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Pensamiento GLOBALIZACIÓN Y PROYECTO SOCIAL ALTERNATIVO EN EL TERCER M U N D O Alvaro Montero Mejía Fue antes de 1995 cuando comenzamos a expresar nuestro criterio de que la globalización, como proceso social, no podía ser visto como la simple continuación del desarrollo capitalista, junto a su proceso de construcción del mercado mundial. El desarrollo del capitalismo no es un hecho lineal, ni mucho menos unívoco. Connotados autores han demostrado que cada uno de sus avances corresponde a un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y a la articulación de nuevos mecanismos de expansión y relaciones entre áreas del mundo. También ha sido demostrado el carácter contradictorio de su desarrollo: capitalismo e imperialismo no serían tales sin la existencia de un polo colonial o dependiente. Expresamos que ese fenómeno que denominamos globalización sólo era posible si considerábamos la existencia de varias premisas y la conjunción de algunos fenómenos propios de la naturaleza del capitalismo contemporáneo. Por sus premisas, la globalización sólo puede ser comprendida como un desarrollo del sistema imperialista en las condiciones de un capitalismo de manos libres, sin contraparte, precedido, en gran medida, del derrumbamiento del sistema del llamado socialismo real en la antigua Unión Soviética y en Europa del Este, de la emergencia de un mundo unipolar, de la puesta en operación de los llamados organismos financieros internacionales como carlanca del Tercer Mundo, junto a la aparición de una nueva forma de organización de la producción capitalista representada por las transnacionales, empresas que tienen perfectamente establecidos sus vínculos y compromisos nacionales con alguno de los grandes Estados que encabezan el proceso. A estos elementos hay que agregarles la descomunal e impetuosa expansión de las fuerzas productivas del capitalismo desarrollado, representada por la nueva revolución científica y tecnológica. La globalización se acompaña de una ideología dominante, que se impone en cada país con la realización práctica de sus propuestas centrales, junto a estructuras políticas y de clases que responden a su direccionamiento estratégico, sólo que en la globalización la ideología dominante es la ideología de la potencia dominante, es decir, el neoliberalismo. Esta ideología se propone como un pensamiento único, al tiempo que hace desaparecer del lenguaje político internacional los conceptos sociales humanistas: colaboración, solidaridad o ayuda mutua; simultáneamente emergen el fundamentalismo del mercado, la falsamente llamada "libre competencia", la privatización de las estructuras productivas y la mayor parte de las relaciones de producción, y el desmantelamiento de las funciones del Estado como productor de bienes y servicios, representante de intereses colectivos o guardián de la soberanía nacional. ¿Existe para los países del Tercer Mundo y en particular para los países de Nuestra América, una salida o alternativa posible y realista, que conserve intactos los ideales transformadores de libertad, igualdad y bienestar? A esta interrogante intentaremos responder. 8 de enero 2004 Dos hechos, aparentemente inconexos, marcan el inicio de nuestras preocupaciones ideológicas y por ende prácticas, en relación con la manera en que las fuerzas políticas con voluntad transformadora pueden enfrentar la acción política. La primera se refiere a un pequeño folleto que nos obsequiaron a la entrada de un mitin en Francia, durante los

