Perú: Amadeo, el último de los Taushiros

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Perú: Amadeo, el último de los Taushiros Published on Servindi - Servicios de Comunicación Intercultural (https://www.servindi.org) Imprimir articulo Exportar a PDF Volver Perú: Amadeo, el último de los Taushiros Amadeo vive hoy en Intuto, alto Tigre, cultivando su pequeña chacra y tejiendo crisnejas de irapay las cuales vende. Foto: Euclides Hidalgo El sábado 08 de noviembre la prestigiosa revista Somos, del diario El Comercio, publicó un artículo de José Álvarez Alonso sobre el drama de Amadeo, el último indígena Taushiro. Lamentablemente, los editores recortaron la parte más "polémica" del artículo, en que se habla de la esperanza de Amadeo en que haya todavía taushiros no contactados en alto Pucacuro. Tampoco se menciona la obstinación del Gobierno en no reconocer la propuesta de una reserva territorial para indígenas en aislamiento voluntario formulada por la organización AIDESEP para la zona. Por ello, entregamos el texto original completo, en el que al final se habla de este tema, y que ha sido proporcionado por el autor. Amadeo, el último de los Taushiros Por José Álvarez Alonso La selva en la que la gran nación de los Taushiro prosperó por miles de años se engulló su último pueblo, en la Quebrada Aguaruna, alto Tigre, allá a mediados de los 90. La malaria, una enfermedad desconocida para los Taushiro hasta la llegada de los caucheros y ante la que resultaron ineficaces los remedios tradicionales, se llevó consigo a tres de los cuatro últimos Taushiro. Amadeo se salvó porque vivía en Intuto, capital del distrito de El Tigre, a día y medio en canoa aguas abajo de su pueblo, donde recibió tratamiento para la letal enfermedad. Page 1 of 10

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Perú: Amadeo, el último de los Taushiros

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Amadeo vive hoy en Intuto, alto Tigre, cultivando su pequeña chacra ytejiendo crisnejas de irapay las cuales vende. Foto: Euclides Hidalgo

El sábado 08 de noviembre la prestigiosa revista Somos, del diario El Comercio, publicó un artículode José Álvarez Alonso sobre el drama de Amadeo, el último indígena Taushiro. Lamentablemente,los editores recortaron la parte más "polémica" del artículo, en que se habla de la esperanza deAmadeo en que haya todavía taushiros no contactados en alto Pucacuro.

Tampoco se menciona la obstinación del Gobierno en no reconocer la propuesta de una reservaterritorial para indígenas en aislamiento voluntario formulada por la organización AIDESEP para lazona. Por ello, entregamos el texto original completo, en el que al final se habla de este tema, y queha sido proporcionado por el autor.

Amadeo, el último de los Taushiros

Por José Álvarez Alonso

La selva en la que la gran nación de los Taushiro prosperó por miles de años se engulló su últimopueblo, en la Quebrada Aguaruna, alto Tigre, allá a mediados de los 90. La malaria, una enfermedaddesconocida para los Taushiro hasta la llegada de los caucheros y ante la que resultaron ineficaceslos remedios tradicionales, se llevó consigo a tres de los cuatro últimos Taushiro. Amadeo se salvóporque vivía en Intuto, capital del distrito de El Tigre, a día y medio en canoa aguas abajo de supueblo, donde recibió tratamiento para la letal enfermedad.

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Amadeo junto a su hermano Juan, convaleciente de la malaria, en 1994. Los dos perros fueron los únicos que sobrevivieron al abandono delpueblo Taushiro; los demás murieron de hambre al lado de las tumbas de su padre y de su tía. Foto: José Álvarez

A su antiguo pueblo se fue Amadeo por última vez para traer a su hermano enfermo, Juan, elpenúltimo de la raza, quien había enterrado poco tiempo antes a su padre y a su tía. Allí quedaroncuidando las tumbas las decenas de perros que acompañaron a los Taushiro durante sus últimosaños. Dicen los cazadores que ocasionalmente visitaban la zona que los perros aullaron durantesemanas al lado de las tumbas frescas, hasta que murieron de hambre, fieles a sus últimos dueños.Quizás los Taushiro criaban tantos perros para llenar el vacío de los niños que nunca volverían acorretear por las calles vacías de un pueblo fantasma.

