Relatos RENFE 2011

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Las Cercanías de Renfe de Madrid intentan transportar, cada día, los sueños de más de un millón de viajeros, atravesando la imaginación de sus silencios, y también las calles y ciudades hacia las que se dirigen.

Sus noventa y nueve palabras ensanchan nuestro compromiso cultural y social, e intentan elevar ese ideal de ofrecer, contra la monotonía cotidiana, un sistema de transporte tan creativo y de calidad como estos mismos relatos.

V Aniversario Relatos Breves

El tren y el viaje

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La Real Academia de la Lengua Española define escribir como comunicar a alguien por escrito algo; y viajar como trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción. Por eso no debe resultar extraño que desde una empresa de transportes como Renfe se promueva cada año un concurso de relatos: viajar es comunicarse.

¿Por qué elegimos la modalidad de relatos breves? Quizás porque desde Cercanías Madrid queríamos unir el concepto de comunicación con el concepto del tiempo pues, no en vano, nosotros vendemos tiempo, además de comodidad, atención y buen servicio.

Y ahora nos animamos a publicar esta recopilación de relatos ganadores y finalistas de los cinco años de certamen, como un pequeño homenaje a los autores que han participado en el mismo.

Y a los que aún no lo han hecho, les animo a hacerlo y les recuerdo lo que dijo el escritor Paul Auster: “Necesitamos desesperadamente que nos cuenten historias. Tanto como el comer, porque nos ayudan a organizar la realidad e iluminan el caos de nuestras vidas”

M. Magdalena Bodelón Alonso

Directora de Renfe Cercanías Madrid

El tren y el viaje

prólogo

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Primer Premio

Desde la ventanilla Autora: Clara Isabel Martínez Cantón

Elhombrequenuncahabíallorado montó en el tren de vuelta a casa. Nunca había llo-rado de alegría, de dolor, ni de emoción. Ni siquiera para reírse muy fuerte. No era motivo de orgullo.

Ese día, en el tren, Elhombrequenuncaha-bíallorado vio una imagen bellísima. La nieve cubría llanura, montañas…; de cada árbol y arbusto colgaban lágrimas blancas.

El hombrequenuncahabíallorado sintió cómo se revolvían sus tripas y subía a sus ojos el agua.

Justo cuando la primera gota se disponía a superar la barrera del párpado el tren llegó a su destino.

Lástima que los trenes de hoy sean tan rá-pidos.

El tren y el viaje

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V Certamen 2011

Segundo Premio

La Corbata Autor: Francisco Molina

No llevé de equipaje más que una hermosa corbata de seda que me regaló mi padre y una auténtica obsesión por doblegar al mundo. El infernal traqueteo de la destar-talada cafetera en la que viajaba, era para mi osada juventud una simple y dulce can-ción de cuna. Al despertar, pronto advertí lo errado de mis cálculos en cuanto a la for-taleza del mundo. Vuelvo a casa cuarenta años después, acompañado por los ruidos de mi cuerpo maltrecho, en un elegante, veloz y silencioso tren que no me deja con-ciliar el sueño, acariciando la corbata que nunca estrené.

Tercer Premio

Trayecto erótico Autora: Marina Aoiz Monreal

En el túnel de tu boca sabor a cerezas. En-tró en el traqueteo de la escritura mientras tu mano en brasas recorre los raíles de mi espalda. La tarde, madreselva desmelenada entre las piernas, deja atrás río y follaje. El polen de cristal y los dardos del enebro buscan recovecos de luz en la cintura. Pal-pitantes tus dedos, descerrajan los botones de nácar ahora que una voz anuncia la lle-gada.

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Ascesis Autor: L4U

Era un día soleado, pero dentro del tren llovía. Tardé un rato en darme cuenta de que no eran mis lágrimas. Abrí los ojos, a tiempo para ver una gota cayendo sobre mi frente. El impacto, lejos de sentirse violento, calmó mi conciencia. Me incorporé con decisión. La señora de enfrente me miró con normalidad, y apartó los pies esperando que me pasase al asiento de al lado para evitar la gotera. Sin embargo, lo que hice fue subirme a él y beber el agua que manaba del conducto. Al salir del vagón estaba limpio por dentro, por fin.

Estación de Recuerdo Autor: Christian Montalbán Rodríquez

Los trenes nunca llegan a tiempo para encontrarte. Las pala-bras que alguna vez te diré en susurros ya están escritas, y se pierden en el ruido de los andenes, el traje que te quitarás aquella tarde de noviembre con urgencia ayer te lo regalé y los besos que nos daremos sabrán a pasado porque tú y yo ya nos conocimos en otra vida sin nombre. Me bajaré en la primera estación que me recuerde a ti.

Sueños Extraños Autor: Ana Ruíz Echauri

Salió de viaje con urgencia. Era consciente: había dejado la llave puesta en la puerta de su casa. Desasosiego. Angustia. Luego, resignación. Regresó con más urgencia aún. El portero le dijo: Ha venido la policía, alguien ha entrado en su casa, necesitan saber qué falta. Extraño. Sí. Nada faltaba. Quien entró terminó el cuadro in-concluso. Escribió el final de la novela guardada en el or-denador. Lavó los platos y recogió la ropa dispersa sobre la cama. Subió al vagón sabiendo que no portaba el leve peso de las llaves. Sonrió. Anhelaba la sorpresa del retorno.

finalistas

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Relatividad Autor: Miguel Ruíz Suesa

Dos jóvenes juegan a Ping Pong a bordo del tren. Imagine-mos la pelota botando de un lado a otro de la mesa. Ahora imaginemos un turista que camina junto a la vía cuan-do pasa el mismo tren. Si pudiese ver la pelota, esta volaría cincuenta metros antes de rebotar. Relatividad. El tren está quieto y el mundo gira bajo las rue-das. Notamos un leve traqueteo, porque el mundo es imper-fecto. ¿Relatividad? El tren corre a toda máquina. Y ahora el mundo está quieto. El turista sale despedido por los aires y cae, perplejo, en me-dio del mar.

Buscando Autor: Barri

Cuando Hernando Cortés conoció a Suré de la Palma, supo sin dudar que estaba enamorado.-Ahora no – declaró ella- Búscame cuando no puedas sopor-tar más amor.Y se fue.Arrastrado por su corazón Hernando dejó su vida para buscar-la. Muchos trenes le llevaron por paisajes cambiantes. Luces y sonidos desconocidos llenaron su cabeza. Sus manos se hi-cieron ásperas en trabajos ajenos. Acarició pieles de colores distintos al suyo.-Sabía que vendrías- declaró ella cuando al fin la encontró Hernando la miró un momento.-Pero ya no te quiero. Me he enamorado del viaje.Y se fue.

Tránsito Autor: Mayordomo

El tren avanzaba hacia el túnel. Brunè también. Atrás queda-ba su asiento y su timidez. Su destino, la bella, aguardaba. Rubén dejó de leer maldiciendo la oscuridad, mientras Brunè se perdía en las páginas del libro y la bella se encontraba unas filas más adelante. Entonces lo envidió, y quiso levan-tarse e imitarlo, llegar hasta su bella. Y sin atreverse, imaginó que Brunè no esperaría, que la alcanzaría antes en el relato. Pero ella permanecía ahí, real, ante sus ojos, anhelando la luz. Por ello persistió paciente. Brunè también, en algún lu-gar, mientras el tren escapaba del túnel.

