Reseña crítica 1

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Reseña crítica:

Hernández Sánchez, F. “Educando para el conflicto: geopolítica y propaganda en

los mapas satíricos y divulgativos de la era contemporánea”. Contexto & Educaçao,

2013, nº89, pp. 63-89.

Josep Mª Barrera Testar- Aprendizaje y Enseñanza de Geografía

Ninguna disciplina es inocente. Si bien es cierto que el nacimiento y el desarrollo de un

área del saber responden, como es natural, a las ansias inherentes de conocimiento en el

ser humano, estaríamos cometiendo un error si supusiéramos que este hecho por si solo

explicase el porqué del ordenamiento existente del conocimiento. El saber no es siempre

objetivo e imparcial: es producido por seres humanos en sociedad, con variados

intereses económicos, políticos, personales, ideológicos, sentimentales, por lo que

difícilmente podemos entender su naturaleza si no tenemos en cuenta el contexto en el

que se inscribe.

Partiendo de esta reflexión genérica con la que, seguramente, muchos estaríamos de

acuerdo, el profesor Fernando Hernández nos ofrece una visión crítica sobre el

desarrollo, enseñanza y aplicación de una disciplina en concreto, la geopolítica, en el

mundo contemporáneo, en tanto que recurso pedagógico con el que inculcar en la

población unas señas de identidad nacional y unos valores bélicos. Geopolítica, pues,

conformada, contada y transmitida para legitimar necesidades e intereses ligados a la

creación y construcción de los estados-nación decimonónicos y, sobre todo, a la guerra

y la expansión imperialista del siglo pasado.

Hernández pone el foco de su investigación en uno de los principales instrumentos

propagandísticos que se utilizan desde los homogeneizadores sistemas de instrucción

pública y desde los medios de comunicación de masa para la consecución de dichos

fines: los mapas divulgativos. Estos mapas, omnipresentes tanto en libros de texto

escolares como en el mundo de la publicidad de la primera mitad del siglo XX en

Europa, buscan moldear el pensamiento del sujeto que los observa para acomodarlo a

unas fronteras espaciales e identitarias determinadas. La exposición reiterada y

repetitiva del niño o del adulto a un mensaje político simple, impactante, directo,

sentimental, dirigido a la acción, tiene una vertiente claramente funcional, es decir,

responde a una intencionalidad subyacente, aunque ésta se vistiese de conocimiento

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geográfico, o incluso, de inocente juego de niños -especialmente escalofriante es una

especie de “parchís” nazi en donde había que deshacerse de “fichas judías”-. El objetivo

de mapas, carteles, juegos, no es otro que agitar al lector, movilizarle, convencerle de

que merece la pena sacrificar su vida en la guerra para defender al pueblo y expandir así

lo que el geógrafo alemán F. Ratzel acuñó como espacio vital. Es la geopolítica desde la

ideología del cerco, desarrollada no sólo por alemanes: son muchos los pueblos, como

expone Hernández, que tratan de auto convencerse de que unos enemigos externos les

rodean y les acechan, y que necesitan, como nación, engrandecer su territorio. Algo que

se presenta en tanto que justo y necesario para la supervivencia del colectivo y que

conducirá, como la historia del siglo XX atestigua, a las peores catástrofes de la

humanidad.

La investigación del profesor Hernández ha resultado en un artículo interesante cuya

lectura, enriquecedora, amena y agradable, recomiendo encarecidamente a todo tipo de

público, independientemente de la edad, profesión o intereses académicos. Para

empezar, destaca la buena muestra de mapas. Una selección generosa en cantidad, ya

que aparecen hasta veinte figuras en poco más de veinte páginas. Es decir, encontramos

una proporción de prácticamente una ilustración por página, haciendo la explicación

más clara y visual. Y selección también generosa en calidad. Hernández hace uso de

ejemplos muy diversos cronológica y geográficamente, cosa que nos puede dar una idea

del paciente trabajo que existe detrás del artículo: desde Thatcher, la guerra de las

Malvinas y su instrumentalización en tanto que justificación de las políticas neoliberales

llevadas a cabo en el interior del Reino Unido; hasta ilustraciones del colonialismo

europeo en África; pasando por la Segunda Guerra Mundial en Europa, América del

Norte y Japón.

Asimismo, Hernández procede a un análisis minucioso y detallado de los mapas y

carteles expuestos, sin olvidar ninguno de los principales ingredientes para su lectura e

interpretación. El autor lleva a cabo un estudio crítico que no se conforma con una

simple yuxtaposición de mapas, sino que da un paso más y logra proponer una

clasificación de los mismos, con sus similitudes y sus contrastes; trabajo que aparece

bien planteado y justificado (mapas antropomorfos, o aquéllos que explotan prejuicios y

estereotipos nacionales; mapas claustrofóbicos, o que representan a la nación asfixiada,

comprimida, acechada; mapas falsarios, que contienen información intencionadamente

confusa o engañosa). Además, el texto consta de una bibliografía bastante completa, si

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bien es cierto que hay un uso relativamente bajo de citas textuales en el mismo,

seguramente por el alto componente de reflexión personal que contiene.

Por todos estos motivos considero que el trabajo de Hernández constituye una

interesante contribución a la necesaria formación del pensamiento crítico y reflexivo.

Para terminar, me gustaría explicar, primero, qué me ha aportado personalmente la

lectura, desde mi posición de futuro profesor de secundaria, y segundo, a qué perfil de

lector y por qué razones recomendaría el trabajo que aquí reseño.

A partir de trabajos como el de Hernández me puedo preguntar, como docente, porqué

se enseña lo que se enseña. La educación, tanto la formal, la que se da en la escuela,

como la no formal, aquella más subliminal, que permanece a lo largo de la vida; toda

ella, es un instrumento poderosísimo de ingeniería social, sin el cual no se explicaría,

por ejemplo, que generaciones enteras de potencias avanzadas asumieran como justas y

necesarias determinadas políticas de reafirmación identitaria o ambiciones

expansionistas. La educación es pues una gran arma: de quien y de cómo la maneje

depende que ésta sirva para sembrar odio y discordia o para ayudar a que florezca la

tolerancia, la reconciliación entre los pueblos, la paz y la justicia social. Los docentes

debemos ser conscientes de nuestro papel activo de cambio y transformación. Soy

consciente de que no es fácil llevar a cabo este propósito, que los objetivos que nos

marcamos como profesores a menudo chocan con la realidad difícil de las aulas, pero,

para solucionar los problemas, primero de todo hay que identificarlos. No se trata de

plantear utopías. Se trata de trabajar a partir de realidades.

Finalmente, recomiendo la lectura de este libro, de entrada, a todo el público general

interesado en la educación, los problemas existentes y los desafíos que plantea. Su estilo

ameno, de fácil lectura, conciso, pero con explicaciones bien razonadas y desarrolladas,

permite que el artículo sea de interés para un amplio abanico de lectores. Sin embargo, a

nivel más específico, me gustaría concretar dos colectivos a los que recomendaría

especialmente la lectura. Primero, fundamental: nuevos profesores. Jóvenes. Salidos de

las facultades de educación. Preparados para aterrizar en los institutos. Debemos

comprobar el poder intrínseco de aquello que estamos haciendo. Y segundo, no menos

fundamental: alumnos. Especialmente los menos motivados hacia la historia. Los mapas

invitan a la reflexión y estimulan el espíritu crítico: pueden ser, en definitiva, de gran

ayuda para la formación integral del estudiante como persona.