RENACIMIENTO Y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA - … · los siglos XV y XVI. Suele considerarse el...

14
TEMA 7 RENACIMIENTO Y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA IES “SÉNECA” Departamento de Filosofía Curso 2014/15

Transcript of RENACIMIENTO Y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA - … · los siglos XV y XVI. Suele considerarse el...

TEMA 7

RENACIMIENTO Y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA

IES “SÉNECA” Departamento de Filosofía Curso 2014/15

2

1. CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO El término «Renacimiento» fue utilizado por vez primera en 1855 por el historiador francés Jules Michelet para referirse al «descubrimiento del mundo y del hombre» en el siglo XVI. El historiador suizo Jakob Burckhardt amplió este concepto en su obra La civilización del renacimiento italiano (1860), en la que delimitó el Renacimiento al situarlo en el periodo comprendido entre los pintores Giotto y Miguel Ángel, y definió esta época como el nacimiento de la humanidad y de la conciencia moderna tras una larga etapa de decadencia.

El Renacimiento es una época de la historia europea caracterizada por un renovado interés por el pasado grecorromano clásico y especialmente por su arte. Comenzó en Italia en el siglo XIV y se difundió por el resto de Europa durante los siglos XV y XVI. Suele considerarse el Renacimiento como el período de la historia de Europa en el cual se produce una ruptura con el género de vida practicado durante la mayor parte de la Edad Media y se sientan las bases de lo que será la cultura moderna propiamente dicha. Se caracteriza por:

� Destacados cambios políticos, económicos y sociales. Tiene lugar la formación de varios Estados nacionales (Francia, España, Inglaterra, Rusia, Suecia), el surgimiento de la burguesía como clase social, la consolidación del mercantilismo como proceso económico, lo que da origen al capitalismo. El auge de la burguesía se hace a costa de la nobleza, la cual entra en decadencia como consecuencia de los acuerdos entre burgueses y monarquías para consolidar los nuevos Estados.

� Se producen importantes descubrimientos técnicos: la brújula, la cartografía, la pólvora o la imprenta, que repercuten grandemente en las guerras, los descubrimientos de nuevos mundos, o la expansión de la cultura. El descubrimiento de nuevos mundos es algo decisivo de este periodo. Tiene un gran significado, porque se amplía el horizonte mental y social de los habitantes de Europa, además de tener importantes repercusiones en la configuración del panorama geográfico europeo y mundial.

� El arte (pintura, escultura, arquitectura) y la literatura son exponentes del cambio que se produce respecto a la Edad Media. La estética renacentista expresa la nueva vitalidad del Renacimiento en todas sus formas. Dante, Petrarca y Bocaccio en literatura; Botticelli, Miguel Ángel, Rafael y Leonardo da Vinci en las artes, son nombres destacados. Una ciudad, Florencia, cuna renacentista, representa un ejemplo de mecenazgo, de apoyo a las artes y la cultura, impulsado por familias como los Medici. En este contexto desarrollará su teoría política Maquiavelo.

� Existen conflictos religiosos que culminan con la Reforma y la Contrarreforma. La Reforma fue liderada por Alemania y la Contrarreforma por España. Con Lutero, Calvino y otros, se produce una ruptura en la Iglesia que culmina con la separación entre el norte y el sur de Europa en lo religioso. Se crea un escenario con grandes conflictos que salpican a los Estados y a sus gobernantes. En el centro y norte de Europa la mayoría de ellos acoge la nueva fe luterana o calvinista. España, primero con Carlos V y luego con Felipe II, se convertirá en el más firme defensor del catolicismo romano. Esto conducirá a grandes enfrentamientos con Francia y con Inglaterra. El celo puesto en lucha contra el protestantismo contribuyó decisivamente al

3

descontento de sus súbditos, con lo que se inició el declive definitivo del imperio español, confirmado a lo largo del siglo XVII.

2. LA FILOSOFÍA RENACENTISTA 2.1. CARACTERISTICAS GENERALES En lo que se refiere a la historia de la filosofía, se produce una transformación de la mentalidad escolástica que dominó el pensamiento sistemático durante la Baja Edad Media. Debido a la matematización de la ciencia y a la aparición de las estructuras políticas que determinarán el mundo occidental hasta el siglo XXI, esa mentalidad dará lugar a unos nuevos «sistemas» de pensamiento desligados ya de los presupuestos intelectuales que habían estado vigentes desde la Antigüedad. Se produce un retorno a la cultura clásica grecorromana, reinterpretada por los autores renacentistas. Fruto de esta actividad es el humanismo renacentista, con una visión antropocéntrica y naturalista del hombre, frente al teocentrismo medieval. Existen dos grandes corrientes filosóficas:

• La propiamente humanista, con diversos grupos y tendencias. El platonismo, con Marsilio Ficino y Pico della Mirandolla en la Florencia de los Medici y Botticelli; el aristotelismo de influencia averroísta, que florece más en Padua, y tiene en Pomponazzi su figura más representativa; y diversos grupos de estoicos, epicúreos y escépticos, como Lipsio, Valla o Montaigne.

