Rafael Guillén

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"...Vivir es detenerse con el pie levantado, es perder un peldao, es ganar un segundo..."

"Desnudo "

Gustav Klimt

Resea biogrficaPoeta espaol nacido en Granada en 1933.Ha dedicado su vida a la actividad literaria destacndose en el campo de la narrativa, el ensayo, y especialmente en la poesa.Pertenece al grupo Generacin del 50. Ha dirigido importantes publicaciones y su obra literaria se encuentra traducida a numerosos idiomas.Ha publicado ms de veinte libros obteniendo numerosos premiosentre los que se destacan: Premio Pases HispnicosII Premio Internacional del Crculo de escritores IberoamericanosPremio Internacional de CentroamricaPremio Leopoldo Panero 1966Premio Guipzcoa 1968Premio Boscn 1968Premio Ciudad de Barcelona 1969Premio Nacional de Literatura 1994Premio de la Crtica Andaluza 2003

Alicatado para una tarde de verano

Anclado en mi tristeza de profeta...Canto a la esposa IICristal romano

Cristales empaados De nuevo te esper en el desconsuelo...Donde son una risa

El miedo, no

Ella vendr saladamente hmeda... Escultor

Gesto final

La espera y la esperanzaLindo con tu silencioMiedo un instantePoema del no Poema para la voz de Marilyn MonroePronuncio amorRecachaSer un instante

Signos en el polvo

Tengo marcado un nombre...Un da con el alba

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Alicatado para una tarde de verano

Para traspasar las hojas,la luz se pone de lado.Se despereza el aromay hay un sopor que, despacio,deshilachan las zumbonasavispas del emparrado.La paz del jardn se esparcepor el brillo del acantoy la tarde se inauguraal regarse el empedrado.

Hay rincones invisiblescon amores encaladosy persianas donde crecela penumbra del verano.El mirador se remiraen los reflejos ms altos.Alguna risa que llegapor el silencio rampandoy el agua, duea y seorapor fuentes y por regatos.

El aire tiene un desgairede mimbre desangelado.El arrayn cuadriculala dicha de estar mirando.Desde los poyetes, rastrasen macetas de gerneoscuelgan hasta el arriatebuscando su olor mojado.El silencio se despiertapicoteado de pjaros.

Las glicinias se retuercensobre sus pomos moradosy son de azulejo y frolos zcalos y los bancos.El chirrido del portnanuncia el rito diario.Las sillas, de recia anea.El vino, de mano en mano.La amistad, como bebersela tarde de un solo trago.

"De Mis amados odres viejos"

Anclado en mi tristeza de profeta...Anclado en mi tristeza de profetas cunto ha de valer lo que hoy recibo;cunto valdr despus esto que vivosujeto a este despus que me sujeta.Mi plenitud en ti qued incompletay espera un no s qu definitivo.Mientras, cerca de ti, escribo y escribo,poeta al fin, en tiempo de poeta.S cunto ha de valer; eso es lo triste.Valdr ms de lo mucho que poseoel recordar lo mucho que me diste.Profetizado don, con que falseoesta presente gracia que me asistey esa futura gracia que preveo.

