Periódico De La Urbe

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AÑO10 No.49 MEDELLÍN,NOVIEMBRE DE2010 ISSN16572556 FACULTADDECOMUNICACIONES UNIVERSIDADDEANTIOQUIA

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antiqouia Edición 49

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AÑO 10 No.49 MEDELLÍN, NOVIEMBRE DE 2010 ISSN16572556 FACULTAD DE COMUNICACIONES UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

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No. 49 Noviembre de 2010

2 Desde adentro

En este año de disturbios y agitaciones, vale la pena elaborar una radiografía del poder en la Universidad de Antioquia. “Sobre el tema no es fácil hablar”, reconocen los emplea-dos de rango medio que no quieren ‘estremecer’ sus puestos. Aquellos que se atreven a hacerlo, piden apagar la grabadora porque temen las consecuencias de una palabra de más. Mientras tanto, otros funcionarios, de niveles más elevados, temen que sus afirmaciones pongan en riesgo los recursos económicos provenientes del despacho del Gobernador por-que aún, en Colombia, parece que los recursos para la educación pública no obedecen a una fuerte política de Estado, sino a los caprichos de los gobernantes.

La Gobernación de Antioquia debe responder sólo por el 8,2% del presupuesto anual de la Universidad y, en la actualidad, adeuda cerca de 13 mil millones de pesos de aportes correspondientes al 2010. Pese a ello, el gobernador Luis Alfredo Ramos, como antes Aníbal Gaviria o Eugenio Prieto Soto, como ordenador del gasto del Departamento y Pre-sidente del Consejo Superior Universitario, se erige como uno de los grandes poderes sobre la comunidad universitaria.

Sin embargo, el Gobernador solo no puede controlar la Universidad: están en juego po-deres verticales creados por la norma, poderes horizontales que se acoplan a ella y poderes de hecho o con otras formas de legitimidad. De esa manera, algunas formas del poder tie-nen sustento en el orden institucional y, desde allí, gozan del usufructo de la Universidad mientras otros pretenden lo mismo desde la ilegalidad.

Los poderes de decisión conformados a partir de la normatividad universitaria son, por una parte, el Consejo Superior Universitario, el Consejo Académico y el llamado Co-mité Rectoral -denominado en la norma simplemente como Rectoría, integrado por los vicerrectores, los directores de la administración central y el Secretario General-. Por otra parte, se encuentran los órganos autónomos de representación que no se crean a partir del Estatuto General de la Universidad, pero que son reconocidos institucionalmente; de ellos hacen parte la Asociación de Profesores, las asociaciones de trabajadores y jubilados, las organizaciones estudiantiles (v. Recuadro. Grupos estudiantiles con voz y rostro) y la Asamblea de Estudiantes -considerada el gran foro para la deliberación, pues en ella con-fluyen diversas ideologías; en su seno, el estamento estudiantil declinó su representación en el Consejo Superior-.

La guerrilla y los paramilitares también se encuentran presentes por medio de or-ganizaciones clandestinas que operan de diferentes formas al interior de la Universidad. Las facciones guerrilleras utilizan explosivos en la Ciudad Universitaria, realizan paradas militares, izan banderas, escriben pintas en las paredes y reparten panfletos. Los grupos paramilitares se han hecho responsables de asesinatos de universitarios y a ellos se atri-buyen los listados con amenazas en contra de estudiantes y profesores. De ambos grupos se sabe que forman círculos de estudio y de acción con el fin de incorporar jóvenes a sus proyectos. Las capuchas no son exclusivas de uno de ellos; se dice que unos 15 grupos, de diferentes matices, las usan cuando de realizar acciones armadas se trata.

Otro de los poderes presentes en la Universidad es el de los narcotraficantes, aliados con el paramilitarismo y la guerrilla, quienes se han apropiado del espacio universitario como lugar para expender droga. Su poder reside en el dinero y en su capacidad de inti-midación armada.

Una mirada al Consejo Superior Entre los universitarios, ronda la preocupación por el poder que pueden ejercer los

caciques y los directorios políticos a través de algunos funcionarios de la Universidad en áreas como la contratación y los nombramientos en cargos de dirección. Esa sospecha recae sobre el Consejo Superior como órgano encargado, entre otras funciones, de la designación de autoridades académicas y administrativas; sin embargo, otras voces niegan que en ese organismo, dada la honorabilidad de sus integrantes, se tramiten intereses burocráticos.

El Consejo Superior fue creado por la Ley 30 de 1992 y lo conforman diez personas -nueve con voz y voto, y una, el Rector, con voz pero sin voto- que representan a diferentes sectores, intereses y jerarquías. Sus integrantes han pasado la mayor parte del tiempo en el más completo anonimato para cientos de estudiantes, y miembros de la comunidad universitaria.

Los consejeros son, en parte, responsables de lo que ha sucedido en la Universidad, tanto de los logros como de los vicios y prácticas politiqueras que la afectan hoy. Los direc-tivos actuales de la Universidad son sus colegas, amigos, discípulos, cuotas o consentidos.

¿Acaso será necesario hacer un recorrido por el cuadro de cargos, de direcciones, vice-rrectorías y decanatos para ver con quién están relacionados quienes los ocupan o a cuál administración departamental anterior o presente le corresponden?

El 2010 es un año en el cual el Consejo Superior se ha hecho sentir con particular intensidad en la vida universitaria por la suspensión de clases en la Universidad. El desco-nocimiento sobre el Consejo Superior hace suponer que es el rector Alberto Uribe Correa quien ordena los cierres; para los estudiantes no es claro si las decisiones provienen del Gobernador, del Consejo Académico, de la Rectoría o del Consejo Superior.

Los que reclaman espacioEn medio de ese entramado de poderes, hay dos grupos amplios que piden representa-

ción. Ramiro Giraldo, presidente de la Asociación de Profesores de Cátedra, organización que cumple un año y agrupa a unos 500 profesores, dice que han reclamado a la adminis-tración “la ampliación y profundización de los espacios de participación democrática en la Universidad”, y agrega que “siendo un gremio tan grande, entre 5 mil y 6 mil profesores”, se encuentran excluidos de todos los espacios de representación y participación.

Jaime Restrepo Cuartas, ex rector y actual representante de la Ministra de Educación ante el Consejo Superior, explica que finalmente la Universidad “no es de los profesores y los estudiantes, sino de la sociedad”; esa sociedad estaría encarnada en el Consejo Supe-rior. Insiste en que su conformación, “en términos generales”, es democrática teniendo en cuenta que “participan tres representantes del gobierno, tres de la comunidad académica y tres del sector social”. Élmer Gaviria, decano de Medicina y representante de las directivas académicas ante el Consejo Superior, dice que aunque sean mayoría, los profesores de cáte-dra dictan pocas horas de clase por semestre en comparación con los profesores de planta, y que el representante profesoral representa a los de cátedra y a los vinculados.

En cuanto al reclamo de más espacios de participación, Gaviria cree que no puede ver-se a la Universidad como una ‘república independiente’, aunque reconoce que “la ausencia de un estamento tan fundamental como es el de los estudiantes en el Consejo Superior, u otro órgano de representación en la Universidad, es dañino y negativo”.

Contrario a la “representación de la sociedad”, que Restrepo Cuartes atribuye al Con-sejo Superior, Ramiro Giraldo considera que “en los Consejos Superiores hay unos poderes que están por fuera de la autonomía y lógica de la Universidad para comprender y atender sus problemas”, y es la primera instancia en la que empieza “a perderse la autonomía universitaria”. Se pregunta, por ejemplo, cómo es posible que el rector de la Universidad no tenga voto en el Consejo Superior. Sobre el poder en la Universidad, opina que “está segregado en varios grupos que se lo disputan” y que atentan contra la Universidad como bien público. “Hay personajes que están por fuera de la Universidad y toman decisiones sin hacer parte de ella, como lo son el representante del sector productivo, el representante del Presidente, el representante de la Ministra”.

Entre tanto, Fabio Giraldo, director del Instituto de Estudios Políticos de la Universi-dad de Antioquia, reconoce que no le gusta el Consejo Superior porque “es gente que no sabe de la Universidad, no conoce a la Universidad. Es gente que decide, opina; pero no conoce. Y hay una gran diferencia entre decisión, opinión y conocer”. Dice, además, que el poder en la Universidad debería estar encarnado en el Consejo Académico, integrado por los profesores que han hecho años de carrera dentro de la Institución.

Desheredados del poderFinalmente, los estudiantes parecen ser los desheredados del poder en la Universidad

de Antioquia; dicen que al Gobernador se le nota el malestar al oír hablar a un estudiante y que el Consejo Superior se ha amparado en la resistencia de la Asamblea Estudiantil para no convocar a elecciones como es su obligación y que no ha sido eficiente para buscar me-canismos que promuevan y permitan una participación estudiantil, dinámica y activa. “En ese sentido, creo que nos ha faltado creatividad”, admite Élmer Gaviria.

El Consejo Superior parece mirar a los estudiantes, desde arriba, y los estudiantes parecen mirar al Consejo Superior, desde abajo: ambos sin reconocerse. En todo caso, si el Consejo Superior se dispusiera a abrir canales para la participación estudiantil, quizá encuentre que el sólo llenar la “silla vacía” podría ser insuficiente porque el debilitamiento de la acción política, nuez del conflicto en la Universidad de Antioquia, no permite avizorar una solución de fondo que, a corto plazo, beneficie a la sociedad.

Radiografía del poder

Redacciones De La Urbe y ¡Qué pasa UdeA! [email protected]

¿Quién manda en la Universidad de Antioquia? Se preguntan muchos ciudadanos cuando escuchan noticias como las que marcaron en 2010. Para esbozar una respuesta, consultamos a varios conocedores del complejo tejido que forman los poderes en torno a la U. El diagnóstico deja muchas preguntas abiertas.

Fotografía: De La Urbe

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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Presidente: Luis Alfredo Ramos Botero, gobernador de Antioquia, abogado de la Universidad de Medellín. Uno de los grandes convocantes de electores del Departamento. Máximo dirigente del cuestionado movimiento político Alas Equipo Colombia. Ha sido representante a la Cáma-ra, senador y Alcalde de Medellín. Su paso por el sector privado es elogiado. No apoyó a Alberto Uribe durante su tercera candidatura a la rectoría; sus afectos estaban dirigidos a Alfonso Monsalve. Ha sido cuestionado por no pagar la deuda que el Departamento tiene con la Universidad y por ordenar a la Fuerza Pública entrar a la Ciudad Universitaria ante cualquier incidente que altere el orden público.

Representante del Presidente de la Repú-blica: Antonio Yepes Parra, médico de la Uni-versidad de Antioquia. Fue Rector de la misma. Ha sido Ministro de Educación, Gobernador de Antioquia y Gerente del Seguro Social. Se dice que es una de las personas con mayor poder burocráti-co en la Universidad durante los últimos 30 años. Llegó al Consejo Superior en noviembre de 2010 por designación del presidente Juan Manuel San-tos. Reemplazó al empresario conservador Manuel Santiago Mejía -quien estuvo durante 12 años en el Consejo Superior, desde la presidencia de Andrés Pas-trana-, tiempo que le permitió acumular gran poder, al punto de que algunos dicen que en la U. de A. no se movía una hoja sin que él lo supiera.

Representante del Ministro de Educación: Jaime Restrepo Cuartas, médico, egresado y ex rector de la Universidad. Fue representante a la Cá-mara por el Partido de la U. Con el mismo partido fracasó en su aspiración al Senado en las últimas elec-ciones. Desde agosto fue designado por el Presidente de la República como Director de Colciencias. Llegó al Consejo Superior en reemplazo de Gabriel Burgos, Viceministro de Educación quien se incorporó al mo-mento de votar la tercera reelección de Uribe Correa. La llegada de este último se entendió como un intento del Gobernador de Antioquia por impedir el triunfo de Uribe Correa. Antes de Burgos, estuvo Darío Montoya, polémico exrector del Sena quien ya manifestó su interés por convertirse en Alcalde de Medellín o, en su defecto, en rector de la Universidad de Antioquia. Jaime Restrepo será sin duda uno de los hombres más poderosos de esa corporación y de la Universidad, de donde nunca se ha ido.

Representante de los ex rectores: Luis Javier Arroyave, médico veterinario egresa-do de la U. de A. Fue designado en reunión

de los ex rectores quienes, según afirma uno de ellos, son casi todos afectos al actual re-presentante del Presidente de la República.

Es conocida su simpatía por el Uribismo y su lealtad al actual rector.

Representante de las di-rectivas académicas: Él-mer Gaviria, médico egre-sado de la U. de. A. Ha sido decano de Medicina en dos periodos consecutivos. Sus posiciones casi siem-

pre generan polémica, incluso entre quienes lo eligieron como representante. Es considerado un académico sin filiaciones polí-ticas. Es visto por muchos como futuro rector, de ahí las contro-versias que surgen en torno a sus

planteamientos. Si bien, en teoría, es el representan-te de las directivas acadé-micas, sólo es elegido por

los decanos que forman el Consejo Académico.

Representante del sector productivo: Luis Fernando Arango, presidente de la Comercializadora Internacional Unibán, fue designado por el Gobernador Aníbal Gaviria

Correa de una terna enviada por Proantioquia. Es conocida su cercanía a Manuel Santiago Me-

jía y a la denominada casa El Mundo, propiedad de la familia Gaviria Correa. Ha sido criticado por su supuesto desconocimiento de los temas generales relacionados con la Universidad; sus intereses es-tán centrados en el aporte que la Universidad puede hacer en la región de Urabá, donde están asentados los intereses de los bananeros. La se-des que se construirán en Turbo y Apartadó han contando con su permanente actividad.

Representante de los profesores: Gabriel Agudelo Via-na, profesor de Ciencias Económicas. Ha estado en el Conse-jo Superior durante dos periodos consecutivos: cuatro años. En dos ocasiones, colegas suyos le han pedido la renuncia en asambleas de profesores, pues consideran que ya no re-presenta los intereses del estamento. Aunque su periodo se venció a principios de noviembre, el Consejo Superior convocó a elecciones para mediados de febrero. Quizá, para entonces, ya esté aprobada la reforma administra-tiva y las reformas del Estatuto Profesoral y del Regla-mento Estudiantil. Es elegido por votación universal de los profesores vinculados de tiempo completo, medio tiempo y ocasionales. No participa el profe-sorado de cátedra.

Representante de los egre-sados: Manuel Ballesteros Romero, abogado y asesor de varias organizaciones pú-blicas y privadas. Son conocidas sus simpatías por Germán Vargas Lle-ras y por algunos sectores del Partido de la U. Se conoce su apoyo al Elkin Li-bardo Ríos, exdecano de inge-niería quien busca una curul en el Concejo. Es elegido en reunión de los representantes de los egresados ante los Consejos de Facultad; en el mejor de los ca-sos, participan 14 electores. No participan los egresados de las Escuelas e Institutos.

Representante de los estudiantes: No existe representación estudiantil desde el 2004. Debe ser elegido votación universal, directa y secreta, para un perío-do de dos años. Quien aspire a ser repre-sentante de los estudiantes tener matrícula vigente en por lo menos doce créditos de su programa; haber cursado y aprobado más del cuarenta por ciento de los créditos de su plan de estudios, con un promedio crédito acu-mulado igual o superior a tres con cinco; y no haber sido sancionado disciplinariamente.

Rector: Alberto Uribe Correa, médico cirujano y dermatólogo egresado de la U. de. A. Llegó al Consejo

Académico en 1995 como Decano de la Facultad de Me-dicina. Tres años después fue elegido como representante

de los decanos al Superior, donde ha permanecido hasta hoy. Siendo Vicerrector General, fue encargado de la rectoría cuan-

do Jaime Restrepo Cuartas renunció en 2002. En 2003 fue desig-nado como rector y está a un año de cumplir su tercer periodo. Des-

de sus inicios profesionales ha sido apoyado por Antonio Yepes Parra, aunque también se habla de un distanciamiento reciente entre ambos.

Si bien, se le considera amigo de la familia Gaviria Correa -liberal y dueña del periódico El Mundo- no es fácil encasillarlo en una tendencia política

pues posee una gran capacidad para moverse de acuerdo con las coyunturas. Su gran mérito como rector ha sido su capacidad para gestionar recursos y sacar

adelante obras civiles importantes; su talón de Aquiles, el largo tiempo al frente del poder con un equipo ya desgastado ante la comunidad universitaria.

O�cina Estudiantil Facultad de IngenieríaO�cina Estudiantil Facultad de Ciencias EconómicasO�cina de Asuntos Estudiantiles Facultad de Derecho y Ciencias PolíticasProyecto de O�cina Estudiantil Facultad de Ciencias Sociales y HumanasAsociación Colombiana de Estudiantes Universitarios (ACEU)Organización Colombiana de Estudiantes (OCE)Federación Universitaria Nacional (FUN) Movimiento por la Defensa de los Derechos del Pueblo (Modep)Comisiones MODEPColectivos de la Minga SocialColectivo Contracultura y Resistencia (Cores)

Nuevo MundoPreuniversitario Popular Paulo FreireComité Universitario de Derechos Humanos Gustavo MarulandaComité Patriótico Universitario UdeAColectivo de Estudio y TrabajoProceso Nacional Identidad EstudiantilMesa Amplia Estudiantil Ciudadela RobledoMesa Amplia Facultad de Ciencias Exactas y NaturalesRepresentantes Estudiantiles de la Facultad de Medicina en la Mesa de Trabajo ConjuntaCoordinadora AntifascistaCoordinadora Local Anarquista

Grupos estudiantiles con voz y rostro

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Editorial

Opinión

No. 49 Noviembre de 2010

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

RectorAlberto Uribe Correa

Dec anoFacultad de Comunicaciones

Jaime Alberto Vélez

Jefa Departamento de Comunicación Social

Deisy Katherine García Franco

Las opiniones expresadas por los autores no comprometen

a la Universidad de Antioquia

CIRCULACIÓN 10.000 EJEMPLARES

Comité Editorial Sistema De La UrbeHeiner Castañeda, Luis Carlos Hincapié, Patricia Nieto, Elvia Acevedo y Gonzalo Medina.

Director Sistema De La UrbeHeiner Castañeda

Director De la Urbe prensaRamón Pineda.

Editora edición 49Patricia Nieto

Coordinación EditorialMaría Flórez .Daniela Gómez.

RedacciónJavier Bergaño, Jorge Caraballo, Róbinson Úsuga, Daniela Gómez,

María Flórez, Patricia Nieto, Paula Camila Osorio, Juan David Ortíz, Deisy Villalba, Katalina Vásquez, Felipe Grajales, Fernanda González .

DiseñoJavier Ignacio Tabares Daniela Gómez.

Colaboración Andrea Aldana, Cristina Arévalo, Natalia Botero, Archivo histórico Universidad de Antioquia, Eduardo Domínguez, Eufrasio Guzmán

Portada Javier Ignacio Tabares

FotografíaJorge Caraballo Cordovez, Daniela Gómez , Juan David Ortíz, Marlon Pérez, Diego González, David Estrada

Corrección Alba Rocío Rojas León.

ImpresiónLa Patria - Manizales.

Proyecto de la Asociación Periodistas U. de A. y la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Antioquia.

