reseña de mortimer wheeler
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Andrés Avendaño Agudelo reseña Mortimer wheeler
Durante treinta años mi tarea ha sido exhumar antigüedades en países diversos y circunstancias
varias: en este lapso he tratado de aprovechar la experiencia y la critica (Wheeler, 1952: 9), son
palabras del autor de este libro de métodos de arqueología escrito en los años 50s con las cuales
demuestra lo que hoy vivimos y sobretodo en Colombia, la construcción de una arqueología
critica. Muchos arqueólogos siguen actualmente sus métodos, otros lo han mejorado pero aun así
los métodos plasmados por wheeler son estudiados por los estudiantes de arqueología de las
principales universidades de Colombia. Actualmente no es meta fácil, por cierto, mantener un
justo equilibrio entre el propósito y el método en este asunto de desenterrar el pasado (Wheeler,
1952: 10).
Un hecho interesante más aun, son los mas de 60 años que separan la publicación del texto de la
actual practica arqueológica, y como a pesar de esa brecha de tiempo (insignificante para la
arqueología, pero gigantesca para el mundo académico), hoy podrían encontrarse algunas de las
formas erróneas de escavar denunciadas en 1954. En este punto es pertinente una objeción,
¿Cómo alguien que no ha trabajado en campo puede lanzar juicios y opiniones en torno al que
hacer arqueológico en Colombia? Al respecto el autor nos dice que en una forma muy simple y
directa, la arqueología es una ciencia que debe ser vivida, sazonada con sentido humano. La
arqueología muerta es el polvo más seco que pueda soplar (Wheeler, 1952: 7).
El autor nos presenta en 17 capítulos una visión de lo que es el trabajo de campo retomando su
experiencia y apoyándose en el conocimiento de otros trabajos, como lo advierte desde el
comienzo de su libro, es más que un recetario de que hacer, es una recolección de aquello que no
se debe hacer; señala una serie de errores propios de las actividades de los arqueólogos de su
tiempo y los pretéritos, sin olvidar los grandes aciertos y en particular la notable influencia de Pitt
Rivers y sus aportes al desarrollo de una arqueología sistemática y seria.
En el texto encontramos intercalado de forma agradable y coherente una serie de temas con una
carácter un poco teórico y otros prácticos u operativos. Por ejemplo en sus primeros capítulos
relacionados con los aspectos históricos, las cronologías y la estratigrafía se puede ver un
ejercicio de elaboración conceptual en torno al trabajo arqueológico, construido con una rica
gama de ejemplos comentados, con los cuales no solo logra señalar lo que no se debe hacer,
también entrega elementos para la reflexión y la posterior construcción teórica.
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Andrés Avendaño Agudelo reseña Mortimer wheeler
Se hace un énfasis importante en cuanto a la cronología, pues es importante para la datación de
los elementos integrantes de la cultura material que generalmente los arqueólogos investigan,
para esto se tiene en cuenta que incluso es un capítulo del libro, la estratigrafía, la cual es un
método de cronología absoluta indispensable para contextualizar los hallazgos, es la primera tarea
del arqueólogo y el cual desde los años en que se escribió el libro que se está reseñando hasta
nuestros días, las variaciones han sido muy pocas pues por los avances en la tecnología se ha
hecho la tarea mucho más fácil, aunque todavía se hace como wheeler lo describe en su capítulo
de la estratigrafía.
Su preocupación por desentrañar los secretos del pasado humano, lo llevan a cuestionar la
concentración de esfuerzos en excavaciones en Inglaterra, cundo en otros lugares estar presentes
las respuestas a grandes preguntas sobre la vida y el desarrollo de las civilizaciones. Sin embargo
también propone la idea de hacer de las actividades en su país como una preparación para los
arqueólogos, un campo de práctica para evitar que un inexperto destruya el registro arqueológico.
Y es que desde el comienzo del texto es clara la condición peculiar de la excavación
arqueológica: excavar es destruir.
Esta idea, de los años 50, resulta amargamente novedosa en nuestro medio; un campo de práctica
haría del ejercicio arqueológico una labor más responsable en nuestro país, donde al parecer se
cometen constantes crímenes arqueológicos. He de confesar que incluso cuando fue planteada en
el curso me resulto muy novedosa, aunque demasiado obvia, lo cual sumo a mi reticencia hacia la
disciplina como tal. Y es que a lo largo del pregrado la arqueología tiene un carácter demasiado
abstracto y difícil de asir, quedando sumergido su aspecto práctico y material en una serie de
formulaciones conceptuales que aportan al desarrollo intelectual pero oscurecen la comprensión
de lo arqueológico.
