresa y Humanismo solicitará soporte informáticode los trabajos aceptados. Debe indicarse claramente el sistemaempleado: preferiblemente Apple Macintosh (Microsoft Word6.0) o PC (Microsoft Word 7.0).

Las referencias bibliográficas se harán del siguiente modo:

• LIBROS: Alvira, Rafael (1997), La razón de ser hombre, Rialp,Madrid, pp. 18-22.

• ARTÍCULOS: Calderón, Reyes (1981), “Las raíces de la eco-nomía”, Revista de Filosofía y Economía, nº 86, p. 191.

• CONTRIBUCIONES: Vélaz, Ignacio (1999), “Tipología de lamotivación”, en Cruz, J. y Llano, A. (eds), El ser humano, Pam-plona, Eunsa, pp. 45-56.

El número y la extensión de las notas se reducirá a lo indis-pensable. Aparecerán al final del artículo, numeradas. La biblio-grafía aparecerá al final del artículo.

En cuanto a las reseñas de libros, en la primera página apare-cerán los datos del libro (título, autor, editorial, año de edición).La firma de la persona que realiza la reseña se incluirá al final deésta. La extensión será de entre 2 y 4 páginas.

NORMAS

PARA EL ENVÍO

DE ORIGINALES

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ACTUALIDAD EMPRESARIAL

Entrevista a Ignacio Sánchez Galán (Airtel)........................... 9

ARTÍCULOS

El mercado como institución socialJavier Aranzadi del Cerro ........................................................19

Algunas tesis para un debate sobre los valoresAntonio Argandoña .................................................................45

Difusión de la doctrina de La Riqueza de las Nacionesen EspañaReyes Calderón .........................................................................75

Eficiencia y justicia del capitalismoJesús Huerta de Soto ...............................................................101

Interpretar el negocio: la función de la arquitectura enla empresaSantiago López y Jesús Mª Valdaliso .......................................125

La teoría en la historia empresarialAlan Roberts..........................................................................147

¿Es la economía un Humanismo?Juan Urrutia .........................................................................175

ÍNDICE

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RECENSIONES

Robert Simons (1999), Performance measurement andcontrol systems for implementing strategy, por PabloGarcía Ruiz ..........................................................................193

Reyes Calderón (2000), La empresa entre el estado y elmercado, por Ricardo C. Crespo ...........................................197

Philip Evans y Thomas S. Wurster (2000), Blown to bits,por Guido Stein ...................................................................201

Gary Hamel (2000), Leading the Revolution, por GuidoStein.....................................................................................205

PUBLICACIONES DEL INSTITUTO ........................................... 209

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ACTUALIDAD

EMPRESARIAL

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LOS RETOS DE LAGLOBALIZACIÓN

EN LA ACTUALIDAD, al-gunas empresas nece-sitan un tamaño cada

vez mayor para ser competiti-vas, no ya en el plano nacionalsino internacionalmente,puesto que la globalización dela economía es un hecho, máso menos controvertido, peroreal. En su opinión, ¿es éstauna tendencia sin retorno?

Es un ciclo. La globaliza-ción es un hecho. Ha pasadoantes. No olvidemos una fraseque puso de moda una multi-nacional muy conocida: “smallis beautiful”.

¿CÓMO SE TRADUCE estereto en un sector como el delas telecomunicaciones?

A pesar de que la gente viajamás que nunca, y la empresa esmás internacional que nunca,la tendencia es ir en direccióncontraria, es decir facilitar

ENTREVISTA A IGNACIO

SÁNCHEZ GALÁN (AIRTEL)

En este número de la Revista Empresa y Humanismo incluimos una en-trevista a Ignacio Sánchez Galán, Consejero Delegado de Airtel.

El texto se centra en cuatro aspectos de importancia para empresas inmersasen la nueva economía: los retos que la globalización plantea en nuestros días,cómo hacer frente a la incertidumbre y cómo gestionarla, el papel de la investi-gación y de los conocimientos en un mundo que se mueve a gran velocidad y,por último, el perfil de los nuevos directivos.

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desde casa actividades profe-sionales, personales y de ocio.

ACOMIENZOS del año2000 afirmaba en larevista Cataluña Eco-

nómica que los dos factoresque más están contribuyendoa impulsar la revolución que,de la mano de las telecomuni-caciones está viviendo la so-ciedad, son la información y lamovilidad. ¿Cómo se dirigeuna empresa en un contextotan vertiginoso y en el que elcaudal de información es tangrande?

Con creatividad y dedicán-dole mucha energía. Las expe-riencias pasadas no nos llevanal futuro. Las unidades de in-novación y los centros de exce-lencia impulsarán la estrategia.

¿QUÉ TIPO DE LÍDER em-presarial demanda lanueva economía?

No existe un prototipo. Seestá conformando con unaenorme amplitud de miras ycon las nuevas reglas quemarca el momento. Lo que síexiste es una reconversión dedirectivos de sectores clásicos asectores de la nueva economíay sus contenidos.

OBVIAMENTE, la difíciletapa de solapa-miento -entre las for-

mas económicas tradicionalesy las de nuevo cuño- en la quenos encontramos, implica unaconstante adaptación al en-torno por parte de las empre-sas. En su opinión, ¿qué medi-das hay que adoptar para evi-tar el desfase entre estos dosmundos?

No hay formas tradicionalesni de nuevo cuño. Siempre haexistido tecnología, desde larevolución industrial, que hafomentado el cambio, y siem-pre ha habido una resistencia aeste cambio; es un fenómenohistórico y natural. Al final,hay un desfase provocado porintereses especulativos o nego-cios calculados a precios ini-maginables, y también hay di-ficultades de comprensión. Larealidad pone a cada uno en susitio.

LA NUEVA ECONOMÍA

-la economía digital,la economía de Inter-

net, el e-business- ha irrum-pido con cierta fuerza en elmercado laboral, en el quecontribuye a crear puestos detrabajo muy cualificados y consueldos elevados. ¿Cuál es el

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prototipo de trabajador de lanueva economía?

Yo diría que es una personajoven, dispuesta a aprender to-dos los días, sin inconvenien-tes a viajar, a hablar o apren-der cualquier idioma, y quepor otro lado está recuperando“viejos” valores como la fami-lia, el ocio…

¿ E S TODAVÍA escasa lamovilidad laboral entrela vieja y la nueva econo-

mía?El cambio nos ha sorpren-

dido a todos, pero hay quereinventarlo todo. La innova-ción es la que tira y los trabaja-dores preparados se adaptan alritmo y a los cambios quemarca la nueva economía.

GESTIONAR LAINCERTIDUMBRE

LA INCERTIDUMBRE eshoy una característicafundamental del sis-

tema económico, y saber ges-tionarla es un requisito im-prescindible para que las em-presas sigan existiendo.¿Cómo evitar que la empresaquede paralizada, sin saberqué camino seguir, pues todaslas posibilidades son aparen-temente igual de atractivas?

Cuando se trata de una em-presa que vive por y para losclientes, y la calidad del servi-cio es la norma, es muy difícilque se paralice. La voz delmercado es el motor de la em-presa.

¿QUIÉN ASUME en últimainstancia el peso de lasdecisiones finales?

El primer ejecutivo, aseso-rado por su equipo.

EN ESTE MARCO, lasempresas tienden arecortar cada vez más

la duración de su estrategia alargo plazo, hasta el punto deque muchos ejecutivos reco-nocen que su planificación nova más al lá de los noventadías. Ello implica una conti-nua reconversión del largo encorto plazo. ¿Cómo se manejaesa febril sucesión de replan-teamientos?

Aunque se gestiona a cortoplazo, siempre debe existir unnorte, y la dificultad consisteen armonizarlos en un cortoplazo tan cambiante. Cual-quier ejecutivo necesita vis-lumbrar el futuro de la maneramás cercana. Ahora no segasta tanto dinero en planesestratégicos. Gestionar a no-venta días es impensable enuna empresa consolidada.

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¿QUÉ PAPEL OCUPA la co-municación interna en-tre los distintos niveles

de la empresa a la hora de to-mar decisiones y definir la es-trategia a seguir?

Es fundamental. La comu-nicación crea equipo, sinergias,relaciones, acorta los ciclos dedecisión…

EN UN SECTOR tancompetitivo como elde las telecomunica-

ciones, ¿cómo se consiguemantener la confianza de loscolaboradores y c lientes, ycómo se logra la fidelidad delos inversores?

Manteniendo los compro-misos y haciendo partícipesdel negocio y de los servicios alos colaboradores y clientes.La fidelidad de los inversoresse consigue con la creacióncontinua de valor, creciendo.

INVESTIGACIÓN YTECNOLOGÍA

¿CUÁL ES EL PAPEL de losconocimientos en unmundo que se mueve a

gran velocidad?El papel del conocimiento

es básico. Es más difícil quenunca tener conocimientosconsolidados debido al exceso

de información disponible.Recordemos una estupendafrase: “¿dónde está el conoci-miento que perdí con tanta in-formación?”.

¿Q U É LU G A R O C U PA lainvestigación en Air-tel?

Empresas como Airtel soninnovadoras porque ponen enel mercado la investigación delas compañías proveedoras,que investigan la capacidad dela tecnología que Airtel im-planta.

¿ PIENSA que las empresasde telecomunicacionesen España están a la al-

tura de sus competidoras eu-ropeas en este sentido?

Absolutamente, tanto en susprofesionales como en plan-teamientos, e incluso por de-lante. De hecho, las licenciasde UMTS en España han sidolas segundas concedidas enEuropa.

¿H A S TA Q U É P U N T O

compensa generar inves-tigación propia, asu-

miendo las dificultades y loscostes que su gestión supone?

La investigación pura propiano tiene mucho sentido en unmundo de estándares. En este

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mundo, la creatividad es la su-pervivencia

¿COLABORA AIRTEL conotras empresas de su sec-tor en la puesta en mar-

cha de proyectos de investiga-ción de cierta envergadura?

Tenemos un amplio pro-grama de cooperación indus-trial con Pymes, y colabora-mos con Universidades y Or-ganismos dedicados a la Inves-tigación en España

¿N O ES MÁS CÓMOD Oacudir al mercado paraadquirir lo que se nece-

sita en cada momento?Efectivamente. Ese es el pa-

pel que juegan los operadoresy la innovación a la que me re-fería, ya que hacemos que todaesa oferta tecnológica sea útil ycapaz de añadir valor, sin quequede obsoleta para el cumpli-miento de los fines previstospor las empresas.

PROBABLEMENTE, mu-chos de sus c lientessean personas corrien-

tes y empresas tradicionales(pequeñas y medianas empre-sas familiares) con unas nece-sidades tecnológicas puntua-les y limitadas. ¿No cree que elusuario se encuentra en oca-siones absolutamente desbor-

dado por una oferta tecnoló-gica muy especializada y degran caducidad?

Sucede igual con los orde-nadores personales. Los cam-bios van por delante, pero gra-cias a ellos, la tecnología sehace cada vez más asequible.

¿NO LE PARECE que esoda lugar a un cierto de-saprovechamiento de

los equipos?Sí, si los nuevos productos

se van quedando obsoletos en-seguida.

¿C REE QUE en este casose cumple la ley de Say,según la cual cada oferta

crea su propia demanda?En el nuevo mundo, el mer-

cado lo crean los operadorescon su oferta, y me remito alhecho de que hace cinco años,era impensable que más del60% de los españoles pudierantener un teléfono móvil o en-viar mensajes cortos, SMS,como actualmente.

¿CAMINAMOS hacia unasatisfacción totalmentepersonalizada de la de-

manda?Sí. La tecnología UMTS va

a ser una plataforma paraconstruir, a través de prototi-

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pos, aplicaciones y serviciospersonalizados.

¿C ÓMO AFECTA esta si-tuación a la estructuracomercial de la empresa?

A su favor, ya que las em-presas también personalizaránsus necesidades en todos losaspectos, técnicos y económi-cos. Ello va a exigir un cambiodramático del perfil de lafuerza comercial, en el sentidode que el componente técnicosuperará al componente pura-mente comercial.

¿UN NUEVO PERFILDIRECTIVO?

EL INFORME Anual deAirtel de 1999 reflejaque el 63% de la plan-

tilla de su empresa está for-mado por hombres, y el 93%por personas menores de 40años. Con estos datos comofondo, en primer lugar ¿quévaloración le merece la pro-gresiva incorporación de lamujer al mundo laboral?

Es lo lógico. La sociedadmoderna está formada casi a lapar por mujeres y hombres ycada vez más, se compartentodos los papeles, trabajo, casa,ocio…

¿CÓMO CAPTAN , motivany retienen a los mejoresprofesionales?

Todas las empresas desarro-llan planes complejísimos deretención basados en dos con-ceptos: retribución total ymenú de opciones.

RE CIENTEMENTE, co-mentaba usted en laRevista Dirección y

P rogreso, que “para que lasempresas sean competitivas serequiere un cambio radical enel perfil profesional y en el roldel directivo, que pasa de serbásicamente un gestor técnicode los procesos productivos(…), a asumir un papel clavecomo gestor de recursos hu-manos”. En las empresas de susector, ¿predomina entre losdirectivos el perfil técnico?

Sí, un perfil técnico concomponente humanístico muyfuerte.

¿NO LE PARECE que asis-timos a una cierta sacra-lización del papel que la

tecnología ocupa en las em-presas?

Estamos saliendo de este ci-clo, en la medida en que la tec-nología está cada vez máscerca de las personas, en vez demás cerca de los procesos.

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EL HECHO de que nadieesté seguro de que latecnología de hoy se

pueda utilizar mañana, o deque su puesto de trabajo actualsiga siendo el mismo dentro deseis meses, crea en las personasinseguridad y angustia ante elfuturo. ¿Comienzan a ser im-portantes los gabinetes deapoyo psicológico en las em-presas de la nueva economía?

Todo lo contrario, porque laempresa moderna tiene quefavorecer la armonía entre lavida profesional y la personal.A partir de ahora, no se pagarápor horas de presencia, sinopor objetivos cumplidos.

¿ ES NECESARIO un perfilpsicológico especial-mente fuerte para sobre-

vivir en este mundo?

No, es te mundo e s másf á c i l y e l me r c ado máscomprens i vo que haceveinte años. Si miramos ala gente joven, veremos quelo t i enen ba s t an t e c l a ro,t i enen muchas idea s y l odemuestran en su relacióncon la empresa.

¿C U Á L E S E L A S U N T Oque más quita el sueñoa l o s d i r e c t i v o s d e l

sector de las telecomunica-ciones?

Quizás el hecho de que,dado que es un sector muyintensivo en capital y queestamos creando demandade mercado, compatibilizaro armonizar los objetivos alargo plazo con la rentabi-l idad a cor to es una tareadifícil.

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ARTÍCULOS

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1. INTRODUCCIÓN

LA IMPORTANCIA y loslímites del mercado semanifiestan si los es-

tudiamos en su génesis histó-rica. Dicha aproximación per-mitirá explicar el papel queéste desempeña en la sociedadmoderna. Papel que no se li-mita al estudio de las distintasformas de intercambios y em-plazamientos que constituyen

los mercados, que es el campopropio de la antropología cul-tural. No me resisto a contar-les las características económi-cas de un pueblo ganadero deÁfrica, tal como las explicaCarmelo Lisón Tolosana1. Loshima, pueblo nómada gana-dero de Uganda, merodeanpor tierras fértiles con sus va-cas lustrosas, que constituyensu fuente de subsistencia. Lasmujeres no trabajan; se bañan

EL MERCADO COMO

INSTITUCIÓN SOCIAL

JAVIER ARANZADI DEL CERRO*

La corriente mayoritaria en teoría económica realiza análisis estáticos delos fenómenos de mercado con el fin declarado de cuantificar relaciones dadas,sin darse cuenta de que pierde de vista la cosa misma a explicar. En este artí-culo se vuelve a esa cosa misma; se aborda el estudio del mercado desde su rea-lidad originante, la acción humana. El texto trata también de acercarse a losproblemas económicos reales desde el hombre como ser social, creativo y libre.

Palabras clave: mercado, institución, relaciones sociales, acción humana,creatividad.

* Javier Aranzadi es profesor de Teoría Económica de la Univesidad Autónoma de Madrid.

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por la mañana y se dedican aengordar, signo principal debelleza, a embellecer su cuerpocon ungüentos y a hacer elamor. Cuanto más redondea-das son sus figuras, mayor es elnúmero de amantes de que go-zan. Su marido, teniendo encuenta lo descrito, no poseederechos sexuales únicos sobreella; al contrario, hace partíci-pes de ellos a sus amigos.Ahora bien, todo esto tienesentido dentro de un sistemaeconómico nativo, pues al“prestar” a su mujer “compra” aotros hombres, con los que reúneun número de cabezas de ga-nado suficiente como para quesu pequeño rebaño sea econó-micamente rentable. La preo-cupación del marido gira entorno a conseguir bastantesamigos para alcanzar la forma-ción de un grupo de trabajosuficientemente eficaz en lascondiciones en que viven. Estaforma de economía, que nospuede parecer escandalosa,muestra cómo otra culturaprovee sus necesidades a travésde la institucionalización dedeterminadas relaciones socia-les. Seguramente si les pre-guntamos a los hima que nosexpliquen el origen de sus re-laciones económicas no sepanrespondernos. Simplemente es

un uso o costumbre con el quecuentan para organizarse. Loque sí es cierto es que, de estamanera, dicho pueblo ha ge-nerado un mercado de ganadobasado en el valor y las expec-tativas de intercambio de susmujeres.

Se ha escogido a propósitoeste ejemplo para poner demanifiesto algo que ya les ron-dará por la cabeza. Muchospensarán que no hay ningunanecesidad para organizarsecomo los hima y que, de he-cho, hay otras formas de mer-cado, como es el caso delmundo occidental, basadas enla división del trabajo. Y estánen lo cierto quienes así pien-san. Pero si meditamos sobrelo que acabo de decir nos en-contramos con algo aparente-mente paradójico. Comer, be-ber, vestirse, son necesidadeseconómicas; son, por decirlode alguna manera, esenciales alser humano. Pero lo que ya noes tan esencial es la forma desatisfacerlas. Es decir, ni la es-tructura económica de loshima ni la nuestra vienen de-terminadas por las necesidadesque satisfacen. En otras pala-bras, no hay ninguna necesidaden la forma de satisfacer nuestrasnecesidades. Algo aparente-mente paradójico, pero que era

JAVIER ARANZADI DEL CERRO

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de esperar al estudiar personas.Si tratáramos sobre animales,atrapados en el mundo de losestímulos, no hablaríamos deeconomía. A nadie se le ocurreafirmar que el “trabajo” delleón es cazar antílopes. Encambio, el hombre es cazador,agricultor, ganadero, inge-niero, etc. La economía es, portanto, privativa del hombre. Elhombre ha liberado su com-portamiento del apremianteestímulo y ha intercalado entreéste y su respuesta el mundode los valores, sentimientos,proyectos, etc. Se ha construidoun mundo no sólo de estímu-los, sino de pensamientos quedirigen su acción. Este aban-dono del salvajismo hace quela vida humana no se desarro-lle entre cosas, sino entre cosasque son transfiguradas por elsentido que se les otorga; vivi-mos, por tanto, entre cosas-sentido. Entramos de lleno enel mundo simbólico de la so-ciedad y de la cultura, que es elámbito donde la economía ad-quiere su pleno sentido. Fí-jense que hemos utilizado lapalabra construcción para nom-brar el mundo cultural y social.Y el objetivo de este apartadoes comprender el mercadocomo una construcción hu-mana, es decir, un sentido o

institución que utilizamos cul-turalmente para proveer nuestrasnecesidades.

2. LA PROVISIÓN DENECESIDADES

EN ESTA DIMENSIÓN, elestudio del mercadoparte de la interacción

de los individuos. B. Mali-nowski2 estudió las institucio-nes basando su diversidad enla satisfacción de las necesida-des fundamentales del hom-bre: alimentación, reproduc-ción, seguridad, higiene, creci-miento. Todas ellas tienen uncarácter básico por la perte-nencia de la persona a la espe-cie humana. Una persona nopuede dejar de proveer sus ne-cesidades básicas si quiereconservar la vida. El éxito delas instituciones vendrá me-dido, por tanto, por el gradode satisfacción de las necesida-des humanas. Éxito que per-mite, además, el desarrollo ysurgimiento de nuevas necesi-dades que, a su vez, originaninstituciones auxiliares. Lasinstituciones se coordinan en-tre sí para la satisfacción demás de una necesidad a la vez.Malinowski afirma que: «laformación y el mantenimientode instituciones auxiliares que

EL MERCADO COMO INSTITUCIÓN SOCIAL

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coordinan otras es el mejormedio para la satisfacción si-multánea de toda una serie denecesidades»3.

La aportación de Mali-nowski manifiesta la génesisdel valor económico y, en con-secuencia, el origen del inter-cambio económico. En el ini-cio están las necesidades queson esenciales para el mante-nimiento de la vida: comida,vestido, refugio, seguridad. Enuna sociedad cazadora es fácil-mente comprensible que cual-quier pieza de caza sea un bieneconómico, cuya utilidad con-siste en saciar el hambre. Perola pieza cazada no tiene sólocarne. También tiene huesosque sirven para fabricar uten-silios y herramientas, puntasde flechas; los tendones delanimal se utilizan para hacercuerdas de arcos; la piel securte y se usa como vesti-menta. Algo tan básico comocazar para alimentarse va ge-nerando una serie de bieneseconómicos (la carne, las he-rramientas de hueso, los arcos,las puntas de flecha) que tie-nen usos complementarios.Podemos decir que el hombreempieza a construir un plexoinstrumental de bienes relacio-nados entre sí. Así, la pieza co-brada por el cazador nos re-

mite al arco; el arco nos remitea su cuerda; que, a su vez, nosremite a los tendones del ani-mal. Acierta Malinowski alafirmar que el éxito del caza-dor determina la generaciónde nuevas necesidades com-plementarias. En cuanto con-siga abatir más piezas de lasnecesarias para alimentarsepuede dedicar parte de ellas alintercambio de su carne porpuntas de flechas o mejoreslanzas. Ahora bien, la meraposibilidad de intercambiardepende de la eficiencia de lastécnicas de caza. Una mala ra-cha en las cacerías implica quetodas las demás ocupacionesde los miembros del c lan otribu se tornan inútiles. Anteel hambre acuciante, ¿cómodedicarse durante horas a con-tinuos ensayos para conseguirun tallado de sílex más per-fecto? ¿Cómo dedicarse a cur-tir pieles? Todos los miembrosde la tribu se ven forzados aayudar en la caza o recolectarfrutos o hierbas con las queapaciguar el hambre. Es decir,el valor económico dependedel éxito o fracaso de la activi-dad para mantener la vida.

Como bien señala José JuanFranch4, el valor económico esalgo que predicamos de las co-sas con referencia al hombre.

JAVIER ARANZADI DEL CERRO

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Cuantas más interrelacionescreemos o descubramos entrelas cosas, mayor será su valor.Así, por ejemplo, si considera-mos una pieza de caza sólocomo alimento, despreciandosus tendones y huesos comomaterias primas para fabricarinstrumentos, su valor comomercancía será menor. Es de-cir, la complementariedad y coor-dinación de las distintas partesdel animal respecto de los objeti-vos humanos determina el valordel bien económico. Cualquierade estos bienes tan básicoscumple dos funciones. Prime-ramente, la carne de la piezatiene una utilidad directa: sa-ciar el hambre. Tiene lo quelos economistas denominamosvalor de uso. En segundo lu-gar, dado que la carne sacia elhambre de toda persona, cual-quier excedente que se tengapuede intercambiarse por otrobien. A este segundo valor dela carne lo denominamos valorde cambio. El valor económicose compone de estas dos esfe-ras: valor de uso y valor decambio. Así, la carne, los hue-sos y los tendones puedenconsumirse directamente (va-lor de uso) o pueden ser inter-cambiados (valor de cambio).El éxito y mejora de las técni-cas de caza determina la nece-

sidad de nuevas lanzas, fle-chas, vestimentas. Y las mejo-ras en la producción de estasherramientas permite ampliarel abanico de piezas cazables.En resumen, la complementa-riedad en la satisfacción de lasnecesidades apuntada por Ma-linowski, que está en el origende las instituciones, se plasmaen dos tipos de relaciones eco-nómicas de conveniencia delos objetos al hombre: 1) la re-lación con el sujeto propietario(valor de uso), y 2) la relacióno relaciones con otras personaspotenciales (valor de cambio).

3. LAS EXPECTATIVAS YLA NORMALIZACIÓNDEL COMPORTAMIENTO

CIERTO ES que el valorde uso ha preponde-rado en las economías

poco desarrolladas, pero laampliación del mercado y suinstitucionalización son resul-tado del incremento del valorde cambio y la ampliación delplexo instrumental. Las afir-maciones de Malinowski, queson ciertas, no son suficientespara entender el mercado.Tengamos en cuenta los dosargumentos siguientes:

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1- Si no es posible identifi-car la satisfacción de una nece-sidad particular con una insti-tución determinada, las insti-tuciones singulares no puedencorrelacionarse de manera ex-clusiva con las necesidadessingulares. Es decir, el mer-cado no tiene como único ob-jetivo dar de comer. Actual-mente, el 60% de las transac-ciones comerciales son servi-cios, que constituyen la mayorparte del valor económicofrente a los bienes físicos.

2- Las necesidades de ali-mento, cobijo y unión sexualse procuran sin necesidad delas instituciones. Una sociedadpuede que se construya sobreel robo, la piratería o el saqueosistemático de los pueblos ve-cinos. Por tanto, no se puedereducir la explicación del mer-cado a la satisfacción de lasnecesidades. En realidad, ¿quéaporta el mercado a la satisfac-ción de las necesidades de loshombres?

W. Pannenberg5 desarrolla,basándose en la obra de Par-sons6 y de P.Berger-Th. Luck-man7, la importancia que parael sistema social tiene la esta-bilidad de las instituciones.Parsons centra la cohesión delsistema social en el rol8. El rol

o, mejor dicho, los roles quepuede desempeñar una per-sona los define «como el sis-tema organizado de interac-ción entre el ego y el alter»9.Simultáneamente al rol, sur-gen las expectativas de rol: «sonlas expectativas recíprocas res-pecto de las acciones mutuas»10.Así, la característica propia delas instituciones es: «la inte-gración de las expectativas delos actores en un sistema apro-piado de roles interactivos queposeen un patrón normativo ycompartido de valores»11. Lasinstituciones constituyen unsistema integrado donde lasexpectativas de los roles estánnormadas. Esta norma ha deinterpretarse como una estabi-lización recíproca de la con-ducta, que se convierte en há-bito. Señalan P. Berger-Th.Luckman: «desde esta pers-pectiva, se llega siempre a unainstitucionalización allí dondelos hábitos comportamentalesde una multiplicidad de indi-viduos se coordinan entre sí enun modo típico y constante»12.Para explicar este procesoPannenberg utiliza el siguienteejemplo, tomado de Berger yLuckmann: «Sean dos indivi-duos, A y B. A observa la con-ducta de B. Atribuye motiva-ciones a las acciones de B, y a

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la vista de las repeticiones deesas acciones, tipifica los moti-vos como recurrentes. Lomismo ocurre con A respectode B. Esto quiere decir que Ay B empiezan a interpretar ro-les de cara al otro»13.

Con esta concepción de ex-pectativa se puede explicar elorigen de la división del tra-bajo, base del progreso econó-mico y origen de la extensiónde los mercados. La divisióndel trabajo es una expectativade rol. Es un caso particular, degran importancia, del procesode institucionalización. La di-visión del trabajo es un rol encuanto permite especializarseen una tarea, esperando el in-tercambio de los bienes produ-cidos por otros. En otras pala-bras, una persona se especia-liza y se forma en una profe-sión porque espera conseguirvalor de cambio. Esta posibili-dad de intercambio es la basede la economía de mercado;esta tipificación de la espe-ranza en el intercambio se basaen que la división del trabajose ha normalizado, se ha insti-tucionalizado. Pannenbergdestaca la importancia de ladivisión del trabajo en el pro-ceso general de interacción.En su análisis de las distintasteorías sobre las instituciones

destaca la importancia que enla obra de Gehlen, principal-mente en Urmensch und Spät-kultur14, se da a la división deltrabajo como determinante dela duración y la resistencia altiempo de las instituciones.¿En qué basa esta afirmación?En la satisfacción de las nece-sidades básicas que están en labase de la formación de lasinstituciones, tal como hemosexplicado en el apartado ante-rior. Afirma Pannenberg: «ta-les necesidades dan lugar a queel proceso de habitualizaciónde las acciones dé inmediata-mente paso a la cooperaciónen la división del trabajo, diri-gida al objeto de satisfacer-las»15. He aquí la clave de laexpansión del mercado: la coo-peración y la costumbre de es-perar beneficios mutuos con ladivisión del trabajo.

Estos componentes institu-cionales del mercado arrojanluz sobre un juicio que levantapasiones y pocas soluciones.¿Es el mercado bueno o malo?Pregunta que a mi juiciomuestra una incomprensiónprofunda de qué es el mer-cado. Si es convincente la argu-mentación a favor del carácterinstitucional del mercado, a éstehay que juzgarlo como una insti-tución. Es decir, no se puede

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juzgar al mercado en funciónde nuestros gustos personales.Su juicio vendrá de la com-prensión de su papel comoinstitución social. Si conside-ramos instituciones capitales ellenguaje, la familia, el derecho,¿tiene sentido interrogarse porla bondad o maldad intrínsecadel lenguaje o de la familia?¿Cómo se puede determinar lasuperioridad de una formainstitucional sobre otra? To-memos el lenguaje comoejemplo. Nadie duda de su im-portancia y su condición deinstitución social. Cumple a laperfección sus funciones pro-pias. En primer lugar, cubreuna necesidad básica: la comu-nicación y la formación delpensamiento. En segundo lu-gar, a la vez que aprendemos ahablar, aprendemos a pautarnuestro pensamiento y com-portamiento. El dominio deuna lengua l leva parejo laconstitución de nuestro Yoejecutivo. En tercer lugar, ellenguaje trasciende al indivi-duo. El lenguaje es el marcoque la lengua llena de signifi-cados. Es una realidad vivaque va transformándose y am-pliando sus campos semánti-cos. Esta situación está perfec-tamente descrita por Unamunoen Niebla, cuando al final de la

obra el personaje creado por elautor se rebela y se muestraufano de ser él, personaje cre-ado, que pasará a la posteridadmientras su creador quedarárápidamente en el olvido.

El lenguaje se ha plasmadoen variedad de idiomas. ¿Cuálde ellos es el mejor? La res-puesta generalizada sería queel inglés es la lengua que seimpone en la actualidad, resi-diendo su superioridad en sudifusión y en las posibilidadesde contacto y relación quepermite. Es decir, ha sido unproceso vivo, espontáneo, elque ha producido esta situa-ción. Fíjense en cambio en elestado en que se encuentra elesperanto. Este idioma quefue creado con la técnica mo-derna para ser la solución uni-versal a los problemas lingüís-ticos no ha conseguido másque varios miles de hablantes.Esta situación refleja que losidiomas se pueden y debencompilar y reglar; se puedentransmitir y enseñar con co-rrección. Pero es muy difícilimponerlos. El lenguaje no essujeto de juicios morales. Supervivencia o desaparición de-penderá de su dinamismo paraampliar las posibilidades lin-güísticas. Sólo de las personaspodemos predicar su veraci-

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dad o falsedad en su discurso;su cinismo o su hipocresía.Por tanto, no es el lenguaje elobjeto de juicios, sino la per-sona que habla. De una frasepronunciada podemos hacertodo tipo de análisis: sintác-tico, semántico, etc. Pero subondad o maldad vendrá de suadecuación a la verdad para lapersona que la pronuncia. Siuna persona habla un idiomacon dominio y miente a sa-biendas, ¿a quién se acusa dementiroso? El lenguaje sítiene un componente ético encuanto que es es elementoconstructor de la personalidadhumana y posibilita su desa-rrollo. El comportamiento in-moral vendrá de quien, te-niendo la responsabilidad parasu enseñanza y transmisión,consiente, activa o pasiva-mente, en su deterioro. Estasactitudes son enjuiciablescuando impiden el acceso aotras personas a una realidadmás rica.

Las consideraciones hechassobre el lenguaje son aplicablesa la economía. El mercado seha desarrollado en la medidaen que se ha renunciado a laagresividad contra otras perso-nas. Como señala W. Röpke16

la forma social de lucha contrala escasez se puede organizar

de tres maneras. La primera esla éticamente negativa de laviolencia y el fraude. La se-gunda es la éticamente posi-tiva de la entrega altruista, porla que se proporcionan mediossin contraprestación. La ter-cera relación no se basa ni enel egoísmo, en el sentido deque favorezca el bienestar pro-pio en perjuicio de un tercero,ni en la entrega altruista, en elsentido de que el propio bie-nestar se desatienda en benefi-cio de los demás. Es más bienuna relación éticamente neu-tral, en la que, en virtud de unareciprocidad contractual, sepersigue la finalidad de incre-mentar el bienestar propio conlos medios para incrementar elajeno. Una persona que esta-blezca un negocio con el firmepropósito de engañar a susclientes no se mantendrá mu-cho tiempo. Y, en el extremocontrario, una persona quebase su negocio en la entregacaritativa de su producto notendrá mucho futuro. Su únicaposibilidad de éxito es dar unservicio de calidad, una presta-ción que se vea correspondidapor otra contraprestación. Estaforma éticamente neutral tieneun claro componente norma-tivo. En el primer caso, puedeque el robo esté bien visto

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mientras se perpetre contrauna persona de otro clan, aso-ciación o clase social; mante-niéndose una estricta morali-dad con los miembros del pro-pio grupo. En este caso hayuna fuerte moralidad internaacompañada de una falta totalde moralidad externa frente alos extraños, frente a los queno son sus iguales.

El proceso de secularizacióndel fondo moral cristiano haampliado la esfera de la moralinterna, reduciendo su conte-nido. El principio de contra-prestación se ha generalizadocomo base de las relaciones so-ciales, mientras el fraude y elcomportamiento altruista sehan ido reduciendo paulatina-mente. La idea de la igualdadde todos los hombres ha am-pliado el ámbito en el que elfraude se considera una inmo-ralidad y, por otro lado, elprincipio de lucro ha ocupadoel lugar de la caridad de origenreligioso. De esta manera, elmercado se ha configuradocomo una institución con uncontenido ético mínimo, aun-que con una norma universalque ha facilitado su implanta-ción actual: el principio decontraprestación. Por tanto, elmercado tiene un componentenormativo, que le es propio,

como a toda institución, con-sistente en la normalizacióndel comportamiento. Los in-tercambios son posibles por-que se espera la contrapresta-ción como base de la coopera-ción. Ahora bien, el principiode contraprestación se puedevulnerar dentro del mercado.Es decir, se pueden producircomportamientos éticamentenegativos. Pero esta situaciónsólo puede degenerar en ano-mia, en falta de normas. Asícomo el lenguaje da el medio ylas normas para la formacióndel pensamiento, pero no de-termina el habla de la persona,que cae dentro de la esfera desu responsabilidad; el mercadoestablece las normas de los in-tercambios, pero no determinael comportamiento de la per-sona; éste cae dentro de la es-fera de su libertad.

*****La etimología de las pala-

bras es un mundo fascinante.Investigar en su origen suponeremontarse a la realidad quelas originó. Ortega y Gassetafirmaba: “la operación de ha-cer resucitar mediante ciertasoperaciones de las ciencias fo-nética y semántica en lamuerta, desalmada palabra dehoy, el sentido vívido, vibrante,enérgico que tuvo un día, es lo

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que se llama descubrir su eti-mología”17. Las palabras nostransmiten un sentido, quemuchas veces desconocemos.Su repetición constante, mecá-nica, va puliendo la realidadinicial, enérgica, aristada. Y esque al uso de comunicarnosnos hace perder de vista el actooriginal en el que se nombrópor primera vez una realidad.Las palabras no tienen, portanto, una etimología por ser pa-labras, sino por ser resultado deactos humanos. La etimologíanos remonta al acto originario;nos remonta al ámbito de laacción humana. En este artí-culo hemos estudiado el mer-cado a partir de las interaccio-nes humanas, con el objetivode satisfacer las necesidades, yhemos analizado el proceso denormalización del comporta-miento que conlleva, demos-trando que el mercado es unainstitución, ya que provee ne-cesidades y pauta el comporta-miento. En resumen, este aná-lisis se ha basado en el estudioen las interacciones humanas.Vamos a repetir este trayecto,pero por otro camino; vamos aavanzar por la etimología. ¿Aqué acto humano nos remitirála palabra mercado? De en-trada, constatamos que la eti-mología y nuestra indagación

del mercado se basan en lamisma realidad originaria. Sicogemos el diccionario leemosque mercado es el lugar y la fe-cha para comerciar. Esta úl-tima palabra procede del latíncommercium. Formada por elsufijo cum (con) y la raíz merx(mercancía). La actividad ori-ginaria que nombra la palabracomercio se realizaba con mer-cancías en un lugar y fecha de-terminados. Si volvemos otravez al diccionario, la preposi-ción con denota el medio o lamanera de hacer algo, o el ins-trumento empleado; tambiénexpresa reunión o compañía.Si unimos todos los datos, te-nemos que el mercado era ellugar donde se realizaba unaactividad pública. Se tratabade la costumbre social de reu-nirse en un lugar determinadopara conseguir un objetivo co-mún. Cada cual buscaba lasmercancías que quería y elmercado era el lugar donde serealizaba la actividad encami-nada a tal fin. En este segundocamino de investigación reco-nocemos los mismos elemen-tos que en el primero: necesi-dades humanas y comporta-miento coordinado. Lo que nonos muestra la etimología esque esta realidad originaria sehaya fortalecido con el paso

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del tiempo. A diferencia de ladebilidad de muchas pala-bras, ante la que nos vemosforzados a recurrir a su eti-mología para entenderlas, laimportancia actual del mer-cado no necesita más que mi-rar a nuestro alrededor. Laantigua actividad, circunscritaa un lugar determinado y aunas mercancías físicas, se hadesarrollado de tal forma queya no está limitada a un lugar,ni fecha determinados; nimucho menos a las mercan-cías físicas. A diferencia deotros usos sociales, práctica-mente desaparecidos, de losque en la palabra queda el re-cuerdo de su sentido inicial,el mercado es una instituciónsocial en plena expansión.

Nuestro estudio del mer-cado se circunscribe a un ám-bito muy determinado. Noslimitamos rigurosa y metódi-camente a describir lo que lascosas son de forma patente,es decir, cómo se nos mani-fiestan en el campo de la rea-lidad radical primaria que esnuestra vida. En este ámbito,el ser de las cosas que nos in-teresan no es su ser en sí, sinosu ser para: su servicialidad.El ser en sí del petróleo noslo dirá la química. Existen se-sudos estudios de su compo-

sición físico-química que noentran directamente en elámbito de la economía. Aleconomista le interesa del pe-tróleo la posibilidad real deviajar a bajo coste. Es co-rrecto definir la economíacomo la ciencia de la utilidad;del servir para, siempre que setenga en cuenta, y no se caigaen el economicismo, que lautilidad o valor económico sebasa en su relación de conve-niencia con los f ines delhombre. Teniendo en cuentaesta advertencia, la economíano estudia las cosas por susustancialidad, sino por suservicialidad; es decir, por susposibilidades de tener valoreconómico. Entramos conesta definición en el campode lo pragmático, que es el dela economía. En él las cosas,en cuanto servicios, es decir,en cuanto bienes económicos,se articulan unas con otrasformando el plexo instru-mental que denominamosmercado. Ahora podemos de-finir el mercado como arqui-tectura de servicialidad basadaen la contraprestación . Unagran aportación de Ortega yGasset es la expresión campospragmáticos, tal como la de-fine en su obra El Hombre y laGente18. Los campos pragmáti-

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cos o campos de asuntos e im-portancias articulan las cosasen función de su ser para ,siendo el asunto o importan-cia del mercado articular lascosas en función de su valoreconómico. Porque el objetode estudio económico noviene determinado por lo quelas cosas en sí sean, sino porsu servicialidad, es decir, porsu referencia a nuestromundo vital. Valgan las si-guientes palabras de Ortegapara defender la importanciadel concepto de campo de re-laciones dinámicas para lasciencias sociales: “nuestra re-lación práctica o pragmáticacon las cosas, y de éstas connosotros, aun siendo corporala la postre, no es material,sino dinámica. En nuestromundo vital no hay nada ma-terial… el hombre vive en unenorme ámbito ocupado porcampos de asuntos … y cadacosa que nos aparece, nosaparece perteneciendo a unode estos campos. De aquí queapenas la advertimos, fulmi-nantemente hay en nosotroscomo un movimiento que noshace referirla al campo, re-gión, o, digamos ahora, allado de la vida a que perte-nece”19.

4. EL SENTIDOCULTURAL DE LASINSTITUCIONES

LAS INST I T UCIONESadquieren su plenodesarrollo cuando po-

seen un sentido cultural. Eltérmino institución designa,desde E. Durkheim, los mo-dos de conducta establecidospor la sociedad e introduci-dos en la vida social, que es-tán ya dados de antemano acada individuo como estruc-turas. Tal como afirma JoséAntonio Marina, cada cul-tura transmite unos deberes ylo hace a través de las institu-ciones socializadoras20. La es-tructura de estos deberes noes un modelo mental parausar, sino un modelo para rea-lizar. Da la impresión de quemuchas normas son resúme-nes contundentes de solucio-nes a problemas. Es por estarazón por la que el mercadose siente como una imposi-ción. Pero esto no ocurre so-lamente con el mercado.Cualquier institución se per-cibe como el peso de lo pre-térito; como una solución aproblemas pasados que ya notiene poder resolutivo. Y seplantea la s i tuación s i-guiente: por un lado se ve en

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las instituciones y en la cul-tura la preeminencia de la so-ciedad sobre el individuo; porotro lado, resulta conflictivocómo el individuo puedecrear y transformar las insti-tuciones. En el estudio de lasinstituciones existen estasdos corrientes. La primeraconsiste en considerar la so-ciedad como super ior a lapersona. Se ve en la sociedadla superioridad de la natura-leza humana sobre el indivi-duo particular. La sociedadadquiere sustancia al preciode eliminar a los individuoscon sus características perso-nales. Las personas, como in-dividuos, son absolutamenteintercambiables. Todo lo per-sonal desaparece bajo la su-perioridad de la naturalezahumana . La segunda co-rriente se centra en reducirlas instituciones a la activi-dad singular de las personas.Las instituciones se conside-ran un producto de la acciónhumana. Ambas posicionest ienen algo de verdad. Laprimera pone de relieve elcarácter trascendente de lasinstituciones. Ninguna insti-tución ha sido creada por unindividuo; las institucionessobreviven a los individuos.Pero esta postura tiene un

precio altísimo, la personadesaparece. Sin las personas,¿cómo explicar e l or igen,continuidad y transforma-ción de las instituciones? Esnecesario el segundo enfoquepara explicar las institucionescomo piezas básicas de la ac-ción humana.

Necesitamos las dos postu-ras para entender el dina-mismo del mercado. El pri-mero manifiesta la importan-cia de las estructuras de mer-cado ya consolidadas, quetienden a perpetuarse. Sonlas empresas las que tienenuna cuota de mercado y quie-ren mantener su situación,ofreciendo un producto com-petitivo. Dentro del procesode mercado este primer enfo-que representa la tendencia ala homogeneización de losbienes, a la competencia me-diante la reducción de loscostes. El segundo enfoquemanifiesta las dificultades deinnovar; de introducir o de-sarrollar un nuevo producto,servicio, organización empre-sarial, etc. Este segundo en-foque representa la tendenciaa la innovación. Ambas en-globan diversos fenómenosque podemos representar dela siguiente manera:

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José Antonio Marina intro-dujo el concepto de “toleranciasemántica” para expresar elmargen de tolerancia, de flui-dez, de variación, de borrosi-dad en el significado de cadapalabra21. Vamos a introducirel concepto de “tolerancia delmercado” para analizar la ten-sión entre la homogeneidad yla variación que converge enlas fuerzas del mercado. Éstese puede expandir y, de hecho,la globalización de los merca-dos está de moda. Pero el lí-mite de la tolerancia del mer-cado está en que siga siendoinstitución; es decir, en que déestabilidad a las personas. Losgrandes creadores empresaria-les fuerzan los límites del mer-cado introduciendo nuevosproductos, nuevas tecnologíasque expanden las posibilidadesdel plexo instrumental queconstituye la economía. Pero elcambio constante fuerza a laasimilación de nueva informa-ción, configurándose poco a

poco la sociedad de la infor-mación. Esta fuerza dinamiza-dora, núcleo del mercado, im-plica una disposición al cam-bio de empresa, de ciudad, deactividad. Es muy significativoque en Estados Unidos la me-dia de empleos que desempeñauna persona a lo largo de suvida profesional sea muchomás alta que en Europa. Ennuestro continente predominala estabilidad y la homogenei-zación sobre la creatividad y elcambio. Pero por otro lado, lasociedad necesita una estabili-dad en sus instituciones. Tie-nen que existir unas expectati-vas mínimas en toda institu-ción para que se paute el com-portamiento de las personas.Nadie en su sano juicio dedi-caría seis años de formación auna profesión que tuviera unasposibilidades de supervivenciade tres años. ¡Al terminar suformación estaría ya obsoleto!Es decir, para proyectar susposibilidades vitales, una per-

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HOMOGENEIZACIÓN VARIACIÓN

Satisfacción de necesidades Necesidad de cambioLo impersonal La persona

Tendencia a la producción en serie Tendencia a la innovaciónDivisión social del trabajo La realización personal en el trabajo

La seguridad El riesgoMercados consolidados Mercados en expansión

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sona tiene que tener un puntofijo desde el que otear el fu-turo. Se necesita una estabili-dad en la división del trabajopara que las personas puedandesarrollar sus proyectos. Lacreatividad no es, por tanto,mero torbellino, sino trascenderel marco dado, establecido. Todainnovación necesita del mer-cado establecido sobre el queresalta su individualidad. Jo-seph Alois Schumpeter, eco-nomista austriaco, hablaba dela destrucción creadora22,dando a entender con esteconcepto que toda innovacióneconómica era un abandonodel equilibrio económico.Cada cambio impulsa las rela-ciones del mercado imposibili-tando que se alcance el estadode reposo que caracteriza a laestabilidad económica. Estaexpresión ha tenido enormeéxito, pero no capta la esenciadel problema. Más que de des-trucción habría que hablar deretención y expansión de posi-bilidades. La destrucción ocu-rriría cuando una necesidadantes satisfecha no pudieraserlo con el nuevo producto.La innovación creadora nopuede ser una reducción, sinouna ampliación de la satisfac-ción de necesidades.

Para comprender estas dostendencias vamos a situarnos,otra vez, en el ámbito de la ac-ción humana en el que las dostendencias se manifiestan.Toda persona se encuentra conunas relaciones económicasdadas sobre las que tiene quedesarrollar su actividad. Elmercado aparece como institu-ción en sus dos vertientes: enprimer lugar, el mercado surgecomo algo dado, como unatradición en su sentido peyo-rativo. Es la forma, nos guste ono, en la que las generacionespasadas han pautado su com-portamiento para satisfacer susnecesidades. Constatamos queson relaciones sociales, es de-cir, que no hay ninguna nece-sidad, ningún determinismopara que la producción sigaesas pautas. Es la inercia delsistema que tenemos que su-perar. Se nos llena la cabeza denuevas formas de organizaciónque nos parecen más raciona-les y eficientes. Pero, en se-gundo lugar, las instituciones,las tradiciones, son las formasde acceso a la realidad que lasgeneraciones pasadas legan alas venideras. La tradición esuna entrega de modos de estaren la realidad23. Etimológica-mente, tradición es paradosis,traditio, cuyo significado es

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entrega. Así como las caracte-rísticas físicas se transmitengenéticamente, lo radical-mente humano, es decir, lasformas de estar en el mundo seentregan en tradición. Elmundo vital es construccióncon ladrillos que legan las ge-neraciones pasadas. Puede quese hagan nuevas construccio-nes, pero los materiales los en-contramos en la transmisiónsocial.

Este conflicto aparece encada nueva generación. La en-trega por las generaciones an-teriores de lo que éstas consi-deran mejor o, simplemente,de lo que han conocido, tieneun receptor que vive otra reali-dad. Se entiende ahora lafrase: “la realidad queda rete-nida en el pasado”. Pero si to-mamos el tiempo humano ensu triple dimensión: pasado,presente y futuro, la primera esinseparable de las otras dos. Elhombre recibe del pasado for-mas de estar en el mundo queproyecta en el futuro desde suacción presente. Por tanto, esactuando como cada hombrerealiza su vida, e interactuandocon los demás como conformael plexo social. Si tomamos laidea orteguiana de generación,cada quince años la sociedadva plasmando sus cambios en

nuevas realidades propias. Esesta nueva generación la queha de decidir si acepta las tra-diciones recibidas y las revivedesde su propia situación; odecide cambiarlas. El motordel proceso institucional, sea elmercado u otra institución, esla revisión crítica de lo reci-bido. Es la asimilación pre-sente la que decide si la insti-tución entra en crisis o perviveen su forma tradicional. Es de-cir, la actividad humana es for-mación y transformación apartir de algo recibido; no escreación ex-nihilo. W. Pan-nenberg expresa esta idea de lasiguiente manera: «la creativi-dad del hombre sirve básica-mente para captar y exponerestados de cosas que sólo enese medium [la cultura] soncaptables y exponibles, peroque no deben, sin embargo, surealidad al capricho del crearhumano. Lo que se acumulaen el proceso de la tradición dela cultura es el tesoro de accesoa la realidad; y sólo se conservaen la tradición lo que prometeseguir ampliando y profundi-zando el trato con la realidadexperimentable»24.

Este medio institucional,esta estructura de campos prag-máticos basa su dinamismo enla integración de homogenei-

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zación y variación. Si nos ceñi-mos al mercado, ¿cómo pode-mos denominar a esta activi-dad creativa que desarrollatoda persona en la acción? Ensu tratado de economía signi-ficativamente titulado La Ac-ción Humana25, Ludwig vonMises introduce el conceptode empresarialidad para desig-nar la capacidad creadora quetoda persona posee. El si-guiente párrafo está extraídode dicho libro: “la economía, alhablar de empresarios, no serefiere a personas, sino a unadeterminada función. Estafunción no es patrimonio ex-clusivo de una clase o grupo;se halla presente en toda ac-ción y acompaña a todo actor.Al incorporar esa función enuna figura imaginaria, emplea-mos un recurso metodológico.El término empresario, talcomo lo emplea la teoría cata-láctica, significa: individuo ac-tuante contemplado exclusiva-mente a la luz de la incerti-dumbre inherente a toda acti-vidad. Al emplear este términono debe olvidarse que cual-quier acción se halla siempresituada en el devenir temporaly que, por tanto, implica espe-culación. Los capitalistas, losterratenientes y los trabajado-res, todos ellos, son necesaria-

mente especuladores. Tambiénel consumidor especulacuando prevé anticipadamentesus futuras necesidades. Sonmuchos los errores que puedencometerse en esa previsión delfuturo”26. En este párrafo apa-recen citados todos los ele-mentos que conforman la ac-ción: proyección futura, histo-ricidad de la persona, valora-ción y error. La persona, por elhecho de ser actor de su propiavida, anticipa, evalúa y yerra.Si hemos partido del hombrede carne y hueso para estudiarel comportamiento econó-mico, la clave para su com-prensión está en que tengamosclaro a qué nos referimoscuando hablamos de la capaci-dad empresarial del hombre.Es este concepto empresarialel que hace que la acción eco-nómica sea algo activo, creadory humano.