[email protected]

FACULTAD DE COMUNICACIONES

Edi�cio de ExtensiónCalle 70 Nº 52-72

O�cina 708Teléfono: 219 89 45

Medellín - Colombia

Número 49Noviembre de 2010

El espíritu universitario está herido, urge cuidado. Entre más tardamos en sanar-lo, más expresa su dolor y se hace sentir. La tensión en la Universidad de Antio-quia se acumula y puede descargarse en cualquier momento. Para evitar hechos

lamentables, es imprescindible comunicarnos en un diálogo que nos incluya a todos.El pasado 15 de septiembre los estudiantes se dirigieron al Bloque Administrativo

con una exigencia: hablar con el Rector. Pero los ánimos estaban exaltados, se escu-chaban insultos y consignas ofensivas; en su indignación, la actitud de esa masa era intimidante. Los directivos propusieron trasladarse al Teatro Universitario para que allá se entablara la discusión. Sin embargo, los estudiantes se negaron y decidieron que no se irían hasta que el Rector se sentara en una pequeña mesa rodeada por ellos. Hay que reconocer que dialogar así hubiera sido, si no imposible, al menos un riesgo. Entonces, sucedió lo ya sabido, ingresó la fuerza pública y la Universidad se cerró por tres semanas.

Aunque las circunstancias hayan impedido una conversación, el desencuentro de ese día no hubiera tenido que implicar un alejamiento definitivo entre los estudiantes y el Comité Rectoral. Por el contrario, debió haber sido comprendido como la señal de que ese diálogo era uno de los principios más importantes para recuperar la conviven-cia. Por desgracia, no parece haberse entendido así, y hasta hoy no se ha realizado.

La ruptura entre estos dos estamentos y su desconfianza mutua afectan negati-vamente el ritmo de la Universidad, que ahora avanza a ciegas y dando tumbos. Los estudiantes exigen explicaciones y piden ser tomados en cuenta; los directivos parecen esperar que la crisis actual se resuelva con las medidas establecidas y con el pasar del tiempo. Hoy, cuando el diálogo entre los universitarios es todavía más urgente que el 15 de septiembre, no hay asomos de voluntad para hacer de él “nuestro pan de cada día”.

El distanciamiento entre sus estamentos pone en situación vulnerable a la Universi-dad, y actores externos saben aprovechar muy bien este desorden. Así quedó claro el 9

Ayudémonos a ver

de noviembre, casi un mes después de la reapertura. Ese día volvieron a escucharse explosiones, a verse encapuchados, reingresó el Esmad, muchos estudiantes se aira-ron ante su presencia; al día siguiente se incrementaron las medidas de control y la inestabilidad de la Universidad quedó en evidencia.

Considero que todos los miembros de la Universidad de Antioquia tenemos la responsabilidad de disponernos a un diálogo sobre ciertos principios que recuperen el espíritu de nuestra institución. No podemos seguir hundiéndonos en la incer-tidumbre, tenemos que recrear la Universidad desde la palabra y rechazar todas las formas de violencia. Por supuesto que no es fácil, pero si no lo hacemos de esa manera serán otros quienes decidirán el futuro del Alma Máter.

Para que ese diálogo se facilite quisiera compartir algunas propuestas: Los estudiantes debemos aprender del 15 de septiembre. Como masa exaltada

no podremos encontrar un interlocutor. A pesar de la indignación y de lo ofendi-dos que nos podamos sentir, debe primar el respeto. Más importante que señalar y culpar, es escuchar para responder y entender lo que estamos viviendo. No se trata de ir al diálogo como si fuéramos a hacer un juicio. En el diálogo no hay unos sobre otros.

Los miembros del equipo administrativo deberían mostrarse humildes y llegar al diálogo sin anteponer actitudes de autoridad. Nos tenemos que unir en la conver-sación, y eso exige honestidad, transparencia, confianza y lealtad.

No llegar al debate con la intención de obtener una victoria. No discutir con el objetivo de decir después “les ganamos” o “impusimos nuestra posición”. Esas “ba-tallas” nos polarizan más, desestabilizan nuestra misión y nos hacen vulnerables.

Es necesario que escuchemos y digamos. De lo contrario, avanzaremos como ciegos que, sin saberlo, se dirigen hacia la zanja. Dialogando abriremos el camino. Ayudémonos a ver.

Jorge Caraballo Cordovez [email protected]

Los relatos que conforman este periódico que usted comienza a leer son un esfuerzo por enaltecer la palabra. Es cierto, como pensará, que ese es el com-promiso básico de la prensa; pero en la coyuntura reciente de la Universidad

de Antioquia resulta conveniente tal reiteración debido a que los significantes parecen disociados de los significados, y los universitarios hemos perdido independencia y coraje para comunicar informaciones y opiniones.

Es útil preguntar qué significa la palabra universidad cuando se trata de revisar aquello que parece impropio de una institución consagrada al conocimiento. Una bús-queda simple por las rutas de los diccionarios nos conduce a relacionar universidad con: casa del espíritu, conjunto de cosas creadas, concurso de inteligencias, encuentro de lo diverso, edificación de la humanidad, centro de formación de científicos y de artistas comprometidos con el bienestar de todos los seres del planeta, teatro para el diálogo, taller de una sociedad justa, campo para comprender la vida en todas sus formas, te-lar de las verdades, confluencia de ideas, tribuna para el pensamiento crítico, fábrica de proyectos que benefician a la humanidad… Expresiones que aluden al significado primero, ese que hemos olvidado en medio de discursos insípidos; unos pronunciados, otros estallados. Universidad es Alma Máter; Alma Máter es alimento del espíritu.

Retornar al significado original podría señalar un camino que nos lleve a restable-cer el sentido de la vida universitaria, para lo que es indispensable recuperar el uso de la palabra como función natural de los universitarios.

En la Universidad de Antioquia el valor de la palabra está en cuestión. Algunos estudiantes no saben qué decir, otros rayan las paredes y tiran petardos, unos cuantos hablan en público frente a la indiferencia de la mayoría. Algunos profesores se suman pasivamente a los comunicados de su Asociación; los más evitan responder preguntas; otros lo hacen protegidos por la promesa del anonimato; algunos hablan pero luego piden convertir lo hablado en escrito, de modo que se convierten en entrevistadores,

entrevistados, editores y publicistas de sus declaraciones; y, unos más, retiran las entrevistas que han concedido refugiados en el miedo, escudados en un lenguaje que, en lugar de argumentar, implora. Los empleados callan, se niegan a entregar información si los jefes no los autorizan; y estos, los jefes, que también saben que la información de la Universidad de Antioquia es pública, exigen siempre y para todo derechos de petición, con lo cual este recurso ya no es excepcional.

Frente a tal panorama, De La Urbe acude a publicar algunos reportajes ba-sados en el derecho a la reserva de la identidad de las fuentes. Lo hacemos por varias razones: estamos seguros de la autoridad de los consultados para entregar información; respetamos su temor a las sanciones morales, políticas o laborales que puedan aplicarles las jerarquías –no solo administrativas– de las comunidad universitaria por sus declaraciones (consideramos la necesidad de algunos de proteger sus cargos medios y altos, comprendemos el temor de otros a perder contrataciones como supernumerarios, provisionales, ocasionales y de cátedra en razón de sus opiniones); y, por encima de lo anterior, preferimos asumir la responsabilidad plena de tales relatos antes que renunciar a nuestro deber de informar a los ciudadanos –universitarios, contribuyentes, padres de familia–, para que posean insumos que les permitan elaborar sus propias interpretaciones.

Con esta edición especial, dejamos constancia de la crisis de la palabra en la universidad, que no es otra cosa que el fracaso de la política; hecho gravísimo en la institución encargada del pensamiento en una sociedad. Con estas páginas donde por supuesto no está dicho todo lo necesario, contribuimos a romper el silencio, a derribar las barreras que nos separan de la información, a reivindicar el valor de las palabras dichas a tiempo, con independencia y valor.

A todos los universitarios que entregaron sus relatos, saberes y opiniones, gracias.

Honrar la palabra

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Opinión

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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Habitar un territorio que no es propio pero que se siente como tal, a veces parece una rutina pero no lo es. “Vivir la Universidad y vivir en ella” supera el mero juego de palabras y cobra sentido cuando somos tantos los que compartimos una identidad, una pertenencia, una filiación que se nutre de

años, experiencias, certezas e incertidumbres.Frente a la reflexión urgente que nos planteamos hoy sobre el significado de ser universitarios es inelu-

dible acudir a nuestra historia de vida y a sus correlatos: primero, el estudiante raso de pregrado, quien a lo mejor no compartió la militancia y el fervor político “ochentero”, pero que siempre se nutrió de las ense-ñanzas sabias que dejaron sucesos como las muertes impunes de los profesores Héctor Abad Gómez, de Luis Fernando Vélez y de otros tantos estudiantes no menos insignes, que hoy, sin duda, nos estarían animando en la confrontación de ideas que entraña nuestra condición común y cotidiana.

Un tiempo más reciente nos define como egresados. Empeñamos nuestro proyecto de vida en una carrera profesional que, en el sentido pragmático, nos garantice un lugar en el mundo del empleo y la competencia. En este lapso, a lo mejor no habitamos los predios, pero exhibimos afuera el sello y la condición. La univer-sidad nos arropa con su saber y, al tiempo, nos “manda a la calle” para que cumplamos con esa especie de proceso de selección natural que nos impone nuestro modelo educativo.

Luego viene el regreso: un posgrado, un nuevo nutriente del saber que nos ayuda a ser más contemporá-neos. Ir a la universidad, estar en ella en otra condición, compartir con otros estudiantes, autocorregirnos porque, afuera de sus muros de grafiti, un nuevo reto nos inquieta y nos supera. Eso es ser universitarios y nos llena de orgullo…. Seguimos habitando, seguimos estando aunque no permanezcamos.

Sin embargo, la historia no se detiene. Creo que un auténtico universitario desarrolla un instinto voraz de conocimiento, un “habitus” que exige muchos regresos, entre ellos, ser nuevamente estudiante y al tiempo profesor como en mi caso. El ciclo se repite, la temporalidad nos transforma, nos dice que nos legitimemos como universitarios, que no rindamos examen solo ante un profesor o ante un grupo de aprendices en el día a día de la cátedra, sino ante una sociedad que demanda del intelectual una postura política y un alto grado de coherencia en su quehacer.

En esta etapa, que disfruto con pasión, creo finalmente que lo que me anima a decir que soy universitario es la concepción inocente de lo que significa “vivir la universidad y vivir en ella”: renovar mis conocimientos y transformarme en la medida en que mis pares y mis alumnos se transforman, moverme con criterio en medio de las urgencias de una sociedad convulsionada que no reclama acciones para que superemos el mero rótulo elitista.

Esta responsabilidad- a mi juicio- exalta o envilece. Cuando el conocimiento es apenas un arma de batalla ideológica y no un puntal de argumentos que ayuda a otros a entender el mundo, nuestra condición, nuestro carácter, nuestra historia de vida, se vacían de sentido. Cuando se nos demanda ser universales y nos ence-rramos en el discurso radical, cuando nos engreímos con un saber retórico, sin práctica, cuando enseñamos con imposición y soberbia, cuando el otro y su diferencia no son la razón por la cual investigamos, nos pre-paramos y servimos, lo mejor es entregar las llaves, dejar de ser, dejar de habitar…

Vivir la universidad y vivir en ella

Luis Carlos Hincapié Muñoz [email protected]

Fotografía: María Flórez

El 12 de noviembre de 2010, hacia las 3 de la tarde, hombres del Escuadrón Móvil Antidisturbios ingresaron por la Portería Ferrocarril de la Universidad de Antioquia. Minutos después, decenas de universitarios siguieron a los uniformados hasta la Portería Peatonal, por donde salieron expulsados del campus. Luego del traslado del escuadrón a la Portería de Barranquilla y la amenaza de una de sus tanquetas, los estudiantes impidieron el paso del vehículo hacia el interior de la Ciudadela; decidieron imponer la palabra sobre la fuerza, el discurso contra la barbarie.

Cifras milagrosasQue en la Universidad de Antioquia atracan, roban,

amenazan, extorsionan, violan, trafican con drogas y mer-cancías “piratas” y ejecutan actos terroristas, se ha dicho durante el 2010. Algún gobernante afirmó que ésta no podía convertirse en “El Caguán”, aquella zona de dis-tensión del gobierno de Andrés Pastrana donde las FARC vivían a sus anchas, y un ex rector la denominó “olla” en referencia a los sectores de la ciudad donde se expenden drogas ilegales. De La Urbe revisó las estadísticas de deli-tos y quejas elaboradas por el Departamento de Vigilancia y encontró que, entre las cifras reportadas, la realidad de la Universidad y el imaginario social, que a partir de ella se ha construido, existe una brecha de enormes propor-ciones.

Menos ventas, más controlAun cuando las cifras de ventas informales en el cam-

pus pasaron de 62 registros en 2009 a 53 en 2010, las medidas se han extremado. De ahí que los minutos a celu-lar, los chicles, los cigarrillos y las películas piratas hayan desaparecido de la Universidad, luego de su reapertura el 11 de octubre, en un intento de la Administración por garantizar la seguridad de la comunidad universitaria.

Sin embargo, la reducción en los hurtos venía presen-tándose desde enero: mientras en 2009 se registraron 283, a octubre de 2010 se reportaron 97. Entonces, bajo la lógi-ca de que los vendedores informales generan inseguridad, ¿será que los nueve que salieron de los registros son los responsables de los 186 robos más en 2009? ¿Será que quienes delinquen “en grande” pueden mermar su actua-ción para bajarle calor “al parche”? ¿Será que los grandes comerciantes-delincuentes, por quienes ‘pagan’ los estu-diantes vendedores, encuentran caminos para mimetizar-se en la U. después de que se expiden normas estrictas? ¿Será que existen funcionarios capaces de ‘negociar’ con ellos y facilitarles una permanencia camuflada?

Manos entrelazadas por el ESMADEl 11 de noviembre la Rectoría, el Comité Rectoral

y el Consejo Académico convocaron a la comunidad uni-versitaria a entrelazar sus manos “como signo de unidad, fuerza y apoyo al Alma Máter”. No obstante, las cifras del Departamento de Vigilancia demuestran que las agresio-nes físicas y verbales se redujeron; pasaron de 19 casos en 2009 a 15 en lo corrido del 2010. Si, tal como afirman pe-riodistas y académicos, este último ha sido un año crítico para la Universidad, colmado de violencia y manifestacio-nes infames, la cifra de ataques entre sus miembros debió aumentarse de manera exponencial, fenómeno que, por supuesto, no ocurrió. ¿Será necesario que entrelacemos las manos? ¿O mejor nos sentamos a entrelazar las ideas? Si aumentaron las agresiones del ESMAD, su ingreso al campus y las denuncias por los malos tratos del personal de vigilancia, ¿no será más adecuado que ellos entrelacen las suyas para protegernos, como les corresponde y por lo cual les pagan, y no para agredirnos?

¡A conseguir cifras!Mientras en octubre de 2009 el Departamento de Vi-

gilancia reportó un caso de venta y consumo de sustan-cias psicoactivas y embriagantes, en el mismo mes de 2010 registró 13 hechos por el mismo ítem. Paradójicamente, cuando vendedores y consumidores se paseaban a sus an-chas por la U., tan solo se encontró un caso; ahora, justo cuando sobre “El Aeropuerto” recayeron todas los con-troles, y parece más un desierto que una ‘plaza de vicio’, la cifra aumentó de manera considerable. ¿Será que se necesitan números para respaldar las medidas de fuerza? ¿O más bien que la presión de la Gobernación obligó a los funcionarios a realizar su trabajo?

Desazón suprema Quien no viva en Ciudad Universitaria, no esté afec-

tado por el ambiente de temor que allí se respira y simple-mente conozca las cifras que entrega el Departamento de Vigilancia, podría llevarse una impresión algo equivocada de la Universidad. Más aún, si ese alguien llegara hasta las puertas de la U. podría preguntarse, ¿por qué los vigi-lantes fingen que registran las maletas?, ¿será necesario convivir con policías, integrantes del ESMAD y vigilantes de seguridad privada? ¿Serían los daticos –casi risibles– que mencionamos antes los que provocaron el cierre del campus durante tres semanas? ¿Cuáles son los datos que Vigilancia no entrega? ¿Cuáles las verdades que la Univer-sidad no informa? Algo muy grave debe de ocurrir para que sea un acorazado cordón del ESMAD el encargado del protocolo de bienvenida y despedida en las puertas de la Universidad.

¡Arriba los libros!

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No. 49 Noviembre de 2010

6 Palabras propias

¿Qué sensación le produjo el cierre indefinido de la Universidad? Que una toma criminal nos obligue a cerrar la Universidad, me causa de-

sazón; todos fuimos demasiado permisivos con el ambiente. Ante un proyecto criminal hay que profundizar el proyecto académico, que para mí se basa en tres cosas: el compromiso con el hábitat, el compromiso del profesorado con los estudiantes -que entran como personas que a uno le interesan- y con un salto a que la idea de gueto no es propia del espíritu universitario.

¿A qué se refiere cuando habla de un proyecto criminal?Me refiero a la existencia de unos señores que consideran que en la Universidad se

puede hacer la economía criminal del tráfico de estupefacientes; eso me parece un atentado de parte de unos bandidos. Lo que ha pasado no es fruto de algo que quieran los estudiantes o los profesores, ha sido un ataque sistemático como ha ocurrido contra muchos proyectos de la sociedad. Cuando hay un proyecto criminal uno profundiza su proyecto misional; siempre, cuando hay proyectos antisociales, uno profundiza los proyectos sociales.

¿Qué debe ocurrir con la presencia de la Fuerza Pública que tampoco hace parte del proyecto universitario?

Si somos responsables con la suerte de la Universidad como hábitat, con quienes in-gresan a la Universidad a primer semestre, y tenemos una relación con el futuro de los estudiantes y su desenvolvimiento, lo otro naturalmente irá desapareciendo. Cuando usted mejora los ambientes de corresponsabilidad en todo sentido, van desapareciendo los crimi-nales y la necesidad del uso de la fuerza pública.

Mientras tanto, ¿qué hacemos?Seguir profundizando el proyecto académico. Cuando a uno le dicen: “Oiga, ¿y qué ha-

cemos en el corto plazo?”, la respuesta siempre es profundizar en el objetivo de largo plazo.

¿Cuáles son las razones de la situación que está afrontando actualmente la Uni-versidad?

No estamos en épocas tan difíciles como las que se vivieron cuando la Universidad era considerada como un problema para la sociedad; para muchos era un costo y no una inver-sión. Nos vemos enfrentados a situaciones que no tienen nada que ver con lo académico, con la misión de la Universidad, con el poder vivir en un ambiente tranquilo para lo propio del quehacer universitario, que es aprender, enseñar e investigar. Es preocupante, pero no alarmante, porque vemos que el proyecto universitario es tan fuerte que tiene los suficientes elementos para superar el asunto.

¿Cuáles son esos elementos con que cuenta el proyecto académico? Lo misional ha comprometido mucho a la comunidad universitaria y eso hay que

reforzarlo. El mecanismo fundamental para reforzar el proyecto académico es comprometer decididamente al estamento profesoral, pero es necesario diferenciar entre lo que ha sido el profesorado como gremio y el profesorado como estamento.

