Primeras Paginas Entre Fantasmas

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Entre fantasmas

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NOVELA

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Entre fantasmas

carlosTorres
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© 1993, Fernando Vallejo© 2005, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.De esta edición:2009, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.Calle 80 No. 10-23

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• Santillana Ediciones Generales, S.L.Torrelaguna, 60. 28043 Madrid

ISBN: 978-958-704-651-9

Impreso en ColombiaPrimera edición en esta Biblioteca: de 2009

Diseño de cubierta: Ana María Sánchez© Imagen de cubierta:© Foto del autor: Alejandra López

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede serreproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitidapor un sistema de recuperación de información, en ninguna formani por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

fotografía de Tony Kurdzuk, Agencia Corbis

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Vejez hijueputa que pesas más que teta caída devieja, a las siete y veinte se desató el terremoto. Esta-ba yo arrebujado con mi Brujita en mi cama (mi pe-rra Bruja que es lo que yo más quiero), semidormido,semisoñando, soñando justamente con otro, el quetumbó El Gusano de Luz allá en Antioquia, en losfelices tiempos de mi atrabancada juventud, vivien-do Chucho Lopera y don Elías Aristizábal, maricasmáximos, summa cum laude, pederastas desatados aquienes se les orinaban los niñitos en la cama cuando¡pum! se desató el de aquí, el que tumbó medio Mé-xico: empezaron a hablar las paredes, a decir, a pro-testar, a cantar el aria de la locura. Cuadros se caían,vidrios se quebraban, pisos se rajaban, y yo en un sép-timo piso balanceándome como el péndulo de Fou-cault. «¿Será que ya me dio también el síndrome deMenière?» pensé. ¡Qué va síndrome! Era temblor, te-rremoto. ¡Pum! ¡Tan! ¡Tas! Se mecía el edificio comosacudido por un gigante borracho y rabioso. ¡Plaaaaas!Se desplomó el de al lado. «Se colapsó», como dijo portelevisión el presidente:

–Hubieron muchos edificios colapsados –dijo elTartufo– y muchos muertos.

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¡Cállate imbécil! No les sumes a las catástrofes na-turales las del idioma. Aprende a hablar. ¿O lo únicoque sabes es robar? ¡Hubieron! ¡Colapsados! ¡Ignoran-ta! Pobre país asolado sucesivamente por un perro, unTartufo, un terremoto, un feto. ¡Ay Dios! Y yo que nun-ca digo Dios diciendo «Dios mío, ya, por favor, ya bas-ta», olvidando en la confusión del momento que loque Él primero tumba son las iglesias, verbigracia lacatedral de Manizales a la que le ha descopetado, unatras otra, en dos temblores, las torres. Mi piano negrode cola salió por la vidriera y ¡ay!, fue a dar contra elpavimento de la calle, de mi Avenida Amsterdam, enperfectísimo acorde de Do Mayor: Do, mi, sol, do,mi, sol, do… Resonando sus armónicos en un quebrarde vidrios hasta el cielo. ¡Qué sonido el de mi difun-to Steinway, qué altos, qué bajos, qué espléndido fue!¡Qué bien me salía en él la sonata Tempestad, ay! ¿Yel Hotel Regis? ¡Al suelo! Colapsado. ¿El Hotel Versa-lles? ¡Al suelo! Colapsado. ¿La «unidad habitacional»Juárez? ¡Al suelo! Colapsada. ¿El Centro Médico? Ídem,igual, colapsado. ¿El edificio del Conalep? Colapsado.¿El Edificio Nuevo León? Colapsado. Miles de edifi-cios colapsados, y bajo los edificios colapsados los ho-mo sapiens enterrados. ¿Y el mío, el de Amsterdam?Más zarandeado que calzón de puta ya se iba a caer,cuando la furia de nuestra santa madre tierra paró.Paró en seco. Entonces vino la calma silenciosa de lamuerte… Polvaredas subían hacia el cielo, y persi-guiendo el polvo las llamas. Al norte, al sur, al este, aloeste, por todos los rumbos de la ciudad los incen-dios. Eran los edificios colapsados, y tras de colapsa-

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dos incendiados. «¡Claro, por eso cortan la luz en lostemblores!» pensé yo. Para evitar chispas. Chispas queincendien la paz social y prendan la revolución.

–¿Te asustaste mucho, negrita? –le pregunté a miBrujita.

