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Primera unidad:Tradición y cambio
Literatura y ensayo
AE 01
Analizar e interpretar textos literarios de carácter reflexivo-argumentativo de autores
latinoamericanos del siglo XX.
AE G
Escribir textos expositivos-argumentativos sobre los temas o lecturas propuestos,
caracterizados por:
➢ La presencia explícita o implícita de una opinión, afirmación o tesis.
➢ La presencia de argumentos, evidencias e información pertinente.
➢ La utilización de citas y/o referencias.
Objetivos
Estimado(a) estudiante: espero que hayas podido descansar durante este periodo
de vacaciones y ojalá que el proceso de reintegración al proceso de estudio no te sea
tan complejo.
Trabajaremos una semana con textos literarios y otra con textos argumentativos.
Además, se incluirán ejercicios de PSU para que refuerces las habilidades trabajadas.
Independientemente de que las actividades se realicen en el hogar o que reiniciemos
las clases presenciales, el cuadro que aparece a continuación grafica la organización
de lo que resta de esta primera unidad.
Si te surge alguna duda, escríbeme al correo electrónico
[email protected] o al WhatsApp de la asignatura.
Fecha Actividad
Del 27 al 30 de abril Comentario sobre La noche boca arriba y Continuidad de los parques con
motivo del Día internacional del libro.
Ejercicios PSU sobre fragmentos de obras de Julio Cortázar.
Del 4 al 8 de mayo Reflexión sobre el tema de la soledad a partir de la lectura del texto
Dialéctica de la soledad de Octavio Paz (Páginas 43 y 44 del Texto del
estudiante)
Ejercicios PSU sobre Comprensión de lectura de textos argumentativos.
Del 11 al 15 de mayo Literatura distópica: Análisis literario de cuento Vendrán lluvias suaves de
Ray Bradbury.
Ejercicios PSU sobre Comprensión de lectura de textos literarios
Del 18 al 20 de mayo Redacción de texto argumentativo dialógico. Lectura de ensayo La
intimidad como espectáculo de Paula Sibilia (Páginas 362- 364).
Ejercicios PSU sobre Comprensión de lectura de textos argumentativos.
Del 25 al 29 de mayo Revisión, completación y envío/entrega de actividades de la primera
unidad.
Envío de pauta de evaluación para prueba de lectura complementaria.
Comentarios sobre el texto, resolución de dudas.
Del 1 al 5 de junio Evaluación coeficiente 1 de novela 1984 de George Orwell
En el contexto de la celebración del VII Congreso Internacional
de la Lengua Española en la ciudad argentina de Córdoba en el
mes de marzo, la Real Academia Española (RAE), la Asociación de
Academias de la Lengua Española (ASALE) y la Academia
Argentina de Letras (AAL) rindieron homenaje a uno de los autores
en español más importantes de todos los tiempos y a su obra más
emblemática, Rayuela, que conmocionó el panorama cultural de su
tiempo. Este homenaje se concreta en la edición conmemorativa de
esta gran novela, al igual como lo ha hecho con otros autores y sus
obras más importantes.
Con motivo del Día internacional del libro,
destacaremos a este autor a través de la lectura de dos
relatos: Continuidad de los parques y La noche boca arriba.
ContextualizaciónDurante el siglo XX el ser humano se desilusiona de la
realidad y es invadido por una sensación de disconformidad y
desencanto que se manifiesta, en el ámbito artístico, en un quiebre
con la tradición anterior y todos los cánones establecidos. En este
contexto, de amplia reflexión, surgen nuevas ideas y movimientos.
Desde 1960, con la publicación de las obras de escritores como
Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas
Llosa, entre otros, la literatura latinoamericana tuvo un auge y un
enorme desarrollo, gracias al interés del resto del mundo por conocer
las obras y los temas propuestos por nuestros escritores. Muchos de
ellos revolucionaron la literatura, adoptando las técnicas literarias más
novedosas y utilizándolas para presentar nuestra manera de ver el
mundo. Para muchos, estas innovaciones son producto del especial
carácter del latinoamericano en relación con el viejo continente. Esta
diferencia parecería provenir del origen del pueblo americano: hijo de
los indígenas y de los europeos. Este fenómeno literario-editorial se
denominó boom latinoamericano.
