Resumen Leopold Genicot - Capitulo 4

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RESUMEN: EL ESPÍRITU DE LA EDAD MEDIA - LEOPOLD GENICOT CAPÍTULO IV: LOS PRIMEROS RESPLANDORES LOS CAROLINGIOS Comienza el autor haciendo un relato sobre los hechos que rodean al decaimiento de los merovingios en paralelo a la ascensión carolingia; propone que tras algunos decenios de esta situación de hecho, se convierte en un estado de derecho: Pipino el Breve es proclamado rey por los grandes en el año 751. Esta dinastía conformará las estructuras definitivas de la civilización medieval occidental, manifestando un gran interés por las letras y artes y ayudará al Cristianismo a imponerse por completo. Este programa no es realizado por un sólo individuo; aunque Carlomagno lo encabeza legítimamente con su nombre, sería injusto no reconocer que había sido preparado por Pipino el Breve y continuado, aunque con menor brillantez, por Luis el Piadoso y Carlos el Calvo. Los carolingios toman en sus hombros el imperialismo merovingio. Hay necesidades políticas y estratégicas, en cuanto han ido conquistando pueblos para obtener su obediencia, lo que cuesta demasiado trabajo para lograr la paz interior. Igualmente hay razones religiosas. ¿Permitiría Carlomagno, rey, sacerdote, jefe y guía de los cristianos, la persistencia del paganismo entre el Rin y el Elba o la sumisión de sus fieles a los moros de España? En esta vía, hay que recordar que la conquista implica guerras, y las guerras, botín. El rescate de tierras en base a este fenómeno, permite retribuir y mantener una aristocracia necesaria para la dinastía, y un medio de llevar a cabo la costosa política de apoyo a las artes y letras. Las campañas comienzan a englobar todo Occidente; ninguno de los focos de civilización queda fuera de su dominio, incluso Inglaterra colabora al imperio con personajes como Alcuino de York y Bonifacio de Cantorbery. Los carolingios tienden a abarcar regiones del norte, no como los merovingios; de hecho, alzan Aquisgrán como capital, que antes estaba en la frontera del imperio, moviéndose el centro imperial hacia el norte. Así acaba el movimiento iniciado por Clodoveo. Políticamente, el imperio carolingio se fracciona rápidamente, pero el mundo carolingio [1]

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RESUMEN: EL ESPÍRITU DE LA EDAD MEDIA - LEOPOLD GENICOT

CAPÍTULO IV: LOS PRIMEROS RESPLANDORES

LOS CAROLINGIOS

Comienza el autor haciendo un relato sobre los hechos que rodean al decaimiento de los merovingios en paralelo a la ascensión carolingia; propone que tras algunos decenios de esta situación de hecho, se convierte en un estado de derecho: Pipino el Breve es proclamado rey por los grandes en el año 751. Esta dinastía conformará las estructuras definitivas de la civilización medieval occidental, manifestando un gran interés por las letras y artes y ayudará al Cristianismo a imponerse por completo. Este programa no es realizado por un sólo individuo; aunque Carlomagno lo encabeza legítimamente con su nombre, sería injusto no reconocer que había sido preparado por Pipino el Breve y continuado, aunque con menor brillantez, por Luis el Piadoso y Carlos el Calvo.

Los carolingios toman en sus hombros el imperialismo merovingio. Hay necesidades políticas y estratégicas, en cuanto han ido conquistando pueblos para obtener su obediencia, lo que cuesta demasiado trabajo para lograr la paz interior. Igualmente hay razones religiosas. ¿Permitiría Carlomagno, rey, sacerdote, jefe y guía de los cristianos, la persistencia del paganismo entre el Rin y el Elba o la sumisión de sus fieles a los moros de España? En esta vía, hay que recordar que la conquista implica guerras, y las guerras, botín. El rescate de tierras en base a este fenómeno, permite retribuir y mantener una aristocracia necesaria para la dinastía, y un medio de llevar a cabo la costosa política de apoyo a las artes y letras.

