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Predicaciones Eucarísticas

Extracto

del Padre Molina

– Omnis Terra Gloria Dei –

TESTIMONIOAutores Católicos Escogidos

Maestro Ripoll, 14. 28006 MadridTel.: (91) 562 75 43Fax: (91) 561 77 27

e-mail: [email protected]

Con licencia eclesiásticaImpreso en España

Printed in SpainISBN-10: 84-86866-19-7

ISBN-13: 978-84-86866-19-7 ® 2006 Copyright TESTIMONIO

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro

ÍNDICE

Índice Completo del libro Predicaciones Eucarísticas

P...........................................................................................

D: R H........................................................11

E: S - D = N A-P D - ....................................................19

E ..............................................................................................25

S P C .......................................................37

E: C , P E E ................................................................63

E ..............................................................................................77

E ............................................................................................. 81

S............................................................................................91

S............................................................................................93

S............................................................................................95

S..........................................................................................101

S..........................................................................................103

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Prólogo“Y habiéndolos amado los amó hasta el fin” (Jn 13, 1), esta

frase es hecha real y tangible para nosotros en la Eucaristía. (Rvdo. P. Molina, L.D.)

El amor hizo revelación definitiva en Jesús de Nazaret. En un hombre como nosotros pudimos contemplar el corazón de Dios, su intimidad más profunda. Sin embargo, esa intimidad no podíamos hacerla nuestra, nos estaba vedado hacer comunión con ella. Para que esta maravilla de bondad pudiese llevarse a efecto, el Dios, “ebrio por su criaturilla” (Sta. Catalina de Siena), inventó la Eucaristía. De ahí que podemos describir la Eucaristía como la comunicación de Dios que se traduce en comunión, en una casi fusión. Miseria y misericordia se hermanan en indecible abrazo, en abrazo sin fin.

El Rvdo. P. Molina fue reflejo de la Eucaristía. Amó hasta el fin a su Cristo (cuántas veces exclamaba, con acentos de ternura ¡Cristo mío!) y en él a todos los que formaban su Cuerpo llagado, es decir la humanidad pecadora. En estas páginas palpita el relato de vivencias personales de un hombre hecho Eucaristía, enamorado del Sacramento de la autodonación hasta la muerte. El autor de estas páginas siempre predicó lo que vivía. Los que convivimos con Él nos dimos cuenta de esta grandísima realidad.

Como María, el padre nos lleva a la Eucaristía, nos introduce en ese piélago de dulzura, de todas las dulzuras. Fuente de vida sobrenatural y eterna. A través de la lectura de estas predicaciones, el lector es conducido por un recorrido de todo el dolor concentrado (el que asumió Jesús) y reciclado en amor purísimo. Eso es la Eucaristía, Jesús transformando el odio en amor. Luz de diamante son las palabras del Santo Padre, Benedicto XVI, proclamadas a los cientos de miles de jóvenes reunidos en Colonia el 21 de agosto de 2005:

“(…) En la Última Cena Jesucristo se entrega. ¿Qué 2

está sucediendo? ¿Cómo Jesús puede repartir su Cuerpo y su Sangre? Haciendo del pan su Cuerpo y del vino su Sangre, Él anticipa su muerte, la acepta en lo más íntimo y la transforma en una acción de amor. Lo que desde el exterior es violencia brutal, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente.

Este es, ahora, el acto central de transformación capaz de renovar verdaderamente el mundo: la violencia se transforma en amor y, por tanto, la muerte en vida. Dado que este acto convierte la muerte en amor, la muerte como tal está ya, desde su interior, superada; en ella está ya presente la resurrección. La muerte ha sido, por así decir, profundamente herida, tanto que, de ahora en adelante, no puede ser la última palabra”.

La Eucaristía es también el Sacramento de la generosidad. Existe una imagen fotográfica del P. Molina, misionero de Dios, entregando un pan tierno a los que no tienen pan, a pobres de Cuzco (Perú) cuna de su obra “Lumen Dei”. En el pan se trasluce una voluntad firme de darse por completo a quien lo necesita.

Puedo asegurar que todo lo escrito en este libro antes fue grabado en una carne humana, abierta al misterio eucarístico por la acción del Espíritu Santo.

Un solo deseo, para concluir este prólogo. Que aquella que dio su carne para que fuese Carne de Dios, oriente nuestra mirada, a veces tan perdida, hacia el misterio de la vida; y una vez orientada la adentre en ese misterio para que nunca más se aleje de Él.

RVDO. P. FRANCISCO JAVIER MAHÍA COLAO, L.D. PRESIDENTE GENERAL DE LA SOCIEDAD FAMILIAR ECLESIAL

UNIÓN LUMEN DEI

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Predicaciones Eucarísticas del P. Molina

Dios: Realización del HombreCarpeta IX-83 Sub 17

Ave María

Sólo el amor de Dios cura, sólo Él restaura. Por eso, sana más el que más ama a Dios y en Dios. Curación en raíz plena, radical sólo la da el amor radical. Por eso Jesús curó al hombre de raíz porque vivió un amor radical a Dios y en Dios a mí.

Es vital para la salud del mundo aprender a hacer de la realidad humana expresión del amor de Dios, de las realizaciones concretas que pide ese amor.

Sin amor a Dios y en Dios, el mundo del hombre queda hecho noche, el hecho del sufrir y del morir sin solución. Sin amor, el sufrir y el morir se arraigan y fijan en el hombre. Sin el amor, el sufrir y el morir cristalizan en el hombre para permanecer eternamente.

¿Quieres vivir? Ama con el estilo del Hijo de Dios y vivirás.

Vivir sin amor: emoción inútil, pasión dañina, derrota necesaria.

La vida sin amor lleva la muerte en sus entrañas, significa morir. El hombre sin amor es un ser para la muerte. Sin el amor, todo lo que hagas lleva impreso el sello de la muerte, nace con una dignidad: la de ser digno de muerte. Si no amas no nacerás del todo. Antes de acabar de nacer hará presa en ti la muerte.

La solución para el, de otro modo insoluble, interrogante del dolor, la enfermedad y la muerte es el amor a Dios y en Dios al hombre.

El materialismo o capitalismo hedonista y el ateísmo no son solución. Envuelven la vida del hombre en atmósfera de

(extracto)

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Predicaciones Eucarísticas del P. Molina Predicaciones Eucarísticas del P. Molina

insoportable y asfixiante pesimismo por más que la encubran con manto de las más diversas ilusiones y paraísos. El hombre sin amor de Dios y a Dios carece de horizonte.

El amor a Dios y de Dios me hace vivir en la muerte, la vida; me hace afrontar con optimismo la muerte; convierte la muerte en esperanza.

Lo real no es lo humano. Lo real es lo humano en lo divino, vivir en lo humano lo divino. Vivir lo humano sin lo divino es fracaso.

Los materialistas-capitalistas-hedonistas miran la realidad sin la droga alienante de Dios. Así dicen ellos. Tú mira la realidad con esa droga-medicina vivificante de Dios.

Sin el amor de Dios, el hombre queda sujeto, esclavo del destino, a la muerte, ha lanzado lejos de sí toda esperanza. Lanzar de sí toda esperanza es el infierno.

Para el que no cree en Dios, el morir es la ley de su vida.

Urge que encuentres en Dios el sentido que tiene, para la vida, el sufrimiento, la quiebra, la enfermedad, la muerte. Porque el negro trance del dolor y de la muerte pertenece substancialmente al hombre real. Sólo Dios te podrá librar de tu limitación asfixiante. Eso es el dolor y la muerte, la expresión, la manifestación a nivel consciente de tu infinita limitación.

Descubre el valor vivificante de la muerte en Jesús crucificado. Su muerte: exaltación, camino hacia la vida. ¡Salve, oh Cruz, esperanza única!

En Jesús crucificado, el darse a la muerte es la plenitud de su humanidad. Y lo es porque su muerte fue el darse al amor hasta morir. Lo que es lo mismo que decir hasta dar su vida por el servicio.

Sin Dios, la invalidez, el fracaso, el dolor y la muerte: desesperación. Sin Dios no puedes esperar algo. Solo esperas la nada. El ateo teórico o práctico espera la nada ¡qué desesperante!

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Esperar la nada es vivir la vida muriendo en ella, es destrozo psíquico que muerde y mata, que rompe.

El único modo de asumir e integrar en la vida el dolor y la muerte es vivir en ellos el amor de Dios.

Sin Dios te descentras, te corrompes, te destruyes. El poder de Dios está, para aquellos que admiten a Dios, en convertir el dolor, el fracaso, la enfermedad y la muerte en resurrección y vida.

La única respuesta que toca fondo solucionando el problema del dolor, el fracaso, la invalidez, la enfermedad y la muerte es la fe en Dios. Jesús es el que me descubrió la sabiduría de la Cruz. Cuando espero hallar en la muerte, que significa la cruz, la vida es señal de que ya no estoy en mí sino en Dios, he creído en Dios, me apoyo sólo en Él, me fío de Él no de mí.

El camino para la vida pasa por la muerte de la cruz. La fe sólo se puede vivir en la cruz. Eso es lo que significa la cruz, el despojarme de todos mis valores para pasar a retener uno solo: Dios poseído en la fe y vivido en el amor-servicio.

Subirse a la cruz, aceptarla, es ponerse en los brazos de Dios.

