Recibe El Nombre de Q

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Recibe el nombre de Q’eswachaka: un puente de cuerda hecha de paja sobre el río Apurímac, en los Andes. Bajo el efecto del calor, el corazón de un cordero recién sacrificado explota con un ruido sordo. El fuego de un brasero encendido por el chamán devora las ofrendas depositadas en el suelo, sobre una terraza natural, a lo largo de un cañón polvoriento de tonos rojizos, en los Andes peruanos. Maíz, granos de coca, vino y dulces que el sacerdote andino (paqo en quechua ) ofrece a la Madre Tierra durante una ceremonia con cinco siglos de antigüedad: la reconstrucción anual del Q’eswachaka, el último puente de cuerda inca del mundo. “Desde la fabricación de esta obra, mucho antes de la llegada de los españoles, en 1532, nuestras divinidades nos han empujado a deshacerla y rehacerla una vez al año bajo pena de castigos como el granizo y el rayo”, explica con voz lastimera Cayetano Ccanahuire, un sexagenario de pequeña talla y rostro curtido. Inclinado sobre las llamas, a más de 3.700 metros de altitud, este paqo reza día y noche para evitar accidentes durante los tres días de la reconstrucción. A su alrededor, los campesinos quechua se reúnen antes de tensar sobre el río Apurímac , cuyo cauce desemboca en el Amazonas, seis gruesas cuerdas de paja. A continuación las atan a unas viejas bases de piedra, creando así la estructura de este puente de 28 metros de largo. En lo alto del cañón, un grupo de mujeres vestidas con telas multicolores y coronadas con un sombrero de estilo bombín conversan arrodilladas, retorciendo las cuerdas de paja que servirán para el tejido de las estructuras laterales del puente. Obsoleto hoy día tras la edificación hace medio siglo de una obra cercana más moderna, el evento continúa reuniendo, cada mes de junio, a cerca de un millar de herederos del imperio inca obligados a tomar el relevo para poder escapar de las penas divinas. “Hace una década, el puente no pudo ser renovado por el desgaste de las bases de piedra. Ya sea por acción divina o no, estos campesinos sufrieron a continuación una granizada”, cuenta la antropóloga Ingrid Huamaní, quien participa en el Proyecto Qhapaq Ñan . Se trata de una iniciativa del Gobierno peruano cuya ambición

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Recibe el nombre de Q’eswachaka: un puente de cuerda hecha de paja sobre el río Apurímac, en los Andes.

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Recibe el nombre de Qeswachaka: un puente de cuerda hecha de paja sobre el ro Apurmac, en los Andes. Bajo el efecto del calor, el corazn de un cordero recin sacrificado explota con un ruido sordo. El fuego de un brasero encendido por el chamn devora las ofrendas depositadas en el suelo, sobre una terraza natural, a lo largo de un can polvoriento de tonos rojizos, en los Andes peruanos. Maz, granos de coca, vino y dulces que el sacerdote andino (paqo en quechua) ofrece a la Madre Tierra durante una ceremonia con cinco siglos de antigedad: la reconstruccin anual del Qeswachaka, el ltimo puente de cuerda inca del mundo. Desde la fabricacin de esta obra, mucho antes de la llegada de los espaoles, en 1532, nuestras divinidades nos han empujado a deshacerla y rehacerla una vez al ao bajo pena de castigos como el granizo y el rayo, explica con voz lastimera Cayetano Ccanahuire, un sexagenario de pequea talla y rostro curtido. Inclinado sobre las llamas, a ms de 3.700 metros de altitud, este paqo reza da y noche para evitar accidentes durante los tres das de la reconstruccin. A su alrededor, los campesinos quechua se renen antes de tensar sobre el ro Apurmac, cuyo cauce desemboca en el Amazonas, seis gruesas cuerdas de paja. A continuacin las atan a unas viejas bases de piedra, creando as la estructura de este puente de 28 metros de largo.En lo alto del can, un grupo de mujeres vestidas con telas multicolores y coronadas con un sombrero de estilo bombn conversan arrodilladas, retorciendo las cuerdas de paja que servirn para el tejido de las estructuras laterales del puente. Obsoleto hoy da tras la edificacin hace medio siglo de una obra cercana ms moderna, el evento contina reuniendo, cada mes de junio, a cerca de un millar de herederos del imperio