¿Puede existir el desarrollo ecológicamente sustentable?

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¿Puede existir el desarrollo ecológicam M. Rogelio Hernández E.

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Un ensayo que nos presentan las alternativas, en cierto sentido fatalistas y finales sobre el tema.

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M. Rogelio Hernández E.

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¿Puede existirel

desarrollo ecológicamente sustentable?

Un Ensayo

Autor: M. Rogelio Hernández Escamilla

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Pleitos, lana y smog

En la actualidad hay tres temas que se han vuelto vitalmente recurrentes, tanto en los medios de

comunicación masivos, como en los círculos de debate especializados en el desarrollo humano

social a nivel nacional e internacional; tal ha sido el impacto en la sociedad civil, que estos temas se

han arraigado y han llegado a formar e incluso, no solo formar, sino coaccionar, una estructura de

pensamiento sólida en el ideario popular, en torno a estos tres temas.

Estos temas son: en primer lugar, la violencia exacerbada y su condición de

inseguridad implícita para la ciudadanía, relacionada con el crimen organizado, no solamente en

bandas delictivas, sino en consorcios empresariales delictivos, adicional a ellos, existen los grupos

sociales armados que aportan su cuota de inseguridad en aras de sus intereses políticos; en segunda

instancia, el profundo y recurrente colapso económico, tangible en sus efectos para todos,

especialmente en los países no desarrollados (a los cuales, la generalidad de los comunicadores y

gobernantes, eufemísticamente llaman subdesarrollados), ante la mayoría ignorante de las

verdaderas causas de los desplomes cíclicos de la economía; hay un tercer tema que debido a su

trascendental importancia, todos los países del orbe han insertado en sus agendas de discusión y

planeación de las políticas gubernamentales, no necesariamente en las acciones de gobierno y

sociedad; nos referimos a la sustentabilidad del planeta en medio del quehacer económico industrial

y de desarrollo de las economías del mundo.

La ecuación del desarrollo sustentable

De estos tres temas, el que en los años recientes ha tomado notorio interés en una buena parte

de la población pensante y consiente, es el de la sustentabilidad de la operación de nuestro planeta,

en virtud de considerarlo como nuestra “casa”, la “casa” del género humano, en contraparte a la

postura engendrada a raíz del movimiento positivista del siglo XIX, donde se priorizó en la conducta

del ser humano la ciencia como medio de acción, sin tomar en cuenta del todo la finitud del cuerpo

celeste que ocupamos como albergue del movimiento económico, científico, tecnológico e industrial

del ser humano.

En el siglo XIX, confluyó junto al positivismo, el fenómeno de la revolución industrial, el

cual sustentado teóricamente por el positivismo, tuvo un auge y despegue pronunciado que se

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tradujo en un fortísimo incremento de la producción de bienes y servicios en todos los ramos de la

industria y tecnología.

Este desmesurado crecimiento trajo como consecuencia principal la depredación de los

recursos naturales del planeta, dichos recursos, se convirtieron en “moneda de cambio”, que

evolucionó desde el “oro molido” hasta el “oro negro”, pasando por diamantes, perlas, frutas, pieles

de animales, colmillos de elefantes, y un largo etcétera.

Todo esto proceso en continuo aumento tuvo como detonante la necesidad de incrementar

ganancias a través de la relación proporcional: mayor producción – mayor utilidad, sin tomar en

cuenta que el aumento de producción no puede ser infinito, debido a que nuestro entorno es finito,

quizás suficiente, pero finito.

Al finalizar el siglo XX y principio del actual, la sociedad mundial de naciones ha

emprendido diversas acciones en torno al cuidado y preservación del ambiente, sin dejar de

considerar prioritario, a su vez, al desarrollo económico, es decir, se ha acuñado el concepto de

sustentabilidad del medio ambiente.

Nuestra tesis relacionada con la sustentabilidad ambiental en un entorno de necesidades

económicas, financieras, comerciales, industriales, tecnológicas y políticas, es que el fondo de la

problemática que agrede y deteriora al medio ambiente, es un problema moral, intrínseco a la suma

de las individualidades humanas particulares, donde el peso específico, de esas individualidades

dentro de esa sumatoria, está en función del impacto social que cada individuo tiene sobre la

sociedad, a través de su poder económico, político y/o social.

