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SESIÓN CONMEMORATIVA DE LA FUNDACIÓN DEL INSTITUTO DE ESPAÑA Celebrada el 4 de febrero de 2009 PERIPLO HISTÓRICO DEL INSTITUTO DE ESPAÑA por el Excmo. Sr. D. MANUEL JESÚS GONZÁLEZ GONZÁLEZ de la Real Academia de la Historia Madrid, 2010

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SESIÓN CONMEMORATIVA

DE LA FUNDACIÓN DEL INSTITUTO DE ESPAÑA

Celebrada el 4 de febrero de 2009

PERIPLO HISTÓRICO

DEL INSTITUTO DE ESPAÑA

por el Excmo. Sr. D.

MANUEL JESÚS GONZÁLEZ GONZÁLEZ

de la Real Academia de la Historia

Madrid, 2010

CUBIERTA Periplo Historico 11/2/10 14:01 Página 1

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SESIÓN CONMEMORATIVADE LA FUNDACIÓN DEL INSTITUTO DE ESPAÑA

PERIPLO HISTÓRICODEL INSTITUTO DE ESPAÑA

CELEBRADO EL 4 DE FEBRERO DE 2009POR EL EXCMO. SR. D.

MANUEL JESÚS GONZÁLEZ GONZÁLEZDE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

MADRID, 2010

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Depósito legal: M. 10.196-2010

Realigraf, S.A. – Pedro Tezano, 26. 28039 Madrid

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INTROITO

Señoras y señores académicos, autoridades, queridosamigos: agradezco muy vivamente al presidente del Institutode España, y al director de la Real Academia de la Historiaque hayan pensado en mí para impartir la conferencia con-memorativa de esta efemérides.

El tiempo transcurrido desde la creación del Insti tuto deEspa ña parece aconsejar que nos asomemos a su biografíapara calibrar lo soñado y lo vivido en el corto, aunque in-tenso, periplo de su devenir histórico. Es lo que, somera-mente, me propongo hacer esta tarde, abusando de su tiem-po y de su benevolencia.

El Instituto de España nació, como es sabido, en plenaguerra civil. Pero las instituciones que concurrieron origina-riamente en su epifanía gozan de una historia larga y vene-rable. Las más rancias academias de cuantas se adornan conel título de «reales» cobran vida en España en el siglo XVIII,con la subida al trono de Felipe V. La nueva monarquía, comohe explicado más de una vez, traía bajo el brazo un progra-ma de reformas orientadas a resolver los más graves proble-mas pendientes en los territorios cuyo gobierno asumía.

LAS ENTIDADES PREDECESORAS DEL INSTITUTO

Un hecho de armas, la guerra de secesión —una guerraeuropea, después de todo, librada en nuestro suelo— había

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decantado el acceso al trono de España incluyendo sus pro-vincias de ultramar de una nueva dinastía; pero, quizás porello, desde el principio sentía la Corona la inmediata necesi-dad de su legitimación social. De esta exigencia, se despren-día como tarea primordial una nueva política económica,científica y cultural, un cambio en la forma de afrontar viejosproblemas. Se trataba de superar el atraso relativo del Reinocon nuevos esquemas de desarrollo económico; pero se tra-taba también de impulsar la innovación en todos los órde-nes —científica, estético, cultural, militar y otros— para garan-tizar la consolidación a largo plazo de la joven dinastía.

En el frente de la renovación cultural, el nuevo ordenborbónico quiso contribuir, junto con otras iniciativas, crean-do tres Reales Academias. La de la Lengua, fundada en 1713,reconocida por Felipe V en 1714, pretendía velar por la pu-reza y esplendor del español impulsando su afincamientocomo genuina lengua nacional. En 1738, vio la luz la RealAcademia de la Historia. Según rezan sus primeros estatu-tos, se esperaba de ella «grandes utilidades, aclarando la im-portante verdad de los sucesos, desterrando las fábulasintro ducidas por la ignorancia, o por la malicia (y) condu-ciendo al conocimiento de muchas cosas, que oscureció laantigüedad, o tiene sepultadas el descuido». En fin, en 1744,se creó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernandopara promover el estudio y el cultivo de «la pintura, de laescultura, de la arquitectura y de la música».

Los distintos gobiernos del siglo XIX, en general, conci-bieron a las Academias como pieza esencial de la políticacultural. Síntesis de lo antiguo y de lo nuevo, las academias,eslabonadas con la herencia ilustrada de la centuria ante-rior, cimentaron la orientación liberal de la cultura españo-la en el ochocientos. Durante el siglo XIX se crea la RealAcademia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y con laLey Moyano de 1857, nace la Real Academia de CienciasMorales y Políticas, a imitación de la homóloga francesa res-

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taurada por Guizot en 1832, y en 1861 se reconoce la RealAcademia de Medicina1. Bien aceptadas, sortearon el sexe-nio revolucionario de 1868-1874 y alcanzaron la fase de laRestauración en 1875 con excelente salud.

En el último cuarto de siglo XIX se creó bajo la tutela delas Reales Academias una «república de las letras» destina-da a cobijar una pirámide de estudiosos: eruditos y especia-listas de toda clase. Durante el primer tercio del siglo pasa-do, —la edad de plata de nuestra cultura— la investigaciónse asocia a las universidades, y surgen diversos organismoscomo la Junta de Ampliación de Estudios, el InstitutoNacional de Física y Química, el Centro de Estudios Histó -ricos, el Instituto Cajal, el Museo de Ciencias Naturales. Seconfigura así una red de centros científicos donde florecie-ron notables élites rectoras en las ciencias duras en nuestropaís. Algunos alcanzaron renombre internacional como elcaso del Nobel Santiago Ramón y Cajal. Cajal, con todo, noestaba solo2. Y, en este escenario, las Academias no sufrie-ron menoscabo alguno de su actividad. En ellas figuran losprincipales miembros de la aristocracia intelectual que lide-raba la cultura y la ciencia española del primer tercio del siglo XX.

LA RUPTURA DE LA GUERRA CIVIL

La guerra civil de 1936 supuso una quiebra profunda enel trayecto de muchas instituciones de la España de pregue-rra. El conflicto armado fue el resultado de la enorme pola-

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1 F. VILLACORTA BAÑOS, Burguesía y cultura: los intelectuales españoles enla sociedad liberal, 1808-1931, Madrid, Siglo XXI, 1980, cit. en M. E. DE VEGA

y A. MORALES MOYA, «Les Académies espagnoles à l’époque franquiste», enJ-P. CHALINA (dir), Les Académies en Europe XIX-XX siécles, París, Universitéde París-Sorbonne, pág. 115 (n).

2 M. A. PUIG-SAMPER MULERO (coord.), Tiempo de investigación. JAE-CSIC.Cien años de ciencia en España, Madrid, CSIC, 2007.

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rización de la sociedad española, presente ya en los años fi-nales de la Monarquía y sobre todo, durante la SegundaRepública. A tan profunda polarización, no se acomodabaen absoluto el espíritu liberal de las Academias en cuyo senoanidaban diversas opciones ideológicas aunque exentas detodo sectarismo.

Este espíritu académico no fue respetado por los conten-dientes. Si no podían utilizarlas como instrumento propagan-dístico de sus opciones político-ideológicas preferían disolver -las o refundarlas con la manifiesta intención de domesticarlasen beneficio propio. El gobierno republicano, por ejemplo,optó por la primera alternativa. El ministro comunista deInstrucción Pública en el gobierno Largo Caballero, JesúsHernández Tomás, dispuso su disolución por Decreto del 15de septiembre de 1936; justificaba el liberticidio diciendo quese trataba de instituciones «que habiendo tenido su razón deser en otras épocas de la historia de nuestro país han que-dado anquilosadas o no están en consonancia con la mar-cha de la vida social de hoy». Quedaban, así, disueltas lasAcademias, y los académicos cesaban en sus funciones. Elmismo decreto creaba un Instituto Nacional de Cultura, divi-dido en tantas secciones como Acade mias extintas y cuyosmiembros habrían de ser designados por el Gobierno3. Noobstante, la marcha de la guerra impidió que la nueva insti-tución se materializara en la Gaceta.