Todas estas escuelas o grupos tienen como denominador común: el antropocentrismo, la mirada reinterpretadora del pasado clásico, que se centra en el hombre como eje de pensamiento. Un concepto de hombre que resalta sus valores naturales y terrenales, dejando en un segundo plano lo sobrenatural o divino. «El hombre rige y dirige su propia conducta y su propio destino», sostenía Pico della Mirandolla. Otros humanistas destacados son Tomás Moro, autor de la obra Utopía; Juan Luis Vives, humanista español cuyos planteamientos influyeron notablemente en el desarrollo de la renovación científica europea; y, sobre todo, Erasmo de Rotterdam, tal vez el humanista más famoso y el principal difusor de este movimiento por toda Europa. Todos ellos eran profundamente religiosos.

• La corriente naturalista. Los humanistas, en cierta manera, se despreocuparon bastante de los desarrollos cientítícos de su época; sin embargo, hubo otro grupo que estaba muy atento a la ciencia de su tiempo, aun cuando también situaban al hombre en el centro de sus reflexiones. Los más importantes fueron Nicolás de Cusa y Giordano Bruno.

Este último sostiene varias ideas interesantes y polémicas. Por una parte, una integración del humanismo y el naturalismo científico. Por otra, afirma la infinitud del universo, apoya la teoría heliocéntrica de Copérnico y, en consecuencia, considera que la tierra es un planeta más y no el centro del mundo, rompiendo, de este modo, con la división entre tierra y cielo, pues ambos están regidos por las mismas leyes. Además, propugna un modelo organicista del universo, que entiende como algo vivo, como un organismo. Bruno afirma también que ese cosmos es una especie de manifestación o despliegue de Dios: es lo que se llamará “panteísmo”, que significa que Dios no es trascendente a la naturaleza,

4

sino inmanente a ella. El sostener estas ideas le conducirá a la hoguera en Roma en el año 1600. Finalmente, merece mención aparte el desarrollo del pensamiento político. Sobresale Maquiavelo (1469-1527), quien, con su obra El Príncipe, funda el pensamiento político moderno al describir la conducta efectiva de los reyes y príncipes renacentistas, mostrando cómo hay gobernantes que no tienen escrúpulos y usan cualquier medio para garantizar la finalidad que les conviene. El interés por la organización y el funcionamiento de la sociedad hace resurgir la literatura utópica, es decir, las descripciones de sociedades imaginarias más o menos felices y sin discriminaciones. Destacan aquí Tomas Moro (Utopía), Campanella (La ciudad del sol) y Francis Bacon (La nueva Atlántida). 2.2. ALGUNOS AUTORES REPRESENTATIVOS 2.2.1. Michel de Montaigne y el escepticismo.

Aunque en un contexto completamente distinto del original, encontramos a partir de este momento histórico una reformulación de las escuelas helenísticas de la Antigüedad: estoicismo, epicureísmo, escepticismo. Esta última escuela, que será decisiva tanto para la formación de la filosofía moderna como para la de la nueva ciencia experimental, está bien representada por el médico Francisco Sánchez (1551-1623), autor de un popular tratado titulado Que nada se sabe (Quod nihil sctitur), así como por Michel de Montaigne y por Pierre Charron (1541-1603), que recibió una gran influencia del anterior. La importancia de los Ensayos de Montaigne rebasa lo propiamente filosófico (aunque hará de su escepticismo el

interlocutor indispensable de los grandes pensadores posteriores), puesto que, además de exponer una posición –que es más vital que intelectual– en torno a la «sabiduría» y a la «buena vida», inaugura un género literario característicamente moderno. El ensayo se convertirá en determinante de los nuevos modelos de expresión filosófica que nacerán con Descartes, Locke, Hume y Kant (todos ellos autores de alguna obra titulada «ensayo»), que también se escriben con la deliberada voluntad de apartarse de las formas literarias de expresión que habían dominado la filosofía escolástica de la Edad Media (como la Suma) y de ganar para el escritor una nueva «libertad», que obviamente está en consonancia con la misma reclamación que se hace desde la política. 2.2.2. Erasmo de Rotterdam Erasmo de Rotterdam inició un estudio crítico de la Biblia de una solvencia incomparable con los llevados a cabo hasta entonces, y que culminó en una nueva edición latina del Nuevo Testamento, seguida de una serie de escritos en donde se ponía por primera vez el contenido del texto bíblico, de un modo a la vez elegante y claro, al alcance de los hablantes de las llamadas «lenguas vulgares» que no conocían el latín. Junto a estos aspectos de su labor intelectual, Erasmo construyó una