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Pensamiento

GLOBALIZACIÓN Y PROYECTO SOCIALALTERNATIVO EN EL TERCER M U N D O

Alvaro Montero Mejía

Fue antes de 1995 cuando comenzamos a expresarnuestro criterio de que la globalización, como procesosocial, no podía ser visto como la simple continuación deldesarrollo capitalista, junto a su proceso de construccióndel mercado mundial. El desarrollo del capitalismo no esun hecho lineal, ni mucho menos unívoco. Connotadosautores han demostrado que cada uno de sus avancescorresponde a un determinado desarrollo de sus fuerzasproductivas y a la articulación de nuevos mecanismos deexpansión y relaciones entre áreas del mundo. También hasido demostrado el carácter contradictorio de su desarrollo:capitalismo e imperialismo no serían tales sin la existenciade un polo colonial o dependiente. Expresamos que esefenómeno que denominamos globalización sólo era posiblesi considerábamos la existencia de varias premisas y laconjunción de algunos fenómenos propios de la naturalezadel capitalismo contemporáneo. Por sus premisas, laglobalización sólo puede ser comprendida como undesarrollo del sistema imperialista en las condiciones de uncapitalismo de manos libres, sin contraparte, precedido, engran medida, del derrumbamiento del sistema del llamadosocialismo real en la antigua Unión Soviética y en Europadel Este, de la emergencia de un mundo unipolar, de lapuesta en operación de los llamados organismosfinancieros internacionales como carlanca del TercerMundo, junto a la aparición de una nueva forma deorganización de la producción capitalista representada porlas transnacionales, empresas que tienen perfectamenteestablecidos sus vínculos y compromisos nacionales conalguno de los grandes Estados que encabezan el proceso.A estos elementos hay que agregarles la descomunal eimpetuosa expansión de las fuerzas productivas delcapitalismo desarrollado, representada por la nuevarevolución científica y tecnológica.

La globalización se acompaña de una ideología dominante,que se impone en cada país con la realización práctica desus propuestas centrales, junto a estructuras políticas y declases que responden a su direccionamiento estratégico,sólo que en la globalización la ideología dominante es laideología de la potencia dominante, es decir, elneoliberalismo. Esta ideología se propone como unpensamiento único, al tiempo que hace desaparecer del

lenguaje político internacional los conceptos socialeshumanistas: colaboración, solidaridad o ayuda mutua;simultáneamente emergen el fundamentalismo del mercado,la falsamente llamada "libre competencia", la privatizaciónde las estructuras productivas y la mayor parte de lasrelaciones de producción, y el desmantelamiento de lasfunciones del Estado como productor de bienes y servicios,representante de intereses colectivos o guardián de lasoberanía nacional.

¿Existe para los países del Tercer Mundo y en particularpara los países de Nuestra América, una salida o alternativaposible y realista, que conserve intactos los idealestransformadores de libertad, igualdad y bienestar? A estainterrogante intentaremos responder.

8 de enero 2004

Dos hechos, aparentemente inconexos, marcan el inicio denuestras preocupaciones ideológicas y por ende prácticas,en relación con la manera en que las fuerzas políticas convoluntad transformadora pueden enfrentar la acciónpolítica. La primera se refiere a un pequeño folleto que nosobsequiaron a la entrada de un mitin en Francia, durante los

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acontecimientos de mayo de 1968, y que se titulaba "¿Quées ser revolucionario en la Francia de nuestros días?"Hemos olvidado los detalles del folleto, pero esa preguntasigue siendo la más aguda y pertinente que los hombres ymujeres que persiguen cambios sociales pueden formularseen cualquier lugar del mundo, porque sólo puederesponderse con una profunda y certera penetración en lasrealidades particulares de un determinado país y en unmomento también determinado de la historia. En nuestraépoca, sólo los pueblos que no copiaron ni repitieronesquemas, los que encontraron en la savia del tronconacional la fuente principal de su inspiración, hansobrepasado las más difíciles pruebas y han podidocontinuar su labor de cambios profundos.

El otro hecho fundamental para nosotros no proviene deuna pregunta, sino de una respuesta, que se produjo enocasión de una entrevista realizada por el periodistamexicano Julio Scherer a Fidel Castro. Scherer lepreguntaba por qué razón las organizaciones de izquierdaen América Latina, que evidenciaban tanta potencia en lasmovilizaciones sociales, en acciones de masas o actos deprotesta multitudinarios, no eran capaces, por lo general,de triunfar en las luchas propiamente políticas, de las quedependía el ascenso al poder. El centro de la respuesta fuealgo así como "porque se han dejado aislar". La respuestano implicaba una simplificación que ignorara los casiinagotables recursos económicos o publicitarios de lasclases dominantes, o los innumerables y complejosprocesos de las luchas sociales. La respuesta llevabaimplícita otra pregunta central: ¿cómo sumar fuerzas?,¿cómo lograr que las aspiraciones fundamentales de lasgrandes mayorías, interesadas en cambios democráticos ymetas cardinales, fueran unidas en un proyecto de poder?

