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No es este sistema de trabajo, por medio de l a asociación, más fecundo y barato que el de peones ? No se revela en las juntas un sentimiento de con- cordia y de fraternidad? A la diversión sigue el es- tímulo para el trabajo y los combates ; y un hom- bre pobre, un labriego infeliz ve en pocos, poquísi- mos días, tumbado el monte, cercada la roza, sem- brado el maíz, surgido de la nada su modesto alber- gue . Con cuántos peones y salarios hubiera conse- guido lo que ha visto realizar en menos de una se - mana con los esfuerzos combinados de todos lo s campesinos de los alrededores? Los gastos de l a junta se reducen a muy poca cosa : uno 6 dos novi- llos, algunas cuartillas de arroz y otras de maíz, al- gunos cántaros de miel . Bendita sea la asociació n hasta en su forma más rudimentaria! Ella realiz a los prodigios del arte y armoniza en la separació n de las ocupaciones hasta las más complicadas labo- res I V Cuando ya el grano se encuentra amontonado e n el jorón, el invierno ha dejado el turno al ardoros o verano . La pajita de las llanuras principia a mar - chitarse ; el ganado enflaquece, y el hacendado se v e en el caso de llevarlo a la tierra donde el pasto na- tural abunda y las corrientes de agua no se estan- can jamás . Entonces llega el tiempo de las hierras , que es para el ganadero lo que es la época de la s cosechas para el agricultor, y una fiesta campestr e que se recibe con Júbilo en todos los alrededores d e la campiña . Recuérdese la descripción que hicimos de los c o- rregimientos, en extensas sabanas interrumpida s sólo por algunas matas, colinas y arbustos espino- sos, con las casas colocadas a diez y veinte cuadras de distancia, y entonces podremos acercarnos al l u gar de la hierra donde se encuentran reunidos todo s los mayorales y mocetones de los campos y pueblo s vecinos, luciendo en famosos potros de carrera, s u gallardía y agilidad . El ganado se encuentra acorralado ; y durante l a mañana el hierro en ascuas ha dejado a los anima . les nuevos la señal del dueño . Las flautas, violine s y panderetas dejan oír alegres bambucos, cuyos so - nidos parece que juguetearan en el ancho espacio d e la llanura . Los meros espectadores se halla n enca- ramados en los árboles del corral ó en palcos cons- truidos a la lijera. El aguardiente se consume a grandes tragos, y todo es animación en esas fiesta s de la abundancia . Dada la señal a uno y a largo s intervalos, van saliendo a escape los novillos de l corral, en pos de los cuales se lanzan ágiles, u n par de robustos mozos que se disputan en la rápid a carrera el derecho de colearlos ; y ora a pie, ora a caballo, con maestría y vigor, dan en tierra con ello s entre los aplausos de los concurrentes . . Las mu - chachas les alientan con halagueñas y provocativas sonrisas y a veces suelen premiar furtivamente a l vencedor con claveles encarnados o blancas azuce- nas . Y tal así como del baile, dal teatro y otras diversiones de la ciudad, sale el germen de mu - chas aventuras amorosas, en la hierra el amor en- dilga primorosamente sus flechas a los sencillos co - razones de los labriegos orejanos . Oh! cuántas mu - chachas ardientemente impresionadas con el man - cebo do fornidos músculos, pocho levantado y vigo- rosos brazos, que más que otros pudo enclavar e n tierra los cuernos de los más forzados novillos! y co n el ligero de piernas que en la carrera supo siempr e dejar atrás a sus compañeros! Y así en la ciudad , como en el campo ¡cuántas noches de delirio por un a cantidad no sobrepujada! y así en la ciudad, como e n el campo, ¡cuántos corazones sorprendidos en la te . la que entreteje maravillosamente la imaginación ! La fiesta concluye cuando ta noche principia a en - negrecer el vasto horizonte de la llanura . Enton- ces los orejanos se dirigen en grandes grupos a sus respectivos corregimientos, entonando alegres copla s y sentidas canciones cuyas notas van a perderse tristemente a muy largas distancias por la llanura , y llevan al alma del caminante un tinte d e melancolía en esas horas de los recuerdos . V El orejano honra las musas como ningún otr o pueblo ; y la gaya ciencia de sus ministriles, en nad a inferior a la de los cantores de la guavina y ([e l hunde, endulza su existencia y presta desahogo a sus pasiones rudas . Como ha carecido de tiempos heróícos, no lleno , es verdad, crónicas poéticas ni romances guerreros ; pero, en cambio, ha fo r mado de ciertos hechos y personajes, leyendas interesantes, purament e humanas y altamente favorables a la fantasía . El medio poético en quo se halla colocado le hac e sentir el espír itu de la poesía en todas partes . Sua- ve le respira en las flores silvestres ; suspirando le , escucha en la brisa de las playas ; quejoso y supli- cante le oye en las olas que mueren en los fara- llones y en las hondas cavernas de las costas . Su alma vive de emociones, tiernas Y apacibles a - hora, a veces fuertes ; porque la Naturaleza es toda - vía para él un arcano de, quimeras, y re en el mand o la dulce realidad de, los seres . Su alma tiene es a enérgica ansiedad de la ignorancia y ese curioso an . neto del deseo, que ciego y tembloroso, arrastra al hombre a la morada de las maravillas . Por eso s u imaginación es un mostruo insaciable que devo r aa sus propios hijos, cono lo hacía el feroz Saturno . Sus leyendas caprichosas, tomadas de . la Natura- leza, satisfacen sólo a medias, a falta de la Filoso - fía, aquella curiosidad y aquel anhelo . Véselo s en las noches claras de verano agruparse con gust o debajo de algún árbol que da sombra a los trapiches , (PASA A LA PAGINA 18 ) Proteja a la Lotería Naciona l y protéjase usted mism o comprando billetes de la Lotería Nacional de Beneficencia . LA LOTERIA PAGINA 15 0