Sin Dios tendrás enorme sensación de soledad. Sin Dios, además de solo, te sentirás marginado, sin sentido en la vida, excluído, abandonado de la vida. Esto se llama angustia.

Necesitas alguien con quien poder contar, porque en tu misma vida sientes el vacío de tu vida. Ese alguien es sólo uno: Dios. No encontrarlo desemboca en la angustia absoluta.

La crucifixión, Jesús crucificado (con todo un cortejo de torturas, miembros descoyuntados, destrozados, el corazón traspasado) es el signo visible de lo que es el hombre sin Dios: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado” 1: angustia absoluta, estallido de noche sin camino y dolor.1. Mc 15, 34

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Es también el signo visible del precio de encontrar a Dios. Para encontrar a Dios es preciso salir de toda seguridad propia y, en la soledad absoluta de todo lo propio, recibir a Dios y aceptarlo; recibirlo en la fe, es decir, aceptar a mi Dios ausente.

Aceptar a Dios ausente es, en la providencia actual, el único modo seguro de que he aceptado verdaderamente a Dios y no a mí en los dones de Dios.

Angustia absoluta de la cruz: ausencia propia (me abandona la vida), ausencia de Dios (Dios mío ...) y esto sólo fiado de la palabra de Dios ¡transvase de todo lo mío en Dios, más químicamente puro no puede darse!

¿Sabes lo que significa Jesús crucificado con todo su cortejo de torturas, miembros descoyuntados, destrozado, corazón traspasado? Que para encontrar a Dios tienes que perder aquello que te constituye, te define, te cierra sobre ti. Tienes que salir de tus certezas para aceptar las de Dios.

Abandonarse y ser abandonado de Dios es condición necesaria para encontrar a Dios. Es la noche activa y pasiva de que nos habla San Juan de la Cruz.

La civilización sin Dios es un vientre estéril que engulle, insaciable, vidas, sin evacuar nunca algo, sin dar a luz vida alguna.

La civilización actual sin Dios, su política, sus instituciones, su desarrollo, sus ofertas, su consumismo es matriz monstruosa para abortos gimientes para siempre.

Si no aceptas a Dios la angustia te trabajará y te devorará, el mal te corroerá. Te sentirás vacío y sentirás en todo lo que te rodea, vacío.

Acepta la ausencia de ti: vivirás la plenitud de Dios. Si así lo haces sentirás a Dios cerca de ti y lo sentirás cerca de ti en todo y a través de todo lo que te rodea.

Detén en ti a Dios y no lo dejes pasar.7


Condición necesaria para nacer al espíritu de Dios, morir a tu espíritu. Y para morir a tu espíritu permitir que el sufrimiento vaya excavando en ti, a tu alrededor, el vacío, que te espanta, de todo lo tuyo para vivir sólo lo de Dios.

No podrás vivir sólo lo de Dios sino en el silencio de Dios. Se vive solamente a Dios cuando se le vive en el aceptar su desnuda palabra sin toque alguno cálido y emotivo de Dios. Es decir, cuando acepto a Dios sin gustar a Dios. Porque aceptar a Dios gustando-sintiendo a Dios tiene el peligro de ser aceptarme a mí en el gusto que siento aceptando a Dios. Dios vendría a ser ese instrumento necesario para gustarme y vivirme a mí.

Jesús crucificado es entregar Dios a su Hijo a la omnipotencia del mal. Es decirme Dios que el hombre caído es incapaz para encontrar a Dios sino en la cruz.

La Eucaristía es la permanencia de Jesús crucificado entre nosotros: “Antes de la Pascua Jesús, conociendo que su hora de pasar de este mundo al Padre había llegado habiendo amado a los suyos los amó hasta el fin” 2. Esta frase de concentrado peso de Dios introduce la escena del lavatorio de los pies: la escena del lavatorio de los pies es el sacramento del amor-servicio. El sacramento del amor-servicio es el sacramento de los sacramentos. Todos los sacramentos son un servicio. Todos los sacramentos tienen un común denominador: prestarme Dios en ellos el servicio de la salvación.

Por eso, la escena del lavatorio de pies es la mejor introductora del Sacramento de la Eucaristía. El Sacramento de la Eucaristía lleva el amor de la Encarnación a su expresión más última. La Eucaristía es el tope extremo al que llegó y en el que cristalizó entre nosotros el amor de Dios a mí. La Eucaristía expresa la cumbre del amor. El sermón de la Última Cena de Jesús es el comentario exhaustivo de la Eucaristía. La Eucaristía es la cristalización entre nosotros y para nosotros del don infinito de Dios en el Calvario. “Y habiéndolos amado, los amó hasta 2. Jn 13, 1

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el fin” esta frase es hecha real y tangible para nosotros en la Eucaristía.

Jesús me ama hasta el fin porque se me da íntegra, definitiva e irreversiblemente en el Calvario. La Eucaristía es la permanencia del don del Calvario, tangiblemente entre nosotros.

La Eucaristía es decirme que ese paso al Padre, que es el Gólgota, es para nosotros alimento: el alimento propio, el necesario y el suficiente para todo el que quiere imitar a Dios siguiendo a Jesús.

Imitar a Dios siguiendo a Jesús: esta es tu vocación. El alimento y el sostén para esa vocación: la Eucaristía. La Eucaristía es la única comida que comunica la vida eterna porque es el amor del Gólgota hecho comida, hecho asimilable. Ama infinito la Eucaristía.

La Eucaristía contiene en sí todo el sacrificio redentor de Cristo. Es el sacrificio redentor acompañándonos, siguiéndonos a cualquier sitio donde vayamos, adonde queramos ir: Dios dócil a mí.

Las palabras que hacen la Eucaristía son: “Éste es mi cuerpo entregado por vosotros” 3. Estas palabras me definen la Eucaristía como la presencia de Jesús en forma de entrega, de Don para mi vida, en favor de mí. Eso es precisamente el Gólgota, el sacrificio del calvario: Jesús entregado hasta la muerte en favor de mí. Eso es la Eucaristía la carne inmolada de….(aquí la frase está inconclusa en el original)

La Eucaristía es el memorial de Jesús, su recuerdo objetivo y vivo. La Eucaristía no es un algo que levanta en mí el recuerdo de Jesús. La Eucaristía es el Cuerpo entregado de Jesús y la Sangre vertida de Jesús. La Eucaristía es el recuerdo más recuerdo de Jesús: pone a Jesús ante mis sentidos en ese estado de víctima que fue el destino de Jesús. La Eucaristía es un recuerdo lleno de actualización: me actualiza y hace presente al 3. Mt 26, 26

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Jesús que recuerda. Por eso la Eucaristía sólo puede ser hecha por la omnipotencia de Dios obedeciendo a las órdenes de mi amor. Los recuerdos humanos son muertos. La Eucaristía es el único recuerdo vivo.

La Eucaristía implica la soberanía absoluta de Dios. En ella se cambia la realidad del pan en la realidad de Jesús: es lo que técnicamente se denomina transubstanciación.

No hay manifestación de Dios a nuestro mundo más concreta, más tangible, más llena de significación y expresividad que la Eucaristía.

La Eucaristía pone ante mí, en presencia sacramental, toda la riqueza de la presencia de Dios que trajo la Encarnación.

La Eucaristía pone ante mí, en presencia sacramental, el misterio pascual, el misterio del Hijo de Dios entregado a la muerte para darme a mí la vida.

La Eucaristía es la carne del Hijo de Dios entregada, es decir, el Hijo de Dios viviendo en su carne el amor propio del Padre, viviendo en su carne el Espíritu del Padre y, por lo mismo, la Eucaristía es la carne del Hijo de Dios llena de capacidad de vivificar por estar llena del amor, por estar llena del Espíritu de Dios.

* * *

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EucaristíaCarpeta IX-86 Sub 19

Ave María

La Eucaristía, prueba palpable del designio de Dios de comunión conmigo. La Eucaristía es por lo mismo alegría.

En la Eucaristía Dios se rebaja de un modo inconcebible, en una medida inconcebible para llevar a cabo eficientemente su comunidad conmigo.

La Eucaristía es producto del incansable amor de Dios en buscar modos mediante los cuales pueda vivir con el hombre la mutua pertenencia interior.

En la Eucaristía toda la existencia de Jesús queda dominada y empujada a una entrega sin reservas a mí.

La Eucaristía es claro exponente de la solicitud de Dios por mí, que ha puesto sus ojos en mí y me ha elegido, que se entrega sin reservas a mi servicio.

En la Eucaristía Dios me conoce, y me conoce con esa profunda inclinación interior que lo pone en movimiento constante y eficaz hacia mí.

En la Eucaristía Dios me conoce y me conoce con el conocimiento perfecto, con el que lleva a la comunión de mesa.

La Eucaristía es la cristalización del amor comprometido de Dios para conmigo. La Eucaristía es estrechísimo compromiso de Dios conmigo mutuo, tangible, irrompible.

La Eucaristía es lo opuesto a ese: “Dios me ha olvidado”, “Dios no se acuerda de nosotros”.

La Eucaristía es alianza de amor, compromiso unilateral de amor de Dios. Por eso, la más leve infidelidad hiere al Dios eucarístico.

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La Eucaristía es expresión de la enorme inclinación de Dios hacia mí. La Eucaristía ha sido hecha para mantener Dios conmigo una seria y verdadera intimidad, una comunicación total.

