Personalmente Ruy Pérez TamayoRuy Pérez Tamayo Miguel Ángel Rivera Ávila Personalmente es TRES...

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29 ¿cómoves? Ruy Pérez Tamayo Miguel Ángel Rivera Ávila Personalmente Foto: Marco Mijares TRES VECES, en los últimos diez años, he ido a entrevistar al viejo león. Las tres se ha repetido la escena: me anuncian, entro al sereno despacho y encuentro al doctor Ruy Pérez Tamayo reclinado en su sillón, dando la espalda al enorme escritorio; en una mano sostiene varias hojas mecano- grafiadas y, en la otra, su pluma Mont Blanc, con la que hace rápidas anotacio- nes; por respeto, no lo interrumpo, pero pasan los segundos y el silencio se vuelve incómodo, entonces gira sobre su butaca, me mira un instante de pies a cabeza y, volviendo a sus papeles, me ofrece —con firme ademán— que tome asiento. El si- lencio se prolonga y al fin, como si ésta no fuera una cita concertada, ruge: “Dí- game”. Detrás de esta apariencia feroz vibra el patólogo apasionado, el multi- premiado científico, el laureado historia- dor y filósofo, el querido maestro, el prolífico escritor. Segundo hijo de una pareja yucateca de Mérida, Ruy nació en el puerto de Tampico, Tamaulipas, a donde sus padres habían emigrado meses antes en busca de prosperidad económica. El padre fue un violinista de concierto que completaba sus ingresos acompañando al piano funciones de cine mudo y que más tarde escribiría los guiones de las famosas series ra- diofónicas El monje loco y Las aventuras de Sherlock Holmes. La madre, mujer de su época, era y es “simplemente ama de casa”. Cuando Ruy tenía escasos siete años de edad, un devastador huracán lo arrojó, junto con su familia, a casa de unos pa- rientes en la Ciudad de México, a la que llegaron en calidad de náufragos. Aquí se quedó, aquí se transformó en el doctor Pérez Tamayo y aquí conoció a Irmgard, una regiomontana de ascendencia alema- na, a quien dibuja en cinco palabras: “Ha significado toda mi vida”. Y no exagera. Compañeros de generación en la Facul- tad de Medicina de la UNAM, trabajan juntos desde que terminaron su carrera, comparten el mismo fanático entusiasmo por la música clásica y por la lectura, cria- ron tres hijos —Ruy, inmunólogo; María Isabel, bióloga, y Ricardo, historiador— y se sienten muy afortunados por tener cinco nietos y tres bisnietos. En abril próximo cumplirán 50 años de casados. Hombre erudito, el doctor Pérez Tamayo ha sido básicamente un sembra- dor del pensamiento y de la actividad cien- tífica en México. Después de cursar su posgrado en patología en instituciones mexicanas y estadounidenses, fundó y di- rigió durante 15 años la Unidad de Pato- logía de la Facultad de Medicina de la UNAM en el Hospital General —cuyo Departamento de Medicina Experimental dirige hoy—, trabajó como investigador en el Instituto de Investigaciones Bio- médicas de la Universidad Nacional y durante una década fue jefe del Departa- mento de Patología en el Instituto Na- cional de la Nutrición. Pero quizá la verdadera naturaleza de su vocación la evidencian sus 50 años como profesor en la Facultad de Medicina de la UNAM y sus 33 libros de divulgación científica. De la calidad y trascendencia de su trabajo hablan, entre muchos otros re- conocimientos, el de profesor e investi- gador emérito de la UNAM, el Premio Nacional de Ciencias 1974 y el Premio Na- cional de Historia y Filosofía de la Medi- cina 1995, así como el que sus ex alumnos “y ahora amigos y colegas” hayan creado la Fundación Ruy Pérez Tamayo, que patrocina una conferencia magistral bianual ante la Sociedad Latinoamerica- na de Patología. Ocupado actualmente en investigar cómo se genera la cirrosis hepática, principal causa de muerte en mexicanos de 25 a 45 años de edad, y cómo combatir la amibiasis en un país pobre como Méxi- co, el doctor Pérez Tamayo sentencia: “Para lo único que sirve la ciencia es para generar el conocimiento que necesitamos para tomar las decisiones que nos permi- tan resolver nuestros problemas”. Ni más ni menos. Es fama que el doctor Pérez Tamayo puede ser arrogante y agresivo. Él ríe divertido por estas imputaciones. “Tienen razón... en cierto sentido. Cuando yo em- pecé a trabajar como jefe de servicio en este hospital era muy joven. Eso hizo que tuviera que enfrentar un ambiente muy hostil. Por eso desarrollé una actitud agresiva. Además, no soy sumiso; cuan- do creo que debo decir algo, lo digo. Eso hace que me tengan miedo. Pero una vez que se pasa esa barrera, soy un león sin melena”. Autorretrato. Soy una persona que se de- dica demasiado a sus propios intereses: invierto muchas horas escribiendo, docu- mentándome y trabajando en mi labora- torio; cumplo con mis obligaciones como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Colegio Nacional, y hago de- porte, fui nadador y ahora juego tenis dos veces por semana. Vida y muerte. He sido muy sano toda mi vida y estoy tan entusiasta como siem- pre. Me encantaría morirme de repente, estando perfectamente sano un minuto antes. Su mayor éxito. Ser profesor. México, diagnóstico y tratamiento. Nuestro problema central es la injusticia, la desigualdad. Ya ha producido estallidos sociales. Y con la estructura política y eco- nómica que se le está dando al país, em- peora. Necesitamos una estructura social diferente. Pero el único esfuerzo por cam- biarla se hizo durante el sexenio del gene- ral Lázaro Cárdenas. A los jóvenes. Si alguno se siente frustra- do porque tiene ganas y capacidad para trabajar por el país pero no un sitio, mi consejo es: si no lo encuentras, hazlo. Un león sin melena