5

importantísima obra literaria, llena de sátiras contra la decadencia moral de la época y en especial de la Iglesia romana. En su Elogio de la locura ridiculizó con gran inteligencia el apego eclesiástico a los «bienes externos», la política de las indulgencias (que libraban a los creyentes de ciertas consecuencias de sus pecados a cambio de la realización de ciertas «obras meritorias», que llegaron a constituir un auténtico comercio de la redención) y la rigidez de las reglas monásticas. Pero Erasmo no es anticristiano, ni siquiera anticatólico, sino partidario de una religiosidad forjada en el sentido íntimo que, más que a la letra de la Biblia, se atiene a su libre interpretación individual, al diálogo del alma con Dios a través del texto. 2.2.3. Tomás Moro

Entre los amigos del círculo íntimo de Erasmo de Rotterdam se encontraba también Tomás Moro, humanista como él, aunque su dedicación a la política (fue Lord Canciller de Enrique VIII de Inglaterra) lo llevó a un enfrentamiento abierto con el rey por su negativa a someterse a la autoridad religiosa de la Iglesia Anglicana, que acabaría en su decapitación. Con todo, la actitud de Tomás Moro no es «antimoderna», sino que –pese a su trágico desenlace– representa un símbolo extremo de la defensa de la libertad religiosa frente al poder político, que, justamente, es una de las características ideológicas del discurso moderno. Lo mismo cabe decir de la más conocida de sus obras, Utopía (que ha dado

nombre al género entero de libros de este tipo), en donde se describe una sociedad «ideal», o al menos liberada de algunos de los vicios e injusticias más sangrantes del mundo de su tiempo. Situada «en ninguna parte» (que es lo que significa «u-topía»), esta isla inexistente alberga una sociedad campesina y rural pero de un espíritu intelectual muy desarrollado (sus habitantes se complacen en la dedicación al conocimiento de la naturaleza), de la cual ha desaparecido por completo la propiedad privada y en la que reina una incondicional libertad de conciencia en materia de creencias religiosas. 2.2.4. Nicolás Maquiavelo Maquiavelo es contemporáneo de Tomás Moro, aunque en muchos sentidos tiene una personalidad opuesta a la del clérigo inglés. Si bien su teoría política se sitúa bajo el motivo renacentista de una «recuperación de la Antigüedad clásica» (en este caso, de los clásicos de la teoría política de la Roma antigua), representa el comienzo de una verdadera revolución moderna en el terreno de las ideas políticas, revolución que no hará más que consolidarse y profundizarse en los siglos siguientes. A diferencia de Tomás Moro, y con clara voluntad de desmarcarse de una tradición que procede de la República de Platón, Maquiavelo renuncia explícitamente a escribir «utopías» o, en otras palabras, a describir repúblicas ideales o ficticias. Este fuerte realismo pragmático (la asunción de que la sociedad real siempre se encuentra a una distancia insuperable de la ciudad ideal o moral) parece, en Maquiavelo, apoyado en un pesimismo antropológico que sería consecuencia del conocimiento empírico del género humano: «En general se puede decir de los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, simulan lo que no son y disimulan

lo que son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todos tuyos, te ofrecen

6

la sangre, los bienes, la vida, los hijos –como anteriormente dije– cuando la necesidad está lejos, pero cuando se

te viene encima vuelven la cara» (Maquiavelo, N.: El príncipe, VIII,). Así pues, a la hora de gobernar repúblicas reales deben los gobernantes reales ser igualmente realistas, lo que implica reconocer que el uso de la ley es tan importante como el de la fuerza: «Existen dos formas de combatir: la una con las leyes, la otra con la fuerza. La primera es propia del hombre, la

segunda de las bestias; pero como muchas veces no basta la primera, conviene recurrir a la segunda. Un príncipe

