Reglamento Lobuno

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Clarissa Pinkola Estés Mujeres que corren con los lobos 368 CAPÍTULO 15 La sombra: El canto hondo Ser una sombra significa tener un toque y un paso tan ligeros que una se pueda mover libremente por el bosque, observando sin ser observada. Una loba es una sombra de cualquier cosa o persona que atraviesa su territorio. Es su manera de recoger información. Es el equivalente de manifestarse, convertirse en algo tan tenue como el humo y volver a manifestarse. Las lobas pueden moverse con mucho sigilo. El ruido que hacen se podría comparar con el de los ángeles tímidos. Primero retroceden y siguen como una sombra a la criatura que ha despertado su curiosidad. Después aparecen de re- pente por delante de la criatura y asoman medio rostro, atisbando con un dorado ojo desde detrás de un árbol. Bruscamente, la loba da media vuelta y, en un bo- rroso revoltijo en el que a duras penas se pueden distinguir su blanco collarín y su peluda cola, se desvanece para retroceder y situarse una vez más a la espalda del forastero. Eso es ser una sombra. La Mujer Salvaje lleva años siguiendo como una sombra a las mujeres de la tierra. De pronto, la vislumbramos fugazmente. De repente, vuelve a ser invisible. Sin embargo, aparece tantas veces en nuestra vida y con formas tan distintas que nosotras nos sentimos rodeadas por sus imágenes y sus anhelos. Viene a noso- tras en los sueños y en los cuentos especialmente en los acontecimientos de nuestra vida personal, pues quiere ver quiénes somos y comprobar si estamos preparadas para reunirnos con ella. Si echamos un vistazo a las sombras que proyectamos, vemos que no son sombras humanas de dos piernas sino unas de- liciosas sombras de un ser libre y salvaje. Estamos destinadas a ser unas residentes permanentes, no unas simples turistas en su territorio, pues procedemos de aquella tierra que es nuestra patria y nuestra herencia. La fuerza salvaje de nuestra psique espiritual nos sigue como una sombra por un motivo. Según un dicho medieval, si bajas por una pendiente y te sigue una fuerza poderosa y, si esta poderosa fuerza logra apoderarse de tu sombra, tú también te convertirás en una fuerza poderosa por derecho propio. La gran fuerza salvaje de nuestra psique quiere apoyar su pata en nuestra sombra para apoderarse de nosotras. En cuanto la Mujer Salvaje nos arrebata la sombra, volvemos a ser dueñas de nuestra persona, nos encontramos en el am- biente que nos corresponde y en el hogar que nos pertenece. La mayoría de las mujeres no teme esta reunión sino que de hecho la des- ea. Si en este preciso instante las mujeres pudieran encontrar la guarida de la Mujer Salvaje, entrarían de cabeza en ella y saltarían alegremente a su regazo. Les basta con que las encaucen en la debida dirección, que es siempre hacia aba- jo, hacia la propia tarea, hacia la vida interior, hacia la galería subterránea que conduce a la guarida. Iniciamos nuestra búsqueda de lo salvaje en nuestra infancia o en la edad adulta porque, en medio de algún denodado esfuerzo, intuimos la cercanía de una presencia salvaje y protectora. Quizá descubrimos sus huellas en la nieve reciente de un sueño. O bien observamos en nuestra psique una rama quebrada aquí o allá, unas piedras removidas, con la húmeda parte inferior boca arriba, y

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Libro sobre el proceso de iniciación en la mujer por C. Pinkola Estés, capítulo 15

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    CAPTULO 15

    La sombra: El canto hondo

    Ser una sombra significa tener un toque y un paso tan ligeros que una se pueda mover libremente por el bosque, observando sin ser observada. Una loba es una sombra de cualquier cosa o persona que atraviesa su territorio. Es su manera de recoger informacin. Es el equivalente de manifestarse, convertirse en algo tan tenue como el humo y volver a manifestarse.

    Las lobas pueden moverse con mucho sigilo. El ruido que hacen se podra comparar con el de los ngeles tmidos. Primero retroceden y siguen como una sombra a la criatura que ha despertado su curiosidad. Despus aparecen de re-pente por delante de la criatura y asoman medio rostro, atisbando con un dorado ojo desde detrs de un rbol. Bruscamente, la loba da media vuelta y, en un bo-rroso revoltijo en el que a duras penas se pueden distinguir su blanco collarn y su peluda cola, se desvanece para retroceder y situarse una vez ms a la espalda del forastero. Eso es ser una sombra.

