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Suma Psicológica ISSN: 0121-4381 [email protected] Fundación Universitaria Konrad Lorenz Colombia Santamaría Santigosa, Andrés ¿ES POSIBLE EL DIÁLOGO ENTRE LA MENTE Y LA CULTURA? HACIA UNA PSICOLOGÍA CULTURAL DE LA MENTE Suma Psicológica, vol. 11, núm. 2, septiembre-octubre, 2004, pp. 247-266 Fundación Universitaria Konrad Lorenz Bogotá, Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=134233585007 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Suma Psicológica

ISSN: 0121-4381

[email protected]

Fundación Universitaria Konrad Lorenz

Colombia

Santamaría Santigosa, Andrés

¿ES POSIBLE EL DIÁLOGO ENTRE LA MENTE Y LA CULTURA? HACIA UNA PSICOLOGÍA

CULTURAL DE LA MENTE

Suma Psicológica, vol. 11, núm. 2, septiembre-octubre, 2004, pp. 247-266

Fundación Universitaria Konrad Lorenz

Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=134233585007

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Suma Psicológica, Vol. 11, No 2, 247-266, septiembre 2004, Bogotá (Col.)

Suma Psicológica, Vol. 11, No 2Septiembre de 2004, 247-266,ISSN 0121-4381

¿ES POSIBLE EL DIÁLOGO ENTRELA MENTE Y LA CULTURA?

HACIA UNA PSICOLOGÍACULTURAL DE LA MENTE

Andrés Santamaría Santigosa1

Laboratorio de Actividad HumanaDpto. Psicología Experimental

Universidad de Sevilla, España

ABSTRACT

Psychology is concerned with the study of the relationship between mindand culture from its very beginning as a scientific discipline. However, asmany scholars have claimed, this field shows a high degree of fragmentation,since it has lost the necessary cohesion to warrant the unity and coherenceof the subject. That fragmentation has led to the development of differentperspectives which are not very willing to maintain any dialogue with theothers and remains encapsulated in their own rethorics and isolated fromthe rest of the voices in psychology. According to the author, however, thissituation should be overcome. The study of mind is a field in whichreductionism is not the best way to develop a good explanation of the subject.For that reason, the aim of this paper is to explore the possibility of anapproach between cognitive science and a cultural perspective on mind.

Keywords: mind, culture, cultural psychology, meaning, information,representation

RESUMEN

El estudio de las relaciones entre mente y cultura ha interesado a la psico-logía desde sus inicios como disciplina científica. No obstante, como se havenido constatando, este estudio está ahora fragmentado como nunca antes.

1 Correspondencia: Camilo José Cela s/n 41018 Sevilla-España. Teléfono: 34-5-4557743. Fax: 34-5-4551784. E-mail: [email protected]

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PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

Según parece, el �espíritu deltiempo� intelectual de las últi-mas décadas del siglo XX se

define por el abandono por parte de lasociedad occidental de lo que signifi-caron sus rasgos más definitorios: elracionalismo, la idea de progreso ymodernidad, la creencia en la cienciay la técnica. Así, a la concepción obje-tiva de estos valores se opuso elrelativismo; al universalismo, losparticularismos culturales. No obstan-te, en esta ya antigua polémica en tor-no al relativismo y universalismocultural, no es difícil encontrar tam-bién posiciones fuertemente contra-rias a una visión relativista que hanestado centradas en la búsqueda deuna verdad absoluta y universal, enla realidad de las cosas.

Sin embargo, a mi juicio, esta opo-sición al relativismo se ha venido ba-sando en un error lógico muy serio: elde pensar que al negar la existenciade una verdad absoluta y universal elrelativista se compromete a aceptar

la noción de que todos los puntos devista son igualmente válidos(Munevar, 1998). Ello no es necesaria-mente una consecuencia lógica de talasunción. La negación de la existen-cia de una verdad absoluta no implicanecesariamente que todos los puntosde vista sean válidos. Únicamenteimplica que varios puntos de vistapueden ser igualmente válidos. Comoseñala Geertz (1986a/1996a, 1986b/1996b), el relativismo cultural no tie-ne por qué concluir en un relativismoextremo, en un escepticismo radicalrespecto a la posibilidad de juzgar,desde otro contexto cultural, lorelativizado. La imposibilidad de cono-cer la verdad absoluta no necesaria-mente conduce, como recuerdaGeertz, al nihilismo moral, sino a laaceptación de compromisos con unarealidad que no es transparente, unarealidad plural y no unívoca. A mi jui-cio, la diversidad y el conflicto son cons-titutivos a las sociedades humanas.

De esta manera, el error lógico alque aludía más arriba ha viciado unagran cantidad de disputas filosóficas

De algún modo, ha perdido la cohesión necesaria para asegurar su objeto deestudio y su consistencia. Esta fragmentación ha derivado en especialida-des cada vez menos dialogantes, encerradas en su propia retórica y aisla-das del resto de voces de la psicología. No obstante, a juicio del autor, no esésta la mejor situación. Nos encontramos en un campo, el estudio de lamente, en el que los reduccionismos no son los mejores candidatos a pro-porcionarnos la explicación más adecuada. Es por ello, por lo que mi propó-sito en este artículo no es otro que explorar la posibilidad de un acercamientoentre las ciencias cognitivas y una aproximación a la mente que hunde susraíces en la cultura.

Palabras clave: cultura, mente, significado, representación, psicologíacultural, ciencia cognitiva

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a lo largo de la historia del pensamien-to, especialmente aquellas que tienenque ver con la ciencia, la sociedad, ocon la cultura. Disputas centradas enaspectos tales como la existencia o node verdades o normas universales enla cultura; si éstas, de existir, se en-cuentran en una sola cultura (por su-puesto la occidental) o en todas; ladistinción entre ciencia y cultura, conla suposición añadida de que la cien-cia busca la verdad, la realidad, y noasí la cultura.

Desde estas consideraciones, laverdad que busca la ciencia es abso-luta y universal. No ocurre así con lacultura. Cosas distintas, a veces opues-tas, son aceptables en diferentes so-ciedades, en diferentes culturas. Y comocosas opuestas no pueden ser todasciertas. En cuestiones de cultura, portanto, lo aceptable no coincide con loverdadero. De tal modo que el univer-salismo reinaría en la ciencia mientrasque el relativismo, en la cultura. A pe-sar de todo ello, existen varias formasde oponerse a esta �fácil� distinción en-tre ciencia y cultura. La más sencilla,tratar a la ciencia como parte de la cul-tura, como una práctica cultural más.

