Principios ataque castellano

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Juan Antón Los principios del juego de ataque, como determinantes de la conducta del jugador. COLECCIÓN

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Juan Antón

Los principios del juego de ataque, como determinantes de la

conducta del jugador.

COLECCIÓN

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INTRODUCCIÓN

El juego de ataque está determinado por la posesión de balón. Solo poseyendo el balón es posible obtener un

gol, y esta circunstancia es lo que define habitualmente el llamado juego de ataque. El dominio del balón y del espacio para poder trasladar el primero hacia la portería contraria requiere, además de ciertas destrezas técnico-tácticas individuales, una cooperación colectiva. El juego de ataque tiene la característica de que el jugador está motivado puesto que la posesión del balón le da la oportunidad de jugar en el más amplio sentido de la palabra, y es preciso aprovechar en el entrenamiento esta actitud orientándola en el sentido de la cooperación que requiere el fútbol como deporte colectivo. A esta cooperación colectiva estando en posesión del balón para intentar cumplir los objetivos del juego le llamamos juego colectivo ofensivo o táctica colectiva de ataque. Müller y Baier (1974) definen la táctica colectiva de ataque como “el planificado y hábil trabajo conjunto de todos los jugadores de un equipo con el fin de conseguir el éxito en su actuación, es decir, el gol”�.

Un ataque planificado y sistematizado no puede ser llevado a cabo sin un conocimiento estricto por parte de los jugadores de su específica función. Las características que identifican la táctica colectiva ofensiva son la posesión del balón, la participación de varios jugadores, la aplicación de los principios generales y específicos del juego de ataque en la coordinación de los medios tácticos colectivos, y la explotación adecuada de las capacidades individuales de cada jugador. El desarrollo de la táctica colectiva lleva consigo el reparto de tareas y objetivos, adecuándose a la capacidad de los jugadores. Los constantes enfrentamientos con el adversario, la variabilidad de acciones y los ritmos de intervención, y el dominio de balón, entre otros aspectos, exigen un alto nivel de capacidades especializadas a cada jugador, asentadas en una gran condición física y técnica, y una actitud permanente de colaboración con los compañeros.

Pero especialmente el juego colectivo ofensivo tiene una estructura funcional que nace de los objetivos que establecen los principios generales y específicos; éstos, a su vez, determinan la conducta del jugador y sus intenciones tácticas; la interacción de estas intenciones -las del poseedor de balón y los sucesivos no poseedores- promueve la aparición de medios tácticos de distinta complejidad; respetando los principios del juego y combinando los medios entre sí, seleccionándolos de tal manera que se adapten a la potencialidad de los jugadores, se desarrollan los sistemas de juego que pueden llevarse a cabo de distintas formas; y, finalmente, la selección de medios tácticos y sistemas adaptados a las características de un adversario concreto en unas circunstancias determinadas nos lleva a la estrategia operativa, o manifestación suprema de la táctica colectiva

� Müller, H.J., y Baier, H., (�974), Handball Lehrgang, Montclair-Verlag, Mettlach, Saarbrücken, p. �96.

en situación competitiva. En este artículo nos vamos a concentrar especialmente en los principios que determinan aquellas leyes que todo jugador debe tener en cuenta para desarrollar una buena calidad en el juego de ataque.

2. DE LOS OBJETIVOS DEL JUEGO DE ATAQUE, SE DESPRENDEN LOS PRINCIPIOS DEL JUEGO, O “PARA LLEGAR A CONSEGUIR ALGO AL FINAL DEL ENCUENTRO DEBO RESPETAR UNOS PRINCIPIOS DE ACTUACIÓN EN TODO MOMENTO”.

El objetivo general del juego es “la obtención de la victoria en la confrontación a través de las interacciones individuales entre compañeros frente a los adversarios”, de donde se desprende el objetivo fundamental del comportamiento táctico del jugador y del equipo: “Encontrar soluciones para la resolución práctica de los distintos problemas que plantean las situaciones de competición”. En el juego de ataque estas soluciones se relacionan con la búsqueda de situaciones tácticas que permitan obtener éxito en el ataque, es decir, conseguir gol. Éste será el objetivo o finalidad fundamental del juego de ataque. Pero para llegar a este objetivo, el equipo debe plantearse una serie de objetivos específicos secuenciales, partiendo de la base de que la posesión de balón se puede conseguir en zonas muy variadas –cercanas o lejanas- respecto a una u otra portería, circunstancia que no facilita la posibilidad de la consecución de un gol de forma inmediata, y que obliga en muchas ocasiones al equipo a trasladarse hacia zonas más próximas a la meta contraria. Junto a ello, no debe olvidarse que la actividad defensiva trata de oponerse a este objetivo entorpeciendo las acciones emprendidas por el equipo en ataque. Ambas razones nos llevan a plantear los siguientes objetivos específicos secuenciales:

a) Construir acciones ofensivas: Este objetivo se puede alcanzar por la comunicación entre

jugadores a través del pase y por el respeto y aplicación de los principios del juego. Los jugadores deben progresar en el espacio sin y con balón, y apoyar permanentemente al compañero que en cada momento se encuentre en posesión de balón, asegurando la comunicación fluida en el equipo, y manteniendo un equilibrio constante en la ocupación y distribución espacial.

b) Crear situaciones de finalización cercanas a la portería contraria:

Las posibilidades de éxito radican en que las alternativas tácticas se creen en zonas próximas al área de portería contraria y, en lo posible, con la mayor perpendicularidad�. Los distintos medios tácticos son la base de creación de estas situaciones que tratan de generar conflictos en la estabilidad y funcionamiento de la actividad defensiva. Pero estos medios tácticos siempre deben respetar los

� Entendida como las situaciones espaciales más cercanas al eje longitudinal del terreno y, por tanto, con mayor ángulo de tiro.

