Raíces de la doctrina social de la iglesia

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Raíces de la Doctrina Social de la Iglesia “En los inicios de Israel no existían todavía diferencias sociales excesivas. El problema no surgió hasta el sedentarismo de Israel, y en especial hasta después del crecimiento económico de la época de los Reyes. Una vez fueron consolidadas las diferencias sociales, los profetas sobre todo se pusieron de parte de los pobres y lanzaron apasionadas acusaciones contra los ricos y poderosos, contra sus desmanes y codicia.”1 Concluimos pues, que , apenas aparecen las clases sociales, se ve la necesidad inmediata de defender al pobre y de promover la justicia social , y es ahí cuando comienza la doctrina que trabaja precisamente para lograr estos objetivos. Raíces Bíblicas de la Doctrina Social de la Iglesia Proclama que toda santidad es justicia. Evoca los derechos del pobre, de la viuda, del -extranjero migrante, del desempleado. Afirma el derecho de propiedad (Ex 20,15) y frena el acaparamiento. Reclama justicia en el contrato de trabajo y de comercio (Dt 2,14-1 5.19). Pide la integridad de los jueces (Am 5,7; 6,12) Justicia en el Rey (Pr 16,13). Precisa la dimensión moral y religiosa de la injusticia (ls 5,23; 29,21). La tierra es de Yavé, los hombres están de paso por ella, son huéspedes del Señor (Lv 25,23ss).

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Raíces de la Doctrina Social de la Iglesia

“En los inicios de Israel no existían todavía diferencias sociales excesivas. El problema no surgió

hasta el sedentarismo de Israel, y en especial hasta después del crecimiento económico de la

época de los Reyes. Una vez fueron consolidadas las diferencias sociales, los profetas sobre todo

se pusieron de parte de los pobres y lanzaron apasionadas acusaciones contra los ricos y

poderosos, contra sus desmanes y codicia.”1

Concluimos pues, que , apenas aparecen las clases sociales, se ve la necesidad inmediata de

defender al pobre y de promover la justicia social , y es ahí cuando comienza la doctrina que

trabaja precisamente para lograr estos objetivos.

Raíces Bíblicas de la Doctrina Social de la Iglesia

Proclama que toda santidad es justicia.

Evoca los derechos del pobre, de la viuda, del -extranjero migrante, del desempleado.

Afirma el derecho de propiedad (Ex 20,15) y frena el acaparamiento.

Reclama justicia en el contrato de trabajo y de comercio (Dt 2,14-1 5.19).

Pide la integridad de los jueces (Am 5,7; 6,12) Justicia en el Rey (Pr 16,13).

Precisa la dimensión moral y religiosa de la injusticia (ls 5,23; 29,21).

La tierra es de Yavé, los hombres están de paso por ella, son huéspedes del Señor (Lv 25,23ss).

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La Sagrada Escritura

Acercarse a los documentos bíblicos para hallar las raíces de la Doctrina Social de la Iglesia es

encontrar siempre la misma verdad: están atravesados de principio a fin por grandes enseñanzas

en materia de lo social, unas de orden particular, que responden a las circunstancias y vicisitudes

de cada momento histórico, y otras de naturaleza más bien universal, que son la expresión de los

principios que al efecto se derivan de una muy precisa concepción del hombre, del mundo y de la

vida, a saber, la del judeocristianismo.

