Página 2 JOAQUIN GARRO EL MANDAMIENTOS

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Página 2 Posda_, JOAQUIN GARRO EL COSTARRICENSE Y LOS DIEZ MANDAMIENTOS Hace algún tiempo, el escritor español, Fernando Diaz-Plaja publicó El español y los siete pecados capitales; esta obra, que aún anda por nuestras li- brerías, se convirtió en España en un best seller: no sabemos si por lo sugestivo de su título o porque, en acertó su autor a definir a los españoles conforme a ese esquema tan atrevido. Díaz-Plaja, en verdad, se encontró una veta literaria en los pe- cados capitales- llamados también mortales para asustar a los cristianos- como lo demuestra el hecho de haber escrito otros libros de silimar jaez, dedica- plicarse la vida pregonando su ateísmo, salvo que se llamen Cristián Rodríguez. SEGUNDO: NO JURAR EL SANTO NOMBRE Di'" DIOS EN VANO. Como no le hace mucho caso .... Dios, el costarricense no lo toma en serio y no le preocupa jurar en vano o invocar su nombre por co- sas nimias. Como le causa desazón que no le crean, el costarricense pone, frecuentemente, por testigo a Dios para convencer a los demás de que cuanto afirma es verdads. dos a los nacionales de otros países de Occidente. TERCERO: SANTIFICAR LAS FIESTAS DE No creemos sin embargo, que se corra el riesgo de GUARDAR. No faltará quien piense que este man- hacer lo mismo con los rusos,. porque éstos no tie- damiento sí lo cumple el costarricense, porque nen la oportunidad de ofender a Dios ni al aparato cuanto se trata de laborar un día de fiesta, ni por la estatal cometiendo pecados capitales. La soberbia, paga doble lo hace. Para el costarricense es de mal la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la gusto y grosero trabajar los días festivos señalados pereza, para la doctrina cristiana son pecados, pero por el Santoral o los feriados previstos por el Código para la doctrina comunista son defectos burgueses, de Trabajo o anticipados por decreto ejecutivo por y bajo el marxismo-leninismo no son admitidas las medio del ministro de *Gobernación .. A decir ver- veleidades y debilidades del mundo capitalista. dad, los días feriados y de fiesta son sagrados, pero Costa Rica, como cualquiera otros países, se en- el costarricense no los santifica, porque ahora dis- cuentra afortunadamente habitada por hombres y pone de medios de locomoción, autopistas, clubes y no por asexuados inapetentes ángeles. Aquí, sin hoteles junto al mar y casas de campo para disfru- grandes conocimientos de sicológia o sociología, es tarde un merecido descanso. Para eso se jode toda posible enjuiciar a los costarricenses conforme a la semana. ese epígrafe del Catecismo. Sería interesante ha- CUARTO: HONRAR A PADRE y MADRE. Salvo cerio, pero cedemos la pluma Y el plomo de la im- lamentables excepciones y unos cuantos hippies, el prenta a aquellos que tengan humor para tan diver- costarricense no suele ser mal hijo, pero su com- tida tarea y, sobre todo, más experiencia con los pe- portamiento en la vida cotidiana _privada 0 pública cados capitales. La nuestra, lo decimos con modes- _ no honra mucho a sus padres. En sus Mocedades, tia (ser modesto es una forma hipócrita de ser in- el costarricense, como cualesquiera ser' s humanos modesto), es apenas superficial. Por otra parte, de cualquier época y de cualquier lugar, no se porta nuestra actividad- que al decir de la gente es una de modo que les haga honor a sus progenitores; en profesión que se ejerce con las manos y con los pies la madurez rectifica un poco su conducta, pero ya -se relaciona con las leyes, por lo que nos es más fá- sus padres no son beneficiarios ni solidarios del cil analizar a los costarricénses conforme a los Diez comportamiento de sus hijos. En este período de