inca obligados a tomar el relevo para poder escapar de las penas divinas.Hace una dcada, el puente no pudo ser renovado por el desgaste de las bases de piedra. Ya sea por accin divina o no, estos campesinos sufrieron a continuacin una granizada, cuenta la antroploga Ingrid Huaman, quien participa en el Proyecto Qhapaq an. Se trata de una iniciativa del Gobierno peruano cuya ambicin es exhumar la antigua red vial de los incas, de la cual forma parte el puente. El Qhapaq an (camino real en quechua) peinaba el imperio inca (Tahuantinsuyu), dividido en aquella poca en cuatro grandes regiones Chinchaysuyu, Cuntisuyu, Collasuyu y Antisuyu, y se adentra actualmente en seis pases: Ecuador, Colombia, Per, Bolivia, Chile y Argentina. Un entramado de caminos de ms de 23.000 kilmetros, segn clculos del arquelogo estadounidense John Hyslop en 1992, aunque hallazgos recientes lo estiman en mucho ms: solo en Per, unos 25.000 kilmetros de vas. Varios tramos ya han sido restaurados. El trabajo conjunto de los seis pases propici en junio de 2014 el reconocimiento de algunos tramos como patrimonio de la humanidad por la Unesco: 5.200 kilmetros (1.200 de ellos en Per).La inciativa del gobierno peruano persigue exhumar la antigua red vial de los incasNinguna de las naciones ha lanzado una iniciativa tan ambiciosa como la peruana, con el Proyecto Qhapaq an. Financiado con un tercio de los ingresos generados por el Machu Picchu (ocho millones de euros), los fondos han ayudado a restaurar las bases y las escaleras de piedra que descienden al puente Qeswachaka desde lo alto del can, permitiendo a los campesinos mantener viva su tradicin, igualmente inscrita desde 2013 en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.

Si bien hace cinco siglos era necesario marchar un centenar de kilmetros desde Cuzco, la antigua capital imperial, para llegar al puente, en la actualidad se toma una ruta asfaltada, parcialmente construida sobre la red inca. Varias vas modernas estn superpuestas sobre los caminos precolombinos, ya que la mayora de las veces no han sido apreciados en el pasado como tesoros arqueolgicos, explica Marcelino Soto. Desde el jeep se observa un sendero bordeado por muros de piedra que serpentea la ladera de la montaa. Ahora, cuando se traza una nueva ruta, se verifica minuciosamente que ninguna porcin del Qhapaq an est amenazada, y tanto el Ministerio de Transportes como el de Cultura tienen que aprobar las obras, precisa el arquelogo, cuyo acento en espaol revela que el quechua 10 millones de hablantes es su lengua materna.Un idioma milenario que usaban los comerciantes de la costa y que sera adoptado por los incas, quienes hablaban el puquina, explica Pablo del Valle, antroplogo de la Unesco. Esta lengua les resulta muy prctica cuando Pachactec [el reformador del mundo, en quechua], noveno soberano inca, comienza la expansin del imperio, en el siglo XV. Gracias al juego de alianzas con tribus a menudo quechuahablantes, este pueblo, que ignoraba la existencia de la rueda, la escritura y la moneda, pudo levantar en menos de un siglo uno de los imperios ms grandes conocidos en aquella poca. Un territorio cuatro veces mayor a la superficie de Espaa con 12 millones de habitantes, contina este cuzqueo, en el interior de uno de los restaurantes de estilo colonial de la plaza de Armas, en Cuzco. Como la mayora de las construcciones del casco antiguo, este edificio de arcadas y grandes balcones de madera ha conservado los muros de piedra de una antigua edificacin inca. Desde esta plaza, punto kilomtrico cero del Qhapaq an, partan las cuatro rutas principales en direccin a las cuatro grandes provincias (suyus).En la antigua regin del Chinchaysuyu, 350 kilmetros al norte de Lima, capital del pas, los arquelogos Guido Casaverde y Alfredo Bar recorren el mar de arena del desierto en el valle de Casma en busca de tramos de viejas vas que conduzcan hasta la sierra. En esta zona costera, la temperatura alcanza niveles caniculares a pesar del invierno austral. El cielo luce tonalidades amarillentas, y la arena fina, levantada por una ligera brisa, golpea el rostro. Guiados por fotografas areas con ms de 30 aos e imgenes de satlite actuales, los expertos descubren repentinamente una ruta de unos 10 metros de