En cierto modo, nuestra culturaestá atrapada entre dos roles intelec-tuales: los humanistas ignorantes ylos sabios incultos. Los primeros en-grosan las filas de los humanistas quenada saben sobre ciencia, mientrasque los segundos se alinean con loscientíficos sin sensibilidad histórica. Esel problema de las �dos culturas�. Noobstante, habría que superar este de-bate y reconocer la posibilidad de co-

municación entre estas dos maneras,tradicionalmente enfrentadas, defragmentar el saber. La ciencia escada vez más cultura pública. Sólobasta con echar un vistazo a los titu-lares y noticias de la mayor parte dela prensa.

Lo que sí parece empezar a quedarcada vez más claro es que muchas denuestras creencias sociales, de nues-tros pensamientos y de nuestras ma-neras de resolver problemas, dependendel simple, pero crucial hecho, de quehemos sido socializados en una ciertacultura y no en otra. De todos modos,desgraciadamente, todo esto no puedeevitar la idea generalizada de que losproductos de la cultura no valen tantocomo los de la ciencia. Viven una suer-te de inferioridad epistemológica. Locual no tendría mucho sentido si seconsiderase, como se hace en este tra-bajo, a la ciencia como una prácticacultural más.

Ahora bien, dirían algunos, si comoafirma el relativismo cultural todos lospuntos de vista son igualmente váli-dos, el punto de vista universalista estambién válido. Y por otra parte, eluniversalismo implica que elrelativismo es falso. Por consiguiente,podríamos concluir que el relativismoes incoherente. De algún modo nosvemos acosados por las paradojas delrelativismo. Pero, como se apuntó másarriba, el relativismo no nos dice quetodos los puntos de vista son igualmen-te válidos. Sólo nos dice que puedehaber varios puntos de vista igual-mente válidos. Por consiguiente, la�verdad� cultural que ofrece el

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relativismo no se excluye, aunque porsupuesto es una verdad relativa. Estono quiere decir que no sea verdad(como la de la ciencia), puesto que éstaúltima es también relativa.

Se trataría de asumir una especiede universalidad situada, es decir,concreta, diferente e histórica, peroque no pretende asumir en sí las otrasparticularidades, diferencias cultura-les e historias (Scannone, 1998). Deeste modo, cada cultura abarca la to-talidad de lo humano, pero desde unaperspectiva que nunca es total y, porello, necesita de las otras. De todo ellohablaré más adelante, y lo haré en re-lación a la cognición humana.

Así, y a pesar de que en la actuali-dad exista un proceso de difuminaciónde los contrastes culturales, productode la disminución del interés por lasdiferencias en ese viaje hacia laglobalización, tal y como señala Geertz(1986a/1996a), en las últimas déca-das el estudio de lo diferencial está enauge, especialmente en el campo de lasciencias sociales.

DESARROLLO DEL TEMA.RELATIVISMO VERSUSUNIVERSALISMO EN PSICOLOGÍA:UN VIEJO PROBLEMA

En el campo de la psicología, en con-creto, se podría afirmar que desde fi-nales de los años setenta ha cesado,en cierto modo, la posición hegemónicadetentada por el estudio de los apa-rentes invariantes de la mente con losque se suponía que contábamos losseres humanos como miembros de unamisma especie (Lonner, 1980).

Así, han ido ganado terreno aproxi-maciones que sitúan como centro dedebate psicológico el análisis de los as-pectos diferenciales del funcionamien-to mental, y de las causas quegeneran tales diferencias. Se han es-tudiado aspectos muy diversos, comopor ejemplo los diferentes modos quepueden adoptar los procesos psicológi-cos, que se reflejan en una variedadde formas de percibir, memorizar, re-cordar, categorizar, resolver proble-mas, etc.; las diferentes formas decomportamiento entre individuos antedeterminados eventos; las actitudes ovalores que distintos sujetos ponen enjuego ante situaciones más o menosparecidas, etc.

Asociado a este interés por la di-versidad psicológica, y por extensiónpor la diversidad cultural, como unade las posibles causas que explican laprimera, nos encontramos con la pro-blemática sobre la universalidad o node los procesos cognitivos, de la cog-nición humana. Tradicionalmente estacuestión se ha venido resolviendo deforma salomónica. Se ha desarrolladoasí una división tajante entre los as-pectos universales, de significaciónfilogenética, y los aspectos más tran-sitorios y cambiantes, producto de laevolución histórico-cultural del serhumano. Esta división supuso el de-sarrollo de un debate sobre el papel delo individual y lo cultural en el desa-rrollo psicológico, generalmente plan-teado a partir de binomios opuestos(interno-externo, individuo-cultura).

En este debate, unos argumentana favor de factores del propio indivi-

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duo como ser autónomo y aislado delcontexto social y cultural en el que sedesarrolla: las estructuras intelectua-les de las �formas necesarias de razón�de Kant, los �universales culturales�de Levi-Strauss y las �estructuras dela gramática profunda� de Chomsky,son ejemplos representativos de estaargumentación (Geertz, 1986a/1996a;Toulmin, 1972/1977). Otros ponen elénfasis en los aspectos históricos, cul-turales y sociales de la vida en común.Entienden que son las relaciones so-ciales y culturales en las que partici-pamos como miembros de una culturadeterminada, las responsables del de-sarrollo individual. Pero lo realmenterelevante en este ya �viejo� debate esrecordar que optar por una u otra pers-pectiva (o alguna más) va a afectarnecesariamente a la propia concepciónde ser humano y de la naturaleza desus funciones mentales.

Es a partir del siglo XVII cuando lapsicología pasa a estar definitivamen-te dominada por una de estas perspec-tivas. En concreto, por un ciertoindividualismo emergente que consi-dera al individuo autónomo como fuen-te de conocimiento. Incluso lapsicología actual bebe de las ideas depsicólogos y filósofos sobre cómo el in-dividuo no necesita del marco social ycultural para desarrollar las activida-des fundamentales de su existencia,como aprender o pensar (Richardson,1988/1991). Cada persona elabora supropia representación de la realidad,así como sus conocimientos y actitudes.

