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Relaciones Civiles-Militares:¿Problema de gobernabilidad?

Resumen de la exposiciónRaúl A. Wiener F.;

Periodista, Economista

Ausencia más que notoria. En un país que acaba de salir de la larga noche de la dictadura y lamilitarización del poder, y que está en la recta final de una segunda vuelta para elegir nuevogobierno, ocurre que en el debate entre los candidatos desaparece toda referencia al tema.Como si los problemas del Perú de los últimos diez años hubiesen sido de más o menos dospuntos del IGV o de universidades en todas las provincias. Dicen que el tema de las FuerzasArmadas no entró porque la agenda ya estaba muy cargada. Aún si fuera así, no resultaría sinouna reiteración de una vieja historia. Siempre la agenda peruana ha sido evasiva cuando seplantea el asunto. No alcanza la agenda, no es el momento, no debería tratarse en público, etc.Durante diez años el factor armado estuvo en el centro del juego político nacional. Por eso,uno cualquiera hubiera esperado algunas definiciones básicas de parte de quienes pretendengobernar el país por los siguientes cinco años. Por ejemplo:

• que el ministerio de defensa, en adelante, deberá ser dirigido por civiles. E igual elministerio del interior. Es decir, que los organismos del gobierno que tienen a sucargo definir la política y supervisar a las instituciones armadas, estén efectivamentecolocados por encima de ellas.

• que quedará establecida la incompatibilidad entre el ejercicio de cargos públicosnombrados por el gobierno y la permanencia en el servicio activo de las fuerzasarmadas.

• que se derogarán las normas secretas de movilización, comandos de emergencia yotras que fueron dictadas al final del gobierno militar de los 70 y que han conducidoal poder civil a abdicar de su autoridad en situaciones críticas para la continuidad delpoder.

• que el rol de la presidencia de la república como jefatura suprema de las FuerzasArmadas no se volverá a confundir con un cargo castrense y de mando de tropa,entendiéndosele simplemente como expresión de la subordinación de la organizaciónmilitar a la autoridad democrática elegida por el pueblo.

• que se llevará hasta el final el juicio a los hechos y responsabilidades del golpe del 5 deabril, la ruptura constitucional, la manipulación y corrupción de las Fuerzas Armadas,durante los 90.

La verdad es que los candidatos le están corriendo a la caliente papa de la cuestión militar.Porque no sólo ha sido en el debate, sino en toda la campaña que el punto desaparece. Y estotiene que ver con discutibles y más bien perversas tradiciones nacionales. Cada vez que hemos

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pasado de dictadura a democracia, de militares a civiles, los nuevos gobernantes han apuntadorápidamente a construir alguna forma de status quo ignorando la historia inmediata.En el momento de la derrota de los militaristas es cuando mejor se ha apreciado la debilidad delos civilistas. Tal vez viendo que es mejor pactar con una Fuerza Armada debilitada para lograrun mando adicto y reducir en lo posible presiones presupuestarias, que intentar una radicalreforma, los peruanos nos hemos convertido en una sociedad capaz de tropezar a cada tantocon la misma piedra. Odría pudo reinar ocho años hasta que tuvo que irse indignamente enmedio de protestas. Pero las fuerzas armadas que acompañaron al dictador quedaron intocadasy pudieron trabajar de lo más bien con el régimen civil pradista.Velasco y Morales Bermúdez encabezaron un gobierno uniformado de doce años, con dospresidentes. El segundo echó al primero cuando comenzaba la crisis. Y a él mismo lo echó elpueblo cuando la crisis se le escapó de las manos. Pero lo que el general no perdió de vistaen ningún momento fue evitar que los civiles que rompían la tutela y regresaban a la políticaactiva se fuesen sobre la institución que se cerró más que nunca. Impuso la no investigación delos hechos 68-80 y la inviolabilidad de la línea de mando institucional. El segundo gobiernode Belaúnde aceptó el trato. Asumió la impunidad como necesaria y permitió a las mismasFuerzas Armadas que lo echaron una madrugada en pijamas de Palacio, coexistir con susiguiente gobierno.En 1992, Fujimori decidió volver a copar militarmente el poder e instaurar una sociedadentre la cúpula uniformada y el mandatario civil, no sujeto a ningún control partidario oinstitucional. En noviembre del 2000 empezamos a salir de ese pantano. ¿Pero que estamoshaciendo para empezar construir un tiempo nuevo?.