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No es este sistema de trabajo, por medio de l aasociación, más fecundo y barato que el de peones ?No se revela en las juntas un sentimiento de con-cordia y de fraternidad? A la diversión sigue el es-tímulo para el trabajo y los combates ; y un hom-

bre pobre, un labriego infeliz ve en pocos, poquísi-mos días, tumbado el monte, cercada la roza, sem-brado el maíz, surgido de la nada su modesto alber-gue . Con cuántos peones y salarios hubiera conse-guido lo que ha visto realizar en menos de una se -mana con los esfuerzos combinados de todos lo scampesinos de los alrededores? Los gastos de lajunta se reducen a muy poca cosa : uno 6 dos novi-llos, algunas cuartillas de arroz y otras de maíz, al-gunos cántaros de miel . Bendita sea la asociació nhasta en su forma más rudimentaria! Ella realizalos prodigios del arte y armoniza en la separació nde las ocupaciones hasta las más complicadas labo-res

I V

Cuando ya el grano se encuentra amontonado e nel jorón, el invierno ha dejado el turno al ardoros overano. La pajita de las llanuras principia a mar -chitarse ; el ganado enflaquece, y el hacendado se v een el caso de llevarlo a la tierra donde el pasto na-

tural abunda y las corrientes de agua no se estan-can jamás . Entonces llega el tiempo de las hierras ,que es para el ganadero lo que es la época de lascosechas para el agricultor, y una fiesta campestr eque se recibe con Júbilo en todos los alrededores d ela campiña .

Recuérdese la descripción que hicimos de los c

o-rregimientos, en extensas sabanas interrumpida ssólo por algunas matas, colinas y arbustos espino-sos, con las casas colocadas a diez y veinte cuadrasde distancia, y entonces podremos acercarnos al l ugar de la hierra donde se encuentran reunidos todo slos mayorales y mocetones de los campos y pueblo svecinos, luciendo en famosos potros de carrera, sugallardía y agilidad .

