Poder político y religión en China,
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1. Poder político y religión en China, de la dinastía Ch'in al ocaso del poder Han.
La religión en la antigua China es empleada como una herramienta del sistema
político, con el objetivo de establecer unos parámetros con los que regir el gobierno del
pueblo. Para este propósito, el confucianismo aparece como la forma de plantear un
ordenamiento social que pretende conseguir desde el individualismo de cada uno de sus
miembros, la transformación y la mejora de la sociedad en su conjunto. El bien colectivo
se fundamente en la evolución personal, si se alcanza la plenitud y la virtud de cada
individuo, ese cambio repercutirá en el bien común de la sociedad china.
Confucio1 establece las bases del desarrollo personal de cada individuo necesario
para alcanzar el estado de gracia. Su vida transcurrió en un periodo convulso,
caracterizado por la falta de gobierno y la generalización de la violencia y del sufrimiento
de la sociedad en su totalidad. Confucio comprende la necesidad de la creación de un
nuevo gobierno formado por gentes ilustres, apoyadas por un funcionariado íntegro y
comprometido con el desempeño de sus funciones. La vida de Confucio favorecerá la
transmisión de su mensaje, su dedicación a la enseñanza perpetuará la difusión de su
forma de entender la vida entre sus discípulos, quienes a su vez, serán los encargados de
materializar el éxito de Confucio, cuando sean ellos quienes reciban el encargo de la
dinastía Han de administrar el Imperio chino.
La reforma impulsada por Confucio propone una armonía entre el hombre, la
naturaleza, y el cosmos, por lo que no rechaza ideas religiosas tradicionales que incluían
diferentes aspectos como el Tao, el dios del Cielo, la Terra, o el culto a los antepasados,
siendo igualmente consciente de la importancia de los sacrificios y de los ritos
tradicionales chinos. Estos ritos mantenían una gran importancia en el transcurso de la
vida en China, desde el nacimiento hasta la muerte, la agricultura o la coronación del
emperador, actuando como una guía de la sociedad.
La propuesta moral y política de Confucio se muestra como un sistema de
educación capaz de transformar a cada hombre en el denominado “hombre superior” o
chün-tzu, constituido mediante diferentes principios que deben ser asumidos de forma
individual, pero como miembro de la humanidad y aceptando su condición de ser social.
Entre estos principios destacaría el Li, que significa la moralidad, las formas y los ritos,
y que se encargaría de regular las relaciones entre las personas por medio de un código
de conducta que profundiza en el pensamiento individual; el Jen significa benevolencia
1 Confucio nació en el año 551 a.C., en el periodo de dominio de China por parte de la dinastía Chou, en el
estado feudal de Lu. Su familia era originaria del Estado de Sling, desde donde habían emigrado los
antepasados de Confucio. A los treinta años de edad, Confucio comenzaría a aceptar discípulos. A lo largo
de su vida, visitó los Estados de Sung, Cheng, y Chu, entre otros, ejerciendo los cargos de jefe del granero
público en Lu, y el de ministro de justicia. Tras ausentarse del Estado de Lu a lo largo de doce años, allí
volvería para dedicar sus últimos cinco años al estudio, y fallecer en el año 479 a.C. SAZ-OROZCO, C.,
1967, pp. 71.
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y humanidad, basada en el respeto a cada persona indistintamente de su condición o su
posición en el conjunto de la sociedad; el Hsiao, que significa la piedad filial. Estaría
determinado por la obediencia como elemento vertebrador de las relaciones personales,
tanto entre los distintos miembros de la sociedad, como en el seno de las relaciones
familiares; el I sería el deber, la virtud y la honestidad, que determina la anteposición del
bien sobre el beneficio individual de cada persona.
El confucianismo asimiló e intentó revitalizar los denominados “cinco deberes” o
“cinco relaciones”, presentes en la cultura China desde la dinastía Xia (Hsia, 2140-1711
a.C), y que destaca diferentes aspectos éticos de la vida, como la relación necesaria de
justicia que debe imponerse entre el príncipe o los gobernantes, y el conjunto de sus
súbditos; la relación de respeto mutuo que se establece entre padres e hijos; la relación
entre hombres y mujeres; las relaciones entre los ancianos y los jóvenes basadas en el
respeto y la veneración, así como por diferentes normas de comportamiento; junto con la
relación de lealtad presentes en la amistad. De la misma forma, Confucio basa este
sistema de relaciones sobre principios fundamentales, y que serán la piedad, junto con la
ley o principio ético de la reciprocidad.