La Eucaristía es expresión de la enorme confianza que Dios tiene en mí y de la seguridad absoluta que yo ya puedo tener en Él.

El pecado es el peor impedimento, el eficiente para impedir la intimidad con el hombre que Dios quiere obtener con la Eucaristía.

Ante el enorme don de la Eucaristía sólo cabe una respuesta: la conversión.

La irrupción desastrosa de ideas ateas y costumbres secularizantes tiene hundido al mundo en una grave crisis. El ambiente ateo, secularizante, hedonista, de hoy mina peligrosísimamente el único fundamento de la felicidad del hombre: DIOS. Hoy no existe voluntad nacional compacta de apoyarse en Dios, de tenerlo en cuenta.

La Eucaristía en este mundo así es el Arca de salvación.

La Eucaristía es esa demostración divina en la que alcanza el amor de Dios su meta: darme íntima comunión con Él.

La Eucaristía es ese enorme don de Dios fruto de su inmenso e incontenible deseo de restaurarme para dárseme.

La Eucaristía es Dios iluminando todo lo del hombre con la luz del amor. La Eucaristía es memorial perenne de ese intento de Dios de iluminar toda la extensión de la historia del hombre con la presencia de su amor.

La Eucaristía, este misterio del amor incomprensible del Dios Eucarístico, es monumento perenne de que Dios me ha elegido y de que Dios, con su presencia, está dispuesto a darme siempre fiel asistencia. Es inconcebible que una persona que me ama y está presente no me ayude en mi desgracia.

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La Eucaristía es garantía de que el pueblo de Dios tiene consigo guía constante en todas las situaciones de su historia por accidentada y desastrosa que ésta sea. Jesús Eucarístico es Dios saliendo a mi encuentro en toda situación.

La Eucaristía es vigilancia del amor divino para convertir todo cuanto me ocurra en bien, para impedir que nada de lo adverso que me ocurra pueda hacerme mal, para subordinar todo el mal al bien.

Jesús Eucarístico es Dios montando guarda perenne a la puerta de la casa del hombre.

La Eucaristía es Dios cercano, lo infinito encerrado en lo finito, lo santo puesto en lo pecador.

Jesús Eucarístico es Dios adaptado a mi debilidad para facilitarme mi acceso a Él.

La Eucaristía es Dios diciéndome y pidiéndome a gritos que no espera de mí otra respuesta que la de un amor confiado sin límites en Él.

Jesús Eucarístico es proclama transparente de que la Voluntad divina de amarme está por encima de todo.

En la Eucaristía Jesús me está pidiendo la respuesta de una obediencia sin reservas a su oferta. Llevar a término feliz el amor sin obediencia es imposible porque el amor lleva siempre a identidad de voluntades. El amor nunca se puede realizar al margen de la unión e identidad de las voluntades.

Jesús Eucarístico es entrega espontánea, generosa, gratuita, fiel, leal, continua, irreversible, para siempre.

Jesús Eucarístico es espera de una respuesta semejante del hombre para con Él; en la Eucaristía Jesús espera del hombre la misma postura de disponibilidad y apertura que Jesús tiene para con el hombre.

Jesús Eucarístico espera tu respuesta no como pago debido, pago compensatorio, sino como amor agradecido.

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Jesús Eucarístico es modelo del comportamiento que yo debo a mi vez tener con Dios.

La Eucaristía es signo tangible de la incomprensible condescendencia de Dios con el hombre, de su apego al hombre, inexplicable en categorías humanas.

La Eucaristía es el más claro exponente de la capacidad infinita de amar que es Dios.

La Eucaristía es la base y el fundamento de la Iglesia = el amor que todo lo domina.

La Eucaristía es ese contrato, esa alianza, ese compromiso de Dios con el hombre cuya base y fundamento es el amor. Un amor que es justicia, rectitud, compromiso y fidelidad o perennidad.

La nota más específica, más propia, más característica de la Eucaristía es la incomprensibilidad. La Eucaristía es misterio incomprensible: incomprensible por su grandeza es el amor que es y que significa la Eucaristía, como incomprensible es al entendimiento humano, excede la capacidad comprehensiva de la inteligencia humana que Jesús todo entero, su Cuerpo, su Alma y su Divinidad se encierren bajo las especies eucarísticas.

Profundiza en la Eucaristía: darás con el amor. El amor es el todo de la Eucaristía: es la razón de su origen, la energía que la sostiene, el alma que le da vida.

La Eucaristía es el “los amaré sin que se lo merezcan”1 del profeta del amor, el profeta Oseas. La Encarnación de ese: “los amaré sin que se lo merezcan” eso es la Eucaristía.

La cristalización, el momento perenne de esa frase ininteligible para el corazón egoísta humano: ”los amaré sin que se lo merezcan” que es expresión exhaustiva de lo que es Dios.

La Eucaristía es corona del amor de Dios, el último acto de su amor creador que supera toda imaginación humana.

1. Os 14, 514


La Eucaristía es el amor de Dios que me corteja, que siempre me acompaña cortejándome y que sufre con mi dureza. Por eso, en la Eucaristía Jesús está roto: Cuerpo por un lado y Sangre por otro.

Con la Eucaristía Dios me dice que en sus relaciones con el hombre será siempre el amor el que tenga la última palabra, nunca una fría autoridad.

La Eucaristía dice el modo de presencia que quiere Dios tener con el hombre. Mientras exista la Eucaristía, la presencia de Dios entre el hombre será una presencia de amor: amor de esposo, amor de padre.

¡Qué tu vida sea anuncio lleno de entusiasmo de este amor de Dios entre los hombres que es la Eucaristía!

La Eucaristía es canto perenne al inagotable amor salvador de Dios.

En la Eucaristía Dios me espera para sacarme de mi miseria, de mi esclavitud, de mi deshonra, de mi oprobio, de mi quiebra, de mi infelicidad, de mi enfermedad, de mi dolor, de mi muerte.

En la Eucaristía Dios me espera para colmarme de felicidad superabundante, de gozo profundo, para convertirme en hombre cuya vida se pase haciendo el bien.

La Eucaristía es la última pero siempre nueva oferta de amor hecha a mí por Dios.

La Eucaristía tiene fuerza para romper la obstinación, calor para ablandar la dureza y volumen para tonificar al desalentado.

La Eucaristía es: Dios me ha entregado su favor.

La Eucaristía es el regalo del amor de Dios.

La Eucaristía es el lugar donde hoy Dios y el hombre se encuentran.

La Eucaristía es toda la ley de la Iglesia. La ley del Nuevo

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Testamento no es un código lleno de artículos, no es una rígida ordenación jurídica, no es un yugo duro e inflexible.

La ley que rige hoy la vida del seguidor de Cristo es sólo una: la Eucaristía, es decir, el amor vivo, comprometido y sacrificado hasta dar la vida y para siempre.

La Eucaristía es hecha por Dios con el fin de formarse un pueblo al que poder cubrir de bendiciones, al que poder sentar a su mesa, al que poder hacer partícipe de todo cuanto tiene.

El que Dios se haya fijado en mí para darme la Eucaristía, en mí, tan lleno de debilidades y fallos, en mí, tan lleno de dureza, frialdad y egoísmo, en mí, tan lleno de rebeldía y soberbia, en mí, tan lleno de ira agresiva y de odio, demuestra su capacidad de amar en toda su incomprensible grandeza, en toda su generosa condescendencia.

Esta visión bella, inmensamente atractiva, de lo que es Dios Eucaristía exige de mí la entrega personal; una entrega personal virgen, pura, recta, total. Exige de mí que ponga como nervio vital y último de todo mi servicio a Dios, el amor. Exige de mí que ponga como nervio último a toda mi obediencia y sometimiento a su ley externa, al movimiento legislativo eclesiástico la entrega personal a Dios en el amor comprometido a Él.

El inmenso amor de Dios para nosotros HOY se espera, se verifica y se capta en la Eucaristía.

Jesús en la Eucaristía es fuerza, es garantía, es bendición para el que guarda sus mandamientos, para el que sigue sus caminos.

Jesús eucarístico es “berit” alianza, amor comprometido, amor sellado; es “hesed”, bondad irradiante; es “emet”, fidelidad perenne; es “rahamim”, compasión sin límite. La compasión no se basa en el deber, en cualquier tipo de deber. La compasión es aureola del amor, es la manifestación, la irradiación espontánea del amor.

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Jesús eucarístico es “sub” cambio. El Dios terrible del Sinaí se cambia en el Dios asequible de la Eucaristía para poder pedir también de ti tu cambio.

La Eucaristía es el capital de Dios puesto a tu disposición.

La Eucaristía es el SOL en el firmamento del mundo cristiano; amor que resplandece siempre inalterable, fuerza que sostiene la vida de nuestra creación.

La Eucaristía un mismo pan, una misma mesa: signo de la unidad a la que estamos llamados.

La Eucaristía es pleroforía = la plenitud de Dios puesta a mi servicio.

La mejor muestra del amor de Dios hacia mí: el don de la Eucaristía. En la Eucaristía Dios es mi amor siempre cercano, siempre dispuesto al perdón y a la ayuda, nunca egoísta, nunca ahorrándose sufrimiento, siempre tendiendo a una comunión de voluntades, la suya y la mía, llevadas al extremo.