Contextualización
Contextualización
Este no constituye en sí un movimiento o una
corriente literaria, más bien es un momento en que
la literatura latinoamericana alcanza notoriedad
internacional gracias a la publicación y difusión en
Europa de los escritores antes mencionados. Se
reconocen como antecedentes del boom
latinoamericano a escritores anteriores a la década
del 60, como Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges y
Juan Rulfo, en cuyas obras se encuentran los
gérmenes de la narrativa del boom: realismo mágico,
universalismo y técnicas de vanguardia.
Primacía de la novela, pues esta es la forma literaria
más usada por los escritores.
Realismo mágico: se trata de una nueva forma de
mirar la realidad latinoamericana y de plasmarla a
través de la escritura, la cual representa a un mundo en
el que combinan elementos fantásticos y mágicos
inmersos en una realidad cotidiana y que no produce
perturbación pues cohabitan de manera espontánea. El
lector acepta estos hechos como normales. Su gran
difusor es Gabriel García Márquez, aunque el término
proviene de Alejo Carpentier, quien se refirió por
primera vez a lo real maravilloso en América como una
de las características propias de la identidad
latinoamericana.
Búsqueda de la identidad latinoamericana: se acentúa la preocupación por la identidad en
sus novelas y relatos, mostrando, generalmente, personajes escindidos entre dos tradiciones
culturales: española- europea e indígena americana.
Características del boom
latinoamericano
1
2
3
Contextualización
Es en este escenario donde la obra de
Julio Cortázar, debido al auge de la
narrativa del Boom, comienza a tener
repercusión internacional. Su literatura,
heredera de las vanguardias, se inscribe
en la tradición de la mejor literatura
fantástica, entendida como aquella que
busca sacar al lector de su indiferencia,
presentando hechos insólitos en una
atmósfera totalmente cotidiana.
JulioCortázar
(1914–1984)
Julio Cortázar (1914–1984)
Uno de los escritores más importantes del siglo XX, reconocido por su célebre novela Rayuela , que
revoluciona la narrativa hispanoamericana de la época. De padres argentinos, nació en Bélgica, donde su
padre se desempeñaba como diplomático; vivió gran parte de su niñez y juventud en Argentina y luego se
radicó en Francia, país en el que murió.
Se caracteriza por romper los esquemas tradicionales, alterar la temporalidad y la espacialidad del relato. Los personajes que crea tienen una profundidad y complejidad psicológica, que los hace parecer muy humanos. A menudo, la obra de Julio Cortázar se vincula con el surrealismo, debido a que en sus obras lo real se entrecruza con lo imaginario. Se observa en sus obras la fragmentación del discurso del narrador, lo que se relaciona directamente con la polifonía narrativa (más de un narrador), además de una narración dividida, que oscila entre dos tiempos.
ActividadLee los dos cuentos que aparecen a continuación. Luego, redacta un
comentario que exprese la forma como se presenta en ellos el género
del cuento y la fantasía. Para ello, lee los fragmentos de las diapositivas
26, 27 y 28. Si quieres, puedes integrar información que aparece en la
contextualización.
Extensión: 1 página
CONTINUIDAD DE LOS PARQUES
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó
por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren
a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el
dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una
carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión
de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que
miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón
favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como
una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano
izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso
a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los
nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión
novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi
perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba,
y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el
terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al
alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el
aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido
por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las
imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento,
como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban
abominablemente la figura de otro cuerpo que era
necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas,
azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante
tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble
repaso despiadado se interrumpía apenas para que una
mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin
mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los
esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella
debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda
opuesta él se volvió un instante para verla correr con el
pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles
y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del
crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no
debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a
fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el
amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus
besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta,
protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo
latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se
sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante
esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus
oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera
alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del
salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de
terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
La noche boca arribaY salían en ciertas épocas a cazar enemigos;
le llamaban la guerra florida.
A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a
salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le
permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos
diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos
edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía
nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre
sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.
Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con
brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable
del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con
poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras,
apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la
derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación
de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió
prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba
a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles.
