Presentación cuentos Centro Supérate ADOC

24
Cuentos & sus reflexiones

Transcript of Presentación cuentos Centro Supérate ADOC

Cuentos & sus

reflexiones

Centro ¡Supérate ¡ADOC

Asignatura:

Computación

Contenido:

Cuentos

Estudiante:

Jessica Abigail Estrada Chávez

Docente:

Prof. Ricardo Fonseca

Año:

1° ¨B¨ 2013

Al terminar la clase, ese día de verano, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo:

"Profesor, lo que más me alegra de haber terminado sus clases es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara

aburrida"

El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado.

El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le

preguntó:

"¿Cuando alguien te ofrece algo que no quieres, lo

recibes?"

El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.

"¡Por supuesto que no!", contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho.

"Bueno", prosiguió el profesor. "Cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar."

"No entiendo a qué se refiere", dijo el alumno confundido.

"Muy sencillo", replicó el profesor. "Tú me estás ofreciendo rabia y desprecio, y, si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo. Y yo, mi amigo, en verdad prefiero obsequiarme mi propia

serenidad."

"Muchacho", concluyó el profesor en tono gentil, "tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa. Yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón, pero de mí sí depende lo que yo cargo en el mío."

Huellas en la arena

Una noche un hombre tenía un sueño. Él soñaba que recorría la playa con el

SEÑOR.

A través del cielo pasaban las escenas de su vida. Para cada escena, él notó que se

marcaban

Dos pares de huellas en la arena; Un par le pertenecían a el, y el otro par pertenecían al SEÑOR.

A medida que las escenas pasadas de su vida Desfilaban ante él, Volteaba la mirada hacia las huellas en la arena, Y noto que muchas veces, A lo largo del recorrido por la

playa, En la arena solo veía un par de

huellas, También notó que esto ocurría en los momentos Más amargos y tristes de su vida.

Esto realmente lo desconcertó y pregunto al SEÑOR:

“SEÑOR, Tú dijiste una vez, cuando decidí seguirte, que recorrerías a mi lado el camino de la vida,

Pero he notado que durante las épocas más amargas de mi vida, Hay solamente un par de huellas. ¡No entiendo?! …

¿Por qué cuando más te necesité,… me dejaste solo?

El SEÑOR contestó…

“hijo mío, te amo y nunca te deje solo Durante las épocas de amargura y sufrimiento que viviste, Cuando ves solamente un par de huellas,… No caminabas solo,…

Era yo que te llevaba en mis brazos.

Te compro una hora

"Papá, ¿cuánto dinero ganas por hora?" "¿Por qué lo preguntas?, dijo un tanto molesto. "Sólo quiero saberlo. Por favor dime cuánto ganas por hora", suplicó el pequeño. "Si quieres saberlo, gano 20 dólares por hora".

"Oh", repuso el pequeño inclinando la cabeza. Luego dijo: "Papá, ¿me puedes prestar 10 dólares, por favor?". El padre estaba furioso. "Si la razón por la que querías saber cuánto gano es sólo para pedirme que te compre un juguete o cualquier otra tontería, entonces vete ahora mismo a tu habitación y acuéstate. Piensa por qué estás siendo tan egoísta. Trabajo mucho, muchas horas cada día y no tengo tiempo para estos juegos infantiles".

El pequeño se fue en silencio a su habitación y cerró la puerta. El hombre se sentó y empezó a darle vueltas al interrogatorio del niño. "¡Cómo puede preguntar eso sólo para conseguir algo de dinero!". Después de un rato, el hombre se calmó y empezó a pensar que había sido un poco duro con su hijo. Quizás había algo que realmente necesitaba comprar con esos 10 dólares y, de hecho, no le pedía dinero a menudo. Fue a la puerta de la habitación del niño y la abrió.

"¿Estás dormido, hijo?", preguntó. "No, papá. Estoy despierto" respondió el niño. "He estado pensando, y quizá he sido demasiado duro contigo antes. Ha sido un día muy largo y lo he pagado contigo. Aquí tienes los 10 dólares que me has pedido".

El niño se sentó sonriente: "¡Oh, gracias, papá!", exclamó. Entonces, rebuscando bajo su almohada, sacó algunos billetes arrugados más. El pequeño contó despacio su dinero y entonces miró al hombre, el cual, viendo que el niño ya tenía dinero, empezaba a enfadarse de nuevo. "¿Por qué necesitabas dinero y ya tenías?", refunfuñó el padre.

"Porque todavía no tenía bastante, pero ahora sí tengo. Papá, ahora tengo 20 dólares..., ¿puedo comprar una hora de tu tiempo?".