Paysandú y el río una cuestión semántica mesa a
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Alejandro Mesa Agosto 2014
Paysandú y el río Uruguay
Una cuestión semántica
Un pueblo, conjunto de hombres que tejen una realidad común, está
condenado a valerse de una circunstancia geográfica para reconocerse ante
los otros pueblos. Está sutilmente atado a cierta determinación topográfica, al
accidente geográfico de turno, al relieve tal o al cauce de agua cual, para crear
una suerte de situación de convivencia y a la vez una condición identitaria.
¿Qué es el río para nosotros en esta conexión umbilical?
¿Una puesta de sol, un puerto, un recuerdo, un barrio, una anécdota, una
frontera política, una fuente laboral, una maldición, una metáfora, una pintura,
una canción, un destino, una tragedia, una contradicción, un olvido o un adiós?
Todos los sustantivos que la gente relacione a sus experiencias personales y
colectivas le pueden caber a esa circunstancia geográfica que denominamos
río.
Podríamos categorizar al río como patrimonio natural. Sin embargo, no existe
un patrimonio natural fuera de una denominación más amplia que es la de
patrimonio cultural. No hay, sin excepción en la naturaleza, paraje, lugar o
terreno alguno que pueda autoproclamarse en bien patrimonial, a no ser que
las garzas o los sábalos de nuestro río comiencen a realizar una campaña de
promoción sobre las propiedades del paisaje. Todo lo que existe como
patrimonio natural es una selección humana previa, una elección entre muchas
que se digiere, se procesa y se significa permanentemente. Y, más aún, si le
añadimos al paisaje la voluntad transformadora del hombre en su interacción
con el medio, donde se incorporan parámetros de habitabilidad, sostenidos por
ingenierías múltiples, engarzados a arquitecturas de diferentes liturgias y
entrelazados a múltiples relatos cotidianos.
Alejandro Mesa Agosto 2014
Nuestro río, el Paterno, llamado así en un lenguaje coloquial hoy casi diluido,
río San Cristóbal, denominado por los exploradores españoles de la empresa
de Magallanes en su búsqueda por una ambicionada ruta transoceánica, más
comúnmente identificado como Uruguay en lengua guaraní: del país del urú
(pájaro de la región subtropical), río de los caracoles, río de los pájaros, de los
pájaros pintados, río acaracolado, río principal… en sus encantos y metáforas
la semántica guaraní no escapa a los misterios.
La historia nos enseña que los comportamientos culturales son dinámicos,
porque las relaciones humanas también lo son y así lo han sido en el trasiego
de los días, los meses y los años. Un asentamiento a la vera del río podía ser
tantas posibilidades en simultaneo o en diferido, tantos anhelos inconclusos,
tantos acontecimientos invertidos en el banco de la memoria: un espacio
periférico dentro de la ruta mercantil para el acopio de cueros, un
emprendimiento ganadero de una jurisdicción lejana, “la sinagoga de todos los
vicios” en palabras de un capitán de blandengues, un pueblo que se sumaba a
la admirable alarma, la capital de un proyecto federal, una villa que buscaba
tener una voz a través del cabildo para obtener reconocimiento ante una
autoridad superior, una realidad fronteriza inestable, un lugarejo con aires de
ciudad, un espacio de prácticas ganaderas progresistas, una acumulación de
espacios productivos para la industria saladeril, un puerto que recibiría manos
laboriosas de tierras lejanas, una ámbito de cruce, de intercambio, de
posibilidades modernizadoras, un espacio de diálogo o de enfrentamiento, una
puerta para la industria o para la contaminación, un hogar para los no tan
favorecidos, un conjunto de ruinas imposibles, un sentimiento nostálgico, un
sendero de coyunturas favorables, una nueva posibilidad. No podemos historiar
de tantas cosas en tan poco tiempo y por eso nos quedamos en el repaso de
algunos titulares. Titulares que nos muestran que Paysandú ha estado atado a
su río desde siempre en esa narración constante entre cultura y naturaleza.
Toda esta reflexión se ha quedado en una descripción, en la que hemos
soslayado los vínculos actuales entre la comunidad y el río.
Para hablar de ello decimos que, cada fracción, cada pedazo, cada fragmento
del testimonio cultural del hombre en su paso por la vida nos ofrece una
Alejandro Mesa Agosto 2014
multitud insospechada de interpretaciones. El problema, si es que hay
problema, radica en los intérpretes… en esa capacidad de visibilizar esas
múltiples narrativas que encierra nuestro río.
No hay patrimonio posible sin agentes que estimulen y alienten a la descripción
de esos hilos permanentes que enlaza a los hombres con sus bienes
culturales. Podría decir, que el problema no es el abandono del río como
enclave cultural, o la falta de políticas en torno a la salvaguarda de ciertos
patrimonios. El problema es más bien semántico, y tiene que ver con que sí la
comunidad se admite así misma dentro de las narrativas o no. Es decir, si se
siente capaz de formar parte de su propio relato y sí está apta, en definitiva,
para colectivizar nuevos intérpretes. Porque un solo orador o un solo gestor, un
solo emprendimiento aislado, o una sola ley o decreto no activa patrimonio
alguno. Es deber, beneficio, rédito, responsabilidad, sostenimiento, educación y
derecho de la comunidad empoderarse de sus propios espacios y ampliar las
sub tramas del relato…