Para una crítica política de la...

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NO 30 I Junio-Julio/1973 I $ 5.- Para una crítica política de la cultura

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NO 30 I Junio-Julio/1973 I $ 5.-

Para unacrítica políticade la cultura

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La ilusión cómica o el teatro desde el punto devista de lo imagin_iopor Octave Mannon i

IcItologías y ciencias socialespor Manuel Castells y Emilio de lpola

Acumulación y centralización en la industria_gentinapor Eugenio Gastiazoro, Eisa Cimillo y Edgardo

Lifschitz

Cortáz.: entre la elipsis y el círculopor Jorge R¡vera

Maldonedo: el diseño todopoderosopor Jaime Zapata

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La ilusión cómica o elteatro desde el punto devista de lo imaginario·Octave Mannoni

El ",..,.te tuto COI""""''' .tulo , .•: ac.."nnoni, u oh ...... ca... lo 1"....10(a.h pour rl"""""n ou I'AutIW $eMe, ."",hrla, 19691, de ¡w6xltM .,.,1d6n ., ", ~r...,tldltMlo por Amorronu _Itotw, Bwno. Altw frnt­duccl6n ,."-tilde Homel.

Al abordar el teatro por su ladoimaginario, nos vemos llevados a pro­poner la noci6n de ilusión (aúncuando no sea f6cil decir dónde pue­de situarse esta uilusión") y, porende, la noci6n de identificaci6n,más o menos vinculada con ella.

A ra(z de esto, también pasar' alprimer plano la noci6n de personaje,lo cual nos inclinaré a buscar nues­tros ejemplos rnés bien en la com.dia. Ello no implica, sin emblrSJ),que tales cuestiones (ilusión, identi­ficaci6n, personajes) se planteen demanera esencialmente distinta en losotros géneros: en estos se encuentrenmenos manifiestas. Siempre que laescena quiera hacene pasar por unlugar distinto del que en realidad es,siempre que el actor quiera hacersepasar por otro, se creará una perspec­tiva propia de lo imaginario. Y noparece que el teatro pueda llegarnunca a escapar de estas condiciones,que, sin duda, son constitutivas. Pi­randello, discretamente en algunasobras, y una o dos veces sin ningúndisimulo, quiso hacer todo lo posiblepor presentar la escena como escenay los actores como actores, por unaparadoja que no tiene nada de extra·1\0, puesto que de todos modos setrataba de teatro; lo único que logr6por este medio fue llevar hasta susúltimas instancias los efectos de ilu­sibn, instalándose en el corazón mis­mo de ese imaginario que parecíadenunciar. Brecht, quien, para eludirprecisamente lo imaginario V las iden­tificaciones, buscaba un efecto con­trario -mediante el dist~nciamiénto

y la estilizaci6n- no podía ir ""sall6 de ese cambio de estilo sin caer

_fuera del teatro. Quien asista a la• representaci6n de una pieza de teatrochino tradiciol'lll sin una preparacibn-• Comunlc8Cl6n pnt.nteda en ,. Sac....dld Fr.... de PllC08n6tlllL ... Pq­chw./v-, nO s.

LOS LIBROS, Junio - Julio d. 1173

previa, correr' el riesgo de ver laescena tal cual es en realidad, losactores tal cual son. También en estecaso se tratará, objetivamente, deteatro, pero de un teatro que no pro­ducirá sus efectos espec(ficos.

En oposici6n a la vertiente imagi­nari., está la de las convencionesteatrales. Pero pronto veremos queesta distinci6n es ambigua. Las con­venciones no cumplen, en el teatro,el mismo cometido que en el ajedrezo en la rayuela. Si la rayuela conduceal Paraíso pasando por el Purptorio,est. son metáforas puras que nisiquiera necesitan .. imaginadas porlos ni"os, o digemos rn6s bien, perapreguntarnos precisamente qué qui.re decir esto, que no van acompefta­das de ninguna "ilusión".

En otros juegos, menos formales,muy diversos y difundidos, las con­venciones son mn difíciles de separarde lo que por el momento llamamosilusión. Si un grupo de niftos jUegI •

un juego en el cual una silla debehacer las veces de un avión, será pr.ciso empezar por decir -o lo queequivale a lo mismo, sobreentender­que la silla es un avi6n, y esta con·venci6n pueden los jugadores intro­ducirla explícitamente con la f6rmu­la: "se dir(a (nosotros dir(amos) quela silla es un avión"··. El empleo delcondicional tiene aquf un caricterblstante singular, pero la expresión"se diría" revela instant6n_menteuna polisemia igualmente singular,pues los ni"os pueden entregarse aljuego de manera tal que "se dir(a"("se creer(a") que la silla es un avión.Una expresi6n como uilusi6n lúdica"sería pleonástica, por lo menos segúnla etimología'! Empero, e' aspectolúdico solo es claro en cuanto se

•• En nuestro nwdlo, "'" que el cond¡"clan.lloa nl"OI utllizen el impef1ltlvo.

advierte cómo descanse IObre ••convenciones; en 61 6'. clr(a" quefunda estas convenciones, sabemosquién es N.N: son los propios milos,en cuanto organizador. del juego.Pero el otro N." del "se clría", elque enuncia la " ilusión", no sabemosquién es. Representa a una especiede espectador, que puede "ar ausen­te o cuyo cometido puede ser dnem­pef\ado por los actores mismos dlljuego. Si suponemos que 8IÚ pr___te y q'-- dice: "se creerla verdlcMr.mente. . ." sabemos muy bien queen r.lid8d él no ClfllJrf• ..di.

Se ha dicho -fue MII••m6- ...en el tHtro, en el ....rio, no acon­tece nada r.1. Es verdad, pero no_puede tOl11lr al pie de la letr. litamanera de decir. Un tknico teatralpuede asistir • una rep~taei6n

justamente pe,.. estudi.r lo CJ.Ie t.Vde r.1 en el escenario. No • .....jante entonces • los dem6s especta­dores, que han venido a .,. algbirr.l; pero estos son los conwmido­res; el otro, el t4cnico, es un conoce­dor que no consume, un~que escupe y no traga. . . Aunqwla comparación no tiene ningún valor,puesto que los espectadores-co..umi·dores tampoco tragan nadl. No vie­nen para que se los engafte. A decirverdad, tampoco se engaften conespectkulos muy dif...nt. -conlos ilusionistas, por ejemplo-. ¿Quie­re decir entonces que ven al teRropera asistir I une situlCi6n illaOria dela cUlI no participan?

Existe sin embargo la ideal, flotan­te, imposible de fijar (en todo casohl existido durante largo tiempo) deque el t.tro debe "dar itusión".m6s o menos. Probablemente I queIS( "deba" ser, y a que no _ .(en los hechos, responda el gwto conque swle contarse l. historia del n..­tico o del puebI.ino que por primeravez asiste a una represenuci6n de

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Julio CI6M, y que al comienzo de l.escena del crimen se pone de pie ygrita: " ICuidadoI IEsún armadosl "¿Qué significa esta historia inver05{­mil? Nuestr. ganas de que sea ver­dad, ganas que se confunden con lanecesidad que alguien tuvo de inven­taria, merecen quid que nos deten­gamos en ell•.

Si los actores no pueden propo­nerse cr.r una ilusión, en el sentidopropio de la pelabra, actúan (juegan)en el interior de Sl.B convencionescomo si lo esencial fuese, mediantelos disfraces, las rMscaras, los trucos,producir esa ilusi6n. En la obra me­nos "r.lista" (adjetivo dif(cil deusar), donde los disfraces y los deco­I1Idos se reducen al mlnimo, si unactor debe repr..ntar a un muerto,tend'" que I*'manecer inmóvil. Delo contrario, ¿se podr' decir que nosdamos cuenta de que no eSÚ muerto?Pero todo el mundo lo sabe, sólo quese dir(a que hay que disimular esesaber. ¿Disimularlo frente a qui'n?Si el polvo del estrado hace estornu­dar .1 muerto, no habr6 convenciónque resista. La tensión que dichasconvenciones mantienen cesa brusca­mente, los espectadores estallan enuna carcajada, el efecto teatral sedestruye. (En beneficio de otra cosa;más adetante veremos d. qu4 setr~.)

Los negros del Africa suelen de­clarar que, si bien en nuestros d(asY. no se cree en ,. ""searas, enotros tiempos • erela. Afirmaci6npor cierto extrafta y en todo casorigurOSMl8nte incontrolable; no obs­tante, los etnógrafos tienden misbien a admitirla que a criticarla. Meparece mucho rn6s prudente ver enel" el equivalente exacto de nuestrahistoria del campesino en el teatro.En una palabra, si en el teatro o enpresencia de las mMcaras no somosvíctimas de una ilusi6n, se diría que,para nuestra propia satisfacci6n, ne­cesit'rM1Os que alguien sea presa de8SI ilusi6n. Todo parece estar urdidoJ*'I producirla, pero no en nosotrossino en otro, como si estuvi6semos encomplicidad con tos actores. Ahoraadivinamos qui'n debe estar represen­t8do por el "." del "se dir(a", atrav. del cual se expresaba la inasi­ble ilusi6n lúdica.

Porque antes, seguramente, se"cre(a en las rnMcaras", si es que laexpresi6n "creer en las ""searas"tiene algún sentido, cosa que exami-

. naremos m. adelante. "Ant." quie-

re decir, me fi..ro, "en la infancia".Se nos ocurre entonces, naturalmen­te, la idea de una explicación que noha de s8r del todo falsa, aunque s(un poco simple. Y es que hay algoen nosotros, algo del nitio que fui­mos, que de alguna men.a debesubsistir, en algún lugar del yo; talvez por el lado de lo que Freud,siguiendo a Fechner, llama precisa­m81te (Ly por qué esú met'fora?)la aetNIlI del SlMfto; en esa parte, porasí decirlo retraída de nosotros mis..mos, estarla el 'ugar de la ilusi6n,esa ilusión que por ahora no sabemosen realidad en qué consiste. Ser(a esaparte de nosotros mismos la qlMestarla representada, personificada,por los seres cr6dulos de antafto,según cuentan los negros, o por elaldeano que se deja atrapar por lailusión.

Ese crédulo, víctima de la ilusión,figura en ocasiones, por otra parte,en el teatro mismo. Su presencia sehace manifiesta, no tenemos necesi­dad de buscarla. En una comedia deCorneille, llamada justamente /'/I/u­$ion comique, quien ocupa este lugares uno de los personajes: Pridamant(este es su nombre). Ansioso por te­ner noticias de su hijo Clindor, con­sulta a un mago quien, con ungolpe de su varita mágica, descorreuna cortina y hace aparecer la vidaa la vez brillante, rid(cula y trágicade Clindor. Lo que ha ocurrido esque Clindor, el exiliado, se ha con­vertido en comediante, y lo que Pri­damant presencia es una comedia,convencido desde luego de que setrata a la vez, hecho harto significa­tivo, de un golpe de magia y realidad.

La fiereci//. dOfnlldll de Shakes­peare se representa, supuestam.,te,para divertir a un borracho, Sly. Cier­to es que el espectkulo se ofrece aSly como comedia y no como reali­dad. Sin embargo, para transformarloen espectador, se le presenta por rea­lidad una comedia mucho más sor­prendente. Aprovechando el suefto dela borrachera, lo acuestan en el lechodel Lord, y, al despertar, lacayos ysirvientes logran persuadirlo de quees el propio Lord; que su extraftezase explica por una amnesia y quepara divertirlo se representar' en suhonor una comedia. Alguien, se dir(a,no importa por qué medios, debetener una ilusi6n. En r.lidad Shak.­peare no inventa nada; tampoco Car­neille: no hacen més que seguir unaantigua tradición, y durante muchotiempo se ha dado a estas escenas

introductorias el revelldor título aeinduccion-.

Por lo tanto, según esta manera dever, tres términos como m(nimo se­r(an necesarios para instalar a alguienen su función de espectador teatral.Es en cierto modo como si lleváse­mos de la mano a la. persona que seráobjeto de la mistificación -el ni"oa quien las personas mayores quierenhacer creer que Papá Noel existe, oel campesino en el teatro, o Pricla­mant, etc.-.

Nuestra situación recuerda enton­ces la que se produce en el suefto.Freud, en el caso de los suenas enque sabemos que dormimos, en quelo sabemos expl ícitamente, no vacilaen afirmar que siempre es as{, quesiempre sabemos que dormimos, delmismo modo como siempre sabemos,durante el dormir, que estamos dur­miendo, si bien es un saber que senos oculta. En el teatro, lo que engeneral se nos oculta, y que lStar(a­mas tentados de' decir que es otro, oque no podemos ser I')Osotros mismossino en nuestros momentos de fla­queza o de absorción, seria ese yodel soefto, que Freud, hacia el finalde la TrtlUmdeutung, llama el agentede/lUellO.

As(, la naturaleza de la ilusi6nteatral no puede comprenderse cabal­mente tan solo con referencia a unproblema de cteiNlCia. La expresión"creer en las máscaras" no tendr(aningún sentido si quisiera decir quecreemos en las ""searas como algoverdadero o como algo r.l; porejemplo, que tomáramos las máscaraspor rostros verdaderos. Lo aJal enrealidad darla como resultado queno hubiese para nada efecto de más­cara. La máscara no pretende serpara otro lo que no es, pero tiene elpoder de evocar las im'genes de lafantls(a. Una máscara de lobo no nosasusta a la manera del lobo, sino ala manera de la imagen del lobo quellevamos en nosotros. Decir que antesUse cre(a en las máscaras" significaque antes, en cierta época (en lainfancia), lo imaginario reinaba deuna m.,..a distinta que en el adulto.

Extremando las cosas, se lIegar(aa admitir que, en el adulto, los efec­tos de ""seara y los de teatro sonposibles gracias, en parte, a la pre­sencia de procesos emparentados conlos de la negación (Verneinung); quees preciso que eso no S88 verdad, quesepamos que no es verdad, pera quelas irMgenes del inconsciente seanverdaderamente libres. El t.tro, en

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ese momento, tendría un papel pro·piamente simbólico. Sería totalmen­te algo así como la gran negación, elsímbolo de negación, que hace posi­ble el retorno de lo reprimido bajosu forma negada Evidentemente, esarriesgado querer buscar demasiadasprecisiones por este lado, pero seadvierte cuán lejos estaríamos de unailusión que fuese la presentación dealgo falsamente. Puesto que esa liu­sión nunca es, por cierto, nuestrailusión, sino siempre -extrañamente­la de otro espectador que no sabemosdonde situar.

Es más fácil comprender ahora,de qué manera aquéllo que, muy a laligera, se ha dado en llamar la 'mita·ción de la realidad en el teatro, hasido siempre, aLJnqut~ no se lo sospe­chara, una pura cuestión de conven­ciones. Que se supriman los decora·dos o los disfraces, que se recite eltexto o que se lo represente, no haymayor diferencia. Cuando Antoinequería obrar de manera más "real",trataba sencillamente de inaugurar unestilo, una moda incluso, sin impor­tancia y transitoria.

Sin embargo, no acontece lo mis­mo en cuanto nos alejamos del teatropropiamente dicho. las escenas deposesi6n,tal como se las puede veren Haití, o mejor aún en Etiopía,donde Leiris estudió sus "aspectosteatrales", nos hacen ver algo más.Parece Que las personas sujetas a estascrisis de posesión podrían dividirse,gr0550 modo, en tres categorías. Lasprimeras presentan un trastorno psí·quico, un síntoma, que al mismotiempo, como todo síntoma, es unintento de curación. Otras, más omenos voluntariamente, representanel sintoma, lo convierten en un papel,identificándose de manera má~ omenos consciente con otros procesos.Resulta difícil distinguir una de otraestas dos categorías. Por último otros-digamos que son los posesos poo·fesionales- parecen simplemente ate­nerse a ritos y observar convencior~es.

No obstante, no existe crisis de pose­sión, por muy "sinceramente" sin­tomática que sea, que no obedezcaa ritos, que no tenga su signifi~ción.

Siempre se reconoce el Zar, v se leda su nombre. A la inversa, no hayconjunto de ritos y recetas, siemprey cuando sean suficientemente bienejecutados, que no despierte d~ algúnmodo lo imaginario y remita al santo­ma. A estas crisis representadas, Leí­ris las considera más teatrales que lasdemás, y no estaría lejos, me parece,

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de considerarlas un poco como im­poc;turas. Cuando lo único que per­manece es la ilusión teatral, habríaen Clcrto modo Impostura.

Parque all i, ante un p"::bl ica quet:ree en los Zár (un público que es en;~ ilu~.ón muy dtst ¡nto del especta­iJar de teatro), y a no se ~abc dóndetermina ni dónde COínlenza la impos­tura, ni dónde el puro espectáculo.Para que haya puro espectáculo, espreciso que lo imaginario esté encierto modo acantonado en su lugarde imaginario. Mientras que hay im­postura si el actor es un actor, esdecir un simulador; d menos que,como en el teatro, se dé (tácitamente)por tal.

Cuando lo imaginario prevalece,cuando no nos contentamos connombrar al Zar, o con representarloen ausencia, sino que está all t', ya setrate del síntoma -y un síntoma.de todas maneras, no siempre es re­ductible a un papel, aunque nuncaesté muy lejos de serlo-, en ese casoel espectador es atrapado de unamanera muy diferente. Puede ver enello algo teatral, pero como veremosmás adelante, sólo metafóricamente.Sin embargo vemos ya adónde pue­den llevarnos nuestras reflexiones.No hay nada más fácil que demostrarque el espectador de teatro está en lailusión, así como no hay nada másfácil que demostrar que se identificacon los personajes. Lo difícil es de­mostrar cómo y por qué esta no esuna ilusión como las demás (no setrata de engañarse o no), y tambiénserá problemático el mostrar por quéla identificación en el teatro notaene radicalmente nada en comúncon la identificación histérica. En sucomentario sobre The Turn of theScrew (Otra vuelta de tuerca), HenryJames, de manera bastante enigmá­tica, opone a una "credulidad sinarte ni medida", una "credulidadconscientemente cultivada", que espreicsamente la que cultiva el artista.(The Turn of the Screw es un relatodonde se plantea la cuestión de lacreencia en aparecidos.) Esta frase deJames me hace pensar que, en susreflexiones sobre su arte, tropezócon un problema bastante similar alque nosotros encontramos en el tea­tro. Pero esa cr~dul idad consciente­mente cultivada no es de ningúnmodo una credulidad; es, en virtudde las convenciones, en virtud de losimbólico, una especie de recupera­ción de lo irro::gi'1ario.

Para poder reconquistar y organi-

zar lo imaginario, es preciso ante to-­do ir a buscado donde está, por el fa­do del agente del sueño, lo cual sólopuede lograrse recreando artificiosa·mente la confusión, supuestamenteoriginal, entre lo real y lo imaginario;y ello puede hacerse mediante unprocediMiento de negación.

Confusión que Corneille, en /'llIu­sion camique, nos muestra todavíabastante mal: sugiere que el teatropodría tomarse por la vida real. No­sotros, que somos precisamente es­pectadores de su obra (que no serepresenta a menudo), que somospresa de todo cuanto puede tener deauténtico la ilusión cómica, sabemosmuy bien que, justamente, no setrata de eso, puesto que, a diferenciade Pridamant, estamos en el secreto.Mejor lo muestra Pirandello. Porejemplo, en Ouesta sera si recita asoggetto (no es una de sus mejoresobras, precisamente porque el afánde explicar es demasiado claro) lamuerte del padre es representadacomo teatral, quiere ser teatro comotal. El actor, que aparece como unactor, entra, cubierto de sangre, paralamentarse de que le hayan malogra­do su entrada; no quiere seguir ac­tuando, es decir, no quiere "morir".Se le ruega que de todos mocbs lo in­tente. Lo intenta, pero le viene un a·taque de risa. Entonces se enfada, ex­plica que sin embargo había prepara­do bien s!J parte, y nos dice cómo lahubiera representado; hubiera juzga­do su destino, su posición en la vida,y ya no se llega a discernir el rencordel personaje que malogró su vida delpropio del actor que malogró suentrada' Sin embargo, la "ilusióncómica" está presente. El actor notiene más que dejarse caer para mos..trarnos como morirla (si su entradano se hubiese malogrado) y quec:fa.mos tan sobrecogidos como antecualquier muerte de teatro. De tea­tro, es claro. No como ante unamuerte real. Contrariamente a loque quería hacernos imaginar Cor­neille; es una InJerte de un ordenmuy distinto' La ilusión cómicasubsiste cuando la muerte es presen­tada en cuanto papel por represen­tar, y en rigor de verdad ello nopuede ser de otro modo. Siemprefue así, porque siempre sabemos quehay un juego (una actuación); Pi..randello no transforma el teatro,sino que nos revela uno de sus aspec·tos, un aspecto esencial que, porasí decirlo, se nos ocultaba. (Sabe·mos perfectamente bien que Piran-

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dello utiliza un artificio: lo quetomamos por el actor es ya unpersonaje, el verdadero actor estádetrás - pero esto quiere decir sen­cillamente que lo que Pirandello nospresenta sigue siendo teatro y nootra cosa). En todo caso, lo quePirandello nos demuestra es que lainstancia del yo, cualquiera que sea,que se encarga de decirnos "estoes verdadero", "esto es falso", tIestoes real", "esto es irreal", no tieneen el fondo como ya lo vi mos en otrocontexto ninguna jurisdicción en elinterior de esa otra instancia quees la del sueño, donde el problemade la distinción entre lo imaginarioy lo real no se plantea. V, por lotanto, tampoco el de la ilusión. Loimaginario parece ser, en última ins­tancia, algo ase como la sombraproyectada de los simbólico (perouna sombra proyectada de la quesolo los psicóticos pueden prescin~

dir...)Entre los escritos anal áticos, clá­

sicos, no hay muchos referentes alteatro. No cuento como tales lostrabajos que analizan el contenido deuna obra, como las interpretacio­nes de Edipo Rey o de Ham/et, porejemplo, porque poco cambiarían sisolo se tratase de interpretar el mitode Edipo o la historia de Hamlet,sin considerar la forma teatral. Elprincipal estudio sobre el teatro encuanto teatro sigue siendo, proba­blemente, el artículo de Freud de1906, y que sólo se publicó en 1942(en inglés) 1.