Esos dos planteamientos son más acuciantes que nuncapara los pueblos de Nuestra América en esta época tanparticular, que denominamos globalización. Desde quecomenzó a divulgarse este concepto estuvimos entrequienes no se dejaron atrapar por las interpretacionessegún las cuales la "globalización" era parte del procesohistórico de expansión del capitalismo, comenzado hace500 años, o visión mitológica de un mundo sin fronteras,abierto a las transacciones, creador de nuevasoportunidades para todos los pueblos y naciones, unmundo "a la carta" ofrecido en el supuesto depósito delconocimiento universal llamado internet, un mundo cuyoacceso estaría permitido a todas las naciones, pobres oricas, con sólo dar muestras de astucia, habilidad comercialy destreza productiva. Tampoco nos dimos por satisfechoscon una constatación bastante evidente, sobre todo para losmarxistas, en el sentido de que la globalización era, o bienparte o bien un paso adelante del proceso imperialista; algoasí como la "etapa superior del capitalismo",parafraseando a Lenin.

Ese fenómeno histórico que llamamos globalización tienelugar en medio de un "capitalismo de manos libres". Estehecho permite la sinergia de fenómenos novedosos en lasociedad mundial, como la emergencia de un mundounipolar; unipolaridad compleja y contradictoria, como sedesprende de la división económica del mundo en bloquesde poder. Se hacen evidentes en nuestros días lascontradicciones políticas y económicas entre los bloquesdel mundo desarrollado, que no impiden que se confirmeel poderío del polo hegemónico, ni que se suspendan losacuerdos estratégicos orientados a un nuevo reparto delmundo. Simultáneamente, se produce la plena expansión yoperación, en escala planetaria, de un pequeño número deinstituciones económicas y financieras semipúblicas yprivadas, como son los llamados organismos financierosinternacionales, por un lado, y las empresastransnacionales, por el otro. Estos organismos financieros,Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional... comobien lo ha expresado John Saxe Fernández, no pueden serllamados "internacionales", sino que son un elemento másde la unipolaridad mundial en la medida en que expresan,en lo fundamental, los intereses de la potencia propietaria,Estados Unidos. Incluso en esos organismos se escuchanen ocasiones voces disidentes, pero que no cambian sunaturaleza. Establecimos en nuestro libro LaGlobalización contra los Pueblos, en el año 96, que laglobalización era el proceso más avanzado del desarrollodel capitalismo, pero que era imposible que éste ascendierahasta esta nueva etapa sin que mediara una derrotaestratégica del elemento socialista de la bipolaridad.También nos referimos al vínculo necesario entreglobalización y el prodigioso desarrollo de las fuerzasproductivas, expresado en la revolución científica ytecnológica de nuestros días. Aparentemente no secumplió la percepción de Marx, en el sentido de que sonlas revoluciones sociales los únicos procesos capaces deromper las ataduras que el antiguo régimen le impone aldesarrollo de las fuerzas productivas sociales. De hecho,el capitalismo no sólo venció políticamente al socialismoreal, sino que se apropió y desarrolló en su beneficio casiexclusivo la informática y las telecomunicaciones, larobótica, la miniaturización de los componenteselectrónicos, la carrera espacial, los prodigiosos alcancesde la biología molecular y la ingeniería genética fundadasen el ADN, la agricultura, los alimentos o la biologíatransgénicos, la microcirugía, los rayos láser o lananotecnología.

Pensamos que la famosa observación sólo en apariencia nose cumplió, porque se ha iniciado el período histórico enque le toca a los pueblos tomar la prodigiosa acumulaciónde conocimiento científico y ponerlo el servicio delbienestar y la felicidad humanas. Si esto no se logra, lahumanidad, al menos como la conocemos hoy, corre elriesgo de desaparecer. En manos de los países