5. EL MERCADO Y LAEMPRESARIALIDAD

PENSARÁN USTEDES queintroducir la empresa-rialidad como con-

cepto antropológico clave paraexplicar el dinamismo de mer-cado es llevar las aguas a nues-tro molino; ya que, de hecho,no toda persona es empresaria;

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y me indicarán que el porcen-taje de empresarios es inferioral de trabajadores asalariados.Para responder a esta objeción,presente en la teoría de la em-presarialidad, hay que consta-tar que en este artículo no tra-tamos una estructura econó-mica determinada; no es, portanto, un artículo de estructuraeconómica. Es una introduc-ción a la fundamentación hu-mana de la economía. Nuestronúcleo teórico no se puede re-ducir a lo dado, a lo fáctico.No podemos explicar determi-nada estructura productiva re-duciendo al hombre a meramercancía intercambiable.Esta opción es perfectamenteválida. Es una vía ya recorridapor todos los reduccionismoscientíficos. Así, si nos concen-tramos en lo físico del hom-bre, surge el materialismo; sinos concentramos en lo psí-quico, aparece el psicologismo;si nos centramos en lo social,emerge el biologismo. Pero enestas vías de investigación, ¿aqué nos queda reducido elhombre? ¿No hemos perdidolo radical del individuo quehace que éste sea persona enlugar de cosa? ¿No son estosismos visiones unilaterales desus propios campos de estu-dio? El materialismo supone

una reducción de lo físico,cuando esta ciencia manejahoy en día la teoría del BigBang como explicación de lacreación y expansión del uni-verso. El psicologismo es unareducción de la psicología, su-perada por la psicología exis-tencial; y el biologismo es unavisión unilateral de la socie-dad, superada por el análisisfenomenológico y existencial.Todas estas reducciones impi-den el desarrollo de las cien-cias sociales por un error deapreciación. Todo lo humanose puede contemplar como he-cho aislado. Esta es una pre-tensión legítima, ya que todaciencia ha de delimitar su ob-jeto de estudio, ha de decidircuál es su contenido positivo.Pero, si aislamos los hechos dela realidad originante, estamosreduciendo al hombre, que esser facultativo, a lo fáctico. Lapersona es existencial, se desa-rrolla en el campo de la vida:con esto se demuestra que noes fáctica ni perteneciente a lafacticidad, sino un ser faculta-tivo que existe de acuerdo consu propia posibilidad, para lacual o contra la cual puede de-cidirse. En otras palabras, lapersona no se manifiesta en unacto aislado, sino en una suce-sión de ellos; no es un acto, sino

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que se realiza en la acción .Ex–sistir significa salir de unomismo y proyectarse, enfren-tarse a sí mismo. Son estas lasrazones por las que la cienciasocial, en la búsqueda de suampliación, indaga en la di-mensión radical de la personapara poder avanzar en su tarea.No se trata de despreciar lodado o fáctico del hombre. Fí-jense que estamos desarro-llando el mercado como algodado al hombre. Se trata decomprender lo dado desde unadimensión superior que lo en-globa. Se trata de explicar elmercado como proceso hu-mano. Ampliamos nuestroanálisis centrándonos en la ca-pacidad o facultad intelectualcreadora, la voluntad, los sen-timientos y la ética. Es necesa-rio introducir el concepto deempresarialidad para explicarla capacidad creativa de cual-quier persona. Creatividad yempresarialidad son las doscaras de la misma moneda.Crear es inventar posibilida-des, es decir, encontrarlas. Loposible, que aún no existe,surge de la acción de la inteli-gencia sobre la realidad. Lascosas tienen propiedades realessobre las que inventamos posi-bilidades libres. A este modode obrar, que resuelve proble-

mas nuevos y que permite unajustamiento flexible a la reali-dad, lo llamamos inteligencia.Esta inquietud, que conviertea la humanidad en perma-nente surtidor de novedadesambivalentes, se la atribuimos,con razón, a la inteligencia. Elhombre posee una inteligenciacreadora. Es decir, la visión delhombre que estamos defen-diendo afirma enérgicamentela subjetividad creadora.

Este salto de dimensión, esdecir, pasar de lo dado a suorigen en la acción humanaintroduce el concepto de em-presarialidad. Este salto implicaque cada intercambio de mercadono se considera sólo un acto ais-lado, sino que se pone de mani-fiesto el carácter dinámico detodo fenómeno de mercado. Éstees algo más complejo y radicalque el mero intercambio debienes por dinero. Si sólo con-sideramos el intercambio en sí,la realidad que lo originó noaparece reflejada. Este inter-cambio histórico es la plasma-ción de un elenco de elemen-tos que han intervenido en suconstitución y su ejecución. Elporqué de un precio parte dela consideración de que laspersonas que intervienen en elintercambio persiguen fines.Fines que son cosas, sean ma-

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teriales o inmateriales, que sondeseables y cuya posesión su-pone un cambio en el estadode insatisfacción previo al in-tercambio. Pero, por sí sola, lainsatisfacción no desencadenael intercambio. Cada personatiene que percibir la posibili-dad de llevar lo a cabo. Pormuy insatisfactoria que seauna situación, si no sabemoscómo cambiarla poco pode-mos hacer. La insatisfacciónoriginaria se plasma en la con-secución de un fin que suponeun cambio de situación. El co-nocimiento no sólo activa laposibilidad del intercambio,sino que permite, mediante elcálculo de coste-beneficio mo-netario, evaluar si los mediosde que dispone cada personason adecuados para la conse-cución del fin. Así, el acto ob-servado, es decir, el intercam-bio de mercado es el resultadode la intervención de tres tiposde elementos: 1)- Elementosdesiderativos que están pre-sentes en los prerrequisitos dela acción. 2)- Elementos cog-nitivos. 3)- Elementos evalua-tivos, presentes en la evalua-ción coste-beneficio de losmedios. La observación de unintercambio no se explica porla constatación de las circuns-tancias en las que se ha plas-

mado. Si decimos que el pre-cio de un kilo de patatas es100 pesetas no estamos men-cionando las causas que lo hanoriginado. El intercambiocomo acto observado se ha deexplicar por la intervención delos tres tipos de elementos quelo determinan.

Estas consideraciones nosllevan a la esencia del fenómenoeconómico, avanzando en sucomprensión y empleando lateoría de la inteligencia crea-dora. El fenómeno económicoque observamos, el hecho his-tórico del intercambio, es el re-sultado de un proceso de creacióny descubrimiento de fines y me-dios, de su constante evaluación yejecución27. El acto económicotiene explicación plena comoparte integrante de un procesodinámico en el que intervienenelementos desiderativos, cog-nitivos y evaluativos. No hayexplicación plena del actofuera del proceso que lo ge-nera. Por tanto, el fenómenoeconómico adquiere su plenosignificado al considerarlo, nocomo un acto aislado, sinocomo parte del proceso activode la persona que lo ejecuta.Este carácter dinámico delacto económico pone de mani-fiesto que dichos fenómenosson realmente partes constitu-

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tivas de un proceso dinámicomás complejo: las interaccio-nes humanas.

El fenómeno económico esresultado de un proceso diná-mico en el que la asignación estan sólo una parte constitu-yente. Es reducible a su as-pecto asignativo si reducimosla interacción económica a ac-tos aislados. La asignación seproduce cuando el fin está de-cidido por el actor, que quierefijar los medios al fin. En lavida cotidiana existen miles desituaciones de indudable im-portancia económica que sonactos asignativos. Por ejemplo:asignar los turnos de trabajoen una fábrica, dado el númerode trabajadores y su coste sala-rial; asignar una determinadacantidad de dinero entre dis-tintos fines; llenar un camióncon el máximo de paquetesposibles. El artificio teóricodenominado homo economicus,base del modelo neoclásico dela economía, tiene su acepta-ción en este pequeño ámbito.El homo economicus asigna ma-temáticamente los medios da-dos a los fines dados. Pero in-dagar sobre la característicadefinitoria de la asignación,tanto de los fines, como de losmedios, manifiesta el carácteractivo de ambos elementos

económicos. Este carácter ac-tivo apunta a una estructuramás radical y compleja de todofenómeno económico que la me-ramente asignativa. La evalua-ción de fines y medios es diná-mica, se va transformándo ennuevas situaciones, de talforma que cada acto asignativoforma parte de un procesoconstituyente voluntariamentemantenido por el actor. El as-pecto asignativo del fenómenoeconómico se inserta en elproceso dinámico de creacióny descubrimiento de medios yfines dentro de las posibilida-des de cada actor.

Ludwig von Mises definía laacción de la siguiente manera:“mutación [de un estado decosas] voluntariamente provo-cada”28. Esta mutación tomaforma en los distintos cambiosque se van sucediendo. A cadaacto le sigue otro, formándoseuna sucesión. Este proceso,generador de lo económico,también da lugar a actos queno pertenecen a dicho ámbito.La misma concepción de laacción se encuentra en otroscampos de estudio social. Así,el profesor Leonardo Polo,desde el campo de la ética, de-fine acción de la siguiente ma-nera: “la vida humana es ac-ción dirigida intelectual-

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mente”29. A su vez, Carlos Val-verde, desde la antropología fi-losófica, alude a la accióncomo: “intervención cons-ciente libre en un proceso”30.La idea de proceso está pa-tente en estas tres definicio-nes, en las que se perfilan lastres categorías de elementosque conforman la acción: desi-derativos, cognitivos y evalua-tivos. La explicación de cual-quier hecho, sea de mercado oextra-mercantil, radica en lacomprensión del proceso depercepción y constitución delos medios y los fines. Este pro-ceso engloba y supera lo mera-mente asignativo. La asignaciónes un elemento más dentro delproceso general de la acción. Laacción se inicia con el fin desatisfacer un deseo. Para con-seguir el fin, hay que conocerlos cambios que hay que reali-zar en la situación y evaluar lasdistintas formas de realizarlo.Es importante resaltar estascoincidencias entre las tres de-finiciones de acción porque,así como Mises ha mejorado elconocimiento de “lo econó-mico”, explicando los fenóme-nos de mercado con la estruc-tura analítica que interpretacualquier acción, la tendenciageneral en las ciencias socialeses buscar un marco general

que permita estudiar las rela-ciones entre las distintas disci-plinas humanistas31.

6. CONCLUSIÓN

EL CAMINO INICIADOpara explicar el mer-cado como institución

social nos ha llevado al campopragmático de la servicialidad,campo de interrelaciones so-ciales que cumple los tresconstituyentes de toda institu-ción social: 1)- la provisión denecesidades, 2)- la normaliza-ción del comportamiento y,3)- su objetivización cultural.Es decir, el mercado es una re-lación del hombre con elmundo en el que actúa. Peroesta relación hombre-mundopara la satisfacción de necesi-dades no se reduce a un estí-mulo-respuesta. Cuando unanimal tiene hambre busca co-mida, y si se le ofrece ali-mento, lo engulle. Se mueveen un medio de estímulos quedesencadena sus respuestas. Escurioso que de los animales di-gamos que tienen medio am-biente y reservemos la palabramundo para el hombre. Deesta manera, aparece algo pri-vativo del hombre respecto delos animales: la forma de satis-facer las necesidades. El ani-

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mal está ligado a sus necesida-des. Vive inmerso en el deter-minismo del estímulo. Encambio, como señala A. Mi-llán-Puelles, el hombre estáob-ligado a satisfacerlas32. Laeconomía es el artificio creadopor el hombre para atender susnecesidades. En vez de rela-cionarse de una forma directacon ellas, al igual que los ani-males, es decir, en vez de li-garse, introduce el mundo ob-jetivo de la institución delmercado. El hombre está ob-

ligado a satisfacerlas; introduceentre sus necesidades y su sa-tisfacción el mercado, comomedio mundanal. En esta rela-ción el ob implica la capacidadde trascender las necesidades–sin dejar de tener las-, re-quiere la capacidad de crearnuevas formas de satisfacerlas;e incluye las dimensiones su-periores de la vida del hombre:por una parte, la lógica del ra-ciocinio y del proyecto, y porotra, la posibilidad y el riesgode elegir .

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1 Ver García Delgado, J. L. (ed.)(1992), Economía Española, Cultura ySociedad. Homenaje a Juan VelardeFuertes, ofrecido por la UniversidadComplutense, EUDEMA, Madrid, 3vols.

2 Ver Malinowski, B. (1970), Unateoría científica de la cultura, Edhasa,Barcelona.

3 Ibidem, p. 142.

4 Ver Franch, J. J. (1990), Fundamen-tos de valor económico, Unión Edito-rial, Madrid.

5 Ver Pannenberg , W. (1993), Antro-pología en perspectiva teológica, Sí-gueme, Salamanca.

6 Ver Parsons, T. (1968), Hacia unateoría general de la acción, Kapelzz,Buenos Aires.

7 Ver Berger, P. y Luckman, T. H.(1983), La construcción social de la rea-lidad, Amorrurtu, Buenos Aires.

8 Ver “El rol como la unidad de lossistemas sociales: el sistema social ylas personalidades” en Parson, T.(1968).

9 Ibidem, p. 37.

10 Ibidem, p. 37.

11 Ibidem, p. 38.

12 Ver Berger, P. y Luckman, T. H.(1983), p. 51.

13 Ver Pannenberg, W. (1993), p.508.

14 Ver Gehlen, A. (1977), Urmenschund Spätkultur: Philosophische Ergeb-nisse und Aussagen, Athenaion Verlag,Frankfurt.

15 Ver Pannenberg, W. (1993), p.507.

16 Ver Röpke, W. (1989), La teoría dela Economía, Unión Editorial, Ma-drid.

17 Ver Ortega y Gasset, J. (1995), Elhombre y la gente, Alianza, Madrid, p.214.

18 Ibidem.

19 Ibidem, p. 87.

20 Ver Marina, J. A. (1995), Éticapara náufragos, Anagrama, Barcelona,p. 53.

21 Ver Marina, J. A. (1998), La selvadel lenguaje, Anagrama, Barcelona, p.45.

22 Ver Schumpeter, J. A. (1912), The-orie der Wirtschaflichen Entwicklung,Verlag Dunker & Humbolt Münich

23 Ver Zubiri, X. (1974), “La dimen-sión histórica del ser humano” en Se-minario Xavier Zubiri (ed.), Realitas,I, Sociedad de Estudios y Publicacio-nes, Madrid.

24 Ver Pannenberg, W. (1993), p.402.

25 Mises, L. von (1995), La acciónhumana, Unión Editorial, Madrid.

26 Ibidem, p. 307.

27 Ver Aranzadi, J. (1999), Libera-lismo contra Liberalismo, Unión Edi-torial, Madrid.

28 Ver Mises, L. von (1995), p. 160.

29 Ver Polo, L. (1996), Ética: haciauna revisión de los temas clásicos ,Unión Editorial, Madrid.

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NOTAS

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30 Ver Valverde, C. (1994), Antropolo-gía filosófica, EDICEP, Valencia, p. 181.

31 Tendencia que fue iniciada en1893 por Maurice Blondel con suobra La Acción. En sus primeras lí-neas, el autor deja clara la importan-cia de acometer dicho estudio: “¿sí ono? ¿Tiene la vida humana un sen-tido y el hombre un destino?… Elproblema es inevitable. El hombre loresuelve inevitablemente, y esa solu-

ción, verdadera o falsa, pero volunta-ria y al mismo tiempo necesaria, cadauno la lleva en sus propias acciones.Esta es la razón por la que hay queestudiar la acción”. Cursivas en el ori-ginal. Ver Blondel, M. (1996), La Ac-ción, BACA, Madrid, p. 3.

32 Ver Millán-Puelles, A. (1974),Economía y libertad, CECA, Madrid,p. 37.

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INTRODUCCIÓN

MI OBJETIVO es con-tribuir al debate so-bre la calidad de los

valores que profesamos y vivi-mos, sus fortalezas y deficien-cias, si es legítimo intentarcambiarlos y cómo se puedeconseguir esto1. En concreto,me interesa analizar en quépuede consistir un debate sobre

los valores y cómo puede ponerseen marcha. Porque los valoressuelen ser apreciados en nues-tro entorno cultural –algunosmás que otros– y, sin embargo,se evita a menudo la discusiónabierta sobre ellos.

Esto puede deberse a que lamanera de entenderlos excluyeprecisamente ese debate. “Yotengo mis valores –parecemosdecir– y tú tienes los tuyos; yo

ALGUNAS TESIS PARA

UN DEBATE SOBRE LOS

VALORES

ANTONIO ARGANDOÑA*

Es verdad que se ha escrito ya mucho sobre los valores, y no me refiero aquía los valores económicos o mobiliarios, sino a los que nos guían en la acción.Ahora bien, la acumulación de materiales escritos no garantiza la calidad ycoherencia del pensamiento contenido en ellos. Por ello, este artículo pretendeser una reflexión más sobre los valores, un intento de contribuir a poner unpoco más de orden en la gran variedad de proposiciones que se formulan sobreellos, en el discurso científico y en la vida ordinaria, empezando por mis pro-pias ideas sobre el tema.

Palabras clave: aprendizaje, ética, valores, virtudes.

* Antonio Argandoña es Profesor de la Cátedra de Economía y Ética y Secretario General delIESE, Universidad de Navarra.

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no intentaré convencerte deque mis valores son mejoresque los tuyos; respeta tú tam-bién mis actitudes axiológicas,porque –y este es un supuestoque me parece que impregnamuchas de las discusiones so-bre el tema– no hay criteriosobjetivos para defender la pri-macía de unos valores sobreotros”. De modo que quiencensure los valores ajenos (o, almenos, algunos de ellos, más“políticamente correctos”) co-rre el riesgo de aparecer comointolerante o fanático, algo quese considera inadmisible a lahora de construir una convi-vencia democrática. Pero laaceptación de estas hipótesisconvierte el diálogo sobre losvalores en algo insípido, e in-cluso cínico.

El método que utilizaré eneste trabajo será la presenta-ción de un conjunto de tesis decontenido y alcance muy dife-rentes, más aún, algunas deellas son más hipótesis provi-sionales que resultados con-trastados. Empezaré tratandode algunas ideas generales so-bre los valores, para ocuparmeluego de los valores individua-les y sociales, de los niveles y lajerarquía de los valores, de suvariedad y objetividad y del re-lativismo axiológico, del de-

clive o crisis de los valores y decómo se forman y consolidan,para acabar con las conclusio-nes.

Antes de continuar, me pa-rece importante aclarar que elpunto de partida de mi análisisno es “la” definición de los valores(es poco probable que nospongamos de acuerdo sobreella), ni siquiera “mi” defini-ción (pues las probabilidadesde aceptación son aún meno-res), sino la idea vaga, imprecisay quizás poco coherente con queese término se utiliza en ellenguaje popular y en los me-dios de comunicación. Porqueno pretendo dar una explicaciónteórica sobre los valores, sino ex-plorar hasta dónde podemos lle-gar en el debate sobre los mismos,partiendo de la concepción popu-lar vigente y soslayando, en lamedida de lo posible, las difi-cultades que presenta la diver-sidad de puntos de vista. Deahí que, por ejemplo, no in-tente, en ningún momento,dar una definición de valores.

LOS VALORES

EM PECEMOS con unaafirmación de exis-tencia:

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Tesis 1: Todos los hombres ymujeres llevan a cabo valoracio-nes.

Esto es así aunque no sea-mos conscientes de ello. Esta-mos juzgando y valorandocontinuamente las cosas, losacontecimientos, las informa-ciones, etc., para decidir y ac-tuar. Y valorar es crear o atri-buir valores.

Pero me parece que cuandohablamos de “valores” preten-demos ir más allá de la mera“valoración” de cosas, aconte-cimientos o personas concre-tas. Cuando manifestamos quela última película que hemosvisto es “buena” o “mala” esta-mos haciendo un juicio de va-lor, pero probablemente noafirmaremos que ese juicioforma parte de “mis valores”,como lo diríamos de la lealtad,el sentido de la justicia o la to-lerancia. Por ello, me pareceque podemos afirmar

Tesis 2: Los valores motivany definen las decisiones de laspersonas “desde dentro” de ellasmismas.

Lo que implica una ciertaconsistencia, arraigo o perma-nencia, más allá de las merasvaloraciones ocasionales. Deboreconocer que esta distinciónentre “valoraciones concretas”

y “valores” es ambigua, perome parece que eso es lo queencontramos en el debate so-ciológico y ético sobre el tema.Las valoraciones concretaspueden ser consecuencia de losvalores (la película me gustaporque destaca el sentido de lajusticia, que forma parte demis valores), o de meros gustoso preferencias (me gusta el he-lado de vainilla).

En este sentido, los valoresse parecen a las virtudes. Y sos-pecho que lo que queremosdecir cuando afirmamos, porejemplo, que nuestra sociedadconsidera a la justicia como unvalor, es que sus ciudadanostratan de vivir la justicia comovirtud. Pero el hombre de lacalle, los medios de comunica-ción y no pocos expertos pare-cen preferir hablar de valores yno de virtudes. Por ello, no in-sistiré en la proximidad entreambos, entre otras razonesporque:

1) Algunos valores tienenun contenido más social o po-lítico que ético y, por tanto, nopueden identificarse directa-mente con las virtudes. Tal esel caso, por ejemplo, de la de-mocracia (lo que no quiere de-cir que la práctica de la demo-

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cracia no implique o exija elejercicio de virtudes).

2) Los valores no formanuna “segunda naturaleza” enlos sujetos, como ocurre conlas virtudes. Uno puede adhe-rirse a la veracidad como valor,y tratar de comportarse deacuerdo con él, pero no teneradquirida la virtud de la vera-cidad, porque le falta el hábitode ser veraz. En este sentido,los valores tienen un sentidomás ligero, menos arraigado y,probablemente, más mudableque las virtudes, aunque, a lalarga, si uno se esfuerza por vi-vir siempre de acuerdo con lasinceridad como valor acabaráviviendo la sinceridad comovirtud (quizás sin saberlo).

Tesis 3: Los valores tiene unadimensión subjetiva.

Porque no hay valores sinalguien que valore. Ahorabien, esa dimensión no agotael contenido de los valores,que hacen siempre referencia arealidades que merecen ser va-loradas porque son buenas(pero somos nosotros los quelas valoramos así). Volveremosmás adelante sobre este temaque, por ahora, nos permitepresentar la

Tesis 4 : La palabra valortiene un sentido ambiguo.

No tanto porque la aplique-mos a diversas realidades cul-turales, sociológicas, económi-cas o éticas –la pluralidad designificados de las palabrasforma parte de nuestro len-guaje desde sus orígenes–, sinoporque no hay una definiciónde valor universalmente acep-tada, de modo que utilizamosel mismo término para conte-nidos distintos. Pero esto sig-nifica que:

Tesis 5: En los debates sobrevalores suele haber muchas dis-crepancias.

Lo cual no nos debe extra-ñar, ni debe desincentivar eldiálogo. Pero si al lector no leparece que, efectivamente, hayagrias polémicas sobre los va-lores, es quizás porque ha oídohablar poco de ellos. Y es que

Tesis 6: En nuestra sociedad(occidental, europea, española)hay un cierto pudor, una resis-tencia a hablar de los valores.

Y más aún a intentar con-vencer a otros acerca de algoque tenga que ver con los valo-res (pero esta es una tesis sobrenuestra cultura, no sobre losvalores). Ahora bien, no debe-mos dejarnos amilanar por es-tos comentarios, porque

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Tesis 7: La ambigüedad de lapalabra “valor” puede ser unaventaja a la hora de iniciar undebate sobre los valores.

En efecto, es este un tér-mino “ light ” con el que sepuede evitar el uso de otrosmás compactos y precisos (vir-tud, principio, norma), quesuelen exigir una mayor finuraen la discusión, y que puedenprovocar recelos (infundadosen el plano científico, pero, amenudo, presentes en el ideo-lógico). De este modo, a partirde afirmaciones genéricas so-bre las causas de conductas in-correctas (insolidaridad, dis-criminación contra las mino-rías, violencia, consumismo,...), es relativamente fácilorientar el debate hacia los va-lores ausentes.

La debilidad de la tesis 7 sepone de manifiesto cuando laformulamos al revés y afirma-mos que “ los esfuerzos porprecisar el concepto de valorpueden ser contraproducen-tes”. Porque si, como decíanlos escolásticos, “donde no haydistinción hay confusión”, em-pezar con conceptos explícita-mente confusos no puede seruna vía adecuada para un diá-logo fructífero. Pero, como yahe dicho más arriba, mi pro-

pósito no es presentar aquí unadefinición de valor, sino traba-jar a partir del concepto popu-lar, impreciso, del mismo.

Tesis 8: Los valores se identi-fican mediante el discurso (en-cuestas, declaraciones, etc.), pero,sobre todo, mediante la observa-ción.

Aquí se cumple lo de “obrasson amores, y no buenas razo-nes”: las respuestas a las en-cuestas sobre los valores de laspersonas o de las colectivida-des deben contrastarse siemprecon los hechos.

En este punto se aprecia, denuevo, la diferencia –o la pro-ximidad– entre valores y vir-tudes. Afirmamos que unapersona es justa no porque lodiga, ni siquiera porque un díalleve a cabo una decisión justa,sino por su actitud perma-nente y práctica de actuar jus-tamente. En el caso de los va-lores, solemos admitir conmás facilidad, por ejemplo,que los valores manifestadosen las respuestas a un cuestio-nario son los que, efectiva-mente, poseen y viven los quecontestan al mismo. Pero, es-trictamente hablando, debe-ríamos contrastarlos con susconductas. O sea,

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Tesis 9: Los valores lo son enla medida en que guían a la ac-ción.

Porque, en efecto, los valoresmotivan y definen la acciónhumana, desde dentro delhombre mismo. Pertenecen alámbito del conocimiento, perose orientan a la acción.

La tesis 8 admite otra pre-sentación más ilustrativa:

Tesis 10: Los valores se expli-citan en las decisiones en la me-dida en que existen en las perso-nas o en las colectividades.

Esto vale para todas las de-cisiones, pero especialmentepara las difíciles o arriesgadas,porque es entonces cuando seponen mejor de manifiesto losvalores que se poseen y la pro-fundidad con que se poseen (y,de nuevo, la frontera entre va-lores y virtudes resulta bo-rrosa).

VALORES PERSONALESY SOCIALES

TESIS 11: Los valores sepredican de las personasy de las colectividades,

pero de diferente manera.

Por eso hablamos de valoresindividuales o personales y devalores colectivos o sociales.

Ahora bien, si una personaes tolerante, y otra también loes, y una tercera, y otra, ¿pode-mos concluir que la sociedadformada por todas ellas serátolerante? Sí, pero sólo comocondición de posibilidad. Parahablar de un valor social pedi-mos algo más, porque la socie-dad no es un mero agregadode personas, sino que tieneuna entidad propia: unos finespropios, no necesariamentecoincidentes con los de susmiembros, una organización,reglas, normas, instituciones,costumbres, etc. (aunque estaafirmación no la aceptarán al-gunos individualistas).

Por ello, la tolerancia seráun valor social no sólo porquela mayoría de los individuossean, cada uno por separado,tolerantes, sino en la medida enque comprometa las actuacionesde las personas, no sólo indivi-dual, sino también socialmente,como colectividad, es decir, in-cluyendo sus instituciones, le-yes, costumbres y conductas.Son las personas las que deci-den actuar de acuerdo conciertos valores, pero el acuerdo(habitualmente implícito) detodas las que forman una so-ciedad (o de una gran parte deellas) de vivir de acuerdo con

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esos valores los convierte envalores colectivos o sociales.

De este modo, la dimensiónsocial de los valores añade a ladimensión personal un en-torno (instituciones, leyes, in-centivos, costumbres, premiosy castigos, motivaciones, etc.)que trata de conseguir, comomínimo, que las conductas nosean contrarias al valor y, comoideal, que las personas se ad-hieran al valor, aprendan a po-nerlo en práctica y vivan deacuerdo con el mismo, lo que,a su vez, reafirmará el papel deaquellas instituciones y nor-mas. Por su parte, la dimensiónpersonal de los valores –el con-vencimiento con que cada per-sona los vive, más o menos in-dependientemente de su en-torno; las razones por las quese solidariza con ellos, etc.–añade, sobre todo, firmeza a lapráctica promovida por la co-munidad. Pero no sólo eso,porque

Tesis 12: Los valores persona-les no tienen por qué coincidircon los sociales.

Y, de hecho, a menudo nocoinciden. Y las relaciones en-tre ambos tipos de valores soncomplejas: coherentes o dis-crepantes, más o menos cohe-rentes o discrepantes, con to-

dos los matices. Ambos tiposde valores coexisten (lo que nocrea problemas cuando son co-herentes, pero sí cuando sondiscrepantes), se interrelacio-nan y se influyen mutuamente.Y como los hombres y mujeresformamos parte de numerososgrupos, de numerosas comuni-dades, con diversos grados depermanencia y compromiso,esas relaciones de coherencia ydiscrepancia se multiplican, yaquellas interrelaciones e in-fluencias pueden presentar tra-yectorias dinámicas muy com-plejas.

Este posible conflicto tienedos dimensiones: una, social–cada agente puede pensar yactuar de manera distinta a losdemás de su entorno–, y otrapersonal, algunos valores delindividuo entran en conflictocon otro valor, también perso-nal, que es el que le mueve aactuar de acuerdo con los cri-terios de la comunidad a la quepertenece (lealtad, conformi-dad, sentido de pertenencia,compromiso con el bien co-mún, gregarismo...). La reso-lución de ese conflicto depen-derá, entre otros factores, delos mecanismos que la socie-dad emplee para conseguir laadhesión de los ciudadanos(por ejemplo, la coacción legal

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o social que ejerza), de la natu-raleza y permanencia de los la-zos de la persona con la comu-nidad, de la madurez de losmiembros de la misma, etc.

De lo anterior podemos de-ducir también la

Tesis 13: Es muy probableque la gama de valores de unapersona presente contradicciones,y más aún la de una sociedad.

Esto puede ocurrir porqueha elegido o aceptado valorescontradictorios. O porque losestá cambiando, y algunos delos nuevos valores no se com-paginan con algunos de los an-tiguos. Pero vivir instalado enla incoherencia no es fácil ni, ala larga, compatible con la es-tabilidad psíquica, emocional ymoral de la persona, debido ala existencia de procesos deaprendizaje individual y socialy a la consiguiente adaptaciónde las conductas. Por tanto,

Tesis 14: Las contradiccionesen los valores no pueden ser per-manentes.

Al menos si se trata de valo-res que definen la trayectoriade las personas o de las socie-dades. En definitiva, “o se vivecomo se piensa, o se acabapensando como se vive”, aun-que el proceso de ajuste puedeser muy largo, y la capacidad

de las personas para actuar ensituaciones de ambigüedadaxiológica puede ser muy alta,aunque con costes no despre-ciables.

Podemos acabar esta seccióncon una perogrullada:

Tesis 15 : Los valores soncambiantes: pueden cambiar y,de hecho, cambian.

Del cambio en los valoresnos ocuparemos más adelante.

NIVELES DE VALORES

TE SIS 16: Los valores(cada uno de ellos) ad-miten grados en la

forma como se poseen o viven.En efecto, una persona o

una comunidad puede ser máso menos tolerante, solidaria,laboriosa, etc. (puede ser tole-rante siempre, o sólo en ciertoscasos, o con ciertas personas,etc.). Por ello, afirmacionescomo “nuestra sociedad es in-tolerante” deben ser matiza-das. Y, además,

Tesis 17: Existen niveles o je-rarquías de valores.

Aquí nos referimos a la je-rarquía subjetiva de los valores,en el sentido de que cada per-sona o sociedad concede másimportancia a unos valores que

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a otros (sea con carácter abso-luto, o dependiendo de las cir-cunstancias).

La existencia de esa jerar-quía es importante, porquepermite entender (y explicar, yresolver) tanto las relacionesentre valores como las contra-dicciones axiológicas. Si setrata de valores de distinto ni-vel, en principio el de nivel su-perior adquiere precedenciasobre el inferior, de modo que,en este caso, no se puede ha-blar de un verdadero conflictode valores (lo que no significaque su solución sea banal, so-bre todo en el plano emocio-nal). Y si se trata de valores delmismo nivel, el agente decidiráen función de la prioridad deuno de ellos (en general, o encada caso concreto), o por elrecurso a un valor superior, opor otros medios, como el usode reglas prácticas (sobre todoen valores de bajo nivel) y laconsideración de las circuns-tancias (que pueden hacer queun valor adquiera prioridadsobre los demás).

Tesis 18: Los valores de ordensuperior suelen referirse a los fi-nes (valores finales o básicos), ylos de orden inferior, a los medios(instrumentales o no básicos).

De todos modos, es posibleque los valores instrumentalesal servicio de fines de mayornivel dominen a los valores fi-nales de orden inferior.

Tesis 19: Si el contenido de losvalores cambia, la jerarquía delos valores puede cambiar tam-bién.

Y, de hecho, cambia. Porejemplo, la aparición de inmi-grantes procedentes de otracultura y religión puede obligara una sociedad a replantearsesu concepto de tolerancia y, se-guidamente, el papel de esevalor, junto con otros comounidad, solidaridad, trato nodiscriminatorio, etc.

Tesis 20: Los valores de nivelsuperior (aquellos que no cedena otros valores, y hacia los quese orientan los valores de nivelinferior, los instrumentales)suelen ser más permanentes.

Los valores superiores sonlos que nos llevan a ser la per-sona que somos; de ahí su per-manencia. Pero la firmeza enlos valores superiores no essíntoma de intolerancia.

Tesis 21: Los valores superio-res cambian, principalmente,cuando lo hace el paradigma teó-rico del sujeto (paso de la fe re-ligiosa al ateísmo, por ejem-plo), cuando aparecen problemas

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o circunstancias nuevos e impor-tantes (convulsiones sociales,cambios políticos, enfermeda-des graves, etc.), cuando lascontradicciones entre los distintosvalores mantenidos por el sujetose hacen más agudas, cuando seproducen discrepancias impor-tantes con los valores del entornoen que uno vive, etc.

Esta es una lista abierta,pero indicativa de las causasque llevan a revisiones impor-tantes en la jerarquía de valo-res.

Tesis 22: Los cambios en losvalores principales provocanotros cambios (a menudo radica-les) en la estructura de valores yen la vida de la persona.

Por el contrario, los valoresinstrumentales suelen cambiarcon más frecuencia y ser másinestables, pero su cambio, olos conflictos que los afectan,suelen ser menos traumáticos.

LA VARIEDAD DE LOSVALORES

TESIS 23: Es un hecho deexperiencia que los va-lores de distintas perso-

nas son distintos.Esta tesis es importante

porque, a menudo, se ha utili-zado para rechazar la existen-

cia de un referente común atodas las personas, para afir-mar la relatividad y subjetivi-dad de todos los valores, o paranegar la existencia de criteriosobjetivos para decidir sobre losvalores. Veamos, pues, conalgo más de detalle estos argu-mentos.

La conducta de las personasviene condicionada por sus va-lores (sus fines, sus preferen-cias y su ponderación de losmedios para conseguirlos),pero también por otros facto-res, como los recursos materia-les y la información de quedisponen. Por eso hemos di-cho antes que los valores diri-gen la conducta “desde den-tro”. Por tanto,

Tesis 24: La diversidad devalores viene complicada por ladiversidad de “hechos”.

Aquí utilizaré la palabra“hechos” en un sentido muyamplio, para referirme a todoaquello que, en la toma de de-cisiones, no pertenezca al ám-bito de los valores (o, si se pre-fiere, de los fines, actitudes,virtudes o principios), comolas relaciones económicas, lasrestricciones tecnológicas, lasleyes, normas e institucionessociales, la dotación de recur-sos, la información disponible,

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etc. Lo que esta tesis afirma es,en definitiva, que nuestra ob-servación de los valores nosuele ser directa, sino a travésde las decisiones. Y en esas de-cisiones se combinan valores (yno uno cada vez, sino muchos) yotras realidades, a las que llamo“hechos”.

El primer motivo de unadiscrepancia sobre valorespuede ser el contenido de esosu otros valores. Veamos unejemplo, quizás un poco rebus-cado, pero me parece que ilus-trativo. Los médicos piden ados madres de familia, ambasde profundas convicciones re-ligiosas, la autorización parapracticar una transfusión desangre a sus hijos. Una argu-menta que su religión leprohibe esas prácticas médi-cas, y se opone a la transfu-sión, mientras que la otra no sesiente sometida a esa restric-ción y la autoriza. ¿Significaesto que la primera no valorala vida, y la segunda sí, o que laprimera concede a los precep-tos religiosos un valor mayorque la segunda? No necesaria-mente: ambas pueden coinci-dir en que la vida es un valormuy importante, pero que, enocasiones, otro valor puede pa-sar por delante de éste. Igual-mente, ambas pueden sentirse

profundamente comprometi-das con la religión que practi-can, pero la primera consideraque, en ese caso concreto, hay unvalor de índole religiosa que seantepone al valor de la vida desu hijo, mientras que la se-gunda considera que, tambiénen ese caso concreto, no existe esevalor religioso superior. La di-ferente conducta no se basa enla diferencia de valores, sino de“hechos” (en este caso, sobre elcontenido de ese valor supe-rior que ambas reconocen).

Otro ejemplo, que se refieremás directamente a la discre-pancia sobre “hechos”. Dospersonas suben a un autobúsen el que hay varios viajeros deotra raza. Una no tiene incon-veniente en sentarse al lado deuno de ellos; la otra prefierequedarse de pie. ¿Es racista lasegunda? No necesariamente:quizás le preocupa que le pue-dan robar, y piensa que la pro-babilidad de que una personade otra raza sea un ladrón esmucho mayor que si se tratade una persona de su mismaraza (puede argumentarse queese mismo pensamientoprueba que es racista, pero lainferencia es incorrecta: su de-cisión tiene que ver con unacuestión de hecho, o de infor-mación sobre un hecho –quién

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es más probable que sea un la-drón–, no con su actitud haciael color de la piel o los rasgosfaciales).

Los ejemplos puestos antesson sólo eso, ejemplos. Peronos llevan a formular la tesisanterior de un modo más ex-plícito:

Tesis 25: La variedad de losvalores que observamos en noso-tros, en los demás y en nuestrassociedades es, probablemente,consecuencia más de la variedadde los “hechos” (relaciones eco-nómicas, restricciones tecnoló-gicas, leyes, dotaciones de re-cursos, información, etc.) y decómo los juzga el agente, que dela de los valores mismos (al me-nos, de los de nivel superior).

Ésta es más una hipótesis(acerca de la frecuencia conque se da un fenómeno) queuna tesis apoyada en eviden-cias empíricas. Para justifi-car la (que no para demos-trar la), volveré a recurrir aotro ejemplo.

Hasta los años cuarenta, ysobre todo en ámbitos ruraleso entre recién llegados a lasciudades, era normal, en paísescomo España, que los padresancianos viviesen con los hijos,que les atendían en todas susnecesidades. En los años no-

venta, esa práctica era pocofrecuente. ¿Significa esto quelos hijos son ahora menos ge-nerosos con sus padres, o quela familia ha perdido cohesión,es decir, que se han perdido losvalores correspondientes?

No necesariamente. Hastahace algunas décadas, la mayo-ría de personas de edad avan-zada no tenía protección mé-dica (seguro de enfermedad)ni económica (pensión de ve-jez), de modo que los hijos de-bían atender a sus necesidades(a excepción de aquellos conniveles elevados de riqueza).La familia era, en este sentido,una entidad aseguradora: lospadres dedicaban todos sus re-cursos a mejorar el nivel devida de sus hijos (ésta era laprima del seguro), y éstos cui-daban luego de sus padres(ésta era la prestación). Y lasnuevas generaciones aprendíanel funcionamiento de ese me-canismo en su propia expe-riencia familiar.

Pues bien, con la extensiónde la seguridad social, este es-quema protector resultó inne-cesario. Pero la reducción delas transferencias recíprocaspudo interpretarse como undeterioro de los valores fami-liares, cuando lo que habíacambiado eran los “hechos”, la

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manera concreta de atender alas necesidades de los ancia-nos.

Esto resulta patente cuando,ante la quiebra de un valor, nospreguntamos por otros valoresque están más altos en la es-cala. En el ejemplo que acaba-mos de poner, el valor vividopor la gran mayoría de las fa-milias se tradujo en principiosde actuación como, en el casode los padres, “debo transferira mis hijos toda mi riqueza”.Este principio resulta de dosvalores de nivel superior (el dela autonomía personal: “nodebo ser una carga para mishijos en la vejez”, y el de la so-lidaridad familiar: “debo cui-dar del nivel y calidad de vidade mis hijos”), más un “hecho”(“en mi vejez no tendré otraayuda que la de mis hijos”). Ya estos hay que añadir, proba-blemente, otros principios y“hechos”: por ejemplo, la ex-pectativa social de que, llegadoel momento, los hijos cuidande sus padres ancianos, expec-tativa basada en un deber mo-ral, pero también en la existen-cia de instituciones (en Cata-luña, el “hereu”, es decir, elhijo que hereda las propieda-des de la familia, debe atendertambién a los padres ancia-

nos), costumbres, presionessociales, etc.

Pues bien: al generalizarse laseguridad social, el “hecho”mencionado antes ya no se da.El principio inferior (“debotransferir a mis hijos toda miriqueza”) deja de estar vigente,pero el principio superior(“debo cuidar del nivel y cali-dad de vida de mis hijos”) noha perdido fuerza. Para deter-minar si se ha producido uncambio en los valores, habráque analizar si, efectivamente,los padres siguen sintiéndoseresponsables del nivel y cali-dad de vida de sus hijos: sicuidan de su educación, si lesfacilitan el acceso a un trabajo,si velan por su salud, si les ha-cen regalos y les dejan heren-cias, etc.

Desde el punto de vista delos hijos, el razonamiento essimilar. El principio inferior(“debo atender a las necesida-des de mis padres mayores oenfermos”) puede explicarsecomo la confluencia de unprincipio o valor superior (undeber de justicia y de amorpara con los padres) con dos“hechos” (“ellos me han dadotodo lo que tenían” y “ellos notienen otro medio de subsis-tencia más que mi socorro”),que acaban de definir el conte-

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nido de aquel deber de justicia(junto con otros valores y “he-chos”, como la gratitud, lapresión social para que los pa-dres estén bien atendidos, o lanecesidad de transmitir elmensaje a la siguiente genera-ción). Pues bien, con la evolu-ción de la protección social,esos dos “hechos” han cam-biado y, con ellos, el principioinferior, pero no el principiosuperior (el deber de justicia yde amor para con los padres),que ahora se materializará deotro modo (visitándolos confrecuencia, manifestándoles elafecto, etc.).

Este tipo de análisis nospuede ayudar a entender mejorcómo se relacionan los valoresentre sí y con los hechos. Si,por continuar con nuestroejemplo, la seguridad socialcubre suficientemente las ne-cesidades futuras de los ciuda-danos, éstos tienen una mayorlibertad en el uso de sus ingre-sos (por ejemplo, en gastossuntuarios, o en donaciones aterceras personas), sin incum-plir por ello el deber de justiciapara con sus hijos. Del mismomodo, el hecho de que los hi-jos no tengan que responsabi-lizarse plenamente de sus pa-dres ancianos o enfermos im-plica que podrán organizar su

vida con mayor independen-cia, que adquirirán otros com-promisos, etc. Y esto, denuevo, cambiará otros “he-chos”, así como el ejercicio deotros valores. Y esos cambiosno tienen por qué ser neutra-les. En las nuevas condiciones,por ejemplo, las nuevas gene-raciones pueden no recibiraquel aprendizaje sobre cómovivir los deberes de justicia conlos padres. Y esto sí que seríauna pérdida de valores.

Un ejemplo más. Antes, lospadres reparaban los juguetesde los hijos, porque sustituirlospor otros era caro. De estemodo, actuaban de acuerdocon sus valores (económicos,pero también de otro tipo), yles enseñaban prácticamenteque debían cuidar las cosas,por razones (valores) de tipoeconómico (porque las cosasson caras) y no económico(respeto a las cosas y a las per-sonas, autodominio, orden,disciplina, etc.). En la actuali-dad, reparar un juguete es, amenudo, una pérdida detiempo y de dinero: lo racionalpuede ser tirarlo y sustituirlopor otro nuevo. Pero estopuede llevar a la omisión deaquel mensaje a los jóvenes. Elvalor superior (“hay que cuidarlas cosas”) sigue vigente, aun-

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que el valor inferior (“hay quereparar los juguetes rotos”) yano lo está (por un cambio de“hechos”).

Completaré esas ideas conotra tesis, ya sugerida antes:

Tesis 26: Los cambios en “he-chos” o en valores provocan, a suvez, cambios en otros “hechos” yvalores.

Por ello, en una época detransformaciones (por ejem-plo, tecnológicas) observamosmuchos cambios en valores,que pueden ser reales, o sóloaparentes. Con otras palabras,esos cambios no suelen venirsolos.

Pero todo lo anterior nodebe llevarnos a la conclusiónde que todos los cambios envalores son aparentes, porque

Tesis 27: Hay auténticas dis-crepancias sobre valores.

Es decir, diferentes personastienen, de hecho, valores dife-rentes, incluso después de to-mar en consideración las dife-rencias en los “hechos”. La ne-gación de esta tesis implicaríaque los valores de máximo ni-vel son los mismos para todaslas personas y que no cambiannunca, lo que es contrario anuestra experiencia. Por de-cirlo de una forma cruda, es

verdad que podemos afirmarque, entre los valores de un sá-dico asesino de niños figura elrespeto a la dignidad de losdemás, pero que su conceptode persona no incluye a los ni-ños, o que su concepto de res-peto a la dignidad no excluyela tortura y la muerte. Pero meparece que ésta no sería unadescripción correcta del caso.

Demos un paso más:Tesis 28: La variedad de va-

lores, las discrepancias que apre-ciamos en ellos (entre personas ysociedades) y su continuo cambiono son incompatibles con la uni-cidad y estabilidad de los valoresde niveles superiores.

En uno de los ejemplospuestos más arriba, las muchasy cambiantes maneras de ejer-cer la justicia para con los pa-dres son, en definitiva, varian-tes de un mismo valor de lajusticia, que permanece inalte-rado a pesar del cambio de cir-cunstancias. Esto no pretendecontradecir las tesis 23 y 27:simplemente, incide de nuevoen las ideas de las tesis 24 y 25.

Tesis 29: La variedad y elcambio en los valores son compa-tibles con la existencia de un re-ferente común a todos los hom-bres.

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Ese referente podría ser la“naturaleza humana”: algo co-mún a todos los hombres, quecada uno va realizando en eltiempo con su libertad. Negarla variedad de valores en nom-bre de la naturaleza humanaequivaldría a dejar ésta cristali-zada y negar la libertad.

¿PODEMOS DECIRALGO OBJETIVOSOBRE LOS VALORES?

NUESTRAS apreciacio-nes y valoracionessobre las cosas, las

personas y las situaciones sonnecesariamente subjetivas (te-sis 3). ¿Significa ello que nopodemos decir nada objetivoacerca de los mismos? ¿Debeinterrumpirse el debate sobrelos valores cuando llegamos alos que posee, afirma o sos-tiene cada persona? Éste es unpunto clave en el tema que nosocupa, y lo abordaremos en va-rias etapas. Para empezar, enlos niveles bajos de la escala devalores,

Tesis 30: Los medios a los quese refieren los valores instrumen-tales, y esos mismos valores, pue-den valorarse en función de sucapacidad para cumplir los finesa los que se ordenan.

Y también con otros crite-rios, pero éste es, al menos, fá-cil de entender por todos.

En los valores encontramos,pues, una dimensión subjetiva,pero también otra objetiva. Mivaloración (subjetiva) de uncuchillo radica, por ejemplo,en su capacidad (objetiva), realo esperada, de cortar (y puedocomprobar, a posteriori, si es asío no y, por tanto, cambiar mivaloración del cuchillo). Y lomismo podemos decir no yade las valoraciones, sino de losvalores, en el sentido más per-manente, como guías para laconducta (no sólo para unasdecisiones aisladas), tal comolos hemos presentado antes.

Esto no parece ser de apli-cación a los gustos o meraspreferencias: si me gustan loszapatos negros, les doy un va-lor independientemente de suutilidad. Pero también puedodecir que, una vez compro-bado que los zapatos sirvenpara proteger los pies –es de-cir, una vez cumplida una exi-gencia objetiva–, el color lesañade, de nuevo, otra dimen-sión meramente subjetiva. Endefinitiva, podemos hacer (almenos algunas) afirmaciones ob-jetivas sobre los valores instru-mentales.

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Y, en un plano superior,Tesis 31: Los valores de nivel

superior dependen de cómo seancapaces de contribuir al fin de lapersona (al desarrollo de su hu-manidad, de acuerdo con sunaturaleza).

Esta tesis no será aceptadapor aquellos que niegan que elhombre tiene una finalidad ala que se dirige por naturaleza.Para ellos, por tanto, los finesinstrumentales pueden teneruna dimensión objetiva, perolos finales no. No insistiré eneste tema, pero daré un rodeopara explicar mejor esa dimen-sión objetiva de los valores.

Hasta ahora no hemos dis-tinguido los valores por razónde su contenido. Pero no noscostaría mucho hacer una listacon arreglo a este criterio:

Tesis 32: Hay valores de mu-chas clases: morales (por ejem-plo, la bondad), estéticos (la be-lleza), lógicos (la sencillez oelegancia en una demostra-ción), sociales (la amistad), etc.

A efectos de nuestro análi-sis, la distinción más relevantees la que se da entre valoresmorales (también llamados me-tavalores) y no morales. Antesde continuar, convendrá acla-rar la existencia de éstos:

Tesis 33: La variedad y va-riabilidad de los valores no puedetomarse como una demostraciónde la ausencia de valores moralespermanentes.

En efecto, me parece quenadie ha demostrado la exis-tencia (o aun la posibilidad deexistencia) de personas o so-ciedades que no tengan nin-gún estándar sobre lo que esuna conducta éticamentebuena o mala (salvo quizás tra-tándose de enfermos menta-les). Más aún: aunque se de-mostrase su posibilidad y aunsu existencia, aún habría quecomprobar que una persona ouna sociedad pueden no yaexistir en un instante, sinosubsistir durante un tiempo.Sobre esto volveremos másadelante.

Los valores morales se refie-ren a la bondad de una acción,y llevan consigo un juicio éticosobre la misma, mientras quelos no morales se refieren, so-bre todo, a las preferencias delagente o de la sociedad que losadopta: la música clásica o elrock, el chocolate con churros ola verdura hervida. A estos úl-timos se aplica, en buena me-dida, el viejo dicho: “sobregustos no hay disputa” (de gus-tibus non est disputandum).