No obstante, el teatro no estáausente de los diversos escritos quetratan otros problemas. Por el con­trario, la adopción de expresiones,las comparaciones y las metáforasque constituyen alusiones o referen­cias al teatro son muy numerosas.Se puede decir que con mucha fre­cuencia Freud compara la vida psí­quica en su totalidad con un teatro,su escenario, sus bambalinas, suspersonajes. En Más allá del principiodel placer (1920) Freud habla delnifto que juega a fort und da en tér­minos que lo convierten en direc­tor escénico y en espectador delmás rudimentario teatro de marione­tas. E inmediatamente después, citaexpresamente la tragedia, para acla­rar un aspecto del juego del niño:en ambos casos se trata de juegos

1 St.mlsrrJ Edition, VII, p. 305. Perso­najes psicopéticos en el teatro O.C. vol. IV.

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capaces de volver agradables expe­riencias en sí mismas penosas. Perocomo lo que se propone es, pre­cisamente, ir más allá de lo agradable,interrumpe estas consideraciones, nosin antes expresar la esperanza deque algún día estos problemas pue­dan volverse a tratar mediante un"sistema de estética capaz de abordarel problema desde un punto de vistaeconómico". Su intención es dar unarespuesta al problema, no tanto delplacer que se experimenta en elteatro, cuanto del placer que puedeexperimentarsc frente a la represen­tación de situaciones penosas - talcomo puede presentarse en el teatro.

En el artículo de 1906, ya habíaintentado hallar una respuesta par­cial a esta cuestión, planteándoladel siguiente modo: ¿cómo se puedeexperimentar placer viendo represen­tar en el escenario personajes psico­páticos? Su respuesta es que el es­pectador se beneficia con una econo­mía de esfuerzo al tomar concien­cia de pulsiones que ya no necesitareprimir, y agrega que, por otra parte,el dramaturgo debe, no sólo favore­cer esa liberación, sino al mismotiempo reforzar la resistencia2 . Peroantes de dar esta respuesta o estaconclusión puramente económica, esdecir, donde no se trata sino del equi­Iibrio de las cargas y contra-cargas,Freud había planteado el problemaen términos muy distintos, que di­fícilmente podrían reducirse a unpunto de vista económico.

El teatro, dice, es el herederodel juego y tiene su misma función.

Los niños son demasiado peque-

2 Evidentemente la identificación ca., el..,ersonaje como tal forma parte de nues­tras defensas. Si no fuera así, ningunacomtJdia ser ía posible. Ser ía und graningenuidad intentar suprimir toda defen·sa; si se elimina una, otra la reemplazaráinmediatamente. La forma en que M~

lIarmé interpreta Hamlet (el príncipe esnuestra juventud que se mantiene !nai­terable en nosotros - "no puede deve­nir" - y simultáneamente Polonia nues­tra sempiterna vejez) elimina al máximoel personaje escénico; el error de los ac­tores de la Comédie-Fran~aise (en 1885)consistía -Mallarmé nos lo hace ver­en querer darte una excesiva importan­cia. Simple cuestión de estilo. Pues si lasdramat;s personae logran, como lo deseaMallarmé. convertirse en los simbolos denuestro drama íntimo, no por ello sonmenos imágenes de' Yo, Que forman par­te de nut?stras defensas narcisísticas. Siel estilo se vuelve didáctico, o agresivo,nos vemos, claro está, en la necesidadde defendernos de otra manera, peronunca menos.

ños y juegan a hacer lo que hacenlos adultos. Lo mismo acontece enel teatro. El espectador es un señorque tiene una vida demasiado pe­queña, no le sucede nada importan­te, la verdadera vida está en otrolado, y si el niño desea ser adulto,el adulto, a su vez, desea ser héroe.EI teatro permite al espectador iden­tificarse con un héroe (es decir, co­mo luego lo precisaremos, se trataríade una identificación en el nivel delideal del yo), y ello se podrá haceren el teatro con toda clase de ven­tajas: economía en cuanto a los te­mores y peligros del verdadero he­roísmo, satisfacción consiguiente desaber que eso es un juego, y satisfac­ción de saber que es otro quien su­frirá por ello.

Este texto sitúa claramente elorigen del teatro en el aburrimiento.(El espectador es alguien a quien nole ocurre nada). Algunas obras co­mienzan hábilmente con la pinturade ese aburrimiento; Fantasio, porejemplo, se inicia con una verdaderainducción; una maniobra para solici­tar la identificaci6n de parte del es­pectador; a él nunca le sucede nada,quisiera ser ese "señor que pasa",a quien, quizá, le suceden cosasinteresantes, y, para terminar, asu ..mirá un papel y un disfraz, se iden­tificará con el bufón del rey. Sinembargo, Fantasio no es un héroe,es, como el espectador, alguien queprocura, sin mayores riesgos, apa­rentar, alguien que necesitaría serun héroe, y, sin que llegue a serlo,le sucederán cosas interesantes. Adecir verdad, resulta cada vez másclaro, desde la época en que escri·bía Freud, que no es esencial, paraque haya teatro, que exista héroe.El ideal del yo está cada vez menosen juego, y es el yo, a semejanzadel soñante del que habla Delboeuf(citado aprobatoriamente por Freuden la Traumdeutung) , "quien repre­senta a voluntad el papel de los locosy los cuerdos", ya en el teatro co­mo en el sueño.

El lugar de lo imaginario es el yo,no el yo d~ los comienzos de lateoría freudiana, encargado de asegu­rar fa adaptación a la realidad. Es,por el contrario, el yo del narci­sismo, el lugar de los reflejos y lasidentificaclones3 . Es all í donde estará

3 Este Yo es el lugar de todas las ¡den·tificaciones pr~térjtas y posibles. Los no­velistas y los dramaturgos lo han sabidosiempre.

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situado el único teatro '·prototípo detodo el resto", del que habla Mallar·mé, "el teatro de nuestro espíritu".Es en todo caso el lugar de la mani­festación de todo personaje y detoda figuración. En el teatro, lasotras instancias le están subordina­das. Por ejemplo, ei superyó se,.,~

el superyó de algún personaje. Nose llega a personificarlo, a darle fOf

ma humana: es la estatua del Co­mendador, más máquina que persono,o en rigor el fantasma de Hamlet.Un manequí serviría mejor. Paraevocar el superyó, el teatro debeaproximarse peligrosamente al guig­nol - peligrosamente a causa de~

peligro de hacer reír -. ¿y quiénsería lo bastante psicótico para iden­tificarse con la estatua del Comen­dador? Hay aquí además una indi­caci~ón vaga. y adivinamos que elguignol es un teatro de una épocaen la que el superyó no estaba aúnnítidamente constituido como ins­tancia aislada. Hay algo infantil, quese percibe como tal, en el hecho derepresentar en el escenario a la esta­tua del Comendador.

Sin duda alguna, el teatro puedepresentarnos el ideal del yo, (no tanbien, hoy en día, como otros espec­táculos: 'os espectáculos de aventuraslas películas con vedettes, etc.). Peredesde el momento en que el héroeya no es necesario, en que basta cooel personaje, ya no nos parece esen­cial mencionar el ideal del yo. Porlo demás, la noción de personajees de origen teatral; muchas de lasprimeras novelas sin héroe, y por lotanto de personajes, son novel as có.micas, y cuando Balzac se vio a s(mismo ante todo como inventor depersonajes, dio a su obra el nombrede La comedia humana. 4

Es difícil decir por qué, en nues­tros días, las cosas no son tan clarascuando se trata de la identificacióncon un héroe. Hay en ello un cam­bio histórico, una modificación de lapersonalidad típica de la époc~, dela personalidad "básica", y esta mo­dificación parece haberse producidojustamente en las relaciones del yocon el ideal. Sería necesario d.scernirla psicología del honor. Yo no mearriesgaría a ello. Hubo un tiempo enque todo París tenía para Rodrigolos ojos de Jimena, lo que es una

4 El hecho de que este titulo evoque eldel Dante no cambia su significación.

LOS LIBRoS, Junio - Julio de 1973

manera - tal vez - de expresar queno se identificaban directamente conHodrigo, que Rodrigo seguía estandode alguna minera separado -comoe~ ideal-.

Hoy en día, a este papel del héroele falta profundidad (las profund­dades están del lado del yo; el ideal,en cambio es más bien plano, comouna pintura). No hay en nuestrosdías ninguna manera de eludir estadesagradable opción: o bien uno secree Rodrigo (cuidado con el ridícu­lo), o bien se lo elige como papel y selo representa, lo que tampoco es so­portable y revela en forma demasiadoclara una propensión megalomanía­ca a las fanfarronadas. Esta difi­cultad, bajo una apariencia por cier­to diferente, existía ya en tiemposde Corneille, pues en el mismo añose crearon el Cid. y Matamoros (jus­tamente en I'I/Iusion comique). Ma­tamoros es el que se identifica conel Cid; y iqué peligroso debió serrepresentarlo! ¡cuánto habrá tenidoCorneille que cargar las tintas deesta caricatura, para que hoy endía la obra sea difícilmente repre­sentable' En aquel entonces haba'aquizás entre el público más fanfa­rrones que hoy.

Pero consideremos todavía, en unaobra antigua, un "héroe" -o unantihároe - con quien no correría­mos, al menos en apariencia, el ries­go de identificarnos. Tomemos aTartufo ¡No se podría decir, esclaro, que todo París veía a Tartufocon los ojos de Orgonl No anhela­'nos, por cierto, vernos en Tartufo.Pero, como papel, Tartufo es en rigortentador, y en ciertas condiciones,podemos hacer de Tartufo, muchomejor, en todo caso, que como po­dríamos hacer de Cid. Samuel era­mer, en la Fanfarlo, adopta cons­cientemente el papel de Tartufo.También Valmont, en Las Relacio­nes peligrosas. En 1I piacere dell'onesta, Baldovino asume un verda­dero papel de Tartufo, y los espec­tadores se identifican con él contoda naturalidad, justamente porqueBaldovino no es Tartufo, sino quelo representa. Baldovino lo repre­senta, naturalmente, de la maneramcIs equívoca, y hasta llegamos atemer que lo sea en realidad, o quese convierta en Tartufo, y tembla­mos sin cesar, con el peligro de que,o bien la identificación se rompa

en nosotros en un impulso de vir­tuosa indignaci6n, o, de lo contra­rio, de que la identificaci6n, si sub-­siste, nos revele, horrorizándonos,qué especie de Tartufos podríamosser nosotros mismos. Llegamos deeste modo a un punto en el cualcaptamos una suerte de posible al·ternativa entre la identificaci6n y laproyección. (En el teatro la pro­yección es, seguramente, una iden­tificación rechazada). Tartufo no esun personaje con el cual aceptemosidentificarnos; nos invita a proyec-

tar. Pero, cosa singular, podemosidentificarnos con alquien para quienla tartufería fuese un papel. Enello estriba la diferencia entre elhéroe y el personaje de teatro. Elhéroe es un ideal, el personaje esuno de los innumerables papeles delyo. Ni el héroe ni el personaje sonalguien, ni están dados por tales.El actor no es un ilusionista. Peroel héroe y el personaje ocupa" enlas estructuras del yo lugares diferen­tes.

Pero, ¿qué es un papel? Comence­mos por considerar un elemento im­portante: el disfraz. En 1'/lIusionComique, el mago - cito la indi­caci6n escénica de Corneille - "correun cortinado, detrás del cual seexhiben los más bellos atavíos de loscomediantes", y declara a Pridamant:

Jugez de votre fils par un teléquipage.Eh bien, ce/ui d'un prince a-t-ilplus de sp/endeurlEt pouvez-vous eneor douter desa grandeurl(Juzgad a vuestro hijo por estas

vestiduras. Decid; ¿tienen acaso lasde un príncipe más esplendor? ¿ypodéis todavía dudar de su grande­za).

Pridamant responde, con sensatezy modestia:

Mon fils n'est pas d'un TIJI1g aporter ces richesses. . .

(Mi hijo no tiene rango para ves­tir tales riquezas...)

y Alcandre, el mago:

Sous un meilleur destin, SIl fonu­nerangée

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changée,Personne maintenant n'a de quaimurmurerQu'en public de la sorte il aimease parer.

(Por un mejor destino su fortunadispuesta y su condición con eltiempo cambiada. Nadie tiene ahorapor qué murmurar si así en público

gusta de engalanarse).

Pridamant, claro está, no com­prende que ese cambio de condiciónse debe a que su hijo se ha converti­do en comediante. Pregunta ingenua

(y significativamente):

Mais parmi ces habits, je vaisceux d'une femme.Serait-il-marié?(Más, entre estos ropajes, veo los

de una mujer. ¿Se habría casado? ).

Desde el punto de vista, el teatropermite, por medio del papel, deldisfraz, lo que no permite la vida.Pero lo permite al actor. "Nadietiene por qué murmurar" si el actorse pone en una condición que noes la suya (gran personaje o persona­je de otro sexo). Pero entonces yo,espectador, no puedo olvidar nunca-en el nivel del yo, dejando de ladoel ideal- que no voy al teatro paraver cómo se es rey con el asenti­miento de todos, sino cómo, con elasentimiento de todos se simula ser­Io. Si soy histérico, puedo optarentre convertirme, de otro modo,en el Rey o en el actor, o en ambos.Pero si soy un simple espectadordel teatro, no soy actor, no soy rey;también aquí es otro quien puedeserlo, y si el teatro pone en ciertomodo en movimiento mis capacida­des de identificación y las libera,al mismo tiempo -por sus conven­ciones, por su institucionalización-,fortalece las protecciones y las de­fensas.

uSe habla levantado el tel6n, y

yo esperaba todavía". Es decir, quela obra había comenzado y el abu­

rrimiento persist ía; como si no sehiciera teatro para suplir por unavida nEjor o más grande una vidademasiado pequeña, (como dice

Freud poco más o menos), una vidaen la que no pasa nada, sino paraproducir sucesos de una naturalezamuy diferente, por el hecho de que

:;...;;,=::;;uu¡;;::::;:;;e;;o;:¡..;:;a;:;.¡¡:¡;,oi'ii,;¡:,;:;:;:¡¡a¡;;,e~e~,i'iie[jiiii"I~eijij"'iI'ps"K""'"-"i'lliO~S-:le"""prllirrOUW'lruc~e~ii~S:nifTliO~A'lef",,i --nIar-npa~n~e--"ql1Ju~e~sePlCl'!"iOnlnMstltU ya ese caracter ter-imag;nar¡a del yo; y por lo demás no nario: la crisis de histrionismo enhay duda de que el teatro se hace que cae Hamlet. (Para Shakespeare,por eso. Y no es necesario para ello se trataba tal vez de un problemaque haya confusión con la realidad. de técnica, es el año en que los NiñosAl contrario, es necesario que esa de la Capilla hacen la competenciaconfusión se excluya. Por eso los al Teatro del Globo, pero el recu-

rrir a este punto de la historia delhistéricos no son los mejores espec-

teatro no disminuye para nada eltadores, aunque quizá sean los más interés de este análisis; al contrario).sensibles.. , En ausencia de la estructura ternaria

Una confusión de esta ¡'ndole nono eonstit'-lida aún, mientras Hamlet

siempre puede evitarse, en forma está frente al comediante como fren-emotiva. Por ejemplo en Hamlet, te a un espejo, Shakespeare intro-el Rey y la Reina no pueden asistir duce en el teatro otra forma de loal asesinato de Gonzago con el desa- teatral, a la que conocemos muypego que conviene a un espectador. bien, es precisamente la que pode-

Esta situación que crea Hamlet, mas encontrar, no por lo general enal introducir en forma tan revelado- el escenario, aunque se la encuentrera el teatro en el teatro (en esta all{ - la prueba -, sino en laduplicación están prefigurados todo neurosis. V, desde luego, no es delel pirandellismo y muchas otras co- todo lo msimo. El papel asumidosas), esta experiencia shakesperiana en forma histriónica no está destí-es extraordinariamente rica en en- nado a poner en movimiento libre-señanza. mente,-y tan solo en la escena psi-

Hamlet ha comenzado por ¡denti· quica-, las imágenes que el yo man-ficarse con un actor. Cuando queda tenía en reserva, sino sostener a todosolo, bajo el efecto de esta identi- trance una imagen de sí mismo a laficación, se repliega sobre sí m'ismo que hace pasar falazmente -ante síy tiene una verdadera crisis de his- misnlo y ante los demás-, por ver-trionismo: se hace el sólido razona- dadera o real. Sabemos con seguridadmiento de que si un comediante pro- que quien dramatiza de este modofesional, por una reina (Hécuba) a el amor, por ejemplo, no está seguroquien no conoce, es capaz de tener de amar; quisiera estarlo, y quisieralágrimas en los ojos, entonces él, que los otros, o el otro, lo ayudenHamlet (sobrentendido: por otra rei~ tal1t>ién a estar seguro. Quien re-na), deber:Ía anegar la escena con su presenta trágicamente los celos tienellanto, desgarrar los corazones, en- anucho miedo de acusars~ - o detoquecer al culpable, etc. que lo acusen - de no ser suficien-

Pero se recobra: iQué asno soy' temente celoso. Es el actor de su¿Soy acaso un comediante para con- propio personajt;, pone en su papeltentarme con el juego teatral? Cam- su propio valor narcisístico, y sebiando de lugar, no es ya quien pone frente a su espectador comorepresenta sino quien hace repr t-Sen- frente a su propio reflejo. En cam-tar, el rmestro de ceremonia!i¡ 1 bio, la óptica escénica, el papel tea-es entonces cuando imagina hacer de tral, como hemos visto, introducela obra the mouse-trap. A partir de una estructura equilibrante - losese momento, denuncia insidiosamen- an¿lisis de Leiris estarían orientadoste el teatro como artificio. No hay en este sentido -; y esto confirmanada que temer, dice, se actúa por la observación de Freud: el teatrofingir, (in jest), además todo esto no sólo debe tener efectos de libera-ocurrió hace mucho tiempo, etc. ción psíquica, sino también cansoli-Ya no es más espectador, se h3 dar nuestras defensas.convertido en el observador del Rey, Durante un tiempo, Hamlet actúaporque el Rey no actúa. (No está tanto más dramáticamente su propioprevisto que deba actuar). Sin duda, personaje cuanto que sus sentimien-el teatro se emplea as í pe ra fines que tos de venganza estén menos afirma-no son los suyos, se trata de una dos, como nos lo revela en formaespec¡e de prueba para distinguir bastante clara la continuación de lalo verdadero de lo falso, pero esta obra; pero el estilo declamatorio,experiencia nos confirma su carácter el histrionismo representado en laternario. escena parecen tener su lugar en el

Al mismo tiempo, y aquí es donde teatro, e incluso cumplir una función.es preciso llegar, hemos visto el No sólo porque se puede poneraccidente que se produce antes· de en escena un carácter histriónico,