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hegemónicos, de los laboratorios y los centros deproducción e investigación de lastransnacionales, la ciencia no será jamás un acervo delgénero humano ni éste podrá extender su inteligencia hastalos límites que tiene y puede. Los abismos se han hechotan grandes que, sin una sociedad que se proponga pensary hacer en función de la vida, la supervivencia seráimposible. Como sabemos, ya no hay distancias entre loque antes llamábamos investigación fundamental y cienciaaplicada. Los más abstractos o complejos procesos de laciencia moderna, pasan rápidamente a ser parte de losarsenales productivos de las grandes empresas delcapitalismo desarrollado, originando nuevas tecnologías yaplicaciones novedosas. Algunos países del "TercerMundo", como la India, Brasil o Cuba, y algunos sabioscomo Patarrollo, hacen esfuerzos ímprobos por poner susinvestigaciones médicas y científicas al alcance de lahumanidad, mientras la ciencia del mundo rico,desentendida de "los pobres de la tierra" como decía Martí,provoca, según las dramáticas palabras del Papa, "unauténtico genocidio".

Rechazamos entonces esa afirmación según la cualvivimos en la era del conocimiento, por dos razonesfundamentales. La primera es que eso que se denominacomúnmente "conocimiento" está, por lo general, reducidoa la ciencia, sin tener en cuenta al arte, la cultura o losvalores espirituales y cívicos construidos por los pueblosen sus luchas históricas. Ellos son también conocimiento,sólo que su trasmisión y difusión no está sujeto a las leyesdel mercado o del tráfico mercantil. En segundo lugar, elconocimiento científico propiamente dicho, lejos de seruniversal, es un odioso monopolio, celosamentecustodiado, de las mega empresas del mundo desarrollado.

El signo más potente de la globalización está constituido,sin duda alguna, por la hegemonía militar de EstadosUnidos. No es solamente un problema de volumen, sinoque expresa una superioridad cualitativa. Como lo hanmanifestado explícitamente los voceros del Pentágono, elesfuerzo estadounidense se orienta a saltarse variasgeneraciones en lo que a calidad y potencia de las armas serefiere. Impulsan también, como se sabe, mecanismosinéditos de espionaje y control individual en escalauniversal. Del control visual o auditivo de los habitantesdel mundo entero, esperan pasar al control y lamanipulación electrónica de cada persona. Ya han sidoasignadas las partidas para avanzar, en marchas forzadas,hacia la miniaturización de las armas atómicas y los planesde exploración cósmica están centrados en el controlmilitar del espacio interplanetario.

Pero aquí también encontramos contradiccionesfundamentales. Con todo ese poderío, Estados Unidos noha podido ni podrá jamás controlar o detener la voluntad y

¿Existe para los países del Tercer Mundo y enparticular para los países de Nuestra América,una salida o alternativa posible y realista, queconserve intactos los ideales transformadores

de libertad, igualdad y bienestar?

la resistencia de los pueblos. La más compleja tecnologíapara detectar a los enemigos se derrumba literalmente anteun niño o una mujer capaces de emboscar un tanque olanzar certeramente una piedra. Los pueblos son másinteligentes que las armas inteligentes y la vida se estáencargando de demostrarlo. En lo que se refiere a susdecisiones militares recientes, la materialidad ycomplejidad de los armamentos no han servido para eludirlas denuncias o los escrúpulos de muchas naciones, por loque ese país se ha visto obligado —y en particular lapresente administración— a destruir todos losfundamentos del derecho internacional construidos por lasfuerzas sensatas de la humanidad durante el siglo XX.

Esa sistemática demolición de valores e instituciones es, encierta medida, responsabilidad del conjunto de nacionespoderosas y en parte de las propias Naciones Unidas,quienes dejaron al imperio americano actuar con absolutaimpunidad, especialmente durante los últimos quince años.Para la invasión de Irak, concebida desde hace años para elcontrol geopolítico de las dos grandes cuencas petrolerasaledañas, la del mar Caspio y la del Medio Oriente, sepropusieron debilitar radicalmente al régimen iraquí ymatar por hambre a ese pueblo. Las Naciones Unidas seprestaron al embargo como parte de esa política, cuyoresultados son bien conocidos. Estas fuerzas, NacionesUnidas incluidas, permitieron que se consolidara un poderparalelo al resto de las naciones, que se negó una y otravez a suscribir todos los convenios universalesprohumanos, desde las convenciones sobre derechoshumanos o los derechos de la mujer y del niño, pasandopor el protocolo de Kyoto hasta la Corte internacional dejusticia de La Haya. Del mismo modo, el poder dedecisión real en los asuntos mundiales pasó de la AsambleaGeneral de la ONU a su Consejo de Seguridad, de éste a laOTAN y de allí directamente a la Casa Blanca.

