Poesía Juglaresca y Juglares_Menendez Pidal_1.962_Madrid_Ed. Espasa-Caspe S.A._RESUMEN

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POESÍA JUGLARESCA Y JUGLARES – Ramón Menéndez Pidal (1.962) LOS JUGLARES EN GENERAL ¿QUÉ ES UN JUGLAR? Menendez Pelayo dice que la juglaría era el modo de mendicidad más alegre y socorrido. Juglares eran todos los que se ganaban la vida actuando ante un público, para recrearle con la música, con la literatura, con la charlatanería, los juegos de mano, el acrobatismo, la mímica, etc. La juglaría, en un primer momento significa el menester propio del juglar, o la diversión propia que ellos proporcionan, mientras que en un segundo momento pasa a significar burla, chanza. Los tipos de juglar: En España, las primeras menciones del nuevo nombre son de los primeros años del siglo XII, en que aparecen juglares en Sahagún y en la Corte de León. Sin embargo, durante la época de Carlomagno y con posterioridad también, juglares bárbaros y musulmanes influyeron notablemente con los de las cortes de la Europa Occidental. Los juglares españoles y los poetas musulmanes se asemejaban bastante ya que ambos viajaban, servían de mensajeros, recibían oro y vestidos como don. En Francia, en el siglo XI surge una nueva manera de denominar a los juglares más cultos y no ejecutante: trovador. Sin embargo, el sentido de ambas

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POESÍA JUGLARESCA Y JUGLARES – Ramón Menéndez Pidal (1.962)

LOS JUGLARES EN GENERAL

¿QUÉ ES UN JUGLAR? Menendez Pelayo dice que la juglaría era el modo de mendicidad

más alegre y socorrido. Juglares eran todos los que se ganaban la vida actuando ante un

público, para recrearle con la música, con la literatura, con la charlatanería, los juegos de

mano, el acrobatismo, la mímica, etc. La juglaría, en un primer momento significa el

menester propio del juglar, o la diversión propia que ellos proporcionan, mientras que en

un segundo momento pasa a significar burla, chanza.

Los tipos de juglar: En España, las primeras menciones del nuevo nombre son de los

primeros años del siglo XII, en que aparecen juglares en Sahagún y en la Corte de León. Sin

embargo, durante la época de Carlomagno y con posterioridad también, juglares bárbaros

y musulmanes influyeron notablemente con los de las cortes de la Europa Occidental. Los

juglares españoles y los poetas musulmanes se asemejaban bastante ya que ambos

viajaban, servían de mensajeros, recibían oro y vestidos como don. En Francia, en el siglo

XI surge una nueva manera de denominar a los juglares más cultos y no ejecutante:

trovador. Sin embargo, el sentido de ambas voces era bien diverso desde su origen: el

juglar se ganaba la vida cantando versos ajenos mientras que el trovador, aunque cantase

en público a veces, no lo hacía por oficio y era el poeta de las clases más cultas; era social

e intelectualmente superior al juglar. A menudo el trovador nombra en su canción al juglar

por él encargado de difundirla; a veces el trovador escarnece en la canción a su juglar, el

cual se complacía humorísticamente, como alguien aficionado a la sátira.

Juglares buenos y juglares malos: El primero se esfuerza cada día por adelantar en

su oficio, se encarga de cantar siempre canciones de trovadores buenos según el arte,

poseyendo las tres condiciones de la juglaría: donaire, voz y fiel memoria para que sus

versos luzcan sin que alteren las perfecciones del trovador. El segundo tiene conversación

triste y aburrida, y en vez de tañer las cuerdas de la cítara, las rasca sin ganas, en vez de

cantar, grita y desafina, con la voz cascada estropea las rimas y el metro que creó el

trovador.

Los nombres: En España denominaban juglares a los que tañen instrumentos,

remendadores a los que imitan, segrieres a los trovadores que van por todas las cortes, y

cazurros a los que faltos de buenas maneras recitan sin sentido o ejercitan su vil arte por

las calles y las plazas, ganando deshonradamente su dinero. Bufones llaman a los que con

cortesía y ciencia saben portarse entre las gentes ricas para tocar instrumentos, contas

“novas” o relatos poéticos, cantar versos y canciones hechas por otros.

Los segrieres: Serían los intermedios entre los juglares y los trovadores, aunque

era superior al primero. Solía ser escudero, hidalgo de última clase. Buscaba en la poesía

un medio de vida, viajando de corte en corte o acompañando las huestes del rey para

desarrollar allí su arte u oficio. Su principal cualidad artística exigida por el trovador es la

de cantar bien.