    La Mujer Salvaje lleva aos siguiendo como una sombra a las mujeres de la tierra. De pronto, la vislumbramos fugazmente. De repente, vuelve a ser invisible. Sin embargo, aparece tantas veces en nuestra vida y con formas tan distintas que nosotras nos sentimos rodeadas por sus imgenes y sus anhelos. Viene a noso-tras en los sueos y en los cuentos especialmente en los acontecimientos de nuestra vida personal, pues quiere ver quines somos y comprobar si estamos preparadas para reunirnos con ella. Si echamos un vistazo a las sombras que proyectamos, vemos que no son sombras humanas de dos piernas sino unas de-liciosas sombras de un ser libre y salvaje.

    Estamos destinadas a ser unas residentes permanentes, no unas simples turistas en su territorio, pues procedemos de aquella tierra que es nuestra patria y nuestra herencia. La fuerza salvaje de nuestra psique espiritual nos sigue como una sombra por un motivo. Segn un dicho medieval, si bajas por una pendiente y te sigue una fuerza poderosa y, si esta poderosa fuerza logra apoderarse de tu sombra, t tambin te convertirs en una fuerza poderosa por derecho propio.

    La gran fuerza salvaje de nuestra psique quiere apoyar su pata en nuestra sombra para apoderarse de nosotras. En cuanto la Mujer Salvaje nos arrebata la sombra, volvemos a ser dueas de nuestra persona, nos encontramos en el am-biente que nos corresponde y en el hogar que nos pertenece.

    La mayora de las mujeres no teme esta reunin sino que de hecho la des-ea. Si en este preciso instante las mujeres pudieran encontrar la guarida de la Mujer Salvaje, entraran de cabeza en ella y saltaran alegremente a su regazo. Les basta con que las encaucen en la debida direccin, que es siempre hacia aba-jo, hacia la propia tarea, hacia la vida interior, hacia la galera subterrnea que conduce a la guarida.

    Iniciamos nuestra bsqueda de lo salvaje en nuestra infancia o en la edad adulta porque, en medio de algn denodado esfuerzo, intuimos la cercana de una presencia salvaje y protectora. Quiz descubrimos sus huellas en la nieve reciente de un sueo. O bien observamos en nuestra psique una rama quebrada aqu o all, unas piedras removidas, con la hmeda parte inferior boca arriba, y

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    comprendimos que algo sagrado haba pasado por nuestro camino. Percibimos en lo ms hondo de nuestra psique el susurro lejano de un aliento conocido, nota-mos unos temblores en el suelo y comprendimos que algo poderoso, alguien im-portante, la salvaje libertad que llevbamos dentro, se haba puesto en marcha.

    No pudimos apartarnos de todo aquello sino que ms bien lo seguimos y, de esta manera, aprendimos a saltar, correr y seguir como una sombra todas las cosas que atravesaban nuestro territorio psquico. Empezamos a seguir como una sombra a la Mujer Salvaje y, a cambio, ella empez a seguirnos amorosamente a nosotras. Aullaba y nosotras tratbamos de contestarle, antes incluso de recordar su lenguaje, antes incluso de saber exactamente con quin estbamos hablando. Y ella nos esperaba y nos animaba. ste es el milagro de la naturaleza salvaje e instintiva. Sin tener pleno conocimiento de lo que ocurra, lo sabamos. Sin verlo, comprendamos la existencia de una prodigiosa y amorosa fuerza ms all de los lmites del simple ego.

    En su infancia, Opal Whitely escribi estas palabras acerca de la reconci-liacin con el poder de lo salvaje:

    Hoy hacia el anochecer me adentr un poco con la nia ciega en el bosque donde todo es sombra y oscuridad. La acompa hacia una sombra que vena a nuestro encuentro. Le acarici las mejillas con sus dedos de terciopelo y ahora a ella tambin le gustan las sombras. Y el miedo que tena se ha ido.