La guerra supuso, también, una enorme tragedia para al-gunos de sus miembros. En el otoño de 1936, un nutridogrupo de académicos fueron arrestados y asesinados por susideas contrarias al nuevo orden revolucionario predominan-te en la zona republicana4. Huyendo de la represión repu-

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3 Gaceta de Madrid, 17 de septiembre de 1936.4 Cf. M. E. DE VEGA y A. MORALES MOYA, «Les Académies espagnoles à l’é-

poque franquiste», op. cit. pág. 117. Cabe citar los fusilamientos de Ramirode Maeztu, académico de la Española y de la de Ciencias Morales y Políticas,Álvaro López Núñez y Rufino Blanco de esta última, Julián Zarco Cuevas y

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blicana, no fueron pocos los que pasaron la guerra civil es-condidos, lograron refugio en embajadas, se trasladaron ala zona llamada «nacional» o, simplemente, salieron del país.

No tardó el bando franquista en capitalizar a su favor eltorpe episodio de disolución de las Acade mias. Así, se pre-sentaba ante la opinión internacional —además de la nacio-nal— como salvador y continuador de la tradición cultural es-pañola. En aras del proceso de legitimación, propio de todoorden nuevo, se apresuró a ofrecer cobijo a los académicossubsistentes. Asi, la Junta Técnica del Estado decide anular eldecreto republicano de setiembre de 1936 que había decla-rado la disolución de las Aca demias. Luego, en mayo de 1937,tuvo lugar en Zaragoza una asamblea de académicos de laLengua y de Bellas Artes durante la cual proclaman su so-lemne adhesión a la causa de Franco5. Asimismo, el directorde la Academia de Bellas Artes, a la sazón el conde deRomanones, viendo el tesoro artístico nacional «desguarne-cerse y desmantelarse con un cierto sadismo», pide permisoa la Junta Técnica del Estado para convocar su Academia,pues entre sus actuaciones habituales se halla la de protes-tar ante las «corporaciones similares extranjeras» contra losdaños que la «horda marxista» —son sus palabras— causabaal patrimonio artístico español. La Junta le concede el permi-so «rogando a la Academia que comunique a la Delegaciónde prensa del Estado todas la acciones realizadas con el finde emitir los oportunos comentarios»6.

La recuperación efectiva de las Academias, en la Españafranquista, tuvo lugar por obra del Decreto de 8 de diciem-bre de 1937, fechado en Burgos. El decreto comenzaba in-

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Zacarías García Villada de la R.A. de la Historia y la de José María Villaverdede la de Medicina. Algunos otros académicos como el médico MarianoGómez Ulla, condenado a muerte consiguió, in extremis, salvar su vida.

5 Ibídem, pág. 117, cf. también, E. VEGAS LATAPIE, Los caminos del desen-gaño. Memorias políticas 1936-1938, Madrid, Editorial Tebas, 1987, pág. 280.

6 El relato, en M. E. DE VEGA, y A. MORALES MOYA, op. cit. págs. 117-118.

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vocando la Inmaculada Concepción de María, bajo cuyosauspicios se colocaba la vida doctoral. No era poco lo queel Estado esperaba de la renovada actividad de las Acade -mias: «gran incremento de las publicaciones científicas ehistóricas, publicación de importantes libros, y anales pe-riódicos, donde se refleje el pensamiento nacional en susformas más elevadas»; se les atribuía la función de «otor-gar premios nacionales que estimulen el talento en su fun-ción creadora, la difusión de tratados didácticos, destinadosno solo a nuestros Institutos, liceos, y escuelas, sino a losde todos los países del mundo, en especial a los de lenguaespañola».

Efectuaba el decreto «la convocatoria de las Rea lesAcademias de España cuyas tareas se encuentran desdehace tiempo interrumpidas y cuya realización es con impa-ciencia esperada en la España nacional». Así, en su artículo1.º dispone que «El 6 de enero de 1938 y en el paraninfode la Universidad de Sala manca se reunirán nuestras Acade -mias en sesión solemne». Y, en este mismo artículo, el legis -lador franquista les devuelve el titulo de reales suprimidopor el gobierno de Largo Caballero. Interesa ahora subrayarque la norma franquista articula las seis Reales Academiasen una institución de nuevo cuño, la que se bautiza con elnombre de Instituto de España. Parece el legislador franquis-ta querer emular el no-nato Instituto Nacional de Culturaconcebido por legislador republicano, pero eso si, sin nece-sidad de destruir las Academias.

Pretenden las nuevas autoridades utilizar el prestigio se-cular de las Academias pro domo sua, pero de manera másinteligente: en vez de decretar su eliminación, las mantiene,respetando incluso bastante de su autonomía, aunque inte-grándolas en una organización superior «un cuerpo total conel nombre de Instituto de España». La primera reunión delInstituto de España tuvo lugar en Salamanca el 27 de di-ciembre de 1937. Parecía imprescindible disponer a la ma-

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yor brevedad de un presidente del nuevo ente. Se propusoel nombre de Manuel de Falla como primer presidente.Aunque al no presentarse al acto actuó a título provisional7,en la primera reunión, José María Pemán. En su discursoinau gural, el presidente provisional, definió al Instituto comoun «Senado de la vida intelectual española, para su repre-sentación ante el poder público y ante la vida académica ex-tranjera».

LOS INSPIRADORES

Los padres intelectuales del nuevo ente fueron EugenioD’Ors y Pedro Sainz Rodríguez. Sainz Rodrí guez declaró queel Instituto «había nacido antes de ser yo ministro, creadopor una de aquellas fantasías culturales de Eugenio D’Ors».Pero sin dejar de ser cierta la literalidad del aserto, cuandonace el nuevo ente, Sainz Rodríguez era ya Delegado Nacio -nal de Educación y responsable por tanto de los primerospasos del Instituto.

¿Cuál era, entonces, la génesis de la idea? Ambos pen-sadores parecen haber concebido la idea, al unísono, duran-te las numerosas conversaciones mantenidas en Salamancaantes del final de la guerra.

Cuenta Eugenio Vegas Latapié, conocido miembro deAcción Española, durante un tiempo jefe de la secretaría po-lítica de D. Juan, cómo, ya antes de tan amistosas conversa-

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7 «En la correspondencia mantenida (…) por Marañón y Ramón Pérezde Ayala, el primero relata que se encuentra en París con el “grandioso”Eugenio D’ors que, dice “me pidió consejo sobre quien pudiera ser presi-dente del Instituto de España”, Marañón recomendó a Manuel de Falla yD’ors aceptó y prometió que lo propondría. En efecto, el régimen nombróa Falla el 1 de enero de 1938 y éste aceptó el cargo, pero fue dispensa-do de ejercerlo el 18 de junio del mismo año». En: Del Campo Salustiano,«Presentación», de López Vega Antonio (2010) Gregorio Marañón (1887-1960). Madrid, Instituto de España, pág. 10.

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ciones, le había confiado Sainz Rodríguez que «para un po-sible futuro suyo, no dejaba de pensar en algún enclave aca-démico». Según él, aunque las Academias no contasen condemasiados recursos…, si se concedía a las Academias elmonopolio de los libros escolares de texto, las perspectivaseconómicas no resultaban malas»8.

La idea originaria pertenece por tanto a los dos; y reci-biría pronto el visto bueno de Serrano Suñer y del propioFranco. Dado que —por entonces— Sainz Rodríguez no eraacadémico, pensó que su amigo D’Ors fuera secretario per-petuo. Poco duró la perpetuidad. En 1942, un Decreto del11 de mayo (BOE del 8 de agosto) dispuso el cese deEugenio D’Ors como secretario9.