Frenó con el pie y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la
mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.
Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres
jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto
a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó,
porque no podía soportar la presión en el brazo derecho.
Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas
sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único
alivio fue oír la confirmación de que había estado en su
derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando
de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo
llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la
causante del accidente no tenía más que rasguños en la
piernas. “Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la
máquina de costado…”; Opiniones, recuerdos, despacio,
éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con guardapolvo
dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.
La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a
gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al
policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la
cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas
semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. “Natural”,
dijo él. “Como que me la ligué encima…” Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le
deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un
pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o
cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole
la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le
doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del
estómago se habría sentido muy bien, casi contento. Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos
después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de
operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de
mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le
acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una
seña a alguien parado atrás.
Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba
olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban
las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en
cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía
huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que
andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo
más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que solo
ellos, los motecas, conocían.
Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del
sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había
participado del juego. “Huele a guerra”, pensó, tocando instintivamente el puñal
de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil,
temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un
arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo
fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama
quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se
oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir,
llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo
más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a
su lado.
En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó
desesperado hacia adelante.
-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto,
amigazo.
Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala.
Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión
de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió
sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua,
apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y
hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto,
entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de
cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado
de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le
clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de
líquido opalino.
Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa.
Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como
de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes; como estar viendo una
película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse.
Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trocito de pan, más
precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en
la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de
enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de
espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de
felicidad, abandonándose.
Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o
confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de
copas de árboles era menos negro que el resto. “La calzada”, pensó. “Me salí de la calzada.” Sus pies se
hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le
azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se
agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada
podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como un
escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios
musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los
bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y
la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida
había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de
la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran
el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el
tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su
número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.
Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte,
vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el
primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo
rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo
atrapó desde atrás.
-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno.
Tome agua y va a ver que duerme bien.
Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara
violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces
un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin… Pero no quería seguir pensando en la
pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan
cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de
noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los
armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un
recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a
acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un
hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del
suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese
hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él
hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el
pavimento. De todas maneras, al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo
alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con
todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al
médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan
blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las
malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.
Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a
reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de
filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los
ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta.
Quiso enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba
estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frío le
ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente
el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora
estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente,
como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la
fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la
espera de su turno.
Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos
de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces
se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas.
Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras
como el bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por
los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de
antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de
paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la
cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final.
Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro
grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas,
gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito
de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros
que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los
peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía
abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si
fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo
interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo.
Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le
hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que
el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble
puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz.
Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de
antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos
y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno
de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él
no quería, pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro
de la vida.
Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba.
Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua
tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el
alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que
cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado, pero gozando a la vez del
saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño
profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada… Le costaba mantener los ojos abiertos, la
modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de
agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía
interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque
el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la
altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se
cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada
vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando
hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra
roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo
rodando por las escalinatas del norte. Con una última
esperanza apretó los párpados, gimiendo por
despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría,
porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del
balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando
abrió los ojos vio la figura ensangrentada del
sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de
piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los
párpados, aunque ahora sabía que no iba a
despertarse, que estaba despierto, que el sueño
maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los
sueños; un sueño en el que había andado por extrañas
avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y
rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme
insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la
mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado
del suelo, también alguien se le había acercado con un
cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca
arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.
¿Qué es lo más importante en un
cuento?
manera, una novela equivale a una película, donde se cuenta una
historia in extenso, presentando cada personaje y aspecto de la
trama. Un cuento, en cambio, sería equivalente a una fotografía,
donde se presenta una imagen, intensa, expresiva, que muestra
algo más complejo que lo que se ve a simple vista. El narrar una
única situación y una historia breve nos permite concentrar la
mirada para reconocer características, matices y diferencias. El
hecho de que la fotografía sea una sola imagen, de un aspecto
breve de la realidad, nos permite apreciar esa situación en
profundidad.