tiene que saber utilizar correctamente tanto a la bestia como al hombre» (Maquiavelo, N.: El príncipe,). En este tipo de consideraciones vemos nacer lo que otros teóricos políticos contemporáneos comienzan a llamar la razón de Estado; es decir, el derecho excepcional de las autoridades políticas a desbordar las limitaciones morales o religiosas para salvaguardar el propio Estado o para proteger la libertad amenazada. Como algunos de aquellos sofistas que desesperaban a Sócrates al señalar la conveniencia política de la mentira o del disimulo, y al confundir la verdad con el poder, Maquiavelo sella el divorcio definitivo de la moral y la política, la autonomía de la esfera política con respecto a la moral. Sin embargo, hay en el discurso de Maquiavelo –además de una grandeza estilística y una profundidad incomparables– una honestidad de fondo: se trata, para él, de garantizar la independencia de la autoridad política con respecto a los poderes morales o religiosos (que en su tiempo no se distinguían), y se trata de hacerlo a favor de la libertad republicana. Solo el poder político puede procurar a los hombres una vida segura, pero el buen uso del poder –del que puede aprenderse en la historia de las experiencias políticas del pasado– es muy diferente de la simple conservación de la seguridad. Maquiavelo llama “virtud” a la propiedad que distingue al buen orden social, aunque en un sentido peculiar que, además de mantener su viejo significado de «excelencia», añade el de «fuerza anímica» de la vida pública. Como no se trata de una virtud espontánea de los hombres, se refiere más bien a aquella perfección que nace de la ordenación racional de la vida común mediante las leyes y de la creación de un espacio de libertades jurídicamente avaladas por el derecho y apoyadas por la coacción de los poderes civiles legítimos. Todas estas consideraciones de Maquiavelo crean el ambiente necesario para que se produzca una ruptura, en la concepción de la política, con respecto a la Antigüedad: en lugar de considerar –como habían hecho los autores clásicos antiguos y medievales– la política como una continuación de la naturaleza, y de buscar en esta última el fundamento para los derechos, ahora la política buscará una fundamentación autónoma, independiente de la naturaleza y generadora de un derecho del cual los propios hombres que han de regirse por él puedan sentirse autores. El aliento de los textos de Maquiavelo, a través de las obras de Hobbes y de Spinoza, entre otros, llegará vivo –aunque profundamente transformado– a la gran revolución política de la Modernidad que se culminará en la Europa del siglo XVIII. 3. LA CIENCIA RENACENTISTA La ciencia moderna o renacentista está constituida por un conjunto de teorías astronómicas y físico-matemáticas que supusieron una auténtica revolución en la historia del pensamiento y de la ciencia. Su

7

periodo de desarrollo va desde 1543, fecha en la que Copérnico publicó su obra De Revolutionibus, hasta 1687, cuando Newton publicó su obra Principia mathematica. Las causas del origen y florecimiento de la ciencia moderna están en las nuevas necesidades de tipo técnico que fueron surgiendo con la revalorización de la observación y la experimentación por parte de los filósofos nominalistas y la independencia de la razón respecto de la fe, que favoreció un clima más libre para investigar.

La ciencia renacentista representa la culminación de un lento proceso que surge al final de la Edad Media: el impulso que le aportaron a la observación y a la experimentación los nominalistas del siglo XIV, junto con el redescubrimiento de la tradición pitagórica, que sostenía que el Universo posee estructura y ordenación matemática. Todo ello resultará de decisiva importancia para la revolución científica que llevarán a cabo Kepler, Copérnico y Galileo. En este contexto tanto la dimensión empírica como la racional recuperaron su valor en la cosmovisión renacentista y ambas tendrán su influencia en las corrientes filosóficas del momento: empirismo y racionalismo, como veremos en las unidades siguientes. Representan dos movimientos de pensamiento europeo diferentes y contrapuestos que convivirán en el siglo XVII en el Reino Unido (empirismo) y en

Francia y Alemania (racionalismo). Los primeros se centrarán más en la experiencia sensible y los segundos en la razón (teórica). En resumen, las principales aportaciones de esta época son: * Una nueva imagen del universo, * El mecanicismo frente al organicismo aristotélico, * La finalidad práctica y no contemplativa del saber, * La preocupación por el método hipotético deductivo y la deducción, * El fenomenismo de la nueva ciencia frente al substancialismo aristotélico. 4. LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA 4.1. Del geocentrismo al heliocentrismo: Copérnico, Kepler y Galileo. La Astronomía es otro pilar importante en los inicios de la modernidad. Ella aporta una nueva imagen del universo, heliocéntrica y mecanicista. Conocen y tienen presentes los escritos de los antiguos griegos, especialmente los de Aristóteles, Arquímedes, Aristarco y los pitagóricos. Las tres figuras más destacadas son: Copérnico, que formuló la teoría heliocéntrica en 1543 (prohibida y atacada por la Iglesia católica); Kepler que la consolida con sus cálculos matemáticos al tiempo que descubre que las órbitas de los planetas son elípticas (Copérnico estimaba que eran circulares) y Galileo. La originalidad de Copérnico se redujo a sus famosos siete supuestos básicos, ingeniados para superar las dificultades de Ptolomeo: «Como advertí estos defectos, con frecuencia consideré si no era posible acaso

encontrar una disposición más razonable de los círculos [...] en la cual cada cosa se moviese uniformemente

sobre su propio centro, como lo exige la regla del movimiento absoluto». Estos supuestos son los siguientes:

� No hay un centro común a todos los astros.