Canto a la esposa IIComo un ngel en traje de faenadescompones la casa amanecida.Las camas y las mesas se abandonansin recato, las faldas levantadas.Sacude viejos pasos de la alfombra,que tu amor no es posible sin nacer cada da!El brillo sooliento del barniz y del vidriodespierta a la caricia puntual del plumero,el reloj te presiente y acelera el latido.La escoba te florece entre las manos.Canta ms alto y barre los recelos;que quede el aire justo por los cuartos!Hay una pausa siempre donde la sangre clama.Es cuando se doblega tu maternal cinturay un racimo de nios colgados de tu cuello,pone a punto de risa la claridad del da.Esposa del amor y la cocina,de la sonrisa fcil y el pelo alborotado,de las mangas subidas y la mirada casta.An no s si es mi paz ese diariotrajn, en el que envuelvesnuestro amor, o si es acasomi paz este mirarte atareadacomo libando aqu y all en lo nuestro.O si es mi paz el vuelo de tu falda,o el aire de domingo con que pones la mesa.Dos pjaros te escoltan cuando sales al patio.Las tapias encaladas te roban la limpieza.Tiende alta tu blusa y mi pauelopara que puedan verse desde el mar!Tiende al sol tu recato y tu blancuray que se sequen pronto los recuerdos!Esposa del amor y la costura,del cesto y de la plancha, que apaciguasconstante mi inquietud, como serenasel mar blanco y rizado de las sbanas.Despus, la mano umbrosa de la tarde vencidaapaga lentamente rendijas y ventanas;mientras por una escala de palabras mimosasse te suben los hijos a la altura del beso.Pasa un silencio por la lnea exactadonde termina el da,y la luz se deshace iluminandopequeos universos interiores.Es cuando t, sentada y poderosa,redondeas el da dando forma al sosiego.Es cuando t preparas los caminospor donde el bien resbala hasta entrar en la casa.Es cuando t presides la alegra.La amiga noche, esposa, no se acercahasta que t le tienes mullida la almohada.

Cristal romano

Si este ungentario de cristal romanoque veinte siglos irisaron, dondela transparencia envejecida apenasdeja ya ver el soplo que le dieraforma de lgrima y que an se escondeen su interior como con miedo a verseen otro tiempo; si este vaso leveque otro soplo o milagro ha conservadoindemne entre los mrmoles partidosde la arrasada villa, resbalasede mis manos y en un funesto instantese estrellase en el suelo dulcemente,consternacin aparte, no sabraapreciar las distintas magnitudesde tamao suceso, ni sabraponerle fecha; pero estoy segurode que en el tiempo aquel, que permanecedetenido entre togas y columnas,se oiran los clamores del desastre.

Cristales empaados

Se fue, no tan despacio que no hubieraun desajuste tenue en la calimadel asfalto, y su faldapareca ms triste en el andar y hubocomo una duda, o tal vez no, y la acerase fue estrechando al alejarse y, luego,pareci, quizs fuerasu delgadez, sus hombros, que no iba,que volva a la infancia, y en la calleapenas caba el sol y mi miraday una msica urbana que, tan joven,surgi de un bar con soledad y miedo.Te veas t, acaso, dime, comosi te pudieras ver, de espaldas, sola,pegada a la pared, andando, yndote?

Me fui. Recuerdo que el vacoaqul era ya partede m. Porque me estuve yendotodo el tiempo que, arriba, la buhardilla,cama deshecha, sbanas con restosde calor, vasos, dejaya de fumar, me estuvedejando ir en no querer ser pastode ciudad, y las callesy el ruido estaba en m y tus ojos, habla,por qu te vas?, estabanalrededor de m; ser pastode ventanas cerradas, un quejidoo una sirena a media noche, esquinasdonde comprar la nada, el estallidode la nada, acompame, me estuveyendo de m todo aquel tiempo tan hermoso.

Se fue y era de nocheen torno a su cintura y sus vaquerosgastados. La bufanda, con su historiaella tambin, entretejida, dabauna vuelta a la tibiacadencia de su cuello y la seguaa travs de la lluvia y algn perroy la insolente luz de los semforosponiendo en orden el desierto y, lejos,la otra oscuridad, la que est hechade violencia y portales y mugrientasescaleras.

Me fui de tanta prisapor conocer, de tanto estar contigo,de tanta juventud, fro empaandolos cristales, de tanto amor, la estufa,libros y discos en desorden, altasmadrugadas del beso, tus preguntas,caf para el cansancio, las paredes,tu pelo, el desconcierto de estar vivo.

Toda esta vida me sostiene ahora.Todo este tiempo aqul que es lo que tengo,lo nico que tengo. Tanto irse,tanto perder, tal desapego,tanta sinceridad, tan armoniosadesventura, tan sabio desvaro,tal desesperacin, tanta belleza.

De nuevo te esper en el desconsuelo...

De nuevo te esper en el desconsuelode la esquina. Por el bullicio oscuroiban, venan rojos autobuses,acharolados taxis que, ocupados,se detenan un segundo antesdel desencanto. La farola dabaentintado de comic a la espera.