Ante este poderío en apariencia incontrastable, ¿quéoportunidades tenemos los pueblos pequeños y débiles,que oportunidades tiene el Tercer Mundo de vencer lascondiciones imperantes de pobreza, marginalidad,dependencia y subordinación y proponerse la construcciónde un proyecto que corresponda a sus intereses nacionales?Con anterioridad al actual período de globalización, lospueblos tenían frente a sí la posibilidad de realizar luchasanticoloniales y revoluciones sociales liberadoras, porque

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en el mundo bipolar precedente, con toda su complejidad,existía una retaguardia estratégica, económica y política,que podía ayudar con un comercio más equitativo, con unaimportante transferencia científica y tecnológica o concolaboración financiera. Esta retaguardia estabaconstituida por la Unión Soviética y los países del camposocialista de Europa del Este, por China y también por unacorriente mundial de países y organizaciones progresistasque se expresaban de distinta manera. Incluso algunospaíses capitalistas de Europa occidental mantenían unapolítica de colaboración y amistad con los paísesemergentes y no se plegaban dócilmente a los esquemasimpuestos por la Guerra Fría. Se trataba de unacorrelación de fuerzas internacionales favorable a losprincipios de independencia nacional y defensa de lasoberanía.

A partir de esas condiciones, los pueblos subdesarrolladospodían aspirar a un desarrollo económico y socialrelativamente independiente. Fue en ese contexto, sobretodo a partir de la Segunda Guerra mundial, que tuvieronéxito una gran parte de las acciones nacionalistas de lospaíses del Tercer Mundo, que pudieron plantear cambiossociales profundos o simplemente recuperar una buenaparte de sus recursos naturales, minerales e institucionales.Quizás el manejo y explotación de estos recursos no fuesiempre ni el más apropiado ni el más honesto, pero este esotro problema. Sin esa correlación favorable, muchoscambios estructurales no habrían sido posibles.Naturalmente, la realidad de nuestros países resultababastante más complicada que la descripción precedente.La aplastante mayoría de ellos eran, como aun hoy, paísescapitalistas, con toda la connotación de un capitalismoperiférico y subdesarrollado. La existencia de clasessociales con intereses disímiles en su interior, muchas deellas claramente aliadas con el capital y las políticasforáneas, le creaban un marco de referencia concreto a lasluchas políticas internas, a la discusión sobre las vías y losmétodos apropiados para el ascenso al poder político, a losplanteamientos sobre el papel que se le asignaba a lasdistintas clases sociales y lógicamente, al tipo de sociedady de Estado que era necesario construir a partir de esasluchas. Pensamos que se produjeron pocas elaboraciónteóricas penetrantes sobre estas tareas. Hubo muchassimplificaciones, repeticiones o copias que pasaban, casisin modificación, de un país a otro y de una organizaciónpolítica a otra. No era frecuente considerar el desarrollo deuna teoría política nacional con apego a los grandespensadores y luchadores sociales que echaron las basespara esas teorías. Existía una razón de fondo para lassimplificaciones. En lo fundamental, la tarea central de lasfuerzas progresistas era la toma del poder. Muchosasumíamos que lo demás —defensa nacional, transferenciatecnológica, ayuda financiera, instalaciones industriales ymaquinaria agrícola, formación intensiva de científicos,

profesionales y técnicos o métodos de planificación—vendría después y en gran parte, de afuera, desde laretaguardia estratégica. Esto era cierto sólo en unapequeña parte.