¿Cuál es esa diferencia y cuál debe ser la tarea del profesorado?Los gremios deben existir porque tienen reivindicaciones laborales, pero el estamento

profesoral es otra cosa, debe estar bajo múltiples formas en el ambiente universitario. Siento que nos falta más fortaleza para comprometerlo no simplemente con el tema del aprendi-zaje y la generación de conocimiento. A los profesores, uno debería hacerles no solamente pruebas de conocimientos, sino también pruebas de aptitud y actitud frente al vivir en comunidad y el comprometerse con un proyecto comunitario; eso no lo hacemos, por eso no se comprometen con la formación de un estudiante en sentido amplio. ¿Qué tanto se da esa relación con los estudiantes en el sentido de su formación integral? Ahí tenemos una gran debilidad.

¿Qué le hace falta a la Universidad como actor social?Hay un problema enorme con la corresponsabilidad, eso lo hemos trabajado muy poco.

Se habla de que la Universidad debe contribuir con su pensamiento y su hacer al proyecto de sociedad, pero si uno no arranca por quien está a su lado, es muy difícil que se pueda adelantar un buen proyecto.

Estamento o gremio, los profesores han sido los encargados de avivar la discu-sión sobre la autonomía universitaria; pero ¿qué es y cuáles son sus límites?

La autonomía no puede ir más allá de la apertura a todo tipo de conocimiento, a todo tipo de cultura y a todo tipo de pregunta; eso no puede tener ningún límite en la Universi-dad. Pero las normas de la ética que son la responsabilidad y la solidaridad son más fuertes que la autonomía universitaria. Yo creía que teníamos superada la idea de que la Universi-dad es de los profesores y los estudiantes, que es absolutamente atrasada tanto política como culturalmente. La autonomía como la entienden algunos, de darse sus propias reglas, sus normas, sus propios procesos, me parece un concepto de gueto. La relación con el Estado y la sociedad es lo que le da fundamento a la universidad; eso tiene que estar respaldado por el respeto y el compromiso con el proyecto universitario de todos los grupos de interés social.

Algunos sectores consideran que quienes están por fuera de las dinámicas univer-sitarias no deberían tener injerencia en las decisiones internas…

Es un error. A mí me preocupa lo que he oído decir: que el Consejo Superior Universi-tario va a tener tres ex rectores y que, por lo tanto, el Ministerio de Educación no va a estar como ente externo. Es bueno que haya un poco más de diversidad, yo creo que en la medida en que haya más representantes de la sociedad habrá más fortaleza. Ojalá los estamentos dijeran al Gobierno Nacional que tiene que estar aquí porque es un proyecto de país.

¿La conformación del Consejo Superior es representativa?Preocupa que los estudiantes no hayan querido estar; eso hace parte de la falta de

empoderamiento con el hábitat, con el proyecto de largo plazo. Uno podría mejorar los mecanismos de representatividad. Incluso sería conveniente que estuviera como invitado permanente el gobierno local.

¿Cómo debería ser la relación de la Universidad con su entorno y con quienes se encuentran por fuera de ella?

Hay un tema que debe ponerse sobre el tapete, ¿será bueno seguir manteniendo cerra-da la Universidad cuando hemos hecho en el Norte todo un proyecto de inclusión social? ¿No será momento de que, por lo menos, con esa malla hagamos algo simbólico? ¿Qué tal si la tumbáramos para decirle definitivamente a la sociedad que la Universidad hace parte de su transformación, de su crecimiento, de nuevos ambientes? Le daríamos un gran apoyo a la visión de que la autonomía no puede ser cosa distinta que el derecho a cuestionar lo que se quiera cuestionar, a discutir lo que es discutible, a todo tipo de pensamiento, a todo tipo de proyecto cultural, académico, artístico y científico. Haríamos un gran beneficio si nos preguntáramos por qué no miramos al entorno.

¿La malla se instaló para proteger a la Universidad?Se convirtió en algo para que nadie nos moleste, pero ese concepto hay que revisarlo.

Lo otro es que también nos quedamos estrechos. Ahora que estamos en elecciones locales sería interesante plantearles a los candidatos la relación con los proyectos del Norte para que dejemos el campus sólo para lo académico, para que saquemos todo lo administrativo, todos los servicios a la comunidad y dejemos eso solo para lo académico.

¿Cuál debe ser el papel del Estado en la universidad pública?Comprometerse con que es un proyecto cultural que hay que desarrollar al máximo,

ponerlo sobre la mesa para que lo conozcamos y contribuyamos a enriquecerlo. El Estado debería dar cuentas claramente, no simplemente dar balances, sino socializar.

¿Existen fronteras entre los proyectos de la universidad pública y la universidad privada?

La universidad pública tiene más compromiso con los sectores económicos más desfa-vorecidos. Misionalmente, la Universidad de Antioquia debe tener en su agenda problemas de país, pero como proyecto académico yo no sé cuál es la diferencia entre la Universidad EAFIT y la Universidad de Antioquia. Por ejemplo, la Universidad Javeriana tiene un foro anual, el Foro Para dónde va Colombia, y allá están los intelectuales y los estudiantes opi-nando y comprometiéndose.

¿Qué tal si tumbáramos la malla y le dijéramos a la sociedad que la Universidad hace parte de su

transformación, de su crecimiento, de nuevos ambientes? Esta es una de las inquietudes que plantea Rafael Aubad

López, rector de la U. de A. entre 1992 y 1994.

“El campus físico no es el proyecto

académico”

Juan David Ortiz Franco [email protected]

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

7Palabras propias

¿Qué está pasando en la Universidad de Antioquia?La Universidad sigue siendo, después de la Nacional, la más importante en investiga-

ción en el país. Ha logrado unos niveles de calidad importantes, aunque creo que el proceso de acreditaciones se ha frenado mucho; no va al ritmo que hubiéramos querido.

¿La inseguridad ha influido en la lentitud? La falta de entusiasmo de la gente cuando empieza a ver una violencia desbordante

es evidente. Eso me preocupa porque podría deteriorarse el nivel académico. Los procesos de evaluación y acreditación tienen que ser permanentes y cuando hay crisis, la calidad empieza a ceder. Hay otros factores que afectan la calidad como el hacinamiento. La Uni-versidad ya tiene más de 35 mil estudiantes, de este total hay 30 mil en una ciudadela que fue construida para 12 mil. Uno puede duplicar la cifra si incorpora a fondo, radicalmente, las nuevas tecnologías; de lo contrario, es preocupante.

Usted es recordado, entre otros asuntos, por el manejo que le dio a las ventas ambulantes…

Sacamos las ventas de la ciudadela. Ordenamos abrir los lockers para detectar armas y drogas. Todo eso lo llevamos a un depósito y sacamos un comunicado donde se expresaba la prohibición de las ventas ambulantes. Pusimos controles en las porterías; los porteros han sido muy indiferentes o se atemorizan porque los amenazan. Fue por esa a acción que en los seis meses siguientes hubo dos delitos, en el semestre anterior fueron 80.

¿Por qué optaron por ese mecanismo que se entendió como muy fuerte?Comprobamos que había una relación directa entre las ventas ambulantes y el ingreso

de la delincuencia común, y de organizaciones armadas ilegales a hacer inteligencia y que ponían a sus miembros a ejecutar pequeños delitos.

Medidas como esa afectan a los estudiantes que ven en las ventas una alternativa económica…

Es necesario, además de las medidas de control, facilitarles a los estudiantes más pobres algunas posibilidades de ingresos económicos. Aunque hay que recordar que en la Universi-dad de Antioquia hay 15 mil estudiantes que no pagan matrícula, que son de los niveles 1 y 2 del Sisbén, y que casi ninguno de los estudiantes de las regiones paga matrícula. Eso es una ayuda muy significativa. En mi rectoría los atendimos a través de la Precooperativa. Si ahora uno pregunta por la Precooperativa, le dicen que está de capa caída. No le pusieron la atención debida a ese proceso; ese proyecto les daba ingresos a unos 500 estudiantes.

¿Desde cuándo viene la venta de drogas en la U.?Hasta antes del 2002, no. Hasta que yo estuve, 1 de agosto del 2002, no había venteros

en la Universidad. No había evidencia de tráfico de drogas, sino más bien de consumo. Allá lo que había era presencia de algunos grupos armados: ELN, FARC, sus paradas militares y la violencia que ellos generaban.

¿Y de paramilitares?Ellos entraron a la Universidad, con la muerte de Hernán Henao, en 1999. Desde que

lo mataron, los grupos paramilitares comenzaron a amenazar profesores y estudiantes que ellos consideraban cercanos a los grupos armados. Empezaron a sacar comunicados dicien-do que ya estaban en la Universidad: ‘los tenemos vigilados, los vamos a dar de baja’. Y apa-recieron listas de ambos sectores. Aparecieron listas de la guerrilla y de los paramilitares.

¿En qué momento la U. volvió a ser centro de ventas ambulantes?En la administración del doctor Alberto Uribe reinició el ingreso de los venteros. Yo

tuve oportunidad de conversar con él, le dije que era peligroso dejarlos entrar, que hay una Resolución del Consejo Superior que debe cumplirse…; pero, de todas maneras, volvieron a ingresar los venteros y volvieron a comenzar, por lo menos, las versiones de la existencia de delitos graves. Antes, las ventas estaban asociadas con la delincuencia común; ahora son ventas de minutos y de droga manejadas por un señor desde afuera. Están lavando dineros del narcotráfico y ponen a los estudiantes a trabajar para ellos.

¿Por qué llega el llamado microtráfico a la Universidad?Porque, en la medida en que los grupos armados, llámense guerrillas o paramilitares

que tenían vinculación con el narcotráfico, han estado presionados en otras zonas del país por la fuerza pública, la Universidad se les volvió un ‘escampadero’; porque no hay presencia de los organismos de control al interior; la Universidad es un lugar en donde se trafica muy fácil. Eso origina que haya muchas preocupaciones del alto gobierno y que el Gobernador empiece a presionar por una solución.

¿Usted por qué cree que el problema del tráfico desbordó a la Universidad?No solo ha desbordado a la Universidad sino al país. Y yo creo que este problema no es

solamente de la Universidad de Antioquia: está en la Nacional y está en el Politécnico; está en las universidades privadas pero allí no alcanza a ser del mismo nivel que en las públicas y esto es por el nivel social. De todas maneras, las personas que, desafortunadamente, más vínculos tienen con el narcotráfico son los de los sectores más populares, que es donde se mueve más la droga y es donde los muchachos empiezan a hacer más relación con los narcotraficantes de los barrios populares y se vuelven luego, dentro de la Universidad, los mensajeros de ellos.

Además de la crisis de seguridad, ¿hay una crisis política entre la Gobernación y la Rectoría?

Yo no creo que eso sea cierto. Lo que pasa es que el Gobernador es el presidente del Consejo Superior y él tenía muy clara la importancia de que el Rector ayudara a resolver el tema de las ventas ambulantes. Y eso fue una especie de consenso que hubo cuando eligie-ron a Uribe Correa por tercera vez; se dijo que era necesario resolver ese problema porque se veía que iba a desbordar a la Universidad. Lo que me parece es que hay opiniones políti-cas y confrontaciones que obedecen a temas internos de la Universidad, frente a los cuales puede haber conceptos diferentes. El Gobernador puede tener un concepto y el Rector, el suyo; pero si en ese contexto se ve que una crisis se está profundizando, es obvio que las divergencias entre ellos también puedan hacerse más visibles.

Hay quienes sostienen que en la U. hay personas con mucho poder, asociadas a grupos políticos, que mueven contratos y puestos. ¿Qué sabe usted de esto?

Uno debería pensar que la Universidad está sustraída del nombramiento de puestos por política y de contratación por intereses políticos. Si dentro de la Universidad las con-trataciones pasan por politiquería o por corrupción, eso es gravísimo.

Hay que diferenciar la política, como el estudio y reflexión sobre los problemas del país, del manejo politiquero de las administraciones, que eso sí me parece muy grave para la Universidad. Si un rector de una universidad o un decano o un jefe de departamento son nombrados por consideraciones políticas, es muy grave porque corre el riesgo de que la Universidad sea manejada con intereses de ese sector político.

¿Qué opina del uso de la fuerza para enfrentar problemas dentro de la Ciudad Universitaria?

Habría que preguntarse quién tiene la culpa ahí: los que dan la orden de entrar o los que están haciendo daños al interior de la Universidad. Yo creo que la responsabilidad real de lo que puede ocurrir al interior de la Universidad es de los grupos armados, ellos son los que están poniendo en riesgo y peligro la Universidad. Ellos son los que están violando el Estatuto de la Universidad y los que están dando herramientas a los gobiernos nacional y departamental para que intervengan. Yo no estoy de acuerdo con que la Universidad esté llena de policías; pero enviarlos para allá es una reacción legítima del Estado frente a una incursión de grupos alzados armados y narcotraficantes.

El Rector ha dicho que se siente solo para enfrentar esta situación. Yo creo que ahí es donde está el tema político. Dicen que el Gobernador no respalda al

Rector y que el Gobernador piensa que el Rector no está asumiendo su responsabilidad: de ahí nacen los enfrentamientos. Yo he conversado con el Gobernador y con el Secretario de Educación y ellos me han hablando del total respaldo institucional al Rector de la Univer-sidad de Antioquia; y lo mismo ha dicho el General de la Policía, quien a veces se queja de que la administración de la Universidad no lo deja actuar.

Usted acaba de ingresar al Consejo Superior como representante de la Ministra de Educación. ¿Cuál es su propósito al estar en el máximo órgano de gobierno de la Univer-sidad y qué se compromete a hacer por ésta?

Mi propósito es contribuir a que la Universidad siempre esté en los primeros lugares, a que sea la mejor en calidad y en investigación, a que esté al servicio de todos los antioque-ños a través de los proyectos de regionalización. Voy a ser independiente, actuaré con base en lo que pienso y creo, y buscaré el bien de la Universidad.

“Actuaré con independencia”Jaime Restrepo Cuartas, rector de la Universidad de Antioquia en 1995 y 2002, enfatiza en la estrecha relación entre ventas ambulantes y delitos y habla de las diferencias entre el gobernador Ramos Botero y el rector Uribe Correa.

Redacciones De La Urbe y ¡Qué pasa UdeA! [email protected]

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No. 49 Noviembre de 2010

8 Mirada

El sitio sagrado que los primeros habitantes de la Ciudad Universitaria dejaron como herencia para los estudiantes siempre jóvenes fue profanado por los

narcotraficantes. “El Aeropuerto” no será más el país de los años maravillosos.

Paula Camila O. Lema [email protected]

A principios de los setenta los alrededores de la cancha de fútbol de la Univer-sidad de Antioquia estaban llenos de árboles. De la vecina Facultad de Artes hacia atrás todo era oscuro, y era un lugar “más lleno de misterio que de prohibición”, según Miguel*, egresado y docente de dicha Facultad.

Desde comienzos de la década había llegado a la naciente Ciudad Universitaria la marihuana, que según cuentan se compraba afuera, en El Chagualo, y no había todavía una zona destinada para el consumo.

En 1975, durante el gobierno de Alfonso López Michelsen, aumentaron los cupos en las universidades públicas y la de Antioquia duplicó su número de estudiantes, que llegó a 18 mil –cientos de ellos influenciados por el rock and roll, el jipismo, la Revolución Cubana, el Mayo Francés, y demás expresiones libertarias de la primera mitad del siglo–. Muchos ya consumían yerba, y poco a poco fueron ocupando los costados de la cancha para fumarla sin molestar. Fueron los de Deportes, con quie-nes hubo conflicto, los que bautizaron el lugar como “El Aeropuerto”. Luego ellos mismos acuñaron la palabra “colino” para diferenciarse del “mariguanero”, que por entonces era sinónimo de delincuente.

“En el 75, como entramos tantos, también entraron jíbaros –relata Jose*, egresa-do y periodista–, pero no eran criminales, sólo vendían marihuana”. Los vendedores eran estudiantes, y las transacciones, así como el consumo, todavía se hacían con discreción. También se consumía cacao sabanero, y algunas pepas, pero éstas, según testimonios, sí provenían de afuera.

“En esa época las cofradías de bareteros eran sigilosas y románticas”, dice Mi-guel. Los vigilantes incluso lo permitían, y muchos de ellos también fumaban. Ade-más, el consumo todavía no se masificaba y, en palabras de Ángela Chaverra, egresa-da y docente de la Facultad de Artes, “con la marihuana se tenía una posición muy abierta. Yo siento que todo el mundo estaba muy bien ahí”.

En “El Aeropuerto” convergieron muchachos de diversos sectores de Medellín, “de diferentes barrios, condiciones económicas, pensamientos –relata Jose–, y no so-lamente era vicio, sino que se vibraba con todas las situaciones”. La mayoría pasaba todo el día en el campus, cuya topografía se prestaba no solo para el consumo, sino también para el sexo, el ocio y el debate. Se celebró el fracaso de los gringos en Viet-nam, se hicieron “orgías hermosas”, se formaron comunas jipis, se creó un equipo de fútbol –THC–, y hasta directivos, profesores y empleados de la institución fumaron atrás. “La marihuana –dice Miguel– cumplió un espacio y un tiempo de romance muy bello, en el que la gente pensó que el mundo podía ser más poético, más equita-tivo, y un poco más panteísta”.

Entre tanto, la Universidad vivía una gran agitación política. De un lado estaban los izquierdistas radicales, que no admitían el consumo, y del otro los jipis, amor y paz, que de todas maneras no eran ajenos a aquel furor político. “Fueron años muy liberales, se vivió muy intensamente la universidad pública, fueron años maravillo-sos”, cuenta Jose. Por haber nacido como un espacio de libertad es que dice Gonzalo Medina, egresado, docente y periodista, que “‘El Aeropuerto’ es uno de los lugares ‘institucionales’ de la Universidad”.

La “traquetización”A principios de los ochenta las revueltas estudiantiles seguían siendo la preocu-

pación primordial de la administración universitaria. Desde 1979, y tras las pro-testas por la reforma a la educación superior, la Universidad tuvo un periodo de inactividad académica de más de un año. Mientras el movimiento estudiantil se

defendía de los embates del gobierno de Julio César Turbay Ayala, quien combatió a la izquierda mediante detenciones arbitrarias, torturas y desapariciones, “El Aero-puerto” mantenía, sin embargo, cierta tranquilidad.

Los consumidores seguían siendo los conocidos de siempre, y “era un ambiente muy romántico todavía. No nos temíamos entre nosotros”, como relata Guillermo*, egresado de Derecho. No obstante, ya había llegado al campus el bazuco, que según Jose “sí dañó a mucha gente, académicamente, y mató a varios”. Entre los consumi-dores de marihuana, sin embargo, había un manifiesto rechazo por esta práctica, y según Miguel no se presentaban hechos de gravedad, pues “los grupos de izquierda todavía tenían cierto control sobre la Universidad, un poder de gobierno y de admi-nistración; había una cosa ahí que la gente no podía transgredir”.

En 1981 el M-19, por entonces muy activo en la ciudad universitaria, secuestró a Martha Nieves, hermana de los líderes del reconocido clan mafioso de los Ochoa. Tras este hecho, narcotraficantes y clases pudientes se asociaron para formar el MAS, Muerte a Secuestradores, en lo que se considera una de las génesis del para-militarismo en el país. En adelante, los ojos de la extrema derecha se posarían en la Universidad, y comenzaría una persecución que se concretó, a finales de los ochenta, con los asesinatos de algunos de los intelectuales más importantes de la Universidad y la ciudad, como Héctor Abad Gómez, Leonardo Betancur, Pedro Luis Valencia y Luis Felipe Vélez. “En aquella época estábamos más seguros adentro que afuera de la Universidad –cuenta Guillermo–; afuera arrasaron con todo y la U. nos protegió”. Con el asesinato de Héctor Abad se da la entrada definitiva de los paramilitares al campus universitario, y comienza, según Miguel, la debacle de la izquierda.