Y ella que sí, que no, que se sentía segura conmi-go que la protejo de un rayo. Y así es, en efecto, si se leviene encima el maldito me interpongo yo. Ella es ungran danés de raza, y de alma un ángel. Alta, esbelta,de porte excelso y flexibilidad prodigiosa, lo más no-ble y hermoso que he conocido. Ya está viejita, «gran-de» como dicen en este país de eufemistas, pero ¡quiénno! Negra ella y negra su sombra, de este lado del solse ve doble… Así se ve ahora que salimos a la calle ainspeccionar los daños del terremoto, a verificar los es-tragos, a contar los muertos, y a conocer, antes que na-da, las cuarteaduras sísmicas, las rajaduras de la tierraque con tanto que había vivido y me las habían pon-derado aún no me había sido dado ver, como la quevi en esta ocasión que se tragó al policía, al extorsio-nador de tránsito, al «tamarindo» como llaman aquía estos ladrones y no dejó del bandido ni el olor. No lopudieron sacar ni con caña de pescar, y eso que le pu-sieron de cebo, en la punta, de anzuelo, un billete…Y después diciendo los de la inmobiliaria que lo úni-co seguro en esta tierra es la tierra… Miren a ver si sí.La tierra es más móvil que mi destino, ¡rateros! Y el or-den nada más que otro más entre los infinitos estadosdel caos. Pero basta de filosofías, Brujita, que hoy noestá el palo pa cucharas y nos vamos a ver el rescate delos bebés.

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Los bebés, cachorros de homo sapiens, berriones,barrigones, que no pudo exterminar san Herodes, elsanto rey, muy resistentes son. Aguantan días sin le-che, ni agüita, ni respirar, metiditos en cualquier hue-quito bajo los escombros, en un ángulo de dos vigas yuna plancha de la construcción de cinco o diez o vein-te pisos que se colapsó. Son como alacranes. Pues delos huequitos de los «multifamiliares» colapsados losiban sacando los espontáneos, los «hombres-topo», los«rescatistas heroicos» como los calificó Zabludovsky,un extraterrestre, un zanuco, un engendro de televi-sión. ¡Y aplausos de la multitud! Y yo con mi Brujitaviendo, oyendo, presenciando, calculando las cifras dela matazón. The dead toll, como dicen en inglés. Entrehembras, machos y cachorros yo digo que veinte mil.A veinte mil ese día en un solo instante enterramos, aveinte mil cuando menos, pobres almitas de Dios. Omejor dicho, no los enterramos nosotros: los enterró elterremoto. Mas tan acostumbrado estaba el prigobier-no a mentir, a robar, que sin darse cuenta por lo apu-rado del caso, pues los sacaron del baño con los calzo-nes abajo, que mientras más fueran los muertos más laayuda internacional, o sea más para robar, arrastradospor la inercia de su mentira esencial dijeron los con-suetudinarios que los muertos fueron dos mil. Comosi ellos también hubieran causado el terremoto… ¿Dosmil? ¡Dos mil vi sacar yo! Aunque ahora, desde la cal-ma del futuro, con cabeza fría, viendo mejor las cosas,con los ojos de la Historia, pienso que sí, sí lo causa-ron. Aves de mala suerte, de mal agüero, ellos causa-ron el terremoto. Lo atrajeron con imán. Y cuando el

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perro López nacionalizó la banca para tapar sus robos,mi barrio que era una delicia se llenó de zancudos y nome dejaban dormir. ¡Claro que lo causaron! ¿Pero de-cía que qué? Que salí con mi Brujita a la calle a contarmuertos, y a aspirar hondo, profundo, el aire de la vi-da, el smog. Smog con cadaverina. México, septiem-bre ¿del año qué? ¡Del año de la canica! De mi pasadoremotisisísimo.

