Sonia Díez Abad es doctora en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Málaga, MBA por el Instituto de Empresa y licenciada en Psicología y Ciencias de la Educación. Posee, además, varias acreditaciones de posgrado por la Universidad de Harvard.

Actualmente es presidenta del grupo educativo Horizonte Ítaca –formado por el Colegio Internacional Torrequebrada (Benalmádena, Málaga), el Colegio Europa (Getxo, Vizcaya), la Fundación Ítaca y Wakana (Parque Natural de los Alcornocales, Cádiz)–, y vicepresidenta de la Federación Española de Mujeres Directivas y Empresarias.

Ha sido y sigue siendo “aprendiza”, profesora, directora de colegio, fundadora de centros educativos, conferenciante y coautora de textos académicos, empresaria y madre. Esta entrega a todos los ámbitos educativos nace junto a ella, en el seno de una familia también dedicada a la enseñanza.

Tras superar un cáncer de páncreas se plantea que todo ese extenso recorrido por el territorio educativo le brinda una oportunidad real de desarrollar y mejorar las posibilidades que el anquilosado sistema educativo de nuestro país le niega una y otra vez a sus ciudadanos más indefensos. Este libro es parte de ese renovado planteamiento y compromiso de la autora por el futuro de nuestros niños, que es el de todos nosotros.

PVP: 17,95 € 10225784DeustoGrupo Planetawww.edicionesdeusto.comwww.planetadelibros.comwww.facebook.com/EdicionesDeusto@EdicionesDeusto#EducACCIÓN

Diseño de cubierta: © Sylvia Sans BassatFotografía de cubierta: © Eric Audras y OppenheimBernhard - Getty Images

«Escribo este libro con la esperanza de que dentro de veinte años puedan decirnos que nos equivocamos en algo, pero también que acertamos en algo; que no fuimos perfectos, pero que no nos conformamos. Y, sobre todo, que nos esforzamos y trabajamos para darles la educación que merecen y necesitan.»

Sonia Díez

La educación es la auténtica base de la construcción psíquica. Dista de poder resolverlo todo, pero sin duda es la plataforma de la adaptación del menor a la vida que tiene por delante. Sonia Díez invita en este libro a que padres y maestros hagamos equipo. Así es como la educación puede convertirse en un arte; así es como los pequeños aprenden a equilibrar la frustración de la no-inmediatez con el placer de la superación diaria.Alejandra Vallejo-Nágera, profesora, conferenciante, articulista y escritora

Creo que necesitamos adaptar la formación al mundo actual, altamente tecnológico y cambiante, pero no podemos olvidar lo que nos hará más aptos para la convivencia: la sensibilidad, la creatividad y la riqueza de nuestro pensamiento. Sonia tiene la clarividencia, la sabiduría, las claves, pero, sobre todo, la humanidad para enfrentar el reto de mejorar nuestro sistema educativo. Este libro me ha llenado de esperanza.Toni Nadal, entrenador

¿Por qué seguimos educando a nuestros hijos para un mundo que ya no existe?

El mundo está transformándose a un ritmo exponencial pero los avances ligados a la llamada cuarta revolución industrial no están llegando al sistema educativo español, que muestra unos índices de desmotivación del alumnado, de fracaso y abandono escolar, y de desempleo juvenil cada día más altos.

Esta incómoda verdad, a la que no quieren mirar de frente ni los colectivos afectados ni los sucesivos gobiernos, que rehúsan plantearse sacri�cios o implicarse en la búsqueda de soluciones, nos demanda que todos entremos en un debate sincero y sin excusas sobre el presente y futuro de la educación en nuestro país. Y eso es justo lo que la autora hace de forma magistral en este libro. Desvelando los motivos de cada colectivo implicado para no romper ese “pacto de silencio”, propone asimismo acciones concretas ligadas a nuestra realidad.

Con el foco puesto siempre en los niños y los jóvenes, la autora va despejando paso a paso las penumbras de nuestro sistema educativo hasta dejarnos un mensaje claro: aún podemos entregar a nuestros hijos aquello que necesitan para los increíbles desafíos y posibilidades del mundo que les tocará vivir. Sin perder tiempo. Su mañana lo decidimos hoy.