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Química Autor: Manuel Rodríguez Borja

Realmente, les encantaba hacer el amor en el tren. Sentados uno frente al otro, inmóviles, comenzaban el mutuo cortejo. Un centelleo en los ojos y una media sonrisa desabrochaban el primer botón.En Puente Alcocer, los zapatos ya no eran un problema.Para Recoletos, todo era cuestión de lencería.Y en Nuevos Ministerios, la implosión, un cerrar de ojos im-perceptible, casi clandestino.Cuando el tren llegaba a Chamartín, se mal vestían a mira-das, tal y como habían comenzado. Y jadeantes abandonaban su reducto cómplice, rumbo a su rutina diaria. Medio desnu-dos, aunque sólo ellos lo supieran.

Penthein Autor: Sergio Pellicer Vallés

Allí estaba, muchos años antes, discutiendo con otro chico tras la ventanilla del tren de enfrente. Pelo negro y piel ter-sa, alma pura e incorrupta. Aporreé el cristal, hice mil señas tratando de advertirle. “¡Bájate de ahí, no sigas por ese cami-no!”. Pero no pudo escucharme y desde mi asiento asistí por enésima vez al momento en que apretaba el gatillo. Tras el disparo sonó el silbato. Mi tren prosiguió su trayecto hacia el abismo, el suyo puso rumbo a mi presente.

Gravis Somnus Autor: Daniel Aznar Alonso

Hay que procurar no cortar los árboles, pero es complicado no dañar los postes ni el cableado del teléfono. Mi mano sube y baja, ondulante. Ahora hay unas casas a lo lejos, tengo que tener más cuidado. Subo la mano. Lo primero son las vidas humanas, me digo. Y así, entretenido junto a la ventana, paso el resto del viaje, jugando a que todo lo que hay entre la línea de mi mirada y mi mano es cortado irremisiblemente. Como un dios anónimo que decide lo que salva y lo que condena antes de caer dormido.

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Sin billete de vuelta Autor: Ricardo Costa Asensio

Otra explosión, llueve barro. En la trinchera, ni frío ni hume-dad. Sólo el olor del miedo.Tengo veintiún años. He recorrido medio mundo: crucé Amé-rica con quince, con diecisiete compraba seda en China para venderla en India. Con diecinueve servía café en el transibe-riano y amaba por primera vez, de madrugada, en el suelo del vagón restaurante.Hoy, quince de Marzo de 1916, afrontó un viaje más corto. Desde una trinchera en mitad de Bélgica, espero el silbato que nos empuje a correr contra el enemigo. Un viaje breve,rápido. Que no sea el último.

El buen perder Autor: Ricardo Rovira Saínz

Siempre que subo al tren intento perder algo. He descubierto que cuanto más pierdo mejor me encuentro. Necesito des-prenderme de todo, perderlo. Ya se ha convertido en una rutina.No siempre me sale bien, porque siempre hay alguien que me descubre. “señor, se olvida la gorra” Hoy hice agujeros en mis bolsillos, no quiero tener absolutamente nada encima.Cuando llegue al final del viaje mi cuerpo se quedará perdido en el suelo como ropa sucia.“¿Por favor caballero, me enseña su billete? Me dice el re-visor”

Carnaval Autor: José Antonio Martínez García

Por más que intentaba entender a aquel oriental, no podía. Hasta intenté leerle los labios y nada. Hable despacio, por fa-vor, des-pa-cio, le pedía mientras movía mis manos como undirector de orquesta al marcar un ritenutto. Mire, no sé, no le entiendo. Y él venga a gritarme señalando un papel con un jeroglífico pintado que me estaba metiendo en las narices. En ese momento llegó un tren al andén número cuatro. A éste, súbase a éste. Le ayudé a subir y me despedí. Creo que le mandé a Cádiz. Una mujer me preguntó si éramos familia.

Un chico obsceno

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Autor: Manolo M. Huertas

El hombre accedió al tren cercanías en Villaverde-Bajo direc-ción Madrid-Atocha. Un andén oscuro, casi solitario. Cruzó su mirada con aquel jovencito marroquí al que conocía de vista, porque ya otro día le observó besarse con otro paisano algo mayor, muy abrazados sin que al parecer les importara una mierda todo el público cercano. Ahora se hallaban los dos solos en el vagón. El efebo fue muy gráfico cuando simulaba una masturbación sin retirarle su mirada provocativa. Al fin, el hombre bajó la cabeza, y ojos, pensando en sus hijos. Y en su sempiterna frustración.

De nuevo él Autor: Alberto Serrano Núñez

De nuevo él.De nuevo el mismo hombre que vi aseándose en la fuente de la calle de San Jaime.De nuevo sus modales y sus buenas maneras.Ascendió al vagón en el mismo instante en que bajaba ella.-¿Qué hay, amigo?- dijo disfrazando sus labios de sonrisa.Me pregunto lo que hará cuando no está aquí.Me pregunto si amará y si acaso hay quien le ame.¿Apenas sólo yo le voy a dar una moneda?No, tampoco yo.No, tampoco a ella.

Pupilas de alquiler Autor: Iván Parra Fernández

Me mudo de sus órbitas profundas, como pozos cenagosos. Desmembrado de las esferas vidriosas, donde quedé preso, mientras caducos besos cárdenos manchaban mi mejilla. Se disuelve su tez nívea tras el cristal, mosaico de rocío matu-tino. El cercanías, ávido armazón de fierro, gusano artificial, huye despavorido hacia la ciudad del Windsor. Allí, me extra-viaré en los rincones claros del Retiro, compartiré mi tiempo con versos de Machado, tardes de café solo. Abraso minutos fugaces, cuan altivos luceros, lapso previo al andén. Enton-ces, mi piel se despojará de los pétalos de rosa marchita, bro-cado de hirientes espinas

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IV Certamen 2010El tren y el viaje

Primer Premio

Otro Autor: Pedro Zabalza López

Volví de aquel viaje siendo otro. No digo distinto, no: otro. Lo noté nada más llegar. Me extrañó que nadie más se diera cuenta. Mi familia, mis amigos me trataban como siempre, y yo pensaba: “Pero, idiotas, ¿no veis que no soy yo?” También ellos me re-sultaban extraños y me fui distanciando. El trabajo se me hacía pesado, y mis antiguas diversiones me aburrían. Un día recibí una postal: “Tienes que volver”. Era mi letra. Cogí las pocas cosas que identifiqué como mías y subí al tren. Conforme pasan los kilómetros, voy reconociendo mi rostro en el cristal.

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Segundo Premio

Pasajero Autor: Antonio José de la Cruz González

En el silencio surgió una voz para preguntar si me molestaría charlar. Contesté que no, que siempre es agradable conversar durante un largo viaje. Dejé mi libro a un lado y le miré.

Lucía dejadez lozana en un rostro curtido por el sol y la aventura. Me empezó a na-rrar una vida azarosa mientras apuraba de manera histriónica un caramelo regalado. En quince minutos me reveló sus sueños. Sin dejarme hablar. Cuando el tren se de-tuvo, se despidió dándome una tarjeta. En ella estaba mi nombre y en el reflejo del paisaje que se alejaba lentamente, mi cara.

Tercer Premio

Pirata Autor: Pepe Bejarano Ocaña

Miró intentando ver el rótulo de la estación que dejamos atrás, su rostro cambió a una pregunta, pero yo seguía viendo poesía en su boca. Entonces saqué de mi cartera el fo-lleto informativo y le expliqué a lápiz dónde apearse, el andén, y la hora de paso para recuperar su rumbo.

Ella estudió el dibujo cómo si fuese el diag-nóstico de un cirujano antes de despedirse apresuradamente, y abandonar el convoy.

El papel quedó olvidado en su asiento ahora vacío, y yo comprendí que aquellos garaba-tos constituían el mapa del tesoro para el pirata que nunca fui.

