Podríamos Pensar Que Un Buen Inicio Surge de La Rapidez Con La Que Comienza (1)

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Valientes y educados, muchachos… valientes y educados. Podríamos pensar que un buen inicio surge de la rapidez con la que comienza, o la prontitud con la que da paso a la madurez de las cosas, pero realmente lo que hace bueno a un comienzo, es el nivel de compromiso que tiene con el fin que escoge como justificación. Con el paso del tiempo, nuestro fin podrá modificarse, los pasos intermedios podrán tomar derroteros inesperados, pero el fin con el que en un inicio nos comprometimos, marcará desde entonces a todo el proceso. Desgraciadamente, en política esto suele ser ignorado. Con frecuencia, se prefiere la operatividad continua e irracional, sin una guía en específico que ayude a dar orientación a los proyectos. En pocas palabras, nuestros políticos son terribles planeando. Antes de entrar al bajo mundo de los Congresos Locales, un horrible inicio para mi carrera política si se me permite decirlo, creía que los legisladores tenían a su lado gente medianamente inteligente encaminando las políticas públicas que nos toca vivir a los ciudadanos. Llámenme idealista, o iluso si lo prefieren, pero solía pensar que si no tenían cerebro para actuar correctamente, al menos lo tenían para seleccionar al equipo con el que trabajaban. No, así no son las cosas en este país. Aquí, son los ahijados, sobrinas, amigos de la amante y hasta hijos ilegítimos quienes suelen formar parte de ese selecto grupo de taumaturgos que diseñan nuestros reglamentos de tránsito, presupuestos de egresos o leyes de protección ambiental. Antes de responder por qué sucede así, les preguntaré ¿sabían que en la base de nuestro sistema político actual, la amistad (entendida como una interacción entre iguales) es básica para la conformación de la sociedad; lo cual implica que quienes gobiernan, lo hacen únicamente porque son exactamente iguales a nosotros? ¿No? Pues felicidades, eres uno más de esa enorme masa poblacional que ha olvidado el fin que dio origen a la política. Que olvidó el

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Valientes y educados, muchachos… valientes y educados.

Podríamos pensar que un buen inicio surge de la rapidez con la que comienza, o la prontitud con la que da paso a la madurez de las cosas, pero realmente lo que hace bueno a un comienzo, es el nivel de compromiso que tiene con el fin que escoge como justificación.

Con el paso del tiempo, nuestro fin podrá modificarse, los pasos intermedios podrán tomar derroteros inesperados, pero el fin con el que en un inicio nos comprometimos, marcará desde entonces a todo el proceso.

Desgraciadamente, en política esto suele ser ignorado. Con frecuencia, se prefiere la operatividad continua e irracional, sin una guía en específico que ayude a dar orientación a los proyectos. En pocas palabras, nuestros políticos son terribles planeando.

Antes de entrar al bajo mundo de los Congresos Locales, un horrible inicio para mi carrera política si se me permite decirlo, creía que los legisladores tenían a su lado gente medianamente inteligente encaminando las políticas públicas que nos toca vivir a los ciudadanos. Llámenme idealista, o iluso si lo prefieren, pero solía pensar que si no tenían cerebro para actuar correctamente, al menos lo tenían para seleccionar al equipo con el que trabajaban.

No, así no son las cosas en este país. Aquí, son los ahijados, sobrinas, amigos de la amante y hasta hijos ilegítimos quienes suelen formar parte de ese selecto grupo de taumaturgos que diseñan nuestros reglamentos de tránsito, presupuestos de egresos o leyes de protección ambiental.

Antes de responder por qué sucede así, les preguntaré ¿sabían que en la base de nuestro sistema político actual, la amistad (entendida como una interacción entre iguales) es básica para la conformación de la sociedad; lo cual implica que quienes gobiernan, lo hacen únicamente porque son exactamente iguales a nosotros?

¿No? Pues felicidades, eres uno más de esa enorme masa poblacional que ha olvidado el fin que dio origen a la política. Que olvidó el bien común y vota porque le dieron una despensa, una tarjeta de ayuda a su abuelita, o porque “cree que ese sí hará lo correcto”.

Eres identico a tus políticos, una causa y consecuencia del sistema que te tocó vivir. Como tú, ellos prefieren escuchar a los que conocen, a sus prejuicios, a los amigos y compañeros de toda la vida, a la poca confianza que queda detrás de la paranoia; son una copia exacta de lo que harías tú de estar en su lugar.

¿Para qué juzgarlos como juzgamos al vecino?, ¿para qué tomar en cuenta las acciones y datos? Si puedo alabar al que promete pensar en los pobres de una ciudad clase mediera para atizar mi conciencia. Cuando puedo identificarme con el que pregona unión familiar sólo para llegar a mi corazón. Si puedo escuchar al que me habla de progreso para embelesar a mi bolsillo.

¿Quién te conoce, ciudadano? ¿Para qué escuchar tus necesidades si puedo guiarme por la conciencia colectiva que habla a través de mí?, resuena en sus cabezas.

Ahora bien, si tu respuesta más arriba fue que sí, o aunque no lo supieras, tienes presente que nuestros gobernantes también sangran, ya puedes ir esbozando la solución.

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No, chairo, no es la revolución o la muerte. Es el cambio personal.

Primero, elimina de tu vocabulario la construcción “la política es _____”, di “soy la política”.

Dos, ser la política no te hace la solución a los problemas de México, no hay soluciones definitivas y alguien más puede tener la razón, al final, puede que ni en tu colonia seas mayoría.

Corolario a la dos, deja de pensar que tus pobres acercamientos al problema, son dignos del premio novel. Escucha a los demás, no eres ni de cerca el analista político que tu país merece, ni tu carrera trunca en Ciencia Política te hace autoridad.

Tres, cómprate un par de bolas.

Porque todo poder se autosustenta, y ¿qué mejor para el estatus quo, que hacerte temer a la muerte y a lo desconocido? No te voy a mentir, sí, tus gobernantes te quieren ignorante y asustado, eres más predecible y controlable de ese modo.

Llámale Elba Ester Gordillo, reforma educativa o CNTE… llámale narco, feminicidios o ayotzinapa; díle como quieras, la verdad es que para enfrentar al sistema no se necesitan marchas, se necesitan bolas. Sólo ellas te harán decir: “Aquí estoy, valiente y educado”.

Y si un chaka moneado te mata en el intento… bueno, es eso o los tacos de afuera del metro, tú decides. Al final, como dice la frase:

“No pida garantías. Y no espere a ser salvado por alguna cosa, persona, máquina o biblioteca. Realice su propia labor salvadora, y si se ahoga, muera, por lo menos, sabiendo que se dirigía a la playa”.

Recuerda que antes de levantar el dedo, tú, yo, o los gobernantes, somos iguales: Hemos olvidado el fin que hace bueno a los inicios.

P.D: “¡Pero soy optimista!...” jajaja.