Eugenio D’Ors, nacido en Barcelona, contaba con 56 añosen 1938, y era ya conocido por su labor periodística, su obrafilosófica y su gran estatura intelectual; durante su juventud —licenciado en Derecho con premio extraordinario— había esta-do sumido en la cultura catalana. En los años 1904—1905 via-ja frecuentemente a Madrid, donde asiste a las tertulias de JuanValera, Menéndez Pelayo y Menéndez Pidal. Es entonces, cuan-do entabla amistad con Giner de los Ríos, Ramiro de Maeztu,Antonio Maura, Ignacio Zuloaga y Enrique Diez Canedo quie-nes le introdujeron en los ámbitos culturales castellanos. Ena -morado del arte, de la literatura y la filosofía, aprovecha estosviajes para sus célebres visitas al Museo del Prado y al JardínBotánico. En 1906, empieza a publicar, periódicamente, sus fa-mosas «glosas» —en La Veu de Cataluña— que le proporcio-nan una popularidad enorme. En el mismo año 1906 aceptaser corresponsal en París, ciudad donde se instala, hasta 1910.Allí se familiariza con la metodología científica y tiende puen-tes entre la ciencia po sitiva y la propia filosofía, como antes loshabía tendido entre esta disciplina y el dominio de lo artís tico.

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8 E. VEGAS LATAPIE, Eugenio, op. cit., pág. 280.9 Ibídem, pág. 280.

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En Paris, asiste a las clases de grandes pensadores —Bergson,Mada me Curie, Bou troux—; realiza viajes de estudios a Ale -mania e Italia. En el III Congreso Internacional de Filosofía deHeilde berg presenta dos trabajos que habrían de constituir elembrión de su futura posición filosófica10; asistió a las clasesde Bergson y M. Curie, y mantuvo contacto con la comunidadcientífica internacional, debatiendo sobre pragmatismo, filoso-fía de Bergson, etc.

En 1911, vuelve a Barcelona. Allí, Prat de la Riba le nom-bra Secretario General del Instituto de Estudios Catalanes,entidad dedicada a la alta investigación científica y a pro-mover la cultura catalana y sus valores. Trató de impulsaruna corriente de renovación —el «noucentismo»— científicae intelectual en sentido amplio. Es entonces cuando da ala imprenta la primera entrega de sus famosas «glosas», ex-ponente de su propio pensamiento, que él quiso llamar«Filosofía del hombre que trabaja y que juega». Con este tí-tulo publi caría —1914— uno de los libros que más fama le dieron.

En 1913, en Barcelona, para convalidar los estudios defilosofía realizados en Europa, cursa la carrera de Filosofía yletras. Fracasa cuando trata de optar a una cátedra dePsicología Superior en la Facultad de Filosofía y Letras deBarcelona. Sólo contó con el voto favorable de Ortega.

Todavía en el trienio 1915-1918, ocupa distintos cargosen la mancomunidad catalana. Dicta una conferencia en lamadrileña Residencia de Estudiantes con el título De la amis-tad y el diálogo, —en Barce lona no gozaba la Institución degran predicamento—; profesa un afecto profundo hacia Ginerde los Ríos con quien coincide, además, en materia de re-novación mediante la enseñanza; menudeaban, entonces,sus visitas a la Residencia de Estudiantes. Ya en 1920, pue-

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10 Los títulos de los mismos eran El residuo de la medida de la cien-cia por la acción, y Religio est libertas.

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de decirse que D’Ors se había divorciado de la cultura cata-lana. En 1917, en efecto, muere Prat de la Riba; ayuno deprotección y con relaciones tensas con el nuevo presidente,dimite D’ors del cargo de Director de la Instrucción Públicay es destituido de su cargo en el Instituto de Estudios Cata -lanes. En 1921, fija su residencia en Madrid. El cambio no-table en su trayectoria vital se ha producido. Deja de expre-sarse en catalán. El giro expresivo mejora su difusión en elhorizonte español e internacional. Colabora ya asiduamen-te en Revista de Occi dente, continua —en ABC— con suGlosario, iniciado en 1906 en Cataluña. Una genuina radio-grafía de la vida intelectual española11.

El 10 de marzo de 1927 es elegido académico de la RAE;en este mismo año regresa a París donde permanecerá porespacio de una década. En París le sorprende —no sin dis-gusto— el adve nimiento de la República, y en Paris conoceel estallido de la guerra civil. En abril de 1937, logra insta-larse en Pamplona; ingresa en Falange, reanuda su glosarioen el Diario Arriba España. Parti cipa en la tertulia del caféNiza frecuentada por Laín Entralgo, Luis Rosales, TorrenteBallester, Luis Felipe Vivanco, entre otros intelectuales denota. Quizás estas circunstancias expliquen sobradamenteque no lea su discurso de ingreso en la RAE hasta el 29 deabril de 193812.

En Sevilla, el 29 de abril de 1938, lee por fin su discur-so de ingreso. Le contesta José M.ª Pemán, con un discurso

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11 J. CALVO SOTELO, «Instituto de España», en VVAA, Las Reales Academiasdel Instituto de España, Madrid, Alianza Editorial, 1992.

12 Latapie ofrece, sin embargo, una explicación, más maliciosa. Dice, ha-ber oído que «habiendo sido designado para contestarle el marqués deVillaurrutia, el nuevo académico se permitió la libertad de sugerirle que hi-ciera constar que era conocido como «el Sócrates moderno o el ojo deEuropa». Precisamente uno de los artículos publicados por Jorge Vigón con-tra Eugenio D’Ors en La Época se titula «El ojo de Europa». Significativamente,este periódico es «al que (desde 1933, cuando se convierte en Heraldo delideario de Acción Española) comenzó a llamar La Heralda».

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brillante y llamativamente laudatorio. Su obra es descritacomo «obra enciclopédica y goethiana»; de sus ideas dijoque «pocos pensamientos han influido en la Europa moder-na tanto como el de Eugenio D’Ors para detener la disolu-ción de la Cultura». En 1937, siendo académico electo, esnombrado secretario perpetuo del recién nacido Instituto deEspaña que él concebía, en parte, a la manera del Institutode Francia. El 27 de diciembre de 1937, en Salamanca, for-maliza el Instituto su primera sesión oficial.

Los nuevos académicos debían prestar, entonces, jura-mento de fidelidad al caudillo según una fórmula muy ba-rroca, y complicada ideada por Eugenio D’Ors13. La constitu-ción formal del Instituto de España por concurrencia de todaslas academias requería la presencia de todos los adheridoso convocados. Manuel de Falla, pese a haber sido designa-do presidente del Instituto, distante del nuevo Régimen, nofiguró entre los adheridos ni asistió al acto de juramento.Consecuente mente, el vicepresidente Sainz Rodríguez hubode actuar en su lugar. Sainz Rodríguez se refirió al juramen-to de los académicos de la siguiente forma:

«Mañana, señores, vamos a celebrar el acto de jura-mento y fidelidad a nuestra causa, a los destinos deEspaña y a nuestro insigne jefe, generalísimo Franco. Yvamos a jurar sobre los santos evangelios, como cató-licos, y sobre el Quijote como españoles. Y ese Quijote,no olvide nadie, estará ornado con los símbolos de laredención de la nueva España: el Yugo y las Flechas»14.

La retórica fórmula de juramento, invención del propioD’Ors, había sido acordada en la reunión previa mantenida

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13 Para la reunión plenaria de las Academias a la que convocaba elDecreto del 8 de diciembre de 1937, comenzaron a llegar los académicos,en medio de un gran temporal de frío, el 4 de enero.

