Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

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Grande personaje y escritorde una enciclopédica e imprescindibleobra de ensayo, de creación literaria y de estudioso de todas las culturas,es el ilustre Alfonso Reyes, desaparecido hace medio siglo, en el mismo año que José Vasconcelos.Para conmemorar el año de la muerte de este extraordinariomexicano, publicamos aquí textos de algunos notables escritores contemporáneos suyos, que lo admiraron y leyeron y conquienes convivió intelectualmenteen distintos tiempos y países, durante su fecunda vida de viajero: JorgeGuillén, Jorge Luis Borges,Manuel Bandeira; las constanciasde sus colegas mexicanos,Martín Luis Guzmán, Julio Torri y Carlos Pellicer a la hora de sumuerte, forman parte de estaspáginas, que serán siempre insuficientes para homenajear a un creador y una obra de tales proporciones.

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BR 1 Z N A S

ta hacia todos los temas universales. De la colección que publicaba

como Archivo, con su nombre, y del llamado Briznas I ¡que en su

parte superior derecha inscribe una graciosa y amistosa dedicatoria

manuscrita: A Margos: ¡Perdón por la confianza! AR\, reproducimos

algunos textos (2". Y 4". de forros\ que e~emplifican con exactitud su

carácter. La edición es del año en que fallece: 1959, en 50 ejempla­

res no venales, según consta en el copyright ¡comprada en una libre­

ría de viejo, en un pequeño e invaluable lote de sus obras dedicadasl,

y que pertenece a mi biblioteca particular. JOSE ANTONIO MONTERO.

Estas briznas son el gotear espontáneo de la tinta, la enfermedad congénita de la pluma. Pero no puedo publicar sino una parte de las que he escrito. Con pena he suprimido algo, o le he dado "segunda esponja", como se decía en el siglo XVII -sin duda echándolo a perder-, cuando la alusión o la caricatura eran dema­siado transparentes. ¡Y luego dirán que no es uno buena persona!

Además, no todo se ha de decir, o no todo de manera que lo entiendan todos, como nos lo enseña el Evangelio:

Entonces, llegándose a él los discípulos, le dijeron: -¿Por qué les hablas por parábolas? -y él, respondiendo, les dijo: -Porque a vosotros es concedido saber los misterios de los cielos; mas a ellos no es concedido ... Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. (San Mateo, XIII, 10-11, 13.)

Del Bestiario Mexicano:

A. R. 1958

En el norte de México acostumbran poner a los gallos en lo alto de un temple­te, para que no se los coman los coyotes. Desde su mirador, el gallo va y viene. y mira de reojo al coyote que se va acercando con un airecillo bondadoso: -Buenos días, hermano gallo. -Buenos días, hermano coyote. -¿Que haces ahí trepado? -Ya lo ves, tomando el sol.

-¿Por qué no bajas un rato a "platicar" conmigo? - No me atrevo, ¡No vaya a pasarme "alguna cosa"!

-¿Qué puede sucederte? Si desconfias de mí, acuerdate de que ya el leon. el Rey de la Selva, acaba de dictar una ley ordenando que ningún animal le hag.l daño a otro. ¡Anda, baja, no tengas miedo! -No me atrevo ... -iPero si la nueva ley te ampara!

-No creas, hermano: hay cabrones que ni la ley respetan.

Más difícil 3Uil que ser datCiioso con elegancia es ser agradecid0 con pI O;:;::

cía, Por lo cual muchos preC,,,ren pasar por un poco ingratos ... Asu/1t,~ ti.=> f'L. estética.

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EMMANUEL CARBAL LO

ALFONSO REYES, ENSAYISTA

En 1920, recién aparecido El pIa­

no oblicuo, Ramón López Ve­

larde dijo con cierta impertinen­

cia que prefería a Alfonso Reyes

en la prosa y no en el verso.

Afirmación que le valió la ene­

mistad de Reyes, quien no supo

ver en él a un poeta modificante

y vigoroso.

López Velarde fue un crítico

perspicaz: don Alfonso no figura

en el sistema solar de nuestra lí­

rica. Sin embargo López Velarde

pasó por alto una virtud que ca­

racterizó a Reyes desde joven: el

uso frecuente y eficiente de la

poesía en la prosa, tanto la na­

rrativa como la ensayística . Tam­

poco pudo adivinar que ese libro

que no le gustaba, junto con En­

sayos y poemas (1917) de Julio

Torri, inauguraría, entre nosotros,

la prosa imaginativa del siglo xx.

Una última acotación acerca de

López Velarde: advirtió que en

las narraciones de Reyes apare­

cían con frecuencia sorprenden­

tes "parpadeos fosfóricos" . Sí,

los de la inteligencia, pero junto a

los de la emoción . Esa es la fór­

mula literaria de don Alfonso.

Hoy recuerdo el aserto de Ló­

pez Velarde porque estoy de

acuerdo con él: don Alfonso como

poeta es un sutil lírico de segunda

fila . Además, conviene recordar­

lo, fue un sensato teórico, histo­

riador y ensayista de la poesía.

No meto en este saco la hermosa

lfigenia cruel porque es poesía

dramática y no poesía lírica.

Aprovecho la distinción que

hace don Alfonso en El deslinde,

que tan pocos lectores tiene en

nuestros días, entre literatura

pura y literatura ancilar para re­

ferirme a su obra ensayística.

Sus ensayos son en ciertos

momentos (pienso, para dar un

ejemplo, el de los años españo-

2 Biblioteca de México

les) literatura y en otros, sobre

todo en los años mexicanos, de

1939 en adelante, no-literatura .

Como primera aproximación a

este problema, Reyes ofrece las

siguientes observaciones gene­

rales: admite que la literatura es

un servicio mental que propone

una manera muy peculiar de ex­

presar asuntos de cierta índole.

Sin cierta expresión no hay lite­

ratura sino materiales para ha­

cer literatura . Sin cierta índole de

asuntos no hay literatura en pu­

reza sino literatura aplicada a

asuntos ajenos , o sea literatura

ancilar o de servicio .

En el primer caso (poesía , pro­

sa narrativa, ensayo, teatro) la

expresión agota en sí misma su

objetivo. En el segundo (historia

aderezada con erudición, ciencia

amenamente expuesta, filosofía

de sobremesa , homilías sociales

y religiosas) la expresión sirve de

vehículo a un contenido y a un fin

no-literarios. Para la literatura

propiamente dicha el asunto se

refiere a la experiencia humana;

para la no-literatura a conoci­

mientos especiales. La literatura

expresa al hombre en cuanto es

hombre a secas; la no-literatura

en cuanto es teólogo, filósofo,

científico, historiador, político.

En su momento, Reyes es el

escritor más complejo y ambicio­

so de su generación , el Ateneo

de la Juventud. Quiere ser poe-

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ta , narrador, articulista, autor de firio Díaz. Reyes es un liberal ,

ensayos, traductor, erudito. En

un país subdesarrollado quiere

ser al mismo tiempo que escritor,

divulgador: dar a conocer a Mé­

xico en el mundo y al mundo en

México. Sin decirlo en letras de

pero un liberal sin los "excesos"

de Ignacio Ramírez y su grupo de

escritores utópicos . Un liberal

que acepta el positivismo de los

científicos y, más adelante, la de­

mocracia de los maderistas. Tam-

imprenta, se propone ser un pró- bién , conforme avanza el tiempo,

cer de la historia mexicana. Si su

padre Bernardo Reyes quiso y

no pudo cambiar la historia polí­

tica de México, don Alfonso fue ,

y no se ufanó al conseguirlo , uno

de los primeros escritores sobre­

salientes del siglo xx, tanto en la

manera de pensar como de es­

cribir. Hizo escuela .

Nutrido en nuestra tradición

decimonónica del arte entendido

como servicio a la gente pen­

sante, don Alfonso procuró evi­

tar este sacrificio artístico y no

pudo: literariamente terminó sus

días más como maestro que co­

mo creador. Pudieron en él más

los afanes didácticos de su pa­

dre (quien fue su guía) que sus

propios intereses artísticos.

Con él culminan extemporá­

neamente los propósitos sociales

y culturales de la generación jua­

rista de los liberales "puros", mar­

ginados durante los años de Por-

un hombre que se adapta sin

grandes esfuerzos al carrancis­

mo y al callismo (a cuyo jefe dedi­

ca su "Discurso por Virgilio"). No

entiende a Cárdenas (con cuyas

ideas políticas está en desacuer­

do), y en cuyo sexenio se rein­

corpora a la vida de México. Los

presidentes posteriores tuvieron

con él cordiales relaciones: con

frecuencia llegaban a su casa

sacos del mejor café, cajones de

fruta poco frecuentes de encon­

trar en el mercado, invitaciones a

actos oficiales, reuniones a las

que no asistió.

A partir de este momento don

Alfonso es el "hombre del cen­

tro": el presidente de la república

mexicana de las letras. No co­

mulga con la derecha extrema ni

tampoco con los desbordados

escritores de izquierda. De Ávila

Camacho a López Mateos ejer­

ce el equilibrio: ni vodka ni coca

3 Biblio t eca de Mé xico

REYES

(1889-1959)

Grande personaje y escritor

de una enciclopédica e im­

prescindible obra de ensa­

yo, de creación literaria y de

estudioso de todas las cul-

turas, es el ilustre Alfonso

Reyes, desaparecido hace

medio siglo, en el mismo

año que José Vasconcelos.

Para conmemorar el año

de la muerte de este extra-

ordinario mexicano, publica­

mos aquí textos de algunos

notables escritores contem-

poráneos suyos, que lo ad­

miraron y leyeron y con

quienes convivió intelectual­

mente en distintos tiempos

y países, durante su fecun­

da vida de viajero: Jorge

Guillén, Jorge Luis Borges,

Manuel Bandeira; las cons­

tancias de sus colegas me­

xicanos, MarUn , Luis Guz­

mán, Julio Torri y Carlos

Pellicer a la hora de su

muerte, forman parte de es­

tas páginas, que serán

siempre insuficientes para

homenajear a un creador y

una obra de tales proporcio­

nes. Textos del propio Re­

yes y dos más de Ernma-

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cola , tequila diluido con agua

mineral.

En el fondo de sí mismo don

Alfonso era más un hombre de

etérea derecha que un hombre

de profunda izquierda. Más pró­

ximo a la visión del mundo de su

padre que a la de Zapata y Villa .

En los terrenos del arte no

aceptó el compromiso como tam­

poco la evasión . En ese campo

se hizo bolas con los alcances de

la literatura pura: la entendía (y

defendía) pero no siempre por

distintas razones la practicaba.

Su obra estuvo lastrada casi

siempre por la erudición .

Su tragedia familiar, el acribi­

lIamiento de su padre el 9 de fe­

brero de 1913, trastornó sus

sentimientos y sus ideas. Optó

por lo que parecía más fácil, la

huida: se incorporó al servicio

exterior mexicano que lo destina

a París .

Así se evita intervenir en la

"vendetta" mexicana y consigue

figurar tenuemente en la historia

de la literatura nacional.

A don Alfonso sus contempo­

ráneos lo acusan de "extranjero"

y él mismo tiene que insistir en su

condición de escritor mexicano.

En los años españoles, los

mejores de su vida, don Alfonso

no era ni un escritor ibérico ni

tampoco (en la superficie) un es­

critor mexicano. Era un escritor

de lengua española, un adelan­

tado de la globalización de la

que hoy tanto se habla . En el

fondo , y fatalmente, don Alfonso

era en profundidad de la misma

estirpe de Fernández de Lizardi .

Estirpe, en su caso, llevada a las

últimas consecuencias.

Anoto la mayor de sus imper­

fecciones. Don Alfonso pudo po­

cas veces concretar los arran­

ques de sus libros en proceso en

obras terminadas, definitivas:

arranques de novela, prolegó­

menos a la teoría de la literatura,

inicio de sus memorias, apuntes

para su diario. Pocas veces

obras definitivas, siempre esbo­

zos brillantes pero incompletos.

De 1939 a 1959, el año de su

muerte, don Alfonso no pudo de­

dicarse únicamente a escribir.

Inventó sucesivamente El Cole­

gio de México y luego El Colegio

4 Biblioteca de México

Nacional. Antes su ayuda fue

decisiva en el arranque del Fon­

do de Cultura Económica.

En búsqueda del público que

no consiguieron sus libros, Re­

yes colaboró en diarios y revis­

tas, en estaciones de radio . Para

acceder a lectores y auditores

ínfimos don Alfonso tuvo que

bajar el nivel de sus artículos

pasó de la literatura a la no-lite­

ratura: de mostrar a enseñar. Ya

no buscaba lectores cómplices

sino coautores desmadejados y

ordinarios.

Los últimos años de don Al­

fonso son a un tiempo de triunfo

y de fracaso . De éxito porque

mexicanos eminentes dictami­

naron que su . obra era parte del

patrimonio nacional. De infortu­

nio porque los lectores brillaron

por su ausencia . Unas cuantas

decenas de textos magníficos,

de diversa índole , no obtuvieron

los destinatarios para los cuales

fueron escritos. Literatura para

minorías, sus ensayos, puros e

impuros, están a la espera de

ojos novísimos que los gocen y

comprendan .

Lo mismo que textos hechos

"a lo Montaigne", escribió ensa­

yos cuya raigambre parte de una

futesa y arriba a una abstracción

feliz y llena de sugerencias. Se

trata de observaciones acerca

del ser humano (poéticas unas,

filosóficas otras) que no sólo se

aferran al pensamiento científico

sino que aterrizan en el pensa­

miento poético. Los más anti­

guos datan de los años diez y

los más nuevos fueron escritos

meses antes de su muerte.

Entre una y otra fechas don

Page 7: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Alfonso escribe un corpus ensa- su biografía de la niñez al mo-

yístico que casi no tiene paran­

gón con los creados en esos

años a lo largo y ancho de la len­

gua española.

Maneja el idioma con una sol­

tura que parece regalo de los

dioses más que conquista de la

razón y la imaginación .

Uso un lugar común : desde la

salida de Cuestiones estéticas

(1910-11) Reyes escribe una

prosa casi perfecta, y las imper­

fecciones se deben a las aride­

ces de la erudición más que a la

inexperiencia de la extrema

juventud o al cansancio mental

de los últimos años.

Pronto empieza a desterrar la

frase larga (herencia marceli­

nesca) y a valerse de la corta .

En España la frecuentación de

Azorín (como persona y como

autor) quizá haya ayudado a que

mento en que sale a Francia al

servicio de Huerta , dejando

atrás una familia y un país en­

vueltos en llamas.

Los ensayos de don Alfonso

ofrecen más de lo que prometen .

Nos dan el goce generoso pro­

pio de la literatura y nos conce­

den, también , el del conocimien­

to : en su juventud nos entrega

nociones filosóficas acerca del

estar del hombre en la tierra ; en

la madurez y la senectud nos

proporciona pistas que, de se­

guirlas, nos harían menos infeli­

ces en este valle de lágrimas.

Si al hablar del estilo creo que

éste es una dádiva difícil de es­

tablecer, al referirme a la estruc­

tura también sospecho que es

un don sólo concedido a los que

superan la palabra talento. Y Re­

yes, en cuanto a la prosa ensa-

surjan sus pequeños ensayos y yística, es un escritor impar. Al

prosas breves de los Cartones leerlo creemos que lo difícil es

de Madrid (1917) y Calendario fácil , que lo complicado es sen­

(1924), donde figura uno de los cilla , que lo común y corriente

textos perfectos de don Alfonso, (en cuanto a temas y desarrollo

"Romance viejo" , en el cual me- literario) nada tiene que ver con

diante unas cuantas líneas traza el clisé y la ramplonería .

5 B ib l io teca de Méx ico

nuel Carbal/o que lo entre­

vistó en los últimos meses

de su vida y una espléndida

ficción de José Emilio Pa­

checo (Diálogo de los muer­

tos: Alfonso e eyes y José

Vasconce/os) complemen­

tan brillantemente núestro

número final del año 2009.

Hemos bebido en la enor­

me y luminosa producción de

Reyes los lectores y los escri­

tores mexicanos de todas las

generaciones (también los

de otros continentes) y sin

eUa no hubiéramos podido

entender lo. que nuestra lite­

ratura y la de otras lenguas

ha sido para la de nuestro

país y aun para los del conti­

nente americano, en cuyos

más destacados círculos mi-

litó e~ gran Reyes como es­

trella principal.

Aun el maligno y malicio­

so Borges, que siempre lo

declaró el mayor prosista

latinoamericano (pero que

no dejaba qe embromarlo

en esos diálogos maledi­

cientes que Bioy Casares

revivió en un diario de re-

ciente edición) lo encomió

en un largo y bello poema:

El vago azar o las preciosas leyes

Page 8: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

JOSÉ EMILIO PACHECO

DIÁLOGO DE LOS MUERTOS:* ALFONSO REYES

Y JOSÉ VASCONCELOS

S on las cinco de La mañana. La

hora deL Lobo. La hora en que, dice

L6pez Ve Larde , se nace, se muere y

se ama . México parece un cemen­

terio . Nadie se aventura a pie por

Las calles en que será invariable­

mente asaltado, si no por los la ­

drones por la patrulla . Con todo,

no cesa el estruendo de los vehícu­

los . En la esquina de Lo que fiteron

caLzada de Tacubaya y Juanaca­

tlán aparece elfantasma de Alfon­

so Reyes. Cruza el Circuito Inte­

rior el espectro de José Vascon­

celos y se aproxima a su amigo de

juventud.

Vascol1celos: ¿Qué haces a estas

horas, Alfonso?

Reyes: Contemplo mi calle . Un

poco triste ¿no?

Vasconcelos. Cuando menos la

animan alguna putas . En cambio

• "Diá10go de los Il1UCI10S: Alfonso Reyes y José ascollcc1os·· . Proceso No . 164.24 de diciembre

de 1979. pp. 50-5 1 . recogido en Asedio a AIfiJ/lso Reyes /889- / 989. Mcxico. 1M -UAM-A. 1989 . pp. 14 1-145 .

la mía ni siquiera es calle. Un

puente sin agua , un viaducto, al­

go hecho para las máquinas y no

para los seres humanos.

Reyes: Después de muertos se­

guimos unido : nuestras ca lles

hacen esquina. Y en Tacubaya .

Para nuestra generación fue muy

importante Tacubaya .

Vasconcelos: Como verás, no

queda nada de Tacubaya . No era

un lugar de ricos como San

Ángel. Acabaron con ell a las

obras viales, todas inconclusas, de

no sé cuantos sexenios. Oye ¿qué

es e o que se levanta donde esta­

ban las bombas de la Condesa?

A Jesús Arellano: In Memoriam

Vasconcelos: Hay cosas buenas.

Me da gusto comprobar que al

fin se adoptaron oficialmente mis

tesi s sobre el criollismo.

Reyes: Cambiemos de tema. No

critico al régimen ni me gusta ha­

blar de política.

Vasconce/os: Ni la muerte pudo

curarte de tu trauma, Alfonso: el

general Reye murió hace mucho

tiempo. Todo es política en la vida .

Reyes: El lmcé, más conocido

como e l monumento a la deva­

luación. ¿No quieres caminar un

poco? Me gustaría aparecerme

en mi casa. Hace veinte años que

no la veo. Reyes: Todo es violencia. Jamá

pude aceptarlo. Nunca quise el

Reyes y Vasconce/os atraviesan la sufrimiento ni el exterminio de

caLLe entre camiones que 11.0 se de­

tienen, pero como no los ven tam­

poco pueden atropellarlos. Toma­

dos de/ brazo caminan lentamente

por la acera de/ Circuito Interior.

Vasconce/os: Veinte años. Lleva­

mos muertos veinte años .

Reyes: Parecen veinte iglo . Es

otro mundo . No me gustaría nada

seguir viviendo en él.

6 Biblioteca de México

los demás.

Vasconcelos: Nadie te lo agrade­

ció. Por e o no te leen. Tus virtu­

des no on de e te siglo . Tu obra

es una gratísima conversación,

un salón literario portátil. Eres el

compañero ideal para endulzar

las incomodidades y abolir el

tedio del viaje. Tu mundo es el

siglo dieciocho , antes de la Re­

volución francesa por supue too

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Reyes: ¿Y tú? te conformaste con ser lo mejor que fuiste? Tu sitio no estaba en

Vasconcelos: Hablé el lenguaje la república del poder, al menos de la pasión, sacudí las concien- no de ese poder que buscaste . cias como decíamos entonces. Ante mí nadie puede ser indife­rente. Me odian o me veneran,

Alfonso: no se limitan a respetar­me . Soy algo más que una gloria literaria, una estatua a la que pocos vuelven la mirada. Soy muchos , no soy uno. En mí en­camaron todas las contradiccio­

nes que forman la miseria y la

gloria humana.

