Péguelo, Ruédelo, Rótelo.

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Cuento redaccion publicitaria

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La luz de la luna se posaba sobre el reloj de la iglesia principal del pueblo que marcaba las 12:11 am , el ambiente estaba enrarecido, la noche era más oscura de lo habitual y un extraño viento proveniente del norte azotaba los árboles y hacia golpear ventanas y puertas, quienes se encontraban en la calle empezaban a entrar de prisa a sus moradas ante la extraña situación, era el mismo lugar que había cono-cido durante toda mi vida, las mismas calles, los mismos vecinos, pero esa noche podía sentir que el tranquilo pueblo que llamaba hogar cam-biaría por siempre..

Mientras caminaba por el lugar podía sentir un raro escalofrío reco-rrer mis venas, mis pies caminaban a toda prisa y mi cabeza trataba de no pensar en lo que ocurría, tan solo quería llegar a casa, dormir y des-pertar al día siguiente sabiendo que todo había vuelto a la normalidad, solo debía caminar 4 cuadras más para lograr mi objetivo, pero aquellos 400 metros parecían una maratón que no podría ganar. La luna res-plandecía de una forma única pero el cielo era oscuro, la cálida ciudad que conocía empezaba a perderse en una densa nube de humo que llega-ba desde la entrada del pueblo, no di 20 pasos más cuando todo a mi al-rededor comenzó a nublarse por completo, solo se escuchaban gritos y gente corriendo despavorida, a pesar de mi curiosidad preferí conti-nuar hacia mi destino acelerando cada vez más el paso, el evento cul-tural que había sido planeado para los días siguientes ciertamente se vería afectado por el extraño fenómeno.

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Faros de luz amarilla comenzaron a verse por todo el lugar, me tomó unos segundos darme cuenta que provenían de un grupo de autobuses que estaba ingresando al pueblo, de ellos también emanaba una espesa y maloliente nube de humo, un olor a perdición y muerte se apodero de la hasta ese entonces apacible Barichara, un olor de combustible que-mado se mezclaba con olores de plantas incineradas y de licor; los ve-hículos eran extraños y dentro de ellos se escuchan gritos y estruen-dos que traían a mi mente recuerdos de películas de horror, me restaba caminar aún dos cuadras y media cuando uno de los automotores co-menzó a acercarse y paro justo en frente de donde yo estaba, aunque asustado y casi atónito logré esconderme detrás de un arbusto de una de las casas, con miedo observe lo que sucedía con el peculiar bus.

El humo que lo rodeaba dificultaba la visibilidad, pero aun así pude ver como apenas el vehículo abrió sus puertas salieron de él unos seres extraños, que aunque parecían humanos tenían los ojos perdidos y en-rojecidos, no podían sostenerse en pie y hablaban un idioma ininteligi-ble, en sus manos llevaban grandes antorchas de las cuales inhalaban el humo y pasaban de unos a otros, tenían botellas que nunca había visto y sus ropas eran sucias, malolientes y rasgadas, a su alrededor todo era destrucción, peleas, vidrios partidos, suciedad, incluso sus extraños ritos de apareamiento empezaron a apoderarse del lugar. Las pálidas y desnutridas criaturas empezaron a bajar en manadas de los vehículos, ni siquiera el santo lugar donde reposan mis ancestros se vio libre de su perversión, iglesias, cementerios, colegios, parques fueron invadidos, las pocas personas que permanecían en las calles fueron acosadas, ultrajadas, y debieron presenciar sacrilegios que hasta en ese entonces creían inconcebibles, muchos jóvenes fueron convertidos y se unieron al extraño grupo que se asemejaba a los zombis de las películas de George A. Romero.

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A diferencia de los zombis de la ficción, los no muertos que llegaron no estaban interesados en la carne humana, sino en la degeneración, la profanación y el libertinaje, mientras me escondía y veía cosas que jamás podré olvidar logre conseguí el valor para emprender mi huida a casa, corrí lo más rápido que pude sin mirar atrás, en mi camino debí luchar y quitar del medio a algunas de las extrañas criaturas, con fuerza corrí los últimos 250 metros para llegar a mi hogar, al ingre-sar por la puerta sentí un gran alivio a ver a toda mi familia a salvo, el reloj de la sala marcaba las 12:16 am, procedimos a resguardar la casa contra los intrusos y dormimos juntos esperando el amanecer.

En la calle los estallidos eran cada vez mayores y gritos infernales venían de todas direcciones, temíamos por nuestros amigos y rezá-bamos por su bienestar, la noche pareció durar una eternidad mien-tras escuchaba a mis pequeños sobrinos llorar y a mi madre conso-larlos, el sol salió unas horas más tarde y escuchamos como la paz volvió, las criaturas cayeron dormidas o huyeron a los improvisados campamentos que habían dispuesto incluso en las calles. Durante varios días más soportamos la situación sin tener ayuda alguna de las autoridades o la comunidad internacional, cada día cuando caía la noche las horrendas criaturas se tomaban la ciudad y destrozaban todo a su paso, muchas familias huyeron y desafortunadamente la mía se vio obligada a hacer lo mismo.

Llegar a otra ciudad nos ayudó a comprender mejor la situación, a identificar a nuestros agresores, allí conocí sobre este grupo de zombis conocido como "Hipsters", marginados y alienados humanoi-des que solo llevan consigo la destrucción y que llegaron atraídos a Barichara por un evento mal llamado "Festival de Cine" el cual clara-mente fue creado por el gobierno para despejar las capitales de esta arrasadora plaga y vendido a nosotros como una gran idea.

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Tan solo cinco minutos bastaron para cambiar la vida de un pacífico pueblo para siempre, hoy en día Barichara es territorio de "Hipsters", lo que empezó como un evento que se realizaría una vez al año y que se esperaba contribuyera al desarrollo de la región terminó por des-truirla. Desde esta primera horda invasora, muchas más han llegado, el evento es ahora solo una excusa para que los zombis que ocupan el lugar todo el año hagan un aquelarre especial y atraigan a todos sus semejantes.

Este "festival" es ahora lo más reconocido del pueblo y ya poco queda de la tradición de los Patiamarillos de tallar la piedra, en muchos años no he vuelto al lugar de donde provengo por miedo a ver la destrucción del ejercito zombi, en los escasos 5 minutos que ob-serve su presencia mi vida cambio para siempre y es así como ahora mis pesadillas están llenas de los terroríficos gritos que se tomaron Barichara, cada noche me despierto sudoroso, con miedo y gritando las palabras que los Hipsters vociferaban y que ahora atormentan mi cabeza "Péguelo", "Ruédelo", "Rótelo", y aunque no sé exactamente qué significan y porque las pronunciaban casi con religiosidad espero algún día poder borrarlas de mi mente y olvidar la pesadilla dantesca de la que afortunadamente logre escapar.