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Trapecista Autora: María Jesús Martín Rizaldos

Atocha.7:30. Vértigo madrugador. La premura dribla las ma-necillas horarias. Los altoparlantes aúllan indescifrables. ¿Por dónde pululas proteico insecto mutante? Surcas las platafor-mas como centella regateadora de aberrantes meteoritos. Eres fiero Leónidas y en estas Termópilas de hora desquiciada enfrentas tu espartana rabia de precario a frenéticos persas mileuristas. También eres Jonás, bíblico y oceanógrafo, que sin pavor te permites engullir por este cetáceo diario con dirección Chamartín. Pero sobre todo constituyes un quijo-te coetáneo e inverosímil. Loco que, a lomos de apretujado vagón, combates al gigante Euríbor de facinerosa hipoteca

Retrato en sepia con pañuelo y catenaria Autor: José Manuel Dorrego Sáenz

Estaba todo en su sitio: el tren majestuoso, clásico, los via-jeros asomados a las ventanillas, aquellos que llegan tarde arrastrando las maletas, los pañuelos de despedida, al viento, el maquinista ajustándose al gaznate el nudo de la corbata azul y la manecilla del reloj marcando las diez y media. Todo listo, hasta que por fin el tren pitó y el andén arrancó des-pacito, primero con parsimonia y luego cada vez más rápido hasta alejarse por el horizonte y dejar atrás, como en una fotografía de postal, a los pasmados e inmóviles viajeros.

Chico bueno Autor: Fernando Zamora Martín

Siempre tuve el destino señalado. Mis padres me trazaron el camino. Chico bueno. No como tu primo. El Hippy. Chico malo. Estudié, estudié y estudié. Casa, metro, Universidad, metro, casa. Hola mamá ¿está ya la cena?. Mi primer trabajo: funcionario. Casa, coche, atasco, cercanías, oficina, cerca-nías, coche, atasco, casa. Hola mi amor. ¿Está ya la cena?. Chico bueno. Siempre el mismo viaje. De ida y vuelta. Chico bueno. No como mi primo. El Hippy. Ahora vive en el campo. A su aire. Chico malo. Yo... sigo de funcionario. Divino viaje.

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Fronteras Autor: Napoleón Pérez Farindos

Hacía algunas semanas que nos conocíamos, pero aquel era nuestro primer viaje como compañeros de trabajo. Nos diri-gíamos a París, y ya teníamos los Pirineos al alcance de la vista. Elisa me había gustado desde el principio, y yo sospechaba la reciprocidad; ya había pensado hacerlo en otras ocasiones, pero fue con el levísimo traqueteo del vagón cuando decidí inclinarme sobre ella, y la besé. Aquello duró varios minutos, y cuando separamos nuestros labios, de repente ya no había ni ventanilla, ni pasajeros ni amor, sino fenêtre, passageurs y amour. Habíamos cruzado las dos fronteras.

Campaña Autor: Fernando Garrido Baixauli

Engalanado el vagón de cola con motivos electorales, el can-didato se despidió agitando la mano. De entre el averío de chiquillos que seguían al tren en su renuncia, destacaba una mujer, madre del niño que el político sostenía en brazos. El rapto accidental se volvió efectivo cuando el pequeño cambió de manos, pasando al asesor de imagen, y de éste a un vo-luntario que lo acomodó en un moisés de panfletos y carteles. Así, el bebé ferroviario fue adoptado por la campaña, hasta que los resultados se confirmaron y el candidato renunció a la paternidad de sus promesas.

Paradero Autora: Isabel Padilla Cerón

Presos de vuestras coordenadas, del lugar eternizado en la biografía. Insatisfechos por la carga de vuestra adscripción, del origen; nostálgicos de tiempos no vividos.Crecisteis con las ataduras, los miedos del sur temeroso, inacabado, bochornoso. O con las del norte competidor, géli-do, empoderado. Ninguna latitud es precisa, ninguna conju-ga la suma de vuestras aspiraciones.Voláis intermitentemente para situaros en los lugares fron-terizos de la diferencia. Llamados apátridas, ciudadanos del mundo, desclasados, pero compadecen vuestra rebeldía.Las vidas soñadas desde la escalinata dorada del deseo, serán un país lejano. Seréis, siempre, nómadas en la sombra de vuestros cielos inacabados.

Japón

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Autor: Manuel Vélez Fraga

Te vas a Japón y me dejas clavada en España. Te marchas al país del sol naciente, donde los terremotos agitan el suelo a diario. A las islas más densamente pobladas. Te ocultas bajo los emperadores y la tecnología. Te escondes en un vagón de metro a reventar o en una flor de loto. Desapareces en un alfabeto ininteligible; en rostros orientales de ojos rasgados. Vas a Japón, porque aquellos turistas despreciaron hacerse una foto con la Catedral. Prefirieron hacérsela contigo, el bebé más hermoso en estas latitudes. Se marcha tu imagen, escondida en una Nikon última generación.

Viajes Autora: María Luisa García Rivera

Estaba ya mediado el mes de diciembre. Nosotros veíamos los bellísimos paisajes nevados desde el tren, instalados cómodamente. Él, peregrino. Penurias, calamidades y sacrificios. Pero también grandes emociones. Grandeza humana. Y Amistad. Al fin le vimos llegar. Su figura se había alargado. Él no nos veía. Estaba en otro sitio. Flotaba. Si, si, lo he conseguido. Gritaba. Fundidos los cuatro en un abrazo. las lágrimas se mezclaban con la lluvia. Santiago, Compostela, Trascendencia, Reflexión Refulgía. Su viaje fue otro. Interior.

Paisajes Autor: Lamon

Nuestro destino inmediato es un AVE. Juntas, las 12, en una caja. A nuestro lado 10 cajas más. Es-tamos relucientes, todavía vírgenes y olemos bien, a nuevo, a imprenta. Nos colocarán en un carrito, viajaremos mezcladas con La Vanguardia, El País y Marca, pero nosotras -nos llaman Paisa-jes-somos las más hermosas, las más deseadas, porque guar-damos dentro hoteles maravillosos, vacaciones inolvidables. Pronto nos separarán y descorazonada les pregunto en qué desearían ser recicladas, ¡qué variopintas son sus respuestas! celofán, calendario, catecismo, estuche para cava... ¿Y tú? -me preguntan-. Yo, yo quiero volver a ser árbol.

Caminar en sentido contrario

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Autor: Miguel Ángel González González

Plennie Wingo recorrió 12.875 kilómetros caminando de es-paldas. Desde Fort Worth hasta Estambul. Caminó alejándose de todo lo que le rodeaba, dirigiéndose hacia un futuro al que daba la espalda. Al detenerse le preguntaron por su extraño viaje, y él respon-dió que prefería ir contemplando el camino recorrido y no el que le quedaba por recorrer. Haciéndolo conseguía con-centrarse en todos los objetivos que ya había cumplido, ya que le aterrorizaba la idea de pensar en todo lo que aún no había alcanzado. Ya lo dijo Leonard Cohen: El futuro es un asesino.

El vagón de las hipótesis Autora: María Adela Tarnawieck

Como todos los días, analizo mentalmente cada rostro de mis compañeros de tren: «Esa ricachona está aburrida y el marido la odia», «Ese estirado con cara de gerente exitoso, hoy, está liado», «La despampanante rubia de mi izquierda se cree la última Coca-Cola del desierto», «El Adonis ése, seguro es un Don Juan, pero su mujer le pone los cuernos»,«Esa monja es una tragona malgeniada»…Llegamos.Al bajar, el Adonis me dice al oído, socarrón:-Se equivoca: ni Adonis, ni Don Juan, ni estoy casado. Mejor debería leer… ¿Nos tomamos un café?