Los remendadores: Se dedican a imitar o contrahacer.

Los bufones: Son mencionados en la “Declaratió” de Alfonso X en el último lugar

como el tipo menos parecido a los juglares. En las cortes simulan que son locos y no

tienen ninguna vergüenza al deshonor.

Los ciegos: El Arcipreste de Hita sostiene que la juglaría del ciego es de la última

clase y que se destacan cuando el desprestigio del juglar era extrema.

Los clérigos: Significa el que ha recibido órdenes sacerdotales o el que

simplemente estudia para recibirlas. Las “Partidas” prohíben a los clérigos hacer juegos de

escarnio ante el público y, más adelante, el “Concilio de Tarragona” los vuele a prohibir

como juglares y mimos.

Las juglaresas: Se las ven en los palacios de los reyes y de los prelados, lo mismo

que en las diversiones del pueblo. En el siglo XIII es el tipo más corriente de la mujer

errante que se gana la vida con la paga del público. Tipo análogo era la soldadera.

Diversas clases de juglares e instrumentos que tocan: La clasificación más corriente de

juglares está fundamentada en el instrumento de que son especialistas.

En primer lugar se debe colocar a los violeros, principales juglares de clerecía. Es la

vihuela el instrumento más nombrado, más descripto y más reproducido en libros y en

obras de arte medievales; era un violín que comúnmente se tocaba con arco o que se

punteaba con una pluma.

En segundo lugar hay que poner a los cedreros que tocaban la cedra y los cítolas

que tañían la cítola. Tanto uno como otro instrumento eran una continuación de la

cythara usada por los griegos y romanos. De la misma palabra deriva el nombre guitarra.

Estos tres instrumentos de cuerda (vihuela, cedra y cítola) eran los más comunes.

También deben mencionarse los tromperos y los tamboreros. Son de una clase

inferior a los mencionados anteriormente por quedar extraños a la literatura y ser músicos

de menor categoría, dedicados a instrumentos de viento y de percusión. No eran solistas

sino que tocaban en bandas llamadas “coplas”. El fuerte sonido de los tambores y de las

trompas hacía que en los grandes concursos de juglares que se reunían para las

festividades, estos músicos fueran relegados a un lugar alejado para que no taparan el

sonido de los instrumentos más delicados.

El juglar ante su público: El juglar divertía a todas las clases sociales, desde las más altas

hasta las más bajas. De acuerdo a este criterio, se pueden dividir a los juglares como

aquellos que se dedican a divertir a una clase menor, herederas de los mimos y aquellos

que divierten a la otra más noble y que deriva de los bardos y los escaldas. Los reyes eran

el público que más perdía puesto que por escucharlos, con frecuencia perdían grandes

negocios. Desde mediados del siglo XII se tienen noticias de juglares adscriptos al servicio

especial de la corte de los reyes de Castilla. A pesar de ello, el oficio no podía sostenerse

solo a costa de los reyes, y entonces el juglar viajaba de corte en corte visitando los

castillos de los infanzones y caballeros o yendo a las casas de ellos en las ciudades.

Los señores se servían de todas las habilidades que los juglares tenían. Para las

damas se valían del atractivo de ser el divulgador de los loores del enamorado que lo

“contrataba”. Los clérigos también tenían sus juglares (por lo general soldaderas).

También los municipios se valían de juglares: había juglares asalariados, adscriptos al

servicio de una ciudad. Además juglares de puesto fijo, al servicio de los trovadores, ya sea

en el palacio de los reyes o grandes señores o en el municipio, que cobraban un sueldo y

paño para vestir, o en cebada y vino. En relación a los dones, los mismos eran muy

diversos y variaba según el público que los otorgaba: los reyes los recompensaban con

casas y heredades, franquezas y exenciones de toda clase; mientras que lo que

ordinariamente recibía de su público era dinero, víveres o ropas, pudiendo también recibir

la comida diaria. Así, el juglar favorecido por su público, ganaba bastante como para

mantener criados a su servicio.

La presencia juglar en las bodas eran tan indispensable como la del cura; lo mismo

en otras fiestas religiosas. Acompañaban a los señores y a las darias en sus viajes, para

cantar durante el camino y en las estadas y/o tocar las trompas y los tambores. Acude

también a paliar el sufrimiento de los enfermos.