Mientras los paramilitares destruían el tejido social que se había formado en torno a las ideas marxistas, el narcotráfico declaraba la guerra al establecimiento y empezaba a enquistarse silenciosamente en la sociedad. Por entonces, dice Miguel, “la gente que venía aquí no era tan crítica, porque la ciudad no tenía ese nivel de desarraigo”. Según él, el momento de quiebre que marcaría el deterioro posterior de “El Aeropuerto” fue la consolidación de Pablo Escobar y, específicamente, el asesi-nato de Rodrigo Lara Bonilla en 1984: “Cuando se empieza a traficar con la vida, a venderla, a comprarla, y la gente empieza a armarse, la condición del delincuente cambia”. Con el dinero del narcotráfico llegó también la oferta traqueta –motos, armas, consumo desaforado de drogas, mujeres de tetas plásticas–, y se estableció un referente de estatus que habría de descomponer la ciudad en los años venideros: “esos hijueputas se cagaron este pueblo”, como dice Miguel.

Durante los noventa continuó la persecución paramilitar. Producto de las ame-nazas y los asesinatos, decenas de líderes estudiantiles tuvieron que exiliarse, y fina-lizando la década fueron asesinados Hernán Henao –en su escritorio de profesor–, y el líder estudiantil Gustavo Marulanda. Paralelamente, los paramilitares empezaron su ingreso a los barrios, que hasta entonces habían estado bajo el control de la gue-rrilla y las milicias urbanas.

Pero “El Aeropuerto” todavía era un espacio apacible. “Muchos íbamos a acos-tarnos, a almorzar, todavía existía ese asunto jipi”, cuenta Ómar*, egresado de la Universidad y durante muchos años parte del movimiento estudiantil, que seguía “dando la pelea para evitar la entrada de los paramilitares”, y que según Miguel “ya estaba muerto, porque no había una filosofía frente al poder; había un ejercicio de la fuerza, que no es político”.

Por ese entonces el tráfico seguía siendo discreto y la venta de otras sustancias, si la había, no era de dominio público. “Usted sabía que estaban fumando, pero no

Alas rotas

Cancha de fútbol. Cortesía Archivo Histórico del Museo Universitario de la Universidad de Antioquia.

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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se exhibían como ahora”, explica Ómar. Según él, el problema fue cuando los paras trasladaron a la Universidad las dinámicas barriales: “Que me digan en qué barrio los paramilitares no controlan las plazas”, sentencia Ómar. Al respecto, Miguel afir-ma: “Yo creo que la plaza debe tener un control paraco, porque no existe otra manera de hacerlo en esta ciudad”.

Y aunque a finales de los noventa aún se vivía una tranquilidad relativa, ya empezaba a ser evidente un cambio en las lógicas del consumo universitario, y el número de vendedores se había incrementado notablemente. Por ejemplo, Manuel*, docente de la Facultad de Educación, recuerda a uno de sus alumnos, quien un día le confesó que vendía. “¿Le va bien?”, le preguntó, y él le contestó: “¡Ay!, profe, es que ya hay mucha competencia”.

La crisisEl problema estalló hace poco. En ello tuvieron que ver numerosos factores, entre

los que se cuentan, según diversas opiniones, la extradición de los jefes paramilitares, la reducción del mercado externo y la ineficacia de la Universidad y las autoridades para afrontar un problema que venía gestándose desde años atrás.

En diciembre de 2003 se inició en Medellín el proceso de desmovilización para-militar. Por entonces, gran parte de los consumidores y jíbaros que antes ocupaban el costado de la cancha se habían trasladado al bosquecito al lado de la Facultad de Ar-tes, y ya corrían en la Universidad rumores de pelea por el control del tráfico. Como medida contra la amenaza la administración aprovechó un cierre de fin de año para despejar el terreno, y taló gran parte de los árboles que años atrás habían sembrado los mismos estudiantes. Los habitantes de “El Aeropuerto” migraron de nuevo a la cancha, y allí comenzó a hacerse notorio el deterioro.

A partir del 2005, Manuel, por medio de una estudiante suya con problemas de adicción, empezó a enterarse de que la oferta de sustancias cada vez se diversificaba más, que ya se presentaba consumo de heroína y que el expendio empezaba a ser disputado por los jíbaros del lugar.

En febrero de 2008 dos estudiantes de Filosofía fueron encontrados en un audito-rio con sobredosis de heroína, y solo uno de ellos sobrevivió. Según Gonzalo Medina, “varios hechos llevan el tema al escenario público. Por un lado, la cualificación del negocio; ya no es la visión romántica de la yerba, sino el negocio, ahí sí de droga: cocaína, heroína. Y por el otro, que empezaron a ocurrir desenlaces trágicos: mu-chachos que encontraban muertos por sobredosis, en los últimos cuatro años sobre todo”. En enero de este año fue encontrado en el baño de la Facultad de Artes otro joven muerto por la misma causa, Camilo, y según datos suministrados por rectoría al Instituto de Estudios Políticos (Universidad y coyuntura. Una ocasión para decir), a octubre de este año se tenía conocimiento de “la muerte de cuatro personas y la hospitalización de por lo menos otras ocho”.

En 2008 un grupo de jefes paramilitares fue extraditado, y con ello el poder mafioso de la ciudad comenzó a reacomodarse. Muchos de los delincuentes quedaron a la deriva, y según Jaime Restrepo Cuartas, ex rector de la Universidad, “con la ex-tradición y la presión a la guerrilla durante el gobierno anterior, el Campus se volvió un ‘escampadero’. El problema no solamente ha desbordado la Universidad, sino también al gobierno y al país. Se han fortalecido las pequeñas bandas con un tráfico más pequeño, y la U. es un espacio sin vigilancia armada que tiene muchos ingresos”.

“En mis primeras épocas conocí varios jíbaros que eran estudiantes –relata An-tonio*, estudiante y consumidor–. De un momento a otro se perdieron. Primero mataron a uno (pero no en la Universidad), y después otros no volvieron. Ya en 2007, 2008, empezó a llegar otra gente”.

De un tráfico soterrado y de pocos vendedores se pasó a un expendio visible manejado por traficantes bajo un poder único. Álvaro*, estudiante y consumidor, afirma que es evidente que la plaza es manejada por una misma organización: “Si llega alguien a vender algo que ellos no manejen, como cripa, les tienen que pedir permiso. Y no es que todo el mundo venda de todo, sino que cada combo maneja sus sustancias”.

Ricardo*, estudiante, relata: “Percibí que había un personaje atrás, con otros manes que siempre estaban ahí, y en el día muchos jíbaros se le acercaban a hacer sus vueltas. Era un grupo que siempre estaba al tanto de todo, pero no vendía”.

“Hace por ahí un año y medio que se empezaron a ver los combos de los barrios aquí –cuenta Alcides, estudiante y consumidor–. Los consumidores ya no eran estu-diantes, sino gente de afuera, pillos, y llegaron otros jíbaros. La cosa se puso densa porque eran agresivos”. Se conoció el caso de un estudiante que se inyectó heroína en la cancha, y los jíbaros lo golpearon con botellas porque estaba “calentado la plaza”.

El año pasado un operativo en “El Aeropuerto” terminó con la captura de trein-ta personas –según De La Urbe–, que un juez de garantías ordenó liberar por fallas de procedimiento. Cuenta Alcides que ese día, cuando salió de la Universidad, vio a los vendedores afuera tomando cerveza: “cogieron fue a puros patos”, dice.

También llegaron visitantes indeseados que las directivas relacionan con los atra-cos frecuentes. Gente armada, como testifican algunas fuentes. “Incluso los mismos muchachos que antes fumaban marihuana –cuenta Ángela–, me dicen: ‘Profe, es que

nosotros ya no vamos a ‘El Aeropuerto’ porque ya no es un sitio sagrado’”. Algunos de ellos publicaron, a principios de 2010, una carta en la que decían no sentirse re-presentados ya por ese lugar.

Según Miguel, otra posible causa de tal deterioro es que por la producción de cocaína y heroína más barata en otros países, los productores nacionales se están viendo en la necesidad de crear un mercado interno, y la población universitaria es una de las más vulnerables.

Aunque desde 2001 el Consejo Superior prohibió el consumo y expendio de lico-res y sustancias psicotrópicas, “las directivas nunca habían sido tan radicales como ahora”, como afirma Jaime Restrepo Cuartas refiriéndose a la instauración de la Tarjeta Integrada Personal, TIP, y a la instalación de cámaras de video en la cancha. Pero la comunidad universitaria no está tan convencida de que vaya a servir de algo. Ómar dice que a la semana de empezar a expedir la TIP ya había gente falsificándo-las, y Ricardo lo confirma: “La otra vez iba a entrar y delante de mí vi un man de los que controlan la vuelta, y el man sacó su TIP y entró como si nada”.

Y a pesar de que la U. siempre ha manejado la situación como un tema de salud pública, la opinión generalizada es que sus medidas han sido poco efectivas. En 1998 Flor Ángela Tobón, profesora de la Facultad de Química Farmacéutica, realizó una investigación sobre el consumo de drogas en la Universidad. Llegó a la conclusión de que el trabajo de prevención y promoción se estaba haciendo mal, y una reciente actualización le indicó que la tendencia de consumo sigue en aumento. “Aquí no hay atención a la raíz del problema porque las acciones no van dirigidas a quienes las necesitan –explica–. La atención tiene que ser personalizada, a un farmacodepen-diente hay que enfrentarlo cara a cara”. Dice también que sus críticas no han sido escuchadas, y pone en duda que los funcionarios del área de Bienestar Universitario estén capacitados para un trabajo de esa dimensión.

Además, están los oscuros intereses detrás de las políticas institucionales. Según Guillermo, “la Universidad siempre marcó una diferencia, y hay gente a la que le incomoda eso y que aprovechará la coyuntura para que no sea viable”. Gonzalo Medina apoya esta tesis: “Eso es como una espiral, se liga a políticas de educación pública. En nombre de la lucha contra el narcotráfico toman medidas de fuerza, la cierran, la bloquean financieramente”.

La Ciudad UniversitariaPara algunos la conclusión evidente es que la Universidad de Antioquia es el

reflejo de lo que pasa en la ciudad. “El que entra a la U. de A. es un ciudadano, lo que vive y hace en su barrio es lo que vive y hace en la U.”, dice Guillermo. A su vez, Gonzalo Medina afirma que “el narcotráfico tiene un poder de penetración tal, que difícilmente algún sector de la sociedad se puede sustraer a él”, y está claro, desde hace muchos años, que Medellín es una ciudad tomada por el narcotráfico. En pala-bras de Álvaro, “la plaza de ‘El Aeropuerto’ existe porque en Medellín hay plazas”.

Ya la ritualidad no acompaña la fiesta –como dice Ángela–, y desde el último cie-rre, hace cerca de un mes, dos vigilantes con perros rottweiler –“defensa controlada”, dicen–, patrullan “El Aeropuerto”. En el mismo baño donde a principios de este año fue encontrado Camilo, otro vigilante, sin perro, cuida que ningún estudiante entre a inyectarse. Ya las gradas de lo que antes era “El Aeropuerto” se ven vacías, de jíbaros y de consumidores. Se comenta una nueva modalidad de venta vía telefónica, y en el corredor del bloque de Artes, donde antes se apiñaban todos si llovía, se ve gente llueva o no –jíbaros y consumidores–. Venden, todavía venden, aunque ya no donde antes.

Periódico El Mundo. Mayo 13, 1984.Estudiantes de Magister en Salud Pública y de Ingenie-

ría de Sistemas de la Universidad de Antioquia realizaron la investigación titulada “Consumo de sustancias que generan dependencia en la población post -secundaria de Medellín en 1983“. Según el estudio, de una población mayor de 48 mil estudiantes, el 13 % (más de 6 mil personas) consumían para ese año alguna sustancia que generaba dependencia. El mo-tivo principal para el consumo era, según los encuestados, la diversión y el descanso. El área donde se encontraron más consumidores fue Artes, con una incidencia del 50%.

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10 Desde adentro

Recientemente, la denominada “Consulta universitaria para un acuerdo y compromiso institucional”, convocada por el Consejo Académico, permitió reabrir la discusión sobre la efectividad, diseño, intencionalidad y carácter

de los canales de participación con los cuales las directivas de la Universidad intentan consolidar el modelo democrático participativo. Según Santiago Ramírez, estudiante de Derecho y miembro activo de la Oficina de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Derecho y Ciencia Política, “la consulta buscaba consensos en razón a unos intereses muy particulares y a unos objetivos muy claros: sacar a los vendedores informales de la Universidad, expulsar al narcotráfico y responder a unos parámetros de producti-vidad en relación a la Universidad como una empresa de costo – beneficio”.

Sin duda, uno de los argumentos clave para atacar y deslegitimar la consulta como un mecanismo real de participación fue la despersonalización que de ella de-vino sobre los actores que participan de la vida universitaria. La imposibilidad de discutir en torno a las condiciones para la apertura de la institución –cerrada por orden del Consejo Superior Universitario (CSU) entre el 16 de septiembre y el 11 de octubre– radicalizó las posiciones y limitó el ejercicio de la democracia.

De igual forma, la incapacidad de los distintos estamentos para generar y con-solidar espacios de deliberación hizo que el Concejo de Medellín citara para el 8 de octubre una sesión denominada ‘Situación actual de la Universidad de Antioquia’. El interés de una institución como el Concejo, formalmente desligada de los asuntos universitarios, evidenció la existencia de unos marcados antagonismos entre la Admi-nistración de la Universidad y las organizaciones estudiantiles y profesorales.

El último Representante EstudiantilWilmar de Jesús Mejía fue el último Representante Estudiantil ante el Consejo

Superior Universitario. En 2004, la Asamblea General de Estudiantes decidió eli-minar esa figura porque “se prestaba para el despliegue de intereses personales. Se habían dado casos en los cuales el representante no atendía las preocupaciones de la Asamblea, sino los intereses de la Administración”, explica Obed González, estu-diante de Ingeniería de Sistemas y miembro de la Oficina Estudiantil de Ingeniería, organización gremial con más de treinta años de trayectoria.

La inexistencia de un delegado de los estudiantes ante los demás estamentos des-legitimó cualquier intento de interlocución con la Administración de la Universidad. Según Carlos Patiño, integrante de la Oficina de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Derecho y Ciencia Política, discutir con el Consejo Superior Universitario se ha tornado imposible “porque ese organismo no reconoce a los estudiantes como pares; al señor Gobernador sólo le falta quitarse la correa y pegarnos, literalmente.”

La manera como está conformado el CSU aparece como otro de los argumentos para abstenerse de elegir un representante. Según Ramírez, “acoger la propuesta de la representación estudiantil ante el Consejo Superior Universitario sería legitimar algo que está mal constituido y que no es democrático (…) Las propuestas de los estudiantes no son acogidas por el Consejo porque van en contravía de la visión em-presarial que se tiene de la Universidad, cuya misión, más que fabricar profesionales, es formar sujetos participativos y democráticos”.

De igual forma, desde la Oficina Estudiantil de Ingeniería se afirma que, “por lo general, los integrantes del Consejo Superior Universitario son reacios a las nuevas

propuestas. Insisten en que somos ‘coyunturalistas’, en que estamos manejados por ‘fuerzas oscuras’ y en que tenemos intereses contrarios a la Universidad.”

Las acusaciones permanentes sobre un supuesto desinterés por la institución han limitado el reconocimiento de los actores que participan del juego democrático, al punto de que la Asamblea General de Estudiantes ha sido deslegitimada por la comunidad en general y de que su consideración como el máximo órgano de repre-sentación estudiantil ha sido reevaluada. “Aunque desde la Administración se diga que ‘allá siempre se reúnen los mismos, los terroristas, los que no dejan estudiar, los culpables de que cierren o paren la Universidad’, la Asamblea sigue siendo un espacio válido de discusión y participación”, afirma González.

No obstante, Santiago Ramírez asegura que “el espacio de la Asamblea ha ser-vido como puente para protagonismos individuales y gremiales. Por lo general, las decisiones que se toman o las propuestas que se plantean responden a intereses que hacen que el espacio se dilate con cuestiones bizarras, al tiempo que se deslegitima a tal punto que la mayoría de los estudiantes no le apuestan o no le creen.”

Con la ausencia de un representante en el Consejo Superior Universitario y la inexistencia de un cuerpo estudiantil cohesionado en torno a un proyecto de Univer-sidad, la concentración del poder difícilmente ha encontrado resistencias que supe-ren el plano discursivo.

Nudo de dilemas Más allá de los asuntos coyunturales -cuando las distintas organizaciones recla-

man un modelo transitorio de democracia deliberativa-, el perfeccionamiento de la democracia representativa aparece como un tema fundamental en la agenda de las organizaciones. Es así como en julio de 2010 la presión de los estudiantes de la Facul-tad de Odontología y de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia provocó la renuncia del decano Carlos Mario Uribe Soto, quien fue designado por el Consejo Superior Universitario para un tercer período consecutivo, aún cuando no había obtenido la mayoría de los votos de los estudiantes y empleados de la Facultad en la consulta previa a la elección.

Según Alejandra Gil, estudiante de Ingeniería Sanitaria y miembro de la Ofici-na Estudiantil de Ingeniería, la comunidad universitaria debería poder elegir a sus administradores. “Si algunas universidades del país eligen a sus rectores, ¿por qué la de Antioquia, una de las universidades públicas más grandes de Colombia, no puede decidir quiénes la dirigen?”.

La reflexión sobre el papel de algunos funcionarios y su participación en la construcción de una universidad más autoritaria se agudizó las semanas posteriores al 15 de septiembre. Afirmaciones como “el Rector está defendiendo su puesto de una administración departamental que no lo quiere”, “el papel del Rector es un pa-pel secundario”, “en este momento no hay Rector en la Universidad de Antioquia”, “Alberto Uribe perdió mucha credibilidad al interior del movimiento estudiantil” y “los decanos son cómplices de la Administración”, evidencian la falta de legitimidad de las autoridades universitarias. En la medida en que los estudiantes no se sientan representados por quienes ostentan el poder y en que sus propuestas sean ignoradas por los máximos órganos decisorios, el proyecto de institución pluralista, democráti-ca y abierta seguirá apareciendo como un horizonte lejano.

María Flórez Ramírez [email protected]

Hace seis años que la silla reservada para el representante de los estudiantes en el Consejo Superior Universitario permanece vacía. Desde entonces, son ocho los votos que deciden el futuro de la Universidad. ¿Por qué el estamento mayoritario no participa en el máximo

órgano de gobierno? De la Urbe aproxima una respuesta.

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Antes del mediodía del 27 de enero de 2010, Camilo Andrés Quintero fue encon-trado sin vida en un baño de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia. Fue víctima de una sobredosis de heroína, droga que, según se supo, se vendía en el campus universitario en el sector conocido como “El Aeropuerto”. La mirada de la ciudad, los periodistas, los líderes de opinión y los gobernantes se volcó sobre la Universidad. La muerte de Camilo Andrés se convirtió en el preludio del que sería uno de los años más polémicos del Alma Máter.