En otras palabras, cada individuo afecta un área social de acción, a nivel local, nacional o

internacional, según sea el caso de la magnitud de su empoderamiento, generado por su status

financiero o cultural; dicha afectación es positiva o negativa, según sea su calidad moral como

persona, para aplicar su grado de empoderamiento dentro de la sociedad.

Del razonamiento anterior, inducimos así, la siguiente ecuación:

DS = (MI * E)

donde,

DS: desarrollo sustentable

MI: condición ética moral de cada individuo

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E: condición de empoderamiento social de cada individuo

Es decir, el planeta, aunque está en las manos, o más bien, está en el centro de la toma de

decisiones de cada individuo, no depende, hasta ahora, de manera proporcional a la voluntad y al

libre albedrío de cada individuo, sino a la sumatoria del peso específico del accionar de cada

individuo.

Por ejemplo, el presidente de la nación más poderosa del mundo en lo militar y en lo

económico, puede decidir, según su moral, emprender acciones legales que justifiquen la invasión a

otro país, so pretexto de lo que él considera oportuno, justo y necesario, y echa andar toda la

maquinaria de guerra, sustentada legalmente, pero no moralmente. En otro rincón del mismo país

invasor, un ciudadano promedio piensa y objeta desde el punto de vista del desarrollo humano, la

futilidad de invadir un país lejano, rico en petróleo, y su opinión, e incluso su manifestación pública,

no tendrá absolutamente ningún efecto en la decisión del gobernante de invadir militarmente otro

país.

Por esta razón, la solución a la problemática de la conservación del medio ambiente y el

desarrollo sustentable del ser humano, solo tendrá solución en la medida que todos, pero en especial,

quienes tienen acceso al poder político, deberán modificar su percepción moral de su vida en

función de la política, considerando a la política, en el sentido clásico de la mejor, y que debiera ser

la única acepción válida del concepto <polítca>, que es el bienestar comunitario, tal como

consideraban los griegos a la política.

Para fundamentar nuestra tesis, mencionada párrafos atrás, citaré 4 argumentos personales y

uno adicional de un geoquímico ruso.

1. ¿Qué haría usted en la isla desierta?

Hagamos un ejercicio muy común que utilizan algunos psicólogos, con el propósito de localizar

prioridades y distinguir responsabilidades.

Imagine que usted es el único sobreviviente de un desastre y se ha refugiado en una isla

desierta, paradisíaca y con alimento; solo que, esta isla es estrechamente pequeña y para alcanzar los

víveres que la isla ofrece de manera natural, usted tendrá la necesidad de alterar el equilibrio de los

ecosistemas que ahí existen a efecto de alimentarse y no morir.

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Más específico, si en esa isla existe solo una pareja de mamíferos rumiantes, que al

sacrificarlos para evitar que usted muera, cancelará la posibilidad de permanencia de esa especie.

Un costo biológico muy alto, por la supervivencia de usted. Esto implica, extinguir una

especie, a costa de su supervivencia, cualquiera de nosotros, actuaría en esa vía de lógica humana,

contraria a la lógica de mantenimiento del ecosistema.

Esta forma de actuar, congruente con el instinto de supervivencia, es lo que subyace en

nuestra relación moral y ética con el medio ambiente real, y si lo meditamos con calma, realmente

estamos en una isla desierta, nuestro globo terráqueo, donde estamos los seres humanos como

supervivientes en un medio que nos ofrece retos de supervivencia que atentan a la concordancia de

vida con el medio ambiente.

2. La gran paradoja humana

El perfil del pensamiento humano puede tener tantas directrices como individuos existen y tantos

vectores constituyendo una resultante muy distinta al perfil teórico utópico humano esperado.