Condenada Autor: Marco Bravo Herrero

Suave, blanca y ligera, alocada y juguetona, así era yo. Viaja-ba hacia donde el viento quería, me dejaba llevar y disfrutaba del camino hacia ningún lugar.Una vida especial y divertida, hasta que Sir Anthony, dio conmigo. Ese día me capturó. La libertad se acabó, no volveré a viajar.Ahora, vivo condenada a grabar en papel, cada movimiento estratégico de mi cuerpo.Su mano, fuerte y decidida, dirige mi silueta anulando mi voluntad.Dolorida por la humedad del tintero, lloro cada palabra que emana de mi cuerpo.Seré, para siempre jamás, la pluma de un viejo escritor.

Llega la Primavera

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Autor: Juan Carlos Padilla Estrada

Etérea, miríada conexa aunada en incomprensible disciplina, ora parece suspendida, ora se lanza suicida para derrotar en el último metro y cabalgar los aires anunciando el comienzo de la estación.La primavera ya está aquí. La han traído los estorninos, apor-tando eternos días y dorados rayos, entre los que palidecen vergonzosos los últimos vestigios de la escarcha invernal.Vienen y van, atraídos por la luz florecida, como un cálido imán, ante el que las aves claudican con evolutiva terquedad, haciéndose tan necesarios que, si un día los estorninos no la anunciarán, seguramente la primavera no comparecería.

No sabe francés Autor: Manuel Luna Porras

No sabe francés, y le suena a barullo rasgado la conversación de al lado. Retoca una falda compañera desde que la inocen-cia se le escapó por los recodos de su cama, y de eso hace ya más de cincuenta años. Una falda que pesa más por los recuerdos que por la tela, y que lleva a cuestas porque pesa-ría todavía más olvidarla. Necesita marcharse, aunque nadie comprenda. Se fue para siempre quien le diese sentido a su falda. Detrás del tren, dolor, delante, un nuevo horizonte. Y no sabe francés, pero siempre quiso vivir en París.

Desconsolado Autor: Kiko Vallejo

He conocido el amor y el desamor. He disfrutado de las bajas pasiones y he clamado al cielo por las caricias perdidas. Los amigos los cuento con los dedos de una mano. Mi familia me quiere, me siento afortunado por ello. Algún enemigo he cosechado por el camino, lo considero cuestión de principios. Mi equipaje se reduce a alguna foto que contemplar los días que me invada la melancolía. No llevo dinero, nada de lo que necesito puedo comprar con él. Aquí estoy desconsolado en este vagón de tren, alejándome, sin ningún adiós pro-nunciado.

III Certamen 2009El tren y el viaje

Primer Premio

La estación Autor: José María Martínez Delgado

Un súbito traqueteo le sacó de su duerme-vela. Desde la calidez de su asiento no pudo menos que acurrurcarse al ver que estaba nevando, comprobó la gelidez del cristal con la yema de los dedos y fue entonces cuando la vio; envuelta en un abrigo dema-siado grande, con el pelo revoloteando, ate-rida. En ese instante el tren comenzó a mo-verse y, durante un fugaz momento, sintió los ojos de la desconocida. Era una mirada triste, expectante, desvalida. La noche avan-zó al encuentro del tren y él comprendió que jamás olvidaría esos ojos.

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Segundo Premio

Poesía Autor: Alberto Ramos Díaz

Coincidieron en el Cercanías dirección a Al-calá. Él estudiaba Literatura. Ella limpiaba escaleras. Él dijo que por una mirada un mundo. Ella respondió “qué cosas dice us-ted”. Él juró que de ser golondrina colgaría un nido en su balcón. Ella “que vivía en un bajo”. Él añadió que, como Lorca, se la lle-varía al río. Ella “que Lorca era un pueblo de Murcia”. Él habló de los veinte poemas de Neruda, ella dudó si Neruda era una mu-jer o una flor..., Hasta que encendidos, cóm-plices del tren, se bajaron en Torrejón bus-cando un hotelito donde apagar su poesía.

Tercer Premio

Cercanías Autor: Juan Manuel Rodríguez Gayán

Amanece desde el este, otro día más; si lo hiciera por el oeste, muchos no se entera-rían. El perfume del jazmín coquetea con el sudor de tres días; tras un cortejo imposible, huye despavorido. Desagradecidas las car-teras que arropadas por la masa buscan el calor de otros bolsillos. Ojos que roban las noticias de un periódico gratuito. Cuerpos en equilibrio sostenidos por el párrafo que se asoma desde la página siguiente. Algu-nos duermen de pie, caminan sobre los sue-ños. Tras millones de probabilidades, años de espera, dos pares de zapatos hermanos se encuentran, se rozan, se pisan... se ale-jan.

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Siente el camino Autora: Sara Rivera Velasco

Noventa y nueve palabras susurran sueños al oído de los si-lenciosos trenes de la mañana, unidos al sonsonete del sinuo-so sonido del tren.Noventa y nueve palabras traquetean tratando de llegar al trabajo temprano, troceando el tiempo en atolondrados transbordos.Noventa y nueve palabras corren a comer cuando cae la ma-ñana y convidan a la tarde a caminos cansados de vuelta a casa.Noventa y nueve palabras musitan melodiosas músicas má-gicas que merodean el meridiano pasado de otro día, de otro viaje, y meditan mansamente la manera de meterse en la cama.Noventa y nueve.

La Rifa Autora: Concha Barbero de Domplablo

Era la cara y cruz de quien se busca la vida con la mirada di-vergente; uno de sus ojos enfocado a entretener y convencer a los viajeros, y el otro, vigilante a la ruta del revisor.Tendría tres o cuatro años, y me parecía fascinante que una sola persona pudiera acarrear una feria: tiras de caramelos, máquinas de fotos de las que surgía, súbitamente, la cara de un payaso, juegos de naipes en miniatura, muñecas bai-larinas y las papeletas para el sorteo, todo un equipo de su-pervivencia.

Evocación Autor: Helena García Arnau

Até mi cometa en forma de mariposa azul con hilo de bra-mante en la ventanilla del compartimento. Las ruedas del vagón chirriaron al tomar velocidad. Miré hacia la estación. El reloj marcaba las seis. La visión de una niña sentada en un banco del andén, me hizo sonreír. Páginas de otros veranos saltaron ante mis ojos, caravanas de cuentos a golpe de sil-bato, mientras entraban y salían las locomotoras. Me asomé a la ventana para ver el infinito. Los raíles se unían en el

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horizonte. Atrás la cometa volaba sobre la luz metálica de una serpiente de vagones.

Poesía Autor: Santiago Casero González

Un individuo, tras leer sobre un tren accidentado en la selva sin supervivientes, imagina ser una víctima, y, aunque es una impostura, comienza a vivir bajo la melancolía de la extin-ción, e insospechadamente sólo la poesía le consuela, escribe poemas sobre la muerte, intercala loas a su patria, recibe el Nobel, el presidente lo nombra ministro, y un día debe viajar al extranjero, y su tren descarrila en la selva, y en sus últimos instantes comprende dos cosas: no todo el mundo puede fal-sear su vida a través de la poesía, aunque afortunadamente tampoco descarrilan todos los trenes.