El Antiguo Testamento

En los escritos veterotestamentarios, sobresale la enseñanza de los profetas. Tanto su mensaje

social como religioso gira en torno al tema de la justicia. El santo es aquel que es justo, es decir, “la

conducta religiosa más significativa de la alianza divina es una conducta social: la justicia”. En el

Antiguo Testamento “ser justo quiere decir obrar conforme al derecho”; más aún, actuar “no

según normas abstractas o ideales, sino según normas concretas, resultantes de la situación social

de cada uno” Por esto afirma Johannes Bauer que la justicia aparece en la relación entre Dios y el

pueblo o el hombre, y de los hombres entre sí. Así, la justicia se vincula siempre al concepto de

derecho, el cual, como lo define Pietro Parente, ...subjetivamente es la inviolable facultad moral

de tener o hacer alguna cosa en utilidad propia, (y) objetivamente es lo que se debe a otro. Así,

resulta manifiesto que el concepto bíblico de justicia viene determinado por la ley. Lo que

destacan los profetas temiendo Dios y amando al prójimo es el derecho. Pero, ante todo, el

derecho del humilde, del pobre, del huérfano, del extranjero, del asalariado; o como bien lo dice

Pierre Bigo, el derecho de los que los poseedores tienden a excluir de la comunidad de bienes y

que deben ser reintegrados en ella. La justicia para los profetas, por tanto, no es primero el

derecho de los que tienen como dice el mismo Bigo, sino el derecho primordial de los que no

tienen, el derecho del miembro de comunidad cuando se encuentra en necesidad. Estos, desde el

principio, aparecen como los protegidos de Dios: Yahvé se presenta desde el comienzo como el

amigo y defensor de los pobres y de los oprimidos.

Son abundantes los testimonios escriturísticos que patentizan esta verdad bíblica fundamental. La

bondad de Dios para con los hombres esclavos, pobres y oprimidos se muestra en la primera de

todas las Pascuas, en la liberación del pueblo de Israel:

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“Y ahora, al oír el gemido de los israelitas, reducidos a esclavitud por los egipcios, he recordado mi

alianza.” (Ex. 6,5)

Y a partir de aquí, las enseñanzas bíblicas recordarán a los hijos de Israel el deber de la justicia,

pues Yahvé fue el primero en ejercerla con ellos:

“No torcerás el derecho del forastero, ni del huérfano, ni tomarás en prenda el vestido de la viuda.

Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahvé tu Dios te rescató de allí. Por esto te

mando hacer esto.” (Dt. 24, 17, 18)

Pero no sólo es la bondad de Dios la que fundamenta la justicia: también la santidad misma del

Señor. En efecto, las exigencias de la justicia están presentes en la Alianza que Dios pactó con su

pueblo, pues éste ha de practicar la justicia y la bondad a imitación de la santidad de Dios: “Sed

santos como Yo soy santo”, repetirá infinidad de veces el Señor en el Antiguo Testamento.(Lv. 11,

44-45)

No son extrañas, entonces, las múltiples medidas de protección en favor del pobre y del oprimido

en la ley de Yahvé. En el Exodo se puede leer: “No maltratarás al forastero, ni le oprimirás, pues

forasteros fuistéis vosotros en el país de Egipto. No vejarás a viuda ni huérfano. Si le vejas y clama

a mí, no dejaré de oír su clamor... Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que habita

contigo, no serás con él usurero; no le exigiréis interés. Si tomas en prenda el manto de tu

prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, porque con él se abriga; es el vestido de su cuerpo.

¿Sobre qué va a dormir, si no? Clamará a mí, y yo le oiré, porque soy compasivo (Ex. 22, 20-26)

Isaías también patentiza este deseo de Yahvé: “A mí qué, tanto sacrificio vuestro?” dice Yahvé.

“Harto estoy de holocaustos de carneros y de cebo de cebones... desistid de hacer el mal,

aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al

huérfano, abogad por la viuda..”(Is. 1, 11-17) Y más adelante, este mismo profeta es más enfático

aún, al señalar que el ayuno que desea Yahvé consiste en desatar los lazos de maldad, deshacer las

coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo. Que el ayuno consiste

en partir con el hambriento el pan, y a los pobres sin hogar recibirlos en casa; cubrir al desnudo y

no apartarse de los semejantes.(Is. 58, 6-7) Con la aplicación constante de la justicia, señala este

mismo profeta, los hombres cosecharán, como su fruto natural, la paz:

