Ponencia CIES

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Ponencia CIES Hoy que en México vivimos una sistemática violencia por parte de los medios de comunicación, pero también por parte del estado y sobre todo por parte del sistema neoliberal, ante el cual la vieja y tal vez utópica noción de estado, ese que se suponía había sido fabricado para garantizar los derechos de los ciudadanos, ha ido derrumbándose, es muy importante plantearnos las formas de escuchar los efectos de estos acontecimientos en la singularidad del caso por caso. El psicoanálisis que en su nacimiento se forjó como una práctica aparte de la psiquiatría, no puede hacerse de la vista gorda, ante la pregunta de los actos considerados por el derecho y por la sociedad como delictivos. Y no sólo eso, sino que este tipo

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Hoy que en México vivimos una sistemática violencia por parte de los

medios de comunicación, pero también por parte del estado y sobre todo

por parte del sistema neoliberal, ante el cual la vieja y tal vez utópica

noción de estado, ese que se suponía había sido fabricado para garantizar

los derechos de los ciudadanos, ha ido derrumbándose, es muy

importante plantearnos las formas de escuchar los efectos de estos

acontecimientos en la singularidad del caso por caso.

El psicoanálisis que en su nacimiento se forjó como una práctica aparte de

la psiquiatría, no puede hacerse de la vista gorda, ante la pregunta de los

actos considerados por el derecho y por la sociedad como delictivos. Y no

sólo eso, sino que este tipo de acciones lo cuestionan en cuanto a su ética.

Es decir, en cuanto a su posición en relación a la moral, al derecho, a la

justicia, y a la Ley.

La presentación que hemos preparado para el día de hoy, parte de la

exposición de un caso. Nos pareció una buena forma de tratar las

problemáticas mencionadas anteriormente.

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(Presentación breve del caso)

La presentación que hacemos se remite a la fabrica de casos que se

diferencia de la presentación de una viñeta clínica o de un caso en curso

porque es un trabajo minucioso de investigación histórica.

Me voy a centrar en cómo el sujeto del inconsciente se diferencia

radicalmente del sujeto del conocimiento y del sujeto del derecho y cómo

entonces el psicoanálisis no puede caer en la inercia de convertir al sujeto

en un objeto de estudio. Eso es lo que sucede con la presentación de

casos. Eso mismo le sucedió a Freud al construir sus grandes casos y en

ocasiones, en aras del conocimiento, hacer de sus pacientes objetos. El

caso extremo es el caso del Hombre de los Lobos, quien años después se

vendía como el famoso hombre de los lobos.

Es bien sabido que ya Lacan en su seminario del (59) dedicó un año

entero al problema de la ética del psicoanálisis y que para despejar el

camino, partió, como lo hace frecuentemente, de los planteamientos

filosóficos de Aristóteles y de Kant en relación al bien. Aristóteles en su

conocido texto La ética a Nicómaco plantea la cuestión de la siguiente

manera: “el bien es aquello a que tienden todas las cosas”. Es decir, el bien

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como el fin último de todas las cosas. Hay que señalar que el estudio de

Aristóteles contextualiza el problema dentro de la ciencia política. Sin

embargo, en el capítulo VII Aristóteles explora en la naturaleza del placer.

Según Aristóteles, todos los humanos tendemos a buscar al placer y

aunque hay formas de dominarlo de manera racional, no existe un

hombre totalmente incontinente. La continencia para Aristóteles es

voluntaria y racional, pero la incontinencia no es voluntaria. Bien y placer

no son lo mismo y que el placer en su relación con el dolor tampoco es

necesariamente malo. El placer también es el bien, siempre y cuando no

sea un placer que domine y oscurezca la razón. La ética aristotélica

desemboca entonces en una forma de pensar el bien que no desconoce

las pasiones y lo “irracional”, pero que se apuntala en la razón como la vía

para alcanzar la felicidad, pero sobre todo el estudio Aristótelico es un

estudio político en el sentido de que se trata del bien en términos de la

convivencia con los otros. Y si bien, a más de dos siglos de distancia la

ética aristotélica nos puede parecer un tanto ingenua, no por eso hay que

dejar de reconocer la exploración que Aristóteles realiza, la cual, dio

pauta para que la idea propia de la modernidad de que todo lo que existe

tiene que ser racional se afianzara de tal forma que la definición de

individuo quedara completamente atrapada en esta visión. Kant, quien

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también contribuyó fuertemente en esta construcción, lo hizo sin