su Mandamientos. Al fin y al cabo, ellos pertenecen a vida, los hombres ya no son hijos de sus padres, sino la Ley de Dios. de sus obras. LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS, co- QUINTO: NO MATAR. Al menos que haya revolu- mo los dedos de las manos y los de los pies, son diez, ción, en cuya circunstancia no vacila en asesinar a pero podrían haber sido más numerosos. Si Moises sangre fría, al costarricense le repugna el homici- y Aarón hubiesen permanecido más tiempo en el dio en cualquiera de sus formas. Hace unos veinti- Monte Sinaí, quizás habrían recibido de Jehová al- cinco años solía darse de trompadas por un quítame gunos más; por ejemplo: "No llegar tarde a las ci- allá esas pajas; ahora ni al emborracharse es pen- tas", "No hacer profl).esas sin ánimo de cum- denciero, ni aún al embriagarse con guaro de con- plirlas", "No gastar más de lo quese gana", "N o trabando. perder el tiempo en el trabajo", "No fumar en los cines ni en los autobuses" y "No escribir sande- SEXTO: NO FORNICAR. De este mandamiento lo ces", entre otros. decente sería no hablar, pero si nos metimos en ca- Los costarricenses,. a decir verdad, no son muy misa de once -o de diez -varas, no queda otra alter- respetuosos de las leyes, aunque se trate de la Ley nativa que referirnos a él, no sin antes recordar al de Dios. El respeto por Los Diez Mandamientos de- brete en que colocaban los niños de nuestro tiempo SEPTIMO: NO HURTAR El costarricense, sin lu- gar a dudas, es amigo de lo ajeno; hasta por diver- sión es dado al sinónimo de la resta. El Mandamien- to no deja de ser infringido por el hecho de que su cleptomanía la limite a objetos de poca monta, co- mo es frecuente en los establecimientos comercia- les, en donde, para no ser víctimas de ese vicio de no pocos clientes, sobre todo del sexo femenino, sus dueños recurren a empleados especiales cuyo tra- bajo consiste en estar "ojo al cristo". No estamos seguros, pero creemos que fue el cos- tarricense de antaño el que inventó la palabra "ca- char" como sinónimo de hurtar, sin reparar en que el vocablo existía con el significado de hacer ca- chos, romper o partir alguna cosa y rajar madera en el sentido de las fibras, como reza nuestro diccio- nario legítimamente adquirido. Esta palabra está hoy en desuso, como muchas otras de las que nos ocuparemos alguna vez, pero servía para que nues- tros mayores disimularan a los ladrones ese feo y viejo oficio que, según parece, estuvo reglamentado en el Código de Hamurabí, allá en el siglo veintidos antes de Cristo. OCTAVO: NO LEVANTAR FALSOS TESTIMO- NIOS NI MENTIR. El quebranto de este manda- miento lo realizan los costarricenses en cualquier oportunidad: en sus propias casas, en las tertulias, en las cantinas, en los clubes y hasta en las reunio- nes piadosas, aunque sean de rezos y bostezos; en los últimos tiempos, al sector femenino se le ha brindado una nueva posibilidad de solazarse con el incumplimiento de este precepto de la Ley de Dios: los "té de canasta", donde se fabrican las biogra- fías más disparatadas de las personas ausentes. Las campañas políticas son la época en que se permite- como antes la trompada libre en ciertas celebracio- nes cívicas o populares - la mentira y tener mala lengua respecto del adversario. Este mandamiento, junto con el quinto y el sépti- mo fue de los pocos que lograron entrar en el Código Penal. NOVENO: NO DESEAR LA MUJER DE TU PRO- JIMO Este mandamiento hay que relacionarlo con el sexto; el costarricense, cuando se trata de vio- larlo, no hace distingos en cuanto al estado civil de la mujer; pero la culpa no es enteramente del hom- bre, porque la moda y el modo de lucirla la mujer, contribuyen no sólo a hacerla deseada, sino también a que se le soliciten