Carácter internacional de los juglares – Viajes: Así como los cantores árabes recorrían el

mundo musulmán desde el oriente hasta Andalucía, los juglares también viajaban para

buscar y variar su público, intentando una comunicación de su producción poética y

musical. El juglar pobre viajaba a pie y su equipaje se reducía a una vihuela y un libro, que

era el manuscrito del poema o de las poesías que cantaba. Por lo común, hallaba grata

acogida entre los señores y entre los humildes, y no tenía que preocuparse por el

alojamiento puesto que significaba para los moradores un regocijo producto de romper la

monotonía de la casa. El juglar que viajaba “por las cortes” solía presentarse en éstas con

alguna misiva de un caballero o trovador, provisto de cartas recomendatorias. Estos viajes,

realizados por los juglares errantes o por los servidores de una corte, daban a la juglaría

un carácter de abierta internacionalidad, poniendo en comunicación literaria las regiones

y reinos de la península. Tanto los poetas juglarescos castellanos como los portugueses y

los franceses, emprendían viajes muy variados y extensos. Estos últimos trasponían los

Alpes guiados en peregrinación a Roma. La influencia de la juglaría musulmana fue muy

grande: los juglares musulmanes de Arabia, Persia, Siria y Egipto tuvieron acceso entre los

musulmanes andaluces desde la época del califato de Córdoba, dando lugar a la creación

de escuelas de juglares, siendo la más famosa la Escuela de Úbeda por sus doctos músicos

y la destreza en los juegos de espadas y cubiletes y por sus danzaderas. Los juglares

músicos viajaban más que los otros ya que su arte se difundía sin traba para ser

comprendido en cualquier parte (a diferencia de los juglares de voz que veían limitado su

accionar al idioma de país extranjero). En este aspecto lingüístico, el recorrido de corte en

corte y de mercado en mercado logra hacer florecer en regiones muy apartadas entre sí

aquellos tipos literarios más importantes.

LOS JUGLARES EN ESPAÑA

1. Juglares de lírica cortesana:

Época primitiva hasta el año 1.130: Hasta el siglo XII no se hallan noticias de este

tipo de juglares, solo las fantaseadas por los poetas en obras posteriores. Se

supone que las bodas del conde Fernán Gonzalez de Castilla “avía í muchas cítulas

e muchos violeros…”, y que en las segundas bodas de las Hijas del Cid Rodrigo Diaz

de Vivar, el noble caballero fue a “dar muchos paños a juglares”, describiéndose la

circunstancia de la siguiente manera: “fazien muchos juegos et daban muchos

paños e sillas e guarnimientos nobres a los joglares”.

Predominio de la juglaría occitánica. 1.135 – 1.230: En la corte de Alfonso VII El

Emperador, figura un juglar llamado Pallas que ejercía una primitiva poesía gallega,

hoy perdida. A la par de esta poesía, en la corte del mencionado rey oficiaban

otros provenientes de Galicia y que en las cortes de San Fernando y de Alfonso X

hicieron florecer los cantares de amigo y las cántigas de amor o de maldizer. La

manera de introducirse en las cortes también podía ser a través de sus misivas

amorosas, como por ejemplo el caso de Raimbaut, señor de Orange (1.150 –

1.173), quien enamorado de la condesa de Urgel sin haberla visto nunca, solo por

el gran bien que de ella había oído decir, encomendó a su juglar Rossignol la

canción que enviaba a modo de obsequio a su amada. La poesía occitánica alcanzó

gran difusión entre la aristocracia castellana, manifestando mayor éxito en el

momento en el cual el reino se vio amenazada por la invasión de los almohades. Se

conocen los oficios y el arte del célebre trovador catalán Hugo de Mataplana que

junto a su rey Pedro II combatió contra los almohades en las Navas de Tolosa. Con

respecto a los lugares que los juglares de esta época recorrían, fuera de Aragón y

de Castilla, y en menor número de León, no se conocen noticias de éstos en las

cercanías de Portugal. Por el contrario, gracias a la abundancia de textos

provenzales conservados, se sabe que juglares franceses y catalanes en cantidades

considerables, recorrían las cortes de oriente y el centro de España. Respecto de

los reinos de Castilla y León nada se sabe del arte propio de una turba de juglares,

pero se puede suponer que no se considere un arte cortesano sino propio de los

burgueses entre los cuales vivían. Los juglares castellanos propagarían además

otras poesías más populares como los villancicos, parecidos a las serranitas

compuestas posteriormente por el Arcipreste de Hita.