8

� La Tierra es el centro de la Luna y de la gravedad. � El Sol es el centro del sistema planetario. � La distancia al Sol es infinitamente pequeña comparada con la que hay a las estrellas fijas. � La Tierra gira diariamente sobre su eje, dando así la impresión de que es el firmamento el que

gira. � La Tierra y los demás planetas giran en torno al Sol, lo que produce el efecto de que éste tiene

un movimiento anual. � Las detenciones y retrocesos aparentes de los planetas se deben a la misma causa.

Kepler acepta el sistema copernicano. Considera que el heliocentrismo supera los límites de la teoría de Ptolomeo. Entiende que todo el universo constituye una estructura racional y perfecta en la que se manifiesta la sabiduría de Dios. Intenta alcanzar las mediciones entre las esferas y el régimen de los movimientos, atendiendo a las relaciones existentes entre las figuras. Constata la necesidad de la concordancia con las medidas empíricas. En consecuencia, la astronomía no consiste en simples cálculos, sobre el papel, ni en derivaciones de la imaginación, sino que debe acudir a las mediciones metódicamente realizadas y repetidas. En este sentido, afirma: «Toda medida es obra de una mente». Sus famosas leyes sitúan a Kepler en un privilegiado lugar de la historia de la ciencia. Son tres:

� Ley de órbitas: «Los planetas recorren órbitas elípticas en las que el Sol ocupa uno de los focos».

� Ley de áreas: «Las áreas recorridas por el radio vector son proporcionales a los tiempos empleados en recorrerlas».

� Ley de periodos: «Los cuadrados de los tiempos de revolución son proporcionales a los cubos de los semiejes mayores de las órbitas».

A diferencia de los dos anteriores, Galileo, además de astrónomo, es físico. De hecho a partir de él se puede decir que la Física se constituirá como ciencia específica (confirmada posteriormente por Newton). Además de sus contribuciones a la física (movimiento rectilíneo y circular, caída de los graves, leyes de la inercia), son decisivas sus aportaciones al campo de la astronomía, con interesantes descubrimientos. Tras construir un telescopio observa la Vía Láctea, los satélites de Júpiter, las fases de Venus, las montañas de la Luna y las manchas solares, entre otras. Con ello da una demostración empírica del sistema copernicano, lo que le supondrá grandes problemas con la Iglesia, que le obligará a abjurar (renegar) de ellas públicamente. 4.2. Conclusiones. Pero esta nueva astronomía no hubiera sido posible sin un cambio en la concepción de la ciencia antigua. Este cambio se centró, sobre todo, en la matematización total de los fenómenos observados en la Naturaleza, a tono con la visión de los pitagóricos y platónicos. De este modo, espacio y tiempo, concebidos de manera matemática, son dos conceptos fundamentales, pues el espacio físico se identifica con el espacio geométrico y el tiempo se representa como una realidad medible y expresable también geométricamente.

"La filosofía está escrita en ese vasto libro que está siempre abierto ante nuestros ojos: me refiero al universo; pero no puede ser leído hasta que no hayamos aprendido el lenguaje y nos hayamos familiarizado con las letras con las que está escrito. Está escrito en lenguaje matemático, y las letras son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es humanamente imposible entender una

sola palabra"

9

La matematización de los fenómenos físicos dio lugar a una visión mecanicista del Universo, frente al modelo organicista de la ciencia aristotélica. Esta explicación mecanicista analiza el Universo a partir de la existencia de la materia, que puede medirse, y del movimiento, que también está sujeto a cálculo. Así, el Universo se considera algo similar a una máquina, como, por ejemplo, el reloj, que era considerado entonces la más perfecta de las máquinas conocidas. En una concepción de este tipo se prescinde totalmente de analizar los objetivos o supuestos fines (teleologismo) que existen en la naturaleza, volviendo, pues, a un modelo similar al de los atomistas griegos, Los avances de la ciencia renacentista, también denominada «moderna», con las reticencias principalmente de las instituciones eclesiásticas, están presentes en los pensadores modernos. Éste es el ambiente que le será familiar a Descartes. Su obra Discurso del método (1637) muestra las vicisitudes del momento. De hecho, se afirma que quería publicarla antes, pero desistió al enterarse de la condena a Galileo. No obstante, tanto Descartes como el resto de racionalistas (Spinoza, Leibniz) y empiristas (corriente inglesa de la segunda mitad del siglo, con Locke y Hume como destacados) recogerán los frutos del conocimiento renacentista. Todos ellos son heliocentristas y defensores de la razón y su capacidad de conocimiento. Aunque, como se verá, entre ambas corrientes del siglo XVII, racionalismo y empirismo, las diferencias en la fundamentación del saber son por igual herederas de los logros renacentistas. 5. EL PROBLEMA DEL MÉTODO EN LA CIENCIA Y FILOSOFÍA MODERNAS 5.1. El criterio de verdad y el método de la Escolástica.