No obstante, si la sociedad y lasrelaciones sociales entre los individuos

existen es de suponer que tendrán al-gún papel. Incluso desde enfoquesindividualistas esta idea cobra senti-do. Otra cosa muy distinta es la formade articular tales relaciones y la im-portancia que les es concedida por lasdiferentes corrientes psicológicas (Cu-bero y Santamaría, 1992). Así, paraalgunos, lo social es únicamente elmedio en el que los individuos viven yse desarrollan. Por ejemplo, las teoríasracionalistas otorgan un carácter in-nato a todo el comportamiento del in-dividuo, e incluso consideran que laconducta social debe ser analizada através del prisma de lo biológico. Espor ello por lo que estas teorías se cen-tran, sobre todo, en el estudio de losuniversales y en la búsqueda de lasrestricciones genéticas en la conduc-ta social que modelan las propias re-laciones sociales. Obviamente, éstasería la postura más extrema.

Podríamos encontrar relacionesentre estas posiciones y algunas teo-rías dentro de la psicología cognitiva,que a pesar de que reconocen la im-portancia del marco sociocultural enel que se desenvuelve un individuo, nopasan a analizarlo. Más bien, estánpreocupadas por el estudio del indivi-duo en sí, al margen de sus relacionessociales. Consideran que lo contrariosuperaría los límites de la psicologíacomo ciencia, siendo objetivo de otrasdisciplinas como la sociología, la an-tropología o la historia.

Frente a ellas podríamos encon-trar perspectivas en las que el papeldel individuo el queda totalmentedesdibujado y controlado por la mara-

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ña de relaciones sociales. Lo social ylo cultural serían el modelo que todosujeto copia pasivamente. Se trataríade posiciones claramente ambien-talistas que analizan el desarrollo hu-mano como producto de la vida ensociedad, al margen de la influenciaque pueda ejercer, como parte impor-tante en el desarrollo personal, lo bio-lógico o el propio individuo. Aspectos,los de carácter biológico, que para al-gunos se constituyen en la base apartir de la que brotan los grandes as-pectos del fenómeno cultural, y quepermiten superar la idea errónea, a sujuicio, acerca de la cultura como unarealidad hermética, carente de raíces,incomunicada con la biología y surgi-da de modo casi mágico �gracias alsimbolismo� en el mundo humano. Estetipo de perspectivas no consideran losusos y apropiaciones particulares quepuede hacer un sujeto concreto. Con-viene señalar que es ésta una posturabastante minoritaria en psicología máspropia de modelos antropológicos.

El problema está servido. Al diso-ciar lo cultural, lo psicológico y lo bio-lógico y, sobre todo, al situarlos enplanos científicos separados, autóno-mos y completos en sí mismos, el acer-camiento resulta muy difícil. En estesentido, Geertz adopta una posiciónsintética caracterizada por centrarseen las particularidades culturales yconsiderarlas como variables -junto alos factores biológicos, sociológicos ypsicológicos- dentro del sistema uni-tario de análisis que supone una de-terminada cultura. Estos factoresconstituirían así un conjunto de posi-

bilidades a disposición del proyectocultural humano. Es imposible derivarlo cultural directamente de lo biológicoo natural, en la medida en que la prácti-ca se despliega en un mundo ya simbo-lizado, diría Geertz, de modo que laexperiencia es construida como unarealidad humana que atiende a un códi-go de distinciones propio de la cultura.

Pero podríamos hablar de una ter-cera aproximación para la que la rela-ción entre individuo y sociedad seplantea en términos dialécticos, y quepermite superar, al menos así lo cree-mos, los dos tipos de reduccionismo alos que nos conducen las otras dosperspectivas mencionadas. Estamoshablando de marcos conceptualescomo los desarrollados por L. S.Vygotski o J. Bruner. Tanto uno comootro consideran de suma importanciael determinismo socio-histórico delpsiquismo humano.

Bruner destaca que son los reque-rimientos de nuestro estilo de vida ensociedad los que explican y dan senti-do a nuestro funcionamiento cognitivo.Esto es así hasta el punto de que in-cluso estos requerimientos van a in-fluir en nuestro funcionamientocerebral. Recientes investigacioneshan mostrado cómo adquirir y desa-rrollar una determinada habilidad du-rante la infancia puede llegar adeterminar en parte la organizaciónfuncional del cerebro adulto. Así, prác-ticas culturales como la escolarizaciónpueden llegar a modificar esta orga-nización cerebral. En la actualidadexiste cada vez un mayor acuerdo encuanto a que nacemos con un cere-

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bro programado en las conexionesprincipales, pero el desarrollo y per-feccionamiento de los circuitosneuronales va a tener lugar despuésdel nacimiento, siendo este un proce-so que se lleva a cabo a lo largo demuchos años2.

Comienza a haber un mayoracuerdo en relación a que este proce-so va a depender en gran medida de laexperiencia y de las prácticas cultu-rales, ��las sociedades humanascambian por evolución cultural, y nocomo resultado de alteraciones bioló-gicas (�) las distintas actitudes y losdistintos estilos de pensamiento en-tre los grupos humanos son por lo ge-neral productos no genéticos de laevolución cultural (Jay Gould, 1996/1997, pp. 319-320). Así, la necesidadde intercalar nuestras acciones en elcurso de las acciones de otros, el te-ner que elaborar una cierta represen-tación de las intenciones de los otros,desarrollar un lenguaje rico y especia-lizado, todo ello, modula nuestra pro-pia cognición (Bruner, 1964, 1990/1991, 1997/1997, etc.).

Del mismo modo que Bruner, elenfoque desarrollado durante la déca-da de los treinta en la extinta UniónSoviética, y la influencia de la filoso-fía marxista sobre el mismo, ha he-cho que esta perspectiva considere desuma importancia el problema deldetermi-nismo socio-histórico delpsiquismo humano (Luria, 1974/1980; Vygotski, 1930/1981a, 1934/1986, 1960/1981b, etc).