El ganado se encuentra acorralado ; y durante lamañana el hierro en ascuas ha dejado a los anima .les nuevos la señal del dueño . Las flautas, violine sy panderetas dejan oír alegres bambucos, cuyos so -nidos parece que juguetearan en el ancho espacio d ela llanura . Los meros espectadores se halla

n enca-ramados en los árboles del corral ó en palcos cons-truidos a la lijera. El aguardiente se consume agrandes tragos, y todo es animación en esas fiesta sde la abundancia . Dada la señal a uno y a largo sintervalos, van saliendo a escape los novillos delcorral, en pos de los cuales se lanzan ágiles, unpar de robustos mozos que se disputan en la rápid acarrera el derecho de colearlos ; y ora a pie, ora acaballo, con maestría y vigor, dan en tierra con ello sentre los aplausos de los concurrentes . . Las mu -chachas les alientan con halagueñas y provocativas

sonrisas y a veces suelen premiar furtivamente alvencedor con claveles encarnados o blancas azuce-nas. Y tal así como del baile, dal teatro y otrasdiversiones de la ciudad, sale el germen de mu -chas aventuras amorosas, en la hierra el amor en-dilga primorosamente sus flechas a los sencillos co -razones de los labriegos orejanos . Oh! cuántas mu-chachas ardientemente impresionadas con el man-cebo do fornidos músculos, pocho levantado y vigo-rosos brazos, que más que otros pudo enclavar e ntierra los cuernos de los más forzados novillos! y co nel ligero de piernas que en la carrera supo siempredejar atrás a sus compañeros! Y así en la ciudad ,como en el campo ¡cuántas noches de delirio por unacantidad no sobrepujada! y así en la ciudad, como enel campo, ¡cuántos corazones sorprendidos en la te .la que entreteje maravillosamente la imaginación !

La fiesta concluye cuando ta noche principia a en -negrecer el vasto horizonte de la llanura . Enton-ces los orejanos se dirigen en grandes grupos a susrespectivos corregimientos, entonando alegres coplasy sentidas canciones cuyas notas van a perdersetristemente a muy largas distancias por la llanura ,y llevan al alma del caminante un tinte d

e melancolía en esas horas de los recuerdos.V

El orejano honra las musas como ningún otropueblo; y la gaya ciencia de sus ministriles, en nadainferior a la de los cantores de la guavina y ([e lhunde, endulza su existencia y presta desahogo asus pasiones rudas .

Como ha carecido de tiempos heróícos, no lleno ,es verdad, crónicas poéticas ni romances guerreros ;pero, en cambio, ha fo rmado de ciertos hechos ypersonajes, leyendas interesantes, purament

e humanas y altamente favorables a la fantasía.El medio poético en quo se halla colocado le hac e

sentir el espír itu de la poesía en todas partes . Sua-ve le respira en las flores silvestres ; suspirando le,escucha en la brisa de las playas ; quejoso y supli-cante le oye en las olas que mueren en los fara-llones y en las hondas cavernas de las costas .

Su alma vive de emociones, tiernas Y apacibles a -hora, a veces fuertes ; porque la Naturaleza es toda -vía para él un arcano de, quimeras, y re en el mand ola dulce realidad de, los seres . Su alma tiene esaenérgica ansiedad de la ignorancia y ese curioso an .

neto del deseo, que ciego y tembloroso, arrastra alhombre a la morada de las maravillas . Por eso suimaginación es un mostruo insaciable que devo r a asus propios hijos, cono lo hacía el feroz Saturno .

Sus leyendas caprichosas, tomadas de. la Natura-leza, satisfacen sólo a medias, a falta de la Filoso -fía, aquella curiosidad y aquel anhelo . Véselosen las noches claras de verano agruparse con gustodebajo de algún árbol que da sombra a los trapiches ,

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LA IGLESIA DE SAN FRANCISC OEN EL SIGLO XIX

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LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO EN EL SIGLO XX

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EL OREJANO(VIENE DE LA PAGINA 15 )

en las barrancas de algún río, para escuchar las re-laciones fantásticas de sus ministriles prosadores ;ó bien acurracados en el caramanchel de proa de la snaves costaner as, recogiendo con avidez todas laspalabras de los cuentos marinos