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C:COO'ilTin:iOnC~Ur.lainiqa""'l!ié'I"""'IO!tlt!l'¡ eo""eeailili'liaN!eifíc:eMl":'.¡¡¡¡Jjiiaji¡i¡ci!l""'~ .....,11'l'1I1""'''~ig¡etl,..qtS'trbC~...Il:l()'"''eil:l$~(ulr,.:'''la~c,..¡''t' ...:i...oa........O_...t .........----.,.1-1"'.·--.. . .también porque el público puede en que se lo sugiere cuando se habla. mostrar que! sabe el nombre de Lan-desear ver frente a él a alguien que O bien nos da a leer lo que hace. La dolfo. pero cornete un ligero error. Vrepresente su drama V declame su ilusión en este caso es ambigua. Se Landolfo. convencido va. apabulla·pasión como él - el espectador - creería ver un sombrero. más si se do, ¡confiesa! En realidad. eso nose siente capaz de declamar. si no viera un sombrero. ¿dónde quedaría está en el texto. Jean Vilar-Enriquela suya. al menos la que sueña mos- el interés de la escena? Para que ese IV respondió: "Pero es claro. Lolo",trar a los demás como un papel. interés exista, es preciso Que se vea con una sonrisa muy especial que,Diría que lo teatral neurótico no que no hay sombrero. En la escena por un breve instante. no se supo sies una imitación, una copia del teatro muda. el sombrero se ve. no necesita era la de Jea'n Vilar o la de Enriquetal cual se lo representa. sino que ser expresado ni leído. El interés es IV. De parte de Enrique IV. ~Só

sigue habiendo teatro cuando se re· otro. sonrisa quiere decir: Qué imbécil erespresenta en éste, como un papel. Cuando el actor habla, su parla- si crees que puedes ocultarme tuteatral. Quiero decir que el tea- mento forma parte del personaje, V nombre. De parte del actor: Quétro puede integrar lo teatral espon- es a éste 3 quien pertenecen los ingenuo eres al corregir un lapsus deltáneo de la pasión y la neurosis, efectos de lenguaje. Si, por ejemplo. que nadie se hubiese percatado. PorV que no es necesariamente aquel hace juegos de palabras. buenos o un instante. el papel recitado -lael que proporciona el modelo. Hasta malos, es porque es un personaje que máscara verbal- se ha confundido ense puede formular. casi con certeza, hace juegos de palabras. buenos o forma muy ambigua con el parlamen·la hipótesis de que. corno en las malos. De lo contrario, se dice que to, o hubiera podido confundirse conobservaciones de Leiris. el teatro se son palabras del autor. es decir. que él, no porque hubiese improvisaciónorigina en parte en lo teatral es· ya no es más teatro. Advierto muy (la improvisación no modifica lapontáneo. bien en qué consiste la dificultad. esencia) sino porque la improvisa-

Hasta ahora he hablado del tea- Cuando veo las cosas de esta manera. ción de Lolo: "Usted se ha equivcoa-tral casi como si descuidase el hecho me siento llevado inevitablemente a do de nombre" va. para quienes nofundamental de que los actores re- hacer del personaje una imagen que conocen el texto. dirigida a Enriquepresentan personajes que hablan. Pe- habla, V. más aún, que habla una IV, y para quienes lo conocen hubie-ro no lo he descuidado. eso es im- imagen de palabra. Pero esto no es ra podido estar dirigida a Jean Vilar.posible; en lo que he dicho. la tan simple. Los personajes no hablan y si pensamos que está dirigida apresencia del lenguaje está siempre para no decir nada. no cuchichean. Jean Vilar. Iqué error entonces desobreentendida. Me parece, empero. Los sonidos que pronuncian tienen parte de Landolfol ILa máscara, enque los problemas relativos al len- un sentido. V habría que ver cómo lugar de ser reajustada con destreza,guaje no se plantean especialmente articular ese sentido con la imagen. caeríal Lo que por otro lado escomo tales en el teatro. Los actores En el estudio del sueño. Freud interesante, desde el punto de vistarecitan sus papeles. de manera que nos advertía que las palabras que de la psicología del actor. es que estaparezca que hablan como se habla. figuran allí no son verdaderas pala- improvisación es fácil si. como seTienen parlamentos que les son atri- bras, sino la repetición textual de dice. el actor se siente cómodo en subuidos como máscaras; exactamente. palabras realmente pronunciadas. Al papel. Pero esta es otra historia. Elcomo papeles. De este modo. la leerlo. diríamos que llegó a ese resul- actor es dominado por su papel delcuestión del lenguaje sólo se plantea tado por medios empíricos, estadís- mismo modo, o un poco del mismoen forma tan radical. V por sí mis- ticos. pero es poco probable; ello es modo, en que el poseso es poseídorna. en la pantomima. donde justa- consecuencia de concepciones teóri- por su Zar. El que los gestos V par-mente porque nada se dice, no se cas relativas al papel del preconscien- lamentos del papel tengan el poderescucha sino eso. te.s En todo caso. el actor recita de continuarse. si es necesario. en

Imaginemos una escena de teatro textualmente. V lo escuchamos como improvisaciones, en creaciones CJ,I8muda. como las hay. No es para nada tal. En una representación de Enrique se integran al propio papel. como enuna pantomima. Por ejemplo. un IV. Jean Vilar se equivocó de nom- la commedia d6/I'arte, es un hechopersonaje de Labiche: ha entrado so- bre una vez. En el momento en que bien conocido que. me parece, noslo en un sal6n. no sabe cómo desem- quiere demostrar que nunca ignoró indica cuáles son los recursos miste-barazarse de su sombrero. luego se nada de la comedia que se le hace riosos de las tiendas de lo imaginario,dedica a examinar uno tras otro representar, Enrique IV da sus nom- donde volvemos a encontrar las mi.los cuadros colgados de las paredes. bres verdaderos a los consejeros se- mas fuerzas que actúan en el suel'\opara fingir que hace algo. Es una cretos. V debe decir a Landolfo: "Tú y en las actividades creadoras. Peroescena. Puede ser cómica si algo nos te llamas Lolo". Ahora bien, Jean todo esto lo veo sobre todo como elpermite reconocernos en ese persona- Vilar se equivoca V dice: "Tú te nudo de problemas todavía oscuros.je. y si la identificación se rompe llamas Franco". Con toda naturali- El papel dirige alsctorun poco comobruscamente V restituye una parte dad el actor que desempeñaba el pa- el fantasmll se revela en 111$ IICtitudes.de nuestra libido a nuestro nareísis- pel de Landolfo. buen improvisador. Al hablar del teatro, quizá seamo amenazado. O bien si hay un corrigió el error diciendo. en el tono necesario decir una palabra.cerca deelemento satírico o caricaturesco. del personaje: "No. LoIo". Esto hu- los otros espectáculos que, aunque

La misma escena es diferente en biera podido formar parte del texto. se le parecen, son sin embargo abso-una pantomima. Para empezar. no lutamente distintos. Algo he dichehay sombrero. ni tampoco hay cua- s Véase, p. ej.• Mét.,.yhcologitl du rfVe va del guignol. espectllculo par. unadros. El actor no es va tan mudo. S.E., p. 228. Adición Metapsicológica a la edad, o para un nivel de la personali-puesto que su juego consiste en suge- teoría de los sueños· O.C. vol l. dad. en la que el superyó no es una

LOS LIBROS, Junio - Julio de 1913 9

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Instancia separaCJa. El pequeño espec­tador aprende a liberarse, a distan­ciarse de las figuras más o menosperseguidoras de su fantasía. Es unhecho notable, que habla elocuente­mente acerca de la importancia de lastécnicas, que la posición del especta­dor se transforme desde que los títe­res accionados a mano son reempla­zados por marionetas movidas pormedio de hilos. Tiende a identificarsecon el empresario, se transforma endemiurgo, manipula juguetes, muñe­cos, que son tal vez sus hijos... ¿Noserá que los títeres dan la sensaciónde estar en cierto modo ligados a lospoderes demoníacos, y que por esotraen consigo un algo de terror ymaleficio, mientras que las marione­tas, aéreas, parecen sugeri r más bienuna atmósfera de cuentos de hadas?

Otro espectáculo, el circo, difieredel teatro, porque la muerte siempreestá presente, siempre recordada, enel riesgo que desafían los acróbatasy domadores. Los "actores" quecorren semejante riesgo deben nece­sariamente, para hacerlo, estar pre­sentes, desde el rR>mento en que sonellos mismos, sin que se interponganingún papel. Los payasos, en cam­bio, no corren peligro de muerte, y,al amparo de un papel ridículo, estánall í para subrayar la gravedad delpeligro y al mismo tiempo para hacer­lo olvidar. De este modo el circo sepresenta como la verdadera vida desus actores, sin nada más, sin unavida social fuera del circo, sin perso­nalidad disfrazada. En la primera ver­sión de LoIa Montes, el circo simbo­liza, y con justa razón, no que sedesempeña un papel, sino que ya nose tiene más vida privada. En el circo,no se es una vedette, se es un gladia­dor o un ani mal extraño.

En este caso, el cine es lo contra­rio del circo. (A ello se debe el quea tantos espectadores la primera ver­sión de LoIa Montes les haya pareci­do difícil de tragar). Allí el papelestá tan separado del actor (a la ma­nera, cabe decirlo, de una película)que el público está condenado a bus­car al actor más allá, en tanto estre­lla: no estrella del espectáculo, en elque no está, sino estrella en su vidade estrella. El efecto del papel no esel msmo que en el teatro, y ello sepercibe en el hecho de que el espec­tador, si se identifica con el persona­je, siente la tentación de desempeñarel pepel en serio, en la vida real.Diríamos que la ausencia del actor,en su realidad, tiene por efecto dar a

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las imágenes del yo la libertad de unamayor emancipación...

Hay muchas otras clases de espec­táculos; consideremos una más, extre­ma. En una sesión de strip-tease, nohay ni papel ni identificación. Allí eldesnudo femenino se presenta en sutotalidad, salvo algo que nunca se da,que no puede darse, y al rehusarlo sehace creer quizá que se pudiera dar.La naturaleza de ese algo que siemprefalta hace que sea por así decirlo locontrario del polichinela turco -Ca­ragueuz- a quien nada le falta de loque, en su viaje al Oriente, Gérardde Nerval llama graciosamente "Iasventajas más descollantes de su de­senfado". Así, después de haber dadouna vuelta, no entera, pero bastanteextensa, volvemos al guignol. (No hehablado de las sombras chinescas, delilusionista, de los espectáculos depor­tivos, los desfiles, etc.). No seríadifícil mostrar que en el teatro sepuede introducir efectos de guignol(véase Ubu), de pantomima, y, enrigor, de strip-tease. Lo cual no impi­de que el teatro conserve su natura­leza particular.

En las diversas épocas, los efectosteatrales pueden haber estado orien­tados por el espíritu del momento:hacia los grandes mitos, hacia lasreligiones, hacia el ideal del yo, etc.Hoy en día, el teatro aparece bajootra faz. Vemos esbozarse formasnuevas, obras donde el espectador esactuado, en las que se lo remite asu vida, a esa vid. que juzgaba dema­siado mezquina, a su aburrimiento.Empero, en la más difundida de susformas actuales:6 lo vería de estemodo: las demandas de los instintosy las exigencias del superyó son deja­das de lado. Con el ideal del yo, elespectador no negocia mucho másque el papel en la sala, según laforma en que está vestido, la filaque ocupa, las personas más o menosbrillantes con qui€nes se hace ver.Estos preparativos son comparables,si se quiere, a 105- preparativos paradormir descritos por - Freud; salvoque, en lugar de quitarse los lentes (ola dentadura postiza), lo que se ponea un lado es el ello, el superyó y elideal (dejándolos si se prefiere alalcance de la mano). Una vez termi­nados, el espectador, inmóvil en subutaca, está, por así decirlo, estricta­mente reducido a los puros interesesdel yo, es decir, ante todo, exacta-

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mente al aburrimiento. Al aburri­miento en estado puro, al que seexperimenta frente al telón bajo. Losespectadores jóvenes no pueden so­portarlo, y gritan IIque empiece", ogolpean el piso con los pies. Losotros lo engañan como pueden.

Cuando el telón se levanta, son lospoderes imaginarios del yo los queel espectáculo libera y al mismo tiem­po organiza, domina. No sabemoscómo decirlo, pues metafóricamente,la palabra escena se ha convertido enel térmi no por el cual se designa elespacio psíquico por donde se pavo­nean las imágenes. Puede decirse quela escena "oel teatro pasa a ser laextensión del yo con todas sus posi­bilidades. Como en el sueño, poconos importa que estas posibilidadessean sublimes o ridículas, que elsoñante de Delboeuf represente avoluntad los locos o los cuerdos, quese trate de nuestros semejantes, dehéroes o de fantoches. No iríamos alcirco para ver a una vieja trapecistaque tiembla por tener que arriesgarsu vida y que, por orgullo profesio­nal.. la arriesga en realidad más quenadie a causa de su debilidad. Peroun papel semejante, como todo pa­pel, puede ser llevado al teatro sinmayor dificultad y se puede lograrque nos interesemos en él. lEs nece­sario decir que podríamos identifi­carnos con semejante personaje? Sise me contestase que si, mi respuestasería muy fácil: este tipo de identi­ficación es tan factible en el circocomo en el teatro. Entonces, lo quese produce en el teatro, y no en elcirco, es de naturaleza diferente. Nose trata de esa identificación. Diría­mos que si alguien (un actor) nosmuestra que es posible representar aese personaje como papel, nos revelaal mismo tiempo muchas otras cosas:la posibilidad misma de representarun personaje, todo nuestro acervo depapeles imaginarios, todas las vidasque no vivimos, todos los remediospara el aburrimiento; y todo esto noslo revela ante el público, donde hay,creemos, vagamente, en alguna parte(no se sabe dónde) alguien (no sesabe quién) que debe ser engañado.Quizá sea la parte escondida de nues­tro yo, el "agente del sueño".

Sería preciso agregar que en estaperspectiva clara y agradable, que esla del teatro tal como se muestra,sentimos más oscuramente la presióndel inconsciente bajo el as.pecto deuna inquietud especial, en la fuentede nuestro interés, y también ese

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sentimiento de extral'\a novedad, queson parte del efecto de teatro, y queacompaí'lan, como se sabe, el retomono reconocido de lo reprimido. Perotodo esto está dosificado y se diluyepoco a poco. Sabemos que todo seráexplicado. Como dice el valet decomedia citado por Freud: "Todo sepondrá en claro con el correr de losacontecimientos". Además, ya lo ha­bía dicho Hamlet: "Players cannotkeep counsel". Los comediantes nopueden guardar un secreto; lo dirántodo. Se sugiere así que la inquietudy la tensión provocadas por la solici­tación del inconsciente quedarán enúltima instancia reducidas a cero.

En estas dosis calculadas y tran­quilizadoras, con todas estas precau­ciones, el levantamiento de las repre­siones -y su reinstauración- produ­cen placer, por razones económicas.Cierto es que ello no conduce a na­da. . . itodo se resuelve por undesenlace teatral! Como dice Piran­dello, "non conclude". Terminada larepresentación, en cierto modo, des­pertamos...

El placer explicado de este modo,por condiciones económicas, se ase­meja a lo que se llama el placer fun-

cianal, invocado por Freud para losplaceres no tendenciosos. Hay unplacer no tendencioso del teatro, porlo menos cada vez que no hay ni sáti­ra, ni héroe. El placer derivaríaentonces de la simple facilidad conque las diferentes potencias del yose ponen en movimiento en lugar depermanecer como fijadas. La econo­mía ataí'le en ese caso a los esfuerzosde inhibición.

Pero tal vez pudiera aventurarsela suposici6n de que el placer delteatro tiene también otras fuentes.Si, después de haberla convocado,nos libera de una forma fascinantede identificación, se podría decir quela teatrlJlizlICión de la identificaciónla reestructura, cosa que podemospercibir en el análisis de una histéri­ca, atraída por la práctica efectivadel teatro. Sus papeles constituyenpara ella algo así como una colecciónde fantasmas artificiales, diferentesde los que la tienen cautiva. Aquínos acercamos al resorte de una ca­tarsis. Aristóteles, e\' intentar com­prender el efecto catártico del teatro,nos ha sugerido, por así decirlo,que el espectador cae en la ilusión.en el sentido de que el teatro provo-

caría, en virtud de un artificio, sen­tinientos idénticos a los que se expe­rimentarían ante una realidad. Peroel teatro -y es esto en todo CIIO loque he intentado dicutir- quizásea, ""s que ilusión, reducción de lailusión. Al suscitar, despu4s de haber­los provocado, la piedad y el terrorimaginarios, vuelve a situartos en sulugar (es decir, los confina en la esce­na del suefto). No hace lo propio conlas pasiones (por lo menos en el sen­tido moderno de la palabra), puesestas poco se preocupan por el te.tro...

Así, el placer no sería con todopuramente funcional, no se tr..íatan solo de gozar del placer de sentirque. las diferentes partes del yo semovilizan sin inhibiciones. Ese movi­niento f6cil llevaría además a UOl

disposición estructural en sí miSml

satisfactoria, y tal vez habría quecontemplar la posibilidad de que éstasea otra fuente del placer del espec­tador.7

7 Acerca de les relaciones. ~ praci...entre teatro y locunl. cf. el 1Pto quefigura como ap6ndice del presen. volumen.

RevistaTri:anestral

PlSlDO , PBISII'I'BPasado y Presente T....:

el 25 de mayo de 1173

Juan Carlos PortantieroCIueI domI....., en.- poIttIcII

Rui Mauro MariniChIle: ¿1nIne1d6no rewoIuci6n?

Antonio Gramsci DemocnlcIIIoInnl

Charles Bettelheim ca....... Meo

LOS LIBROS, Junio' Julio de 1973

Ediciones

LA ROSABLINDADA

Vo Nguyen Giap: Fuerzas armadas revolucionariasy ejército popular

Meo Tse Tu..: Obras escogidas. Tomo 1. Coedicióncon Nativa Libros.

Carlos Marx/Federico EngeIs: La guerra civil en losEstados Unidos.

11

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Colección Ciencias Sociales:El proceso ideológicoAlthusser, Levi·StrauS5, Schaffy otros

Conducta, estructuray comunicaciónEliseo Verón

Ciencias Sociales:Ideología y realidad nacionalEliseo Verén, Alain Tourainey otros

Teoría de la -comunicaciónhumanap. Watzlawick y otros

Comunicaciones:Lo verosímilLa semiologíaAnálisis estructural del relatoLos objetosAnálisis de las imágenes

Ciencias de la conducta:Interacción familiarBateson, Jackson y otros

Tácticas de poder de JesucristoJay Hal·ey

Trabajo crítico:Cien añ'os de soledad:una interpretaciónJosefina Ludmer

Introducción a la literaturafantásticaTzvetan Todorov

Polémica sobre realismoLukács, T. W. Adorno y otros

EDITORIAL TIEMPOCONTEMPORANEOViamonte 1453 / Bs Aires.

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Ideologías y cienciassociales

Manuel Castells y ElDilio de Ipola

El texto que publicamos forma parte del ensayo "Práctica epistemol6­gica y ciencias socia/es, o cómo desarrollar la lucha de clases en el planote6rico sin internarse en la metaflsiea", Escuela Latinoamericana deSociología, París, Montreal, Santiago de Chile, 1967-72.

Acerca de los obstáculos .pist.m~

l6gicos de 1., ··ciencias social."

Cuanto más inciertos son los bal­buceos de una ciencia, o de una"formación ideológica" institucional­mente reconocida como ciencia, ma­yor tendencia existe a garantizar sulegitimidad recurriendo a supuestosy a reglas metodológicas generales,concebidas como independientes delas condiciones concretas de existen­cia de una práctica científica. La lla­mada "metodología de las cienciassociales" cumple el importante papelde legitimar la objetividad de un"descubrimiento" por su mayor omenor proximidad a un modelo deprocedimiento considerado como elúnico que merece el calificativo decientífico. De esta forma, los cáno­nes de tal metodología se convier­ten en recetas imperativas, insti­tucionalmente sancionadas, para t~ainvestigaci6n! y, consiguientemente,en obstáculos epistemológicos pro­fundamente arraigados, sin cuya su­peración en la práctica resulta impo­sible crear las condiciones teóricas pa­ra la producci6n de conocimientosen ese campo.

Algo semejante sucede con losllamados "modelos teóricos"; en este

1 El terrorismo abstractO se transfar·m. aquf en lugar común: he aquf unade sus formulaciones ""s frecuentes: "0se aceptan t. regias de m6todo cien·tífico, a no se puede discutir".

LOS LIBROS, Junio - Julio de 1973

plano, sin embargo, una cierta diversi­dad, al menos aparente, es tolera­da, por la simple raz6n de que lafilosofía espontánea de los cientí­ficos sociales tiende a concebir lapractica científica en los términosde una metodología general abstrac­ta2 • De este modo, la sedicentepluralidad de los modelos teóricosno es posible más que bajo la estipu­lación implícita de que todos ellosse subordinen a ese tribunal de úl­tima instancia que son las "reglasgenerales del conocer científico". Pe­ro esta subordinación, lejos de eli­minar a los obstáculos epistemoló·gicos del plano de la teoría, losfomenta y los refuerza: es que las"reglas" en cuestión poseen la elas­ticidad suficiente como para no pri­var jamás de su respaldo 8 la "teoría"-de turno- dominante. Tanto losteóricos como los met6dologos sebenefician con este pacto de sumi·si6n de los primeros a los segundos:el primado formal que se otorga ala metodología tiene como compen­sación la garantía que esta últimaofrece a la "teoría".