“Yo soy el pan de vida” 2.

“Este es el pan bajado del cielo para que quien lo coma no muera”... 3.

“Si uno come de este pan vivirá para siempre” 4.

“Y el pan que yo le voy a dar es mi carne (sarx) por la vida del mundo... El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” 5.

La Eucaristía resume y condensa toda la obra de Dios que es la redención.

La Eucaristía incluye la encarnación y la cruz; es su memorial.

2. Jn 6, 483. Jn 6, 504. Jn 6, 515. Jn 6, 51.54

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La Eucaristía es memorial porque es síntesis continuamente actualizada de la vida de Jesús. De lo que es Jesús en sí y de lo que es para nosotros: unidad. Unidad de Dios y el hombre. Esta unidad queda simbolizada en el pan eucarístico. ¿Qué hay más lleno de capacidad de coincorporación que el pan? El pan es hecho una cosa con el que lo come. “Lo mismo que el Padre que vive me ha enviado y yo vivo a causa del Padre ( = por y para = recibo la vida del Padre) así el que me come vivirá a causa de mí ( : por y para = recibe la vida de mí)” 6.

Tres momentos tiene la vida de Jesús:

1º: Salir del Padre = Encarnación; 2º: Entrar en el hombre = Encarnación; 3º Atraer al hombre a Dios = elevación en la cruz.

Estos tres momentos quedan fijados en ese poco de pan y vino que es la Eucaristía.

Y quedan fijados en el pan y en el vino como símbolo de disponibilidad universal. ¿Qué más dócil y disponible que comer y beber? y ¿qué más universal que el pan y el vino?

La Encarnación y el sacrificio de la cruz quedan cristalizados para una presencia perenne en la Eucaristía.

La vida de Jesús pide la Eucaristía. El amor pide presencia dinámica y esa presencia se la da a Jesús la Eucaristía.

La Eucaristía se enraiza en la vida de Jesús: es su fruto. El fruto terrestre-temporal.

La Eucaristía pone a todas las edades en contacto directo e inmediato con Jesús.

La Eucaristía es Cristo presente real y físicamente en estado de perenne sacrificio “por (para) la vida del mundo”.

Jesús en la Última Cena pronunciando sobre el pan y el vino las palabras consecratorias: “Este es mi Cuerpo que es

6. Jn 6, 5718


entregado por vosotros... y Este cáliz, la nueva alianza, en mi Sangre, derramada por vosotros y por todos los hombres” los hace contenedores de su Cuerpo y su Sangre según están en la cruz, en estado de víctima.

La Eucaristía es el sacrificio sangriento del Gólgota hecho visible a todas las edades y presente a ellas.

Gracias a la Eucaristía los frutos de la Pasión del Salvador se aplican al hombre de una manera conveniente a su naturaleza humana.

El “Catecismo romano” publicado por San Pío V por mandato del Concilio de Trento dice así: El sacrificio que se realiza en la Misa y el que se ofreció en la cruz es uno y el mismo (unum et idem). De la misma manera es una y la misma la hostia, a saber Cristo, Señor nuestro, que se inmoló a sí mismo una vez por todas en el ara de la cruz cruentamente. Por lo tanto la hostia cruenta de la cruz y la incruenta de la Misa no son dos hostias sino solamente una; el sacrificio (= la mactación) de la cual se hace de nuevo presente (insturatur) todos los días en la Eucaristía una vez que el Señor así lo ordenó: “Haced esto en conmemoración mía”

El Concilio de Trento dice: “Y puesto que en este divino sacrificio que tiene lugar en la Misa se contiene y se inmola incruentamente el mismo Cristo, que en el altar de la cruz se ofreció una vez a sí mismo cruentamente enseña este sagrado concilio que este sacrificio es verdaderamente propiciatorio y por él resulta... que conseguimos la misericordia y encontramos la gracia en el momento oportuno. Puesto que, aplacado Dios por esta oblación, concediendo la gracia y el don de la penitencia, perdona pecados y crímenes ingentes. Puesto que una y la misma es la hostia; y el que se ofrece ahora bajo el ministerio de los sacerdotes es el que se ofreció a sí mismo entonces en la cruz, cambiando el modo. Por ello los frutos de esta oblación cruenta se obtienen ubérrimamente por esta incruenta sin que por ésta incruenta se menoscabe en absoluto aquella cruenta.

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La Eucaristía es pues el mismo sacrificio de la cruz en misterio, en sacramento.

La Eucaristía es signo eficaz de la gracia que significa.

En la Santa Misa la consagración separada del pan y del vino por medio de las palabras de Cristo sacrificiales, hacen de la Eucaristía un sacrificio y lo simbolizan, hacen presente real y físicamente entre nosotros el sacrificio del Calvario.

La Eucaristía hace presente entre nosotros el sacrificio histórico de Cristo: fuente de la gracia.

El sacrificio histórico de Cristo tuvo lugar dentro de las coordenadas del tiempo y el espacio ¿Qué hacen y cómo hacen las palabras de Cristo para que la sustancia del pan y el vino dejen de estar presentes y pasen a estarlo el Cuerpo y Sangre de Cristo de tal modo que la acción histórica de Jesús del Calvario se realice aquí y ahora?. No lo sabemos. Sabemos que no repugna a la razón. Sabemos también que transciende la razón. La carne = el espíritu del hombre no vale en las cosas de Dios. Lo que vale es el Espíritu de Dios: “El Espíritu es el que da vida. La carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida” 7. Sabemos también que para Dios no hay cosa alguna imposible. Cuando aun los discípulos murmuraban, el día en que Jesús les habló del misterio sacramental de la Eucaristía, por considerar la Eucaristía como algo duro e inaguantable. Jesús les contestó: “¿Esto os escandaliza? ¿Pues si viereis al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes?” 8.

La tradición de la Iglesia es esta: el sacrificio eucarístico es memorial conmemorativo que hace presente de modo misterioso el mismo sacrificio histórico de Jesús aquí y ahora. Por eso, certeramente en la liturgia de la misa tridentina que estuvo en vigor siglos se introducía entre las palabras consecratorias esta exclamación ¡MISTERIUM FIDEI!

7. Jn 6, 638. Jn 6, 61-62

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En la Encíclica “Mediator Dei” de Pío XII año 1947 se lee: “Pero la divina sabiduría ha hallado un modo admirable para hacer manifiesto el sacrificio de nuestro Redentor con señales exteriores que son símbolos de muerte ya que, gracias a la transustanciación del pan en el Cuerpo de Cristo y del vino en la Sangre de Cristo, así como está realmente presente su Cuerpo así lo está también la Sangre; y de esa manera las especies eucarísticas bajo las cuales se halla presente simbolizan la cruenta separación del Cuerpo y de la Sangre. De este modo, la conmemoración de su muerte, que realmente sucedió en el Calvario, se repite (iteratur) en cada uno de los sacrificios del altar, ya que por medio de señales diversas se significa y se muestra Jesucristo en estado de víctima”.

Así como al hebreo la participación en la Pascua del Cordero Pascual le hacía partícipe de la Alianza, le constituía en pueblo de Dios; así la participación en la Eucaristía, de la víctima de la Eucaristía mediante la comida eucarística me hace partícipe de la nueva Alianza, miembro del nuevo pueblo de Dios.

La Eucaristía es también memorial ante Dios: le hace recordar su amor comprometido para conmigo.

La Eucaristía me hace contemporáneo al pasado histórico de la Pasión-muerte de Jesús y al futuro de la resurrección.

La Eucaristía es la fusión del pasado y del futuro del Hombre Dios en mi presente temporal.

La Eucaristía es Jesús puesto en eternidad dentro de mi realidad temporal.

* * *

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Eucaristía: Como el pan es lo más conveniente al cuerpo, el Pan Eucarístico es lo más conveniente al Espíritu del hombre.Carpeta IX-95 Sub 54

Ave María

“Trabajad, no por el manjar que perece, sino por el manjar que perdura hasta la vida eterna, el que os da el Hijo del Hombre; porque a éste marcó Dios Padre con su sello”1. La obra salvadora del hombre cuyo autor es la Santísima Trinidad alcanza su cumbre, su final, su densidad máxima en la Eucaristía.

En la Eucaristía, Dios, en Cristo, queda hecho el alimento propio-específico del hombre.

La Eucaristía es para integrar a Dios en mí y a mí en Dios mediante el Cristo individual.

La Eucaristía es la presencia más intensa de Dios en la Iglesia durante su peregrinación en esta nuestra tierra.

Mediante esa presencia de Dios entre nosotros, física y visible, que es la Eucaristía, Dios sostiene y conduce a su Iglesia.

El que en la Eucaristía la presencia de Dios se encuentre oculta bajo las especies sacramentales no impide su eficacia aplicativa de la obra salvadora = el sacrificio del Gólgota.

Lo específico de la Eucaristía es que en Ella se nos da la presencia de Dios, en Cristo glorificado, corporalmente, bajo la forma de comida y bebida, como signo-símbolo sacramental de la asunción eficaz de la humanidad del hombre por la divinidad de Dios.1. Jn 6, 27

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La Eucaristía nos trae al Señor omnipotente de la gloria, al Dios de la excelencia, de la bondad irradiante infinita, pero nos lo trae encubierto bajo el velo de los signos sacramentales de pan y vino para una comida terrestre-temporal.