    Las cosas que han perdido las mujeres a lo largo de muchos siglos las pue-

    den volver a recuperar siguiendo las sombras que arrojan. Y ya le puedes poner una vela a la Virgen de Guadalupe, pues los tesoros perdidos y robados siguen arrojando sombras sobre nuestros sueos nocturnos y nuestras ensoaciones diurnas y tambin sobre los antiguos cuentos, la poesa y cualquier momento de inspiracin. Las mujeres de todo el mundo tu madre, la ma, t y yo, tu herma-na, tu amiga, nuestras hijas, todas las tribus de mujeres que todava no conoce-mos soamos con lo que hemos perdido, con lo que surgir del inconciente. Todas soamos lo mismo en todo el mundo. Nunca nos quedamos sin el mapa. Nunca estamos las unas sin las otras. Permanecemos unidas a travs de nues-tros sueos.

    Los sueos son compensatorios, son un espejo del inconciente profundo en el que se refleja lo que se ha perdido y lo que todava se tiene que corregir y equi-librar. Por medio de los sueos el inconciente produce constantemente imgenes que nos ensean. Por consiguiente, como el legendario continente perdido, la tie-rra salvaje de los sueos surge de nuestros cuerpos dormidos envuelta en un va-por que se extiende por todas partes y crea una patria protectora por encima de todas nosotras. ste es el continente de nuestra sabidura. La tierra de nuestro Yo.

    Y eso es lo que soamos: soamos con el arquetipo de la Mujer Salvaje, so-amos con la reunin. Y cada da nacemos y renacemos de este sueo y su ener-

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    ga nos ayuda a crear a lo largo de toda la jornada. Nacemos y renacemos noche tras noche de este mismo sueo salvaje y regresamos a la luz del da agarradas a un spero pelo, con las plantas de los pies ennegrecidas por la hmeda tierra y el cabello oliendo a ocano, o a bosque o a fuego de hoguera.

    Desde esta tierra pasamos a vestirnos con la ropa del da, de la vida coti-diana. Abandonamos aquel lugar salvaje para sentarnos delante del ordenador, de la cazuela, de la ventana, del profesor, del libro, del cliente. Arrojamos el alien-to de lo salvaje sobre nuestra labor empresarial, las creaciones de nuestro nego-cio, nuestras decisiones, nuestro arte, la obra de nuestras manos y de nuestros corazones, nuestra poltica y nuestra espiritualidad, nuestros Planes, nuestra vi-da hogarea, la educacin, la industria, los asuntos exteriores, las libertades, los derechos y los deberes. Lo salvaje femenino no slo se puede sostener en todos los mundos sino que sostiene todos los mundos.

    Reconozcmoslo. Nosotras las mujeres estamos construyendo una madre patria; cada una con su propia parcela de terreno arrancada de los sueos noc-turnos o de un da de trabajo. Y extendemos poco a poco esta parcela en crculos cada vez ms amplios. Algn da ser una tierra ininterrumpida, una tierra resu-citada procedente del pas de los muertos. El Mundo de la Madre, el mundo ma-terno psquico, coexistir con todos los dems mundos en condiciones de igual-dad. Y lo estamos creando con nuestras vidas, nuestros gritos, nuestras risas y nuestros huesos. Es un mundo que merece la pena crear y en el que merece la pena vivir, un mundo en el que predomina una honrada y salvaje sensatez.

    La palabra "recuperacin" puede inducir a pensar en bulldozers y carpinte-ros o bien en la reforma de una vieja estructura, pues ste es el moderno signifi-cado del trmino. Pero tambin puede significar recobrar algo que se ha perdido, como cuando antiguamente se "llamaba al halcn que alguien haba dejado volar libremente". Es decir, hacer que algo salvaje regrese cuando lo llamamos. En este sentido, es una palabra excelente para nosotras. Utilizamos la voz de nuestra vi-da, nuestra mente y nuestra alma para recuperar la intuicin y la imaginacin; para recuperar a la Mujer Salvaje. Y ella acude a nuestra llamada.

    Las mujeres no pueden sustraerse a esta obligacin. Si tiene que haber un cambio, debemos protagonizarlo nosotras. Llevamos dentro a La Que Sabe. Si tiene que haber un cambio interior, debe llevarlo a cabo cada mujer individual-mente. Si ha de haber un cambio mundial, nosotras las mujeres tenemos nuestra propia manera de contribuir a hacerlo realidad. La Mujer Salvaje nos apunta en voz baja las palabras y los mtodos y nosotras la seguimos. Se ha pasado mucho tiempo corriendo, detenindose y esperando para ver si le dbamos alcance. Tie-ne algo, muchas cosas que ensearnos.