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principios del juego. El objetivo de todos los medios tácticos es precisamente éste: que los jugadores consigan penetrar hasta zonas próximas al área o progresar hasta sus distancias eficaces para rematar, lo que se entiende como situación de lanzamiento idónea.

c) Concluir con éxito: La conclusión del ataque se realiza con los lanzamientos

o disparos a portería y éstos representan la culminación de toda la actividad táctica individual y colectiva de un equipo. La mejora de la eficacia del remate se convierte así en otro objetivo fundamental del juego de ataque, pues no es posible vencer en la confrontación simplemente construyendo acciones ofensivas y creando situaciones óptimas de finalización si no se concluyen éstas con éxito. Crear ocasiones de gol no es suficiente si no se convierten éstas. El perfeccionamiento de este elemento técnico-táctico individual se consigue con el aumento de la riqueza del gesto, pero adaptándolo en todo momento a las reacciones variables defensivas e integrándolo en una situación de juego colectiva.

3. LOS PRINCIPIOS DEL JUEGO DE ATAQUE, COMO DETERMINANTES DE LA CONDUCTA DEL JUGADOR.

Establecidos los objetivos del juego de ataque, es necesario fijar unos principios de actuación que guíen la conducta del jugador. Al igual que sucede en otros deportes colectivos, el fútbol se desarrolla en la práctica partiendo de unos principios comunes a deportes similares que constituyen el punto de partida o base inicial de su funcionamiento�. Los principios del juego “representan la fuente de la acción, definen las propiedades invariables sobre las cuales se realizará la estructura fundamental del desarrollo de los acontecimientos”�. Bajo el soporte de los principios del juego se desarrollan todas las acciones individuales, los modelos de relaciones colectivas y se organizan los distintos sistemas de juego. Los principios se convierten así en las leyes principales que todo jugador debe cumplir en todo momento y su importancia ya venía reflejada por el francés Teissiè (1954) cuando indicaba: “Para jugar bien es necesario comprenderse; para comprenderse es necesario hacerse ver; para comprenderse mejor y hacerse ver, es necesario definir los principios del juego”�. Por su parte, Dale Nelson (1959) subrayaba que “un principio se reviste de un rasgo característico: poder ser aplicado, adquirido e interpretado de forma idéntica por los hombres de sentido común”�. Mientras los objetivos es lo que pretendemos conseguir al final de nuestra tarea, los principios constituyen aquello que de forma imprescindible debemos estar cumpliendo para

� El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española precisa que un principio es la “base, origen, razón fundamental sobre la cual se procede discurriendo en cualquier materia”, y también “norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta”, acepciones que identifican la importancia de los principios del juego. (p. �667)4 Bayer, C., (�986), La enseñanza de los juegos deportivos colectivos, Hispano Europea, Barcelona, p. 5�.5 Tissiè, J., (�954), Les sports collectifs, Rev. EPS, nº �0, p. ��.6 Nelson, D., (�959), Principes fondamentaux du mouvement et améliortitation de la performance, E.P.S., nº 45, p. �5.

llegar a conseguir los objetivos. Los principios guían, pues, el comportamiento del jugador, marcando las pautas de las coordinaciones colectivas, y constituyen, por consiguiente, las ideas base de aplicación en todas las circunstancias del juego que orientan las acciones individuales y colectivas.�

3.1. Principios generales del ataque.

Coincidiendo con diferentes autores, los principios generales del juego de ataque son los siguientes:

a) Conservar y asegurar la posesión del balón.

b) Progresar y atacar de forma permanente hacia la portería contraria.

c) Obtener tantos o conseguir goles.

Estos principios generales surgen de la interpretación de los objetivos del juego que precisa el reglamento. Éste refleja que en fútbol se trata de obtener más goles que el adversario, y sólo pueden conseguirse goles teniendo la posesión del balón. Por consiguiente, es necesario no solamente poseerlo, sino conservarlo y proteger esta posesión, tanto desde una perspectiva individual -que se traduce en la calidad técnico-táctica en el control de balón, en su protección, en la conducción, en los regates, en el pase, etc.-, como en la calidad de la coordinación colectiva -expresado en la práctica por la distribución y organización de los apoyos en cada momento, el dinamismo colectivo, el “ofrecimiento” constante de los no poseedores al poseedor desmarcándose continuamente, etc.-. Asegurar la posesión de balón supone recibir el balón con garantías, protegerlo durante el acoso del adversario o prevenir una carga colocando el cuerpo adecuadamente y con la fuerza necesaria. La seguridad en el pase implica al jugador que pasa -eligiendo adecuadamente-, y al jugador que recibe, puesto que éste debe desmarcarse oportunamente y aquél debe comprobar la situación y posición idónea del receptor.

Pero no será suficiente la conservación del balón para vencer en el duelo con el adversario. El reglamento no concede goles por tiempo de posesión de balón o número de pases realizados; al contrario, se ven con frecuencia muchas estadísticas que reflejan un alto porcentaje de tiempo de posesión de balón por parte de un equipo que no se ven reflejados en el marcador del encuentro. Será necesario, por tanto, durante el desarrollo de las acciones que aseguren la conservación del balón, progresar hacia la portería contraria, acercándonos lo más posible a ella y realizar desplazamientos individuales y colectivos que posibiliten un ataque permanente hacia portería, orientados hacia el objetivo. Los desplazamientos sin balón y la variedad

7 Podríamos diferenciar los objetivos de los principios a través del siguiente ejemplo de la vida diaria: si nosotros queremos beber agua de una fuente, ése será el objetivo, pero para cumplirlo es imprescindible abrir el grifo, que se convierte de este modo en el principio. Por tanto, el principio conlleva que el jugador siempre tenga presente que el grifo debe estar constantemente abierto, pues de lo contrario nunca alcanzará el objetivo.

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de trayectorias en dirección a la portería adversaria, así como los desplazamientos específicos con balón como la conducción adecuada con la superficie del pie oportuno y la dirección necesaria son el medio técnico fundamental.