Juan se había salvado de milagro de la primera embestida de la malaria que había acabado con supadre y su tía apenas unos días antes. José Hualinga, un cazador Kichwa-Alama que viajaba por el ríoTigre, distinguió entre las brumas de la noche una canoa que bajaba al garete, aparentementeabandonada. Cuando se acercó a mirar, descubrió en su interior a Juan, casi agonizante por lamalaria. Lo llevó hasta Intuto, donde con el tratamiento de cloroquina consiguió recuperarse congran dificultad. Lo visité varias veces en casa de Amadeo. Hablaba apenas unas palabras decastellano, y no era muy conversador, pero me contó que, tiritando de fiebre de la malaria, y con lasúltimas fuerzas que le quedaban, había tenido que enterrar hacía unos días a su padre y a su tía;luego se había embarcado en su canoa y se había dejado llevar por la corriente de la QuebradaAguaruna hasta el río Tigre, pensando que sería su último viaje.

Juan no podía acostumbrarse a la vida en Intuto y, a los pocos días, una vez recuperadas sus fuerzas,se volvió a su deshabitado pueblo en la Quebrada Aguaruna. En unos meses la malaria volvió aatacar y se llevó al penúltimo de los Taushiro. Hoy Amadeo es el último de raza pura y hablante delidioma Taushiro.

Cazador de otros tiempos

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Amadeo sale de caza ocasionalmente con escopeta, pero se queja de que ahora los animales son muyescasos y están muy lejos en la selva. Foto: Euclides Hidalgo, Intuto, 2008.

La primera vez que vi a Amadeo, en enero de 1984, me impresionó mucho: venía caminando poruna calle del pueblito de Intuto, alto Tigre, con la escopeta al hombro y con una chompa negra concuello alto. Me produjo una impresión de orgullo y dignidad que no es muy habitual entre losindígenas amazónicos. Yo sabía de él desde mucho antes, por el misionero español Tomás Villalobos,que trabaja en Intuto desde principios de los 70, y quien me había hablado mucho de Amadeo y dela triste historia de su pueblo, al borde de la extinción.

Amadeo tenía y tiene fama de gran cazador, y dada mi afición a la selva, aproveché susconocimientos heredados de miles de años de sabiduría acumulada del pueblo Taushiro, paraaprender sobre los animales y la selva. Siempre me impresionaron sus conocimientos y su habilidadpara detectar animales, identificarlos e interpretar sus, para mí imperceptibles, signos en el suelodel bosque y en los troncos de los árboles.

Amadeo me cuenta cómo cazaban tradicionalmente los Taushiro: "Entonces cazábamos con lanzas orejones de pona los animales más grandes, sajino, huangana, sachavaca, y la pucuna con flechasenvenenadas con ampiri (curare) servía para las aves y los monos". Para cazar a los sajinos yvenados, los Taushiro también elaboraban una trampa cavando grandes hoyos en el suelo, enalguno de los caminos recorridos habitualmente por dichos animales, tan bien conocidos por ellos.En el fondo ponían unas puntas de pona bien afiladas, en las que se clavaba el animal al caer al

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hoyo, cuya boca era disimulada con ramitas y hojas secas.