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Pero, ¿realmente no hay dis-puta? ¿Podemos decir algo obje-tivo sobre los valores no morales?Para algunos, la respuesta esradicalmente “no”: si me gustael chocolate con churros, nadiepuede tener nada que añadir.Y, sin embargo, podemos aña-dir, por ejemplo, que esa dietapuede producir obesidad, co-lesterol y estreñimiento (el he-cho de que esos resultadossean sólo probabilísticos nocambia la naturaleza objetivadel comentario). Pero –obje-tará nuestro oponente– esas noson afirmaciones sobre misgustos o valores. Y tendremosque responder que no se refie-ren a mis gustos, pero sí a misvalores, porque mi valoraciónde un alimento no se refieresólo al placer que me propor-ciona, sino también a otrosmuchos aspectos, desde susefectos sobre mi salud hasta lareacción de los demás (pién-sese en el tabaco, por ejemplo),la creación de efectos adicti-vos, etc., de acuerdo con la

Tesis 34: Los valores tienentambién algún componente obje-tivo.

Esta afirmación puede pare-cer contradictoria con la de latesis 3 (los valores tienen unadimensión subjetiva), pero meparece que se entiende, a la

vista de lo dicho en los párra-fos anteriores.

Esa dimensión objetiva es,probablemente, irrelevante, silos valores son una creacióncultural y, por tanto, esencial-mente relativos y transitorios.Sin embargo,

Tesis 35: No todos los valoresson sólo culturales, y aun los va-lores culturales tienen tambiéndimensiones objetivas.

El relativismo cultural de losvalores supone que el únicoámbito en el que se dan los va-lores es el de la cultura, y quetodo valor está definido sólopor la cultura. Ambas afirma-ciones son gratuitas, a no serque se restrinja, arbitraria-mente, el ámbito de los valoresal de la cultura.

En definitiva, se puede deciralgo objetivo sobre todos los valo-res, también sobre si son bue-nos o malos, al menos de ma-nera condicional (para la sa-lud, para la estética, para laeconomía personal, etc.).

En los párrafos anterioresme he referido explícitamentea los valores no morales. Perola objetividad de los valoresme parece también aplicable, ycon más razón aún, a los valo-res morales, usando el mismoargumento: los valores –o me-

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jor, las decisiones inspiradas enellos– tienen efectos, y esosefectos pueden ser buenos omalos, condicionalmente, perotambién absolutamente. Deahí que

Tesis 36: Podemos hacer afir-maciones objetivas sobre los va-lores morales.

Podemos decir, por ejemplo,que “la solidaridad contribuyea la cohesión social” (y, comoesto es sólo un ejemplo, no mesiento obligado a definir conprecisión esos términos), o que“la discriminación por razóndel género reduce la cohesiónsocial”, y, por tanto, que el pri-mer valor es “bueno” para lacohesión social, y el segundoes “malo”. O que el primero es“mejor” que el segundo,cuando se persigue ese fin (y elhecho de que no tenga certezasobre las afirmaciones expues-tas, o de que haya excepcionesa las mismas, no afecta al ca-rácter objetivo de esas frases).

Y si, dando un paso más,admitimos la existencia de unfin en el hombre (un fin obje-tivo, hacia el que tiende, sinque él se lo haya fijado explíci-tamente), podemos hacer tam-bién valoraciones absolutas, nocondicionales, como “la solida-ridad es buena” o “el consu-

mismo es malo”, en términosabsolutos, esto es, para el cum-plimiento de ese fin superior y,en definitiva, para el hombre.Ahora bien, si el lector prefiereafirmar que el fin se lo pro-pone cada uno a sí mismo, sinningún condicionante obje-tivo, podemos, al menos, con-tinuar en el ámbito de las valo-raciones condicionales: (deltipo: “si el fin que te has pro-puesto en tu vida es hacer felizal mayor número de perrosposible, la solidaridad conotros hombres es indeseable,es un mal para ti, porque teimpide conseguir ese fin”).

Esta proposición sobre losjuicios absolutos acerca de losvalores puede parecer dema-siado extrema a algunos, por locual no la presentaré en formade tesis, aunque estoy conven-cido de su validez. Con todo,ya es mucho que podamos ha-cer afirmaciones condicionalesy objetivas sobre los valores.

EL RELATIVISMOAXIOLÓGICO

AH ORA ESTAMOS encondiciones de dis-cutir la tesis del rela-

tivismo axiológico, que re-chaza que todos las personas ylas sociedades deben admitir

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algunos valores morales bási-cos y vivir de acuerdo con ellos(la variedad de valores de nive-les inferiores no puede to-marse como un argumento enfavor de dicho relativismo).

Es un hecho que distintaspersonas pueden tener, y de hechotienen, valores morales funda-mentales radicalmente distintos yaun opuestos. Estoy de acuerdocon esto, aunque ya he expli-cado antes que muchas de esasdiscrepancias pueden debersea causas distintas de la diversi-dad axiológica (tesis 24 y 25).Pero para que esto confirme latesis del relativismo lógicohace falta, además, que secumpla una de las siguientescondiciones:

1) Que no exista un fin delhombre (es decir, que cada unose pueda poner a sí mismo elfin que prefiera, sin ningunarestricción objetiva). En talcaso, los valores elegidos opracticados por una personano tendrán nada que ver conlos que elija otra, si persiguenfines distintos (aunque los va-lores de cada una deberán es-tar ordenados a su fin, demodo que aun en este caso sepodrán hacer afirmaciones ob-jetivas del tipo: “este valor noes compatible con la consecu-ción de este fin”). Indepen-

dientemente de los esfuerzosteóricos en este sentido, pareceque muchas personas viven deacuerdo con este modo depensar, lo que no es garantíade su corrección.

2) O que los valores conformea los que se vive sean totalmenteirrelevantes para la consecuciónde ese fin. Pero ésta es una tesisdifícil de admitir, porquenuestras acciones tienen con-secuencias: cambian nuestroentorno (o su respuesta anuestras acciones), nuestrosconocimientos y percepciones,nuestras capacidades y actitu-des y, como hemos dicho,nuestros mismos valores. Bastapensar en las consecuencias delconsumo de droga para enten-der que muchas de las cosasque queremos alcanzar ennuestra vida –y no hace faltaremontarse en nuestro fin úl-timo, sino a cosas de nivel in-ferior, como tener una familiaestable, unos ingresos regula-res, una salud aceptable, etc.–no son compatibles con cua-lesquiera valores.

Todo esto vale para las per-sonas, pero también, con másrazón, para las sociedades.Porque aceptar el relativismode los valores dentro de unacolectividad implica que el te-rrorista puede y debe convivir

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con el pacífico, el violador se-xual con las mujeres y el racistacon los ciudadanos de otras ra-zas. Y esto resulta imposible, ala larga, si se dan aquellos fe-nómenos de aprendizaje socialy adaptación (o rechazo). Loque nos lleva a presentar las si-guientes tesis, que enunciarédel modo menos extremo po-sible:

Tesis 37: Las personas y lassociedades pueden tener valoresmorales radicalmente distintos,pero esto no muestra que todosellos sean igualmente aptos parala consecución de sus fines.

Tesis 38: La adopción de va-lores morales de nivel superior(metavalores) incompatibles conlos fines exige un proceso deadaptación (en los fines, en losvalores, o en ambos).

Es decir, estoy suponiendoque una persona elige los valo-res que considera idóneos parala consecución de sus fines (y,al hacerlo, está eligiendo losvalores morales de nivel supe-rior que ella considera compa-tibles, mejor aún, necesariospara alcanzar su fin último: sufelicidad, su autorrealización,el despliegue de su humani-dad, etc.). Pero, en la práctica,esos valores pueden ser idó-neos para la consecución de

sus fines, o no serlo. Dada laflexibilidad en la conducta hu-mana, es probable que, aunqueaquellos valores no sean losadecuados, pueda actuar deacuerdo con ellos durante máso menos tiempo: el relativismoaxiológico parece triunfar.Pero esto sólo podríamos afir-marlo en el largo plazo, si “nopasa nada” como consecuenciade esa discrepancia axiológica.

Ahora bien, si los valores noidóneos son suficientementeimportantes –por sus conse-cuencias sobre la persona o suentorno, o por los cambios queprovocan en su propia escalade valores, o por la acumula-ción de esos efectos en eltiempo–, el agente tendrá quecambiar sus valores o sus fines(o, simplemente, reconocer sufracaso en la consecución deesos fines).

Completaré estas considera-ciones con otra variante de latesis anterior:

Tesis 39: La existencia de va-lores morales distintos y aun con-trarios no apoya la tesis del rela-tivismo de los valores, a no serque se pueda mostrar que las per-sonas o sociedades que presentanesos valores siguen siendo establesen el largo plazo (en el sentidode no necesitar posteriores

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ajustes en su jerarquía de valo-res, sea en los valores finales,sea en los instrumentales).

Es decir, el predominio devalores que conducen a con-ductas inmorales lleva consigocambios en “hechos” y en valo-res, que alteran la situacióninicial. Y es a la vista de esoscambios cuando se puedenhacer afirmaciones sobre ladeseabilidad o no de aquellosvalores, por lo menos desde elpunto de vista condicional (“site drogas, acabarás haciéndoteadicto, contraerás enfermeda-des, necesitarás robar paraconseguir más droga, te recha-zará la sociedad, etc.”) y tam-bién absoluto (“...y no conse-guirás tu objetivo como per-sona, no realizarás tu humani-dad, serás un fracasado”).

Todo esto nos lleva a unaconclusión que me parece muyútil para nuestros propósitos:

Tesis 40: El debate sobre losvalores puede moverse en unplano objetivo.

Esto se puede llevar a cabodiscutiendo sobre las relacio-nes lógicas de unos valores conotros, sobre las consecuenciasesperadas de las conductas de-rivadas de esos valores, etc. Esdecir, puedo argumentar con elracista acerca de las conse-

cuencias que para él y para lasociedad pueden derivarse delas acciones llevadas a cabo deacuerdo con ese principio, sinnecesidad de hacer juicios devalor sobre sus propios valores.Esto no quiere decir que el debatesobre los valores deba girar únicao principalmente acerca de losefectos esperados de las accionesdictadas por nuestros valores,sino sólo que, por lo menos, pode-mos hacer afirmaciones objetivassobre la deseabilidad o no de cier-tos valores, en función de susefectos.

Y esto vale tanto en el planopersonal como en el social. Lajusticia, por ejemplo, es un va-lor en una colectividad no(sólo) porque está conformecon su tradición, o porque seageneralmente aceptada, o porotras razones de tipo socioló-gico, sino, sobre todo, porquerefleja el conocimiento que losciudadanos tienen de las con-secuencias de que la sociedadno respete la justicia. Y a estaconclusión podemos l legartanto por el estudio teóricocomo por la observación de larealidad (de la propia sociedado de otras). Una sociedad queradicalmente rechaza la justi-cia y opta por la injusticiacomo modo de vida no podrásobrevivir.

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Lo que no quiere decir que eldebate sobre los valores sea fácil.Por ejemplo, el debate sobre lapena de muerte no enfrentasólo a una parte de la sociedad,que clama por el respeto a lavida, con otra parte, que ladesprecia, ni tampoco a unaparte de la sociedad, que atri-buye un valor superior a lavida, frente a otra, que reivin-dica la superioridad de la justi-cia. Ambas partes tienen, pro-bablemente, ambos valores enlugares preeminentes. Pero laorganización para proteger a lasociedad contra el crimen será,probablemente, distinta cuan-do prevalece un principio uotro, lo que significa que laabolición de la pena de muertedebe ir acompañada de otroscambios en la legislación pe-nal, en el funcionamiento delos tribunales, en las actuacio-nes de la policía, etc. Y es lamagnitud de este cambio, y loincierto de sus resultados, loque hace que aquel debate so-bre la pena de muerte sea, aveces, muy difícil.

Tesis 41: La ética tiene la res-ponsabilidad última de juzgar alos demás valores.

Esto es así al menos en elsentido de que un valor “in-moral” no será compatible conel desarrollo de la persona o de

la sociedad. O, dicho de otramanera, la ética viene a ser la“condición de equilibrio” detodo sistema, personal o social(en el sentido de que una per-sona o una sociedad radical-mente inmoral no puede per-durar). Y esta tesis nos lleva aotra, que es como su corolario,y que quizás provoque la ira dealgunos “progresistas” de losvalores:

Tesis 42: Los valores no seauto–validan.

Es decir, el valor de los valo-res no radica en los valoresmismos.

EL DECLIVE DE LOSVALORES

TE SIS 43: Puede haber–y, de hecho, hay– ver-daderas crisis de valores.

Si lo que he dicho másarriba es válido, las sociedades–y las personas– pueden sufrirverdaderas crisis de valores: nosimples racionalizaciones porla pérdida de poder que elabandono de algunos valoresrepresenta, sino verdaderos pa-sos atrás en el equilibrio y enel progreso de las sociedades yde las personas.

Pero también he explicadoque no es fácil entender la na-

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turaleza de un declive de losvalores, que no consiste en lasimple supresión de algunos,sino en su sustitución porotros (a menudo, debido acambios en los hechos: tesis24 y 25) o, en un plano másalto, en el traslado de la pree-minencia de unos valores aotros.

Por tanto, la hipótesis deque “estamos ante una grancrisis de valores” no debe seraceptada sin un cuidadosoanálisis de los valores y de los“hechos” a que antes me hereferido. Como tampoco hayque aceptar sin más su contra-ria, de que “hemos dado ungran paso al frente al sustituirvalores exclusivos, excluyentese intocables por otros dinámi-cos, abiertos y flexibles” (unatesis que se escucha con fre-cuencia, quizás sin un análisissuficientemente detallado delo que eso significa). Porejemplo, una sociedad econó-micamente atrasada, rural, ce-rrada y sometida a graves cri-sis potenciales –invasiones,epidemias, hambrunas, etc.–necesita una estructura de va-lores muy rígida, y no podríasobrevivir con los que hoy tie-nen nuestras sociedades abier-tas, democráticas e innovado-ras. Desde nuestro punto de

vista, el cambio de aquéllos aéstos parece un progreso, peroesto no pasa de ser un califi-cativo, dado quizás con crite-rios emocionales. De ahí la si-guiente

Tesis 44: Los juicios sobrevalores formulados desde otrosentornos –culturales, geográfi-cos, históricos– deben hacerse congran circunspección.

Lo que tiene también sucorolario:

Tesis 45: En el mundo de losvalores, la tesis de que “cualquiertiempo pasado fue peor” es, pro-bablemente, tan falsa como la deque “cualquier tiempo pasado fuemejor”.

O sea, la sociedad culturaldel siglo XXI no es necesaria-mente una cima en la historiade la civilización, y basta mi-rar a nuestro alrededor paracomprobarlo. Y la razón esque, en ética, cabe el aprendi-zaje negativo, es decir, elaprendizaje que nos lleva ahacer no lo que es bueno, sinolo que es malo, a consolidarloen nuestra vida, a vivir deacuerdo con ello y a hacerlonorma de nuestra conducta.Y, de nuevo, basta el recurso ala propia experiencia –y a lahistoria reciente– para verifi-carlo.

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CÓMO SE FORMAN LOSVALORES

LA POSTURA optimistaenunciada en los pá-rrafos anteriores lleva

a la conclusión de que la socie-dad se ve abocada, sin que se-pamos cómo, hacia una evolu-ción positiva de los valores, enun doble sentido: los valorescambian en la dirección ade-cuada (de la intolerancia a latolerancia, del conflicto a lasolidaridad, del desprecio a lanaturaleza a la preocupaciónecológica) y se difunden entretodos los agentes mediante me-canismos no bien especifica-dos, sea por el “evidencia” de lasuperioridad de los nuevos va-lores, sea por el papel benéficode ciertos “creadores” de valo-res, como los medios de comu-nicación, las organizaciones nogubernamentales o algunosgrupos de científicos sociales,o bien por una no bien defi-nida evolución social. No fal-tan, desde luego, obstáculos yretrocesos (temporales), pero,finalmente, el progreso triun-fará.

Esa postura me parece inge-nua y peligrosa, porque ignoralos verdaderos mecanismos deformación de los valores, lanaturaleza de los cambios que

experimentan y los obstáculosque se presentan. Pero, sobretodo, porque, metiendo el pro-greso en las leyes rígidas de lahistoria, acaba prescindiendo delhombre y de su libertad.

Pero no quiero extendermesobre esto ahora. Lo que meinteresa es explicar cómo aflo-ran los valores en una personay en una sociedad.

Recordemos algunas de lasafirmaciones hechas antes: hayvalores de contenidos muy dis-tintos y de diversos niveles, losvalores se reconocen en la viday con ellos dirijimos nuestrasacciones desde dentro de no-sotros mismos. Por tanto

Tesis 46: Los valores se poseencon diversos niveles de firmeza.

Esto parece lógico. Hay va-lores bien asentados en lasconvicciones de una persona–lo que, como dijimos, no essíntoma de intolerancia–, valo-res ejercitados y practicadoscon frecuencia, valores trabaja-dos en el diálogo con los de-más, en la reflexión y el estu-dio, valores sometidos repeti-das veces a prueba y siempreconfirmados,... y otros superfi-ciales, aceptados sin reflexión,como una moda, con la con-ciencia de ser transitorios.

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Tesis 47: Los valores se ad-quieren de muchas maneras dis-tintas: por estudio y reflexión,por copia e imitación, por elejemplo de otros, etc.

En la adquisición de valoresprocedentes de otros influiránel diálogo, la discusión, el es-tudio, la lectura, los modelos,el ejemplo, etc. Obviamente,se puede decir que los valoresproceden de nuestra elabora-ción personal, pero sólo en elsentido de que somos nosotroslos que los aceptamos y utili-zamos. Y esto no es algo pro-pio del hombre actual, en con-traposición a la supuesta acti-tud acrítica y pasiva de las ge-neraciones pasadas.

Tesis 48: La filosofía, la tra-dición y la religión son impor-tantes fuentes de valores.

Que esas fuentes no esténhoy bien vistas no quiere decirque no sean fuentes reales devalores.

A la filosofía –el estudiocientífico de las ideas, en sen-tido amplio– se puede aplicarlo que el economista inglésJohn M. Keynes decía de lospolíticos: que aquellos que secreen más independientes ensus convicciones son, sin sa-berlo, deudores de algún os-curo economista difunto. La

tradición es también impor-tante, porque no podemos ne-gar que los valores con los queiniciamos nuestra vida son, enbuena medida, los de nuestrospadres y maestros. Y lareligión , porque hay pocasfuentes más ricas de valoracio-nes fundamentales sobre elhombre, la vida, la sociedad, lanaturaleza, los demás, Dios... yde preceptos sobre cómo apli-car esos valores en las más di-versas circunstancias.

El hecho de que nos hayanquerido transmitir una visióncerrada y agobiante de los va-lores presentes en la religión,la filosofía o la tradición nocambia la naturaleza de las co-sas. El valor (laico) de la soli-daridad, por ejemplo, no essino una variante –pobre va-riante– del amor al prójimo: eltérmino puede sonar mejorque el de la “caridad”, pero, sinduda, el precepto de “amar alprójimo como a uno mismo”,incluyendo el amor a los ene-migos hasta dar la vida porellos, es un valor muy superior,mucho más exigente, que nu-merosas formas de solidaridadde las que hoy están de moda.

Tesis 49: Los valores no sepueden imponer.

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Nadie “valora” algo a lo queno da valor, aunque le obli-guen a ello, es decir, aunque leobliguen a adaptar su con-ducta a unos valores que nocomparte. Sí cabe, por su-puesto, que uno acabe conven-cido de los valores que la so-ciedad le invita –o le obliga– avivir. En definitiva, ya hicimosnotar que el grado de adhesióna los valores es variable.

Esta tesis tiene otra inter-pretación: los valores actuales nolos inventan los científicos socia-les, las organizaciones guberna-mentales o los medios de comuni-cación. Naturalmente, ellospueden llevar a cabo intere-santes propuestas sobre los va-lores que convendría adoptar,pero me parece que convienesometer esas propuestas a unanálisis crítico. Y la razón esque no hay mente humana ca-paz de captar todas las conse-cuencias derivadas de un su-ceso. Por ejemplo, es buenoque se fomente la solidaridadcon los países más atrasados,pero muchos intentos de ma-terializar ese valor en accionesconcretas no están suficiente-mente apoyados en las leyes dela economía, en el estudio delas motivaciones humanas o enlas recomendaciones de laciencia política. Y, por ello,

pueden resultar contraprodu-centes.

Tesis 50: Los valores se conso-lidan por la práctica, es decir, porla repetición de su ejercicio.

Y también por el estudio, elconflicto, etc. Importa, pues,no sólo cómo se crean los va-lores, sino cómo arraigan enlas personas, cómo crecen, setransmiten y, en su caso, cómocambian y cómo mueren.

Tesis 51: Los valores se justi-fican o racionalizan por víasmuy diversas: la teoría (filosofía,sociología, política, economía,etc.), la tradición (lo que siemprese ha hecho), la práctica social (loque se lleva), la convicción reli-giosa, la necesidad, el miedo, etc.

Tesis 52: La justificación oracionalización de los valores espoco importante en su puesta enpráctica, pero puede serlo en si-tuaciones de conflicto, cambioaxiológico, etc.

CONCLUSIONES

EL OBJETO de este artí-culo ha sido llevar acabo un conjunto de

reflexiones que nos ayuden a lahora de orientar el debate so-bre los valores en nuestra so-ciedad pluralista y laica, escép-tica e ingenuamente ilusio-

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nada, crítica y acrítica a la vez,impregnada de modas pero so-metida a la dura prueba deunos conflictos que las modasno pueden solucionar. Mi con-clusión es que ese debate esposible, que no es fácil, y quedebe dirigirse no ya al simpleintercambio de ideas, sino a unintento serio de contrastar lacalidad de nuestros valores, in-tentando entender por qué losaceptamos (y por qué rechaza-mos sus contrarios) y cuálesserán las consecuencias perso-nales y sociales que se derivande ellos, como base para poste-riores procesos de cambio,consolidación y aprendizaje denuevos valores.

He aquí, para acabar, algu-nas ideas para orientar ese de-bate:

1) Desconfiemos de las de-claraciones: los valores debenbuscarse en las conductas, porqueson ellos los que guían nues-tras acciones.

2) Los valores tienen una di-mensión objetiva, que debemostratar de encontrar siempre.Quedarse en la subjetividad delos valores hace inútil y aunimposible el diálogo.

3) Tanto las declaracionessobre los valores como las ac-ciones que se derivan de ellos

se mezclan con los “hechos”. Y hayque separar unos y otros, paraque el diálogo sea fructífero. Porejemplo, el debate entre losque rechazan a los inmigrantesporque (algunos o muchos deellos) son delincuentes y losque los quieren proteger por-que proceden de sociedadespobres en las que no han te-nido oportunidades de desa-rrollo debe empezar clarifi-cando los hechos, antes de de-finir el componente valorativocontenido en las propuestas.

4) Los valores de una sociedadno son independientes de los desus componentes, pero tampoco seconfunden con ellos. Lo que sevive en el plano personalpuede no coincidir con lo quese valora en el plano social.

5) No tiene mucho sentido ela-borar jerarquías de valores abs-tractas, pero sí puede convenirque, en los debates sobre valo-res, se clarifiquen los de dife-rentes niveles que se vayan en-contrando, porque la clave delos de nivel inferior la encon-traremos en los superiores.

6) El debate sobre los valo-res puede tener lugar en el te-rreno de los principios, perosólo será fructífero para aque-llos que compartan los mismosprincipios. Por el contrario,

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cuando el debate se centra en elcontenido de los valores, en losaprendizajes que generan, en lasacciones que se derivan de losmismos y en sus consecuencias(no sólo en las de naturalezaeconómica y fácilmente cuan-tificables), es posible el diálogoincluso con aquellos que noparticipan del mismo para-digma. Naturalmente, esto essólo el inicio del diálogo, perosuele ser también la fase másdifícil.

7) Ese debate pertenece alámbito de la filosofía (de la an-tropología y de la ética, princi-palmente) y de la sociología (en-tendida como ciencia de loscomportamientos humanos ensociedad, y no necesariamenteen algunas de sus vertienteshoy de moda).

8) Pero no es un debate fácil,aunque sólo sea porque a nadie

le gusta que se expliciten críti-camente las consecuencias de-rivadas de sus concepciones yde sus conductas.

9) El debate, planteado enlos términos señalados, puede ydebe entrar también en los valo-res morales.

10) Un debate profundo so-bre los valores debe estar dis-puesto a discutir todos losvalores, sin excluir ninguno(por ejemplo, la democracia ola tolerancia) por razones ideo-lógicas, filosóficas, religiosas,políticas o prácticas.

11) El debate sobre los valo-res no debe convertirse en unjuicio sobre intenciones.

12) Tan importante como eldiálogo sobre los valores, o in-cluso más importante, es elproceso de aprendizaje, desa-rrollo y cambio de los valores quedebe seguir a aquel debate.

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1 Este artículo es fruto de las refle-xiones del autor a propósito de lasdiscusiones llevadas a cabo en la “Co-misión para el debate sobre los valo-res” creada por la Generalitat de Ca-talunya para las Segones Jornadas deDebat “Catalunya, demà”. Agradezco

a Joan Fontrodona sus comentarios auna primera versión de este trabajo,que contribuyeron mucho a mejo-rarlo, sin que esto me autorice a des-cargar en él la responsabilidad por loserrores e imprecisiones que, sin duda,quedan en el mismo.

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NOTAS

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I.- INTRODUCCIÓN

LA OBRA de Adam SmithThe Inquiry into TheNature and Causes of

The Wealth of Nations fue,desde su primera edición en1776, un éxito editorial. Hoy,

aunque han caído las ventas, lafigura de este profesor despis-tado de Glasgow, así como susescritos, siguen siendo evoca-dos en cursos y conferencias.Lo curioso del caso -el dilemasmithiano- es que esa evoca-ción se produce simultánea-

DIFUSIÓN DE LA

DOCTRINA DE LA

RIQUEZA DE LAS

NACIONES EN ESPAÑA

NUEVOS APUNTES ACERCA DE LA TRADUCCIÓN DE

1794 Y DE SU TRADUCTOR, JOSEF ALONSO ORTIZ.

LA HIPÓTESIS DEL “FUNCIONARIO ILUSTRADO”

REYES CALDERÓN CUADRADO*En este trabajo se da cuenta, en primer lugar, de una de las inconsistencias que con-

tiene la traducción al castellano que Josef Alonso Ortiz efectuó en 1794 de la obra deAdam Smith The Inquiry into The Nature and Causes of the Wealth of Nations, con-sistente en la suplantación de términos y/o significado de aquellos aspectos relacionadoscon el concepto de progreso, concretamente con la expresión “país civilizado y próspero”,y que aún no había sido detectada.

En segundo término, se esgrimen algunas explicaciones posibles para este hecho.Descartadas, por no concluyentes, las hipótesis tradicionales que apelan a sesgos religio-sos y lingüísticos del traductor, se formula y desarrolla, sobre la base biográfica que seaporta, la hipótesis que denominamos del “funcionario ilustrado”.

Palabras clave: doctrina económica española, ideologías empresariales.

* Reyes Calderón es profesora de Economía en la Universidad de Navarra.

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mente en posiciones contra-rias.

Unos sostienen que Smithes el fin del pasado, otros quees el principio de la moderni-dad económica. Para algunos,The Wealth demuestra las vir-tudes del liberalismo de lamano invisible, para otrosexuda dúctil intervención1. Elmismo Smith alimentó la po-lémica en su lecho de muertecuando, al firmar el prólogo dela última edición de la obra,manifestó su pesar por carecerde tiempo para escribir un tra-tado sobre justicia. Tal variable,superflua para unos, había sidohallada por otros en la ediciónde 1776.

La obra de Smith fue tradu-cida al castellano, de formamás o menos correcta y com-pleta por Joseph Alonso Ortizen 1794, es decir, dieciochoaños después de su publica-ción. En el fin del siglo XVIIIno estaban conectados en red ycarecían de escáner, sin em-bargo resultaba inusual queuna innovación de estas carac-terísticas se demorase casi dosdécadas. En otros términos, sies adecuado enjuiciar la capa-cidad de modernización de laciencia económica de un pue-blo o nación a través del flujo

internacional de las ideas econó-micas2, y aseverar que en el fi-nal del siglos XVIII y primeramitad del XIX las traduccio-nes representan una buenamedición de ese flujo -cómo sedifunden, cuándo, cómo se in-terpreta etc.- deberíamosaceptar que esa capacidad, enel caso español, fue exigua.

Sin embargo, las innovacio-nes que proponía Smith noeran fácilmente contrastables.No se trataba de innovacionestécnicas o mecánicas, sino deun nueva propuesta de la orga-nización de las relaciones eco-nómicas entre hombres y entrepueblos. Hoy podemos juz-garla como un paso adelante;entonces, resultó difícil de en-juiciar. La orla de polémicaque hoy la ciñe, la abrazó en-tonces con mucha más fuerza.

En mi opinión, si arrincona-mos por un momento el abso-lutismo que caracteriza a lahistoria del pensamiento eco-nómico de gran parte del sigloXX, y ubicamos obra y autoren su contexto doctrinal, esposible que de la controversiaque estudiamos emerja su pro-pia explicación. En la medidaque ésta surja podremos juzgarcon mayor grado de acierto sus

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traducciones y la modernidadde nuestro pensamiento.

Según mi visión, el contextodoctrinal no muestra dosSmith; exhibe a un filósofoque sufre personalmente latensión de una época; apuntahacia un escritor que navegaquedamente en la dualidad dela filosofía iusnaturalista y elclaroscuro del Renacimiento.Pregona a un hombre some-tido a dos motivaciones enapariencia contrapuestas: una,propia de un economista mo-derno, le incita a describir lasrelaciones económicas entrelos hombres con leyes cortadaspor el patrón de las cienciasnaturales; otra, propia de unfilósofo de la simpatía, le con-mina a apreciar esas variablesque contaminan el conoci-miento racional abstracto yenemistan a la ciencia con sumedición matemática.

Tensión parangonable secierne sobre la España de fina-les del dieciocho, a medio ca-mino entre regalismo y cen-sura inquisitorial, catolicismoy jansenismo, desprecio al tra-bajo y valoración de las cien-cias útiles. Lo mismo podríareferirse sobre la traducción de1794 y sobre su traductor, el

granadino Josef DomingoAlonso Ortiz.

Destacamos a este autor,primero porque su traducciónes la mejor de todas las efec-tuadas en el XVIII y XIX. Ensegundo término porque, hastamuy avanzado el siglo XX, hasido el único acercamiento po-sible en castellano a la obra3.Finalmente porque, comoSmith, Alonso Ortiz es unhombre con dos almas queconviven ilustradamente.

Tratando de evaluar el gradode difusión que las modernasideas de Smith tuvieron enEspaña, los trabajos de SidneySmith; Lasarte; Schwartz yFernández Marugán; FuentesQuintana y Perdices, entreotros, hacen referencia a lascensuras, civiles y eclesiásticas,que la obra hubo de soportarhasta aparecer, más o menoscompleta, en lengua castellana.Notas al pie, con informaciónañadida sobre las institucionesespañolas, omisión de ciertassentencias y completa supre-sión de secciones centran estosanálisis.

Pese a todo, Schwartz consi-dera que “la traducción es debuena factura” 4. Las principa-les ideas son respetadas, pu-diéndose separar lo dicho por

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Smith de las aclaraciones deAlonso Ortiz, y dentro de és-tas, discriminar cuáles fueronimpuestas inquisitorialmente.Estos datos permiten excluirde inicio graves inconsisten-cias en la traducción.

Sin embargo, y precisa-mente por el carácter ambiva-lente de la obra, nosotros en-tendimos que era preciso ana-lizar también la propia censuraque el traductor aplicó a laobra. Siguiendo las recomen-daciones de Lluch5, que alertasobre los innumerables proble-mas que presenta el trata-miento metódico de las traduc-ciones, tratamos de detectarposibles inconsistencias no enanexos, supresiones o notas alpie, sino en el propio texto.

La comparación entre eloriginal de 1776 y la traduc-ción de 1794 permite aseverarque tal censura voluntaria exis-tió, y que el traductor inter-pretó algunos conceptos —enconcreto el de progreso econó-mico— de manera diversa delautor.

Este pormenor, que se ex-pondrá en el apartado si-guiente, resulta interesante ensí mismo, pero sobremanera ensus posibles causas. Siguiendola literatura, estudiamos las ra-

zones convencionalmente ar-güidas para análisis de época yterritorio, es decir, las restric-ciones religiosas y literarias.Considerándolas no conclu-yentes, investigamos nuevasvías que pasan por el estudiode la persona y circunstanciasdel traductor en su primeraetapa biográfica, poco estu-diada doctrinalmente, y defi-nimos una nueva hipótesis quedenominamos del funcionarioilustrado. Se muestra en losapartados III a V.

II.- INCONSISTENCIASEN EL TEXTO DE LATRADUCCIÓN DE 1794.

DE SDE EL COMIENZOde La Riqueza6, el Es-cocés enfrenta dos

modelos de sociedad: una ba-sada en la división natural deltrabajo, pobre y bárbara; otraregida por la división técnica,próspera y civilizada: “entre lasnaciones salvajes de cazadores ypescadores, toda persona capaz detrabajar está ocupada en un tra-bajo más o menos útil… sin em-bargo estas naciones son misera-blemente pobres… En las nacio-nes civilizadas y prósperas nu-merosas personas no trabajan enabsoluto y… sin embargo, laproducción del trabajo total es

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tan grande que todos están a me-nudo provistos con abundancia”.

Alonso Ortiz traduce así:“entre las naciones salvajes de ca-zadores y pescadores, todo el quese halla hábil para trabajar sededica…a alguna labor o trabajoútil… pero estas naciones se ha-llan a pesar de esto en estado depobreza…En las naciones civili-zadas y laboriosas es todo lo con-trario; aunque haya un gran nú-mero de individuos que no tra-bajen absolutamente… el pro-ducto entero del trabajo de la so-ciedad toda es tan superabun-dante y fecundo que basta paraproveer con profusión a toda lacomunidad”.

Los dos párrafos citados sonidénticos, salvo por el cambiocivilised and trhriving nationsdel original por el de nacionescivilizadas y laboriosas de latraducción.

Pocas páginas después, elhecho se repite con la suplan-tación de próspero por activo.Sostiene Smith : “Si se obser-van las comodidades del más co-mún de los artesanos y jornalerosen un país civilizado y prósperose ve que el número de personascuyo trabajo, aún en proporcionesmuy pequeñas, ha dedicado aprocurarse esas comodidades su-pera todo cálculo”. La traduc-

ción dice: “Obsérvese las conve-niencias que disfruta un artesanoo un jornalero en un país civili-zado y activo, y se verá que ex-cede de toda computación el nú-mero de gentes que concurre a su-ministrarle esas conveniencias”.

Resulta evidente que prós-pero no es sinónimo de labo-rioso o activo. La variación,además, adquiere relieve al te-ner en cuenta que Smith vienede decir que las naciones sal-vajes son muy laboriosas o ac-tivas, pero son pobres. La re-petición, al menos en 25 oca-siones, y la entidad de los tér-minos modificados, juzga deno casuales las variaciones.

Inexactitudes de este calibrepueden corresponder7 a prejui-cios religiosos o políticos delos censores; a problemas deltraductor con el empleo de lalengua castellana; a dificulta-des con la lengua vernácula delautor; a malas traducciones pordesconocimiento del signifi-cado de términos, en sí, extre-madamente modernos; a pre-juicios particulares del traduc-tor; a voluntarias e interesadasintersecciones del traductor,etc.

Los prejuicios religiosos ypolíticos han sido tachados decausantes de las notas al pie y

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de las secciones suprimidas.Sidney Smith insiste en quelos métodos modernos que de-seaban implantar los ilustradosespañoles —entre ellos nuestrotraductor— iban destinados acombatir el atraso material delpaís, pero también el atraso es-piritual8. Si esta apreciación escorrecta, el sesgo espiritual nopodría justificar las cambios enel texto. Frente a esta opinión,Schwartz culpa al traductor deposeer aún una debilidad reli-giosa que, sumada a su increen-cia en el libre comercio, le im-pedirá ser estrictamente obje-tivo en la traducción9. Así laposibilidad es factible. Lasarteprefiere no aventurar un jui-cio10.

Dentro de la discusión, cree-mos que en la España de Car-los III y Carlos IV es precep-tivo aclarar qué debilidades re-ligiosas están en juego, pues laambivalencia es notable. Esta-mos de acuerdo con estos au-tores en que La Riqueza con-tenía sentencias que atacabanabiertamente el poderío tem-poral de la Iglesia Católica,compartidas por muchos rega-listas y jansenistas españoles,desde Climent a Jovellanos.Pero juzgamos que atacan mása la política española que a lareligión.

No obstante, en La Riquezaexistían también otras senten-cias que ofendían a la doctrinacatólica y, en concreto, a la so-cial, lo que en territorios pro-jansenistas resulta importante.Por supuesto aludimos a lausura, pero también al lujo y alprogreso. Alonso Ortiz nueva-mente sorprenderá al investi-gador.

En el Dictamen inicial de laAcademia de la Historia sobreel volumen I de La Riqueza,José Banqueri insta a AlonsoOrtiz a suprimir una parte quehabla del lujo “sin distinguirentre el lujo moderado y útil y elexcesivo y perjudicial”, lo que enterminología aristotélica equi-vale a lujo natural y acumula-tivo. Pese al mandato expreso,y para satisfacción de Som-bart, la traducción no añadenota, ni suprime o modifica eloriginal.

Alonso Ortiz prefirió juzgarpor sí mismo: no le preocupanabundancia o lujo, aunque enocasiones provoquen desórde-nes morales. Incluso se per-mite emplear la palabra opu-lencia allí donde Smith no lohizo11. Sin embargo, en otrostemas el traductor fue fiel a lacensura, y puede que a sus

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principios religiosos. Simple-mente un ejemplo.

La correlación entre modifi-caciones y dogma religiosobien podría haberse apoyadoen la doctrina contenida enuno de los artículos de La Ri-queza, que versa sobre la edu-cación religiosa. Allí se afirma:“el progreso paulatino de las ar-tes, la industria y el comercio, lasmismas causas que aniquilaron elpoder de los grandes señores, des-truyeron todo el poder temporaldel clero en la mayor parte deEuropa… El poder de la Iglesiallegó a ser reducido en casi todaEuropa al derivado de la autori-dad espiritual, e incluso esa auto-ridad espiritual resultó muy debi-litada al dejar de ser apoyada” 12.

Si se siguen los pasos delEscocés, se observa la si-guiente secuencia: del desarro-llo comercial de la nación, pro-vocado por la aceleración deltrueque-cambio-permuta, de-riva la división técnica del tra-bajo. Ella aumenta la produc-ción y aviva nuevamente el co-mercio, creando una riquezaque se extiende hasta las clasesinferiores del pueblo. Ante laabundancia, los pobres dejande necesitar ayuda material yconsuelo espiritual de un cleroque, al enriquecerse, tiende a

comportamientos poco evan-gélicos. El proceso terminaminando la autoridad terrenalde la Iglesia. Sin ella, cede laautoridad espiritual. Civiliza-ción y prosperidad conduciríanasí a una sociedad de abun-dancia en la que los hombres,independientes material y po-líticamente, se mueven por sulibertad natural.

Podría acontecer que, frutodel miedo a un progreso queacabara desespiritualizando ala sociedad, el traductor, queen su testamento se declaraCatólico Romano, introdujerasu pluma inadecuadamente.No podemos saberlo. El únicodato cierto es que la supresióntotal de la sección fue exigidapor el Santo Oficio en todossus dictámenes.

La segunda hipótesis acha-caba los cambios a una inco-rrecta utilización del caste-llano. Algunos datos de la bio-grafía del traductor podríanapuntar tal posibilidad. Sch-wartz y Fernández Marugánrelatan las vicisitudes de otrade sus traducciones, esta vezde la obra de Pedro d’Orleans,Histoire des revolutions deL’Angleterre, que no vio la luzpor falta de aprobación de laAcademia de la Historia: por

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tres veces la corrigió y fue tri-plemente rechazada. El acta decensura, de Joseph M. de Flo-res, señala errores sintácticos13.

Tras confrontar original ytraducción no nos dio esa im-presión. Por contra pudimoscomprobar la falta de objetivi-dad del censor. El Secretariode la Academia de la Historiaen 1787 y 1788 fue siemprepuntilloso con el lenguaje,pero especialmente cuando enél surgía la componente francesa,caso de la traducción en cues-tión. Un ejemplo ilustrativo:Lorenzo Hervás y Panduro(1735-1809), jesuita expulso,domiciliado en Roma, envió alConsejo la traducción caste-llana del primer tomo de undocumento escrito en italianointitulado Historia de la vidadel hombre, que contaba con losparabienes de la Curia14. ElConsejo lo envió a la Acade-mia de la Historia, y ésta a suSecretario, Flores.

El Archivo Histórico Na-cional15 conserva su dictamen:“el autor, con motivo de su largaresidencia en Italia, padece algu-nos descuidos en el lenguaje comoson presentemente, peregrinaje,intendentes, etc., que convendráprevenir al editor que al tiempode su impresión rectifique algu-

nas expresiones que tienen ciertosabor a italiano o francés”.

Este texto obtuvo licencia,pero en el dictamen se cons-tata que el censor tenía algunasuerte de prevención con loextranjero, en especial con lofrancés, pues no se explica queen una obra traducida del ita-liano por un castellano, se in-sista en la existencia de expre-siones con sabor francés. Otraposibilidad es que la preven-ción fuera más hacia la Com-pañía fundada por San Igna-cio, a la que pertenecían tantod’Orleans como Hervás.

Según Alonso Cortés, pri-mer autor en recopilar datosbiográficos sobre AlonsoOrtiz16, era buen literato ypuntilloso traductor, lo quehace dudar de la objetividadde Flores.

Respecto al desconoci-miento del inglés, no pareceprobable, si se observa su cu-rriculum: en 1788 publicó latraducción de la poesías deMacpherson. Entre 1789 y1791, publicó la de la obra deButler, de doce volúmenes; en1791, otra obra del mismo au-tor de 674 páginas17. Son mu-chas páginas traducidas paraafirmar que desconocía elidioma.

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III.- EL CONTEXTOHISTÓRICO DELESTAMENTOFUNCIONARIAL

EL RESTO de las hipó-tesis mencionadaspueden considerarse

imbricadas en variables inter-nas del traductor: formación,inquietudes, tendencias, pre-juicios, etc. No debe extrañarque apelemos a esas fuentessiendo Alonso Ortiz un lealfuncionario, primero del Con-sejo, después de la Secretaríade Gardoqui. Como señalacon profusión la bibliografía18,el funcionario de los reinadosde Carlos III y Carlos IV dis-taba mucho de coincidir conlos hombres de servicio pú-blico de la primera mitad deldieciocho.

En 1796, Alonso Ortiz,funcionario en la Secretaríadel Despacho de Hacienda,publicó en la Corte, en la Im-prenta Real, a costa del erariopúblico, Ensayo sobre el sistemade moneda-papel y sobre el cré-dito público. En el mismo añose publicó póstumamente, enidéntico lugar y con similar fi-nanciación, la obra de Esca-lona de Arrieta —SecretarioEscribano de Cámara y Go-

bierno del Consejo Real—Práctica del Consejo Real.

En el prólogo, Escalona dicequerer “tener puntualizadosciertos hechos y ceremonias delConsejo que fácilmente se borrande la memoria para …la soluciónde algunas dudas que puedanofrecerse en lo venidero”. No esnueva esta actitud. Él mismoenumera a otros funcionariosque le han antecedido en esteservicio voluntario a la Co-rona.

Fernández Navarrete; Esca-lona, Martínez Salazar, etc.,no se encuentran por casuali-dad en una misma lista. Con-forman un estamento; una co-lección de personajes que go-zan, por voluntad propia y/onacimiento, de la doble condi-ción de funcionarios y cronis-tas. Una condición nada des-preciable en una época dondelos aspectos procesales delejercicio del derecho habíanadquirido tanta importancia19.

Podría pensarse que AlonsoOrtiz ganó con esfuerzo y te-són el derecho a ocupar unpuesto en esa escogida lista, yun nombre en ese estamentofuncionarial. Asesor de Alcal-des Mayores y Secretarios ilus-tres, perteneciente al Consejode Castilla y a la escala diplo-

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mática, no llegó a ocuparpuestos de activa responsabili-dad, lo que le confiere la silen-ciosa condición burocrática.Su afán voluntario por la difu-sión de conocimientos “paraque ayuden y faciliten las benéfi-cas intenciones de S. M. acerca dela prosperidad de sus Vasallos”20

le otorga la condición servicialque resulta necesaria.

No obstante, hay rasgos quediferencian a Alonso Ortiz dehombres como Escalona; tra-zos que obligan a estudiarlecon un método diferente. Paracomprender a éste basta concitar una tradición y sus añosde servicio fiel al Consejo,pues su ortodoxia y su lineali-dad están aseguradas. Para en-tender a aquél citar los puestosocupados no es suficiente. Re-sultan indispensables datos su-plementarios: educación, for-mación, inquietudes.

De las cenizas de la antiguaburocracia, que muere con Es-calona, estaba emergiendootra. No sólo porque el diecio-cho viera distinguir a personasque destacaban en los serviciosprestados en la administra-ción, también porque elloscreían regentar una misión queexcedía la obediencia supuestaa un oficial escribano; que re-basaba la exactitud de un

agente fiscal que se limita a re-cibir pleitos y examinar expe-dientes.

Emergía un estamento, alque pertenece nuestro traduc-tor, que, plenamente imbuidoen la ilustración, aspiraba amejorar a su patria empleandosu razón. Granadino, afincadoen Valladolid, Turín, Argel yLondres, Ortiz fue un ciuda-dano del mundo que nunca ol-vidó su condición de servidorpúblico español, aunque no lavivió desde el pormenorizadocumplimiento del proceso bu-rocrático, sino desde la liber-tad de pensamiento.

“D. José Alonso Ortiz fue…uno de aquellos hombres que en elcalumniado siglo XVIII trabaja-ron sin descanso por la culturapatria” 21. Como ilustrado,compartía esa mentalidad his-toricista “que se propone comometa el minucioso conocimientodel pasado como único caminopara moldear el presente” 22, perono la empleó para hacer querenaciera el despreciado valorde lo hispano, sino para tenderhacia el progreso.

Traducir obras extranjeras alcastellano —incluyendo las deprocedencia francesa, en unaépoca en que las relaciones en-tre ambos reinos atravesaban

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momentos dramáticos— pa-sando por los malos tratos dela Real Academia de la Histo-ria o de la censura inquisito-rial; protestar con cierta im-prudencia ante hombres comoJovellanos por las negativas re-cibidas; publicar sus propiasideas, originales, acerca de losvales reales, son rasgos queapuntan que este traductor fuehombre que creía en la moder-nidad del pensamiento. Unatal personalidad no concurreen el nacimiento; ha debidoser trabajada, bruñida y depu-rada con tesón. No en vanoAlonso Ortiz nada en estua-rios, navega entre épocas, casientre dos Españas. Responde alprototipo de un siglo de en-crucijadas.

IV.- LA HIPÓTESIS DELFUNCIONARIOILUSTRADO:PRIMEROS PILARES

CO MO REFIERE Som-bart, pese a que la me-cánica del acontecer

histórico sólo resulta com-prensible como expresión de lavoluntad de masas, la direc-ción de ese progreso la marcansiempre unas pocas personas.Durante el apogeo del capita-lismo, esta dirección pasará a

manos de empresarios-capita-listas, cuyo espíritu imprime susello a la época23.

No ponemos en duda elcambio de sujeto directivo enel capitalismo, sin embargo, yal menos en la España de laépoca referida, entendemosque es preciso completar al ar-gumento de Sombart: sus ti-pos empresariales —Captain ofIndustry; Business Man y Cor-poration Financier— esencial-mente correctos, se dibujancon conocimientos económi-cos sobre reglas de la compe-tencia del mercado, fusionesempresariales, venta al pormayor, etc. En el fin del sigloXVIII, empresarios y políticosespañoles conocían técnicas fi-nancieras, estaban atentos a losmovimientos en tipos de cam-bio, etc., pero ignoraban cuálde las técnicas existentes era lacorrecta, es decir, la más efi-ciente.

Los textos extranjeros, enespecial los procedentes de lasislas, eran ávidamente segui-dos, buscando constatación delas ideas forjadas en la vida co-mercial. Alonso Ortiz, en elprólogo a su traducción de1794, lo confirma al señalarque “nuestros españoles clásicos”,de Sancho de Moncada aWard, pese “a discurrir con agu-

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deza… no trataron de reducir lamateria a un método científico, aun sistema general ”, que es loque conseguía Smith “arre-glando bajo un sistema de prin-cipios los conocimientos económi-cos”.

Transcribir los principiosgenerales de La Riqueza, paraque luego empresarios y res-ponsables de la política econó-mica española pudieran po-nerlos en práctica, no es, desdeluego, imponer una direcciónal progreso económico. Pero,como hemos podido constatar,las traducciones de la época noson simples transcripcionessino, en palabras de GarcíaRegueiro, adaptaciones24: lostraductores podían acatar losprincipios generales y supues-tos ilustrados básicos pero, enmuchos casos inconsciente-mente, los adaptaban a susacondicionamientos sociales,intereses particulares, forma-ción, etc.

“Escasa memoria queda de susobras; de su vida ninguna” 25 se-ñala Alonso Cortés en 1920.Pese a los esfuerzos citados,desde el punto de vista doctri-nal, hasta el momento la bio-grafía de Alonso Ortiz perma-nece velada.

Aunque no ejerció comoabogado, Sidney Smith le pre-senta como “jurista agregado alos Consejos Reales y Chancille-ría de Valladolid, y profesor deDerecho Canónico y Sagrada Teo-logía” 26. La ortodoxia propia deesa Universidad y de la mate-ria explicada, podría inducir apensar que estamos ante untomista, hecho dudoso. “Abo-gado, graduado en Teología yprofesor de esta ciencia y DerechoCanónico, según Lasarte fuebuen conocedor de la Lengua in-glesa, como demuestra la calidadde la versión de “La Riqueza delas naciones” y sus traduccionesde la “Historia de las Revolucio-nes Inglesas” y de las “Poesías” deMcpherson” 27. Sin embargo, latraducción de Orleans se rea-lizó desde el francés. Su se-gunda graduación fue en De-recho Civil.

Schwartz y Marugán, queson quienes más datos con-trastados ofrecen, sostienenque “fue alumno del Colegio delSacro Monte de… Granada …En 1774…obtuvo el grado debachiller en Sagrada Teologíapor la Universidad grana-dina…(obtiene) el grado de ba-chiller en Derecho Civil el día 2de octubre de 1778. Durante al-gún tiempo ejerce como profesor

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de Derecho Civil en la citadaUniversidad” 28.

No nos consta esta dedica-ción, aunque Alonso Ortiz seasignaba el grado de Catedrá-tico de Derecho Civil en susméritos29. En todo caso, esosdatos, por sí mismos, no per-miten avanzar en la explica-ción de las modificacionesapuntadas. Para conocer lospor qués necesitamos entenderel pensamiento del hombre, ypara ello bucear en su forma-ción como ilustrado, en su feen el progreso. En este trabajopresentamos, para ajustar laextensión física, sólo algunosde estos datos de la época pre-via a la traducción.