Y, finalmente, este ataque permanente hacia la portería contraria debe enlazarse con la posibilidad de rematar o chutar para obtener un tanto. Este principio se manifiesta en la práctica con la intencionalidad constante de los jugadores de chutar a puerta, no importa el lugar del terreno donde se encuentre, lo que supone percibir la situación del portero en todo momento y comprobar si éste se encuentra adelantado y fuera de la portería, para rápida y sorpresivamente chutar a portería, aun cuando al controlar el balón el jugador no se encuentre orientado directamente a la portería contraria.�

3.2. Principios específicos del juego colectivo ofensivo.

De los principios generales del juego surgen los específicos del juego colectivo, que precisan más detalladamente la actividad del jugador y facilitan la organización racional del equipo. Son derivados de la necesidad de colaboración con el compañero para la superación del adversario, por lo que algunos son comunes

8 Ejemplos de esta situación se han visto muchos goles en la historia del fútbol y que revelan que los jugadores que lo han conseguido tienen claros estos principios. Así fue el famoso de Nayim, del Zaragoza, en la final de una Copa de Europa o, más recientemente, el valencianista Villa, contra el Barcelona, o Soldado, del Osasuna, en la liga �007 recién terminada.

al juego colectivo en defensa. Diferenciaremos, por tanto, entre principios colectivos comunes a la defensa, y los principios específicos propios del juego ofensivo, derivados de la posesión del balón. Diferentes autores han hecho constante mención en sus trabajos a la importancia de algunos de estos principios en el desarrollo del juego (Teissiè, 1954; Trofin y Grigorovici, 196�; Teodorescu, 19�4; Kunst, 197�; Bayer, 19�6; Trosse, 19��; Parlebas, 19��, Castelo, 1999). Sin embargo, no todos ellos valoran en igual medida algunos principios ni los sistematizan del mismo modo, y tampoco son coincidentes en su clasificación o denominación. Nosotros hemos optado por establecer los dos apartados anteriormente indicados, sobre los que analizaremos su significado práctico.

3.2.1. Principios específicos del juego colectivo comunes a la defensa.

A.- La reducción del número de errores:Toda acción de juego debe estar presidida por esta regla básica, a través de la cual el jugador y el equipo pueden obtener mejores rendimientos. Desde la perspectiva del juego de ataque, el equipo debe aprender a controlar el ritmo de sus acciones, evitando actuaciones arriesgadas que impliquen la pérdida del balón. Esta pérdida del balón puede ser considerada como indica Teodorescu (19�4) como pérdida normal -cuando el equipo consigue un gol-, pérdida justificada -en los casos en que se remata

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a portería, a través de acciones racionales y tácticamente justificadas, pero sin concretarse en goles-, y pérdidas no justificadas, como resultado de infracciones al reglamento -faltas del atacante, fueras de juego, etc.-, o incorrecciones en el control o manejo de balón –controles incorrectos, pases interceptados, balones fuera de banda, etc.-. Ha de entenderse que la idea que debe guiar a un equipo es que las pérdidas de balón se produzcan en condiciones normales o, en el peor de los casos, justificadas, pero nunca las no justificadas, aunque la dificultad de control del balón en muchos casos –el balón, como es sabido, no se puede coger, al contrario que en otros deportes colectivos-hace muy difícil que éstas desaparezcan. Aunque las llamadas pérdidas no justificadas varían de un jugador a otro por la zona donde habitualmente se desenvuelven y el mayor o menor riesgo que conlleva, podemos decir que un jugador que ocupe una zona de mayor riesgo –por ejemplo, un delantero centro- no debería tener en ningún caso más de 1� pérdidas de balón en cada encuentro. Del mismo modo, un jugador de calidad del centro del campo, que debe controlar el balón muchas veces o conducir el balón y dar muchísimos pases a lo largo de un encuentro, pero que al mismo tiempo no suele estar sometido a un marcaje tan estricto y dispone de espacios más amplios, debería tratar de no superar las � ó 9 pérdidas

de balón.9 Un defensor que no suba al ataque, lógicamente va a arriesgar menos, y sus pérdidas nunca deberían superar las 5 por encuentro.

B.- La ayuda mutua:Principio también llamado de ayuda recíproca por diferentes autores. Este principio consiste en el mantenimiento de una actitud permanente de apoyo por parte de todos los jugadores de tal forma que facilite la acción de sus compañeros. La ayuda mutua se manifiesta por parte del no poseedor de balón desmarcándose continuamente, fijando y atrayendo o arrastrando a los defensores y creando o ampliando los espacios en beneficio del poseedor. Por parte del poseedor se materializa con las fijaciones de su oponente –pasar 9 En este sentido, Xavi Hernández del F.C. Barcelona, como jugador de calidad del centro del campo, en muchos encuentros no ha superado las 5 pérdidas de balón, lo que responde a un altísimo nivel.

avanzando y en relativa proximidad a su oponente, de tal forma que dificulte las ayudas posteriores de éste a otros compañeros- y con los pases al jugador desmarcado. Cualquier medio táctico colectivo reproduce este principio, tanto por el iniciador del medio que se trate (realizando un desdoblamiento, un cruce por detrás, un desmarque en diagonal y un pase interior inmediato), como por parte del jugador respuesta o beneficiario del medio (explotando la ventaja adquirida).

C.- El respeto a la disciplina táctica:La actuación general individual del jugador y las coordinaciones entre jugadores dependen directamente de la estrategia operativa del equipo en un encuentro determinado. Este plan táctico colectivo es elaborado antes de un encuentro y es consecuencia de un estudio previo de la relación de fuerzas del propio equipo con respecto a las del adversario. Representa la guía de las interacciones del equipo durante el encuentro y se concreta en el juego de ataque por los sistemas elegidos, los ritmos adoptados, las tendencias de medios tácticos utilizados, los canales de comunicación más convenientes de relación entre jugadores o las circunstancias más idóneas de realización de los contraataques y la frecuencia de los mismos. Este plan táctico previo determina las pautas que deben seguirse durante el encuentro y el respeto fiel al mismo concreta el principio al que nos referimos. El incumplimiento o inobservancia de este principio conlleva grandes perjuicios sobre la cohesión del equipo y su educación debe constituir una de las primeras preocupaciones del entrenador durante la formación y el perfeccionamiento del jugador y la construcción del juego colectivo del equipo. En ningún caso hay que interpretar este principio como algo coercitivo, sino de coordinación colectiva, y que, por supuesto, debe dar el margen necesario a la interpretación individual de la creatividad de cada jugador. Conjugar este principio con la capacidad creativa del jugador –su improvisación o repentización en un momento dado- es, con frecuencia, una situación complicada sin tener experiencia ni formación adecuada.