Criterio de verdad y método están siempre interrelacionados y son los fundamentos sobre los que se

asienta todo tipo de saber.

a) El criterio de verdad: crítica a la fe o la autoridad como criterios de verdad.

El criterio de verdad nos permite determinar cómo sabemos que una cuestión es verdadera o falsa.

Para la Escolástica, el criterio de verdad se basa en la fe en la verdad revelada -es verdadero porque

así lo creo ya que está escrito en la Biblia- o en la autoridad, basada en lo dicho por Aristóteles o la

Iglesia -lo ha dicho Aristóteles o lo ha dicho la Iglesia-.

El problema surge cuando la fe se debilita o ya no se reconoce o se pone en cuestión la autoridad de

dichas instancias.

b) El problema del método: crítica al silogismo aristotélico.

El método hace referencia a los pasos que hemos de seguir para poder establecer nuevas verdades. La

Escolástica sigue el método aristotélico del silogismo. El silogismo es un tipo de razonamiento

deductivo que tiene la siguiente forma:

Premisa mayor (PM): Enuncia un principio general.

Premisa menor (Pm): Enuncia un caso particular o singular incluido en el

_______________ principio general.

Conclusión (C): Enuncia la nueva verdad que se establece.

10

Veamos un ejemplo:

Pero, ¿cómo sabemos que la premisa mayor es verdadera?: los principios generales en la Escolástica

se alcanzaban a través del criterio de verdad (la fe o la autoridad). El problema surge cuando ese

criterio se ponga en duda, es decir, si no aceptamos la autoridad o no compartimos esa fe (algo que los

filósofos modernos se plantean).

Además, tal procedimiento era de tipo dogmático pues nunca los casos particulares podían rebelarse

contra las supuestas verdades generales.

Por ello, Descartes rechaza el silogismo en el Discurso de Método:

"Es completamente inútil para los que desean investigar la verdad de las cosas, y sólo se puede aprovechar a

veces, para exponer con mayor facilidad a los otros las razones ya conocidas".

5.2. Respuestas de la filosofía moderna ante la crisis de fundamentos de la Escolástica: el método

científico.

La decadencia del feudalismo, y la necesidad de resolver las necesidades materiales de una creciente

población y los nuevos asentamientos urbanos, supusieron, ya al final de la Edad Media y al comienzo

del Renacimiento, un nuevo interés por el mudo natural frente al sobrenatural. La ingeniería y las artes

mecánicas progresan en alianza con la matemática. La ciencia, fuera de la Universidad, se hace práctica

y utilitaria, conjugándose con la técnica. Y preocupa más su dimensión de investigación que la de

exposición sistemática de conocimientos ya admitidos o sabidos. Lo que se busca ahora es el método

de descubrimiento e invención de nuevas verdades, más allá de la forma silogística de demostración a

que se había reducido el aristotelismo escolástico oficial.

En este contexto, Francis Bacon, Galileo y Descartes son los filósofos que proporcionan los

pilares para el pensamiento moderno y que concuerdan en su crítica al silogismo, aunque divergen en

la alternativa ofrecida. Todos ellos, por ejemplo, rechazan el principio de autoridad al considerar que

todas las opiniones, incluidas las de los grandes sabios del pasado, han de ser examinadas a la luz de

principios racionales.

Bacon y Descartes representan, en particular, los dos extremos de la filosofía moderna: Bacon

recurrirá al uso de la experiencia, siendo precursor del empirismo; y Descartes a la razón, fundando el

racionalismo. La propuesta metodológica de Galileo, por el contrario, es el más claro antecedente del

actual método científico, dada su combinación entre el recurso al experimento y la formulación

matemática de las verdades halladas.

(PM): Todos los seres humanos están compuestos de cuerpo y alma.

(Pm): Los alumnos de bachillerato son seres humanos.

_______________

(C): Los alumnos de bachillerato están compuestos de cuerpo y alma.