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29¿cómoves?

Ruy Pérez Tamayo

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TRES VECES, en los últimos diez años, heido a entrevistar al viejo león. Las tres seha repetido la escena: me anuncian, entroal sereno despacho y encuentro al doctorRuy Pérez Tamayo reclinado en su sillón,dando la espalda al enorme escritorio; enuna mano sostiene varias hojas mecano-grafiadas y, en la otra, su pluma MontBlanc, con la que hace rápidas anotacio-nes; por respeto, no lo interrumpo, peropasan los segundos y el silencio se vuelveincómodo, entonces gira sobre su butaca,me mira un instante de pies a cabeza y,volviendo a sus papeles, me ofrece —confirme ademán— que tome asiento. El si-lencio se prolonga y al fin, como si éstano fuera una cita concertada, ruge: “Dí-game”. Detrás de esta apariencia ferozvibra el patólogo apasionado, el multi-premiado científico, el laureado historia-dor y filósofo, el querido maestro, elprolífico escritor.

Segundo hijo de una pareja yucatecade Mérida, Ruy nació en el puerto deTampico, Tamaulipas, a donde sus padreshabían emigrado meses antes en busca deprosperidad económica. El padre fue unviolinista de concierto que completaba susingresos acompañando al piano funcionesde cine mudo y que más tarde escribiríalos guiones de las famosas series ra-diofónicas El monje loco y Las aventurasde Sherlock Holmes. La madre, mujer desu época, era y es “simplemente ama decasa”.