Comenzamos por su naci-miento. La Enciclopedia herál-dica de García Carrafa30, voz“Alonso”, asentamiento Tole-dano, reza: “José de Alonso Aba-rrán y Durán, natural de LasVentas, contrajo matrimonio conDña. Feliciana Ortiz Bautista,de igual naturaleza … De esaunión nació Francisco AlonsoOrtiz, también nacido en LasVentas que casó con Doña Ci-priana Rojo y Rodríguez de Hi-nojosa, natural de Granada, hijade Plácido Francisco Rojo LópezCenzano y de su mujer Dña.Paula Rodríguez de Hinojosa yBocanegra, ambos naturales de

Granada (nieta paterna deFrancisco Rojo y León y de sumujer María López Cenzano, ynieta materna de D. José Rodrí-guez de Hinojosa y Dña. Mel-chora de los Reyes Bocanegra, to-dos naturales de Granada). Losmencionados D. Francisco… y suesposa …tuvieron por hijo a JoséDomingo Alonso Ortiz Rojo,natural de Granada y Caballerode Carlos III en cuya orden in-gresó el 8 de diciembre, 1806”.

Además del nombre com-pleto que, dicho sea de paso,nunca empleó en sus rúbricas,estos datos permiten, en pri-mer lugar, situar la posiciónsocial de Alonso Ortiz, al me-nos a grandes rasgos; en se-gundo, explicar su traslado aValladolid.

El primer apellido paternoparece provenir de la ramaAlonso del Páramo. Del se-gundo no hemos conseguidodatos. Respecto a su ascenden-cia materna, destacar la vozBocanegra, y en especial larama Hinojosa31. Doña Mel-chora, casada tres veces, teníaparientes vinculados a lasChancillerías de Granada yValladolid y al Consejo deCastilla.

En todo caso, parece quenuestro traductor procedía de

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una familia de cierto abo-lengo32 por la rama materna, yque el traslado de su padre aGranada obedeció a las opor-tunidades que en esta locali-dad ofrecía tal empareja-miento. Hijo único, además,Josef Domingo debió contarcon todas las posibilidades detal condición. En su partida deBautismo, cuya copia apareceen la documentación de laChancillería vallisoletana,consta que el natalicio tuvo lu-gar el 12 de mayo de 1755.Entre los testigos, Fernándezde la Huerta y Ruiz de Oliva-res, granadinos de ascendenciatoledana ambos, e inquietosilustrados.

Alonso Ortiz recibió elgrueso de su educación en elColegio de San Dionisio o delSacro Monte, agregado a laAbadía del mismo nombre.Primero Bachiller en Teología,que concluyó en 1774; luego lopropio en Derecho civil, queobtuvo en 1788. No cabe dudade que el Colegio dionisiano,de curiosa historia33, dejó en élprofunda huella. PatronatoReal con Felipe IV, la Abadíagozaba de una espléndida bi-blioteca, que seguro empleónuestro traductor. El Colegio,dedicado en origen a la forma-ción de sacerdotes de pobre

ascendencia, con el tiempopasó a ser lugar reconocido,donde hidalgos o baja noblezaenviaban a formar a sus vásta-gos. No fue éste el único cam-bio que sufrió la enseñanzagranadina, como en generaltoda la vida española relacio-nada con el saber34.

Cuando nuestro traductortodavía no había ingresado eneste centro por contar con laedad de cuatro años, pues lacostumbre era ingresar a lossiete, subió al trono Carlos III.Sus gobernantes centrarongran parte de sus esfuerzos,alentados por el favorable con-texto demográfico y comercial,en la ardua tarea de racionali-zar la sociedad estamental.

En nuestro territorio, la ra-cionalización no siguió el pro-totipo descrito por D’Alem-bert como la época de la filoso-fía; fue una edad urgente-mente práctica, en la que exal-tar la razón coincidía con exci-tar las ciencias útiles, poiéticaso técnicas. El informe sobreindustria popular de Campo-manes (1774) o el dedicadopor Jovellanos a la ley agraria(1794) dan buena cuenta deesta ideología. Sin embargo,por motivos diversos, las hu-manidades se encontraron den-

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tro del objeto de esa racionali-zación.

Mayans y otros, entendieronque una firme vía de perpetua-ción de la Iglesia era la ense-ñanza, especialmente de la teo-logía dogmática. Cambiar sustatus quo requería modificar elcontenido de la enseñanza dehumanidades. Este cambioconcordaba con el deseo deCarlos III de mantener el con-trol sobre la Iglesia, propi-ciando simultáneamente la ca-lidad del clero y las manifesta-ciones externas de religiosi-dad35. El resultado: nuevosPlanes de Estudios universita-rios aprobados en la época for-mativa de Ortiz.

Hemos apuntado ya la ten-sión y el ánimo encontrado delos ilustrados españoles, y enespecial de este traductor que,a nuestro entender, comenza-ron a mostrarse en esta épocade su vida.

Como bien señala Sarrailh,los ilustrados españoles, másque revolucionarios, eran re-formistas que estimaban quealgunos pilares sociales y cul-turales no debían ser tocados36.La educación teológica no es-taba entre esos pilares: los re-formistas, también los grana-dinos, la entendían como fa-

chada no representativa de lareligiosidad.

En la medida que los canalesde la ilustración, en el decir deHerr, discurrían en tertulias yotras reuniones no enlazadas aorganismos oficiales, podemosver a Alonso Ortiz inmerso eneste cambio. Pero el traductorde La Riqueza estudiaba Teo-logía en el Sacromonte, un re-ducto tradicional. He aquí latensión de Alonso Ortiz, y detoda España.

La racionalización en elcampo de las humanidades seconcibió desde la unificaciónde la ciencia y la eliminaciónde las cátedras de escuela37. Laconfección de un Plan de Es-tudios único cobró fuerza conla expulsión de los seguidoresde San Ignacio38, pero sólo sir-vió para mostrar que los ele-mentos reformistas, llamadospor algunos jansenistas39, nieran mayoría ni estaban orga-nizados. Sólo hubo unanimi-dad en el primero de los cincoscursos de Teología: emplearDe locis theologicis de MelchorCano. Los contenidos de loscuatro años siguientes, dedica-dos a la teología dogmática ypráctica —es decir, moral, pas-toral y Sagradas Escrituras—dependían de cada Universi-dad.

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La de Granada fue conside-rada reducto jansenista, perolos textos recomendados por elPlan de Estudios de 1776 evi-dencian que más que el janse-nismo de Jansenio, el grana-dino es un galicanismo40.Obras de Bergier o Alexandrese combinaban con la lecturade teólogos españoles del XVI,en especial de Vitoria41. Comoilustrado, debemos suponerque Alonso Ortiz conoció to-das esas obras e incluso lasleyó en la Biblioteca del Sa-cromonte, pero él tuvo un planformativo distinto, y muchomenos francés.

En 1771 se exigió por pri-mera vez42 la asistencia a clasede los estudiantes universita-rios, sin embargo de esa ordense exceptuaba expresamente alos asistentes al Colegio delSacromonte, que disponía deun privilegio otorgado porBreve de Benedicto XIV, del21 de agosto de 1752, apro-bado por Fernando VI el 7 dejulio de 1753.

Los alumnos del Sacro-monte, frente a jansenismo ymasonería, Voltaire, Rousseauy “otros filósofos e impúdicos es-critores…la divina Providenciaquiso poner un antídoto a la in-credulidad y al espíritu revolu-cionario (parisino)…Tal fue la

misión de los jurisconsultos edu-cados en el Colegio de San Dio-nisio combatir las doctrinas irre-ligiosas que trajo la Enciclopediacontra el derecho civil, político,administrativo y económico” 43.

Este pormenor permite ex-plicar ciertos datos; por ejem-plo, que las notas al pie corres-pondientes a la usura, y añadi-das al original de La Riqueza,contengan la doctrina de LuisMolina sobre lucro cesante oriesgo, siendo Granada territo-rio antimolinista44.

Respecto a las Facultades deleyes, la reforma también fueprofunda, pero mucho máslenta, pues el terreno no estabaabonado en fuentes e inquie-tudes. Existió una dura críticaal Derecho romano, al que sele restaba su carácter míticodesde el estudio del derechonatural y de gentes. El pro-grama de Granada destacó so-bre todo su regalismo en expli-caciones de Derecho públicouniversal, y su seguimientopoco crítico de los iusnatura-listas citados, especialmenteGrocio —recomendado porJovellanos— Puffendorf oThomasio45. Nuevamente te-nemos que volver la mirada alSacromonte para conocer losestudios de Alonso Ortiz,quien menciona en el prólogo

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que Smith es autor de “la Teo-ría de los sentimientos moralesque mereció en su Nación elaplauso a que es acreedora”, y re-ferir la mayor ortodoxia deeste colegio, donde Locke, porejemplo, estaba proscrito.

Como relatan Schwartz yFernández Marugán, entre eldía siguiente a la obtención desu segundo Bachiller (3-X-1778) y el primero de septiem-bre de 1781, Alonso Ortiz es-tuvo de pasante en el despachode Juan José Rubio de Ville-gas, Abogado de Pobres de laReal Chancillería de Granada.No hemos podido obtener da-tos fiables sobre despacho y ti-tular. Tampoco Alonso Ortizexpuso en sus méritos nadadestacado. Sólo dejar constan-cia de otra pequeña “adapta-ción” en la última parte delCapítulo X del Libro I, en re-lación con la política de po-bres, que bien pudo haberconstatado en esos años46.

V.- UN FUNCIONARIOILUSTRADO EN LACIUDAD DEL PISUERGA

PO R REAL ORDEN de14 de noviembre de1795, Alonso Ortiz fue

comisionado en la Secretaríadel Despacho Universal de

Hacienda para un trabajo pro-pio de un abogado, pero nue-vamente relacionado con suconocimiento de idiomas: rea-lizar un extracto de las LeyesComerciales de Europa47. Conel afamado político y empresa-rio vasco Diego María de Gar-doqui, Alonso Ortiz empezósu carrera diplomática.

Hasta esa fecha, cercana a lapublicación de su traducciónmás importante, habría deaprender mucho en la Ciudaddel Pisuerga; avanzó en cono-cimientos y técnica burocráticaen su labor en la Intendenciade la Villa y sus traduccionesle iniciaron en las dificultadesde la burocracia política. En lavida social, su aprendizaje es-tuvo nuevamente marcado porel conflicto entre ortodoxia ynuevo espíritu, tensión ilus-trada que vivió de la mano deJosef M. de Beristáin. Res-pecto a la economía, Vallado-lid fue muestra palpable de ladificultad de aplicar directa-mente las ideas de Smith.

En septiembre de 1781,Alonso Ortiz se trasladó desdeGranada a Valladolid, dondese inscribió como pasante en eldespacho de Pedro Rebolés yZuñiga, abogado de la Chan-cillería48, pues era requisito ne-cesario para examinarse en el

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Colegio de Abogados despa-char con un letrado durantecuatro años. El primer exa-men, que siguió las normas dela práctica y formulario de laChancillería, fue del día 14 dediciembre de 1782: se le en-contró hábil y suficiente. Elsegundo, fue de 19 de diciem-bre. Tras esa fecha fue recibidoen el Colegio pero, según losdatos, rara vez estuvo en el Pa-tio de la Audiencia esperandoentrar en sala, ni se sentó en suasiento de la escalera, arriba allado de los estrados. Al parecer,no ejerció como tal. Tras cole-giarse, fue designado Asesordel Corregimiento e Inten-dencia de Valladolid, por au-sencia del Alcalde mayor.

Uno de los asuntos queAlonso Ortiz pudo estudiar alas órdenes de Bernardo Pablode Estrada, Corregidor en1782, fue la naturaleza delBanco de San Carlos. El In-tendente de Valladolid exten-dió una circular sobre co-branza de contribuciones ysuscripción de acciones delBanco de San Carlos, el 24 dediciembre de 1782, que vió laluz el 2 de marzo de 1783.Como es sabido, Alonso Ortizincluyó un apéndice al Capí-tulo III del Libro IV49 deSmith donde relataba lo con-

cerniente al “Banco NacionalEspañol de San Carlos, estable-cido en la Corte de Madrid”. Enél se pueden leer los datos so-bre la celebración de la pri-mera Junta Preparatoria, y elinicio de las operaciones de1783.

Según Schwartz y Fernán-dez Marugán, Alonso Ortiz seincorporó al Consejo Superiorde Castilla en 1784, dondeejercía como Decano Campo-manes. La siguiente noticiadel traductor la obtenemos enel número 18 del Diario Pin-ciano, sábado 31 de mayo de1788, que da cuenta de la apa-rición de un “libro nuevo im-preso en Valladolid… Poemas deOssian… Traducción del Inglésal castellano, por el Lic. D. Jo-seph Alonso Ortiz”.

Josef Mariano de Beristáin,redactor del Diario, no ofrecemás datos acerca de este licen-ciado, pese a que no se en-cuentre noticia del mismo enninguna otra de las páginas deeste semanario vallisoletano.Una de las posibles explicacio-nes a esta falta de datos, infre-cuente en este Diario, es quese conociera grandemente alhombre.

Así lo apunta Alonso Cor-tés: “en aquellos centros de cul-

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tura se albergaba un grupo dehombres selectísimo, que el lectorverá también desfilar por las pá-ginas del “Diario”. El gran Flo-ranes… ; el abogado granadinodon José Alonso Ortiz, traductordel falso Ossian y de Adan (sic)Smith; el exaltado D. VicenteMaría Santiváñez” 50. Almuiñalo reitera, añadiendo al abo-gado Manuel Silvela, al pre-lado Juan A. Hernández deLarrea o al Jurisconsulto Pas-cual Vallejo51. Sin embargo, es-tos nombres emergen en reite-radas ocasiones en el Pinciano,hecho que no acontece conAlonso Ortiz. Puede que fueraun colaborador esporádico, oque simplemente conociera aleditor de este Diario, pero queestuviera ocupado en la Inten-dencia y en sus traducciones.

En todo caso, el dato resultainteresante por la propia per-sonalidad de Beristáin: unhombre no especialmente or-todoxo, ni humana ni doctri-nalmente. En 1785 fue denun-ciado en Madrid ante el SantoOficio por “adquirir, retener yleer” el libro Le Portier desChartreux, obra “claramentepornográfica” 52. Beristáin co-nocía el francés, y se encargabade la traducción ante sus ami-gos, alguno de ellos clérigos.Reprendido vivamente, deste-

rrado de la Corte durante cua-tro años y ocho leguas de con-torno, condenado a pagar cin-cuenta ducados, volvió a Valla-dolid y comenzó a idear elDiario Pinciano y a hacer unaintensa vida social. El Pin-ciano criticaba la vida y cos-tumbress de la Villa, y granjeóa Beristáin enemistades que levolvieron a llevar ante la In-quisición. Aunque esta vezganó, el Pinciano dejó de pu-blicarse y el diarista, hastiado,abandonó Valladolid.

Mientras esto acontecía,Alonso Ortiz estaba tradu-ciendo a Macpherson y las vi-das de mártires de Butler, ytrabajando en la Intendencia,sin acudir a actos sociales ouniversitarios. No parece quelos perfiles de estos hombrescoincidan, como señalanAlonso Cortés o Almuiña.Quizás sea éste otro de losánimos encontrados de nues-tro traductor.

En todo caso, que estoshombres se conocieran, aun-que no intimaran, permite ex-plicar un dato que apuntanSchwartz y Fernández Maru-gán: que Alonso Ortiz, antesde recibir el acta de censura dela Real Academia de la Histo-ria, envió al Tribunal de la In-quisición el texto traducido.

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Los censores de la condena deBeristáin, Fr. Manuel de SanVicente y Fr. Tomás Muñoz,son curiosamente los mismosque juzgaron La Riqueza. Esposible que Beristáin aconse-jara a Alonso Ortiz el ardid de“puentear” a la Academia.

En las páginas del Pincianono sólo se podía leer escrituramordaz o partes literarios.También era posible percibirlos latidos de la economía deuna ciudad otrora grande, y enaquel momento atrasada y es-tancada. Desde el número 23,de julio de 1787, el Pincianodedicó una sección al Estadoantiguo y actual de las Fábricasde lanas de Valladolid. D. Ma-nuel de Santos, socio de mé-rito de la Económica, presentóuna memoria que se fue des-granando en esas páginas. Allípodían leerse antiguas consig-nas mercantilistas —“esta fá-brica, hubiera sido según el es-tado en que llegó a ponerse, ladestrucción de las extranjeras, yla gloria de Valladolid”—, datossobre relaciones entre comer-cio y política y, sobre manera,descripción de una industriasin gran carga de moderni-dad53.

En sus aclaraciones a La Ri-queza, Alonso Ortiz se mostrócontrario a las compañías pri-

vilegiadas, aunque no plena-mente de acuerdo con el librecomercio: entendía que Smithno había considerado el casode los territorios atrasados. Ennota al Capítulo II del LibroIV insistía en que tratándose“de un país en que su decadencianecesita de un fomento generalcon toda su industria... pareceimposible su restauración mien-tras pueda ser, como lo será enefecto, la competencia ventajosaque le haga la industria extran-jera, porque ésta introducirá entodo tiempo sus manufacturasmejores y más baratas: la riquezadel extranjero irá cada vez amás, y por lo mismo cada vez amenos la industria nacional” 54.

Nótese que Alonso Ortiz nohabla de una nación salvaje, ode un país bárbaro, como hacíaen sus adaptaciones del LibroI, sino que se refiere a un paísen decadencia. Uno de losefectos de la decadencia deuna nación es el aumento delnúmero de pobres. Pues bien,las crónicas del primer cuartodel dieciocho55 relataban el au-mento de ese número en la ca-pital del Pisuerga y el número24 del Pinciano se refería acómo se empleaban las indus-trias para conseguir apaciguarel problema: “El Rey, viendo(las utilidades del) estableci-

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miento de Telares… represen-tando lo útil que sería la erecciónde un Hospicio en que se recogie-sen los pobres y se empleasen enlas maniobras de la Fábrica:plantío de Moreras para la críade gusanos de seda, y construcciónde batanes, mejora de tintes,prendas, etc.”

El “defectuoso argumento de laindustria naciente” 56,empleadopor Alonso Ortiz, no es, anuestro juicio, tanto un argu-mento mercantilista y antimo-dernista español, como una hi-pótesis para ciertas situacionesde decadencia que incluyen ás-peros costes sociales.

“Puede parecer extraño quecon el dinero no se pueda mejorarla condición del pobre sin empeo-rar la de la sociedad. Pero pormuy extraño que parezca es lapura verdad”, afirmaba Malt-hus57. No llegó a tanto Smith,pero en su Theory constata que“admirar y casi idolatrar a los ri-cos y poderosos y despreciar, comomínimo ignorar, a las personaspobres y de modesta condición”,era rasgo común de la sociedadinglesa, tanto que “una personadesconocedora de la naturalezahumana que observase la indife-rencia de los hombres ante lasmiserias de los inferiores y latristeza e indignación que sien-ten ante la adversidad y sufri-

mientos de sus superiores, podríaimaginarse que el dolor debeatormentar más en las personasde alto rango que en las... modes-tas” 58.

Alonso Ortiz, por contra,había leído al Aquinate y re-flexionado sobre el Discursode Pérez de Herrera; había es-tudiado a Soto y a Vitoria, y,desde la Intendencia de Valla-dolid, había contemplado otrasituación, que nuevamente in-vitaba a la reflexión: la perse-cución oficial de los vagos,mezclada con los esfuerzos so-ciales y políticos para conse-guir financiación estable de labeneficencia vallisoletana.

Como funcionario sabía losvicios que creaba la ociosidadde los pobres, como católicoconocía, y según esa nota apre-ciaba, el valor o eficiencia de lacaridad. La adaptación, nueva-mente, reafirma la hipótesis.

VI.- CONCLUSIÓN

JOSEF ALONSO ORTIZ esreconocido fundamen-talmente en su calidad

de traductor de la obra econó-mica de Adam Smith, un textoque muestra un camino paraconseguir la riqueza de unanación. Su trabajo no es, sinembargo, el propio de un de-

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purado lingüista, sino la tareade un ilustrado que juzga se-gún parámetros sociales, polí-ticos y personales, un caminono estrictamente técnico haciael progreso.

Su traducción es, así, unaadaptación. Forzada inicial-mente desde el poder civil yeclesiástico, tal y como ha

mostrado la doctrina, nosotrossostenemos que tuvo tambiénuna componente voluntaria. Eltraductor, que escribió bajo latensión de una época vividacon su particular espíritu ilus-trado, fue reflexionando sobrelos cauces del progreso que de-finía Smith mientras los ibatraduciendo, y dejó constanciade su personal evaluación.

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1 Cfr. Schumpeter, Josef A. (1914),Síntesis y evolución de la ciencia econó-mica y sus métodos, Oikos-Tau, Barce-lona; Hutchison, Terence W. (1978),Sobre revoluciones y progresos en el pen-samiento económico, F.C.E., México yPeil, John (1999), Adam Smith andEconomic Science, Edward Elgar, Al-dershot.

2 Cfr. Letiche, John M. (1955), “Dis-cussion An International Flow OfEconomic Ideas”; American EconomicReview, Papers and Proceedings, vol.XIV, nº 2.

3 Fue reeditada por la Oficina de laViuda e Hijos de Santander en Valla-dolid, en 1805 y 1806 y, posterior-mente, por Bosch: parcialmente en1932 y 1947 y completa desde 1955.En estas páginas emplearemos estaúltima. Hasta 1958 no apareció otratraducción castellana no firmada porAlonso Ortiz.

4 Schwartz, Pedro (1990), “Recep-ción inicial de la “Riqueza de las na-ciones” en España”, Documento de tra-bajo 9034, Universidad Complutense,Madrid, p. 13.

5 Lluch, Ernest (1980), “Sobre la his-toria nacional del pensamiento eco-nómico”, en Flórez Estrada, Curso deeconomía política, I.E.P, Madrid, I, pp.IX-XXXIII. Cfr. Reeder, John(1978), “Economía e Ilustración enEspaña: traducciones y traductores,1717-1800”, Moneda y Crédito, nº147, pp. 47-70. Aprovecho esta citapara realizar un breve homenaje alprofesor Lluch, desaparecido trágica-mente hace escasas fechas.

6 Para la versión inglesa de 1776, deW. Strahan y T. Cadell, utilizaremosel facsímil, Nordlinger, 1986.

7 Posibilidades desde una perspectivateórica general, en Gerschenkron,Alexander (1978), “Samuelson in So-cietic Russia: A Report”, Journal ofEconomic Literature, vol. XVI, junio,pp. 560-573.

8 Smith, Robert S. (1957), “The We-alth of Nations in Spain and Hispa-nic America, 1780-1830”, Journal ofPolitical Economy, vol. IV, pp. 104-125.

9 Schwartz, Pedro (1990), p. 17. Cfr.también Bitar, Marcelo (1968), Eco-nomistas españoles del siglo XVIII: susideas sobre la libertad de comercio conIndias, Ediciones de Cultura Hispá-nica, Madrid, p. 212.

10 Lasarte, Javier (1976), Economía yHacienda al final del Antiguo Régimen,I.E.F., Madrid, p. 61, nota 48

11 En V, I, iii, 1, Smith habla de na-ción desarrollada y rica, que se trans-forma en opulenta y adelantada.

12 V; III, iii. (1986), pp. 374-408.

13 A.H.N., Consejos, leg. 5.552, exp.59; reproducido en Schwartz, Pedro yFernández Marugán, Francisco(1978), “El Ensayo de José AlonsoOrtiz: monetarismo smithiano en laEspaña de los vales reales”, en Otazu,Alfonso (comp.), Dinero y créditoXVI-XX, Moneda y Crédito, Ma-drid, pp. 391-435. Cit., p. 397.

14 Cfr. Herr, Richard (1964), Españay la Revolución del siglo XVIII, Agui-lar, Madrid, p. 215.

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NOTAS

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15 A.H.N., Consejos, leg. 5.554, exp.199.

16 Alonso Cortés, Narciso (1920), Elprimer traductor español del Falso Os-sian y los vallisoletanos del siglo XVIII;Discurso Apertura Ateneo de Vallado-lid,1919-20, Imprenta Castellana,Valladolid, pp. 13-14.

17 Vidas de los Padres Mártires y otrosprincipales Santos… escribía en elidioma inglés el celebre Reverendo Al-bano Butler y las traducía al castellanoel Lic. D. Josef Alonso Ortiz, Viuda eHijos de Santander, Valladolid, T. I-III, 1789; T. IV-VIII, 1790; T. IX-XII, 1791. Fiestas móviles… Obra pós-tuma del Reverendo Albano Butler,Tomo único, Viuda e Hijos de San-tander, 1791. Cfr. Alcocer, Mariano(1926), Catálogo razonado de obras im-presas en Valladolid 1481-1800, Juntade Castilla y León, Valladolid.

18 Cfr. Sarrailh, Jean (1957), La Es-paña ilustrada en la segunda mitad delsiglo XVIII, F.C.E., Madrid; PalacioAtard, Vicente (1964), Los españolesde la Ilustración, Guadarrama, Ma-drid.

19 La fuerza del Consejo residiríamás en la actividad ordinaria de se-cretarios, agentes fiscales o escribanosque en los actos políticos de los gran-des personajes del momento. Cfr. Gi-bert, Rafael (1964), El antiguo Con-sejo de Castilla, Rialp, Madrid, pp. 28y ss.

20 Dedicatoria de su traducción deLa Riqueza a D. Manuel de Godoy.

21 Alonso Cortés, Narciso (1920), p.16.

22 Viñes, Carmen (1993), “Estudiopreliminar” a Velázquez Echevarría

(1764), Paseos por Granada y sus con-tornos, Universidad de Granada, Gra-nada, T. I, p. XVI.

23 Sombart, Werner (1902), El apo-geo del capitalismo, FCE, México,1979, vol. I, pp. 26-29.

24 García Regueiro, Ovidio (1982),Ilustración e intereses estamentales,Universidad Complutense, Madrid,pp. 133 y ss. Este autor realiza unatarea similar a la nuestra en la Histo-ria de Raynal. Agradezco al profesorPerdices que me lo hiciera notar.

25 Alonso Cortés, Narciso (1920), p.10.

26 Smith, Robert Sidney (1957), p.245. En la primera carta que AlonsoOrtiz envió al Tribunal de la Inquisi-ción, el 14 de febrero de 1793(A.H.N., Inquisición, leg. 4.484, exp.13, que reproduce Lasarte, pp. 106-107), se dice Profesor de DerechoCanónico y Sagrada Teología. No re-pitió este extremo en las siguientesmisivas. Tampoco consta tal condi-ción en los documentos de Vallado-lid.

27 Lasarte, Javier (1976), p. 38.

28 Schwartz, Pedro y Fernández Ma-rugán, Fernando (1978) y Schwartz,Pedro (1990).

29 Cfr. expediente personal en el Ar-chivo del Ministerio de Estado, leg.22, nº 933, s. 1.

30 García Garrafa, Antonio (1922),Imprenta de Antonio Marzo, Ma-drid, T. VII, p. 65.

31 Cfr. Gan, Pedro (1982), La RealChancillería de Granada 1505-1834,Diputación, Granada; Moreno, An-

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tonio (1989), Heráldica y genealogíagranadinas, Universidad, Granada.

32 Él mismo señalaba en su corres-pondencia (Expediente personal,A.M.A.E.) que era hijo de padres hon-rados y respetables, de casa de moralidady de abundancia, de carreras ya militar,ya literaria, ya labradora y nunca arte-sana. Nótese que le parece un honorno provenir de artesanos.

33 Cfr. Royo, Zotico (1960), Reli-quias martiriales y escudo de Sacro-monte, Sacromonte, Granada, p. 171.Aprobadas sus constituciones porPaulo V, fue Urbano VIII quien con-firió la erección canónica. Pedro deCastro, primer Abad, suplicó a FelipeIII que acogiera la fundación bajo suprotección, pero el Rey murió sin darsu beneplácito. Fue Felipe IV quienconcedió el Patronato Real.

34 Cfr. Castellano, José L. (1984),Luces y reformismo. Las Sociedades Eco-nómicas de Amigos del País del Reino deGranada en el siglo XVIII, Diputa-ción, Granada.

35 Cfr. Elorza, Antonio (1970), Ideo-logía liberal en la Ilustración española,Tecnos, Madrid; Domínguez Ortiz,Antonio (1988), Carlos III y la Es-paña de la Ilustración, Alianza, Ma-drid, p. 146.

36 Cfr. Sarrailh, Jean (1954), pp.206-7.

37 Cátedras tomistas en Salamanca,Alcalá o Valladolid, regentadas pordominicos; cátedras suaristas, llevadaspor jesuitas, y cátedras escotistas en-cabezadas por franciscanos. Cfr. Gilde Zárate (1855), De la instrucciónpública en España, Madrid, vol. III.

38 Cfr. Álvarez de Morales, Antonio(1988), La Ilustración y la reforma dela Universidad en la España del sigloXVIII, I.N.A.P., Madrid, p. 75.

39 La historia de la teología entiendepor jansenismo la doctrina de Corne-lio Jansenio, contenida en su obraAugustinus (1640) y censurada en dosocasiones por el Vaticano: en 1640 y1653. Ahora bien, en tanto que eljansenismo, para refutar las novedadesjesuíticas del derecho canónico, ape-laba a cánones antiguos, leídos segúnla tradición —que es fuente de inter-pretación no plenamente unitaria—,no es posible hablar de un único jan-senismo, ni siquiera desde el prismateológico. Si abrimos el campo a lasvertientes políticas, o realizamos es-tudios nacionales, el asunto resultaaún más huidizo. Cfr. Saugnieux, Joîl(1975), Les jansénisme espagnol duXVIIIe siécle: ses composants et ses sour-ces, Cátedra Feijóo, Oviedo.

40 Como certifican Appolis, Emile(1966), Les jansénistes espagnols, So-bodi, Burdeos, p. 25 y Saugnieux(1975), p. 201, ése fue el substrato delnuevo plan de estudios granadino.Nicolás Silvestre Bergier fue conside-rado un especialista en la lucha contrael deísmo y la impiedad europeadesde nuevos pilares no aristotélico-metafísicos, con su Traité historique etdogmatique de la vraie Religion(1780), en doce volúmenes, obra quese hallaba en la biblioteca de Jovella-nos y que él calificaba, en el Regla-mento de Calatrava, como “excelente”(p. 13). En Teología Moral, el rigo-rista dominico Nöel Alexandre(1639-1724), amigo del CardenalAguirre, Feijoo o Climent, quien locompara en rango a Cano, fue tam-bién recomendado por Jovellanos en

DIFUSIÓN DE LA DOCTRINA DE LA RIQUEZA DE LAS NACIONES EN ESPAÑA

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Calatrava. A pesar de su filiación,tuvo que defenderse de acusacionesde jansenismo. Sus obras Theologiadogmatica et moralis secundum ordine,catechismi concilii tridentini (1694), endiez volumenes, o Litteralis et moralissancti evangelii secundum quatro evan-gelistes (1702) se encontraban entrelas más citadas.

41 Alfonso de Castro, Carvajal, Vito-ria, Pérez de Ayala, Paiva de An-drade, Gaspar Horantes, Zúñiga, Ru-bio, García de Galarza, Alfonso deMendoza, Fray Luis de León y FrayBasilio Ponce de León.

42 Cfr. Sanz Sampelayo, Juan (1980),Granada en el siglo XVIII, Diputa-ción, Granada, pp. 52-53.

43 Ibidem, pp. 53 y ss.

44 Cfr. Calderón, Reyes (2000),“Crédito para comerciante y créditopara consumidor. Usura en el sigloXVIII”, en Torres, Rafael (ed.), Co-mercio y finanzas en la España del sigloXVIII, Eunsa, Pamplona.

45 Cfr. Álvarez de Morales, Antonio(1988), pp. 130 y ss.

46 Cfr. R. Calderón, Reyes (1998),“Spanish (D. de Soto) and Scottish(A. Smith) Thougth and the Ques-tion of the Poor: The Vagabond andthe Foreign Beggar”, Third AnnualConference of the European Society forthe History of Economic Thought, Va-lencia.

47 Diego María de Gardoqui Arri-quibar (1735-1798) pertenecía a unade las familias de empresarios vascosmás representativas de la época (Cfr.

Rueda, Natividad (1992), La Compa-ñía de Comercio “Gardoqui e hijos”: susrelaciones políticas y económicas conNorteamérica, 1770-1780, Vitoria).Su hermano Francisco siguió carreraeclesiástica, que le sitúa en Valladoliden 1788 como Inquisidor Decano.

48 El abogado no figura entre losdespachos afamados ni consta su as-censión en la Chancillería.

49 (1955), vol. II, pp. 227-252.

50 Alonso Cortés, Narciso (1935),Artículos histórico literarios, ImprentaCastellana, Valladolid, p. 76-109.

51 Almuiña, César (1974), Teatro ycultura en la Valladolid de laIlustración, Valladolid, p. 85.

52 Almuiña, César (1983), Proceso in-quisitorial a un periodista, Caja deAhorros Provincial, Valladolid, p. 13.

53 González Enciso, Agustín (1984),“La industria vallisoletana del sete-cientos”, en V.V.A.A., Historia de Va-lladolid, Ateneo, Valladolid, tomo V.

54 Lib. IV, Ch. II, 3, p. 290 del vol. II.

55 Cfr. Palomares, J. M. (1975), Laasistencia social en Valladolid: El Hospi-cio de Pobres y La Real Casa de Miseri-cordia (1724-1847), Diputación, Va-lladolid.

56 Schwartz, Pedro (1990), p. 18.

57 Malthus, Thomas Robert (1798),p. 45.

58 Smith, Adam (1759), Theory ofMoral Sentiments, Clarendon Press,Oxford, 1979, I, iii, 3, I, p. 61.

REYES CALDERÓN CUADRADO

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INTRODUCCIÓN

Los estudios tradicionalessobre el derecho natural y lajusticia se han visto eclipsadospor el desarrollo de una con-cepción de la ciencia econó-mica que, de manera torpe ymecanicista, ha pretendidoaplicar al campo de las cienciassociales una metodología queinicialmente se formó para las

ciencias naturales y el mundode la física. Según esta con-cepción, la característica “dife-renciadora” de la teoría econó-mica consistiría en la aplica-ción sistemática de un estre-cho criterio de “racionalidad”,de manera que tanto la acciónhumana individual como lapolítica económica a nivel ge-neral se considerarían deter-minadas por cálculos y valora-

EFICIENCIA Y JUSTICIA

DEL CAPITALISMO

JESÚS HUERTA DE SOTO*

En el presente artículo se argumenta que el concepto de eficiencia económicay el de justicia (rectamente entendida), lejos de referirse a dos dimensiones dis-tintas (como implícitamente da a entender la economía neoclásica del bienes-tar), se encuentran íntimamente relacionados entre sí, tal y como se deduce dela teoría dinámica de los procesos de mercado desarrollada por la ModernaEscuela Austríaca.

Palabras clave: procesos de mercado, función empresarial, eficiencia, justicia.

* Jesús Huerta de Soto es Catedrático de Economía Política en la Universidad Rey Juan Carlos deMadrid.

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ciones de costes y beneficios, através de un criterio de maxi-mización que, se suponía, ha-cía posible “optimizar” la con-secución de los fines persegui-dos a partir de medios dados.De acuerdo con este enfoque,parecía evidente que las consi-deraciones relativas a los prin-cipios éticos como guías delcomportamiento humano per-dían relevancia y protago-nismo. En efecto, parecía quese había logrado encontrar unaguía universal del comporta-miento humano que, en susdistintos niveles (individual ysocial), podría llevarse a caboaplicando un simple criteriomaximizador de las consecuen-cias beneficiosas derivadas decada acción, sin necesidad, porlo tanto, de tener que adaptarcomportamiento alguno aunas normas éticas prefijadas.La ciencia habría logrado deesta forma arrumbar y hacerobsoletas las consideracionesrelacionadas con la justicia.

EL FRACASO DELCONSECUENCIALISMOCIENTIFICISTA

SI N EMBARGO, el idealconsecuencialista, consis-tente en creer que es po-

sible actuar tomando decisio-

nes maximizadoras de las con-secuencias positivas previstas apartir de unos medios dados yde unos costes también cono-cidos, ha fracasado ostensible-mente.1 Por un lado, la propiaevolución de la teoría econó-mica ha demostrado que esteóricamente imposible ha-cerse con la información nece-saria respecto a los beneficios ylos costes derivados de cadaacción humana. Este teoremade la economía moderna tienesu fundamento en la propia einnata capacidad creativa delser humano, que continua-mente está descubriendo nue-vos fines y medios y dando lu-gar, por tanto, a un flujo denueva información o conoci-miento que hace imposiblepredecir cuáles serán las futu-ras consecuencias específicasde las diferentes acciones hu-manas y/o decisiones políticasque se tomen en cada mo-mento.2 Por otro lado, el fra-caso del socialismo real, enten-dido como el experimento másambicioso de ingeniería socialllevado a cabo por el génerohumano a lo largo de su histo-ria, ha supuesto un golpe de-moledor para la doctrina con-secuencialista. En efecto, losingentes recursos dedicadosdurante casi setenta años a tra-

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tar de evaluar en términos decostes y beneficios las diferen-tes opciones políticas, impo-niéndolas por la fuerza a losciudadanos para conseguir deforma “óptima” los fines pro-puestos, se han demostradoincapaces de responder a lasexpectativas que se habíapuesto en los mismos, gene-rando un importante retrasoeconómico y, sobre todo, ungran sufrimiento humano.

Aunque todavía no seamosplenamente conscientes, porfalta de la necesaria perspec-tiva histórica, de las trascen-dentales consecuencias que lacaída del socialismo real ten-drá sobre la evolución de laciencia y del pensamiento hu-mano, ya pueden, sin embargo,comenzar a apreciarse algunosefectos de gran importancia.En primer lugar, destaca el de-sarrollo de una nueva teoríaeconómica mucho más hu-mana y realista que, centradaen el estudio del ser humanocomo actor creativo, pretendeanalizar los procesos dinámi-cos de coordinación social querealmente se dan en el mer-cado. Este enfoque, predomi-nantemente impulsado por laEscuela Austríaca de Econo-mía, es mucho menos ambi-cioso que el del paradigma

cientista que hasta ahora hainundado los libros de texto deeconomía deformando a gene-raciones enteras de estudian-tes, y generando unas expecta-tivas ciudadanas sobre las po-sibilidades de nuestra cienciaque ésta no ha sido capaz decumplir. Otra consecuenciaimportante ha sido el desarro-llo de una teoría evolucionistade los procesos sociales, tam-bién desarrollada por la Es-cuela Austríaca de Economía,que ha puesto de manifiestocómo las instituciones másimportantes para la vida en so-ciedad (lingüísticas, económi-cas, jurídicas y morales) surgende una manera espontánea yconsuetudinaria a lo largo deun periodo muy dilatado detiempo y como consecuenciade la participación de un nú-mero muy elevado de seres hu-manos, que actúan en circuns-tancias específicas de tiempo ylugar muy variadas. Aparecenasí una serie de institucionesque conllevan un enorme vo-lumen de información y quesuperan con mucho la capaci-dad de comprensión y diseñode la mente humana. Por úl-timo, el tercer efecto que caberesaltar es el importante resur-gir de la ética y del análisis dela justicia como campo de in-

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vestigación de excepcionaltrascendencia en el ámbito delos estudios sociales. Y es queel fracaso teórico e históricodel consecuencialismo cientifi-cista ha vuelto a dar un papelprotagonista a las normas decomportamiento basadas enprincipios éticos de tipo dog-mático, cuyo importantísimopapel como insustituibles “pi-lotos automáticos” del com-portamiento y de la libertadhumanos comienza de nuevo aser plenamente apreciado.

LA FUNDAMENTACIÓNÉTICA DE LA LIBERTAD

QU IZÁ UNA de lasaportaciones más im-portantes y recientes

de la teoría de la libertad hayasido poner de manifiesto queel análisis consecuencialista decostes y beneficios no es sufi-ciente para justificar la econo-mía de mercado. No se tratatan sólo de que gran parte dela ciencia económica hastaahora desarrollada se basabaen el error intelectual de pre-suponer un marco estático defines y medios dados, sino queincluso el punto de vista delanálisis mucho más realista yfructífero de la Escuela Aus-tríaca, basado en la capacidad

creativa del ser humano y en elestudio teórico de los procesosdinámicos de coordinación so-cial, tampoco es suficientepara fundamentar por sí solo yde una manera categórica elideario liberal. Y es que, aun-que abandonemos el criterioestático de eficiencia paretianay lo sustituyamos por otro másdinámico basado en la coordi-nación, las consideraciones de“eficiencia” nunca bastarán,por sí solas, para convencer atodos los que antepongan lasconsideraciones de justicia aaquéllas relativas a las distintasideas de “eficiencia”. Por otrolado, el reconocimiento de losefectos de descoordinación so-cial (“ineficiencias”) que a lalarga produce todo intento sis-temático de coaccionar losprocesos espontáneos de inte-racción humana, tampoco ga-rantiza una adscripción auto-mática por parte de todosaquéllos cuya preferencia tem-poral sea tan intensa que, a pe-sar de los negativos efectos amedio y largo plazo de la in-tervención, valoren más losbeneficios que obtengan de lamisma a corto plazo.3

En suma, el desarrollo deuna fundamentación ética parala teoría de la libertad es im-prescindible por las siguientes

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razones: a) el fracaso de la “in-geniería social” y, en concreto,del consecuencialismo que sederiva del paradigma neoclá-sico-walrasiano que hastaahora ha dominado la cienciaeconómica; b) porque el análi-sis teórico de los procesos demercado basados en la capaci-dad empresarial del ser hu-mano, aun siendo mucho máspotente que el análisis deri-vado del paradigma neoclá-sico, tampoco es suficiente parajustificar por sí solo la econo-mía de mercado; c) porquedada la situación de ignoranciainerradicable en la que se en-cuentran los seres humanos ysu capacidad constante paracrear nueva información, éstosnecesitan de un marco deprincipios de comportamientode tipo moral que les indique,de manera automática, quécomportamientos pautadosdeben llevar a cabo; y d) por-que desde un punto de vistaestratégico, básicamente sonlas consideraciones de tipomoral las que mueven el com-portamiento reformista de losseres humanos que, en muchasocasiones, están dispuestos arealizar importantes sacrificiospara perseguir lo que estimanbueno y justo desde el puntode vista moral, comporta-

miento que es mucho más di-fícil de asegurar sobre la basede fríos cálculos de costes ybeneficios, que poseen ademásuna virtualidad científica muydudosa.

LA POSIBILIDAD DEELABORAR UNATEORÍA DE LA ÉTICASOCIAL

TO DAVÍA un númeroimportante de cientí-ficos considera que no

es posible concebir una teoríaobjetiva sobre la justicia y losprincipios morales. En el desa-rrollo de esta opinión ha pe-sado mucho la propia evolu-ción de la economía cientistaque, obsesionada por el crite-rio de la maximización, ha ve-nido considerando no sólo quelos fines y los medios de cadaactor son subjetivos sino que,además, los principios moralesde comportamiento dependentambién de la autonomía sub-jetiva del decisor. Y es que sien cada circunstancia puededecidirse ad hoc según un puroanálisis de coste-beneficio, noes preciso que exista moral al-guna entendida como un es-quema pautado con carácterprevio de comportamiento,por lo que ésta se desdibuja

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por completo y puede conside-rarse que queda reducida alámbito particular de la auto-nomía subjetiva de cada indi-viduo. En contra de esta pos-tura hasta ahora dominanteconsideramos que una cosa esque las valoraciones, utilidadesy costes sean subjetivos, comocorrectamente pone de mani-fiesto la ciencia económica, yotra bien distinta es que noexistan principios morales devalidez objetiva.4 Es más, esti-mamos que no sólo es conve-niente sino que también es po-sible el desarrollo de toda unateoría científica sobre los prin-cipios morales que hayan deguiar el comportamiento hu-mano en la interacción social.Y, de hecho, en los últimosaños han aparecido diversostrabajos de gran trascendenciaen este campo. Entre ellosdestaca la aportación realizadapor Israel M. Kirzner, en laque plantea un nuevo con-cepto de justicia distributivaen el capitalismo. Es impor-tante resaltar cómo esta apor-tación ha sido desarrollada poruno de los más distinguidosteóricos de la Escuela Austría-ca de Economía, lo que denuevo pone de manifiesto lasimportantes interrelacionesque existen entre el ámbito de

una teoría económica correcta-mente elaborada y el de la éticasocial. Y es que la ciencia eco-nómica, aun siendo wertfrei olibre de juicios de valor, no sólopuede ayudar a tomar con másclaridad posicionamientos detipo ético, sino que además,puede hacer más fácil y seguroel razonamiento lógico-deduc-tivo en el ámbito de la ética so-cial, evitando los muchos erro-res y peligros que se derivaríande un análisis estático de teoríaeconómica mal planteado, ba-sado en supuestos irreales deplena información o incorrec-tamente elaborado.5 Además, yde acuerdo con esta concep-ción, las consideraciones sobre“eficiencia” y justicia, lejos deconstituir un trade-off que per-mitiría distintas combinacionesen diferentes proporciones,aparecerían como las dos carasde una misma moneda. Enefecto, desde nuestro punto devista, sólo la justicia da lugar ala eficiencia; y viceversa, lo efi-ciente no puede ser injusto, demanera que ambas considera-ciones, las relativas a los princi-pios morales y las de eficienciaeconómica, lejos de oponerse,se refuerzan y respaldan mu-tuamente.6 Uno de los enfo-ques que más claramente ponede manifiesto esta clave inte-

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rrelación es el desarrollado porIsrael M. Kirzner en su libroDiscovery, Capitalism and Dis-tributive Justice (1989)7, cuyocontenido esencial pasamos aestudiar a continuación.

LA APORTACIÓNESENCIAL DE KIRZNEREN EL CAMPO DE LAÉTICA

LA CONSIDERACIÓN deque eficiencia y justi-cia son dos dimensio-

nes distintas que permitencombinaciones en proporcio-nes diferentes es una de lasconsecuencias negativas que sederivan naturalmente del pa-radigma neoclásico que hastaahora ha dominado la cienciaeconómica. En efecto, si secree que es posible decidir deacuerdo con un análisis de cos-tes y beneficios, por presupo-nerse que la información nece-saria está dada en un contextoestático, no sólo no es precisoque los actores individuales seatengan a ningún esquemaprevio de comportamientopautado de tipo moral que lesguíe en su acción (distinto deun mero “maximizar ad hoc suutilidad”), sino que ademáspuede fácilmente llegarse a laconclusión (recogida, por

ejemplo, en el denominado“segundo teorema fundamen-tal de la economía del bienes-tar”) de que cualquier esquemade equidad impuesto por lafuerza es compatible con loscriterios estáticos de eficienciaparetiana.

Sin embargo, la considera-ción del proceso social comouna realidad dinámica consti-tuida por la interacción de mi-les de seres humanos, cada unode ellos dotado de una innatay constante capacidad creativa,imposibilita conocer con deta-lle cuáles serán los costes y be-neficios derivados de cada ac-ción, lo que exige que el serhumano tenga que utilizarcomo piloto automático decomportamiento una serie deguías o principios morales deactuación. Además, estos prin-cipios morales tienden a hacerposible la interacción coordi-nada de los diferentes sereshumanos y, por tanto, generanun proceso de coordinaciónque, en cierto sentido, podríacalificarse de dinámicamenteeficiente. Desde la concepcióndel mercado como un procesodinámico (la eficiencia enten-dida como coordinación surgedel comportamiento de los se-res humanos efectuado, si-guiendo unas específicas nor-

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mas pautadas de tipo moral yviceversa), el ejercicio de la ac-ción humana sometida a estosprincipios éticos da lugar a unaeficiencia dinámica, concebidacomo tendencia coordinadoraen los procesos de interacciónsocial. Por eso, podemos con-cluir que, desde un punto devista dinámico, la eficiencia noes compatible con distintos es-quemas de equidad o justicia,sino que surge única y exclusi-vamente de uno de ellos.

Tampoco puede admitirse,como ya hemos indicado, queexista una oposición entre loscriterios de eficiencia y equi-dad. La polémica entre ambasdimensiones es falsa y errónea.Lo justo no puede ser inefi-ciente, ni lo eficiente injusto. Yes que en la perspectiva delanálisis dinámico, equidad ojusticia y eficiencia no son sinolas dos caras de la misma mo-neda que, por otro lado, con-firman el orden integrado ycoherente que existe en el uni-verso social. La supuesta opo-sición entre ambas dimensio-nes tiene su origen en la erró-nea concepción de eficienciaestática desarrollada por el pa-radigma neoclásico de la “eco-nomía del bienestar”, así comoen una errónea idea de equi-dad o “justicia social”, según la

cual los resultados del procesosocial pueden enjuiciarse conindependencia del comporta-miento individual que hayantenido los participantes en elmismo. Los desarrollos teóri-cos de la economía del bienes-tar de acuerdo con los criteriosestáticos de eficiencia pare-tiana surgieron con la vana ilu-sión de evitar entrar explícita-mente en el campo de la ética,y han imposibilitado apreciarlos graves problemas de inefi-ciencia dinámica que surgencuando institucionalmente secoacciona en mayor o menormedida el proceso empresarial.La consideración de la econo-mía como un proceso no sólopermite redefinir adecuada-mente la eficiencia en térmi-nos dinámicos, sino que ade-más arroja mucha luz sobre elcriterio de justicia que ha deprevalecer en las relaciones so-ciales. Este criterio se basa enlos principios tradicionales dela moral, que permiten enjui-ciar como justos o injustos loscomportamientos individuales,de acuerdo con normas gene-rales y abstractas de tipo jurí-dico que constituyen el dere-cho material y que, básica-mente, regulan el derecho depropiedad que hace posible laapropiación por parte de los

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seres humanos de todo aquelloque resulta de su propia e in-nata creatividad empresarial.Además, este punto de vistapone de manifiesto cómo loscriterios alternativos de justiciason esencialmente inmorales.Entre ellos es especialmentecriticable el concepto de “justi-cia social”, que pretende enjui-ciar como justos o injustos losresultados específicos del pro-ceso social en determinadosmomentos históricos con inde-pendencia de que el comporta-miento de los artífices del mismose haya adaptado o no a normasjurídicas y morales de caráctergeneral. La “justicia social” sólotiene sentido en un fantasma-górico mundo estático en elque los bienes y servicios seencuentren dados y el únicoproblema que pueda plantear-se sea cómo distribuirlos. Sinembargo, en el mundo real, enel que los procesos de produc-ción y distribución se verificansimultáneamente como conse-cuencia del ímpetu empresa-rial, no tiene ningún sentidoanalítico el concepto de “justi-cia social”, que puede conside-rarse esencialmente inmoral entres sentidos distintos: a)desde el punto de vista evolu-tivo, en la medida en que lasprescripciones derivadas de la

idea de la “justicia social” vanen contra de los principios tra-dicionales del derecho de pro-piedad, que se han formado demanera consuetudinaria y hanhecho posible la civilizaciónmoderna; b) desde el punto devista teórico, pues es imposibleorganizar la sociedad deacuerdo con el principio de la“justicia social”, ya que la coac-ción sistemática que exige im-poner un objetivo de redistri-bución de la renta imposibilitael libre ejercicio de la funciónempresarial y, por tanto, lacreatividad y coordinación quehacen posible el desarrollo dela civilización; y c) desde elpunto de vista ético, en la me-dida en que se viola el princi-pio moral de que todo ser hu-mano tiene derecho natural alos resultados de su propia crea-tividad empresarial. Es de es-perar que, conforme la ciuda-danía vaya dándose cuenta delos graves errores y de la esen-cial inmoralidad que se deri-van del espurio concepto de“justicia social”, la coaccióninstitucional del Estado, justi-ficada por el mismo, irá desa-pareciendo.8

La gran aportación de Kirz-ner consiste, precisamente, enhaber puesto de manifiestoque gran parte de las conside-

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raciones sobre justicia distri-butiva que hasta ahora se hanmantenido con carácter mayo-ritario y que han constituido el“fundamento ético” de impor-tantes movimientos políticos ysociales (de naturaleza socia-lista o socialdemócrata) tienensu origen y fundamento en laerrónea concepción estática dela economía.9 En efecto, el pa-radigma neoclásico se basa, enmayor o menor medida, enconsiderar que la informaciónes algo objetivo y que se en-cuentra dada (bien en térmi-nos ciertos o probabilísticos),por lo que es posible efectuaranálisis de coste-beneficio so-bre ella. Siendo esto así, parecelógico que las consideracionesde maximización de utilidadsean totalmente independien-tes de los aspectos morales yque unos y otras puedan com-binarse en diferentes propor-ciones. Además, la concepciónestática lleva inexorablementea presuponer que en ciertosentido los recursos están da-dos y son conocidos, por loque el problema económico desu distribución es distinto eindependiente del que planteala producción de los mismos.En efecto, si los recursos estándados posee prioritaria impor-tancia el cómo habrán de dis-

tribuirse entre los diferentesseres humanos tanto los me-dios de producción como elresultado de los diferentesprocesos productivos.