Ahondando Autor: Beatríz Hidalgo Herrero

Viajar en tren es adivinar. Esclarecer acertijos a contrarreloj. Averiguación de enigmas en tránsito. En ocasiones, inspec-ciono procedencias. Expresión guineana. Lunfardo porteño.A veces indago incógnitas laborales. Funambulismo recepcio-nista. Dioptrías taquimecas. La melancolía desempleada. Los felices son explícitos. Un contento bailoteo de pies los delata. Incluso algún cronopio espeleólogo he reconocido. Pero cuando conjeturo mis hipótesis de vagón, finjo, disimulo des-pistante. Ocultando mi pesquisa detectivesca. De lo contrario el paracaidista se inventaría uruguayo. O bien el poeta se interpretaría buzo, o el insomne terapeuta de Pilates. Porque es obvio: lo inverosímil es probable al viajar.

Curiosidad Autor: Eduardo Martínez Miranda

Octavio carraspeó otra vez por si el traqueteo del tren no le había dejado oírle. Ella apartó por fin los ojos del libro y le miró con fastidio.Es un buen libro, ¿verdad?-preguntó con un hilo de voz.Sí, es un libro muy bueno. ¿Por qué no me dejas leerlo en paz y le tiras los trastos a otra?- dijo ella, y bajó la cabeza resoplando.Octavio se tapó la boca para ocultar una sonrisa. Aunque una chica no fuese una muestra representativa, era una buena noticia que le hubiese dicho eso. Estaba deseando contárselo a su editor.

Cuento para lluvia sin cuento, balada para oír

llover Autor: Elías Sánchez He vivido el monzón.

Las mañanas grises de Londres, las tardes eternas de Dublín, he acariciado con los ojos los adoquines húmedos de San-tiago al amparo de los balcones del barrio francés de Nueva Orleans, caminando entre paraguas en Montmartre, caminito al Obelisco por Corrientes bajo un aguacero en Katmandú.He vivido el monzón sin conocerlo, empapado en la lluvia hermosa y lejana de los sueños que no cumpliré.A veces llueve y me acuerdo, y a veces no sé qué hacer.

La merienda Autora: Ana Liebana

Mamá trabaja en el centro, así que la abuela y la niña viajan juntas en el tren para merendar con ella. Realizan este viaje dos veces por semana, y la abuela se preocupa a veces pen-sando que, si no fuera por eso, la pequeña olvidaría pronto la cara de su madre. Trabaja tanto...La niña no piensa en esas cosas. Mira por la ventana, saca la lengua a los otros trenes y piensa en la copa grande de helado que comerán a medias mamá y ella. Y hoy le toca ella elegir el sabor. Será de chocolate.

Odiseas cotidianas Autor: Jesús Santofimia Ballesta

Con la promesa de volver, el Cercanías deja a otro andén triste y despechado mientras los habitantes de esta máquina del tiempo de corto alcance nos preparamos para ser paridos próximamente en la gran estación. Guardo el arma blanca de doscientas hojas que desenvaino cada mañana contra el aburrimiento y me uno a la ceremonia del resto de pasajeros que un día más van a luchar al frente, que un día más acuden a la primera línea de batalla, gente corriente que pelea por poder escribir los renglones de su vida, aunque sea con tinta de rutina.

Horóscopo Autora: Yaiza Nuevo Ejeda

Próxima estación, Delicias. Como espero, entra ella. Como siempre, se sienta al lado de la ventana. Como todos los días, abre el periódico. Como de costumbre, empieza por el final.Programación. Pasa página. Cultura. Pasa página. Horósco-

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po. Como ayer y antes de ayer, arrastra su dedo por toda la página y para en Leo: “Hay más gente de la que imaginas esperando una sonrisa tuya. ¿ A qué esperas? Hoy será un día maravilloso”. Levanta la cabeza, y como nunca, sonríe.Próxima estación, Nuevos Ministerios. Mi parada. Estoy de-seando llegar a la redacción y escribir el horóscopo de ma-ñana.

Recuerdo Autora: María José Castillo Vela

Inconscientemente, Laura pasa la mano entre el asiento y la ventana. Encuentra algo. Un trozo de papel bien doblado. Lo abre. “¿Quién habrá dejado eso allí?” Comienza a leer. “…Necesito que mi hija sepa lo mucho que la he querido… Gre-goria Perea”. Laura mira a uno y otro lado, entre los huecos de las cabeceras de los asientos. El pitido de las puertas del tren despierta a la joven. Dos lá-grimas caen por sus mejillas. Abre su cartera y acaricia la foto de una señora. En la tarjeta de seguridad que lleva colgada se lee: “Laura Fernández Perea”.

Epidemia Autor: José Antonio Martínez García

Sucedió en un tren. Un día la joven de la diadema roja su-jetaba el libro entre sus manos. Otro día vi que el mismo libro viajaba con el señor del traje oscuro que tres días antes estaba sentado junto a la ventanilla arañada por gotas de lluvia. Varios días después se sentó a mi lado el chico de gafas que, en ocasiones, sonríe a la joven de la diadema roja. De su mochila extrajo aquel libro. Me asusté. Nadie escapa de esta extraña gripe libresca. Esta mañana se abrió el libro entre mis manos y comenzó a leerme.

Cazuela de viaje con imprevistos Autor: Rocío Díaz Gómez

Calienta los preparativos y dora el viaje a fuego vivo (sin ha-cerlo del todo por dentro). Cuando empiece a tener color, sácalo a tiempo de coger el tren y escurre bien las prisas. Ya sentado, reduce el fuego y deja el viaje reposar, dejándote llevar. Depende del punto de largo que te guste. Para evitar que se pegue vas añadiéndole un chorrito de entusiasmo. Tri-tura los imprevistos hasta hacerlos puré. Agrega buenos com-pañeros de viaje. Una pizca de equipaje. Y sírvelo con rodajas de bellas vistas y salsa de experiencias. Degústalo despacio.

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El viejo y es sabio Autor: Javier Blanco Sariñana

“En el viaje de la vida, amigo Sancho, cada uno de nuestros actos y decisiones, con el tiempo, vuelven de nuevo a noso-tros. Todo es cuestión de saber esperar, y observar. A veces pasa mucho tiempo antes de que esto suceda...”Todo el vagón les observaba en silencio.Sancho, que escuchaba boquiabierto al ingenioso hidalgo, bostezó de forma sonora, sacó una hogaza de pan y chorizo y se partió una porción generosa...Al llegar a Alcalá de Henares pude verlos bajar del tren, aje-nos a algunas miradas burlonas.

Culpable Autor: Sergio Pérez Ortíz

Qué lejos quedan aquellos pasos en el mundo literario cuan-do el papel no era más que la ventana de un tren; la tinta, el vaho que empañaba el cristal y el bolígrafo, la punta de mi dedo.Trazos sin pensar, pero con un trasfondo oculto.Palabras sin sentido que tomaban forma en mi cabeza.Ideas revueltas que sólo yo comprendía.Historias imaginarias que jamás podrían ser copiadas.Mi vida escrita en un vagón de tren, mientras veía el mundo pasar.Una señora me dijo que no hiciese eso.Mi carrera como escritor truncada a los cuatro años

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Primer Premio

Malditonos Autora: Sonia Pérez Fernández

Las 8: da el sol en mi ventanilla derecha del Cercanías, inunda los paisajes industriales y me recuesto, plácidamente siempre, a con-templarlos. Hasta que subes tú, a mi vagón siempre, con tu adolescencia de gorra y chándal. Politonos, sonitonos, ¡malditonos! que atropellan, estridentes, mi sueñecito de tren matutino. Cada mañana, todos los días.

Hoy, felizmente, no apareces. Y hay, “Dis-culpen las molestias”, una avería en el tren. Pero se sabe que un chico distraído se ha caído a las vías. Ahora, inespera-damente, deseo que el molesto soni-do de tu móvil me saque de mi temor.