Reyes: Te admiro y me horrori-

Vasconcelos: Me robaron las elecciones.

Reyes: Y si no te las hubieran

robado ¿sabes cuál hubiese sido tu destino? A los tres meses los generales, los empresarios y el embajador norteamericano te hu­bieran echado a patadas. Acuér­

date de Madero, de Rómulo Ga-Ilegos y de Juan Bosch.

zas, José. Por tu causa se derra- Vasconcelos: Tú no te arriesgas­

mó la sangre. Yo no conduje a te, Alfonso. Por eso cometiste nadie a su muerte. menos errores.

Vasconcelos: Traté de redimir a Reyes: Me arriesgué a ser nada este país de infamias, a esta tierra más escritor, a darle a mi país lo de asesinos, ladrones y fariseos... único y lo mejor que podía

darle. Reyes: Tu tierra .

Vasconcelos: Sí, una obra encan­Vasconcelos: La nuestra , Alfon- tadora e inconclusa . Proyectos ,

so. Somos lo que México hizo de esquemas, puntos de partida , nosotros. resúmenes, glosas. Muy bien es-

crita, claro. El estilismo. Siempre Reyes: México y tu ambición y odié el estilismo, consuelo de los vanidad sin medida. ¿Por qué no estériles y los cobardes.

Alfonso Reyes en junio de 1959, México, 1927

7 Biblioteca de México

Que rigen este sueño, el universo,

Me permitieron compartir un terso

Trecho del curso con Alfonso

Reyes.

Supo bien aquel arte que ninguno

Supo del todo, ni Simbad ni Ulises,

Que es pasar de un país a otros

países

y estar íntegramente en cada uno.

Grande viajero, en el año de

1913, pobre exiliado parisino,

alguna vez dijo en una carta a

Julio Torri: "Julio, París es un

lugar en que vale la pena

morirse de hambre".

Viajero sí, pero nunca turis­

ta ocioso ni vagabundo estéril,

sino verdadero explorador de

mundos y culturas que dejó

rastros de luz en todas las ciu-

dades en que vivió.

Nosotros, por lo pronto, lo

hemos leído casi entero y pro-

seguimos alimentándonos de

su bella e inagotable tarea de

poeta, de narrador y de ensa­

yista.

E.L •

. ~ ----. _~ -.. ~ .~.: ':" _ . . .. ~--=-

Page 10: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Reyes: Lo odiaste porque no po­días escribir prosa como Martín Luis ni como yo. Sin embargo, a pesar tuyo, fuiste un gran escri­tor. Ulises criollo es un libro pro­digioso. Lo más parecido, junto con El águila y la serpiente y La

Vasconcelos : Un especialista en generalidades . Alguien que mari­

posea sobre todos los temas y no se compromete con ninguno. Tu obra entera es periodismo , sin duda magistral y de suprema ca­lidad literaria, pero al fin y al ca-

sombra del caudillo, a una nove- bo periodismo. la en una generación de extraor-dinarios prosistas y narradores que jamás pudimos escribir no­velas ni dramas ni verdaderos poemas.

Vasconcelos: Fui un filósofo, in­tenté crear un sistema filosófico. En cambio tú, Alfonso -con toda la admiración que mereces y con medio siglo de afecto- no fuiste sino esa cosa amorfa y horrible que llamamos "hombre de letras" porque no podemos nombrarlo de una manera más precisa.

Reyes: Fui un escritor, a secas. Un ensayista.

Reyes: ¿Por qué te parece mal el periodismo? Democraticé hasta

donde pude el saber de los pocos y lo llevé a quienes habían apren­dido el alfabeto gracias a tu labor

como secretario de Educación

Pública. Además, Pepe, casi toda la literatura española de nuestra época es periodismo: Ortega, Unamuno, Azorín, Díez-Canedo. Tú también fuiste un gran perio­dista. Lástima que hayas puesto ese talento al servicio de las peo­res causas. Qué pena ver que ter­minaste tus días como editoria­lista estrella del coronel García Valseca.

8 Biblioteca de México

Vasconcelos : No robé. Tenía que ganarme la vida . Acepto, si tú

quieres, que me equivoqué trági­camente respecto a Hitler, Fran­co y Mussolini. Pero lo hice por

antimperialismo, por creer que los enemigos de nuestros enemi­

gos eran nuestros amigos.

Reyes: Pepe, no contribuyamos a

la confusión general. Tu antiyan­

quismo fue tan de derecha como el de Federico Gamboa o Carlos

Pereyra.

Inmersos en la discusión, Reyes y

Vasconcelos han llegado sin

darse cuenta frente a la casa del

primero. Atraviesan las paredes

y entran en la biblioteca.

Reyes: Todo está como lo dejé

hace veinte años.

Vasconcelos : Un museo. Qué es­

panto.

Reyes: Pepe, estás a punto de

alcanzar tu centenario (te quita­bas la edad , como tu coterráneo

don Porfirio) . Los desplantes ju­veniles ya no te quedan. ¿Por qué

no te sientas?

Vasconcelos: Déjame ver tus li­bros. Qué antiguallas. Mira,

Toynbee. Dedicado. Ya nadie cita a Toynbee . Sic transito

Reyes: Pero Toynbee fue el único

que predijo adecuadamente lo que iban a ser los terribles seten­tas . Fortuna nuestra no haberlos vivido. Nadie, basado en el pen­samiento socioeconómico ni en el pensamiento mágico, supo ver lo que nos esperaba, de la crisis petrolera a la crisis de Irán, de Camboya al Cono Sur. El 16 de diciembre de 1969 Arnold dijo: "En la próxima década la violen­cia llegará a extremos infernales.

Page 11: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

La situación será espantosa para

todo el planeta, especialmente

para el Tercer Mundo".

Vasconcelos: Te da miedo la si­

tuación , Alfonso .

ma. Tu ideal hubiera sido no el

siglo dieciocho -me equivoqué­

sino el monasterio del siglo doce:

libros , manuscritos , tranquilidad,

buena mesa , buena cama. La isla

rodeada de barbarie por todas par­

Reyes: Hace setenta años tradu­

cíamos en voz alta a Wilde. ¿Te

acuerdas?: "No vale la pena nin­

gún mapa que no incluya la isla

de Utopía" .

tes. Alfonso , "fuego y sangre ha La luz de la mañana invade la

Reyes: Me aterra . Pienso siempre sido nuestro tiempo". Tus virtu- Capilla Alfonsina.

en lo que dijo T. W. Adorno: "Del des -tolerancia, concordia, respe-

mundo, tal como existe , uno nun- to humano- no son de este Vasconcelos: Adiós, Alfonso.

ca estará lo suficientemente asus- mundo . Aun muerto , eres un ana- Nos veremos en mi centenario.

tado ." cronismo viviente .

Vasconcelos: Buscaste la paz. Paz Reyes: Objeta lo que desees a

en la guerra. Por eso a tu manera esos rasgos . Cuando todo se ha

fuiste un freak. Perdona el pochis- dicho son preferibles a sus con­

mo: formamos, qué curioso , la trarios: intolerancia , inhumani­

primera generación mexicana que dad, tortura , exterminio de quien

habló fluidamente el inglés. En un no es o no piensa como yo.

mundo donde todos quieren pe-

lea, tú intentaste no hacerle daño a Vasconcelos: El mundo es de los

Reyes: Hasta muy pronto, Pepe,

hasta el 82 . Mientras tanto, no

dejaré que mueras: te seguiré le­

yendo . A pesar de todo.

Vasconcelos: Yo también te se­

guiré leyendo, Alfonsito.

nadie. Por tanto interrumpiste la fuertes y de los crueles, Alfonso. Desaparecen . La Capilla Alfon­

maquinaria. Todo se te vino enci- Tu proyecto de vida es una utopía. sina queda en silencio.

'A José Vasconcelos. Alfonso Reyes", México, 1927

9 Biblioteca de México

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MARTíN LUIS GUZMÁN*

ALFONSO REYES y LAS LETRAS MEXICANAS

Dos razones, dos por lo menos, me obligan a salu­

dar el nuevo libro de Alfonso Reyes (El suicida,

Madrid, 1917) con reflexiones que no se refieren al

libro precisamente. En primer lugar, El suicida

llega a nosotros como eslabón arrancado de una

cadena desconocida casi, y en la cual este libro

tiene un valor episódico, difícil de apreciar sin la

perspectiva completa . Recuérdese que Alfonso

Reyes comenzó a escribir en prosa desde 1908

(mucho antes escribía en verso) y que a partir de

entonces no ha soltado la pluma un instante; de

suerte que, acumuladas y acumuladas las cuarti­

llas, su obra inédita comprende a esta hora tres o

cuatro tantos iguales a lo publicado hasta aquí.

Olvidar esto sería tender un puente desde Cues­

tiones estéticas hasta El suicida, a sabiendas de

que hay tierra firme de por medio, sin otros apoyos

evidentes que los diversos artículos aislados (pro­

ducción bien copiosa) que Reyes ha dado a la

imprenta aquí y allá, parte de sus estudios de his­

toria literaria y alguno que otro escrito de índole

especial , como la bella y jugosa Visión de Aná­

huaco Aunque bastante en sí mismo para fundar

una reputación de primer orden, esto último no

abarca sino un trozo de la labor de Alfonso Reyes.

El haz central de sus poesías permanece inédito;

inéditos están sus cuentos, inéditos muchísimos

-'de sus ensayos y diálogos.

En segundo lugar, El suicida es -lo diré abu­

sando de una palabra desgastada- un libro subje­

tivo, un libro cuyo interés supremo radica en el

autor. Analizarlo equivaldría más que a otra cosa,

a exponer el procedimiento mental de Alfonso

Reyes y a reconocer sus dotes extraordinarias .

.. Porque la amenidad y fina gracia, el atrevimiento y

la agilidad, los súbitos arranques hacia lo impre­

visto, la sutileza, el intenso ambiente de humani­

dades, y, más que todo eso junto, el admirable

barajar de las ideas, animadas a veces de tal mo­

vilidad que parecen tocarse punta y cabo, dan a El

* Martín Luis Guzmán, Obras completas, Compañía General de Edi­ciones, S. A. , México, 1961 , 1 ero tomo, 1624 pp.

suicida un carácter inusitado en libros castellanos.

y tan nueva actitud espiritual contribuye a que la

mirada del lector se vuelva irresistible hacia el

ensayista. Se atiende a lo que las páginas dicen,

se sigue el curso sinuoso del pensamiento y se

saborea cada una de las líneas de este rico volu­

men; pero la imagen del autor está siempre pre­

sente, y no podemos menos que detenernos en

las circunstancias , pasajeras unas, otras definiti­

vas, de su talento , su cultura, su maestría literaria

y aun la disposición sanguínea que hace de él un

vigoroso escritor. Ahora bien -y aquí se funden

por un punto la segunda razón y la primera-, de

tales cosas prefiero no hablar todavía.

Otras hay no menos importantes. La aparición

de El suicida renueva el interés de ciertas cuestio­

nes relacionadas con el actual movimiento cultural

mexicano, en el que, ahora se ve más claro que

nunca , Alfonso Reyes adquiere cada día mayor

relieve. Dentro de este movimiento, Reyes figura

como individuo (el individuo más joven) de un

grupo de escritores, homogéneo fundamental­

mente, que en México se conoce con el nombre,

demasiado amplio e impreciso de Ateneo. Carac­

terízase este grupo por una cualidad de valor ini-

11 Biblioteca de México

Page 14: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

cial indiscutible, si bien de mérito muy diverso y

abierto a todas las apreciaciones en cuanto a la

realización personal : la seriedad . La seriedad en

el trabajo y en la obra ; la creencia de que las co­

sas deben saberse bien y aprenderse de primera

mano, hasta donde sea posible; la convicción de

que así la actividad de pensar como la de expre­

sar el pensamiento exigen una técnica previa, por

lo común laboriosa, difícil de adquirir y dominar,

absorbente, y sin la cual ningún producto de la

inteligencia es perdurable; el convencimiento de

que ni la filosofía , ni el arte, ni las letras son mera

distracción o noble escapatoria contra los aspec­

tos diarios de la vida, sino una profesión como

cualquiera otra , a la que es ley entregarse del to­

do, si hemos de trabajar en ella decentemente, o

no entregarse ni en lo mínimo.

Sin duda que, dadas las condiciones tradiciona­

les de México en materia cultural, un propósito de

esta especie había de exceder necesariamente a

su implantación práctica . Baste recordar que mu­

cho se habló y escribió en este grupo sobre

Grecia, sobre su literatura , su arte, su filosofía, sin

conocer una sola palabra del griego. Mas no por

tales limitaciones, y otras análogas, el impulso pri­

mitivo resultó menos fructuoso. Fue primer pro­

ducto acabado de este grupo, jefe de él en mu­

chos sentidos, Antonio Caso. En él figuró como

voz orientadora infatigable -nunca se lo agrade­

cerán bastante la cultura y las letras mexicanas­

Pedro Henríquez Ureña, alto espíritu dotado a la

vez, por raro privilegio, de un talento adulto, sobrio

y tranquilo y del más bello entusiasmo juvenil.

Formase allí, quizá como su pensador más pro­

fundo y original, José Vasconcelos, teórico del rit­

mo y el acto desinteresado.

El punto de partida de estos jóvenes escritores

Uóvenes cuando, seguidos de cerca de otros

cuyos nombres no es necesario mencionar, co­

menzaron a ver coronados sus esfuerzos en 1910

Y 1911) les valió prestigio suficiente para lograr

una fusión inesperada: de una parte, atrajeron

hacia su órbita a los representantes más eminen­

tes de generaciones anteriores, los cuales no tu­

vieron empacho en retroceder, para ese fin , sobre

los caminos de la edad ; de la otra, llevaron su

influencia , gracias al brillante magisterio de An­

tonio Caso, y, más enérgicamente aún , por la per­

suasión y el trato directo de Pedro Henríquez

Ureña, a generaciones más jóvenes. Tal coloca­

ción, activamente abierta sobre dos horizontes; tal

concentración e irradiación simultánea de los me­

jores impulsos nacidos en diversos parajes, hicie­

ron creer por un momento que este grupo, y las

fuerzas a él concurrentes, anunciaban al fin la pri­

mera cristalización de una cultura nacional verná­

cula abrevada en las culturas clásicas, antiguas y

modernas. Hicieron creer por un momento, he

dicho, porque hasta ahora la esperanza no se ha

colmado, si bien es verdad que no ha de pronun­

ciarse aún la última palabra. Después de varios

años de mar deshecha parece que los maderos de

la balsa se afirman de nuevo, con otros que la

tempestad misma ha juntado. De lejos unas, de

cerca otras, las voluntades dispersas vuelven a

coordinarse hacia el fin primero. La perspectiva

sigue descubierta y todavía hay motivos para que

los ojos se fijen en la lontananza.

Pues bien, Alfonso Reyes empieza a delinearse

como la hechura más perfecta de las tendencias

arriba indicadas. No se trata tan sólo de la canti­

dad y calidad de su obra; trátase de la absorción

12 Biblioteca de México

Page 15: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

completa de su ser en su obra, de su actitud

resuelta a cortar de plano con todo lo ajeno a su

vocación espiritual, de la honradez que lo ha lle­

vado a hacerse un maestro de su arte. Nada de

esto valdría la pena de decirse, por supuesto, si la

literatura mexicana fuera ya un organismo íntegra-I

mente formado y no una semilla que apenas está

por reventar; aquellas virtudes serían entonces

meras circunstancias de rigor. Pero así las cosas,

Alfonso Reyes cumple una misión cerca de las

letras patrias -a la vez que realiza sus propios

fines- esforzándose por dar de sí la llama más

intensa que él alcance a producir. E igual diríamos

de espíritus menos generosos, menos brillantes,

pero poseídos del mismo afán de superación. Se

puede ser un escritor o un pensador modesto; es

explicable y aun plausible el no aspirar a más.

Pero no se debe ser, sobre todo en países todavía

no formados (como México), un escritor o un pen­

sador improvisado durante la vida entera. Los

peores enemigos de las sociedades informes son

justamente los genios esporádicos; ellos las retie­

nen en el desorden primitivo, ellos no las dejan

conocerse ni coordinarse. Cuando en un país los

músicos son sólo músicos a medias, y los litera­

tos, literatos por mitad, y así los médicos, y los

generales, y los pintores, la otra mitad, que no es

mitad de nada, sino ocioso jirón flotante, se man­

tiene como agresiva posibilidad de todo, que todo

lo emprende, todo lo juzga, todo lo trastorna y lo

destruye. Únicamente la especialización rigorosa

hace pueblos completos y organizados, porque en

ellos nadie adquiere derecho a la universalidad si

ejemplo, sino el general o el médico versados a

fondo en su arte sospechan las dificultades de la

misión de legislar o del papel de unir las palabras

y devanar las ideas?

Alfonso Reyes rompe nuevo surco para la lite­

ratura mexicana llevando a la práctica, en buena

parte por lo menos, los preceptos tácitos del grupo

de escritores a que pertenece. Con su pluma pro­

fesional y sabia, que hacen más elocuente, más

atractiva, más grata las cualidades superiores de

su espíritu, está marcando la entrada del verdade­

ro camino, el camino que Herder hubiera señala­

do: el estudio extenso y atento de todas las litera­

turas, lo mismo antiguas que modernas, para

acostumbrar los ojos a la oculta luz que nos des­

cubre las formas reales , eternas. Hecha la mirada

a los rayos de esa luz, fácil será encontrar la rea­

lidad patria a través de la visión interior y construir

la nueva forma adecuada a la nueva materia.

y no hay otro sendero. Porque si es lícito afir­

mar que existe, aunque con ciertas restricciones,

una poesía mexicana, nadie concedería que Mé­

xico tiene una literatura propiamente nacional, es

decir, una corriente de pensamiento, sobre la vida

y la naturaleza, con características internas y ex­

ternas discernibles; una manera de interpretar

emotivamente las cosas, conforme a una sensibi­

lidad peculiar, que culmina en un núcleo de escri­

tores clásicos (lejanos, próximos o inmediatos)

para derivarse de ellos después. De aquí el grave

problema para los mexicanos que se empeñen en

hacer obra nacional, y que además de nacional

sea literaria -en el buen sentido del término-, sin

antes no ha dominado su oficio. ¿Sin esa garantía otra materia que la substancia mexicana misma:

es posible la vida social ascendente? ¿Quién, por equivale a crear de un golpe la tradición.

13 Biblioteca de México

Page 16: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

JULIO TORRI*

NOTAS SOBRE ALFONSO REYES

14 Biblioteca de México

Page 17: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Alfonso Reyes nos ofrece un

ejemplo de entrega total a su

vocación, desde la adolescencia

hasta su muerte . Estudiar con

perseverancia tenaz ; escribir;

mostrar a los demás cómo supe­

rarse en el cultivo de las buenas

letras; divulgar en el extranjero

lo valioso de nuestra literatura y

de nuestra historia: éstos fueron

sin duda los objetivos que diri­

gieron su vida, la misión espiri­

tual que realizó en sus años de

aprendizaje y en los de madurez .

Su obra es tan vasta que satis­

face gustos diversos. Unos pre­

fieren la Visión de Anáhuac o

¡figenia cruel; no falta quien está

por la Crítica ateniense o la

admirable Junta de sombras;

otros estamos por los libros de

ensayos diversos, sin desestimar,

por supuesto, otros aspectos de

su copiosa producción .

Se mueve en una densa atmós­

fera libresca. No porque le falte

la experiencia humana natural­

mente, sino porque su mundo es

el mundo de las ideas .

La rica producción alfonsina

se puede distribuir en períodos:

el primero, el de su juventud que

inicia con Cuestiones estéticas,

libro en que se reflejan lecturas

de escritores españoles, y que

desde el punto de vista del len­

guaje es de los mejores y el más

, castizo. Después vienen los li­

bros publicados durante su esta­

día en España y en París (por

ejemplo, El suicida y El cazador,

en los que es visible la preocupa­

ción filosófica). El plano oblicuo

que aparece por entonces había

sido escrito en México. En Río

de Janeiro y en Buenos Aires su

producción siguió acrecentándo­

se, lo mismo que cuando retomó

a la patria.

Julio Torri, Tres libros, Fondo de Cultura Económica; México, 1964, 186 pp.

Bernardo Reyes

ALFONSO REYES Y SU PADRE. A.

R. nació el 17 de mayo de 1889 ,

año en que se fundó en París la

célebre revista literaria Le Mer­

cure de Franee y en que se co­

menzó a levantar la torre Eiffel.