Los taxis estn hechos con materiade soledad, de presurosos besos,de palabras sin terminar, de rpidosadioses, de cabezas que se vuelvencomo pidiendo auxilio. Cada taxiva tejiendo y tejiendo su capullode seda por las calles, va encerrandosu mariposa entre los hilos tensosde la ciudad que gime y que lo envuelve.

Por qu querer es esperar?. La lluviatenaz parpadeaba en el cambiantenen de Piccadilly y los neumticospor el asfalto hmedo sonabancomo el desuello de una piel inmensa.

Todo el desecho de la prisa ibaacumulado en los asientos turbiosde los taxis. Su tntalo destinoera llegar para volver de nuevo.

Los taxis se alimentan de colillas,de tersos portafolios, de monturasde gafas, de coronas funerarias,de perfumados guantes, de pauelosinmundos, de paraguas olvidados.El horizonte de los taxis nacea espaldas de la luz, est pobladode sanatorios y consultas, lindacon discos y semforos, discurrepor negocios y apremios y legajos.

A dnde va el amor cuando no acudea nuestra cita?. Una lenta hilerade gotas resbalaban por el bordede la farola anochecida. Un golpede tos quebrada restall muy cercade mi bufanda. El viento me azuzabalos mastines del fro. Y otros taxispasaban sin parar, como otras noches,como todas las noches de mi vida.

Cuando al amanecer se quedan soloslos taxis, se acarician la gastadatapicera, que conserva algunasviejas huellas de semen o de lgrimas.

Donde son una risa, en el recinto...Donde son una risa, en el recintodel aire, en los pasillos transparentesdel aire donde, un dason una risa azul, tal vez dorada,queda por siempre un hueco, un lienzo triste,un muro acribillado, un arco roto,algo como el desgaire de una manocansada, como un trozode madera podrida en una playa.Donde salt la vida y luego nadaech a rodar, y luego nada, quedauna cama deshecha,un cuarto clausurado, un portn viejoen el vaco, algocomo un andn cubierto por la arena;queda por siempre el huecoque deja un estampido por el bosque.De bruces, husmeando, rastreandounas huellas, tirandodel hilo de un perfume,penetra el corazn por galerasque un latido de sangre subterrneahorad alguna vez y all quedaron.Y que all permanecen con su hmedaoscuridad de tigres en acecho.Penetra el corazn a tientas, llamay su misma llamada lo sepulta.Donde son una risa, una vidriera,una delgada lmina de espacioestall lentamente. Y no es posibleponer de nuevo en orden tanta ruina.Un nuevo aliento merodea. Lleganotros sonidos hasta el borde y pidensu momento para existir. Afluyennuevas formas de vidaque al final toman cuerpo y se acomodan.Pero el tiempo ya es otro y el espacioya es otro y no es posiblerevivir lo que el tiempo desordena.En la cresta del agua o de la espumadonde una risa naufrag, ya nadapodr buscar, hundirse, hallar los restos,nadie podr decir: ste es el sitio.El mar no tiene sitios y sus cimasson instantes de brillo y se disuelven.

Pero quedan los huecos, queda el tiempo.El tiempo es un conjuntode irrellenables huecos sucesivos.Donde son una risa queda un hueco,un cogulo de nada, una lejanapolvareda que fue,que ya no est, pero que sigue hablando,diciendo al alma que, en alguna partealgo cruz al galope y se ha perdido.

El miedo, no. Tal vez, alta calina...El miedo, no. Tal vez, alta calina, la posibilidad del miedo, el muro que puede derrumbarse, porque es cierto que detrs est el mar. El miedo, no. El miedo tiene rostro, es exterior, concreto, como un fusil, como una cerradura, como un nio sufriendo, como lo negro que se esconde en todas las bocas de los hombres. El miedo, no, Tal vez slo el estigma de los hijos del miedo. Es una angosta calle interminable con todas las ventanas apagadas. Es una hilera de viscosas manos amables, s, no amigas. Es una pesadilla de espeluznantes y corteses ritos. El miedo, no. El miedo es un portazo. Estoy hablando aqu de un laberinto de puertas entornadas, con supuestas razones para ser, para no ser, para clasificar la desventura, o la ventura, el pan, o la mirada -ternura y miedo y fro- por los hijos que crecen. Y el silencio. Y las ciudades rutilantes, huecas. Y la mediocridad, como una lava caliente, derramada sobre el trigo, y la voz, y las ideas. No es el miedo. An no ha llegado el miedo. Pero vendr. Es la conciencia doble de que la paz tambin es movimiento. Y lo digo en voz alta y receloso. Y no es el miedo, no. Es la certeza de que me estoy jugando, en una carta, lo nico que pude, tallo a tallo, hacinar para los hombres.