A partir de esta manera de hacerpsicología, los psicólogos podemos ha-

cer una lectura no individualista dela mente humana, incorporando a lapsicología los factores histórico-cultu-rales que gravitan sobre el desarrollopsicológico. No se trata de reducir alindividuo a un mero ente social. Esprecisamente este tipo de enfoques,creemos, uno de los que otorga al in-dividuo un mayor margen de acción,al considerarlo activo en este procesoy capaz de reflejar su propia idiosin-crasia (Cubero y Santamaría, 1992).Así, los principios explicativos de losprocesos sociales no pueden reducir-se a los principios explicativos de losprocesos psicológicos, ni al contrario.La ruptura de ambos tipos dereduccionismos (psicológico y socioló-gico) ha sido precisamente uno de losobjetivos fundamentales para este en-foque (Luria, 1974/1980; Vygotski,1991, 1993; Wertsch, 1985a/1988,1985b, 1991/1993, 1995/1997, 1998/1999; Wertsch, Minick y Arns, 1984;Wertsch y Sammarco, 1985). Comoacertadamente señala Cole (1999):

�vivimos un periodo en el que las or-

todoxias ya no conservan su poder y

abundan nuevas posibilidades. Una de

2 Incluso los últimos resultados publicados acer-ca del genoma humano así parecen mostrar-lo. Estos resultados han forzado a los biólogosa sentarse y repasar sus nociones sobre la evo-lución. Como sabemos, en comparación conlos demás simios, el ser humano se caracteri-za por un desarrollo embrionario más lento,por una infancia más prolongada, por un me-nor grado de maduración en el momento denacer. Estas diferencias cuantitativas dotanal ser humano de más tiempo para el creci-miento de su cerebro, y de una fase demaruración y aprendizaje mucho más prolon-gada. Quizá ahí esté la clave.

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ellas es la de retroceder a las prime-

ras décadas de la psicología y empren-

der la marcha por el camino no

transitado, aquel a lo largo del cual la

cultura se coloca en el mismo nivel

que la biología y la sociedad moldean-

do la naturaleza humana individual

(Cole, 1999, p. 101).

Este será el marco teórico y con-ceptual que guiará el desarrollo de lavisión de Psicología Cultural defendi-da en el presente artículo. Un mar-co que enfatiza la importancia de lohistórico-cultural en la constituciónde la mente humana, y que preten-de no caer en ninguno de losreduccionismos a los que se ha ve-nido haciendo alusión.

LA PSICOLOGÍA CULTURAL YEL ENCUENTRO ENTRE MENTEY CULTURA

En torno al estudio de esta relaciónmente-cultura, a lo largo de la histo-ria de la psicología ha existido, y aúnexiste, una contradicción que interesadestacar. Por una parte, se reconoceque una de las características defini-torias de los seres humanos es su ca-pacidad y necesidad de vivir encontextos culturales. Por otra, sin em-bargo, es habitual por parte de grancantidad de psicólogos académicosasignar un papel secundario a la cul-tura en la construcción de la vida men-tal. Cómo entender tal suerte decontradicción; la cultura es importanteen la constitución de lo mental, noobstante se le asigna un papel se-cundario. Dicho de otro modo ¿por qué

resulta tan difícil incluir la culturadentro de las agendas de algunos psi-cólogos y de algunas psicologías? Y,quizá más importante, si creemos quela cultura es consustancial al pensa-miento y a la acción humana, ¿quédeberíamos hacer para que fuera acep-tada científicamente? ¿Puede desarro-llarse una Psicología científica querecoja la intervención de los factoresculturales en la mente?

Por supuesto, estas cuestiones noson en modo alguno originales. Tal vezlas respuestas sí puedan llegar a serlo.En las últimas décadas, han sido mu-chos y variados los intentos por pre-sentar argumentos a favor de unapsicología que incluyera la cultura. Seha defendido la idea de que mientrasno se evalúe la posible variabilidadcultural de los procesos psicológicosestudiados, resultará imposible deter-minar si éstos son universales o espe-cíficos a circunstancias culturalesparticulares. Precisamente, este cen-tro de interés constituye el núcleo dedebate principal de un modo de hacerpsicología que en la actualidad ha to-mado forma en la denominada Psico-logía Cultural.

La Psicología Cultural se ha desa-rrollado principalmente como una res-puesta alternativa a los proyectos depsicología que no incluían, como ele-mentos claves de sus agendas, a lacultura y a su relación dialéctica conel individuo: como por ejemplo el pro-yecto de la Psicología Cognitiva. Pero,al mismo tiempo, supone un análisiscrítico de aquellos enfoques que, aúnenfatizando el papel de las fuerzas

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histórico-culturales, no adoptan unaperspectiva dialéctica.

La Psicología Cultural se ha cons-tituido, entre otros factores, a partirde las criticas al modo en el que al-gunos enfoques intentaron superarlas deficiencias de la PsicologíaCognitiva, pero desde esta mismaperspectiva. Greenfield (1997), seña-la que quizá el error de estos enfo-ques fue mantener los términos dedicha relación. Estamos hablando dela Psicología Transcultural. Desdeeste enfoque, los procesos cognitivosson considerados capacidadesglobales, homogéneas, más o menospermanentes y universales, que per-miten ser analizadas como variablesdependientes.

El interés de la Psicología Cultu-ral, más que en las funciones menta-les universales, se centra en losaspectos diferenciales de las mismas.Aún reconociendo la naturaleza bio-lógica y cultural del ser humano, laPsicología Cultural persigue, primor-dialmente, resaltar el papel de la cul-tura en el desarrollo psicológico. Lacultura es aquí considerada como unacaracterística específica del ser huma-no. Así, la Psicología Cultural adoptauna posición intermedia en cuanto ala relación entre mente y cultura. Asu-me que estos términos son dos carasde la misma moneda, ya que ambasestán en la génesis y son producto dela otra (Boesch, 1996; Bruner, 1997/1997; Cole, 1996; Eckensberger, 1990;Shweder, 1991). La cultura es un fe-nómeno indiferenciable de la propiamente (Overton, 1997).

De este modo, la Psicología Cultu-ral no será entendida como un campoespecífico de investigación o una ramaconcreta de la psicología, sino como unmodo de hacer psicología (Boesch,1991, 1996; Cole, 1996/1999), comouna manera determinada de abordarlos fenómenos y problemas en los queestán interesados los psicólogos. LaPsicología Cultural representa, así, unrenovado interés por el análisis de larelación mente-cultura.

PSICOLOGÍA COGNITIVA YPSICOLOGÍA CULTURAL:DOS CAMINOS EN EL ESTUDIODE LA MENTE

La psicología, la ciencia de la mente,como William James la denominó haceya casi un siglo, se halla en una en-crucijada. Se dice de ella que es unaciencia multiparadigmática. Unaciencia de la mente sobre la que otrasmuchas y variadas disciplinas tienencosas que decir. Sólo hay que echarun vistazo a las publicaciones que hanvenido apareciendo en las últimas dé-cadas acerca de la relación entre lamente y la cultura para constatar quela psicología ha llegado a fragmentar-se como nunca antes. De alguna ma-nera ha comenzando a perder lacohesión necesaria para asegurar suobjeto de estudio y su coherencia. Estafragmentación ha derivado en especia-lidades cada vez menos �dialogantes�entre sí, encerradas en su propia retó-rica y aisladas del resto de �voces� dela psicología. Especialidades con iden-tidad propia, con su propio aparatoteórico y metodológico y, quizá lo más

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importante, con resultados alguno delos cuales son difícilmente compartidos.