"Ahorita ya no puedo cazar con "pucuna" (cerbatana) y lanza, quedan pocos animales y son muymañosos; ahorita sólo se puede cazar con retrocarga (escopeta de calibre 16) y bien al centro,caminando un día", se lamenta Amadeo. Luego rememora con nostalgia los viejos tiempos, cuandoaprendió las artes de la caza y la pesca con su padre y con sus tíos. Le emociona particularmenterevivir las cacerías de huangana y sajino, cuando varios hombres arreaban a las manadas de estosagresivos animales hacia la fila de cazadores que esperaba con sus lanzas listas para atravesar conhabilidad a los animales a medida que pasaban despavoridos por su lado. Y recuerda la alegría en elpueblo cuando llegaban los cazadores cargando los pesados animales a hombros; ése era un día defiesta, en que todos comían carne hasta saciarse, durante varios días.

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Lanzas, pucunas, virotes envenenados y otras artesanías de Amadeo. Foto: José Álvarez

Amadeo, quizás como un gesto de conexión con un pasado que sabe no volverá, ha seguidofabricando ocasionalmente lanzas de pona, pucunas y gargajos con sus virotes, que me envía aIquitos; a cambio, le envío algunas cosas que necesita, como ropa, cartuchos, pilas, machetes, etc.

Amadeo también recuerda muy bien la abundancia de animales y de maderas en la selva cuando erajoven, y las hermosas canoas que hacían de cedro e, incluso de caoba, que duraban décadas. "LosTaushiro cuidaban el bosque, porque el bosque nos daba de comer. No talábamos los árboles comohacen ahora los mestizos para juntar sus frutos; los Taushiro eran muy buenos escaladores, subíanincluso los árboles grandes, como leche caspi y charichuelo", me cuenta.

Con pena me informa que los árboles gigantes de leche caspi que dieron de comer por años a losTaushiro en los alrededores de su último pueblo fueron posteriormente derribados por cazadores dela comunidad "28 de Julio", en el río Tigre. Otros árboles de maderas finas fueron extraídos de laquebrada Aguaruna por los madereros de Intuto y Nauta, y los animales exterminados por loscazadores profesionales que se lucraron vendiendo sus pieles, dejando a veces pudrir su carne en elmonte. Hoy el bosque de los Taushiro está, como muchas otras regiones de la selva peruana,depredado y casi vacío de animales grandes y maderas finas, y es difícil encontrar un árbol decentepara hacer una canoa. Para cazar un sajino o una huangana los cazadores tienen que internarse enla selva durante varios días.

El mijano, o migración de los peces a principios de la vaciante, es también algo que Amadeorecuerda muy bien, así como la fiesta que significaba para su pueblo la abundancia de pescado. Hoyapenas se puede encontrar peces pequeños en cantidades pequeñas. El río fue contaminado por lascompañías petroleras, que tienen pozos en el alto Tigre y el Corrientes desde los años 70, y lasgrandes redes de nylon de los pescadores comerciales ayudaron a acabar con esa riqueza.

De Amadeo sus hijos

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Amadeo tuvo cinco hijos con Margarita Machoa, una indígena Kichwa-Alama, que luego le dejó;según se dijo en ese entonces, la razón que dio es que Amadeo era "auka", indio, porque los suyosrecién tuvieron contacto con la civilización y "mudaron ropa" en los años 40. Una misionera-lingüistaevangélica, del Instituto Lingüístico de Verano - ILV, que había trabajado con los Taushiro en los años80, cuando retornó a su nativo Puerto Rico le pidió a Amadeo que le encomendase sus hijospequeños, a los que llevó a su país. Se esfumó entonces la última esperanza de que alguienaprendiese y hablase el idioma Taushiro. Los muchachos fueron criados en un ambiente ajeno a laAmazonía y al pueblo Taushiro, y lo que habían aprendido del idioma de su padre en sus primerosaños pronto lo olvidaron en las calles de San Juan de Puerto Rico. Su conexión con su padre era através del Hno. Tomás Villalobos, y algunas cartas esporádicas. Cuando llegaron a la adolescencia,dos de los muchachos (Jonathan y Daniel) resultaron tan inmanejables para la misioneraportorriqueña que los devolvió a Intuto. Los conocí entonces, con unos 14-15 años. Villalobos losaceptó en su internado para jóvenes indígenas en Intuto, donde tuvieron serios problemas paraadaptarse.

