Respetar Las Partes Íntimas (1)
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Respetar las partes íntimas Había una vez un jardín, en el cual todos los amigos jugaban sin parar. Algunos, como
Rocío, Gonzalo y Alberto, preferían jugar a los bloques. A otros, como Jorge y Agustina, les
encantaba pintar en una hoja a los miembros de su familia. En cambio, a Nicolás, Jimena, Eugenio
y David, les gustaba muchísimo jugar a la pelota. Eso, cuando la seño los dejaba elegir sus juegos.
Pero cuando la seño llamaba a todos a su lugar, todos los compañeros debían ir tranquilitos a su
asiento. Si alguno no lo hacía, todos los demás le pedían que se sentara, se quedara callado y
escuchara el genial cuento que la seño seguramente iría a contar.
Sin embargo, en la hora de cuentos del miércoles, la seño llamó a todos. ¿Y qué pasó? Que
Nicolás, Jimena, Eugenio y David, seguían jugando con su pelota en el patio.
-¡Chicos!- Les gritaban los demás- ¡Vengan a sentarse, es la hora del cuento!
Entonces, Eugenio y David, que los escucharon e hicieron caso, fueron corriendo a su
lugar. Pero ¿qué pasó justo con Nicolás y Jimena? ¿Por qué no escucharon a sus amigos?
Pasaba que Jimena había hecho un chiste muy gracioso, y Nicolás se reía a carcajadas y
muy fuerte. Tan, pero tan fuerte, que lloraba de la risa.
Y como Nicolás quería que su amiga se riera tan pero tan fuerte como él, para no reírse
solo, comenzó a hacerle cosquillas. Y Jimena se rio mucho cuando él le hizo cosquillas debajo de
los brazos. Y Jimena se rio mucho cuando él le hizo cosquillas debajo del cuello. Y Jimena se rio
mucho cuando él le hizo cosquillas en la panza. Pero ¿qué pasó cuando Nicolás quiso hacerle
cosquillas debajo del pantalón? Jimena se enojó, gritó y llamó muy fuerte a la seño.
Nicolás se sintió confundido y no entendía por qué su amiga se había enfadado con él, si
tanto se había estado riendo.
Pero resultó que la seño, como era la hora del cuento, y dos de sus alumnos no acudían a
sus lugares, los había buscado para ver qué pasaba. Y había visto la situación. Ella, que comprendió
que Nicolás estaba confundido y avergonzado, lo llevó de la mano a su lugar, junto con todos sus
compañeros.
-¡Queremos el cuento! – Gritaba Gonzalo.
-¿Cuándo nos van a contar?- Preguntaba Rocío
Pero la seño les dijo:
-Chicos, hoy vamos a contar un cuento distinto. En el patio, Nicolás cometió un error, y no
supo por qué. Entre todos, vamos a tratar de explicarnos lo que pasó.
Nicolás, que seguía sin entender mucho, tenía un poco de vergüenza. ¿Lo castigarían? ¿Se
burlarían de él?
-Lo que vamos a hacer hoy –siguió la seño-, es dibujarnos a nosotros mismos cuando
vamos a la playa. ¿Se animan?
-¡Sí! – Gritó toda la sala. Nicolás, mientras tanto, se sentía más perdido que nunca.
De todas maneras, se dibujó. Los dibujos quedaron fantásticos. En todos estaba la playa, la
arena y el mar. En algunos, habían sombrillas, y en otros un gran sol; y en algunos hasta tiburones.
Pero en lo que casi todos coincidían, es que cada uno se había puesto una malla. Los nenes
se habían dibujado unas que parecían pantalones cortos, y las nenas unas que tapaban su pecho y
la parte de abajo.
-¡Qué buenos dibujos!- dijo la seño. – Y veo que todos dibujaron unas lindas mallas. Pero,
¿alguien sabe para qué son las mallas?
-Para tapar las partes íntimas. – Dijo Jimena, la amiga de Nicolás. Y Nicolás se murió de
vergüenza una vez más.
-Exacto –dijo la seño-. Y lo que hay debajo de las mallas, nuestras partes íntimas, son
nuestro cuerpo y sólo nuestro. Cuando somos chiquitos, nadie más nos las puede tocar, ni mirar,
ni siquiera hacer cosquillas para hacernos reír. Es muy, pero muy importante, que nosotros
también respetemos las partes de los demás, ya que si no lo hacemos, esas personas se pueden
sentir mal. De todas maneras, Nicolás hoy tuvo un error. Él no lo sabía, y por eso quiso hacerle
cosquillas a Jimena. ¿Pero verdad que no va a volver a pasar?
-No –prometió Nicolás-, nunca más. Perdón Jimena.
Al darse cuenta de que su amigo estaba arrepentido, y que había entendido, Jimena
perdonó a su amigo, y siguieron siempre jugando y riendo como lo hacían cada día.
Y Nicolás, comprendió que las partes íntimas de los demás, no pueden ser tocadas ni vistas
si el otro no quiere; y que sólo iba a poder hacerlo cuando fuera más grande, y cuando la otra
persona le diera permiso. Mientras tanto, él podría jugar con su cuerpo, hacerse cosquillas a sí
mismo cuando estuviera en una habitación solo, en casa. De esa manera, los demás respetarían
también sus partes íntimas.
Fin