Pero, como señala Bruner (1990/1991), esta fragmentación no es nega-tiva por sí, ni supone que los grandestemas e interrogantes de la psicologíano estén aún vivos. De lo que se tratamás bien es de establecer un fuertediálogo entre científicos que trabajanen tradiciones diferentes, que utilizandiferentes metodologías y que partende supuestos diferentes; diálogo quepermitirá centrar los problemas de ladisciplina y ofrecer las soluciones másadecuadas. Nos hallamos en un cam-po, el estudio de la mente, en el quelos reduccionismos no son los mejorescandidatos a proporcionarnos la expli-cación más adecuada.

El conocimiento de la mente sigueteniendo todavía hoy en día áreassombreadas y estamos lejos, por tan-to, de acabar con todos los problemascientíficos que plantea dicho conoci-miento. Pero la historia de la ciencianos permite ser optimistas respectoal futuro, siempre y cuando comiencea verse claro que las diferentes pers-pectivas y aproximaciones al proble-ma tienen (o al menos pueden tener)un carácter complementario, que nosobliga a �mirar� hacia otras discipli-nas y áreas que pueden ayudarnos enesta empresa.

Una de estas especialidades a laque nos referimos, quizá de las másimportantes, la constituyó la llama-da Revolución Cognitiva de los añossesenta surgida como respuesta alpositivismo lógico y al conductismode aquella época. En su concepción

clásica, la ciencia cognitiva consi-dera la cognición humana como algoúnicamente interno y pertenecien-te a una cabeza individual. Comoseñala Gardner (1985/1988), en suobra The Mind´s New Science, en losúltimos años se ha desarrollado unesfuerzo teórico y empírico por darrespuesta a viejas cuestionesepistemológicas, especialmente re-feridas a la naturaleza del conoci-miento, sus componentes, susfuentes, su desarrollo, la naturalezade la mente, etc.

El objetivo de esta revolución fuerecuperar y reinstaurar el concepto demente en la psicología. Concepto quehabía vivido una especie de letargodebido a la influencia de los progra-mas conductistas dominantes poraquel entonces. Como señala Bruner(1990/1991), los objetivos del proyec-to inicial de dicha revolución se cen-traron en instaurar el significado comoobjeto de estudio de la psicología e in-cluir a la cultura en el esquema gene-ral de interpretación de la naturalezapsicológica del individuo. No se tra-taba únicamente de ir contra elconductismo para transformarlo aña-diéndole un poco de mentalismo. Setrataba más bien de sustituirlo, de��centrarse en las actividades simbó-licas empleadas por los seres huma-nos para construir y dar sentido nosólo al mundo, sino también a ellosmismos� (Bruner, 1990, p. 20). Y lo quees tan importante, la revolucióncognitiva, tal y como se concibió en susorígenes, pretendió que la psicologíauniera sus fuerzas a disciplinas como

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la lingüística, la filosofía, la historia,la antropología, etc.

No obstante, en opinión de Bruner,este intento por �revolucionar� la psi-cología se traicionó a sí mismo. Casimedio siglo después de que se iniciaratal revolución, hemos de decir que elresultado ha sido muy distinto al quese esperaba. La cosa cambió pronto.El énfasis en el significado se trans-formó en énfasis en la información, laimportancia de la construcción de sig-nificados en el desarrollo de la mentese tradujo en un interés por ésta úni-camente como entidad que procesainformación. Todo ello sobre la basede la adopción de la computacióncomo metáfora dominante y de lacomputabilidad como criterio impres-cindible para el desarrollo de un buenmodelo teórico. Es por ello que auto-res como Bruner (1990/1991), Harré(1993) y Shweder (1984, 1990), entreotros, comienzan a considerar la ne-cesidad de ir más allá de esa primerarevolución cognitiva y hablan de unasegunda revolución. Para ellos centrarel interés en la mente como entidadque procesa información ha distancia-do a la psicología de la comprensiónde los problemas realmente importan-tes del ser humano, entre los que des-tacan la comprensión de la mente comocreadora de significados y como pro-ducto no sólo biológico, sino tambiény, sobre todo, cultural.

Pero hay que recordar que estascuestiones no han sido exclusivas deesa revolución cognitiva que tuvo lu-gar en los años cincuenta. Similaresinquietudes se vienen planteando des-

de prácticamente los inicios de la psi-cología como ciencia (Cole, 1996/1999;Bruner, 1990/1991). Cuestiones que,al igual que en la tradición de la cien-cia cognitiva, tienen que ver con lanaturaleza de la mente y sus proce-sos. No obstante, desde una pers-pectiva que, coincidiendo con losplanteamientos iniciales de aquellarevolución traicionada y especialmen-te de esta �segunda revolución� plan-teada por Bruner, enfatizan la génesisde la mente por la historia y la cultu-ra. Y resaltan la construcción de sig-nificados y de la realidad comoconsustancial a lo mental. El propioWundt (padre de la psicología experi-mental, también denominada su pri-mera psicología), en sus últimos años,llegó a reconocer hasta qué punto elestilo de laboratorio podría ser restric-tivo y, al proponer su �Psicología Cul-tural� (Völkerpsychologie) �o segundapsicología� (Cole, 1996/1999), enfatizóla necesidad de un enfoque histórico einterpretativo para entender los pro-ductos culturales del ser humano y alser humano mismo.

A pesar de esta coincidencia encuanto a los intereses de ambas pers-pectivas �la cognitiva tradicional porun lado, y la más histórico-cultural porotro-, no deja de ser cierto que las ex-tensiones y desarrollos, tanto concep-tuales como empíricos, de estas dosvisiones han sido tan dispares que losautores que han trabajado en una deellas raramente han sido conscientes,o han estado interesados por el traba-jo de la otra. E incluso, en la mayorparte de las ocasiones, desconocen

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mutuamente la terminología y voca-bulario de la otra. Así, del mismomodo que ningún científico cognitivoha buscado en el último número delJournal of Russian and EastEuropean Psychology (antiguo SovietPsychology), tampoco ningúnvygotskiano ha estudiado detenida-mente el último volumen deConnection Science. En el trabajo deFlanagan, The Science of Mind (1991),no hay una sola referencia aVygotski. Pero el hecho presenta unadoble dirección. El excelente trabajode Wertsch, Vygotski y la formación so-

cial de la mente (1985a/1988), no con-tiene una sola mención a Fodor y ala psicología computacional.