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Amadeo en su cama, gravemente enfermo, en su humilde choza (1995). Pensando que iba a morir, lloró por el desapego de sus hijos y el ocasode su etnia. Foto: José Alvarez

Un día fui a visitar a Amadeo en su casita, donde vivía solo en un extremo del pueblo. Me habíandicho que estaba bastante enfermo. Efectivamente, no sólo estaba enfermo, estaba muy deprimido.Desde su desvencijada tarima de pona, me habló llorando de sus hijos, que no querían ni ir a verle,que no le ayudaban en nada, que no querían prácticamente saber nada de él, ni de su origenTaushiro, ni de su idioma ni de su cultura. Me sentí tan extremadamente acongojado, que tambiénlloré con él: en aquel hombre macilento, empequeñecido por la enfermedad y el modesto entorno deun tambo a punto de desmoronarse, estaba resumido el ocaso del antiguo pueblo Taushiro. Sentí enesos momentos el inmenso dolor que probablemente sentía ese hombre, el último de los Taushiro,de pensar que con él definitivamente se acababa la saga de su pueblo, una historia antigua eirrepetible. Sentí el inmenso dolor, el milenario dolor de un hombre que resumía en su figuraempequeñecida el dolor de un pueblo agonizante, que no tenía ya con quien conversar en su propioidioma, y que sabía que nunca lo tendría, que nunca más vería a una nueva generación, ni siquiera aun bebé, balbuceando sus primeras palabras en el idioma Taushiro y aprendiendo las leyendas desus antepasados.

Llamé a sus hijos y, delante de la cama de su padre enfermo, con la autoridad que me daba laamistad que me unía con él y mis años de trabajo social en la zona, les increpé su comportamiento yles insté a ayudarle, a reparar el techo del tambo, que estaba totalmente desportillado. Les hiceprometer que lo visitarían frecuentemente, que tratarían de aprender el Taushiro de nuevo con él.Me escucharon silenciosos, cabizbajos, aceptaron a regañadientes que tenía razón, pero no mequedé muy convencido de su compromiso. Luego su padre me contó apenado que las cosas seguíancasi como antes. Sus hijos pronto siguieron sus propios caminos y apenas tienen una relaciónesporádica con su padre. Uno se fue a Lima, otro vive en el río Tigre todavía, y el resto sigue enPuerto Rico. Amadeo me dice que siente mucha pena por ellos, y que no quiere morir sin ver a sushijos reunidos por última vez.

Amadeo y la Biblia

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Firma de Amadeo en una carta a José Álvarez: "Gracias, ñaño" (hermano)

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Una de las últimas conexiones con su pueblo y con su idioma estuvo, curiosamente, en la Biblia.Amadeo, que no tiene ya con quien conversar en su propio idioma, se refugiaba en la lectura delNuevo Testamento en Taushiro que tradujeron hace años los lingüistas del ILV, los que también leenseñaron los rudimentos de la lectura. Todos los días, como si de un ritual sagrado se tratase, secalzaba con cuidado sus lentes de aumento y leía algún fragmento de su destartalado pero preciosolibro, rememorando quizás otros tiempos de largas conversaciones en Taushiro con su gente.

En 1997 un amigo común en Intuto, Jorge Coral, me comunicó por radio desde Intuto que se habíaproducido una desgracia: Amadeo había perdido sus preciados lentes de leer, no podía leer su Bibliay estaba muy triste. Me pedía que le enviase desde Iquitos unos nuevos. Obviamente esto no eraposible, necesitábamos saber las medidas de su vista, así que no quedaba otra que Amadeo bajase aIquitos a medirse la vista. Conseguimos convencerlo de que viajase en la siguiente lancha,acompañado con nuestro común amigo Jorge Coral.