Sonia Díez no se limita a transcribir su experiencia, sino que de�ende una tesis innovadora con la que hacer frente a los desafíos que se nos reclaman para afrontar el mundo que está por venir. De�ende que la educación no estandarizada ni homogeneizada tiene corazón social, pero también propio. Es un libro crítico con la resignación personal y social.Ángel Gabilondo, catedrático universitario. Exministro de Educación y presidente de la conferencia de rectores de universidades españolas (CRUE)

En todo el mundo, la educación se encuentra en un momento de ebullición, esperanza y desconcierto. Por eso, necesitamos ideas claras, y realizaciones e�cientes. El libro de Sonia Díez une la lucidez teórica y las soluciones prácticas. Por eso me parece imprescindible. José Antonio Marina, �lósofo, ensayista y pedagogo

Propuestas e ideas para nuestra urgente reforma educativa, escritas desde la pasión y la amplia experiencia que de�nen a la autora.Elsa Punset, escritora y �lósofa

SON IA DÍEZ

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Z ¡EDUCACCIÓN!

¡EDUCACCIÓN !

10 ACCIONES PARA EL CAMBIO QUE

NUESTROS HIJOS MERECEN Y NECESITAN

Su mañana lo decidimos hoy

«Éste es un libro que me hubiera gustado escribir.»

JOSÉ ANTONIO MARINA

¡EducAcción! es un libro solidario cuyos derechos de autor se donarán a Mensajeros de la Paz, la red de voluntarios del Padre Ángel.

¡EducACCIÓN!10 acciones para el cambio

que nuestros hijos merecen y necesitan

SONIA DÍEZ

EDICIONES DEUSTO

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© Sonia Díez Abad, 2018

© Editorial Planeta, S.A., 2018

© de esta edición: Centro de Libros PAPF, SLU.

Deusto es un sello editorial de Centro de Libros PAPF, SLU.

Av. Diagonal, 662-664

08034 Barcelona

www.planetadelibros.com

ISBN: 978-84-234-2974-5

Depósito legal: B. 21.311-2018

Primera edición: octubre de 2018

Preimpresión: gama sl

Impreso por Romanyà Valls, S.A.

Impreso en España - Printed in Spain

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

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Sumario

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

1. ProvocACCIÓN Elevar la voz ante los responsables políticos . 15

2. ReactivACCIÓN Recuperar el debate educativo y preguntarnos para qué educamos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

3. AdecuACCIÓN Cambiar las normas y promover el emprendimiento educativo . . . . . . . . . . . . . . . . 47

4. CapacitACCIÓN Preparar a nuestros jóvenes para actuar en el mundo que vivirán en la realidad . . . . . . . . . . 61

5. HumanizACCIÓN Propiciar el gozo y disfrute de la experiencia de aprender . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

6. ColaborACCIÓN Ayudar a los padres y madres a entender su papel en la educación y colaborar con ellos 97

7. ProfesionalizACCIÓN Garantizar que todos los niños tengan acceso a buenos maestros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111

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8. EvaluACCIÓN Posibilitar una valoración justa y rigurosa del progreso y el aprendizaje del alumno . . . . . . . 139

9. InnovACCIÓN Incorporar todos los recursos disponibles para mejorar la calidad educativa . . . . . . . . . . 157

10. TransformACCIÓN Crear un nuevo marco de referencia para un nuevo modelo educativo . . . . . . . . . . . . . . . 179

Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189

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1

ProvocACCIÓN

Elevar la voz ante los responsables políticos

Querido futuro presidente (o presidenta):

Te escribo esta carta antes de que ocupes tu nuevo cargo por varios motivos. El primero, porque de este modo quizás no se confunda con otras mil cartas que te estarán esperando en el despacho para recordarte las promesas lanzadas, los compromisos adquiridos o los fa-vores prestados. Ya lo irás viendo, pero no se trata de una carta del tipo «qué hay de lo mío».

En segundo lugar, porque prefiero escribirte sin sa-ber a qué partido perteneces ni de dónde vienes. Lo que te voy a contar tiene un propósito y millones de argu-mentos, pero ni un solo prejuicio. No me importan tus ideas o tu pasado, sino lo que estás dispuesto a hacer de ahora en adelante.

Otro motivo para escribirte ahora, que todavía no sé quién eres, es que me gustaría que fueras diferente a to-dos los que te precedieron en el cargo. No diré que lo han hecho todo mal, entre otras cosas porque no tiene sentido hacerlo a toro pasado.