Si bien toda investigación concre­ta está sometida a la acción de unacombinaci6n compleja de obstác~

los epistemológicos, la determinaeiónde aquellos que forman los elemen-

2 Sin duda esta concepci6n se relacionaestrechamente con el hecho de que etempirismo constituye hoy et obstáculoepistemol6gico dominante en dichas "cien­cias".

tos primarios de toda combinaciónfacilita su reconocimiento. Por otraparte, aún cuando existan diferen­tes formas conaetas de existenciade dichos obstáculos (formas cuyoanálisis específico tendrá una impor­tancia práctica capital cuando se tra·te de superarlas), es posible redu·cirlas 8 dos "modelos" epistemoló­gicos generales que obran expi (citéo implícitamente en la investigaciónsocial y que constituyen a su vezotras tantas variantes de un mismcparadigma básico: la filosofía idea­lista del conocimiento. Esta filosofíapuede resumirse en tres tesis principales: 3

1. Existe una verdad a-hist6riCé.que se encuentra dada de antemanoen el" orden de la "realidad": bastacon extraerla, sin que sea necesarioproducirla .

11. El SujPto (cognoscente) y el

Objeto (de conocimiento) constitu­yen los elementos últimos del cono­cimiento científioo4 •

11,. La investigaci6n científica con­siste en el establecimiento de unaadecuación entre el Sujeto y el Obje­to de conocimiento. Esta adecu.ción define a la Verdad. Lo cual

3 ef. L. Althusser, "Curso de filosofiépara cient ¡ficos", Ecole Normale Sup6rieure, Paris, 1967..a8.

4 V, por lo tanto, constituyen asimismo las categor'. fund8mental. de I ~

filosofía ideelista del conocimiento.

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(Sujeto) = (Objeto) = Verdad.

El empirismo: obstáculo cIomi..nteen l. "cienci. soci.les"

puede expresarse esquemáticamentepor medio de la IIfórmula":

Ahora bien, en el interior de loslímites absolutos de esta fórmulageneral existen determinadas formastípicas que se definen como varian­tes tendenciales del invariante: (Su­jeto) = (Objeto) = Verdad; varian­tes que subordinan (y tienden enúltima instancia a abolir) a uno uotro de los términos de la ecuación:(Sujeto) = (Objeto). O sea, retoman­do la fórmula precedente:

ciones7. Así, por ejemplo, la céle:bre exposición de Lazarsfeld, mos­trando el paso de los conceptos alos indicadores a través de la espe­cificación en dimensiones y la cons­trucción de índices, se mantiene enlo fundamental en la misma pers­pectiva, puesto que lo que en ellase designa como conceptos es una"entidad concebida en términos va­gos que da un sentido a las relacionesobservadas entre fenómenos" y queel único criterio posible para esta­blecer la adecuación entre concep­tos e indicadores es, en último tér­mino, el que "dos índices diferentese igualmente razonables conduzcana relaciones semejantes o diferen­tes entre las variables anal izadas"8 .Lo cual significa que la mencionadaadecuación (establecida por mediode lo que Lazarsfeld denomina "ope­raci6n de validaci6n") no puede serfundada más que en la interpreta­ción del investigador9 .

De hecho, incluso en el interiorde su propia perspectiva, el empi­rismo sociológico desemboca sobrecontradicciones insalvables. En efec­to, si no hay criterios objetivos pa­ra probar la validez de la relaci6nentre conceptos e indicadores, ¿c6­mo establecer la inferencia y, porconsiguiente, la interpretaci6n delproceso observado1 1o.

7 Se podría II.-nar "empirismo vulgar"al enfoque epistemológico que, como .nel caso de Galtung, no 1610 postula la do­minaci6n de lo observado sobre la teo­ría, sino que, además, hace de tal ordensecuencial la norma ideal de la inwstigeci6n.secuencial la norma ideeI de la investiga­ci6n.8 P. Lazarsfeld, "Des concepts aux in­dic_ empiriqu.'" en P. Lazarsfeld y R.Boudon, nLe "oc.bul.ir. de. scienctlS .0­e._", Mouton, París, 1985, pigl.27-36-9 Así pues, el "modelo" empirista de­semboca .en un. prlm.. consecuencl.paradójica: la .flrmllClón del primado delObjeto es insostenible sin el restablecl·miento subrepticio del Sujeto (solo que,en tal caso, la teoría es reemplazada porla ideología del investiglldor) . Dicho 181

de paso, esa "invenión" entre lo que elempirista .. filJU" que hece y lo quehile. efectiWlmente muestra inequívoc.mente el car6cter deformante del "mode­lo" en cuestión.

10 La carencia de tales criterios objetivosde validación de los indicedores ....ec.clarament. en los trab8ios de Blalock,el ""s conlCiente de los metodó'o¡psempiristu. V'" en particular "Th. mea­IUr.-nenté problem: a SJIIP between thelen",... of Theory and Rneerch", enH. Blalbck y A. BI"ock (compiladore.).MtlthodolOfW in 5oc.1 R..rch, McGrawHill, N.w York, 1968, pp.155-198.

las propiedades contingentes y es­púreas), operación que permitiría ac­ceder a sus determinaciones esen­ciales5 .

Dicho "modelo" se basa en una"teoría del dato", según la cual locual lo esencial de la práctica cient í­fica consiste en recoger primero, yanalizar después, (tratamiento deldato), una información calificada de"objetiva" y pre-existente a la acti­vidad (y a los prejuicios. . .) delinvestigador.

Una ilustración particularmenteinstructiva de esta teoría es expuestapor Johan Galtung en un influyen­te libro que perdurará como una delas más acabadas formulaciones delempirismo sociológico. Galtung ini­cia su texto con la tesis siguiente:

"Se obtienen datos sociológicoscuando un sociólogo registra hechosacerca de algún sector de la realidadsocial"6.

Una vez registrados, tales hechosse organizan en la llamada "matrizde datos" en la que se combinanlas dimensiones y los valores co­rrespondientes a cada "unidad deanálisis" u objeto real de investiga­ci6n. La operación del registro trans­forma pues el hecho en cjJto, a par­tir del cual, y por inferencia, esdecir por una serie de operacioneslógicas, se obtiene el concepto. Lasrelaciones entre datos, expresadasen relaciones conceptuales inferidasde las primeras, constituyen leyes-a condición de que se respetenlos principios fundamentales de laconfiabilidad (precisi6n en la obser­vación) y de la validez (legitimidadde la interencia Clel concepto a par­tir del dato). El proceso completose presenta finalmente en esta forma:Hecho - Observación - Dato- Rela­ciones entre datos - Indicadores ­Conceptos - Relaciones entre con­ceptos - Teon'a.

Es preciso señalar que lo significa­tivo en este enfoque es la domina­ción de lo observado sobre la "teo­ría" (la cual en última instancia ess610 combinaci6n de hechos) y noel orden secuencial de las opera-

5 La distinción entre la "aperiencia"y la "esencia" de los hechos. una del. constantes del empirismo. Cf. Lenin:M.terill¡¡uno y empiriocritici.mo, Ed.Pueblos Unidos, Uruguay, 1968, p6g. 103.

6 J. Galtung, Teorl. y m«odo• • Min"fttÍI/IICión lOei. EUDEBA, Buenos Ai­res, pég. 1.

) = Verdad.

) = (Objeto) = (Verdad)Variante 1: (

Variante 2: (Sujeto) = (

La primera variante se conocecon el nombre de empirismo; la se­gunda, con el nombre de formalismo.

Por otra parte, estas tendenciasse encarnan, en el caso de las "cien­cias sociales" en "ideologías teóri­cas" determinadas (entre las cua­les el humanismo historicista y elposititli."o son actualmente las prin­cipales) ideologías teóricas que semanifiestan a su vez en esas "for­maciones ideológicas" que son lasdiferentes teorías sociológicas cono­cidas.

La explicitación de los modelosempirista y formalista, así como elanálisis de sus formas de manifes­taci6n (en particular en el interiorde las ideologías teóricas humanistay positivista), aportan los elementosmínimos (necesarios y suficientes)para desarrollar una cr ítica eficazde los obstáculos epistemológicosen el campo de las "ciencias socia­les".

El empirismo es aquella repre­sentación de la práctica científicaque, presuponiendo que el conoci­miento está contenido en los hechosconcluye que lo propio de la investi:gación científica es limitarse a com·probarlos, reunirlos y sintetizarlospor un proceso de abstracción quelos haga susceptibles de un manejoeficaz (es decir acumulables y comu­nicables). El "modelo" empirista con­cibe pues el quehacer científico co­mo un proceso, no de transforma­ción, sino de purificaci6n del hechoconstatado (del cual se eliminarían

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Por otra parte, la misma lógicade la demostración en el nivel de laexperimentación muestra claramenteclaramente el carácter absürdo dela postulación de relaciones no de­terminadas teóricamente. En efecto,todo sistema de relaciones exige elcumplimiento de la condición lla­mada de "cierre del campo", es decir,de la distribución aleatoria de losefectos de las variables no considera­das sobre las relaciones entre lasvariables estudiadas. Lo cual exigeuna selección previa de dichas va­riables orientada por una teoría quejustifique la aleatoriedad en cues­tión. Queda así excluida la posibi­lidad de obtener informaciones sinuna teorización previa que guíe a­cerca del tipo de informacibn desea­do y que interprete y articule esasobservaciones en los términos delsistema causal que se postula11 .

Es que, contra lo que el empi­rismo sostiene, la teoría no es unainstancia accesoria ni subordinadaalas operaciones de registro de datos;tampoco es una simple elaboracióninterpretativa que vendría a coro­nar el trabajo de investigación; es,al contrario, un medio de produc­ción de hechos científicos que noes posible divorciar de los " datos"(ni subordinarlo a ellos) sin falsearal mismo tiempo la concepci6n delas etapas y de las reglas de la in­vestigaci6n.

En fin, y sobre todo, ningú., re­gistro, ninguna observaci6n es rea­lizable sin una categorización que,si no es proporcionada por una teo­ría, procede necesariamente de lapráctica institucional dominante, esdecir de las formas bajo las cualeslas ideologías dominantes aprehendenuprácticamente" los fenómenos queque se pretende observar 1 2. La cons­trucci6n de un lenguaje científicoriguroso resulta así imposibilitada-o al menos gravemente dificulta­da-; y, sin lenguaje científico, noes posible establecer pertinttntemen­te la significación de una covaria­ci6n constatad., ni precisar sus al­cances y sus I(mites.

En rigor no hay "dato" que nosea constru ido v, en esta construc-

11 Cf. R. Boudon. L'.-Iy. metMmeti·que .."'ir. «K:i.ux. Plon, Paria, 1987.

12 Cf. Bourdieu, Peaeron, Ch.lbOredon.L. nwIt/w • MN:iolofll., Minuit, p.r.,1988.

LOS LIBROS, Junio • Julio. 1873

ción, la teoría juega un papel in­dispensable y eminentemente pro­ductivo. Desconociendo este aspec­to decisivo, el "modelo" empiris­ta conduce, no sólo a una sacraliza­ción del "dato" sino también a unadeformación profunda del funcio­namiento de un dispositivo teórico.

El obstáculo empirista influye hoymasivamente en la práctica cotidia­na de los investigadores sociales. Im­porta tratar de explicarse las razonesde ·su persistencia y de su predomi­nio, pese a las abundantes críticas deque ha sido objeto. Estas razonesremiten indiscutiblemente al papelcumpl ido por las "ciencias sociales"en el plano social e institucional.Siendo dichas "ciencias" en gran par­te mera estadística social destinada adescribir procesos y situaciones so­ciales a partir de las nociones de lapráctica administrativa (es decir, apartir de las representaciones ideo­lógicas mediante las cuales las clasesdominantes organizan y conciben sugesti6n), el empirismo se encarga delegitim..las ensalzando como laborcient ífica su oscura tarea burocráti­ca e impidiendo el cuestionamientodel sistema ideológico que la susten­ta. Obstáculo epistemoló~o,el em­pirismo es a la vez, arma ideológicade las clases dominantes. Su funcibnapologética en el plano teórico (co­mo respaldo y garantía de las "cien­cias sociales") es estrictamente cohe­rente con su función social, a saber:servir los intereses, teóricos y prácti­cos, de la burguesía.

El oblt6culo form81ista

El empirismo carece en sentidoestricto de enemigos reales en elcampo de las "ciencias sociales".Posee, en cambio, lo que cabría lla­mar un "competidor" (es decir unenemigo ficticio), a saber las dife­rentes variantes V versiones del "mo­delo" formslists. Se puede definira este último como aquel que resul­ta de la inversión sistemática delas opciones empiristas13 . Allí don­de el empirismo soslaya el momentoespecífico de la construcción teó­rica, el formalismo tiende a elimi­nar, o en todo caso a subordinar,el proceso de producción efectiva

13 Como 10 indica ,. fórmula Y. citada:(Sujeto) =( ) =Verdld.

(construcción + demostración) delconocimiento de hechos y coyuntu­ras reales.

Se trata en rigor de una doblesubordinación, que afecta, por unaparte, a las operaciones destinadasa la "realización" del sistema deconceptos te6ricosl4 y, por otra,alas 9peraciones de control empiricode lo concreto así elaborado.

En todas las variantes del obstácu­lo formalista, al menos uno de estosdos momentos necesarios de la in­vestigación científica tiende a serexcluido, ya sea -primera variante­porque se concibe a la práctica cien­tífica como limitada a la sota cons­trucci6n de sistemas especulativos,ya sea -segunda variante- porquese supone que la mera reflexiónteórica es capaz, por las virtudesintrínsecas del rigor y la coheren­cia lógica, de engendrar proposicio­nes emp{ricas cuya evidencia las exi­me de la necesidad de una con­frontacibn experimental.

La tendencÍll fOl71Jlllisr. en las·'ciencias sociales" se manifiesta enregla general bajo la forma de laafirmación explicita o impl(cita delprimado absoluto de la construc­ción teórica (y meta-teórica). Con­viene subray.. empero que se trlta,como hemos dicho, de una twJdtIn.cÍlI; en ese sentido, aún los rMs aca­bados representantes del formalismono dejarán de reconocer verbalmen­te los derechos de la investigaciónempírica y de la experimentación,sin desde luego aportar nada en lapráctica que vaya concretamente enel sentido de las intenciones ded.radas. He aquí algunos ejemplos, tornados de la sociolog.·a europea ynorteam.-icana:

El llamado uhiperempirismo di.léetico"1 5 de Georges Gurvitch: setrata de un caso extremo de formalis­mo teoricista, lo que lo vincula a lamejor tradición de la "fi losofía so-­cial". En rigor, sólo por un usoun t.nto abusivo de los términospuede hablarse en este caso de Uteo­

ría sociológica": dicha teoría con­siste esencialmente en vasto conjun­to de inventarios clasificatórios (PI­ra algunos de los cuales se bt.IsQríen vano la coherencia de los criterios

14 Sobre l. categoria de "r...iZllCi6nu

v.se, L. Althu..... ""Acen:e del rtalMjoteórico"" en L. filo.". como .,.".• M nwoluci6n" lié.. 80.15 Denominci6n un tanto equíV0C8, porcierto. ,.

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:axon6micos utilizadosl6 ) sustenta­:lo por una filosofía vagamente berg­ioniana y -como justamente escribe:. Lévi-Strauss- por "un culto ¡oo­atra de lo concreto, tan imbuído,;in embargo, de un sentimiento de-everencia sagrada, que su autor nun--:a ha osado emprender la descrip-:ión y el análisis de una sociedad~onaeta cualquiera"l7.

Así pues, se comprende que es­ta Uteoría" sólo muy raramente ha­ya orientado una investigación em­pírica en sociología. No obstante,sería un error iriferir de este hechola conclusión de que se trata de unaelaboración especulativa ineficaz ysin consecuencias; no sólo porquelos escritos de Gurvitch conservantodavía una influencia importanteen la enseñanza de la sociología,sino también, y sobre todo, porCJ,ledichos escritos contribuyen en lapráctica a legitimar y a alimentaruna tendencia particularmente arrai­gada -y profundamente negativa­en el interior de las "ciencias socia­les": la que consagra y ahonda laseparación entre reflexión teórica einvestigación empírica, consolidan­do a la vez la idea de que la meraespeculación abstracta constituye ensí misma una producción efectivade conocimientos sociológicOSl8.

La llamada "teoría general de laacción" de Talcott Parsons19 ofreceuna ilustración mucho más prestigio­sa, pero no menos típica, de la inci­dencia del obstáculo formalista. Des­de su primera formulación, dichateoría -en la cual las categorías

16 Por ejemplo, en Problém. de lasociologie de la connaiuence (Cap. 11,de la sección VII, del "Traité de Sociolo­gie", pub' icedo bajo la di rección de Gu r­vitch, Paris, P.U.f., 1963) hallamos lasig,,;ente "clasificacjón" de los tipos deconocimiento: "1) El conocimiento per­ceptivo del mundo exterior. 2) El cono­cimiento del prójimo, de los Nosotros,de los grupos, de las sociedades. 3) Elconocimiento de buen sentido o de senti­do común. 4) El conocimiento técnico.5) El conocimiento poi ético. 6) El cono­cimiento científico. 7) El conocimientofil0s6fico" (pág. 122). A decir verdad, noes 1610 por temor a las paradojas lógicasque nos resistiríamos a situar a esta mis­ma cl.ificaci6n en la categoría nO 6.1 7 C. Lévi-Strauss, Anth,opologie struc·tu,..'. ,Paris, Plon. 1958, pág. 356.18 Todo formalismo se caracteriza poridentificar lo que s6to es medio de pro­ducción de conocimientos -la teor ía­con los productos (conocim ientos) pro­piam.,te dichos. Lo cual implica nece·.riamente una falsa concepción de dichos.m «tios.19 En "The structure of social setion".

18

clasificatorias desempeñan tambiénun papel de primera importancia­ha propuesto constitu....se en tunda­mento unitario de las "ciencias de laacción" (entre las cuales se incluyepor supuesto a la sociología). Muchohabría que decir acerca de esta con­cepción de la teoría general como"fundamento" de una o varias prácti­cas científicas2o; nos parece sin em­bargo más interesante -y más pro­batorio- considerar y evaluar el fun­cionamiento concreto de esta teo­ría cuando se la aplica al análisisde procesos sociales.

Particularmente elocuente a esterespecto es el estudio que Parsonsconsagra a la "prácitca médica mo­derna"21. Su interés reside esencial­mente en que constituye una de lasno muy frecuentes "aplicaciones"empíricas de la teoría parsonianaen el dominio de la sociología22.El objetivo de la investigación estrazar un cuadro de las orientacio·nes de rol que gobiernan la acciónde los protagonistas (tanto médicoscomo pacientes) de la "práctica mé­dica" en las sociedades contemporá­neas. Precisemos que el paciente es,también, un rol: he aqul' el "des­cubrimiento" fundamental de Par­sons.

Tales son los objetivos declara­dos del estudio. Sin embargo, lalectura más rápida del texto, no só­lo disipa totalmente las esperanzasde obtener explicaciones o, al me­nos, descripciones relevantes acercadel fenómeno estudiado, sino que-y este es su único aspecto realmen­te instruetivo- basta también paraponer de relieve una doble incapaci­dad de la teoría parsoniana:

a) incapacidad de engendrar (ode integrar en su marco conceptual)proposiciones empíricas no banales;

b) incapacidad de poner en cues­tión los lugares comunes más arrai ..

20 En efecto, el mito de la teoria como"fundamento" de la ciencia es ya uníndice claro de la influencia del obstáculoformal ista.

21 Dicho estudio constituye el capítulo10 de "EI sistema social", Madrid, Revistade Occidente, 1966 (traducción de la3a. edición de "The social system", NuevaYork, The Free Press Glencoe , 1959.22 El estudio psico-sociológico de los "pe­queftos grupos", as í como al gunas céle­bres teorías sociol6~cas del desarrolloecon6mico son otros conocidos ejemplosde "aplicación" de dicha teoría general.Véase Hoselitz y McClelland.

gados de las ideologías dominantes(a los que, por el contrario, utiliza-ya veremos cómo- y, por ellomismo, justifica).

Se nos permitirá reprodJcir algunos párrafos de dicho trabajo; de­jamos al lector la tarea de decidirsi se trata de "ejemplos" de (a),de (b) o de ambos:

lila salud, casi por definición, estádentro de las necesidades funcionalesdel miembro individual de la socie­dad, hasta el extremo de que, desdeel punto de vista del funcionamien­to del sistema soc;"al, un nivel dema­siado bajo de salud (o un nive!demasiado alto de enfermedad) esdisfuncional" (pág. 432).

". . . Por ejemplo, no se esperadel médico, como tal, que tenga unjuicio mejor sobre poi ítica extranjerao sobre legislación fiscal que el decualquier otro ciudadano al que sepueda comparar en inteligencia yeducación" (pág. 437).