Pero el espíritu poético no sólo se ha manifesta-do en la ávida ansiedad y en las leyendas narrativasdel orejano . En esta senda florida ha encontrad osiempre la imaginación numerosos elementos quefecundar. Háse manifestado también el espíritus .poético en la música y el canto ; en aquella por la sdulces cuanto enérgicas evocaciones de una vida dememorias y de una vida de porvenir ; en éste porel grito de angustia ó de victoria de la pasión, e nlas modulaciones de la voz forzosamente enlazada scon las impresiones morales . Las vaporosas visio-nes del pasado necesitan muchas veces de un tim-

bre poder oso que las despierte de su profundo sue-ño, de algo que vaya a la idea, que hiera profunda -mente el alma ; y ese timbre poderoso de los senti-mientos humanos no es otro que la música, el cualaparece con el hombre, en su cuna le arrulla, le a-compaña en las dichas y pesares, y hasta la tumbale lleva. Por eso el cantor es entre ellos un ser pri-vilegiado que anda de víspera en víspera y de ve-lorio en velorio, cantando propios propios 6 ajeno samores 6 satirizando al gobierno ; cantando las pe-ripecias y peligros de algún marino ó ensalzand oel valor de, algún valiente . Donde quiera que hayuna fiesta, allí está él con su chinchorro —especi ede bandurria antioqueña—, rodeado siempre en la scantinas de un cero de entusiastas que le escuchanembelesados . El socavón, hermano de la dulc

e guavinas, se va calentando poco a poco, y entonces va-rios cantores suelen disputarse la victoria en unalucha de canciones y décimas notables muchas ve .ces por la agudeza de las ideas que contienen ; sen-cillas si relatan las escenas campestres, metafóri-cas y pomposas cuando son muy rebuscadas las com-paraciones . Las coplas suelen ser muy felices ymucho más dulces y tiernas que el tonito ecuatoria-no. Cuando el cantor se siente electrizado por ellicor y la presencia de las bellas, todos sus verso sson improvisaciones a anos ojitos negros, a un luna rque él visto en la mejilla, a un clavel que se hallaprendido entre las negras trenzas . No será nues-tro ministril el mismo trovador del siglo diez y siete ,más tosco, ó si se quiere, menos instruido ?

En todas partes, donde el hombre no ha dejad operpetuar en su estirpe la esclavitud y la infamia ,y ha desarrollado sus instintos y aptitudes, ha sid osiempre poeta, y ha buscado en la música un me -dio de endulzar las tristezas de la vida y de da rrienda suelta al alma para que se espacie por u nmundo encantado de imaginativas creaciones . Poreso nunca han sido poetas los pueblos embruteci-dos en la esclavitud; y por eso desde los primero stiempos le ha cantado el hombre a la bella Libertad .

En nuestro país casi todos los pueblos tienen es aardiente fantasía que los hace poetas . La variedadde entonaciones en sus cantos es sólo el tinte espe-cial de las diversas localidades . Así son tiernas ydulces, como el yaravi chileno, las guavinas de laAntoquia feliz ; monótonas y melancólicas, como elcanto noruego, las canciones del indio en la aparta -da y deliciosa antiplanicie ; y agudas y picantes las

mejoranas y socavones del Istmo. Pero aunque va-riadas las entonaciones, siempre el tiple aquí, allála bandurria y el chinchorro allí, han expresado,—unas veces los tiernos sentimientos del corazóny la vida del hogar, otras la ávida ansiedad del al-

ma .

v iVemos, pues, que en todo estampa la Naturalez a

el sello de sus condiciones ; aquí en las cosas que pro -duce y en las personas que se desarrollan ; allá enlas cualidades de esas mismas cosas y personas .La variedad en las propiedades humanas, tanto fí-sicas como morales, es en parte, resultado de aque-llas condiciones naturales a las cuales se amoldanéstas inaparentenente . Por eso se nota ciert

a diferencia en las entonaciones de voz en los habitante sde una comarca aunque hablen un mismo idioma ;así, los nacidos en las montañas pronuncian las pa -labras con dejadez y lentitud ; con rapidez son pronunciadas por los habitantes de las llanuras, los va-lles y las costas ; un tanto gangoso, dulce y algo a-feminado en las partes elevadas y mesetas ; es fuer -te, argentino y varonil el lenguaje en las costas yen las partes bajas del territorio .