Alfonso escribió en Tren de ondas

que alguna vez la torre y él tuvie­

ron la misma estatura. Su abuelo

paterno nació en Nicaragua. Su

padre el general de división don

Bernardo Reyes se distinguió al

frente del 6°. regimiento de caba­

lIería , bajo las órdenes del general

don Ramón Corona, en la guerra

contra el temible "Tigre" de la

Sierra de Álica, el feroz Lozada;

fusilado éste, contra sus lugar­

tenientes. El general Reyes hizo

una brilIante carrera militar; se

señaló siempre por su extraordi­

nario valor personal, y como per­

sonaje de aliento heroico fue vÍC­

tima de la fatalidad inexorable.

De sobremesa, cierta vez Alfonso

me aconsejó que escribiera mis

Julio Torri

15 Biblioteca de México

memorias; y añadió: "Yo lIevo ya

escritos dos tomos de las mías, y

todavía no nazco." Uno de estos

tomos es Parentalia, en que narra

hazañas que su padre solía referir­

le hac iendo recuerdos.

EL MENSAJE DE ALFONSO RE­

YES. Para el sociólogo Francisco

García Calderón -prologu ista del

primer libro de Alfonso , Cues­

tiones estéticas- "defiende el

ideal español , la harmonía grie­

ga, el legado latino, en su país

amenazado por turbias plutocra­

cias".

Chacón y Calvo, erudito escri­

tor cubano, opina: " ... Lección ...

la del trabajo sin tregua, la de

sentir la vida toda cargada de de­

beres y encontrar en su cumpli­

miento una profunda alegría."

Octavio Paz lo lIama " . . . el ena­

morado de la mesura y la propor­

ción , sediento de claridad y armo­

nía , hombre para el que todo, in­

clusive el amor, la acción y la

pasión ética, debería resolverse en

equilibrio; sabía que estamos ro­

deados de caos y silencio".

En mi opinión , la obra de Al­

fonso es una exhortación a culti­

var nuestro intelecto con las más

severas disciplinas , una entusiasta

excitación a desarrolIar y acrecen­

tar nuestra inteligencia en el co­

mercio de la antigüedad clásica y

de las principales literaturas mo­

dernas para lograr la posesión de

una alta cultura, de una cultura

de primer orden.

Este propósito fundamental de

la obra de Reyes es perceptible

en casi toda su producción. Cite­

mos entre otros los Estudios he­

lénicos, libro de iniciación y guía

para el estudioso.

SU RETRATO. En cuanto a su "re­

trato" intelectual, recordemos la

respuesta que dio, en una encues­

ta, a una revista de Bogotá:

Page 18: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

.. . Los fi nes humanos son , para la

Divinidad , sólo medios . De aquí

el mal y el dolor. Aceptac ión

estoica .

... La Estética. La escala plató­

nica del deseo desde el apetito

hasta la contempl ac ión. Imperio­

so afán hacia la belleza , y sospe­

cha de que la comprensión es un

resultado de hábito en la contem­

plac ión.

. . . La expresión: toda la Poé­

ti ca . Suma voluptuosidad , suma

sensualidad , la palabra único ver­

dadero producto humano , único

sentido en que el hombre crea , o

colabora plenamente con la Crea­

ción .

.. . El orden humano es un or­

den moral. Todo ac ierto humano ,

consciente o inconscientemente,

es una in vestigac ión hac ia el

bien .

... La Economía , la Economía

Política , la Política . Nunca lo he

entendido muy bien . ¿Acaso aquí

el anhelo de independencia , de

libertad? Libertad , ¿para qué?

Para conquistar el ocio . El ocio ,

¿para qué? Para trabajar siempre

en lo que yo quiera . Y trabajar

siempre en lo que yo quiera ¿no

será más bien jugar? Tal vez .. .

. . . El princ ipi o ortodoxo de

toda acc ión; a saber: 1) rigor en

lo esencial; 2) tolerancia en lo

accesorio; 3) abandono de lo inú­

til.

... La fábula del astrónomo al

revés : ver cada día donde se va

afirmando la planta, y afir-

marla bien . Y, en cuanto a

la trayectoria del viaje

( jes curioso!) , cierto fata­

li smo cierta obediencia

semejante a la que me

permite acatar con senci­

llez , en mi carrera diplo­

lática, los cambios de país

que me ordenan desde

Méx ico . De aquí el horror

de los "manifiestos", "pla­

taformas", "programas" -y

hasta de las definiciones

como ésta que voy hacien­

do , que me parecen atenta­

dos contra la plasticidad

necesaria de mi ser.

Platón hasta Bergson y Husserl. No en balde su estrecha amistad con Antonio Caso, Henríquez Ureña , y Vasconcelos. Spinoza,

Descartes, Montaigne, Hobbes ,

Rousseau, Schopenhauer, qué se yo cuantos más ocupan largo

espacio en sus escritos. Sentía ho­rror porque se le definiera, se le

clasificara, se le limitara en su

pensar. Con todo, no es aventura­do afirmar que se inclina al eclec­

ticismo. Oíd esta fábula que apa­

rece en El cazador:

Un hombre se propuso un día no

tener ideas preconcebidas, no

tener prejuicios; y ese mismo día

perdió la vista . Al siguiente se

colgó de una sola idea , como

desesperado , y fundó en ella todo

su sistema del mundo: y siguió a

ciegas. Al tercer día meditó en

sus dos experiencias. Y como al

hacerlo tuviera que confrontar la

desconfianza en todas las ideas

-de la antevíspera- con la fe en

una sola idea -de la víspera- ,

recobró súbitamente la vista.

" iEureka ! - salió gritando por

la calle-, y de hoy más mi ojo

derecho se llamará dogmatismo ,

y mi ojo izquierdo escepticismo ."

Alfonso fue un autor que des­lumbraba al lector con la pirotec­

nia de su inteligencia siempre alerta y activa: con las innumera­bles referencias a toda suerte de lecturas; con la avalancha de sus

oportunas citas. En el mundo de las ideas descubre relaciones nuevas e insospechadas, sin fati­ga y en un juego que tiene mucho del arte del prestidigitador. No en balde se titula uno de sus libros Árbol de pólvora .

Escritor de la familia espiritual Su POSICIÓN FILOSÓFI- de Sainte-Beuve, el gran crítico CA . Fue un expositor europeo del siglo XIX. SUS impre­brillante de las doctri- siones directas de las cosas des­nas filosóficas desde piertan resonancias de sus am-

16 Biblioteca de México

Page 19: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

plias lecturas. Fue un escritor

libresco, sin que esta palabra im­

plique nada de peyorativo o de

censurable. Toda idea trae en él

el recuerdo de otras semejantes

que halló en sus autores predilec­

tos , que son legión . Es un tipo de

escritor que sólo se produce en

los ambientes literarios más doc­

tos, en los países de cultura más

refinada . En su formación inte­

lectual colaboran no únicamente

nuestra Metrópoli , en las últimas

etapas del modernismo, cuando

el nivel de cultura literaria era

superior al que hoy priva , sino

también el Madrid del segundo

decenio del presente siglo, el

Buenos Aires anterior al peronis­

mo, y el Río de Janeiro "foco

vivaz de pensamiento", que dijo

Rubén Darío .

SU PROSA . Emilio Oribe, al saber

la muerte de Alfonso ha excla­

mado: "Ya nunca se volverá a dar

en castellano una prosa tan atra­

yente, engañosa y veraz, como

frágil y enigmática."

¿ Qué operación de magia rea­

lizaba para investirla de una cali­

dad tan rara y preciosa?

CÓMO TRABAJABA . De Stendhal

se cuenta que apuntaba los pen­

samientos que le ocurrían, aun en

las mangas de la camisa, cuando

, no tenía a mano un pedazo de

papel. En El cazador dice Reyes:

Esta tarea de ir apuntando cada

uno de nuestros fugaces pensa­

mientos ofrece el riesgo de todos

los "narcisismos", conduce a la

desesperación y a la muerte. Quien

a toda hora escribe lo que dice o lo

que piensa decir, acaba por consi­

derar la "nota" como el objetivo

supremo de su vida y por enamo­

rarse de todas sus ideícas. Ya no

El grupo Contemporáneos reunido en una comida al escritor español Enrique Diez-Canedo (2 de septiembre de 1932). De pie (de izquierda a derecha): Florisel. Xavier Villaurrutia. Francisco Mon­terde. José Gorostiza. Carlos Pellicer, Manuel Toussaint. Artemio del Valle-Arizpe. Xavier lcaza. Enrique González Rojo. Bernardo Ortiz de Montellano. Guillermo Jiménez. Jorge Cuesta y Celestino Gorostiza. Sentados: Samuel Ramos. Roberto Montenegro. Julio Torri . Salvador Novo. Enrique Diez-Canedo. Palma Guillén , Gonzalo Zaldumbide. Enrique González Martinez y Maria­no Azuela.

nos mal si se trata de una mente

desordenada, que se regocija en su

desorden ... Olvidará el comer y el

dormir. i Ay del que clasifica pala-

Ateneo de la Juventud , incluyen­

do a los poetas Roberto Argüelles

Bringas y Rafael López , hoy in­

justamente preteridos por la boga brasL (y figuraos que , en cierto de López Velarde. Sus amigos

modo , la humanidad nunca ha he­

cho otra cosa).

Muchos años después, en Anco­

rajes rectifica estas apreciacio­

nes sobre el valor de los libros de

notas :

Tú , en cambio, hostigado de

ideas y de motivos, a cada instan­

te te aíslas para fijar un rasgo,

una sugestión, una palabra.

Alfonso era un escritor que ad­

ministraba tan perfectamente sus

extraordinarias facultades crea­

doras, que alguna vez me mostró

un baúl mundo que usaba en sus

viajes, lleno de pequeños com­

partimientos para guardar y cla­

sificar las apuntaciones que fuera

registrando su continuo e intenso

pensar. Su vida es digna de ejem­

plo. Su dedicación a las letras, su

entrega total a ellas, duró hasta el

fin de sus días.

predilectos, además de Antonio

Caso y de Henríquez Ureña, fue­

ron el arquitecto Jesús T. Ace­

vedo, a quien consagra un senti­

do artículo en Simpatías y dife­

rencias (notas sobre Jesús T.

Acevedo) , Ricardo Gómez Robe­

lo , a quien menciona alguna vez,

y Martín Luis Guzmán. En los

comienzos de su carrera literaria

influye en sus lecturas el egregio

bardo colombiano Ricardo Are­

nales (que se llamó antes Miguel

Ángel Osorio , y después Porfirio

Barba Jacob). En los años de la

piensa, no habla, no escribe, sino Los AMIGOS DE ALFONSO. Lo

en vista de su libro de notas . Y me- fueron todos los miembros del Pedro Henríquez Ureña

17 Biblioteca de México

Page 20: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

madurez, además de los citados,

Luis G. Urbina , Nervo, González

Martínez, Enrique Díez-Canedo ,

Gabriela Mistral , Amado Alonso.

Yo mismo di sfruté largamente de

su amistad y bondades.

EL ENSAYISTA . Se quejaba siem­

pre de que se le elogiaba sin leer­

le . Sucedía esto -y es más expli­

cable- respecto de los tratados ex­

tensos como El deslinde (en que

aísla el concepto de lo literario ,

segregándole especies adventi­

cias) y en colecciones de sustan­

ciosos artículos como Junta de

Carta de Jaime Torres Bodet para Alfonso Reyes

sombras. Menudean hoy las men­

ciones de la Visión de Anáhuac y

de la Ifigenia cruel, tan admi­

rables, pero apenas si se recuer­

dan sus escritos más personales ,

donde se reflejan mejor su gran

talento e ingenio: las crónicas

periodísticas (recogidas en colec­

ciones como Simpatías y diferen­

cias); sus ensayos críticos , sus im­

presiones de viaje (así Las víspe­

ras de España); sus recuerdos

literarios (del tipo de Pasado in­

mediato) , como las Burlas veras.

La dispersa Historia documental

de mis libros, que recogió la

Revista de la Universidad, es una

el poeta , nada desdeñable; el críti­

co con preferencias por Góngora,

Goethe y Mallarmé; el evocador

de nuestro pasado en Visión de

Anáhuac; el tratadista de Estética,

en El deslinde, en La antigua

Retórica y en La crítica en la

Edad ateniense; el traductor del

delicioso Viaje sentimental de

Steme, y de libros del humorista

católico Chesterton. La produc­

ción literaria es tan variada como

sorprendente no sólo por su valor

intrínseco sino por su vastedad. La

personalidad literaria de este escri­

tor es verdaderamente proteica.

autobiografía imprescindible. OTRAS ACTIVIDADES. Además de

En Reyes además del ensayista la copiosa producción de libros ,

y notable prosista merece atención ejecutó útiles trabajos. Citemos

Carta de Gabriela Mistral para Alfonso Reyes

18 Biblioteca de México

algunos: para la Biblioteca Nue­

va , de Madrid, dirigió la edición

de Obras Completas de Amado

Nervo (en 28 volúmenes). Le

auxilió eficazmente desde aquí

Genaro Estrada que hacía copiar

"A Alfonso Reyes", fotografia dedicada por Genaro Estrada

las colaboraciones del bardo na­

yarita en diversas revistas . Paleo­

grafió el Manuscrito Chacón de

las poesías de don Luis de Gón­

gora, para la edición definitiva

que hizo el sabio francés Rey­

mond Foulché-Delbosc. Regentó

desde su fundación La Casa de

España en México, editora de

importantes obras; y más tarde El

Colegio de México . A la muerte

de Amado Alfonso asumió la di­

rección de la Nueva Revista de

Filología Hispánica, que tanto

honor ha traído de los filólogos

del mundo para nuestro país .

Page 21: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

JORGE MENDOZA R OMERO*

ALFONSO REYES Y LA HERMENÉUTICA

En las siguientes líneas referiré mi comercio con

la obra de Alfonso Reyes en uno de los ensayos

centrales de La experiencia literaria : "Aristarco o

anatomía de la crítica" que puede ser considera­

do, junto con el "Apolo o de la literatura" y el

"Jacobo o idea de la poesía", entre los más im­

portantes momentos reflexivos en torno al fe­

nómeno literario escritos en nuestra lengua. Las

ideas sobre las que discurre Alfonso Reyes hoy

integran la vanguardia del pensamiento contem­

poráneo a la luz de la hermenéutica textual, que

se desprende de la hermenéutica ontológica. El

círculo hermenéutico -una manera gradual de

acercarse a los discursos simbólicos (religioso,

mítico y estético) para interpretar los diversos sen­

tidos que encarnan, que se desprende de las

A Renato Prada

sión-explicación-comprensión) es asimilable a los

grados de la crítica alfonsina (impresión-exégesis­

juicio).

De acuerdo con Gabriel Zaid la perennidad del

Alfonso Reyes ensayista radica en la calidad de su

prosa que es un "paseo de lujo", mientras que los

datos allí ensayados podrían envejecer por el

avance del conocimiento . En cuanto al "Aristarco o

anatomía de la crítica " y algunos de los ensayos

de "Páginas adicionales" (escolio del "Aristar­

co . .. ") ni la prosa ni las ideas allí desarrolladas

han envejecido sino que han alcanzado una nueva

lozanía .

La experiencia literaria (1942) fue escrita duran­

te el periodo que José Luis Martínez denomina "el

periodo de madurez" en la vida y obra de Alfonso

Reyes, etapa que abarca once años, de 1939 a

1950. Estudios como La crítica en la edad ate­

niense (1941), El deslinde (1944) o Letras de la

Nueva España (1948) sobresalen en una de las

etapas más fértiles en el de por sí abundante cor­

pus alfonsino. Por estos años había regresado

definitivamente a México y dividía el tiempo entre

la escritura y la dirección e impulso de institucio­

nes como La Casa de España en México, pos­

teriormente El Colegio de México.

El lector recordará que la formulación principal

del "Aristarco o anatomía de la crítica" es el aná­

lisis de los diferentes momentos o grados a los

que convoca una obra literaria: impresión, exége­

sis y juicio. Alfonso Reyes sopesó a lo largo de su

vida la función de la crítica y los rasgos que la

caracterizarían. Este derrotero, dirá Evodio Esca-

inquisiciones de filósofos como Paul Ricceur y lante, sufriría una transformación fundamental :

otros hermeneutas- encuentra correspondencias . como Goethe, Alfonso Reyes se movió de un ro­

con lo que Alfonso Reyes llamó de modo lacónico manticismo a una visión clásica (40-57). Escalante

"Crítica". Así, el círculo hermenéutico (compren-

* Jorge Mendoza Romero, Puebla 1983. Realizó la maestría en Letras Mexicanas, en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla . Ha publicado en revistas como Alforja, Tierra Adentro y Casa del Tiempo. Es catedrático del Instituto Tecnológico de Estudios Supe­riores de Monterrey. Becario de la Fundación para las Letras Mexi­canas en ensayo.

encuentra y demuestra que la configuración y

valoración del primer grado de la crítica (la impre­

sión) proviene de los románticos alemanes para

quienes lo idéntico sólo puede ser juzgado por lo

idéntico. Esto es, la obra literaria sólo puede ser

enjuiciada o contestada por una crítica igualmente

19 Biblioteca de México

Page 22: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Manuela Mota de Reyes y Alfonso Reyes

literaria . Vista de este modo, la crítica para Reyes

se convierte en inquilina en vez de parásita : crea­

ción y crítica se moverán en el mismo rango for­

mal. No el acercamiento aséptico de la academia,

sino a través de un expresivo juicio: "El verdadero

crítico impresionista es un creador en creación"

(Reyes 333). Esta crítica podrá tener el mismo

valor "poemático" o aun superar el de la propia

obra a la que se enfrenta. En México, junto con

Alfonso Reyes, Octavio Paz (también muy ligado

al ideario romántico) es quien ha alcanzado el

"impresionismo superior", el punto cimero de este

grado de la crítica, donde se pone en juego el

talento y gusto del crítico. El impresionismo

"medio e inferior", no obstante, es lo que campea

sobretodo las páginas de las revistas y periódicos

o cuartas de forros de cuanto libro circula. : El

impresionismo que ejerció Alfonso Reyes es una

trampa engañosa. Solicita una refinada sensibili­

dad. Quien no la posea y sepa verbalizarla, debe

abstenerse de ejercer la crítica impresionista.

Alfonso Reyes emprende una apología de esta

crítica. El principal de sus argumentos es el

siguiente: "el fin de la creación literaria no es pro­

vocar la exégesis, sino iluminar el corazón de los

hombres, de todos los hombres en lo que tienen

de meramente humanos, y no en lo que tienen de

especialistas en esta o la otra disciplina." (Reyes

110). Aquí debemos apuntar que por una parte,

para Reyes, el fin de la creación literaria es hablar

al hombre en sentido general ; por el otro, "La

experiencia literaria supone la comunicación de

una obra literaria ." Sin embargo, toda recepción

de una obra supone una mediación marcada y

condicionada por el horizonte cultural que lleva

consigo el hombre inscrito en ésta y no en aquélla

cultura. Vemos que aqu í la voz del humanista se

escucha con vigor.

Para la actual hermenéutica textual, la impre­

sión alfonsina es denominada como "comprensión

intuitiva". No obstante a diferencia de lo planteado

por Alfonso Reyes, esta comprensión intuitiva no

es separable del marco de recepción en que es

leído todo discurso simbólico específicamente y

cualquier discurso en sentido amplio. Si bien la

obra se dirige a "todos los hombres en lo que tie­

nen de meramente humano", cada hombre tendrá

una vivencia , una "experiencia literaria", en pala­

bras de Reyes, acotada por todo aquello que le

marca su lugar de enunciación y recepción . Antes

de llegar al hombre, la obra pasa por el tamiz de la

cultura en la que interactúa y que marca su modo

de interlocución con otras culturas.