En los medios de comunicación empezó a publicarse lo que muchos sabían: que en el campus universitario funcionaba un expendio de drogas. Al mismo tiempo, se condenaban la protesta, el uso de capuchas y explosivos, y empezó a hacerse evidente un malestar contra los venteros informales. Robos y supuestas agresiones sexuales se denunciaban abiertamente. Todas estas coyunturas, con distintos protagonistas y matices, hoy se confunden en una sola problemática que algunos exigen tratar por separado. “No podemos meter todas las violencias y los conflictos en el mismo costal”, explica Carlos Patiño, estudiante de Derecho.

Por un lado, según el Departamento de Seguridad de la Universidad de Antio-quia, entre enero y septiembre de 2010 le robaron a 78 particulares y se cometieron 18 robos a bienes de la Universidad. Las “irregularidades en el entorno universita-rio”, que registró este Departamento en el mismo periodo, fueron 131 frente a 66 de 2009. Por otro lado, no hubo ningún homicidio, pero sí una extorsión en octubre. Hasta este mes, se sumaron 90 “alteraciones del orden público”. En cuanto a la ven-ta y consumo de sustancias psicoactivas y embriagantes, la cifra aumentó de 27 en 2009 a 40 entre enero y octubre del presente año.

Narcos y policías Para muchos, la TIP fue la medida de control con que la administración de la

U. contestó a la problemática de la droga y la inseguridad. La policía, para reprimir la protesta estudiantil, fue la respuesta por parte de la Gobernación de Antioquia. Autoridades judiciales como la Dirección Seccional de Fiscalías Medellín, donde se-gún el Rector hay más de una denuncia radicada para investigar las mafias en la U., no se ha pronunciado frente al tema. Al Rector, según afirmó a De La Urbe, la Fiscalía le dijo que a su despacho no llegaron tales denuncias, y en el 2005 el coman-dante de Policía, general Marco Antonio Pedreros, le expresó que se defendiera como pudiera, que no contara con él en eso de enfrentar a los expendedores de drogas en la universidad pública.

Más tarde, en 2008, el presidente Álvaro Uribe pidió la renuncia del general Pedreros, salpicado por el escándalo de la infiltración de las mafias en las fiscalías de Medellín. Este año, Alberto Uribe Correa dijo, una y otra vez, que por respues-tas como éstas y por la ausencia de solidaridad entre la comunidad universitaria se sentía solo en la tarea de enfrentar a los ilegales; defendió su lugar de académico en vez de policía.

Se sabía que “El Aeropuerto” no era solo para universitarios, sino para personas ajenas a la institución que entraban con la única intención de comprar drogas. Según explicó a Qué Pasa UdeA, Luquegi Gil Neira, secretario general de la Universidad de Antioquia, “en un seguimiento que se hizo, se evidenció que estaban ingresando cer-ca de 2 mil o 3 mil personas como visitantes a la Universidad (diariamente), un gran

La implementación de una nueva identificación para el ingreso a la Universidad de Antioquia, la TIP, desató inconformismos que derivaron en fuertes disturbios el 15 de septiembre, y en el posterior cierre de la Universidad durante 25 días. La problemática de la Universidad, sin embargo, llamó la atención de la ciudad y de los medios de comunicación durante todo el 2010, uno de los años más

convulsionados para la institución a lo largo de la última

2010 en la U. de A.: ¿un año crítico?

Felipe Grajales y Katalina Vásquez [email protected]

El jueves 11 de noviembre, los estudiantes “expulsaron” al Esmad de la Ciudad Universitaria.

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Fotografía: De La Urbe

número de ellas a la zona conocida como “El Aeropuerto”. Y varias de las personas que se habían encontrado con sobredosis eran personas que, cuando se buscaban en los registros, se identificaba que llegaban como visitantes”.

El rumor sobre una universidad insegura, con presencia de organizaciones ilega-les, crecía como bola de nieve. Se decía en los corredores que los paramilitares y la Oficina de Envigado estarían detrás de “El Aeropuerto”. Y hasta el nombre de las Milicias Bolivarianas apareció como posible dueño del negocio narco en la U. de A.

Luquegi Gil explica que la misma administración de la Universidad estaba des-informada: “Como se trata de un tema que tiene que ver con redes, es una informa-ción que, por seguridad, no se dice. Realmente, a nosotros nunca nos entregaron un informe diciendo estas son las bandas, estos son sus líderes, estas son sus cabezas, así se mueve el negocio del microtráfico”. Se sabe que un preso de la cárcel de Itagüí esperaba al rector Alberto Uribe, quien, con la gestión de Jaime Jaramillo Panneso, buscó un contacto de los bajos mundos para pedirle dejar a la U.de A. por fuera del negocio narco. Esa semana, el presidente Álvaro Uribe ordenó detener diálogos lo-cales con grupos armados ilegales o reinsertados y, entonces, en el penal de máxima seguridad no pudieron escuchar al Rector.

La segunda mitad de 2010 comenzó con el anuncio, de parte del gobernador de Antioquia y presidente del Consejo Superior Universitario, Luis Alfredo Ramos, de ordenar el ingreso de la Fuerza Pública al campus para resolver los conflictos que estaban en boca de todos. Según explicó a los medios, enérgicamente, la Universidad de Antioquia no era un lugar vedado para el accionar de la fuerza. Sin embargo, algunos sectores opinan que la autonomía universitaria otorgada por la Constitución colombiana a estas instituciones es una razón suficiente para prohibir a militares y policías pisar territorio universitario. Durante este año, sin embargo, numerosos policías y agentes antimotines, en las porterías, han hecho parte del paisaje de la U. de A. Integrantes del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) –que tradicional-mente enfrentaban la protesta detrás de las rejas– entraron y recorrieron la Ciudad Universitaria con gases, balas de goma y puños, como no se había visto en las últimas décadas.

Odontología en crisisTodo ello se sumó al conflicto por la elección del decano de la Facultad de Odon-

tología: la comunidad universitaria se manifestó en contra de la tercera reelección de Carlos Mario Uribe. De abril a julio, con paros académicos, fuertes protestas y hasta una huelga de hambre, se presionó la renuncia de quien conside-raban manejaba su administración con un “estilo de dirección au-tocrático y autoritario”. El 27 de julio, Carlos Mario Uribe renun-ció a la decanatura; y aunque en Odontología se apaciguaron los ánimos, la intranquilidad continuó creciendo en la Universidad.

Además, los periodistas subieron el volumen sobre la ya sabi-da existencia de un expendio de drogas en el campus universita-rio. Un artículo de la revista Semana, publicado en mayo, declaró la alerta roja sobre la Universidad. Señaló que aquí el hampa dictaba cátedra, lo cual generó malestar entre los universitarios por lo “irresponsable” del manejo informativo, que destacó los hechos con tono amarillista. Semana recordó que en 2009 un ex estudiante de Derecho fue asesinado en uno de los pasillos del campus.

Para William Fredy Pérez, profesor del Instituto de Estudios Políticos, lo que está pasando este año en la U. de A. es una “confusión” y, para intentar comprenderla responsablemente, es necesario empezar por “desdramatizar” las situaciones. Son múltiples y variados los problemas que aquejan a nuestra Univer-sidad, opinó el Consejo del Instituto de Filosofía, en septiembre, y “requieren de la atención, reflexión y compromiso de todos los universitarios y de la sociedad”.

Para agosto, en las paredes de Ciudad Universitaria empe-zaron a notarse grafitis que hablaban de delitos. “Violan en la UdeA”, se leía en los baños de mujeres. No obstante, en los re-gistros de seguridad no aparece ni una sola violación o agresión sexual entre 2003 y 2010; aunque sí actos sexuales en espacio público. Hasta octubre de este año el Departamento de Vigilancia registró cuatro casos.

Durante el cierre reciente de la Universidad, las redes sociales permitieron convocar a estu-diantes y profesores a realizar sus clases en las cer-canías. Sobre las aceras, los profesores dictaron clases de matemáticas, política y economía. Fue la estrategia para informar a las autoridades de que los estudiantes querían, simplemente, estudiar.

En los 25 días del cierre, los pasillos permanecieron vacíos, limpios. En las mesas no se veían ni libros, ni por-tátiles, ni ventas de dulces, ni juegos de cartas.

Fotografía: De La Urbe

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Las medidasLa comunidad pedía acciones de la Administración. El rector Alberto Uribe

Correa se comprometió, en su más reciente campaña, a enfrentar la “plaza de vicio” instalada en “El Aeropuerto”. Pero muchos no esperaron más sus acciones y lanza-ron un ¡SOS! al Gobernador de Antioquia. En carta dirigida a Luis Alfredo Ramos, como presidente del Consejo Superior y a sus demás integrantes, 229 profesores solicitaron “decisiones para recuperar el espacio universitario con el fin de cumplir los propósitos misionales de la Institución”.

“La Universidad se enfrenta a una serie de situaciones graves de inseguridad, de pérdida del ambiente universitario y de actuaciones de los grupos violentos para impedir el trabajo académico y administrativo las cuales podrían calificarse como violatorias de los derechos humanos”, expresaron los profesores preocupados por los grandes flagelos que sufría un “Alma Máter maltrecha”. Se refirieron al “expendio y consumo de drogas adictivas en el campus; las muertes de jóvenes por presuntas sobredosis en los predios de la Universidad; las “rumbas” acompañadas de la prepa-ración de alimentos y música con altos niveles de volumen; las ventas informales y ambulantes, incluida la piratería; los atracos a plena luz del día; los robos en oficinas y a personas; las extorsiones a miembros de la comunidad académica; la presencia cotidiana de encapuchados y los enfrentamientos de éstos con la fuerza pública que producen daños a los bienes de la Universidad; el estallido de petardos; el desalojo inmediato de las instalaciones para evitar riesgos vitales y la afectación por los gases lacrimógenos; el desalojo violento de las aulas con acciones intimidatorias y amena-zantes, entre otros”. La carta fue publicada en http://cartaabiertalcsu.blogspot.com y no se hicieron esperar las reacciones, como el fuerte anuncio del Gobernador sobre el ingreso de la policía al campus universitario.

Tarjeta Integrada Personal (TIP)Alberto Uribe Correa, rector de la Universidad, explicó que “había una gran

falla en la identificación para el acceso a la Universidad, porque se encontraron 32 formas de identificación”. Para mejorar en este aspecto, fue recomendada la creación de un documento único, con un chip que hacía muy difícil la falsificación: la Tarjeta Integrada Personal (TIP). Sería la misma para todos los que requirieran el ingreso a la Universidad, aunque no para visitantes. Hoy, quienes no tienen la TIP, deben ges-tionar una autorización previa cada vez que requieran entrar. Porque se restringió el acceso a la Biblioteca Central para el público externo y porque la Tarjeta se recibió como un mecanismo de control para la comunidad universitaria y no como una ac-ción de frente a los delincuentes, la TIP no tenía satisfecho a todo el mundo. Desde que se anunció su creación, en 2009, estudiantes reunidos en Asamblea manifestaron su rechazo. Algunos argumentaron que podría ser usada para seguimientos o acceso ilegal a bases datos.

Otros entendieron el rechazo a la TIP como un favorecimiento para los ilegales dentro del campus. Sin el nuevo carné, los expendedores de droga no podrían acce-der más a su territorio mafioso. Por eso, cuando comenzaron los mítines, en algunos casos violentos, para rechazar la medida, hubo quienes señalaron que aquellos que rechazaban la TIP apoyaban el paramilitarismo dentro de la Universidad.

El miércoles 15 de septiembre, en una semana que comenzó con disturbios, cen-tenares de estudiantes marcharon hasta las porterías para, una vez más, alzar su voz contra la medida y denunciar que, en protestas anteriores, habían sido agredidos por el personal de vigilancia privada de Miro Seguridad. En Asamblea General, decidie-ron llegar hasta el Bloque Administrativo donde, al caer la tarde, se desató uno de los disturbios más escandalosos y confusos de los últimos años.

El aspecto de la zona de depor-tes y ocio, denominada por décadas como “El Aeropuerto”, cambió una vez se reabrió la Ciudad Universita-ria. Ahora predomina la soledad y, a veces, se ven vigilantes pasando ronda por allí.

Dos días después de que algunos encapucha-dos destruyeron la cámara de seguridad instalada en la terraza de la biblioteca, la Universidad convocó al evento “Universitarios por la casa de todos”.

Fotografía: Diego González

Fotografía: De La Urbe

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Decenas de policías entraron a la Ciudad Universitaria con la orden de proteger al Rector quien, a medios de comunicación como El Colombiano, declaró que estaba “secuestrado”; aunque después lo desmintió. Los acontecimientos de ese día llevaron a cerrar la Universidad hasta el 11 de octubre, cierre que tuvo implícita la palabra ‘crisis’.

Desde entonces, el movimiento estudiantil ha variado un poco su postura frente a la TIP. Santiago Salinas, quien forma parte de la Oficina de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Derecho y Ciencia Política, cuenta que entre los estudiantes orga-nizados “hubo una negativa inicial a esta forma de control y de identificación. Ahora se ha adoptado otra perspectiva: aceptarla como un proceso de recarnetización, pero sin aceptar medidas obstructivas del ingreso al público a la Universidad”.

Portar o no la TIP es, hoy por hoy, el tema de conversación. En noviembre se instalaron los lectores de chips y, de este modo, se descubrió que ya se está falsifi-cando. El Secretario General le contó a Qué Pasa UdeA que, al menos, una vez fue detectado un supuesto estudiante quien, con su propia foto pero con los datos de un estudiante activo, intentó burlar la nueva medida. “Lo más interesante es que muchos de los jíbaros se ven merodear por “El Aeropuerto” después de la implemen-tación de la TIP y las cámaras de video”, declara un funcionario que pide reservar su nombre. La Administración desmiente esta versión, aunque reconoce que la medida no es la panacea para acabar con la ilegalidad. “El reporte que se tiene es que ya no hay, digámoslo así, unos vendedores instalados en la zona de “El Aeropuerto”; se han registrado algunos consumidores (…) pero uno supone que buscan la manera de seguir comprando y vendiendo drogas”, afirma Luquegi Gil, quien, para concluir, enfatiza que al expendedor y al consumidor debe dárseles un trato diferente. En su opinión personal, vender drogas es una acción delictiva y consu-mirlas es un tema de salud pública.

Entre tanto, la presencia policial se man-tiene. Hoy los únicos que entran a la Universi-dad de Antioquia sin TIP son los agentes anti-disturbios. Cuando encapuchados destruyeron una de las 15 cámaras de video instaladas du-rante los días de cierre, la vigilancia privada no dudó en abrirles las puertas. La orden del Gobernador: “La Fuerza Pública ingresará las veces que sea necesario”, se escuchó fuerte, y aún retumba en los pasillos de la Universidad de Antioquia que, al terminar el año, vio la marcha de hombres armados, uniformados, de negro, por casi todos los rincones de la Ciudad Universitaria.

El jueves 11 de noviembre, la comunidad universitaria se congregó para expresar su disposición de defender la Univer-sidad cuando explotó un petardo, el Esmad entró y los estu-diantes lo sacaron, sin armas, solo con gritos y gestos.

Fotografía: Diego González

Los muros de la Universidad han sido, durante cuarenta años, los lienzos preferidos de quienes quieren publicar sus protestas. Durante el cierre de 25 días, estas pinturas cobraron vida.

Fotografía: Natalia Botero

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Johnatan y su compañera -ambos estudiantes de Periodismo de la Universidad- grababan con una cámara de estudio cerca a la Torre de Luz, en los alrededores de la cancha, lugar que por años ha sido empleado por algunos para la venta y el consumo de sustancias psicoactivas.

“Me tomé las cosas de forma tranquila, como respetando una distancia con esa gente. No queríamos grabarles las caras porque sabíamos que eso sí constituía una ‘falta grave’; era simplemente tomar unas imágenes de apoyo”, recuerda Johnatan un par de meses después del incidente.

Eran las 12:15 p.m. cuando terminaban de grabar lo necesario para una noticia que estaban elaborando para el curso Taller de Medios III (Televisión), sobre un la-drón de maletas en la Universidad. Algunos planos generales, donde se visualizaba la venta de drogas, serían el detonante para que dos hombres se les acercaran y les preguntaran con tono enérgico: “¿Qué están grabando?, ¿por qué nos están graban-do?”. Aquellos hombres no superaban los 25 años y llevaban ropa con la que pasaban desapercibidos entre los estudiantes.

Johnatan les dejó ver las imágenes que habían capturado. Los sujetos se sintieron identificados y exigieron que las borraran o que les entregaran el casete, a lo que él se rehusó. “Se acercaron de una forma muy agresiva y yo respondí de la misma manera. Les dije que por qué no iba a poder grabar. ‘¡No, no, no, preste la cámara!’, dijeron ellos, y se querían era llevar la cámara. Yo, incluso, en un primer momento, pensé que era un robo y reaccioné todavía más airado. Hasta que empecé a gritar”.

Los agresores intentaron callarlo, las personas que estaban cerca escucharon; pero fue inútil. De repente, decenas de miradas se posaban sobre el suceso. Pero eran miradas de terror, inmóviles frente a lo que sus ojos descubrían. Nadie hizo algo.

La negativa del estudiante enfureció aún más a los sujetos y se inició un forcejeo de la cámara con la cual se terminó agrediendo a uno de ellos. Las miradas atónitas se mezclaron con los gritos inútiles de la compañera de Johnatan quien, horrorizada, les preguntaba qué querían.

Los hombres se pusieron más agresivos y uno de ellos tomó a Johnatan por el cuello, mientras el otro le doblaba la mano que no sujetaba la cámara. El estudiante recuerda que en ese momento “llegó otro de los manes. Ese sí no podría decir yo, tan fácilmente, que era un estudiante, por la actitud, por la vestimenta y porque llegó armado. No sé si era un arma de verdad; pero, por lo menos, cuando la prendió, sí pareció mucho. Era una de esas armas que usa la Policía de Estados Unidos para electrocutar a la gente. Llegó con una cosa de esas y yo me cagué del miedo. Además, ya me habían tirado al piso”.

Un testigo de los hechos asegura que luego de arrojar a Johnatan al piso, le pro-pinaron dos patadas en el cuerpo y una en la cara. Dice, además, que notó los ojos rojos del hombre y pensó en ir a buscar ayuda. Pero no encontró alternativas, ya que en la Universidad no hay un lugar que se reconozca como el sitio para acudir en caso de que ocurran incidentes de este tipo.

El sujeto que recién llegaba empuñó su Taser (arma de electrochoque que inmo-viliza temporalmente mediante descargas eléctricas), cerca del rostro de Johnatan, y después se la enseñó a su compañera. Con actitud hostil, dijo a quienes estaban alrededor: “¿Quién piensa defenderlo?”.

Otros testigos abucheaban a los agresores y les pedían que dejaran de golpear al joven. Pero ante la amenaza proferida por el hombre armado, todos retrocedieron y se sentaron. La compañera de Johnatan también dejó de gritar.

Luego llegaron unos cinco guardas de Miro a increpar a los hombres por lo que estaban haciendo. También llegó un joven que pidió a los estudiantes que se marcha-ran, que la situación estaba muy tensa y esos hombres estaban asustados. A lo que Johnatan respondió: “¿Y es que acaso yo no?”.