Ella vendr, saladamente hmeda...Ella vendr, saladamente hmeda, tenuemente velada por el polvo de agua que liberan las olas al romper.

Uno por uno, intento ir forzando los lmites. Y espero. No s que espero, ni por qu. Es un modo de reclamar mi parte de aventura.

Ella vendr. Vendr desde la noche. Como un dbil galope que se acerca. Como el recuerdo de una risa. Comoel eco de las voces que, otros tiempos, habitaron la casa abandonada.Ella vendr. Yo creo en el misterio.

La fe en lo transparente, en lo que existealrededor de la materia; el vago presentimiento ilgico; el deseo me salvar. Yo creo en la otra mitad de lo visible.

Ella vendr, saliendo del espejo. Sonriendo desde un retrato antiguo. Ser un leve crujido en la escalera, el ruido de unos pasos por el techo, una cortina que se mueve, un vaso de cristal que se rompe sin tocarlo.

Ella vendr, como una paz lejana. Vendr como un aroma de vaguadas y montes, cabalgando a lomos de la tarde. Ella vendr al final, no s por dnde; tal vez por el atajo de alguna dimensin desconocida.

Ser hombre es resistirse. Ser hombre es cometer, conscientemente, un pecado de lesa desmesura. Ser hombre es ser testigo de lo absurdo.

Ella vendr, engarzada en una chispa de pedernal. Abriendo paso al rayo. Deslumbrante en la proa de una infinita luz que se aproxima.

EscultorEn mis manos tu barro, te moldeocon ternura. Mi soplo y mi cariciadieron ser a la curva que te inicia.Si carne te pens, viento te veo.Vaciada ya tu forma, me recreo,te atesoro. No culpes mi codicia.Alta puse la mira: tu primiciaesculpida a cincel en mi deseo.Yo, escultor, slo pido por mi arteel contemplar mi obra: contemplarte.Pero t ya eres t, aunque eras ma,y si una vez te arredra mi egosmo,puedes irte si quieres. Me es lo mismo.Te crear, de nuevo, cualquier da.

Gesto finalUn hombre est tumbado bajo el cielo. Se le ha apagado el tacto. Las hormigas pueden subir el trigo por su cuello. Esto es lo ms terrible de los muertos: que la vida los cubre y los absorbe. Porque un hombre est muerto, y en la plaza siguen jugando al tute los de siempre, y se espera que grane la cosecha, y hay barcos en los puertos, preparados para zarpar al despuntar el alba. Un muerto es la esperanza boca abajo. Porque un hombre est muerto y todava es posible que tiene en los bolsillos un paquete empezado de tabaco. Y esto es lo ms terrible de los muertos: que se paran de pronto entre las cosas. Ha muerto un hombre cuando se desdobla y se mira su cuerpo, desde enfrente, y se tiende la mano, y se despide. Ha muerto un hombre, irremisiblemente, cuando mueren los que lo recordaban. Los muertos se resisten a estar muertos y se defienden con su peso inerte, y es terrible su grito cuando luchan porque slo se oye con los ojos. Hay que amar a los muertos, comprenderlos. Son como nios buenos enfadados. Les han robado el aro y la cometa y se han quedado tristes para siempre.

La espera y la esperanzaNo es la esperanza, no. Slo es la esperalo que fijo me tiene a tu querencia.tu palpable regreso a m, evidenciauna ignorada ansia pasajera.Si mucho es esperarte, an ms fueraesperanzarte. Ciega mi impotencia,no sabe de accidentes ni de esencia.De ah, el querer, quizs lo que no quiera.Para esperarte tengo el sentimiento.Esperanzado, nada tengo. Un viento,acaso, que me enlaza a lo lejano.La esperanza es un premio gratuitoa la espera; un don casi infinitopor un merecimiento casi humano.