En Bogotá y en todos los pueblos de la altiplan icie las voces son empleadas en diminutivo general -mente, no así en las costas del Pacífico y del Atlán-tico, en donde son raras estas dulces terminacione sque tanto se usan en las conversaciones familiares ,y en donde, además, el sonido fuerte de la "r" pre -domina sobre todos los demás, haciendo muchas ve -ces cambios sustanciales con la 1911 .

En aquellas costas el sonido suave y silbado de la"s" desaparece, si es final, ó pasa de una sílaba ala otra. Así, dicen lo peje, por los peces, comites ,por comiste . La "h", ya se halle en principio ó e nmedio de dicción, es reemplazada por la "j", cuy osonido es fuerte y áspero ; y, en fin, la supresión d elas terminaciones ad, ado, ada, es más común y fre-cuente que en Bogotá ; así como por rapidez en l apronunciación de la "r" y la "l " final se suprimentambién en ocasiones, duplicando entonces la vocalen que termina la palabra.

Esta es una observación que puede aplicarse, ge-neralizando, a todos los habitantes de las costas d eAmérica . Sin embargo, es el orejano una excepció nde la regla, aunque mora en costas, en toda la ex -tensión del ter reno comprendido en el Istmo de lasmontañas al mar; pues es más suave y dulce su len -guaje que el del habitante de la ciudad de Panamá ,Colón, Chagres y Portobelo. El dice, por ejemplo ,de una vaca que es jorra ó ajorra, pe r ahorra ; y quees de jarina el pan, y que no hay igualdal en el go-bierno, y que es bueno come¡ cuando se tiene jam-bre ; pero no dice que Manuer es un negrito bozaa .El orejano usa de la "s", ya se halle esta en fina ló en principio de dicción ; y a diferencia del mulato ,cambia la "r" en "I" para hacer más suave la pronunciación .

Sorpréndese uno al encontrar en el lenguaje delorejano voces metafóricas de una lógica irrecusa-ble . Así, por ejemplo, la acción del adulterio laexpresa él con el verbo quemar, y dice : fulanita h aquemado a su marido . La pena que sufre por amo -res, es cabanga, palabra que en el Istmo indica u ndulce agaradabilísimo, pero indigesto .

Innumerables serían los ejemplos que podríamospresentar Para ilustrar la materia ; pero este cort o

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ensayo no nos lo permite, y debemos contentarno scon lo dicho,

vi ¡Hasta aquí hemos seguido al orejano desde la

cuna y nos hemos detenido a veces en el curs ode su existencia a mirar con regocijo sus graciosa sviviendas y sus labores habituales : sus raros y a -legres pasatiempos y las cualidades distinguidas qu ele adornan en medio de su conjunto agreste . Deten-gámonos ahora al borde de la tumba en donde ter-mina su carrera, que a mas de un motivo de entre-tenimiento y satisfacción de la curiosidad, nos ser-virá para deducir la índole de aquel pueblo, que s etranspira también en estas últimas manifestacione sde la vida.

No nos parece extraño el regocijo a que se entre-gan los orejanos en las campiñas del Istmo, cuandomuere un niño, a quien consideran un ángel qu ese remonta con ágiles alas a la mansión de la Ino-cencia . Por qué llorar y entregarse al dolor cuand oel alma se desprende del barro vil que la aprisiona ?Así, pues, entre los orejanos el velorio de un niñ oes una velada dulce y agradable : una mesa dondereposa el muertecito, adornada con flores y luces ,ocupa la mitad de la sala, y alrededor en pequeña smesas, los concurrentes juegan barajas y tomancafé y bebidas refrescantes . Las risas y carcajadasalternan con los chistes y los cantos ; los galanteosamorosos de los jóvenes, con los cuentos de la vid ade antaño, de las viejas . El espíritu de la alegríay de la felicidad parece que retemplara los ánimosy los dispusiera a sentir lo agradable de la vida sinque la realidad (le la muerte sea bastante para in-clinarles a las consideraciones dolorosas que la tum-ba ofrece .