Amadeo se alojó en mi casa. Al día siguiente le pregunté que tal había descansado, y me confesóque no pudo dormir en la cama (que tenía un colchón de resortes) y había tenido que dormir en elsuelo, ya que estaba acostumbrado a dormir sobre un simple emponado (piso de tronco depalmera). El calzado fue otro problema: Amadeo siempre había caminado descalzo y, para ir almonte de caza, con botas de jebe. Para ir oculista le presté unas zapatillas deportivas, pero susanchos y encallecidos pies no se acostumbraban, y luego de caminar unos metros se las tuvo quesacar y caminar descalzo: prefería quemarse las plantas con el cemento calcinado por el sol quetorturar sus pies con las zapatillas.

Le conseguí unos nuevos lentes el mismo día, pero se sentía tan incómodo en la ciudad, que a cadarato preguntaba por la lancha para Intuto, que se demoró varios días en zarpar. Cuando por fin seembarcó para Intuto, juró no volver a la ciudad jamás.

Hoy Amadeo ya no cuenta más con ese su último vínculo con el idioma Taushiro. La humedad y elcomején, que devoraron las últimas casas y las cruces de las tumbas de sus parientes en Aguaruna,acabaron destruyendo su preciado Nuevo Testamento en Taushiro.

La última batalla de los Taushiro

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Vista aérea del territorio originario de los Taushiro

Como muchos otros pueblos indígenas que fueron en el pasado autónomos y controlaron un extensoterritorio, los Taushiro tuvieron su época de autonomía y gloria, pero fueron doblegados por lasociedad occidental y sus "adelantos" de oropel. Allá por los años 50-60, cuando todavía los Taushirocontaban con varias decenas de familias, y deseosos de "mudar" ropas occidentales y acceder aherramientas y otros bienes de consumo, tuvieron su "patrón", como se estilaba en la época entrelos indígenas, llamado Felipe Vásquez. Éste les hacía trabajar duro, sacando madera, pieles deanimales u otros productos selváticos, a cambio de proveerles de algunos bienes occidentales comosal, fósforo, ropa y querosene.

El Hno. Tomás Villalobos, que conserva en su memoria algunas de las últimas historias sobre losTaushiro escuchadas de ancianos hoy fallecidos, cuenta que este patrón era bastante mala gente,maltrataba a los indígenas y abusaba cuando quería de las jóvenes, e incluso de las mujerescasadas. El último Apu o jefe de los Taushiro, cansado de sus abusos, agarró un día una lanza depona de unos tres metros, de las utilizadas para cazar sajinos, y se la enterró en el pecho. Parasuerte del patrón, la lanza se clavó justo en el esternón, pero tan firmemente que no pudieronsacársela. Le cortaron el mango y le evacuaron a Iquitos en un viaje de varios días en un bote conmotor "peque-peque", para que se la extrajesen con una operación quirúrgica. En Intuto todavía haygente anciana que recuerda la escena del patrón con el pedazo de lanza enterrada en su pecho. Porsupuesto, no volvió a explotar a los Taushiro, pero esto no evitó su decadencia.

Ésta fue la última batalla de los Taushiro, el último gesto de rebeldía de un pueblo doblegado por laavasalladora civilización occidental. Las enfermedades, la emigración de jóvenes en busca de"mejores oportunidades", los matrimonios mixtos, sobre todo de las mujeres, con hombres de otrasrazas y culturas, acabaron por reducir a los Taushiro a una sombra de lo que fueron.