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La paz será obra de la justicia, y el fruto de la justicia, el reposo y la seguridad para siempre. Mi

pueblo habitará en morada de paz, en habitación de seguridad, en asilo de reposo.(Is. 32, 17-18)

Toda la enseñanza del Antiguo Testamento es una permanente invitación a la justicia. Pero a una

justicia que va más allá del simple intercambio: es la justicia del don. Esta justicia no humilla

porque reconoce el derecho del que recibe, un derecho que no nace de la propiedad y del

contrato, sino de la mera necesidad. Es decir, el los escritos veterotestamentarios anuncian de una

manera muy singular el gran precepto del Nuevo Testamento: el del amor cristiano.

El Nuevo Testamento.

Como bien ha expresado Juan Pablo II, un examen objetivo del Evangelio nos muestra a Jesucristo

ante todo como maestro de la Verdad y servidor del Amor, y son estas características suyas las que

explican el sentido de toda su actividad y de toda su misión. Y esto hace que la doctrina de Jesús

no sea una doctrina solamente espiritual, descarnada. Antes bien, al enseñar un código de los

principios éticos religiosos, plasmó el alma de una nueva sociedad.

En efecto, hay una acción del cristianismo en el orden social que, como dice Higinio Giordani, es

directa, concreta, derivada de la obligación que tiene de asistir al que lo necesita, de cualquier

categoría, casta y nación, obligación en la que se identifica el mayor mandamiento de la ley nueva.

Prohibirle, pues, curar a los enfermos, promover la justicia del trabajo, educar a los niños, hubiera

sido vedar a Jesús curar paralíticos y leprosos, llamar a los niños, y hacer todo lo que hizo para el

prójimo; hubiera sido expulsar el cristianismo de la vida, para confinarlo en la historia. Por esto, el

mensaje de Jesús, que se dirigió al hombre de carne y hueso, con su cuerpo, con su destino social

con sus múltiples necesidades, con sus relaciones sociales, ha sido calificado, y con razón, de

intrínsecamente social.

Jesús trabajó en lo profundo del corazón, en el centro orgánico de la vida; Jesucristo trabajó por

formar una sociedad nueva, dándole un espíritu nuevo. Este “nuevo espíritu” no es sino la

herencia del Amor: He aquí dice Juan Pablo II lo que nos ha dejado Jesús en depósito, en herencia:

el amor a todos los seres humanos. Un patrimonio: pobre en apariencia, pero el más poderoso en

realidad. Porque, ¿qué otra cosa pide el hombre sino ser amado? ¿Qué otra cosa proporciona el

sentido fundamental a nuestra existencia, si no es esto? De este modo, la transformación social

evangélica comienza con cada persona y se proyecta a la sociedad. Cambiando el corazón del

hombre se construye una sociedad donde reinen la justicia, el amor y la paz. Y este es el enfoque

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del Evangelio: Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas:

fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia,

injuria, insolencia, insensatez. Todas las perversidades salen de dentro y contaminan al

hombre.(Mc 7, 21-23) El Nuevo Testamento retoma y trasciende la justicia de la antigua ley. No

basta con dar lo que exige en justicia el intercambio: es la justicia del don, es decir, del amor. Y

este es el que transformando a cada persona, consigue la transformación de la sociedad entera. Es

aquí donde cobra su sentido la obra de Jesucristo, quien con sus enseñanzas y su testimonio

asentó los fundamentos de un nuevo orden social. En efecto, Jesucristo funda un nuevo orden

social en cuanto que constituye el amor en la fuerza de transformación social: todos los hombres,

como hijos del mismo Padre, (Mt. 6,9) (Mt. 23, 9) son hermanos,(Mt. 23,8) y como tales deben

amarse los unos a los otros sin medida y sin reserva.(Mt. 13, 34) . En la gran familia humana sólo

hay una ley: el amor. No hay otra ley sobre ésta.(Mc. 12, 29-31).. Este es el punto fundamental:

“Amor que circula en la familia, y no sale de ella, en la gran familia humana.

