Reflexión crítica ambiente logrado sala de clases
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Facultad de Educación
Pedagogía Básica con Especialización
Reflexión crítica en relación al ambiente
logrado en la sala de clases
Reflexión crítica en relación al ambiente logrado en la sala de clases
La escuela es una institución muy valorada por la sociedad, lo cual se debe
a la gran labor que allí se realiza. Para las personas que más importa esta
institución es a los niños y niñas, ya que es allí donde se les enseña muchas
cosas de las que desconocen y quisieran aprender. Para que ocurra esto, es
necesario que estos pequeños se sientan valorados y respetados, siendo el o la
docente, el principal encargado/a de propiciar un clima que comprende la equidad,
confianza, libertad y respeto hacia ellos, como así también entre ellos, pues como
señala Artavia (2005), este aspecto le permitirá al docente “tener mayor contacto
con las y los estudiantes para lograr relaciones impregnadas de mayor afecto,
seguridad y comprensión hacia ellos y ellas. Estos sentimientos van a motivar que
en el salón de clase, reine un ambiente que además de ser apto para el
aprendizaje, sea para sí mismo y las y los educandos, un lugar de sana
convivencia” (p:2), es decir, los y las estudiantes deben sentir deseos de acudir
diariamente a la escuela, puesto que allí se sienten valorados y respetados tal
como son. Esta situación se evidencia en el nivel de participación que tienen en
cada una de las actividades escolares, las cuales nacen del intercambio frecuente
de conocimiento y experiencias previas que enriquecen el aprendizaje
desarrollado en el aula, clima que el o la docente debe ser capaz de generar en
cada una de sus intervenciones.
Bajo esta perspectiva, es posible señalar que nuestra mayor preocupación
siempre fue la integración y valoración de cada uno de nuestros estudiantes, por lo
que las actividades realizadas durante el semestre y especialmente en la
ejecución de nuestro Proyectos de Aula, Aprendiendo con los Animales,
contempló la participación de cada uno de los estudiantes, en primera instancia,
en la creación de su animal favorito, luego, en la creación de un cuento, y
posteriormente en las presentaciones orales. Estas actividades, permitieron que
los estudiantes valoren y respeten la toma de decisiones, potenciar las habilidades
y reconocer la diversidad de ellas, por lo que posibilita que sea un trabajo más
interesante y enriquecedor, entendiendo que todo lo realizado es para el logro de
un objetivo de aprendizaje. Asimismo, no se realizan preferencias ni
discriminaciones, pues cada uno de nuestros estudiantes, son igualmente
valorados y considerados, ya que se reconoce sus características particulares las
cuales los hace ser únicos ante los demás. Según Artavia (2005), “cuando el
docente y su grupo de estudiantes participan cotidianamente en los mismos
procesos educativos, comparten sentimientos y experiencias de su entorno. Estos
aspectos resultan medulares en el desarrollo integral de cada persona y lo
preparan para desarrollarse socialmente” (p: 2), el respeto y valoración que se
realiza hacia los educando cuando son pequeños, sienta las bases para su
posterior desarrollo de su personalidad, la cual puede ser más segura, o todo lo
contrario, viéndose reflejado en cada uno de los logros y manera de
desenvolverse en la sociedad, pues es en este lugar, y especialmente el o la
docente, la persona más influyente y modelo de ellos y ellas.
Cabe señalar que para el logro de este objetivo, es el tacto generado por el
o la docente en las interrelaciones con sus estudiantes, pues quien realiza esto,
posee la habilidad de saber interpretar los pensamientos, las interpretaciones, los
sentimientos y los deseos interiores a través de claves indirectas como son los
gestos, el comportamiento, la expresión y el lenguaje corporal lo que claramente
jamás se puede conocer si se es un ente lejano y poco asequible. Es por esto que
mediante esta acción el o la docente da cuenta que se encuentra comprometido
con su labor, puesto que no sólo se limita a trabajar contenido disciplinario, sino
que comprende el formar personas integrales que no son sólo muy sabias, sino
que también presentan un espíritu de superación con un alto autoestima, ya que
siempre fueron valorados y respetados.