Lindo con tu silencio, en la hora fra...Lindo con tu silencio, en la hora fraen que todo est dicho. Palpo ciegotu encontrado silencio. Parto y llegode silencio a silencio, da a da.Cierto estoy de que cierto no podraentrar en tus murallas . Cierto niegoque haya ms fuerza en m que la que entregoa tu silencio, duda en ti, ya ma.Con l limito. S que es la fronterade no s qu. -Tu muda primaveratorna en dudosos vientos mis certezas-.Y en torno sigue tu silencio, y sigopensando en ti y sin ti, pero contigo,si es que mueres en l o en l empiezas.

Miedo un instanteTengo miedo de ti, o de m. Cabalgo,cabalgas t mi piel por los umbralessombros del amor. Y nunca salesa mi luz, a tu luz. Y nunca salgo.Tengo un algo de ti. Tienes un algode m por tus distancias siderales.Ah, si Dios me dijese lo que valespara poder saber lo que yo valgo!Estoy, ests, como cumpliendo un rito,como dando postura por el vientoa esta voz con que gritas, con que grito.Todo termina, justo, en el momentoen que casi nos toca lo infinito.tienes miedo, y me mientes. Y te miento.

Poema del no

Me decas que no. Por tu miradapasaban barcos lentamente. Habagaviotas en tus ojos, en tus blandos,oscuros ojos grandes,donde iba cayendo la amarguracomo un anochecer de altas sirenasen los puertos del Sur.Me decas que no serenamente.Era un no original, que ya existaantes que t, que hablaba por s mismomientras que t, impotente, absorta, fijosen m tus ojos, lo sentas vivo,palpabas su raz por tus adentros.Era un no adivinado,mudo, pesadamente silencioso.Tu duro cuerpo tibiome deca que no, sin causas, ibareplegndose, comosi volviese a la infancia. T no eras.Me decas que no, y en tu miradacabalgaba un dolor que yo diramaternal. Un dolor implorandocomprensin. Un no de contenidapesadumbre, pero total, abierto,levemente asomadoa las playas del llanto.Me decas que no lejana, sola,terriblemente sola, maniatada,sin un porqu donde apoyarte, peroera no, era no, sin gritos, no...

Los puertos, las sirenas,los barcos en la noche, todo ibaperdindose, alejndose.Yo, delante de ti, triste, abatido.

Poema para la voz de Marilyn Monroe

Tu voz.Slo tu tibia y sinuosa voz de leche.Slo un aliento gutural, silbante,modulado entre carne, tiernamentemodulado entre almohadasde incontenible pasmo, bordeandolas simas del gemido,del estertor acaso.Como un tacto de fina piel abierta.Como un espeso y claro lquido absorbenteque envuelve tus adentros, que te subedel sexo mismo hasta los labios,que recorre tus dulces cavidadesantes de ser el soplocaliente y sensorial que nos sumerge.

Tu masticada voz, que te desnudasutilmente, insidiosamente, comosi en derredor de tu cintura fuesecreando y disipando al mismo tiempomil velos transparentes de saliva.

Tu voz resuelta en quejas y mohinesque trasmina como un olor a cuerpo,un tierno olor sedosoque se propaga en ondas, que nos rozatan delicadamente, que es posiblesentirlo por las manos y en las piernas.

Tu voz labial, visible,como gustando el aire, como dandoforma a posibles moldes para besos.Tu voz de oscura selva con riachuelos.

Clavado aqu, en mi hombra,oigo tu voz, que late entre mis dientes,y enmudezco la radio, y cierro el gesto.Porque t ya ests muerta;porque hace largos meses que ests muertay an es posible el grito enfebrecido.

Oigo tu voz carnal, y me preguntoqu pasa aqu. Si acaso es esto un nuevopecado, o un castigo.