El ser humano históricamente se ha desplazado en un rumbo positivo de madurez como

organismo social, evolucionando en sus formas de convivencia social, en sus estructuras de poder y

control, así como en principios axiológicos que integran un comportamiento aceptable para su

propia concepción de su entidad humana.

En esta apreciación, el ser humano tiene sanas pretensiones de aspiración de desarrollo

humano, sin embargo, el análisis profundo de la realidad de la existencia humana entra en conflicto

con el comportamiento teórico esperado del homo sapiens.

Por un lado, como especie hemos evolucionado a pasos agigantados, en nuestro

entendimiento de los fenómenos físicos que nos rodean, pero nos mantenemos al margen del respeto

al equilibrio que originan y condicionan los fenómenos físicos que permiten la vida en el planeta.

Hemos conformado sociedades protectoras de animales que vigilan la conservación y respeto

de diversas especies, pero también han proliferado fenómenos de explotación infantil, incluso en las

formas más deleznables de vejación humana ante los más desprotegidos.

Hemos aprendido a comunicarnos a velocidades de fracción de nanosegundos, de un

continente a otro, pero nos resulta casi imposible entender a los ancianos recluidos en asilos.

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La lista sería interminable, pero se puede concluir que existimos bajo el abrigo, o descobijo,

de una gran paradoja: moralmente somos decadentes sistemáticos, pero con deseos de ir hacia la

excelencia de desarrollo humano. Esta paradoja nos impide ser consecuentes con el cuidado del

medio ambiente, desde el ámbito personal, familiar, de comunidad y de nación. Ejemplo de esto

último es la reticencia para firmar el tratado de Kyoto por parte de la nación que más contamina en

el mundo, y que por colmo pueril, es la que tiene, en teoría, una conciencia ciudadana más

desarrollada hacia el cuidado del medio ambiente.

3. Humildad, virtud obligada.

En una persona de amplio caudal económico, la humildad es una virtud, pero en personas de escasos

recursos materiales y económicos, la humildad es una obligación. Si extrapolamos este

razonamiento axiológico, hacia el volumen de contenido de conocimientos, tenemos, allende el

vertiginoso y exponencial desarrollo científico del ser humano en el siglo precedente, una realidad

avasalladora: estamos aún como en la metáfora que magistral y acertadamente describió Sir Isaac

Newton, con respecto a sus avances como científico, él menciono estar parado sobre los hombros de

los gigantes que le precedieron y que fundamentaron los cimientos de la todavía más incipiente

ciencia, y no solo eso, sino que él se describe a sí mismo, como un niño que “juguetea” en la arena

de una playa, deteniéndose de vez en cuando, para admirar y tocar algún caracol o conchita

diferente, pero estando frente a él, el gran y vasto océano del conocimiento, amplio y profundo, que

aún no ha sido abordado.

En esta metáfora de Newton nos debe salpicar algo de humildad, para reconocer lo que es

evidente, pero que negamos a aceptarlo: no conocemos de manera absoluta el comportamiento del

universo, ni aún sus manifestaciones más específicas circundantes en nuestro planeta, ¿ejemplos?

Sobran aunque poco considerados, porque no se divulgan con orgullo.

Solo citaré dos. El conocido huracán “Catrina” azotó de tal manera a la costa sur de los

Estados Unidos de América, con tal magnitud que fue por demás elocuente, la imposibilidad

manifiesta para predecir un acontecimiento de tan graves consecuencias, a pesar de contar con el

centro de investigaciones meteorológicas más avanzado en el mundo.

Segundo ejemplo, la muerte natural de encumbrados hombres de negocios a una edad

relativamente temprana; entendiendo por natural, a la muerte como consecuencia de enfermedades,

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para distinguir estas causas de la muerte por violencia física; así, personajes como Howard Hughes o

Mohammad Reza Pahlevi, el Sha de Irán, con todo el poder adquisitivo para pagar por una extensión

de vida, les resultó imposible hacerlo, aún contando con todos los avances de la medicina y los

mejores equipos médicos a su alcance y perecieron a una edad menor que una inmensa cantidad de

individuos con una infinita cantidad menor de recursos económicos. Estos ejemplos, nos

demuestran lo lejos que estamos de poder controlar la naturaleza, a causa de que ésta, aún

permanece como océano ancho y profundo, y por desafortunada consecuencia, este desconocimiento

de la naturaleza se aplica perfectamente cuando utilizamos, sin control alguno, recursos naturales

que no sabemos de su impacto inmediato o mediato en el equilibrio de los ecosistemas. En la

medida que nuestra moralidad no permita la presencia de la humildad para reconocer que actuamos

en el medio ambiente sin conocerlo en realidad, seguiremos devastándolo sin darnos cuenta.