embargo de tal forma que como dice Lacan formuló un estado de cosas de

carácter obligatorio. Es en la crítica de la razón práctica, texto que es

posterior a la crítica de la razón pura, donde el filósofo de Koninsberg

intenta responder a la pregunta de qué debo hacer, (recordemos que la

primera crítica se desprende de la pregunta qué puedo conocer) Kant

plantea su famoso imperativo categórico que se puede sintetizar de la

siguiente manera: Obra de tal forma que lo que hagas sea bueno para

toda la humanidad. De esta manera, Kant introduce el universal positivo

brutalmente en la práctica y condena la singularidad al lugar de la

sumisión al universal. Es por esto mismo que Lacan en su texto Kant con

Sade establece la relación entre estos dos, lo cual le permite decir que el

imperativo categórico en realidad conlleva un sadismo que obtura la

posibilidad del deseo. Que Sade escriba deteniéndose en los detalles más

pequeños de las fantasías de sometimiento y tortura del otro no lo hace

más libre. En realidad muestra una lógica que perpetúa la necesidad de

un amo e incluso sostiene la idea de Dios, cosa que Kant mismo habría

tratado de superar cuando en su texto Qué es la ilustración planteaba que

la humanidad había llegado a un momento de madurez donde sus

acciones se regirían, no por lo que Otro le dicte, sino por los caminos que

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lo lleve la razón en su ejercicio de reflexión. Cosa nada sencilla, decía

Kant, porque para hacer uso de la razón es necesario cierto coraje, cierta

valentía para aceptar, asumir y llevar al acto el resultado de su práctica.

Sin embargo, lo que Kant no pudo preveer fue que su salida, quizá por ser

menos visible, se convertiría en realidad en un grillete más pesado aún

porque este imperativo en realidad es mucho más próximo a las voces

superyoícas freudianas. Es aquí donde los trabajos Freudianos adquieren

una insospechada pertinencia porque subrayan la precariedad de la

condición humana al explorar el carácter resbaladizo del placer, ya que no

tiene una medida universal y ya que en realidad se configura

intrínsecamente a partir del dolor y tiende a él. En su Más allá del

principio del placer, Freud ejemplifica esto con los pacientes que al volver

de la guerra sueñan una y otra vez con aquellas situaciones como si

hubiese cierto grado de placer en el rememorar aquello que fue tan

doloroso. Lo cual rompe su esquema del principio de constancia y la

tendencia del organismo al cero, y abre entonces una dimensión que

hasta entonces no había sido contemplada y que resulta un tanto oscura

simplemente porque excede los esquemas racionales. Y entonces, ubica la

práctica del psicoanálisis precisamente en esos lugares ante los cuales las

coordenadas racionales planteadas por Kant, como formas de ganar

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terreno ante la oscuridad de la superstición, se convierten en los

calabozos del síntoma.

Por eso para Lacan, Kant está más cerca de Sade que de Freud, pues no

hay mucha diferencia entre el imperativo categórico y el cada cual tiene

derecho a gozar de cualquier prójimo como instrumento de nuestro

placer de Sade. En ambos se trata de una misma fórmula de sometimiento

al universal a costa del deseo y Sade en realidad se encuentra igualmente

encadenado aunque a primera vista parece haberse liberado de la moral.

La ley que se construyó con algunos de estos elementos Kantianos, no se

detiene a pensar estas cuestiones porque está hecha pensando en que una

sociedad racional sería una sociedad más avanzada, más ilustrada y más

feliz y no se percata que en realidad deja poco lugar para el deseo. Es

decir, para Kant para ser ciudadano y tener voz es necesario someterse a

una serie de cuestiones que no son negociables como pagar impuestos,

por ejemplo. Pero la ley de la que hablamos en psicoanálisis, no es

precisamente la misma, puesto que se trata de la contraparte del deseo. Si

bien en Tótem y Tabú, Freud planteó que la Ley es necesaria porque

posibilita el nacimiento del deseo, es importante ubicar que no se trata de

el mismo estatuto de necesariedad. Para Freud se trata de la prohibición

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como corte para movilizar el deseo. En ese sentido, para Freud, Ley y

deseo son dos caras de una misma moneda. No existe el deseo sin Ley,

pero la Ley de la que hablaba Freud no era la Ley jurídica en tanto garante

de la moral o protectora de la propiedad privada ni nada por el estilo, sino

la Ley como garante de la prohibición del incesto. Es decir, la Ley que está

hecha con material que no se encuentra accesible para nuestra conciencia

que sin embargo, posibilita la instauración del sujeto hablante. De ahí que

la prohibición del incesto sea tan importante y que el padre, en tanto que

triangula la relación con la madre sea capital para la organización

psíquica, pero esta triangulación llamada edípica tiene diferentes

dimensiones y no se refiere únicamente a una cuestión concreta del padre

y la madre en tanto personas, sino de las funciones que estas personas

cumplen, de los lugares que ocupan.

En realidad el mito del Edipo es leído por Lacan como una experiencia

analítica porque al final renuncia a las apariencias y accede a su verdad,

atraviesa el umbral que le permite otro tipo de visión que no es la visión

sensorial que le permite atravesar la angustia y acceder al deseo. Así que

no hablaríamos en psicoanálisis de una transgresión de la ley jurídica y

luego culpa (claro que no se excluye que eso suceda), sino que

hablaríamos de un dispositivo que está hecho para localizar el deseo y

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darle salida. La única culpa entonces es la de no haber actuado conforme

al deseo.