Una relación conflictiva

El signo de la república del Perú desde 1821, es el militarismo. Primero fue el ejército ydespués el Estado. Primero el caudillo que llegaba a general a los 30 años, y mucho despuésel civil gobernante respaldado no en las masas sino en los grupos de poder económico. Aquíhubo el partido de los ricos que se denominaba civilista y prometía una democracia de losprivilegios. Y diversos partidos de los pobres, montoneros y provincianos, que servían devehículo para que caudillos militares ambiciosos y civiles militarizados igualmente ambiciososse hicieran del poder y desde allí se hiciesen ricos.La historia oficial del Perú no sólo está salpicada de muchos héroes uniformados inmoladosen el campo de batalla, donde la mayor parte de las veces fuimos los derrotados; sino quese cuenta también como una sucesión de presidentes dentro de los cuales el valor positivoparece estar más del lado de los gobernantes con galones que de los de la levita. Así serecuerda a Castilla el libertador; Balta el constructor; Cáceres el jefe legendario de la Breña;Sánchez Cerro el hombre del coraje que de teniente coronel dominó generales; Odría, tambiénconstructor; Velasco revolucionario y nacionalista; Morales democratizador. En cambio sehace una imagen de corruptos e ineficientes sobre una larga lista de presidentes civiles deorigen electoral. Por todo eso hablar de civiles, militares y país gobernable es internarse en unterreno difícil, cargado de riesgos inesperados.El siglo XX, al representar una gigantesca conmoción sobre las estructuras de poder ysucesivas oleadas de movilización: migración, urbanización, industrialización,democratización; impuso obligatoriamente radicales cambios en la organización de las Fuerzas

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Armadas y en su relación con una realidad en intensa agitación política y social. Puedensubrayarse dos campos decisivos:

• el doctrinario: la descaudillización militar debería haberse traducido en unainstitución de simples profesionales del orden, sin importar el contenido de ese mismoorden, lo que significaba una organización ajena a la actividad de pensar asociada alpoder. Esto no era negado para nada dentro de la lógica de la guerra fría y de losejércitos ideológicos que alineó a los militares latinoamericanos en la persecución deenemigos internacionales del “orden y la libertad”. Sin embargo desde finales de 1950,los militares peruanos empezaron un giro intelectual que los distancia de sus similares.En pleno auge de la teoría del desarrollo, los ideólogos de las Fuerzas Armadasvisualizaron la necesidad de encarar la “seguridad y la defensa” en el contexto de un“Proyecto Nacional”, que teóricamente debían servir para discutirla con los civiles,pero que se convirtió en “proyecto militar”, ideología corporativa, y fundamento de losgolpes de 1962, 1968 y 1992;

• el organizativo: la noción de una Fuerza Armada separada del resto del Estado,no instrumental, capaz de alentar una doctrina propia, pudo ser por mucho tiempola del caudillo con su ejército propio; pero en la modernización esto adquirió unsentido diferente: los uniformados asumen una concepción corporativa de las FuerzasArmadas, que los despersonaliza, pero al mismo tiempo resiste la presióninstrumentalizadora, de organismo especializado que le reclama el poder de turno.Los militares empiezan a entenderse como una organización moderna, cerrada, unacomunidad de intereses, con una mirada al Estado y la sociedad, que responde alas obligaciones de defensa, seguridad y orden con una filosofía y normatividadespecífica.

No hay duda que las Fuerzas Armadas dejaron de identificarse con la persona de sus jefes.Al punto que éstos han podido ser relevados sucesivamente sin mayores trastornos. Y susdecisiones empezaron a reflejar criterios de política consistentes. Por ejemplo en el cambiode proveedores de armamento que incidió en la elección de nuevas tecnologías y tácticas decombate; el nuevo peso otorgado a la guerra aérea dentro de la concepción de guerra rápida ycontundente; la alianza con los campesinos ronderos para enfrentar la subversión, superandoresistencias y desconfianzas. Estos son algunos de los datos que indican solidez estratégicaen el alto mando. No se puede decir que es malo que los militares piensen o que asegurenuna institucionalidad propia. El problema es descubrir de qué manera esta maquinaria detanto poder, se articula al régimen de partidos, renovación periódica del poder y regulacióndemocrática de los conflictos.

La década robada

Hasta ahora no está resuelto el saber cuál fue la exacta relación civiles-militares durante eldecenio fujimorista. Se ha dicho indistintamente que era una dictadura militar con fachadacivil, que era una alianza cívico militar, o que era una manipulación brutal ydesinstitucionalización de las Fuerzas Armadas a cargo de un presidente civil y de su asesorsinvergüenza. ¿Cuál es la verdad?.También se dice que Montesinos corrompió a las Fuerzas Armadas. Y da ganas de preguntasealrededor de esto: ¿y cuán honestas eran las Fuerzas Armadas antes de 1990?, ¿quién