Ateísmo

El ateísmo es, en un sentido amplio, la no creencia en deidades u otros seres sobrenaturales. En

un sentido más estricto, el ateísmo es la posición que sostiene la inexistencia de deidades. Algunos

la definen como una doctrina o posición que rechaza el teísmo, que en su forma más general es la

creencia en la existencia de, al menos, una deidad.

En un sentido amplio podría incluirse dentro de la definición de ateísmo, tanto las personas ateas,

quienes explicitan la no existencia de dioses, como aquellas que, sin creer en su existencia, no

tienen evidencia ni convicción para su refutación. En un sentido estricto se excluyen a estos

últimos, denominados agnósticos, de la definición de ateos. Los agnósticos rechazan reconocerse

como ateos o ateístas ya que consideran inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento

de lo divino y de lo que trasciende la experiencia o simplemente irrelevante.1

El término ateísmo incluye a aquellas personas que manifiestan la ausencia de creencia en

cualquier dios o deidad. Según el historiador Francisco Díez de Velasco, ser ateo o negar la

existencia de un dios o dioses no implica necesariamente no pertenecer a ninguna religión; existen

religiones, como el budismo que niegan la existencia de dios2 o no mencionan la existencia de dios

alguno y que, por consiguiente, son ateas o más correctamente no teístas.

Los postulados del ateísmo son contrarios a los que sostienen las creencias religiosas e implican

una crítica a la religión.

Causas

sa, moral y social, hay que decir que han ocultado el verdadero rostro de Dios, en vez de

exhibirlo.”

La intimidad de la conciencia. La causa últi

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1. La presencia del mal en el mundo, en el hombre y en la sociedad. “El ateísmo nace, con

frecuencia, ya de una violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo, ya del

carácter absoluto que se concede indebidamente a determinados bienes humanos, de tal

manera que llegan a colocarse en el lugar de Dios. La misma civilización actual, no en si

misma, más bien puesto que está demasiado ligada a las realidades de la Tierra, puede

dificultar en grado notable el acceso del hombre a Dios”.

2. La actitud del hombre frente a sí mismo puede ser origen de ateísmo. Cuando el hombre

se idolatra apoyado en los logros de la tecnología y en el dominio de la naturaleza, está

tentado a ver a Dios como algo inútil. El ambiente materialista que impregna una buena

parte de la vida de los hombres, como consecuencia de las comodidades crecientes que

proporciona la sociedad de consumo.

3. La reacción crítica contra las religiones. Los propios creyentes pueden haber influido en la

extensión del ateísmo por la ignorancia de su propia fe sobrenatural; por la enseñanza

deficiente de la doctrina cristiana; por mal ejemplo en las diversas facetas de su vida: la

religiosa: creciente pérdida del sentido sobrenatural de la existencia humana; la moral:

muchos cristianos no llevan una vida moral en conformidad con el espíritu del evangelio; y

la social: no pocos cristianos han relegado las exigencias de la fe a su vida individual y no

se han arriesgado a ponerlas en práctica en el mundo de la política, la economía, el

derecho, la cultura, el arte, etc. “En algunas partes del mundo, esta crítica se ejerce

principalmente contra la religión cristiana. Por consiguiente, en esta génesis del ateísmo,

los propios creyentes pueden tener parte no pequeña, puesto que, con el descuido de la

educación de la fe, o con exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos

de su vida religiosa, moral y social, hay que decir que han ocultado el verdadero rostro de

Dios, en vez de exhibirlo.”