D.- El mantenimiento de los puestos:La estructuración del juego de un equipo implica una distribución de los jugadores de una forma equilibrada en el espacio de ataque o defensa. El espacio de la zona de ataque o defensa está compartimentado en subespacios cuya ocupación permanente adquiere una importancia especial. En el estudio de la relación de fuerzas con el adversario, la elección de unos u otros espacios determina la estructura de partida para el funcionamiento de los sistemas de juego. Cualquiera que sea el sistema de juego elegido debe partir de unos condicionantes de eficacia individual y colectiva –se debe colocar a cada jugador allí donde puede ser más eficaz para el propio equipo y más peligroso para el contrario en función de sus debilidades-. Por consiguiente, el mantenimiento de estos espacios o puestos específicos constituye en principio fundamental de la actuación. En el juego de ataque, la necesidad de realizar circulaciones o cambios de puestos entre jugadores para crear mayor incertidumbre al oponente y crearle más problemas en

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cuanto a la distribución de responsabilidades defensivas, no debe confundirse en modo alguno con que el equipo no deba ocupar inmediatamente los puestos específicos abandonados por otros jugadores, facilitando así el equilibrio en la distribución espacial, las comunicaciones entre jugadores y las vías de creación de peligro contra el equipo defensor.

E.- La distribución equilibrada de los espacios de juego: Los fundamentos de ordenación del espacio ofensivo se concretan en la distribución equilibrada de los jugadores en dos zonas en el sentido longitudinal denominadas de creación de juego y posible finalización a larga distancia –fuera del área de penalti-, y una segunda de finalización en proximidad –más cercana a la portería y al área de meta o incluso dentro del área de meta-. A ello hay que añadir una tercera zona de contención, que cuando el equipo tiene el balón abarca aproximadamente desde el centro del terreno hacia la propia portería. Desde al punto de vista transversal, el espacio debe dividirse igualmente en subespacios distribuidos en forma de abanico en dirección hacia la meta ocupando la máxima anchura del terreno. La aplicación de este principio supone que cada jugador debe ocupar espacios que permitan asegurar los apoyos en anchura y profundidad entre todos los componentes en todo instante del juego, independientemente del sistema de juego elegido. Esto se traduce en el juego de ataque en que cada jugador con balón debe disponer de jugadores que le apoyen en su acción, siempre que sea posible, por delante, por detrás y a ambos lados. Por esta razón, en la práctica, un sistema de ataque, aunque puede tener diferentes disposiciones de partida tales como 4:4:�, 4:�:�, 5:�.1:1, o cualquier otra, todas ellas representan guarismos que se corresponden con distribuciones que permiten conservar un cierto equilibrio espacial, atendiendo a la mayor o menor intención ofensiva o protectora de la portería que adquiera un equipo. Como consecuencia, ningún equipo utiliza un sistema de ataque �:�:�:�:�, por ejemplo, cuya disposición implicaría un desequilibrio en los apoyos y el incumplimiento de este principio del juego colectivo. Cuando se producen transformaciones de sistemas momentáneos -por ejemplo, cuando un lateral o carrilero sube al ataque para intentar desbordar por la banda-, el centrocampista de su lado u otro jugador –a veces el central defensor- debe variar su emplazamiento hacia la zona abandonada, de tal forma que los espacios ocupados vuelvan a estar equilibrados y se garanticen los apoyos, circunstancia que no hace más que cumplir este principio.

F.- La variación y alternancia de los medios tácticos individuales y colectivos en situaciones similares:El dominio de un medio táctico presupone la posibilidad de disponer de variabilidad de respuestas y que éstas puedan ser utilizadas con alternancia durante el juego. El uso sistemático de respuestas idénticas conlleva la adaptación y anticipación del adversario y, con ello, encontrar dificultades para lograr el éxito. Un bagaje limitado de destrezas supone que este principio no pueda ser aplicado más que de una manera parcial. Este principio se opone a los modelos esquemáticos colectivos perfectamente

sistematizados y prefabricados o inalterables, y promueve la idea de realización de acciones individuales y medios tácticos sorpresivos, variables, favoreciendo la creatividad del jugador y enriqueciendo las posibilidades tácticas del equipo. Ello creará finalmente mayor incertidumbre al adversario y provocará respuestas equivocadas o errores en el funcionamiento de la actividad defensiva del rival. Supone igualmente evitar la mecanización del juego de ataque. Un juego mecanizado permite la anticipación del equipo defensor al prever las zonas predominantes de iniciación del juego, facilitando la ruptura de la comunicación entre jugadores y bloqueando la conexión entre zonas o puestos de habitual finalización del juego. De ahí que deban variarse las combinaciones de juego, así como también los enlaces de medios tácticos en circunstancias semejantes. Por ello, es precisa una formación táctica del jugador amplia y rica, de tal forma que sean capaces en cualquier momento de transformar la acción colectiva iniciada, realizando acciones sorpresivas sin que por ello se incumpla el principio de disciplina táctica.

G.- La sincronización espacio-temporal de las acciones:El ajuste adecuado de la intervención de cada jugador a las acciones de los compañeros que le han precedido o a los que le suceden es otro aspecto clave para el rendimiento general del equipo y la fluidez de las acciones. La idea básica que preside esta coordinación es el escalonamiento temporal en la intervención, es decir, cada jugador debe ajustar su intervención de forma sucesiva a la del compañero que ha iniciado cualquier medio táctico colectivo. Pero la modificación constante de los espacios entre los co-participantes exige en muchas ocasiones que para responder adecuadamente a la acción emprendida por el compañero y conseguir una penetración a través de un espacio libre sea necesario iniciar el desplazamiento antes, detener el ritmo del desplazamiento ya iniciado o llegar a pararse totalmente. La no coordinación adecuada en este sentido supone que un jugador caiga constantemente en el fuera de juego, pero este error hay que atribuirlo no solamente al receptor que se desmarca, sino muchas veces al pasador que no ha sido capaz de ver el momento oportuno del pase. El sentido de la distancia adquiere en este principio una importancia trascendental. Pero la iniciativa y la creatividad en el juego, que debe estar presente en todo momento, también plantea en ocasiones que más de un jugador actúe o responda simultáneamente a la acción de un compañero interviniendo hacia un espacio concreto –por ejemplo, realizando dos desmarques al mismo tiempo-. Lo que debe evitarse por encima de todo son acciones simultáneas sobre el mismo espacio -ambos jugadores se estorbarían- o muchos jugadores al mismo tiempo en distintos espacios -lo que dificultará y desequilibrará los apoyos-.