El debate sobre quién tiene la culpa del declive del sistema educativo es estéril. Pero lo cierto es que mien-

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tras el mundo ha avanzado — y muy rápidamente— en las últimas décadas, la educación que reciben nuestros alumnos no ha hecho más que dar vueltas sobre sí mis-ma. Con esa ilusión de movimiento se han hecho y des-hecho cambios que han terminado por no cambiar nada de lo fundamental. No tienes más que ver las consecuen-cias: las cifras de fracaso escolar han aumentado dramá-ticamente, bien por abandono, bien por bajos resultados académicos... al igual que la insatisfacción de los alum-nos con la educación que reciben en las escuelas, a las que, en gran parte, asisten sólo porque les obligamos. El profesorado se aburre igual o más que los propios chicos, y está cada vez más enclaustrado en sus propias reclama-ciones laborales, sin diálogo ni colaboración alguna con las familias de los alumnos, que apenas aciertan a enten-der cómo, después de veinte años estudiando, sus hijos no son capaces de conseguir un empleo (ya no digo dig-no) que les permita iniciar su propio camino en la vida.

Tres sectores sociales son los beneficiarios de nuestro modelo educativo y ninguno de los tres se siente benefi-ciado. Sólo eso debería darnos una idea de que todos los problemas anteriores son síntomas de un organismo que ya no puede cumplir con el objetivo para el que fue crea-do. Aunque reconozco que los que más nos deberían do-ler, y a mí por lo menos son los que me mueven a escribir-te, son naturalmente los más indefensos de todos, nuestros niños y jóvenes, a quienes, además, se les responsabiliza de su falta de entusiasmo escolar, su falta de atención o sus bajas notas, como si todos los demás lo estuviéramos haciendo estupendamente.

Dime una cosa, presidente: si en vez de estar ahora al cargo de un país, estuvieras al frente de una gran empre-sa y te informaran de que los clientes están desatendidos

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en sus necesidades, que no creen en lo que se les vende y que sólo son usuarios de nuestros servicios porque no tienen más remedio que serlo, pero que sólo ellos tienen la culpa de su situación porque el departamento técnico, el comercial y el de recursos humanos están convencidos de cumplir con su labor a la perfección, ¿qué pensarías?

Supongo que lo mismo que yo: que la empresa va di-rectamente a la quiebra. Pues ése y no otro es el estado de la educación en España. Un modelo agotado y un sis-tema quebrado en el que muchos, por no decir todos los que han tenido la oportunidad de hacer algo, han prefe-rido dejarlo para mejor ocasión. Pues bien, esa ocasión ha llegado, y lamentablemente no porque lo hayamos elegido nosotros, sino porque ya no hay tiempo ni opcio-nes para seguir estirando la cuerda.

Seguro que has oído miles de veces que la educación es crucial para el futuro de un país, que no hay nada más prioritario, que el nivel de un país se mide por la impor-tancia que da a la educación de sus jóvenes, etc. Pues an-tes de seguir, permíteme que te pida un favor: decidas lo que decidas después de leer esta carta, incluso si te con-vencen mis argumentos, te ruego que no vuelvas a meter los temas educativos en la carpeta de los asuntos impor-tantes. Llevo oyendo ese tipo de discursos durante mis treinta años de labor educativa y he llegado a la conclu-sión de que todo lo que cae en ella nunca llega a la carpe-ta de los asuntos urgentes, que es donde la educación de nuestro país debería estar desde hace tiempo.

La urgencia por transformar nuestro modelo educa-tivo no se debe a los fallos que pueda tener el sistema actual. Si sólo fueran fallos, me podría haber ahorrado este libro, puesto que el memorial de quejas y agravios es más que sabido. Lo que tenemos en las manos no es un

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puñado de fallos de un sistema que funciona bien; lo que tenemos son pruebas de que nuestro modelo educati- vo es incapaz de responder a la época en la que vivimos. Y aún menos a la que espera a los alumnos que nazcan hoy y supuestamente terminen su vida académica den-tro de dos décadas, en ese horizonte tan aparentemente lejano de 2040. De todo esto te hablaré en las siguientes partes de esta larga carta, en la que trataré de explicarte con más detalle mi visión de lo que habría que hacer, que no es tapar agujeros ni salvar los muebles, sino transformar (que significa «transmutar algo en otra cosa») la educación.

Tal vez pienses (ojalá no) que para qué te vas a meter en líos de los que no obtendrás rédito político hasta mu-cho tiempo después de las siguientes elecciones. El argu-mento, tan pegado a la lógica del juego político, es en-tristecedor y frustrante para quienes contemplamos la mirada de los niños cuando llegan a su primer día de cole y la comparamos con la que van adquiriendo a me-dida que se dan cuenta de que lo que les prometimos es muy posible que nunca llegue a cumplirse.