II Certamen 2008El tren y el viaje

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Segundo Premio

Fobias Autora: Raquel Pérez Arribas

Cuando el tren se detuvo en mitad del túnel y se quedó a oscuras, todo el mundo se rió. Ella no. Él levantó una ceja, resignado. Ella cerró el libro y comenzó a respirar con difi-cultad. Nadie conocía su fobia porque sabía disimularla. Pero él lo supo y se sentó con ella. Ella desconfió. Él le explicó que había pasado por lo mismo. Y con extremada deli-cadeza, fue dibujándole con palabras gran-des espacios. Ella veía a través de las histo-rias de él. Y sin darse cuenta el tren ya había arrancado y él sostenía la mano de ella...

Tercer Premio

Frágil Autor: Ramón Santana González

Al fondo del vagón hay una caja empape-lada con amenazantes rótulos de FRÁGIL. Nadie sospecha que dentro no hay delica-das cristalerías de Bohemia en cálidos nidos de paja, sino diccionarios. Pero todas las precauciones son pocas después del fraca-so en los últimos envíos. En la estación, el encargado abre con curiosidad la valija y encuentra el mismo espectáculo desolador que de costumbre. El traqueteo del tren ha vuelto a desordenar las palabras a su anto-jo: donde debía de haber diccionarios sólo hay novelas de aventuras y algún que otro libro de poemas.

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Sueños Autora: Gloria Hernández Jiménez

Siempre había permanecido encerrado en el pueblo que le vio nacer. De pequeño estuvo aprendiendo las labores del campo, de mayor se tuvo que dedicar a cuidar a sus padres y luego, cuando estos faltaron, resultó ser demasiado tarde pues sus alas habían desaparecido bajo la pintura del tiempo.Sin embargo, cuando aquella mañana cerró el libro, un pro-fundo oleaje de lágrimas bañó las áridas arenas de sus ojos. Por fin había cumplido su sueño y había recorrido otros mun-dos lejos del sudor y de la dura azada.Y aquel maravilloso viaje se lo debía al Capitán Nemo.

Solo un reflejo Autora: Ana Belén Hernando Bibiano

Llamó mi atención un tipo reflejado en el cristal y que dormía plácidamente acunado por el movimiento del Cercanías. No pude evitar volverme bruscamente hacia él cuando posó su cabeza en mi hombro. Fijándome en su diminuto meñique, miré mi mano y sonreí a la vez que escrutaba disimuladamen-te un rostro que se fue haciendo familiar. Reconocí al hombre de la foto en blanco y negro que siempre acompañaba a mi madre. Al llegar a Chamartín, bajé del tren y sin decir nada, me despedí de un padre al que acababa de conocer.

Siempre nos queda el tren Autor: Pedro Luzón Aranda

Interrail, juventud, descubrir, pareja, compartir, Suiza, exactitud, ciudades, monumentos, ríos, sándwiches, alguna cerveza, promesas de retorno. Mano, cintura, labios, suavi-dad, deseo, albergue, separación, frustración. Tren, paisaje, cascadas, música, caballos, Austria, amor, roces, albergue, división, angustia. Trasalpino, trasbordo, oh la la París, mu-seos, luz, lluvia, romanticismo, complicidad, siempre, abrazo, beso, fusión, embriaguez, tensión, locura, albergue, ¡mierda! Tren nocturno, regreso, duermevela, estrechez, dolor, sueños, erotismo, beso, frío, manta, calor, vecinos, furtividad, tacto, calor, humedad, garganta seca, amanecer, cepillo de dientes, pareja, lavabo, apoyo, espalda, movimiento, simbiosis, explo-sión, destino… Madrid.

finalistas El regreso Autor: Cristina G. Herranz

Nunca pensó que volvería, pero la vida a veces te da otra oportunidad… Mientras llegaba, el paisaje le iba devolvien-do a la mente numerosos recuerdos de su infancia: el co-lumpio que su abuelo le hizo en un árbol, las nevadas que aislaban el pueblo en invierno… Desde la ventanilla todo pasaba muy deprisa, en cambio su vida aparecía lentamente en pequeños detalles… Estaba a punto de llegar, pero sabía que nadie le estaba esperando… El regreso a casa sería una sorpresa para todos menos para el abuelo, su muerte era lo único que le había hecho volver.

Cortocircuito Autor: Joseph Sempere Marti

Se acordaba de la paradoja de Zenón, quien «demostró» la imposibilidad de todo avance, sugiriendo que entre los pun-tos A y B mediaría siempre una distancia insalvable, puesto que entre cualquier espacio se extiende un puente telescópi-co que no conduce sino a espacios progresivamente inferiores aunque infinitos, lo pensaba a menudo, sobre todo cuando cogía el AVE para ir al encuentro de su amante, que vivía en otra ciudad, y a quien sentía cada vez más lejana, como si lo suyo no llevara a ninguna parte, por muy veloz que le transportara el AVE de A a B.

Aprendiendo Autora: Rita Silvia Rubis

He pasado las tres cuartas partes de mi vida viajando en tren todas las mañanas. Al principio sólo dormía, pero no pasó mucho tiempo, en que me entretenía mirar el techo, las luces, las manos en lo alto. Siempre me gustó viajar en tren, des-de el principio. El movimiento adormecedor, la temperatura apropiada, la música...Ahora ya voy sentada, puedo ver muchas más cosas, conozco gente, hasta he aprendido el nombre de las estaciones. En realidad he aprendido a hablar, hoy cumplo dieciocho me-ses. Me gusta el viaje, estoy con mamá, después…, oficina…, guardería… Despacio tren… sin prisa…

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Pequeño hurto Autora: María Isabel Moro Trabanco

No pudo quitarle ojo en todo el trayecto. Lo miraba de sosla-yo, ocultando cualquier interés. Atisbaba furtivamente, cobi-jado bajo el sobaco de una adolescente, sorteando el bastón de un viejo, resistiendo como podía. Una señora gorda estuvo a punto de sentarse encima, y un niño pequeño lo lanzó al suelo para patearlo.Un último viajero abandonó lentamente el vagón.Lo agarró por el lomo, acarició la portada, lo apretujó contra el cuerpo, respiró hondo, y aceleró el paso.Fuera de todo peligro, despertaron las palabras.

Canfranc Autor: Alberto Bara Muñoz

Venía observándola desde mi asiento, discretamente, como aconsejan los manuales más elementales. Parecía despreo-cupada, absorta, inmersa por completo en la lectura de una novela inglesa que, junto con su aspecto, la hacían parecer extranjera, británica tal vez, una turista exótica en aquel tren de posguerra… Pero yo lo sabía todo sobre ella.Su belleza, doble por el reflejo tenue de la ventanilla de pri-mera clase, me hizo fantasear por momentos con permitir su huida a Francia. Pero la mirada apremiante de un oficial desde el gélido andén de Canfranc, me devolvió a la realidad. “Es ella”, pronuncié.

Mamá Autora: Beatriz Díaz-Suelto Martín

¿Mamá, con tanto tren, como sabes cuál es el que nos lleva a casa?Es fácil, lo dicen los mapas¿Mamá y este tren, quién lo conduce?El maquinista¿Y tiene volante?No, las curvas, en las vías están ya dibujadas Entonces... ¿Que hace?Arranca, para, da marcha atrás, respeta los semáforos...¿Y quien empuja los trenes?Ellos solos, llevan un motor que los mueve¿Y quien mueve el motor?La electricidad¿Y como es la electricidad?Es...bueno, es como la comida del tren, igual que tú comes el puré de mamá, el tren se bebe la electricidad.