Es por esta razón que las organizaciones sociales y lospaíses progresistas o socialistas que sobrevivieron alcolapso del socialismo real, fueron precisamente aquellosque contaban con una dirección política lúcida y procesosque se encontraban firmemente enraizados en la concienciade sus pueblos y que supieron utilizar como palanca,fortalecida y enaltecida, el pensamiento social nacional.En pocas palabras, fueron capaces de crear, con el raserodel pensamiento social y científico precedente, una teoríapolítica propia, tanto para el proceso liberador como parala construcción de una sociedad mejor. En sentido general,ese era el marco de referencia para las clases o fuerzassociales progresistas, transformadoras o revolucionarias.

Pero hoy, ¿cuales son nuestras referencias? Laglobalización coloca a los luchadores sociales de los paísesde la periferia ante puntos de referencia donde las viejaspremisas han perdido su valor o simplemente ya noexisten. Nuevas preguntas deben ser planteadas y nuevasrespuestas deben ser intentadas. No puedo evitar hacerreferencia al grafitti que apareció hace algunos años en unapared de Latinoamérica, que decía: "teníamos todas lasrespuestas, pero nos cambiaron las preguntas". Laspreguntas y las respuestas deben operar como uncompendio de las tácticas y las estrategias que los pueblosdeben elaborar para responder acertadamente a losinterrogantes planteados: "¿qué es ser luchador social orevolucionario en la América Latina de nuestros días?,

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¿qué debemos hacer para acumular fuerzas y no dejarnosaislar?" Las respuestas, por supuesto, no pueden conducira la formulación de nuevos catecismos. Veamos. Laprimera pregunta sería sobre cuál es el peligro mayor queenfrentan los pueblos de Nuestra América en la actualetapa de su historia.

La respuesta no puede ser dada, evidentemente, en funciónde los esquemas sociopolíticos anteriores a laglobalización. No es tan simple como decir que "existeuna contradicción fundamental entre los pueblos y losimperios", porque el imperialismo ha cambiado, haevolucionado y exhibe hoy nuevas concepciones, nuevaspolíticas y nuevos métodos. Antes, frente al imperialismodel mundo bipolar, la lucha estaba planteada, sobre todo,en términos de dominación o influencia política,explotación de recursos, explotación financiera ointercambio desigual. En nuestros días, el imperialismo dela globalización nos enfrenta a un fenómeno más profundoque consiste, antes que nada, en la disolución de losEstados nacionales de los países periféricos. Estadisolución no significa la desaparición de lasdenominaciones nacionales con sus símbolos einstituciones o la prescindencia de gobiernos locales;mucho menos la liquidación de su existencia geográfica,con límites marcados y colores en los mapas. Los estadosse preservarán, eso sí, como fuerzas de control internas,pero totalmente vaciados de contenido. No hablamossolamente de control político o absorción de las riquezasnacionales, sino de la cancelación de la evoluciónhistórica, similar a lo que ocurrió con la conquista colonial.No es algo tan abrupto como un golpe de Estado.Hablamos de un proceso. En términos actuales, esoocurrió en la Argentina, salvada, al menos por ahora, por laaparición del actual equipo de gobierno; eso ha ocurrido enMéxico y está a punto de ocurrir en Centroamérica.Hablamos de la desaparición o cancelación, por tiempoindefinido, de esos atributos esenciales que le otorgan elpoder a los pueblos para definir su destino, aun mediandoluchas internas.

El enemigo principal de nuestras naciones es elimperialismo, que se ha convertido en el enemigo principalde todas las fuerzas y clases sociales interesadas enmantener esos atributos, en preservar las patrias como elpatrimonio político y social que nos heredaron todos losque contribuyeron a lo largo de la historia a susconstrucciones humanistas: obreros, campesinos,profesionales y técnicos, maestros e intelectuales,pensadores, dirigentes espirituales y empresarios patriotas.Ese enemigo principal que conocemos ha ampliado elrango de los luchadores sociales, desde el momento en queintenta liquidar intereses, instituciones, clases sociales ovalores profundamente adscritos a esos conceptos quellamamos pueblo y patria. Allí está la contradicción

"Teníamos todas las respuestas, pero noscambiaron las preguntas"

fundamental de nuestro tiempo. Nos preguntamos ahora:¿Qué debemos hacer a fin de sumar todas esas fuerzassociales y dar un combate exitoso contra el enemigoprincipal?