Ahora que tanto se habla de reforzar el espíritu cívi-co, los valores de pertenencia y compromiso con nuestro país, no estaría de más reflexionar sobre la paradoja que supone que la experiencia de nuestros ciudadanos du-rante sus primeros veinte años de vida sea que las insti-tuciones no les prestan ninguna atención. Que no los es-cuchan, que no les importa su formación, como si la experiencia de los alumnos tuviera poco o nada que aportar al modelo con el que los educamos. ¿Tú qué crees, presidente, que después de años y años de indife-rencia será fácil convencerles de que se sientan compro-metidos o identificados con la nación en la que viven?

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¿O que, como viene siendo más y más notorio, cada ge-neración vivirá con creciente desapego la relación con las instituciones y con los valores que nos unen?

Reinventar el modelo educativo de nuestro país es urgente porque el actual pone un límite cada vez más bajo a las aspiraciones de nuestros alumnos, que es como decir de todos los españoles en su conjunto. Si vamos pi-lotando un avión de hélices, por mucho que forcemos la máquina o que exprimamos toda su fuerza, jamás po-dremos empatar su velocidad con la de un avión de tur-binas. Ni siquiera con el mejor de nuestros pilotos a los mandos.

Nuestro modelo educativo fue pensado para un mun-do que ya no existe y que es incapaz de adaptarse a las nuevas realidades surgidas de la revolución digital. No estoy hablando de que falten ordenadores, estoy hablan-do de la mentalidad con la que nos comportamos en el mundo digital y que, hasta ahora, ha sido imposible tras-ladar a unas aulas concebidas, en la forma y en el fondo, para una época ya pasada.

Te lo puedo resumir en una frase: ya no podemos se-guir educando para la uniformidad, necesitamos hacerlo para la diversidad. Antes de la revolución digital, el obje-tivo era que todos recibieran idénticas armas, los mismos conocimientos, para igualar también las oportunidades. Y así era, en efecto. En un entorno de conocimientos es-tables, garantizar el acceso universal a éstos respondía con claridad al gran propósito de igualdad recogido en nuestra Constitución.

En el nuevo contexto tecnológico global, mucho más volátil, líquido, en constante movilidad, esa igualdad de oportunidades no se alcanza dando acceso a todos al mismo conocimiento. Eso ya nos lo ofrece internet y está

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al alcance tanto de las personas como — cada vez más— de las máquinas. En el mundo digital las oportunidades nacen de lo que cada uno tenga y pueda aportar de dife-rente. De este modo, el papel de la educación cambia por completo de signo. Ayudar a encontrar aquello que hace único, especial, diferente a cada uno de nuestros alum-nos debería ser ahora el eje de la misión educativa.

El problema educativo al que nos enfrentamos es que estamos preparando a los niños y jóvenes para un fraca-so que va más allá de no tener un diploma, de abandonar los estudios o de aceptar trabajos, en el mejor de los ca-sos, mal remunerados y sin expectativa de crecimiento y desarrollo, ni profesional ni personal. Un fracaso que consiste en salir de la escuela sin haber aprendido a con-vertir su pasión en su talento, base de su desarrollo pro-fesional. Calcula la onda expansiva de lo que te digo y verás que impacta a todos los niveles: nuestra economía, nuestras empresas, nuestra cultura, nuestra estabilidad social, nuestra salud, nuestra autonomía de criterio y de-cisión, nuestras oportunidades, nuestra confianza, nues-tro bienestar... En definitiva, nuestro futuro.

Puede que te estés preguntando: si la situación es tan grave, ¿cómo es que nadie ha afrontado el problema con anterioridad? Pues por falta de liderazgo y valentía. Re-vertir la situación requiere de un liderazgo que sepa ex-plicar y convencer, sumar apoyos y mantener el pulso cuando todos los que viven instalados en la realidad ac-tual reaccionen ante la amenaza de tener que renunciar a su comodidad. Por eso esta carta no va dirigida al pre-sidente que no espero, que no esperamos, sino a ti, al que nos hace falta. Alguien que no se conforma con sal-var los papeles, ni se asusta por incomodar a unos cuan-tos si de ese modo mejora la vida de muchos, ni desiste

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de actuar aun a sabiendas de que es posible que lo que él empieza puede que lo termine otro.