sus favores. Si se toma literalmente este mandamiento, no ha- bría costarricense ni ser humano del sexo masculi- no que no lo haya infringido, a menos que sea practi- cante de la filosofía hindú del "no deseo". ja aún mucho que desear; en todo caso, no pocos a los curas cuando preguntaban: "Padre, ¿qué es nacionales tienen la culpa: creen que ya fueron de- fornicar?" Los de ahora no interrogan de esa mane- DECIMO: NO CODICIAR LAS COSAS AJENAS. La rogados con motivo del aggiornamento- o puesta al ra, sino que su pregunta sería hecha con más desen- d 1 f d codicia parece no ser frecuente o exagera a en e día- de la If?esia, iniciado eor el bonachón .Y a o. eestarrieense, almenes eft el sefttitle qtte se le 8a 8 Juan XXII , cuyas carnes maucen a pensar que se --r.á: par'Hcfpación (1el costarricense en la explo- este precepto. Sin embargo, para no quedarse a tras, solazaba con uno de los siete pecados capitales: la sión demográfica nos hace suponer, aún con mucha suele desear los objetos similares que posee su pró- ·gula. imaginación, que este mandamiento no es acatado. jimo. Codicia, ciertamente, las riquezas para dis- PRIMERO: ADORAR Y AMAR A DIOS SOBRE Pueden servirnos de prueba las congojas de muchas frutar de una vida regalada, pero no tanto como pa- TODAS LAS COSAS. El costarricense, es, cierta- familias de las clases medias con motivo de los ma- ra considerársele empedernido infractor de este mente muy religioso·, pero su fe, más que todo, se trimonios apresurados de sus vástagos, la prolifera- mandamiento; le basta con ser dueño de los enseres ción de los moteles al sureste de San José y las pin- d basa en prejuicios, en supersticiones; su religiosi- torescas "zonas rojas" que le dan color al croquis que la actual civilización industrial y e consumo dad es actitud externa, no sentimiento interno. Es de la capital. Documentalmente podríamos aportar pone a su disposición, para solaz y ocio suyo y de su creyente por comodidad, no por principios. "Hay pruebas del Registro Civil. familia. En cuanto a este mandamiento, si desea las que creer o reventar", afirma en el colmo de su pe- cosas ajenas, lo es más por envidia que por desme- reza mental. Su fe y su religiosidad no tiene nada Cuentan que en cierta ocasión en que se le pidió a dido apetito de riquezas. Pero en este caso, ya no que ver con Dios: ni lo ama ni lo adora; tampoco lo don Ricardo Jiménez - en boca de quien se ponen estaría comprendida su debilidad dentro de Los respeta, y si le teme es por el fuego eterno que le siempre las frases más cínicas Y mordaces dichas Diez Mandamientos, sino sujeto a las consecuencias tienen ofrecido en Su nombre. Para el costarricen- en Costa Rica- destinar una zona especial para que y castigos extraterrenales correspondientes a uno se, las cosas están primero que Dios. Si de sus bie- los josefinos pudiesen, a sus anchas Y sin escándolo, de los siete pecados capitales, con los que, de ningu- nes muebles o inmuebles se trata, los defiende sin incumplir este mandamiento, contestó que bastaría na manera, hemos querido meternos en esta oca- importarle las cuentas que por sus desafueros o de- con ponerle una cerca a todo José. Si así sión por lo menos desde el punto de literario, satinos deba rendir al Creador. Todos los costarri- don Ricardo las hace mas de cuarent_a porque pretender que nunca hayamos temdo que ver censes creen en Dios o aparentan creer en él, al ¿cuál sería optruon en. que hay habt- con ellos sería falaz, hipócrita, ya que "el justo pe- punto de que los mismos ateos se cuidan de no com- tantes Y el numero de formcanos es mayor· ea siete veces al día" . ................................................................... .. ·············•·•·•······· .. ········•·············•