Por otro lado, es importante señalar que si bien es cierto, muchas de las
actitudes y hábitos que tienen los niños y niñas tiene directa relación con las
enseñanzas que han recibido por parte de sus padres en sus hogares, el
comportamiento que éstos tienen en la sala de clases, se deben principalmente al
la manera que tiene el docente de relacionarse con ellos, lo cual se ve claramente
reflejado en las normas de convivencia que éste establezca en la sala de clases,
puesto que si las determina y establece de forma consistente y consensuada, los
estudiantes tendrán una actitud acorde a lo establecido, mientras que si no las
sabe aplicar de forma eficaz, gran parte del transcurso de la clase se verá
interrumpida por los típicos llamados de atención. Ante esta situación Howard
(citado por Yelon y Weinstein, 1988), señala que “... la buena disciplina es
importante porque ningún grupo de gente puede trabajar en conjunto,
exitosamente, sin establecer normas o reglas de conducta, respeto mutuo y un
sistema conveniente de valores que oriente a cada persona del grupo a desarrollar
autocontrol y autodirección” (p. 390), lo que permite que existe un clima agradable
y grato para la convivencia, posibilitando además, un trabajo efectivo,
considerando que ante la ausencia de dichas normas de convivencia, el o la
docente se ve obligado a gritar, pues los estudiantes no reconocen otra forma de
llamado de atención. Es importante señalar que el poco dominio de curso con
relación a las normas de convivencia, es un aspecto muy importante y
trascendental para el o la docente, ya que el no poseer esta capacidad provoca un
bajo rendimiento académico tanto para los estudiantes como para el profesor, ya
que estos últimos al no verse capaces de manejar un curso sienten cierto grado de
frustración, no pudiendo ejercer su profesión como quisieran, ya que se ven
atormentados por aspectos los cuales afecta considerablemente en el proceso
enseñanza aprendizaje, siendo que este aspecto debiese ser el principal objetivo
de su profesión.
Ante esta situación, cabe señalar que este aspecto fue uno de nuestras
mayores debilidades en el aula, pues los estudiantes eran muy inquietos y
mostraban poco interés por alguna de las actividades realizadas, además,
mostraban poco respeto hacia sus compañeros, ya que cuando a uno de ellos le
correspondía realizar su presentación, los demás no prestaban atención y se
ponían a conversar o realizar cualquier otra cosa. Frente a esto, puedo decir que
para poder mantener el orden en la sala de clases, acudí a las típicas amenazas y
gritos, pues debido a mi bajo tono de voz es muy difícil ser escuchada por los
estudiantes, los cuales se encontraban conversando. Ante esta situación Cohen y
Manion (1977), plantean que la disciplina consiste en el control del alumno por
medio de la mezcla equilibrada de poder personal que emana naturalmente del
individuo y de las destrezas específicas, y de la autoridad que se deriva del status
del maestro y de las normas vigentes en el colegio y en la clase, lo cual es lo que
más me cuesta como docentes en formación, ya que por mi corta edad, los
estudiantes no se comportan como se espera que lo hagan, lo cual me hace sentir
una cierta inseguridad a la hora de realizar las prácticas pedagógicas.
Asimismo, hay que destacar que gran parte de la indisciplina existente en
las salas de clases de nuestra sociedad, se debe principalmente a la poca
coherencia que presenta el docente entre su discurso y su práctica, pues muchas
veces dice algo, y luego de un momento, realiza todo lo contrario, generando de
esta manera, incertidumbre y aburrimiento por parte de los y las estudiantes,
traduciéndose a un comportamiento poco aceptable por parte del docente. Frente
a esto, Ginott (1989), propone que un medio para prevenir el mal comportamiento
es utilizar siempre una comunicación congruente y razonable dirigida a la situación
y, bajo ninguna circunstancia, atacar la autoestima del alumno, ya que una
comunicación congruente entre estudiantes y docentes pueden estar referidos a
expresar los sentimientos de manera respetuosa y transparente, no generándose
de esta manera malos entendidos que pudiesen obstaculizar la buena relación
entre ambos