ancho. Tras una duna colosal, la va centenaria se muestra intacta, delimitada por unos pequeos muros de piedra de apenas una decena de centmetros de altura.ver fotogalera Una de las zonas mejor conservadas del llamado Camino del Inca; al fondo, Machu Picchu, erigido en el siglo XV a casi 2.500 metros de altitud. / Xavier DesmierA diferencia de la mayora de los senderos de montaa, este no est empedrado; en el litoral, los incas se limitaban a aplanar el suelo arenoso. Para identificar nuevos caminos, estudiamos la cartografa de los siglos XIX y XX, as como las obras de poca. Tal es el caso de la Ordenanza de Tambos, que nos ha permitido descubrir esta nueva ruta costera. En este documento de 1543, Cristbal Vaca de Castro, gobernador de Per, exiga a los hacendados el buen mantenimiento de los caminos y albergues de poca imperial, explica el arquelogo limeo Alfredo Bar. En este texto, el espaol informa de la presencia de tambos [albergues] en los valles de Huarmey, Casma y Nepea. Tres emplazamientos que siguen una proyeccin de sur a norte y que nos hacen suponer la existencia de un camino que los conecta, aade, al tiempo que extrae un pequeo GPS plateado de su chaleco polvoriento para registrar la localizacin precisa de la va.A sus pies, grupos de piedras dispuestas en crculos trazan una lnea de cerca de un kilmetro y continan el camino hacia el tambo de Manchn, hoy sitio arqueolgico, segn las imgenes de satlite que muestra Guido Casaverde. Estas rocas, abandonadas en el sendero, servan a la formacin de los laterales de granito que bordean la ruta. Cada kilmetro habra sido construido en menos de una jornada por una treintena de obreros. En cambio, las secciones ms complejas, como las de la sierra, con muros de contencin de varios metros, sistemas de drenaje pluviales y empedrados, necesitaran hasta dos semanas para una misma porcin, detalla mientras recoge una piedra rosada y desgastada. Pulida por el agua de un ro, esta era empleada como un martillo para fragmentar el granito. Segn el arquelogo, tal ruta sera, pues, uno de los ltimos ejes trazados por los incas en tiempos del desembarco de Francisco Pizarro en Per, en 1532. La llegada del explorador detiene la expansin del imperio y de la red de carreteras, que result til en la colonizacin. Gracias a estas vas, los conquistadores llegaron rpidamente a las montaas y destronaron a Atahualpa, ltimo soberano inca.Bajo el Virreinato de Per (1542-1821), los colonos continan explotando el Qhapaq an. As lo revelan los vestigios de alfarera colonial hallados sobre el sendero. A los pies de unas colinas anaranjadas, Guido Casaverde colecta numerosas piezas perdidas por los jinetes espaoles cuando galopaban sobre estas rutas. Acariciando los bordes de una de las cermicas, muestra las huellas de un torno de alfarero. Y descubre las jarras de poca precolonial cerca de un pequeo campamento inca. Una suerte de rea de reposo constituida por un cubreviento de piedra semicircular donde unos transentes dejaron en otra poca los restos de un banquete de maz y marisco.Desde la poca imperial, los campesinos quechua no han cesado de cuidar los caminos en algunas zonasRpidamente, la red de carreteras fue perdiendo su sentido comunitario. En tanto que los paisanos incas limpiaban y reparaban ellos mismos las secciones del camino cercanas a sus hogares, los hacendados dieron prioridad al cuidado de sus terrenos privados, distribuidos por la corona, explica Alfredo Bar, quien lamenta que los senderos precolombinos hayan cado en el abandono. Cuando la Ordenanza de Tambos se establece, como un primer intento de preservar el Qhapaq an, los terratenientes delegan en los autctonos tal mantenimiento a cambio de una retribucin.Desafortunadamente, los nativos fueron explotados en semejantes trabajos, igual que en la extraccin de oro. Un mineral considerado por los incas como una lgrima del Sol, divinidad suprema de su panten. Pero que toma otro valor con la llegada de los espaoles, recuerda Bar, inclinado sobre un foso cavado a menos de 100 metros de la ruta recin hallada, de camino al Cerro del Antival, a 10 kilmetros del ocano Pacfico. La bsqueda de oro, cinco siglos ms tarde, sigue haciendo estragos: este pozo se revela como una de las numerosas prospecciones ilegales