H.- La adaptación del juego de ataque a las posibilidades potenciales propias y a las características del adversario�0:Este principio se desprende del hecho de que cada equipo está compuesto por jugadores que disponen de diferentes

�0 Desde la perspectiva defensiva este principio sería “adaptación del juego en defensa a las posibilidades potenciales propias y a las características del adversario”.

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características referentes a su talla, envergadura, peso, cualidades físicas o psicológicas o capacidades técnicas. Por esta razón cada equipo debe tener su propia forma de juego adaptada a esas posibilidades potenciales. Copiar idénticas formas o sistemas de juego de los presumibles “buenos equipos” no suele conducir la mayoría de las veces más que a incrementar el número de errores. No se puede jugar de una forma concreta si no dispones de jugadores capacitados para desarrollar determinadas misiones que exige esa forma de juego. En el diseño del plan de juego del equipo el entrenador tiene aquí su primera labor, tratando de explotar los puntos fuertes de cada jugador seleccionando las coordinaciones colectivas más útiles y eficaces para el equipo y evitando aquellas que muestren debilidad. La misma jugada realizada por un equipo u otro puede suponer un juego de calidad o una fuente de fracasos. Pero la aplicación de este principio también involucra al jugador en el sentido de no emprender acciones de dudosa eficacia y tratar de encontrar soluciones que se ajusten a sus capacidades. No hacer aquello para lo que no estás preparado se convierte de este modo en la forma de aplicación individual de este principio.

Este principio también implica la utilización de diferentes soluciones tácticas dependiendo de las características del adversario, tanto individuales como colectivas -sistemas de juego que aplica en cada momento, zonas más desprotegidas, intenciones tácticas más habituales, acciones más peligrosas, etc.-. Aunque puede haber soluciones tácticas que puedan obtener buenos resultados ante distintos planteamientos defensivos del rival, en términos generales los sistemas defensivos suponen reforzar o minusvalorar distintos espacios que deben intentar aprovecharse adoptando las soluciones más convenientes en cada caso. Con este principio, por fin, se trata de subrayar que no hay sistema de juego o táctica perfecta si no se dispone de jugadores para desarrollarla, por lo que el sistema debe siempre adaptarse a la fuerza potencial de cada equipo.

3.2.2. Principios específicos del juego colectivo de ataque.

A.- El cambio rápido y decidido a situación atacante. Constituye el primer principio colectivo que se debe producir en el momento que se comprueba la recuperación del balón e incluso antes de que ésta se haya producido absolutamente, después de que el equipo rival haya efectuado el remate a portería. La actuación decidida de todos los jugadores cambiando del rol de defensor al rol de atacante pasando a ocupar situaciones más cercanas a la portería contraria que permitan intervenciones más eficaces se convierte en principio básico.11

�� Evidentemente, se excluyen aquellas situaciones en las que por el marcador favorable y el poco tiempo restante de partido, hacen aconsejable que el equipo actúe más lento, se asegure la posesión de balón por encima de todo, etc.

B.- La creación y observación de los espacios libres y de las posibilidades de progresión o penetración:Una vez comprobada la posesión del balón, los jugadores -el poseedor y los no poseedores- deben orientarse inmediatamente sobre las situaciones de compañeros y adversarios para realizar sus desplazamientos en función de los espacios libres de progresión y penetración, y aprovechar las posibilidades de realizar un contraataque rápido que facilite la obtención de un tanto. Esta observación de los espacios libres debe producirse muchísimo más en zonas cercanas al área contraria, y debe interpretarse con la siguiente frase propia de Perogrullo, aunque muchos jugadores no lo cumplen: no debe atacarse contra el defensor, sino hacia el espacio libre.

C.- La estructuración, creación y explotación de situaciones de superioridad numérica:Las mejores posibilidades de conseguir el objetivo del juego radican en la obtención de situaciones finales 1 contra 0, es decir, aquellas en las que un jugador se enfrenta exclusivamente al portero. Esto se consigue si de forma consciente y organizada el equipo trata de actuar de tal manera que cada jugador dificulte o retrase la intervención de un defensor sobre su adversario directo consiguiendo situaciones de ventaja numérica en zonas parciales del terreno. La situación más favorable es la relación � contra 1, pero para llegar a ella es necesario coordinar la acción de otros jugadores que puedan atraer la atención de más de un adversario o entorpecer o retrasar su intervención, fijándolos en un espacio o situación -atrayéndolos, distrayéndolos, realizando paredes-, o interrumpiendo su desplazamiento. La explotación de una ventaja numérica supone la realización de un pase oportuno en el momento final a un jugador libre de marcaje directo. Este principio

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también significa evitar situaciones de igualdad numérica en espacios reducidos y muy especialmente las inferioridades numéricas1� , situaciones en las que el balón debe ser trasladado rápidamente a lugares alejados de esa zona, puesto que en ellos se puede encontrar la superioridad numérica buscada.