Muchos cuentistas han reflexionado en torno a la naturaleza breve del cuento y sus características
principales. Julio Cortázar, uno de los más importantes escritores del siglo XX, explica que la
característica principal de un cuento es su condensación, es decir, su capacidad para concentrar
acciones, personajes, espacios y sucesos en una única historia, que es breve y muy significativa. Para
ilustrar esta situación, Cortázar ejemplifica comparando la literatura con el cine y la fotografía. De esta
Otra de las comparaciones que desarrolla Julio Cortázar en su ensayo “Algunos aspectos del cuento”
tiene relación con el boxeo. En una metafórica lucha entre la novela y el lector, la novela gana “por
puntos”, debido a que sucesivamente va produciendo efectos en el lector que son acumulativos en el
tiempo de lectura. Un buen cuento, en cambio, debería ganar por knock out, causando impresión en el
lector mediante un solo gran efecto que se completa o se produce solo en el final del relato.
Fantasía
▪ (…) lo fantástico (…) exige el cumplimiento de tres condiciones. En primer lugar, es necesario que el
texto obligue al lector a considerar el mundo de los personajes como un mundo de personas reales, y a
vacilar entre una explicación natural y una explicación sobrenatural de los acontecimientos evocados.
Luego, esta vacilación puede ser también sentida por un
personaje; de tal modo, el papel del lector está, por así decirlo,
confiado a un personaje y, al mismo tiempo la vacilación está
representada, se convierte en uno de los temas de la obra; en el
caso de una lectura ingenua el lector real se identifica con el
personaje. Finalmente, es importante que el lector adopte una
determinada actitud frente al texto: deberá rechazar tanto la
interpretación alegórica como la interpretación “poética”. Estas
tres exigencias no tienen el mismo valor. La primera y la tercera
constituyen verdaderamente el género: la segunda puede no
cumplirse. (Tzvetan Todorov. Introducción a la literatura fantástica.
Barcelona: Ediciones Buenos Aires, 1982, pp. 43 – 44)
Siguiendo a Todorov, él plantea que si existe un “género” fantástico, este no dura más que el tiempo de la
vacilación del lector, quien en cualquier momento puede resolverla: si las leyes de la realidad quedan
intactas y es posible explicar racionalmente los acontecimientos anómalos relatados en el cuento, estamos
frente a lo “extraño”; si por el contrario, es necesario admitir nuevas leyes de la naturaleza para explicar el
fenómeno tratado en el relato, estamos ante lo “maravilloso”. Lo fantástico, entonces, sería una especie de
bisagra entre lo extraño y lo maravilloso.
El viaje fantástico
expresa a través de las metamorfosis de los personajes, la
multiplicación de la personalidad de los mismos, la presencia de
seres sobrenaturales cuya participación sirve para suplir la carencia
de explicaciones causales y racionales a los hechos. En todos estos
casos, hay una tematización de la realidad, que cuestiona la
percepción habitual: el tiempo y el espacio se transforman y
desaparecen las fronteras, como ocurre cuando se está loco o bajo el
influjo de las drogas. Los límites entre sujeto y objeto desaparecen y
se ingresa en un mundo absolutamente inesperado. El hecho de que
se trabaje con el tema de la percepción, hace que el mundo de los
sentidos sea también un tema de interés. En particular, el de la vista:
Es posible viajar entre mundos y planos de realidad distintos: de ahí la confusión y ambigüedad que se
produce entre la vigilia y el sueño, entre lo real y lo imaginado. Un principio que incide en muchas de las
temáticas comúnmente abordadas, es la disolución de los límites entre la materia y el espíritu, la cual se
los espejos y lentes son habituales en estas narraciones; a través de ellos se muestra el revés de la realidad,
un mundo invertido y ajeno, a veces incluso diabólico.
Ejercicios de PSUFragmentos de obras de Julio Cortázar
En el texto 1 se advierte una
intención:
Texto 1
“porque del abuso entra el visio y del visio la dejeneradés tanto del cuerpo como de las taras moral de cada cual, y (...) ya nadie ni nadieslo salva de acabar en el más espantoso tacho de basura del desprastijio humano, y nunca le van a dar una mano para sacarlo de adentro del fango enmundo entre el cual se rebuelca, (...) ¡Y ojalá que lo que estoy escribiendo le sirbalguno para que mire bien su comportamiento y que no searrepienta cuando es tarde y ya todo se haiga ido al corno por culpa suya!”