Si volvemos a la tesis de Evodio Escalante, la

transición a una perspectiva clásica se encontrará

en la obra más ambiciosa del análisis literario

emprendida por Alfonso Reyes, El deslinde. Sin

embargo, ¿en verdad hay una transición? ¿No es

sólo un cambio de nivel al interior de la misma

arquitectura conceptual? Considero que, si bien el

ensalzamiento de la crítica impresionista es una

muestra clara de la influencia romántica, ésta en­

cuentra su lugar en todo el entramado conceptual

que urde Alfonso Reyes, siempre guiádo por una

visión clásica, equilibrada , donde el pathos y el

lagos se enfrentan de modo dinámico para ofre­

cernos una imagen diáfana de aquello que obser­

va el pensamiento alfonsino. Todo ocupa su lugar

y su tiempo correspondiente. Pongamos un ejem­

plo. De modo marginal, Alfonso Reyes también

dedica líneas al lugar que jugaría la emoción en su

escala crítica. Si para Ramón López Velarde es

imprescindible que cada verso sea templado por

la emoción, por la combustión de sus huesos, an­

tes de ser registrado en la página, la emoción tam­

bién adquiere un papel y un lugar importante en la

experiencia literaria. En ningún momento Reyes

pide que el encuentro con la obra sea impersonal

y distanciado. Todo lo contrario, incluso en la parte

metódica de su escala crítica, la "exégesis", indica

que la emoción debe estar presente y advierte:

"si la emoción es indispensable y aun anterior al

20 Biblioteca de México

Page 23: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

método, ella en el método debe depurarse y educar­

se como un factor más de la interpretación . Lo obje­

tivo en bruto no merece el exclusivo derecho, porque

dista mucho de ser un elemento literario puro. ( ... ) el

crítico no debe privarse del choque emocional , al

que tiene opción por derecho humano. Ello equival­

dría a extirpar violentamente el único medio de

comunicación intuitiva con la obra . Ahora bien : la

disciplina ha de corregir su sentimiento , enseñarlo a

sentir literariamente, sometiendo el subjetivismo a la

dieta y a la gimnasia que lo purguen de adiposidades

extrañas" (Reyes 326).

Como en una de las tesis del Sensacionismo pes­

soano, para Reyes también "sentir es compren­

der", la emoción es imprescindible para la inter­

pretación a cuenta de que sea cincelada .

Renato Prada Oropeza apunta que si la com­

prensión intuitiva (la impresión), la primera media­

tización entre la obra y el hombre, se "hace metó­

dica y sistemáticamente entramos en la instancia

de la explicación" (47), lo que Alfonso Reyes

denomina "exégesis" o "crítica metódica". El pro­

pio Reyes da algunos de los rasgos externos que

la definen: es una exacerbación de la didáctica , es

dominio de la filología , admite la aplicación de mé­

todos específicos (tres básicamente: psicológicos,

históricos y formales) y es la única que puede

enseñarse y aprenderse. Nos encontramos en el

terreno medio de la Crítica o la hermenéutica tex­

tual cuyo fin al que apunta y que sirve como ante­

sala, es el juicio o la comprensión intelectiva, una

comprensión enriquecida que no intenta hacer de

la obra un fetiche , sino elevar y enriquecer la frui­

ción estética inicial.

En Alfonso Reyes los tres acercamientos básicos

son igualmente válidos aunque atiendan diversos

aspectos de la obra. Para la descripción de esta

etapa del círculo hermenéutico -que hace Renato

Prada Oropeza partiendo del Ricreur de Teoría de

la interpretación , sobre todo- es indispensable y

aun punto de partida del análisis un modelo formal,

una semiótica literaria (narratológica o poética).

Sobre esta cimentación que da cuenta de la organi­

zación de la obra, pueden sobreponerse otros mé­

todos como los que menciona Alfonso Reyes.

Naturalmente, esta descripción formal puede apa­

recer implícita como en muchos de los libros de

Mario Vargas Llosa dedicados a narradores como

Víctor Hugo, Flaubert, García Márquez u Onetti. Así

como Alfonso Reyes menciona que "por lo mismo

que el impresionismo carece de rigores científicos,

desgraciadamente ofrece un fácil acceso a los inge­

nios legos y aun a los legos sin ingenio. De modo

que hay también un impresionismo medio y un

impresionismo inferior" (Reyes 335); lo mismo

, ,

Dibujo de Elvira Gascón

21 Biblioteca de México

Page 24: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

22 Biblioteca de México

podría decirse de la exégesis o explicación.

Tan pronto como se mencionan, palabras

como semiótica causan disgusto a quienes

las escuchan . Sin embargo debemos pen­

sar que también hay una exégesis superior,

media e inferior. Un ejemplo de la primera

me sigue pareciendo Poesía española de

Dámaso Alonso en la que el análisis y la

emoción cincelada alumbran la obra de los

poetas del siglo áureo.

El último grado de la crítica alfonsina y la

hermenéutica textual es el "juicio" para la

primera o la "comprensión intelectiva" para

la segunda. Alfonso Reyes también llamará

a este grado "dirección del espíritu" que,

como la "impresión" no puede enseñarse,

pero además de estar mediada por el

marco de recepción sociocultural , posee la

mediación de la exégesis. Reyes la define

como "acto del genio". Es una vuelta al dis­

curso del cual se desprende todo y para el

que se emprende la exégesis que "sitúa la

obra en el saldo de las adquisiciones hu­

manas" ( Reyes 113).

Al contrario de lo que propone la tesis

de Evodio Escalante, la crítica de Alfonso

Reyes se mueve en un trazo que forma

parte del mismo cuerpo. Si se mueve

hacia algún punto alejándose de otro no

es para cambiar de figura : ahora un cua­

drado, después un triángulo. Alfonso Re­

yes, cuya mente es por excelencia clásica

se abandona al viaje circular que traza su

visión de la crítica , actualísima y modelo

de la hermenéutica textual de nuestro

tiempo.

BIBLIOGRAFíA

Escalante, Evodio. "El concepto de la crítica en

Alfonso Reyes". Las metáforas de la crítica.

México: Joaquín Mortiz, 1998.

Reyes, Alfonso. La experiencia literaria . Obras

Completas de Alfonso Reyes. Vol XlV. México:

FCE, 1962.

Reyes , Alfonso. Páginas adicionales. Obras

Completas de Alfonso Reyes. Vol XlV. México:

FCE, 1962.

Ricceur, Paul. Teoría de la interpretación. Discurso y

excedente de sentido. México: Siglo XXI, 1995.

Prada Oropeza, Renato. Hermenéutica, símbolo y

conjetura. México: UIA, 2003.

Page 25: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

JORGE LUIS BORGES*

IN MEMORIAM A. R. El vago azar o las precisas leyes Que rigen este sueño, el universo,

Me permitieron compartir un terso Trecho del curso con Alfonso Reyes.

Supo bien aquel arte que ninguno Supo del todo, ni Simbad ni Ulises, Que es pasar de un país a otros países

y estar íntegramente en cada uno.

Si la memoria le clavó su flecha Alguna vez, labró con el violento Metal del arma el numeroso y lento

Alejandrino o la afligida endecha.

En los trabajos lo asistió la humana Esperanza y fue lumbre de su vida Dar con el verso que ya no se olvida

y renovar la prosa castellana.

Más allá del Myo Cid de paso tardo y de la grey que aspira a ser oscura,

• Alfonso Reyes, Homenaje nacional, INBA, Cultura, SEP, Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1981, 112 pp.

23 Biblioteca de México

Page 26: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Rastreaba la fugaz literatura Hasta los arrabales del lunfardo.

En los cinco jardines del Marino

Se demoró, pero algo en él había

Inmortal y esencial que prefería

El arduo estudio y el deber divino.

Prefirió, mejor dicho, los jardines

De la meditación, donde Porfirio

Erigió ante las sombras y el delirio

El Árbol del Principio y de los Fines.

Reyes, la indescifrable providencia

Que administra lo pródigo y lo parco

Nos dio a los unos el sector o el arco,

Pero a ti la total circunferencia.

Lo dichoso buscabas o lo triste

Que ocultan frontispicios y renombres:

Como el Dios del Erígena, quisiste

Ser nadie para ser todos los hombres.

Alfonso Reyes en la embajada de México en Brasil. en Rlo de Janeiro. 1931

Z4 BlbUoIeca "e ..... _

Page 27: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Vastos y delicados esplendores

Logró tu estilo, esa precisa rosa,

y a las guerras de Dios tornó gozosa

La sangre militar de tus mayores.

¿Dónde estará (pregunto) el mexicano?

¿Contemplará con el horror de Edipo

Ante la extraña Esfinge, el Arquetipo

Inmóvil de la Cara o de la Mano?

¿O errará, como Swedenborg quería,

Por un orbe más vívido y complejo

Que el terrenal, que apenas es reflejo

De aquella alta y celeste algarabía?

Si (como los imperios de la laca y del ébano enseñan) la memoria Labra su íntimo Edén, ya hay en la gloria

Otro México y otro Cuernavaca.

Sabe Dios los colores que la suerte Propone al hombre más allá del día;

Yo ando por estas calles. Todavía Muy poco se me alcanza de la muerte.

Sólo una cosa sé. Que Alfonso Reyes (Dondequiera que el mar lo haya arrojado)

Se aplicará dichoso y desvelado Al otro enigma y a las otras leyes.

Al impar tributemos, al diverso Las palmas y el clamor de la victoria:

NO profane mi lágrima este verso Que nuestro amor inscribe a su

Page 28: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

26 Biblioteca de México

Page 29: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

CARLOS PELLICER*

RETRATO DE ALFONSO

REYES 1

La palabra a la mano y en la mano toda la flor de la sabiduría. Era un bosque y hablaba como el día; noche de lucidez tuvo su arcano .

Fue como un príncipe republicano; un diamante de toda garantía. Un diamante engarzado en la alegría de tener siempre cerca lo lejano.

Si de la Poesía los confines alcanzó, los antiguos paladines le vieron junto al mar armando el viaje

que entre sirenas y constelaciones colocó , a la manera de un paisaje lleno de misteriosas relaciones.

11 En el espacio de una perla, cabe; es todo el mar y sólo es una gota. Escribe con ternura de gaviota Poniéndole la sal a su jarabe.

Hay un rincón en el que todo cabe: el arpa abandonada y lo que brota de tanta soledad. De odio, ni jota. Nada que la armonía menoscabe

Si con los ojos la palabra hechiza y sonríe al mirar, su voz maciza de pájaro barítono clarea.

¡Ay, Alfonso, qué hermoso haber estado contigo tantas veces! Lisonjea toda una vida haberte siempre amado .

• Alfonso Reyes, Homenaje nacional, INBA, Cultura, SEP, Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1981, 112 pp.

27 Biblioteca de México

Page 30: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

III Si sacar las palomas del sombrero aun cuando en el sombrero no hay palomas ... Esto fue así ¿no es cierto? Las palomas a veces fueron águilas primero.

Toda Tenoxtitlán y todo Homero y diagonales límpidas de aromas. y las Grecias, las Francias y las Romas le dieron de sus luces el lucero .

Si Góngora y el Cid -alma y diadema­diéronle conjunción y no dilema; si habitar el idioma fue su silla

y comprender, el drama de su juego , Alfonso Reyes, hombre y maravilla tuvo del solla luz y el amor ciego.

Las Lomas, junio 4 y 5 de 1960 .

SONETO

A un amigo, enviándole

un ejemplar de Visión de

Anáhuac de Alfonso Reyes

Mírala aquí -ciudad y poesía-, flor tan viva que en sangre se derrama. Una mano perfecta le da fama, música historia de su biografía.

28 Biblioteca de México

Page 31: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Su ejercicio final de primacía - quetzal atardecido en una rama­bri ll a entre los metales de ese drama que angustia en oro su mortal valía .

Oro sangró la tierra mexicana junto al maíz de sus felicidades. ¿Oyes en mis arterias la mañana?

Ven a escuchar entre mis soledades la caída de un vaso de obsidiana

sobre un muerto collar contado en jades .

Alfonso Reyes en la Capilla Alfonsina , 1954

29 Biblioteca de México

Page 32: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

JORGE GUILLÉN*

ALFONSO REYES

Alfonso Reyes, embajador de México en Brasil. Caricatura de Caras y Caretas

• Jorge Guillén, Homenajes, Club Internacional del Ubro, Madrid, 1998, 608 pp.

Page 33: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

A lfonso Reyes pasea

Por la Historia de papel

Una mirada muy fiel

A la vida hermosa o fea,

y sin cesar albacea

BRINDIS

De tanto inventor difunto,

Pone con gracia en su punto

Más luminoso el invento

Para que con nuevo aliento

Se ajuste a mayor conjunto.

Mirando con el rabillo

Del ojo murmura a medias

Alusiones que tú asedias,

Interlocutor sencillo,

Con ahínco a fin que el brillo

Del ingenio no te impida

Ver claro en luz tan ardida,

Tan ágil, tan mexicana

Mientras la fatal manzana

Del saber da sólo vida.

Goza mucho en biblioteca

-Su mansión lo es, muy grande­

y adonde el gozo le mande

Siempre irá como a su Meca.

Confiado así, no peca:

Todo es Amor, Opus Dei.

y -sin dejar a su grey-

Tan egregio, vida, vida

Crea en obra con buida

Pluma nuestro Alfonso, Rey.

Page 34: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

MANUEL BANDEIRA *

DOS POEMAS SOBRE ALFONSO REYES**

Traducción del portugués, Mario Bojórquez

Rondó de los Caballitos

Los caballitos corriendo los caballones comiendo ... Tu belleza, ay, Esmeralda me terminó enloqueciendo.

Los caballitos corriendo nos, caballones comiendo ... el sol tan claro allá afuera y en mi alma -ianocheciendo!

Los caballitos corriendo y nos, caballones comiendo ... Alfonso Reyes partiendo, y tanta gente quedando ...

Los caballitos corriendo, los caballones comiendo ... la Italia casi gritando la Europa desalentando

Los caballitos corriendo los caballones comiendo ... El Brasil politiqueando, y nuestra poesía muriendo ... El sol tan claro allá afuera el sol tan claro, Esmeralda, y en mi alma -ianocheciendo!

* Manuel Bandeira, Testamento de Pasárgada , Organiza<;:ao e Estudos Críticos de Ivan Junqueira , Editora Nova Fronteira-Academía Brasileira de Letras, Río de Janeiro, 2003, 352 pp. **EI primer poema fue escrito en ocasión de la fiesta de despedida otorgada por el Gobierno de Brasil a su embajador mexicano, don Alfonso Reyes , quien viajaba a Buenos Aires; la recepción fue en la terraza del Jockey Club , desde donde se podía ver a los caballos correr en el hipódromo de Río de Janeiro. El segundo poema al parecer fue escrito tiempo después de la partida, y aunque no está explicita la mención de Alfonso Reyes , los tres últimos versos hablan de la nostalgia por la ausencia del amigo. Fred Ellison P., Alfonso Reyes e o Brasil, um mexicano entre os cariocas, Topbooks-Consulado General de México, Río de Janeiro, 2002, 278 pp.

32 Biblioteca de México

Page 35: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Rondó del Palace Hotel

En el hall del Palace el pintor Cicero Dias entre el Pan de Azúcar y un cajón de entierro (¿Es un rey andrógino que entierran?) Toca un jazz de pandero con la mano que Blaise Cendrars perdió en la guerra. ¡Dios del cielo, qué alucinación! Hay una criatura tan bonita que hasta los ojos parecen estar desnudos: iNuestra Señora de la Prostitución! -"iGan;on, cinco martinis!" Los adolescentes inhalan éter en el hall del Palace.

Aquí nadie pone atención a los empréstitos (pasa un estruendo de clubes allá afuera): Aquí se danza, se canta, se habla y se bebe incesantemente para olvidar el dolor aquél por alguien que no está presente en el hall del Palace.

Alfonso Reyes en el navío Giulio Cesare, 1930

33 Biblioteca de México

Page 36: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

ALFONSO REYES*

PALINODIA DEL POLVO

Primera edición de Visión de Anáhuac, en Costa Rica

¿ Es ésta la región más transpa­

rente del aire? ¿Qué habéis

hecho, entonces, de mi alto valle

metafísico? ¿Por qué se empa­

ña, por qué se amarillece?

Corren sobre él como fuegos

fatuos los remolinillos de tierra .

Caen sobre él los mantos de

sepia, que roban profundidad al

paisaje y precipitan en un solo

plano espectral lejanías y cerca­

nías, dando a sus rasgos y colo­

res la irrealidad de una calcoma­

nía grotesca, de una estampa

vieja artificial, de una hoja pre­

maturamente marchita.

Mordemos con asco las areni­

llas. Y el polvo se agarra en la

garganta, nos tapa la respiración

con las manos. Quiere asfixiar­

nos y quiere estrangularnos.

Subterráneos alaridos llegan

solapados en la polvareda, que

debajo de su manta al rey mata.

Llegan descargas invisibles, ata­

que artero y sin defensa; lenta

dinamita microbiana; átomos en

sublevación y en despecho con-

Alfonso Reyes, Vlslon de Anáhuac, Planeta Conaculta, México, 2002, 72 pp.

tra toda forma organizada; la

energía supernumeraria de la

creación resentida de saberse

inútil; venganza y venganza del

polvo, lo más viejo del mundo.

Último estado de la materia, que

nació entre la bendición de las

aguas y -a través de la viscosi­

dad de la vida- se reduce prime­

ro a la estatuaria mineral , para

estallar finalmente en esta dis­

gregación diminuta de todo lo

que existe. Microscopía de las

cosas, camino de la nada; ani­

quilamiento sin gloria ; desmoro­

namiento de inercias, "entropía";

venganza y venganza del polvo,

lo más bajo del mundo.

iOh desecadores de lagos,

taladores de bosques! iCercena­

dores de pulmones, rompedores

de espejos mágicos! Y cuando

las montañas de andesita se

vengan abajo, en el derrumbe

paulatino del circo que nos gua­

rece y ampara, veréis cómo, sor­

bido en el negro embudo girato­

rio, tromba de basura, nuestro

mismo valle desaparece. Cansa­

do el desierto de la injuria de las

ciudades; cansado de la planta

humana, que urbaniza por don­

de pasa, apretado el polvo con­

tra el suelo; cansado de esperar

por siglos de siglos, he aquí:

arroja contra las graciosas flores

de piedra, contra las moradas y

las calles, contra los jardines y

las torres, las nefastas caballe­

rías de Atila, la ligera tropa sal­

vaje de grises y amarillas pesu­

ñas. Venganza y venganza del

34 Bibliot eca de México

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Carta de Alfonso Reyes al editor Joaquin Garcia Monge

polvo . Planeta condenado al

desierto, la onda musulmana de

la tolvanera se apercibe a barrer

tus rastros.

y cuando ya seamos hormi­

gas -el Estado perfecto- discu­

rriremos por las avenidas de

conos hechos de briznas y de

tamo, orgullosos de acumular

los tristes residuos y pelusas;

incapaces de la unidad, suman­

dos huérfanos de la suma; inca­

paces del individuo, incapaces

de arte y de espíritu -que sólo

se dieron entre las repúblicas

más insolentes, Grecia y la Italia

renacentista-, repitiendo acaso

con el romántico, cuya voz ya

apenas se escucha, que la gloria

es una fatiga tejida de polvo y de

sol.

iPorvenir menguado! iPolvo y

sopor! No te engañes, gente que

funda en subsuelo blando, don­

de las casas se hunden, se cuar­

tean los muros y se descascan

las fachadas. Ríndense uno a

uno tus monumentos. Tu vate,

hecho polvo, no podrá sonar su

darín. Tus iglesias, barcos en re-

Page 37: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

~!

- ..

saca , la plomada perdida, ense­

ñan ladeadas las cruces. iOh

valle , eres mar de parsimonioso

vaivén! La medida de tu onda

escapa a las generaciones. iOh

figura de los castigos bíblicos, te

hundes y te barres! "Cien pue­

blos se apoderaron este valle",

dice tu poeta .*

Pasen y compren : todo está

cuidadosamente envuelto en

polvo. La catástrofe geológica se

espera jugando: origen del arte,

que es un hacer burlas con la

muerte. Nápoles y México: su­

ciedad y canción, decía Caruso.

Tierras de disgregación volcáni­

ca , hijas del fuego, madres de la

ceniza. La pipa de lava es el

compendio. Un Odiseo terreno,

surcado de cicatrices, fuma en

ella su filosofía disolvente .

Carlos Pellicer: "Retórica del paisaje", Hora de junio, México, Ediciones Hipocampo, 1937, p. 57; en Material poético, México, Uni­versidad Nacional Autónoma de México, 1962, p. 283.

Dibujo de Alfonso Reyes

Stevenson se confiesa un día ,

horrorizado, que toda materia

produce contaminación pulveru­

lenta, que todo se liga por sucie­

dad. ¿Cuál sería, oh Ruskin , la

verdadera "ética del polvo"? En

el polvo se nace, en él se muere.

El polvo es el alfa y el omega.

¿ y si fuera el verdadero dios?

Acaso el polvo sea el tiempo

mismo, sustentáculo de la con­

ciencia . Acaso el corpúsculo

material se confunda con el ins­

tante. De aquí las aporías de

Zenón, que acaba negando el

movimiento, engaño del móvil

montado en una trayectoria ,

Aquiles de alígeras plantas que

jadea en pos de la tortuga. De

aquí la exasperación de Fausto,

entre cuyos dedos se escurre el

latido de felicidad : "Detente.

iEras tan bello!" Polvo de instan­

táneas que la mente teje en una

ilusión de continuidad, como la

que urde el cinematógrafo. Por

35 Biblioteca de México

la ley del menor esfuerzo -el

ahorro de energía , de Fermat- el

ser percibe por unidades, creán­

dose para sí aquella "aritmética

biológica" de que habla Charles

Henry, aquella noción de los

números cardinales en que

reposa la misma teología de

Santo Tomás. El borrón de pun­

tos estáticos sucesivos deposita,

en los posos del alma, la ilusión

del fluir bergsoniano. Las móna­

das irreducibles de Leibniz se

traban como átomos ganchudos.