Corre Autora: Marái Maymo Puig

Corre. No llego. Cuanta gente, no me empuje; que calor, como pesa la bolsa. ¿El billete? ¡Ah! En el bolsillo. La escalera, ¡ay! que me resbalo. Ya está ahí, un sprint. Menos mal, casi me pillo la mano en la puerta. Arranca. Al fondo un asiento libre, me desplomo, jadeo, cierro los ojos un segundo, acúna-me, méceme y relájame en tus brazos... ¿Un timbre? Abro los ojos, penumbra, ¿dónde estoy? Ladeo la cabeza a la derecha, ¡las siete! Salto de la cama. Corre. No llego,…

Rojo y verde Autor: Miguel Sánchez Ibáñez

Hoy Castilla es verde. Los campos siempre parduscos lucen este mediodía una alfombra de hierba tan húmeda como efí-mera. El tren corre, mientras mis ojos se cierran lentamente, arrullados por la música y el traqueteo... pero no, Miguel, no te duermas, que Castilla es verde. Abro mucho los ojos, bajo la vista y veo los zapatos de charol rojo de mi vecina. Rojo y verde, qué bonito, como la bandera de Portugal. O como las cerezas con hojas. Mi mente vuela por encima de las vías… Pero hoy Castilla es verde. Y merece la pena mirar por la ven-tana.

El caballero Autora: Natalia Fuertes Romero

Miedo, ansiedad, excitación, un pequeño brillo de esperan-za... Hoy volveré a verla, después de tanto tiempo, de tantas cartas, de mil batallas...El camino ha sido demasiado largo, demasiado complicado y ahora sólo nos separan unas pocas jornadas.Mi caballo y yo estamos cansados, pero los dos queremos lle-gar al final de nuestro camino.Ya soy el soldado de fortuna que esperaba ser para pedir su mano.El destino ha sido benévolo con nosotros y, aunque fallecí en la última batalla, ya no podrán eliminar jamás mi espectro de su lecho.Ya llego mi princesa, ya llego...

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Cambio de agujas Autor: Fernando Marañón Martín

“Atención señores viajeros, el tren que efectuará su entrada en la vía uno lleva un retraso estimado de 99 palabras”. Todos los que teníamos un libro en la mano lo abrimos y em-pezamos a leer. Los demás se miraron el reloj como si fuese demasiado tarde.

¿Y papá? Autor: Rafael Gil de la Haza

¡Papá, a ver quién llega antes al columpio!Pero ya no me des ventaja como antes, que siempre ganaba yo.A la una, a las dos y a las tres.¡Hijo, me has vuelto a ganar!¡No papá, te has dejado!¡Abuelo, a ver quién llega antes al columpio!¡Mamá, a ver quién llega antes al columpio!A la una, a las dos y a las tres.¿Por qué no queréis jugar conmigo, y estáis así?Papá siempre jugaba conmigo y estaba siempre alegre. ¿Abuelo, por qué papá se dejaba ganar?¿Mamá, cuándo va a volver papá?

La sombra del nido Autor: Fernando Gilabert Carrillo

Los árboles más próximos parecía que iban a echar a volar. Los que se veían a lo lejos, sin embargo, permanecían inmu-tables. Las nubes tampoco se movían ni las montañas que azulaban al fondo.En la ventanilla se reflejaba Jaime, un niño de seis años que había perdido su juguete favorito: un guerrero indio monta-do a caballo. De repente lo vio cabalgando al lado del tren, su sombra adaptándose los desniveles del terreno, sorteando árboles, zanjas, ríos, barrancos.Y las lágrimas se evaporaron para dar paso a una enorme sonrisa.

Primer Premio

Si tu supieras Autora: Carmen Iglesias Vázquez

La misma hora, el mismo tren, las mismas caras. Sube. Se sitúa junto a la puerta. Mira como cada mañana los rostros de sus com-pañeros de viaje y sonríe para sí. Él es feliz. Espera en el mismo andén de cada día, se sitúa exactamente en el lugar donde el ter-cer vagón descarga a sus pasajeros. Espera. Bajan. Suben. A ella le gusta ser la última. Él aspira su perfume como cada mañana. No sabe que ella ha dejado pasar dos trenes por verle.

Ella, nerviosa, le mira. No sabe que él ha dejado pasar dos estaciones por respirarla.

I Certamen 2007El tren y el viaje

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Segundo Premio

Las mañanas contigo Autora: Aída Ramos Martínez

Te sientas a mi lado cada mañana. Siempre el mismo tren, el de las 7.43. Y no lo pierdes nunca. Siempre con tacones, elegante, con clase. Tienes la voz más bonita de Madrid. Y la risa. Suena a patio de colegio, a carame-los de menta, a zapatos nuevos. Y hueles a Nenuco y a pasta de dientes de marca. ¿Es posible que te guste? No lo sé. Pero sí sé que te gustan los perros. Y que eres preciosa. Aunque no te haya visto nunca. Lázaro sólo se deja acariciar por chicas guapas...

Tercer Premio

Miedo Autor: Sergio C. Fanjul

Delicias-Méndez Álvaro. Duración del viaje dos minutos treinta. En la ventana fábricas abandonadas, naves industriales, bloques de edificios en ladrillo visto, chimeneas. Rachid, 34, obrero de la construcción, se sienta, cansado después del trabajo. Deja su mochila en el suelo, cerca de su pier-na. Matilde, 41, secretaria, mira asustada la mochila. Ramón, 67, jubilado, mira al-ternativamente a Rachid y a esa mochila. Nuria, 24, estudiante de Económicas, desea llegar cuanto antes a la próxima parada. Llegada a Méndez Álvaro. Rachid coge la mochila, se va a casa, le queda otro trans-bordo. Matilde, Ramón, Nuria, se sienten un poco tontos.

Y cuándo llegará mañana Autora: Paula Vilches

Te persigo, me buscas, te sigo… subo, miras, sonrío… te sientas, me tropiezo, te sonrojas… y permanezco de pie, mientras el tren avanza, yo quieta… y frena y me abalanzo sobre ti… y mi torpeza te conmueve, y tu corazón se mueve con más ritmo… y la máquina nos lleva juntos a un viaje casi infinito… casi… frena nuestra loco-motora… y te levantas, te bajas, te vas… y me quedo, me espero, me estremezco… me dejas tu piel, te llevas mi voz… hasta mañana… amor…

Vendo sonrisas (por un módico precio) Autora: Julia Rivas Castellanos

Atocha. 8:25. Subo al tren de los sueños que me aleja del humo y, como cada día, mi existencia anónima se confunde durante veinticuatro minutos con la de cientos de madrileños de todo el mundo. Aquel cartel llama mi atención. Algunos se acercan y, para mi sorpresa, vuelven a sus asientos esbozando una sonrisa. Intrigada, yo también lo leo:“¿A qué esperas? ¡Vamos! ¡Regálasela a quien tengas al lado! Seguro que te la devuelve. Y si no lo hace, al menos tú ya habrás sonreído”. Cantoblanco. 8:49. Bajo del tren. Y Madrid es menos gris. Y yo, menos anónima.

Faltabas tu Autor: Fer

Hora punta de un día laboral. Vuelta a casa.En el vagón se respira un aire denso, desvitalizado.Algunas caras arrastran su propio poema después de una más o menos dura jornada. El abatimiento hace presa de los presentes.Se abren las puertas y una bocanada de aire frescoapenas renueva el ambiente. Sólo una voz con dulce acento latinoamericano y educado lenguaje, pide permiso para aca-riciarnos con su música...¡Qué bolerazo te marcaste, mi hermano!

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Fuiste un mago de las alturas que revitalizó la atmósfera, avi-vó nuestros corazones y, como tal, fuiste largamente, genero-samente recompensado... ¡Gracias otra vez!