D.- El cambio de juego de un extremo a otro: La aplicación de este principio deriva de la habitual concentración de fuerzas defensivas en aquellos lugares donde se encuentra el balón –los defensores hacen la cobertura en las zonas donde se encuentra el balón-, porque allí es donde se produce el máximo peligro. Ante esta tendencia, la actividad atacante no debe insistir en la superación de los defensores en esas zonas, sino que debe cambiar frecuentemente las zonas donde desarrolla los distintos medios tácticos, trasladando con rapidez el juego desde un extremo hacia el opuesto, por ser los puestos situados con máxima anchura en el terreno. Esto es lo que habitualmente se llama cambios de orientación del juego, y que cuando un jugador es capaz de verlo y realizarlo adecuadamente el comentarista de turno suele alabarlo, cuando cualquier jugador debería ser capaz de hacerlo en cualquier momento, no importa el lugar que ocupe en el terreno1�. Con ello se facilitará la penetración de jugadores, puesto que se aprovecha el hecho de que la defensa tiene menor densidad y obligará a los defensores a realizar un mayor desgaste físico y psíquico al aumentar sus desplazamientos.

E.- La movilización colectiva de la defensa atacando permanentemente en anchura y profundidad:El aumento de las posibilidades de obtener éxito es directamente proporcional a la forma colectiva de ataque utilizada. Toda forma de ataque debe movilizar a la defensa de tal manera que le cree los máximos problemas para coordinar sus desplazamientos y acciones, obligándoles a reaccionar de forma tardía o inadecuada o provocarle errores de cualquier tipo. Para lograrlo, cada componente del equipo debe atacar dirigiendo sus trayectorias hacia la portería contraria y ocupando un frente ancho de ataque en la disposición de los jugadores, así como en las intervenciones

�� Por desgracia se ven con demasiada frecuencia a jugadores encerrados en las zonas cercanas al corner, que son acosados por � y hasta � defensores, que se empeñan en regatear a los tres defensores que le salen al paso, y acaban siempre perdiendo el balón.�� Otro ejemplo positivo en este sentido lo constituye el jugador brasileño Roberto Carlos, que a pesar de ser defensa, es capaz de ver esto con absoluta naturalidad y realizar el cambio de juego hacia la zona opuesta con gran precisión.

variadas en la superficie de cada puesto específico.

Atacar permanentemente en anchura desde el punto de vista colectivo significa que, en el reparto de fuerzas en el espacio de ataque, los jugadores deben ocupar siempre un frente lo más ancho posible, evitando aglomeraciones defensivas y separando las fuerzas defensivas, con lo que se crearán espacios intermedios mayores (intervalos entre defensores). No se entiende en algunas ocasiones a algunos defensores que, cuando el balón lo tiene el central de su equipo en su propio campo, deambulan por espacios muy alejados a la línea de banda de su lado cuando deberían “abrir” el espacio al máximo situándose muy cercanos a su línea de banda. Atacar en anchura también supone la fijación de defensores en espacios amplios en cada puesto específico dificultando con ello su colaboración.

A t a c a r permanentemente en profundidad conlleva que cada jugador esté constantemente dinámico y reciba el balón en movimiento progresando y tratando de progresar hacia el área de penalti o hacia la línea de fondo del contrario. De esta forma se atraerán defensores que intentarán evitar esas progresiones o penetraciones, creando espacios por detrás que pueden ser aprovechados por otros compañeros –el famoso “pase de la muerte” se produce de esta forma-. Pero atacar sucesivamente en profundidad por parte de los distintos jugadores también significa la posibilidad de “aplanar”

poco a poco a la defensa (reduciendo sus desplazamientos hacia delante, “echándola” hacia atrás) teniendo en todo momento al menos uno o dos jugadores en el interior de la defensa que debe constituir un constante peligro, fijando o reteniendo a los defensores en esas zonas, facilitando así los chuts a distancia o las penetraciones de otros atacantes.

F.- La variación del ritmo de las acciones:La necesidad de crear incertidumbre al adversario también implica que las acciones individuales y colectivas deben ser realizadas variando el ritmo del desplazamiento del jugador y de la circulación del balón. El mantenimiento de un ritmo uniforme durante el juego permite la prevención y anticipación del equipo adversario. Aunque este principio tiene su aplicación también en defensa especialmente desde la perspectiva individual, es mucho más importante en el

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juego de ataque. El jugador en ataque reducirá o acelerará la velocidad de sus desplazamientos atendiendo a criterios tales como estar o no en posesión de balón, encontrarse cerca o lejos del adversario, participar activamente o no en la fase respectiva de juego, estar en inferioridad o superioridad numérica en ese espacio concreto, valorar el momento y tanteo del encuentro, etc. Es éste un principio individual pero también colectivo.

Hemos considerado estos principios como los más fundamentales en el desarrollo del juego de ataque. Como dijéramos al principio, no todos los especialistas consideran estos principios como los más importantes, o simplemente los denominan de otra manera. En cualquier caso, subrayamos de nuevo que podríamos incluir otros, pero lo más importante es su comprensión, su significado en el juego, y especialmente su aplicación y exigencias adecuadas en los entrenamientos y en la formación del jugador.

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PARLEBAS, P., (1974), L’espace sociomotor, Activités physiques et education motrice, Dossier E.P.S., nº �, p.1��.

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TEODORESCU, L., (19�0), Problemas de teoria e metodología nos jogos desportivos, Livros Horizonte, Lisboa.

TISSIÈ, J., (1954), Les sports collectifs, Rev. EPS, nº �0.

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“EL FÚRBOL ES ASÍN”:PRESENTACIÓN

Desde siempre he sido un gran aficionado al fútbol y a la lengua y, como consecuencia, me ha llamado po-derosamente la atención el léxico específico que sue-len utilizar aficionados, futbolistas y periodistas, con peculiaridades muy específicas que tratan de identifi-car a ese deporte universal llamado fútbol. Son millares los perio-distas que escriben o hablan de fútbol que, como en otros ámbi-tos de la vida social, crean escuela y estilo de lenguaje en el ciu-dadano. Las perso-nas en general, y los aficionados al fútbol en particular, somos muy propensos a in-corporar con facilidad a nuestro léxico los errores de bulto que otros cometen y trans-miten, y el fútbol es un verdadero manantial de provocaciones idio-máticas verbales o es-critas donde fluyen las expresiones más alu-cinantes, inventándo-se con frecuencia pa-labros o expresiones anómalas semánticas con grave irresponsa-bilidad del que escri-be, aun admitiendo la dificultad del lenguaje deportivo. Este léxico específico es el objeti-vo de este trabajo.