14 Ibid.: pág. 285.

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por el Instituto de España el 27 de diciembre de 1937. Cadaacadémico, para recuperar su condición o para ingresar porvez primera, debería responder a la pregunta del secretariodel Instituto «señor académico, ¿juráis ante Dios y ante nues-tro Ángel Custodio, servir perpetua y lealmente a España,bajo imperio y norma de su tradición viva; en su catolicidadque encarna el pontífice de Roma; en su continuidad hoyrepresentada por el caudillo salvador de nuestro pueblo?»15.

La doctrina angélica, era elemento constituyente del ide-ario de Xenius, elemento que sobrevivió hasta el final de susdías. No en vano, uno de las obras últimas publicadas lle-vaba el significativo título Oraciones para los creyentes enlos Ángeles16.

La sofisticada fórmula de juramento, a la que cada acadé-mico debía responder «si juro», para a continuación recibir, demano de la presidencia, la medalla correspondiente, no dejóde irritar a las autoridades religiosas. Así, por ejemplo, «el obis-po Eijo Garay, académico de la de la Lengua, y de la de Moralesy Políticas, la consideró «herética» y se negó a jurar limitándo-se a prometer su cargo»17. Un episodio que se separaba ligera-mente del ritual tuvo lugar cuando el conde de Jordana, leídala formula del juramento, le preguntó a Baroja ¿usted jura opromete? Muy sabiamente el escritor contestó «lo que sea cos-tumbre».

El otro padrino de la idea del Instituto de España fue eleximio escritor, catedrático y político, Pedro Enrique SainzRodrí guez que poco después y por poco tiempo habría deocupar la cartera de Educa ción Nacional. La irrupción de

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15 J. CALVO SOTELO, op. cit., pág. 27.16 La autoría de la fórmula, como digo, aunque en el BOE firmara el

general Gómez Jordana, pertenecía, según acuerdo general, al propioEugenio D’Ors.

17 R. SERRANO SUÑER, Memorias, Barcelona, Planeta, 1977, pág. 421. cit.en M. MARTORELL LINARES, «De ciencias y sociales y ángeles custodios: La RealAcademia de Ciencias Morales y Políticas bajo la guerra y la autarquía», enHistoria y Política, núm. 8, 2002/2, pág. 231

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Sainz Rodríguez en la política tiene lugar durante la Dicta -dura de Primo de Rivera, cuando impartiendo su lección ma-gistral en la inauguración de curso de la universidad madri-leña, algunos de sus pasajes fueron considerados comoofensivos al Dictador. En reparación de las medidas adopta-das contra el profesor, tuvo lugar un sonado banquete en elHotel Palace18. Su postura era la de un monárquico alfonsi-no, de inmensa cultura, propenso a la concordia y concilia-ción con adversarios como Cambó y algunos más. Entre1931 y 1936, fue elegido diputado a Cortes por Santanderen todas las legislaturas. Mientras duró la etapa republica-na, Sainz Rodríguez se vinculó políticamente al grupo AcciónNacional, que en abril de 1932 devino en el grupo de AcciónPopular19.

En 1937, habiéndose trasladado a Salamanca, recibió elnombramiento de Delegado Nacional de Educación y Cultu -ra20. El 5 de enero de 1938 fue nombrado académico de nú-mero de la RAE. El 30 de enero de 1938, Franco le nombróMinistro de Educación. En su breve paso por el Ministeriono fue parca la obra realizada: promulgó la Ley reguladorade los Estudios de Bachillerato; una ley que ha merecido no

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18 Muchas fueron las personalidades representativas que asistieron alfestín; entre ellas se contaba el futuro sucesor de Primo de Rivera, el ge-neral Berenguer, que sufrió castigo por tal asistencia.

19 Participó activamente en Acción Española y fue fundador deRenovación Española, organizaciones que evolucionaron hacia un ciertotradicionalismo monárquico y del ideario militante católico como el acu-ñado por Vázquez de Mella, y más acendradamente, por Menéndez Pelayo,cuya obra completa hizo publicar en su etapa de Ministro. Sainz Rodríguezadmiraba sobremanera al polígrafo montañés y llegó a considerárselecomo su sucesor natural.

Es por entonces cuando crea el Bloque Nacional, propiciando la uniónde los partidos de derechas y cuando da vida a la Sociedad Anónima deEnseñanza Libre (SADEL) para arropar la enseñanza de las órdenes reli-giosas. En su actividad parlamentaria defendió vigorosamente la enseñan-za confesional.

20 Al mismo tiempo formó parte del Consejo Nacional de la JuntaPolítica de la FET y de las JONS tras el proceso unificador de estas fuer-zas políticas.

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pocas alabanzas de los historiadores y analistas, por su con-tenido humanístico, su rigor, equilibrio, y longevidad21.Finalmente, por cuanto hace a nuestro tema, fundó y orga-nizó el Instituto de España22.

Además de la reunión de 27 de diciembre de 1937 y dela citada reunión conjunta de todas las Academias (6 de ene-ro de 1938), el Instituto celebró el 19 de mayo de 1938 otrareunión de cierta importancia. Había visto la luz el decretoque atribuía al Instituto de España la facultad de orientar ydirigir la alta cultura y la investigación superior. Queda ba di-suelta la Junta para la Ampliación de Estudios, pasando susfunciones al Instituto. Los organismos que se creaban erande ambicioso título: Centro de filología románica, Centro defilología semítica y de Estudios Arábigos, el Centro deEstudios Históricos, el Centro de Arqueo logía e HistoriaAmericana y la Comisión para la Historia de la CienciaEspañola. Sáinz Rodríguez estuvo activísimo durante su es-tancia en el Instituto tratando de reactivar la vida cultural es-pañola23.

No estaba nada mal para empezar. Tal era el gran des-tino que la concepción inicial, total o totalitaria, de sus pa-drinos intelectuales concebían para el futuro Instituto de

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21 En ella echaron raíces muchos de los vigorosos impulsos de los es-tudios clásicos en nuestra universidad. En el organigrama del nuevoMinisterio —sustituto expreso del antiguo de Instrucción Pública— creó laJefatura de Archivos, Bibliotecas y de la Propiedad Intelectual.

22 En la Dirección del nuevo Instituto figuraban las siguientes per-sonas: Presidente Manuel de Falla, por la Academia de Bellas Artes;Pedro Sainz Rodríguez de la RAE; Eugenio D’Ors —de la RAE y de lade Bellas Artes— secretario perpetuo; Pedro Muguruza de la de BellasArtes como canciller; Vicente Castañeda, de la RAH: secretario de pu-blicaciones; Miguel Artigas de la RAE, secretario; y Agustín G. Amezua,de la RAE.

23 Participó animosamente en, la celebración en Valencia del cuartocentenario del nacimiento de Juan Luis Vives. Consiguió que en Elche sevolviese a celebrar el Misterio, participó vivamente en la conmemoración—en la Real Academia de San Fernando— del segundo centenario del na-cimiento del arquitecto Juan de Villanueva y así sucesivamente.

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España. En la reunión conjunta de 1938, en Salamanca, porejemplo, Sainz Rodrí guez se expresó de esta manera:

«el Instituto de España es unidad, porque es y repre-senta movimiento de unidad, en las tierras y en laconciencia moral de nuestro pueblo…Por eso el Instituto ha de tener el carácter de frentede guerra. Somos los encargados de trazar las trin-cheras del pensamiento… para que las muertes detodos los días de este pueblo español, que ha sabi-do salvarse, nos sean fecundas en las trincheras dela guerra…Quiero dirigir unas palabras de lealtad al Cau dilloque… a la vez que con su espada nos va devolvien-do pedazos y pedazos de la patria perdida, con laotra mano va construyendo los cimientos del Estadofuturo para que la obra que realiza la espada no seaderrocada. ¡Esa espada es como un rayo luminosoque nos marca a todos los españoles el camino deldeber y del porvenir!»24.