Estas bases del confucianismo quedarán recogidas en diferentes textos atribuidos
por sus discípulos a la propia figura de Confuncio, y que servirán para marcar el camino
entre los partícipes de su doctrina. Estas obras estarán organizadas en dos grandes
conjuntos, los cinco clásicos y los cuatro libros. La compilación de más antigüedad es la
conocida como los cinco clásicos, y que en origen, estaría compuesta por un total de seis
obras, de las cuales, el denominado Libro de la música o Yüeh Ching, resultó desaparecido
en el transcurso del mandato del emperador Ch’in Shih Huang-ti, a causa de la
persecución a la que se vieron sometidas distintas obras el año 213 a.C. Entre los cinco
clásicos destaca el I Ching o Libro de las mutaciones. Esta obra consiste en un tratado de
adivinación, en el que se contienen los distintos sistemas de adivinación, así como los
mecanismos necesarios para su interpretación. De igual manera, este texto profundiza en
la moral confuciana por medio de consejos y explicaciones para cada individuo; el Shih
Ching o Libro de las odas, está compuesto por un total de 305 poemas redactados en los
periodos Chou y Shang; el Shu Ching o Libro de historia, narra una serie de
acontecimientos relacionados con los antiguos emperadores; el Li Chi o Libro de los ritos,
aporta el conocimiento sobre el funcionamiento de la corte, y sobre los ritos funerarios,
la magia, la educación o la moral; el Ch’un-Ch’iu o Anales de la primavera y el otoño,
narra el periodo entra los siglos VIII y V a.C. Por otro lado, destacarían los llamados
cuatro libros o Ssu Shu, que se componen de dos libros que recogen fragmentos del Li
Chi, junto con otros dos libros, uno sería el Analectas o Lun-Yü, que recoge comentarios
y diálogos de Confucio, y el Meng-tzu, que recibe el nombre de su autor, que vivió entre
los años 371 y 289 a.C. y en la que se recogen gran parte del conjunto de sus obras.
El poder político chino acogerá el pensamiento desarrollado por Confucio,
aplicando su filosofía a la administración desde el siglo II a.C. y bajo el amparo de la
dinastía Han Anterior2, en especial, desde la oficialización realizada por el emperador
Wu-ti, pero con una aceptación desde los años del propio Confucio, por parte de
determinados señores feudales y funcionarios afines a sus enseñanzas. Desde ese
2 “El confucianismo agnóstico llegó a ser, de hecho, la religión (si así puede decirse) o la filosofía (si así se
prefiere) o, en todo caso, la ideología del mandarinato chino durante dos milenios y medio. Letrados y
jueces, maestros y burócratas, administradores y políticos formaban en el Celeste Imperio la clase
dominante y esta clase profesaba, con pocas excepciones, la doctrina confunciana”. CAPPELLETTI, A. J.,
1975, pp. 353.
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momento el confucianismo se convertirá en la ideología oficial del Estado chino bajo el
amparo imperial, aportando a la sociedad china una moral y una religión oficialmente
aceptada, y por la que se establece un gobierno compuesto por una élite instruida e
intelectual3. Desde la figura del emperador, se articulaba un sólido mecanismo de
hombres que componían un funcionariado organizado sobre una determinada conciencia
moral, ética y religiosa. En cierta manera, el confucianismo proponía un marcado
continuismo sobre las tradiciones y la religión anteriores a su establecimiento como
religión de Estado, ofreciendo una forma de gobierno práctico sobre una base teórica
recogida en sus textos.
En la religión oficial china, destaca por encima de cualquier otra representación
de poder, la figura absoluta del emperador, máxima expresión del poder, su figura queda
asociada al Cielo y a la Tierra como un todo, dentro de un orden cósmico en el que la vida
de los hombres debe establecerse según el tao. El emperador es el T’ien-tzu o “Hijo del
Cielo”, siendo al mismo tiempo el centro del Mundo y el sacerdote supremo. El
emperador debe seguir el mandato del Cielo o t’ien-ming, a la vez que mantener una
existencia recta y virtuosa. Su legitimidad quedaría sujeta a la obligación del buen
gobierno sobre la sociedad china, considerándose justas, todas aquellas reacciones frente
al mal gobierno del emperador, que pudieran ocasionar su caída y la de su dinastía.