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corrompió a Montesinos?. Suena provocador, es cierto. Pero escuchen ustedes las patéticasconfesiones del general Hermoza Ríos queriendo reducir su culpabilidad y el riesgo de serencauzado por tráfico de drogas señalando que su patrimonio ilegal lo obtuvo en operacionesde logística militar desde los años 80, antes de llegar a la Comandancia General del Ejército.Los procesos sobre malversación en confecciones militares, SIMA y otros son tambiénanteriores a la década fujimorista. ¿Alguien cree que hubo una vez en que las adquisicionesde armamentos estuvieron descargadas de coimas y arreglos bajo la mesa?, ¿o en la que lasasignaciones a zonas cocaleras no suponían cobro de cupos a los narcotraficantes?. Digamosque el manejo reservado del presupuesto militar y el espíritu de cuerpo entre los uniformes hafavorecido la corrupción. Otra cosa, sin embargo, es el volumen y la extensión de la corrupciónen los 90.¿Qué era Montesinos?. ¿Un civil o un militar?. Interesante pregunta para ubicar a la bisagraque funcionó para articular el poder militar con la presidencia civil y forjar la dictaduraperfecta. Montesinos era doctor para darse una ínfula de superioridad intelectual, de hombreconocedor de las leyes y sus trampas, sobre todo las trampas; pero era también el capitánen retiro cuando las circunstancias requerían recordar que él conocía al monstruo por dentro.En verdad era un generalísimo o como decía Augusto Zimmerman un capitán general, comoPinochet (en Chile el rango existe y es la máxima jerarquía castrense).Cada vez que las normas definieron que la designación del comandante general, los ascensos,nombramientos y retiros, eran potestad del jefe supremo de acuerdo a la Constitución, enquién estaba pensando era en él mismo. El presidente emitía resoluciones que su asesor lepreparaba. En ese sentido era bastante pelele. Pero Montesinos no funcionaba sólo. Operabaen petit comité con la cúpula que tenía en el bolsillo porque la había llenado de dinero y lehabía quitado los últimos escrúpulos para robar. Entonces sí había un núcleo militar dictatorial,aunque sus miembros fuesen cambiando con los años. Fujimori era una pantalla, pero tambiénera una pieza de mafia. Sabía muy bien lo que pasaba. Pero entendía que esa situación era lafuente de su poder. Y dejó que siguiera adelante.

El plan verde

Pero el fujimorismo no sólo fue un régimen fuera de la ley para robar y apropiarse del poder.Un sistema entendido así, no duraría demasiado. Más aún lo que los peruanos estuvieronviendo a lo largo de diez años, no se asemeja a lo que después se mostró por vídeo. Esautoritario, pero ha restablecido el orden y terminado con la subversión, se decía. Es duro ensu política económica, pero ha acabado con la hiperinflación. Manipula el poder judicial, peroahora los trámites son más rápidos, los expedientes se resuelven. Hace populismo para ganarvotos, pero ayuda a los pobres. ¿Quién no oyó esto?.Y detrás de la supuesta eficiencia del presidente para tomar decisiones estaba también la ideade que había un proyecto que estaba ejecutándose. En 1988 el general Valdivia, jefe de la zonamilitar de Ayacucho, le contó al periodista Francisco Igartua de la existencia de un plan degobierno en varios tomos elaborado por una comisión militar que había trabajado con civilesespecialistas. Se le llamaba “plan verde” y tenía como objetivos: ganar la guerra antisubversivasuperando todas las vacilaciones y trabas formales de los políticos; recuperar la economía,con el concurso de la inversión extranjera, abriendo los mercados, de modo de poder alcanzaro no seguirse rezagando frente a Chile (rival histórico) y recuperar el ritmo de inversión

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militar frente al Ecuador (adversario inmediato); imponer el orden interno interviniendo lasuniversidades, los sindicatos y organizaciones populares; tutelar directamente las institucionesdemocráticas para quitárselas a los políticos tradicionales.Este es el pensamiento del golpe de 1992, lo que equivale a decir que esa no fue un meroarrebato de domingo sino un plan urdido desde que Fujimori ganó la segunda vuelta y empezóa considerar sus opciones de gobierno. Un plan que se cocinó en las instalaciones del círculomilitar en Lima donde se refugió el electo hasta el día de su juramentación y en el queMontesinos pudo armar la mejor correlación para llevarlo adelante. El gobierno de Fujimorise hizo así para todo efecto la cabeza de un proyecto castrense que debería ser encarnado enel comandante general del ejército, pero terminó en manos de un presidente civil de escasosescrúpulos.