Cuando Ruy tenía escasos siete añosde edad, un devastador huracán lo arrojó,junto con su familia, a casa de unos pa-

rientes en la Ciudad de México, a la quellegaron en calidad de náufragos. Aquí sequedó, aquí se transformó en el doctorPérez Tamayo y aquí conoció a Irmgard,una regiomontana de ascendencia alema-na, a quien dibuja en cinco palabras: “Hasignificado toda mi vida”. Y no exagera.Compañeros de generación en la Facul-tad de Medicina de la UNAM, trabajanjuntos desde que terminaron su carrera,comparten el mismo fanático entusiasmopor la música clásica y por la lectura, cria-ron tres hijos —Ruy, inmunólogo; MaríaIsabel, bióloga, y Ricardo, historiador—y se sienten muy afortunados por tenercinco nietos y tres bisnietos. En abrilpróximo cumplirán 50 años de casados.

Hombre erudito, el doctor PérezTamayo ha sido básicamente un sembra-dor del pensamiento y de la actividad cien-tífica en México. Después de cursar suposgrado en patología en institucionesmexicanas y estadounidenses, fundó y di-rigió durante 15 años la Unidad de Pato-logía de la Facultad de Medicina de laUNAM en el Hospital General —cuyoDepartamento de Medicina Experimentaldirige hoy—, trabajó como investigadoren el Instituto de Investigaciones Bio-médicas de la Universidad Nacional ydurante una década fue jefe del Departa-mento de Patología en el Instituto Na-cional de la Nutrición. Pero quizá laverdadera naturaleza de su vocación laevidencian sus 50 años como profesor enla Facultad de Medicina de la UNAM ysus 33 libros de divulgación científica.

De la calidad y trascendencia de sutrabajo hablan, entre muchos otros re-conocimientos, el de profesor e investi-gador emérito de la UNAM, el PremioNacional de Ciencias 1974 y el Premio Na-cional de Historia y Filosofía de la Medi-cina 1995, así como el que sus ex alumnos“y ahora amigos y colegas” hayan creadola Fundación Ruy Pérez Tamayo, que

patrocina una conferencia magistralbianual ante la Sociedad Latinoamerica-na de Patología.

Ocupado actualmente en investigarcómo se genera la cirrosis hepática,principal causa de muerte en mexicanosde 25 a 45 años de edad, y cómo combatirla amibiasis en un país pobre como Méxi-co, el doctor Pérez Tamayo sentencia:“Para lo único que sirve la ciencia es paragenerar el conocimiento que necesitamospara tomar las decisiones que nos permi-tan resolver nuestros problemas”. Ni másni menos.

Es fama que el doctor Pérez Tamayopuede ser arrogante y agresivo. Él ríedivertido por estas imputaciones. “Tienenrazón... en cierto sentido. Cuando yo em-pecé a trabajar como jefe de servicio eneste hospital era muy joven. Eso hizo quetuviera que enfrentar un ambiente muyhostil. Por eso desarrollé una actitudagresiva. Además, no soy sumiso; cuan-do creo que debo decir algo, lo digo. Esohace que me tengan miedo. Pero una vezque se pasa esa barrera, soy un león sinmelena”.

• Autorretrato. Soy una persona que se de-dica demasiado a sus propios intereses:invierto muchas horas escribiendo, docu-mentándome y trabajando en mi labora-torio; cumplo con mis obligaciones comomiembro de la Academia Mexicana de laLengua y del Colegio Nacional, y hago de-porte, fui nadador y ahora juego tenis dosveces por semana.

• Vida y muerte. He sido muy sano todami vida y estoy tan entusiasta como siem-pre. Me encantaría morirme de repente,estando perfectamente sano un minutoantes.

• Su mayor éxito. Ser profesor.• México, diagnóstico y tratamiento.

Nuestro problema central es la injusticia,la desigualdad. Ya ha producido estallidossociales. Y con la estructura política y eco-nómica que se le está dando al país, em-peora. Necesitamos una estructura socialdiferente. Pero el único esfuerzo por cam-biarla se hizo durante el sexenio del gene-ral Lázaro Cárdenas.

• A los jóvenes. Si alguno se siente frustra-do porque tiene ganas y capacidad paratrabajar por el país pero no un sitio, miconsejo es: si no lo encuentras, hazlo.

Un león sin melena