Pronuncio amorVengo de no saber de dnde vengopara decir amor, sencillamente.Para pensar amor, sobre la frentesostengo qu s yo lo que sostengo.Para no detener lo que detengosiembro en surcos y versos mi simiente.Para poder subir, contra corriente, tengo sujeto aqu, no s qu tengo.

Venir es un recuerdo, si se llega. Pensar es una huida, si se toca.Sembrar es una historia, si se siega.Slo acierta en amor quien se equivoca y entrega mucho ms de lo que entrega. Despus, toda esperanza ser poca.

RecachaAqu estaba, sentadaen la recacha, as de as, encogida,acurrucada al solla abuela.Esto era amor. Aquello.Un tiempode negro y de Seor, lo que se inventa!pona en derredor de su pequeomojoncito huesudo nuevos rostrosmocosos, y otra arruga,eterno mosquero, y ms sumidala desdentada boca, tiestos con geranios,y no recuerdo nada !esta cabeza!Una como ternura caldeaba el acoso de las lajas.

Mano seca en las cejas protegiendodel sol, gracia divina,los ojos derretidos.Vencido estar, joroba, a punto caside un crujido y ya est. Dios la reciba.

Aqu el mosquero, largospapeles de colores;aqu la zafa, el pie no se mejora,agua de sal, la panzade la jofaina desconchada.Estoera tambin amor, digo, miseria;amor, digo, violencia. No lo supo. Qu tiempos!La jarapaalpujarrea en las rodillas, negropaoln, ay el lutodescolorido, negrorefajo, en Cuba mismo lo enterraron.

Y ms. Ochenta y tantosaos milenios en la costra yunque de esta tierra, forjandopara qu su cansada reciedumbre.Y una ignorancia aejaque le tapaba el hambre con sudadosescapularios; que agostaba en brote,lo ha dispuesto el Seor, la rebelda.

Aqu la abuela nia, y un suspiro,zurciendo eternamente, remendando,y otro suspiro, cocinando, y otro,los despojos, pasandolas cuentas del rosario.Esto eratambin amor. Y eradesprecio.Somos pobres.Y abandono.

Ya de tarde, lo lejos se tensabacon un duro rasgueode cmplices guitarras.Lo recuerdo.

Ser un instanteLa certidumbre llega como un deslumbramiento. Se existe por instantes de luz. O de tiniebla. Lo dems son las horas, los telones de fondo, el gris para el contraste. Lo dems es la nada. Es un momento. El cuerpo se deshabita y deja de ser la transparencia con que se ve a s mismo. Se incorpora a las cosas; se hace materia ajena y podemos sentirlo desde un lugar remoto. Yo recuerdo un instante en que Pars caa sobre m con el peso de una estrella apagada. Recuerdo aquella lluvia total. Pars es triste. Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo. Vivir es detenerse con el pie levantado, es perder un peldao, es ganar un segundo. Cuando se mira un ro pasar, no se ve el agua. Vivir es ver el agua; detener su relieve. Mi vagar se acodaba sobre el pretil de hierro del Pont des Arts. De sbito, centelle la vida. Sobre el Sena llova y el agua, acribillada, se hizo piedra, ceniza de endurecida lava. Nada altera su orden. Es tan slo un latido del ser que, por sorpresa, llega a ser perceptible. Y se siente por dentro lo compacto del hierro, y somos la mirada misma que nos traspasa. La lucidez elige momentos imprevistos. Como cuando en la sala de proyeccin, un fallo interrumpe la accin, deja una foto fija. Al pronto el ritmo sigue. Y sigue el hundimiento. La pesada silueta de Louvre no se cuadraba en el espacio. Estaba instalada en alguna parte de m, era un trozo de esa total conciencia que henda con su rayo la certeza absoluta. Ser un instante. Verse inmerso entre otras cosas que son. Despus no hay nada. Despus el universo prosigue en el vaco su muerte giratoria. Pero por un momento se detiene, viviendo. Recuerdo que llova sobre Pars. Los rboles tambin eran eternos a la orilla. Al segundo, las aguas reanudaron su curso y yo, de nuevo, las miraba sin verlas, perderse bajo el puente.