Mortimer dedica buena parte de su texto para presentar los diferentes tipos de excavación que en
su tiempo y condiciones era posible realizar, así como una serie de reflexiones sobre como hacer
dichos trabajos de campo. Un trabajo de campo que hasta los años 80 no se hacían
sistematizados en nuestro país, es decir, las excavaciones arqueológicas en Colombia no se
hacían en base a un método establecido, por supuesto, no existían muchos arqueólogos para
entonces y ni siquiera antropólogos, todos estos trabajos de arqueología lo hacían extranjeros, sin
embargo, los métodos de wheeler se utilizan eficazmente en nuestro días convirtiéndose en una
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guía indispensable para toda excavación arqueológica, un modelo por el cual exige una
rigurosidad en el registro y el proceso de una excavación.
Y a riesgo de parecer miope y egocéntrico, el señalamiento de la cercanía al ejercicio del
ingeniero, en la labor de desentrañar secretos de la tierra me aclara que resulta siendo la
arqueología, sobre todo en una dimensión más emocional que académica. Es una preocupación
por el pasado que recoge información suministrada por ingenieros y reflexiona e interpreta en
función de la erudición y el conocimiento de lo humano.
La anterior cita se encuentra en el apartado donde se presenta el equipo o personal necesario para
una investigación arqueológica, haciendo patente lo ya señalado desde la introducción: la
interdisciplinaridad, la necesidad de apoyarse en múltiples disciplinas para construir desentrañar
los secretos ocultos por el tiempo y la tierra, ante la severa sentencia de que cada avance en la
investigación implica la destrucción irremediable del registro.
En los capítulos del departamento de cerámica, el laboratorio de campo y la fotografía se
evidencia por un lado la necesidad la vigencia de la rigurosidad, seriedad y sistematicidad del
trabajo de campo, y por otro la necesidad de actualizar desarrollar y apropiar nuevos elementos
técnicos a los ya firmemente establecidas técnicas arqueológicas. Hoy contamos con cámaras de
video, con cámaras fotográficas que funcionan en diferentes regiones del espectro
electromagnético, técnicas y equipos de sofisticados y precisos usados en geología o agronomía
que podrían ser adaptados a las necesidades de la investigación. Si bien el proceso de excavación
(las cuadriculas, la estratigrafía y la exigencia de controlar el registro) sigue siendo válido en
general, este no debería quedarse atrapado en un pasado “glorioso”.
Por supuesto que la tecnología nos ha facilitado nuestro que hacer como arqueólogos, sin
embargo, estas tecnologías y también las técnicas están fundamentadas por la arqueología clásica,
simplemente se hicieron innovaciones y transformaciones de las técnicas apoyadas con la
tecnología que la modernidad nos entrega, y es muy importante para el desarrollo de la
arqueología de nuestro país. Encaminado con la tecnología hay que mencionar que la
organización en todos estos procesos es primordial, sobre todo al proceso de investigación para
una posterior publicación de resultados e interpretación.
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El texto cierra la reflexión, y adquiere una fuerte coherencia con sus capítulos finales:
publicación y publicidad y la inquietante pregunta ¿qué desenterramos y por qué?. Con los
iniciales y estos elabora las bases del ya mencionado aporte teórico que yo encuentro en el texto.
Se hace claro que es una obligación de la arqueología publicar, no solo para círculos
especializados, debe aportar en la construcción de esas narrativas que se reclaman, esos ejercicios
de conexión con lo que nos antecedió. Mortimer Wheeler cierra con una reflexión que consolida
la tristeza de la labor arqueológica, el sinsabor de una búsqueda que siempre será insatisfactoria,
pero a la cual no podemos renunciar, como no renunciamos a nuestra memoria esa que da sentido
a nuestro mañana. “la arqueología es ante todo una disciplina que busca hechos” (Wheeler, 1952:
235).
Bibliografía
Wheeler, Mortimer (1979): “Arqueología de campo”. Segunda edición, fondo de cultura
económica, S.L. España.
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