(Julio Cortázar –Preámbulo de Rayuela)
A) Humorística B) Crítica C) Punitiva D) Moralizante E) Profética
Pregunta 1
Para el emisor, el texto 2 constituye
una…
y no se está tranquilo hasta entrar en la oficina de al lado y contar a su vez el
cuento; recién entonces uno está bien, está contento y puede volverse a su
trabajo. Que yo sepa nadie ha explicado esto, de manera que lo mejor es
dejarse de pudores y contar, porque al fin y al cabo nadie se avergüenza de
respirar o de ponerse los zapatos; son cosas, que se hacen, y cuando pasa
algo raro, cuando dentro del zapato encontramos una araña o al respirar se
siente como un vidrio roto, entonces hay que contar lo que pasa, contarlo a
los muchachos de la oficina o al médico. Ay, doctor, cada vez que respiro...
Siempre contarlo, siempre quitarse esa cosquilla molesta del estómago.
Julio Cortázar, Las babas del diablo (fragmento).
Pregunta 2
A) excusa para resistirse a escribir sobre un tema determinado.
B) burla para la persona que espera una narración.
C) justificación de la necesidad de relatar algo.
D) opinión negativa sobre el arte de narrar.
E) descripción del proceso de inspiración literaria.
Texto 2
De repente me pregunto por qué tengo que contar esto, pero si uno empezara a preguntarse por qué hace todo lo que hace, si uno se preguntara solamente por qué acepta una invitación a cenar (ahora pasa una paloma, y me parece que un gorrión) o por qué cuando alguien nos ha contado un buen cuento, en seguida empieza como una cosquilla en el estómago
El emisor del texto 2 alude a los oficinistas para indicar que la
necesidad de contar historias afecta a
A) distintos tipos de persona.
B) hombres reflexivos.
C) escritores actuales.
D) trabajadores de oficina.
E) hombres extravertidos.
Pregunta 3
De la realidad literaria del texto
3 se puede señalar que
Texto 3
“Un señor toma el tranvía después de comprar el diario y ponérselo
bajo el brazo. Media hora más tarde desciende con el mismo diario
bajo el mismo brazo. Pero ya no es el mismo diario, ahora es un
montón de hojas impresas que el señor abandona en un banco de la
plaza. Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas
se convierte otra vez en diario, hasta que un muchacho lo ve, lo lee,
y lo deja convertido en un montón de hojas impresas. Apenas queda
solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez
en un diario, hasta que una anciana lo encuentra, lo lee, y lo deja
convertido en un montón de hojas impresas. Luego se lo lleva a su
casa y en el camino lo usa para empaquetar medio kilo de acelgas,
que es para lo que sirven los diarios después de estas excitantes
metamorfosis”.
Julio Cortázar, El diario a diario.
A) ofrece una visión utópica respecto a los posibles alcances de un periódico.
B) entrega una versión mítica de los procesos que experimenta el diario.
C) representa la validez que la lectura otorga a un diario en la realidad cotidiana.
D) muestra el mundo onírico en el que un diario puede sufrir mutaciones.
E) señala la realidad mítica en la que aún se cree que un diario no es más que un conjunto de papeles.
Pregunta 4
Texto 4
decir. La perfección, sí, porque aquí el agujero que hay que contar
es también una máquina (de otra especie, una Cóntax 1.1.2) y a lo
mejor puede ser que una máquina sepa más de otra máquina que yo,
tú, ella —la mujer rubia— y las nubes. Pero de tonto sólo tengo la
suerte, y sé que si me voy, esta Rémington se quedará petrificada
sobre la mesa con ese aire de doblemente quietas que tienen las
cosas movibles cuando no se mueven. Entonces tengo que escribir.