Ahora, como director de cine que soy, que fui,maestro eximio del Séptimo Arte y padre-artífice detres películas, voy a pasar en ralenti desde mi escritorionegro el colapso de los edificios con la Arriflex de micabeza, y para empezar uno «de interés social», el Nue-vo León, en el «conjunto habitacional» de Tlatelolco,que ¿saben dónde está? Cerquita de la plaza homóni-ma donde Echeverría el bueno –el revolucionario, elsanto, el autocandidato al Nóbel, al de la paz cuandole den la Secretaría de las Naciones Unidas– bombar-deó desde el aterrado cielo a los estudiantes. ¡Y otra ma-tazón! Pues el Edificio Nuevo León, de catorce pisos,cayó así: siete pisos, los superiores, se le descapotaronsobre la Avenida Reforma; y siete pisos, los inferiores,se colapsaron como castillo de naipes: uno tras otro trasotro sobre otro: tas, tas, tas, tas, tas, tas, tás, hasta for-mar un s ndwich. Y como cada piso en realidad y últi-ma instancia no es más que un espacio vacío, paredesencerrando viento que es lo que le venden a uno estosrateros de la inmobiliaria, un s ndwich de viento. Asíel hermano de Neftalí Beltrán (del periodista y poe-ta, del que anduvo, ya saben, de diplomático en Var-sovia), viviendo como vivía en el séptimo piso del Edi-

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ficio Nuevo León, se encontró a las siete y veinte, desopetón, sin techo, cobijadito en la cama; y desemba-razado de los pisos superiores que le tapaban el cielo,fue bajando, sin tomar elevador (o descendedor), de pi-so en piso los inferiores que se le iban comprimiendobajo sus pies hasta dejarlo abajo, a nivel del suelo. En-tonces, caminando, por sus propios medios, salió tancampante a la calle, a Reforma, a las siete y veinte pa-saditas, a preguntar qué pasó. Pasos más adelante loatropelló y mató un carro. ¿Pero por qué estoy contan-do esto? Porque la vejez es así, anecdotera. ¡Ay la vejez!

Sí. ¡Ay la vejez! La vejez es verbosa, parlanchina,gárrula. Incontinente, insomne, avara, flácida. Olvida-diza, memoriosa, arteriosclerótica, cegatona, artrítica,friolenta, arrugada, manchurrienta, necia, obstinada,cerril. Sorda, lenta, tarda, terca, lerda, edematosa, dis-péptica, colagoga, ética, canosa, calva, horrible, cons-tipada, flatulenta, pilosa, fétida. Senectus excretio est,diría ciceroniando: la vejez es mierda. Calzón sucio, cal-cetín roto, analgésicos, descongestivos, digestivos, an-tiflatulentos, antipiréticos, y el Quinidín Durules queme aliviana el corazón. Del terremoto, aparte de la ma-tazón, lo que más me gustó fue el rescate de los perros:del Centro Médico, las ruinas del Centro Médico don-de los tenían para experimentos dizque para salvar hu-manos. ¡Qué más quieren salvar con esta proliferaciónde sifilíticos que viven por la penicilina! El RefugioFranciscano (así llamado por san Francisco, mi santo)liberó y acogió a los pobres animalitos. Esa sola esce-na del terremoto me conmovió, ¿y saben por qué? Por-que desde hace años de años rompí mi pasaporte hu-

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mano y soy un perro: alzo la pata y me orino en la es-tatua de Bolívar, la Catedral Primada, el hemiciclo aJuárez… Psssss…

¡Pero cómo un perro! Si López es el perro, ¿cómovoy a ser yo también? ¡Si hasta la noble especie de miBrujita la deshonró este bellaco! ¿Y vive aún? Claro quevive, impune. Que está muy viejo, dicen, y arrugado.Que no se volvió a afeitar y le dio por pintar, y anda dechanclas y de jeans hecho un intelectual del Sena, conpelos en las orejas y su larga barba blanca. Pero tan so-berbio como siempre. Tan pero tan tan. Que no es-tá arrepentido de nada, dice. Pero adonde va le ladran.Sale por Reforma de su casa en la colina y los niños quelo ven les dicen a sus mamás: «Un gua guá».

«Mé-xi-có, Mé-xi-có, Mé-xi-có»… ¿Y ahora qué?¿No los acabó el terremoto? No, es el mundial de fút-bol, de balón y pata, en que la inteligencia humana seles va a las patas, y vuelto el hombre pata patea un ba-lón. «Mé-xi-có, Mé-xi-có, Mé-xi-có» corea el puebloimbécil, la horda, la chusma, la turbamulta, el mons-truo paridor de infinitos culos y sin cabeza.

