RAZON Y FE
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ALUMNA: NORMA PILAR PAGANO FAUSTINO
DOCTRINA DE SAN AGUSTIN SOBRE: RAZÓN Y FE, ÉTICA Y LA CIENCIA
San Agustín más se asemeja a un turbulento torrente que a un plácido río; pero en un torrente las
aguas van revueltas con la arena del lecho; de manera análoga, en Agustín la fe y la razón no están
nítidamente separadas. Agustín no tiene una mentalidad analítica que le permita diferenciar
tajantemente entre la Filosofía, producto de la exclusiva actividad racional, y la Teología, producto
de la razón pero basada en la fe, en los dogmas. Esta profunda vinculación entre razón y fe se
expresan muy bien en estas dos afirmaciones: “crede ut intelligas”, “intellige ut credas”.
a) “Crede ut intelligas”; hay que creer para entender; hay que tener fe para poder usar
adecuadamente la razón. La admisión de los dogmas cristianos es condición necesaria y suficiente
para poder llegar no sólo a comprender, dentro de la limitación de la razón humana, a Dios, sino
también a todo lo creado en su más profundo sentido. Por ello, para Agustín la sabiduría de los
más excelsos paganos, pongamos un Platón o un Aristóteles, no es, en el fondo, más que una
admirable y maravillosa ignorancia.
b) “Intellige ut credas”; entiende, para creer. Pero la fe del cristiano no debe ser la llamada “fe del
carbonero”; no es una fe ciega, una fe del absurdo y a causa del absurdo, como había dicho
Tertuliano. La fe cristiana, y en general el conocimiento cristiano, tiene que y debe apoyarse en el
discurso racional, ya que éste, si es correcto y no se aparta de la verdad, necesariamente estará en
pleno acuerdo con la fe.
c) Además, Agustín hará un cuidadoso estudio de los saberes profanos, de los saberes producto de
la razón, distinguiendo entre los que son provechosos para el cristiano y los que son inútiles. Como
provechosos cita el conocimiento de idiomas, la Matemática, la Historia, las Ciencias naturales
(Botánica, Zoología, Biología, etc.), la Retórica y, por supuesto, la Filosofía. Como inútiles, la
Astrología, la Mántica y, en general, las obras literarias, como el teatro y la poesía (en esto sigue a
Platón, que sostenía la exclusión de su sociedad ideal de poetas y dramaturgos por ser nefastos
para una sociedad bien constituida —lo paradójico es que esto lo dijera Platón, cuya prosa es
verdadera poesía por su enorme belleza—).
d) También analiza los diferentes sistemas filosóficos griegos, “para separar el trigo y la cizaña”. En
síntesis, la postura de Agustín es la siguiente:
ALUMNA: NORMA PILAR PAGANO FAUSTINO
1. Profunda admiración por Platón, al que llama persona llena de sabiduría y de ciencia. De hecho,
gran parte del pensamiento filosófico agustiniano es de base U.D.
2.- La filosofía después de Aristóteles.
3 - platónica; se ha dicho que San Agustín es Platón cristianizado; nos parece excesivo; primero,
porque hay diferencias sustanciales entre uno y otro pensador debidas al paganismo y cristianismo
de uno y otro.; segundo, porque Agustín conoció a Platón, pero no directamente, sino a través de
las traducciones al latín de Mario Victorino, traducciones no excesivamente buenas: tercero,
porque Agustín tomó como platónicas doctrinas que, en realidad, son neoplatónicas.
Relaciones entre la fe y la razón. Inicialmente se presentan en forma paradójica. La fe es via
universalis salutis en oposición a la via paucorum de los filósofos; pero al mismo tiempo tiene que
ser racional, en oposición a la «viciosa credulidad»; es un camino necesario, pero externo, castigo
del pecado original, yugo del alma. Y como de ese concepto de fe dependen los de autoridad,
tradición, Biblia e Iglesia, la paradoja se extiende a toda la teología. La tradición, la autoridad, la
Iglesia y la Biblia sólo nos disponen exteriormente para que interiormente nos ilumine el Verbo,
Maestro interior; son mediaciones populares, ya que los «sabios» se unen directamente con Dios.
Pero al mismo tiempo, es imposible entender sin empezar por creer, y todo acto de fe es también
acto de obediencia a la Iglesia (cfr. De Utilitate credendi, 10, 24; PL, 42-81 ss). La paradoja
comienza a ser superada en el 389, al aceptar Agustín el pecado original como hecho histórico
radical (De Gen. contra Manich. 11, 15, 22: PL, 34, 207 ss. ). Empieza a renunciar a la mística y a
remitirse a la escatología. La sabiduría de este mundo resulta precaria; en cambio, la fe se
constituye en régimen permanente del hombre caído. La mística de Dios queda condicionada por
la mística de Cristo, que es el único camino (Confess.,VII, 18, 24: PL, 32, 745). Aunque Agustín no
fue un místico experimental, ha inspirado siempre a los místicos, tanto por su Libro XII, De Gen. ad
Litteram (PL, 34, 454-486), erróneamente interpretado como «el primer tratado de mística
sistemática», como por su teoría del conocimiento, erróneamente considerada
comointuicionismo.