Antes de que los jóvenes estudiantes pudieran marcharse, los hombres tomaron con un celular algunas fotos al rostro de Johnatan. “Me pareció irónico pues mi nota había nacido porque a un man le estaban tomando fotos por haber robado y termi-nar con un man tomándome fotos a mí. Yo sentía como si esas fotos fueran las que le habían tomado al man por robar, las mismas”, pensaría tiempo después Johnatan Clavijo.

El testigo anónimo dice que a dos de los hombres, que se acercaron inicialmente a los jóvenes, los conoce como estudiantes activos de la Universidad, mientras que el tercero que llegó al lugar, no lo es, incluso podría ser menor de edad.

Al salir del lugar, Johnatan llevaba la camiseta ajada, los zapatos estropeados, la mano adolorida, el cuello enrojecido y en el rostro el impacto de una patada que, en su momento, había olvidado en un estado casi de inconsciencia.

Johnatan y su compañera fueron al Estudio de TV y hablaron con el profesor de la materia para la cual estaban desarrollando la noticia. Fue allí donde descubrieron que el casete no estaba: en algún momento del forcejeo, los sujetos debieron sustraer-lo de la cámara. El docente sugirió denunciar el caso y Johnatan escribió para De la Urbe Digital un texto en el cual recoge los sucesos ocurridos.

Según el joven, “el texto generó toda una serie de comentarios, que yo después miraba, y me parecía interesante la discusión que se había generado. No importa qué postura tomaran pero, por lo menos, se había generado discusión”.

Adolorido aún por lo que le había ocurrido, Johnatan fue en busca de las auto-ridades universitarias para denunciar el caso. Llegó hasta la oficina del vicerrector general, Martiniano Jaime Contreras, con quien había sostenido una entrevista mi-nutos antes del suceso, y en la cual le había manifestado a los estudiantes que “El Aeropuerto” era una zona insegura, pero que, según recuerda el joven, “el tema de la seguridad viene para arriba. Nosotros vamos bien, vamos mejorando, sino que ustedes, los periodistas, siempre se fijan en lo malo”.

Cuando Johnatan llegó a la oficina no pudo hablar con el Vicerrector, pero en-contró a Leonor Herrera, Jefa de Seguridad de la Universidad, a quien le comentó el caso. Ella le respondió que esa zona era peligrosa “y cuando van a hacer este tipo de trabajos, tienen que avisar para que, si a ustedes les pasa algo, nosotros sepamos quién era el estudiante que estaba allá”. Ante esto, Johnatan pensó: “me dio mucha piedra porque esa respuesta me pareció banal, grosera y evasiva; no es asumir la responsabilidad que ella tiene como Jefa de Seguridad. Yo creo que el papel de esa señora es muy cuestionable”.

En el momento en el que estaba siendo agredido, Johnatan llegó a pensar en la ausencia de los guardas de Miro. Sintió confianza porque la portería del Río que-daba cerca de allí y seguramente lo escucharían, y vendrían en su rescate. Pero los vigilantes llegaron mucho tiempo después, cuando la agresión ya se había efectuado.

“Qué indignación sentir temor de estar en su propia Universidad. Me duele mucho. Yo quería mucho a la Universidad, aún la quiero; pero me afectó mucho la imagen frente a cómo suceden ese tipo de cosas y no pasa nada. Las asambleas que se convocaron en torno a lo sucedido sacaron conclusiones que, obviamente, se que-daron en nada”, dice el joven.

Además, Johnatan cuestiona el papel de los directivos, quienes nunca le pregun-taron si estaba bien, si se sentía en condiciones de regresar a la Universidad y, mucho menos, si necesitaba algo para su seguridad personal. Con el Rector, el Vicerrector y el Decano de la Facultad de Comunicaciones, nunca obtuvo un encuentro para dialo-gar sobre el asunto. “Lo que veo es la ineficiencia de las autoridades administrativas para afrontar el hecho de una forma más eficiente. Tuvo que llegar el Gobernador a tomar medidas de choque para que las cosas medio cambiaran”, argumenta.

Por la sensación de inseguridad, Johnatan desistió de interponer una denuncia ante la Fiscalía, en la cual, asegura, no confía, y dejó de asistir dos semanas a sus clases de Periodismo en la Universidad. A su regreso a la academia, estuvo acompa-ñado por amigos, que no lo dejaban solo como medida preventiva ante las posibles represalias de los agresores.

Al poco tiempo, los hombres de “El Aeropuerto” sacaron un comunicado en el cual juzgaban la actitud de Johnatan y aseguraban que su inconveniente con ser grabados es que son víctimas de un Estado que los ha perseguido por sus ideales, incluso que ha llegado a desaparecer a algunos de sus amigos. Ante esto, el estu-diante universitario dice: “Rotaron su versión de los hechos y yo no lo voy a negar, no actué de la forma más dialogante. Si yo lo veo en retrospectiva, fue una actitud grosera de mi parte. No podía esperar a que se calmaran con mi reacción. Fue poco inteligente”.

El estudiante dice estar agradecido porque hasta ahora no le ha ocurrido nada después del incidente. “Eso generó indignación y algunos profesores estu-vieron atentos la primera semana. Pero esas cosas se olvidan. En un país donde pasan tantas cosas, donde todos están metidos en su cotidianidad, eso no pasa de la anécdota y en eso se queda: en la anécdota”. Y asegura que no volverá a pasar por “El Aeropuerto”.

El estudiante de periodismo Johnatan Clavijo no piensa volver a acercarse a “El Aeropuerto”, donde varios expendedores de drogas le propiciaron una fuerte golpiza cuando intentaba grabar imágenes de TV en su ejercicio de reportero aprendiz. ¡Qué Pasa UdeA! reconstruyó los hechos en que dominó el miedo y el silencio. Documentar este episodio, así como el momento que vive la Universidad, es además de necesario un derecho.

Javier Bergaño Arenas [email protected]

Golpe a la libertad

Primer plano

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Incierto el futuro económico de la

Universidad

Javier Bergaño Arenas y Fernanda González [email protected]

Los dineros aportados anualmente por la Nación y la Gobernación de Antio-quia le resultan insuficientes a la principal universidad del Departamento para cubrir sus gastos. Rubén Agudelo, vicerrector administrativo de la Uni-

versidad, afirma que “usualmente estamos gastando más de lo que nos está entran-do”; tal hecho ha obligado a la institución a buscar recursos por cuenta propia.

Este desfase en los ingresos percibidos por la Universidad genera un déficit es-tructural que para la vigencia de 2010 es de aproximadamente 11 mil millones de pesos. El Consejo Superior Universitario calcula que para el 2011 esta cifra podría llegar a los 21 mil millones.

El déficit de la Universidad es continuo, puesto que al recibir un nuevo presu-puesto lo primero que hay que saldar es la deuda que ha dejado la facturación del año anterior. Además, los ascensos de los profesores obligan a un aumento en los dineros destinados para la nómina, que no son contemplados por los presupuestos que fijan la Nación y el Departamento.

La tardanza en la entrega de los dineros prometidos por la Nación y la Gober-nación de Antioquia, el margen de autofinanciación y el déficit permanente, ponen en duda la sostenibilidad económica de la Universidad.

Los Fondos sin fondosEl presupuesto total de la Universidad de Antioquia se compone de cuatro

fondos: los Fondos Generales, los Especiales, el de Bienestar Universitario y el de Seguridad Social.

Los Fondos Generales son los aportes que recibe la Universidad de la Nación y del Departamento de Antioquia, además de las rentas propias, como matrículas (13 mil millones de pesos en 2010) e inscripciones, y los recursos de capital (intereses de inversiones). Según el Informe Financiero 2009 de la Universidad, el presupuesto de los Fondos Generales para el 2010 es de aproximadamente 275 mil millones de pesos, de los cuales la Nación aporta cerca de 200 mil millones de pesos (78%) y la Gobernación de Antioquia alrededor de 22 mil millones de pesos (8.2%). (Ver gráfico 1)

Los dineros obtenidos de los Fondos Generales no permiten que la Universidad realice nuevas inversiones, pues solo puede destinarlos para el pago de nóminas a empleados y profesores (en un 85%), y gastos generales como materiales para docencia y mantenimiento de la infraestructura (15% restante).

El segundo tipo de ingresos es el conocido como Fondos Especiales, que para el año 2010 está tasado en cerca de 270.000 millones de pesos. Es aquí donde tiene lugar la autofinanciación de la Universidad.

Un primer aporte a este Fondo son los recursos que se obtienen por concepto de Estampilla, que es un impuesto no excedente al 2% del valor total que obtienen algunos entes territoriales en la celebración de contratos; la Universidad tiene acceso a este porcentaje a través de la Ley 122 de 1994. En el año anterior estos recursos sumaron 40 mil millones de pesos.

Los dineros que ingresan por Estampilla deben usarse para diversos fines, como el pago de deudas que ha contraído la Universidad con otras instituciones, o los gastos derivados de programas o dependencias que no generan ingresos (caso del Museo Universitario, la Biblioteca, el Programa Multilingua, etc.).

Los otros recursos de los Fondos Especiales provienen de los convenios que ce-lebran las vicerrectorías de Extensión e Investigación. Estos dineros no se reciben en su totalidad porque gran parte de ellos se usan para la ejecución de los mismos contratos. En los dineros de Investigación, por ejemplo, “lo que entra es igual a lo que sale, toda la plata se gasta en investigación. En Extensión la Universidad trata de que los contratos tengan un excedente del 10%, 12%, dependiendo del tipo de servicio que ofrezca”, dice el Vicerrector Administrativo.

También hace parte de los Fondos Especiales el retorno del IVA, al que tienen derecho las universidades territoriales por el pago de bienes y servicios donde se haya cancelado el gravamen. Por este concepto, la Dirección de Impuestos y Adua-nas Nacionales, DIAN, entregó en 2009 a la Universidad 9.177 millones de pesos.

Un tercer fondo del presupuesto general es el de Seguridad Social, correspon-diente a los recursos que aportan la Universidad y sus empleados para la vincula-ción de los mismos y de su núcleo familiar al sistema de salud. Con estos dineros también se hacen campañas de prevención y promoción, y se administran los dine-ros pensionales. Este es un fondo de destinación específica para Seguridad Social, y en el 2010 tiene unos recursos cercanos a los 140.000 millones de pesos.

Un último fondo es el de Bienestar Universitario, que funciona con dineros provenientes de la Universidad y sus empleados. Es un fondo solidario que sirve de ahorro para estos últimos, y que puede ser retirado cuando se llegue a la edad de jubilación o en caso de fallecimiento. Además, sirve para la compra de vivienda u otros fines similares. Estos dineros, que también son de destinación específica, alcanzaron en 2010 un valor aproximado de 17 mil millones de pesos.

Según explica el Vicerrector Administrativo, sumar aritméticamente los cua-tro fondos para definir el presupuesto total de la Universidad es incorrecto, porque hay dineros que se cruzan entre fondos. Además, los de Seguridad Social y Bienestar Universitario no son de libre uso, por la destinación específica que tienen.

De tal forma, el presupuesto real de la Universidad no supera los 550 mil millones de pesos al año (si se excluyen los dos fondos de destinación específica), que deben ser suficientes para un estudiantado que a la fecha está compuesto por 36 mil personas; es decir que a la Nación, al Departamento y a la misma Uni-versidad, un estudiante les cuesta semestralmente alrededor de 7.650.000 pesos.

Si el cálculo se hiciera solo con los dineros aportados por la Nación, esta cifra se reduciría en promedio a 2.800.000 pesos por estudiante, y si únicamente se conside-rara la cifra que ingresa por la Gobernación de Antioquia al presupuesto, el dinero aportado por estudiante sería de aproximadamente 305.000 pesos semestrales.

Desde 1993 la Universidad de Antioquia no tiene un aumento real en el presupuesto. Hace un año, en conjunto con las demás

universidades públicas, pidió recursos adicionales a la Nación para solventar una parte de su déficit financiero, que para el 2010 es de 11

mil millones de pesos. A la fecha, el dinero no ha llegado en su totalidad.

Gráfico 1

Informe

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Cobros y deudasA la Universidad de Antioquia le deben y debe dinero. La Nación y

el Departamento tienen deudas contraídas con la Universidad sobre el presupuesto destinado para el año 2010, mientras que ésta ha recurrido a endeudamiento y créditos a largo plazo con diversas instituciones.

En el año 2009 el Congreso de la República aprobó un fondo de recursos adicionales para todas las universidades públicas del país (solo para la vigencia de 2010). El monto fue de 160 mil millones de pesos, y se concretó luego de diversas manifestaciones estudiantiles y pronun-ciamientos por parte de los rectores de las universidades sobre la crisis financiera que las afectaba.

Al 27 de octubre de 2010, la Nación adeudaba a la Universidad 9.600 millones de pesos del dinero que le correspondía de la adición presu-puestal. Pero esto es solo de la adición, porque del presupuesto que se fijó para el 2010, cercano a los 200 mil millones de pesos, también hay dineros pendientes.

La Nación reconoce año tras año, en los presupuestos de las univer-sidades públicas, la mitad del ajuste del Índice de Precios al Consumidor, IPC (índice que mide los precios) del año anterior; por este concepto aún adeudan 3 mil millones de pesos. Además, tiene retenido a la fecha el 11% del presupuesto de la Universidad, es decir, 18.200 millones de pesos, correspondiente a una parte que por norma se destina al presu-puesto.

Por otro lado, la Gobernación de Antioquia, que debe girar para este año 22.240 millones de pesos, solo ha consignado 6 mil de los 17 mil millones que debía haber girado hasta el mes de octubre; es decir, debe 11 mil millones de pesos.

Pero la Universidad también adeuda dinero. Ha recurrido a emprés-titos internos entre sus fondos para solucionar problemas de flujo de efectivo causados por las demoras en los giros de la Nación y el Departa-mento. Según el Informe Financiero Vigencia 2009, la Universidad tie-ne endeudamientos a largo plazo con las Empresas Públicas de Medellín, EPM, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, y el Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA, que hasta diciembre de 2009 sumaban 5.029 millones de pesos. También tiene créditos a largo plazo con EPM y Financiera de Desarrollo Territorial, FINDETER, por 41.633 millones de pesos. (Ver gráficos 2 y 3)

Inquietudes Debido a que el aporte al presupuesto total de la Universidad por

parte de la Gobernación de Antioquia es del 3%, que por estudiante equivale en promedio a 305.000 pesos semestrales, diferentes estamentos universitarios se preguntan por qué la Gobernación ejerce un gran poder político, si su aporte al presupuesto es tan minúsculo.

Además, algunos de los contratos que constituían una fuente de in-greso para la Universidad han sido cancelados o desviados, como lo afir-ma el rector, Alberto Uribe Correa: “la contratación que venía teniendo la Universidad con el Departamento en educación, salud, entre otras áreas, por decisiones del señor Gobernador y sus secretarios ha cambiado su destino”.

Bajo el panorama financiero en el que la autofinanciación es el esla-bón económico fundamental de la Universidad, su futuro cercano es alar-mante. Si se continúa con los mismos aportes monetarios, para el 2013 la Universidad “tendría que recurrir a cerrar muchos de los programas, y a prescindir de muchas personas cuya formación nos ha costado. Ten-dríamos que apretar el cinturón de una forma muy importante”, asegura Uribe Correa. En esas circunstancias la Universidad no sería viable, o al menos no como la conocemos hoy.

Gráfico 2

Gráfico 3

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18 Palabras propias

Fabio Giraldo Jiménez, el director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, se ha caracterizado por su franqueza y por ser frentero en sus declaraciones públicas. A comienzos de noviembre, cuando

volvieron a presentarse disturbios en la Universidad, el diario El Espectador publicó una entrevista que le hizo para hablar sobre ella. Giraldo Jiménez aseguró que la cri-sis actual de El Alma Máter se debe a pugnas políticas en relación con la rectoría de la Universidad y en relación con el manejo de los problemas que ocurren al interior de esta Institución. Son evidentes las diferencias entre la posición del gobernador y grupos de académicos y de estudiantes.

¿Cómo tomaron las directivas de la Universidad la entrevista que usted dio a El Espectador?

Nada bien, como era de esperarse, dado que digo cosas en público sobre la vida pública de las que todos hablan en privado Pero mis opiniones no son infidentes porque son responsables, son fruto del conocimiento; son descriptivas y no mal in-tencionadas. No cargo grabadora sino información y teoría. No estoy hecho para ser adocenado ideológicamente aunque institucionalmente sea muy ordenado.

¿Usted insiste en que hay tensión entre la administración de la Universidad y la Gobernación de Antioquia?

Indudablemente hay una tensión muy fuerte entre el Gobierno Departamental y muchos sectores académicos, gremiales e institucionales de la Universidad, que en algún momento incluyeron a la Rectoría. Por la información que tengo las relaciones entre la Rectoría y la Gobernación se han resuelto. Sabemos también que existen sec-tores de la Universidad que apoyan la posición del Señor Gobernador porque están de acuerdo con que trate a la Universidad como un problema de orden público. Sin embargo, otros muchos, como yo, consideramos que es atentatorio contra la misión de la Universidad ahorcarla presupuestalmente para dirimir conflictos de interés coyuntural y tratarla como asunto de orden público porque la Universidad pública es asunto de Estado y no de gobierno y mucho menos de gobierno departamental.

Pero debo decir que también existen poderes políticos internos y grupos violen-tos que no pocas veces atentan contra la estabilidad de la Universidad. Y ello legitima a veces posiciones como las que tiene el señor Gobernador, lo cual para mi es un infortunio.

¿Por qué cree que la Gobernación no ha destinado los recursos que le debe a la Universidad, siendo su obligación hacerlo?

Hay una especie de presión, que yo considero chantaje por vía de presupuesto. Empezando porque le piden a la Universidad mayor cobertura con el mismo presu-puesto, lo cual desbalancea bastante la relación entre la calidad y la eficiencia. Le piden eficiencia a la universidad, y no la miden en términos académicos y sociales.

¿Cómo se manifiesta ese desbalance?Hemos creado una Universidad con el mejor de los éxitos en investigación. Indu-

dablemente hay que persistir en esa dirección, pero hay un desbalance en la docen-cia. No hay que descobijar una parte para cobijar la otra. El frio entrará por algún lado. Por ejemplo, se han contratado casi cinco mil profesores de cátedra, que no tienen las condiciones salariales ni la disponibilidad asistencial para atender a los estudiantes como debería hacerse. Pueden estar muy comprometidos con la Univer-

sidad, pero es posible que cada vez se resistan más a ser profesionalmente eficientes por las condiciones con que el Estado y los gobiernos los retribuyen por su profesión. Y hay que pensar en los estudiantes.

El domingo siguiente a la publicación de su entrevista, el rector Alberto Uribe escribió a El Espectador desmintiendo sus aseveraciones. Dijo que las re-laciones entre la Universidad y la Gobernación son de completa sinergia. ¿Usted qué opina de esa respuesta? ¿Cree que se está mostrando algo que no es?

La entrevista fue publicada 23 días después de haber sido realizada y en coyun-turas distintas, lo cual es una inmensa irresponsabilidad del periódico. Con toda seguridad al Señor Rector le enojó porque entiendo que hoy existe una sinergia total con el Gobernador. Pero por las informaciones que poseo, no puedo desmentirme en relación con mi opinión en el contexto en el me fue hecha la entrevista.