Pensamos que la lucha que enfrenta clases socialesantagónicas, no ha desaparecido. Esta lucha constituye undato objetivo de la realidad social, que trasciende cualquiervoluntad o intención política. Pero aquellos que ponen elénfasis en esa contradicción, al punto de convertirla en eleje central de sus luchas, pierden de vista que, en la actualcoyuntura, sólo un bloque de fuerzas patrióticas es capazde crear el valladar necesario para impedir que nuestrasnaciones desaparezcan como estados independientes.Comprendemos que este bloque no está exento decomplejidades y contradicciones. Por ello, su edificaciónsólo puede ser el resultado de un acto de inteligencia yflexibilidad política al que se apliquen los luchadoressociales y sus aliados más cercanos, tomando en cuenta lasparticularidades nacionales. Existen, desgraciadamente,prácticas arraigadas que tienen que ver con el sectarismo,el dogmatismo y el espíritu maniqueo. Pero no deseamosdescalificar a nadie. Decimos solamente que este asuntodebe discutirse con profundidad entre aquellos realmenteinteresados en evitar que la globalización dé cuenta denuestras naciones.

En este sentido, existen en Nuestra América nuevasexperiencias sociales, como las de Argentina, Brasil oVenezuela, donde la vida marcha por delante de nuestraselucubraciones o predicciones. Estos países, junto a Cubay su Revolución Socialista, marchan en la primera fila deun nuevo concepto de alianzas posibles, con el fin decerrarle el paso a los que quieren tragarse a América yliquidar todo lo valeroso, heroico, noble, progresista yhumano que, en medio de insólitas dificultades, hanlogrado construir nuestros pueblos. Pensamos nosotrosque todas las personas progresistas deben estar allí,contribuyendo a consolidar esas nuevas alianzas, a alentara los gobiernos que se propongan defender la dignidad y laintegridad nacional, a no deponer su voluntad patriótica, ahacerles sentir el respaldo de las grandes mayorías. Estaes, según nuestro modesto concepto, una tarearevolucionaria.

Cabría otra pregunta, en el sentido de si este esfuerzoelimina o liquida indefinidamente las aspiraciones detransformaciones sociales profundas en beneficio de lospueblos, sobre todo aquellas que provienen de los gruposmás explotados y marginados y en general de lostrabajadores.

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Una sociedad más igualitaria y justa y el socialismo comoaspiración de muchos hombres y mujeres, no handesaparecido ni desaparecerán jamás. Mantener viva esaaspiración es un derecho legítimo. Pero son demasiadas ymuy complejas las tareas por cumplir ahora, antes de queesa meta aparezca con claridad en el horizonte. Porque elsocialismo no es, como creyeron muchos, la simpletransformación del régimen de propiedad y de lasrelaciones de producción, cambios que bastaban paratransformar la conciencia. Esta visión mecánica, como loexpresamos hace muchos años, fue un elemento nefasto enla práctica del socialismo real. Los pueblos sólo defiendeny hacen suyos los conceptos y las ideas que estánsólidamente adheridos a sus conciencias. El altruismo, lasolidaridad, el amor por los semejantes y el sacrificiopersonal en pos de esos ideales, no surgen en los pueblos oen los hombres de una manera natural y espontánea.Insertarlos en la conciencia para que se expresen connaturalidad, es una tarea en la que el pensamientohumanista y socialista adquiere una funcióneminentemente docente. Es la conversión de la vida socialen una inmensa aula, conmocionada por la lucha y el másrudo aprendizaje. Es necesario comprender, sin embargo,que no todas las clases o las fuerzas sociales que participande la acción patriótica, están interesadas en el socialismo.Tampoco es necesario. Lo importante es que por unprolongado período histórico, los componentes de eso quedenominamos bloque patriótico podemos marchar unidos.Esa unidad debe concretarse realizando una especie de"pacto social de largo alcance", suscrito entre lostrabajadores manuales, intelectuales, los empresariospatriotas y el estado. Este pacto incluye el pleno acuerdosobre la defensa de la dignidad y el interés nacional, unatarea práctica que implica, naturalmente, el desarrollo yfortalecimiento de un capitalismo nacional. Frente alcapitalismo salvaje de la globalización, muchos denuestros pueblos pueden hacer suya la tarea de construir uncapitalismo nacional pactado, donde el Estado asegure lagestión de las empresas designadas como estratégicas,impulse las inversiones privadas y garantice la plenaparticipación de los trabajadores en las decisiones políticasy la distribución de la riqueza. ¿Cuál será el programa, lasetapas, los compromisos o el equilibrio de las fuerzas?Son interrogantes que sólo pueden ser resueltas por cadapueblo.