Tanto que oímos hablar en todos los ámbitos de em-prendimiento e innovación, son contados con los dedos de una mano los políticos que en nuestro país se han propuesto desarrollar medidas emprendedoras, ya no digo innovadoras. El «haz lo que digo, no lo que yo hago» puede que haya funcionado en según qué épocas, pero tú eres un presidente millennial, y para esta gene-ración que ha confiado en ti, el liderazgo se demuestra andando, no mandando. Lo que la educación necesita hoy no es un gestor de recursos agotados, sino un líder.

Me dirás que ser líder de un país es serlo de todo lo que nos afecta, no sólo de la educación. Pero es justo lo que tra-to de explicarte: que la educación en este momento no se puede considerar un área de gobierno más, sino algo transversal que lo tiñe todo. Si no fuera así, esta carta iría dirigida al futuro ministro del ramo, pero es que esta vez no se trata de buscar medidas de carácter técnico, ni más recursos, ni cambios de mayor o menor calado. En la ac-tualidad, la educación es una cuestión de voluntad polí-tica, no de programa de partido. Se trata de proyectar una visión del futuro que queremos tener y del camino que debemos seguir para llegar hasta él. Una visión que es la que espero que tú tengas, porque nunca la hemos necesitado más que ahora.

Se ha escrito y hablado mucho del nuevo significado del liderazgo en el contexto actual. Sin recurrir a fórmu-las, por lo que creo que tú y todos sabemos qué tipo de líder necesitamos para abordar el desafío educativo en España. Principalmente que sepa escuchar y, sobre todo, entender que no se trata de vencer, sino de convencer. Esta vez no se trata de un reglamento, una medida pun-

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tual o un cambio de asignaturas. Las incontables refor-mas educativas que se han hecho han terminado por quedar reducidas a simples arañazos en la superficie. En este nuevo escenario, futuro presidente, las competen-cias políticas de la cartera de Educación no las puede asumir nadie más que tú. Si no, no va a haber quien se crea que se trata de una cuestión de Estado, de un reto que nos implica a todos, al igual que en otros momentos clave de nuestra democracia.

Siempre que en España hemos tenido «superminis-tros» lo han sido de economía. Pues bien, hoy el papel crucial de la economía lo desempeña la educación. Así que nos vendría muy bien a todos que esa cartera no sea una «maría», usando el argot escolar, y que se la entre-gues al mejor de tu equipo para que tu visión comience a concretarse lo antes posible. Será la mejor manera de animarnos a los demás a apostar por ella con todo nues-tro entusiasmo o a vencer las resistencias y obstáculos que surgirán a lo largo del proceso.

Sería ilusorio pretender que una tarea tan ambiciosa se pudiera llevar a cabo sin ningún tropiezo. Pero ahí sí que hago valer mi experiencia como educadora. Atrévete a equivocarte, porque te aseguro que es la única manera de aprender. Y porque no te vas a equivocar tú solo. Somos muchos los que queremos acompañarte en eso. Directores de centros, profesores, padres y madres, educadores, psi-cólogos, sociólogos, economistas y, sobre todo, niños y ni-ñas, jóvenes, nuestros alumnos, que están deseando volver a creer en lo que siempre ha sido la esencia de la educa-ción: guiar a los niños hasta una vida adulta que sea ver-daderamente suya, la que ellos quieren, la que ellos nece-sitan, la que ellos se merecen, sin más limitaciones que las que la realidad les presente, ni una más.

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La situación es más compleja de lo que parece a sim-ple vista, por eso en las siguientes páginas te voy a deta-llar cómo la veo y qué considero, desde mi experiencia de toda una vida en el mundo de la educación (como hija de profesores, alumna, profesora, directora y madre), que se puede y se debe hacer. Seguro que hay otras opiniones y otras opciones, pero aquí tienes las mías. Porque, para afrontar la situación, todos tenemos que dar un paso al frente, y yo he decidido hacerlo con esta carta-libro.

Todavía no tienes rostro ni sexo, pero espero que, seas quien seas, entiendas la esencia de lo que te quiero transmitir. Y si tienes alguna duda, haz lo que muchos hacemos cuando nos preguntamos por qué seguir pe-leando por la educación en la que creemos: entra en un colegio y métete en una clase o echa un vistazo desde fuera sin que te vean. Y mira a los niños y niñas allí sen-tados, atendiendo a la lección (o quizás no tanto, no te garantizo nada). Míralos y piensa que todavía pueden confiar en alguien que les demuestre que, de verdad, son lo más importante del mundo que algún día nos gustaría tener.

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