Billete de vuelta Autor: Sergio Haro Gómez

No debería haber tomado aquel tren. Había sacado el billete arrebatado por una idea absurda, por un impulso irreflexivo. Sabía de sobra que hay lugares a los que no es posible volver, fragmentos del pasado definitivamente irrecuperables. No ig-noraba que esta vez nadie lo acompañaría para decirle adiós con la mano, que nadie lo estaría esperando cuando el viaje llegase a su fin. Y, sin embargo, allí estaba. Sintiéndose ridí-culo y a la vez excitado, como cuarenta años atrás.Cuando el tren abandonó el túnel, la bruja le dio un buen escobazo. Entonces, todo cobró sentido.

Extraños pero unidos Autora: Verónica Márquez

Metales, tornillos, tuercas, cristales... todo debidamente en-cajado para convertirse en el carruaje moderno de miles de habitantes que se desplazan a diario a trabajar, ver familiares o amigos, o, simplemente, ahorrarse unos cuantos kilómetros o metros de andadura o de coche.Miles de vidas, distintos problemas o preocupaciones, gran-des o pequeños sustos.Sueño, excitación, desdén...Tantísimos sentimientos juntos, tantísimas vidas unidas por el tren.Extraños unos con otros, pero todos con algo en común, usar el cercanías.

Gota Autor: Carlos Hernández-Echevarría Monge

Llueve esta mañana y cuando el tren arranca, juego a hacer carreras entre mis dos gotas favoritas para ver cuál llega an-tes al borde de la ventana. Pienso que Paula y yo somos como dos gotas de agua que corren desbocadas sobre el cristal, empujadas por el viento. Tal vez podamos unirnos en antes de llegar al final, tal vez no. Sólo ese pensamiento y mi gota favorita ya se ha perdido entre mil gotas de agua.

El tren del Edén Autor: José Ignacio Sáez del Castillo Gutiérrez

Entre tres bereberes, entré en el tren. Gentlemen del bebé: nene, ¿es este el tren del preste?Le espeté: ese es el del mes precedente, ¿eh? Este es el del Edén.¡Que el deferente jefe del tren en el este el tren lleve! El tren se estremece, se mece en el breve treque-treque que embe-llece el verde perenne que se ve desde él, que envejece de vez en vez. Llegué excelentemente.Deje de ser mequetrefe. Preferentemente, deje que el tren le lleve.

Sentir Autor: Enrique Madrigal Fernández

El tren pasa veloz entre la confusa urdimbre de asfalto y me-tal.Carreras, impulsos, cientos de pies quedan un instante en el aire, bajan y suben, no hay tiempo de nada, sólo de montar, de llegar, de alcanzar, de lograr, de acabar.A ellos se les termina el tiempo.Van a disfrutarlo.No creo que afecte el traqueteo a sus lecturas.Aprenden viendo pasar imágenes y recuerdos; déjales que sientan; esos libros les ayudan.No importa el tiempo aunque pare el tren.Se aviva la luz; ellos sienten la alegría, el exceso vital que les dan sus lecturas.

Viaje interior Autora: Nélida Leal Rodríguez

Siempre encuentras cosas en el tren, aunque sólo sean bi-lletes usados, pero, pronto supe que aquel libro no era algo normal: yo salía en la portada, con la misma ropa que llevaba puesta, las deportivas negras, la misma media barba que hoy no había querido rasurar.Ni siquiera sé cómo me atreví a abrirlo, pero lo hice: hablaba de mí, de cómo me había despertado, de la conversación con Marta en la cocina, de que casi llego tarde a la estación.... leí que encontraba el libro y que lo leía, pero ....¿seré capaz de leer más?

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Bucles Autor: Francisco Javier Serrano Sánchez

El tren llegó a la estación de destino pero no se detuvo. Como ya ocurriera en las anteriores ochenta y cuatro veces, los pa-sajeros gritaron e intentaron abrir, sin resultado, las puertas. Una mujer, tras mirar fijamente un depósito de agua, gritó alarmada que estaban dando vueltas en redondo. Los mismo árboles, idéntico río, las montañas del fondo, la granja, el breve lapso del túnel, la estación... Los mismos árboles, idén-tico río... La mujer llevaba razón. El niño, irritado al sentirse descubierto, pegó un manotazo a la locomotora y se marchó a merendar. Todo había terminado.

El maquinista Autor: Carlos Arnal Vivas

Tomás nunca se creyó la historia de las líneas paralelas. Es-taba convencido de que yendo lo suficientemente deprisa podría sorprenderlas juntas, sin darles tiempo a separarse.Por eso se hizo maquinista. El más rápido. Su fama era tal que, al anunciarse el proyecto del tren-cohete, nadie dudó de quien debía conducirlo.El viaje inaugural comenzó superando todas las expectativas. El tren prácticamente volaba. Marchaba tan bien que cuando descarriló nadie pudo encontrar una explicación. Los datos parecían correctos.En el caos que siguió al accidente nadie pareció reparar en las últimas palabras de Tomás gritando:- ¡Lo sabía!, ¡Lo sabía!

El bello invierno del 2008 Autor: Luis J. Martínez García

Invierno de 2008. 6:02 hrs. Las distintas estaciones de la red de cercanías van engullendo hacía los andenes a somnolien-tos viajeros.Ya en el tren, unos se dedican a leer, otros aprovechan y echan una cabezadita y otros, absortos esperan a oír el nom-bre de su estación de destino para bajarse.De repente, por megafonía se anuncia algo…-¡Señores viajeros, presten atención por favor! RENFE les in-forma que todas las guerras del mundo han cesado.Los viajeros que tienen radio confirman la noticia. Miradas, silencio, lágrimas y abrazos en los vagones. Fuera, el cielo nos regala copos de PAZ.

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Indios y vaqueros Autor: Emilio José Isidro Babiano

El niño se escabulló de los brazos de la madre y correteó hasta situarse a la altura del desconocido. Este dormitaba en mitad del vagón cubriendo su rostro con un sombrero oscu-ro. El pequeño, ignorando la reprimenda de la madre, llevó su mano al bolsillo del pantalón y comenzó a desenfundar su imaginaria Winchester del 45. Pero antes incluso de que rozara la empuñadura, el desconocido se había puesto en pie y le apuntaba con su dedo índice en mitad de la frente. “Te habría fulminado”. Y ambos caerían al suelo malheridos por los disparos del ataque de risa.

El chico de la tabla de surf Autora: Naria Elena Santos Ramírez

Cuando el chico que viajaba con la tabla de surf se apeó, todos los que lo seguían a hurtadillas se descararon, pregun-tándose que hacía allí, en el medio de la meseta, con tal compañera de viaje. Yo les reprendí con la mirada, sintién-dome aún más especial. Tenía tu flor marchita en medio de mi diario azul, junto a tu fotografía. Luego lloré en silencio cuando recordé que aquella tabla alguna vez volvería a ver el mar, sentiría sus olas. Yo nunca más te vería ni te sentiría… el otoño me había arrebatado mi vida: la tuya.

El vagón Autora: Marina Segura Ramos

El dolor de la lucidez de saber un destino cierto: los mis-mos raíles, las mismas estaciones, los mismos túneles. Y, sin embargo, sentir –sí sentir - el valor de una existencia que desliza, transporta y empuja a la Humanidad a la fascinante aventura de vivir y explorar cada día, todos los días, caminos desconocidos, aún por desbrozar. Soy sólo un insignificante y servil elemento, pero me enorgu-llezco de mi misión en el mundo. Firmado, un humilde vagón.

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V Aniversario Relatos Breves

El tren y el viaje

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