Poema carolina

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Page 1: Poema carolina

De invierno

En invernales horas, mirad a Carolina. Medio apelotonada, descansa en el sillón, envuelta con su abrigo de marta cibelina y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina, rozando con su hocico la falda de Aleçón, no lejos de las jarras de porcelana china

que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño: entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris; voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis. Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,

y en tanto cae la nieve del cielo de París.

Rubén Darío.

Podemos situar este texto dentro del Modernismo literario, en tanto que participa

de numerosas de las características recurrentes en los poemas modernistas.

Los poetas modernistas manifestaban una profunda tristeza y melancolía ante la

realidad gris de su momento histórico (recordemos que el movimiento se gesta en plena

crisis finisecular). Debido a este sentimiento de hastío, y como forma de rebelión, huyen

de su realidad en el espacio y en el tiempo hacia mundos de ensueños (escapismo). En

este caso concreto, el poeta se decanta por un tema intrascendental recreándose en la

descripción de la amada en un ambiente elegante y sensual.

En relación con esta actitud escapista debemos recordar que el Modernismo

recibió una importantísima influencia del parnasianismo francés que defendía el culto a la

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perfección formal y a la belleza sensible. Por ello los poetas modernistas huyen a

mundos misteriosos, exóticos, rodeados de una elegancia exquisita aprendida de los

parnasianos. Esta actitud se observa claramente en este poema en el que se describe un

espacio en el que abundan los elementos preciosos (abrigo de marta cibelina, el fino

angora blanco, porcelana china, biombo de seda...) y exóticos ( pocelana china, seda

del Japón). Del mismo modo, este poema nos sitúa en la ciudad de París, meca de los

modernistas en tanto que simboliza el cosmopolitismo y el refinamiento.

Estas mismas ansias de belleza y armonía llevan al autor a cuidar con esmero la

forma del poema. De este modo, el poeta usa de forma copiosa la adjetivación antepuesta

para embellecer el poema y otorgarle ritmo. Así, encontramos abundante nombres

precedidos de epítetos como fino angora, dulce seño, invernales horas, sutiles filtros...

Todos estos procedimientos rítmicos, reforzados por el uso de una marcada rima

consonante, y un uso sorprendente del soneto con versos alejandrinos, que persiguen

otorgar al poema musicalidad, como una vertiente más de esa deseada armonía formal.