La concepción dinámica delos procesos de mercado, de-sarrollada por la Escuela Aus-tríaca de Economía en generaly en concreto por el análisis dela función empresarial y susimplicaciones éticas llevado acabo por Israel M. Kirzner, hahecho que este planteamientoquedara obsoleto. Para Kirz-ner, la función empresarialconsiste en la capacidad innatade todo ser humano para apre-ciar o descubrir las oportuni-dades de ganancia que surgenen su entorno, actuando enconsecuencia para aprovechar-las. La empresarialidad con-siste, por tanto, en la capaci-dad típicamente humana decrear y descubrir continua-mente nuevos fines y medios.Desde esta concepción, los re-cursos no están dados, sinoque tanto los fines como losmedios son continuamenteideados y concebidos ex novopor los empresarios, siempredeseosos de alcanzar nuevosobjetivos con un mayor valor.Y si los fines, los medios y losrecursos no están dados, sinoque la acción empresarial del

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ser humano los está creandode la nada continuamente, esclaro que el planteamientoético fundamental deja deconsistir en cómo distribuirequitativamente “lo existente”,pasando más bien a concebirsecomo la manera de fomentarla creatividad más conforme ala naturaleza humana. Es aquídonde la aportación de Kirz-ner en el campo de la ética so-cial entra de lleno: la concep-ción del ser humano como unactor creativo hace inevitableaceptar con carácter axiomá-tico que todo ser humano tienederecho natural a los frutos de supropia creatividad empresarial.No sólo porque, de no ser así,estos frutos no actuarían comoincentivo capaz de movilizar laperspicacia empresarial y crea-tiva del ser humano, sino por-que, además, se trata de unprincipio universal capaz deaplicarse a todos los seres hu-manos en todas las circunstan-cias concebibles.

Este principio ético queacabamos de enunciar poseetambién otras importantesventajas. En primer lugar, des-taca su gran atracción intui-tiva: parece evidente que si al-guien crea algo de la nadatiene derecho a apropiarse deello, pues no perjudica a nadie

(antes de que se creara no exis-tía aquello que se creó, por loque su creación no perjudica anadie y, como mínimo, benefi-cia al actor creativo, si es queno beneficia también a otrosmuchos seres humanos). Ensegundo lugar, se trata, comoya hemos visto, de un postu-lado ético de validez universalmuy relacionado con el princi-pio del derecho romano rela-tivo a la apropiación originalde recursos que no son de na-die (ocupatio rei nullius) y que,además, permite resolver elparadójico problema plantea-do por la denominada “condi-ción de Locke”, según la cualel límite a la apropiación origi-naria de los recursos radica endejar un número “suficiente”para los otros seres humanos.Como bien pone de mani-fiesto Kirzner, y ésta es quizáuna de las aportaciones másoriginales de su trabajo sobreética social, su principio ba-sado en la creatividad solu-ciona y hace innecesaria laexistencia de la “condición deLocke”, puesto que cualquierresultado de la creatividad hu-mana no existía antes de serdescubierto o creado empresa-rialmente, por lo que su apro-piación no puede perjudicar anadie. Y es que la concepción

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de Locke sólo tiene sentido enun entorno estático en el quese presuponga que los recursosya existen (están “dados”), sonfijos y hay que distribuirlosentre un número predetermi-nado de seres humanos.

Kirzner también pone demanifiesto, en tercer lugar,cómo en la mayoría de las teo-rías alternativas sobre la justi-cia y, en particular en aquéllaelaborada por John Rawls,subyace el paradigma neoclá-sico de plena información, quepresupone un entorno estáticode recursos preexistentes.Aunque Rawls considere en suanálisis un “velo de ignoran-cia”, llega a la conclusión deque el sistema más justo esaquél en el que, sin saberseexactamente el lugar que seocupará en la escala social,cada ser humano pueda tenerla confianza de que incluso enla situación más desfavorable,dispondría de un máximo derecursos.10 Es claro que, consi-derando la economía como unproceso dinámico de tipo em-presarial, el principio ético hade ser otro bien distinto: la so-ciedad más justa será aquéllaque promueva la creatividadempresarial de todos los sereshumanos que la compongande manera más enérgica, para

lo cual es imprescindible quecada uno de ellos pueda tenerla seguridad a priori de quepodrá apropiarse de los resul-tados de su creatividad empre-sarial (que antes de ser descu-biertos o creados por cada ac-tor no existirían en el cuerposocial) y de que no le serán ex-propiados por nadie.

Y, en cuarto lugar, otra ven-taja del análisis de Kirzner esque hace evidente el carácterinmoral del socialismo, enten-dido como todo sistema deagresión institucional llevado acabo por el Estado en contradel libre ejercicio de la acciónhumana o función empresa-rial. En efecto, la coacción encontra del actor impide queéste desarrolle lo que por natu-raleza le es más propio, a saber,su innata capacidad para creary concebir nuevos fines y me-dios actuando en consecuenciapara lograrlos. En la medidaen que la coacción del Estadoimpida la acción humana detipo empresarial, se limitará sucapacidad creativa y no se des-cubrirá ni surgirá la informa-ción ni el conocimiento que esnecesario para coordinar la so-ciedad. Precisamente por estoel socialismo es un error inte-lectual, pues imposibilita quelos seres humanos generen la

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información que el órgano di-rector necesita para coordinarla sociedad vía mandatos coac-tivos. Y, además, el análisis deKirzner tiene la virtualidad deponer de manifiesto que el sis-tema socialista es inmoral,puesto que se basa en impedirpor la fuerza que los distintosseres humanos se apropien delos resultados de su propia crea-tividad empresarial. De estamanera, el socialismo no sólose manifiesta como algo teóri-camente erróneo o económi-camente imposible (es decir,ineficiente), sino también y si-multáneamente como un sis-tema esencialmente inmoral,pues va en contra de la más ín-tima naturaleza empresarialdel ser humano e impide queéste se apropie libremente delos resultados de su creatividadempresarial.11

LA DOCTRINA SOCIALDE LA IGLESIACATÓLICA Y LAAPORTACIÓN DEKIRZNER

QUIZÁ UNO de los as-pectos más significa-tivos de las últimas

formulaciones de la doctrinasocial de la Iglesia Católica afavor de la economía de mer-

cado radica en la gran influen-cia que en las mismas han te-nido las concepciones de laEscuela Austríaca de Econo-mía y, en particular, las de Ha-yek y Kirzner, el primero uncatólico agnóstico no practi-cante, y el segundo un judíopracticante profundamente re-ligioso. En efecto, el pensadorcatólico Michael Novak sor-prendió al mundo cuando hizopública la extensa conversa-ción personal que el Papa JuanPablo II y Hayek mantuvieronantes del fallecimiento de esteúltimo.12 Y, posteriormente, ensu libro The Catholic Ethic andthe Spirit of Capitalism,13 No-vak señaló el gran paralelismoexistente entre la concepciónde la acción humana creativadesarrollada por el Papa en sutesis doctoral titulada Personay acción,14 y la concepción de lafunción empresarial que debe-mos a Kirzner.15

Esta concepción ha sido re-finada por Juan Pablo II en suencíclica Centesimus Annus, enla que expresamente se refierea que el factor decisivo en lasociedad es la capacidad em-presarial o acción humana crea-tiva o, como dice con sus pro-pias palabras, “el hombremismo, es decir su capacidadde conocimiento”, en sus dos

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variantes de conocimientocientífico y conocimientopráctico, definido como aquélnecesario para “intuir y satisfa-cer las necesidades de los de-más”. De acuerdo con JuanPablo II, estos conocimientospermiten al ser humano “ex-presar su creatividad y desarro-llar sus capacidades”, así comointroducirle en esa “red de co-nocimiento e intercomunica-ción social” que constituye elmercado y la sociedad. De ma-nera que, para Juan Pablo II,cada vez “se hace más evidenteel determinante papel del tra-bajo humano (yo diría, másbien, acción humana) discipli-nado y creativo y el de las ca-pacidades de iniciativa y delespíritu emprendedor comoparte esencial del mismo tra-bajo”.16 Sin duda alguna, la en-cíclica Centesimus Annus ponede manifiesto cómo la concep-ción de la ciencia económicase ha modernizado enorme-mente, dando un importantesalto cualitativo desde el puntode vista científico, que ha de-jado caduca en gran medida laantigua doctrina social de laIglesia Católica y que superaincluso a importantes sectoresde la propia ciencia económicaque hasta ahora habían se-guido anclados en el mecani-

cismo del paradigma neoclá-sico-keynesiano, sin dar en-trada en sus “modelos” al ca-rácter eminentemente creativoy dinámico de la función em-presarial. Por primera vez en lahistoria, y gracias a la positivainfluencia de la Escuela Aus-tríaca de Economía, la doc-trina social de la Iglesia Cató-lica se ha puesto por delantedel paradigma dominante enla propia ciencia económica,que hasta ahora había igno-rado al ser humano creativo, yque sigue anclado en una con-cepción estática del mercado yde la sociedad.

KIRZNER Y ELSUPUESTORELATIVISMO DE LOSPRINCIPIOS ÉTICOSSEGÚN LASCIRCUNSTANCIASHISTÓRICAS

AL MEJOR LIBRO puedehacérsele una crítica,y son los pequeños

defectos los que contribuyen ala bondad de los libros -comoa la de los hombres- en igualmedida que las virtudes. Porello, no querría terminar estecomentario a la obra de Kirz-ner sobre ética social sin refe-rirme a dos aspectos concretos

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en los que creo que su posiciónpodría ser mejorable.

El primer reparo que pode-mos señalar al análisis de Kirz-ner se refiere a la concesión, ennuestra opinión injustificada,que efectúa en su libro cuandoindica que en las circunstan-cias con mayor grado de dese-quilibrio, incertidumbre y crea-tividad será cuando el princi-pio de justicia que propone,basado en la apropiación delos bienes y servicios descu-biertos o creados por los em-presarios, tendrá mayor rele-vancia. En nuestra opinión, elprincipio dinámico de justiciapropuesto por Kirzner tiene,por el contrario, validez uni-versal; no importa cuáles seanlas circunstancias particularesde cada momento. Y es quesiempre que se utiliza la coac-ción institucional para redis-tribuir el producto social seestá impidiendo en mayor omenor grado el ejercicio deuna capacidad creativa quetiene su origen en la más ín-tima y esencial naturaleza em-presarial del ser humano, conlo que las posibilidades de crea-ción de información y de coor-dinación del proceso social severán perjudicadas. Aparte deque no existe ninguna posibili-dad analítica para distinguir

aquellas situaciones históricasen las que el carácter relativa-mente más “estable” del pro-ceso social, supuestamente,permita la aplicación de crite-rios alternativos basados en la“justicia social” o distributivade aquellas otras en las que elrelativo estancamiento socialsea, precisamente, resultadodirecto del ejercicio sistemá-tico de la coacción estatal conque siempre se manifiestan ta-les criterios alternativos. Entodo caso, el propio Kirznerreconoce que “a medida queuna sociedad capitalista se de-sarrolle y se haga cada vez másintrincada y ‘abierta’, parececada vez mayor la necesidad deintroducir en las teorías eco-nómica y moral del capita-lismo las intuiciones asociadasa la teoría heurística de la crea-tividad empresarial”.17 Nuestrodesacuerdo con Kirzner, portanto, radica en que nosotrosconsideramos que el principiode justicia basado en la fun-ción empresarial que él pro-pone carece de excepciones yes aplicable con carácter uni-versal a todas las circunstan-cias históricas concebibles enlas que intervenga un ser hu-mano dotado, por su propianaturaleza, de una innata ca-pacidad empresarial y creativa.

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LA APLICACIÓN DE LATEORÍA KIRZNERIANADE LAEMPRESARIALIDAD ALSURGIMIENTO DE LASINSTITUCIONES YCOMPORTAMIENTOSMORALES

RE CIENTEMENTE, endos artículos descon-certantes,18 Israel

Kirzner ha mantenido la tesisde que la teoría de la funciónempresarial, que con tanta bri-llantez y perseverancia ha de-sarrollado a lo largo de toda suvida académica, no es directa-mente aplicable para justificarque exista una tendencia es-pontánea hacia la formación yperfeccionamiento de las insti-tuciones sociales. El principal(y único) argumento que Kirz-ner presenta en apoyo de sustesis es la supuesta existenciade una “externalidad” que im-pediría que las mejoras institu-cionales relevantes para la so-ciedad se materializasen enforma de oportunidades de ga-nancia explícita que los em-presarios pudieran explotar yapropiarse. De esta manera,según Kirzner, el proceso decreatividad y descubrimientoempresarial no se llevaría acabo en el ámbito de las insti-

tuciones, pues los empresariosserían incapaces de apropiarseparticularmente de los benefi-cios derivados de su actividadempresarial en el ámbito insti-tucional.19 Por otro lado, Kirz-ner mantiene, correctamente,que en un contexto de mer-cado no puede considerarsecomo un “fallo” el hecho deque se dé una situación de“bien público”, si es que el Es-tado impide por la fuerza unaadecuada definición y/o de-fensa de los derechos de pro-piedad, pues es absurdo califi-car de “fallo de mercado” queno se dé una situación utópicacomo consecuencia de insufi-ciencias de tipo institucional.Kirzner afirma posterior-mente, y es aquí donde radicanuestra discrepancia, que estasinsuficiencias de tipo institu-cional pueden también surgir ymantenerse como consecuen-cia de un supuesto problemade “bien público” que impida,según él, y como ya hemosmencionado, que la actividadempresarial descubra e im-pulse las mejoras instituciona-les precisas.

No podemos compartir estaparadójica y restrictiva posturaque recientemente Kirzner haadoptado en relación con laaplicación de su propia teoría

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de la función empresarial alsurgimiento de las institucio-nes. En primer lugar, y dentrodel contexto dinámico del pro-ceso de mercado, no conside-ramos que los problemas debien público no sean un fallode mercado simplemente por-que surjan como resultado deuna “insuficiencia” institucio-nal. En nuestra opinión, el“problema” de bien público enningún caso es un fallo demercado porque siempre quese da una aparente situaciónde oferta conjunta e imposibi-lidad de exclusión de free ridersy, en ausencia de la interven-ción coactiva del Estado, sur-gen los incentivos necesariospara que la creatividad empre-sarial se ponga en marcha y,apropiándose de los resultadosde la misma, descubra las in-novaciones técnicas, jurídicas einstitucionales que son preci-sas para acabar con la supuestasituación de bien público. Estoes, por ejemplo, lo que sucedióen relación con los bienes co-munales en el Lejano Oesteamericano donde, mientras nofue posible definir adecuada-mente los derechos de propie-dad sobre la tierra de los dis-tintos usuarios (agricultores yganaderos) se produjeron im-portantes conflictos y dificul-

tades en la coordinación so-cial. Sin embargo, esta situa-ción creó, precisamente, el in-centivo para que los empresa-rios terminaran descubriendoe introduciendo una impor-tante innovación tecnológica,el alambre de espino, que apartir de entonces permitió se-parar y definir adecuadamentelos derechos de propiedad deamplias extensiones de tierra aun coste muy razonable, con locual los problemas previos debien público quedaron com-pletamente resueltos. Otroejemplo que se puede poner esel de los faros como ayuda a lanavegación marítima, en mu-chas ocasiones históricas desa-rrollados de forma privada, en-contrándose empresarialmenteprocedimientos técnicos e ins-titucionales diversos para obli-gar a revelar las preferencias, ya que los beneficiarios asumie-ran su coste (boicot social delos free riders, asociaciones depescadores y armadores, etc.);y todo ello sin necesidad demencionar muchas otras inno-vaciones tecnológicas, como latelevisión por cable, que hansolucionado, gracias a la crea-tividad empresarial, los pro-blemas de bien público queexistían hasta entonces enotros ámbitos. Por tanto, desde

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un punto de vista dinámico ysi el Estado no interviene, elconjunto de bienes públicostiende a quedarse vacío, gra-cias a la capacidad creativa dela función empresarial.

Es cierto que en el campode las instituciones sociales(jurídicas, morales, económi-cas y lingüísticas) los proble-mas que plantea la apropiaciónindividual de los resultados dela creatividad empresarial sonmás arduos y difíciles. Peroello no significa que ésta no sepueda llevar a cabo y que, porconsiguiente, no se introduz-can mejoras constantes. Esmás, sin la capacidad creativade la función empresarial nocabe concebir ni el proceso degeneración, ni el de desarrolloy mejora de las institucionessociales más importantes. Estoes lo que, precisamente, pusode manifiesto Menger en suanálisis sobre el surgimientoevolutivo de las institucionessociales que, específicamente,aplicó al dinero. Este medio decambio sólo puede entendersecomo resultado del inicial lide-razgo empresarial de unos po-cos seres humanos relativa-mente más perspicaces, que sedieron cuenta antes que losdemás de que podían lograrmás fácilmente sus fines si, a

cambio de sus bienes y servi-cios, pedían bienes más fácil-mente comercializables en elmercado. De esta manera, di-chos bienes pasaron a ser de-mandados como “medios deintercambio”, comportamientoque, a través de un proceso deaprendizaje, fue extendiéndoseen el mercado hasta que elmedio de intercambio pasó aser de uso general y, por tanto,se convirtió en dinero.20 Porotro lado, es claro que los len-guajes o idiomas están conti-nuamente evolucionando yque, gracias a la creatividad demúltiples actores, se introdu-cen nuevos términos, se per-feccionan los anteriores, sesimplifican y modifican las re-glas de gramática, pronuncia-ción, etc., de tal manera que,comparando los escritos en di-ferentes lenguas de distintasépocas, se aprecian importan-tes y muy significativas dife-rencias. Ninguna de éstas po-dría explicarse sin acudir a lacapacidad y perspicacia em-presarial de los usuarios decada idioma en cada momentohistórico.

Finalmente, es evidente queno existe un criterio objetivoque permita establecer que unainstitución “racionalmente”concebida sea más eficiente,

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desde el punto de vista de losprocesos sociales dinámicosmovidos por el ímpetu de laempresarialidad, que las que sehan ido formando de maneraevolutiva. ¿Es que quizá el es-peranto es un idioma más per-fecto y “eficiente” que el ingléso el español? ¿Con qué crite-rios podemos establecer queun sistema métrico es más efi-ciente desde el punto de vistade los procesos dinámicos decoordinación que otro? Y en loque se refiere a los principiosjurídicos esenciales que hacenposible la coordinación social yel ejercicio de la empresariali-dad, éstos son poco numerososy, claramente, han surgido a lolargo de un proceso evolutivo,pudiendo reducirse además, alrespeto a la vida, a la propie-dad, a la posesión pacífica-mente adquirida y al cumpli-miento de las promesas y con-tratos.

La consideración de que lateoría de la función empresa-rial desarrollada por Kirzneres, precisamente, y a pesar dela opinión en contra de su pro-pio autor, el eslabón que fal-taba para perfeccionar y fun-damentar adecuadamente lateoría austríaca sobre el surgi-miento y el desarrollo de lasinstituciones sociales, no sig-

nifica que no sea posible teori-zar sobre las mejoras que,desde el punto de vista de laeficiencia dinámica, puedanrealizarse en las institucionessociales actualmente existen-tes.21 En todo caso, se trataríade un trabajo de “crítica inma-nente”, es decir, de exégesis,depuración de vicios lógicos yaplicación de los principiosevolutivamente formados a lasnuevas áreas y desafíos que va-yan surgiendo como conse-cuencia de la creatividad em-presarial (por ejemplo, la apli-cación del cuerpo de princi-pios tradicionales del derechode contratos a nuevas áreasprivatizadas en el mar o al “al-quiler” de madres, etc., etc.).Podemos, por tanto, concluirque, curiosamente, Kirzner noparece ser lo suficientementekirzneriano en lo que se refiereal reconocimiento de las posi-bilidades de aplicación de supropia teoría de la funciónempresarial al análisis sobre elsurgimiento, desarrollo y me-jora de las instituciones socia-les.

CONCLUSIÓN

LOS ANTERIORES repa-ros en forma algunadisminuyen en un

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ápice el gran mérito de la obrade Kirzner en el ámbito de lateoría de la función empresa-rial y de su aplicación al desa-rrollo y fundamentación detoda una teoría de la ética so-cial, que ha sido capaz dearrumbar los postulados de la“justicia social” o redistribui-dora que se fundamentan en elerror analítico de presuponeruna economía estática con re-cursos e información dados.La concepción dinámica delmercado permite una más fáciltoma de posición en el ámbitoético y refuerza la considera-ción de que los mercados li-bres, movidos por la funciónempresarial, no sólo son máseficientes desde el punto devista dinámico sino que, ade-más, son los únicos justos. Portanto, no está probado queningún actor que actúe empre-sarialmente, cumpliendo los

principios tradicionales del de-recho de propiedad, tengacarga de conciencia algunacuando se apropie de aquelloque se derive de su capacidadcreativa. La comprensión decómo funciona en términosdinámicos el proceso empresa-rial del mercado hace evidenteque los principios esencialesde justicia y ética social debenbasarse en la apropiación delos resultados de la creatividadempresarial de cada actor,siendo, como es lógico, esteprincipio perfectamente com-patible con que dicha creativi-dad y espíritu empresarial seantambién utilizados para, demanera voluntaria, buscar,descubrir y paliar las situacio-nes de urgente necesidad enlas que puedan llegar a encon-trarse los distintos seres huma-nos.

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1 Juan Pablo II, en la crítica al conse-cuencialismo que incluye en su encí-clica Veritatis Splendor (El esplendorde la verdad) dice literalmente que“cada uno conoce las dificultades o,mejor dicho, la imposibilidad de va-lorar todas las consecuencias y todoslos efectos buenos o malos de los pro-pios actos: un cálculo racional ex-haustivo no es posible. Entonces,¿qué hay que hacer para establecerunas proporciones que dependen deuna valoración cuyos criterios perma-necen oscuros? ¿Cómo podría justifi-carse una obligación absoluta sobrecálculos tan discutibles?” Juan PabloII (1993), Veritatis Splendor, B.A.C.,Madrid, pp. 97-98.

2 Este teorema es descubierto por losteóricos de la Escuela Austríaca deEconomía (Mises, Hayek) y se arti-cula y perfecciona a lo largo de la di-latada polémica sobre la imposibili-dad del socialismo que se desarrollaen este siglo, y que también ha puestoen evidencia la grave crisis del para-digma neoclásico-walrasiano, y engeneral de la concepción estática dela economía, que presupone que losfines y los medios son conocidos y es-tán dados, y que el problema econó-mico es un simple problema técnicode maximización. Véase Huerta deSoto, Jesús (1992), Socialismo, cálculoeconómico y función empresarial, UniónEditorial, Madrid; y Lavoie, Don(1985), Rivalry and Central Planning:The Socialist Calculation Debate Re-considered, Cambridge UniversityPress, Cambridge y Nueva York.

3 Estos son, básicamente, los argu-mentos contra la filosofía “utilita-rista”, expuestos por Murray N.

Rothbard en su análisis crítico de laposición de Ludwig von Mises. VéaseRothbard, Murray N. (1982), The Et-hics of Liberty, Humanities Press,Atlantic Highlands, Nueva Jersey, pp.201-213 (edición española (1995) Laética de la libertad, Unión Editorial,Madrid).

4 “Economics does currently informus, not that moral principles are sub-jective, but that utilities and costs areindeed subjective”. Rothbard, MurrayN. (1982), p. 202.

5 No se considera, sin embargo, quela teoría económica puede por sí solallegar a determinar los planteamientosmorales, por lo que carece de funda-mento la crítica que Roland Kley re-cientemente ha efectuado a Kirzner.Kley, Roland (1994), Hayek’s Socialand Political Thought, ClarendonPress, Oxford, nota nº 9 al pie de la p.228.

6 Por tanto, el trade-off existiría,como mucho, entre el binomio cons-tituido por lo justo y eficiente, y aquélotro derivado de una situación inefi-ciente e injusta (en la que se coac-cione sistemáticamente el libre ejerci-cio de la función empresarial y se im-pida la completa apropiación de losresultados de la creatividad humana).Por otro lado, la ineficiencia derivadade la inmoral coacción sistemáticaejercida por el Estado sobre la econo-mía es muy distinta de la que creenidentificar los economistas neoclási-cos dentro del paradigma estático dela denominada “economía del bienes-tar”. En efecto, para éstos las medidasde coacción institucional (por ejem-plo, de redistribución forzada de la

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NOTAS

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renta), como mucho, dan lugar aefectos distorsionadores que alejan elsistema económico de los puntos dela curva de posibilidades máximas deproducción de la economía, sin darsecuenta de que el daño que causan es-tas medidas es mucho más profundo,pues dinámicamente impiden que losempresarios coordinen y descubrannuevas oportunidades de gananciadesplazando de manera continuadahacia la derecha la curva de posibili-dades de producción de la sociedad.

7 Kirzner, Israel M. (1995), Creativi-dad, capitalismo y justicia distributiva,traducción española de Federico Ba-sáñez, Unión Editorial, Madrid.

8 La crítica más standard al conceptode justicia social la debemos a Hayek,Friedrich A. (1988), “El espejismo dela justicia social”, en Derecho, legisla-ción y libertad, vol. II, Unión Edito-rial, Madrid.

9 Las ideas de Kirzner, hombre deprofundas convicciones religiosas, so-bre la ética social comenzaron a fra-guarse en el apartado 4 (caps. 11-13)que sobre “Entrepreneurship, Justiceand Freedom” incluyó en su libro(1979) Perception, Opportunity andProfit, Chicago University Press,Chicago y Londres, pp. 185-239;perfilándose aún mejor en su artículo“Some Ethical Implications for Ca-pitalism of the Socialist CalculationDebate” en, Frankel Paul, Ellen; Mi-ller Jr., Fred D; Paul, Jeffrey y Ah-rens, John (eds.) (1989), Capitalism,Basil Blackwell, Oxford, pp. 165-182; culminando en el libro, Disco-very, Capitalism and Distributive Jus-tice, cuya primera edición inglesa apa-reció también en 1989 (edición espa-ñola de 1995 publicada con el título

de Creatividad, capitalismo y justiciadistributiva, Unión Editorial, Ma-drid).

10 Rawls, John (1972), A Theory ofJustice, Harvard University Press,Massachusetts.

11 Este ímpetu y creatividad empre-sarial también se manifiesta en el ám-bito de la ayuda al prójimo necesitadoy de la previa búsqueda y detecciónsistemática de situaciones de necesi-dad ajena. De manera que la coaccióndel Estado, o la intervención de éste através de los mecanismos propios deldenominado Estado del bienestar,neutraliza y en gran medida imposi-bilita el ejercicio de búsqueda empre-sarial de situaciones perentorias denecesidad humana y de ayuda a losprójimos (y “lejanos”) que se encuen-tran en dificultades, ahogando los na-turales anhelos de solidaridad y cola-boración que tanta importancia tie-nen para la mayoría de los seres hu-manos. Esta idea ha sido perfecta-mente entendida por Juan Pablo II,que ha manifestado cómo “al interve-nir directamente y quitar responsabi-lidad a la sociedad, el Estado asisten-cial provoca la pérdida de energíashumanas y el aumento exagerado delos aparatos públicos, dominados porlógicas burocráticas más que por lapreocupación de servir a los usuarios,con enorme crecimiento en los gas-tos. Efectivamente, parece que co-noce mejor las necesidades y logra sa-tisfacerlas de modo más adecuadoquien está próximo a ellas o quienestá cerca del necesitado”. Juan PabloII (1991), Centesimus Annus: en el cen-tenario de la ‘Rerum Novarum’, Pro-moción Popular Cristiana, Madrid,cap. IV, epígrafe 49, p. 92.

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12 “During the last months of hislife, Hayek had the opportunity for along conversation with Pope JohnPaul II. There are signs of Hayek’sinfluence in certain portions of thePope’s encyclical Centesimus Annus.In sections 31 and 32 in particularCentesimus Annus employs unmista-kably Hayekian insights”. Novak,Michael (1993), “Two Moral Ideasfor Business (The Hayek MemorialLecture, 22 June 1992, London, En-gland)”, Economic Affairs, septiembre-octubre, p. 7.

13 Novak, Michael (1993), The Catho-lic Ethic and the Spirit of Capitalism,The Free Press, Macmillan Interna-tional, Nueva York.

14 Wojtyla, Karol (1982), Persona yacción, Biblioteca de Autores Cristia-nos, Madrid, especialmente las pp.31, 151, 173 y 202, así como Novak,Michael (1993), The Catholic Ethicand the Spirit of Capitalism, p. 117.

15 “Israel Kirzner defines enterpriseas an act of discovery, an act of dis-cerning either a new product or ser-vice to be supplied for the utility ofothers, or a new way of providing thesame. The Pope sees creativity atwork in such acts of discovery anddiscernment. Like religious freedom,economic initiative also flows fromthe ‘creative subjectivity’ of the hu-man person. This line of thought ledthe Pope to discern the role of enter-prise in economic activity”. Novak,Michael (1993), The Catholic Ethicand the Spirit of Capitalism, p. 128.

16 Juan Pablo II (1991), CentesimusAnnus, Promoción Popular Cristiana,Madrid, cap. IV, nºs 31, 32 y 33, pp.66-67.

17 Kirzner, Israel M. (1995), Creati-vidad, capitalismo y justicia distribu-tiva, p. 244.

18 Kirzner, Israel M. (1992), “Know-ledge Problems and their Solutions:Some Relevant Distinctions”, en TheMeaning of Market Process: Essays inthe Development of Modern AustrianEconomics, Routledge, Londres yNueva York, pp. 163-179; y tambiénel manuscrito, pendiente de publica-ción, presentado en la Reunión Re-gional de la Sociedad Mont Pèlerin,que tuvo lugar en Río de Janeiro del5-8 de septiembre de 1993, con el tí-tulo de “The Limits of the Market:The Real and the Imagined”.

19 “There appears no obvious way inwhich any private entrepreneur couldbe attracted to notice the superiorityof the metric system – let alone anychance of it being within his powerto effect its adoption. The externalityof the relevant benefit to society ari-sing from a change to the metric sys-tem appears to block the translationof this unexploited opportunity,jointly available to members of so-ciety, into concrete, privately attrac-tive opportunities capable of alertingentrepreneurial discovery”. Kirzner,Israel M. “Knowledge Problems andtheir Solutions: Some Relevant Dis-tinctions”, en (1992), The Meaning ofMarket Process: Essays in the Develop-ment of Modern Austrian Economics, p.174.

20 “The happy idea of proceeding inthis way could strike the shrewdestindividuals, and the less resourcefulcould imitate the former’s method.”von Mises, Ludwig von (1986), Hu-man Action, Henry Regnery, Chicago,p. 406; existe una versión española

EFICIENCIA Y JUSTICIA DEL CAPITALISMO

Revista Empresa y Humanismo, Vol. III, Nº 1/01, pp. 101-124

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traducida por Joaquín Reig Albiol ypublicada por Unión Editorial en1995. Quizá no exista forma másconcisa y precisa de referirse al pre-ponderante papel que tuvo la perspi-cacia y creatividad empresarial en elsurgimiento del dinero que estas pa-labras escritas por Mises en su lau-datorio comentario a la aportaciónde Menger al campo de la teoría so-bre el surgimiento y evolución de lasinstituciones.

21 Esta consideración no legitimaen forma alguna el análisis neoclá-sico del derecho y de las institucio-nes jurídicas que hasta ahora se hapretendido efectuar suponiendo uncontexto de constancia, plena infor-mación y una racionalidad estrechade los agentes económicos basada enel principio de la maximización delbeneficio. La contradicción en la quecae el mencionado análisis del dere-cho es evidente, pues en el marco es-tático descrito no harían falta leyes

ni instituciones: unos simples man-datos que incorporasen la plena in-formación que se supone disponibleen los modelos sería suficiente paracoordinar la sociedad. En contra deeste paradigma, estimamos que lasnormas e instituciones jurídicas nodeben juzgarse con los estrechos tér-minos de la eficiencia estática deorigen paretiano, comparando costescon beneficios supuestamente cono-cidos, sino que habrían de juzgarsesegún el criterio de eficiencia diná-mica. Es decir, según que promue-van y fomenten o no la coordinaciónempresarial del mercado. Por ello,más que normas y fallos jurispru-denciales “óptimos” desde el puntode vista paretiano, han de buscarsenormas y fallos jurisprudenciales jus-tos que, desde el punto de vista de laeficiencia dinámica de los procesosempresariales del mercado, impulsenen el mismo la coordinación.

JESÚS HUERTA DE SOTO

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1. INTRODUCCIÓN:SIETE CATEGORÍASPARA MIRAR ELUNIVERSO

EL HOMBRE RECONOCE

el universo gracias asiete categorías en las

que inserta todos los objetosque sus sentidos le permiten

apreciar. Por un lado están lascategorías relacionadas con elaspecto exterior del objeto: ta-maño, forma y color. Por otro,nos encontramos dos aspectosque nos permiten preguntar-nos por el interior del objeto:estructura y composición. Porúltimo, desde la perspectiva decada ciencia (física, química,

INTERPRETAR EL

NEGOCIO: LA FUNCIÓN

DE LA ARQUITECTURA

EN LA EMPRESA

SANTIAGO LÓPEZ* Y JESÚS Mª VALDALISO**

El artículo examina, desde una perspectiva histórica, cómo la naturalezaeconómica de la empresa determina la morfología de los edificios industriales ycomerciales y la articulación interna de su espacio. La historia de la arquitec-tura industrial y comercial sólo puede comprenderse adecuadamente desde unaóptica plural que integre el cambio tecnológico producido en las técnicas y ma-teriales de construcción con los cambios acaecidos en los sistemas de producciónde las empresas.

Palabras clave: historia empresarial, arquitectura industrial, fábricas, ras-cacielos.

* Santiago López es Profesor Titular de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad deSalamanca

** Jesús Mª Valdaliso es Profesor Titular de Historia e Instituciones Económicas de la Universi-dad del País Vasco.

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biología, economía, etc.) nospreguntaremos ¿a qué leyesdebe responder el objeto? Esdecir, la necesidad que tiene decumplir tal o cual ley. A la vez,cuando introducimos la nece-sidad debemos preguntarnospor la séptima de las catego-rías: la función (cuadro 1).

Podemos imaginar la ri-queza de nuestro análisis si ha-cemos simplemente empareja-mientos del siguiente tipo: sa-biendo la función de tal objeto,¿cuáles son las formas posiblesque puede tener? y ¿por qué haadoptado la actual? o ¿cómo hallegado a ella? El recorrido portodas las posibilidades esenorme, pero abarcable.

¿Es posible someter la em-presa a este análisis? Sí, aun-que la perspectiva tradicionalhaya sido la de analizar laforma de la empresa comoconsecuencia de la necesidadde responder a la prosecuciónde las economías de escala y/o

gama. Así, hablamos de quetal empresa tiene una forma deorganizar sus departamentosde manera funcional, divisio-nal o matricial (adhocracia)(Mintzberg, 1991). Sin em-bargo, son raros los análisisque trasladan el concepto de laforma de organización admi-

nistrativa de la empresa a suforma física, material. ¿Quéaspecto físico tendrá el lugarde trabajo por dentro y porfuera en una empresa cuya or-ganización departamental seafuncional? ¿Será diferente suapariencia de la de una em-presa organizada divisional omatricialmente?

Responder a estas preguntaspuede considerarse secundariopara un economista pero, si escierto que a la Economía le in-cumbe todo aquel asunto quesea consecuencia de una deci-sión racional y en el que se ha-yan ponderado económica-mente los costes de oportuni-

Cuadro 1. Categorías para explorar la naturaleza de los objetos

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Aspectos externos Aspectos internos Aspectos del objeto del objeto del entorno

1. Tamaño 4. Estructura 6. Necesidad2. Forma 5. Composición que debe cumplir3. Color 7. Función que cumple

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dad, entonces es un tema paralos economistas, y más aún sila cuestión incumbe a uno delos agentes económicos esen-ciales: la empresa.

Para estudiar las formas ar-quitectónicas de las empresasprimero debemos transformarlas categorías generales delcuadro 1. Siguiendo la pautadel cuadro 1 podemos aquila-tar las características para es-tudiar cualquier espacio dedi-cado a la actividad de las em-presas (cuadro 2) y, lo que esmás importante, ver cómo sevan relacionando los diferentesaspectos y cómo algunas de lascaracterísticas determinan eldevenir de otras.

Por ejemplo, nadie duda quelas instalaciones empresarialesse diferencian unas de otraspor la función que en ellas se

realiza (producción, distribu-ción, almacenamiento, investi-gación, gestión administrativa,etc.). Relacionamos así fun-ción y forma para obtener des-cripciones de fábricas (produc-ción), almacenes (distribución)y oficinas (gestión) (Valdalisoy López, 2000, pp. 64-77).

Introduzcamos ahora unpoco de tiempo, de historia.La rapidez con que la forma seadecua a la función es notoriacuando el cambio en los pro-cesos productivos es rápido.En estas situaciones la formaarquitectónica que alberga lafunción queda obsoleta enpoco tiempo, y esto puede lle-gar a causar tremendos despil-

farros: fábricas pensadas paraser eternas se cierran a los cua-tro años por inoperantes. Anteesta adversidad, la empresa

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Aspectos externos Aspectos internos Aspectos económicosdel edificio del edificio que determinan

el edificio

1. Tamaño del edificio 4. Estructura 6. Leyes económicas2. Forma del edificio arquitectónica que rigen

(Incluye la organización 5. Materiales de (principio de exclusión del espacio construcción del despilfarro)

dentro del edificio) 7. Función económica3. Estética y ornamentación

Cuadro 2. Categorías para explorar la arquitectura de la empresa

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debe desarrollar su capacidadde adaptabilidad. ¿Cuál es elprincipio rector para desarro-llar la adaptabilidad? En estecaso sería algo así como que loque se edifique necesariamente(característica sexta) se puedaampliar, horadar, abrir y re-construir al menor coste posi-ble. En términos generales, se-ría amoldarse a las leyes eco-nómicas y, en particular, alprincipio de exclusión del des-pilfarro (Baumol, 1993). Nohay mayor despilfarro que so-portar una carga permanente-mente, por el hecho de quecuando se hizo la inversión síera adecuada. De todas for-mas, como se verá más ade-lante, no siempre las relacionesson claramente discernibles,como en el caso de la fábricaLingotto de la FIAT.

*****Imaginemos la inversión

que supone una sede adminis-trativa. Un buen ejemplo es elde la compañía de paqueteríaLarkin. Frank Lloyd Wrightdiseñó e inauguró a principiosde siglo (1902-1906) el edifi-cio administrativo de dichaempresa, radicada en Buffalo.La belleza y funcionalidad delmismo hicieron que prontofuese considerando por las au-

toridades como un monu-mento nacional, como otrasobras del genial arquitecto, yque hoy lo encontremos citadoen las enciclopedias de arqui-tectura como uno de los pri-meros edificios auténtica-mente modernos. Pero, para sudesgracia, aquella joya se en-contraba entre dos edificios enlos que se trajinaba con lasmercancías y los paquetes bajoun sistema de producción ydistribución prácticamente encadena. Al aumentar la escalade operaciones de la Larkin, sufuncional edificio estrella seconvirtió en un gigantesco es-torbo en medio de las líneas deproducción que debían conec-tarse. Se derribó.

El ejemplo de la compañíaLarkin plantea una de lascuestiones claves de este artí-culo: ¿cometen excesos estéti-cos las empresas en sus edifi-cios? La lógica nos dice que noestán libres de hacerlo, peroque desde luego no será un he-cho generalizado, porque sihay algún tipo de construcciónque se rija por la funcionali-dad, desde luego ésas debenser las de las empresas. La ex-cepción sería la mejor compro-bación de que las empresas nose rigen preferentemente porcriterios estéticos a la hora de

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elevar sus edificios. Ahorabien, puede que sin dejar deser anómalos casos como el dela Larkin, se puedan observarregularidades y concentracio-nes en el tiempo de fiascos si-milares.

2. “90 POR 100NEGOCIO”:APRENDIENDO DEALBERT KAHN Y FRANKLLOYD WRIGHT

ALBERT KAHN, el ar-quitecto que diseñólas fábricas de la Ford

para la producción en serie,sostenía que la arquitectura delas fábricas y oficinas debíaresponder en un 90 por 100 alas necesidades empresariales yque sólo un 10 por 100 podíadejarse a la libertad artística.Aparentemente, esta asevera-ción fue la que habría olvidadoFrank Lloyd Wright. Este úl-timo, en su “Declaración deindependencia” dirigida a losarquitectos europeos en 1939,proclamaba que había llegado“la hora para la arquitectura dereconocer su propia natura-leza, de comprender que de-riva de la vida y tiene por ob-jeto la vida según hoy la vivi-mos… ¡Interpretar la vida! :hete aquí la función genuina

de la arquitectura.” En reali-dad no hay contradicción en-tre Kahn y Lloyd Wright. Si elarquitecto realiza un edificiopara una empresa, éste debeinterpretar el negocio queaquélla realiza. ¿En qué me-dida debe hacerlo? Al menoshasta que el coste del edificiosea explicado en un 90 por 100por las necesidades funcionalesde la empresa. Entonces, ¿trai-cionó Lloyd Wright este prin-cipio cuando trabajó para laLarkin? Si lo hizo, no fue enmayor grado que Kahn.

Kahn, en 1908, un año antesde terminarse el edificio deadministración de la Larkin,ya estaba trabajando para elproyecto más ambicioso deHenry Ford: la fábrica OldShop (Highland Park, De-troit). Se trataba de un con-junto de daylights (fábricasdiáfanas caracterizadas por seredificios de cuatro a seis plan-tas cuya estructura es de hor-migón armado, dando al edifi-cio el aspecto de una retículade rectángulos acristalados ex-teriormente). La Old Shop fuemás que una fábrica, era unexperimento, un gigantesco la-boratorio a escala industrialdonde se racionalizaron losmétodos de producción delmomento hasta lograr una in-

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novación trascendental: la pro-ducción continua por mediode cadenas de montajes enla-zadas. Al final, con el nuevométodo se comprobó que todadaylight se mostraba muy ine-ficiente para albergar el nuevomodo de producir. Si exami-namos la inversión en la OldShop a la luz del tiempo enque se utilizó fue un fracaso,como el edificio administra-tivo de la Larkin. Pero OldShop no debe contabilizarsecomo una fábrica, sino comoun experimento. El edificio sehizo para aprender a produciren serie. La factoría de High-land Park fue la primera fá-brica diseñada con el propó-sito de ser una inmensa cadenade producción. Las mejoraspaulatinas encaminadas a con-seguirlo hicieron que la pro-ducción anual del modelo Tpasara de las 13.840 unidadesen 1909 a las 20.727 de 1910 ylas 82.388 de 1912. En abrilde 1913 se inició el proceso fi-nal para producir en un flujoconstante. Hasta noviembre sesucedieron la puesta en mar-cha de sublíneas, consiguién-dose que la parte del motor es-tuviera totalmente organizadaen cadenas de montaje. La ca-dena del chasis se concluyó enel mes de abril de 1914. Pero

Kahn ya era consciente de que,aunque aquella factoría habíasido diseñada con meticulosi-dad, estaba siendo desbordada,así que antes de terminar elaño se añadió una nueva day-light de seis pisos.

El nuevo edificio de seisplantas fue el último intentode Kahn y los ingenieros pordar una oportunidad al mo-delo de fábrica que había per-vivido durante doscientosaños. La daylight fue divididaen dos en el suelo por una lí-nea férrea que entraba en suinterior con los contenedores.En la parte de arriba, una gi-gantesca grúa-puente unía losdos lados del edificio. A unflanco y otro en el patio inte-rior que se formó, multitud debalcones contrapeados servíanpara que la grúa puente depo-sitara los componentes que sa-lían del tren. Desde estos pun-tos de recepción, las piezas ymateriales iniciaban su trans-formación en las diferentes ca-denas de montaje que repta-ban por todo el interior. Kahnhabía conectado los movi-mientos horizontales a pe-queña escala con los de granescala (el tren). Sin embargo,Kahn se estaba preguntandoqué era lo que determinabaque la fábrica tuviera varios pi-

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sos y hubiera que montar unsistema de grúa-puente comoaquel. En 1914 ya nada estabaa favor de lo vertical para laproducción industrial. Así quese buscó una amplia zonaplana, con buenas comunica-ciones fluviales y ferroviarias,para extender una factoría enhorizontal tan grande como sequisiera y que nunca frenara elmovimiento de flujo continuo,que era el sistema completo decadenas de montaje conecta-das unas con otras (Valdaliso yLópez, 2000, pp. 105-108).

Las diferencias entre LloydWright y Kahn, por tanto, noestuvieron tanto en ellos comoen sus contratos. La Compa-ñía Larkin no hizo partícipe aLloyd Wright del conjunto delas instalaciones, sólo le en-cargó el edificio central, demodo que el arquitecto diseñóuna obra muy moderna y fun-cional en sí misma, pero desli-gada del conjunto y, por tanto,inoperante dentro de él. Posi-blemente un arquitecto comoLloyd Wright, capaz de inter-pretar la vida, hubiera resueltoel problema como lo hicieraKahn años más tarde. Laprueba está en que cuando laCompañía Johson & Son lecontrató a mediados de losaños treinta, Lloyd Wright se

encargó de todo el conjunto,incluyendo hasta los escrito-rios. El resultado fue especial-mente llamativo en la parteadministrativa. Lloyd Wrighthabía creado el arquetipo de lagran sala de trabajo de oficina,tan habitual en la actualidad. YKahn, ¿cuál fue el problemaque resolvió y cómo lo hizo?

En 1915 se inició la cons-trucción de una nueva fábricapara Ford, donde se puso enpráctica, ahora ya con objeti-vos exclusivamente de produc-ción industrial, todo lo apren-dido en la Old Shop: RiverRouge, en Dearborn, Michi-gan. En River Rouge predo-minaron las estructuras de na-ves tipo shed (nave industrial),las conexiones fluviales y fe-rroviarias, y los grandes espa-cios abiertos que permitían lafutura ampliación de instala-ciones iniciales. En esta fá-brica, el sistema ya era de flujocontinuo en horizontal graciasa multitud de líneas de raílesque empezaban y terminabanen los puntos de aprovisiona-miento y de aparcamiento. Enella Ford había conseguido suobjetivo, una red de movi-mientos en horizontal, en laque “todo lo que ocurriera enella estuviera subordinado amantener el Flujo. ... Las eco-

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nomías de escala consecuente-mente se aplicaron a toda lared entera” (Smith, 1993, p.35).

Cuando River Rouge entróen pleno funcionamiento aprincipios de los años veinte,significó que todo el capitalfijo que suponían las instala-ciones de tipo mill y las recien-tes daylights estaban desvalori-zándose rápidamente. ¿Cuántotiempo iba a permitir el mer-cado que se mantuvieran lascotizaciones de las empresasque no adoptaran el nuevo sis-tema de producción? Desdeesta perspectiva, la crisis de1929 gana una explicacióndesde el lado de la producción,que normalmente se relega uolvida. Además, la crisis trajoel declive de multitud de espa-cios industriales a lo largo yancho del mundo, a la vez quelas naves industriales y los lla-mados polígonos industrialesllenaban los nuevos lugares ga-nados por la industria o se si-tuaban encima de las, repenti-namente, anticuadas fábricasubicadas en daylight. Esto nosdevuelve a la reflexión de si fueun caso aislado el de la Larkin.La respuesta es que se obser-van regularidades y concentra-ciones en el tiempo de esosfiascos. Pero no son debidos a

excesos en la ornamentación ola creación artística, sino a laobsolescencia provocada por laaparición de una innovaciónradical. Ante esta sacudida, denada vale la previsión contablecontra la depreciación espe-rada.

La ruina de las empresasque, al iniciarse los añostreinta, intentaron seguir pro-duciendo en sus anticuadas fá-bricas de varios pisos, tuvo sucontrapartida en el éxito delnuevo modelo de fábrica reali-zada por Kahn. En el deceniode 1920 su estudio de arqui-tectura ya había edificado cin-cuenta de las plantas de lasmayores empresas norteameri-canas. En 1929, Kahn Asso-ciates contaba con cuatrocien-tos empleados y siguió cre-ciendo sin verse afectada por ladepresión de los años treinta,entre otras cosas porque lossoviéticos consideraron aKhan el mejor arquitecto in-dustrial, encargando a su em-presa 521 plantas industrialesde todo tamaño. En aquellosaños, los banqueros, que eranreacios a financiar cualquiernegocio, sin embargo estabandispuestos a mover sus activosmás seguros para colocarlos enlas mismas empresas que soli-citaban los servicios de Kahn.

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En 1938, la firma ya tenía 600empleados y producía el 18por 100 de la arquitectura in-dustrial de los EE.UU., aun-que ante todo construyó en elmundo del automóvil. Kahnfue el arquitecto oficial de laPackard durante 35 años, de laFord durante 30, de la Chrys-ler durante 12 y construyópara la General Motors 125edificios. Kahn fue el Ford dela arquitectura moderna:aplicó los principios de la or-ganización científica del tra-bajo a la elaboración de pro-yectos de arquitectura y a lapropia configuración espacial yorganización administrativa desu empresa, (Bucci y Tavec-chio, 1986, pp. 456 y 470-72).