Con ello se significa, primero, un “ya” y un “todavía no”. El “ya” de que Dios es ya algo mío, tan propio mío como el pan que como y la bebida que bebo. Aunque eso “todavía no” se manifieste visiblemente como no se manifiestan todas las virtualidades del alma humana en el cuerpo del niño recién nacido aunque ya estén en él.

Con ello se simboliza, segundo, que la Eucaristía es para la asunción del hombre por Dios, para la incorporación del hombre a Dios y para la unión esponsalicia transformante del hombre en Dios.

La Eucaristía en cuanto es pan que alimenta y da vida es instrumento de salvación; en cuanto se parte y distribuye entre los miembros de la familia sentados a la misma mesa es comunión, comunicación de Dios con el hombre y del hombre con Dios.

La Eucaristía es el misterio de la Iglesia, el grande, el central.

La Última Cena es la noche del Jueves Santo, es el Testamento de Jesús. Y ¿qué es lo que nos lega Jesús? La Eucaristía.

Tiene Jesús a la vista su muerte. Era inminente. Reúne a sus apóstoles para cenar con ellos “y estando con ellos comiendo, tomando un pan y habiendo pronunciado la bendición, lo partió y se lo dio a ellos y dijo: Tomad, éste es mi cuerpo…” 2 “… que por vosotros (= ) es entregado (= ); haced esto en memoria de mí (= )”3. Fue una cena testamentaria, una cena de despedida en la que 2. Mc 14, 223. Lc 22, 19

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Jesús legó toda su hacienda a su Iglesia.

En esa Última Cena, Jesús en la bendición y mediante la bendición condensa toda su vida y la deposita en su Iglesia para prestarle el servicio completo de la salvación hasta el fin de los tiempos. Eso es la Eucaristía: la condensación de toda la vida de Jesús y sus frutos depositada-confiada a su Iglesia para servicio universal de su Iglesia.

Jesús condensa en la Eucaristía todo lo que es y tiene y lo dedica a todas las generaciones hasta el fin del mundo.

La Eucaristía ha sido fundada por Cristo como institución permanente para poner a disposición de todos la salvación proyectada por el Padre.

En la Eucaristía Dios se solidariza con nosotros. Porque en la mentalidad judía contemporánea de Jesús compartir la mesa significaba solidarizarse con los comensales.

En la Eucaristía Jesús se nos da como comida. La Eucaristía es el autolegado, la autodonación de Jesús a nosotros en forma de comida. Porque la comida es la forma apropiada para representar y decirnos Jesús lo que Él es para nosotros.

¿Qué es y para qué es la comida? Interesa saberlo porque eso es Jesús para nosotros.

La comida es eso que está para ser totalmente al servicio del comensal, para entregar al comensal su propio ser con la entrega mayor: la de ser incorporada y hecha substancia propia del ser del comensal y construir así el ser del comensal y mantenerlo.

Eso es lo que es Jesús en su ser más profundo y Dios en Él: entrega al hombre y para el hombre en orden a elevarlo y unirlo a la Divinidad con la unión máxima transformante, la unión esponsalicia. Unión íntima identificante a la manera de la unión de la luz con el diamante.

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En la Eucaristía, la Divinidad se une a la Humanidad en forma radical, fundamental, irrevocable.

Con la Eucaristía, Jesús no me da sus cosas. Él mismo se me da.

La Eucaristía según la Voluntad institucional de Jesús que nos transmite la Sagrada Escritura y la Tradición viva de la Iglesia mantenida a lo largo y a través de los siglos, es la autodonación total de Jesús al Padre y a los hombres por Voluntad del Padre. La Eucaristía es también la presencia permanente, concentrada, de la Persona y obra de Jesucristo; es decir de la salvación en la Persona de Jesucristo.

Dios ordenó toda la creación a Cristo. Dios porque quiso a Cristo, quiso su existencia, quiso la existencia de toda la creación.

En la Eucaristía Cristo encarnado y eucaristizado abraza toda la creación y la eleva a la forma suprema de relación con Él de que la creación es capaz.

En la Encarnación-eucaristización Cristo abraza las cosas materiales y las convierte en su Cuerpo.

La Encarnación es la autocomunicación personal e irrevocable de Dios a un hombre: Jesús y en Él a toda la humanidad. Y éste, en Él, a toda la humanidad la lleva a término Jesús en la Eucaristía.

En la Eucaristía Dios se humilla hasta hacerse comida.

En la Eucaristía Jesús resucitado-glorificado no sometido ya a las leyes limitantes del espacio y el tiempo, dispone de su Cuerpo y de su Alma a favor nuestro de una forma nueva y nunca vista. Esta disposición nueva que es la Eucaristía la hace en la Última Cena.

Jesús se solidariza con toda la humanidad. Jesús es el representante de toda la humanidad.

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Jesús en lugar y a favor de la humanidad se sacrifica con el sacrificio total de su muerte en cruz para expiar el pecado del hombre que es el único obstáculo que impide el plan de Dios de arrastrar el hombre hacia Él para incorporarlo a Él.

Y el lugar donde y desde donde Cristo me aplica y me hace solidario de su sacrificio redentor de la Cruz es la Eucaristía.

La Eucaristía es la Presencia de Cristo entre nosotros. La presencia de Cristo entre nosotros no es un mero estar aquí entre nosotros sino un estar atendiéndonos y cuidándonos.

El sacrificio ¿Qué es? Es la entrega de un bien por un valor superior. Valor superior que el de la persona no lo hay. Y entre las personas la de valor supremo-tope es Dios.

La forma suprema de sacrificio es la entrega martirial de la vida en reconocimiento de que considero a Dios como el valor superior, absoluto del que todo soy y al que todo entero me debo. Mediante el sacrificio de mí: de todo mi ser y de todas mis cosas reconozco la soberanía de Dios, la excelencia de su bondad infinita y me pongo en la relación debida con ellas.

Mediante el sacrificio martirial de mi vida a Dios hago la entregaría fundamental, radical, total al misterio absoluto que llamamos Dios: “Verum sacrificium est omne opus, quod agitar ut sancta societate inhaereamus Deo” (San Agustín).

El sacrificio parcial es la transferencia-ofrecimiento de un don, en lugar del dador, y que da testimonio de su actitud de entrega parcial hacia aquel al que doy el don.

Sacrificio acepto a Dios es devolver a Dios un bien recibido de Él y que Él me dio para hacerlo propiedad mía. Este sacrificio es un sacrificio de acción de gracias.

El agradecer a Dios los beneficios que nos da es la manifestación de volverse agradecido a Dios en que se pone la persona que ha recibido el beneficio.

Con el sacrificio, si la intención es pura, se busca solamente 26


la excelencia de Dios. Excelencia de Dios es la situación de sumisión-adoración a Dios en que se pone el que se sacrifica y la aceptación por Dios del que se sacrifica y de su don y el otorgar Dios su gracia (su comunicación = koinonía) al que se sacrifica.

La esencia del sacrificio es la entrega de un don y en ella la entrega del dador a Dios.

La entrega del don a Dios se realiza mediante el apartar el don del dominio del hombre, de su libre disposición por el hombre, v. gr.: quemando el don, destruyéndolo, derramándolo, hundiéndolo, matándolo. Con ello se significa que el donante se desprende de esa parte de sí, que es el don, para pasarlo a Dios como expresión-manifestación de que el donante se ha entregado a Dios.

La destrucción, el apartamiento del don no es lo esencial, el alma del sacrificio es sólo un medio para expresar que de verdad se quiere alcanzar la unión-comunión con Dios en la entrega total del donante a Dios por ser esa y así la Voluntad de Dios.

Toda la vida de Cristo y su obra fue sacrificial-martirial (= sacrificial-total): se comenzó en la Encarnación, se culminó en la cruz, se aplicó en la Eucaristía y consiguió la comunión total con Dios en la Resurrección-Ascensión- Sesión a la derecha del Padre-Misión del Espíritu Santo.

La Eucaristía es presencia representativa activa del sacrificio martirial = total de Cristo en la cruz. La Eucaristía es repetición del sacrificio de la cruz por mandato de Cristo: “Haced esto en ‘anamnesis mía’ ” = recuerdo, memoria mía viva = de mi sacrificio martirial que se repite en la Eucaristía.

El pan y el vino eucarísticos no es pan, no es vino, es el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Él mismo fue el que dijo sobre el pan común: “Esto es mi cuerpo” y sobre el vino común: “Esta es mi sangre” y si Él

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mismo fue el que lo dijo y lo repitió para asegurarnos ¿Quién se atreverá a dudar? ¿Quién encontrará razón para no creerlo?

Estamos pues firmemente persuadidos de que bajo las apariencias del pan y vino eucarístico se nos da el Cuerpo y la Sangre de Cristo y consecuentemente todo Cristo: “Yo soy el pan de vida” 4

“(el pan viviente); (quien comiere de este pan vivirá eternamente) y el pan que yo le daré es mi carne por la vida del mundo...” 5

“porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” 6

“El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él...” 7

“vivirá a causa mía (= = la preposición con acusativo, en sentido figurado, significa la persona o cosa que es origen o causa de algo = gracias a mí que le daré la vida) como yo vivo a causa del Padre...” 8 “vivirá eternamente” 9.