No obstante, es necesario subrayar que la responsa-bilidad de la prensa deportiva es sólo relativa, pues no tiene como objetivo primordial ejercer de docente de la lengua, sino, por encima de todo, vender perió-dicos. La línea expresiva que predomina es la sensa-cionalista, en la que se aúna lo llamativo, falso, enga-ñoso, tendencioso, arbitrario, polemista, populista, lo

intencionadamente falaz y, por encima de todo, lo co-mercial, incluso con juego sucio permanente entre los propios medios y periodistas en la lucha por el incre-mento de cotas de ventas y la mejora de dividendos.

Muchos de los términos y expresiones futboleras son procedentes de la inventiva popular que, en tono jo-vial no exento de ironía, y cargado intencionada y exageradamente de emotividad, retumban por todos los estadios y se extienden en el habla popular como la espuma. Junto a ello, se dan otras características

que lo identifican claramente, como la exaltación del fútbol como épica, el lenguaje meta-fórico relacionado con otras activida-des sociales como los toros, el teatro, la música, el rei-no animal, etc., el discurso figurado e hiperbólico, la pro-liferación del mote popular que se ad-judica a muchísi-mos futbolistas, las imprecisiones ter-minológicas en los tecnicismos cuyo origen parece estar en ocasiones en el argot “de cancha” de algunos ex fut-bolistas que luego pasan a ser comen-taristas (y que no siempre tienen la formación adecua-da desde el punto de vista lingüístico), cierto barroquismo expresivo pseudo

filosófico, y, finalmente, la abundancia de extranjeris-mos: galicismos, lusismos por la influencia de la tradi-cional e inagotable calidad futbolística de los jugado-res brasileños, y muy especialmente los anglicismos (hay periodistas que escriben habitualmente en “es-panglish”)

Decía el académico García Yebra que la

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lengua es la obra de arte más hermosa que hemos heredado y, en lo que a mi respecta, siempre me ha preocupado escribir correctamente, aunque cada día descubro en mis renovados intentos nuevos errores, por lo que nunca acabo de conseguirlo, pues no soy más que un simple aficionado a la lengua, al fútbol, y al humor. Estos tres pilares, junto a pequeñas pince-ladas de anécdotas históricas, constituyen la base de nuestra aportación, que no tiene más pretensión que hacer sonreír a algunos de nuestros posibles lecto-res, al tiempo que, modesta y humildemente, contri-buir con un pequeño guiño a la difusión de la cultura futbolística, pues tampoco podemos aspirar a que las incorrecciones idiomáticas desaparezcan del fútbol cuando excelsas autoridades en la materia, a pesar de sus altas cualidades didácticas, no lo han logrado anteriormente.

Nuestro enfoque se debate entre la ironía y el humor no exento de información descriptiva sobre los térmi-nos utilizados. Aunque es el espíritu crítico-humorísti-co el que ante todo nos mueve, no basamos nuestro trabajo exclusivamente en la crítica sarcástica, sino también en la alabanza. Como docente experimenta-do, conozco muy bien que analizar y evaluar a otros siempre ha sido molesto. Atreverse a hacerlo a los que escriben por parte de alguien que no tiene por oficio habitual escribir es, sin duda, un acto de osa-día. Pero también sé que de vez en cuando no sólo es conveniente, sino también recomendable para la higiene mental de cualquier persona, que alguien aje-no le haga reflexionar sobre su habitual proceder. Tratando de simbolizar los �� jugadores que compo-nen un equipo de fútbol, hemos estructurado nuestro

trabajo en �0 partes o capítulos que, junto a la intro-ducción, que haría las veces de “portero”, completa-rían el equipo. A ello se une la bibliografía y fuentes, que simbolizarían al equipo arbitral.

Como una pequeña muestra de los términos incluidos en este texto, expondremos algunas ideas mostradas en alguno de los capítulos.

En primer lugar, referente al capítulo de BARBARIS-MOS, es decir, “vicios del lenguaje consistentes en pronunciar o escribir mal las palabras, o en emplear vocablos impropios”, aunque también son considera-dos así los extranjerismos no incorporados al idioma en el que se habla o escribe.

Es conocido que el lenguaje verbal -propio de la radio o televisión- tiene la servidumbre de la inmediatez, lo que lleva consigo que todo ser humano pueda emitir sonidos, voces o expresiones no siempre adecuadas. Sin embargo, el lenguaje escrito permite la paciencia, la reflexión sobre lo que se escribe y cómo se hace o debe hacerse, e incluso intuir -si no asegurar- las re-percusiones negativas o influencias que pueden aca-rrear. Muchos de estos escribidores futboleros que cometen tales tropelías al idioma o asestan tamañas puñaladas al lenguaje, son los mismos que ponen en entredicho a la más mínima oportunidad la profesio-nalidad, preparación, los conocimientos o experiencia de los entrenadores (por supuesto que se equivocan muchas veces, pero no tantas), que son tildados con adjetivos como triste, miedoso, conservador, exceso, fósil, “tira p`adelante”, insulso, mediocre funcionario, becario enchufado, cobarde deportivo, inútil, pobre