". . . Ver _ una persona desnudaen un contexto en que esto no esusual, y tocar y, manipular su cuer­po, es un "privilegio" que reclamaexplanación a la vista de estas con­sideraciones·· (pág. 452).

" .. - El motivo o ánimo de lucrose supone que está absolutamenteexcluido del mundo médico. Estaactitud se comparte, desde luego, conlas otras profesiones, pero está qui­za más acentuada en el caso de losmédicos que en cualquiera otra, ex­cepto acaso el sacerdocio" (pág. 438).

". . . A diferencia del rol delhombre de negocios, este rol (serefiere al de médico) está... co­lectivamente orientado y no auto­orientado" (pág. 437)23.

". . . la enfermedad tiene queser definida -en uno de sus aspectosprincipales- como una forma deconducta desviada..." (p. 476).

Estas citas, a las que podríanañadirse muchas otras, son doble­mente significativas. En efecto, poruna parte, ilustran la doble incapa­cidad a que hicimos referencia pre­cedentemente: presentadas en el tex­to bajo la forma del "es así", dichasafirmaciones se limitan a amalgamar,con mayor o menor éxito según loscasos, lo falso con lo trivial. Desde

23 Añadimos esta cita a la precedentepara que quede claro que la exclusiónde motivaciones lucrativas no es -seSJinParsons- un mero "prejuicio" ideológi­co vulgar, sino una de las característicasque define objetivamente et rot del médico.

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luego, una terminología sofisticadalogra a veces disimular ambos rasgos.

Por otra parte -y este punto escapital- tales afirmaciones permitenponer de manifiesto algunos de losmecanismos de "autoverificación" aque apela un cuerpo teórico masi­vamente dominado por el formalis­mo. En efecto, por triviales y de­formantes que ellas sean, las men­cionadas proposiciones presentan sinembargo un carácter empírico. Porello mismo, se las debe considerarcomo una "realización" particularde la teon'a general -"realización"que, en este caso, consiste en el tra­tamiento anal ítico del objeto concre­to: la "práctica médica moderna"24.

Ahora bien, en regla general toda"realización" de un sistema teóricopuede ser considerada desde un do­ble punto de vista o, mejor dicho,como productora de un doble efec­to: a) un efecto "directo" que esel conocimiento del objeto concretoanalizado; b) un efecto "indirecto"que es el de mostrar la posibilidadmisma de esta "realización" (estoes: la productividad del sistema teó­rico en westión).

Volviendo al estudio de Parsons,en lo que respecta al punto (a)sabemos ya a que atenernos; enlo que se refiere al punto (b),algo nuevo aparece; algo nuevo quejustamente, explica la mencionadadoble incapacidad de la ideologíateórica parsoniana (y de toda "teo­ría" formalista), a saber, que elespacio de realizaci6n25 de esta ideo­logía teórica no es otro que laideología práctica dominante (o me­jor dicho las más arraigadas "evi­dencias" de esta última; por ejem­plo, que el "animo de lucro estáexcluido del mundo médico", que elrol del médico está orientado haciala colectividad, que la enfermedadconstituye un caso de "condJetadesviada", etc.). Con ello, la ideolo­gía te6rica parsoniana se otorga a símisma la ilusión de su viabilidadempírica, al tiempo que la seudo­evidencia de las proposiciones así"producidas" confiere al análisis laapariencia de una demostración. Aho-

24 La epistemología ideal ista (en sus dosvariantes) designa equ ívocametne esta rea­lizaci6n con et término "aplicaci6n".

25 Es decir, el lugar te6rico-experimen­tal (consti tu ido por u n sistema de dis­positivos y operaciones técnicas teórica­m"te informadas) en que una cienciaControla la pertinencia de su discurso.

LOS LIBROS, Junio - Julio de 1973

ra bien. como todo indica que laideología teórica parsoniana no esen última instancia otra cosa queuna sublimación de la ideología prác­tica dominante26 , comenzamos acomprender cuál es el mecanismo deesta "real ización-demostración" alu­cinatoria: una pura y simple repe­tición especular. También es claroel efecto (ilusorio) de este meca­nismo: la mutua confirmación de !aideologt'a teórica y de la ideologíapráctica. A saber: la ideologt'a teóricase auto-verifica en la ideología prác­tica a la que repite; la ideología prác­tica se auto-legitima en la ideologíateórica que la repite.

Resulta lógico entonces que estebreve análisis del obstáculo formalis­ta desemboque en conclusiones aná­logas a las extrat'das a partir de lacrítica del empirismo. Como esteúltimo, aunque por razones opues­tas, el formal!smo funciona comoobstáculo epistemológico y como ar­ma ideológica de las clases domi­nantes27 . Como obstáculo epistemo~

lógico, el "modelo" formalista des­conoce el carácter procesual y pro­ductivo y de trabajo científico, eli­minando en la práctica uno de susmomentos constitutivos y haciendode la especulaci6n abstracta el pun­to de partida y de llegada de la pro­ducción de conocimientos28 . Comoarma ideológica acuerda un status"científico" a las "evidencias" másbanales y a los prejuicios más venera­bles que proceden de las ideologíasdominantes. Como el empirismo, elobstáculo formalista se nutre de laestrecha relación que une su funciónteórica a su funci6n social.

Un ejemplo de "coexistencia pací­fica" entre empirismo y formalis­mo: la ideología estrueturalista

El análisis de los obstáculos empi-

26 Entre otras, la crítica apasionada y co­rrosiva de Wri!t't Milis ha contribuido aponer de manifiesto esta complicidad.

27 Pese a que, como hemos indicado,este papel, en las "ciencias sociales",sea cumplido predominantemente por elempirismo.

28 Cf. para una demostraci6n lógica (yno epistemológica) det formalismo inhe­rente al fu ncional ismo, el texto clásicode G. Hempel, "The logic of funcionalanal-,sis" , in Llewwellyn Gros (ed.) Sym­posium on Sociol09cal Theory, Row, Pe­terson, Co., Nueva York, 1959, pigs. 271 yss.

rista y formalista ha permitido con­firmar lo señalado en párrafos ante­riores: entre esas dos concepcionesepistemológicas la oposición es másaparente que real; dicho de otromodo, las divergencias que las sepa­ran no superan jamás los límitesestrictos de una problemática común,que no es otra que la que define a laepistemología idealista, tal como hasido precedentemente expuesta. Sila importancia relativa de cada unode esos obstáculos es diferente (yaque hasta nueva orden el empirismo,continúa siendo dominante en las"ciencias sociales") dicha diferenciano cabría ser pensada como pro­ductora de un antagonismo real en­tre ambos modelos. Este hecho esimportante: de él se deduce, y elalcance práctico de esta inferenciano es insignificante, que una even­tual inver~ión de la dom inante (es­bozada ya en algunas ramas de lasociología y de la antropología, demás en más permeables a las tenta­ciones del formalismo) no acarrea­ría ninguna transformación realmen­te radical en el flpanorama" epeste­molágic029 • Debería más bien serinterpretada como una consolidaciónde la epistemología idealista, la cual,precisamente por medio de esos des­plazamientos, que permiten esquivarlas verdaderas cuestiones, encuentrala manera de superar sus crisis periódi­cas.

Este carácter complementario dela relación entre empirismo y for­malismo merece ser ilustrado: el e­jemplo concreto que hemos escogidopara ello es, con respecto a esteproblema, particularmente instructi­vo: se trata de la ideología estruc­turalista, ideología cuya resonancia"teórica" en los últimos años noprecisa ser destacada3 0. Las áreas

29 Lo cual no significa que, desde elpunto de vista de la intervención epis­temológica materialista, se deben subes­timar o i(Jlorar los efectos especificos queresulten de tal desplazamiento. La inver­si6n de la dominante, aunque no impli­ca ninlJlna ruptura radical, no puededejar de modificar las formas de interven­ci6n de una práctica que, por principio,se ejerce sobre una realidad coyuntural.

30 Cf. pera un análisis critico de los prin­cipales aspectos de la epistemología es­tructuralista, E. de Ipola "Ethnolo~e ethistoire dans I'espistémol~e stroetur.liste", en Cahiers Internationaux de So­ciologie, París, PUF, Vol. XLVIII, 1970,págs. 37 y ss.

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temáticas y los aspectos de esta ideo­logía son múltiples y variados; eneste artt'culo hemos de centrarnosen el examen de una de sus expre·siones más significativas (en tantoen ella confluyen algunos de lospresupuestos nodaJes del estructura·lismo), a saber, la teoría levi-straussia­na de los "modelos". Como tratare­mos de mostrarlo, cada uno de losdos obstáculos empirista y forma­lista- anteriormente analizados, lejosde ser contradicho o excluido por elotro, está llamado a desempeñar unpapel relativamente autónomo e in­dispensable en la economía de dichaconcepción. Todo sucede como si lalógica de esta ideología exigiera unacoexistencia pacífica entre las dosvariantes de la epistemología idealis­ta, de modo tal de asegurar que cada una de ellas ocupe la posici6ndominante en dos momentos diferen­tes del desarrollo de dicha "teoría".Examinemos ambos momentos y laincidencia que en ellos ejercen elempirismo y el formalismo.

El empirismo: este obstáculo semanifiesta de manera inequívoca enla definición misma de la nociónde modelo y, más precisamente, enel enunciado de las reglas ""e, se­gún Lévi -Strauss, deben ser respe­tadas para construir modelos cientí­ficamente pertinentes. Así, por ejem­plo:

" ... el modelo dese ser constitui­do de manera tal que su funciona­miento pueda dar cuenta de todoslos hechos observados".31

Afirmación que remite (en una no­ta al pie de página) al texto siguien­te de Neumann y Morgenstern:

u ••• La semejanza a la realidades requerida para que el funciona­miento del modelo sea significativo.Pero, habitualmente, esta semajanzapuede ser limitada a algunos aspec­tos considerados esenciales pro tem-pare..." Ubid.)

En términos más explícitos, unmodelo es concebido como el pro­ducto de ooa operación de abstrac­ción que, partiendo del objeto real,debe retener de este último aquellasvariables "esenciales" que posibili­ten una suerte de reproducción ana­lógica (un "simulacro interesado",ef. R. Barthes)32 del fenómeno ana-

31 C. L_¡-5tr..., Anthropoloe. ItNe­

tur"., pie. 30632 Cf. RoI.nd Bat1h., "Ellais eritiGa_" ,P.¡s. 1983, .... 215.

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lizado. Todas las indicaciones me­todológicas sobre este punto reposansobre la base de dos constantes "clá­sicas" del empirismo: a) la dico·tomía entre lo "esencial" y lo "¡ne·sencial", dicotomía concebida comoexistente en lo real mismo; b) la ope­ración de "extracción" (denominada"abstracción") de la esencia real pormedio de la eliminación de los as­pectos "in:?senciales", operación que,para el empirismo, constituye la ta­rea científica por antonomasia.

El formalismo: la etapa que de·semboca en la construcción del mo­delo, a partir de la observación delos hechos y de la aplicación de lasreglas enunciadas, no agota sin em­bargo todos los momentos de lainvestigación estructuralista. En ri­gor, esta primera serie de operacio­nes abre el camino a otra, situadaen un registro diferente: se trata delo que Lévi-Strauss denomina la "ex­perimentaci6n por medio de los mo­delos mismos". Esta segunda etapatiene como objetivo determinar lamanera en que un modelo reaccionacuando es sometido a ciertas modifi­caciones y comparar modelos de igualo de diferente tipo. Lévi-Strauss noes suficientemente explícito en lo quese refiere a las operaciones que re­querin·a ese objetivo. No obstante,es posible poner de manifiesto al­gunos de los supuestos en que sebasa esta "experimentación por me­dio de modelos": para ello, bastacon tener presente otros textos delmismo autor, particularmente aqué­llos que tratan de las relaciones entrelos diferentes niveles (o "estructu­ras") de una sociedad33.

Este problema (que, bajo unaforma implícita y desviada, traduce,deformándola, una de las cuestionescruciales del materialismo histórico:la relación entre "infraestructura"y "superestructura") es abordado porLévi-Strauss en términos de una es­trat.a muy particular: se~n esteautor, el estudio de esas relacionesabriría un amplio programa de in­vestigaciones comparativas, cuya pre­misa fundamental sería el conside­rar al conjunto de dichas estructurascomo un vasto "grupo de transfor­mación" y cuyo objetivo seria ladeterminación de las corresponden-

33 En al milmo c.pítulo XV di l. Anth,o­poi. Suucru,./e. ef... "".'0 IV"Dynlmique soc....: struetu... di ..bar·diNtion", ..... 342 y ••

cias "formales" y no-eorresponden­cias existentes entre ellas. Tal obje­tivo exigiría como condición pre­via que cada "nivel" -estructuraeconómica, sistema de parentesco,lenguaje, mitos, etc.- haya sido obje­to de una formalización lo más ex­haustiva posible y, desde luego, ho­mogénea. Por principio, el estudiocomparativo estaría centrado sobrelas propiedades "Iógicas" de cadaestructura, a partir de la tesis, ex­plícitamente formulada por Lévi­Strauss, de que tanto las "correspon ­dencias" (homologías o isomorfis­mos) como las "contradicciones"descubiertas "pertenecen todas almismo grupo de transformación"34.

El punto de llegada de dichoprograma de investigaci6n formal se­ría la reconstitución de lo que Lévi­Strauss llama el "orden de órdenes",a saber "Ia expresión más abstracta,de las relaciones que mantienen en­tre s,' los niveles en los que elaoíl ¡sis estructural puede ejercerse..." (Anthropologie, pág. 366).

Lévi-Strauss no vincula expl ícita­mente la "experimentación por me­dio de modelos" al análisis del "or­den de órdenes" pero, evidentemen­te, afirmar que en dicho análisis lalIexperimentaci6n" en cuestión estállamada a cumplir un papel funda·mental no constituye por cierto unadeformación de sus puntos de vista.

Ahora bien, ¿cómo encara Lévi­Strauss dicho programa de investi­gación, habida cuenta de las indica­ciones precedentes? Un párrafo delmismo artículo es particularmenteexplícito sobre ese punto:

11 • • • Si se nos concede, en lalínea del pensamiento mismode Marx, que las infraestructuras ylas superestructuras comportan múl­tiples niveles y que existen diversostipos de transformaciones para pasarde una a otro, se admitirá tambiénque es posible, en último análisisy haciendo abstTIICci6n de los con­tenidos, caracterizar a diversos tiposde sociedades por leyes de transfor­maci6n, es decir, por fórmulas queindiquen el número, la potencia, el

34 Levi-8trauu ¡nvac. al mat....ismo hit­torico .... IU.tentBr alta tesis:"EI ju•."ante... lo que ,n11ft8 el ."..ter¡8Iilmo hi.t6rico e.ndo .firma quesiempre. posibI........ por transfor­mci6n, de .. estructura ecGn6ma, ode le estructura de ... relKiOMl lOei..., • 1. .truetura dII dlrecho, dII ~.o de la reU.6n" Ubid., .... 3851.

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sentido y el orden de las torsionesque sería preciso anular, por decirloasí, para reencontrar una relación dehomología ideal (lógicamente y nomoralmente) entre los di ferentes ni­veles estructurados" (lbid., pág. 366,subrayado nuestro).

Basta con llamar la atención sobreesta necesaria "abstracción de loscontenidos", requerida por el análi­sis propuesto, para hacer visible lapresencia del obstáculo formalista.Sin embargo. Ello no es suficiente:nos hemos propuesto mostrar, nosólo la existencia de este obstáculo,sino también su posición dominanteen esta segunda etapa de la investiga­ción estructural ista. Ahora bien, al­gunas de las indicaciones formula­las anteriormente nos proporcionanlos elementos necesarios para con­firmar dicha tesis.

En efecto, seiialamos más arribaque la determinación del "ordende órdenes", como programa de in­vestigación comparativa, se basabaen la premisa de que las propiedadesformales de cada uno de los nivelesestructurados formaban parte de unmismo "grupo de transformación".Es en esa premisa -menos que enel carácter declaradamente "formal"de los análisis propuestos- que re­side lo fundamental del formalismoestrueturalista. Efectivamente esa a­firmación está lejos de ser una simple"hipótesis de trabajo" o una decla­ración sin consecuencias en el planode la investigación estructuralista;se trata por el contrario de una tesisque remite di rectamente a uno de lospostulados básicos del estructuralis­mo lévi-straussiano, a saber, la afir­mación del carácter "universal" (enel sentido' de "común a la especiehumana") del pensamiento lógico.Ese postulado es esencial a la econo­mía de la antropología estructura­lista: no 5610 determina el sentidode los conceptos claves de dichateoría (a saber, los de "estructura"e " inconsciente", así como el de ,.relación entre ambos), sino que tam­bién cumple, en el plano de la inves­tigación misma, un rol capital: elde proporcionar una "garantía" apriori de la pertinencia de las opera­ciones del análisis estructural.

En efecto, el postulado de la uni­versalidad del pensamiento lógicopermite:

a) en prim. IUglr, dejar de ladolos "contenidos" (es decir, en elfondo la especificidad histórica delos procesos que tienen lugar en UN

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formación social, así como la ar­ticulación de esos procesos en el in­terior de una coyuntura) 35 . en efec­to, si una misma "lógica" presidela organización de contenidos diver­sos (cualquiera sean ellos) es legítimoponerlos entre paréntesis para inda­gar las leyes de dicha lógica.

b) en segundo lugar, "saturar"epistemológicamente la ideología es­trueturalista, saliendo al paso a to­da objeción de principio contra susconceptos, sus métodos o sus téc­nicas. Sobre este punto, citemos untexto altamente elocuente:

"En el uso que hacemos del méto­do, se nos acusará sin duda de inter­pretar y de simplificar demasiado...Responderemos. . . a nuestros even­tuales críticos: ¿qué importa? . Yaque si la finalidad última de la an·tropologia es contribuir a un mejorconocimiento del pensamiento obje­tivado y de sus mecanismos, vienea ser lo mismo en definitiva el que,en este libro, el pensamiento de losindígenas sudamericanos tome for­ma bajo la operación del mío, o elmío bajo la operación del suyo.Lo que importa es que el espírituhumano, sin preocuparse por la iden­tidad de sus mensajeros ocasionales,manifieste en él una estructura cadavez más inteligible a medida queprogrese la empresa doblemente re­flexiva de dos pensamientos que ac­túan uno sobre el otro, cualquierade los cuales -aquí uno, allá otro­puede ser la mecha o la chispa decuyo contacto surgirá su común ilu­minación" (Le cru et le cuit, Plan,París, 1964, pág. 21).

Más allá de su forma "Iiteraria"(que, por lo demás, no nos interesa)el sentido de este p'rrafo es claro:la "estructura del espíritu humano"-tal es la fórmula con que Lévi­Strauss designa a menudo dicha "Iógi­ca universal"- garantiza, contra to­das las críticas y refutaciones, lapertinencia profunda de la empresaestructurllista. "Tour de force" for­malista, al que debemos reconocerleal menos un mérito: el de ser incoo­testablemente confortable.

De este breve análisis extraemosdos conclusiones principales:

1) En primer lugar, la confirma--

35 Tal es une de l. razones por l. cu••sno existe en el estNctu,.lismo l6vi-str..s­liano una teoría de complejict.d soci.(ni por lo mi.-no, de al din6mica y ...t,.nsformecion.). ef. E. de Ipoia, a".cit., p6t. &6.

maci6n de lo que habíamos e.....ncia­do en parágrafos anteriores: el em­pirismo y el formalismo, variantesde la epistemología idealista, no seexcluyen ni se contradicen necesa­riamente. Por el contrario, la coexis­tencia de ambos obstáculos es laregla en toda ideología teórica (loque las diferencia es, entre otrascosas, la mayor o menor capacidadde "armonizar" dicha coexistencia;en ese sentido, el estrueturalismoconstituye un caso ejemplar).

2) En segundo lugar, hallarnosalgo nuevo: a saber, que la supera­ción de ambos obstáculos no se lowapor medio de una dosificación equi­librada de empirismo y formalismo.Tal "conciliación" (expresada esque­máticamente por la fórmula: (Sujeto)= (Objeto) = (Verdad) no haría m6sque adicionar los efectos propios decada uno de los mencionados obs­táculos. Si "Sujeto" , "Objeto" y"Verdad" son las categorías funda­doras de la epistemología idealista,nada se logra combinándolas dife­rentemente: hay que cuestionarlasa fin de organizar la intervenciónepistemológica sobre nuevas beses.

0bIdcu10l epistemol6gicos o i.o­logf. teóricas: humanismo e ...toricismo en .. cienci. 1OCi...

Los obstáculos epistemológicos seencarnan en determinadas ideologíasteóricas que refuerzan la capacidaOracionalizadora de dichos obstáculosvinculándolos a las raíces de su de­terminación social a través de suarticulación con las ideologías do·minantes.