La filosofía natural se debate en

el conflicto de lo continuo y lo

discontinuo, de la física ondula­

toria , enamorada de su éter­

caballo, y la física corpuscular o

radiante , sólo atenta al átomo­

jinete. El polvo ¿cabalga en la

onda o es la onda? El cálculo

infinitesimal mide el chorro del

tiempo, el cálculo de los cuantos

clava sus tachuelas inmóviles.

¿La síntesis? La continuidad ,

Page 38: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

dice Einstein , es una estructura amanecer, cruza la estancia do de unidades. Por donde uni­

del espacio, es un "campo" a lo como una bandera de luz, como dad y átomo y polvo vuelven a

Faraday. La unidad es foco ener- una vela fantasmal de navío. ser la misma cosa.

gético , fenómeno, átomo, grano Red vibratoria que capta , en su En sus cuadros provisio­

tal vez de polvo . Heráclito , curso, la vida invisible del espa- nales, la ciencia no ha concedi­

maestro del flujo , se deja medir cio , deja ver, a los ojos del filó- do aún la dignidad que le corres­

a palmos por Demócrito , el cap- sofo atónito, todo ese enjambre ponde al estado pulverulento,

tador de arenas. El río , diría de polvillo que llena el aire. Una junto al gaseoso, al líquido y al

Góngora , se resuelve en un

rosario de cuentas.

¿Por qué no imaginar a

Demócrito, en aquella hora de la

zarabanda de puntos luminosos sólido. Tiene, sin duda, propie­

va y viene, como cardumen azo- dades características, como su

rada que en vano pretende aptitud para los sistemas disper­

escapar a la redada de luz. El sos o coloidales -donde acaso

mañana, cuando hablan las filósofo hunde la mano en el sol, nace la vida-, y como también

Musas según pretendían los la agita levemente y organiza -tal vez por despliegue de

poetas, reclinado sobre sus torbellinos de polvo. La intuición superficie- su disposición para

estudios, la frente en la mano, estalla: nace en su mente la figu- la catálisis , esta misteriosa

pasajeramente absorto, en uno ra del átomo material , que no influencia de la materia que

de aquellos bostezos de la aten- existiría sin el polvo. El átomo es tanto se parece ya a la guardia

ción que el resto aprovecha para el último término de la divisibili- vigilante de un espíritu ordena­

alancear la conciencia de las dad en la materia. En la inten- dar. ¿Será que el polvo preten­

partículas de la realidad circun- ció n al menos, porque cada vez de, además, ser espíritu? ¿Y si

dante, metralla del polvo del admite divisores más íntimos. fuera el verdadero dios?

mundo, herida cósmica que Sin el átomo, la materia sería

acaso alimenta las ideas? Un destrozable y no divisible. Todo

rayo de sol, tibio todavía de conjunto es una suma, un acuer-

Romance, año /, núm. 9, México, 1°. de junio de 1940.

Page 39: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

* Alfonso Reyes, Soldé Monterrey, Libros del Rincón, SEP. Colección: Cascada, proyecto edi­torial Marta Acevedo, SEP / CONAFE / Editorial Trillas, S.A. de C.V., México 1988, sin folio.

SOL DE MONTERREY

ALFONSO REYES*

No cabe duda: de niño, a mí me seguía el Sol. Andaba detrás de mí como perrito faldero;

despeinado y dulce, claro y amarillo: ese Sol con sueño que sigue a los niños.

Saltaba de patio en patio, se revolcaba en mi alcoba. Aún creo que algunas veces lo espantaban con la escoba.

Y a la mañana siguiente, ya estaba otra vez conmigo, despeinado y dulce, claro y amarillo: ese Sol con sueño que sigue a los niños.

(El fuego de mayo me armó caballero: yo era el Niño Andante, y el sol, mi escudero.)

Todo el cielo era de añil; toda la casa, de oro. ¡Cuánto Sol se me metía por los ojos!

Mar adentro de la frente, a donde quiera que voy, aunque haya nubes cerradas, ¡oh cuánto me pesa el Sol!

Bibl ioteca de México

Page 40: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

iOh cuánto me duele, adentro esa cisterna de Sol que viaja conmigo!

Yo no conocí en mi infancia sombra, sino resolana. Cada ventana era Sol, cada cuarto eran ventanas.

Los corredores tendían arcos de luz por la casa.

En los árboles ardían las ascuas de las naranjas, y la huerta en lumbre viva se doraba.

Los pavos reales eran parientes del Sol. La garza empezaba a llamear a cada paso que daba.

Ya mí el sol me desvestía para pegarse conmigo, despeinado y dulce, claro y amarillo: ese Sol con sueño que sigue a los niños.

Cuando salí de mi casa con mi bastón y mi hato, le dije a mi corazón: -iYa llevas Sol para rato!-

Es tesoro -y no se acaba: no se me acaba- y lo gasto. Traigo tanto Sol adentro que ya tanto Sol me cansa.

Yo no conocí en mi infancia sombra, sino resolana.

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ALFONSO REYES*

COMENTARIOS A LA IFIGENIA CRUEL

I. LA AFICIÓN DE GRECIA

Por el año de 1908, estudiaba yo las "Electras" del

teatro ateniense. Era la edad en que hay que suici­

darse o redimirse, y de la que conservamos para

siempre las lágrimas secas en las mejillas. Por ven­

tura, el estudio de Grecia se iba convirtiendo en un

alimento del alma, y ayudaba a pasar la crisis. Aque­

llas palabras tan lejanas se iban acercando e incor­

porando en objetos de actualidad. Aquellos libros,

testigos y cómplices de nuestras caricias y violen­

cias, se iban tomando confidentes y consejeros. Los

coros de la tragedia griega predican la sumisión a los

dioses, y ésta es la única y definitiva lección ética

que se extrae del teatro antiguo. Hay quien ha podi­

do aprovechar su consejo. La literatura, pues, se sa­

lía de los libros y, nutriendo la vida, cumplía sus ver­

daderos fines. Y se operaba un modo de curación, de

sutil mayéutica, sin la cual fácil fuera haber naufra­

gado en el vórtice de la primera juventud. Ignoro si

éste es el recto sentido del humanismo. Mi Religio

Grammatici parecerá a muchos demasiado senti­

mental .

Tenemos derecho -una vez que por cualquier

camino alcanzamos la posesión de un módulo- para

manejarlo a nuestra guisa. ¿Y qué otra cosa han

hecho los trágicos de todos los tiempos, sino volver

a contar a su modo una historia conocida en lo gene­

ral? Lamento tener que referir una triste anécdota.

Cierto amigo, no ayuno de letras, me dijo cuando

leyó la Ifigenia: "Muy bien, pero es lástima que el

tema sea ajeno". "En primer lugar -le contesté-, lo

mismo pudo usted decir a Esquilo, o Sófocles, a

Eurípides, a Goethe, a Racine, etc. Además, el tema,

con mi interpretación, ya es mío. Y, en fin, llámele,

a Ifigenia, Juana González, y ya estará satisfecho su

engañoso anhelo de originalidad".

* Alfonso Reyes , Voz viva de México , Universidad Nacional Autónoma de México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Bellas Artes, Gobierno del Estado de Nuevo León. México, 1989,32 pp.

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Primera edición de lfigenia cruel

Sucede en esto lo que con el libro de cabecera: es

tan nuestro, que rueda por las sillas y por las mesas,

le anochece en el velador y le amanece a los pies de

la cama. Al libro predilecto lo tratamos -en nuestro

fuero interno- con todas las veleidades de la sinceri­

dad: reñimos con él, le exigimos más que a ninguno.

Justificada la afición de Grecia como elemento pon­

derador de la vida, era como si hubiéramos creado

una minúscula Grecia para nuestro uso: más o me­

nos fiel al paradigma, pero Grecia siempre y siem­

pre nuestra. Entonces, ya era dable arriesgarse a sus

asuntos sin tono arcaizante, y aun sin buscar com­

promisos líricos entre lo antiguo y lo moderno. Esto,

con ser más sincero, es a la postre más valiente:

exhibición no disfrazada de nuestras inteligencias o

aciertos, nos vende, nos entrega; si la obra empren­

dida fracasa, no podemos recuperamos. Somos uno

con ella: no es Grecia, es nuestra Grecia. Tanto ries­

go solicita a todo corazón templado.

Además de que hay una Grecia cotidiana, una

39 Biblioteca de México

Page 42: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Edición mexicana de Ifigenia cruel

perspectiva de ánimo que nos capacita para huma­

nar hasta los mitos más rígidos y arcaicos. Los pin­

tores supieron adorar a la Virgen María en traza de

señora flamenca. La afición de Grecia es tan impe­

riosa o más. Helena vivió por las páginas capricho­

sas del Fausto con más verdad que Ifigenia, en el

drama que Goethe le consagró.

Al tiempo de estudiar la evolución de Electra

-Esquilo, Sófocles, Eurípides-, íbamos divagando

sobre talo cual motivo paralelo: hoy sobre Hécuba

o Casandra, y mañana sobre Ifigenia. Y estas diva­

gaciones -entonces verdaderos reposos y bostezos

de la atención- se han quedado ahí, por los cuader­

nos de notas, en estado de disjecta membra, espe­

rando que tronara el clarín del ángel.

Antes de que mi Ifigenia pudiera alentar, había

de cerrarse un ciclo de mi vida.

11. IDEA DE LA TRAGEDIA

De entonces acá no he vuelto a pensar sobre la tra­

gedia clásica en sí misma, y mis meditaciones de

entonces pueden resumirse así (Cuestiones estéti­

cas, París 1910, pp. 54-66):

La tragedia griega, es , desde luego, humana, pe­

ro universalmente humana, en cuanto sumerge al

hombre en el cuadro de las energías que desbordan

su ser. Hoy, Emerson ha podido decir: -Venimos a

perturbar el optimismo de la naturaleza. Pero al

griego sus propios dolores se le representaban co­

mo ecos de un mal general: él no era más que una

oreja en la conciencia dolorida del universo. Este

era, precisamente, el consuelo, ésta la alegría fun­

damental de la vida griega: que el hombre no esta­

ba a solas con su dolor, que su dolor mismo no era

exclusivamente suyo. Esto era también lo que hacía

posible la desesperación y el desahogo dionisíacos:

el duelo era comunicable al mundo. En el caso

superior del héroe y el mundo se cambian influen­

cias universales, y la suerte de un pueblo no es más

que un reflejo de las contaminaciones, del diálogo

entre Edipo y la Esfinge. Vivo él, suceden catástro­

fes a su paso . Muerto, sus huesos abonarán a la glo­

ria de la tierra que le dio sepultura.

Para los aspectos más individuales de su pasión,

el griego usaba de la Lírica. Al Teatro no quería

llevar más que un diálogo cosmogónico, aunque

revestido en pretextos humanos ciertamente, por­

que sólo al modo humano tenemos noticia de la

agencia de los destinos. Y el griego prestaba al Tea­

tro, por lo demás, la misma imaginación colorida

que tuvo para su religión. Por muy abstracto que

sea el propósito, a un griego no le será dable rodar

por las aberraciones estéticas del teatro medieval, y

especialmente aquellos extraordinarios "autos

sacramentales", delirios del frenesí teológico.

Hasta el mecanismo de las antiguas representa­

ciones favorecía esta concepción cósmica: la trage­

dia griega se gobernaba por una fórmula simétrica,

dentro de la cual el poeta iba labrando . Los aconte­

cimientos habían de sucederse en un proceso siem­

pre regular: el prólogo de los autores, los parodoi

del coro, los episodios de los actores, los stásima del

coro, los finales éxodos, todo ello se entretejía con

un ritmo fijo . El coro se movía a compás y en tiem­

pos predeterminados. El protagonista debía tener al

deuterogonista a la derecha y al tritagonista a la

izquierda, y cada uno entraba y salía por cierto lugar

del proscenio. Los diálogos mismos parecen obede­

cer a una norma: 1) largo parlamento del héroe; 2)

comentario rápido del coro; 3) amplia respuesta del

interlocutor o adversario; 4) rápido comentario del

coro; 5) charla apresurada, en fin, donde los dispu­

tantes se arrebatan la palabra y se completan mutua­

mente las frases, torciéndolas y esgrimiéndolas

como en el teatro español (sticomythia).

Todo lo cual hace de la tragedia una escena de

40 Biblioteca de México

Page 43: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

danzas, marchas, discursos equidistantes, en que

fácilmente se descubre el ánimo ritual, el ánimo de

superar lo social e inmediato para más bien repre­

sentar un objeto de filosofía religiosa, una suerte de

misa. Sin que esto excluya, por supuesto, los rasgos

de sátira que cada vez van invadiendo más la tra­

gedia. Aquellas escenas sugieren, pues, un univer­

so regido por leyes armoniosas, musicales, mucho

más que un drama individual.

La misma figura humana se agigantaba por el

uso del coturno, se inmovilizaba en el gesto de la

máscara; la voz se alteraba en los resonadores , y el

actor era como una expresión visible y audible de

la fuerza mística . Los personajes no son sino con­

ciencias que cavilan en los destinos, a través de

símbolos objetivos u humanos . Los haces místicos

vuelan por el aire oscuramente; pero se tiñen y se

hacen perceptibles en ese pretexto de voluntad: la

figura humana.

Desde luego que yo no intentaría conservar aquí

el mecanismo de la tragedia; pero , por lo menos, su

abstracción. Mi parodia no tiene escenario muy

definido, ni retrata tipos sociales, ni alardea con los

pueriles encantos del color local. Sus caracteres

mismos muy posible es que sean meras sombras de

seres cargados con una misión ética. Fueron conce­

bidos con sencillez. Unos frente a otros, suscitan

conflictos, como los mordedores reactivos de la

química al encontrarse; pero , en sí mismos, viven

bajo la complicidad de sus corazones. En tal senti­

do la obra es una alegoría moral.

La lfigenia, además, encubre una experiencia

propia. Usando del escaso don que nos fue conce­

dido, en el compás de nuestras fuerzas, intentamos

emanciparnos de la angustia que tal experiencia

nos dejó, proyectándola sobre el cielo artístico,

descargándola en un coloquio de sombras.

III. FUNCIÓN DEL CORO

el personaje simpático al coro , aun en los casos en

que le lleva la contraria.

El coro es embrión de la tragedia y representa ,

arqueológicamente, las danzas de sátiros alucina­

dos. Sus alucinaciones engendran al dios, al héroe,

al actor trágico . En el coro se conserva el principio

lírico, pues la narración épica ha quedado confiada

a los mensajeros, y la acción presente, a los perso­

najes. Así pues, en el origen, el coro produce a los

actores. Pero creado ya el Teatro, la representación

y la escenificación de episodios son lo que el

Teatro tiene de propio, su aportación nueva y espe­

cial. Los actores pasan, entonces, al primer térmi­

no , y los coreutas al segundo . La ley genética va a

invertirse, y ahora, según lo explicaremos, los acto­

res producen al coro:

El coro funciona periódicamente, como un ins­

trumento dinámico por donde estalla, en cantos, en

gritos, en ololygmoi, el sedimento o carga emocio­

nal precitado s por los episodios de la tragedia. Por

eso es fuerza que el coro esté presente a todos los

acontecimientos y que penetre los secretos del

héroe: para así conocer el drama íntimamente, para

vivir de su contacto y, de cuando en cuando, desa­

hogar -con lírico desahogo y donde precisamente

lo requiere el ánimo de un espectador ideal- esa

emoción, ese pathos acumulado por las acciones

dramáticas; esa piedad, ese terror. El coro es, pues,

el instrumento de la kátharsis aristotélica: la purifi­

cación de las pasiones por la danza y el grito, por

la ejercitación y la mimesis artísticas. El coro es un

agente oportuno, rítmico, lírico, que permite aliviar

la plétora de los sentimientos.

Aparece, pues, la tragedia antigua, como una

completa representación del alma en su dinamismo

pasional: en medio del torbellino de la vida, solemos

alzar la cabeza, valorar victorias y derrotas, y pro­

rrumpir en exclamaciones y lamentos, en ololygmoi

-desahogos líricos, llantos y cantos- como el coro

mismo; y de esos gritos se mantiene la vida. Privarse

Con todo, no hemos querido privarnos de algunos de esta válvula hubiera sido quitar a la obra su res­

elementos felices del teatro griego. Desde luego, piración, untarla en el papel sin prestarle virtudes

del coro .

Por razones de orden material, por la dificultad

de hacer salir y entrar al coro constantemente, re­

sultó que éste viniera a participar en los secretos

del héroe. El generoso espíritu de los griegos lo

entendió sin malicia: el coro, por regla, no sería

traidor, el protagonista casi podría definirse como

vivas. El coro es el dios que lo ve todo, eres tú, soy

yo, y es -más que nada- la conciencia misma del

drama, enfrentada con su propio espectáculo. Así se

procura engendrar un animal perfecto. Y ¡qué delei­

te si lográramos verlo andar por sí, escapar a nuestro

pensamiento, llevarnos en rastra, a pesar nuestro, a

donde el poema sólo tiene su natural recinto!

41 Biblioteca de México

Page 44: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Faltaba saber si, a nuestro capricho, el coro había

de ser fiel, traidor o indiferente. Bien mirado, un

coro traidor deja de ser coro para convertirse en

actor, siquiera colectivo. De ser actor, sería interesa­

do: no nos convenía que la opinión pública fuera

parcial. Ese desahogadero de la acción dramática ,

ese pueblo perfecto, debería conservarse puro, para

ser capaz de toda la razón. En cuanto a un coro indi­

ferente, no pasaría de ser un adorno externo, una

retórica ociosa en redor de los acontecimientos.

Hacía falta un coro fiel -y pasivo-. Contempla con

dolor el desastre e, incapaz de evitarlo, el coro se

desahoga por la boca. Le hemos tronchado pies y

manos, de modo que ni obre ni huya. Y está conde­

nado al sacrificio parlante.

-Como el poeta.

IV.IFIGENIA

Conocida es la historia: transmitióse la maldición de

Tántalo por toda la familia . Tántalo contagia a Pélo­

pe, y éste a Tiestes ya Atreo, sus hijos. Agamemnón

y Menelao, los hijos de Atreo, nacen malditos, y la

Helena de Menelao se encarga de propagar el mal a

toda la raza de los hombres, mientras que la Clitem­

nestra de Agamemnón, adúltera y "sponsuricida" ,

muere apuñalada por su hijo Orestes. Según la senci­

lla interpretación clásica, a Orestes toca redimir la

maldición. Persíguenlo las Erinies o Furias de la ma­

dre, y por sus padecimientos y ruda justicia, lo

absuelve un consejo de ancianos que tiene poder so­

bre las cosas del cielo. Es decir, que el pecado se redi­

me por la expiación. Y esto pudiera parecer ad­

misible a un cristiano; pero sólo desde un punto de

vista individual. La expiación de Orestes puede ser

que redima a Orestes; pero ¿por qué a toda la raza? A

los hombres no nos redimió la expiación de Adán

--dice el cristiano-. Los antecesores de Orestes su­

frieron también por sus crímenes, y no anularon la

maldición. En cuanto al consejo de ancianos, es una

mera ficción plástica.

A Ifigenia, hija de Agamemnón y de Clitem­

nestra, hermana de Orestes y de Electra (y de Cri­

sótemis, a quien nadie recuerda), he querido con­

fiar la redención de la raza. Es más digna ella que

aquel colérico armado de cuchillo. Además de que

me inclino a creer que lo femenino eterno -molde

de descendencias- es más apto para este milagro

cosmogónico de las depuraciones que no el ele-

mento masculino. Concibo a Ifigenia como una

criatura combatiente , en la tradición de Atalanta y

otras vírgenes varoniles.