Ni Frank Lloyd Wright niAlbert Kahn cometieron exce-sos artísticos cuando constru-yeron edificios empresariales.Pero, ¿qué pasa cuando elcliente, aun siendo una em-presa que se guía por el princi-pio de exclusión del despilfa-rro, pide un edificio faraónico?Es difícil diferenciar los sue-ños de grandeza de algunosempresarios de operacionesmuy hábiles de márketing. Dehecho, los empresarios reser-van el esplendor para aquellosedificios que no albergan laactividad económica, es decir,

para las fundaciones y museos.Es cierto que las sedes centra-les deben ser atractivas, y mássi se trata de grandes institu-ciones bancarias, pero inclusoen este caso hay que ponderarmuy bien el coste de la atrac-ción frente al de la funcionali-dad. En el primer instante, elcliente puede sufrir el impactovisual y quedar atrapado por elesplendor, pero si compruebaque el servicio es deficientepor culpa de la aparatosidad,entonces no confiará su dineroa tamaño engendro. La sedecentral de la Lloyd’s en la citylondinense, proyectada por Ri-chard Rogers Parnesship, esun claro exponente de este di-fícil equilibrio de ambivalen-cia. Se trata de una lujosa “re-finería” que se alza embutidaentre manzanas de edificiosvictorianos. Conserva en unlateral, y a modo de resto ar-queológico, la antigua puertade la anterior sede, y da la sen-sación de que se puede accederal interior por multitud de di-ferentes puertas, ascensores yescaleras. La idea que quisoreflejar la empresa fue su capa-cidad innovadora en el mundofinanciero y de los seguros. Siera capaz de asumir el riesgode colocar aquel edificio en elcentro de un mundo tradicio-

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nal, entonces ¿de qué riesgosfinancieros no sería capaz desacar ventajas?

Sí, realmente es difícil en-contrar un edificio de produc-ción o administración faraó-nico. Al final, las aparienciasengañan o lo que pensamosque puedan ser absurdos sue-len ser operaciones con sen-tido económico. Sin lugar adudas esa combinación la re-presentó la fábrica Lingotto dela FIAT, en Turín. En 1926, laFIAT terminaba su fábricamás emblemática. En el di-seño de la misma parece queintervinieron como asesoresalgunos estudios de arquitec-tura norteamericanos, y muyposiblemente el de Kahn. Setrataba de dos daylight decinco pisos dispuestas en para-lelo y conectadas por cincobloques transversales. Los dosbloques de los extremos alber-gaban cada uno una espiralhelicoidal de hormigón, comolas de los aparcamientos sub-terráneos actuales. Se agrega-ron con posterioridad para po-der conectar las líneas de pro-ducción en serie de unos pisoscon las de los superiores. Unospequeños tractores con vago-netas se encargaban del trans-porte interno de piezas y co-ches a medio hacer, porque los

ascensores no daban a basto.El edificio resultaba inmensopor su longitud y, desde elpunto de vista de la produc-ción, estaba claramente anti-cuado para un ingeniero de laFord. Aunque, paradójica-mente, a la gente de la Ford nole resultaba desconocido aquelengendro. Era en realidad unacopia a lo grande, pero ilógicay excéntrica, de la Old Shopde Highland Park. Al propioGiovanni Agnelli le gustabahacer dicha comparación. Larazón por la que la Lingottotenía esas dimensiones es por-que Agnelli y su ingenierojefe, Giacomo Matté-Trucco,habían diseñado todo paraubicar una pista de pruebas develocidad en el techo. La pistaera peraltada, de tipo elip-soide, como las de los palaciosde deportes que celebran ca-rreras de bicicletas. En la Lin-gotto, los tramos rectos reco-rrían los edificios laterales ylos curvos se situaban sobre losextremos sur y norte. En aque-lla fábrica todo resultaba dra-máticamente inapropiado parala producción de coches, enespecial la peligrosa y tortuosapista superior en la que no sepodía correr. Realmente, laspruebas de velocidad se hacíanen la avenida Nizza, al pie de

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la factoría. Pero lo más abe-rrante era la propia organiza-ción de la producción. Ésta noseguía el más elemental rigorde los procesos de producciónbasados en la ayuda de lafuerza de gravedad, que eran larazón de ser de todas las day-lights. Por el contrario, en laLingotto todo ascendía, y loscoches se terminaban en elquinto piso, para luego serprobados en el tejado y tenerque bajarlos por la concurridaespiral. La fábrica nunca seutilizó según se había planea-do. Al poco tiempo, la produc-ción se trasladó a la sede deMirafiore, pero el objetivo dela Lingotto no era la fabrica-ción. En realidad la Lingottofue una gigantesca operaciónde márketing. Antes de todo,hay que tener presente queEuropa vivía la efervescenciaartística del Futurismo y que sulíder era el italiano Marinetti.En este ambiente, los directi-vos de la FIAT consiguieronque toda Europa pusiera losojos en la nueva fábrica, reco-nociendo en la Lingotto unaItalia nueva capaz de imitar yreiterpretar, a la europea, elsueño americano. Aunqueaquel engendro era absurdo alos ojos de los más aventajadossoñadores del otro lado del

Atlántico, especialmente paraFord y Kahn, todavía en 1926casi todos los europeos inter-pretaban el edificio como unagenialidad propia de una inci-piente potencia industrial queaportaba a sus productos unacalidad de diseño heredada desu abrumador pasado artístico.Para los italianos era la culmi-nación de un proceso iniciadotras su victoria en la I GuerraMundial, que les había permi-tido recobrar la confianza en símismos y encontrar de nuevoun lugar en el capitalismo.Hoy en día sigue siendo unade las joyas de la FIAT y unemblema de la ciudad, aunquenunca se consiguió allí ningúnrécord de productividad, por-que era inadecuada para laproducción en serie.

Si resulta que hasta la Lin-gotto tuvo una justificacióneconómica, entonces ¿dóndeestá ese 10 por 100 de arte quedecía Kahn?

3. “10 POR 100 ARTE”:APRENDIENDO DELOUIS SULLIVAN

EL INCENDIO de Chi-cago arrasó la ciudadde madera y creó una

situación insólita a finales delos años sesenta del siglo XIX:

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había dejado el terreno librepara crear, si es que había algonuevo. En este caso un choqueexterno, el fuego, había puestoa los agentes económicos enuna hipotética línea de salida.La situación no deja de ser si-milar al choque que tambiéncausó la Ford en relación conla crisis del 29, tal y como yahemos explicado. Pero, si Fordtenía un nuevo método deproducción y una instalaciónpara llevarlo a cabo, ¿qué habíade nuevo en Chicago al finalde los sesenta? La respuesta esel rascacielos.

Chicago se llenó de cons-tructores y arquitectos especu-ladores. Las condiciones fue-ron las idóneas para que las in-novaciones de los arquitectos,con la cabeza llena de rascacie-los, se desarrollaran. Se podíatrabajar sin las tradiciones delas casas constructoras que pu-dieran coartar las ideas másgeniales de los arquitectos. Porprimera vez, arquitectos yconstructores estaban enigualdad de condiciones. Fueen este ambiente donde seaplicaron los nuevos sistemasde cimentación para poderelevar más de diez pisos, ydonde se ensayó la llamada“construcción en altura”, queconsistía en soportar el revesti-

miento de fábrica del muro ex-terior sobre vigas metálicas en-garzadas a la estructura inte-rior portante.

El arquitecto que terminópor desarrollar de manera máscoherente todos aquellos avan-ces fue Louis Sullivan. Sulli-van acentuó la verticalidad delos edificios, prolongando del-gados montantes en vez de pe-sados pilares de fábrica; basó laestructura en el acero, retran-queó los elementos horizonta-les para acentuar los verticales,introdujo una rica y sugerentedecoración en los revestimien-tos de terracota que cubrían lasvigas y columnas estructuralesy, finalmente, encontró la rela-ción entre la escala, el orden yla decoración que debían teneraquellos nuevos edificios deestructura metálica interna,que empezaban a superar lasdiez plantas. Sullivan puso alservicio de la estructura y delacero su concepción estética.El resultado fue que la orna-mentación y la concepción ar-tística del edificio fueron unaconsecuencia de su estructurainterna, y que esta respondía ala ley de la exclusión del des-pilfarro. En sus edificios nadaera superfluo, tan sólo estabalo esencial, aunque a la vezeran pura esencia estética. Con

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menos del 10 por 100 delcoste de la obra, Sullivan con-siguió realzar estéticamente laestructura y los materiales. To-das estas características de Su-llivan se sintetizan en el Ga-ranty Building de Buffalo, edi-ficado entre 1894 y 1895. ElGaranty era un pequeño rasca-cielos de trece plantas de tipobloque, asentado en una seriede pilares casi exentos que da-ban al edificio la sensación desostenerse en el aire, una per-cepción que luego se prodiga-ría en el siglo XX. Sullivan uti-lizó el sistema estructural deconstrucción Gray. Este sis-tema se basaba en columnas de35 cm. de ancho que formabanuna estructura que no necesi-taba muros de sostén y creabamuros-cortina livianos de lamisma anchura. Sin embargo,el éxito de Sullivan entre losempresarios de Chicago no setradujo en una generalizaciónde su modelo de rascacielostipo bloque en el resto deEE.UU., en especial en NuevaYork.

La fama de Sullivan le llevóa Nueva York. Los arquitectosneoyorquinos sintieron su lle-gada como una afrenta y losconstructores como un peligro.En 1899, tras una intermina-ble sucesión de problemas, Su-

llivan terminó el Bayard Buil-ding en la Gran Manzana, unedificio de sólo trece plantas(50 metros de alto), realmentebajo para Nueva York ya enaquel entonces, pero que re-sultó ser una obra maestra deestructura y estética. Sullivandeseaba aplicar el sistema dearmazón Gray para lograr másmetros cuadrados por entra-mado de acero construido(principio de exclusión deldespilfarro). El departamentode edificaciones del Ayunta-miento de Nueva York noaceptó que el ancho de losmuros fuera de tan sólo 30cm., pues incumplía el códigode seguridad de 1892, que fa-vorecía los muros anchos parasostener el edificio y, de paso,ésta era una de las razones porlas que las constructoras esta-ban contentas. Los rascacielosen Nueva York eran en reali-dad “pirámides” alargadas deladrillos, frente a las que Sulli-van oponía livianos bloquesrectangulares de acero, recu-biertos por una fina piel de la-drillos. La paralización de laobra causó un incremento delcoste y una cierta pérdida desuperficie, al tener que adap-tarse a la norma de 1892 (pro-bablemente, la baja altura deledificio fue consecuencia de

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encontrar el óptimo entre ladelgadez del muro y la normade seguridad de su anchuraimpuesta por el Ayunta-miento). Los aplazamientoscondujeron a que la compañíaconstructora, la United Loan& Investment Company, pa-sara los derechos de propiedada la Silas and Emmeline Con-dict. El Bayard no consiguiócalar estéticamente entre losconstructores de Nueva York,¿por qué?, ¿acaso la estéticageneral del edificio y la pro-fusa ornamentación de terra-cota suponían más de un 10por 100 del coste de la obra?No, Sullivan era muy respe-tuoso con el principio de ex-clusión del despilfarro (Lan-dau y Condit, 1996).

La respuesta estaba en lacantidad de ladrillos a utilizary, sobre todo, en la velocidadde construcción, que obsesio-naba a los constructores. Lossistemas que los neoyorquinoshabían desarrollado para cons-truir los rascacielos eran tec-nológicamente anticuados,aunque tenían su razón econó-mica para no cambiarlos. Elrascacielos neoyorquino de fi-nales de siglo se sustentabatanto en su estructura internacomo en los muros exteriores.Esto abarataba los materiales

de la armazón, pudiéndoseusar hierro en vez de acero. Encontrapartida, los muros infe-riores debían ser muy anchos.Por el contrario, en Chicagotodo el edificio se sustentabaen una estructura de acero, loque permitía hacer unos muroslivianos que no tenían ningunafunción sustentadora. El sis-tema neoyorquino permitíatrabajar muy rápido, de modoque los constructores no esta-ban dispuestos a aprender delas maneras de los de Chicago,a no ser que implicaran reduc-ciones de costes y de tiempos.

El Chambers Building, de18 plantas (72 metros), de C.Gilbert, es el mejor ejemplo dela rapidez lograda por los con-tratistas de Nueva York. Fueconstruido en un año (demayo de 1899 a mayo de1900). El propio Gilbert se-ñaló que “detrás de la rapidezen la construcción no está tansólo el hecho de marcar un ré-cord. La velocidad es una ne-cesidad derivada de las condi-ciones económicas”. El menortiempo de construcción repre-sentaba una mayor prontitud ala hora de recuperar la inver-sión. Gilbert estimaba que lasconstructoras solían pagar unarenta del 4 por 100 del valordel solar a sus dueños, siendo

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el valor de una parcela típicapara la construcción de rasca-cielos en Nueva York de alre-dedor de 1,5 millones de dóla-res. Como la duración habitualsolía alcanzar los dos años,esto suponía pagar unos120.000 dólares en renta, quese añadían a los costes de edi-ficación, que no llegaban almillón, de modo que reducir ala mitad el tiempo de cons-trucción podía suponer unahorro del 6 por 100, una “ren-tabilidad” superior al propiointerés que se pedía por elsuelo. Ésta era la razón quellevó a Gilbert a hablar delrascacielos como de “la má-quina que hace que el suelopague”. Como siempre, noeran los objetivos de bellezaarquitectónica los que estabandictando la evolución de losrascacielos, sino la velocidadde construcción asociada almodelo de financiación.

Sin embargo, la prisa estabagenerando problemas paraotros, especialmente la genera-lización de la subcontrata y eltrabajo a comisión, que termi-naban repercutiendo en unaescalada del precio cobrado alcliente. Éstos añoraban el sis-tema de coordinación de Chi-cago, donde arquitectos, inge-nieros, agentes inmobiliarios,

contratistas y suministradorescontaban con una estructurafinanciera, apoyada por las au-toridades locales, que permitiócrear equipos de trabajo y re-ducir los costes del metro cú-bico de construcción de 16,4dólares a 1,2, desde que se ini-ció la construcción de los ras-cacielos hasta principios del si-glo XX. Ahora bien, si Chi-cago tenía un sistema organi-zado se debía al hecho de ha-ber partido de cero tras el in-cendio de finales de los se-senta, justo en el momento enel que nacían los rascacielos.Por su parte, Nueva York ya nopodía dar marcha atrás, porquereestructurar el sistema de lascasas constructoras y crear unaorganización común era, aprincipios del siglo XX, ir con-tra la corriente.

Fue en medio de esta situa-ción cuando surgió la polémicasobre si los rascacielos debíanseguir creciendo en altura. Losarquitectos e ingenieros noquerían restricciones. De he-cho, en 1900 había varios pro-yectos que llegaban hasta casilos 140 metros. Los empresa-rios constructores estaban dis-puestos a llegar a un acuerdocomún entre ellos para limitarla altura en torno a las dieci-séis o las veinte plantas (60 a

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90 metros), la altitud que ofre-cía una mejor relación coste-beneficio, a no ser que se dierael salto a más de 100 metros,donde se volvía a dar una rela-ción coste-beneficio favorable.Algunos sectores de la Admi-nistración pedían límites másfuertes, como los bomberos(doce plantas), y las autorida-des locales empezaron a poneralgunos topes máximos. EnNueva York, el Ayuntamientodecidió no poner mayores lí-mites que los propios de la se-guridad de la estructura y de lasalud pública. Se siguió utili-zando la norma del espesor delos muros como la mejor fór-mula para asegurarse estos cri-terios aunque, de todas for-mas, el grosor se aminoró en elnuevo código de 1903 paraevitar problemas innecesarios,como el ocasionado a Sullivanpor culpa del código de 1892(Landau y Condit, 1996).

Cuando, a finales del sigloXIX, se inició la carrera por laaltura en Nueva York había unempate en costes económicosentre los dos sistemas de cons-trucción. Cada uno era efi-ciente en su ciudad. Sin em-bargo, la creciente altitud,siempre y cuando no existiesenpactos entre constructores onormas municipales, era impa-

rable debido a su rentabilidadeconómica, y esto tenía quedar la razón finalmente al sis-tema de bloque, como el utili-zado por Sullivan. El empujede los rascacielos de oficinas,como “maquinas de rentabili-dad económica”, se notó a loancho y a lo alto. A lo ancho,porque a principios del siglolas oficinas desplazaron el usoresidencial del área cercana aWall Street. Es cierto que estono se habría logrado sin el me-tro, que dejaba las zonas resi-denciales a un cuarto de horade trayecto. El ir andando deunas oficinas de la zona a otrasdeterminó el tamaño de esteprimer espacio, más o menos500 metros alrededor de laBolsa. A la vez, el uso comer-cial empezó a retirarse de estesector. A lo alto, porque la ren-tabilidad de crecer hasta lastreinta o más plantas era supe-rior a la de quedarse por de-bajo. Los análisis de costes de-mostraban que hasta las dieci-séis plantas la rentabilidad cre-cía, pero que debido a los cos-tes de calefacción y refrigera-ción, al tamaño y número delos ascensores y a los sistemasde construcción, el coste se in-crementaba a un ritmo de un 5ó 6 por 100 por cada planta,siendo el tramo entre los 20 y

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los 30 pisos poco aconsejablesi el precio del solar era de tipomedio. A partir de las treintaplantas se volvía a recuperar larentabilidad y los costes semantenían. A principios delsiglo XX, de los 14 edificiosmás altos 11 estaban entre las16 y 21 plantas, dos entre las22 y las 26 y sólo uno habíallegado a las 30, pero los me-dios tecnológicos (controleléctrico de rápidos ascensoreshidráulicos, maquinaria neu-mática y grandes grúas deconstrucción) ya estaban a dis-posición de los constructorespara elevarse por encima deesa cota, rompiendo el pro-blema del largo periodo deamortización (15 años de me-dia) que tenían los rascacielosque se alquilaban.

A principios de siglo, variosedificios sirvieron para perfec-cionar los sistemas de cimen-tación y construcción y asegu-rar con ello el salto por encimade los 180 metros. Pero estesalto obligaba a plantearse laconstrucción en acero. No fuehasta 1908, con la inaugura-ción de la Singer Tower (de-molida) del arquitecto E.Flagg, cuando se llegó a los186 metros, dejando muy lejosel anterior récord de 120 delPark Row. La compañía Sin-

ger había tenido un creci-miento espectacular basado enla fabricación en masa de má-quinas de coser y su venta através de una red de agentescomerciales, y quiso plasmarsu potencial económico en eledificio más alto del mundo.Al año siguiente, fue superadaen altura por la MetropolitanLife Tower (214 metros, 50plantas) del estudio de arqui-tectura de N. LeBrun & Sons.En 1913 la cadena de almace-nes Woolworth y el banco aso-ciado Irving National Bank le-vantaron sus cuarteles genera-les: el Woolworth Building, de241,5 metros (55 plantas, unrécord no superado hasta1930). El edificio representó la“Catedral de Comercio”, enparte por su estilo neogótico ylujoso, pero también porqueera el comienzo de los grandesrascacielos que hoy construi-mos. Desde el punto de vistaestético y arquitectónico su-puso notables avances. Pero,aún más interesante, su arqui-tecto, C. Gilbert, buscó la ma-yor rentabilidad del espacio,que a aquellas alturas pasabapor reducir la relación entreespacio para ascensores y espa-cio para trabajo, y logró el ma-yor número de oficinas de ta-maños mínimo y máximo efi-

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cientes. En ambos aspectos,Gilbert consiguió la mejor re-lación posible, estableciendolos cánones para los siguientesrascacielos.

La ciudad de Nueva York sepreparaba en 1912 para dar elsalto de los 50 a los cien pisos,lo que fue motivo de preocu-pación para las autoridades lo-cales, porque los nuevos rasca-cielos iban a concentrarse enuna pequeña área impidiendola llegada de luz y ventilación alos edificios existentes. El pri-mer edificio en sufrir las res-tricciones fue el New Equita-ble Building, cuyo proyectoera de 274,5 metros. No seconstruyó, al igual que el de laPan American States Associa-tion. La I Guerra mundial y lanormativa municipal retrasa-ron el salto a los 100 pisoshasta 1930 con el EmpireState Building (102 plantas y381 metros de altura), en elque todavía se utilizaron rema-ches al rojo vivo para unir lasvigas de acero a través de lostaladros. Dos años después, latipología del rascacielos de Su-llivan, de tipo bloque, dondequedaba clara la estructuraportante interna, ganaba lapartida con la construcción delPhiladelphia Savings FundSociety Building (Filadelfia),

de los arquitectos Howe yLescaze. Realmente, en losaños cuarenta y cincuenta elrascacielos tipo bloque predo-minó frente a las torres a lasque daba lugar el estilo deconstrucción neoyorquino, yello se debió a tres razones.Primera, las autoridades ya nodictaban ninguna norma sobreel grosor decreciente en alturade los muros para actuar comosegundo sistema de apoyo deledificio, de modo que los mu-ros muy delgados a lo Sullivanterminaron triunfando (resul-taban más baratos que los decarga). Segunda, la construc-ción reforzada de acero quenecesitaban los rascacielos tipobloque se fue abaratando, es-pecialmente cuando se genera-lizaron los sistemas de solda-dura y se pudieron abandonarlos tediosos remaches. Tercera,el gusto cambió. Ciertamentelos rascacielos torres no deja-ban de ser un localismo deNueva York, que estéticamenteno podía competir ni con laarmonía de Sullivan ni, sobretodo, con la sobriedad que traí-an los adalides europeos delMovimiento Moderno comoMies Van der Rohe, quien, en1956, construyó junto conJohnoson el Seagram Buildingen Nueva York, uno de los

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prototipos de los rascacielosque se han estado realizandohasta los años ochenta en todoel mundo. Casi sesenta añosdespués el modelo de rascacie-los de Sullivan había ganadode forma contundente. Pero suvictoria no implicó la hegemo-nía completa. Una nueva ma-nera de plantearse la construc-ción de los rascacielos acababade aparecer. En ese mismo añode 1956 fue proyectada porFrank Lloyd Wright la TorrePrice en Bartlesville, Okla-homa, de 19 pisos con 56 me-tros de altura, cuya importan-cia reside en que en su centrose sitúan cuatro “espinas” dehormigón armado juntas quealbergan los ascensores y lasinstalaciones, y que son la es-tructura portante donde apoyael forjado del voladizo, sobre elque se asienta cada planta(como si se tratara de una to-rre de setas). Dominar estanueva técnica supuso, por unaparte, pasar de estructuras a loSullivan a estructuras de co-lumna de hormigón, que ofre-cían la posibilidad de crearverdaderas plantas totalmentediáfanas, ganando espacio yaminorando el tiempo de cons-trucción. Por otro lado, poníalas bases técnicas y de diseñopara un nuevo tipo de edificio:

la torre de comunicacionescompuesta de una espiga dehormigón y varios “platillos”circundantes.

4. CONCLUSIONES

¿DE DÓNDE vinieron lasdaylights y los rascacie-los? Desde mediados del

siglo XVII encontramos siste-mas de producción organizadoen vertical, en edificios de en-tre cuatro y ocho pisos (las de-nominadas en inglés mills, elprototipo arquitectónico de lasprimeras fábricas de la revolu-ción industrial). Las mills per-duraron hasta finales del sigloXIX, dando lugar a tres formasarquitectónicas: dos comercia-les, los grandes almacenes, alos cuales no hemos prestadoatención en el presente artí-culo, y los rascacielos, y otraindustrial, la daylight (Valda-liso y López, 2000, 85-102).En todas estas evoluciones, laposibilidad de emplear nuevosmateriales, en especial el aceroy el hormigón armado, fue laclave del cambio. Durante lacorta vida y evolución de lasdaylights (1880-1915) fue pal-pable la fricción entre los mo-dos de hacer arquitectura in-dustrial en el siglo XIX y losdel XX. Esta fricción entre lo

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que se terminaba (los mills) ylo que se iría a imponer (lasnaves industriales y los rasca-cielos) produjo despilfarroseconómicos y mermas de fun-cionalidad, tanto en el mo-mento de la construcción(como se ha mostrado con laLarkin), como una vez que yase había puesto en marcha lafabricación (la repercusión delas construcciones de la Forden la valoración del stock decapital inmueble del resto delas empresas, en 1927).

Con este artículo hemosquerido remarcar el caráctercontingente, repleto de incer-tidumbres, de los procesos dedesarrollo arquitectónico y delos sistemas de producción in-dustrial a los que están unidos.En este sentido, el cuadro 2 hasido el vertebrador de nuestrainterpretación. En la arquitec-tura empresarial el principiode exclusión del despilfarro noanticipa las necesidades futu-ras de la empresa en lo refe-rente al tamaño, forma, estruc-tura, materiales y estética deledificio. Esto sólo se deter-mina cuando el principio sepone en relación con la fun-ción (productiva, comercial oadministrativa) que se va a de-sarrollar en el edificio. Peroeste principio, aunque explica

muy bien muchas cosas, pre-senta una dificultad. Si elprincipio es universalmentecierto para toda empresa ysirve para acomodar función yforma, ¿cómo ha conseguidoesta regla hacer de nuestrasfunciones de producción, co-mercialización y administra-ción y de las formas arquitec-tónicas que las albergan, uni-dades cada vez más producti-vas y eficientes? Gracias a unlento proceso de prueba yerror, que algunas veces pareceestancarse (doscientos añoscon las mismas mills), pero queotras se rompe, gracias a que,como todo cambio cultural, senutre del fructífero y en oca-siones destructivo impacto ex-plosivo de la ósmosis entretradiciones diversas (Gould,1997, p. 235). Dichas tradicio-nes se conjugan en los lugaresdonde se encuentra la sufi-ciente libertad para hacerlo ylos medios económicos paramantenerlo (Buffalo, Detroit,Turín, Chicago, Nueva York).Es allí a donde van a parar, oaparecen, los sintetizadores deesas tradiciones y las hacenavanzar en formas nuevas. Sonlos territorios de los Sullivan,Kahn, Lloyd Wright, etc. ytambién de los Ford o los Ag-nelli.

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INTRODUCCIÓN

ACOMIENZOS de 1936se publicó por pri-mera vez (en una

obra compilatoria, CollectedPoems 1909-1935) “BurntNorton”, poema de T. S. Eliotque ha llegado a ser uno de losmás famosos del siglo XX enlengua inglesa. Sus célebresversos introductorios dicen así:

El tiempo presente y el tiempo pasado

están quizá presentes los dos en el tiempo futuro

y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado.

Si todo tiempo es eternamente presente

todo tiempo es irredimible.

Lo que podía haber sido es una abstracción

que queda como perpetua posibilidad

sólo en un mundo de especulación.

Lo que podía haber sido y lo que ha sido

apuntan a un solo fin,que está siempre presente3.

LA TEORÍA EN LA

HISTORIA EMPRESARIAL1

‘dÿs anw katw màa kaã wnth2

ALAN ROBERTS*

La línea argumental del artículo refleja que, aunque la historia empresa-rial comparte un enfoque común con otras ciencias sociales, su epistemología ysu metodología concuerdan con la corriente central de la historia. Sin em-bargo, resulta llamativo que mientras la disciplina se nutre de construccionesteóricas procedentes de las ciencias sociales, haya escasas referencias a los aspec-tos teóricos vigentes en la investigación histórica.

Palabras clave: historia empresarial, teoría, ciencias sociales, economía,historia.

* Alan Roberts es profesor de Contabilidad Internacional en la Universidad de Reading (GranBretaña). Texto traducido del inglés por Carmen Erro y Marina Martínez.

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Aunque la fusión de tiem-pos que Eliot hace en estas lí-neas y en las posteriores seasólo una muestra de la creati-vidad del tiempo, nuestra in-terpretación del texto debematizarse con una ironía tem-poral. Al parecer, “Burnt Nor-ton” fue concebido original-mente como un único poema.Sin embargo, Eliot escribió en1940 “East Coker”, calificadopor el autor como sucesor de“Burnt Norton”. Estos nuevosversos proseguían, entre otrascosas, con el tema del tiempo,“al enfatizar la continuidadhistórica en una época (1940)en la que parecía estar muyamenazada”4. A “East Coker”le siguieron, a su vez, otros dosextensos poemas, “The DrySalvages” y “Little Gidding”.Los cuatro juntos forman uncuarteto –Cuatro Cuartetos–cuyo contenido y secuencia su-ponen una sutil aplicación deimaginación poética a los con-ceptos de las cuatro estacionesy de los cuatro elementos.

La ironía temporal a la quese ha hecho referencia consisteen que el juego que Eliot hacecon el tiempo en “Burnt Nor-ton” aparece también en nues-tra apreciación del significadodel poema como obra única ycomo parte de un trabajo pos-

terior más amplio. El año1936, tiempo presente de lapublicación de “Burnt Nor-ton”, se convirtió en pasadopara “Cuatro Cuartetos”. Eltiempo presente y el tiempopasado están quizá presenteslos dos en el tiempo futuro. Elfuturo, siguiendo la línea de“Cuatro Cuartetos”, no sóloestá contenido en lo que hasido, “Burnt Norton”, sino quees tan sólo un ejemplo de loque podría haber sido.

El tiempo es tan esencialpara los historiadores de laempresa como para el resto delos historiadores. Aparente-mente, los historiadores escri-ben sobre el pasado, aunque surelación con el presente y conel futuro no está exenta deproblemas. En sus escritos, loshistoriadores deben enfren-tarse a una doble contingencia.Por una parte, escriben sobreacontecimientos, personas einstituciones que son históri-camente contingentes y, porotra, también sus escritos soncontingentes respecto a laépoca en la que se redactan.No sólo no hay escritos defini-tivos sobre el pasado porquesiempre existe la posibilidadde que aparezcan nuevos do-cumentos, nuevas evidencias,sino (y esto es lo más impor-

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tante) porque el pasado reci-birá nuevas interpretaciones enel futuro a través de las rela-ciones que los acontecimientospasados tienen con los futuros:“En efecto, en tanto que el fu-turo está abierto, el pasadotambién lo estará”5.

Este simple hecho -que lahistoria escrita se puede revi-sar, tanto en teoría como en lapráctica- es quizás una razón,entre otras, por la que algunoshistoriadores en general, y al-gunos historiadores de la em-presa en particular, muestranuna cautela instintiva a la horade incluir teoría en su disci-plina. Si el pasado está im-buido de significado sólo através de su relación con el fu-turo, resulta que el papel de lasteorías que trascienden altiempo es, cuando menos, unenigma.

Recientemente, en 1995, Jo-nes6 defendía la incorporaciónde más teoría en el trabajo delos historiadores de la em-presa, un punto de vista querecogía apreciaciones anterio-res sobre el déficit de perspec-tiva y orientación teórica de lainvestigación en historia em-presarial7. Sin embargo, hayobservadores más recientesque pueden dar testimonio del

impacto que los intereses teó-ricos tienen en la historia em-presarial, una clara muestra dela rapidez con la que está cam-biando la disciplina. Así, porejemplo, Godley y Westall8 su-gieren que: “Los días en que lahistoria empresarial no podíaconsiderarse más que una seriede estudios de caso pragmáti-cos, sin conexión con algúnsistema teórico, han termi-nado”. Asimismo, Scranton9

ha enfatizado la presencia decrecientes referencias a la “teo-ría” en la literatura sobre histo-ria empresarial.

Esta penetración de la teoríaen la historia empresarial no seha llevado a cabo sin unacierta resistencia. Por ello, elobjetivo de este artículo es ex-plorar la relación que existeentre la teoría y esta disciplina,objetivo que empieza con unaconsideración sobre la natura-leza de la disciplina misma. Acontinuación, se examina uncuarteto con perspectiva teó-rica: el retorno posmoderno ala historiografía y sus implica-ciones en la investigación enhistoria empresarial; la rela-ción entre la historia empresa-rial y los postulados teóricosde las ciencias sociales; las de-mandas teóricas de la historiaempresarial; y, finalmente, las

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reivindicaciones teóricas de latradición narrativa en la disci-plina. El argumento central deeste artículo es que, aunque lahistoria empresarial pueda ha-cer uso de construcciones teó-ricas en tiempo presente quesirvan para aclarar y enfocarcuestiones, se trata, sencilla-mente, de una rama de la his-toria muy sensible a las com-plejidades de la propuesta deRanke: “wie es eigentlich gewe-sen”10.

EL OBJETIVO DE LAHISTORIAEMPRESARIAL

“¿QUÉ ES la historia em-presarial?”. Este es eltítulo de un artículo

publicado hace aproximada-mente treinta y cinco años11.En él, su autor expresabacierta irritación por “la confu-sión... que continúa envol-viendo al concepto de historiaempresarial”, una irritacióncentrada sobre todo en el con-cepto de empresa en sí mismo.Si bien en la actualidad ya noexiste confusión sobre la natu-raleza de la historia empresa-rial, sí continúa habiendo, porlo menos, cierto debate. Wil-kins12, por ejemplo, al describirsu carrera como historiadora

empresarial creyó necesariohacer un elocuente alegato afavor de la integridad especí-fica de esta disciplina. Unapostura semejante fue irónica-mente expresada por Galam-bos13, en su toque de atencióna los historiadores empresaria-les para que fuesen “monopo-listas astutos e inteligentes”.

Sin embarcarse en una bús-queda metafísica de la esenciade la historia empresarial(como dice Mathias14: “Laidentidad conceptual de la his-toria empresarial es escurri-diza”), parece posible identifi-car dos posiciones centrales ydefinitorias en relación conesta disciplina, que podríanademás resultar provechosaspara explorar la relación entrela teoría y la historia empresa-rial.1. Criterios a favor de la separa-ción

Una manera de orientarseen la historia empresarial con-siste en sugerir que, en princi-pio, ésta puede separarse deotras disciplinas, expresandosu distinción a través de aque-llo que no es. En este sentido,Wilkins afirma:

“Nuestro campo no es lahistoria económica, no es lahistoria de una industria, ni la

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biografía empresarial, tampocola historia social; es la historiaempresarial y, como tal, re-quiere una atención especiali-zada, pero nunca restringida”15.

Por supuesto, esta posturade definir a través de la nega-ción puede contrarrestarse conuna definición positiva. Dehecho, Wilkins afirma en di-cho artículo que “los orígenes,el crecimiento y el rendi-miento de la empresa comoinstitución”16 son constitutivosde la disciplina.

Otros podrían discutir aWilkins si es posible separar lahistoria empresarial de la his-toria económica. Cipolla17, porejemplo, a la vez que niega laexistencia de una “fusión siste-mática” entre la historia em-presarial y la historia econó-mica, afirma que la primera esuna rama de la segunda. Dehecho, va más allá, al proponerun “paralelismo” entre las dis-tintas ramas de la economía yla historia económica: la histo-ria económica general sería elequivalente de la macroecono-mía; la cliometría el de la eco-nometría, mientras que la mi-croeconomía se equipararía ala historia empresarial. Desdeotro punto de vista, Parker18

sostiene que existe “una cone-

xión similar a la de los geme-los siameses” entre la historiaeconómica y la historia empre-sarial, y que los historiadoresempresariales están lo sufi-cientemente capacitados parallevar a cabo la síntesis de unanueva historia socioeconó-mica. Desde otra perspectiva,Galambos19 hace un alegatocontra la especialización de loshistoriadores y la creación desub-disciplinas en la historiaeconómica, y recomienda unapluralidad de miras en la me-todología histórica, así comola integración de la historiaempresarial en el proceso de(re)construcción de la historiaamericana.

Por supuesto, estos puntosde vista no son irreconcilia-bles, aunque llama la atenciónel deseo de caracterizar la his-toria empresarial en términosde separación. Tal perspectivase interpreta casi como unademanda de territorialidad,como una lucha por obtenerpoder académico; quizás traseste punto de vista esté ocultauna demanda no articulada afavor de un sistema metodoló-gico específico para la historiaempresarial. Al afirmar que ladisciplina tiene entidad pro-pia, se deduce la necesidad decontar con un sistema teórico

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particular, sobre todo si se pre-tende estar al mismo nivel quelas elevadas propuestas teóri-cas que predominan en la eco-nomía. Los historiadores de laempresa se han acomodado enlos logros intelectuales delaparato conceptual chandle-riano. En estas circunstancias,¿serán capaces de desarrollaruna teoría general del desarro-llo y del cambio empresarialutilizando instrumentos pro-pios de otras disciplinas20, aun-que confiando esencialmenteen sí mismos para “ llevar acabo la mayor parte del trabajoinicial, sin depender de otrosen la construcción de la sínte-sis”?21.

Este argumento a favor dela separación, y su alegato im-plícito de individualismo me-todológico, parece delatar unaconcepción de la historia em-presarial como disciplina ca-rente de fin. El desarrollo de lahistoria empresarial aparecemarcado por la necesidad dejustificar, y de ser justificado,por otras disciplinas. En estesentido, es posible encontrarjustificaciones implícitas de lahistoria empresarial tantocuando se habla sobre su utili-dad práctica para la formaciónde directivos22, como cuandose critica la redacción de histo-

rias de empresa hechas por en-cargo2.2. Criterios a favor de la inclu-sión

Otra concepción de la his-toria empresarial responde a laidea, cargada de tautología, deque ésta es lo que los historia-dores de la empresa hacen yescriben. Esa postura, que aprimera vista puede parecertrivial, aporta sus propias con-tribuciones a la materia. A unnivel básico, enfatiza un as-pecto dual de la cuestión: lahistoria empresarial es a la vezun proceso de investigación yuna disciplina cuyo objetivo esla reconstrucción de la realidadhistórica. Desde esta perspec-tiva, la historia empresarial nonecesita una definición ex-tensa; su significado se puedecomprender a través de sus ri-cas y variadas contribuciones ala literatura.

Ahora bien, si la historiaempresarial es tan sólo lo quelos historiadores escriben,nuestro enfoque puede ir cam-biando según la naturaleza desus escritos. En cierto sentido,el objeto de la historia empre-sarial es hacer “un discurso so-bre el pasado, aunque categó-ricamente distinto de él”24. Encuanto discurso materializado

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en un texto escrito, podemosplantearle una serie de pre-guntas teóricas. El interés porreflexionar sobre la literaturaque se escribe en historia em-presarial no es más que el re-flejo de la tradicional preocu-pación por los documentoshistóricos escritos, que consti-tuyen la base de la disciplina.Esta interacción entre el actopresente de escribir y el pasadoya escrito tiene, o debería te-ner, cierto interés para los his-toriadores de la empresa. Noes necesario adoptar una pos-tura posmoderna para recono-cer su significado aunque,como se verá más adelante, losaspectos teóricos sobre la tex-tualidad de la historia empre-sarial han sido, curiosamente,marginados en la investiga-ción.

Las dos posiciones descritasilustran la importancia que lateoría tiene para la historiaempresarial, ilustración quepuede reforzarse al consideraren cuál de las dos palabras queconstituyen el nombre de ladisciplina se deberá poner elénfasis. ¿Es la historia empre-sarial una materia que trata so-bre la historia de los negocios,o más bien sobre el estudio delos negocios a través deltiempo? Aún a riesgo de hacer

una matización sin ningunadiferencia, es posible sugerirque esta distinción de énfasisafecta al papel que la teoríadesempeña en la materia.

En cierto sentido, la historiaempresarial puede entendersecomo el estudio de la empresadesde una perspectiva histó-rica. De nuevo Wilkinsafirma: “siempre debemos em-pezar por la empresa y buscarpatrones (para las continuida-des y discontinuidades) en sudesarrollo”25. La concepción dela empresa como una institu-ción es evidente y, además,nada excepcional. Sin em-bargo, las empresas y las com-pañías son el centro de estudiode varias ciencias sociales, so-bre todo de la economía, y deahí surge el incómodo aspectode la relación entre la historiaempresarial y la base teórica dedichas ciencias sociales.

Por otro lado, el énfasis so-bre la palabra historia nos re-cuerda que la disciplina es unarama de esa gran empresa in-telectual de reconstruir el pa-sado en el presente. Para acla-rar este punto es necesario in-dicar que, aunque la historiaempresarial comparte un enfo-que común con otras cienciassociales, su epistemología y su

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metodología concuerdan conla corriente central de la histo-ria. Sin embargo, resulta lla-mativo que mientras la histo-ria empresarial se nutre deconstrucciones teóricas proce-dentes de las ciencias sociales,haya escasas referencias a losaspectos teóricos vigentes en lainvestigación histórica.

¿UNA HISTORIAEMPRESARIALPOSMODERNA?

LA MERA MENCIÓN dela palabra “teoría” enciertas ramas de la his-

toria puede provocar una granvariedad de reacciones extre-mas, pues es “vista por unoscomo una estrella polar y porotros como una influencia dia-bólica”26. Para algunos, la pre-sencia de teoría en la investi-gación histórica es sinónimode posmodernismo, el movi-miento que ha dominado elescenario intelectual en mu-chos campos durante las dosúltimas décadas, y que todavíasigue desafiando la pretensiónde una descripción total. Sinembargo, la incapacidad paracaptar el impulso posmodernoen la descripción supone, pre-cisamente, una expresión deeste impulso. El rechazo de las

visiones totales de nuestracondición social, económica,cultural e histórica es un temacentral en la posmodernidad;la “incredulidad respecto a lameta-narración” de Lyotardexpresa el agotamiento de lamodernidad. Otros temas,como la pérdida de autoridad,la indeterminación del signifi-cado en los textos, la sustitu-ción de la verdad por la inter-pretación, la migración delcentro de atención desde lapalabra a la imagen y la pér-dida de confianza en el pro-greso y en el proyecto de laIlustración, en manos de lum-breras posmodernas comoBarthes, Baudrillard y De-rrida, aparecen expuestos conun estilo elíptico y lleno de re-ferencias e, incluso, según laperspectiva que se adopte, os-curantista e irracional.

Sin embargo, este poderosomovimiento intelectual apenasha rozado a la historia empre-sarial. Ello resulta sorpren-dente no sólo por la influenciaque, generalmente, el posmo-dernismo ha tenido en las hu-manidades y en las ciencias so-ciales, sino también por suspeculiares efectos sobre la his-toriografía y otras ramas de lahistoria. Efectos cuya impor-tancia se demuestra en el he-

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cho de que el editor de SocialHistory admitiera que el im-pacto del posmodernismo hahecho “añicos” el optimismoque reinaba en los primerosaños de la revista27. Inclusoaunque el límite de la influen-cia posmoderna pueda fijarseen el contraataque hecho porla parodia de Sokal28 y, en elcampo de la historia, en laobra de Evans29, así como, deforma más controvertida, en lade Vincent30, no es posibleafirmar que el estilo posmo-derno tenga relevancia algunapara los historiadores empre-sariales.

Podría decirse que uno delos rasgos definitorios de lacorriente posmoderna es haberllevado a cabo un cambio pa-radigmático en la historiogra-fía, trasladando su interés cen-tral por hallar causas (tal ycomo lo ejemplifica el clásicode Carr What is History?) ha-cia una preocupación por lahistoria como texto. La tex-tualidad de la historia, tantoen los documentos utilizadospor los historiadores como ensus propios escritos, es evi-dente en sí misma. De hecho,algunos podrían argumentar,de acuerdo con Ricoeur31

(quien encaja con cierta in-quietud en el molde posmo-

derno), que el pasado es, en símismo, sólo texto y que loshistoriadores son meros lecto-res. En manos de posmoder-nistas proselitizadores, comoJenkins32, estos postulados seutilizan para suscitar dudas so-bre la integridad de la empresahistórica, argumentando quela historia no es más que una“construcción ideológica”33 yque “nunca podremos conocerrealmente el pasado, ... no hayfuentes más ‘profundas’ (nohay subtexto) a las que recurrirpara ordenar correctamente lascosas: todo está en la superfi-cie”34. Sin embargo, no necesi-tamos seguir a posmodernos,como Jenkins o HaydenWhite35, en su rechazo de laexistencia de un conocimientohistórico objetivo para recono-cer la importancia de los con-textos en los documentos his-tóricos, tanto en el pasadocomo en el presente. El énfasisposmoderno en la pluralidadde interpretación de los textoshistóricos puede inspirar enfo-ques de la historia basados enlos tradicionales modelos posi-tivistas para encontrar las cau-sas. Para el historiador de laempresa, el posmodernismoactúa como una licencia pararomper con los métodos de in-vestigación vigentes, que sólo

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buscan explicar por qué ycómo cambian y se desarrollanlos negocios. En su lugar, pro-pone agendas de investigaciónque iluminen la práctica em-presarial y los documentos deacuerdo con sus contextos his-tóricos, incluyendo el presentede ese pasado. Este enfoque“neohistoricista”36, ejemplifi-cado en la obra de Greenblattsobre Shakespeare37, ilustra lainteracción del pasado, el pre-sente y el futuro y se centra enlo subversivo, lo marginal y loanecdótico. Es muy escasa labibliografía sobre historia em-presarial que adopte conscien-temente esta visión de la em-presa en el pasado, aunque eltrabajo de Veenendaal38 sobreliteratura e historia financierade Holanda representa un in-teresante ejemplo de enfoqueprotohistoricista.

Si una de las consecuenciasdel movimiento posmodernoes su sensibilidad hacia el con-texto histórico, otra consisteseguramente en su cuestiona-miento de las obras de los his-toriadores. En este sentido, lainfluencia del esquema deHayden White39 en la concep-tualización de la obra histó-rica, al distinguir entre ele-mentos primitivos como reli-quias, crónicas y relatos, y ele-

mentos no-primitivos comoargumento, modos de planifi-cación, ideología y tropo, hasido considerable. A pesar deello, es difícil reconocer esteenfoque en las discusiones so-bre los modos de escribir lahistoria empresarial. Las que-jas hechas en el pasado porquelas historias de empresas “sonnarrativas y sin análisis algunode los resultados”40 podríanacallarse si se prestara mayoratención a la naturaleza de laproducción historiográfica.

Incluso si se cree que la au-sencia de corrientes posmo-dernas de discusión en la his-toria empresarial es tan sóloun reflejo de la sensatez innatade los historiadores empresa-riales (ya que el posmoder-nismo sólo es una “amenaza alestudio histórico serio”)41, hayotros enigmas en torno a laausencia de intereses historio-gráficos en la disciplina. A pe-sar de que el posmodernismoha suscitado oprobio por suhiperrelativismo, es posibleconcebir este movimiento sólocomo la continuación de unatradición historiográfica cen-trada en las relaciones de loshistoriadores actuales con losindicios del pasado que apare-cen en los documentos históri-cos. Tanto el idealismo de Co-

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llingwood y Croce, como latradición hermenéutica deDilthey y Gadamer, o dentrode la escuela de Annales, el tra-bajo de Braudel42, han tratadosobre la relación del historia-dor con el tiempo. Además,estas posturas historiográficashan generado en ocasiones es-timulantes y ricas propuestasde investigación. Una vez más,es difícil encontrar alguna in-fluencia de estas tradiciones enla literatura sobre historia em-presarial. De hecho, es raro darcon algún trabajo de investiga-ción en historia empresarialque haga referencia a los artí-culos publicados en la presti-giosa revista de historiografíaHistory and Theory.

Incluso aunque se puedamatizar esta cuestión sugi-riendo que una disciplina me-todológicamente auto-cons-ciente se halla en apuros, y quela historia empresarial no estáen apuros, todavía queda unasorpresa en relación con el pa-pel que la teoría desempeña enla historia empresarial y queafecta a una disciplina afín, lahistoria de la contabilidad.Esta rama de la historia ha ex-perimentado toda la fuerza delmovimiento posmoderno, so-bre todo en lo que se refiere ala utilización de los análisis de

Foucault y al desarrollo deperspectivas de “contabilidadcrítica” sobre el pasado. Aun-que las razones por las que lacontabilidad ha adoptado ungiro posmoderno pueden servariadas,43 no se puede negar lariqueza que esta intervenciónha aportado a la investigación.Por otra parte, esta riqueza noconsiste simplemente en undiálogo de sordos entre la“nueva historia de la contabili-dad”44 y una investigación po-sitivista más tradicional. Eneste sentido, un reciente tra-bajo ha demostrado que es po-sible desarrollar diálogos crea-tivos45.

El enigma consiste en expli-car por qué, a pesar de la “rela-ción de vecindad”46 que existeentre la contabilidad y la his-toria empresarial, reflejada enla revista Accounting, Businessand Financial History, no se hallevado a cabo un debate crea-tivo entre los enfoques críticosy posmodernos, y los empíri-cos y tradicionales de la histo-ria empresarial. Existe una ex-tensa literatura sobre la utili-dad de los informes financie-ros de las compañías para loshistoriadores de la empresa(así como numerosas adver-tencias sobre la naturaleza delas prácticas contables en el

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pasado)47. Sin embargo, resultararo encontrar alguna revisiónfundamentada de los avanceshistoriográficos sobre historiade la contabilidad en investi-gaciones de historia empresa-rial. Una actitud típica de loshistoriadores de la empresa enrelación con la actividad de-sencadenada en la historia dela contabilidad es la descalifi-cación gratuita, tal y comoaparece en la defensa queGourvish hace de los estudiostradicionales de caso48 (una de-fensa que, irónicamente, en sualegato a favor de petits récits yen su cuestionamiento del pa-pel de las teorías de las cien-cias sociales, imita una posturaposmoderna):

“Nótese, por ejemplo, el ar-tículo de Peter Miller et al., en“The New Accounting History”,que, en un debate sobre loscambios en la noción de obje-tividad histórica, incluye refe-rencias a Hobsbawm, E. P.Thompson, Foucault y Rorty”.

¿Por qué entonces sólo secita a historiadores de la em-presa? ¿Por qué hay tantospuntos sin aclarar en torno a laresistencia de la historia em-presarial a incluir aspectos teó-ricos de la investigación histó-rica?

LA HISTORIAEMPRESARIAL Y LASTEORÍAS DE LASCIENCIAS SOCIALES

PA RA LA MAYORÍA delos historiadores em-presariales, la palabra

“teoría” hace referencia, en elcontexto de la disciplina, a lasperspectivas teóricas propor-cionadas por ciencias socialescomo la sociología y la econo-mía. Corley49 rastrea “la bús-queda [que] liberaría a la his-toria empresarial de su conno-tación de anticuarianismo, o depreocuparse por el pasado eninterés propio”50, gracias a latendencia de los historiadoresempresariales “a buscar inspi-ración analítica en los sociólo-gos y, más concretamente, ensus teorías de la organización yla burocracia”51. Corley sos-tiene incluso que “las técnicaseconómicas parecen tener ven-taja sobre las otras ciencias so-ciales a la hora de extraer másinformación de los documen-tos de historia empresarial”52 y,utilizando un argumento deSolow53, sugiere que existe unabeneficiosa fertilización mutuaentre la historia empresarial yla economía.

Esta postura no resulta ex-traña en ciertas contribuciones

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de la historia empresarial a laliteratura. Aparece, por ejem-plo, en el enfoque de Raff yTemin,54 quienes subrayan lasposibilidades que para ambasdisciplinas abre el diálogo en-tre la historia empresarial y laeconomía. En el mismo sen-tido, recientemente se han he-cho peticiones de una mayorinfluencia de la sociología his-tórica sobre la historia de laempresa55.