El Cuerpo y Sangre de Cristo se nos dan bajo la figura de pan y de vino para simbolizar-significar: primero, que como el pan y el vino son asumidos para ser asimilados, por ser asimilables, así Dios es asumido en el Pan y Vino Eucarísticos para ser el perfectamente asimilado, por ser el máximamente asimilable por nosotros, y segundo: para simbolizar y significar que como no hay cosa más conveniente y más necesaria para el hombre que la comida así no hay nada más necesario y más conveniente para el hombre que Dios. Lo que la comida es para el hombre terrestre-caduco, eso es para el hombre celeste-eterno, Dios. Por eso se nos da Dios en forma de comida y bebida. Para enseñarnos que 4. Jn 6, 485. Jn 6, 516. Jn 6, 557. Jn 6, 568. Jn 6, 579. Jn 6, 58

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nos es tan necesario Dios para la vida eterna como la comida y bebida para esta nuestra vida temporal-terrestre.

Los sentidos sólo ven en la Eucaristía pan y vino, pero la fe te dice que en la Eucaristía no hay pan sino el Señor Jesús aunque oculto bajo las apariencias de pan y vino.

Los sentidos sólo ven superficie; no pueden horadar la superficie para ver en profundidad.

La fe viendo en profundidad te dice lo que existe real-verdaderamente bajo eso superficial que te dan los sentidos. Lo que los sentidos ven como pan, la fe te dice que no es pan sino el Cuerpo del Señor.

La afirmación de Cristo es categórica: “Esto es mi Cuerpo” y “esta es mi Sangre”. No admite duda porque Cristo no miente. Por eso cuando comulgas aunque sientas pan y aunque sientas vino; eso que sientes como pan y vino no es pan, no es vino, sino que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Fortalece y alegra nuestra vida con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por ti Dios, tu Padre, se hace hijo tuyo haciéndose hombre y, hecho hombre, hijo tuyo, se hace siervo tuyo (= puro servicio tuyo) haciéndose Pan Eucarístico.

Por ti el Dios Omnipotente sobre el cielo se hace el Dios mudo sobre el altar.

Por ti el Dios creador inaccesible del cielo se hace el Dios Redentor disponible del Sagrario.

Por ti el Dios, Dueño y Libre sobre el trono en el cielo se hace el Dios esclavo y atado bajo el Pan Eucarístico en el Sagrario.

En la Eucaristía Jesús está en forma de oración perfecta; esto es en forma de sacrificio espiritual; esto es, en forma de víctima que ofrece íntegramente todo su ser desde lo más hondo de su Corazón a Dios.

Ponerse ante Dios en estado de víctima. Es decir, a Dios con

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todo el propio ser, no sólo con la boca y con la voluntad, lo que el Hombre-Dios, Jesús, dijo e hizo al entrar en el mundo: sacrificio sangriento y oblación no sangrienta no quisiste, pero me diste un ser hombre, a propósito (= ) holocaustos, los totales (= ) por el pecado no te agradaron; entonces dije: He aquí que vengo a hacer ¡oh Dios! tu voluntad, (según está escrito en comienzo del libro sobre mí)... en virtud de la cual voluntad hemos sido santificados mediante la oblación del Cuerpo de Jesucristo de una vez para siempre (= )” 10.

Y lo que su Santísima Madre, Santa María, dijo el día de la Anunciación: “He aquí la esclava del Señor: Hágase en mí según tu palabra” 11.

Esta oración victimal mediante la que todo el ser se pone, en la relación debida ante Dios, orientado hacia Dios clamando-anhelando a Dios, convierte al hombre en oración viviente. Y esta oración así viviente, en la que todo el compuesto humano participa es la oración querida por Dios, la que agrada a Dios, la que Dios siempre oye, la infalible, la omnipotente. La Pasión de Jesús sólo fue eso: ponerse en oración con todo su ser. Ahí estuvo todo su mérito. Es la que le mereció la RESURRECCIÓN.

A esta oración Dios nada le niega por ser la oración que Dios exige.

Dios exige que el hombre le ore desde la verdad y en la verdad, esto es, puesto todo él en la relación debida a Dios que es la relación propia de la imagen viva de Dios que es el hombre, consciente de que es de Dios y de que ha salido de Dios para volver a Dios. Y una vez puesto en esa relación debida a Dios, ponerse en el estado de apertura, acogida y disponibilidad máxima a Dios que es el estado de la Víctima orante del Gólgota perpetuado en el estado victimal de Cristo en la Eucaristía.

10. Hb 10, 5-7.1011. Lc 1, 38

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Sólo existe una cosa que vence a Dios: la oración perfecta. La oración nunca hace mal. La oración es todopoderosa para el bien.

La oración perfecta, es la del Cristo del Gólgota. Por eso ha querido Dios que se prolongue viva en la Eucaristía. La oración del hombre que ore así es omnipotente. ¡Aprende a Orar así! ¡Cuánto y cuán gran bien harías!

¿Qué fue la Pasión de Cristo en profundidad?: oración y oración victimal en la que todo el ser de Cristo participaba no solo sus labios, su voluntad.

Y ¿Qué fue la Pasión en superficie? los sufrimientos exteriores que se sucedieron a lo largo de todo el Viernes Santo.

“Nadie bueno sino Dios solo”. Bueno es decir de calidad, utilidad-conveniencia, bello. Ha dicho Jesús. Luego todo lo bueno, en cuanto bueno, es divino y todo lo divino, en cuanto divino, es bueno.

El Pan Eucarístico es el Dios en la tierra, el Dios terreno luego es lo bueno, lo único bueno terrestre. Todo lo demás terrestre es bueno en cuanto en referencia-relación con la Eucaristía, en cuanto sale de la Eucaristía y está ordenado a la Eucaristía: “En verdad, en verdad os digo: si no comiereis la carne del Hijo del Hombre y bebiereis su sangre, no tenéis vida en vosotros” 12.

La Eucaristía, el Dios con nosotros en forma de pan mudo, conveniente y asimilable, es el invento del amor absoluto de Dios para ILUMINARNOS, ATRAERNOS, INTEGRARNOS a todo el Bien, Sumo, Único que es Dios y su Felicidad.

Debemos configurarnos según Jesús Eucaristía: don de Dios para nosotros = Dios en forma de don para nosotros. También nosotros debemos, a su vez, hacernos don para los demás, don de Dios para los demás.

La presencia de Cristo entre nosotros alcanza su cumbre en la Eucaristía.

12. Jn 6, 5331


La presencia de Cristo más presencia entre nosotros para nosotros es la Eucaristía.

Por eso la Encíclica “Misterium fidei” de Pablo VI de 1965 califica esta presencia de Cristo en la Eucaristía de real “por antonomasia” pues es una presencia substancial que hace presente a Cristo, Dios y Hombre, todo e íntegro a mí y para mí.

La Eucaristía es una entrega de Cristo a la Iglesia para (= con destino a) entregarse a cada miembro de la Iglesia.

El Pan y el Vino eucarísticos son los signos-símbolos bajo los que se realiza esta entrega.

La Eucaristía está hecha también para que la Iglesia y yo en ella me entregue a Cristo. Porque comer a Cristo en la Eucaristía es asimilarme a Él, identificarme con Él. Y asimilarme a Él, identificarme con Él es entregarme a Él.

Tú te nutres y creces en la Eucaristía comiendo la entrega de Cristo a ti que es la Eucaristía.

Lo único contenido bajo las especies-apariencias de pan y vino de la Eucaristía es el Cuerpo-Sangre personal de Cristo. Por eso la Eucaristía es la fuente de todas las gracias, la comunicación a ti de todas las gracias de Dios.

En la medida en la que, mediante la fe, te apropies en la Eucaristía del Cuerpo-Sangre personal de Cristo, en esa misma medida te acercas a Cristo, te haces presente a Cristo, pasas a ser propiedad propia de Cristo.

En la Eucaristía está el origen y la base firme, segura y eficaz de tu ascensión a Dios.

En la Eucaristía te haces presente a Cristo resucitado, te incorporas a Él, te concorporas con Él, te haces como Él, con lo cual Él te pone en la unión con Dios, que es el sitio propio de Jesús resucitado.

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El Cuerpo de Cristo, que está presente en la Eucaristía, es un Cuerpo ya glorificado. Luego al comulgar con fe, quedas conglorificado.

En la Encarnación hace Dios suya nuestra propia carne y nos redime mediante la carne en la Cruz. En la Eucaristía, que es la sola cosa con la Encarnación y Pasión, la Encarnación-Pasión siguen operando en medio de nosotros, presentes a nosotros.

La Eucaristía prolonga la Encarnación-Pasión hasta nosotros.

En los demás sacramentos está Cristo presente a nosotros mediante su acción. En la Eucaristía está presente no sólo su acción sino Él mismo: íntegro, total.

En la Eucaristía palpita el Corazón de Dios. Ponerse en silencio, desprendimiento para escucharlo y obedecerlo es lo que es la oración.

La Sagrada Escritura busca vidas. Acudir a su cita para oír y asimilar hasta llegar a la identificación con Jesús, el Verbo encarnado, Hombre-Dios es lo que se llama orar.

Jerusalén era para el israelita el lugar al que había que ir a “ver el rostro” de Dios 13, a él subía el israelita entre cantos de alegría y alabanza: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo ¿cuándo iré a ver el rostro de Dios?” 14. El Sagrario es esa Jerusalén para el cristiano.