La desinstitucionalización

Indudablemente las acciones y normas orientadas a mantener la situación creada en el largoplazo supusieron un increíble manoseo de los principios que regían el funcionamiento interno.La verticalidad en el mando estaba quebrada desde que Fujimori y Montesinos daban órdenes alos oficiales, y se agravaba con los privilegios del grupo mafioso, donde un coronel, un mayor,un capitán o un suboficial podían tener accesos a información y centros de decisión mucho másimportantes que sus superiores. La disciplina se resentía cuando las leyes y reglamentos quelos militares se metían a la cabeza casi de paporreta, eran alteradas a cada paso para conseguirobjetivos inmediatos. La jerarquización y la carrera militar se diluían cuando los oficiales delgrupo privilegiado saltaban a los más antiguos y copaban los cargos. La despolitización erainconcebible en unas Fuerzas Armadas comprometidas con la reelección.La ley de situación militar de 1992 es agraviante en esta misma lógica. En primer término alestablecer que los comandantes generales son nombrados al gusto del presidente y mantenidosen el cargo mientras considere, convirtiéndolos en sus hombres de confianza. Las decisionesde nombramiento, ascenso y retiro, fueron retiradas del ámbito del parlamento y del espaciomilitar específico. Otra vez el poder político lo decidía todo. El dispositivo para pase aretiro por renovación favorecería la razzia de los resistentes al grupo de poder. ¿Cuántadesmoralización militar causó todo esto?. Es difícil saberlo. Sobre todo porque la enormemayoría se sometió. Y muchos de los sometidos todavía siguen en el servicio activo.

La transición

El gobierno Paniagua está en los linderos de la pos dictadura y de la pre democracia.Problemático pronunciarse sobre el destino de una transición iniciada con grandes esperanzasy semiestancada a mitad de camino. Algo nuevo, sin embargo, está pasando. En el Penal deSan Jorge tenemos a cinco ex comandantes generales procesados por diversos graves delitosy a una pléyade de altos oficiales. Hay varios generales, coroneles y otros mandos fugadospor el mundo. Esto no pasa en cualquier parte del mundo. Como que no pasa que un generaltercero en jerarquía denuncie la existencia de grupos paramilitares en su propia institución(caso Robles). Pero en el Perú ocurre.

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Estamos en una transición dubitativa. No ha querido ponerse firmemente del lado de losoficiales que enfrentaron a la mafia: Humala, Robles, Salinas y otros. Pero ha dejado quecaigan los corruptos más notorios. Queriendo caminar por el justo medio creyó posible apostara un imaginario sector intermedio: Tafur. Y se quemó. Cuando pasó el vídeo que revelabaque todos los comandantes generales de Paniagua había firmado su sujeción a Montesinosy no habían dicho nada a su presidente, el gobierno provisional sufrió su mayor vergüenza.Pero confesándose impotente nombró en la comandancia a otros generales y almirantes queigualmente comieron la fruta prohibida. Una situación desgraciada que se deja de herenciapara el que viene seguidamente.Como en tantas otras cosas, la transición se escuda en el tiempo para no tomar medidasdecisivas respecto a la cuestión militar. Es decir no transita. En diciembre del 2000 unaencuesta de apoyo aprobaba la gestión militar en sólo 29% y la desaprobaba en 51%. Estoreflejaba el enorme debilitamiento del poder militarista. Pero el gobierno no quiso valerse deeste expediente para avanzar dejó las cosas como estaban. El ministro Ledesma no ha actuadopara una limpieza hasta las últimas consecuencias y una reforma en profundidad, sino paratapar los huecos inevitables del derrumbe y pasar la página hasta otra ocasión.Problemas que tenemos con los que empezamos la nueva etapa: transición inconclusa yconciliadora; postulantes al poder evadiendo el bulto militar.

Algunas medidas

A manera de una recapitulación mencionamos algunas cosas sin las cuales hablar de nuevasrelaciones civiles/ militares y gobernabilidad podrían dar motivo a una sonrisa. Para unareforma democrática de las Fuerzas Armadas peruanas y su compromiso con lareinstitucionalización del país, me parece imprescindible:

• otorgar derechos políticos a todos los integrantes de los institutos castrenses, oficialesy tropa: derecho a voto, derecho de opinión, derecho de reunión; con lo que secontribuye a que dejen de ser una casta separada del resto de la sociedad;

• delimitar la profesionalidad militar como una responsabilidad de la defensa nacional,la protección del Estado y la colaboración con el desarrollo, señalando a su vez loscasos en los que no cabe obediencia a órdenes ilegales;

• participación organizada de la población en la defensa, la paz y la preservación de laseguridad ciudadana;

• servicio nacional juvenil de defensa y desarrollo, que reemplace definitivamente elantiguo servicio militar obligatorio, discriminatorio y autoritario;

• remuneración al personal de tropa;• carrera militar para las mujeres;• ninguna discriminación dentro de las instituciones militares por razón de raza,

religión, pensamiento político o filosófico, opción sexual, etc.• Reconversión de la inteligencia estratégica en actividad civil, controlada

democráticamente.• Nuevo derecho de armas para militares y civiles;• presupuesto militar discutido en el parlamento, controlado regularmente.

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Huánuco, 25 de mayo de 2001