¿Qué tipo de maestro eres?Como es bien sabido, el proceso de enseñanza – aprendizaje  es un tipo de relación entre un docente y un alumno, en donde no hay posibilidad del uno sin el otro, pero para que éste funcione se deben cumplir con una serie de requisitos. Algunos competen al modelo educativo o al currículo, otros a la metodología de enseñanza, algunos más al conocimiento del alumno, pero sin duda, la eficiencia y el significado del proceso educativo también depende del propio maestro, de sus características personales, de su desarrollo interior, de su educación previa  y de su salud mental. 

Luego entonces, la influencia del profesor en la formación de la personalidad del educando, es un hecho confirmado,  ya que en la interacción constante que opera en el aula, en el uso de su palabra, en la forma de comunicarse, de dialogar, de enseñar, de conducir y de actuar: la transmisión de ciertos valores es inevitable.Por lo que, a través de mi historia educativa, haya observado que dependiendo de los valores y el carácter de las personas, existen diferentes tipos de maestros. Para apoyar mi observación citaré a Andrés Manjón (1925), quien de forma clara y simple hace la siguiente clasificación de maestros:

•Los ensayados. Ha tenido un maestro que le enseñó a enseñar y tiene escuela de maestro formado, conoce los métodos, planes y procedimientos que den resultado y los pone en práctica. Es pensador y lo que hace lo razona. Estudia los nuevos métodos, los examina y contrasta antes de aceptarlos.

•Los ensayadores. Son rutinarios, no han tenido maestro que les enseñe a enseñar. Cada año tiene un plan y procedimientos, ensaya los métodos novedosos. Hace de sus alumnos conejillos de indias. Carecen de ideas propias y sigue las indicaciones que los inspectores que no saben nada de educación, mandan. Son maestros infelices, que pasan la vida enseñando, sin saber cómo se enseña o educa.

•Los paidólogos. En todos los periodos hacen lo mismo, pero enseñado en modo y cantidad distintos. En todo hay juego y disciplina, pero ésta crece en rigor, y aquel decrece en importancia docente y frecuencia.

•Los que desatienden la edad y capacidad del alumno. Así como el que no atiende al estómago del niño no vale para criarle, el que desatiende a su inteligencia no vale para educarle, y tan funesto es indigestar almas como cuerpos. Por lo que, por no saber enseñar, ni educar, se pierden las cuatro quintas partes del trabajo y se inutilizan más vocaciones y aptitudes de las que se aprovechan.

Los ordenados. Es un hombre modelo, ordenador de la enseñanza. Su tipo de orden está basado en las ideas y las conductas en métodos y disciplina. Su objetivo es hacer a los hombres: a los sabios los hace artista y santos. Conserva y alarga la vida, produce paz y bienestar, endulza y fecunda el trabajo. Hace elástico el tiempo y favorece el adelanto en lo intelectual, moral y pedagógico.

•Los desordenados. Son buenas personas pero malos maestros, pues no saben enseñar. Buenas personas que intentan ser buenos maestros, pero no lo consiguen por falta de orden y método. Son cortos de genio, puesto que los alumnos se le vienen encima y se lo ponen por montera. Dislocado innovador y tocados de ideas modernistas, ensayando en sus alumnos cuantas novedades pedagógicas lee. Lunáticos, en donde unos días todo en orden y otros chirigota, según el tiempo. Inestable, lleva los problemas de su casa a la escuela. Hombre de su tiempo, se la da de revolucionario, hace de la escuela incubadora de malas ideas y malas personas para el futuro. Maestro de indiferencia personificada y el más desilusionado. No creé en nada ni se preocupa de nada. Él es la voluntad, el palo y la ley….

•Los adormecedores. No responden a las preguntas de sus alumnos. Se burlan, se conforman, son verbalistas, están llenos de ciencia prehistórica o rara. Son libristas.

•Los despertadores. Son curiosos. Su oficio es dirigir la curiosidad de sus alumnos hacia las cosas buenas, convenientes y morales. Son ordenadores en el modo de despertar la curiosidad. Instructores de buenos modales.

•El observante. Es hombre justo, entregado de sí por caridad y de por vida, es el maestro perfecto el maestro modelo…

Y así podríamos seguir, pero para Manjón, el maestro de educandos debe ser perseverante; debe regirse de acuerdo a la edad en la disciplina, la cual forma la voluntad; en la enseñanza, la cual afirma las ideas morales y  en la libertad, la cual es un bien graduado. El maestro pone las riendas de la educación en el educando para que éste se auto corrija, discipline, estudie y desenvuelva en la vida. Recordemos que en la formación humana, el profesor como modelo es algo implícito. La enseñanza se da más “por lo que es, que por lo que se dice”, siendo más evidente que la neutralidad es imposible. Aunque sea a través del silencio, el profesor siempre está transmitiendo aquello que valora; siempre está enseñando y sirviendo de modelo, positivo o negativo, para el desarrollo de los valores en los alumnos. La personalidad del docente es un elemento muy influyente en la formación moral, e incluso intelectual del estudiante. Lo cual no quiere decir que el profesor tenga que ser perfecto, pero si honrado y comprometido consigo mismo y con los demás, esforzándose por adquirir esas características propias de quien tiene “buen carácter”.

Y para finalizar, con Andrés Manjón: Del dicho al hecho hay un gran trecho, por lo que son pocos los que llegan a ser maestros del todo observantes y perfectos, que es el ideal pedagógico. Enseñar es desarrollar facultades para aprender (aprehendere) verdades. Para lo cual se necesitan maestros que sabiendo lo necesario (no necesitan se eminencias científicas) entiendan, sobre todo, el modo de hacerlo aprender, estimulando la inteligencia del alumno y facilitándoselo por medio del buen método. Y tú, ¿qué tipo de maestro eres?