Estar lejos de la Eucaristía, no poder acercarse a ella es estar privado de Dios mismo, privado de su contemplación.

El cielo escatológico se define como la visión de Dios cara a cara. El cielo en la tierra es la asistencia continua al Sagrario. Eso es el acto de culto, el ver el rostro de Dios por excelencia.

El Verbo hecho carne para habitar entre nosotros y con nosotros ¿Dónde está ahora? En la Eucaristía. En la Eucaristía 13. Is 1, 12; Dt 16, 1614. Sal 42,3

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Dios habita entre nosotros, con nosotros y para nosotros de la manera más perfecta. La Encarnación culmina en la Eucaristía.

En la Eucaristía poseemos en nuestro mismo seno terrestre al mismo Dios en Persona, fuente y origen de toda gracia, de todo lo que somos y tenemos.

En la Eucaristía Jesús prolonga en el tiempo su acción salvífica por nosotros, su perenne intercesión en el aquí y ahora nuestro.

En la Encarnación Cristo quedó instituido como el único lugar del acceso a Dios. El encuentro con Jesús desde entonces es el encuentro con Dios. Y ¿En dónde se encuentra aquí y ahora Jesús para en Él encontrar a Dios? En la Eucaristía.

A Jesús glorificado-resucitado se le encuentra en la Eucaristía. Y se le encuentra en la Eucaristía en forma de pan y vino para ser para nosotros fuente perenne de la infusión del Espíritu Santo = La Fuerza de Dios, el Fuerte de Dios, el Defensor omnipotente.

En la Eucaristía Cristo queda hecho el acceso cualificado al Padre, a lo celeste, sobrenatural y divino para nosotros terrestres, temporales, humanos.

En la Eucaristía Cristo, bajo forma exterior de pan y vino, es cumbre de la economía de Dios, causa perenne eficiente de nuestra deificación. Como el pan y el vino comidos quedan identificados conmigo así Cristo comido-bebido en la Eucaristía es vehículo para mi identificación con Dios.

El pan y el vino comidos traspasan a mí su potencial energético. En Cristo comido en la Eucaristía, Dios traspasa a mí su fuerza y su ser divinos.

¡Verdaderamente es grande la Eucaristía!

¡Verdaderamente la Eucaristía es la magnitud por excelencia del deseo de Dios de comunicarse!

El amor es asimilativo. La Eucaristía es fruto del amor de

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Dios a los hombres. Por eso, la Eucaristía por ser obra del amor de Dios, está llena de capacidad asimilativa. Esa capacidad asimilativa que tiene el amor de Dios, cuya obra es la Eucaristía, es la que significa-simboliza las especies del pan y del vino bajo las que se oculta el Jesús eucarístico.

La Iglesia con la misma plenitud, firmeza, seguridad y certeza con la que nos dice que Jesús de Nazaret es Dios, nos dice que la Eucaristía es Jesús de Nazaret, todo e íntegro.

En la Eucaristía está el Hombre-Dios, el Verbo Encarnado para ser comido-bebido, esto es: para ser asimilado mediante la fe. La Eucaristía es perenne Navidad, perenne Encarnación.

Dijo Dios a los Israelitas en el Antiguo Testamento: “Yo habitaré en medio de los hijos de Israel y seré su Dios”15. Pero eso fue dicho sólo como prefiguración temporal de la inhabitación perenne y plena de Dios con nosotros, entre nosotros mediante la Eucaristía.

* * *

15. Ex 29, 4535


EucaristíaCarpeta sin fecha (de las últimas del año 2000-2002)

Ave María

La Eucaristía es el Sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo bajo las apariencias del pan y del vino para la repetición conmemorativa real una y la misma del sacrificio de la cruz y para alimento espiritual.

La Eucaristía es el centro de la vida cristiana, de la vida del perfecto seguidor de Cristo.

La vida cristiana contiene cuatro cosas: lo que se ha de creer, lo que se ha de orar, lo que se ha de obrar y lo que se ha de recibir.

Todas cuatro dicen referencia a Jesucristo sacramentado.

Lo primero que exige la vida cristiana a su seguidor es creer en Jesús: que se abra y acepte al Hombre-Dios Jesucristo presente entre nosotros para nosotros que es la Eucaristía con todo lo que esto significa.

Lo segundo que exige la vida cristiana a su seguidor es orar al Dios-Hombre Jesucristo presente en la Eucaristía, esto es, elevar la mente a Dios para amar a Jesucristo, agradecer sus beneficios, expiar los pecados, alabarlo… y hacer esto mediante la presencia de Dios sin interrupción. La esencia de la vida del cielo es ADORAR a Dios presente. La Eucaristía al hacerme realmente presente al Dios-Hombre hace que pueda convertir mi vida terrestre en adoración continua al Dios-Hombre presente, esto es, me permite, si quiero, hacer de mi vida terrestre una vida celeste con el añadido de meritoria, cosa que no es la celeste.

Lo tercero que exige la vida cristiana a su seguidor es obrar a imagen y semejanza de como Jesucristo obra = El Hombre-Dios presente entre nosotros en la Eucaristía. La obra para la que vino Jesucristo al mundo es para expiar el pecado mediante

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el sacrificio sangriento de la cruz: (satisfactorio de la ofensa del pecado y reparador de su daño); sacrificio que está perennemente presente entre nosotros en la Eucaristía.

La Eucaristía al poner y conservar el Cuerpo de Jesucristo, bajo las especies sacramentales del pan separado de la Sangre de Jesucristo, bajo las especies sacramentales del vino, es símbolo de la muerte sacrificial-sangrienta de Cristo realizada mediante la separación sangrienta del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Cruz del Gólgota.

Esa muerte mística, esto es, esa perfección de la vida cristiana está en ponerse en ese estado de muerte a todo lo propio para vivir lo propio de Dios que vemos en la Víctima del Gólgota simbolizada por la Eucaristía: “Si el grano de trigo, cayendo en tierra, no muere, queda él solo, pero si muere produce mucho fruto” 1.

Lo cuarto que exige la vida cristiana a su seguidor es recibir al Dios Santo, esto es, recibir y hacer propia la santidad propia del Dios Santo mediante la recepción del Hombre-Dios bajo las especies sacramentales. Al conservarse Jesucristo entre nosotros bajo la forma de pan simboliza que, como el pan, al comerlo, deja de ser pan para pasar a ser yo, así al recibir la Eucaristía, yo debo dejar de ser yo para pasar a ser el Cuerpo Místico de Jesucristo.

El Sacramento de la Eucaristía es el fin de todos los otros sacramentos.

Todos los otros sacramentos apuntan a ponerme en capacidad de la posesión de Dios. El Sacramento de la Eucaristía me da esa posesión: La santa Comunión Sacramental del Cuerpo de Cristo que tiene fuerza para convertirme en Cuerpo Místico de Cristo. Si no consigue hacerme Cuerpo Místico de Cristo es a causa de mi mala disposición, por mi falta de pureza de Corazón: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos poseerán 1. Jn 12, 242. Mt 5,8

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a Dios” 2.

La razón es porque el Cuerpo de Cristo bajo las especies del pan significa que al comulgar quiere obrar en mi alma lo que obra el pan en mi cuerpo al comer: el pan deja de ser pan para pasar a ser yo. Así al comulgar con la debida disposición yo dejo de ser yo para pasar a ser Cuerpo Místico de Cristo en virtud del Cuerpo de Cristo que he comido.

La Eucaristía ha sido instituida por Cristo para obrar en mí la unión mía con Cristo.

En la Eucaristía Cristo me une íntimamente a Sí para ofrecer en Cristo, por Cristo y por medio de Cristo al Padre en la unidad del Espíritu Santo el sacrificio de mi alabanza, bendición y adoración que exige el recto orden de la justicia y amor a Dios a semejanza del sacrificio de alabanza al Padre en que Cristo convirtió su vida.

Mediante la frecuencia de la Eucaristía te vas incorporando cada vez más profundamente a hacer una unidad plena e íntegra con Cristo presente en la Eucaristía; el Cristo que fue crucificado por ti para glorificado para ti.

La aceptación del sacrificio de Cristo por el Padre convirtió la vida de Cristo en Resurrección, Ascensión, Sesión a la derecha del Padre, misión del Espíritu Santo (= Espíritu de la Verdad y de la Santificación). Eso mismo te espera a ti, el día de tu muerte, si has muerto en vida a ti mismo, como Cristo murió a Sí mismo. Porque, por la Voluntad del Padre, cada uno de nosotros hacemos ya unidad indivisible, indisoluble con Cristo si mediante la fe, en la sumpción de la Eucaristía (= Comunión) nos abrimos y aceptamos lo que simboliza el Dios-Hombre que está realmente presente en la Eucaristía.

Cristo se ofreció de una vez para siempre con el ofrecimiento único e irrepetible del sacrificio de la cruz perennizado en la Eucaristía: “Esto es mi cuerpo entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía. Este cáliz, en mi sangre, la nueva alianza, la 3. Lc 22, 19-20; Mt 26, 28

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derramada por vosotros para el perdón de los pecados” 3.

Cristo en la Eucaristía está en la forma con que está en el cielo: “Y vi en medio del trono (= ) … un cordero de pie como degollado (= )…” 4.