Florecimiento de la juglaría gallega. 1.230 – 1.330: Con la muerte de Alfonso VIII y

con los infortunios de Enrique I y de San Fernando, la corte castellana dejó de

atraer a trovadores y juglares provenzales, estos últimos en evidente decadencia.

Alfonso X, cuyo reinado ocupó las décadas finales del siglo XIII, reaccionó a favor

del arte occitánico, ya que se reconoció aficionado a toda clase de artistas. Los

juglares gallegos eran en parte discípulos de los provenzales, situación que se

evidencia en la abundancia de caracteres tradicionales y populares y que

ejemplifican Pero da Ponte que con frecuencia se dirige a su público para

compartir su lírica. En la corte de San Fernando se destacaba la poesía gallega con

tonos técnicos, la que era practicada por los trovadores de Galicia, altamente

estimados por las damas e inaccesible a las gentes incultas, incapaces de apreciar

este arte. Se dedican entonces estos juglares al tambor y tromperos.

Otro género popular en el que se distinguen como originales los juglares

gallegos es en el de los Cantares de Amigos. Estas poesías puestas en boca de la

enamorada escaseaban en otras literaturas y abundaban en la gallego-portuguesa.

Las estrofas irradian alegría y esperanza y es más sencilla en su forma que la de los

trovadores. El trovador gallegoportugués aspira a mantener su personalidad e

influencia, siendo motivo de inspiración posterior de los poetas cortesanos. Se

destaca la soldadera María Pérez Balteira, quien estuvo de moda en la corte del

Rey Alfonso X El Sabio ya que todo lo que ella hacía caía en gracia y era motivo de

chacotas.

A la par de estos juglares que recorrían las cortes de los “dos Alfonsos” (X

de Castilla y III de Portugal), había otros, simples cantores e instrumentistas,

mantenidos a sueldo fio en la casa del rey. Se conoce a uno de estos llamado Cítola

por el instrumento musical que profesaba. Se puede ejemplificar la corte literaria

del Rey Alfonso X de Castilla: Habían juglares y segreres gallegos ejecutando finas

canciones de amor, melosas cántigas de amigo o feroces mandecires; al lado

estaban los provenzales que se esmeraban en la canción conceptuosa y de

actualidad; estaban además los juglares castellanos que descollaban con las gestas

heroicas que los cronistas del rey escuchaban atentamente para incorporarlas a la

historia nacional; al palacio eran convidadas a comer las soldaderas de fama

escandalosa; al margen de estos juglares españoles se destacaban otros moros y

judíos, especialistas en instrumentos determinados…

Cuarta época de desarrollo de la lírica castellana y decadencia de la juglaría lírica

en general. 1330 – 1.450: Mientras la juglaría de tipo occitánico decaía en Aragón,

vemos que en el centro de la península se levanta la lírica castellana. Los juglares y

cantaderas eran buscados tanto para divertir las fiestas públicas profanas como

para solemnizar en las iglesias las vigilias de los santos, como también para

prodigar alegría en los banquetes señoriales y mitigar la tristeza de los enfermos.

Hemos de considerar al Libro del Buen Amor como el monumento más

grande que la poesía juglaresca, no épica, produjo en la Eda Media. En la primera

edición de poema pertenece a la poesía lírica castellana, mientras que la segunda

edición se ven trozos doctrinales, fábulas, consejas y enxiemplos que van a

menudo entreverados con cantares profanos o religiosos. Ambos elementos, el

biógrafo moral y el lírico, daban variedad a la exposición de la obra en público: la

narración o disertación en metro largo de cuaderna vía sería recitada por un juglar,

mientras que las cántigas o trovas intercaladas serían cantadas. Es forma muy

apropiada para la poesía popular, para el canto coreado: el juglar solo entona los

cuatro primeros versos de la mudanza o glosa, y con la rima de la “vuelta” da

entrada al coro, compuesto de oyentes, para que canten en común los estribillos o

villancico que constituyen el tema central de toda la composición y tiene la rima de

la vuelta. Parecería que para ese entonces, la poesía lírica de la corte no estaba

destinada a que sea realizada por los juglares, y se comenzaba a desarrollar a

través de los clérigos u oficiosos de la clerecía. Comienza a componerse cantares

de amigo para dejar de ocuparse de canciones amorosas trovadorescas, que

desaparecen de los palacios (el trovar se había convertido para muchos en un

oficio palaciego que se sostenía de los dones recibidos).