En las "ciencias sociales" las ideo­logías teóricas dominantes son elpositivismo y el humanismo hiltOl";'cistll. La primera se caracteriza en loesencial por la afirmación abstrM:tade la Ciencia en general, concebidlcomo a-histórica, y se expresa, entodas sus "versiones" (clísicas o mo­dernas), en una combinación his­tóricamente variable de los obstácu..los epistemológicos expuestos, em­pirismo V formalismo36, bija la do­minación def primero (más acen­tuada en. el positivismo tradicionafque en el "neo-positivismo lógico").En cambio, el humanismo histori­cista tiene efectos espec,'ficos en suintervención en la práctica eientí-

36 V.... Mario Bunga, C~"'.d, Eu­deba, Buenos Aires. 1959.

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fica. No tanto porque constituyaen SI' otro tipo de obstáculos epis­temológico (ya que también, en úl­tima instancia, es una forma de em­pirismo), sino porque su realizaciónen tanto que obstáculo se lleva acabo mediante mecanismos propiosde carácter más complejo, cuyo re­conocimiento y crítica requieren untratamiento especial.

De esta forma, si las ideologíasteóricas "realizan" y racionalizan losobstáculos epistemológicos, son es­tos, en su expresión práctica (e n elinterior de una práctica cient ítica)los que deben ser objeto de inter­vención epistemológica, más que lasdistintas filosofías idealistas cuyo a­nálisis corresponde a una teon'a delas ideologías. Pero, en la medidaen que una de estas filosofías elhumanismo historicista, ocupa unlugar clave en las ciencias socialesy se materializa en obstáculo epis­temológico según un proceso espe­cífico, es necesario determinar cuáles esa especificidad y cuáles susalcances.

lo que caracteriza esta ideologfateórica es una doble afirmación co­rrelativa: 1) no ex isten leyes cien­tíficas sino explicaciones contingen­tes; 2) el único criterio de verdadreside en la práctica y ésta apareceligada a la acción libremente electi­va de los hombres.

Así expresada, su formulación serodea del atractivo de una filosofíaespontánea del pragmat ismo social 3 7 ,

cara tanto a los hombres de negocioscomo a ciertos activistas poi íticos.

Por eso, aunque para algunos re­sulte sorprendente la relación, pareceúti I recordar la más acabada for­mulación de dichas posiciones en lasciencias sociales, las tesis epistemo­lógicas de Max Weber38 , Como sesabe, Weber parte del la necesariadistinción entre "racionalidad de losfines" y "racionalidad de los me­dios", paso previo a la distinciónentre el cientl'fico y el político,y al establecimiento de una neutra­lidad ética de la ciencia confinadaal mero establecimiento de la a­decuación entre medios y fines. Así,mientras que la producción de losfines no puede ser explicada en símisma, puesto que se originan por la

37 Cf. Abraham Kaplan, The Conduct ofInquiry, Chandler Pub' ish ing Co., San Fran­cisco, 1964.

38 el. Max Weber, Essa;s sur la théoriede la science, París, Plan, 1965.

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accton electiva de hombres libres, laciencia pup,da abordar el con(ximien­to de las condiciones de existencia,realización y variación de dichosfines, a partir de la configuraciónsignificativa de conjuntos históricosconcretos. Dichos "conjuntos", o so­ciedades, o épocas, están determina­dos por un contenido social pre­ciso. rJo son pues conceptos, sinorealidades históricas. Tales son lasunidades de anál isis y el objeto dela ciencia al mismo tiempo.

En el intt:rior de dichas situa­ciones pueden establecerse leyes, pe­ro esas leyes son siempre relativasa la sociedad considerada. La razónúltima de proceder de esta forma esel hecho de que el observador formaparte de lo observado y por consi­guiente no puede, en ningún caso,

distanciarse y analizar los funda­mentos explicativos del conjunto enel que está inserto. Puesto que laúnica posibilidad de objetividad re-

lativa (y por tanto de neutralidaddel científico) es la descripción demecanismos internos a una situacióndada, se hace imposible el estable~

cimiento de leyes generales y, tam­bién, la explicación de cómo se ge­neran los procesos de transforma­ción social negadores del orden exis­tente (de ahí, que en el nivel "teóri­ca", la perspecti va weberiana hayasido el sustento justificador del fun­cionalismo: la teort'a del sistema so­cial parte de fines establecidos paraestudiar su organización al nivel delos medios (cf. supra).

De una tal perspectiva surgen "mé­todos" en correspondencia. Se trata,ante todo, de aislar un fenómenohistórico concreto y atribuirle signi­ficación por medio de la imputaciónde determinadas causas a determina­dos efectos, al interior de una red derelaciones sociales históricamente da­das. la herramienta básica de un talmétodo es el tipo ideal, concebidoa la vez como "real idad concreta",en la medida que se parte de obser­vaciones de lo existente, y como"abstracción" puesto que se subra­yan las líneas de fuerza de talesobservaciones con el fin de configu·rar un "caso límite" que sirva depunto de referencia para la compara­ción, ya sea con otros tipos, ya seaen términos del mayor o menoracercamiento de una realidad al tipoestablecido. En la medida en que acada tipo ideal se le atribuye unasignificación en términos de conte-

nido. el análisis consiste en imputara una realidad observada un conteni-:do histórico, de acuerdo con sumayor o menor acercamiento conel tipo ideal referente. Evidentemen­te, la investigación se complica alimputar también las relaciones detos tipos entre sí y los mecanismossociales de producción de los distin­tos tipos (Econonlía y Sociedad estáplagada de ejemplos, al respecto).Ahora bien, para ser coherente conla perspectiva de Weber debe pre­guntarse qué es lo que fundamentala ciencia, como fin en sí. Es de­cir, qué permite afirmar (qué cri­tertos.. .1 que la relación establecidaentre medios y fines en una deter·minada sociedad lo ha sido científi­camente y no según la intenciona­tidad de; actor. Ahora bien, si losfines son inexplicables y productode la acción histórica impredecible,¿puede existir un fundamento obje­tivo para los criterios científicos? .lógicamente, desde su punto de vis­ta, Weber responde con la negativay fundamenta los criterios científi­cos en la creencia subjetiva de lacomunidad científica en cada épocacon respecto a lo que es ciencia.Así, el círculo se cierra sobre símismo: partiendo de la negaciónde la posibilidad de establecer leyescientíficas no contingentes se llegaa negar también la objetividad delanálisis espec{fico de una realidaddeterminada que se hace dependerde los valores de un sector socialdeterminado, llamado "científicos".De ahí la insistencia weberiana en lanecesaria neutralidad ética de dichacomunidad, puesto que si estuvieseligada a determinados intereses so­ciales (por ejemplo, de la clase do­minante) desaparecería la última ba­rrera al subjetivismo generalizado, ala imputación de efectos en funciónde ideologías ancladas en las relacio­nes de poder. Cuando se sabe lafragilidad reconocida de una tal tesis¿de dónde podría surgir una tal neu­tralidad social, por encima de lasclases?), puede concluirse que lalucidez de Max Weber le llevó hastael umbral de una tesis que su posi­ción social le impidió franquear.

En cambio Wright Milis, el másinfluyente weberiano de la sociolo­gía contemporánea, dio ese paso y,en oposición al académicismo em­pirista-formal ista, plantó la banderade la lucha ideológica-política en elcentro de las "ciencias sociales"Pero sus tesis de indudable valor

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poi ít;co, representaron el plantearla lucha contra el cientismo a partirde las posiciones de un humanismoen última instancia idealista. Relea­mos al famosa autodefinición de su

. proyecto intelectual en "La imagina­ción sociológica"39: "Nuestro traba­jo se relaciona continua y estrecha­mente con el plano de la realidadhistórica y con las significacionesde esa realidad para los hombres ymujeres individuales. Nuestro propó­sito es definir esta realidad y defi­nir esas significaciones; en relacióncon ellos se formulan los problemasde la ciencia social clásica. Y este pro­grama exige que busquemos una com­prensión totalmente relativa de lasestructuras sociales que han apareci­do y que existen ahora en la histo­ria del mundo". Es decir, en últimotérmino, no hay transformación algu­na del objeto real (materia primadel conocimiento) en objeto cientí·fico (objeto del conocimiento), seniega todo el alcance general y, enúltimo término, se utiliza como cri­terio su capacidad para convencer,en la práctica, de lo justo de la po­sición sostenida.

En consecuencia, la práctica cien­tífica estará centrada sobre las bio­grafías individuales, la historia delos hechos poi ¡ticos, los grandes pro­blemas del mundo presente. Está cia­ra la seducción de una tal postura,el de las ciencias sociales america­nas, dominadas por la futilidad, eltecnologismo y la burocratizaciónde la investigación. Del mismo mo·do, la proposición según la cual elcentro de la dinámica social es elproblema del poder aparece, (segúnse sabía y según se acepta cadavez más en las ciencias sociales)como condicionando el resto de lascuestiones. Pero se llega a una po­sición poi ¡tica y teóricamente justaa través de un camino espitemo­lógico fundado en un presupuestohumanista, esencialista, sobre la im­posibilidad de un estudio objetivode la social. En la medida en quetal presupuesto se traduce en gestosconcretos de investigación (partir delos acontecimientos, sobrevalorar lomanifiesto, interpretar e imputar, se·gún criterios ideológico-morales, loobservado etc.), se convierte en obs­táculo epistemológico, en una formaparticular de empirismo, que de­forma el desarrollo de una práctica

39 Véase La Imaginación Sociológica,F.C.E., 1959.

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adecuada de materialismo histórico.Así por ejemplo, los mismos supues­tos informan dos corrientes concre­tas de las "ciencias sociales" actuales(cada vez más influyentes, por demás,lo que muestra su capacidad de asi·milación por el establishment acadé­mico): la fenomenología sociológi·co-antropológica4 o y la historia so­cial41 . En la primera el estudioy las observaciones inteligentes quesugieren se justifican en un vitalismoprimario de no "perturbar" las for·mas espontáneas de la vida, con elanál isis "abstracto". La historia so­cial institucionaliza un periodismode alto vuelo en que se combi­nan (con más o menos movilidad)una serie de acontecimientos y undiscurso englobante e interpretativoque util iza los hechos más bien co­mo ilustración de una filosofía so­cial general42 .

En la crítica de tales corrienteshay que distinguir el efecto pol{tico,e incluso teórico, producido por ellaen una coyuntura particular de lasciencias sociales y, por otro lado,la alternativa que tratan d, represen­tar en el interior de la pr~ctica cién­tífica. En el primer plano, está clarosu significado fundamentalmente li·berador en lo poi ítico y purificadoren lo teórico con respecto al am­biente enrarecido y tecnocrático que,aún hoy, reina en las institucionesacadémicas especializadas. Pero lasal ianzas políticas con tales corrientesen la actual coyuntura, no puedendescansar sobre una ambigÜedad enuna aceptación de las posiciones me­tafísicas en que reposan y de susconsecuencias concretas para la prác­tica teórica (consecuencias que, porlo demás, no dejarán de revertir, di­recta o indi rectametne, sobre el pia­no político). Así, la necesaria rup­tura con los términos de la prácticainstitucional dominante para proce­der a un análisis científico de lo socialla reconstrucción del objeto, el pro­ceso de experimentación y de con­trol necesario para producir un co­nocimiento y, sobre todo la, capa­cidad de establecer leyes estructura-

40 Véase en este sentido los trabajos de lacorriente fenomenológica americana ac­tual: Garfinkel, Becker, Goffman, etc.

41 Ampliamente dominante en la "so­ciología latinoamericana".

42 Edgar Morin en Francia, la corriente de"radical sociologists" en Estados Unidos,Fals Borda en América Latina, son ejem·plos típicos. por demás respetables, de tal

les y coyunturales (y de las condiciones de su relación), son impo­sibles sobre la base de las posicio­nes espontaneistas señaladas. Másconcretamente, en ese contexto, de­cir que el "criterio de verdad" re·side, en último término, en la IIprác­tica" (y, como Milis sostiene, en la"capacidad de convencer") es, ensu general ¡dad y en su ambiquedad,falso. Porque, en tal caso, ¿de quépráctica social se habla? Si se su­pone que la expresión concentradade esta última es la práctica políti­ca? , qué quiere decir en el interiorde esta problemática que dicha prác­tica es el criterio de verdad? Estáclaro que no se puede juzgar "acorto plazo". Pero entonces, la quéplazo? ¿y quién juzga? . El triunfo"momentáneo" (a veces 34 años)del fascismo sobre el pueblo noimplica obviamente la verificaciónde sus "teorías" criminales; los erro­res del movimiento obrero no impli­can refutación "por la práctica" delas leyes establecidas en EI Capi­tal, etc.

En ese sentido, nadie mejor queMao Tse- tung, en un texto que datade 1937, ha sabido eláborar las basesde una respuesta correcta a esteproblema. Por cierto, en Acerca dela práctica la producción de COfl()­

cimientos también es indisolubtemen­te ligada a la práctica social y, par­ticularmente, a la práctica poli'tica;pero en el análisis de Mao (cohe­rentemente con la problemática mar·xista-Ieninista a la que prolonga y en­riquece) el "criterio de la práctica"tiene una significación infinitamentemás profunda (y por eso mismomás compleja) que la que poseeen el seno del humanismo historicis­ta; en efecto, si la práctica aparececomo punto de referencia decisivoen todas las etapas del "procesode desarrollo del conocimiento", has·ta con anal izar dichas etapas parahacer ver que dicho "criterio" nosólo no implica, sino que tambiénes absolutamente incompatible contoda forma, incluso sofisticada, depragmatismo teórico. A diferencia dela óptica humanista historicista, laperspectiva maoista no recurre alcriterio de la práctica para abolirlas distinciones y para sumir lasdeterminaciones específicas de cadaproceso en el flujo indiferenciadode un espontaneísmo político-moral(esa "noche en que todos los gatosson pardos"). Para Mao, la prácticaes la "instancia" que pone en rela·

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ción (y no que anula) la especificidadde procesos diferentes; más aún, lapráctica (y principalmente la prác­tica de la lucha de clases) es asimis­mo la "instancia" que promueve (yexige) la diferenciación de dichosprocesos; así, es en función de exi­gencias prácticas que es preciso ope­rar el "salto cualitativo" entre el"conocimiento sensible" que sólo veel lado "aparente" de los hechosy sus aspectos "aislados", al con·cepto, que descubre sus determina­ciones íntimas; y, del concepto, alas conclusiones "lógicamente enca­denadas" (leyes) que dan cuenta dela ligazón interna entre diferentesfenómenos. Pero, al mismo tiempo,todas estas distinciones, que permi­ten comprender la especificidad di­ferencial de cada proceso (y de cadatipo de conocimientos, según la for­ma específica de su producción) ha­llan nuevamente en la práctica sudestinación última:

"la filosofía marxista estima quelo esencial no es comprender las le­yes del mundo objetivo para estaren condiciones de explicarlo, sinoutilizar el conocimiento de esas leyespara transformar activamente el mun­do. . . El marxismo acuerda una

gran importancia a la teoría, únicay justamente porque ella puede serun guía para la acción" .43

Así pues, en el materialismo dia­léctico, el "criterio de la práctica"remite a una problemática materialis­ta de la producción de conocimien­tos que tiene permanentemente encuenta las condiciones y la destina­ción políticas de dicha producción;en modo alguno sirve de justifica­ción apologética y moral a una con­cepción humanista historicista parala cual la historia (y la ciencia de lahistoria) no es sino la puesta enrelación significativa de acciones hu­manas siempre "imprevisibles", pues­to que "libres".

Las consecuencias concretas deese humanismo historicista sobre laprácitca científica son el condenarlaa la crónica descriptiva y al relati­vismo, con el doble resultado si­guiente:

1) en el plano teórico, se obligaa una perpetua oscilación entre elsubjetivismo y el cientismo;

2) en el plano político, dado que

43 Mao Tse Tung. Acerca de la prácticaen Obras escogidtls.

los análisis no pueden hacerse sinopor interpretación de situaciones yacreadas -puesto que se desconocenlas leyes estructurales y coyuntura­les- se carece de instrumentos paraactuar sobre las tendencias estruc·turalmente dominantes en el sentidode su transformación.

Ahora bien, la polémica suscitadapor el humanismo historicista per­mite plantear los dos problemas cla­ves del proceso de producción deconocimientos, a saber: qué cienciay para qué? y cuáles son las con­diciones materiales de ese procesode producción? En efecto, si nohay condiciones generales, metodoló­gicamente fundadas, de la cientifi­cidad en general, pero hayal mismotiempo posibilidad de producir co­nocimiento más allá de la aprecia­ción subjetiva de una situación his­tórica, ¿qué es lo que define a unproceso como producción efectivade conocimientos? Dado que he­mos rechazado la pertienencia de "cri­terios" generales, exteriores a la prác­tica científica, p¡ora calificar el con­tenido de esta última, la respuestasolo puede derivar de un análisis ma­terial ista de sus condiciones de pro­ducción,

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~ EdicionesMI dI I1 Flor

Uruguay 252 . 10 B - Buenos Aires

REVISTADE CIENCIASDE LAEDUCACIONnúmero 9 - mayo de 1973

Contra la escuela, Tomás A. VasconiIdeología y educación, Clotilde YapurEl positivismo pedagógico argentino, Juan CarlosTedescoEl tratamiento psicopedagógico: sus etapas, MaríaArzeno y A. Crespo

Documentos

El programa educativo del Consejo TecnológicoJustida lista.

11 La Reforma educativa chilena: informe sobrela Escuela Nacional Unificada.

Suscripciones: un afio (tres números) 16.00 pesos

Redacción y Mlministraci6n: Cuba 1940, BuenosAires T.E. 781-8443

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UNIVERSIDADCENTRALDE VENEZUELA

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lutIII NulfoSARTRE

La mayor parte de ella obra estAdestinada a analizar las novela y101 cuentos de Sartre. El teatro eapretentado en una Yisi6n ÚIlt6tica,sin concedede el pelO que • le daal resto de la produc:ci6n literariaartrianL Son VIriaI las razonespara baber procedido así. Aunqueparezca ¡wadlVico una de ellas esla coiteza de que el teatro formael IPOrte CleItiYO mú lopado deeste autor; por lo milmo, el quemenoa eaclareclmiento exile: o porbaber lIido comentados extensa­mente, o por no nec:esitarlo tantocomo la novoIfstica.Sea verdad o no, • insiste en elaaperior Yalor de Sartte como d....matullO al comparado con IU COftodici6n de noveliltL Si el incorrec­to el juicio, la prueba en contruiooblip a Yalorar a otro niYel que elhabitual de IU ncmlútica; Ii escierto, • impone entoncel arrojarluz IObre ea 10.. menoa~da de la obra de Sartre para com­prender la ru6n de IU aupueIta1DOdicidM.

lutIII David Gan:f4 B«caINTRODUCCION UTERARIA ALA FILOSOFIAMostrar la unidad de pensamientoprofundo entre rllolOffa y literatu­ra, una wcea patente ya en pri­m~plano,oa.enfurmaim~f~

ta pero .::tuante, constituye elplan e hilo conductor de esta obra.Etquilo, Cicer6n, Evanaeliol, C'"der6n de .. Barca, Goetbe, M.1Jumi, Valery, introducen a la r..IolOfiu de IUI tiempoa o 6pocasbistbricu, a Platón, Ariat6telea,Tomú de Aquino, Su6rez, B......Reideller, sin coñrundine coneDoa; y a la vez ... correspondien­tea rllolOflu. descubren, las ideamOl6f'ica1 de loa literatos, De estemodo la historia de la flIoaoffa yde la literatura quedañn coma.c::ionadu, no puramente de maneraCl'OlIOl6Iica o de eJttema coiDci­deocia de dos, IilIoa o 6pocu, •DO por el trufondo unitario delpensamiento racional.

WillItIm w. hu/mllmlLA POuncA BRlTANICA y LAINDEPENDENCIA DE LA AME­RICA LA11NAEl valor primordial de este docu­mentado trab.;o de an6IilIiI biIt6­rico ba de IQCOntrane en IU 116llante an6liIiI de la política brid­nica de comienzos del liIIo XIX Y101 ..... de ea política encuanto a IUI objetMli en Am6ricaLatinLEn primer ....., ea aoceario recaJ.car que • trata de UD enfOClue denueatnl lucha de independeaciabec:bo • tmá del lente de la poIf.tica bridnica de la 6poca.De esta perticularillld ea~cuenda ineritable el hecho de queKaufmann ROl p ta la ind.,..dencia obtenida en y CNeDtaauma frente • BIpda, DO comouna ftrdIdera IftOIuci)n emanadadel deaanoBo miIIDo de lItot pue­bao.. lino _ biela como una ..IUlbnte de ... compll¡u mot'"ciODII eeon6Jlüco.polfticll de laGno ....... o dicbo de otIam-. ..biu" como .......n lCCi6a a)*lliWdlta del _pedobritúico.