Sigamos con la historia: en Áulide, las naves de

Agamemnón que se dirigen a Troya han sido azota­

das por el viento, o acaso no logran vientos propi­

cios. Los dioses, para aplacar su cólera, han pedido

el sacrificio de Ifigenia. En vano interviene Odiseo

con sus piadosos engaños (la virgen helénica no

entenderá nunca esta piedad) e Ifigenia será atavia­

da para unas fingidas nupcias. En vano. Eurípides

nos la presenta, espantada y terrible, lanzando aque­

llas palabras de dudoso helenismo: "Vale más vivir

miserablemente que morir con gloria". Cuando

Ifigenia, en fin, se inclina bajo el cuchillo de Calcas,

la diosa Artemisa (satisfecha con la intención como

en el Sacrificio de Abraham) la hace desaparecer, la

arrebata y la transporta a la tierra de Táuride, donde

la consagra para su sacerdocio. Aquel pueblo brutal

adora a Artemisa, y sacrifica en su templo a los

extranjeros . Un día los tauros encuentran , al pie de

la Diosa, a la nueva sacerdotisa, que canta las exce­

lencias del sacrificio humano como pudo hacerlo

algún oficiante de los sagrarios aztecas.

y ésta, en Eurípides, en el teatro francés, en el ale­

mán y el italiano, en todos los imitadores de la

Ifigenia en Táuride, recuerda su vida anterior y se

lamenta de tener que preparar sacrificios humanos ,

interrogándose sin cesar sobre la suerte de su familia

y de su patria. Al fin llega Orestes, acompañado de

Pílades, el providencial. Viene afligido por la locura

del matricidio y, en estado de enajenación, combate a

los ganados, como Ayax y como Don Quijote. Los

dioses le han pedido el rapto de la Artemisa que se

adora en Táuride, prueba final de sus expiaciones. Se

opera la agnición o anagnórisis, el reconocimiento de

los hermanos, en unos diálogos que no olvida quien

los ha leído una vez. Y Orestes y Pílades huyen, lle­

vando consigo a lfigenia y a la Artemisa, la cual es

libertada así al culto de sus adoradores bárbaros. La

maldición de Tántalo ha sido redimida.

No admite ya nuestra inteligencia estos medios

de salvación. Creemos que una maldición no se

redime sino con el choque de otra fatalidad . Car­

gamos a Ifigenia de un dios tan rudo y tan altivo,

que en ella rematará el daño de la raza, como una

flecha que rebota contra un escudo.

y ante todo, queremos que lfigenia, sacerdotisa

de Táuride, viva como en sueños, sin el recuerdo de

42 Biblioteca de México

Page 45: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

su vida anterior, el cual una divinidad sabia, armóni­

ca, habrá cuidado de arrebatarle al envolverla en el

vaho sagrado que la ocultó. Que sea Orestes quien

venga, como la fulminación del rayo , a encender en

ella la memoria de su vida anterior, irritando -con la

alegría de la conciencia recobrada- el horror de

saberse hija de una casta criminal. Que Orestes robe

en buena hora la estatua de la diosa (este rasgo nos

resultó inútil), pero que no logre convencer a

Ifigenia. Ella, superior a la vendetta de Micenas,

aprovecha la hora en que los destinos vacilan y,

escogiendo la emancipación, se niega a volver a la

patria. Ha anulado la maldición . Vive en sus entra­

ñas el germen de una raza ya superada.

En un principio, se nos ocurrió solamente la idea

de la pérdida de la memoria: la verdadera tragedia de

Ifigenia no nos parecía compatible con el recuerdo de

su vida anterior. Había que guardarla en el misterio

de su desaparición y su reaparición, como a una

estrella disimulada tras una nube , y hacer que Ores­

tes, provocando en ella el conocimiento del pasado ,

vertiera en su alma todo el horror de la certeza.

Poco a poco, la antigua fábula se fue desvistien­

do a nuestros ojos de sus atavíos inútiles, y se redu­

jo a un poema sin arqueología, donde pierde todo

su valor la historia del rapto de la imagen. Y nos

sedujo la idea de tratar el asunto con cierta escasez

verbal y en un solo estilo de metáforas. Una obse­

sión por determinadas palabras muy concretas

podía hacer de brújula estética: mano, brazo, pie ,

fuerza, oro, piedra, sangre, leche; vocabulario de

entrañas, verbos de estallido y agitación, adjetivos

de dureza; reiteración de ciertos términos que un

oído habituado percibirá fácilmente . .. , y aun algu­

nos provincialismos felices.

Era menester escoger una dirección muy precisa

para, con la preparación -o mejor, la imprepara­

ción- actual, abordar un tema de esta especie. Y

menos mal en los trozos líricos; pero ¿y las narra­

ciones inevitables? Un alto testigo del pensamien­

to poético contemporáneo , Paul Valéry, confiesa,

comentando el Adonis: "Cierto es que , en los ver­

sos , todo lo que es necesario decir, casi es imposi­

ble decirlo bien ." Así andamos ahora . Opté por

estrangular, dentro de mí propio, al discípulo del

modernismo. Suprimí todo 10 cantarino y 10 melo­

dioso; resequé mis frases , y despulí la piedra.

Nadie podrá decir que engaño.

¿Qué final dar al episodio? ¿Ifigenia había de

huir de Táuride, como en mis grandes modelos? No

10 sabíamos aún hace unos cuantos años. Un súbi­

to vuelco de la vida vino a descubrirme la verdade­

ra misión redentora de la nueva Ifigenia, haciendo

que su simbolismo creciera solo , como una flor que

me hubiera brotado adentro.

En este retiro plácido de verano -al que agrade­

cemos tantas horas de contemplación junto al mar,

y el consejo de sus colinas- entrecerramos los ojos ,

para dejar nacer, en redor de la sacerdotisa, a sus

compañeros necesarios. Poco después, el otoño de

Madrid, consejero inquieto , tuvo, sin embargo, pie­

dad de nuestras cuartillas comenzadas.

1923

En su biblioteca, Buenos Aires, c. 1927

43 Biblioteca de México

Page 46: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

ALFONSO REYES

IFIGENIA CRUEL Poema dramático

PERSONAS:

IFIGENIA, sacerdotisa y sacrificadora.

ORESTES, náufrago.

PÍLADES, su amigo.

TOAS, rey de los tauros.

PASTOR, mensqjero de noticias.

CORO de mujeres de Táuride. Gente marinera y pastores, ador­

nados con cuemecillos .

TARDE. COSTA DE TÁURIDE. CIELO. MAR. PLAYA.

BOSQUE. TEMPLO. PLAZA: EMPIEZA LA CIUDAD

1

IFIGENIA

que ha perdido la memoria de su vida anterior:

Ay de mí, que nazco sin madre

y ando recelosa de mí,

acechando el ruido de mis plantas

por si adivino adónde voy.

Otros, como senda animada,

caminan de la madre hasta el hijo,

y yo no -suspensa del aire-,

grito que nadie lanzó.

Porque un día, al despegar los párpados,

me eché a llorar, sintiendo que vivía;

y comenzó este miedo largo,

este alentar de un animal ajeno

entre un bosque, un templo y el mar.

Yo estaba por los pies de la diosa,

a quien era fuerza adorar

con adoración que sube sola

como una respiración.

-y pusiste en mi garganta un temblor,

hinchiendo mis orejas con mis propios clamores;

me llenabas toda poco a poco

jarro ebrio del propio vino

si ya no me hacías llorar

a los empellones de mi sangre.

De tus anchos ojos de piedra

comenzó a bajar el mandato,

que articulaba en mí los goznes rotos,

haciendo del muñeco una amenaza viva.

Tu voluntad hormigueaba

desde mi cabeza hasta el seno,

y colmándome del todo el pecho,

se derramaba por mis brazos.

Nacía entre mi mano el cuchillo,

y ya soy tu carnicera, oh Diosa.

44 Biblioteca de México

Page 47: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

CORO

Respetemos el terror

de la que salió de la muerte

y brotó como un hongo en las rocas del templo .

A osadas pretendía hablar

como no hablan viento y mar,

sacudiendo ansiosa los árboles

que respondían a gritos de pájaros,

o arrancando caricias rotas

en el reventar de las olas .

-Hija salvaje de palabras:

¿quién te hizo sabia en destazar la víctima?

¿ Quién te enseñó el costado donde esconde

su corazón el náufrago extranjero?

Íbamos a envolverte compasivas,

a ti, montón de cólera desnuda ,

cuando nos traspasaste con los ojos,

hecha ya nuestra ama.

IFIGENIA

Otros se juntan en fáciles corros

apurando mieles del trato:

yo no, que si intento acercarme,

huyo, de mí misma asustada,

como si otro por mi voz hablara.

Otros prenden labios a labios

y promesas se ofrecen con los ojos,

gozando en conciliarse voluntades:

yo no, que amanezco cada día

al tronco de mí misma atada.

Otros, en figuras de baile

alternan amigos y familias ,

contrastando los suyos con los pasos de otros:

y yo no, que caigo cada noche

en mi regazo propio.

CORO

¿Te dio Artemisa su leche de piedra,

mujer más fuerte que todos los guerreros?

¡ Qué cosa es verte retorcer los brazos

en el afán de ahogar a un hombre!

Prefieres la víctima iracunda,

vencida primero y luego abierta,

para que Artemisa respire

la exhalación de sus entrañas.

¡Oh cosa sagrada y feroz!

U na fuerza que desconoces

está anudada en tu entrecejo.

y con todo, entre temor y antojo,

te amamos como a fiera joven,

y mil veces, señora, vamos a acariciarte,

cuando he aquí que de pronto nace el rayo

por la sobrehaz de tu piel.

¡Oh cabellera híspida que no puedo peinar!

¡Oh frente y nuca broncas de besar!

¡Brazos redondos, piernas ágiles ,

pies elásticos y perfectos!

¡ Vaso precioso de mujer arisca:

dinos, di nos al menos

si no puedes ser dulce un solo instante:

dime si al fin podré besarte

las leves puntas de las manos!

IFIGENIA

Y, sin embargo , siento que circula

una fluida vida por mis venas:

algo blando que, a solas , necesita

lástimas y piedades.

45 Biblioteca de México

Page 48: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Quiero, a veces, salir a donde haya

tentación y caricia .

Pero yo sólo suelto de mí espanto y cólera.

y cuando, henchida de dulces pecados,

me prometo una aurora de sonrisas,

algo se seca dentro de mí misma;

redes me tiendo en que yo misma caigo:

siendo yo, soy la otra . . .

y me estremezco al peso de la Diosa,

cimbrándome de impulso ajeno;

y apretando brazos y piernas,

siento sed de domar algún cuerpo enemigo.

¡Oh amor mejor que vuestro amor, mujeres!

Os corre un vigor frío por la espalda;

ya son las manos dos tenazas,

y toda yo, como pulpo que se agarra.

y en la gozosa angustia

de apretar a la bestia que me aprieta,

entramos en el mundo

hasta pisar con todo el cuerpo el suelo.

Libro un brazo, y descargo

la maza sorda de la mano.

Hinco una rodilla, y chasquean

debajo los quebrados huesos .

¡Ya es mío! ¡Ya es tuyo,Artemisa!

Y subo , con un grito, hasta la eterna oreja.

Pero al furor sucede un éxtasis severo.

Mis brazos quieren tajos rectos de hacha,

y los ojos se me inundan de luz .

Alguien se asoma al mundo por mi alma;

alguien husmea el triunfo por mis poros;

alguien me alarga el brazo hasta el cuchillo;

alguien me exprime, me exprime el corazón.

CORO

Respetemos el dolor

de la que se salió de la muerte

y brotó como un hongo en las rocas del templo .

Secerdotisa pura en traza de mujer,

nunca divagaré por sus dos senos

de virgen atleta,

ni gozaré tejiendo sus cabellos.

Nunca di sfrutarán su piel mis manos,

ni ha de tocarla sino el aire,

o el agua donde suele romper con el contento

del caballo sediento .

-y te envidio, señora ,

el agrio gusto de ignorar tu historia .

46 Biblioteca de México

Page 49: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

IFIGENIA Es que reclamo mi embriaguez,

mi patrimonio de alegría y dolor mortales.

¡ Me son extrañas tantas fiestas humanas

que recorréis vosotras con el mirar del alma!

Cuando, en las tardes, dejáis andar la rueca ,

y cantáis solas , a fuerza de costumbre,

unas tonadas en que yo sorprendo

como el sabor de algún recuerdo hueco ;

canciones hechas en el hilo lento ,

canciones confidentes y cómplices

que , siempre con iguales palabras,

esconden cada vez hurtos distintos

y mordiscos secretos en la pulpa de la vida;

que , mientras manan sin esfuerzo de la boca,

dan libertad para otros pensamientos-,

entonces yo adivino que andáis errando lejos

de la labor que ocupa vuestras manos ,

dueñas de lo que sólo es vuestro

y que en vano atisban los maridos

en la joya robada de los ojos.

Ninguna costumbre es sujeta

y, en lícita infidelidad ,

abrís con la llave que lleváis al cinto

una cerradura sin chirridos.

y os envidio , mujeres de Táuride ,

alargando mis manos a la canción perdida.

(¿ Veis? Magníficamente nace del mar la sombra

cuando, en las colinas violetas,

asoman, de regreso, los pastores de toros ... )

CORO

Canta, con aire monótono

Cantemos, dando al tiempo

alma y copo, rueca y voz.

Horas inútiles tejen

tierra y cielo, tarde y mar.

Arañita de la casa,

no me dan oficio mejor.

Consejos me da la rueca,

sintiéndome a solas reír.

Hay quien de noche duerme,

y hay quien de día trabaja.

Hay quien aún se acuerda,

y secretea y call a.

Hay quien perdió sus recuerdos

y se ha consolado ya .

Ca/la un instante. Dice luego:

¿Callas, señora? ¡Solamente callas!

Y, como a aquel que canta contra el aire,

nuestra canción parece caernos en la cara ,

queriéndose volver de nuevo al pecho .

¡Oh mujer de rodillas duras!

No acertamos a compadecerte .

Fuerza será llorar a cuenta tuya ,

a ver si, de piedad, echas del seno

ese reac io aborto de memoria

que te tiene hinchada y monstruosa.

No hay de nosotras quien no ceda a la canción,

poniendo en ella lo que cada una sabe a solas ,

si no eres tú, pregunta sin respuesta ,

a quien vivimos parteando el alma con afán.

No hay de nosotras quien a las lágrimas no ceda

con esa gula íntima de probar un secreto,

donde comienza el juntarse de las almas

en un temblor de miedo y amistad.

¡Pero tú, que ni nos engañas siquiera!

Tú que nos das la nada que te llena,

¿no harás, al menos , por forjar un sueño,

una memoria hechiza que nos pague

la sed de consolarte que tenemos?

No; rechina entre tus dientes la voz:

ni recordar ni soñar sabes.,

ni mereces los senos en el pecho ,

ni el vientre, donde sólo crías la noche.

IFIGENIA Os amo así; sentimentales para mí,

haciendo, a coro , para mi uso, un alma

donde vaya labrada la historia que me falta,

con estambre de todos los colores

que cada una ponga de su trama,

47 Biblioteca de México

Page 50: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Tal vez me apunta un resabio de memoria El coro

engendra hecha de vuestras ansias naturales ,

yen el imán de vuestras voluntades, al héroe

parece que la estatua que soy arriesga un pálpito.

Pero soy como me hiciste , Diosa,

entre las líneas iguales de tus flancos:

como plomada de albañil segura,

y como tú: como una llama fría .

Sobre el eje de tu nariz recta,

nadie vio doblarse tus cejas,

ni plegarse los rinconcillos

inexorables de tu boca,

por donde huye un grito inacabable,

penetrado ya de silencio.

¿ Quién acariciaría tu cuello,

demasiado robusto para asido en las manos:

superior a ese hueco mezquino de la palma

que es la medida del humano apetito?

¿ y para quién habías de desatar la equis

de tus brazos cintos y untados

como atroces ligas al tronco,

por entre los cuales puntean

los cuernecillos numerosos

de tu busto de hembra de cría?

¿ Quién vio temblar nunca en tu vientre

el lucero azul de tu ombligo?

¿Quién vislumbró la boca hermética

de tus dos piernas verticales?

En tomo a ti danzan los astros.

¡Ay del mundo si flaquearas , Diosa!

y al cabo, lo que en ti más venero:

los pies, donde recibes la ofrenda

y donde tuve yo cuna y regazo:

los haces de dedos en compás

donde puede ampararse un hombre adulto:

las raíces por donde sorbes

las cubas rojas del sacrificio , a cada luna .

11

CORO

Pero callemos, que un pastor color de tierra,

vago engendro de lanas y hojarasca ,

se acerca aquí , como bulto que echa a andar,

filtrando una mirada de ansia y susto

por entre el heno de la barba y las cejas.

Con el cayado sólo bate el aire,

y parece irradiar palabras con la honda:

que al hombre cogido entre sorpresas

no hay útil cuyo oficio no se esconda;

Y -todo él lanzando ariete-

devuelve al alma oscura la luz de los sentidos,

y es ya todo intenciones, todo oídos,

todo aspavientos, todo interrogación.

En vano la pesuña elemental

se articula en los cinco dedos ágiles,

ni el unánime ruido animal

se distribuye en cortadas palabras.

Ya olvida el habla , ya descuida el andar;

de su vetusta cojera no se acuerda,

y de lejos nos tiende la mano temblorosa,

como si en esa mano sus noticias trajera.

48 Biblioteca de México

Page 51: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Entra el

PASTOR Náufragos, náufragos hay, señora,

si lo es el que pisa tierra ingrata a sus plantas ,

aun cuando no lo ruede el mar hasta la orilla ,

ni el barco entre en la playa con el costado abierto .

IFIGENIA ¿De dónde son?

PASTOR Helenos .

Uno llamaba Pílades al otro.

Son dos amigos como dos manos bien trabadas;

donde pregunta el uno , el otro le contesta;

donde uno dicta, el otro le obedece.

Son como un alma repartida en dos cuerpos;

cuando habla el uno, calla el otro ,

y se completan como dos porciones

de una misma necesidad.

IFIGENIA ¿ y los habéis cazado?

PASTOR Nuestros y tuyos son. -y de la Diosa.

IFIGENIA Pero ¿qué harán los pastores en el mar,

y deshoras corriendo tras las olas

y enloquecidos por vellones de espuma?

Pero ¿qué andáis juntando los rebaños del agua?

¿De dónde trocasteis los oficios,

confundiendo remos y cayados,

redes y ondas, maldiciones y canciones?

Oh padres apacibles de la tierra

domesticada y quieta,

médicos de zampoña y melodía

y abuelos de la oveja preferida:

¿ Qué hacíais entre el sobresalto sin fondo

que se burla con velas y con leños,

cuerdas y puños y gritos de furor?

PASTOR Mensaje

Íbamos a bañar las reses en la cueva

que sirve de refugio al pescador de púrpura ,

porque el toro , señora, vuelve al mar como el río,

para cobrar allí sangre, valor y brío .

Muge el novillo; late el can. Es hora

en que la última tarde se dora ,

y el mar se deja traspasar el pecho

por una haz de espadas de plata.

Hiere la luz, pero no alumbra;

y sorda sensación de una presencia humana

nos cohíbe de pronto , al saludar las cuevas.

Sobrecogido retrocedo entonces,

de puntillas y haciendo la señal del silencio,

de miedo que algún dios desconocido

habite el mar que bate las Simplégadas ,

hijo de la marina Leucotea,

Palemo -o algún otro poeta de las aguas.

y es verdad; que , al rumor que alzamos ,

salta en figura de doncel armado

y, echando espumajos por la boca,

a tajos y a mordiscos cae sobre las reses ,

gritando: " ¡Oh Furias , oh Dragón,

oh mala hembra que muerta me persigues ,

oh vergüenza de Micenas de oro,

oh baño ensangrentado en sangre del esposo!"

El otro, Pílades, en vano lo sujeta,

como a demente que mira sólo el fuego

profundo de su alma, y finge formas

y torna objetos, y cambia el sueño de los ojos

por el sueño de su corazón.

Y, sea que el instinto nos avise

que bajo su locura humana alienta un dios,

o que las armas vibren en respetos en su mano,

huímos, como huían los ganados,

para sólo volver y dar sobre el intruso

cuando el otro lo tiene ya sujeto.

Y es fuerza que les valga algún conjuro

o que vengan ungidos de aceites prestigiosos,

para que no perezcan en los nudos

de brazos de pastores y gente campesina

que se junta al tumulto.

49 Biblioteca de México

Page 52: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

,

Gracias que estamos ilesos unos y otros

y que tu sacrificio, Madre, será perfecto,

III

..! ¡,':j: 1:\ .. -!,~V '

, ; ~ , t .-. ~.'