Sin embargo, si esto sucede con un niño en quie nse supone la inocencia y la pureza, no acontece l omismo cuando muere un malvado ó un asesino, par aquien no hay más sepultura que una fosa en camp oraso, lejos del cementerio de los justos .

El espanto penetra entonces en todos los cora-zones ; las familias se recogen más temprano, y l anoche es una noche de horror é insomnio . La asus-tada imaginación cree ver el alma del asesino, va-gando por el huerto, penetrando a la casa por la srendijas de la puerta, y en vano intenta el orejan ocerrar los ojos, porque la sombra lo persigue, y oy esu voz y siente el olor azufrado del infierno, y a la scampanas que doblan con tristeza, llamando al arre-pentimiento el ánimo descarriado y vagabundo .

Y no se crea que estas impresiones profundasdejan de ser duraderas . Motivos hay que las re-nuevan y perpetúan ; influyendo saludablemente e naquellos corazones, tan dispuestos a recibir el riegode la virtud .

A orillas de algún camino se ha abierto la huesa

para recibir los despojos y sobre ella se ha levant ado una tosca cruz de palo, y en su base se han

a-montonado piedras. Ningún orejano pasa por de-lante de ella sin descubrirse y elevar sus preces a

la Providencia, y sin llevar en el alma un tinte demelancolía y terror .

Es verdad que no todas estas cruces indican latumba del malvado ; pero generalmente son la ense-ña de algún acontecimiento trágico : aquí, dos ene-migos se encontraron y después de una reyerta te-rrible se vió caer a uno de ellos cubierto de heridasmortales ; a dos pasos del lugar que fué manchad ocon la sangre humana, fué enterrado, y una cru zse levantó enseguida. Allá viajaba descuidado uncampesino, y un par de descargas le tendieron en e lsuelo, moribundo ; la huesa se abre y una cruz d epalo advierte al caminante el horrible suceso .

Hechos son estos que revelan, al par que la pie -dad del orejano, un secreto terror por el crimen ; ysiendo, como es, su vida tranquila, la muerte violen -ta no puede menos que dejar en él duraderas y mu yprofundas impresiones .

Cuando no es un niño ni un malvado el que mue-re, sino un hombre útil, entonces se manifiesta e legoísmo de la pena en el llanto y el luto ; y danrienda suelta al humano dolor todos aquellos paraquienes es una pérdida la eterna ausencia del di-funto . Entonces en el velorio se rezan oracione sy rosarios, y en el entierro no acompaña otra mú-sica que la del miserere. Si el muerto es hombrerico, hay pompa en las ceremonias fúnebres, y s ies pobre lo conducen al campo santo en una . barba -coa con dobles de campana .

No así en la ciudad capital del Estado, donde s econserva para los ricos la costumbre de los banque-tes fúnebres . Allí, en esa ciudad, la casa es todacrespón negro, excepto en el comedor, en donde hayfrancachela. Una vez que ha terminado la últim aparte de la obligación para con los muertos, es de-cir, una vez que se ha echado en la huesa e

l últi-mo grano de polvo, la concurrencia se vuelve a cas ade los herederos del difunto, donde un opíparo ban-quete no espera más que a los convidados, para ha-cerles gustar los sabrosos manjares y los exquisi-tos vinos. Entonces la escena del duelo altern acon la escena del placer . En los aposentos se llor ay se suspira, y en el comedor se bebe y se ríe y tod oes bullicioso festín, porque la gastronomía no admi-te seriedad ni mala cara . Los muslos del pavo, la salas de la gallina y los perniles de la lechona, va ndesapareciendo en aquel gustar de platos diversos .El champagne humea y los brindis siguen natural -mente por la felicidad del difunto en la otra vida .Así alternan y contrastan estas escenas de dueloy de placer, y así se palpa la realidad de la vida e naquella ciudad !

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