El último interrogante no puede dejar de interesar a tantoseconomistas. ¿Si muchos países del continente optaran porun proyecto semejante, qué viabilidad económica ypolítica tendría? Ningún país puede proponerse seriamentecrecer y desarrollarse, mientras pese sobre sus espaldas elfardo de la deuda externa. Con esa carga, que ya ha sidopagada varias veces, ningún gobierno puede tomarseseriamente la tarea de vencer la pobreza y enfrentar lastareas del crecimiento. Los países latinoamericanos no

sólo se descapitalizan por la carga de la deuda, sino por lacreciente fuga de capitales y cerebros. Los dineros decapitalistas y grandes empresas depositados en los bancosdel mundo desarrollado, superan con creces el total de ladeuda externa. Mientras en los foros internacionales seclama por la llamada inversión extranjera directa, nuestrasnaciones se convierten en exportadoras netas de capital.Sin embargo, nuestros países poseen riquezas naturales yrecursos casi inagotables, que pueden ser aprovechadospara sustentar el fortalecimiento de un capitalismo deEstado y un capitalismo privado nacional que, con elrespaldo y el impulso estatal, sean una fuente de estímulopara los capitalistas locales y los inversionistas foráneos.

La propuesta es simple, pero su aplicación llena deobstáculos. No es una tarea complicada, pero esextremadamente lenta y sujeta a miles de pruebas. Hay,eso sí, un requisito. Los gobiernos deben convencer a losinversionistas extranjeros de la seguridad de invertir enpaíses donde los trabajadores y el Estado estándirectamente interesados en el resultado positivo de susinversiones.

Cuba, donde no existe una clase propietaria a la cualrecurrir, le propuso a inversionistas y empresariosextranjeros impulsar proyectos altamente beneficiosos paraambas partes, que Cuba respeta escrupulosamente. Peroahora es Estados Unidos el que nos lanza propuestas, comoel TLCAN a México, el CAFTA a Centroamérica y elALCA al conjunto de naciones latinoamericanas, con laexcepción de Cuba. Son tan brutales y desproporcionadasestas propuestas, son tan alejadas de las justas aspiracionesde nuestros pueblos, que de cumplirse y aplicarse casi todolo que hemos dicho tomará un rumbo diferente. Porque elhambre, la miseria, la insalubridad, la marginalidad y laindignidad, no esperarán a que culminemos pactos como elque hemos planteado. De modo que lo expreso sindramatismo y con profunda seriedad: si esas propuestasterminan imponiéndose, sus mentores estarán poniéndoleun fusil en las manos a las juventudes latinoamericanas yesta vez, creo yo, Ernesto Guevara no morirá enÑancahuasú. E

Alvaro Montero Mejía (El Salvador, 1940). Abogado, economista y políticosalvadoreño-costarricense. Estudió Leyes en la Universidad de Costa Rica yCiencias Políticas y Cooperación Internacional en Francia, en donde obtuvo undoctorado en Economía Política en la Universidad de París. Residente en CostaRica desde su infancia, fundó el Partido Socialista Costarricense y la coalición"Pueblo Unido", que lo llevó a ser diputado entre 1982-86. Es productor delprograma "Diagnóstico" en el canal 13 de Costa Rica desde 1990 y autor devarios libros, el más reciente, La Globalización contra los Pueblos. Fuemerecedor del Premio Nacional de Cultura "Joaquín García Monge". Este trabajosuyo que ahora publicamos fue presentado originalmente como ponencia anteel foro de economistas so'-re globalización económica, celebrado en febrero de2004 en La Habana f-ba.