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Acumulación y centralizaciónen la industria argentina

Eugenio GastiazoroEisa Cimillo y Edgardo Lifschitz

Afianzamiento del desarrollismo

Producido el desplazamiento dePerón, se afi rma nuevamente el de­sarrollo del capitalismo por vía mo­nopo!ista y terrateniente, en desme­dro de los postulados de vía au­tónoma. Los sectores dominantesproponen profundizar la vía depen­diente integrándose aún más al im­perialismo. Los sectores de burguesíaagraria e industrial no monopolis­ta, en su mayoría sólo ven como laúnica vía posible de "desarrollo"y procuran amoldarse al proceso de­sa rroll ista. 1

La burguesía monopolista y terra­teniente, los sectores dominantes dela clase explotadora local, en fun­ción de sus necesidades de lograrun rápido crecimiento económico-que asegure su dominio de clasey su proyección al ámbito latino­americano-, conciben la llamada es­trategia desarrollista. Esta estrategia,que tiene como objetivo un desarro­llo acelerado de las fuerzas produc­tivas que por s í mismos estos sec­tores no podían asegurar, tiene comocomponente fundamental la entra­da de capital extranjero al país,que es convocado a participar comoasociado en este plan de 11 gran po­tencia" .

la burguesía no monopolista ca­rente de un proyecto alternativo-por falta de bases materiales y po­Iíticas-, trató de amoldarse a la

1 La posición de la CGE, previa a la caídade Perón es ejemplificativa al respecto:"La evolución del balance de pa~s, yacomentada, seftala el hecho de que conlos saldos provenientes de los rubros co­rrientes no será posible atender las necesi­dades de inversión que la econom ía argen­tina tiene para mantener un ritmo deprogreso creciente e inten$O. Es, por lotanto, necesario fomentar el ingreso decapital extranjero en la medida en que nose puede hacer frente a las necesidadescon las disponibilidades del país". Confe­deración General Económica. Informe Eco­nómico, 1955.

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estrategia desarroll ista que ~ de teneréxito, püdía permitirle un ciertodesarrollo, aunque más no fuera demanera subordinada a la burguesíamonopolista y al capital monopo­lista internacional.

A partir de octubre de 1955comienzan a desarmarse las "defen­sas" colocadas por el gobierno pe­ronista en el sector externo. Se or­dena la liquidación del IAPI, y, conla incorporación de la Argentina alFondo Monetario Internacional, seelimina la política de cambios dife­renciados y se denuncian los acuer­dos bilaterales de comercio (trans­formándose en deuda financiera loscompromisos que, de conformidada dichos convenios, debían ser cu­biertos con exportaciones).

La nueva poi ítica de cambios, a lavez que trae una disminución en lasexportaciones, provoca un mayor en­deudamiento con el exterior. Las em­presas que antes contaban con divi­sas a tipos de cambio relativamentebaratos, aunque no pudieran com­prar todo lo que deseaban del exte­rior, ahora se ven compelidas a pa­gar precios mayores y, en consecuen­cia, a endeudarse más con sus pro­veedores.

Comparativamente, los preciosmayoristas de los bienes importadoscrecen hasta 1960, en relación a1954, en 671 %, mientras que losprecios mayoristas de bienes nacio­nales aumentan un 491 0 /0. Como lademanda de los bienes importadosno responde negativamente al aumen­to de precios, dada la imprescindi­bilidad de la mayor parte de losmismos para la continuidad del pro­ceso productivo interno, las empre­sas no tienen otra alternativa querecurrir a préstamos del exterior,creándose una situación favorablepara aquéllas que pueden lograrlosen condiciones ventajosas y ensan­chándose el camino que conduce a ladesnacional ización.

La implementación en forma más

acabada de la estrategia desarroll ista,se da a partir de 1958 con el ascen­so de Frondizi al gobierno. En tér­minos globales, para favorecer alconjunto de la clase capitalista yacrecentar su fuente de acumulación,se acentúa la disminución de la par­ticipación del conjunto de los asala­riados en el producto interno, através de una drástica reducción delsalario real.

Para 1958, el porcentaje que re­presenta el total de salarios y sueldospagados, en el ingreso nacional, hacaído del 45,60/0 (en 1954) al 43,3%. Esta tendencia recibe un im­pulso adicional durante el gobiernofrondicista, cayendo dicha participa­ción al 37,80/0 en 1959, y mante­niéndose en ese nivel de ahí enadelante aunque con altibajos.

El mecanismo de traslacióti haciala clase capitalista, que de por síes discriminatorio contra los secto­res donde impera una mayor concu­rrencia, reside básicamente en permi­tir el aumento de los precios, con­trolando los salarios para que noaumenten al mismo ritmo. Por ejem­plo, en 1959, el salario real caecasi en un 300 /0 a través del aumen­to del costo de la vida en un pro­medio del 1130 /0 mientras el pro­medio de salarios nominales subíaescasamente un 500 /0.

Como la clave de la estrategia desa­rrollista consiste en la expansión delcapital monopolista y terrateniente,la gran movilización de recursos in­ternos se orienta hacia estos sectores.

Para impulsar la vía terratenientede desarrollo del capitalismo en elcampo, el frondicismo recurre a laliberal ización de los arrendamientosy, fundamentalmente, a créditos gi-gantescos y desgr avaciones imposi·tivas para los planteles vacunos juntoa la mecanización y tractorizacióndel agro. También se favorece rela­tivamente a los precios agropecua­rios en el conjunto de la economía:mientras los precios mayoristas de

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productos agropecuarios crecen en­tre 1954 y 1960 en el 531 %,

los no agropecuarios aumentan el381 0 /0.

y para impulsar la vía monopo­lista de desarrollo del capitalismoindustrial se recurre a ventajas detodo tipo para la inversión, fu n­damentalmetne la extranjera, a travésde la deval uación del peso, ventajascrediticias e impositivas y una le­gislación de fomento.

La entrada de capital extranjeroes estimulada por todos los medíos.Con ella se espera avanzar en el pro­ceso de sustitución de importacio­nes en aquellas ramas para las queexiste una demanda interna insatis·fecha, debido a la restricción en lacapacidad de importar, y agravadapor la disminución de las exporta­ciones argentinas.

El carácter de este proceso sus­titutivo, centrado ahora en la pro-ducción de bienes que requieren unatecnología más avanzada, en mo-mentos en que se carecl'a de una ba­se tecnológica interna lo suficien­temente amplia y de una burguesíalocal capaz de desarrollarla rápida­mente, hace de estos sectores uncampo fértil para la intromisión delcapital monopolista internacional.

Diversas condiciones concurren aavalar la decisión del capital ex­tranjero de ingresar al país. El mer­cado interno preexistente, las ba­rreras aduaneras proteccionistas, laposibilidad de revalorizar maquina­rias y equipos obsoletos para el nivelde desarrollo de los países impe­rialistas, la accesibilidad a los recur­sos internos a través del crédito,una posición oligopólica que lespermite el manejo de mercados yprecios, etc., son elementos que,unidos a las garant ías poi íticas queles ofrece el gobierno de Frondizia través de la Ley de Radicacionesy de Promoción Industrial (amplialibertad en el uso de divisas paragirar al exterior y posibilidad irres­tricta de repatriar el capital, franqui­cias aduaneras e impositivas, avalesdel Estado para obtener créditos,etc.) le permiten al capital mono­polista internacional obtener y ase­gurar una alta tasa de ganancia.

La legislación frondicista

La Ley de Radicaciones en 1958satisface alnpiiamente -al no esta~

blecer ningún tipo de regulación so­bre el giro de beneficios Y repa-

lOS LIBROS, Junio - Julio de 1973

triación del capital- las exigenciasdel capital extranjero. Más aún, ase­gura que todas las operaciones decambio relacionadas con las radica­ciones se canalizarán por mercadolibre, garantizando divisas aún cuan­do la situación económica del paísimpusiera la necesidad de estable­cer controles para su utilización.

Esta falta de regulación en elmovimiento de fondos permite queJX>steriromente, y con mayor agu­deza en los momentos críticos, losgiros de utilidades y de capital pro­voquen serios desequilibrios en elbalance de pagos, desnaturalizándoseasí el objetivo postulado por la leyde "equilibrar el balance de pagos".

Es interesante comparar esta Leycon la Que le antecedió, la de 1953,Que también se proponía legislarsobre la radicación de capitales ex­tranjeros. En ella se establecían, aligual que en la de 1958, ventajaspara dicha radicación; por ejemplo,la introducción libre de impuestosde maquinarias, equipos y otros bie­nes vinculados a la misma.

A diferencia de la ley de 1958,la ley de 1953 intentaba controlarla radicación efectiva del capital ex­tranjero, imponiendo restricciones algiro de dividendos a la repatriacióndel capital. Así, un capital que in­gresaba al pa ís para acogerse a losbeneficios de la ley podía reciénal cabo de dos años remitir utilida­des al exterior, siempre y cuandoéstas no superaran el 80 /0 del capi­tal originariamente invertido. Si sehubieran reinvertido utilidades quegozaban del derecho de ser giradas,ese porcentaje se aplicaba tambiénsobre el incremento de capital co­rrespondiente a las mismas.

Las utilidades que excedían dichotope, así como las que pudiendo sertransferidas no se registraban comocapital de propiedad extranjera, nopodfan girarse ni acumularse al capi-tal originario a los efectos de compu­tar sobre ellas -las util idades- lasutilidades pasibles de ser remitidasal exterior o del capital que podíaser objeto de repatriación.

También la repatriación estaba su­jeta a limitaciones. Sólo se permi­tía al cabo de diez años de la ra­dicación y gradualmente en cuotasque iban del 100/0 al 200 /0 anual,siempre que no se afectara el normalfuncionamiento de la planta. El mon­to de capital que podía repatriarseestaba constituido por el capital ori­ginario, incrementado por las utili-

dades que pudiendo girarse se hu­bieran reinvertido. Pero las utilida­des que excedían el porcentaje es­tablecido por la ley, y el capital quese formara en base a las mismas,"quedarán definitivamente naciona­lizados y no podrán ser transferidosal exterior bajo ningún concepto".

Otras limitaciones pesaban sobreel giro de utilidades y la repatr;a­ción del capital: 1) la radicaciónquedaba registrada en moneda na­cional a los precios que regían almomento de despacho a plaza; 2)sólo se podían efectuar con fondospropios de la empresa, impidiéndoseasí el uso de financiamiento inter­no -bancario o extra-bancario- pa­ra estos fines.

A juzgar por sus resultados, comoya dijimos, esta ley no satisfizo alcapital monopolista. De ahí la ne·cesidad de la ley 14780 en 1958.

Esta última establece, además, quelas inversiones que ingresan comoradicaciones se pueden acoger a lasleyes vigentes regulando disminucio­nes o excensiones de derechos adua-neros, regímenes impositivos y cam­biarios, tratamiento crediticio e in­clusión en el régimen más favorablede fomento y defensa de la indus­tria.

Unos días después de la sanciónde la ley 14780 se sanciona la ley14781, de Promoción Industrial, que,de acuerdo a lo manifestado en losantecedentes enviados al Congresopor el Poder Ejecutivo, tiene el pro­pósito de evitar una situación de¡nequidad para la industria nacional,dada la sanción de la ley de radica..ciones de capital extranje ro.

Como los decretos a que da origenesta ley favorece a las ramas dondese producen las radicaciones, talescomo petroqu ímica, celulosa, side­rurgia, etc.; en realidad son sóloellas las que se benefician adicio­nalmente en relación a las empresasnacionales que no tienen posibilidadde acceso a esas ramas.

Si bien en 1959 se libera derecargos la importación de bienes decapital, la desigualdad entre las em­presas nacionales y las que se radica­ron persiste en lo referente a la im­portacion de insumos, situación quese agudiza ante el aumento generalde los impuestos a la importaciónde los mismos. La liberación derecargos sólo rige para las ramaspromocionadas, en las que predo­mi na el capital extranjero.

Es así que el régimen de Promo-

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ción Industrial (ley 14781 y decretosreglamentarios) puede ser calificadocon justeza, en función del tipo deindustria que benefició, como "re­gimen de promoción del capital ex­tranjero".

Un elemento no despreciable esla sujeci6n de los inversionistas a lasleyes vigentes en el país. La leyde 1953 lo establece específica yreiteradamente. No así la de 1958,que sólo habla de garantías y dere­chos de los inversionistas extranje­ros, equiparándolos a los naciona­les, pero sin especificar en ningúnmomento que tengan que sometersea las leyes nacionales en cuanto aobligaciones, o del sometimiento delas empresas radicadas a las leyesnacionales. De esto no encontramosni una palabra, y es posible que deesa forma se haya querido dejar laspuertas abiertas para la firma de "a­cuerdos de garant (a" (del tipo quese afirmó con la Agencia para elDesarrollo Internacional del gobier­no de los Estados Unidos, por elque el gobierno nacional garantizaa los inversores norteamericanos ladisponibilidad de divisas para todassus operaciones, aún cuando se es­tableciera el control de cambios)o para que los "radicadores" puedansometer a sus "socios nacionales"al arbitraje internacional en caso deconfl ictos.

Algunos efectos de las radicaciones

Existiendo condiciones económi­cas favorables y una legislación queaseguraba su predominio, el capitalmonopolista avanzó rápidamente ensus posiciones en el mercado inter­no. Esto sobre todo se refleja en lasramas más concentradas de la in­dustria, que son las más modernas dela economía argentina, donde el capi­tal extranjero controla lo decisivode la producción. Para 1963, porejemplo, las empresas extranjerascontrolan el 95,20/0 de neumáticos,el 720/0 de hilados y fibras sintéticasy artificiales, el 85% de vehículosy automotores, a el 87,7 010 detractores y el 78,0 % de petroquí­mica pesada.

Al contrario de lo que podríasuponerse al ver la importancia queadquiere el capital de propiedad ex­tranjera en el contexto de la indus­tria argentina, esto no implicó unaafluencia extraordinaria de recursosdel exterior. Esto es por cuanto,en funci6n de sus meyores benefi-

cias, el capital extranjero procurócanalizar en su provecho los recur­sos internos preexistentes, y basarlo decisivo de su acumulación en laexplotación de la mano de obraargentina y en la apropiación, porvía de precios de monopolio, delmáximo posible del excedente gene­rado en el conjunto del sistema capi­talista de explotación.

Lo que decimos puede apreciarseclaral'Te nte si tenemos en cuentaque el total de los recursos prove­nientes del exterior a través de radi­caciones, sólo representó un 0,70 /0

del total del producto interno, en elperíodo de mayores radicaciones, en­tre 1958 y 1962. Y que en elperíodo 1963-68 sólo sign~ficaron

el 0,1 0 /0 del producto bruto inter­no.

Las leyes de radicación de capita­les que se dictan a partir de 1958,determinaron pedidos de radicaciónque llegan a 407 millones de dólaresentre 1958 y 1964, que es el pera'odomás significativo en cuanto a lainversión extranjera. En el períodoinmediato siguiente, 1964-68, las au­torizaciones sólo alalnzan a 136 mi­lIones de dólares.

Respecto del primer período, unaencuesta de Fabriocaciones Militaresa aquellas empresas que solicitaronautori zaciones para radi car , revelaque el monto ingresado efectivamen­te al país es de 175,3 millonesde dólares; monto muy inferior a losolicitado.

Los egresos por dividendos dedichas empresas en el período, as­ciende a 113,6 millones de dólares,lo que representa el 65% del ingre­so efectuado por las empresas acogi­das a las leyes de radicación. Si bienesta remisión de utilidades al exte­rior es la computada en las empre­sas encuestadas, que pocll'an existiro no previamente a la radicación,no deja de ser significativo que en ellapso transcurrido entre 1958 y 1964la entrada real de capita I es casicompensada por la salidad de divi­dendos, prueba elocuente de la es­casa contribución del capital externoal proceso de acumulación. Estose agrava con la salida de beneficiosque van al exterior encubiertos comopago de regalt'as por el uso de marcasy patentes de propiedad extranjera.

La tendencia observada en esteperíodo -que la entrada de capitalpuede ser compensada por la salidade beneficios- no es necesariamen­te una tendencia inevitable, sino que

está regida por la relación entrelas posibilidades de ampliación de lasganancias que tiene el capital mono­polista en el país, y las que tieneen otros países. Ello detern'ina quela posibilidad de reinvertir sus bene­ficios está supeditada a las oscilacio­nes en la tasa de ganancia a nivelmundial; luego, en virtud de dichasoscilaciones, la plusvalía generadainternamente y apropiada por el ca­pital extranjero puede emigrar o noal exterior. En nuestro caso, comoveremos luego, y debido a las restric·ciones del mercado interno determi ..nadas por el predominio de la pro·piedad terrateniente y monopolista,la reinversión es sumamente baja enrelación al potencial de acumulación,girándose gran parte de la plusvah'aal exterior bajo la forma de utilida­des, dividendos, regalías, etc., apar­te de las remesas por servicios finan­cieros que implica el creciente en­deudamiento externo de nuestra eco­nomía.

Otro elemento interesante que sur­ge de la encuesta de FabricacionesMilitares son los montos de insumosimportados originados en las inver­siones directas que ingresan en elmismo lapso: éstos se elevan a 559,6millones de dólares. Esta cifra -muysuperior a la de las radicaciones­permite aseverar que el capital mo­nopolista, a más de dominar lasramas industriales más dinámicas,-que permiten una mayor apropia-ción de plusvaUa interna por vía delos precios de monopolio- realizaen el mercado interno y mediante elcomercio exterior parte de su pro­ducción en el pea's imperialista, laque ingresa a nuestro país libre derecargos aduaneros (romo ya vimos;'

Esto no implica necesariamenteuna tendencia a mantener ese ritmode importación de insumos en todaslas ramas, dado que evidentementese ha efectuado en algunas de ellas-oomo automotores- una progresi­va integración del proceso producti­vo, con lo que los insumos impor­tados tienden a perder peso relativo.

La dependencia que se establececon la sustitución de importacionesen base a la incorporación de capi­tal extranjero, aumenta la centrali­zación más sofisticada que la de lasimple venta de insumos. Esta de­pendencia pasa por el control de losprocesos t80l0lógicos más avanzadc.y el afianzamiento de su monopolioen la estructura productiva interna.

La encuesta de Fabricaciones Mi-

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litares confirma lo que sosten íamosrespecto al hecho de que las inver­siones extranjeras se dirigen a ramasprácticamente nuevas en el país -lasmás promocionadas- como ser quí­mica y petroquímica, automotores,minería y tractores.

En automotores, a pesar del bajomonto efecitvamente radicado (33millones de dólares), para fines de1964 ya se encontraban instaladastodas las empresas. Esto demuestrala posibilidad que tuvieron esas em­presas de obtener recursos internospara su funcionamiento en formamás o menos inmediata.

Estas empresas, que son el ejede la política sustitutiva de importa­ciones del período, han remitido PI­ra fines de 1964, 52,3 millones dedólares en concepto de beneficios;ello equivale al 1580 /0 de lo efecti­vamente radicado por las mismasen el período 1958-64 y al 460/0 deltotal de las remesas efectuadas enel pen'odo por las empresas autori­zadas a radicarse. Automotores estambién la rama que más insumosimportados tuvo en el período, losque ascienden a 396,1 millones dedólares, o sea el 70,80/0 del totalde insumos importados bajo el regi­men promocional de radicaciones.

En el caso de química y petro­química, donde las inversioens sonde una maduración más lenta, elefectivo radicado es superior, y losinsumos importados (asl' como lasremesas al exterior) recién adqui­rirán importancia en el período pos­terior. Es así que en el período1958-64, los insumas importados poréstas escasamente alcanzan los ~millones de dólares, en tanto que en1970 ascienden a los 200 millonesde dólares.

En ramas como neumáticos, ali­mentos y bebidas; madera y papelQJrtón, cuya radicación es práetiQJ­mente nula -entre las tres no lle-gan a sumar 6,5 millones de dólares­adquieren gran importancia las reme­sas de utilidades que superan los:l) millones de dólares en el pere'odoestudiado. 2

El origen de las inversiones ex-tranjeras refleja en nuestro país, al

2 por otra parte, las empresas ex tranjerasabultan su radicación-inflando los preciosde los b,enes que ingresan- a los efectos dejustificar sus ganancias extraordinarias porrazones impositivas V políticas, V de asegu­rarse una mayor disponibilidad de divisasen la eventualidad de tener que repatriarcapital.

LOS LIBROS, Junio - Julio de 1973

igual que a nivel mundial, el cbmi­nio hegemónico del capital mono­polista norteamericano. El capitalinglés, que predomina casi totalmen­te en nuestro paa's a principio desiglo, va perdiendo paulatinamenteimportancia. En 1955 sólo participadel 21 0 /0 del total del capital ex­tranjero en el país, en tanto que el31 0 /0 del mismo era de origen nor­teamericano. En el período 1958-64,el 700 /0 de las inversiones autori za­das son de origen nortearmricano,y menos del 60 /0 proviene del ReinoUnido.