El propósito de este artículo es pre-cisamente explorar la posibilidad de unacercamiento entre las cienciascognitivas y una aproximación a lamente que hunde sus raíces en lacultura. Entre una aproximacióncognitiva al estudio de la mente y otra(tal vez debiéramos decir �otras�) queconsidera que el estudio psicológico dela cognición humana se encuentranecesariamente ligado al estudio de lasrelaciones que ésta mantiene con lacultura. Aproximación que, en los úl-timos veinte años, ha comenzado agenerar un núcleo de estudios que seha agrupado en torno a lo que se hadenominado Psicología Cultural(Bruner, 1990/1991, 1997; Cole, 1995,1996/1999, 1997; Shore, 1996a y b,1998; Shweder, 1990, 1993; Sperber,1996; etc.).

Es en este sentido en el que en losúltimos años se está produciendo una

reacción �que no es realmente nue-va� en contra del estrechamiento quesufre la psicología en sí misma. Encontra de la existencia de esas parce-las de investigación tan alejadas entresí que constituyen compartimentosestancos sin posibilidad de contacto.En la psicología ha comenzado a de-sarrollarse una inquietud por la bús-queda de nuevos medios para sureformulación. Se están volviendo aplantear las grandes cuestiones psico-lógicas. Cuestiones que tienen que vercon la naturaleza de la mente y susprocesos, la formación de la mente porla historia y la cultura, la construc-ción de significados y de la realidad,etc. La mayor parte de ellas están dealguna manera presentes en las agen-das de estudiosos de diferentes disci-plinas interesados por abrir un diálogofluido entre las ciencias de la mente yla cultura (Bruner, 1997; Cole, 1996/1999; Frawley, 1997/1999; etc.).

Estamos volviendo al núcleo de lapsicología, al estudio de la mente. Perotodo ello, al menos así lo creemos, des-de una psicología que ha de ir más alláde los objetivos de una ciencia positi-vista centrados en la explicación cau-sal. Una psicología que se ocupeesencialmente del significado y de lacultura (Bruner, 1990/1991; Shweder,1990) y que no reduzca la mente a unabase material existente en la cabezadel individuo o a cómputos de repre-sentaciones. Una psicología que desa-rrolle una visión de la mente y de lacognición humana como actividad dis-tribuida entre individuos (Lave, 1988/1991; Salomon, 1993; Pea, 1993;

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Nickerson, 1993). Así como una con-sideración del conocimiento social yculturalmente construido (Bruner,1990/1991; Cole, 1996/1999). Y, almismo tiempo, una idea de que la in-formación no es tanto procesada comoconstruida entre individuos gracias alempleo de instrumentos y artefactosprovistos por la cultura (Cole, 1990,1996/1999, 1997; Cole y Engeström,1993).

DISCUSIÓN. UN INTENTO PORACERCAR MENTE Y CULTURA:HACIA UNA PSICOLOGÍACULTURAL DE LA MENTE

A lo largo de las páginas anteriores hevenido proponiendo la posibilidad delevantar un puente entre la mente enla ciencia y la mente en la cultura y,en la medida de lo posible, articularun diálogo entre la tradición de la Cien-cia Cognitiva y la denominada Psico-logía Cultural en el estudio yconsideración de la cognición huma-na; un diálogo que permita desarro-llar una comprensión situada de lamente en términos de una actividadque siempre tiene lugar dentro de unared de asunciones culturales.

Pero hay que decir que este inte-rés por acercar una y otra tradiciónno es algo nuevo. Actualmente qui-zá la propuesta más interesante ydesarrollada sea la de WilliamFrawley acerca de lo que él llama�sociocomputacionalismo� (Frawley,1997/1999)3. Al mismo tiempo, auto-res como Bruner (1997) y Michael Cole(1997/1999), han comenzado a desa-rrollar intereses similares.

De este modo, la cognición en ge-neral y la cognición humana en parti-cular, por ser un fenómeno complejo,necesita de aproximaciones especia-les, diferentes y complementarias(Martínez, 1997). En este trabajo, nosconfesamos amantes y defensores dela heterodoxia y la diversidad. Una vi-sión completa de la cognición debe te-ner presente todos los tipos de análisis:biológico, neurológico, matemático ycibernético, lógico y epistemológico,psicológico, antropológico y lingüístico.

Pero, eso sí, no se trata de cons-truir una teoría unificada acerca de larelación entre la mente y la cultura.Se trata más bien, con la ayuda deprestigiosos especialistas de la mentey de la cultura, de abrir un diálogoentre la ciencia cognitiva y la �reciénnacida� Psicología Cultural. Y que nospermita desentrañar si es o no po-sible una psicología cultural en elámbito de la psicología básica(Santamaría, 2000a). Y todo ello por-que creemos que el análisis de lamente humana es tan complejo, al sera la vez objeto y sujeto de su propioestudio, que no puede limitarse a lasformas de pensamiento desarrolladasa partir de la física o la lógica formalque de alguna manera se encuentranen la base de las concepciones de la

3 En su trabajo titulado Vygotski y la CienciaCognitiva (1997/1999), Frawley afirma la ne-cesaria compatibilidad de visiones que entien-den la mente como un mecanismo formal y lasque la entienden como una construcción so-cial. Para ello, enfatiza el papel del lenguajecomo instrumento que permite reconciliar lapersona y el mecanismo.

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mente herederas del modeloinformático de las ciencias cognitivasen su forma clásica.

En los últimos quince o veinte añosse han producido cambios fundamen-tales que han venido moldeando nues-tras concepciones sobre la naturalezade la mente humana. La mayor partede estos cambios surge de dos concep-ciones fuertemente (al menos en uninicio) divergentes sobre cómo funcio-na y qué es la mente humana. La pri-mera de ellas es la hipótesis de que lamente puede concebirse como un me-canismo computacional, idea que noes nueva pero que, de algún modo, hasido desarrollada en las más recientesaproximaciones de las cienciascomputacionales. La otra es la pro-puesta de que la mente se constituyepor la cultura y a la vez se materializaen ésta. Ya nos hemos referido re-petidas veces a cómo estas dos pers-pectivas llevaron a concepcionesmuy diferentes sobre la propia natu-raleza de la mente, y sobre cómo de-bería estudiarse.