Esta apelación a la inspira-ción teórica de las ciencias so-ciales, hecha por buena partede los historiadores, no es, porsupuesto, ninguna novedad; eincluso, aunque esta llamadaha provocado cierta reacción,reflejada en el renacimiento dela narración y de la historiafactual, sigue habiendo quie-nes conciben la explicaciónhistórica en términos de es-tructuras sociales y económi-cas y de sus causas y conse-cuencias (Lloyd, entre otros)56.Este interés por el cambioeconómico y social ha impul-sado formas específicas de es-cribir la historia, reflejadas, porponer un ejemplo, en el ataqueque los Annalistes hacen almonopolio de la histoire événe-mentielle, y en su adopción delanálisis de las estructuras so-ciales y económicas desde el

punto de vista de la longue du-rée.

Sin embargo, lo más llama-tivo de la historia empresariales la penetración de los postu-lados teóricos de la economíaen esta disciplina. Por un lado,no resulta sorprendente yaque, como se ha indicado an-teriormente, la economía y lahistoria empresarial tienen in-tereses comunes. Por otro, eschocante la deferencia otor-gada a la economía en la bi-bliografía reciente sobre histo-ria empresarial. Es muy co-mún encontrar referencias a“ la fructífera relación” queexiste entre la historia empre-sarial y la teoría económica57,así como sobre la posibilidadde que la historia empresarialsea más “científica”58 medianteel uso de esa teoría (o teorías).Por supuesto, no hay duda al-guna de que la economía haaportado a la historia empre-sarial útiles construcciones teó-ricas, sustentadas e inspiradaspor el trabajo de historiadoresde la empresa, como por ejem-plo, las conexiones entre elanálisis de los costes de tran-sacción y la obra de Chandler.

No obstante, se ha silen-ciado el escepticismo en tornoa la relación entre la economíay la historia de la empresa.

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Esto podría deberse, en parte,a que algunos investigadoresde la historia empresarial pro-ceden de la historia económicao de la economía. Tambiénpodría deberse al respeto quela reina de las ciencias socialestiene por el rigor analítico y lastécnicas matemáticas. Las es-casas dudas planteadas acercade la mencionada relación hansido parciales. Este es el casode Hounshell59, quien aludió alas diferencias existentes entrelos objetivos del economista ydel historiador; o de Jones,quien sugirió que la nueva teo-ría institucional de la empresaes “sencillamente demasiadoahistórica y demasiado limi-tada para explicar siquiera unapequeña porción del compor-tamiento empresarial”60. Porsupuesto, son evidentes lasgrandes diferencias que existenentre el enfoque y la metodo-logía de la economía y de lahistoria. La teoría económicaes ahistórica, arraigada en unanálisis a priori, segura en sutradición instrumentalista decentrarse en la predicción (o,en un contexto histórico, retro-dicción) más que en el realismoexplicativo. Además, su reco-rrido argumental va desde lanaturaleza general de la em-presa hasta su historia, lo que

contrasta directamente con eldel historiador, que va desde lahistoria de la empresa hasta sunaturaleza. Para el economista,el pasado se convierte en unaespecie de laboratorio en elque puede hacer experimentoscon las teorías del presente.Sin embargo, para el historia-dor, el pasado no es ni un la-boratorio ni un resultado de lanecesidad lógica, sino másbien una muestra de la contin-gencia que tiene lugar en eltiempo.

Estas divergencias carecende importancia en sí mismas.Lo que importa es la influen-cia que los logros de la teoríaeconómica han ejercido en lahistoria empresarial. La eco-nomía, a pesar de las críticasde autores como McCloskey61,ha mantenido una postura po-sitivista o “modernista”. Su co-rriente principal de investiga-ción ha evitado las preguntassobre sí misma que han carac-terizado al posmodernismo.Quizá sea ésta una de las razo-nes por las que la historia em-presarial ha eludido tambiénlos interrogantes que han afec-tado a otras ramas de la histo-ria.

A continuación aludiremosa otro tema relacionado con lainfluencia de la teoría econó-

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mica en la historia empresa-rial, que concierne al papel quela teoría en sí misma desem-peña dentro de esta disciplina.

LA TEORÍA EN LAHISTORIAEMPRESARIAL

LA DEMANDA de “teo-ría” por parte de loshistoriadores de la

empresa parece ser un hiloconductor común a buenaparte de la literatura reciente.Wilkins62 afirma en este sen-tido:

“Al encontrar documenta-ción sobre la historia de lasoperaciones internacionales dela Ford Motor Company ensus archivos, yo quería teoría.Quería un marco analítico”.

De hecho, esta necesidad seha complementado con la ideade que la disciplina podría be-neficiarse de una “teoría de lahistoria empresarial”63, o deque requiere de una base teó-rica para progresar. En estesentido, Jones afirma64:

“La historia empresarial seencuentra en un punto estraté-gico de su desarrollo, en el queel deseo de encontrar reglascon validez general producirágrandes recompensas”.

La demanda de “reglas váli-das”, de teoría, en la disciplinapuede tratarse, por supuesto,de una simple manifestaciónde un deseo común de genera-lización, aunque plantea pro-blemas interesantes. ¿Cómosería una teoría de la historiaempresarial?

Antes de considerar el nú-cleo de esta pregunta, merecela pena prestar atención a suexpresión. Algunos economis-tas se ocupan de las teorías dela firma (theories of the firm) oquizás, de manera más gene-ral, de las teorías de la em-presa. Utilizar la expresión “teo-ría de” implica que lo que de-fine el contenido de esa teoríaes resultado de la necesidad ló-gica, al menos desde una con-cepción hempeliana de la teo-ría. Se puede discutir si es po-sible construir una teoría de lahistoria, aunque sí sea posibletener teorías sobre el cambio yel desarrollo histórico. (Quizáesta es la razón por la queCorley65 se refiere a una “teoríade la historia empresarial” en-tre comillas). Incluso es cues-tionable si la economía tienealgo que ver con la teoría, almenos desde una concepciónrealista de la “teoría” (es decir,que las propuestas de una teo-ría y las entidades que postula

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sean verdaderas o falsas enfunción de cómo sea elmundo). Esta línea argumen-tal sugiere que la economíaconstruye modelos, no teorías,que enseñan cómo algo que hasucedido podría haber ocu-rrido, deduciendo lo que hasucedido de una serie de sim-ples supuestos que no tienenrazón independiente para serverdaderos. Estos modelos, es-quemas conceptuales, “siste-mas de clasificación para orga-nizar materiales empíricos”66,son evaluados, más que juzga-dos, por su poder explicativo.Esta asimetría en el enfoquede la economía, haciendo én-fasis en el poder predictivomás que en el realismo expli-cativo, se invierte en el caso dela historia. Lejos de la esferade las más antiguas teorías “es-peculativas” de la historia, queveían un cierto patrón o di-seño en los acontecimientospasados, útil para predecir elfuturo desarrollo humano, esextraño encontrar historiado-res contemporáneos dispuestosa predecir consecuencias en elfuturo. La búsqueda de leyesen la historia que puedan utili-zarse para predecir el futuro y,de esta manera, proporcionaruna base para el desarrollo so-cial y económico, una bús-

queda asociada a autores tandiversos como Condorcet yMarx, aparece a los ojos con-temporáneos no sólo comoalgo desesperanzadamenteutópico, sino sobre todo comouna distorsión de la misión delhistoriador.

Si la teoría debe tener algúnsignificado en la historia em-presarial, debe poner más én-fasis en su capacidad para ex-plicar las vías de cambio y de-sarrollo, que en predecirlas.Además, es evidente que loshistoriadores de la empresautilizan en su trabajo cons-trucciones teóricas tanto im-plícita como explícitamente.Sin embargo, el uso de esasconstrucciones para explicar elpasado no supone, en granmedida, la articulación de lateoría en la historia. Desde laperspectiva de las ciencias so-ciales, Callinicos67, por ejem-plo, ha sugerido que la teoríaen la historia debería contenertres elementos: una teoría de laestructura (social y econó-mica); una teoría de la trans-formación, un mecanismo me-diante el que las estructurascambian a través del tiempo; yuna teoría de la direccionali-dad, “una explicación del pa-trón global descrito por el pro-ceso histórico”68, que podría

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tomar la forma de progreso,recesión o ciclo. Aunque estaformulación del papel desem-peñado por la teoría en la his-toria se acerca peligrosamentea una visión “especulativa”, almenos especifica un programapara la creación teórica.

Ahora bien, si el papel de lateoría en la historia empresa-rial consiste en ayudar a expli-car el pasado, es importantetener cierta perspectiva deaquello que debe tenerse encuenta a la hora de dar una ex-plicación, o sea, cierta perspec-tiva de la constitución o es-tructura de la explicación his-tórica.

Una concepción habitual dela explicación histórica cuentacon un ingrediente teórico ocientífico, la llamada “ley ge-neral” o modelo “nomológicodeductivo”. Esta visión de laexplicación histórica, célebre-mente iniciada por Hempel,sugiere que la explicación cau-sal de los acontecimientos his-tóricos se basa en que el histo-riador utiliza una serie de re-gularidades o uniformidadesgenerales, bajo las que sepuede subsumir una secuenciade sucesos pasados. Una ley deeste tipo, o “boceto explica-tivo”, puede ser o no explícita,pero la atribución de relacio-

nes causales entre los hechos alo largo del tiempo sólo puedeesbozarse como una deducciónlógica a partir de dicha “ley”,en conexión con un conjuntode observaciones empíricas deesos hechos.

Si ésta es la visión más co-mún de la explicación histó-rica, ocurre lo mismo con suscríticas. Una observación muyfrecuente es que, en historia, lanoción de una “ley general” re-sulta problemática. Los histo-riadores utilizan generalizacio-nes a partir de las que se pue-den derivar explicaciones cau-sales, aunque dichas generali-zaciones no son nomotéticas,es decir, no trascienden altiempo. De igual manera, losintentos de especificarlas tien-den generalmente hacia lo po-tencialmente intrascendente ohacia lo altamente particulari-zado, en cuyo caso no consi-guen obtener el estatus de ge-neralizaciones.

Una segunda crítica a esteparadigma de explicación his-tórica parte de que los aconte-cimientos pasados son pro-ducto de acciones humanasque no son meros hechos, sinola expresión de razones y de-seos a menudo impredecibles.Estas acciones pueden ejem-plificar una “particularidad

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irrepetible” y requieren que elhistoriador no explique tansólo qué ha pasado sino tam-bién, de acuerdo con estas ra-zones y propósitos, por qué hapasado69. Un modelo legal ad-junto de explicación histórica,que incluya en esta ley algúntipo de propuesta teórica,puede permitirnos explicarqué ha pasado (de acuerdo conuna serie de constructos teóri-cos) pero no nos permite ex-plicar por qué las personas ac-tuaron individualmente de laforma en que lo hicieron. Enefecto, es difícil ver cómo, enun modelo de “explicación ra-cional”, la teoría sistemáticapuede desempeñar algún pa-pel.

TEORÍA E HISTORIAEMPRESARIALNARRATIVA

LA RECIENTEMENTEpublicada Internatio-nal Bibliography of Bu-

siness History70 proporciona unestupendo recordatorio de la“riqueza y diversidad de inves-tigaciones que reivindican serhistoria empresarial”; tambiéndemuestra la importancia quelos estudios empíricos de casosobre empresas e industriastienen como fundamento de

esa investigación. El modelotradicional de escribir la histo-ria empresarial ha sido la na-rración, la descripción siste-mática de un tema históricocomo la empresa, el empresa-rio, o de un sector industrialdentro y fuera de las fronterasnacionales. Algunas historiasde empresa son bastante explí-citas en lo que se refiere a suestructura narrativa; en estesentido, Reader71 afirma:

“El esqueleto de mi narra-ción es la intrincada diploma-cia de la industria química in-ternacional... y lo que creo queestoy escribiendo es historiapolítica”.

¿Cuál es el papel de la na-rración en la historia empresa-rial? ¿Debería la historia em-presarial ser “mucho más queuna descripción narrativa deempresas individuales”?72.¿Necesita la historia empresa-rial algún tipo de sistematiza-ción para ser más “científica” ymás capaz de probar teorías ymodelos de las ciencias socia-les?

La concepción de la escri-tura de la historia como “expli-cación a través de la narración”o “explicación descriptiva”73 hasuscitado un importante de-bate desde que fue expuesta

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por Oakeshott74, en 1933. Oa-keshott sostenía que la escri-tura de la historia debía incluirdescripciones del pasado sim-ples aunque coherentes, y quela explicación del cambio his-tórico consistía en aportar unadescripción de cómo se pro-dujo:

“la única explicación rele-vante o posible del cambio enla historia es sencillamenteuna descripción completa dedicho cambio. La historia dacuenta del cambio mediante uninforme completo del cam-bio...” 75.

Por supuesto, esta visión ini-cial del estatus de la narraciónha sufrido ataques desde mu-chos flancos. Una de estas crí-ticas se ha centrado en el con-cepto de explicación que aquíse utiliza: no se sabe muy bienqué hay detrás de este con-cepto, aparte de una apelacióna la inteligibilidad y la cohe-rencia. Una segunda crítica seha referido a qué se entiendepor cambio, independiente-mente de la narración del his-toriador. Una tercera crítica,más obvia, se centra en el con-cepto de totalidad de los rela-tos históricos. La idea de quelas historias siempre son in-completas tiene una larga tra-dición, como lo demuestra un

comentario de Descartes76 en1635:

“... e incluso la más exactade las historias, aunque exacta-mente no tergiversa o exagerael valor de las cosas para ha-cerlas más atractivas al lector,sí omite todas aquellas cir-cunstancias que son honestas ymenos notables; de este hechose deduce que lo que queda nose retrata tal y como realmentees...”

Resulta común y lógico quelos historiadores empresarialesnarrativos, al igual que otroshistoriadores narrativos, selec-cionen los hechos que formansu narración. Esos hechos, ylos modelos que el historiadortraza con ellos, parten de susideas preconcebidas del pa-sado. Las narraciones tambiénse basan en la periodificación;el tiempo está artificialmentecerrado por la selección de unmarco temporal limitado. Estecercamiento temporal es, porsupuesto, necesario, aunqueestablece una ruptura artificialen la continuidad histórica; lanarración se puede modificarmediante la interpretación deese cercamiento del pasado através de la visión de los he-chos en el futuro. Una quejafinal sobre la narración llega alcorazón de nuestras concep-

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ciones del pasado: plantea lapregunta de si el pasado, en símismo, está narrativamenteestructurado77.

Aceptar que la historia na-rrativa es epistemológicamentefrágil es, quizás, una de las ra-zones del encumbramiento deuna historia orientada hacialas ciencias sociales, que enfa-tiza las estructuras sociales yeconómicas, así como sus pro-cesos de cambio. Ante la fragi-lidad de la objetividad narra-tiva, el cientificismo de la his-toria cuantitativa proporcionacierto bienestar. (Como se haindicado anteriormente, unarespuesta más reciente a esafragilidad ha venido dada porel cuestionamiento posmo-derno de la posibilidad de al-gún conocimiento objetivo delpasado).

Sorprendentemente, enaños recientes hemos asistidoa un retorno del concepto dehistoria narrativa78. Esta reapa-rición fue célebremente co-mentada por Stone en su fa-moso artículo “The Revival ofNarrative: Reflexions on a NewOld History”7. En él, Stonesostenía que en los años se-tenta tuvo lugar un giro en laforma de concebir la historia.La concepción, prevalente enla historia de las ciencias so-

ciales, de que es posible “unacoherente explicación cientí-fica del cambio en el pasado” 80,empezó a perder terreno. Ensu lugar, surgió entre los histo-riadores una perspectiva querequería un retorno a las for-mas narrativas de escriturahistórica, que enfatizaban lasexperiencias y las culturas delos individuos y los gruposcomo aspectos centrales de sunarración. La historia ya no seveía como un gran proceso decambio y desarrollo que debíaanalizarse utilizando construc-tos anónimos e impersonalesde las ciencias sociales sino,cada vez más, como algo plu-ral, como una serie de histo-rias, de relatos que se dirigíana las experiencias de los indi-viduos. La obra de E. P.Thompson, The Making of theEnglish Working Class81 confi-guró este enfoque con su céle-bre objetivo de rescatar “al po-bre tejedor de calcetines... al‘obsoleto’ tejedor artesano... dela enorme condescendencia dela posteridad”.

Recientemente, Iggers82 haexplorado esta pérdida de fe enlas ciencias sociales y la con-fianza puesta en un procesohistórico coherente, centradoen la modernización y el pro-greso. Iggers también busca

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(como Burke83) respuestas dela narrativa histórica a estapérdida de fe.

Algunas de ellas se han aso-ciado a los profesionales italia-nos de la microstoria (mi-crohistoria), que defienden “lareducción de la escala de ob-servación a un análisis micros-cópico y a un estudio intensivodel material documental”84.Los principales autores de esteenfoque microhistórico pare-cen reacios a la macrohistoriade, por ejemplo, Marx y hangenerado una forma de narra-ción histórica que se centra enlo local, en las experiencias vi-vidas por las personas que ac-túan en culturas particulares(en este sentido, este enfoquemuestra afinidades con la me-todología antropológica deGeertz). Sin embargo, almismo tiempo, hay un ciertocompromiso para seguir méto-dos empíricos rigurosos, aun-que influidos por un papel ex-plícito del historiador en lanarración.

Podemos encontrar otrasrespuestas en el trabajo de al-gunos historiadores alemanescomo Medick85, quien formaparte del movimiento Alltags-geschichte (historia de la coti-dianeidad). Este programa dehistoria narrativa rechaza de

nuevo la teoría tradicional delas ciencias sociales y acogecon gusto la función interpre-tativa de la historia, que secentra en la cultura popular yen las experiencias de los indi-viduos. Más que los trabajosde los defensores de la micros-toria, esta corriente utiliza laidea de Geertz de “descripcióndensa” para estudiar la subjeti-vidad de los individuos en elpasado.

Aludimos a estos programasde historia narrativa para indi-car las posibilidades de inves-tigación que abren para la his-toria empresarial. La interac-ción de las experiencias vividaspor los individuos y los gruposque trabajaron en empresas enel pasado, sus culturas locales ysus costumbres cotidianas, sontemas que ofrecen una intere-sante agenda de investigación.Hacer esta aclaración no im-plica que la escritura de esashistorias sea “acientífica”. Labase tradicional de la disci-plina histórica, el método de laQuellenkritik, con su análisisriguroso y crítico de las fuentesdocumentales, con su énfasisen la argumentación a partirde la evidencia, es todo lo“científica” que la historia em-presarial necesita.

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CONCLUSIONES

LA HISTORIA empresa-rial es teórica y a la veznecesita de teoría. Los

patrones tradicionales de es-critura en la disciplina son“completamente teóricos”86

puesto que involucran la selec-ción del historiador y la orga-nización de los acontecimien-tos pasados en la narración.Tergiversando la tesis deQuine-Duhem, las interpreta-ciones de los historiadores es-tán subdeterminadas por laevidencia histórica.

La línea argumental de esteartículo ha sugerido que la his-toria empresarial necesita teo-ría, no en el sentido en el quehabitualmente aparece en la li-teratura, sino aceptando que ladisciplina ha estado durantemucho tiempo apartada de losaspectos teóricos que han in-fluido e inspirado la corrienteprincipal y otras ramas de lahistoria. Esto puede deberse ala omnipresente y, en cierta

medida anticuada, influenciade las ciencias sociales en lahistoria. El dominio de estaperspectiva puede reflejar, a suvez, la existencia de una teleo-logía implícita para la disci-plina, que consiste en la com-probación de teorías de la em-presa. Sin embargo, la disci-plina es, fundamentalmente,una rama de la historia y,como tal, se interesa principal-mente por la reconstruccióndel pasado en el presente. Esareconstrucción exige más unasensibilidad a la contingenciaque necesidades universales deteoría. La obligación del fu-turo consiste en explicar lascosas “tal y como fueron esen-cialmente”87. Por supuesto, estareconstrucción utilizará cons-trucciones teóricas, aunquetambién podrá utilizar formasde argumentación y perspecti-vas alejadas de los intereses delas ciencias sociales, y de susestructuras y procesos anóni-mos.

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1 Agradezco a Michael Biddis, MarkCasson, Andrew Godley, Geoff Jonesy John Pilling, de la Universidad deReading, y a Bianca Morrison, de laUniversidad de Sussex, los útiles co-mentarios hechos a una versión preli-minar de este texto.

2 “El camino hacia arriba es el ca-mino hacia abajo, el camino haciaadelante es el camino de regreso”(traducido por Morris Weitz, enWeitz, M. (1952), “T.S. Eliot: Timeas a Mode of Salvation”, Sewanee Re-view, vol. LX. Este epígrafe fue el se-gundo de los dos que T. S. Eliot tomóde un fragmento de los dichos deHeráclito, y que utilizó para introdu-cir “Burnt Norton”. La concepción deHeráclito de que el flujo es la esenciade la naturaleza, de que el cambio esla única constante, tiene una notableresonancia en cierto interés contem-poráneo por los procesos de cambiodirectivo y de adaptación en la em-presa.

3 Eliot, T. S. (1999), Poesías reunidas1909-1962, Alianza, Madrid, p. 191.

4 Ackroyd, P. (1985), T.S. Eliot, Sp-here Books, Londres. Accidental-mente, Ackroyd sitúa la fecha de pu-blicación de “Burnt Norton” en 1938.(Agradezco esta información a JohnPilling).

5 Danto, A.C. (1985), Narrative andKnowledge, Columbia UniversityPress, Nueva York, p. 340.

6 Jones, G. (1995), “Business His-tory: Theory and Concepts”, en Da-vids, M., Goey, F. de y Wit, D. (eds.),Proceedings of the Conference on Busi-

ness History, October 1994, CBG,Rotterdam.

7 Church, R. (1976), “Business His-tory in Britain”, Journal of EuropeanHistory, vol. V; Slaven, A. (1984),“The Use of Business Records: SomeRecent Trends in British BusinessHistory”, Business Archives, vol. 49;Hannah, L. (1983), “New Issues inBritish Business History’, BusinessHistory Review, vol. LVII; Harvey, C.(1989), “Business History: Conceptsand Measurement”, Business History,vol. XXXI; Harvey, C. y Jones, G.(1990), “Business History into the1990s”, Business History, vol. 32; Lee,C.H. (1990), “Corporate Behaviourin Theory and History: I The Evolu-tion of Theory’, Business History, vol.32.

8 Godley, A. y Westall, O. M. (1996),“Business History and Business Cul-ture: An Introduction”, en Godley, A.y Westall, O. M. (eds.), Business His-tory and Business Culture, ManchesterUniversity Press, Manchester, p. 5.

9 Scranton, P. (1996), “The Signifi-cance of Spatial Theory for BusinessHistorians”, Business and EconomicHistory, vol. 25.

10 En un trabajo reciente, RichardEvans (Evans, R. (1997), In Defenceof History, Granta Books, Londres, p.17) ha indicado que esta famosa ex-presión de Ranke ha sido frecuente-mente mal traducida. Evans sugiereque es mejor traducirla por “esencial-mente tal y como fue”, una traduc-ción que enfatiza la necesidad delhistoriador “de entender el ser in-terno del pasado”.

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NOTAS

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11 Cole, A.H. (1962), “What is Bu-siness History?”, Business History Re-view, vol. 36, p. 3. El título de esteartículo supone una interesante refe-rencia al seminario que E. H. Carrimpartió un año antes: “What is His-tory?”.

12 Wilkins, M. (1988), “BusinessHistory as a Discipline”, Business andEconomic History, vol. 17.

13 Galambos, L. (1965), “US Busi-ness History and Recent Develop-ments in Historical Social Science inthe United States”, en Davids, M.,Goey, F. de y Wit, D. (eds.), Procee-dings of the Conference on Business His-tory, October 1994, CBG, Rotterdam.

14 Mathias, P. (1993), “Business His-tory and Accounting History : ANeighbourly Relationship”, Accoun-ting, Business and Financial History,vol. 3, nº 3, p. 253.

15 Wilkins, M. (1988), p. 1.

16 Op. cit (1988), p. 5.

17 Cipolla, C.M. (1991), BetweenHistory and Economics: An Introduc-tion to Economic History, Basil Black-well, Oxford.

18 Parker, W. (1993), “A ‘New’ Busi-ness History? A Commentary on the1993 Nobel Prize in Economics”,Business History Review, vol. 67, p.634.

19 Galambos, L. (1991), “What Ma-kes Us Think We Can Put BusinessBack into American History”, Busi-ness and Economic History, vol. 20.

20 Jones, G. (1995).

21 Galambos, L. (1991), p. 6.

22 Church, R. (1976).

23 Coleman, D. (1987), “The Usesand Abuses of Business History”, Bu-siness History, vol. XXIX, nº 2.

24 Jenkins, K. (1991), RethinkingHistory, Routledge, Londres, p. 6.

25 Wilkins, M. (1988), p. 5.

26 Scranton, P. (1996), p. 65.

27 Evans, R. (1997), p. 6.

28 Boghossian, P. (1996), “What theSokal hoax ought to teach us: thepernicious consequences and internalcontradictions of ‘postmodernist’ re-lativism”, Times Literary Supplement,13 de diciembre, pp. 14-15; Sokal A.y Bricmont, J. (1997), Impostures Inte-llectuelles, Odile Jacob, París.

29 Evans, R. (1997).

30 Vincent, J. (1995), An IntelligentPerson’s Guide to History, Duckworth,Londres.

31 Ricoeur, P. (1986), “Expliquer etComprendre”, en Du texte à l ’action:Essais d ’herméneutique, II, Éditionsdu Seuil, París.

32 Jenkins, K. (1995), On ‘What isHistory?’, Routledge, Londres.

33 Jenkins, K. (1991), p. 17.

34 Op. cit. (1991), p. 47.

35 White, H. (1973), Metahistory,John Hopkins University Press, Bal-timore.

36 Por supuesto, este “nuevo” histori-cismo no debe confundirse con el queconstituía el tema central del famosoataque de Popper (en The Poverty ofHistoricism). Por historicismo, Popperentendía la filosofía de la historia quesugería que el futuro podía predecirse

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tomando como base una serie de pa-trones de comportamiento identifica-dos en el pasado. El nuevo histori-cismo trata simplemente sobre la im-portancia del contexto histórico parala interpretación del texto.

37 Greenblatt, S. (1988), Shakespea-rian Negotiations: The Circulation ofSocial Energy in Renaissance England,University of California Press, Berke-ley.

38 Veenendaal, A. J. Jr. (1995), “Museand Mammon; Literature and Finan-cial History”, en Davids, M., Goey, F.de y Wit, D. (eds.), Proceedings of theConference on Business History, October1994, CBG, Rotterdam.

39 White, H. (1973).

40 Coleman, D. (1987), p. 154.

41 Marwick, A. (1995), “Two Ap-proaches to Historical Study: TheMetaphysical (Including ‘Postmoder-nism’) and the Historical”, Journal ofContemporary History, vol. 30, p. 5.

42 Braudel, F. (1972-73), The Medi-terranean and the MediterraneanWorld in the Age of Philip II, Collins,Londres.

43 Moore, D.C. (1991), “Accountingon Trial: The Critical Legal StudiesMovement and its Lessons for Radi-cal Accounting”, Accounting, Organi-zations and Society, vol. 16, nº 8, pp.763-791.

44 Miller, P., Hopper T.M. y Laugh-lin, R.C. (1991), “The New Accoun-ting History: An Introduction”, Ac-counting, Organizations and Society,vol. 16, nº 5/6, pp. 395-403.

45 Fleischman, R.K., Hoskin, K.W.y Macve, R.M. (1995), “The Boulton

and Watt Case: The Crux of Alterna-tive Approaches to Accounting His-tory”, Accounting and Business Rese-arch, vol. 25, nº 99, pp. 162-175.

46 Mathias, P. (1993).

47 Arnold, A. J. (1995), “Should His-torians Trust Late Nineteenth Cen-tury Company Financial State-ments?”, Business History, vol. 38, nº2, pp. 40-54.

48 Gourvish, T. (1995), “BusinessHistory: in defence of the empiricalapproach?”, Accounting, Business andFinancial History, vol. 5, nº 1, pp. 3-16.

49 Corley, T. A. B. (1993), “Firmsand Markets: Towards a Theory ofBusiness History”, Business and Eco-nomic History, vol. 22, nº 1, pp. 54-66.

50 Op. cit. (1993), p. 55.

51 Op. cit. (1993), p. 56.

52 Op. cit. (1993), p. 58.

53 Solow, R. (1985), “Economic His-tory and Economics”, American Eco-nomic Review, vol. 75.

54 Raff, D. y Temin, P. (1991), “Busi-ness History and Recent EconomicTheory: Imperfect Information, In-centives and the Internal Organiza-tion of Firms”, en Temin, P. (ed), In-side the Business Enterprise, Universityof Chicago Press, Chicago.

55 Misa, T. (1996), “Towards an His-torical Sociology of Business Cul-ture”, Business and Economic History,vol. 25, nº 1, pp. 55-64.

56 Lloyd, C. (1993), The Structures ofHistory, Basil Blackwell, Oxford.

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57 Godley, A. y Westall, O. M.(1996) (eds.), p. 5.

58 Corley, T. A. B. (1993), p. 55.

59 Hounshell, D. A. (1991), “Com-ment on ‘Business History and Re-cent Economic Theory’”, en Temin,P. (ed), Inside the Business Enterprise,University of Chicago Press, Chi-cago.

60 Jones, S. (1996), “The New Insti-tutional Theory of the Firm: A Toolfor Business Historians? A CriticalAppraisal”, Dundee Department ofEconomics and Management DiscussionPapers, nº 76, p. 21.

61 McCloskey, D. (1985), The Rheto-ric of Economics, University of Wis-consin Press, Madison; (1994),Knowledge and Persuasion in Econo-mics, Cambridge University Press,Cambridge.

62 Wilkins, M. (1988), p. 3.

63 Corley, T. A. B. (1993), p. 63.

64 Jones, G. (1995), p. 1.

65 Corley, T. A. B. (1993), p. 7

66 Friedman, M. (1953), “The Met-hodology of Positive Economics”, enEssays in Positive Economics, Univer-sity of Chicago Press, Chicago.

67 Callinicos, A. (1995), Theories andNarratives: Reflections on the Philo-sophy of History, Polity Press, Cam-bridge.

68 Op. cit. (1995), p. 102.

69 Dray, W. (1997), “Philosophy andHistoriography”, en Bentley, M. (ed),Companion to Historiography, Rou-tledge, Londres.

70 Goodall, F., Gourvish T. y Tolli-day S. (1997), International Biblio-graphy of Business History, Routledge,Londres.

71 Reader, W. J. (1970), ICI: A His-tory, OUP, Oxford.

72 Gourvish, T. (1995), p. 13.

73 Behan McCullagh, C. (1998), TheTruth of History, Routledge, Londres.

74 Oakeshott, M. (1933), Experienceand its Modes, CUP, Cambridge.

75 Op. cit. (1933), p. 143.

76 (1969), “Discourse on Method”,en Wilson, M. The EssentialDescartes, Mentor Books, NuevaYork, p. 110.

77 MacIntyre, A. (1981), After Vir-tue: A Study in Moral Theory, Duck-worth, Londres.

78 Burke, P. (1991), “History ofEvents and the Revival of Narrative”,en Burke, P. (ed), New Perspectives onHistorical Writing, Polity Press, Cam-bridge.

79 Stone, L. (1979), “The Revival ofNarrative: Reflections on a New OldHistory”, Past and Present, nº 85.Aproximadamente doce años des-pués, Stone expresaba sus preocupa-ciones sobre la forma en que la escri-tura histórica se estaba desarrollandobajo la triple influencia de la lingüís-tica, el posmodernismo y la antropo-logía, en (1991), “History and Post-modernism”, Past and Present, nº 131.

80 Stone, L. (1979), p. 19.

81 Thompson, E. P. (1991), The Ma-king of the English Working Class,Penguin, Londres (originariamentepublicado por Gollanz en 1963).

ALAN ROBERTS

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82 Iggers, G. G. (1997), Historio-graphy in the Twentieth Century: FromScientific Objectivity to the Post Mo-dern Challenge, Wesleyan UniversityPress, Hanover.

83 Burke, P. (1991).

84 Levi, G. (1991), “On Microhis-tory”, en Burke, P. (ed), New Perspec-

tives on Historical Writing, PolityPress, Cambridge.

85 Medick, H. (1984), “Missionariesin the Row Boat”, Comparative Stu-dies in Society and History, nº 29.

86 Callinicos, A. (1995), p. 102, p. 76.

87 Evans, R. (1997).

LA TEORÍA EN LA HISTORIA EMPRESARIAL

Revista Empresa y Humanismo, Vol. III, Nº 1/01, pp. 147-173

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INTRODUCCIÓN

CONTESTAR a la pre-gunta que da título aeste trabajo exigiría

precisiones respecto a lo queentendemos por ciencia eco-nómica y lo que se entiendepor humanismo. Sin embargo,en lugar de comenzar delimi-tando ambos conceptos es máságil, y en el fondo más fructí-

fero, confrontar una situaciónen cuyo contexto la preguntadel título tenga sentido y searelevante. Pongámonos puesen situación. La última se-mana de septiembre, en Praga,y en medio de una batal lacampal entre policía y mani-festantes, se escenificó una lu-cha virtual entre las delegacio-nes de los países miembros delBanco Mundial y del Fondo

¿ES LA ECONOMÍA UN

HUMANISMO?

JUAN URRUTIA ELEJALDE*

En este artículo se arguye que el enojo que a veces se muestra en el rechazode las aplicaciones de la ciencia económica, está relacionado con la acusación deque ésta no es un humanismo. El artículo pretende mostrar que la ciencia eco-nómica ha generado suficientes resultados de un cierto tipo como para quepueda ser considerada hoy como «en marcha hacia un humanismo», ya se con-sidere éste como atención al hombre real, como algo reflejado en las humanida-des, como eso que permite pensar la diversidad y el relativismo cultural o, fi-nalmente, como un Humanismo en el sentido renacentista.

Palabras clave: ciencia económica, Humanismo, diversidad cultural.

* Juan Urrutia Elejalde es Catedrático de Economía en excedencia y Presidente del Consejo So-cial de la Universidad Carlos III de Madrid.

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Monetario Internacional, queabarrotaban el palacio de con-gresos, y los manifestantespertenecientes a diversas orga-nizaciones no gubernamenta-les, que pretendían asediarlo oincluso invadirlo. Los días an-teriores se habían hecho ver-daderos esfuerzos por acercarposiciones entre los directoresde esas dos agencias multina-cionales y las ONGs menosanárquicas y belicosas. Esfuer-zos éstos tan loables comoinútiles ya que no pudieronevitar los alborotos y la clau-sura precipitada de la asam-blea. Ubiquémonos ahora encualquiera de los bandos y tra-temos de aislar las diferenciasbásicas que los separan. Los dedentro tienen una concepciónabstracta del ser humano. Losde fuera sienten al ser humanoen concreto, y sus protestas yexabruptos van dirigidos a de-nunciar la insensibilidad y lainhumanidad de los apologis-tas de la globalización y el li-bre mercado, últimos respon-sables, según ellos, del sufri-miento observado. No es queentre los funcionarios delFondo o del Banco no hayaquien sufra con los pobres; noes que entre los anarquistasantiglobalización no hayaquien tenga una concepción

abstracta del hombre. No eseso en efecto; pero sí es ciertoque la confrontación entreunos y otros, los de dentro y losde fuera, podría quedar bas-tante bien captada por la con-traposición entre un pensa-miento humanista y otro queno lo es. De ahí que la pre-gunta del título no sea trivial opuramente retórica. De su res-puesta depende quizá queagencias multinacionales y or-ganizaciones no gubernamen-tales puedan entenderse y co-laborar en la erradicación delsufrimiento masivo de sereshumanos. Trataré pues de per-filarla pero sin divagacionesexcesivas y siguiendo siemprecomo hilo conductor la con-frontación descrita.

Para conseguir el objetivoasí descrito iré paso a paso. Mepreguntaré en primer lugar sila economía (sinónimo entodo lo que sigue de cienciaeconómica) deja traslucir unaconcepción específica delhombre y si esa posible con-cepción se corresponde con elcomportamiento humano ge-neralmente observado. En se-gundo lugar exploraré las rela-ciones que existen entre laeconomía y lo que se suele de-nominar las humanidades.Puesto que, entre éstas, la his-

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toria ocupa un lugar singular,en tercer lugar, trataré de ex-plicar cómo pueden reconci-liarse la razón universal propiade la modernidad con esa di-versidad tan mencionada en elmundo posmoderno. Para ter-minar, trataré de relacionar loque se entiende por Huma-nismo (con mayúscula) en lahistoria del pensamiento conel desarrollo de la economía,concluyendo que la cienciaeconómica está en camino deser un Humanismo. Como uncorolario de esta conclusiónmostraré, en un comentario fi-nal, que acontecimientos ten-sos como los vividos en Pragano tienen por qué considerarsecomo inevitables, y que laclave de cómo superar lospuede estar encerrada precisa-mente en los vericuetos de laciencia económica.

LOS ECONOMISTASCOMO HOMBRES Y LOSHOMBRESECONÓMICOS

PA RA EMPEZAR por lomás fácil es conve-niente preguntarse

cómo son los economistascomo seres humanos y cómoson los seres humanos mode-lados por los economistas. En

general el economista «goza»de una imagen social fría ydistante, propia de una inge-niería social. Sin embargo,para empezar a defender a loseconomistas de la acusación deinhumanidad, no se trata dedilucidar si los economistasson o no son maridos fieles,amantes fogosos, padres ejem-plares o ciudadanos responsa-bles o si, por el contrario, sonun desastre en todos los ámbi-tos de lo humano. Hay econo-mistas de todos los pelajes;pero lo que sí parece cierto esque difícilmente encontramosa un economista como prota-gonista de una obra literaria ocomo figura ejemplar de algúnrasgo humano. Quizá la únicaexcepción sea la de Jevons, unode los padres de la revoluciónmarginalista y un concienzudoescritor de diarios, que permi-ten la reconstrucción de un serhumano real y personaje ejem-plar, constitutivo del econo-mista romántico por excelen-cia.

Hay, sin embargo, una cons-tatación que, aunque produceun escalofrío y constituye unescollo en mi estrategia, es im-posible soslayar. En experi-mentos económicos en losque, por ejemplo, se hace jugarel dilema del prisionero o el

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juego del ultimátum a sujetosexperimentales entre los quehay economistas, se ha obser-vado que éstos, los economis-tas, tienen un comportamientodiferenciado. Cooperan menosa menudo que otros en el pri-mer juego y se alejan más de ladivisión igual en el segundo.Cabría pensar que los econo-mistas son, por formación,menos fraternales y menos jus-tos que otros profesionales;pero lo más sensato, a mi jui-cio, no es pensar así, sinoconstatar que conocen el juegomejor que otros y que sabencuál es la solución, no muy hu-mana, que la racionalidad im-pone. No es necesario añadirque ninguno de los dos experi-mentos citados implica que, ensituaciones reales, los econo-mistas se vayan a comportarcomo lo hacen en el laborato-rio.

En cualquier caso, estos ex-perimentos que acabo de men-cionar revelan que el ser hu-mano en general es más soli-dario y más equitativo que elhombre modelado por la cien-cia económica. Esta constata-ción nos llevaría a pensar quela economía no sabe captar alser humano en toda su exten-sión o en toda su complejidady, en consecuencia, a aventurar

la idea de que la economía noes, o no configura, un huma-nismo. Quizá sea así; pero yocreo que esta respuesta es pre-matura. En efecto, para perfi-lar la respuesta sobre la natu-raleza humanística de la eco-nomía no se trata de saber silos agentes económicos racio-nales, modelados por los eco-nomistas teóricos, son una ca-ricatura excesivamente simpli-ficadora de los hombres y mu-jeres que diariamente tomansus decisiones en el mundoreal: la caricatura será excesivao no dependiendo sólo de surendimiento teórico. De lamisma forma no deberíamosentender como economía hu-manística a aquella que pre-tende modelar los buenos (omalos) sentimientos que losagentes económicos realesmuestran en muchas ocasio-nes. El altruismo, por ejemplo,es fácilmente incorporable alesquema conceptual general-mente utilizado sin que varíeeste esquema y sin que, por lotanto, su incorporación puedahumanizarlo. Tampoco debe-ríamos hacer que el huma-nismo de la economía dependade su capacidad para explicarcomportamientos como lossolidarios o equitativos detec-tados en los citados experi-

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mentos, relativos al dilema delprisionero o al juego del ulti-mátum: las explicaciones aluso pivotan sobre variacionesde los modelos (como porejemplo considerar que el co-rrespondiente juego se repite)que no ponen en duda la ra-cionalidad del individuo y, porlo tanto, no aportan nadanuevo a la naturaleza del serhumano que conciben.

Mientras las hipótesis stan-dard de los modelos económi-cos sean suficientes para expli-car comportamientos observa-dos no hay razón para tratarde cambiarlas, aunque no re-flejen la naturaleza profundadel ser humano y no tengan encuenta muchos rasgos psicoló-gicos que pueden nublar su ra-zón en algunas ocasiones. Entodo caso, y para disciplinarnuestra imaginación atenién-donos a la situación concretaque nos hace de hilo conduc-tor, podemos afirmar que noparece que precisiones sobre lamodelización utilizada por laeconomía vayan a zanjar elconflicto entre «tecnócratas» y«humanistas», que parece sub-yacer a los enfrentamientos deSeattle, Washington y última-mente Praga. Unos y otros ad-mitirían, yo creo, que no están

hablando de esto, sino de algomás profundo.

ECONOMÍA YHUMANIDADES

CON UN POCO MÁS derigor suele decirse quela economía no es un

humanismo porque no tienerelación apreciable con las lla-madas humanidades. Esto escierto en un sentido muy pe-gado a tierra; pero no necesa-riamente cuando se reflexionasobre ello en abstracto. Es ver-dad que los curricula académi-cos de «humanidades» y de«económicas» apenas se cru-zan y es también verdad que,en general, no hay doble mili-tancia en los economistas queraramente se desdoblan en fi-lósofos o artistas; pero todasestas evidencias aparentespierden parte de su obviedadcuando examinamos con unpoco más de profundidad larelación entre la economía, porun lado, y las diversas ramas dela filosofía, por otro.

Dejando al margen otrosprecedentes, es generalmenteaceptado que la ciencia econó-mica se inaugura con AdamSmith un profesor de filosofíamoral. Este origen no es capri-choso pues de hecho la preo-

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cupación típica de Smith tantoen la Teoría de los SentimientosMorales (1759) como en la Ri-queza de las Naciones (1776) noes otra que tratar de aislar lascondiciones que dan pie a lainteracción humana significa-tiva y a la existencia de las ins-tituciones que permiten orde-narla. En este sentido, la eco-nomía tiene mucho que decir yno puede abstraerse de temascomo el liberalismo, político yeconómico, la igualdad, la jus-ticia y la igualdad de oportuni-dades, entre otros. Sin em-bargo puede quizá pensarseque estos temas ni son centra-les a la ciencia económica nitampoco a la filosofía. ¿Hayalguna relación entre la econo-mía y la ontología, la ética o laestética? Pretendo argüir quesí la hay y que la economíatiene hoy la capacidad de avi-var y enriquecer estos asuntospropios de la aventura filosó-fica más clásica.

Pensemos primero en la on-tología. No parece que este lu-gar central de la metafísicahaya sido muy popular desdeHeidegger hasta hoy. Sin em-bargo, me permito opinar quelos filósofos avivarían su inge-nio si examinaran algunos re-sultados contemporáneos,aunque no muy recientes, de la

economía. Mencionaré tresbien conocidos. Los tres tie-nen en común una caracterís-tica básica del pensamientoeconómico: su reflexividad.Esta cualidad hace que lasideas económicas de los agen-tes económicos puedan influiren la configuración de la reali-dad económica. El primero deestos resultados que quierodestacar es el relacionado conla problemática existencia deburbujas especulativas en unmercado de valores. ¿Qué tipode realidad es ésa que pareceobservarse profusamente peroque, como se sabe, no podríaexistir a largo plazo si losagentes económicos fueran ra-cionales? El segundo se refiereal modelo de Lucas de la curvade Phillips. El hecho crucial deque la información no es per-fecta hace que los agentes eco-nómicos tomen un incrementodel nivel general de precioscomo una elevación del preciorelativo que les concierne. Sucomportamiento consecuentegenera observaciones que re-cubren una curva de Phillipscomo la conocemos, es decircon pendiente negativa en elespacio de tasa de inflación ydesempleo. Pero, curiosa-mente, este objeto que obser-vamos parece ser un espejismo,

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ya que en cuanto queremosapoyarnos en él para, porejemplo, reducir el desempleo,nos encontramos con que nopodemos y con que lo únicoque conseguimos es incremen-tar la tasa de inflación. Puedeparecer que estos dos resulta-dos no son lo suficientementerobustos como para sembrardudas acerca del realismo de laontología; pero el tercero de-bería tener la virtualidad de re-forzarlas. Este tercer resultadoal que me refiero es el de laposibilidad de profecías que seautocumplen. Dentro de estafamilia de resultados es singu-larmente impactante lo que hadado en llamarse el «equilibrioen manchas solares». Deacuerdo con esta idea es posi-ble que haya una economía to-talmente determinista en laque existe un equilibrio (deter-minístico), digamos que depleno empleo. Pues bien, si lagente cree que las manchas so-lares influyen en la producciónde esta economía (tal comocreía Jevons, nuestro santo pa-trón romántico) y la dinámicade estas manchas solares es es-tocástica, puede ocurrir queesta economía determinísticaexhiba un equilibrio observa-ble en el que el empleo oscilaestocásticamente (!) entre el

pleno empleo y el desempleo.Las creencias, incluso las fal-sas, como en este caso, hancreado realidad en el plenosentido de la palabra.

Siempre me ha parecidoque estos tres resultados cons-tituyen un reto para la ontolo-gía; pero no soy consciente dereacción alguna por parte delos filósofos. Lo que sí he vistoes su utilización genérica, esdecir, como ejemplos de la re-flexividad del pensamientoeconómico, en la discusión en-tre Realismo y Retórica comometodologías económicas.Pero no quisiera ahora enre-darme con la metodología engeneral ni con la metodologíaeconómica en particular, por-que la consideración específicade la filosofía de la ciencia,aunque es claramente parte dela filosofía, me distraería de miempeño por sugerir el interésdel pensamiento económicopara ramas más clásicas de lafilosofía. Volveré pues miatención a la ética y, dentro deella, a dos temas centrales. Elmás interesante es posible-mente el tema del utilitarismo,en el que filosofía y economíallevan juntas doscientos años.Baste aquí decir que son eco-nomistas los que en los últi-mos años han desbrozado el

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problema de por qué y en quécondiciones la «función debienestar social» tiene esaforma de suma ponderada deutilidades que siempre se haatribuido al utilitarismo. Meatrevería a decir que aquí loseconomistas han sido los ver-daderos filósofos. Quizá me-nos central ha sido el tema delrelativismo cultural de la éticay la correspondiente proble-mática de la universalidad dealgunos derechos humanos.Sobre esto volveré más ade-lante; pero cabe decir ahoraque hay una interacción natu-ral entre el pragmatismo ame-ricano, e incluso el comunita-rismo, con algunos desarrolloseconómicos basados en juegosevolutivos. Estos juegos po-seen en general distintos equi-librios que se alcanzan a partirde diferentes condiciones ini-ciales y, en consecuencia, loque puede llegar a configu-rarse como una norma en unasociedad puede ignorarse enotra.

Aunque parezca algo sa-cado de quicio, tampoco cabeignorar la relación entre laeconomía y la estética. Nocio-nes de arte pueden servir paradistinguir aproximaciones al-ternativas a la política econó-mica y, como se sabe, hay toda

una rama menor de la econo-mía dedicada a estudiar elmercado del arte; pero quizáes momento de tomar respiroy no dejarnos l levar por lainercia analítica ni por la eru-dición, y volver a la situaciónque debe constituir nuestrohilo conductor. A efectos deentender lo que ha ocurridoen Praga, y a pesar de lo queacabo de argüir, no cabe decirque la economía esté hoy muycercana a la filosofía, aunquenace de ella y esporádica-mente vuelve a ella, inclusocon ideas fructíferas. Tam-poco parece que la sensibili-dad estética influya sobre laforma de entender un pro-blema económico, aunque aveces pueda aclarar algunosaspectos. No parece que doseconomistas puedan distin-guirse por sus aficiones artís-ticas o por sus gustos litera-rios. Ni los alborotadores delas calles de Praga están exi-giendo que los expertos ence-rrados en su palacio de con-gresos sean hombres cultos enestos sentidos, ni éstos, los ex-pertos, se sentirán dolidos porla acusación de una cierta in-cultura. El enfrentamientoentre unos y otros tampocoparece estar aquí.

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ECONOMÍA EHISTORIA

CR EO QUE empezare-mos a acercarnos alcorazón del conflicto

si entendemos que los aspa-vientos de los alborotadoresacusan a los expertos de igno-rantes de la historia en un sen-tido amplio. Como no cono-cen los detalles culturales pro-pios de los países a los queaplican sus recetas, éstas son aveces contraproducentes y ori-ginan un innecesario sufri-miento. Por ejemplo, puestoque la globalización no sólo esun hecho sino también unaprescripción para el desarrollo,puede igualmente contestarseen esos términos. Pareceríaque este es el fondo del con-flicto; la ciencia económica, alno ser consciente de la histo-ria, puede ser un instrumentoromo que golpea tanto comocura. Sobre este problema ge-nuino acabo de decir algo yahora diré algo más, pues cier-tas ideas económicas puedenaclararlo.

Para discutir con cuidado elproblema de la compatibilidadentre la universalidad de la ra-zón ilustrada (que define lamodernidad) y la diversidad delas construcciones particulares

a que el ejercicio de esa razónda lugar en el mundo posmo-derno, me centraré en el pro-blema del sesgo inflacionario yla autonomía del banco cen-tral, al que me he referido enotras ocasiones. Me interesasobre todo como ejemplo conel que discutir sobre economíae historia de manera genérica;pero notemos que se trata deun tema que toca directamentea las partes enfrentadas enPraga. El Fondo Monetario,en efecto, recomienda sin fisu-ras la independencia del bancocentral mientras que, tal comoarguyen las ONGs, el ejerciciode esa independencia ha traídoconsigo la recesión económicay el desempleo, especialmentecuando se ha ejercido de ma-nera automática, deshumani-zadamente diríamos.

Empecemos por generar elresultado denominado sesgoinflacionario. Supongamos unjuego de estrategia entre unsindicato (S) y un gobierno(G), reflejado en el panel de laizquierda de la figura. El juga-dor S controla los salarios y eljugador G los precios y uno yotro pueden mantenerlos (=) osubirlos (+). Ambos jugadoresson racionales en el sentido depreferir más a menos. Las pre-ferencias reflejadas en esta ma-

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triz de pagos son razonables y,de acuerdo con ellas, el únicoequilibrio de Nash es el co-rrespondiente a la casilla su-reste. La solución de estejuego es tal que ambos jugado-res aumentan la variable quecontrolan, salarios y precios,generando una inflación queno consigue modificar el de-sempleo porque el salario realno se ha transformado. Laclave de este resultado, que sedenomina sesgo inflacionario,es que la estrategia antiinfla-cionaria del gobierno (=) notiene credibilidad alguna, yaque la contraria (+) es estrate-gia dominante. Ahora se vecon toda c laridad que unaforma inmediata de solucionareste sesgo inflacionario es darindependencia a un bancocentral, cuyo gobernador tienelas preferencias reflejadas en lamatriz de pagos de la figura dela derecha. Es claro que ahorael único equilibrio de Nash es

el de la cuadricula del noroesteen la que el sesgo inflacionarioha desaparecido.