Entran hombres con los dos cautivos atados,

ORESTES

atado , apedreado

delira así:

Cabra de sol y Amaltea de plata

que, en la última ráfaga, suspiras

aire de rosas, palabras de liras,

sueño de sombras que los astros desata;

al viejo Dios leche difusa y grata,

y, del reflejo mismo en que te miras,

hacendosa hilandera, porque estiras

en hebra y copos el vellón que labras;

tarde , en fin , quieta como impropicia y dura:

prueba pues, ya que a tanto conspiran mis estrellas,

a exaltar otra vez mi razón en locura,

para que yo, que vivo amamantado en ellas,

no sufra el tacto de otra piedra impura

sin estallar mil veces en centellas,

IFIGENIA

(Dice, a solas, palabras que apenas se tienen unidas,

como el que sale, bandeando, del torpor de un sueño;

mas hay una oscura voluntad que atisba

-perro fiel- junto a la embriaguez de su dueño),

-Helenos: Grecia

¿De dónde traéis carga de destinos y los bárbaros

para dar en playas donde mueren los hombres?

¿Qué irritados espíritus tenéis sedientos

de sal y aceite que apaciguan hambres del cielo?

Helenos: la fortuna está en no buscarla,

y habéis tentado todos los pasos del mar,

No os basta la ciudad medida a las plantas humanas

y, rompiendo los límites del cielo,

¿os sorprende ahora caer en la estrella sin perdón?

Helenos: forzadores de la virgen del alma:

los pueblos estaban sentados, antes de que echarais a andar

Allí comenzó la Historia y el rememorar de los males,

donde se olvidó el conjugar

un solo horizonte con un solo valle ,

La sabiduría ya estaba descubierta;

los brazos ya estaban cruzados sobre el pecho;

los ojos se escrutaban a sí mismos

para desanudar en su revés el mundo;

y el índice de piedra

sujetaba en racimos el espacio profundo,

Se apaciguaba, helenos, el gotear del agua eterna;

y en el reló dormido del estero

lanzasteis la bellota profana,

y cedisteis al inmenso engaño

partido en diminutas y graciosas mentiras;

y con el bien y el mal terribles

hicisteis moderadas apariencias

para cebar la codiciosa bestia,

oh falsificadores de lágrimas y risas,

Os acuso, helenos, os acuso

de prolongar con persuasión ilícita

este afrentoso duelo, esta interrogación",

Así deis con la frente en las esferas últimas, Titanes

y os sienta el último fantasma

rodar entre peñascos en declive,

surtiendo por el pecho maldición de volcanes,

¡oh instrumentos de la cósmica injuria,

oh borrachos de todos los sentidos!

50 Biblioteca de México

Page 53: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

ORESTES

gJila:

¡ Raza vencida de la tierra:

reconoce a tu domador!

¿ Tú que temblabas, gusanera apl astada,

bajo los Siete Días orientales

de la Creación!

Tú que apenas usabas como alma

un escozor de pánico,

y que desfallecías, heredera

de todos los pavores animales;

devuelta con arrobamiento al fango;

lodacero que criabas raíces

para enredar los talones bail átiles

de los hijos de Prometeo:

¿Qué me acusas , ojos de arcilla?

Frentes hacia abajo , ¡qué sabeis

de levantar con piedras y palabras

un sueño que reviente los ojos de los dioses,

otra simiente de naturaleza,

hija pura y radiosa del humano deseo,

oro de eternidad , diamante pleno

labrado en los martillos

impecables del corazón!

IFIGENIA

En vano , por primera vez , aguardo

que me sacuda en cólera la Diosa.

-Librad al griego; recoged mi manto:

sobran horas al tiempo .

Apercíbese lfigenia con vasos lustrales. Pílades, atado, da

un paso hacia Orestes, como a socorrerlo.

ORESTES Detente, Pílades , que siento

el indeciso vaho de los dioses;

y, entre los ojos de la carnicera,

Comienza la

anagnóJisis

me sorprende el halago de una mirada rubia.

No en vano las aguas se abren y se juntan;

no en vano los vientos y el elástico mar,

no en vano gimen y aúllan

en torno a la nave del griego que sabe esperar.

No fue ciega la ira que me devolvió a Micenas,

incubando en el monte mis furores de niño;

nodriza ruda que criaba para el cuchillo,

y soy dardo de mano derechera.

¿Nada te dice, amigo, el portento que te sale al paso?

¿Dónde está la tierra de las Amazonas guerreras?

¿Cuándo vi ~ te, Pílades, combatiendo brazo a brazo

a la sacerdotisa con las víctimas extranjeras?

Bien que la barbarie, educada en el desorden del mundo,

pisotee los prodigios como las yerbas,

confundiendo árboles y fieras y hombres y sexos,

sin distinguir lo propio de lo desorbitado y súbito .

Pero tú , filósofo en cuyos brazos descanso ,

¿me enseñaste acaso a concebir mujeres

como la Quimera, con garras y crestas y fauces,

o sacerdoti sas mezcladas de leonas?

Sólo cuando el dios anda rondando los montes

miras volar los árboles y oyes hablar a los pájaros.

Así me devuelves, mujer, la confianza en Apolo ,

sólo con tu furia y con tu locura sólo .

No está lejos, no , la fuerza que me trajo rodando:

y ya no vacilo , que estoy en tierra de Tauros.

De Artemisa es, Pílades, el templo que venimos buscando,

y esta mujer-

IFIGENIA - ¡Oh calla, por tus enemigos dioses!

Mira que estás por quebrar la puerta sorda

51 Biblioteca de México

Page 54: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

donde yo golpeo sin respiración.

Mira que me doblo con influjos desconocidos ,

juntas en imploración estas manos mías tan ásperas.

Tengo miedo, calla, la Diosa nos oye .

Ella me implica toda: yo crecí de sus plantas.

Si tú sabes más , tejedor de palabras

-pues así adivinas tierras y hombres

ensartando lo que ignoras con lo que conoces-,

calla, por tus amuletos; calla, por tus cabellos,

en los que reclavo con ansia mis dedos ;

calla, por tu mano derecha;

calla, por tus cejas azules;

y por ese lunar que hay en tu cuello ,

gemelo -mira-,

gemelo del lunar que hay en mi hombro.

TOAS

Soy el rey Toas, de leves pies como las aves.

Como quien manda, olvido mis cuidados

por oír el rumor que corre el pueblo.

Hecha de mar y roca, alta señora,

sacerdotisa que llevas la clava

desde que el cielo apedreó a la tierra

con el poder de la nocturna Diosa

-Díctina de la selva, hija de Leto:

Prepárense los vasos y los cestos ,

yarda el fuego de la salsa mola;

echad el llanto, hombres oscuros:

la Diosa no perdona.

Ejércitos de abejas amarillas

aplaquen -cediendo miel-las tumbas.

Calla, porque me aniquila el peso del nombre que espero; Iras de Inmortales reclaman

oh vencedor extraño , calla, porque , al fin , no quiero la miel salobre y roja de otra ofrenda.

saber --oh cobarde seno- quién soy yo .

ORESTES

¿Callaré , Pílades, cuando vine a decirlo?

PÍLADES

No .

CORO

Dos animales de la misma cría

no se juntan mejor. Uno conduce,

y la otra le sigue -antes tan fiera.

Manda el varón, y al fin es hembra ella.

Pero ¿esas miradas que se hunden

la una en la otra, como en propio elemento?

y la gota negra de aquel cuello

resbala aquí, camino de este seno.

Un mismo arte de naturaleza

concertó los dos sones de gargantas .. .

¡Mil cosas misteriosas nos relatan los viejos,

y yo, sin serlo, he visto tantas!

IV

Toas y el séquito.

IFIGENIA

Oye la voz de tu sacerdotisa ,

rey de nombre de ave:

éstos me vencieron sin manos

y me ataron con la amenaza.

No los quiere la Diosa: traen a cuestas

el nombre que he perdido.

TOAS

El nombre que tenías lo has perdido en el mar. Ademán

S uspensión entre los que llegan y los que estaban presentes.

52 Biblioteca de México

Page 55: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

IFIGENIA

Éstos, del fondón de los mares

llegan, vomitados de olas.

TOAS

Náufragos son, ley igual los condena.

IFIGENIA

Ley que un hombre trazó y otro quebranta.

TOAS

Escrita está en las plantas de Artemisa.

IFIGENIA

-Que es superior a ella y con los pies la pisa.

TOAS

¿Qué pretendes?

IFIGENIA

Que hablen.

TOAS

Hablad, hombres oscuros .

ORESTES

v

¿Diré Pílades, el nombre que azuce

las bandadas de nombres temerosas?

Evitaré más bien el torbellino

que alzan los vientos súbitos,

y habré de conducirla paso a paso,

como a ciega extraviada que tantea el camino,

hasta dejarla donde la perdí.

-Oye, sacerdotisa: devuélveme las manos,

porque no sé contar sin libertad mi historia.

y el Padre deshacía sus horripilantes juguetes,

bien como alfarero que ensaya el jarro dos veces.

Perra alulante, Gea sus cachorros le disputaba.

-¡Hijos del Padre loco!- ¿Quién me vengará? -les deCÍa­

Yel último , Cronos , contraído bajo sus tetas ,

tiembla de furor y designios .

Era creada ya la raza del blanco acero.

Cronos esconde la hoz, y Urano un deseo aventura;

pero , segadas a puntos las informes flores del sexo ,

la sangre del Padre loco fecunda todavía el suelo.

Erinies y Gigantes y Ninfas brotan y Diosas ,

y sobre el mar, la deseada rosa:

Afrodita la llaman, hija de las espumas;

Citerea , vecina de la isla:

Kiprigenia, porque llega a Chipre batida de olas;

Filomedea, en fin, hija de los anhelos.

Así la vital angustia , derramada en sangría,

Gea, perra ululante , sigue fomentando tus crías.

Ya está mezclado el crimen en la masa del mundo.

Dioses recelosos de sus proles indeseadas

acechan a las diosas que se acuestan con hombres.

Los padres de tribus a los mancebos devoran ,

y el justo Edipo, testigo insobornable ,

se descuaja los ojos contra el error del cielo.

Hubo un rey en Lidia cuya casa honraba el Olimpo,

¡y osó hacer festín de las carnes de su hijo!

Como torres gigantes, los Inmortales , mudos,

contemplan la ofrenda de Tántalo mezclada de horrores.

¿Qué hacías , Diosa hambrienta, olvidadiza Deméter,

devorando, sin saberlo, el hombre arrancado del Pélope?

Zeus Tempestuoso hinca los ojos en Tántalo,

que entra desbarrancado en los Infiernos ,

donde con boca reseca jadea tras el agua que huye;

donde, por hurtárselas, los árboles sus pomas degluten.

Júntanse las partes, y Pélope vuelve a vivir;

Ademru de Ifigenia. Desatan a Orestes , que continúa: se alza cetro en mano, y el hombre de marfil.

Pero la maldición vuela, contaminando

Teogonía a todos los brotes de su gente.

Dos veces Urano engendraba en el seno de Gea. Niobe deshijada, piedra que llora ríos,

ensayando monstruos que la vergüenza rechaza. ve traspasados sus hijos con flechas de oro ,

Voluntad oscura, sus intentos multiplicando, y Tiestes y Atreo, en festines horrendos ,

mezclaba impetuosos crímenes con virtudes severas. vomitan, desfallecidos, la sangre criminal del abuelo.

En los Cíclopes era espanto la mal trazada frente

y los brazos de Briareo eran fuerza desperdiciada.

53 Biblioteca de México

Page 56: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

y nacieron , uno de otro ,

Tántalo , Pélope y Atreo ,

y Agamemnón, castigador de Troya

y hermano vengador del zaino hermano.

Igual deslealtad les esperaba

con Clitemnestra , hembra matadora del macho,

y con Helena , por quien tiene hartazgo

de cadáveres la ciudad de los pájaros.

Mientras las naves huecas deshacían la ruta del Ilión ,

tramaba Clitemnestra con Egisto;

y Agamemnón cayó a mansalva ,

vencido entre los brazos de su casa .

Entre los que crecían en palacio ,

el mayor de los hijos

era menor que la venganza: Electra,

hermana blanca; pero , providente ,

me hizo nutrir de tielTa y raíces ,

abrigado de cuevas y de pieles,

montaraz y distante,

intacto cazador de Apolo .

Y, en la incertidumbre de sus noches ,

el sueño de la madre dio presagios:

me veía dragón, me padecía

estrujando y sorbiendo en sus pezones

fango de leche y sangre.

y al fin , entre relámpagos de crimen,

bajo el furor de Apolo cómplice

y la tronante cólera del cielo,

y bajo las legiones espantadas

y saltonas de Furias,

el cazador cazó a la madre adúltera.

¡Oh vino soberano

que un día me embriagaste para siempre!

¡Nunca probara yo de tu delirio,

y no me persiguiera

la indignada caterva de mi madre!

IFIGENIA Los nombres que pronuncias irrumpen por mi frente

y se abren paso entre tumultos de sombra;

y, por primera vez, mi dorso cede

con un espanto conocido.

Me devuelvo a un dolor que presentía;

me reconozco en tu historia de sangre,

y gime, sin que yo lo entienda todavía,

un grito en mis orejas que dice: "¡Áulide! ¡Áulide!"

CORO Asisto a los misterios -y callo.

IFIGENIA Siento, como en la ácida mañana,

madrugar el pavor de estar despierta:

cenizosa conciencia

que torna a la mentira de los días

con una lumbre todavía de sueño,

hecha de luz funesta que transparenta el mundo .

ORES TES

Te asiré del ombligo del recuerdo;

te ataré al centro de que parte tu alma .

Apenas llego a ser tu prisionero ,

cuando eres ya mi esclava.

En Áulide , los vientos no prosperan

o los adversos dioses redoblan el resuello:

y para que los leños flotantes de las naves

sigan el curso, piden sacrificios .

La sangre de una virgen Artemisa reclama.

IFIGENIA ¡Oh Diosa , vaya ti, pues tú me llamas!

ORES TES

Aguarda, hay tiempo aún-o Ya los oráculos

designan a Ifigenia.

IFIGENIA ¡Oh Diosa!

ORESTES Aguarda.

La casta de adivinos es ávida de males .

Hija de Agamemnón: fuerza es traerte

engañada hasta el sitio de la ofrenda,

donde adelanta en pago de lágrimas la madre

el crimen que ha de cometer más tarde.

IFIGENIA Al fin es madre, Orestes;

y espera, en las edades de la hija,

que la fruta de nietos se le rinda.

54 Biblioteca de México

Page 57: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Al fin es madre, Orestes, y prolonga

hasta la pubertad el gusto de mi cuna .

Al fin, en cada hora presentía

la cosecha de una caricia nueva;

porque es todo inquietudes y sorpresas

el logro minucioso de la hija .

Odiseo me trajo prometida

al lecho de un valiente -Aquiles-. (Oye:

al crear este nombre con esfuerzo,

tengo piedad yo misma de mis labios .)

-Pero ¿qué hago , Diosa? ¿Salgo de tu misterio?

Amigas, huyo: ¡esto es el recuerdo!

Huyo, porque me siento

cogida por cien crímenes al suelo .

Huyo de mi recuerdo y de mi historia ,

como yegua que intenta salirse de su sombra.

Sujétanla.

ORESTES Sujetadla y que beba la razón

hasta lo más reacio de sus huesos.

Hínchate de recuerdos ,

óyelo todo: En Áulide fuiste sacrificada;

pero Artemisa te robó a su templo

a la hora en que Calcas descargaba el cuchillo,

y cayó en tu lugar, forjada de tu miedo,

cierva temblona que mugió con muerte.

IFIGENIA Orestes , soy tu hermana sin remedio,

y en el torrente de la carne siento

latir la maldición de Tántalo .

Pero contéstame , pues me castigas

de envidiar la miseria de las hijas de Táuride

y desear la vida compartida

-humano pan de donde todos coman-,

¿no me estaba yo bien , guijarro de esta roca,

arista desgajada de la Diosa?

¿No me fuera más dulce la sombra en que yacía

y el destazar continuo de las vÍCtimas?

¿A qué trajiste el rayo de mi casa

a la ribera en que estaba yo perdida?

¡Ay hermano de lágrimas , crecido

entre la palidez y el sobresalto!

¡Déjame, al menos que te mire y palpe,

oh desvaída sombra de mi padre!

CORO Entran los ojos en los ojos . Andan

tentándose las manos con las manos .

Yen la arena, la huella de la hermana

acomoda a la huella del hermano.

ORESTES y déjame que alivie tanto llanto

-¡ay hermana que fuiste mi nodriza!­

viendo rodar mi lloro por tu cara

y latir en tu cuello mi fatiga.

55 Biblioteca de México

Page 58: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

CORO ¡Señora! ¿Y te acaricia? ¡Y tú te doblas

debajo de su barba! Y nos pareces

más pequeñita, al paso que reviven

y te van apretando las memorias.

IFIGENIA

¡Suelta, suelta, que mi dolor no importa!

No me abandones, Diosa,

y permite que huya de mí propia

como yegua que intenta salirse de su sombra.

ORESTES

¿Recuerdas?

IFIGENIA

Sí. -Llegamos en el carro:

mi madre -porque es mi madre, Orestes-,

tú, tierno niño que sólo ríe y llora,

yo, y los presentes de mi boda.

Me bajaron en brazos las muchachas de Calcas,

como a la prometida del nieto de Nereo;

y a ti, con delicadas manos,

para no sacudir tu frágil sueño;

que eran asustadizos los caballos,

y no obedecían a la voz.

Saltamos como terneras sueltas en prado.

Ignorando las rudezas del campamento,

yo, corazón nupcial, fiesta hacía de todo .

Y he visto a los dos Ayaces, amigos de armas;

y a Protesilao y Palamedes

que jugaban con unas figurillas;

ya Diomedes, hecho a lanzar el disco;

y al portentoso Merión, raza de Ares;

y al hijo de Laertes , engañoso;

y al hermoso Nereo , el más hermoso .

A pie, de lejos, disputaba Aquiles

-oh sienes mías hechas al dolor­

victorias de carrera a la cuadriga

de Eumelo, que acosaba a los caballos

blancos del yugo ,

ya los rojos manchados que iban a la larga rienda.

CORO

¡Oh Paris, Paris, que con la flauta frigia

apacentabas novillos en el Ida!

¡Oh juez de diosas y ladrón de hogares,

cómo va a perecer por ti la flor del año!

ORESTES

Di, ¿conociste a Aquiles?

IFIGENIA

No, sino en el relato de mi madre

que, con estrago de dolor y miedo ,

se echó a sus pies, pudores olvidando.

Alumno de Quirón, hijo de diosa,

era ajeno al engaño, y fue a salvarme.

Lloraba sin rubor: ¡era tan joven!

No negaba el pavor: ¡era tan bravo!

No quiso conocerme: ¡era tan casto!

ORESTES Prosigue.

56 Biblioteca de México

Page 59: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

IFIGENIA

¡Infierno, Infierno!

Tu boca misma habló por Clitemnestra .

Me hizo llegar, trayéndote en el manto ,

y a mí, que lo quería más que todos,

me redujo a escuchar lo que le dijo al padre.

CORO

Un gran dolor ahoga la vergüenza.

IFIGENIA

Dijo: -"Me arrebataste a mi primer marido;

y, arrancándomelo de los pechos,

estrellaste a mi primer hijo contra el suelo.

Mi padre hizo la paz en los hermanos,

y fui casta y sobria en tu palacio .

Tres hijas y un hijo te he dado.

Te sales de tus tierras por ajenos agravios,

y, además de tu aposento vacío,

¿quieres que llore ahora la muerte de Ifigenia?

¿ y qué frente ofrecerás mañana

al beso de tus hijos sin hermana?

Que ceda Menelao a su hija Hermione:

suya es la ofensa, no son ciegos los dioses.

¡Oh mano que mandas de lejos!

¿Arrastrarás tu propia hija por los cabellos

hasta el ara de la Divina Cazadora ,

y yo la seguiré, sin soltar sus vestidos,

hecha consternación de tus ejércitos?"

ORESTES

¿ y yo, entretanto?

IFIGENIA

No sabías hablar, ¡oh el más amado!

Con lágrimas y brazos implorantes

tú me ayudaste, en fin , cuanto podías.

Estreché con el tuyo el cuerpo de mi padre,

como con elocuente rama de suplicantes:

-"Yo la primera te he llamado padre;

tú la primera me llamaste hija;

gozosas nupcias prometiste un día,

y yo soñaba en acogerte, anciano,

entre próspera bulla de la prole.

Insano afán de navegar a tierras bárbaras

te hace dejar la tierra

donde cortan jacintos y rosas los que dio a luz mi madre.

Mas yo no debo amar demasiado la vida.

-¡Dispón , oh Calcas, de mi ración de sangre! "

y desvié los ojos

del bulto convulsivo de mi madre .

Calcas alzó la mano: ¿se oyó el golpe?

ORESTES

He aquí que te encuentro muerta y viva,

sacrificada y sacrificadora.

IFIGENIA

Con sospecha:

¿A qué viniste, di?

ORESTES

En busca tuya.