11

5.2.1. Francis Bacon y el inicio del empirismo.

Nace en Londres en 1.561 y muere en 1.626. En 1620 escribe su obra Novum Organum, donde critica

abiertamente la lógica aristotélica diciendo que es inútil para la invención científica y consolida y fija los

errores más que conducirnos a la verdad. La conclusión no es algo nuevo que se extrae de las premisas,

sino que está en el fundamento de la premisa mayor, a la que antecede y no sigue como pretende el

silogismo.

Bacon opone a la deducción la inducción: no puede haber verdades generales que no se

sostengan en casos particulares:

Deducción (silogismo): de lo general a lo particular.

Inducción (Bacon): de lo particular a lo general, parte de la observación de casos particulares para

remontarse a la enunciación de verdades de generalidad cada vez mayor.

Para Bacon, el criterio de verdad es la experiencia. Es un criterio superior al de autoridad pues, según

él, todo se puede reducir, en última instancia, a “contar y medir, ver y palpar”.

La figura de Bacon es, además, importante porque es un filósofo que supo

entender las claves de la ciencia moderna y la capacidad del ser humano

para extender su dominio sobre la naturaleza. Bacon creía en las

posibilidades de la ciencia para favorecer el bienestar de la humanidad, y en

una sociedad organizada bajo el principio de la racionalidad tecno-científica,

hasta el punto de imaginar en su obra La Nueva Atlántida una sociedad

gobernada por científicos, y no por políticos, en la que los seres humanos

vivirían felices.

Para entrar en ese camino, antes era necesaria una renovación total de la

ciencia. Por ello, criticó el estado de la ciencia en su época, clasificó las

ciencias y las separó claramente de la teología. Señaló, además, la

necesidad de organizar la investigación y de recopilar los trabajos de los

sabios de todos los países.

Bacon establece como objetivo fundamental de la nueva ciencia el conocimiento y dominio de

la naturaleza, para utilizarla en beneficio de los seres humanos. Ahora bien, la única manera de

dominar la naturaleza es conocer y obedecer sus leyes.

Antes de emprender la investigación sobre la naturaleza hay que liberarse de todos los

prejuicios y errores, a los que llama “ídolos”: “los conceptos falsos que se han apoderado de la

inteligencia humana en la que ya han echado profundas raíces”. Así, si el científico no “limpia su

mente” de estos prejuicios, toda su investigación posterior estará condicionada por ellos. Bacon los

clasificó de la siguiente manera:

• ídolos de la tribu: son aquellas inclinaciones propias de la condición humana que nos llevan a

aceptar como verdaderas las hipótesis y explicaciones que más concuerden con nuestros

propios deseos, teorías e intereses.

12

• ídolos de la caverna: esta expresión, tomada de la alegoría platónica de la caverna, designa a

los errores que se derivan del carácter particular de cada individuo, de su educación y situación

particular.

• ídolos del foro: son los errores que nacen en un contexto social y que se producen, sobre todo,

por el uso equívoco del lenguaje, pues, a veces, se confunden palabras, conceptos y cosas, y

otras, el lenguaje tiene un significado impreciso.

• ídolos del teatro: son los errores y prejuicios que se derivan de la aceptación acrítica de las

opiniones y teorías de los filósofos antiguos.

Una vez liberada la mente de prejuicios y falsas creencias, hay que emplear un método

correcto. Según Bacon, el método científico debía constar de dos fases:

a) fase inductiva: tiene como punto de partida la observación sistemática y planificada que se

pregunta por aquellas propiedades de la naturaleza que interesa conocer en cada momento.

Así, el científico interroga a la naturaleza y registra los casos en que la propiedad investigada

aparezca, aquéllos en que no aparezca, y aquéllos en que muestre cambios de intensidad. A

estos registros los llamó Bacon, respectivamente, “tablas de presencia, de ausencia y de

grados”. A partir del conjunto sistemático de observaciones particulares, se obtienen,

inductivamente, principios o leyes generales de funcionamiento de la propia naturaleza.

b) fase deductiva: consiste en derivar consecuencias o conclusiones particulares a partir de las

leyes o principios establecidos anteriormente.

En conclusión, a pesar de que hay en Bacon muchas ideas sugerentes, como la crítica de los ídolos, es

preciso señalar que los científicos no seguirían su método, entre otras cosas, por el escaso papel que le

atribuyó a la deducción y el no haber utilizado un lenguaje matemático.

5.2.2. Galileo y el método experimental.

Tres son los factores que distinguen básicamente el método de Galileo, y en general de la ciencia

moderna, del utilizado por los antiguos: uso del razonamiento hipotético-deductivo, tratamiento

matemático de la experiencia y recurso a la experimentación. En general, el nuevo método propuesto

por Galileo no consiste en experimentar a secas, sino en establecer una conexión necesaria entre la

matemática y la investigación empírica.