Las campañas comienzan a englobar todo Occidente; ninguno de los focos de civilización queda fuera de su dominio, incluso Inglaterra colabora al imperio con personajes como Alcuino de York y Bonifacio de Cantorbery. Los carolingios tienden a abarcar regiones del norte, no como los merovingios; de hecho, alzan Aquisgrán como capital, que antes estaba en la frontera del imperio, moviéndose el centro imperial hacia el norte. Así acaba el movimiento iniciado por Clodoveo. Políticamente, el imperio carolingio se fracciona rápidamente, pero el mundo carolingio subsistirá. En adelante, y con diversos reajustes, todas las naciones occidentales presentarán rasgos fundamentales idénticos.

La expansión franca tiene otras consecuencias también. Carlomagno se convierte en el heredero de los emperadores del siglo IV. La ceremonia de Navidad del 800, como la del 751, es la consagración de un estado de hecho (el imperio). Pero esta coronación es también un acto de afirmación de independencia frente a Bizancio, y en más se habla en occidente de un “imperio cristiano”. Los Basileis bizantinos protestan ante la “usurpación carolingia”, pero se ven obligados a reconocerla pues están debilitados. Sólo queda con Oriente un tenue vínculo religioso, el que pronto se rompe.

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Mientras se cimentan las bases de la Europa medieval, los carolingios dan impulso a las artes y letras. Se da una preocupación por la formación del clero y la creación de una elite laica, siempre

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con una admiración por Roma. Recogen todo lo que pueda alimentar la vida cultural desde diversas corrientes. No desdeñan ninguna fuente. Inglaterra resulta la más fecunda. Destacan las figuras de Bonifacio y Alcuino. El primero fue un gran aporte en cuanto al rescate de las ciencias profanas, en un llamado a no descuidar las artes liberales. En cuanto al segundo, llamado el “Ministro de instrucción Pública de Carlomagno”, no fue un gran escritor ni pensador original, pero sí redactó manuales simples y claros, con un gran talento pedagógico (era quien le enseñaba a “gobernar” a Carlos). El autor menciona aportes venidos de Italia, Lombardía, visigodos, etc., como Pedro de Pisa, Paulino de Aquilea y Pablo Diácono. Los reciben a todos en la Escuela de Palacio, concentrando todo el patrimonio intelectual del occidente bárbaro. Además, les envían traductores griegos bizantinos.

En cuanto al arte, la Galia carolingia es un punto de convergencia. Llegan aportaciones extranjeras de toda índole, las que no hacen sino superponerse y ajustarse a las tradiciones indígenas, pues al menos había cierta tradición franca que se expresa en la arquitectura, por lo que no dirigen extranjeros en esta área (ejemplo: Eudes de Metz, franco, construye la capilla palatina de Aquisgrán).

El impulso de la fe católica, las convicciones religiosas que buscaban convertir a los pueblos incorporados para dar una cohesión al Regnun Francorum, constituido de gentes muy diversas, es tanto o más fundamental que los imperativos temporales. Pipino el Breve y sus descendientes siempre estuvieron al lado de los misioneros, incluso forzando al bautismo a los pueblos anexados. Esta es la base para nuevas conquistas. Había que sumar nuevos fieles, desterrar doctrinas sospechosas y prácticas idólatras. Germania y Frisia fueron difíciles de conseguir, pues había una resistencia que consideraba al catolicismo como dominación extranjera, y no se completa sino hasta el 770.

Esta extensión reclamó nuevos esfuerzos a los misioneros, por lo que se van extendiendo los monasterios, encargados por la dinastía, finalizando esta tarea Luis el piadoso hacia el 820, creando nuevas diócesis. De esta manera el Imperio entero llega finalmente a profesar la fe de Cristo. En paralelo, las tierras ya cristianizadas vivieron un proceso de profundización de la fe: se van creando parroquias y se van realizando mejoras al clero secular, dando mayor importancia a la predicación y el ejemplo.

Los preceptos cristianos de la iglesia no rigen sólo la vida privada, sino que también la vida pública, en especial la política, tomando parte en la elaboración de la legislación y de la administración del reino. Los dignatarios de la iglesia rodean al monarca en palacio, interviniendo y aconsejando. Pero hay algo más fundamental: la concepción que tiene el soberano de su misión; como elegido del señor, debe guiar al pueblo hacia la tierra prometida y construir con su ayuda la “Ciudad de Dios”, tarea autoimpuesta.