Al igual que la perspectivacomputacional, una visión cultural ehistórica de la mente busca integrarconsideraciones de la psicología, laantropología, la lingüística, la filoso-fía, para reformular un modelo de men-te. Pero las dos lo hacen de maneradiferente y para propósitos distintos.El computacionalismo está interesadoen las formas en que la información seorganiza y se usa. En este sentido, noreconoce fronteras disciplinarias, nisiquiera la frontera entre el funciona-miento humano y el no humano. La

perspectiva cultural, por su parte, seconcentra en cómo los seres huma-nos crean y transforman los signifi-cados. No obstante, en este artículoqueremos disipar el fantasma de una�necesaria� contradicción, y un �ne-cesario� enfrentamiento entre una yotra visión, tal y como han planteadoautores como Bruner (1990/1001,1997/1997, Cole (1996/1999) yFrawley (1997/1999), para alguno delos cuales esta aparente contradicción��se basa en un malentendido quelleva a una sobre-dramatización vul-gar e innecesaria� (Bruner, 1997/1997, p. 22).

Sin embargo, no estaríamos segu-ros de llegar al extremo de hablar demalentendido y de sobredramatización.Ya que, obviamente, no hay que olvidarque ambas aproximaciones (lacomputacional y la cultural) son muydiferentes conceptual y metodológi-camente, e incluso ideológicamente.Con todo ello no pretendemos negar quepuedan existir muy buenas razones paraseparar a dos visiones de la mente en-frentadas en ciertos problemas. En todocaso, nuestro propósito es explorar la po-sibilidad de un acercamiento entre lasciencias cognitivas y una aproximacióna la mente que hunde sus raíces en lacultura.

Para cubrir este objetivo, me cen-traré en un análisis, necesariamentemuy breve, de una serie de problemasque, a mi juicio, son básicos tanto parauna concepción computacional de lamente como para una cultural e his-tórica (más detalle en Santamaría,2000a). Me refiero a los siguientes:

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a) el problema de los niveles de aná-lisis en el estudio de la mente.

b) el debate mente-cuerpo.

c) la cuestión de la naturaleza de larepresentación y el conocimiento.

d) el problema del significado.

Todos ellos problemas que puedenayudarnos a dar respuestas (al menosa intentarlo) a cuestiones claves talescomo ¿constituye la mente una cons-trucción social y cultural en la que elsignificado es parte esencial?, ¿se tra-ta de un mecanismo formal en el quela información y la representaciónjuegan un papel estelar?, ¿es la men-te, al mismo tiempo, construcciónsociocultural y mecanismo formal?,etc.

a) En relación al primero de los pro-blemas, los niveles de análisis en elestudio de la mente, creo que el acer-camiento entre una y otra perspecti-va no resulta fácil. La idea central quedefiendo es que el análisis de la men-te humana no puede reducirse al pla-no computacional. La mente no puedeser reducida a la operación de unosdeterminados controladores o módu-los de procesamiento descritos en tér-minos computacionales. Más bien, ami juicio, las propiedades másdefinitorias de la mente, puedenrevelarse en mejor medida en los ni-veles psicológico y sociocultural comopropiedades emergentes (Varela,1988/1990), lo que exigiría extenderel análisis hasta dichos niveles. Paraello, la noción de acción mediada re-sultará crucial. Es por ello por lo que

adopto una perspectiva socioculturaldesde la que considero que el análisis«simbólico» de los modelos cognitivosde la mente humana es incompatiblecon la visión de la mente y el conoci-miento como acción en contexto.

b) En cuanto al ya tradicional de-bate mente-cuerpo, se puede concluirun posible acercamiento entre unaperspectiva computacional de la men-te y una visión cultural de la misma.En este caso, parece que la mentesociocultural y la mente formal seancompatibles. Al considerar que el tra-bajo de Vygotski es más bien un estu-dio del papel que desempeña ellenguaje en los límites entre la men-te y el mundo (Frawley, 1997/1999),la Psicología Cultural de Vygotski po-dría ser conceptualizada como unateoría que trata sobre la relación en-tre los contextos y la arquitecturamental. Una teoría que, por lo tanto,puede llegar a plantear cuestionesbásicas para la ciencia cognitiva. Así,las visiones internalistas (propias dela ciencia cognitiva) y externalistas(cercanas a una psicología cultural) secentran en hechos compatibles y pue-den y deben trabajar de manera máscercana para que la ciencia cognitivaobtenga un mejor conocimiento de lamente humana.

c) El problema de la naturaleza del

conocimiento y la representación denuevo supone una mayor dificultadpara el acercamiento entre las pers-pectivas computacionales y las cultu-rales. Desde una perspectivasociocultural, como la que orienta estetrabajo, el problema del conocimiento

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y de la representación y, en general,de la mente humana, debe situarsemás allá de los límites del cerebro y dela mente computacional. Esta expli-cación exige salir de los límites de lamente computacional, de las limitacio-nes del �objetivismo formalista� de lapsicología cognitiva, que diluye al su-jeto en el �infierno de las computacio-nes�, en expresión de Rivière (1987).En lugar de un �módulo� especializa-do de procesamiento, esta explicaciónrequiere formas y niveles de análisiscapaces de dar cuenta de la mente in-tencional. En este caso, en los últimosaños se están produciendo acerca-mientos entre una y otra perspectiva.Acercamientos centrados en elredescubrimiento de la importancia delos aspectos de control de la concien-cia. La conciencia como componentede control para la psicología cognitivasería, desde la perspectivavygotskiana, la metaconciencia. Eneste sentido, comienza a defenderseuna cierta analogía entre el controldentro de los sistemas de computacióny el control del habla reguladoravygotskiana, ofreciendo así una in-terpretación computacional del hablaprivada como un síntoma de la ejecu-ción del pensamiento (Frawley, 1997/1999). Así, el �cerebro computacional�y la �mente lingüística-cultural� (cien-cia cognitiva y psicología cultural) po-drían ser aliados en cuanto a sufunción de control. A pesar de estosacercamientos, en mi opinión, el aná-lisis del problema del conocimiento yla representación puede ampliarsedesde una perspectiva sociocultural,

que permita desarrollar un proyecto dePsicología Cultural en el que la men-te y la cultura se constituyan mutua-mente. Una propuesta que sirva debase a una visión del conocimiento yde la mente que no se sustenta en lanoción de representación de la psico-logía cognitiva, y en la que lo narrati-vo desempeñe un papel central(Bruner, 1991; Santamaría, 2000b).