¿Cómo ven los dirigentes políticos a la Universidad de Antioquia? ¿Por qué se interesan en ella?

A la Universidad de Antioquia la ven como un problema y como una ocasión para hacer política cuando se acercan las elecciones: “Dejemos la comuna 13, cojamos la Universidad de Antioquia”, piensan los políticos, porque son 35 mil familias (de 35 mil estudiantes) que presionan por la universidad abierta.

Si cierran la Universidad de Antioquia llega un político y dice “yo la abro”. Y si hay un problema el otro dice yo la cierro. Y entonces los padres, que son muy celosos de la eficiencia (los hijos no), se fijan en él. Eso lo saben los políticos. Son cosas de sentido común que en la política funcionan bastante bien. Es una estrategia. Si el señor Gobernador va por todo, parte de su éxito está en el hecho de que se muestre como pacificador de la Universidad y en la medida en que desde adentro de ella le den motivos, tendrá más éxito.

Pero permítame decirle que mas que lo que el señor Gobernador pretende, me molesta sobremanera que un político muy conocido por ser “el rey de la cajita de fósforos” y ex- rector de la Universidad, por tanto responsable de su pasado y de su futuro, haya dicho de ella que es una olla con cursos de extensión. Nunca me había sentido tan humillado de tal cinismo irresponsable.

¿Cómo se imagina el Rector con el que el Gobernador se sentiría a gusto?Alguien que sea o quiera ser o actúe como un miembro de su gabinete y de su

equipo político. Yo tengo un problema con este tipo de preguntas y es que soy muy franco.

Tengo la idea sincera de que la Universidad debe defenderse de los problemas internos y de las presiones externas que padece, aunque las condiciones actuales son muy difíciles, con todo y que hemos salido de dos crisis este año.

Creo que hay que llamar la atención al Consejo Académico, que es el poder interno en la Universidad. No es el Consejo Superior. El Académico es el que tiene que tomar decisiones claras y precisas. Deberían rascarse las pulgas y decir que son ellos quienes tienen el poder de la Universidad. A mí el Consejo Superior me parece que está conformado por personas muy ajenas a la Universidad. Es gente que opina y decide pero que no conoce sobre ella. Y hay una gran diferencia entre opinar, decidir y conocer. Un Rector impuesto resuelve un problema para unos meses y le deja a la Universidad un problema para años.

Usted habla de defender la Universidad, ¿defenderla de qué y cómo?De los políticos de afuera y de los políticos de adentro. Los de afuera tienen que

ver con el poder de los partidos políticos y de los poderes gubernamentales de turno. No porque la universidad sea independiente de la institucionalidad o un mundo le-gal aparte, sino porque la universidad depende fundamentalmente de su autonomía académica aunque sea financiada por el Estado: en efecto, el conocimiento no puede

“La Universidad ha perdido la idea de Universidad”: Fabio Giraldo

Jorge Caraballo Cordovez y Róbinson Úsuga Henao [email protected] - [email protected]

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depender de los partidos políticos o de los grupos de poder aun cuando sea financia-da por el Estado, no por los gobiernos de turno.

Y defenderla también de los grupos políticos que se mueven adentro. No hay que olvidar una cosa: los extremos se tocan. La extrema derecha y la extrema izquierda terminan coincidiendo, porque ambos actúan sobre la base de que hay que llevar al límite las contradicciones para hacer la revolución o para conseguir réditos políticos. Entonces las provocaciones pueden venir de cualquiera de los dos lados. Y terminan coincidiendo en el fin de tomarse la Universidad para sus propios fines usando cual-quier medio. Por eso no hay que hacer caso a las provocaciones.

Por fortuna lo que he visto en la Universidad en los últimos días es que es posible revitalizar fuerzas de adentro que sostienen la institucionalidad, no los gobiernos de turno. Hay que destacar la manifestación de los estudiantes el jueves 11 de noviem-bre cuando sacaron a la policía sin más empellones que los normales, evitando lo que podría haberse convertido en una desgracia. Eso es muy valioso. Ese día estuvo a punto de ser tragedia, porque lo único que falta en la universidad es un muerto. Y alguien lo está buscando, desde afuera, o desde adentro.

¿Qué características debe tener un rector de la Universidad de Antioquia? El rector ideal de una universidad es el que tenga independencia de criterio aca-

démico, carácter para mandar, seguridad presupuestal proveniente de una política pública estatal y, por supuesto, los aditamentos carismáticos que necesita alguien que gobierne y que incluyen conocimiento, fortaleza de carácter y lo que el cuerpo da.

Atentan contra ese ideal el hecho de que hoy se ha perdido mucho el poder políti-co del Consejo Académico de la Universidad. Tenemos muy buenos gerentes.

¿Qué le falta al rector actual?Ya lo he dicho públicamente. El Señor Rector tiene un acumulado administrativo

que no se puede desconocer. Pero considero que podría acceder a mayor legitimidad interna si se corrigen algunos errores.

¿A qué errores se refiere?A que no se llame a tiempo a grupos de poder equilibrantes en el interior de la

universidad con propósitos definidos y con agenda segura. Asociación de profesores, Asociación de profesores de Cátedra, Grupos estudiantiles y Gremios sindicales y Estudiantes. Hay al menos nueve grupos de estudiantes en la universidad que se quejan por la falta de audiencia.

Más 35 mil universitarios firmaron una encuesta para que la universidad se abriera. Y eso cualitativa y cuantitativamente es un caudal de opinión ciudadana que no se puede desatender porque se les traiciona.

¿Por qué habla de traición?Porque cuando una encuesta ofrece un respaldo de la magnitud y de la calidad

que tuvo la que hizo el consejo académico se tiene que actuar en consecuencia, en el sentido en que la respuesta a la encuesta no es solo un plebiscito sino un mandato. Si se ofrece y se pide universidad abierta, no es el cuenta gotas de ahora: es muy maluco para profesores, estudiantes y visitantes hacer media hora de fila para entrar a la Universidad, por ejemplo. Y si hay justificación en relación con esas medidas, pues que las hagan públicas para ver si las entendemos y las compartimos.

¿Qué medidas considera pertinentes para aliviar las tensiones entre los po-deres internos de la Universidad?

El rector y su equipo deben ser inteligentes para conversar, y hacerlo seriamente. Incluso para negociar solicitudes que no son tan significativas presupuestalmente pero si políticamente. Y además hay un silencio sepulcral con todo.

Los profesores de cátedra, por ejemplo, no piden demasiado Que se les escuche. Que tengan una seguridad en la carrera profesional que los blinde de las discreciona-lidades de cada jefe de turno. Que se les reconozca el estatus en asuntos tan concretos como que se les permita hacer posgrados con financiación compartida o que les paguen el paro.

La Asociación de Profesores no pide nada distinto, hasta ahora, que una nueva forma de organización de la Universidad: mayor democracia, menos verticalidad, nuevas formas de elegir a los decanos o a los rectores.

Y grupos significativos de estudiantes piden audiencia. No digo nada de los ven-teros informales e ilegales aunque conozco que se hacen grandes esfuerzos por solu-cionar este problema. Eso sí, con los jíbaros y narcotraficantes yo nunca negociaría: para ellos derecho penal con todas sus consecuencias incluido el debido proceso.

¿Por qué cree que hay una ruptura entre las directivas y otros estamentos?

Todavía no es definitiva pero cada vez es más abierta. Es por falta de política. Uno como gobernante no puede mirar solo para arriba, sino también para abajo.

¿Usted cree que las directivas han facilitado mecanismos de participación para los estudiantes?

Muy incipientes. Hay conversaciones sectoriales, de facultades. En Derecho hay conversaciones, sé que también las hay en Artes, Medicina y Salud Pública. Pero es que no entienden una cosa: una bomba o un disturbio no daña a una facultad sino a toda la universidad. Tiene que darse una conversación a nivel universitario.

¿Quién representa a los estudiantes de la Universidad de Antioquia?Nadie con legitimidad. Hay una opinión sorda que apenas empieza a manifes-

tarse, y esto es bueno políticamente. Ojalá todo el mundo dijera lo que piensa, lo que siente y lo que quiere, para saber en qué estamos. El problema con la Universi-dad es que apenas ahora la estamos escuchando.

¿Los estudiantes necesitan que alguien los represente?Claro. Lo peor que le puede pasar a una universidad es no tener movimiento es-

tudiantil organizado. El de nuestra universidad se ha perdido, no lo tenemos. Hay asamblea, pero ella crea voceros, no representantes. Las vocerías son siempre muy subjetivas, circunstanciales, inestables. Eso para la institucionalidad es peligroso.

¿Cree que la encuesta que hizo el Consejo Académico puede darnos luces de mecanismos de participación estudiantil?

En la historia que yo conozco, esta es la más representativa muestra de opinión universitaria en la que se expresan los mudos de siempre.

¿Qué piensa de algunos voceros de la Asamblea de Estudiantes que llevan

más de veinte semestres en la Universidad? Me gusta la democracia participativa. Pero parto del supuesto según el cual

la democracia participativa puede ser tan dañina como la representativa, como lo demuestra el hecho de que hay gente que cree que puede entrar a la universidad a hacer política y no a estudiar.

Un ejemplo. Hay más o menos 1300 estudiantes en la universidad que tienen dos y hasta tres carreras de pregrado; han cursado entre 16 semestres y 26 semes-tres. Es decir, hay estudiantes profesionales. Uno de los más connotados líderes estudiantiles lleva 26 semestres en la universidad y ese es un rollo bastante antide-mocrático porque en una universidad pública 1300 cupos son muchos en relación con los que ofrece la universidad en cada convocatoria.

Usted habla de la importancia que tienen los actos simbólicos en la recupe-ración de la Universidad. Ese jueves 11 de noviembre, en el acto de desagravio que se hizo junto a la Biblioteca Central, llegaron estudiantes con carteles que rechazaban todas las formas de violencia, y fueron consecuentes, rechazando sin violencia al Esmad cuando éste ingresó a la institución. ¿Usted cree que la violencia puede hacer parte de una comunidad universitaria? ¿Que los grupos violentos pueden llamarse universitarios?

Hay quienes dicen que la violencia es la continuación de la política por otros medios. Yo todavía considero que la violencia es contraria a la política. Son con-cepciones políticas y éticas totalmente distintas. Para mí prima la idea de que la política es contraria a la violencia aunque tengamos que convivir realmente con su relación. Una cosa es que sean reales y otra que se justifiquen.

Me congratula el hecho al que usted alude porque en el veo la diferencia entre los llamados capuchos tropeleros que tumbaron una cámara (eso es absurdo, por-que hay cámaras en todos los regímenes políticos de izquierda y de derecha), y estos muchachos que un par de días después salieron con capuchas de papel, hicieron paradas militares simbólicas, tocaron tambores y fueron y cubrieron una cámara. Esos actos simbólicos son muy significativos de las diferencias políticas en la uni-versidad de Antioquia. Yo le apunto a la idea de que en la Universidad no debe haber violencia. Muchos ven en ese hecho una tontería romántica y hasta pequeño-burguesa. Ojalá la vida estuviera hecha de esos hechos. Yo sigo enamorado de la vida aunque la realidad me insulte. Por supuesto la realidad es distinta y contra esa realidad seguiremos defendiendo el papel de la universidad pública, hecha para que en ella estudien con calidad, miles de personas que sólo por razones económicas no podrían hacerlo.

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20 En primera persona

Eduardo Domínguez Gómez [email protected]

Se repite hasta la monotonía una afirmación entendida y aceptada entre comunicadores, periodistas, sociólogos y ciudadanos pedestres: la comunica-ción es para buscar consensos, ponernos de acuerdo; para buscar la acción

común, concertada y armónica. Y tras esta consigna se emprende todo tipo de cam-pañas publicitarias: educativas, políticas, artísticas, religiosas y hasta de divulgación científica. ¡Todos esperando un milagro!

Y -como todo esperanzado en beneficencias sobrenaturales- están en un error. La naturaleza humana, por ser el resultado de juegos simbólicos, sujeto permanente de las interpretaciones desde diferentes puntos de vista, es desacuerdo. Disentir cons-tituye la energía que nos permite pensar. Quien acepta, se resigna y claudica; deja pasar. Para que ocurra contacto entre conciencias, se requieren el reto, las diferencias y las discrepancias.

Acción común, sí, pero inarmónica y desconcertante. Así es la vida social; fluctúa entre desequilibrios. La calma y la pasividad son ilusiones que debilitan la capacidad de tolerancia y resistencia e incitan a la anulación de lo que se considere alteración de la búsqueda del paraíso, del nirvana, de la placidez.

La vida universitaria requiere experimentar la comunicación para el disenso. Si la ciencia es para creer en ella, la autoridad para aceptarla pasivamente, la apariencia personal para soportarla, el discurrir para admitirlo sin crítica, los mensajes visuales para consumirlos, la violencia para ejercerla o el bullicio para padecerlo, habremos claudicado. Nuestra vida habrá dejado de ser creación, búsqueda, descubrimiento, fascinación e innovación y nos beatificaremos en la resignación piadosa. En vez de profesores tendremos pastores; en vez de estudiantes, borregos; en lugar de ciencia, dogma; y en cambio de conocimiento, doctrina.

Educar es búsqueda de comprensión, de entendimiento. Es conservación y cal-ma; pero, a la vez, renovación, inauguración y ensayo. En la Universidad trabajamos por pactos y, simultáneamente, ponemos en consideración su validez. Aceptamos las jerarquías, pero las cuestionamos. Llamamos a la solidaridad y a deponer los egoísmos, en tanto procuramos que cada persona logre satisfacer su curiosidad, su búsqueda y su anhelo. No tenemos idea única acerca de “ser alguien en la vida” o “salir adelante”. Sabemos que entre los individuos y la colectividad la relación es de negociación perpetua, reacomodo y búsqueda.

El entendimiento consiste en captar el sentido de las diferencias, su naturaleza y el respeto que merece la distancia. Es la mejor vía para actuar con pactos. Solo es convenible la discrepancia. Cuando no la hay, triunfa lo unánime; la creatividad, el ingenio y la orientación se pierden.

Una comunicación sana en la vida universitaria que no genere áulicos ni neuróti-cos, combina con sabiduría lo universal, lo sectorial y lo particular. Entiende que son expresiones del mismo proceso humano. Promueve la concordancia de las diferencias y la curiosidad como el secreto mejor guardado de la creatividad en el pensamiento y obra científica. No se deja amarrar en consignas, en futuros únicos ni en promesas de soluciones definitivas. Mantiene su estado de alerta, mientras entiende que la serenidad es su mejor consejera, siempre atenta a evitar que se convierta en condes-cendencia y conservadurismo.

Comunicarnos para disentir

La crisis existente dentro de la Universidad de Antioquia no se distancia del diagnóstico que diferentes organizaciones sociales han adelantado con el objetivo de establecer los causales de conflicto en la ciudad de Medellín. El

análisis de los factores de violencia demuestra que las acciones delincuenciales no se reducen a una sola causa y, por esa razón, no existe un mecanismo único para enfrentarlas.

Pablo Emilio Angarita Cañas, investigador del Grupo Conflictos y Violencias del Instituto de Estudios Regionales INER, asegura que la Universidad requiere de un diagnóstico claro y, para desarrollarlo, no puede desconocerse que se encuentra circundada por “múltiples conflictos y desajustes profundos de equidad social”.

La situación de la Universidad de Antioquia ha sido analizada, al menos desde sus órganos directivos, a partir de los mecanismos de regulación para controlar las acciones que, desde su óptica, atentan contra el sentido misional de la institución.

Para el investigador, aunque las actividades delictivas deben sancionarse, la co-yuntura ha sido atendida con medidas de choque que han aplazado la discusión sobre procesos históricos de la Universidad y problemáticas estructurales que se originan por fuera de las mallas, pero inciden directamente en las dinámicas univer-sitarias. Desde su punto de vista, acciones como “el ingreso constante de la Fuerza Pública generan incomodidad, acumulan odios y agravan los problemas”.

La idea de buscar culpables y ponerles nombres propios ha centrado la atención en una persecución que desconoce los temas de fondo asociados a los factores de exclusión y pobreza que están presentes en la Universidad. Aunque estos tampoco forman parte de su sentido misional, poco se hace para combatirlos.

Recientemente, diferentes voces de la Universidad han señalado las disputas políticas entre la Gobernación de Antioquia y un sector de las directivas universita-rias, como uno de los detonantes para la situación de anormalidad que persiste en la institución desde septiembre de 2010. Sin embargo, el profesor Angarita insiste en que reducir la problemática a contradicciones políticas es una visión simplista: “Oja-lá fuera así de simple. Frente a realidades complejas, las soluciones son igualmente complejas y, por esa razón, se debe convocar a todos los estamentos universitarios para que se expresen”.

La Universidad, según Angarita, debe realizar, desde la ciencias sociales, un acercamiento a la problemática para entenderla como un fenómeno histórico y, acla-ra, aunque los universitarios no pueden ser jueces ni investigadores criminales, sí deben aportar desde la comprensión del conflicto que “tiene que ver con una deuda social acumulada con sectores que padecen graves privaciones a nivel económico”.

Sin embargo, apunta que el problema no sólo tiene que ver con problemas de inequidad social, sino que se trata de un asunto cultural teniendo en cuenta “el doble discurso que, por un lado, promueve vías pacíficas para rechazar las acciones violen-tas y, por el otro, el ejercicio de la fuerza y la confrontación”.

Esa misma contradicción es la que debe ponerse sobre la mesa para determinar cuál debe ser la posición de los universitarios frente a los actos violentos y de inti-midación que, independientemente de su origen, no pueden copar los espacios de discusión y participación dentro de la Universidad.

El deber de pensar la Universidad

Juan David Ortiz Franco [email protected]

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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Eufrasio Guzmán Mesa [email protected]

La prospectiva es una de las ramas del saber más complejas, pues para ejercitarse tiene que tener a la vista los desarrollos del conocimiento, una vasta información sobre la historia humana, los elementos de la política local y mundial, el cono-

cimiento social y una concepción de lo que es la dinámica misma de la cultura humana que le permita construir narraciones predictivas que estarán, sin embargo, sometidas a la complejidad del curso de los acontecimientos. No obstante esta dificultad para formar visiones coherentes del futuro, los seres humanos, sin ser expertos, estamos permanen-temente haciendo uso de este tipo de razonamiento, que es parte fundamental de la naturaleza humana, y se lo descubrió, inicialmente, vinculado a la actividad corporal, en el sentido de capacidad interna del organismo para percibirse y moverse con eficiencia. Nuestra capacidad propioceptiva relacionada con la mente está encadenada con la capa-cidad o incapacidad de tener visiones de sí lo más ajustadas y realistas posibles y se ve luego desarrollada en conexión con actividades más complejas, como las de la emigración o la planeación; incluso podría vincularse el éxito de la labor humana a la capacidad de imaginarnos situaciones inéditas pero probables. Es por ello que desarrollar una visión de las instituciones humanas más complejas como el Estado, la ciudad o la universidad pone a prueba no sólo nuestra imaginación sino el acumulado de conocimientos que tenemos en un momento concreto.