Desde esta premisa, si Dios lo envía para dirigir al pueblo y ser responsable de su salvación, el monarca no podría descuidar los asuntos religiosos como la conducta del clero y las disputas doctrinales. En el Antiguo Testamento no hay separación entre vida temporal y espiritual: el rey

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carolingio se propone como un nuevo David, ignorando igualmente esa separación. ¿Practica el cesaro-papismo? Materialmente sí. Formalmente no. No busca someter a la autoridad religiosa a la civil, pues en vedad no establece diferencias entre ambas. Las confunde en una sola cosa, no las subordina.

Pero esta actitud no deja de ser peligrosa. En la noción occidental y medieval de Imperium, el emperador es el jefe del nuevo pueblo elegido, con la misión de guiar y protegerlo contra enemigos externos e internos. Pero el Papa también recibe un poder universal de Dios. De aquí estallan dos conflictos: la Querella de las Investiduras y la Querella del Dominium Mundi.

La autoridad civil se fue arrogando el poder de nombrar obispos a su conveniencia, lo que fue un factor de la decadencia de la iglesia en los siglos X y XI. Pero no toda la culpa la tuvieron los carolingios, pues hay un debilitamiento del espíritu. De todos modos en la época se dio la necesidad de la iglesia franca por el estado para que ésta le diera disciplina, mientras que el estado necesitó a la iglesia para encontrar consejos seguros y bien formados. Esto produce que el cristianismo se convierta en la religión única de del Occidente unificado. Una de las divisas carolingias es la de imponer orden y unidad. Cuando la dinastía carolingia sube al trono en 751, todo es diversidad y mezcla, por lo que ponen todo su empeño en terminar con el fraccionamiento y confusión.

Dentro de los denominadores comunes que buscan está la implantación de un sistema monetario basado en el denario de plata para todo el imperio. También intentan coordinar las leyes, pero sólo logran una unificación del derecho público y penal (no se distinguían razas para hacer los juicios dentro del imperio). Los mayores esfuerzos se pusieron en lo político y religioso.

Ahora, el imperio tiene cimientos débiles, pues se basa en el personalismo del emperador, y desde él hacia abajo se estructura en base a relaciones personales. Por esto, se valen de una estructura administrativa que busca mantener contacto del centro de poder con lo local, a través de los missi dominici, “enviados del señor”, y a los documentos escritos como un elemento de regularidad y estabilidad. Hacia el 800 concentran todos los poderes en manos del rey, y ponen en vigor el juramento de obediencia en las relaciones con los vasallos como “hombres del rey”. Esto revela que buscaron dar cohesión y estabilidad a Francia, pero con medios débiles. Las bases del poder franco siguen siendo germanas, personales, y por tanto, frágiles. Sólo Luis el Piadoso intenta asociar el Imperio a una idea de Estado, pero no alcanza a concretarlo.

Los carolingios, por razones tanto espirituales como temporales-políticas necesitan una iglesia pura y fuerte, pero hacia el siglo VIII ésta está débil y mal cohesionada, con un clero mediocre y mal escogido. Apenas hay formación en el seno de la iglesia, llegando a ser escandalosa. De este modo, se comienzan a trazar reformas al clero regular y secular, en general bajo la regla de San Benito; primero con San Bonifacio en 742 mandado por Carlomán (Synodum Germanicum). Ahora los curas debían dar cuenta a obispos de sus actos, por ejemplo. Los concilios se hacen más frecuentes, y las normas más precisas y detalladas, a la vez que la regla de San Benito va ganando terreno y la autoridad episcopal se reafirma. Se estrechan relaciones entre el Papa y la dinastía en

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mutuos sentimientos de gratitud (el papa ayuda a desplazar a merovingios - carolingios expulsan a lombardos y le dan base material al patrimonio de san pedro). Va renaciendo el orden, disciplina y jerarquía. Con Pipino el Breve y Carlomagno pretenden además unificar el rito litúrgico bajo el sello romano (que es más estable, puro y cohesionado que el galicano) y el derecho canónico, bajo las antiguas leyes canónicas.