Signos en el polvo

Como el dedo que pasasobre la superficie polvorientadel mueble abandonado y deja un surcobrillante que acenta la tristezade lo que ya est al margen de la vida,de lo que sigue vivo y ya no puedeparticipar de nuevo, ni aun con esapasiva y tan sencillamanera de estar limpio all, dispuestoa servir para algo; como el dedoque traza un vago signo, ajeno a todosignificado, slollevado por la inercia del impulsogratuito y que dejaconstancia as en el polvo de un intilacto de voluntad, as, con esadejadez, inconsciencia casi, sientoque alguien me pasa por la vida, alguienque, mientras piensa en otra cosa, trazaconmigo un surco, se entretieneen dibujar un signo incomprensibleque el tiempo borrar calladamente, que recuperar de nuevo el polvoan antes de que pueda interpretarsesu cifrado sentido, si es que tuvosentido, si es que tuvorazn de ser tan pasajera huella.

Tengo marcado un nombre...Tengo marcado un nombre no s por quin, ni donde. Tengo un nmero como deben tenerlo las plantas y los pjaros. Me llaman y respondo. Me vuelven a llamar desde una cima, debajo de una roca, en un bosque desierto. Me vuelvan a llamar desde una iglesia, desde una sobremesa familiar, desde un amigo. Me vuelven a llamar desde una tumba. S que pude ser ciervo, o pude ser encina, o no pasar de tierra. Para decir: ya voy, tengo una voz concreta que no me s escuchar porque no es ma. Parte de m y se esconde, aunque presiento que despus de todo he de volver a verla. Es fcil responder, A veces solo basta mirar o ser mirado o sentirse sabido de memoria. Puede ser suficiente abrir los ojos, extender los brazos y decir: aqu estoy. Contestar es vivir. Basta gritar: alerta! La muerte debe ser la primera llamada incontestable.

Un da, con el alba, volva solitario...Un da, con el alba, volva solitario de mis cosas de hombre. Pudo ser hace tiempo. La claridad naca del fondo de las calles como la pena nace del fondo de una copa. Siempre se vuelve solo. No s por qu las calles parecen tan vacas cuando el amor termina. A travs de las puertas cerradas, se senta vagar los esposos por la humedad del sueo. Nunca pude entenderlo. Nos subimos a un cuerpo como se sube un nio a la rama ms alta. De pronto, bajo el cielo, el cuerpo, que era todo, se nos va consumiendo debajo del abrazo. De pronto comprobamos que nos falla la tierra, que por algn resquicio la vida se derrama. La plenitud redonda que lleg por el tacto, por ese mismo tacto regresa y se disipa. Por campos y tejadas resbalaban los cinco. Muy cerca, un jazminero deba estar despierto. Yo volva cansado, como vuelven los hombres que han donado su parte para el dolor del mundo. La desnudez de un brazo. Un cuello interminable. Dos piernas que se alejan buscando una salida. Una cintura firme donde apoyar las manos como cuando se vuelca el peso en el arado. Nunca pude entenderlo. Las miradas se enfrentan como vueltos espejos que en si mismos acaban. Delante de los ojos hay lminas opacas tras las que cada amante disfraza su egosmo. Ella estuvo muy cerca, aquella vez, de darme algo que con el tiempo tal vez fuera un recuerdo. Desde aqu la contemplo, pero no tiene rostro. No sera ms triste se no hubiera existido. Nos tiramos a un cuerpo como al mar, y aprendemos que el amor, como el agua, no opone resistencia. Bien poco es lo que queda despus, si la ternura no inventa sus razones para seguir viviendo. Penetramos espacios que no nos pertenecen. La carne, como el humo, se aleja si se toca. Hoy ya no me pregunto la razn, y me entrego, y acepto, y disimulo; pero s que es chantaje. Aquel da empezaba como todos los das; porque todos los das empiezan y no acaban. el alba suavizaba los ltimos aleros y la luz preparaba su primer estallido. Siempre se vuelve solo del amor. Como entonces. Porque el hombre limita con su piel, y los sueos slo cuentan, no siempre, cuando un pecho, entrevisto, nos revela de pronto nuestra gran desventura.