Las universidades entrañan varias paradojas, pues si bien están abiertas al desarrollo de los conocimientos y cultivan la especialización más depurada, tienen por otra parte una labor de preservación del acervo que sólo se logra con un cierto conservadurismo o respeto fuerte por las tradiciones que se han demostrado eficientes y confiables. Yo invi-taría a observar cómo la universidad, como casa del saber que profundiza y preserva, no ha sufrido grandes transformaciones, ni siquiera en las naciones donde se desarrollaron complejos procesos revolucionarios durante el siglo pasado; abrir el espacio universitario a amplios sectores de la población no entraña un gran cambio, pues la búsqueda de la calidad y la excelencia le termina siempre compitiendo a una minoría disciplinada y persistente y, por el contrario, han fracasado rotundamente los esfuerzos por masificar la educación superior multiplicando el desencanto y alejándola de su idea como panacea para el desarrollo. Los títulos y las acreditaciones no se pueden manejar como el pan, y la producción de ciencia y de arte no se obtiene en un ciclo mecánico de aumentar los recursos para ver florecer la productividad. Por supuesto que sin recursos no se logran grandes resultados; pero la opulencia sin rigor no da sino banalidades, torres de Babel.

Estas dificultades no pueden ser obstáculo para trazar líneas de lo que sería deseable en la universidad que intentamos ver. Doy por descontada la esencia tradicional de la universidad como espacio para el saber, la ciencia, las disciplinas, las artes y las humani-dades, señalo los retos que veo en el horizonte, me apoyo en algunos planteamientos del Club de Budapest. Sería muy deseable una universidad que desarrolle:

1. Compromiso con la ciudadanía mundial y el desarrollo de una conciencia pla-netaria. La humanidad, en su largo proceso evolutivo, se halla hoy en una transición sin precedentes, signada por el advenimiento de una nueva conciencia, que algunos han denominado “conciencia planetaria”. Esta nueva conciencia, de momento en gran parte latente, plegada e intuitiva, podría, de modo preliminar, responder a una plena acepta-ción de la unidad esencial del género humano, o sentimiento de ciudadanía mundial, de la que el reconocimiento de la unidad física del planeta, o conciencia ecológica podría ser su fase inicial.

2. El enriquecimiento de una visión del mundo predominantemente materialista, mecanicista, lineal, determinista, fragmentaria y tecnologizante, por el reconocimiento de la complejidad, la integración de saberes de distinta naturaleza y procedencia, el abor-daje sistémico y holístico.

3. Una reconceptualización de la idea de desarrollo, pasando de una concepción economicista, caracterizada por proyectos impuestos por élites, en general en provecho propio, a otra centrada en un desarrollo participativo y de base local, con proyectos de escala humana, que se articulan desde la base hacia arriba.

4. La comprensión de la necesidad de operar sobre los sistemas de pensamiento, las percepciones del mundo, y la creación de nuevos lenguajes como base de toda estrategia de largo plazo, es decir, no meramente política, coyuntural y paliativa.

5. La revalorización de lo que algunos llaman valores espirituales y otros valores humanos, como la justicia, la solidaridad, el altruismo, la unidad o la paz, pero con fuerte sentido de aplicabilidad social.

6. Una marcada tendencia a la participación universal para la generación de pro-gramas y proyectos, desde espacios comunitarios en los que la diversidad de visiones es articulada.

7. Búsqueda de una nueva manera de religatio: el origen y función de las religiones ha sido uno de los grandes enigmas de la humanidad; pero el impulso de búsqueda de la unidad debería tener un puesto central en una visión de universidad coherente.

Visiones de universidad

Deisy Villalba Barrios [email protected]

El problema de las drogas ha permeado a gran parte de la sociedad colombia-na y ha convertido al País en el mayor productor de cocaína a nivel mundial; también, el consumo ha aumentado. En ciudades como Medellín, la edad

promedio de iniciación en las drogas es a los 14 años y de 600 estudiantes universita-rios sólo uno no ha consumido drogas, según estudios realizados por la Universidad Pontificia Bolivariana y la Universidad Nacional sede Medellín, respectivamente.

En la Universidad de Antioquia, las ventas de drogas y sustancias psicoactivas alertaron a las autoridades. Durante el reciente cierre de la Universidad, el gober-nador Luis Alfredo Ramos denominó a la Universidad de Antioquia como la mayor ‘plaza’ de venta de drogas ilícitas de Medellín.

Para Ramiro Giraldo, economista y docente de la Universidad de Antioquia, la solución a este problema va más allá de poner cámaras, no sólo porque el mercado se traslada y se convierte en algo más privado, sino porque el negocio del narcotráfico va más allá de la Universidad. “No se puede desconocer esa órbita que nos sobrepasa, la Universidad tiene que partir de que hay problemas que ella no puede controlar y ese no es su objeto”, manifiesta Giraldo.

El problema de drogas en la Universidad pasa de las ventas al consumo. “La Universidad tiene que separar muy bien a quien vende de quien consume; no pode-mos meter a los dos en el mismo costal”, dice Giraldo, quien pone en evidencia que la venta de drogas se sigue dando a través de mecanismos más discretos.

Desigualdad de la informalidad “Hay que separar el negocio derivado del narcotráfico de los estudiantes, quienes

por su misma condición no tienen con qué estudiar”, dice Giraldo. El 88% de la pobla-ción estudiantil de la Universidad pertenece a los estratos 1, 2 y 3, y muchos de ellos tienen que recurrir a las ventas para tener ingresos que les permitan continuar con sus estudios. “Si el estudiante no puede vender y la seguridad va a estar pendiente de él, este encontrara formas de eludirla, y ya lo está haciendo. Si hay 50 o 60 personas autorizadas para vender, la pregunta es ¿por qué no pueden vender otros?, ¿dónde está el derecho a la igualdad?”.

Nos enseñan democracia, pero no se practica A pesar de que la Universidad de Antioquia se ha considerado como un es-

pacio de libre pensamiento, en los últimos meses se ha sentido una fuerte presión de parte de la autoridad porque sus decisiones han querido reprimir el libre pensamien-to y el criterio. Para Giraldo, “la Universidad no puede seguir criminalizando a los estudiantes. En la Universidad hay mucho egoísmo: se habla de democracia partici-pativa y cada uno está pensando en su bolsillo”.

Frente a la problemática de la Universidad, el Docente dice que la comunidad universitaria está en la obligación de educar a quien consume las drogas, sobre las consecuencias que eso tiene; pero el narcotráfico va más allá de los deberes y de la misión de Universidad. Igualmente, Giraldo propone que la Universidad debe regu-lar espacios donde se puedan ejercer las ventas.

La Universidad tiene el poder de marcar el rumbo de la sociedad, expone Giraldo y señala que el Alma Máter no ha ido capaz de orientarse a sí misma. “La comunidad universitaria tiene que resolver sus propios problemas. ¿Para qué tanto conocimiento si no somos capaces de resolver nuestros conflictos?, ¿para qué for-mamos personas que resuelvan los problemas de la sociedad si no somos capaces de solucionar los propios?”, concluye.

Más allá de una ‘plaza’

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Reconstrucción

No. 49 Noviembre de 2010

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El movimiento estudiantil, liberado de las ataduras a los partidos tradicionales, se manifestó enérgicamente en contra de la invasión estadounidense a República Dominicana. Los enfrentamientos

con la policía precedieron a la toma del Instituto de Estudios Generales, inaugurado en 1964 a pesar del descontento que generó su apertura. Desde las facultades de Derecho y Medicina se denunciaba como una estrategia irresponsable de ampliación de cobertura.

Con la vinculación de los trabajadores de la Asociación Sindical Antioqueña y de algunos miembros del Movimiento Revolucionario Liberal, presidido por Alfonso Ló-pez Michelsen, la protesta se volcó contra el rector Ignacio Vélez Escobar, considerado un aliado de Estados Unidos.

El 7 de mayo de 1965, la Fuerza Pública ingresó al Instituto de Estudios Generales. Debido a la represión desatada contra los estudiantes que se encontraban allí, el Liceo Antio-queño, la Universidad de Medellín y la Universidad Nacional de Colombia, se declararon en paro. Por su parte, la Federación Universitaria Nacional, FUN, convocó a un paro nacional universitario. Esto generó una explosión de protestas en todo el país.

Con el fin de controlar la situación, el gobierno del presidente Guillermo León Valen-cia declaró el Estado de Sitio el 29 de mayo de 1965 y conformó una comisión para nego-ciar con la FUN el levantamiento del paro. Producto de las negociaciones fue aceptada la renuncia del rector Vélez, la liberación de los estudiantes detenidos y una profunda investigación sobre la muerte de Jorge Enrique Useche, estudiante de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá, quien perdió la vida durante una de las confrontaciones.

El 4 de abril de 1921 fue crítico para la Universidad de Antioquia. Los estudiantes protestaron porque el Rector se negaba a colgar la imagen del liberal Fidel Cano en el Paraninfo, tal como lo ordenaba la Ley 22 de 1919. Allí ya reinaba el Corazón de Jesús. Un muerto y cuatro heridos fue el saldo que dejó el enfrentamiento con la Policía. Preámbulo para un recuento por los hechos violentos más significativos desde la inauguración de la ciudadela universitaria.

María Flórez maria16_pk@ hotmail.com

En marzo, con la visita del vicepresidente de los Estados Unidos, Nel-son Rockefeller, se agudizaron las protestas contra la presencia de profe-sores estadounidenses y la existencia de programas financiados por fun-daciones norteamericanas. Algunos docentes del Departamento de Inglés tuvieron que abandonar la Universidad y las reformas a la Facultad de Derecho se vieron obstaculizadas por la negativa de los estudiantes a recibir dineros de la Fundación Ford. Entre marzo y mayo de 1969, la Universidad suspendió sus labores académicas, concentrándose los esfuerzos en la movilización política y la consolidación de las organiza-ciones estudiantiles. El 29 de mayo, la Fuerza Pública allanó la Univer-sidad y dejó a su paso 170 heridos.

Con la participación de su decano, Benjamín Mejía Calad, los estudiantes de la Facultad de Medicina efectuaron una asamblea con el objetivo de discutir en torno a múltiples temas. Entre ellos, se encontraban la Ordenanza 36 –que exigía a los estudiantes reembolsar a la Universidad el dinero que ésta había invertido en su formación-, el atraso de las transferencias mensuales del Departamento y el em-bargo de los fondos de la Universidad por parte de la empresa Electroagua. Una vez finalizada la asamblea, los estudiantes se tomaron las calles para enterrar, de manera simbólica, a Jorge Enrique Useche. La marcha fue interrumpida por el enfrentamiento con la policía frente a la iglesia Jesús Nazareno. Ante el cerco de los agentes, los estudiantes se refugiaron en el edificio de la Facultad, donde fueron capturados por la Fuerza Pública. Varios estudiantes fueron expulsados y otros quedaron con matrícula condicional.

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El 21 de abril, después de fuertes disturbios y ante la negativa de los estudiantes de abandonar la Universi-dad, la Fuerza Pública ingresó en horas de la madrugada y los desalojó de forma violenta. La institución fue cerrada

por orden del gobierno nacional, junto a otras cinco universidades del país. Mediante el Decreto 1259 de junio de 1971, se otorgó a los rectores la facultad de

emitir medidas especiales, tanto en el campo admi-nistrativo como en el disciplinario. Aunque la Universidad reabrió sus puertas en agosto, los conflictos internos im-pidieron el desarrollo normal de las actividades. Debido a la toma de uno de los edificios de Ciudad Universitaria, el Ejército efectuó un nuevo allanamiento y permaneció al interior de la ciudadela. La suma de todos estos factores hizo de 1971 un año académicamente inactivo.

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Cierre parcial de Ciudad Universitaria. El Mundo. Febrero 25 de 1980.

El Mundo-, octubre 16 de 1993

De armas tomar

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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Fuentes: Uribe de Hincapié, María Teresa. Universidad de Antioquia historia y presencia, Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1998. Entrevista con el profesor Azael Carvajal. Medellín, 2010.

Finalizando la década del 80, en un ambiente socio-político convul-sionado por el auge del narcotráfico, el fortalecimiento del paramilitaris-mo y el posicionamiento de las guerrillas en las ciudades, la Universidad de Antioquia se vio gravemente afectada por el exterminio sistemático de sus miembros. Entre el 3 de julio y el 3 de agosto de 1987, cinco estudian-

tes y dos profesores fueron asesinados. El 14 de agosto fue acribillado el médico Pedro Luis Valencia, profesor

de la Facultad Nacional de Salud Pública y senador por la Unión Patriótica; el 25 de ese mes los médicos Leonardo Betancur Taborda y Héctor Abad

Gómez murieron abaleados; ambos habían sido presidentes de la Asociación de Profesores y habían participado del Comité Permanente para la Defensa de

los Derechos Humanos, regional Antioquia, el cual presidia este último. Días después, mientras hacía su práctica de internado, fue abaleado el estudiante de

medicina Rodrigo Guzmán. El 11 de septiembre de 1985 un artefacto explosivo estalló en cercanías al

Bloque Administrativo, causando graves daños en algunas edificaciones. El 21 de diciembre de 1987 fue asesinado el abogado y profesor Luis Fernando Vélez Veléz, quién había presidido la Asociación de Profesores y tomado la vocería del Comité ante la Asamblea Departamental. Finalizando el año lectivo, se creó la Comisión Especial de Reestructuración, cuya misión consistió en recuperar el control sobre la Universidad bajo el presupuesto de que la institución no podía sucumbir ante los intereses gremiales de las organizaciones profesorales, estudiantiles o sindicales y de que las posiciones políticas no debían trascender la esfera académica.

El 10 de febrero de 2005, durante la jornada nacional contra la firma del Tratado de Libre Comercio y la reelección del presidente Álvaro Uribe, una fuerte explosión en la Facultad de Química Farmacéutica dejó 32 estudiantes heridos. En la mañana del 18 de febrero, mientras la comunidad universitaria se movilizaba para rechazar los actos violentos al interior del campus, el rector Alberto Uribe Correa hizo público el fallecimiento de Paula Andrea Ospina Fernández, estudiante de Ciencia Política de la Universidad Nacional sede Medellín, quien murió en las instalaciones del hos-pital San Vicente de Paúl como consecuencia de las quemaduras producidas por la explosión. Horas más tarde, Juan Manuel Sierra, jefe de la Policlínica del Hospital, confirmó la muerte de Magaly Betancur, estudiante de Ingeniería Física de esa misma universidad, quien había resultado gravemente herida. En la madrugada del 6 de mayo y bajo la coordinación del coronel Rubén Carrillo Vanegas, Coman-dante de la Policía de Medellín, efectivos de la Fiscalía y los Comandos Especiales Antiterrorismo, CEAT, efectuaron el operativo Algebra II, cuyo resultado fue la detención de 15 estudiantes, acusados de pertenecer a las milicias urbanas del ELN y las FARC, además de ser los responsables de los hechos ocurridos el 10 de febrero; no obstante, ninguno fue condenado. En adelante, tanto los estudiantes de la Uni-versidad Nacional como de la Universidad de Antioquia conmemoran esta fecha en honor a Magaly Betancur y Paula Andrea Ospina.

El 15 de septiembre de 2010, decenas de hombres del Escuadrón Móvil Anti-disturbios (ESMAD) ingresaron por la portería Ferrocarril de la Universidad de Antioquia, dirigiéndose hacia el Bloque Administrativo. Allí, los estudiantes soli-citaban la presencia inmediata del rector Alberto Uribe Correa, con el fin de dis-cutir acerca de la nueva Tarjeta de Identificación Personal, TIP, considerada por algunos como una limitación para el uso de los espacios académicos y deportivos. Con el objetivo de evitar las confrontaciones y proteger a los empleados que eva-cuaban la edificación, los estudiantes organizaron una cadena humana de frente a los hombres del ESMAD. Aún así, siete estudiantes resultaron heridos como con-secuencia de los ataques indiscriminados de la Fuerza Pública, quien recorrió las instalaciones de la ciudadela generando nuevos enfrentamientos. Ocho estudian-tes fueron detenidos y decenas resultaron afectados por la acción de los gases lacri-mógenos. El 16 de septiembre de 2010 el Consejo Superior Universitario ordenó el cierre indefinido de la Universidad. Finalmente, el 11 de octubre se reanudaron las actividades académicas, en medio de fuertes críticas a la Administración por parte de algunos sectores estudiantiles y profesorales, un clima de temor y desconfianza, y una comunidad universitaria fragmentada y atónita.

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El 8 de junio, el estudiante de economía Fernando Ba-rrientos fue asesinado por un agente del DAS en las puer-tas de la Universidad. Los estudiantes recogieron el cuer-po y lo trasladaron hasta la rectoría, donde lo depositaron sobre la mesa de los Consejos y lo cubrieron con una bandera de la institución. Con la ausencia del rector Luis Fernando Duque, quien se encontraba en Bogotá, las directivas se pa-ralizaron frente a la situación. Para ese entonces, el campus al-bergaba un gran número de estudiantes de otras universidades de la ciudad, quienes habían acudido en acto de solidaridad.

Más tarde, con el incendio desatado en una de las oficinas del Bloque Administrativo, el cadáver de Barrientos fue traslado a la Biblioteca Central, y luego a la Facultad de Medicina. El fuego, que se extendió por todo el edificio, destruyó el inmobiliario y una gran cantidad de documentos. El Gobierno Departamental decretó el toque de queda y cerró la Universidad. Luego del asesinato de Barrientos, quien fue enterrado silen-ciosamente con el fin de evitar nuevas manifestaciones, las tensiones entre la rectoría y las organizaciones profesorales y estudiantiles se agudizaron.

El 8 de junio se convirtió en una fecha negra para el país desde 1929, cuan-do fue asesinado el estudiante Gonzalo Bravo, de la Universidad Nacional, mientras participaba en una protesta por el nombramiento del General Carlos Cortés Vargas –quien ordenó la masacre de las bananeras- como Comandante de la Policía de Bogotá.

En 1954, también en junio, la Fuerza Pública asesinó al estudiante de Me-dicina Uriel Gutiérrez, quien se encontraba en el grupo que regresaba al cam-pus de la Universidad Nacional luego de marchar hacia el Palacio de Nariño para conmemorar la muerte de Bravo. Fernando Barrientos fue asesinado 19 años después. Hoy, la plaza ubicada frente a la portería de Barranquilla de la Universidad de Antioquia recibe el nombre de Plazoleta Barrientos.

Carmen Cañaveral López, religiosa lisiada, murió incine-rada luego de que varios ma-nifestantes arrojaron bombas molotov al vehículo en el que se movilizaba acompañada de su hermano, el sacerdote Fray Luis Ovidio Cañaveral, quien sufrió graves quemaduras. El Consejo Superior Universita-rio ordenó la suspensión de las actividades al interior del campus y la Fuerza pública tomó el control de la Univer-sidad. Un soldado resultó he-rido como consecuencia de los disturbios y 120 estudiantes fueron detenidos.

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Incendio del Bloque 16. 1973. Cortesía Archivo Histórico del Museo Universitario

de la Universidad de Antioquia.

Sor Carmen Cañaveral López. El Mundo. Octubre de 1981

El Colombiano, agosto 26 de 1987

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La Plaza de Intercambio Comercial de Girardota fue inaugu-rada a comienzos de octubre. Su arquitectura novedosa reu-ne a los venteros informales que hasta hace poco comercia-lizaban en el parque. La obra es el resultado de una alianza entre la Administración Municipal y el Área Metropolitana, quien aportó 4 mil millones de pesos para el proyecto.

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