El areópago reunido en Salamanca terminó invocando —enpalabras de Eugenio D’Ors— «los desaparecidos que hubieranjurado con nosotros». Los académicos y el público, puestos enpie, brazo en alto, escucharon silenciosos los nombres de lasvíctimas de la violencia republicana: Zacarías García Villada, Ál-varo López Nuñez y Ramiro de Maeztu; tras la pronunciaciónde cada nombre, un sonoro ¡presente! era gritado por los allíreunidos. El 11 de abril de 1938, el ministro de Educación, SainzRodríguez, encargaba al Instituto de España la redacción de lostextos obligatorios —«para todas las escuelas de España»— dela enseñanza básica en el territorio nacional.

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24 E. VEGAS LATAPIE, op. cit., pág. 285.

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No creo que pueda ponerse en duda que una de las con-cepciones básicas del nuevo Instituto era, en aquellos tiem-pos de guerra, poner sus energías intelectuales al servicio dela causa franquista. No hubo, estrictamente hablando, depu-raciones notorias en las Academias que integraban el Instituto.Así por ejemplo, cuando Pemán señaló que aquel «Senadode la vida intelectual» debía prestar especial atención en «laelección de los nombres que habían de componer sus «órga-nos representativos» precisó que no significaba que la JuntaTécnica se dispusiera a ejercer «funciones depuradoras»25.Quizás los académicos que sobrevivieron en el lado nacionaly siguieron como representantes de las mismas, no tenían unaposición marcadamente hostil a la de las autoridades fran-quistas. El duque de Alba y el conde de Romanotes, por ejem-plo, fueron fácilmente confirmados en la dirección de laAcademia de la Historia y de Bellas Artes respectivamente.Bien es cierto, que las autoridades franquistas buscaron ini-cialmente sustituto para D. Ramón Menéndez Pidal, exiladodurante la guerra26, o para Blas Cabrera de firmes conviccio-nes republicanas; pero en muchas otras el proceso fue ajus-tado a la norma. Tal sucedió en la de Morales y Políticas, don-de el presidente accidental sustituyó a Sánchez Toca porenfermedad de éste, residente en el Madrid republicano.

En verdad, la Academia de Ciencias Morales y Políticas, re-celosa de su autonomía frente al Instituto, cuando hubo deprivar de sus medallas a los académicos republicanos procu-ró hacerlo apoyándose en sus propios estatutos. Las meda-

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25 M. MARTORELL LINARES, «De ciencias y sociales y ángeles custodios: LaReal Academia de Ciencias Morales y Políticas bajo la guerra y la autar-quía». Op. cit. pág. 239.

26 Recayó la presidencia accidental en José María Pemán (que luegolo sería en propiedad por votación de la RAE hasta que una O.M. de 23de julio de 1940 le cesaba para proponer a Rodríguez Martín. El motivo,fue al parecer, el malestar que provocaron en Serrano Suñer unas pala-bras suyas en un discurso de clausura pronunciado por J. Mª Pemán en laAcademia de Jurisprudencia y Legislación, el 13 de julio de 1940).

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llas de Antonio Zozaya You, y de Salvador de Madariaga fue-ron amortizadas en virtud del artículo 5.º según el cual la in-asistencia continuada durante dos años sin causa justificadaera motivo de pérdida de la plaza, salvo que hubiera acudi-do antes a más de 150 sesiones, circunstancia que no con-curría en ninguno de estos dos casos (en 1976, Mada riaga,aún vivo, fue readmitido con la medalla núm. 24). FelipeSánchez Román, ministro sin cartera en el primer gobierno re-publicano de la guerra, al ser sólo académico electo, perdiósu plaza —estatutariamente— cuando transcurrieron tres añosdesde su elección sin haber leído el discurso de ingreso.

Conminada por el Ministerio de Educación, esta Acade -mia acabó dando de baja a D. Niceto Alcalá Zamora y aRafael Altamira que cumplían el requisito de las 150 sesio-nes de asistencia; en cambio, la Academia de la Lengua re-sistió la presión del Ministerio y mantuvo la condición deacadémicos al ex-presidente Alcalá Zamora, a Ignacio Bolívary a Madariaga, exilados de primera hora.

Con todo, esta concepción totalizante del Ins tituto fueperdiendo peso a medida que el régimen franquista aban-donaba su ferocidad de primera hora y el general Franco enuna gallega estrategia de supervivencia, instintiva, o calcula-da, permitió que se diluyesen algunos dogmas y el mismorégimen en determinados aspectos —económicos sobretodo— se convirtió en un sistema biodegradable27. A los ges-tores dirigistas de primera hora, le sucedieron los liberaliza-dores de la primavera de 1959, y hasta los planificadores,de otro signo, como los hombres de López Rodó que con-tribuyeron a cambiar no solo lo que más de una vez he de-

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27 Vid. M.-J. GONZÁLEZ, Economía política del franquismo. Dirigismo, mer-cado y planificación, Madrid. Tecnos, 1978. Ibídem (1999) «La economíaespañola desde el final de la guerra civil hasta el Plan de estabilización»y « La economía española desde el Plan de Estabilización de 1959 hastala transición política», en G. ANES (ed.), Historia económica de España.Siglos XIX y XX. Barcelona Galaxia Gutemberg, 1999, págs. 625-665.

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nominado el «Franquismo de guerra» sino a superar la eta-pa de crecimiento protegido durante el decenio de 1950,que me complace llamar «expansión mercantilista». Fue enel crepús culo del ciclo mercantilista cuando los liberalizado-res de 1959 y sus sucesores los tecnócratas planificadorespusieron las bases de la gran expansión económica de losaños sesenta y mitad de los setenta.

En cualquier caso, en 1940, una orden ministerial dispo-ne que el Instituto de España traspasará al Consejo Superiorde Investiga ciones Científicas, en el plazo de 8 días, los ser-vicios, locales, efectos y documentación procedentes de laextinguida Junta para la Ampliación de Estudios «…que nose hallen actualmente bajo la dependencia del subsecreta-rio…». Concedía un plazo de 15 días para la liquidación pro-visional de la actuación econó mica, y dos meses para pre-sentar las cuentas de gestión28.

¿Qué había pasado? Sencillamente, el anterior ministroSainz Rodríguez había cesado por diferencias con la visiónpolítica de Franco, en abril de 1939, y no pudo, por tanto,actuar de protector. Continuó el ex ministro laborando porla restauración monárquica: en 1940 fue elegido académi-co de la Real Academia Española, su prestigio no era me-nor… pero su peligro era cada vez mayor. Percibió queFranco jamás renunciaría al poder, aunque la guerra mun-dial, se adelantó, la iban a ganar los aliados. Y ante el peli-gro, se exiló a Portugal —en 1942— huyendo de una ordende confinamiento. No volvería a España hasta 1969.

Su sucesor, Ibáñez Martín, sencillamente, dio al trastecon el sueño totalizante —ingenuo, en cierto modo— de

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28 Por lo demás, los servicios, depósitos de libros y demás efectos queactualmente administra la Secretaría de Publicaciones del Instituto, asícomo los contratos en vigor para la publicación de las obras de MENÉNDEZ

PELAYO —una de las acciones más queridas de SAINZ RODRÍGUEZ— pasarán ala junta bibliográfica y de intercambio científico del CSIC. Firmaba la O. M.el nuevo ministro, Ibáñez Martín.