Luis el Piadoso completa estas reformas imponiendo los mismos usos a las comunidades religiosas. En 816 convoca en Aquisgrán una asamblea de la que emana De institutione canonicorum, que distingue el Estado canónico del monástico, por ejemplo. Luego se realizan nuevos sínodos en los que se va aclarando aún más la regla se San Benito. Benito de Aniane, el “segundo San Benito” se asegura de la aplicación de estas disposiciones, logrando un gran éxito, aunque sus resultados no son inmediatos.

En esta línea, el movimiento de renovación intelectual y artístico de Carlomagno no produce gran cantidad de frutos, pero sí echa raíces tan poderosas que resisten muchas tempestades del “siglo de hierro y plomo”. Por ejemplo, en cuanto a las letras, la fundación de muchas escuelas a lo largo del reino va formando sacerdotes que a futuro irán comprendiendo, creando, y sobre todo, copiando pensamiento, y gracias a esta labor recopilatoria es que hoy conocemos mucho del legado de la antigüedad. Se establece un currículum básico con base en parte del trívium y el cuadrivium, a partir del cual de insta a los intelectuales a seguir aprendiendo más. En cuanto a las artes, vigila a través de los missi la observación de los detalles. Manda a construir bibliotecas escolares.

Sin estabilidad política, las ordenanzas no hubieran tenido consecuencias, pero reinaba la paz y el orden. En el propio palacio viven profesores extranjeros que aportan con su conocimiento. “En una palabra, gracias a la calma el movimiento cobra impulso”. A pesar de esto, las obras generadas en esta primer época son pocas y de escaso valor, pues hubo mayor aporte en recopilaciones. Lo mismo pasa con los monumentos, pero aquí destaca el rol de la capilla de Aquisgrán como una obra maestra, con su planta poligonal que evoca a la Jerusalén celeste. Se genera un estilo monumental que da las bases para el posterior estilo románico gracias a las innovaciones de los arquitectos francos en este campo.

Con las nuevas generaciones, hacia el 810-120, el renacimiento ya toma un cariz franco y se comienza a producir con mayor valor, de la mano de autores como Eginardo y Walafredo Estrabon, quienes toman los lugares de Alcuino, Teodulfo y Pablo Diácono. Además, se amplifica el Renacimiento, a través de la intensificación de actividad de las abadías. De todos modos, el autor recalca que las creaciones “carecen de vida”, pues tienden a imitar muchos modelos, como los lugares comunes y la “vida de los santos”, sin muchos progresos notables.

Pero no por esto se debe deplorar a este renacimiento. Quizás perdieron su personalidad, pero asimilaron la cultura clásica, adaptándola a las normas cristianas donde fuera necesario. De ello nació el latín medieval, el que satisfacía las exigencias del momento, y fue lo bastante moldeable

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para luego adaptarse a nuevas necesidades. Si el renacimiento carolingio hubiera sido más brillante e independiente, ¿hubiera sido más sólido?

En esta línea, el arte carolingio es ecléctico. Admira e imita todo lo bello producido en Roma, Persia, Siria, Italia, Bizancio, Inglaterra, España y la propia Galia. Pierde su individualidad, pero gana riqueza y prepara un gran futuro: la impersonalidad relativa del siglo IX es la base de la originalidad del siglo XI y XII. Incluso la antigüedad reaparece en la importancia que se le va dando a la figura humana en el arte, lo que va preparando el advenimiento del arte románico. El arte carolingio tiende a ser más creador y personal puesto que no es un “artículo de importación” como los son las ciencias y las letras, pero presentan, aun así, falta de vigor y de originalidad.

Todo esto supone un comienzo: acumular materiales a los que dan un primer aire medieval, creando algunos nuevos. Es el comienzo de la civilización medieval. Los elementos son de procedencia diversa, pero el espíritu, en fin, es cristiano. “La expresión Renacimiento es equívoca aplicada al movimiento intelectual y artístico del siglo IX: el período carolingio mira hacia la antigüedad, pero no le dedica una admiración exclusiva y ciega, no adopta sus ideales. Se basa en el cristianismo, que es a quien únicamente quiere servir”. En este sentido, por ejemplo, la figura del hombre vuelve a aparecer en el arte del siglo IX, pero ahora se trata del hombre religioso.

Esta obra cultural pronto será puesta en peligro, pues su acción política y religiosa será efímera, pero mantendrá ciertas posiciones desde donde podrá avanzar hacia nuevas cumbres.

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