Todavía algunos ancianos Alama de Intuto recuerdan los primeros encuentros con los Taushiro aprincipios de los años 40. Cesáreo Hualinga, Félix Palla y otros Alama del pueblo de Bolognesi (en elalto Tigre), entonces jóvenes, raptaron a cuatro jovencitas Taushiro, después de emboscarlas en elbosque, aprovechando del poder que les daban sus escopetas frente a las lanzas y pucunas de los"aukas". De ellas, que nunca volvieron a su pueblo en la Quebrada Aguaruna, tuvieron numerososhijos, hoy adultos. Sin embargo, la mayoría son inconscientes de su origen y nadie tiene noción ni

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del idioma ni de la cultura Taushiro. Varios de los primos y otros parientes de Amadeo emigraronposteriormente a Intuto y otros pueblos cercanos, y hoy sus genes están mezclados en variasfamilias de los ríos Tigre y Corrientes, pero el gran pueblo Taushiro, como raza y como cultura,quedó reducido a un solo hombre, Amadeo García. Del encuentro con la sociedad occidental lesquedó a los últimos Taushiro el apellido García: era costumbre entre los indígenas, cuando sebautizaban, ponerse el apellido del hombre blanco o mestizo que les apadrinaba...

Una tenue esperanza: ¿Quedarán también Taushiros entre los Aukas?

Amadeo nunca perdió la esperanza de encontrar un último relicto del pueblo Taushiro entre algunode los pequeños grupos indígenas que todavía viven en aislamiento voluntario en la frontera entrePerú y Ecuador, los que son conocidos en la zona del Tigre como los "calatos" (=desnudos) o "aukas"(=salvajes, en Kichwa-Alama). La esperanza reverdeció cuando un joven Alama del internado deTomás Villalobos trajo a Intuto una pequeña tinaja de barro que había encontrado con su padre enun tambo abandonado de indígenas "aukas" cerca de la frontera con Ecuador. Esta tinaja era muysimilar a las toscas tinajas que fabrican los Taushiro.

Por un tiempo, a mediados de los 90, planificamos con Amadeo una expedición a esta zona paraaveriguar si se trataba de Taushiros, pero luego rechazamos la idea por los riesgos que implicaba, nosólo para nosotros (es conocida la agresividad de los indígenas aislados contra foráneos) sino paraellos, debido a la susceptibilidad que tienen para enfermedades transmitidas por foráneos. Elrecuerdo de lo que había pasado recientemente con la malaria a los tres parientes más cercanos deAmadeo nos convenció aún más de dejar las cosas como estaban.

Sin embargo, el Gobierno peruano no quiere aceptar que estos indígenas existen, y ha rechazado lacreación de una Reserva Territorial para Indígenas en Aislamiento Voluntario propuesta para estazona por la organización indígena Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana(AIDESEP). Son muchos los intereses en juego en esta región: aquí se encuentran quizás los mayoresyacimientos de petróleo en territorio peruano, y las compañías petroleras (Barret inicialmente, hoyPerezco) ya están planificando la construcción de un oleoducto para transportar los millones debarriles de crudo descubierto recientemente entre la cuenca del Curaray y la del Pucacuro (Lote 67).

Se dice que REPSOL también habría encontrado grandes reservas en el Lote 39, que cubreprácticamente toda la propuesta de reserva territorial presentada por AIDESEP. Recientemente unjuez de Iquitos falló en contra de la acción de amparo presentada por esta organización contra elEstado Peruano en defensa de los indígenas en aislamiento voluntario. Curiosamente, nadie de lospobladores locales que han visitado estas zonas, madereros y cazadores, tanto en el Curaray yArabela, como en el alto Tigre y Pucacuro, dudan de la existencia de estos grupos indígenasaislados, y se ríen cuando los petroleros dicen que nunca los han visto. "Con la bulla que meten porel monte, y con lo hediondos que son esos shishacos, qué les van a esperar los aukas", he oído quecomentan algunos burlonamente... Pero esto no les importa ni al Estado peruano, que sigue negandosu existencia y no hace esfuerzo alguno por investigar y verificar los indicios presentados porAIDESEP.