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los dos intelectuales de primera hora. El art. 15 de la su-sodicha O. M. se limitaba a señalar que «subsistirá elInstituto de España como enlace de las Reales Academiasy de éstas con el Ministerio». Los recelos de algunasAcademias, por invasión de competencias del Instituto, seaplacaron. Ya éste no interfería en la pureza de nombra-miento de miembros correspondientes en el extranjero,como pretendió en alguna ocasión; y cada una pudo lle-var su propia vida autónoma e independiente con sólo co-ordinarse en el pequeño círculo del Instituto cercenado.Ayuno de alta protección, a duras penas sobrevivió elInstituto en años de penuria económica, con magras sub-venciones e ingresos exiguos por los libros de texto. Tanto,que hubo de suprimirse, el 25 de febrero de 1942, el ser-vicio de publicaciones por escasez de recursos; y a puntoestuvo de tener que suspenderse las sesiones solemnes,por la misma razón.

DE LA PRESIDENCIA DE EIJO Y GARAY A LA TRANSICIÓNDEMOCRÁTICA

Muerto Manuel de Falla, y exilado Sainz Rodrí guez, reca-yó la dirección del Instituto en el obispo de Madrid-Alcalá,Leopoldo Eijo y Garay. Corría el mes de febrero del año 1942.Hombre de fuerte personalidad y figura de alto relieve, tan-to en la Iglesia como en Régimen, presidió la primera reu-nión del Instituto sin la presencia de Pedro Sainz Rodrígueza quien se le excusó por razones de salud. D’Ors, sintiéndo-se desautorizado, por la mesa, presentó su dimisión.

Durante su mandato, se publicaron los Estatutos delInsti tuto y el Reglamento. El segundo regulaba las funcionesde los directivos y concedía el tratamiento de excelencia alos miembros de las Reales Academias. Bajo su dirección,se inicia la práctica de conmemorar la antigüedad académi-

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ca del numerario que lo fuere. En 1963, fallece Eijo y Garayy le sucede el marqués de Lozoya.

D. Juan Contreras y López de Ayala, marqués de Lozoya,tomó posesión de su nuevo cargo el 11 de noviembre de1963. El sustrato biográfico del marqués es el de un intelec-tual con cierta actividad política. De su condición de diputa-do en 1936, pasa, tras la contienda, a la de profesor de ins-tituto en Segovia. En el protofranquismo se le nombraDirector General de Bellas Artes, cargo desde el que recu-pera muchas obras de nuestro patrimonio artístico, maltre-cho por la contienda. Académico numerario de la RealAcademia de la Historia y de la de Bellas Artes, en 1946, ac-cede a la cátedra de Historia del Arte Hispa no-Americano enla Universidad de Madrid. Presiden te del Instituto de Españaen 1963, Director de la Real Academia de Bellas Artes deSan Fernando en 1972, fue, además, Conseje ro del Reino yProcura dor en Cortes. En su tiempo se ofició al Ministeriosobre la conveniencia de suprimir la obsoleta formula de ju-ramento de los nuevos acadé micos. No se recibió respues-ta y el silencio administrativo permitió la simplificación deljuramento. Quizá su desvelo esencial fue la conservación delas viejas ciudades españolas durante la reconstrucción pos-bélica.

A su dimisión —por razones de edad— le sucedió D. LuisMartínez de Irujo, duque de Alba, que fue nombrado presi-dente del Instituto el 2 de febrero de 1972. Grande deEspaña, Acadé mico numerario y director de la de Bellas Artesde San Fernando, apenas dura en la presidencia, pues falle-ce en Houston, el 6 de setiembre de 1972.

El día 29 del mismo mes y año toma posesión de la pre-sidencia D. Manuel Lora Tamayo. Llegaba Lora con un granbagaje científico y político: Doctor en Ciencias Químicas yen Farmacia por la Universidad de Madrid, catedrático, pre-sidente de la Academia de Ciencias, presidente de honor,académico numerario y correspondiente de numerosas

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Academias. Había ocupado la cartera de Educación en losaños cruciales del desarrollo, desde 1962 hasta el 16 de abrilde 1968. Había peregrinado, el Instituto, por distintas ubica-ciones. Lora consiguió dotarle de una sede representativa,donde ahora estamos, ocupado hasta entonces por la anti-gua Facultad de San Bernardo.

Bajo su presidencia, intelectuales notables impartieronnada menos que 16 cursos. Rafael Lapesa, Ángel MartínMunicio, Luis Pericot, Federico Sopeña y muchos más, pasa-ron por sus aulas. No fue de orden menor su línea de pu-blicaciones. La colección «Cultura y Ciencia» acogía publica-ciones de indudable valía, obras como la titulada Relatividadde Goded, Manuel de Falla de Sopeña, o la Historia de laciencia española de Vernet, se dieron a la estampa enton-ces, aunque las asignaciones ordinarias continuaron con latradición de su absoluta parquedad. Pese a ello, aún pudie-ron continuarse los homenajes a la antigüedad académica,(Moreno Torroba, Navarro Borras, José M.ª Pemán) y, habien-do reingresado Sánchez Albornoz en la Academia de laHistoria y Salvador de Madariaga en la de la Lengua, tuvie-ron su reconocimiento —que aceptaron gustosos— en 1976,aunque no pudieron asistir personalmente a los actos. Ensetiembre de 1978, dimitió Lora Tamayo por decisión pro-pia, como quiso que expresamente constara en el BOE.

A Lora Tamayo le sucedió D. Fernando Chueca Goitia.Con él conoció el Instituto la decisiva adaptación a la actualfase democrática de nuestra Historia. También Chueca llega-ba a la presidencia con un denso equipamiento cultural ytécnico. Había sufrido persecución bajo el régimen anterior:depurado al final de la guerra civil, estuvo fuera de la pro-fesión durante diez largos años, lo que no le impidió su la-bor creadora. Premiado por la Real Academia de Bellas Artesen atención a su trabajo sobre el arquitecto Juan de Villa -nueva, obtendría el Premio Nacional de Arquitec tura por suproyecto para la terminación de la catedral de la Almudena.

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Accedió, además, a la cátedra de Historia de las Artes Plás -ticas de la Escuela de Arquitectura de Madrid y obtuvo, tam-bién por oposición, la cátedra de Historia de Arquitectura yUrba nismo. Miembro de numerosas académicas hispanoa-mericanas, fue nombrado académico numerario de la de laHistoria en 1966 y de la de Bellas Artes de San Fernandoen 1973.

Cuando Chueca llega a la Presidencia, el Instituto con-servaba todavía el olor de la naftalina franquista. Chuecaera un demócrata de ley, su nombramiento coincidía conla aprobación de la Constitución de 1978 y, para empezar,como senador en las Cortes democráticas, consiguió de-volver las Reales Acade mias al alto patronazgo de laCorona, rasgo que durante el franquismo se había cubier-to de óxido. La Consti tución de 1978, por obra de Chueca,reconoció —en su artículo 62, apartado J— este alto patro-nazgo, timbre de gloria originario de las Reales Academiasy garante, durante siglos, de su independencia respecto alos gobiernos de turno.

También fue Chueca quien por su propia mano diseñóel nuevo logo del Instituto, sustituyendo el Victor franquistapor el escudo actual consistente en sus iniciales bajo el sig-no de una corona real. Adap tado a los nuevos tiempos, elInstituto se consolidó así como órgano de coordinación y co-hesión de las Academias con el más exquisito respeto a laautonomía de cada una de ellas. Extendió Chueca la influen-cia del Instituto con la creación de la figura de Academiasasociadas y academias adheridas, en función de las diver-sas antigüedades y tradiciones de las mismas. Esta iniciati-va, gratamente recibida por las Academias provinciales, pare -cía sintonizar con la nueva estructura del Estado Autonómicoen marcha.