Me voy a la tienda y me compro un limón de Sa-lerno, que aquí son nuevos. Esos lindos limones de laCosta Amalfitana, rudos, grandes, amarillos, rugosos,de cáscara gruesa, que conjuntan en su jugo todas lasbellezas de Italia incluyendo playas, muchachos y mo-numentos. Y he ahí, para mí, su propiedad curativa:su gran poder de evocación. Son antifúricos: me los co-mo a mordiscos ávidos con todo y cáscara y sal, y san-to remedio, se me baja ipso facto la ira que me causael mundo, lo mal que va, y siento como si se me desata-

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ra un viento de felicidad en la cabeza y me empezaraa soplar sobre paisajes del recuerdo, de Italia, España,Francia por donde voy de muchacho, de tren en tren,despeñando gringos y envenenando viejas. Como aMadame Arthur, por ejemplo, la conserje, la putarra-ca que tumbé con arsénico. Pero esto ya lo conté enotro libro, ¿y repitiéndome yo? Jamás. Tache, señorita,desde donde puso «Me voy a la tienda y me comproun limón», y retomemos de ahí. ¿Qué fue lo último quedije quitando eso? «Y sin cabeza», punto. Exacto, pun-to. Pero borre también ese párrafo, y el anterior. Y elanterior y el anterior y toda esa historia idiota del te-rremoto y volvamos a empezar de cero. Borrón y cuen-ta nueva. Da capo.

Llama la muerte furiosa aleteando en mi ventana.Punto. Viene por mí. Punto. Dizque a llevarme en susalas de vejez, de enfermedad, de pobreza. ¿Y qué te vasa llevar, estúpida, si no soy nada? Rugir de viento, es-pejismo de palabras… Llévate más bien a uno joven,rico, sano, abusiva. Deja de molestar a los viejos. Y túcállate, Bruja, escandalosa, que no la vas a parar contus ladridos. Que pase, que entre, que nos lleve a losdos. ¿Se va? Se va, se fue, la ahuyentó el aguacero. Mí-rala cómo huye con su traperío de garras, su boca des-dentada, su aliento fétido. ¡Cobardona! ¡Qué tal quete hubieran tocado los aguaceros de Santa Anita, quecalmaban a las cigarras calenturientas, y sacaban delpantano sapos y culebras! Muerte estúpida, collona,follona, no sabes lo que es llover. ¡Y al diablo con todoesto! ¡Da capo!

«Tre giorni son che Nina in letto se ne sta. Pifferi,cembali, timpani, svegliate mia Ninetta, a ciò non dor-

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ma più», y eso es todo, nada más. Pero con ser tan po-co es lo más hermoso que yo haya oído. ¿Y sabes dequién es, Brujita? De Pergolesi. Del que le dictó a Mo-zart el Requiem cuando Mozart se moría: se lo dictódesde el fondo de la muerte, del otro lado de la corti-na. «Tre giorni son che Nina in letto se ne sta». ¿Nun-ca te lo canté? ¡Si hace años que lo había olvidado, dé-cadas! Yo ya cuento por décadas. ¿Cuántas? A ver, aver, tendría yo diez años cuando se lo acompañaba alpiano… Ella era una mujer vieja, de cuarenta años,casada con un viejito de cincuenta o cien. Gorda ella,enorme, toda una soprano de ópera y en Medellín, ¿telo puedes imaginar? En ese pueblo con pretensionesde ciudad porque acababan de salir del tranvía de mu-las… Y yo acompañándola al piano, de gafitas redon-ditas de carey. ¡Quién más iba a tener piano en Mede-llín! ¡Nosotros! La gente se arremolinaba en la ventanaa ver, a oír, a no creer: esas notas altísimas, altisisísimasque daba ella y que se iban hasta el cristal del cielo yrebotaban de vuelta aquí a la tierra, a este mundo vul-gar y les daba risa: empezaban a reírse con esas risitasnerviosas de ignorantes, burlonas, del pueblo vil. Yo ce-rraba el piano con un golpe de ira y delante de Blan-quita les arriaba la madre. ¡Eso! ¡Blanquita! ¡Ya meacordé! Blanquita se llamaba, ¿pero Blanquita qué? Elapellido, el apellido que nunca logro recordar… ¿Y sa-bes, Brujita niña, qué es en Antioquia «arriar la ma-dre»? Recordarles lo mal nacidos que son, la puta dedonde salieron, la ramera vil y sucia que los malparió.Todo eso les decía y nos mandaban una andanada depiedras, contra el piano, el cuarto, la ventana; una vez

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