    Por consiguiente, si ests a punto de soltarte y de correr un riesgo y te atreves a comportarte en contra de las normas establecidas, excava los huesos que se encuentren a la mayor profundidad posible y haz que fructifiquen los as-pectos salvajes y naturales de las mujeres, la vida, los hombres, los nios, la tie-rra. Utiliza el amor y los mejores instintos para saber cundo tienes que gruir, golpear, atacar y matar, cundo tienes que retirarte y cundo tienes que aullar hasta el amanecer. Para vivir lo ms cerca posible de lo salvaje numinoso, una mujer tiene que agitar un poco ms la cabeza, desbordarse un poco ms, tener ms olfato, ms vida creativa, ms capacidad de "ensuciarse", tener ms compa-a femenina, vivir una existencia ms natural, tener ms fuego y espritu, saber cocinar mejor las palabras y las ideas. Tiene que reconocer mejor a sus herma-nas, sembrar ms, hacer acopio de races, ser ms amable con los hombres,

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    hacer ms revolucin de vecindario, crear ms poesa, pintar ms fbulas y hechos, ahondar ms en lo femenino salvaje. Tiene que crear ms crculos de costura terroristas y aullar ms. Y, sobre todo, tiene que practicar en mayor me-dida el canto hondo.

    Tiene que quitarse el pellejo, transitar por los antiguos senderos y afirmar su sabidura instintiva. Todas podemos afirmar nuestra pertenencia al antiguo clan de la cicatriz, exhibir con orgullo las heridas de guerra de nuestra poca, es-cribir nuestros secretos en las paredes, negarnos a sentir vergenza, encabezar la marcha de la liberacin. No malgastemos nuestra energa en la clera. Dejemos, por el contrario, que sta aumente nuestro poder. Y, por encima de todo, seamos astutas y utilicemos nuestro ingenio femenino.

    No olvidemos que lo mejor no se puede ni se debe ocultar. La meditacin, la educacin, todos los anlisis de los sueos, todos los conocimientos de este mundo de Dios no sirven de nada si la persona se los guarda slo para s misma o para unos pocos elegidos. Por consiguiente, salgamos de dondequiera que es-temos escondidas. Dejemos profundas huellas, pues podemos hacerlo. Procure-mos ser la vieja de la mecedora que acuna la idea hasta rejuvenecerla. Seamos como la valerosa y paciente mujer de "El oso de la luna creciente" que aprende a ver a travs de la ilusin. No perdamos el tiempo encendiendo cerillas y fantasas como la pequea vendedora de fsforos.

    Esperemos hasta que logremos encontrar a los nuestros, tal como hizo el Patito Feo. Purifiquemos el ro creativo para que La Llorona pueda encontrar lo que es suyo. Como la doncella manca, dejemos que nuestro resistente corazn nos gue a travs del bosque. Como La Loba, recojamos los huesos de los objetos de valor perdidos y cantemos para devolverles la vida. Perdonemos todo lo que podamos, olvidemos un poco y creemos mucho. Lo que hoy hagamos influir en las estirpes matrilineales del futuro. Es probable que las hijas de nuestras hijas de nuestras hijas nos recuerden y, sobre todo, sigan nuestras huellas.

    Muchos son los medios y las maneras de vivir con la naturaleza instintiva, y est claro que las respuestas a nuestras preguntas ms profundas cambiarn a medida que nosotras cambiemos y cambie el mundo. Por consiguiente, no se puede decir: "Hagamos esto y aquello en este orden concreto y todo ir bien." Sin embargo, a lo largo de toda mi vida, he tenido ocasin de conocer a los lobos y he tratado de comprender cmo es posible que, por regla general, vivan con tanta armona entre s. Por consiguiente, para ms tranquilidad, te sugerira que empe-zaras por cualquier punto de la siguiente lista. A las mujeres que todava siguen luchando, les podra ser muy til empezar por el nmero diez.

    REGLAMENTO GENERAL LOBUNO PARA LA VIDA

    1. Comer. 2. Descansar. 3. Vagabundear en los perodos intermedios. 4. Ser fiel. 5. Amar a los hijos. 6. Meditar a la luz de la luna. 7. Aguzar el odo. 8. Cuidar de los huesos. 9. Hacer el amor. lo. Aullar a menudo.