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4. La intimidad de la conciencia. La causa última y más importante hay que buscarla en el

hombre individual, en la intimidad de su conciencia, pues el individuo es libre y no pierde

su libertad a pesar de la influencia poderosa del ambiente materialista

Secularismo

El laicismo convencional, en un sentido, afirma la libertad de religión, estando libre de la

imposición de alguna religión oficial o gubernamental sobre la gente, dentro de un estado o de

una sociedad que es neutra sobre los asuntos de creencia espiritual, y no da ningún privilegio

estatal o subvención a religiones (mirar también la separación Iglesia-Estado y Laïcité).

El laicismo, en otro sentido, establece que las decisiones y actividades humanas, sobre todo

políticas, deberían estar basadas en lo que se consideran pruebas y hechos antes que en creencias

con influencia religiosa. Las doctrinas religiosas están basadas en lo que consideran una verdad

absoluta, mientras que el secularismo está basado en la razón que fue desarrollado durante la

Ilustración. Los secularistas creen que todas las actividades que caen fuera de la esfera privada

deberían ser seculares, p. ej. no religiosas (véase la Razón pública).

Causas

a) El pluralismo social y religioso, con el consecuente relativismo de los valores y de las creencias,

que dejan de estar respaldados por la totalidad de un pueblo, y pasan a ser patrimonio de grupos

que comparten sus cosmovisiones junto a otros. Esa situación erosiona la plausibilidad de credos

que se reclaman como absolutos.

b) La privatización de la fe, que responde a una decisión personal, y que no puede ser impuesta

por nadie, tampoco por una tradición. Ello provoca que la decisión creyente se vea sometida a

factores que las Iglesias no pueden controlar, y que se remiten incluso a una situación de

mercado, en el sentido que el ' individuo se siente confrontado con una multitud de ofertas de

sentido global con pretensiones de validez.

c) Continúan, de todos modos, siendo válidos los diagnósticos que formulara Weber sobre el

desgaste de las «religiones de 'fraternidad», sobre todo a causa de su contraste conlos sistemas

sociales más avanzados, como la economía, con sus exigencias materiales; la política, como

estrategia de poder; y la ciencia, como sistema autónomo de conocimiento, que hoy alimenta

además buena parte de la conciencia crítica que se vierte contra las iglesias.

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d) No deben olvidarse las causas internas de secularización, o la culpabilidad eclesial, consecuencia

del desprestigio de las instituciones y de las personas representativas de ellas, así como la

constatación de la esterilidad, o incluso negatividad, de desarrollos teológicos y de experiencias

prácticas poco afortunados, a la hora de rescatar el significado del cristianismo en un mundo

secular, y que han profundizado aún más las tendencias secularizadoras (las más extremas son las

teologías de la muerte de Dios, pero W. Pannenberg denuncia también a las teologías feministas, e

incluso a una parte de la teología de la 'liberación).

Principis y valores de lqdoctrin social de la iglesia

01 Dignidad de la persona humana

Según la Doctrina Social de la Iglesia, la persona humana, por estar hecha a imagen y semejanza de

Dios, posee una dignidad que la hace superior a los demás seres creados. He aquí algunas citas de

la Doctrina Social de la Iglesia al respecto:

02bien común:

Un sentido de pensar en el bien de todos los individuos, sin quitar ni el sentido de sociedad, ni de

unicidad.

03Destino universal de los bienes:

"Dios ha destinado la tierra y sus bienes en beneficio de todos.

004Principio de subsidiariedad:

protección a los núcleos, especialmente a la familia en su sentido cristiano

*05Participación :

consiste principalmente en un compromiso del cristiano, en promover una sociedad más conforme

con los designios de Cristo.

06sodariidad_

La solidaridad es uno de los principios básicos de la concepción cristiana de la organización social y

política, y constituye el fin y el motivo primario del valor de la organización social

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Defensas promoción de formas de vida

El aboro

Concepto : es un acto gravemete contrario a la ley natual . a la conciencia y a la ley de dios pues

todo ser humabnoconcevido tiene derecho ala vida .

Acpectoos.