Se reconoce a Galileo como el impulsor más importante de lo que actualmente se denomina

“método hipotético-deductivo”, aunque él lo denominara “método resolutivo-compositivo”. En él, los

pasos a seguir son los siguientes:

1. Resolución o análisis de las cualidades esenciales. Consiste en reducir la multiforme variedad

empírica de un fenómeno a unas pocas propiedades. Abstraer aquellos elementos que son

fundamentales para la resolución del problema. En términos actuales, este paso supone el partir

de la observación de algún hecho o fenómeno cuya explicación se desconoce.

2. Composición o síntesis. Componer una hipótesis matemática de la que se deduzcan una serie de

consecuencias observables. Estas hipótesis se construyen de acuerdo con el principio de

simplicidad que rige la naturaleza. En términos actuales, este paso supone la formulación de una

13

posible solución al problema investigado a través de una hipótesis explicativa, que es expresada

matemáticamente y de la que se derivan una serie de consecuencias que pueden ser comprobadas

mediante el recurso a la experiencia.

3. Experimento o comprobación. Se trata de comprobar si las consecuencias de la hipótesis son

ciertas o no.

En cuanto al tratamiento matemático aplicado al estudio

de la naturaleza, Galileo se opone al modelo científico

propuesto por Aristóteles. En efecto, para éste, y con él para

toda la ciencia antigua, el estudio de la naturaleza sólo podía

ser cualitativo y no cuantitativo, puesto que en la naturaleza

no encontramos nada que sea realmente matemático, es

decir, que se ajuste exactamente a los conceptos

matemáticos (figuras geométricas, relaciones y leyes

numéricas, etc.). Nuestro mundo es un mundo de

irregularidades y de cualidades de imposible tratamiento

matemático o cuantitativo.

Pero, para Galileo, y en general para toda la nueva ciencia, todo lo que se halla en la naturaleza y que

puede ser estudiado científicamente tiene que poder ser medido, cuantificado, matematizado. Por

ello, prescinde en su estudio de la naturaleza de las cualidades secundarias o cosas que están en

nosotros como los colores, olores, sabores, etc., y tiene sólo en cuenta las que sólo se encuentran en la

propia naturaleza, tales como el peso, el movimiento, etc. ( las cualidades primarias).

Así, el tratamiento matemático de las cuestiones físicas nos sitúa en un ámbito muy diferente del de la

mera percepción sensible, ya que en la naturaleza no hay nada que sea realmente matemático. Sin

embargo, Galileo creía en la perfecta consonancia entre las matemáticas y la naturaleza, como también

mantendrán científicos y filósofos posteriores como Newton y Descartes.

Por último, el recurso a la experimentación es también una clara diferencia entre la ciencia antigua y la moderna. Frente a la observación de los antiguos, que es una experiencia “ingenua” que pretende ser fiel a lo que se ve y se toca, el experimento, por el contrario, es un proyecto que elige de antemano determinadas características de un fenómeno y desecha las demás. El experimento es una experiencia dirigida y controlada por la razón. Así, el científico crea las circunstancias convenientes, las varía cuando lo considera oportuno y controla el proceso completo de producción y observación del fenómeno. ** (En el próximo tema, desarrollaremos la propuesta metodológica de Descartes)

14

6. ACTIVIDADES

1ª/ ¿Por qué se caracteriza al Renacimiento como una época “antropocéntrica”? 2ª/ ¿Qué es el ensayo y qué aportó al respecto Montaigne? 3ª/ ¿Qué críticas realizó Erasmo de Roterdam en su obra Elogio de la locura? 4ª/ ¿Qué temas desarrolló Tomas Moro en su obra Utopía? 5ª/ ¿Por qué rechaza Maquiavelo las propuestas utópicas y en qué consisten el “realismo pragmático” y la “razón de Estado”? 6ª/ ¿Por qué separa Maquiavelo la moral de la política? 7ª/ Explica los principales rasgos de la ciencia renacentista. 8ª/ ¿Qué es la “revolución científica” y qué aportaciones hicieron a ella Copérnico, Kepler y Galileo?

9ª/ Explica por qué surgió la necesidad de un nuevo método científico y cuáles fueron las principales críticas que se realizaron al método de la Escolástica. 10ª/ Explica los rasgos básicos del método propuesto por Francis Bacon y valora por qué la ciencia posterior no ha seguido utilizando tal método. 11ª/ Explica los rasgos básicos del método propuesto por Galileo y qué rasgos de tal método siguen estando vigentes.