Actualmente el Pucacuro es una zona reservada, creada por el INRENA a propuesta del Instituto deInvestigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), que impulsó actividades de conservación y desarrollosostenible en la zona en años pasados. Ambas instituciones, con fondos de Finlandia, están iniciandoahora un proyecto de apoyo a la implementación de esta joven área protegida y de apoyo a lascomunidades locales vecinas, y Amadeo será sin duda un gran aliado en este trabajo.

Amadeo sigue soñando que algún día aparecerá un grupo de Taushiros de los "aislados" y podrávolver otra vez a conversar en su idioma con su gente. Sueña con que quizás volverá a participar denuevo con su gente sus añoradas partidas de caza de sajino y huangana, y volverá a utilizar laslanzas de pona y los virotes cebados con ampi, que ahora labra con tanto mimo, a sabiendas quenunca serán utilizadas en un animal. Sueña con que su pueblo volverá a tener un territorio propio,lleno de animales y de maderas finas para sus canoas, con quebradas llenas de peces, con pueblosllenos de niños alegres correteando por sus calles y escuchando las historias de los antiguos de laboca de los abuelos en idioma Taushiro. Quizás en el alto Pucacuro, donde es posible que el Estadoperuano reconozca en el futuro la existencia de los indígenas en aislamiento voluntario, o quizás en

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el curso medio del río Tigre, donde todavía hay extensos bosques de libre disponibilidad, antes deque el prurito del "desarrollo" se los entregue a compañías madereras o los transforme enplantaciones de palma aceitera...

El hecho de que el alto Pucacuro esté ahora protegido legalmente representa una tibia esperanzapara Amadeo, que me comentó un día: "Aunque yo nunca les encuentre, de repente quedan algunosTaushiro por la frontera, y algún día volverá mi pueblo a vivir como antes en estos montes".

Indígenas amazónicos, un exterminio anunciado

Desde la llegada de los Españoles al Perú a principios del siglo XVI, los indígenas amazónicos,acosados por enfermedades foráneas para las que no tenían defensas, y por explotadores de todotipo, han ido perdiendo territorios y población hasta quedar reducidos a una fracción de lo quefueron. El P. Manuel Uriarte, jesuita que trabajó en las reducciones del Marañón a mediados del sigloXVIII, calculaba en más de un centenar los pueblos indígenas con lengua y cultura diferentes quehabitaban los dominios de la Misión Jesuítica (aproximadamente la mitad de lo que hoy es eldepartamento de Loreto).

Hoy quedan 57 grupos indígenas (etnias) en toda la Amazonía peruana. Varios de ellos, además delos Taushiro, se encuentran al borde de la extinción como pueblo; otro caso dramático es el de losResígaro, en el bajo Napo, de los que quedan sólo apenas tres personas ancianas hablantes delidioma. En el Perú entre 1950 y el 2000 desaparecieron 11 pueblos aborígenes amazónicos. En elaño 1500, a la llegada de los primeros europeos, se calcula que había unos 2,000 pueblos o nacionesindígenas en toda la Amazonía continental. En el año 2000 quedaban menos de 400.

Los Taushiro son uno de esos pueblos de cuyo idioma no se conoce filiación alguna (no pertenecen aninguna familia lingüística), al estilo del vascuence en España. Son lenguas llamadas "aisladas", unmisterio en términos lingüísticos. En 1950 había 50 hablantes de Taushiro, en 1960, apenasquedaban 20. Un investigador relata que en 1975 todavía quedaban 8 niños en la comunidadTaushiro de la quebrada Aguaruna. Varios de ellos se casaron con indígenas Kichwa o con mestizos,y sus hijos ya no hablaron el Taushiro. Aunque los genes Taushiro están regados por varias familiasindígenas y mestizas en las cuencas del Tigre y del Corrientes, su cultura, su idioma, losconocimientos sobre el bosque acumulados y atesorados por cientos de generaciones y miles deaños, y todo aquello que les dio identidad desaparecerá probablemente con Amadeo, el últimoTaushiro puro.

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