IFIGENIA

Recobrando su anvgancia perdida:

¿Para que siga hirviendo en mis entrañas

la culpa de Micenas, y mi leche

críe dragones y amamante incestos;

y salgan maldiciones de mi techo

resecando los campos de labranza,

y a mi paso la peste se difunda,

mueran los toros y se esconda la luna?

¿En busca mía, para que conciba

nuevos horrores mi carne enemiga?

¿Para que aborten las madres a mi paso,

y para que, al olor de la nieta de Tántalo,

los frutos y las aguas huyan de mi contagio?

ORESTES

Por el sello que llevas en la frente,

hija de Agamemnón, ante los tauros

oye la orden que traigo de Apolo:

Me seguirás hasta Micenas de oro ,

y volverás a la casera rueca,

y cumplirás con dar los brotes nuevos

a la familia en que naciste hembra.

Fuerza será que, complaciente esposa,

te alimente en su casa algún príncipe aqueo.

No se corta la sangre sin mandato divino.

57 Biblioteca de México

Page 60: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

IFIGENIA Huiré de mí propia,

como yegua acosada que salta de su sombra.

ORESTES Me seguirás, y ceñirás la vida

a que las altas normas te condenan .

Cualquier dolor pasado

es, a los mismos dioses, duro espanto.

¿Quieres romper con la Necesidad,

vuelta contra el latido que llevas en el vientre?

¿Y qué harás, insensata,

para quebrar las sílabas del nombre que padeces?

IFIGENIA ¡ Virtud escasa , voluntad escasa!

¡Pajarillo cazado entre palabras!

Si la imaginación, henchida de fantasmas,

no sabrá ya volver del barco en que tú partas,

la lealtad del cuerpo me retendrá plantada

a los pies de Artemisa, donde renazco esclava.

Robarás una voz, rescatarás un eco;

un arrepentimiento, no un deseo.

Llévate entre las manos, cogida con tu ingenio,

estas dos conchas huecas de palabras: ¡No quiero!

Refúgiase en el templo , desapareciendo de la escena.

TOAS He aprendido a llorar ajenos males

y a gozar con mesura el bien que alcanzo.

No puede el noble decir lo que le plazca.

¡ Qué vanas apariencias nos gobiernan!

Cierto es que servimos a la plebe.

Licencia tienen otros para clamar a voces,

no el monarca prudente ,

que sólo con el ceño engendra nubes.

CORO Nadie que no sea sensato

mande en las plazas de los hombres.

Oh rey de leves pies de ave:

hay sed de tu clemencia.

TOAS Com o dirigiéndose a Ifigenia:

Todo lo sé: la onda cordial desata ,

voluntad que anulaste la porfía

del bien y el mal: dureza generosa,

basa de templos, muralla de ciudades.

Boca de dictar leyes ,

mano de hacer y deshacer cadenas ,

frente para corona verdadera ,

¿qué nombre te daremos?

Todo 10 sé: la onda cordial desata ,

cólmate de perdón hasta que sientas

lo turbio de una lágrima en los ojos:

Mata el rencor, e incéndiate de gozo .

CORO Alta señora cruel y pura:

compénsate a ti misma , incomparable;

acaríciate sola, inmaculada;

llora por ti, estéril;

ruborízate y ámate, fructífera ;

asústate de ti, músculo y daga;

escoge el nombre que te guste

y llámate a ti misma como quieras :

ya abriste pausa en los destinos, donde

brinca la fuente de tu libertad.

TOAS Destuerzan la senda los náufragos.

Dadles, tauros, remos y velas .

Oh mar: tuyo era el mensaje:

Guárdalos tú de tus procelas.

58 Biblioteca de México

Page 61: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Artemisa mata a Acteón

Seguichs del pueblo, aléjanse ha.:ia el mar PílaJes y Omstes, bruza

en el hombro, dobladas las baroas sobm el pecho .

hasta descubrir sus estrellas:

no lo sabías, y ya sabes

CORO i Oh mar que bebiste la tarde

que los hombres se libran de ellas!

Ha anochecido. Las primeros luces se atreven .

59 Biblioteca de México

Page 62: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Biblioteca de México

Page 63: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

ALF ON SO REY ES*

UN PASO DE AMÉRICA

Por febrero de 1926 Jules Ro­

mains me convidó a almorzar en

su casa de la rue des Lilas, un

hotelito de las Buttes Chaumont

con jardín montaraz y amplios

salones de trabajo. Recuerdo

que, además de su señora , nos

acompañaba a la mesa una sim­

pática pareja británica, los tra­

ductores ingleses de Jules Ro­

mains, que habían sido amigos

de Henry James y trajeron a la

conversación el recuerdo del

gran apóstata de América . Al

revés de su hermano William

James, el bien conocido filósofo

pragmatista, Henry James no se

sintió con fuerzas de ser ameri­

cano, se reintegró en la antigua

Inglaterra. Donde, a pesar de no

estar nunca solo, y aunque, se­

gún célebre decir de la época,

era tan popular y mundano que

todas las noches se veía obliga­

do a "cenar en la ciudad", siem­

pre se quedaba un poco al mar­

gen de la vida y, después de

todo, era extranjero. Esto resul­

ta, al menos, del irrecusable tes­

timonio de Edmund Gosse.

Así, la conversación me llevó,

naturalmente, a uno de mis te­

mas preferidos: la existencia de

América como hecho patético.

Patetismo negativo para Henry

James y sus semejantes -los

personajes del ilustre novelista

andan, a veces, de un Conti­

nente en otro, sin encontrar sitio

y como unos desesperados;

-patetismo ya positivo para Wal­

do Frank y otros americanos de

hoy que, aunque sea por venir

más tarde, han percibido ya cla­

ramente hacia qué lado del cielo

apunta el alba. De aquí a hablar

de la América española no hay

más que un paso: El Paso, Te­

xas. Y, ante una pregunta de

Jules Romains, yo le expliqué

más o menos, y él me entendió

admirablemente, que el verda­

dero problema de la literatura

hispanoamericana en París, yen

toda la Europa ultrapirenáica, se

reducía a esto: allá sólo piden al

hispanoamericanismo que sea

pintoresco y exótico. Y este gé­

nero de literatura, mediocre en sí

mismo, sólo seduce a los me­

diocres. La literatura europea se

basta sola en cuanto a ideas,

religión , filosofía , ética, estética,

del grano de especia . iY preci­

samente nuestro escritor, si real­

mente lo es, huye como de la

peste de todo abuso del llamado

"color local", y procura escribir

libros de valor universal y no pu­

ramente curiosidades o siquiera

"documentos humanos"! Este

extremo no tiene más solución

que el que las minorías selectas

de América , tan dadas a la lite­

ratura de ideas y al lirismo abs­

tracto , hagan el esfuerzo de ir a

la literatura de invención, y arre­

baten a los ramplones el privile­

gio de escribir novelas y cuentos

regionales . Tal es el sentido

-añadí entonces- de La vengan­

za del cóndor, obra de Ventura

García Calderón, el peruano uni­

versal. Y tal es el sentido, puedo

añadir ahora, del Don Segundo

Sombra, obra de difícil facil idad

lírica; y sólo se decide a asomar- en que el llorado Guiraldes ha Sur, revista trimestral publicada bajo la di- se al libro americano en busca hecho, con las humildes cosas

receión de Victoria acampo, verano 1931 , año 1, número 1, Buenos Aires, 1931 , 208 pp. de algunas curiosidades, a caza diarias del campo argentino, un

.... Col/age con dibujos y fotografía de Alfonso Reyes 61

Biblioteca de México

Page 64: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

monumento de valor más que mistas de entonces sentían así: Ocampo se hace eco todavía de

nacional. También es de notar, este pesimismo (el más justo,

en tal concepto, La vorágine , del

colombiano José Eustasio Rive­

ra, cuya reciente muerte en Nue­

va York es una pérdida lamenta­

ble. Después ha venido El águi­

la y la serpiente, de Martín Luis

Guzmán , y luego se ha dado a

conocer Mariano Azuela, con

Los de abajo, libros mexicanos

ambos que, felizmente traduci­

dos ya al francés, inauguran otra

era para el conocimiento de

nuestras letras entre el público

ultrapirenaico, en tanto que se

traduce a Estrada, a Torres

Bodet, a Villaurrutia, a Icaza, a

Novo, a Montellano, a Martínez

Sotomayor, a otros más, que

bien merecen los honores del

editor Fourcade.

América ha dado un paso ade­

lante; y es innegable que también

la otra persona del diálogo,

Europa, ha dado el suyo hacia

nosotros. Bien sé que todavía

quedan escritores europeos para

quienes eso de que haya países

extranjeros es, a lo sumo, "tres

dróle", y, en particular, eso de que

haya hispanoamericanos sólo es

admirable en calidad de extrava­

gancia y, como la pimienta en los

guisos, "hasta ahí no más". Pero

de este prejuicio ateniense se han

libertado ya los mejores -que es

lo que nos importa- y aun la in­

mensa mayoría de los medianos­

lo cual tampoco deja de importar­

nos en un fenómeno que tras­

ciende de lo literario a lo social.

LAS FATALIDADES

CONCÉNTRICAS

Las cosas afortunadamente han

cambiado. Pero todavía la inme­

diata generación precedente se

sentía nacida en el centro de

varias fatalidades concéntricas.

No digo que todos, pero los pesi-

1°. Prescindamos de la primera hasta tanto que no levantemos a

gran fatalidad, que consistía des- América a la altura que le está

de luego en ser humanos, confor- ofrecida) cuando, hablando de la

me a la sentencia del antiguo Quiromancia de la pampa, se

Sileno recogida por Calderón: siente, de pronto, "propietaria de

Porque el delito mayor

del hombre es haber nacido.

2°. Dentro de éste, venía el se­

gundo círculo, que consistía en

haber llegado muy tarde a un

mundo viejo . Aún no se apaga­

ban los ecos de aquel romanti­

cismo que el cubano Juan Cle­

mente Zenea compendia en dos

versos:

Mis tiempos son los de la antigua

Roma,

y mis hermanos con la Grecia

han muerto.

En el mundo de nuestras letras,

un anacronismo sentimental do­

minaba a la gente media .

3°. Era el tercer círculo, encima

de las desgracias de ser humano

y ser moderno, la de ser america­

no; es decir, nacido y arraigado

en un suelo que no es el foco

actual de la civilización, hijo de la

sucursal del mundo. En una hora

de desconcierto, nuestra Victoria

62 Biblioteca de México

un alma sin pasaporte".

4°. Y ya que se era americano,

otro handicap en la carrera de la

vida era ser latino o, en suma,

de formación cultural latina. Era

la época del A quoi tient la supe­

riorité des Anglo-Saxons? Era la

época de la sumisión al presen­

te estado de cosas, sin esperan­

zas de cambio definitivo ni fe en

el porvenir. Sólo se oían las

arengas de Rodó, nobles y can­

dorosas.

5°. Ya que se pertenecía al orbe

latino, nueva fatalidad dentro de

él pertenecer alarbe hispánico.

El pobre león hacía ya tiempo

que andaba con el rabo entre las

piernas. España parecía estar

de vuelta de todas sus grande­

zas anteriores, escéptica y des­

valida. Se había puesto el sol en

sus dominios. Y, para colmo, el

hispanoamericanismo no se en­

tendía con España -como toda­

vía sucede entre muchos retar­

datarios que las dan de avanza­

dos: ila fábula del rey que anda­

ba desnudo, creyendo engañar

Page 65: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

a los demás porque se engaña­

ba a sí mismo!

6°. Dentro del mundo hispánico,

todavía veníamos a ser dialecto,

derivación, cosa secundaria, sucur­

sal otra vez: lo hispano-americano,

nombre que se ata con guioncito

como con cadena.

7°. Dentro de lo hispanoamerica­

no, los que me quedan cerca

todavía se lamentaban de haber

nacido en la zona cargada de

indio. El indio, entonces, era un

fardo, y no todavía un altivo

deber y una fuerte esperanza.

8°. Dentro de esta región , los

que todavía más cerca me que­

dan tenían motivos para afligirse

de haber nacido en la peligrosa

vecindad de una nación pujante

y pletórica. Este inapreciable

honor de ser frente de raza -se­

creto , acaso, de nuestra fuerza­

sólo parecía motivo de desalien­

to y recelo. Y, desde luego, en

política, se convertía en argu­

mento de terror, en amenaza

constante que sobrecogía un

tanto al país. Fue necesario que

la Revolución lo echara todo

abajo, hasta el "tapanco" donde

se ocultaba el Enano-Cabeza.

De todos estos fantasmas ,

que el viento se ha ido llevando

o la luz del día ha ido dibujando

hasta convertirlos, cuando me­

nos, en realidades aceptables,

algo queda todavía por los rinco­

nes de América , y hay que per­

seguirlo abriendo las ventanas

de par en par y llamando a la

superstición por su nombre, que

es la manera de ahuyentarla.

LA MAYORíA DE EDAD

poco resultaba muy comprome­

tedor. iHay por ahí cada traduc­

ción de autor hispanoamericano,

hay por ahí cada prólogo euro­

peo -y hasta peninsular espe-

creían verle, desde el otro lado

del río, perfil árabe y oriental al

inocente pueblecito vasco de

Fuenterrabía, los modernos -por

ejemplo- tenían como por obliga-

cialmente- a cada libro hispano- ción el equivocar toda cita en len-

americano, que en Europa circu­

lan y pasan como valor entendi­

do! No cuentan, no son imputa­

bles al prologuista o al traductor:

no que esto se diga alguna vez.

En cambio , cuando José Orte­

ga y Gasset aplica toda su sin­

ceridad y se explica sin ambajes

frente a las características del

hombre y del paisaje argentinos,

me parece que declara su reco­

nocimiento de mayoría de edad

para los hispanoamericanos. No

pone mayor seriedad para anali­

zar las cosas de su España. Y si

a Paul Morand se le va la frase

más allá de la cortesía al tratar

de los pueblos antillanos, por lo

menos los considera con igual

desenfado que el que usa para

su propia Francia. Dígase lo que

se quiera, estos testimonios son

más honrosos -aún suponiendo

que haya en ellos epigrama o

censura- que la inocua palmadi­

ta en el hombro con que en otro

tiempo nos despachaban.

ALGUNOS DISPARATES

gua española, con una atingencia

verdaderamente misteriosa. No

desperdiciaban ocasión de fallar.

Les acontecía lo que al chusco

brasileño de quien me cuentan

mis amigos de Río: le pregunta­

ron si hablaba español y él, que­

riendo demostrar que lo hablaba,

contestó: "Un pueco". Sea dicho

lo anterior de un modo general,

ya se entiende. Pues bien, si de

España pasábamos a Hispanoa­

mérica, sin duda por acumulación

de fatalidades o "círculos" las

cosas iban de mal en peor. Aquí

era el confundir lamentablemente

pueblos y distancias, que daba

verdadera grima. Aquí el pregun­

tar al vecino de México por unos

parientes que se habían ido a

Buenos Aires, y otras cosas por

el estilo. Paul de Saint-Victor,

equivocándose por otra parte aún

más como crítico que como geó­

grafo, se burlaba de Manet con

estas palabras: "Imaginad a un

Gaya trasladado a México, vuelto

salvaje en medio de las pampas y

embarrando telas con cochinillas

aplastadas". iLas pampas en

Antes de la Guerra, al pasar, vi- México, sea por Dios! Y menos

Mientras éramos o se esperaba niendo de Europa, los Pirineos, mal que conocía la procedencia

que sólo fuéramos pintorescos, casi parecía de buen estilo dispa- de la cochinilla.

el trato crítico con América tam- ratar un poco. Si los románticos

63 Biblioteca de México

De aquella torcedura mental

Page 66: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

quedan aún algunos rastros. Yo

tuve la honra de visitar, hace

unos cuatro años, el precioso

Museo Paleontológico de París ,

donde se custodian documentos

venerables que han servido para

establecer doctrinas fundamen­

tales de la biología. Un sabio, un

verdadero sabio, me acompaña­

ba, y me lo explicaba todo suma­

riamente. De pronto, se detuvo

ante unos fósiles gigantescos:

-Esto le interesará a usted

mucho -me dijo-, porque es de

estatua a Montezuma, el empera­

dor indio mártir, y de este mártir, la

religión de la raza ha hecho un

santo. La raza blanca no se man­

tiene sin lucha sino en aquellas

regiones donde ha podido prolife­

rar, poblar, sea por reproducción o

sea por inmigración: los Estados

Unidos para los anglosajones -y

aun ahí tienen su problema

"negro" y hasta su problema

"amarillo":-Ia Argentina, Bolivia, y

Venezuela para los españoles; el

África del Norte para Francia y los

cho de que México y el Perú

sean países hispanoindios no da

lugar al adverbio ya, no es una

reacción de estos tiempos, ni

representa la menor novedad,

puesto que siempre lo fueron

desde el día de la Conquista,

siendo notorio que hay ahora en

ellos más blancos que durante

todo el tiempo de la dominación

española? ¿Para qué explicarle

que en esa simplificación de

"hispanoindios" en "indios" a se­

cas demuestra que hoy no se ha

muy cerca de su tierra. Estos fó- francolatinos; y el África del Sur echado a la cara, a un solo pe-

siles proceden de las mesetas

bolivianas.

Yo accedí, con una perfecta

sonrisa asiática que fui a sacar de

no sé qué fondos de mí mismo.

Pero el senador León Honnorat,

que estaba presente, no pudo

contenerse:

-Querido maestro- objetó-,

iesto de la cercanía entre Mé­

xico y Bolivia!. ..

-De todos modos- contestó

también para los anglosajones,

aunque ¿no tienen ahí el proble­

ma de los indígenas?"

Casi da pereza ponerse a en­

derezar estas inexactitudes de

hecho, y mucho más ponerse a

redibujar y rectificar estas fáciles

generalizaciones, impropias de

un escritor que dista mucho de

ser un primario. ¿Para qué expli­

carle que Moctezuma -o Mon­

tezuma, como él lo escribe, a la

ruano o a un solo mexicano, ni,

lo que es peor, se ha tomado

nunca el trabajo de meditar so­

bre la historia de ambos pue­

blos? ¿Para qué explicarle que

eso de que la raza blanca sólo

se ha quedado donde ha podido

quedarse es un fenómeno que

data , por lo menos, de los tiem­

pos de Perogrullo, que en fran­

cés se dice La Palice? ¿Para

qué explicarle que, al juntar con

secamente el maestro-, les que- europea- no es lo mismo que la Argentina , como países pura­

da más cerca que China. Cuauhtémoc? ¿Para qué expli- mente poblados por europeos, a

Y el otro día, leyendo en Les carie que el culto por la memoria Bolivia y a Venezuela, ha toma­

Nouvelles Littéraires (2-VIII-930) de éste tiene el mero valor histó- do precisa , exacta y matemáti-un artículo sobre Egipto y la

Indochina, de no menor persona

que Pierre Mille, por mil motivos

acreedor a nuestro respeto, en­

cuentro esta joya inapreciable. El

autor explica cómo la raza blanca

parece haberse propuesto unifi­

car la tierra, conquistando y colo­

nizando de preferencia los sitios

de las civilizaciones más antiguas

y cargadas. Y luego revierte:

"A estas horas, hay una reac-

rico de una afirmación nacional,

y que nadie lo ha erigido en

santo, aparte del respeto que

merezca su heroicidad, como el

que puede merecer en Francia

la heroicidad de Vercingectórix?

¿Para qué explicarle que México

y el Perú son, con Colombia,

acaso los países que mejor con­

servan en América la pureza del

castellano hablado y escrito,

como todo el mundo lo sabe? ción: hay una crisis de la coloni- ¿Para qué explicarle que el he­zación, de la unificación del globo

por la raza blanca. Esta crisis es

más antigua de lo que, al pronto,

pudiera pensarse. México, el

Perú, no son ya españoles sino

por la lengua -iY aún eso es

mucho decir! Son hispanoindios o

indios. México ha elevado una

64 Biblioteca de México

camente el rábano por las ho­

jas? iEsta Bolivia sin indios

merece ser la misma Bolivia que

queda en la vecindad de México!

¿Para qué explicarle todo esto si

no va a hacernos el menor

caso? Y con todo, ya no se pue­

de hablar de América a tontas y

a locas. América tiene ya mayo­

ría, tiene ya personería jurídica,

y cada vez que se la nombre ha

de acudir al juicio.

Page 67: Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes

Vivir Mejor www.gobiernofederal.gob.m)(

www.conaculta .gob.mx

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. a través de la Biblioteca de México "José Vasconcelos" en co­laboración con el Foro Cultural de Austria en México se complacen en invitarle a la exposición documental itinerante

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I BmLIOTECA DE MÉXICO