4. Pertenecemos al reino animal, pero solo en la taxonomía

No es remoto, ni desafortunado el mensaje de la canción “el progreso”, que Roberto Carlos

interpreta mencionando “yo quisiera ser civilizado como los animales”, este deseo desesperado por

tener una conciencia libre de egoísmos humanos en pro del bienestar colectivo de nuestro entorno

físico, nos hace pensar que el género humano en su carácter natural, no es apto para convivir en

armonía y sintonía a su entorno, a causa de su prodigiosa mente, superior a la de los animales, pero

encaminada la mayoría de las veces hacia el bienestar individual, no al de la colectividad, producto

de sus principios ético morales.

Esto último, quizás, aunado a otras circunstancias que tienen finalmente una misma

explicación, evitó que los países del bloque soviético socialista pudieran prosperar en su intento de

implementar una forma de producción comunista donde, en teoría, la equidad humana prevaleciera a

favor del sentido político que permitiera priorizar las necesidades de la colectividad, en relación con

la individualidad de los ciudadanos. Este sistema, tanto de gobierno como de producción de

bienes y servicios solo ha funcionado de manera efectiva y con excelentes resultados en las

sociedades de hormigas y abejas; quienes libre de compromisos individuales, actúan colectivamente,

como un solo individuo, y nadie duda en ofrecer en sacrificio su individualidad a favor de la colonia.

Esto nos lleva a pensar que el ser humano no se ha hecho merecedor del comunismo, es

decir, no se ha hecho merecedor de un sistema eficientemente diseñado para producir bienestar

social, debido a su arraigada y muy natural idiosincrasia individualista, que la vemos reflejada en la

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atención del cuidado al medio ambiente, ya que dicho cuidado, requiere de un alto costo de

sacrificio individual por la colectividad de la aldea global, donde se incluye a todos los seres vivos

que habitamos en esta, por ahora única, aldea disponible para cohabitar.

Argumento de V. I. Vernadsky

Conviene definir conceptualmente a noosfera, esta es un constructo filosófico definido en la propia

Teoría de la Noosfera, propuesta por Vladimir Ivanovich Vernadsky, geoquímico ruso quien

establece una sucesión de fases de desarrollo en la tierra, iniciando en la geosfera, luego en la

biosfera, para finalmente dar lugar a la evolución de la conciencia universal conducida por la

humanidad, interconectando la energía del pensamiento humano, en un proceso de meta -

conocimiento de la biosfera y la geosfera, de la cual forma parte el mismo ser humano y cuyas

acciones tienen un alto impacto en ellas.

Es necesario que el ser humano emigre hacia un estadio de pensamiento trascendental

superior al que hasta ahora ha desempeñado, con la finalidad de poder asimilar su verdadera

sustancia como ente natural, dentro de su verdadera ontología.

Pienso, desde mi particular óptica, que solamente con cambios plenamente estructurales de la

conformación de las intrincadas redes de pensamientos que originan el libre albedrío y la moral

implícita en ella, serán suficientes para dar un verdadero inicio paradigmático de la concepción y

acercamiento que tenemos hacia nuestro medio ambiente que nos rodea y que nos insta e implora

por una congruencia de aspiración vida mejor en un ambiente sustentable.

De nosotros, y solamente de nosotros, depende cumplir y vivir, o fallar y morir.

El Autor:

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M. Rogelio Hernández EscamillaIng. Químico / Lic. en PedagogíaINSTITUTO EDUCATIVO ALEF