d) En cuanto al último problemareferido, el problema del significado, denuevo el acercamiento es posible, peroal mismo tiempo las diferencias entreuna y otra perspectiva son importan-tes. Tal vez dos ideas puedan aclararla visión de significado que aquí seplantea. Por un lado, y en la línea delas ideas de Wittgenstein, el significa-do siempre es significado para unapersona o una comunidad. En sí mis-mas las palabras no tienen significa-do, sólo lo tienen para las personas quelas �utilizan�. Desde la perspectivamanejada en este trabajo, los signifi-cados no son computacionales, sinoque fluyen en el intercambio social ycultural. Por otro lado, el significadodel símbolo surge porque se le imponecierta intencionalidad. La intencio-nalidad es la capacidad de un estadomental o de una representación del tipoque sea (concepto, imagen, palabra) deser algo para algo. En este sentido, elsignificado es irreduciblemente inten-cionado. Y es en esto último en lo quela visión de la Ciencia Cognitiva y dela Psicología Cultural pueden acercar-se más. Ambas perspectivas creen quehay estados mentales dotados de pro-piedades intencionales genuinas que

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se hallan involucrados en la génesisdel comportamiento. No obstante, esjustamente a partir de aquí donde, almismo tiempo, podemos encontrar lasmayores diferencias (Santamaría,2002).

Así, Fodor entiende que la explica-ción psicológica ha de ser intencional(Fodor, 1983/1986). En sus propiaspalabras, �...carecemos de razonespara dudar de que es posible tener unapsicología científica que reivindique laexplicación de sentido común del de-seo y la creencia� (Fodor, 1983/1986,p. 16). O, �...si no hay leyesintencionales, no hay explicacionespsicológicas� (Fodor, 1994/1997, p.19). Desde la posición de Fodor, de-seos, creencias e intenciones se entien-den como relaciones entre agentespsicológicos y expresiones de un sis-tema de representación en el que lamente realiza sus cómputos (un len-guaje del pensamiento). Sin embargo,la teoría computacional entiende quelos procesos psicológicos son de natu-raleza informática y las propiedadessemánticas de las representacionesmentales referenciales (Fodor, 1994/1997). La clave del contenido de losestados mentales se encuentra en elconcepto de información. Aquí comien-zan los problemas.

Frente a ello, las visiones cultura-les y sociales defienden que el conte-nido (intencional) de los estadosmentales no depende de lo que �estáen la cabeza� del individuo, sino delhecho externo, y de las instituciones yformas de vida que lo sostienen (Ace-ro, 1995; Bruner, 1990/1991). Así, los

factores responsables del contenidomental son factores que se encuentranen la esfera del contexto histórico ysocial del sujeto, y no en la esfera deuna psicología individual (Burge,1986). Esos factores, las costumbresy convenciones propias de una comu-nidad específica, determinan el conte-nido de dichos estados mentales. Ellopermite convertir al organismo en su-jeto intencional, biológico, social, cul-tural e histórico capaz de crear ytransformar significados y conocimien-tos en el curso de la acción desarrolla-da en el marco sociocultural.

A mi juicio, pues, la cuestión noestriba en reconocer la intencionalidad,sino en tratar de dar cuenta de la mis-ma (Santamaría, 2002). El problemaes cómo un sistema físico-biológico escapaz de comportarse de forma inten-cional, es decir, cargada de significa-ción. Es este, sin duda, un difícilproblema, quizá el más importantepara la psicología. Y es aquí donde sepueden encontrar las mayores dife-rencias entre estas perspectivascomputacionales y otras visiones que,al igual que éstas, enfatizan la im-portancia del significado y laintencionalidad, pero que se encuen-tran situadas en perspectivas de cortemás cultural y social (Santamaría,2002).

ALGUNAS CONCLUSIONES

Quiero finalizar defendiendo la posi-bilidad de un diálogo entre la CienciaCognitiva y la Psicología Cultural. Sise admite que la cultura es un aspec-to fundamental en la vida y el pensa-

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miento de las personas, en buena ló-gica también debe ser crucial a lahora del estudio de la mente.

E incluso, a mi juicio, en determi-nados aspectos el acercamiento entreambas disciplinas es posible. Pero he-mos de preguntarnos ¿Puede una Psi-cología Cultural, como la que se hadescrito a lo largo de estas páginas,mantenerse al margen de una Psico-logía enraizada biológicamente, orien-tada individualmente y dominada porla noción de información y la metáfo-ra computacional? ¿Puede, en suma,la Psicología Cultural mantenerse almargen de la Ciencia Cognitiva, y vi-ceversa?

Algunos autores, como Rom Harréo Keneth Gergen, pertenecientes alllamado construccionismo social, su-gieren que nuestro pasado fue unerror, un malentendido sobre en quéconsistía la psicología, y que, por tan-to, debemos olvidarnos de ese pasado.No obstante, no parece ésta, a mi jui-cio, la mejor opción.

Más bien, creo, al igual que otrosautores, que es el momento de aca-bar con este tipo de enfoques, queBruner (1997/1997) denomina de �louno o lo otro� acerca de qué deberíaser la psicología, si debería se entera-mente biológica, exclusivamentecomputacional o únicamente cultural.Deberíamos así evitar caer en lo queBernstein (1983) llama la �ansiedadcartesiana�. Esto es, permanecerconstantemente en guardia para de-fender al computacionalismo frente ala cultura, o viceversa. No se trata,pues, de enfrentar uno a otro, sino más

bien de intentar que, en la línea deBruner (1990), Frawley (1997/1999) oel mismo Wittgenstein (1945-49/1988), la máquina virtual y la máquinareal trabajen juntas. Dado que la psi-cología se encuentra tan inmersa enla cultura, a mi juicio, debe estar or-ganizada en torno a los procesos deconstrucción y utilización del signifi-cado que conectan al hombre con lacultura. Como señala Bruner (1990/1991), en virtud de nuestra participa-ción en la cultura, el significado sehace público y compartido y, de estemodo, la mente se entronca con lacultura.

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Recibido el 23 de febrero y aceptado el 18 de marzode 2004