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Página 2 Posda_,

JOAQUIN GARRO

EL COSTARRICENSE Y LOS DIEZ MANDAMIENTOS

Hace algún tiempo, el escritor español, Fernando Diaz-Plaja publicó El español y los siete pecados capitales; esta obra, que aún anda por nuestras li­brerías, se convirtió en España en un best seller: no sabemos si por lo sugestivo de su título o porque, en r~alidad acertó su autor a definir a los españoles conforme a ese esquema tan atrevido. Díaz-Plaja, en verdad, se encontró una veta literaria en los pe­cados capitales- llamados también mortales para asustar a los cristianos- como lo demuestra el hecho de haber escrito otros libros de silimar jaez, dedica-

plicarse la vida pregonando su ateísmo, salvo que se llamen Cristián Rodríguez. SEGUNDO: NO JURAR EL SANTO NOMBRE Di'" DIOS EN VANO. Como no le hace mucho caso .... Dios, el costarricense no lo toma en serio y no le preocupa jurar en vano o invocar su nombre por co­sas nimias. Como le causa desazón que no le crean, el costarricense pone, frecuentemente, por testigo a Dios para convencer a los demás de que cuanto afirma es verdads.

dos a los nacionales de otros países de Occidente. TERCERO: SANTIFICAR LAS FIESTAS DE No creemos sin embargo, que se corra el riesgo de GUARDAR. No faltará quien piense que este man-hacer lo mismo con los rusos,. porque éstos no tie- damiento sí lo cumple el costarricense, porque nen la oportunidad de ofender a Dios ni al aparato cuanto se trata de laborar un día de fiesta, ni por la estatal cometiendo pecados capitales. La soberbia, paga doble lo hace. Para el costarricense es de mal la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la gusto y grosero trabajar los días festivos señalados pereza, para la doctrina cristiana son pecados, pero por el Santoral o los feriados previstos por el Código para la doctrina comunista son defectos burgueses, de Trabajo o anticipados por decreto ejecutivo por y bajo el marxismo-leninismo no son admitidas las medio del ministro de *Gobernación .. A decir ver-veleidades y debilidades del mundo capitalista. dad, los días feriados y de fiesta son sagrados, pero

Costa Rica, como cualquiera otros países, se en- el costarricense no los santifica, porque ahora dis-cuentra afortunadamente habitada por hombres y pone de medios de locomoción, autopistas, clubes y no por asexuados ~ inapetentes ángeles. Aquí, sin hoteles junto al mar y casas de campo para disfru-grandes conocimientos de sicológia o sociología, es tarde un merecido descanso. Para eso se jode toda posible enjuiciar a los costarricenses conforme a la semana. ese epígrafe del Catecismo. Sería interesante ha- CUARTO: HONRAR A PADRE y MADRE. Salvo cerio, pero cedemos la pluma Y el plomo de la im- lamentables excepciones y unos cuantos hippies, el prenta a aquellos que tengan humor para tan diver- costarricense no suele ser mal hijo, pero su com-tida tarea y, sobre todo, más experiencia con los pe- portamiento en la vida cotidiana _ privada 0 pública cados capitales. La nuestra, lo decimos con modes- _ no honra mucho a sus padres. En sus Mocedades, tia (ser modesto es una forma hipócrita de ser in- el costarricense, como cualesquiera ser's humanos modesto), es apenas superficial. Por otra parte, de cualquier época y de cualquier lugar, no se porta nuestra actividad- que al decir de la gente es una de modo que les haga honor a sus progenitores; en profesión que se ejerce con las manos y con los pies la madurez rectifica un poco su conducta, pero ya -se relaciona con las leyes, por lo que nos es más fá- sus padres no son beneficiarios ni solidarios del cil analizar a los costarricénses conforme a los Diez comportamiento de sus hijos. En este período de su Mandamientos. Al fin y al cabo, ellos pertenecen a vida, los hombres ya no son hijos de sus padres, sino la Ley de Dios. de sus obras.

LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS, co- QUINTO: NO MATAR. Al menos que haya revolu-mo los dedos de las manos y los de los pies, son diez, ción, en cuya circunstancia no vacila en asesinar a pero podrían haber sido más numerosos. Si Moises sangre fría, al costarricense le repugna el homici-y Aarón hubiesen permanecido más tiempo en el dio en cualquiera de sus formas. Hace unos veinti-Monte Sinaí, quizás habrían recibido de Jehová al- cinco años solía darse de trompadas por un quítame gunos más; por ejemplo: "No llegar tarde a las ci- allá esas pajas; ahora ni al emborracharse es pen-tas", "No hacer profl).esas sin ánimo de cum- denciero, ni aún al embriagarse con guaro de con-plirlas", "No gastar más de lo quese gana", "N o trabando. perder el tiempo en el trabajo", "No fumar en los cines ni en los autobuses" y "No escribir sande- SEXTO: NO FORNICAR. De este mandamiento lo ces", entre otros. decente sería no hablar, pero si nos metimos en ca-

Los costarricenses,. a decir verdad, no son muy misa de once -o de diez -varas, no queda otra alter-respetuosos de las leyes, aunque se trate de la Ley nativa que referirnos a él, no sin antes recordar al de Dios. El respeto por Los Diez Mandamientos de- brete en que colocaban los niños de nuestro tiempo

SEPTIMO: NO HURTAR El costarricense, sin lu­gar a dudas, es amigo de lo ajeno; hasta por diver­sión es dado al sinónimo de la resta. El Mandamien­to no deja de ser infringido por el hecho de que su cleptomanía la limite a objetos de poca monta, co­mo es frecuente en los establecimientos comercia­les, en donde, para no ser víctimas de ese vicio de no pocos clientes, sobre todo del sexo femenino, sus dueños recurren a empleados especiales cuyo tra­bajo consiste en estar "ojo al cristo".

No estamos seguros, pero creemos que fue el cos­tarricense de antaño el que inventó la palabra "ca­char" como sinónimo de hurtar, sin reparar en que el vocablo existía con el significado de hacer ca­chos, romper o partir alguna cosa y rajar madera en el sentido de las fibras, como reza nuestro diccio­nario legítimamente adquirido. Esta palabra está hoy en desuso, como muchas otras de las que nos ocuparemos alguna vez, pero servía para que nues­tros mayores disimularan a los ladrones ese feo y viejo oficio que, según parece, estuvo reglamentado en el Código de Hamurabí, allá en el siglo veintidos antes de Cristo. OCTAVO: NO LEVANTAR FALSOS TESTIMO­NIOS NI MENTIR. El quebranto de este manda­miento lo realizan los costarricenses en cualquier oportunidad: en sus propias casas, en las tertulias, en las cantinas, en los clubes y hasta en las reunio­nes piadosas, aunque sean de rezos y bostezos; en los últimos tiempos, al sector femenino se le ha brindado una nueva posibilidad de solazarse con el incumplimiento de este precepto de la Ley de Dios: los "té de canasta", donde se fabrican las biogra­fías más disparatadas de las personas ausentes. Las campañas políticas son la época en que se permite­como antes la trompada libre en ciertas celebracio­nes cívicas o populares - la mentira y tener mala lengua respecto del adversario.

Este mandamiento, junto con el quinto y el sépti­mo fue de los pocos que lograron entrar en el Código Penal. NOVENO: NO DESEAR LA MUJER DE TU PRO­JIMO Este mandamiento hay que relacionarlo con el sexto; el costarricense, cuando se trata de vio­larlo, no hace distingos en cuanto al estado civil de la mujer; pero la culpa no es enteramente del hom­bre, porque la moda y el modo de lucirla la mujer, contribuyen no sólo a hacerla deseada, sino también a que se le soliciten sus favores.