Uno de todos nosotros tiene que escribir, si es que esto va a ser
contado. Mejor que sea yo que estoy muerto, que estoy menos
comprometido que el resto; yo que no veo más que
“Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o
inventando continuamente formas que no servirán de nada. Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna, o: nos
me duele el fondo de los ojos, y sobre todo así: tú la mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo delante
de mis tus sus nuestros vuestros sus rostros. Qué diablos. Puestos a contar, si se pudiera ir a beber un bock
por ahí y que la máquina siguiera sola (porque escribo a máquina), sería la perfección. Y no es un modo de
las nubes y puedo pensar sin distraerme, escribir sin distraerme (ahí pasa otra, con un borde gris) y
acordarme sin distraerme, yo que estoy muerto (y vivo, no se trata de engañar a nadie, ya se verá cuando
llegue el momento, porque de alguna manera tengo que arrancar y he empezado por esta punta, la de atrás, la
del comienzo, que al fin y al cabo es la mejor de las puntas cuando se quiere contar algo).”
Las babas del diablo, Julio Cortázar
Las expresiones del texto 4: "yo vieron subir la luna", "nos me duele el fondo de los ojos" y "tú la mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo (...) vuestros sus rostros", cumplen, en el texto, la función de
Pregunta 5
A) confundir al lector con oraciones que se alejan de la
gramática.
B) explorar nuevos campos en la creación literaria
contemporánea.
C) graficar la dificultad que tiene el narrador para contar
su relato.
D) mostrar que el autor del texto es poco entendido en la
gramática de su lengua.
E) dividir el relato en dos realidades: la real y la fantástica.
A partir del texto 4, es posible
afirmar que el narrador
A) tiene la intención de dejar por escrito su relato.
B) no comprende el comportamiento de los computadores.
C) quiere explicar las causas de su muerte.
D) siente atracción por las cosas del pasado.
E) se considera un sujeto tonto.
Pregunta 6
Del texto 4 es posible inferir que
A) el protagonista es un reconocido escritor.
B) quien cuenta la historia es un vivo que se hace el muerto.
C) el protagonista está enamorado de una mujer rubia.
D) la Rémington es una marca de máquinas de escribir.
E) el protagonista acostumbra dejar la escritura por el trago.
Pregunta 7
¿A qué o quién se refiere el narrador del texto 4 cuando dice: "ahí pasa otra con un
borde gris"?
A) A las mujeres.
B) A las nubes.
C) A las máquinas de escribir.
D) A la perfección.
E) A las bebidas alcohólicas.
Pregunta 8
De acuerdo al texto 5, ¿cuál de las
siguientes afirmaciones es VERDADERA?
Texto 5
1. Pasa que los cronopios no quieren tener hijos, porque lo primero que hace un cronopio recién nacido es insultar groseramente a su padre, en quien oscuramente ve la acumulación de desdichas que un día serán las suyas. 2. Dadas estas razones, los cronopios acuden a los famas para que fecunden a sus mujeres, cosa que los famas están siempre dispuestos a hacer por tratarse de seres libidinosos. Creen además que en esa forma irán minando la superioridad moral de los cronopios, pero se equivocan torpemente pues los cronopioseducan a sus hijos a su manera, y en pocas semanas les quitan toda semejanza con los famas.
Julio Cortázar, Eugenesia.
Pregunta 9
A) Los padres cronopios maltratan verbalmente a sus hijos cuando éstos nacen.
B) Los cronopios crean su propia decadencia la cual aumenta cuando dan a luz a sus retoños.
C) Las hembras famas fecundan a los cronopios en su vientre para aminorar su superioridad moral.
D) Los cronopios educan a sus hijos a la manera de las famas para que no hereden sus frustraciones.
E) Los famas siempre están dispuestos a ayudar a procrear a los cronopios dada su naturaleza hedonista.
¿Cuál es el sentido del texto 5?
A) Por más que se intente evitar, los hijos deben cargar con un
bagaje de frustraciones heredadas de sus padres.
B) Para poder limpiar una raza se puede recurrir tanto a métodos
genéticos como convencionales.
C) Nunca se debe renegar del grupo en el que uno nace, ya que
siempre primará sobre nosotros la información genética.
D) La identidad es algo inherente al ser humano y no se puede
evadir con alteraciones en los métodos de procreación.
E) Tanto cronopios como famas tienen que conformarse con su
propia identidad, aún cuando discrepen en su moralidad.
Pregunta 10
Respuestas
▪ 1. D
▪ 2. C
▪ 3. A
▪ 4. C
▪ 5. C
▪ 6. A
▪ 7. D
▪ 8. B
▪ 9. E
▪ 10. A