Multiplicó D. Fernando los actos, conferencias y cursosmonográficos impartidos por académicos y otras personasde reconocido prestigio. Tales cursos encontraron acomodo

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en un intenso programa de publicaciones que Chueca im-pulsó con inusitado vigor. Por último, aunque no en últimolugar, no desatendió Chueca la mejora y renovación del edi-ficio e instalaciones de la sede del Instituto atemperándoloa su papel representativo. Bajo su presidencia, se mejoró,por ejemplo, la sala de conferencias, se sustituyeron las vi-gas dañadas en la cubierta, se reconstruyeron aleros y ca-necillos, se colocaron canalones y bajantes, y, lo que fue mu-cho más llamativo, se emprendieron obras de renovación ydecoración de la sala de conferencias y su estrado; se abrióun nuevo salón para visitas y reuniones; se reformó la bi-blioteca existente con nuevo mobiliario y nuevos anaquelesde caoba; se construyeron nuevas puertas de entrada a sa-lones y despachos y se rea lizaron las obras de acce so alInstituto desde la gran escalera del edificio»29.

En 1986, cesó Chueca por expiración de su mandato. Lesucedió el historiador y académico D. Miguel Artola. LlegabaArtola también con un impresionante bagaje de historiador.Catedrático, primero en Sala manca, pasó luego a la Universi -dad Autó noma de Madrid, donde se jubiló como catedráticode His toria Contemporá nea. Miembro de la Real Academia dela Historia desde 1982, su extensa obra de investigación cuen-ta con algunas publicaciones que se han convertido en ver-daderos clásicos en la materia. Los afrancesados, los Textosfundamentales para la historia, La España de Fernan do VII,la Burguesía revolucionaria, Partidos y programas del anti-guo régimen, y numerosas obras colectivas por él dirigidas.La España del antiguo régimen, Enciclopedia de la Historiade España, los estudios sobre Europa y muchos otros se hanconvertido en obras de referencia.

Fue original su idea de reunir a los académicos en lo quellamó Semanas del Instituto. Convocó a los académicos enciclos de encuentros y conferencias semanales con un tema

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29 J. CALVO SOTELO, op. cit., pág. 47.

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científico central. Dos serían las clases de semanas concebi-das por Artola. Unas que implicaban la confección previa deun pequeño volumen por el conferenciante —del tipo de laslectures anglosajonas— y otro tipo basado en la colaboraciónde varios conferenciantes con un texto preparado por un es-pecialista con vistas a su publicación. Todo ello, junto con laedición facsímil de piezas únicas en riesgo de extinción, cons-tituiría un patrimonio cultural de considerable importancia.

Al hilo de los actos conmemorativos del V Cente nario delDescubrimiento de América, propició Artola la celebraciónde un congreso de historiadores del Derecho que tuviera porobjeto estudiar la legislación de nuestras antiguas provinciasde ultramar. Finalmente, en el haber de Artola se encuentrael impulso definitivo de cursos de tercer ciclo, dado que laley permitía ahora su celebración en instituciones reconoci-das por las universidades que les confieren la necesaria va-lidación académica.

También, al hilo de designación de Madrid como CapitalEuropea de la Cultura, en 1992, firmó un convenio con el con-sorcio «Madrid Capital Europea», en el cual se aprovechaba elgran patrimonio cultural de las Reales Academias y se com-prometía a celebrar jornadas de puertas abiertas en ellas, con-ferencias de presentación, publicaciones sobre su historia y pre-sencia de académicos en los actos acordados con motivo deeste evento. Los días 19-21 de noviembre de 1992, se celebróen Madrid una reunión de diez academias europeas en la quese impartieron 26 ponencias y se presentó a los medios infor-mativos la «Decla ración Académica de Madrid». En su punto2, se lee «Uno de los deberes principales de las Acade mias esel de aconsejar a los gobiernos y a las Administraciones enmateria de su competencia, sea o no solicitado su dictamen»30.

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30 S. DEL CAMPO, «Las reales Academias y el Instituto de España», en A.BONET CORREA, Misión de las Reales Academias, Madrid, Instituto de España,2004, pág. 152.

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Al profesor Artola le sucedió la investigadora, doñaMargarita Salas Falgueras (1996-2003).

La Profesora Margarita Salas, numeraria de las RealesAcade mias de Ciencias Exactas, Físicas y Natu rales (1988) yde la Espa ñola (2003), fue nombrada Presidenta del Institutode España por Real Decreto 2101/1995, de 22 de diciem-bre, hasta su cese por transcurso del tiempo reglamentaria-mente establecido, el 26 de diciembre de 2003. Su manda-to destaca por el impulso dado a diversas iniciativas paralograr una mayor cooperación entre las Reales Academias.

Así, se iniciaron diversos trabajos en los que participa-ban miembros de distintas Academias como seminarios deelevado nivel científico, entre los que podemos citar «Nuevasfronteras en el conocimiento y gestión de residuos», coordi-nado por el Prof. Segundo Jiménez Gómez, de la R. A. Nal.de Farmacia; «Del microcosmos al macrocosmos: el siglo dela física», coordinado por Francisco J. Ynduráin Muñoz yAntonio Hernando Grande, de la Real Academia de CienciasExactas, Físicas y Naturales; «XXV Aniversario de la Constitu -ción española», coordinado por Ángel Sánchez de la Torre,de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Por otraparte, y siguiendo la línea de su predecesor, también se am-pliaron los Cursos de Tercer Ciclo, firmando nuevos conve-nios de colaboración con las Universidades Complu tense deMadrid, Autónoma de Madrid, Politécnica, UNED y Carlos III.

Aparte de las distintas publicaciones que recogían loscursos citados y las actividades del Instituto, se inició, bajosu dirección, otra serie de carácter especializado como lasque recogían homenajes a relevantes personajes españoles(Cánovas del Castillo, Antonio Maura,…) así como otras acer-ca de la vida de las Reales Academias (Diccionario biográfi-co de los miembros del Instituto de España, Crónica acadé-mica de un siglo, etc.).

Junto a estas iniciativas destaca el proyecto Insde con elque se buscó y consiguió dotar tanto a las Reales Academias

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como al Instituto de España de la infraestructura informáti-ca necesaria para facilitar su adaptación a las Nuevas Tec -nologías. Este proyecto posteriormente se extendió tambiéna las Academias de ámbito provincial, territorial o autonó-mico asociadas al Insti tuto cuyo número se había incremen-tado durante su mandato de veintiocho a cincuenta institu-ciones.

He de terminar refiriéndome al actual presidente delInstituto de España. También el profesor D. Salustiano delCampo accede a la presidencia con un perfil intelectual debrillante profesor e investigador. Es licenciado en Derecho,doctor en Ciencias Políticas con premio extraordinario(1959) y —desde 1962— catedrático de Sociología primero,por la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de laUniversidad de Barcelona, y desde 1967, de la U.C.M. Entre1977 y 1980, fue Decano de su facultad. A su desvelo, en-tre otros, se debe el impulso de la primera facultad deSociología de España. Su libro Sociolo gía científica moder-na (1962) contiene, en efecto, el primer plan de estudios,confeccionado por su mano de la bisoña facultad. Fundador,consejero delegado y primer director del Instituto de OpiniónPública (1963-1967), se halla en posesión de numerosos re-conocimientos. La Medalla de Honor de la Universi dadComplutense, La Gran Cruz de la Orden de Al fonso X elSabio, y el Premio Nacional de Sociología y Ciencia Políticadel año 2003.

Es, actualmente académico de la Real Academia deCiencias Morales y Políticas, de la Europea de Ciencias, Artesy Humani dades de París y de la academia Scientiarum etArtium Europaea de Salzburgo. Profesor visitante de nume-rosas universidades norteamericanas, fue nombrado DoctorHonoris Causa por la UNED, en el año 2004, y por laUniversidad de Cádiz en el año 2006.