Si se toma literalmente este mandamiento, no ha­bría costarricense ni ser humano del sexo masculi­no que no lo haya infringido, a menos que sea practi­cante de la filosofía hindú del "no deseo". ja aún mucho que desear; en todo caso, no pocos a los curas cuando preguntaban: "Padre, ¿qué es

nacionales tienen la culpa: creen que ya fueron de- fornicar?" Los de ahora no interrogan de esa mane- DECIMO: NO CODICIAR LAS COSAS AJENAS. La rogados con motivo del aggiornamento- o puesta al ra, sino que su pregunta sería hecha con más desen- d

1 f d codicia parece no ser frecuente o exagera a en e día- de la If?esia, iniciado eor el bonachón .Y am~~~ a o. eestarrieense, almenes eft el sefttitle qtte se le 8a 8 Juan XXII , cuyas carnes maucen a pensar que se --r.á: par'Hcfpación (1el costarricense en la explo- este precepto. Sin embargo, para no quedarse a tras, solazaba con uno de los siete pecados capitales: la sión demográfica nos hace suponer, aún con mucha suele desear los objetos similares que posee su pró-·gula. imaginación, que este mandamiento no es acatado. jimo. Codicia, ciertamente, las riquezas para dis-PRIMERO: ADORAR Y AMAR A DIOS SOBRE Pueden servirnos de prueba las congojas de muchas frutar de una vida regalada, pero no tanto como pa-TODAS LAS COSAS. El costarricense, es, cierta- familias de las clases medias con motivo de los ma- ra considerársele empedernido infractor de este mente muy religioso·, pero su fe, más que todo, se trimonios apresurados de sus vástagos, la prolifera- mandamiento; le basta con ser dueño de los enseres

ción de los moteles al sureste de San José y las pin- d basa en prejuicios, en supersticiones; su religiosi- torescas "zonas rojas" que le dan color al croquis que la actual civilización industrial y e consumo dad es actitud externa, no sentimiento interno. Es de la capital. Documentalmente podríamos aportar pone a su disposición, para solaz y ocio suyo y de su creyente por comodidad, no por principios. "Hay pruebas del Registro Civil. familia. En cuanto a este mandamiento, si desea las que creer o reventar", afirma en el colmo de su pe- cosas ajenas, lo es más por envidia que por desme-reza mental. Su fe y su religiosidad no tiene nada Cuentan que en cierta ocasión en que se le pidió a dido apetito de riquezas. Pero en este caso, ya no que ver con Dios: ni lo ama ni lo adora; tampoco lo don Ricardo Jiménez - en boca de quien se ponen estaría comprendida su debilidad dentro de Los respeta, y si le teme es por el fuego eterno que le siempre las frases más cínicas Y mordaces dichas Diez Mandamientos, sino sujeto a las consecuencias tienen ofrecido en Su nombre. Para el costarricen- en Costa Rica- destinar una zona especial para que y castigos extraterrenales correspondientes a uno se, las cosas están primero que Dios. Si de sus bie- los josefinos pudiesen, a sus anchas Y sin escándolo, de los siete pecados capitales, con los que, de ningu-nes muebles o inmuebles se trata, los defiende sin incumplir este mandamiento, contestó que bastaría na manera, hemos querido meternos en esta oca-importarle las cuentas que por sus desafueros o de- con ponerle una cerca a todo ~an José. Si así ~eía sión por lo menos desde el punto de vist~ literario, satinos deba rendir al Creador. Todos los costarri- don Ricardo las ~o~~s hace mas de cuarent_a ano~, porque pretender que nunca hayamos temdo que ver censes creen en Dios o aparentan creer en él, al ¿cuál sería s~ optruon ahor~ en. que hay ma~ habt- con ellos sería falaz, hipócrita, ya que "el justo pe-punto de que los mismos ateos se cuidan de no com- tantes Y el numero de formcanos es mayor· ea siete veces al día" . ................................................................... ~···· .. ·············•·•·•······· .. ········•·············•