Cristo se ofrece en el sacrificio de la cruz como cabeza de la humanidad a la que debe salvar mediante la expiación de los pecados y el merecernos, el enviarnos el Espíritu de la Verdad y de la Santificación. Luego todos sus seguidores que formamos su Cuerpo Místico debemos imitarlo concrucificándonos según lo vemos en nuestra cabeza Por eso Cristo en el cielo aparece en forma de sacrificio: “Un cordero de pie (= vivo) en forma de degollado). Así está en la Eucaristía.

A causa de su perfección, el sacrificio de la cruz perpetuado en la Eucaristía no necesitó repetición. Cristo en el primer instante de su existencia asumió toda su vida y la ofreció de una vez por todas para la redención del hombre, por ser esa la Voluntad del Padre. Ahí y sólo ahí estuvo todo su mérito.

La Comunión de Cristo Eucaristía está ordenada a llegar a su realización plena en la identificación de la propia voluntad con la divina.

Debemos suplir en nuestro cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo (cf. Col 1, 24) mediante el vivir en nuestro ser humano la vida que vivió Cristo en su ser humano: ser sacrificio-satisfactorio-expiatorio.

La entrega al Padre sólo puede hacerse configurándonos según Cristo crucificado perennizado en la Eucaristía.

En la Eucaristía que es la perennización del sacrificio de la Cruz tiene su plena realidad y sentido nuestra vida.

La Eucaristía no es otra cosa que el sacrificio de la cruz en forma sacramental.

La Eucaristía es la aplicación al hombre de todos los tiempos 4. Ap 5, 6

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de los frutos del sacrificio de Cristo Crucificado.

Todos los sacramentos son símbolos-signos-formas visibles de la gracia invisible que causan y confieren. La Eucaristía tiene esta sobreexcelencia sobre los otros seis sacramentos: Que lo que se esconde bajo el símbolo-signo del sacramento es el mismo Autor de la Gracia. Al Autor de la gracia y con Él la plenitud de la gracia es lo que confiere y da este sobreexcelso sacramento.

“En el Pan y en el Vino eucarísticos, Cristo, todo íntegro está bajo la especie del pan y bajo cualquier parte de la misma especie. Igualmente Cristo, todo íntegro, está bajo la especie del vino y bajo cualquier parte del vino” (Denz. 876).

La Eucaristía contiene al Cristo Crucificado, el “Christus Passus” dice Santo Tomás. Los otros sacramentos contienen virtualidades-gracia que mana de Cristo pero no contienen a Cristo.

La Eucaristía no hace un nuevo sacrificio sino que sólo actualiza el sacrificio de Cristo de la Cruz del Gólgota.

Dice Santo Tomás: “Al modo como se comporta la virtud del Espíritu Santo en el agua bautismal, así se comporta el verdadero Cuerpo de Cristo en las apariencias de pan y vino. La virtud que fluye comunicada al signo externo de los demás sacramentos corresponde, en la Eucaristía, a la substancia presente del Cuerpo y Sangre de Cristo bajo las apariencias de pan y vino” (Suma Teológica, III q. 73, art 1, 2 y 3).

La Eucaristía es al tiempo convite y sacrificio.

La Eucaristía es el memorial vivo de la Pasión de Jesús (= es un sacrificio sacramental) que al sernos dado bajo las especies de pan y vino nos están diciendo que ese Cristo crucificado puesto en forma de memorial vivo = de conmemoración viva = de recuerdo vivo; esto es, puesto en signo-símbolo, es al tiempo un convite que debe ser comido-asimilado, mediante la fe, espiritualmente por mí para convertir mi “ser humano”= alma y cuerpo en una

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imagen = un reflejo fiel del Hombre-Dios, Jesucristo Crucificado, en unión íntima-vital con Jesucristo Crucificado.

La Eucaristía es un sacramento que implica las dos cosas: ser a la vez sacrificio y convite.

En la Eucaristía se encuentra Jesucristo en forma de un inmolado-sacrificado con una inmolación total que entrega su vida. El encontrarse Jesucristo bajo las especies del pan y del vino, que constituyen la comida, quiere decir (= se quiere simbolizar con ello) que debo hacer-convertir mi vida en un sacrificio-una inmolación al Padre a imagen y semejanza de Jesucristo inmolado en la cruz, y para ello, debo mediante la fe complexiva (= mediante el conocimiento y el amor a Jesucristo crucificado) concrucificarme con Jesucristo al modo como al comer el pan queda el pan convertido en mí. Yo al comer a Jesucristo eucaristizado debo quedar hecho otro Jesucristo crucificado.

La Eucaristía es el sacrificio cruento hasta el extremo del morir, en cuanto simbolizado por la consagración separada del Cuerpo de Cristo bajo las especies del pan y la Sangre de Cristo bajo las especies del vino. Pues el Cuerpo de Cristo en la Hostia separado de la Sangre de Cristo en el Cáliz simbolizan el sacrificio cruento de Cristo en la cruz.

La Eucaristía es también al tiempo un convite en cuanto que esas especies que contienen a Cristo son pan y vino comestibles. Al comer esas especies simbolizo que es mi intención comer a Jesucristo crucificado mediante la fe complexiva para configurar mi vida del modo más perfecto que me sea posible según la vida de Jesucristo crucificado.

Para comprender este misterio de Jesucristo eucaristizado y su objetivo es leer el capítulo sexto del Evangelio de San Juan. En el capítulo sexto de su Evangelio San Juan nos explica profundamente lo que hay de inteligible en este inmenso y profundo misterio, la Eucaristía. Ponemos a continuación los hitos más importantes de este texto de San Juan para colaborar con la inspiración del

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Espíritu Santo que es el único que nos hará inteligible este texto en la medida que da el proyecto del Padre sobre cada uno:

“…Me buscáis no porque habéis visto el signo (= el símbolo) sino porque comisteis de los panes y os habéis saciado…”1

“… No fue Moisés quien os dio el pan bajado del cielo, sino mi Padre es quien os da el pan verdadero que viene del cielo…”2

“…Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí no padecerá hambre y el que cree en mí no padecerá sed jamás…” 3

“…Yo soy el Pan viviente, el que ha bajado del cielo; quien comiere de este pan vivirá eternamente y el pan que yo le daré es mi carne por la vida del mundo (= )...” 4

… porque…5

“… el que come mi carne y bebe mi sangre en mí permanece y yo en él…” 6

“…como (= ) el Padre viviente me envió y yo vivo a causa del Padre (= : Del Padre y para el Padre) así quien me come (= ) a mí también él vivirá a causa de mí (= : de mí y para mí)…” 7

“…les dijo ¿esto os escandaliza?” 8

“…¿Qué si viéreis al Hijo del Hombre subir a donde estaba primero?...” 9

“…El Espíritu es el que vivifica; la carne de nada aprovecha (=

1. Jn 6, 262. Jn 6, 323. Jn 6, 354. Jn 6, 515. Jn 6, 556. Jn 6, 567. Jn 6, 578. Jn 6, 619. Jn 6, 62

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). Las palabras (= : palabras que son obras) que yo os he hablado espíritu y vida son…” 10

“…pero es que hay algunos entre vosotros que no creen…” 11

“…por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no le fuere dado por mi Padre…” 12. En la Eucaristía se hace presente el AMOR grande, inmenso, infinito del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo al hombre.

La Presencia real, viva de Jesucristo en la Eucaristía expresa de la manera más evidente y convincente que Dios es caridad y que el Hombre-Dios es caridad: “El Espíritu de Dios sobre mí; a evangelizar a los pobres me ha enviado (= a los abatidos, desgarrados, quebrantados, abajados; a los incapaces de levantar cabeza, a los que su debilidad, su pobreza y bajura les obliga a someterse, a ponerse a disposición de los ricos malos que los trituran; a los sin defensa que oprimen, que son víctimas de los que los usan como cosas y los explotan; a los piadosos humildes que ponen su confianza en Dios) a vendar los corazones rotos, a pregonar el año de gracia de Yahvé… para consolar a todos los que lloran…” 13.

La Eucaristía es el signo = símbolo supremo del amor hasta el fin (= : hasta el acabamiento, consumición que es el Dios-Hombre).

La comunión con fe complexiva va transformando nuestra vida según es la vida de Cristo, la va metamorfoseando, cristificando.

Como Cristo se da a sí mismo en la Eucaristía del todo y a todos sin distinción, así hemos de darnos nosotros a nuestros hermanos y en especial a los que más lo necesitan.

Como Jesucristo se acerca a nosotros en la Eucaristía para prestarnos el servicio de la vida que es el servicio de los servicios,

10. Jn 6, 6311. Jn 6, 6412. Jn 6, 6513. Is 61, 1-2.

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así nosotros debemos hacernos cercanos y solidarios con todos pero en especial con quienes sufren: “Cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos los más pequeños a Mí me lo hicisteis”.

“El lema del Dios-Hombre Eucaristía: Amar a pesar de todo”. Por eso está mudo en la Eucaristía. Por más que blasfememos y lo maltratemos en esa postura de amor extrema que es la Eucaristía.

Jesús en la Eucaristía se une a todo hombre, su amor es universal. También nosotros no podemos excluir a nadie de nuestro amor.

Debemos derribar toda barrera que nos impida unirnos a nuestros hermanos, hacernos solidarios con ellos.

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