La fe cristiana ha de ser divina, y para eso tiene que apoyarse en el milagro. Cristo conquistó la
«autoridad» divina con sus milagros, ofreciendo a la fe un camino racional (De Vera Relig., 3, 3: PL,
34, 124). El creyente tiene que apoyarse en lo que ve, para aceptar lo que no ve. Los Apóstoles
veían a Cristo, y en Él se apoyaban para creer en la Iglesia; nosotros nos apoyamos en la Iglesia
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para creer en Cristo. De ese modo, la mediación de Cristo reclama una nueva mediación de la
Iglesia. Agustín insiste tanto en la «maternidad» de la Iglesia, que algunos críticos (K. Adam) han
querido descubrir en ella una sublimación de Mónica, o quizá un disimulado complejo de Edipo. La
Iglesia ejerce todas las funciones de madre, a saber: amamanta, limpia y educa (Iglesia-Camino); es
la Maestra de la verdad (lglesia-Maestra); concibe, gesta y da a luz (Iglesia-Vida). De ese modo, la
incorporación a la Iglesia va ligada a la recepción del Bautismo (In Io., IV, 12: PL, 35, 1411 ss.). La
Biblia tiene en la obra de Agustín autoridad suprema. La estudia y comenta. Hizo publicar la lista
de Libros canónicos, formuló las bases del tratado De Inspiratione, abrió nuevos caminos a la
exégesis y a los estudios accesorios, y sobre todo captó con especial hondura el espíritu de la Biblia
(teorías de la creación y de la gracia, etc).
En principio Agustín está de acuerdo con los estoicos en que la Filosofía debe ser un saber de
salvación, soteriológico. Pero la salvación para Agustín no se puede dar de «tejas para abajo», sino
que está en otra vida; por ello dirá que la Filosofía, a la que suele llamar Sabiduría, es “el estudio
de las cosas divinas”. O sea, que la Filosofía debe colaborar con la fe en la salvación del hombre,
del alma humana. Acepta la división estoica de la Filosofía, así como la valoración de cada una de
estas partes hecha por el estoicismo. Estas partes son:
Lógica (dialéctica).
Física.
Ética
LA ÉTICA AGUSTINIANA
El pensamiento ético de San Agustín es una armoniosa síntesis de platonismo, estoicismo y,
naturalmente, cristianismo:
a) El fin último de la conducta humana es la consecución de la felicidad.
b) Esta felicidad, inasequible en esta existencia terrena, sólo puede alcanzarse con la posesión, en
la otra vida, del Sumo Bien, de Dios (influencia platónica y cristiana).
c) Tal posesión se realiza mediante la llamada visión beatífica de Dios, que sólo en el cielo tienen
los bienaventurados (tesis estrictamente cristiana).
d) El camino de la salvación es la práctica de la virtud (con base en el platonismo y estoicismo).
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e) Las virtudes en San Agustín no son sólo las cardinales ya conocidas por los paganos, sino
también las teologales. Además tendrá un alto papel la gracia. Pero esto ya no es Filosofía, sino
Teología.
f) El problema del mal; es éste un problema capital en San Agustín. No sólo por influencia del
maniqueísmo, sino también del pelagianismo (herejía defendida por Pelagio, relativa a la cuestión
del pecado original y a la capacidad del hombre y de la libertad humana para salvarse). Para San
Agustín todo el universo, y cada una de las cosas que lo integran, es bueno, es un bien, dado que
es una imitación, imperfecta por supuesto, de las Ideas divinas (ejemplarismo). El ser es bueno,
todo lo que es, es bueno; “ens et bonum convertuntur” (“el ser y el bien se identifican”). El mal no
es ser, sino carencia de ser; cualquier ser creado no es malo por lo que es, sino por lo que no es. El
mal no es algo positivo (ser), sino negativo (carencia de ser, no-ser). Y San Agustín pone un bello
ejemplo para aclarar esto; si algo fuese malo positivamente, lo sería para todos los seres creados;
en consecuencia, si el veneno del escorpión fuese malo positivamente, entonces también sería
veneno para el propio escorpión, y ya sabemos que no es así. En consecuencia, dado que el mal es
carencia de ser, (no-ser), no podemos acusar a Dios de su existencia, ya que Dios es responsable
del ser, que es lo que ha creado, pero no del no-ser, que no lo creó, porque el no-ser no es. Claro
es que se podría argumentar diciendo que por qué Dios no creó a las criaturas sin carencia de ser.