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hombre, chulo, “Dios”, marioneta de banquillo, es-trambótico, colérico, mefistofélico, impresentable, loco, caradura, “zombie” (sic), patán, místico, ena-morado de sí mismo, cabezón, narcisista, okupa, y multitud de epítetos de este estilo (aseguro que todos estos ejemplos están sacados directamente de las crónicas), poniéndolos como hoja de perejil. (¿Imagi-namos por un instante que un entrenador emitiera uno solo de estos adjetivos aludiendo a un periodista? Sin lugar a dudas, el “garrote vil” y la “inyección letal” se quedarían cortos para ajusticiarlo). O sentencian defi-nitivamente a otros por un presumible -y siempre dis-cutible y, sobre todo, difícilmente demostrable- desas-troso planteamiento táctico del encuentro, o tal vez por la alineación que ha presentado su equipo que, sin duda (“¡ya lo habíamos dicho nosotros antes!”), debería haber sido otra completamente distinta de la que fue, especialmente si el equipo ha perdido. Eso sí, si el equipo ha jugado bien y ha ganado, se les

olvidan con pasmosa facilidad sus comentarios pre-vios al partido. Y si a alguno de estos entrenadores se le ocurre discutir o defender sus argumentos sin una sonrisa en la boca, entonces resaltan que ha per-dido los papeles, no acepta las críticas o, en el mejor de los casos, dicen con letras gordas que se ha en-fadado o “calza mala gaita” (como es sabido, un en-trenador tiene rigurosamente prohibido enfadarse). Y si defienden su argumento con una sonrisa, entonces lo tachan de irónico. Y si al entrenador se le ocurre preguntarle a un periodista en qué periódico trabaja, dicen que utilizó un tono amenazante. Y cuando al-gún árbitro se equivoca, casi le están excomulgando, y el vocablo más normal para calificarlos es que son un cáncer. (A propósito, ¿han arbitrado alguna vez en su vida?). No estaría nada mal que de vez en cuando invirtieran la mirada, reflexionaran un poco sobre lo que dicen y escriben, e hicieran un pequeño esfuerzo para dejar de ver sólo la paja en el ojo ajeno. Ponerse

en lugar del otro es uno de esos ejercicios recomen-dables y que reflejan una madurez y desarrollo inte-lectual considerable: ser capaz de saber lo que el otro siente, ve, sufre, etc. (No dejan de asombrarme los que debiendo ponerse en el lugar del otro, no sólo no lo hacen, sino que incluso cuando alguien se lo hace notar, insisten en su necedad con más vehemencia, aunque ésta ponga en peligro la vida de otros -de-portiva, laboral, familiar, social, y hasta la personal-). A algunos de ‘estos’ plumillas perfectos que brotan por doquier deberían ponerlos de rodillas de cara a la pared, con los brazos en cruz y con un capirote en la cabeza.

Otro ejemplo puede ser lo recogido en el capítulo de las TÁCTICAS habituales del fútbol. Veamos cómo quedaría un modelo de planteamiento táctico de un partido imaginario. No pretendo utilizar la táctica del murciélago para que luego me tachen de magureguista, aunque he de re-conocer que algo de catenaccio -sin llegar a poner el autobús- combinado con un buen centrocuentismo me vendría de perillas en este encuentro tan compli-cado que se me avecina. El cerrojo no será suficiente pues no me interesa jugar al cerocerismo, ya que soy algo ambicioso. De ahí que me decida por un buen juego de contención asentado en un cuatrivote como Dios manda que, aunque no sea un maravilloso juego con criterio, por lo menos sí se juegue directo, des-preciando en principio los desdoblamientos por ban-da y, en consecuencia, los pases de la muerte. El di-bujo, pues, no se parecerá al rombo, sino a la línea

simple y llana. Eso me supondrá que los balones se cuelguen a la olla sólo de vez en cuando, entre otras cosas porque mi juego táctico aéreo no es ni mucho menos como para tirar cohetes. El juego al patadón o al pelotazo estará a la orden del día, así como el

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juego largo, y los pases al hueco deben realizarlos de uvas a peras los centrocuentistas, más que nada para ver si cogemos la espalda a la defensa rival en alguna contra, porque lo que dominamos de rechupete es el contragolpeo. En el peor de los casos, a ver si nos pitan alguna falta en la frontal del área, y en nuestras mara-villosas jugadas semiensayadas de estrategia cazamos algún gol. Nada de toque-toque, tridente ni triangula-ciones, que no estamos para gilipolleces. Si la cosa va bien y por milagro conseguimos algún gol, me decidiré por el juego especulativo, que es el que más resultado me ha dado en estos casos, porque no estoy dispuesto a jugar al correcalles, y entonces sí es posible que ponga el autobús. Y así ya está el equipo preparado para realizar el desplazamiento de vuelta a casa. Más vale prevenir que curar, y ya se sabe que a quien madruga Dios le ayuda. Las rotaciones, para el partidillo del jueves, seguro.

¡Qué quieren que les diga!¡El fútbol es así!

El ‘fúrbol’ es ...’asín’.

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GRUPO EDITORIAL UNIVERSITARIOTEL.: 958 80 05 80

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EDITORIAL DEPORTIV A FÚTBOL

Juan Antón

Doctor en Educación Física

Profesor Titular de Universidad Granada en “Estructura y Metodología del Deporte de Equipo: Balonmano”.

Autor o coautor de �6 libros sobre la enseñanza y entrenamiento del deporte de equipo, especialmente

de Balonmano.

• �50 ponencias presentadas a Congresos

• 9� cursos impartidos, �0 de ellos en distintos países como Argentina, Túnez, Arabia Saudita,

Mozambique, Sultanato de Omán, Kuwait, Suiza, Egipto, Canadá y Portugal

• Concesión de la Insignia y Medalla de Oro al Mérito Deportivo en Balonmano como perteneciente

al Equipo Técnico de la Selección Nacional Absoluta de Balonmano Masculino por los resultados

logrados en el Campeonato de Europa 96 y Juegos Olímpicos de Atlanta 96 (Plata y Bronce): 87

partidos internacionales.

• Técnico Responsable de selecciones de base y formación de entrenadores y ExMiembro de la

Comisión Técnica, de la Federación Española de Balonmano.

• Ayudante de Entrenador del Equipo Nacional Absoluto Masculino de la Real Federación Española

de Balonmano.

• Competiciones: SuperCopa de Alemania, Torneos Internacionales de España, II, III y IV Campeo-

nato de Europa, Juegos Olímpicos de Atlanta y Sydney, Campeonatos del Mundo de Japón y de

Egipto.

• Profesor de la Escuela Nacional de Entrenadores por Concurso de Méritos en la asignatura de

Preparación Física Específica, Juego Colectivo Ofensivo, Juego colectivo Defensivo, Técnico-Tác

tica individual.

International Lecturer por la Federación Internacional de Balonmano para el periodo �99�-�004

(�8 profesores seleccionados de todo el mundo)