De acuerdo con este juegode manos intelectual pareceríaque la racionalidad en todoslos países exigiría la implanta-ción de un banco central autó-nomo con independencia delos problemas de desempleoque puedan surgir mientrasesta institución adquiere su re-putación de intransigente, cosaque tendrá que hacer hasta queno se conozcan sus preferen-cias reales. Sin embargo, existeotra manera alternativa de ata-car la falta de credibilidad delgobierno, que supone menosracionalidad y admite diversi-dad entre países. Esta maneraalternativa está relacionadacon los juegos evolutivos. Parapoder utilizar el mismo ejem-plo de un juego entre Sindi-cato y Gobierno supongamosque uno y otro agente puedenadoptar estrategias mixtas, es

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G BC

= + = +

= (10,7) (0,10) = (10,10) (0,5)

S + (6,0) (10,5) S + (6,7) (10,0)

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decir = o + con ciertas proba-bilidades. En cada periodo detiempo hay una interacciónentre ellos, y de la observaciónde su resultado surge una mo-dificación miope y posible-mente inercial de su estrategiamixta. Esto genera una diná-mica de estrategias que quizáposee uno o varios equilibriosestacionarios localmente, asin-tóticamente estables, cada unode los cuales se obtiene a partirde unas condiciones inicialesdeterminadas. Es perfecta-mente posible que en algunassociedades se obtenga asintóti-camente el equilibrio (= , =) yen otras el equilibrio (+ , +).En el primer caso la sociedadno tendrá sesgo inflacionario yno será necesario un bancocentral independiente. En lasociedad del segundo caso síserá necesario.

Este ejemplo nos hace verque la economía posee instru-mentos conceptuales capacesde pensar la diversidad y el re-lativismo cultural. No dudo deque la protesta de los alborota-dores de Praga está en buenaparte basada en la acusaciónde ignorar el relativismo cultu-ral que acabo de ilustrar, y deque esta ignorancia es motivosuficiente para poner en entre-dicho muchas de las aplicacio-

nes de la ciencia económica;pero no creo que ésta sea la úl-tima palabra sobre la cuestiónque nos ocupa, porque los ex-pertos del Fondo o del Banco,y la ciencia económica en sí,tal como he mostrado, sonmuy capaces de entender laprotesta y de argüir teniendoen cuenta esa historia y esaspeculiaridades culturales. Dehecho, en los últimos tiemposmuchas discusiones internasen las agencias multilateraleshan tenido esta forma. La di-misión de Stiglitz como «chiefeconomist» del Banco Mun-dial puede enmarcarse en estecontexto. Sus acusaciones alFondo y al Banco podrían serbandera de las ONG’s másatildadas. Y es de esto, segura-mente, de lo que hablarían losdías anteriores a las algaradaslas ONG’s y las agencias mul-tilaterales.

ECONOMÍA YHUMANISMO

PARA ALCANZAR el ver-dadero fondo del con-flicto que subyace a la

batalla de Praga hay que plan-tearlo en términos del posibleenfrentamiento entre la cien-cia económica, que pretendi-damente alimenta las propues-

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tas del Fondo y del Banco, y elHumanismo, entendido ahoracomo un movimiento culturalpreciso y datado. Veremoscómo, así visto, el conflictoque nos ocupa se entiende me-jor y, además, ofrece oportuni-dades de solución.

El Renacimiento ubicó alhombre en el centro de la es-cena, en medio del mundo, einauguró una manera de pen-sar que subyace a todo el desa-rrollo intelectual de los siglosXVI a XVIII. Esta manera depensar ha constituido desdeentonces un referente con elque se compara cualquier otrodesarrollo intelectual. No esdesde luego el momento decaracterizar el Humanismo,baste aquí con destacar doscualidades con las que habráque juzgar a la ciencia econó-mica. Por un lado, el Huma-nismo nace y se desarrolla enla edad de las utopías: una vezque el hombre ha tomado laescena y se ha decidido a pen-sar, las reflexiones sobre su de-sarrollo futuro y el límite queensueña influyen en su situa-ción presente. Por otro lado, yquizá en contraste con lo ante-rior, el hombre que se consti-tuye en medida de todas lascosas no es el hombre abs-tracto, o quizá la proyección en

el presente del hombre de lautopía realizada, es, más bien,el hombre concreto, con susvirtudes, defectos y contradic-ciones bien patentes, un hom-bre que piensa libre y alegre-mente.

La primera característica delHumanismo se manifiesta cla-ramente en tres hitos funda-mentales de su pensamiento:la Utopía de Tomás Moro(1516), La Ciudad del Sol deTomaso Campanella (1623) yLa Nueva Atlántida de FrancisBacon (1627). Se trata deobras de lo que hoy llamaría-mos filosofía política ya quepretenden entender, y quizáponer en práctica, la posiblearmonía entre los hombres ensociedad. A mi juicio, nadahay tan característico del Hu-manismo como su creenciaimplícita en que las situacionesen el límite pueden ser situa-ciones límites, es decir que hayfuerzas que nos empujan haciaun futuro en donde las contra-dicciones se resuelven.

Pues bien, el edificio delEquilibrio General Competi-tivo, una pieza terminada ybien perfilada, resultante delpensamiento económico neo-clásico ejercido durante siglo ymedio y, para muchos, piedraangular del edificio conceptual

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de la ciencia económica actual,puede ser reconstruido comouna Utopía. Esta afirmacióndeberá chocar a los fustigado-res del pensamiento único y acualquiera que crea que laciencia económica neoclásicase preocupa de las relacionesentre las cosas (reflejadas enlos precios relativos) y no delas relaciones entre las perso-nas. Y, sin embargo, es unaafirmación correcta. En efecto,en primer lugar sabemos que,en el límite de una economíaque va aumentando su númerode agentes, el conjunto deasignaciones de equilibrio wal-rasiano coincide con el con-junto de asignaciones que nin-guna coalición de agentes (esdecir de asignaciones que per-tenecen al núcleo) de esa eco-nomía puede mejorar. En se-gundo lugar también sabemosque, a medida que nuestraeconomía va acercándose a laeconomía límite, el núcleo vaencogiéndose hasta coincidircon el conjunto de asignacio-nes de equilibrio walrasiano.Y, finalmente, sabemos que enel límite se ha alcanzado lacompetencia perfecta y queello puede entenderse comouna situación en que nadietiene poder sobre nadie. Enefecto, en el límite nadie

aporta nada a ningún sub-grupo de gente, luego nadiepuede amenazar con salirse deun grupo: podríamos decir quese ha alcanzado una situaciónen la que hay rendimientosconstantes; pero no en bienes,sino en personas. En mi opi-nión, resulta claro que la bo-nita historia de la competenciaperfecta podrá no tener lostintes coloristas ni los detallespróximos de una utopía rena-centista, pero posee sus ele-mentos esenciales.

Sin embargo, y desde elpunto de vista de nuestro hiloconductor, esta interpretaciónculta no parece ayudarnos, yaque la resistencia activa contrala economía no se dirige con-tra ese posible carácter utó-pico, sino contra la considera-ción abstracta del hombre queparece violar la concepciónhumanista del hombre con-creto, reflejada en la segundacaracterística de mi forma deentender el Humanismo Re-nacentista. Esta segunda ca-racterística brilla con esplen-dor en un humanista tardío,coetáneo durante veinte añosde Adam Smith y pensador deculto: Gianbattista Vico. Ensu Scienza Nuova (1725) inau-guró una manera de pensarque creo definitoria del Hu-

¿ES LA ECONOMÍA UN HUMANISMO?

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manismo y cuya relación conla manera de pensar econó-mica no está tan clara en prin-cipio. Podemos afirmar queVico piensa la sociedad en sucamino al límite y que la en-tiende de acuerdo con cuatroelementos cruciales. (i) Elprincipio fundamentador delpensamiento no es la razónque, cómo creía Descartes, noshace saber (Wissen), sino lainvención, la fantasía, el inge-nio, que nos hace comprender(Verstehen). (ii) No es esa fan-tasía la que constituye al serhumano; este papel lo juega laacción y esta acción, este tra-bajo, es el que conforma nosólo al individuo sino almundo, que resulta no ser elcontinente de la sociedad sinoque es creado simultánea-mente con ella: verum ipso fac-tum, la verdad es algo cons-truido. (iii) El mundo es unsistema autoorganizado quecabe imaginarse como unmagma borboteante regidopor el sentido común, o reglasgenerales que permiten la su-pervivencia en ese magma. (iv)Una clave muy importante deesas reglas generales está cons-tituida por las formas culturales,que no son iguales en todaspartes, pero que en todas par-

tes son instrumentos humanospara estar en el mundo.

Si uno reflexiona sobre lascuatro ideas cruciales que atri-buyo a Vico, se dará cuenta deque muy bien podrían consti-tuir el nervio de la ira, mos-trado ya desde hace años porquienes parecen enfrentarsealocadamente contra la aplica-ción de las ideas económicas.Sus formas de manifestarsedan testimonio de su gusto porla invención; luchan por cons-truir la verdad a través de suacción, en lugar de admitir lasverdades lógicas con las que seles trata de convencer; creenque hay reglas generales queconfirman un sentido comúnmás útil para la supervivenciaque la ciencia aprendida y,desde luego, son multicultura-listas. ¿Qué puede ofrecerles laciencia económica? O, en otraspalabras, ¿puede hoy la cienciaeconómica argumentar quecumple con esta segunda ca-racterística que define el Hu-manismo?

Mi contestación a este inte-rrogante no es drástica sinomás bien cuidadosa. En miopinión, hoy hay un cambiode marcha en la teoría econó-mica, espina dorsal de la cien-cia económica, que acerca éstaal pensamiento viquiano y, en

JUAN URRUTIA ELEJALDE

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consecuencia, a las ansias dequienes protestan contra elneoliberalismo, la globaliza-ción y el pensamiento único.El estudio extenso de estecambio de marcha necesitaríamucho espacio y una elabora-ción minuciosa, por lo quetendrá que esperar a otra oca-sión; pero cabe quizá una des-cripción impresionista delmismo. En dos palabras, yodiría que la economía va pordetrás de entender el papel delirracionalismo en la constitu-ción de las instituciones quedotan de estabilidad a la so-ciedad. Como prueba de esaaseveración arriesgada men-cionaré algunos desarrollosanalíticos novedosos. La lite-ratura sobre racionalidad limi-tada explora las formas de re-presentarla eliminando la ex-cesiva arbitrariedad. Los jue-gos evolutivos, a los que ya mehe referido, permiten conside-rar el papel que cierta irracio-nalidad puede llegar a jugar entiempo real. La revolución dela información permite consi-deraciones de asimetría infor-macional que explican no po-cas instituciones. El neoinsti-tucionalismo nos alerta sobrela variedad de instituciones ysobre el papel crucial que estasjuegan, al condicionar las elec-

ciones individuales y sociales.Finalmente, y esto es algomuy importante, la estrategiainvestigadora cree llegado elmomento de integrar desarro-llos de la psicología del cono-cimiento y del aprendizaje enlos modelos económicos, loque permitiría entender laconstitución del yo a través dela acción. Este cambio demarcha es perceptible; pero noparece que sea generalmenteadmitido, ni que permee lapráctica de las grandes agen-cias multinacionales: he ahí elproblema.

La respuesta al interrogantedel título de este trabajo esahora c lara. El cambio demarcha que se otea en la cien-cia económica permite afirmarque ésta, la economía, está enel camino de constituirsecomo un verdadero Huma-nismo, pero que falta trabajopor hacer y que, seguramente,serán inevitables muchos con-flictos e incomprensiones.Como conclusión, no es éstatodo lo drástica que sería de-seable, pero aun así me pareceque puede ayudar a entenderel conflicto entre expertos yalborotadores que ha servidode excusa y de hilo conductora mi discurso.

¿ES LA ECONOMÍA UN HUMANISMO?

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UN COMENTARIOFINAL

DE ACUERDO con estaconclusión podríamosdecir que lo que los

alborotadores de Praga comu-nican de profundo e intere-sante es posiblemente su re-chazo radical a que la cienciaeconómica prohiba a los hom-bres ser dueños de su destino.Esta indignación profunda nose puede apaciguar con expli-caciones económicas más omenos complejas, mientras és-tas acaben intentando demos-trar que el mundo, en sus as-pectos económicos, es comoes, indefectiblemente. Esto esposiblemente lo que los anar-cos que viajan de Washingtona Praga, pasando por Seattle oMelbourne, creen ver en lasposturas de las agencias multi-nacionales: que no hay alterna-tiva. Creo que todo iría mejorsi entendiéramos que la cien-cia económica, aunque sólopueda decirse que está en ca-mino de convertirse en unHumanismo, deja alternativasa los hombres y que son éstoslos que tienen que decidir, ilu-

sionados tal vez por esa mismateoría económica que, a veces,puede jerarquizar esas alterna-tivas. No es lo mismo que unaúnica receta pueda modularsede acuerdo con las distintasculturas, que decir que esasculturas pueden ser modifica-das por hombres que puedenelegir entre ellas. De lo pri-mero, tal como he dicho, se hahablado, de lo segundo no. Y,sin embargo, yo creo que aquíestá el quid de la cuestión. Laeconomía puede cambiar elmarco de las expectativas y elinstitucional, generando así rea-lidades diversas. Hay unaenorme diferencia entre anun-ciar que no hay alternativa auna receta dada, aunque sepueda modular, y tratar de ex-plicar que, entre las varias re-cetas existentes, hay una queparece la mejor a una mayoríade personas inteligentes y bie-nintencionadas. La primerapostura produce resenti-miento, la segunda ofrece unaoportunidad al convenci-miento mutuo. Y, además, laciencia económica sólo sos-tiene esta segunda.

JUAN URRUTIA ELEJALDE

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RECENSIONES

Dirigir los envíos de libros a la Secretaría delInstituto Empresa y Humanismo.

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LOS SISTEMAS de con-trol hace ya algúntiempo que dejaron de

ser una especialidad de los téc-nicos contables para conver-tirse en uno de los recursoscentrales de la dirección gene-ral. En 1992, Robert Kaplanpublicó The Balanced Scorecard,con el que inauguraba unanueva época para los profesio-nales del control. Se proponíaen aquel libro –y en los otrosdos que le han seguido en es-tos años- encontrar una ma-nera de vincular informaciónfinanciera y no financiera paratransmitir no sólo un buen re-sumen de lo que había ocu-rrido en el último año de acti-vidad, sino sobre todo unavance acerca de lo que era ra-zonable esperar que ocurrieraen el próximo. Obviamente,utilizar la información gene-rada en el departamento decontrol (y no en el de márke-ting) como la mejor predicciónacerca de los resultados futurosha sido todo un cambio para

un buen número de empresasen estos últimos años.

Robert Simons publicó haceapenas cinco años un estu-pendo libro -Levers of Control-en el que transitaba la sendaabierta por Kaplan poco antes,proponiendo qué tipo de in-formación no financiera re-sulta imprescindible para quela empresa siga dirigiéndosehacia donde debe que, porcierto, no siempre es el creci-miento a corto plazo de la úl-tima línea de la cuenta de re-sultados, a pesar de las presio-nes de los mercados financie-ros para las empresas que coti-zan en bolsa.

El libro que ahora comenta-mos comienza precisamentetratando esa cuestión: las orga-nizaciones están obligadas agestionar algunas tensionesbásicas e ineludibles. Entreellas, las siguientes: equilibrarel beneficio del ejercicio, su ca-pacidad de crecimiento y elcontrol; las expectativas de losdiferentes grupos de interés;

PERFORMANCE MEASUREMENT AND CON-

TROL SYSTEMS FOR IMPLEMENTING STRA-

TEGY

ROBERT SIMONS, HARVARD BUSINESS SCHOOL PRESS, BOSTON, 1999

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las múltiples oportunidades denegocio y el tiempo escaso delos directivos; los diferentesmotivos de las personas queforman parte o se relacionancon la empresa. Este punto departida es algo más complejoque la simple llamada a “crearvalor para el accionista”, aun-que en realidad la asume y ex-plora la manera de llevarla a lapráctica de forma sostenible.

El libro –en el que contribu-yen con diversos capítulos elpropio R. Kaplan y A. Dávila-se divide en tres partes, lógica-mente secuenciales: Funda-mentos para la puesta en prác-tica de la estrategia; Creaciónde sistemas de medida; Estra-tegias y logro de objetivos debeneficio. La primera parteaborda temas básicos para ges-tionar sensatamente una orga-nización: objetivos, estrategia,organización de las diferentesclases de recursos y uso de lainformación, subordinada no ala tecnología de moda, sino alas metas intermedias estructu-radas según un orden causal delos procesos de negocio.

La segunda parte abunda enla coherencia lógica que han detener los planes de acción, enlos que deben tener un lugaroportuno, junto con la pers-

pectiva financiera y del cliente,aquellos otros aspectos que ha-cen posible los resultados amás largo plazo, es decir, laperspectiva de los procesos in-ternos y del aprendizaje de laorganización. El diseño delplan de negocio no se terminacon la asignación de activostangibles e intangibles. La vin-culación entre esas cuatro pers-pectivas y la estrategia generalde la empresa debe concretarseen indicadores específicos ycuantificables, cuyo segui-miento constituye la base delcontrol no sólo de los resulta-dos finales sino, anticipada-mente, de los procesos que danlugar a aquellos resultados.Ésta es la idea básica del Cua-dro de mando integral pro-puesto por Kaplan, del que sehace una breve exposición enel capítulo 9.

La tercera parte trata acercade la utilización de los sistemasde control dibujados en laparte anterior. Efectivamente,el diseño de sistemas de me-dida implica la creación de in-centivos para la actuación delas personas dentro de la orga-nización. Pero los incentivosno siempre tienen los efectosdeseados: el riesgo moral estápresente cuando las situacionesson complejas y la asimetría de

RECENSIONES

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información entre el agente yel directivo es un hecho, comoocurre actualmente en cual-quier organización. Implantarincentivos para el logro deunos objetivos no siempre esrazonable, pues las consecuen-cias no previstas pueden serpeores que los males que sepretendía evitar. Es preciso,por tanto, advertir los diferen-tes tipos de riesgo que se correcuando se delega en otras per-sonas la ejecución de un plan yel logro de determinadas me-tas específicas. A este análisisdel riesgo dedica el libro dosde sus últimos capítulos.

Termina Simons volviendosobre la idea de las “palancasde control”: los sistemas dediagnóstico, como los resúme-nes financieros, son un instru-mento indispensable pero muyinsuficiente para gestionar losmúltiples objetivos y riesgosasociados a los fines de la or-ganización. Por eso, destaca laimportancia de prestar aten-ción a otras tres dimensionesde la dirección, imprescindi-bles cuando lo que se gestionano son sólo operaciones sinobásicamente acciones y perso-

nas: los sistemas de límites(que definen los riesgos que sepueden asumir), los sistemasde control interactivos (queasumen la participación ycreatividad de los empleadoscomo un activo central para laorganización) y los sistemas decreencias (que insisten en losvalores compartidos como nú-cleo de la colaboración entrelos miembros de la empresa).

En definitiva, PerformanceMeasurement and Control Sys-tems for Implementing Strategyes un libro que merece la penaleer. Encontrarán provecho enél no sólo los expertos en siste-mas de control, sino todosaquellos que quieran tener no-ticia de algunas de las princi-pales herramientas de gestiónactuales. La exposición, si-tuada en el contexto de unaidea coherente y completa dela dinámica de las organizacio-nes, aporta abundantes y ame-nos ejemplos que facilitan sulectura. Es un trabajo accesibley a la vez exigente, que ayuda acomprender los problemas delos directivos del presente.

Pablo García Ruiz

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HACE UN TIEMPO re-señé Armonía de inte-reses y modernidad.

Radicales del pensamiento eco-nómico (Civitas, Madrid,1997) de la misma autora. Miimpresión muy favorable, queexpresé allí, me llevó a inter-narme en este nuevo libro deReyes Calderón con expectati-vas altamente positivas. Éstasno quedaron defraudadas. Eneste “ensayo” –tal como lollama su autora- se trata de“mostrar”, a propósito de unanálisis de los llamados efectossecundarios –no deseados- denuestras políticas, cómo im-pacta en la economía la idea,que asoma por aquí y por allá,del necesario surgimiento de lasociedad civil.

El texto comienza introdu-ciendo una pizca de sana dudaacerca del tópico de los efectossecundarios ya que, aunquehay que tratar de evitarlos, se-ría irracional, utópico, preten-derlo de modo absoluto: noexiste ni existirá comunidad

perfecta. Tanto en la teoría delcontrato social como en el or-den espontáneo se “cuela” laimperfección, porque sufuente es endógena. Eso nosignifica que debamos bajarlos brazos y rendirnos, sinoanalizar con detenimiento quése puede hacer en cada lugar ymomento histórico. Pero, ade-más de estos efectos secunda-rios dinámicos, hay otros “es-tructurales”, provenientes deerrores de hipótesis, del mo-delo, que han de ser combati-dos. Si se construye una socie-dad sobre pilares falsos nopuede sostenerse y finalmentecae. El común denominadorde esos defectos es el olvidodel carácter político –en sen-tido c lásico- del hombre.Como sostiene la autora,“identificar lo privado, pri-mero con el trabajo, y luegocon la propiedad, y potenciarsin límite esta esfera, terminacon economizar la vida, y esoes tanto como matar la comu-nidad” (p. 39). El punto de

LA EMPRESA ENTRE EL ESTADO Y EL MER-

CADO

REYES CALDERÓN CUADRADO, RIALP, MADRID, 2000

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vista de la comunidad y su biencomún es el adecuado para unnuevo análisis y tratamiento deestos efectos secundarios.

La segunda parte del libro,“organizando la vida entre elestado y el mercado”, se dedicaa perfilar el concepto de comu-nidad. Primero enfrenta el es-píritu capitalista con el comu-nitario. El individualismo,concepción antropológica in-completa, separa artificial-mente socialidad de politici-dad, termina privatizando lopolítico y transformando lo so-cial en mercado, lo único vi-gente. Es decir, provoca efectossecundarios estructurales. Enla parte constructiva, “tarea co-mún”, intenta una caracteriza-ción del programa propuesto,complementada con la referen-cia comparativa a la actitud delespíritu capitalista: unidad queno es uniformidad, desarrollode la libertad bien entendida.Entonces nos encontramoscon un substrato más adecuadopara las tareas económica yempresarial.

Cuando en la tercera partela autora se concentra en laeconomía, surge una tesis quehemos sostenido desde hacetiempo: que la economía nopuede separarse de la econo-

mía política. Se concreta en lapráctica en sugerencias muyparecidas a las sostenidas porlos viejos representantes de laEscuela de Friburgo (cfr. pp.185-186).

Pienso que puede ser útiluna digresión aclaratoria. Se-gún afirman los historiadores,la inauguración del término“economía política” corres-ponde al francés Antoine deMontchrétien, con su Traité del ’Économie Politique de 1615.Desde entonces y hasta finesdel siglo pasado, la economíapolítica fue la disciplina que,entre otras cosas, estudiaba elorigen y funcionamiento de laeconomía de una nación. For-maba parte de un conjuntomás amplio de ciencias de lasociedad y del gobierno ante-cesoras de las modernas cien-cias sociales y políticas. ParaAdam Smith, era “una rama dela ciencia del estadista o legis-lador”. Tal como afirma LionelRobbins, para los economistasclásicos, la economía política“no sólo describía el modo enque de hecho funcionaba o po-día funcionar la economía, sinotambién cómo, de acuerdo conlas ideas de cada autor, debíahacérsela o permitírsele fun-cionar”. Era por tanto unaciencia positiva y normativa,

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que admitía juicios valorativos.Poco a poco, siguiendo unatendencia común a todas lasciencias sociales, se fue po-niendo el acento en la separa-ción entre los aspectos positi-vos y normativos y en la mar-ginación de los valores de laciencia económica. Así fueronsurgiendo ramas como la eco-nomía aplicada o la políticaeconómica, al tiempo que seiba purificando de elementosnormativos el cuerpo principalde la teoría económica. Losprimeros pasos en este sentidolos dieron en el siglo pasadoNassau W. Senior, John ElliotCairnes y John Stuart Mill.En 1875, el hoy casi olvidadoeconomista H.D. Macleod,sugirió bautizar esta economíapurificada con el nombre deeconomics, que proviene de latraducción del término oikono-miké, usado por Aristóteles.Jevons y Marshall aceptaron lasugerencia y consolidaron suuso. El principal motivo deeste cambio fue dejar clara laneutralidad valorativa de laciencia económica. El origendel cambio es de lo más para-dójico, ya que para Aristótelesla oikonomiké, en cuanto disci-plina de conocimiento, era unaciencia práctica, es decir, mo-ral, con una esencial orienta-

ción valorativa. Economics, porotra parte, es un término quequedó ligado al nacimiento dela teoría neoclásica.

Recientemente han surgidoalgunas nuevas corrientes quese autodenominan “economíapolítica” como una contra-re-acción hacia la economics. Poreso, aunque suelen aceptar uncierto compromiso valorativo,o al menos normativo, el co-mún denominador de esasnuevas corrientes es la críticaal modelo neoclásico conven-cional. Por otra parte, todasellas defienden una reinserciónde la economía en un ámbitosocial y político y procuranampliar los límites de la yaagotada economics para incluirdichas instituciones de unmodo u otro. Mientras el en-foque racionalista ortodoxo seciñe al funcionamiento de laeconomía dentro de determi-nados supuestos, los nuevoseconomistas políticos se preo-cupan también por la elecciónde dichos supuestos, quequeda así reincorporada a laeconomía. Sin embargo, aquíno nos interesa hablar de ellos,sino de lo que dice Reyes Cal-derón.

En primer lugar, la autoraseñala el ya citado carácter po-

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lítico de la economía políticaen su origen. Muestra luegomuy agudamente como éstatambién es política en el mé-todo. Desde la perspectiva dela economía política analizalos aciertos y fallos de las ideasde R. Coase, trasladando así elanálisis al trabajo y la empresa.La conclusión de la obra se-ñala la necesidad de agregar elpunto de vista de la politici-dad. Sin confianza, amistad,conocimiento compartido, ras-gos que se dan cuando hay co-munidad, no nos libramos delos efectos estructurales. Larealidad nos dicta que el cono-

cimiento de una economía hu-manamente realizable sólopuede ser economía política.

En fin, se trata de un libroprofundo e interdisciplinar,sembrado de observacionessugerentes, thought provoking,como dicen los sajones. Lo re-comendamos a todos aquellosque no estén conformes con laactual situación de la sociedad.Encontrarán que se puede tra-bajar por mejorarla y que, aun-que nunca se conseguirá ha-cerlo definitivamente, hay so-luciones de fondo al alcance dela mano.

Ricardo F. Crespo

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SE ESCRIBE MUCHO, y deescasa calidad literaria eintelectual, sobre la

Nueva Economía, y sobre lospoderosos cambios que llevanconsigo las nuevas tecnologíasde las telecomunicaciones y dela informática. Internet es unproducto de ese estrecho mari-daje. El mundo de la empresano sólo no es ajeno a esastransformaciones, sino que, enun amplio sentido, las ha lide-rado y las ha implantado en suestrategia y en su gestión ope-rativa.

Evans y Wurster, socios re-levantes de The Boston Consul-ting Group, una de las consul-toras de estrategia más presti-giosas del planeta, pionera enla creación de nuevas herra-mientas de dirección de em-presas, han escrito un librooriginal e iluminador sobre losprincipios y los efectos de unarealidad que configurará granparte del quehacer empresarialde nuestra época. Una reali-dad, Internet, que, como pri-

mero la radio y luego la televi-sión, ha venido para quedarse.

Blown to bits adopta comohilo conductor el efecto de-constructor de la cadena devalor empresarial que ha su-puesto la digitalización. Efec-tivamente, las nuevas tecnolo-gías permiten, como un bisturísumamente preciso, discernir yseparar las distintas etapas decreación de valor -en realidad,puros flujos de información-,para después someterlas a unanálisis renovador, supri-miendo algunas y potenciandootras. La logística de aprovi-sionamiento, el almacenaje, elmontaje, la distribución y lacomercialización se concibende una manera original, vistasdesde la óptica desmaterializa-dora de Internet. Tampocopersistirá con éxito el desarro-llo de productos y procesostradicional, ni el enfoque post-venta o de dirección en gene-ral. En definitiva se ha que-brado “la relación tradicionalentre el medio y el mensaje,

BLOWN TO BITS. HOW THE ECONOMICS OF

INFORMATION TRANSFORMS STRATEGY

PHILIP EVANS Y THOMAS S. WURSTER, HARVARD BUSINESS SCHOOL

PRESS, 2000

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entre el flujo de informaciónrelativa al producto y el pro-ducto mismo, entre la cadenade valor informacional y la ca-dena de valor física, entre laeconomía de la información yla economía física (economics ofthings)“ (p.17).

Una vez diferenciados y re-configurados los escalones dela cadena, llega la segunda fasede la deconstrucción, la re-construcción de la nueva ca-dena con posibilidades incre-mentadas de generación de va-lor.

El libro propone multitudde ejemplos, desde el análisisdel caso de la Enciclopedia Bri-tánica, con el que debuta, hastael de los grandes almacenes,pasando por la industria desoftware, el sector editorial o elsector financiero. En la evolu-ción de todos ellos se aprecia elimpacto de las nuevas tecnolo-gías: obsolescencia de las defi-niciones convencionales de losnegocios; importancia crucialde la información –la interco-nectividad que facilita la red yel acceso indiscriminado y entiempo real a esa informaciónconvierten en vulnerables to-dos los negocios-; aparición deestándares técnicos globales;crecimiento explosivo de de-

sintermediadores dispuestos aaprovechar las rendijas de lacadena de valor; redefiniciónde las marcas.

El capítulo más sugerente,dentro de un libro de por síatractivo, es el dedicado a lasrelaciones entre la riqueza deinformación (richness) y su al-cance (reach), o también entreancho de banda-personaliza-ción-interconectividad, y co-nectividad. Tradicionalmente,a mayor riqueza de informa-ción menor alcance en el mer-cado. Las nuevas tecnologíashan dado un vuelco a la situa-ción, permitiendo, simultáne-mente, niveles desconocidos deriqueza informativa y alcancecomercial. Funcionando efi-cazmente, las economías dered combinan las economíasde escala en la oferta y en lademanda: por ejemplo unaempresa virtual de subastastiene mas valor cuantos másclientes se conecten a su red.“Según Bob Metcalfe, inventorde Ethernet, el valor de unared es proporcional al cua-drado de la gente que la usa”(p. 112).

Internet, como paradigmade la Nueva Economía, permitereducir drásticamente los cos-tes de transacción (costes de

RECENSIONES

Revista Empresa y Humanismo, Vol. III, Nº 1/01, pp. 201-203

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búsqueda, coordinación y su-pervisión), incrementa la pro-ductividad en tal grado que loscostes unitarios marginales lle-gan a ser irrelevantes o casicero (por ejemplo, en los ne-gocios puramente informacio-nales, como bajarse de la redun programa, una canción ouna enciclopedia), y, además,ofrece una gama increíble de

maneras de comercializar losproductos y satisfacer singu-larmente a cada comprador.

El lector, no obstante, yasabe que “no es oro todo lo quereluce”. Basta con seguir laevolución de los índices bursá-tiles de las empresas de estaNueva economía.

Guido Stein

RECENSIONES

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EL REPU TADO GURÚGary Hamel ha publi-cado un nuevo libro,

una obra tan importante comolo fue Competing for the futureen 1998. Esta vez el tema cen-tral no gira en torno a lascompetencias esenciales cor-porativas (core competences),sino a la ineludible necesidadde innovar para incrementarde modo extraordinario la ca-pacidad de generar valor, o decómo correr velozmente paramantenerse.

Leading the revolution va adesencadenar con seguridaduna tendencia en la literatura yen la gestión empresarial. Ele-gantemente editado, atractivopor sus fotografías e “innova-ciones” gráficas, lleno de tesispenetrantes adobadas con ca-sos y ejemplos oportunos, el li-bro ofrece tácticas operativaspara despertar y fomentar laimaginación empresarial, ymodelos estratégicos para im-plantarla con eficacia. Con-tiene una teoría práctica, es

decir, es un libro de empresacon interés para los ejecutivosy empresarios, que es de lo quea fin de cuentas se trata. El es-tilo directo y desenfadadopuede sorprender a los lectoresconvencionales. Repasemos al-gunas de sus tesis fundamen-tales.

Hoy ya sabemos que no to-das las start-up´s son creativasy quizá por esa razón un 90%fracasa. Ha llegado el mo-mento, según el autor, de sus-tituir la “e” de electronic com-merce por la “i” de imaginacióne innovación. Hemos alcan-zado el fin del incrementa-lismo; por tanto, hay que darpaso a la innovación radicalcomo sillar de la ventaja com-petitiva. Leading the revolutiones un libro para aquellos quepiensan que el futuro se crea,que la pasión es tan impor-tante como los beneficios, quelas prácticas de la era indus-trial son una rémora para laépoca post-industrial, que los

LEADING THE REVOLUTION

GARY HAMEL, HARVARD BUSINESS SCHOOL PRESS, BOSTON, 2000

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clientes son más importantesque la tradición corporativa.

Como ya anunciaba un filó-sofo español del primer terciode siglo, nos hemos topadocon el fin del progreso. Elmundo ya no sigue una pautalineal. El cambio también hacambiado. Cualquier conceptode negocio, por muy brillanteque sea, perderá con rapidez sueficacia económica. Sólo lasideas que escapen de la progre-sión lineal inducirán la nuevariqueza. Desembocamos en unentorno donde ya no se com-pite entre productos o servi-cios, sino, precisamente, entreconceptos de negocio.

Como los “nuevos alquimis-tas” de Charles Handy, las or-ganizaciones necesitan peren-toriamente de personas queproduzcan a partir de la nada,que luchen no en contra de lanaturaleza, sino de la hegemo-nía del poder establecido; sonlos “activistas revolucionarios”de Hamel. El contexto es favo-rable: democracia informativa,aversión a la autoridad, rele-vancia del capital intelectual ycapitalismo popular (todos so-mos accionistas).

Hamel plantea sin empachola “Nueva Agenda de la Inno-vación”:

• Mejora continua e innova-ción no lineal.

• Innovación en procesos yproductos, e innovación enconcepto de negocio.

• Liberar riqueza y crear ri-queza.

• Oportunidad y capacidad.• Visionarios y activistas.• Científicos, comerciales y

Silicon Valley.La racionalización de los

costes no es sostenible indefi-nidamente, como tampoco elcrecimiento de los ingresos, elvalor del accionista, la consoli-dación, las mejores prácticas.Estas tendencias conducen a laconvergencia estratégica. Unlugar donde es peligroso que-darse. Si el crecimiento de losingresos, la rentabilidad de lainversión, los márgenes opera-tivos, o el ratio PER están es-trechamente agrupados entorno a la media del sector, sepuede concluir que se han se-guido estrategias convergentes.Ha faltado imaginación.

Hamel ofrece un modelopara determinar el potencial decreación de riqueza de un con-cepto de negocio asentado entres ideas puente: la configura-ción (combinación de compe-tencias, activos y procesos úni-cos), los beneficios de los

RECENSIONES

Revista Empresa y Humanismo, Vol. III, Nº 1/01, pp. 205-208

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clientes (unen el núcleo de laestrategia con las necesidadesde los clientes) y los límites dela compañía (las decisionesacerca de lo que se hace y de loque compromete la red de va-lor).

Estas ideas se complemen-tan con los propulsores de be-neficios, que incrementan losresultados: los efectos de red(aumento del valor con el au-mento del número de usua-rios); los que protegen de loscompetidores (la anticipación);las economías estratégicas (laescala, el enfoque o el ta-maño); y la flexibilidad estra-tégica (rebajar el punto muertoo ampliar el portfolio de losnegocios o productos).

“Así comienza la práctica.Escoge la peor experiencia deservicio que hayas tenido elaño pasado y piensa en el mo-delo de negocio que fracasó alno satisfacer tus expectativas.¿Cómo lo cambiarías, ele-mento a elemento? Busca unsector en el que todo el mundoparezca atrapado en un calle-jón sin salida e inventa una es-trategia de salida para uno delos competidores. Elige unacompañía que te guste y quepienses que merece tener máséxito, intenta imaginar un

concepto de negocio rompe-dor. La gran ventaja de unconcepto de negocio es su infi-nita maleabilidad. A fin decuentas es una construcciónintelectual. Vuelve a tu infan-cia, con un gran LEGO que tepermita reconfigurar los fun-damentos del comercio. No esun ejercicio pueril. Es un en-trenamiento mental para losrevolucionarios de un sectoreconómico” (p. 113).

Hamel pregunta constante-mente al lector si es la voz dela oportunidad en su compa-ñía, el paladín de lo inconven-cional. No se trata de especularacerca de lo que ocurrirá en elfuturo, sino de inducir lo.Existe una ceguera corporativageneralizada: todos prestamosatención a las mismas cosas eignoramos las mismas cosas.

El futuro ya ha l legado,quizá a otra empresa, sector opaís. Hay que esforzarse en ar-bitrar el conocimiento, trasla-dando las ideas de las empre-sas tecnológicamente punterasa las que no lo son, de los queestán a la última a las seguido-ras, de las que saben a las quedesconocen.

El libro analiza atractiva ysistemáticamente los procesosde innovación de conceptos de

RECENSIONES

Revista Empresa y Humanismo, Vol. III, Nº 1/01, pp. 205-208

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negocio en varias empresasmuy distintas: Enron, GE Ca-pital, Charles Schwab y Cisco.El lector con poco tiempopuede empezar por este capí-tulo, el séptimo de la obra,Gray-haired revolutionaries; nole defraudará.

Leading the revolution noes un libro académico al usode dirección de empresas; en-cierra, más bien, un mani-fiesto meditado y fundamen-tado a favor de la innovaciónradical de los negocios y sec-tores como herramienta paracompetir en el nuevo mile-nio. Un enfoque intuitivo,

que hace disfrutar al lector y,simultáneamente, le gana parala causa. Salvando las distan-cias, y con cierto ánimo provo-cador, desde hace tiempo seme antoja que las ideas refres-cantes de Gary Hamel sobreestrategia son al potente cons-tructo teórico de Michael Por-ter sobre la competencia ensectores y empresas, como elintuicionismo platónico es alracionalismo aristotélico. ¿Porqué excluir a uno de ellos, si lacomprensión de la realidad ne-cesita de ambos?

Guido Stein

RECENSIONES

Revista Empresa y Humanismo, Vol. III, Nº 1/01, pp. 205-208

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1. LIBROS

Nº1 FILOSOFÍA DEL DINEROVittorio Mathieu

Nº2 LA VERTIENTE HUMANA DEL TRABAJO EN LA EMPRESAGeorge Gilder, Carlos Llano, Juan Antonio Pérez López y Leonardo Polo

Nº3 ETICA EMPRESARIAL: TEORÍA Y CASOSRafael Gómez Pérez

Nº4 LAS CLAVES DE LA EFICACIA EMPRESARIALTomás Melendo

Nº5 LA UNIVERSIDAD COMO EMPRESA: UNA REVOLUCIÓN PENDIENTETomás Calleja

Nº6 TEORÍA DE LA ACCIÓN HUMANA EN LAS ORGANIZACIONESJuan Antonio Pérez López

Nº7 EL HUMANISMO EMPRESARIALAlejandro Llano, Rafael Alvira, Miquel Bastons, Tomás Calleja, Cruz Martínez Esteruelas, Ignacio Miralbell

Nº 8 ESTRATEGIA EMPRESARIAL ANTE EL CAOSFelipe Gómez Pallete Ed.

PUBLICACIONES

DEL INSTITUTO

EMPRESA Y

HUMANISMO

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Nº 9 ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO. SU VALOR PERMANENTELudwig Erhard

Nº 10 LA CULTURA DEL TRABAJO EN LAS ORGANIZACIONESLeticia Bañares

Nº 11 CULTURA EMPRESARIAL EN ESPAÑA Y SU POTENCIAL ESTRATÉGICOMaría Teresa del Val

Nº 12 CABALLEROS Y EMPRESARIOS. EL HOMBRE DE NEGOCIOS VICTORIANOJesús Mª Zaratiegui

Nº 13 ETICA DEL CAPITALISMOPeter Koslowski

Nº 14 CIENCIA Y PRÁCTICA EN LA ACCIÓN DIRECTIVAJoan Fontrodona

Nº 15 LIBERALISMO ECONÓMICO Y LIBERTAD.ORTODOXOS Y HETERODOXOS EN LAS TEORÍAS ECONÓMICAS ACTUALESRicardo F. Crespo

Nº 16 LA EMPRESA ENTRE EL ESTADO Y EL MERCADOReyes Calderón Cuadrado

2. CUADERNOS

Nº 1 ASPECTO FINANCIERO Y ASPECTO HUMANO DE LA EMPRESAVittorio Mathieu

Nº 2 LA INTERPRETACIÓN SOCIALISTA DEL TRABAJO Y EL FUTURO DE LA EMPRESALeonardo Polo

Nº 3 LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL EMPRESARIOEnrique de Sendagorta

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Nº 4 EL SENTIDO DE LOS CONFLICTOS ÉTICOS ORIGINADOS POR EL ENTORNO EN EL QUE OPERA LA EMPRESAJuan Antonio Pérez López

Nº 5 EMPRESA Y CULTURAFernando Fernández

Nº 6 HUMANISMO Y EMPRESACruz Martínez Esteruelas

Nº 7 MORALIDAD Y EFICIENCIA: LÍNEAS FUNDAMENTALES DE LA ÉTICA ECONÓMICAPeter Koslowski

Nº 8 LA ESTRATEGIA SOCIAL DE LA EMPRESAManuel Herrán Romero-Girón

Nº 9 EL TRABAJO DIRECTIVO Y EL TRABAJO OPERATIVO EN LA EMPRESACarlos Llano

Nº 10 EL ALTRUÍSMO EN LA EMPRESAGeorge Gilder

Nº 11 RICOS Y POBRES. IGUALDAD Y DESIGUALDADLeonardo Polo

Nº 12 EL UTILITARISMO EN LA ÉTICA EMPRESARIALJoan Fontrodona

Nº 13 LA EMPRESA EN LA HISTORIAAgustín González Enciso

Nº 14 LA EMPRESA ENTRE LA ECONOMÍA Y EL DERECHOJosé Antonio Doral

Nº 15 LA EMPRESA ANTE LA NUEVA COMPLEJIDADAlejandro Llano

Nº 16 EMPRESA Y LIBERTADJesús Arellano

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Nº 17 ¿QUÉ ES EL HUMANISMO EMPRESARIAL?Rafael Alvira

Nº 18 EL RENDIMIENTO SOCIAL DE LA EMPRESAJose M. Basagoiti

Nº 19 ELEMENTOS CONFIGURADORES DE LA ACTUALVALORACIÓN DEL TRABAJOTomás Melendo

Nº 20 DIRECCIÓN Y SISTEMAS DE MANDOManuel López Merino

Nº 21 LA ÍNDOLE PERSONAL DEL TRABAJO HUMANOTomás Melendo

Nº 22 LA REVOLUCIÓN SOCIAL DEL MANAGEMENTTomás Calleja

Nº 23 INDICADORES DE LA MADUREZ DE LA PERSONALIDADEnrique Rojas

Nº 24 EMPRESA Y SISTEMAS DE COOPERACIÓN SOCIALIgnacio Miralbell

Nº 25 HUMANISMO PARA LA DIRECCIÓNMiguel Bastons

Nº 26 ACTUALIDAD DEL HUMANISMO EMPRESARIALAlejandro Llano

Nº 27 NOTAS SOBRE LA CULTURA EMPRESARIALRafael Gómez Pérez

Nº 28 LA IMPORTANCIA DE LA DINÁMICA POLÍTICA PARA EL DIRECTIVOManuel Alcaide Castro

Nº 29 EL PODER...¿PARA QUÉ?Juan Antonio Pérez López

Nº 30 LA EMPRESA Y EL AMBIENTE SOCIO -POLÍTICO EN EL UMBRAL DEL NUEVO SIGLODaniel Bell

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Nº 31 LA GESTIÓN DEL CAMBIO EN LA EMPRESAJuan A. Díaz Alvarez

Nº 32 HACIA UN MUNDO MÁS HUMANOLeonardo Polo

Nº 33 ESTUDIO HISTÓRICO SISTEMÁTICO DEL HUMANISMOHiginio Marín

Nº 34 HUMANISMO ESTAMENTAL Higinio Marín

Nº 35 CONSIDERACIONES SOBRE EL ACTIVO HUMANODE LA EMPRESATomás Calleja

Nº 36 SER EL MEJOR. HACER QUE OTROS TAMBIÉN LO SEAN (SÓLO PARA EMPRESARIOS)José María Ortiz

Nº 37 LA ETICA DE LA SOCIEDAD DE CONSUMOAntonio Argandoña

Nº 38 HACIA UNA ECONOMÍA POLÍTICA HUMANISTALudwig Erhard

Nº 39 LAS REFERENCIAS SOCIALES DE LA EMPRESATomás Calleja

Nº 40 MÁXIMO BENEFICIO Y MÁXIMA RACIONALIDADJosé María Ortiz

Nº 41 LA INSERCIÓN DE LA PERSONA EN LA EMPRESAArmando Segura

Nº 42 HUMANISMO PERICIALHiginio Marín

Nº 43 DIMENSIÓN HUMANISTA DE LA ENERGÍATomás Calleja

Nº 44 LA EMPRESA ENTRE LO PRIVADO Y LO PÚBLICOMiguel Alfonso Martínez-Echevarría

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Nº 45 COMPETITIVIDAD Y COOPERACIÓN COMO VALORES INSTITUCIONALES DE LA EMPRESASantiago García Echevarría

Nº 46 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA I- METODOLOGÍA DE LA CIENCIA ECONÓMICAAlejo J. Sison

Nº 47 LA LÓGICA DEL DIRECTIVO: EL CONTROL NECESARIO Y LA CONFIANZA IMPOSIBLEPablo García Ruiz

Nº 48 LA 'REVOLUCIÓN' INSTITUCIONAL DE LA EMPRESA. EL RETO AL DIRECTIVO Y A LOS RECURSOS HUMANOSSantiago García Echevarría

Nº 49 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA II- EL ÁMBITO AUSTROGERMÁNICOAlejo J. Sison

Nº 50 VALORES ÉTICOS DE LA EMPRESAJuan Cruz

Nº 51 LA EMPRESA VIRTUOSAJosé María Ortiz

Nº 52 LAS DECISIONES EN LA EMPRESA: CÁLCULO Y CREATIVIDADMiguel Bastons

Nº 53 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA III. LOS FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICAAlejo J. Sison

Nº 54 LA FAMILIA: UN IMPERATIVO PARA LA EMPRESARamón Ibarra

Nº 55 VARIACIONES SOBRE UNA CRISISTomás Calleja

Nº 56 POBREZA, PRODUCTIVIDAD Y PRECIOSPaolo Savona

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Nº 57 LO COMÚN Y LO ESPECÍFICO DE LA CRISIS MORAL ACTUALRafael Alvira

Nº 58 LA ÉTICA EMPRESARIAL: UNA APROXIMACIÓN AL FENÓMENOManuel Guillén

Nº 59 LA DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA ECONOMÍAMiguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 60 SOBRE LA COOPERACIÓN COMPETITIVAAna Fernández y Carmelo Lacaci

Nº 61 ORGANIZACIONES INTELIGENTES EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTOAlejandro Llano

Nº 62 LA ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO DE LUDWIG EDHARD Y EL FUTURO DEL ESTADO DE BIENESTARAna Fernández y Carmelo Lacaci

Nº 63 LA PERSONA HUMANA EN LA EMPRESA DE FIN DE SIGLOCarlos Llano

Nº 64 ESTADO, SOCIEDAD CIVIL Y EMPRESATomás Calleja

Nº 65 SOBRE LA CONFIANZARichard Brisebois

Nº 66 EL PROTAGONISMO SOCIAL DE LA EMPRESATomás Calleja

Nº 67 DIMENSIONES ESTÉTICAS DE LA EMPRESARafael Alvira

Nº 68 LA EMPRESA COMO REALIDAD ESTÉTICAAna Fernández

Nº 69 DE LA ESTÉTICA A LA ÉTICA DE LA COMUNICACIÓN INTERNAIñaki Vélaz

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Nº 70 LA RESPUESTA EMPRESARIAL A UNA NUEVA DINÁMICA DEL EMPLEO: ¿EFICIENCIA ECONÓMICA VERSUS EFICIENCIA SOCIAL EN CLAVE ÉTICA? Santiago García Echevarría

Nº 71 LA PROFESIÓN: ENCLAVE ÉTICO DE LA MODERNA SOCIEDAD DIFERENCIADAFernando Múgica

Nº 72 EL EMPRESARIO SERVIDOR-LÍDEREnrique de Sendagorta

Nº 73 PETER DRUCKER (I): HACIA UNA BIOGRAFÍA INTELECTUALGuido Stein

Nº 74 PETER DRUCKER (II): SOBRE EMPRESA Y SOCIEDADGuido Stein

Nº 75 LA NARRATIVA ANGLO-AMERICANA DE LA PROPIEDADAlejo Sison

Nº 76 LA EMPRESA COMO SUJETO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALESJavier Herrero

Nº 77 CLIMA Y CULTURA EMPRESARIALIñaki Vélaz

Nº 78 VALORES BURGUESES Y VALORES ARISTOCRÁTICOS EN EL CAPITALISMO MODERNO: UNA REFLEXIÓN HISTÓRICAAgustín González Enciso

Nº 79 HACIA UNA NUEVA TEORÍA DE LA EMPRESAMiguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 80 LOS PLEGUES OCULTOS DE LAS RELACIONES EN LA EMPRESATomás Calleja

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SERIE EN INGLÉS

Nº9 MANAGERIAL WORK AND OPERATIVE WORK WITHIN ENTERPRISECarlos Llano

Nº10 THE ALTRUISM OF ENTERPRISEGeorge Gilder

Nº15 BUSINESS AND THE NEW COMPLEXITYAlejandro Llano

Nº17 ENTERPRISE AND HUMANISMRafael Alvira

Nº22 THE SOCIAL REVOLUTION OF MANAGEMENTTomás Calleja

Nº30 THE SOCIO-POLITICAL ENVIRONMENT THAT ENTERPRISE MAY FACEDaniel Bell

3. NUEVAS TENDENCIAS

Nuevas Tendencias es una Newsletter cuatrimestral que recogelas nuevas tendencias que tienen lugar en el ámbito empresarial yacadémico. Hasta la fecha se han publicado 43 números.

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