Los antepasados del emperador constituyen la base de la teología oficial del
Imperio, compuesta por el Cielo (T’ien) o Señor celeste (T’ien Ti), por el gobernante
supremo o Shang Ti, y por el yang o señor del universo, de quien sus designios conocidos
mediante la adivinación, recogiéndose en los textos del I Ching, los rituales y técnicas
necesarias para este propósito. Por otro lado estaría la Tierra, entendida como la soberana
o Hou T’u, el yin. De forma conjunta, tanto el Cielo como la Tierra serían los antepasados
míticos del emperador, junto con los linajes y dinastías de los emperadores precedentes,
protectores de la dinastía reinante y sobre quienes se realizan honores y cultos en su
memoria. Como complemento al panteón principal, estarían otras divinidades como el
Príncipe mijo Chi o dios de la agricultura ̧perteneciente a la dinastía Chou, y la divinidad
denominada She, que sería el dios de todo el territorio imperial.
De forma conjunta a este panteón oficial, existe un conjunto de divinidades que
corresponden a asociaciones divinas a determinados espacios, lugares o seres vivos, que
formarían cada una de las partes de las que se compone la sociedad china. A cada uno de
ellos le correspondería una divinidad por la que se establecería un panteón estructurado a
imagen y semejanza del orden social en la Tierra. En la religión oficial imperial existe el
culto hacia determinados hombres divinizados, entre los que se englobaría a ciertos
personajes míticos pertenecientes a los antiguos relatos, y entre los que se encontraría el
primer agricultor llamado Hsieng Nung, o el primer médico de nombre Hsien I. De la
misma manera se proyectaría este culto personal hacia personas de enorme relevancia,
cuyos espíritus serían objeto de culto, entre los que se encontraría el propio Confucio
desde el año 59 d.C. De forma adicional, se produce el culto hacia los antepasados como
elemento que fomenta la cohesión de ciertos grupos sociales.
3 Para Confuncio, los elementos que determinan la pertenencia a los altos grupos sociales existentes en
China, no son innatos a cada persona. El estado de superación personal, se alcanza mediante la educación,
y como consecuencia de la disciplina junto con determinadas aptitudes naturales. Aptitudes como la
bondad, la sabiduría y el valor, son ensalzadas por Confucio, a la vez que establece la suprema satisfacción
como consecuencia del desarrollo de las virtudes individuales. ELIADE, M., 1999, pp. 41.
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La religión oficial imperial determina el poder que recae en la figura del
emperador sobre el panteón oficial chino, permitiendo el aumento de su número con la
incorporación de nuevos dioses procedentes de distintos lugares, y pertenecientes a
tradiciones, tanto populares como taoístas o budistas. Entre las funciones que
desempeñaba el emperador, se encontraban las relacionadas con la configuración del
calendario, así como el establecimiento de las fechas importantes en cuestiones variadas
como en la agricultura, determinando de esta manera los días apropiados para las
cosechas, las fechas sagradas, así como el final y el comienzo de cada año. El día de año
nuevo era una de las fechas destacadas en el calendario, estando asociado al momento en
el que el yang comienza a crecer, estableciendo el día del solsticio de invierno como el
día final en el reinado del yin. En las celebraciones de estos días que se producían en el
sur de la capital, se realizaban ofrendas al Cielo y a los antepasados venerados. En las
celebraciones correspondientes al solsticio de verano e inicio del yin, estarían dedicadas
a la Tierra, y se realzarían en el norte de la capital.
2. Bibliografía.
5
CAPPELLETTI, A. J., “La religión de Confucio”, Cuadernos Salmantinos de Filosofía,
2, 1975, pp. 351-356.
ELIADE, M., Historia de las ideas y las creencias religiosas. II, De Gautama Buda al
triunfo del cristianismo, Barcelona, 1999.
GUERRA GÓMEZ, M., Historia de las Religiones, Madrid, 1999.
SAZ-OROZCO, C., “Confucio y el fin ético del individuo”, Boletín de la Asociación
Española de Orientalistas, 3, 1967, pp. 67-91.