de Per. La nueva fiebre dorada amenaza el Qhapaq an: los mineros destruyen las huellas de los senderos precolombinos. El hallazgo de una simple pepita compromete nuestro trabajo y nuestra seguridad, dice el arquelogo. Los buscadores de oro nos perciben como una amenaza dispuesta a arrebatarles su preciado El Dorado. Incluso han llegado a hacer retroceder a algunos de nuestros colegas efectuando disparos de advertencia!, exclama antes de tomar la Panamericana, ruta que conecta, de Alaska a Argentina, las Amricas anglosajona y latina.En la costa, la construccin de este eje moderno ha permitido aliviar los senderos precolombinos, contribuyendo a su preservacin. Y a su olvido: apartados, es aqu donde los arquelogos tienen ms dificultades para detectar las centenarias vas. En cambio, a ms de 3.000 metros de altitud, los caminos ancestrales permanecen ocupados por rebaos de llamas y de alpacas, camlidos de pelaje espeso. Aparecen, custodiados por sus pastores, cerca de la laguna Puray, al pie de Chinchero. Por el camino que bordea este pueblo, construido sobre restos arqueolgicos, el olor a tierra recin removida impregna la atmsfera. A golpe de machete, un puado de obreros retira la vegetacin que crece entre los empedrados. Supervisados por los arquelogos, otros preparan mortero segn la receta de los incas tierra, arcilla y cactus, para reemplazar y fijar las piedras que faltan en este tramo que llega al Machu Picchu. Desde 2001, numerosos caminos son regularmente mantenidos por equipos que dependen del Gobierno, unindose a los campesinos que no han cesado de hacerlo desde la poca imperial.ver fotogalera Durante tres jornadas, los campesinos quechuas de la provincia de Canas recolectan y fabrican a mano las cuerdas del puente con fibras vegetales de la zona. / Xavier DesmierEl Proyecto Qhapaq an vio la luz, sobre todo, para ayudar a estas comunidades, atrayendo el turismo a las zonas quechua, donde la poblacin vive de ingresos muy modestos. No obstante, la iniciativa es a menudo impopular debido a las expropiaciones, cuenta la antroploga Frecia Escalante: Varios cultivos se sobreponen ahora a ciertos tramos del Camino del Inca. Podemos recuperar los terrenos no cultivados aplicando la Ley de Patrimonio. En cuanto a las otras parcelas, los propietarios no aceptan cederlas voluntariamente, explica, tras sus gafas de sol, esta cuzquea. Confa en que, en el futuro, los recalcitrantes terminen por aceptar, cuando el turismo se desarrolle en las zonas bordeadas por el Qhapaq an.Algunos viajeros visitan ya el tramo que conecta Xauxa y Pachacamac. Una seccin costera de 230 kilmetros que atraviesa el yacimiento de Huaycn de Cieneguilla. En el valle de Lurn, 40 kilmetros al este de Lima, esta antigua ciudad de casas geomtricas y pasajes estrechos y polvorientos fue pacficamente ocupada por los incas. Aqu levantaron palacios administrativos, con muros espesos de ms de seis metros e imponentes ventanas. Este pueblo, el cual constituye una puerta de entrada a los Andes, se revela como uno de los centros de control ms importantes establecidos por los incas a lo largo de la red vial, explica Camila Capriata, una joven arqueloga. Cuando los incas pusieron bajo su dominio otras poblaciones, se apropiaron de sus rutas aadindolas a su red de caminos. As consiguieron conectar, por primera vez, diferentes centros de produccin, administrativos y religiosos con ms de 2.000 aos de antigedad.Y es este segmento del Qhapaq an, as como otros cinco tramos, adems del puente Qeswachaka y la plaza de Armas de Cuzco, los que han recibido recientemente el reconocimiento de la Unesco en el territorio peruano. En cuanto a las diferentes secciones de la red vial, cada pas ha seleccionado las mejor conservadas dentro de sus fronteras. Para inscribir un bien cultural, este debe estar circunscrito geogrficamente. Pero el Qhapaq an es una obra de la cual ignoramos su extensin. Nuestra ambicin es continuar identificando y restaurando tramos para inscribirlos sucesivamente.La Gran Ruta inca sigue reuniendo, cinco siglos despus, las culturas del antiguo Tahuantinsuyu. Y pases como Per y Chile, quienes se disputan desde hace tiempo sus espacios martimos, colaboran hoy en la bsqueda de esos caminos que les unen ms all de sus fronteras.