Como consecuencia de las circunstancias mencionadas, el juglar ofrece ya

poco interés y el nombre mismo va quedando anticuado: se usaba mucho más en

la corte de Navarra, pero en Castilla se prefería la voz de ministril para designar al

músico de las fiestas elegantes. En cuanto a los poetas palacianos, rechazaban el

nombre de juglar y se hacen llamar trovador. Los grandes señores tenían ahora

trovadores asalariados; el juglar cantaba la poesía lírica entre el pueblo, pidiendo

su soldada en los mercados y por puertas.

Los juglares cazurros en particular: En España se llamaban así a los juglares por

menosprecio para designar a aquellos hombres faltos de buen porte, que dicen

versos sin argumento, que por calles y plazas ejercitan vilmente su repertorio, sin

regla alguna, ganando un mal salario en vida deshonrada. Cazurría era toda gracia

disparatada e inconveniente, sea pesada o chabacana, alarmando, por ende, a la

Iglesia. Los ciegos, los escolares y demás tipos ajuglarados que andaban de puerta

en puerta, consumían los poemas de los cazurros.

2. Juglares de poesía narrativa: No se conoce ni se conserva ningún nombre propio

ni una sola anécdota que ayude a comprender una obra narrativa. Esta oscuridad

que envuelve a los juglares de gesta no proviene de que ellos o sus obras fuesen

menos estimados o mereciesen menos atención; lejos de eso, tuvieron más

acogida en la casa de los reyes y los caballeros y su obra fue considerada digna de

un destino mucho más alto que su similar lírica. La mayor abundancia de noticias

referentes a los juglares líricos proviene del hecho que en la lírica el autor suele

cantar de sí mismo y de sus impresiones ante la vida que lo rodea, mientras que los

juglares de gesta se aplicaban a la narración objetiva e historial, muy alejados de la

vida cotidiana. Mientras el autor de lírica no quiere llamarse juglar, la poesía épica

no se atribuye sino a él.

El representante más grande de esta poesía épica es la Primera Crónica

General de España que mandó a componer Alfonso El Sabio, y que es para la

poesía narrativa lo que los Cancioneros son para la poesía lírica. Los juglares de

gesta eran los únicos dignos a los ojos de la moral eclesiástica, la que los exceptúa

de excomunión.

Época primitiva hasta 1.140: Hemos de ver en la novela “La hija del conde

Julián”, tal como aparece en el siglo XI, la primera narración conservada de un

juglar español (con rasgos mozárabes). En contrapartida, las Chansons de geste

francesas eran relatos de mucha más extensión que los relatos españoles en uso.

Estos juglares primitivos cantaban luchas interiores de las familias señoriales

castellana, venganzas feroces, guerras intestinas, aventuras de traición y de

infidelidad, o de amor y honra. La idea de cantar luchas heroicas nacionales recién

se origina después de la invasión almorávide, hasta que el Cid conquista a Valencia

y triunfa el espíritu de las Cruzadas.

En Francia, por el contrario, la épica había alcanzado un desarrollo mucho

mayor: la Chanson de Roland, escrita hacia el 1.080 cuenta con unos 4.000 versos.

Época de florecimiento de las gestas. 1.140 – 1.236: El Cantar del Mío Cid

se escribió hacia 1.140 por un juglar anónimo que era natural de Medinaceli,

ciudad fortísima, recién ganada, en la frontera con los moros, suponiéndose de

origen mozárabe, criado entre los musulmanes de aquella comarca recién

conquistada por los cristianos. Al dividir en varias partes su poema, el juglar de

gesta procura crear un ambiente de suspensión del interés, lo mismo que el poeta

dramático realiza al final de un acto. El juglar de Mío Cid no pide don ninguno y

refleja el carácter andariego y su afición a describir marchas y viajes, con detalles

de su itinerario, conocedor evidente de la región por la que anduvo. Una diferencia

notable entre los juglares españoles y los franceses es que los primeros cantan

sobre lo sucedido recientemente, mientras que los últimos narran respecto de

hechos sucedidos hace ya mucho tiempo. Otra distinción entre los juglares de

gesta de una y otra nación está determinada por el tamaño, el metro y la técnica

utilizados: la poesía épica francesa es más extensa que la española, su metro es

más perfecto y asonante, mientras la española es popular y desprovista de técnica.