Desde 26 de diciembre del año 2003, es presidente delInstituto de España. Sus más decisivas líneas de actuación

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consisten en tratar de armonizar la infraestructura de lasAcademias homogeneizando derechos y perfilando la co-mún condición de los académicos. Un segundo aspecto desu línea de actuación consiste en potenciar el trabajo in-terdisciplinario, sin menoscabo de la actividad propia decada Academia. En tal sentido, propicia conferencias y pro-grama publicaciones, amén de diversos actos académicosconjuntos.

Finalmente, la apertura al espacio europeo es línea fun-damental de esta etapa actual del Instituto. Impulsa el es-tablecimiento de una red de relaciones internacionales me-diante congresos y participación en los órganos de lasAcademias europeas. En este sentido, fue muy significativasu participación en el coloquio mantenido en Ámsterdamsobre «Las Aca demias en Europa Occiden tal» donde se exa-minaron los grandes problemas que afectan a las socieda-des en las que están incardinadas. En todos ellos ha insis-tido la federación de las Academias europeas fundada en199431.

Hay una función que el actual Instituto y las Academiasen general, no quiere olvidar, es la función asesora —desdela independencia y el desinterés crematístico— de los gobier-nos de turno. El profesor Salustiano del Campo lo ha expre-sado con atinado juicio: «su intención es promover que laacción de los gobiernos sea ilustrada, en el sentido de quesea informada por personas especializadas, no en el de quelas decisiones correspondan a ningún déspota o dictador»32.

Con otras palabras, lo expresa el profesor Carlos del Río,las Academias son instituciones que deben «procurar que lasociedad se beneficie de la sabiduría de quienes tienen au-toridad para ser respetados por los ciudadanos»33.

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31 S. DEL CAMPO, op. cit., pág. 157.32 S. DEL CAMPO, op. cit.33 Cit. en S. DEL CAMPO, op. cit., pág. 150.

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No quiero dejar en el tintero un episodio, conocido, quedio a la estampa la pluma de D. Salustiano. Lo relato trans-cribiendo sus propias palabras:

«En la primera mitad de los años ochenta, una oleadade incomprensión por parte del Gobierno de la época diolugar a una histórica sesión en el Insti tuto de España, en laque participó Laín y de la cual no queda ningún relato fide-digno que yo sepa. Viví el suceso como un académico in-gresado pocos años antes en el que pronto se depositó lares ponsabi lidad de la secretaría de la Real Academia deCiencias Morales y Políticas, así como su representación enla Mesa del Instituto de España. Arreciaba en aquel tiempoun vendaval político-cultural difícil de interpretar, que mira-ba sañudamente a las academias cuestionándose su razónde ser. Se pretendía cam biar profundamente ciertos rasgostradicionales de la vida académica, estableciendo una fechade jubilación para los académicos y, sobre todo, modifican-do la forma de elección, de tal manera que en un cincuen-ta por ciento de las vacantes la decisión correspondiera alConsejo de Ministros.

El 12 de marzo de 1985 se celebró en la sede del Insti -tuto de España un almuerzo que congregó a los Presi den-tes y Secretarios del Instituto y de cada una de las RealesAcademias integradas en él. Presidían Fernando ChuecaGoitia por el Instituto de España y Pedro Laín Entralgo porla Real Academia Española, de la que a la sazón era Director.Tras una exposición del estado de la cuestión y la consi -guiente deliberación, los presentes decidieron que dimitirían,e invitarían a hacerlo al resto de los académicos, si elGobierno proseguía con sus planes.

Los Presidentes y Secretarios reunidos fueron, ademásde Fernando Chueca Goitia y Pedro Laín Entralgo, los siguien-tes: Joaquín Calvo-Sotelo, por el Instituto de España; AlonsoZamora Vicente por la R. A. Espa ñola; Diego Angulo Íñiguezy Dalmiro de la Válgoma por la R. A. de la Historia; Luis

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Blanco Soler y Enrique Pardo Canalís por la R. A. de BellasArtes de San Fer nando; Manuel Lora-Tamayo y José M.ªTorroja Me néndez por la R. A. de Ciencias Exactas, Físicas yNaturales; Luis Díez del Corral y Salustiano del Campo porla R. A. de Ciencias Morales y Políticas; Benigno LorenzoVelázquez y Valentín Matilla Gó mez por la R. A. Nacional deMedicina; Antonio Hernández Gil y Juan Vallet de Goytisolopor la R. A. de Juris prudencia y Legislación; y Ángel SantosRuiz y Manuel Ortega Mata por la R. A. Nacional de Farmacia.

Solamente mencionaré que el Gobierno desistió de susplanes y dejó a las Academias en paz, aunque mal atendi-das y peor aprovechadas. También en esta ocasión el ejem-plo de Laín nos estimuló y convenció a muchos. Aún más,porque poco tiempo después renunció voluntariamente a ladirección de la Real Academia Española»34.

Terminaré con las palabras de José Manuel Reol Tejada«Las Academias no son sólo un arca en el que se guardantesoros de ciencia y cultura para la memoria viva y perma-nente de los pueblos, sino también, foco, para iluminar laactualidad con tanta capacidad de análisis y discriminacióncomo ausencia de sectarismo y modas»35.

¡Muchas gracias!

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34 S. DEL CAMPO, «El temple de Laín». En VVAA Pedro Laín Entralgo ensu centenario. Madrid. Instituto de España, 2008, págs. 6-8.

35 J. M. REOL TEJADA, «El Instituto de España y las Reales Academias»,Arbor: Ciencia, Pensamiento y Cultura, núm. 641, mayo 1999, pág. 9, cit.En ibid. pág. 50.

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El Autor

MANUEL JESÚS GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Catedrático de Historia del Pensamiento Econó mico dela Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).Técnico Comercial y Economista del Estado, actualmente enexcedencia. Ha ocupado las Cátedras de Historia del Pensa -miento Económico en la Universidades de Oviedo yAutónoma de Madrid. También fue Secretario de Estado deUni versidades, Investigación y Desarrollo durante la etapa alfrente del Ministerio de Educación siendo ministra EsperanzaAguirre. Actualmente, es presidente de la Cámara de Cuentasde la Comunidad de Madrid.

Especializado en historia económica de la España con-temporánea, ha escrito diversos libros y numerosos trabajosde investigación sobre historia del Estado e historia empre-sarial en el siglo XX, entre los que destacan «Economía po-lítica del franquismo» o «Una historia del INI» a los que hayque unir sus colaboraciones en «Historia de España» deMenéndez Pidal y sus trabajos «Economía española desdeel final de la guerra civil hasta la transición política» o Hierroy Acero ante la mundialización. También es especialista enla historia de la moneda y de la banca sobre la que ha escri -to varias monografías, siendo «Metales, precios y pensamien-to monetario en Castilla durante el siglo XVI» la más recien -

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te. Es, además, director y principal autor de la obra colecti-va: BBVA, 150 años, 150 bancos. Su interés por la historiadel pensamiento económico general le ha llevado a la rein-terpretación de las teorías de economistas neoclásicos ymarginalistas como Jevons y Edgeworth. También cultiva losestudios sobre economistas asturianos como Flórez Estrada,Jovellanos, Santa Cruz de Marcenado o Pedro Rodríguez deCampoma nes. En la exposición celebrada en Ma drid en elaño 2003 titulada «Campomanes y su tiempo», ejerció labo-res de Comisario. Está en posesión de la Gran Cruz de Isabella Católica. Ocupa la Medalla Núm. 14 de la Real Academiade la Historia.

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SESIÓN CONMEMORATIVA

DE LA FUNDACIÓN DEL INSTITUTO DE ESPAÑA

Celebrada el 4 de febrero de 2009

PERIPLO HISTÓRICO

DEL INSTITUTO DE ESPAÑA

por el Excmo. Sr. D.

MANUEL JESÚS GONZÁLEZ GONZÁLEZ

de la Real Academia de la Historia

Madrid, 2010

CUBIERTA Periplo Historico 11/2/10 14:01 Página 1