Los juglares de gesta consultados por los cronistas oficiales. Lucha de

escuelas literarias. 1.236 – 1.350: La primera crónica oficial que toma los relatos

de los juglares como materia histórica es la del Tudense, compuesta hacia el 1.236

por encargo de la Reina de Berenguela, madre de San Fernando. Esta es la época

de mayor brillo de los cantares de gesta.

Con respecto a la poesía romance de los clérigos o letrados, puede decirse

que nace directamente de los juglares y que es natural que así sea porque se

constituyó en el modelo de aquellos pero escrita en lengua vulgar como también lo

hicieron los trovadores. A pesar de la superioridad de que se jacta el clérigo, ofrece

su mester y oficio a los oyentes como cualquier juglar, utilizando también fórmulas

antes utilizadas por los poetas de gesta. Esta situación da a entender que los

juglares de poesía narrativa llegó al siglo XIII revestido de más importancia y

significación que el lírico ya que imponía sus formas y costumbres a los primeros

clérigos de la cuaderna vía. En relación a esta forma de composición literaria que

fue practicada primero en Aragón, en León y en una comarca de Rioja (de origen

no castellano), fue acogida luego en las cortes de Castilla por el clérigo cantor

Fernán Gonzalez.

Pero la hegemonía castellana que cada vez se afirmaba más, trajo un

cambio significativo que se caracteriza por el hecho de que la historiografía oficial

se vuelca a lo narrado oportunamente por sus juglares. La autoridad de la poesía

de gesta radicará entonces en servir de fuente histórica y constituirse en la obra de

la tradición nacional y no el producto de una persona en particular. Si la Crónica

General no comunica ningún nombre de juglares de gesta pero sin embargo, una

vez incorporadas sus obras a ésta, no cesaron de ser conocidos y de influenciar a

los más grandes escritores de los siglos siguientes.

La segunda mitad del siglo XIII marca el momento culminante de los

juglares de gesta, siendo su importancia determinada por su colaboración en la

historia. No solamente se cantaban las gestas en las comidas solemnes sino

también ante el pueblo, que las prefería.

La segunda parte de este período, que comprende la primera mitad del

siglo XIV evidencia la decadencia de este tipo de poesía narrativa, con excepción de

los cantares de gesta. A medida que los poemas crecían en dimensiones, si sus

aventuras ganaban en interés novelesco, perdían en altura épica y en valor

histórico; el crecimiento de las epopeyas estaba supeditado al libre ejercicio de la

invención o creación que los juglares habían ejecutado, sobre todo en relación a

detalles de los recuerdos o de los sentimientos de los pueblos para los cuales

cantaban.

Decadencia de los juglares de gesta. Primeros éxitos de los juglares de

romances. 1.350 – 1.480: En la segunda mitad del siglo XIV, sólo los juglares de

gesta seguían remando para alegrar y distraer a su público. Las Crónicas tomaron

los relatos juglarescos no sólo como fuente supletoria de las historias en prosa,

sino que también les reconocieron su autoridad. Estos juglares del siglo XIV, en su

afán de renovación, llegaron al extremo de desenterrar arcaicos poemas olvidados

hace siglos y difundirlos como novedad en contraposición a las refundiciones. Para

ilustrar esta circunstancia, cabe destacar que si se compara el tipo del Cid joven

que ofrece la prosa de la Crónica de 1.344, con el hallado casi un siglo después en

la Refundición del Rodrigo hoy conservada, se puede ver que en esta última versión

la figura del héroe está notoriamente exagerada.

La decadencia de la poesía heroica era general. En Francia las chansons de

geste quedaban abandonadas a los ciegos ambulantes y mendigos que tañían la

antigua vihuela de rueda, y la afición a las gestas había cesado en las clases más

ilustradas aunque la Iglesia las seguía apoyando. En España, el éxito del refundidor

del Rodrigo nos dice que la preferencia por la poesía de gesta se extendió un poco

más. Sin embargo, la poesía heroica que los juglares españoles habían propagado

durante siglos, no volvió a escribirse ni a cantarse, sólo algunos fragmentos de

estos de ella que habían agradado más se propagaron. Las gestas o grandes

poemas se dejaron de escribir y de cantar en la segunda mitad del siglo XV pero no

por eso los asuntos heroicos dejaron de ser populares, siendo cultivados por

poetas o cantores de profesión. El abandono de la narración amplia por la breve es

indicadora de un cambio en el gusto de la épica. La extinción de los cantares de

gesta en el siglo XV se descubre cuando se observa que en las crónicas se deja de

hacer caso a los juglares de gesta para darles lugar a los romance.