La importancia que asume el ca­pital de propiedad de empresas nor­teamericanas radicadas en el país, jus­tifica tomar su evolución como indi­cativa de lo que sucede con el con­junto de las inversiones extranjeras.

En el período 1957-69, el valorde los activos de las empresas nor­teamericanas radicadas en el paíspasó de 333 a 1.244 millones dedólares. Este incremento se producepor un ingreso neto de capital de524 millones de dólares, más lareinversión de utilidades equivalen­tes a 387 millones de dólares. Sinembargo se remitieron al exterior,en concepto de utilidades, 649 mi­llones de dólares en este período.

Todo lo visto hasta aquí, nos per­mite aseverar que el estudio de lasautorizaciones y radicaciones de QJ­pital efectivamente real izadas ofreceuna gran limitación para compren­der la importancia real de la pro­piedad del capital monopolista in­ternacional en el país. Esto, puesel grueso de los recursos lo obtieneninternamente aumentando su parti­cipación en el excedente.

Generación del excedente

la Argentina acelera su indus­trialización en la década de los añossesenta. Esto, como todo procesoque profundi za el desarrollo de lasrelaciones capitalistas de producci6n-aunque se dé dentro del marco dedeformación y dependencia que ca­racteriza las mismas en nuestro país-,neva a un acrecentamiento en elgrado de concentración y centrali­zación del capital.

El punto clave para entender esteproceso es la acúmulación del capi­tal, la cual descansa en la venta dela fuerza de trabajo por parte de laclase obrera a la clase de los capi­talistas. la capacidad del obrero decrear un valor superior al valor de su

propia fuerza de trabajo, permiteque se genere un excedente, que esapropiado por el capitalista. Esteexcedente no es otra cosa que laplusval ía. La conversión de ésta encapital, es decir su inversion, cons­tituye la acumulación. Entonces, laacumulación queda defi nida comola masa de plusval e'a que el capitalista,añade al proceso productivo, Y labase de la acumulación es la explo­tación de la fuerza de trabajo.

La clase capitalista puede incre­mentar de diferentes modos la masade plusvalía extraída, según comoinviertan la plusvalía. El modo mássimple, sin modificar sustancialmen­te las condiciones de producción,consiste en contratar un mayor nú-mero de obreros, los que puestos atrabajar proporcionarán al capitalis­ta una masa mayor de plusvalía sus­ceptible de volver a invertirse, aae­centándose asa' la acumulación del ca­pital. Este modo de acumulación-con ser importante en determina­dos momentos h istóricos- no es elmás caraeteri'stico del sistema capi­talista, por las limitaciones que impo­ne a la tasa de ganancia la disminu­ción del ejército de reserva. Enton­ces adquieren importancia determi­nante los métodos de intensifica­ción de la explotación de la fuerzade trabajo vinculados al aumento desu capacidad productiva, que permi­ten, en determinadas condiciones,aumentar la tasa de plusvalía.

En el caso concreto de nuestropaís, el modo de acumulación vin­vulado a una contratación crecientede mano de obra, es más caracterís­tico del período anterior al que ana­lizamos, es decir del período pero­nista. De manera global, en ese pe­ríodo, la fuente de una masa deplusvalía incrementada estuvo oons­tituida fundamentalmente por unaaeciente absorción de mano de obraasalariada. En el perl'odo actual, alcontrario, también de manera g10bllla acumulaci6n no se ha apoyadoen una expansión del empleo demano de obra sino fundamentalmen­te en un mayor grado de explota­ción de la misma3 . En este período,

3 La fuente de acumu 'ación del C8Pitalen nuestro país, en este período a pesar dela intensidad que esta acumulacioo tomaen las ramas Uextranjeras", no es - comoya se ha expuesto- consecuencia di ungran aporte de capital que ingresa del exte­rior. La acumulación _ dió c.i exclusive­mente invirtiendo pausva' ía ganeradl porla clase obrera argentina.

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la acumulación se apoya en un au­mento en la intensidad y en la capa­cidad productiva del trabajo, ope­rando con un creciente ejército dereserva como garant ía de la super­explotación.

Este método de acumulación, conser el dominante, no es el únicoa que se apeló en este período.Es característico de los sectores don­de predomina el capital monopolis­ta, en tanto que otros métodos -co­mo la prolongación de la jornadade trabajo, el pago a la fuerza detrabajo por debajo de su valor, etc.-,han sido dominantes entre los secto­res de la burguesía mediana y menor,que no pueden acceder a los méto­dos más modernos de producción.

La modificación de la tasa deexplotación que se logra mediante elaumento en la capacidad productivadel trabajo -llamada plusval ía rela­tiva-, fawrece a la clase capitalistaen su conjunto. Pero los capitalistasdisponen individualmente. de mét~

dos para lograr incrementar la tasade explotación mediante el creci­miento diferencial de la productivi­dad, que es lo que llamaremos plus­val ía extraordinaria. Este método seorigina cuando una o algunas em­presas pertenecientes a una mismarama logran, mediante un incremen­to de la productividad, diferenciarsedel resto y producir las mercanca'asen cuestión a un valor unitario in­ferior al valor medio existente enla rama.

Este método de aurne ntar la tasade explotación adquiere una caracte­rística temporaria cuando las em­presas se mueven en un marco con­currencial pues las innovaciones tec­nológiQls que permitieron esas pro­ductividades diferencí ales tienden aser adoptadas por el resto de los ca­pitalistas de la rama. Pero cuando,oomo en el caso argentino, la com­petencia pierde su carácter concu­rrencial, y en una rama subsistenempresas con diversos grados de con­centración, ese aumento en la tasade explotación tiende a perpetuarse.

Es en estos casos cuando las em­presas menos desarrolladas de la ra­mi echan mano a otros métodospara restablecer su cuota de e xplo­tación: la disminución del salarioreal, pagando a la fuerza de trabajopor debajo de su valor, e incluso elaumento de las horas trabajadas porsus obreros sin modificar el salario

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diario. Esto permite al sector de laburguesía mediana y Illenor elevar sutasa de explotación, sin que hayarazón alguna para que se elimi­ne -como en el caso de concurren­cia- la mayor tasa de explotaciónlograda por vía del aumento de laproductividad en las empresas mono­pólicas.

Asl', en cierta manera, la mayorplusvalt'a que otorga la "eficiencia"del monopolio se mantiene, ya quelas empresas ineficientes imponena sus obreros un mayor tiempo detrabajo no remunerado, procurandomantener e incluso incrementar sutasa de explotación según lo permi­tan las condiciones del mercado de lafuerza de trabajo. Por qué las em­presas rezagadas tecnológicamentepueden apelar a este medio para au­mentar su tasa de explotación? ¿Quées lo que permite que esta situaciónse mantenga por períodos prolonga­dos en nuestro pal's?

la desocupación fenómeno incre­mentado en la actual etapa en nues­tro país por las razones que vere­mos luego, enfrenta al obrero conla difícil disyuntiva de tener quevender su fuerza de trabajo a unprecio menara umorirse de hambre".Esta situación permite a las empresasmenos productivas, que además sonlas de menor dimensión, contratar ala mano de obra marginal, que en sumayort'a no está agremiada, o cuandolo está carece de fuerza de negocia­ción, tanto por su condición comopor la "poca preocupación" que lamayorfa de las direcciones sindica­les evidencian sobre su situación.El obrero se somete así a condicio­nes 'leoninas, aferrándose al únicomedio que tiene para subsistir, apor­tando más horas de trabajo pararedondear un salario igual e inclusoinferior al salario medio. De estamanera genera un mayor valor exce­dente, que es lo que permite re­producir, y a veces ampliar, el capi­tal de las empresas menos produc­tivas-que son las que pertenecen a laburguesla mediana y menor-,a la vezque rTIIntener la plusvah'a extraordi­naria de que se apropia el capta Imonopolista, que es quien controlalas empresas más productivas.

Este recurso de la bur~esía me­diana y menor de reducir drástica­mente los salarios y forzar el in­cremento de las horas trabajadas,no se observa -generalmente- enlas grandes empresas. Estas empresasno recurren comúnmente a ello, pri-

llEro por razones técnicas, determi­nadas por turnos fijos de trabajoy por la especialidad del mismo, ysegundo porque la mano de obraque ocupan, por las mismas condi­ciones de producción que llevan a suconrentración, tiene una fuerza denegociación muy superior a la de losobreros de las empresas menos con­centradas.

Tcxfo esto explica cómo, en elcaso concreto de nuestra economt'a,de la que es propia la tendenciaa la progresiva oligopolización de losmercados con el desarrollo del ca­pitalismo, la obtención de la plus­vall'a extraordinaria, además de per­der su carácter temporario, tiendea recrearse conti nuamente. Esto su­cede en aquellas ramas donde elcapital monopolista -nacional o in­ternacional- coexiste con empresasque tienen un nivel tecnológico in­ferior, y por lo tanto ca pacidadmenor para equiparar sus productivi­dades a la de aquél.

En las ramas donde la competen­cia se da entre lipa res", es deci rlas ramas donde hay oligopolio conprescindencia de empresas de rmnormagnitud no existe la posibilidad demantener la plusval ía extraordina­ria. Lo cual no significa que nopuedan aumentar su masa de plusva­lI'a, ya que pueden recurrir a la in~

tensificación del trabajo o benefi­ciarse con el mecanismo general dela plusvalt'a relativa.

Es importante destacar que loque decimos sobre variaciones en latasa de plusvalía ante el aumento enla productividad, es válido para com­parar empresas de una misma rama,pero no lo es cuando se trata decomparar distintas ramas entre sí.Puesto que no ne~sariamente lasrarms que han desarrollado una ma­yor capacidad productiva del trabajotienen una tasa de explotación ma­yor que las ramas menos productivas.Esto no excluye que las primerasestén en mejores condiciones que lasotras para aumentar su tasa de ex­plotación, por ejemplo intensifican­do el trabajo sin aumentar propor­cionalmente el salari04 ; pero aquí

4 En la Argentina se emplean métodospara incrementar la intensidad, que vandesde la aceteraci6n de las cintas deproducción hasta el estricto contr~ deltiempo que emplea el obrero. En esto lasempresas monopolistas pueden empleartécnicas más sofisticadas que no están alalcance de la pequeña y mediana empresa.

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j tares sOnO e(.A,l

1 velntlU)lO SlgoUn ..fuerzo editorial sin precedent..,donde en 14 volúmenes de bolsillo, seofreeer6 al público latinoamericano unaver.lón fiel de la obra máxima del pen­.amlento universal.La magnitud del trabajo .ólo pudo serpotlble por haberse contado con la co­laboración decidida de nuestras entl­actes hermana. de México y Espaftaque, Junto a nosotros, coedltar6n la nue­va edición en ..paftol de e.ta nuevatraducción de la obra cumbre de KarlMarx.

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nos encontramos con un aumento enla tasa de plusvah'a que no está aso­ciado al aumento en la productivi­dad.

Plusvalía relativa

La clase capitalista en su conjuntopuede aumentar la tasa de plusvall'amediante el incremento de la capa­cidad productiva del trabajo, es decir,obtener una plusvala'a relativa dismi­nuyendo el tiempo social medio ne­msario para reproducir la fuerza detrabajo. Esto se logra aumentandola productividad de las ramas queproducen medios de subsistencia, locual implica una disminución del va·lar de la fuerza de trabajo, porquedesciende el valor de las mercancíasoonsumidas por la clase obrera.

Asa' la clase capitalista puede de­sembolsar un capital variable menor,sin que se afecte la masa de valorgenerada por la fuerza de trabajoque ella contrata. El aumento enla tasa de explotación que originase debe a que la masa de valor ge­nerada por el trabajo del obrerono se altera, pero disminuye la ma­sa de valor desti nada a retribuir aesa fuerza de trabajo. De este modoaumenta la relación entre el trabajoexcedente y el trabajo necesario, esdecir aumenta la tasa de plusvalía.

Si observamos el caso argentino,y comparamos la evolución del sala­rio real de los obreros productivoscon la productividad de las ramas queproducen los bienes que entran enla canasta de consumo obrero, vemosque la brecha que separa a ambosha aumentado, y -por lo tanto­ha aumentado la tasa de explotaciónde la clase obrera en su conjunto. 5

El caso argentino, además de pre­sentar esta tendencia inherente almodo de producción capitalista, pre­senta un fenómeno poco usual, ladisminución por pert'odos prolonga­dos del salario real percibido por lamayon'a de los obreros. Esto estádado especialmente por la disminu­ción de los salarios reales que seopera en las ramas y empresas me­nos monopolizadas, facilitada por ladesocupación. Esta desocupación, co­mo veremos luego, tiene sus causasen el tipo de desarrollo del país,en el proceso de centralización mo-

5 En el periodo 1953~3, mientras laproductividad de esas ramas crece un 42 %

los salarios reales aumentan un 19 % (sa­larios de obreros productivos).

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nopolista en condiciones de depen­dencia del imperialismo.6

Esta situación anómala -porqueel salario real no puede bajar "ineternum~'- nos indica que -en el pe­ríodo de análisis- el reforzamientode la centralización y acumulacióndel capital no sólo se logró apelandoa los métodos usuales que utiliza elcapital para extraer la mayor masade plusvalía posible, sino que se pagóa la fuerza de trabajo, a la claseobrera argentina, incluso por debajodel valor que percibi'a anteriormentecomo salario real.

Entonces, si en este proceso ve­mos que el capital monopolista ex·tranjero en su mayor parte, es el queobtuvo una posición relativa superioren la centralización -como se veráen detalle más adelante- es correctodeducir que es él quien se apropióde la proporción mayor de la masade plusvalfa producida por la claseobrera del país. Esta afirmación nocontradice el hecho de que es enlas ramas que domina el capital im­perialista donde los obreros perci­bieron mejores salarios y obtuvieronmayores aumentos.

Como mencionamos más arriba,no podemos determinar con certezacuál es la rama que explota más a susobreros, cuál es la que extrae una ta­sa superior de plusvalt'a, porque ésta-que se expresa en valor- apareceoscurecida en la superficie de lasrelaciones económicas, donde no apa­recen valores sino precios, y éstos,

6 El aumento de la plusvalía relativa,disminuyendo el salario real por períodosprolongados, se dio con un gran aumentoen los salarios nominales, puesto que seutilizó la inflaci6n como un mecanismode superexplotaci6n, que a la vez permit íadesplazar temporariamente las tensionessociales que este proceso agudiza conti­nuamente. El tipo de desarrollo de nuestropaís, profundizado en las últimas dosdécadas, al generar u n numeroso ejércitode reserva, ha permitido a la clase capita­lista en su conjunto quebrar -en términosreales- el aumento de salarios nominalesa través de "reajustes" de precios, lIelJtndoincluso a anular totalmente o tambiénsobrecompensar los aumentos de salarios.Por eso, en los últimos aftos, los aumentosde precios y salarios da como resultadouna disminución, en promedio, del salarioreal.

7 Pero, a los efectos de anal izar la tasade explotación, nada importa el desvío ge­neral de los precios respecto de los valoresde las mercane ías, puesto que esto s610afecta la redistribución de la p'usval íaentre los sectores ex plotadores. Por ejemplosi la productividad aumenta en las indus­trias productoras de bienes de consumo

al igual que la tasa de ganancia, ocul­tan el movimiento real. 7

Pero sí podem>s afirmar que eneste pen'odo la acumulación de ca­pitales -sin ser demasiado significa­tiva por lo que demostraremos másadelante- no se basó en el aumentode la dotación de la fuerza de traba­jo en los sectores productivos, sinoen la intensificación en el grado deexplotación de la fuerza de trabajo.

Distribución de la plusvalía

Para la comprensión de las leyesque regulan la acumulación capitalis­ta, es crucial el estudio de los meca­nismos que operan la distribuciónde la plusvalt'a en el seno de lasclases explotadoras. Aqu í nos re­feriremos a las transferencias que serealizan entre los sectores produc­tivos y, fundamentalmente, en elámbito de la industria manufactu­rera -sobre la que centramos elanálisis de este trabajo- aunque és­tas no se agotan en los sectores querealizan la extracción de la plusva­Ifa.8

En general, la distribución de laplusvalía está determinada por lasleyes de funcionamiento del modode producción capitalista, cuya rTlI­

nifestación visible son las distintasformas de mercado en que se cor-

obrero y los precios no descienden, asícomo tampoco descienden los salarios entérminos reales, el incremento de la tasade explotación igual se habrá registrado.Porque en este caso lo que se da es unaredistribuci6n de la plusval ia incrementadaen el seno de la burguesía a favor de loscapitalistas de las industrias productorasde bienes de consumo obrero.

8 Aparte de la distribuci6n de la plusva­lía que se opera en el seno de la clase ca­pitalista entre los distintos sectores querealizan la extracción de la misma, seapropian de parte de ella los sectoresimproductivos (o sea, aquellos que noextraen plusvalía). La existencia del Esta­do (comprendiendotodo el aparato poi ítico-administrativo que asegura el manteni­miento de la sociedad capitalista), de lospropietarios territoriales (en tanto recibans610 renta de la tierra) y el desglosamientode ciertas funciones del capital (comercio,f ¡nanzas) que se corporizan en individuoso entidades jurídicamente distintas, haceque éstos participen de la masa de plusva­lía generada en el proceso productivo porser poseedores de parte del capital social.Esto ocurre dentro de las fronteras delpaís. Esta distribuci6n se completa con latransferencia de plusvalía al exterior, a laque nos referiremos más adelante. Y la mis­ma también condiCiona el ritmo de aeu·mulaci6n en los sectores productivos.

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porizan las relaciones de distribu­ción.

Cuando predomina el regimen con-currencial, la nivelación de la tasade ganancia que se establece entrelas distintas ramas, impone transfe­rencias de plusvalfa de las ramas demenor composición orgánica hacia lasde mayor composición orgánica; elloa los efectos de satisfacer la condi­ción de que cada capitalista searetribuido en función de su capital de­sembolsado.

En cambio, cuando se trata demercados de carácter 01 igopól ico,con restricciones al libre desplaza­miento de capitales entre ramas, seproduce un des VI'o de las t ransfe­rencias de plusvale'a hacia aquellossectores en los que predomina elmonopolio.

El proceso de concentración delos medios de producción que provo­ca el desarrollo capitalista, y la cen­tralización de la propiedad del capitalresultante de la lucha competitiva,crean las condiciones que obstaculi­zan al libre desplazamiento de capita­les entre ramas, deviniendo los mer­cados concurrenciales en oligopálicos.

Este desarrollo de las formas demercado es el que caracteriza lahistoria del <AJpitalisrno en Europaoccidental y Estados Unidos, perono es el que se registró en la Ar­gentina. En nuestro pafs, la exis­tencia de sectores monopólicos nose debe a un desarrollo autónomo,sino que es consecuenci a de la pre­sencia del capital monopolista in­ternacional que se inserta en la eco­nomía nacional con su estructuraoligopálica, y coexiste junto a sec­tores donde priman las formas concu­rrenciales.

Vamos a toma r el caso de nues-tro país, a partir de 1953, parademostrar esta afirmación. Tomamosel año 1953 con el fin de no ex­cluir lo que viene dado del períodoperonista -y además, por existir uncenso industrial en el cual nos ba­samos-, aunque el proceso comien­za a adquirir sus características másdefinidas a partir de 1958.

Ya en 1953, y a pesar del desa­rrollo de ramas compuestas porempresas medianas y pequeñas pro­ducido durante el período peronis­ta, ramas que se desenvuelven enmercados altamente competitivos, lasramas oligopólicas tenían una im­pOrtancia considerable. Esto se con·firma con el análisis de los datosdel censo industrial de 1953:

LOS LIBROS, Junio - Julio de 1973

Altamenteconcentradas 33

Medianamenteroncent radas 25

Escasamenteconcentradas 36

Subtotal 94

(En porcentajes. El subtotal sig­nifica la exclusión de 100 ramas yde la industria artesanal, que equi­vale al 60/0 del valor de producción.Cada una de las di visiones se refierea ocho empresas dentro de cadarama)9.

El proceso de inserción del capi­tal monopolista internacional, causade la creciente oligopolización que seproducirá en la estructura industrial,comienza -como dijimos- a adqui­rir rasgos específicos a partir de1958. La inserción y la oligopoliza­ción se profundizan por la transferen­cia de plusvalía que se opera me­diante variaciones en los precios re­lativos y a través de la capacidadde acceso a las fuentes de financia­miento interno. La base para estaprofundización la proporciona el mo­nopolio tecnológico que detentanlas burguesías imperialistas.

Tranferencia de plusvalía a travésde l. relaciones de intercambio

Las variaciones de precios rela­tivos que producen transferenciasinterindustriales, se explican a partirde las características oligopólicas delmercado. Estas características se agu­dizan a partir de la incorporaciónde inversiones extranjeras realízadasbajo el regimen de radicaciones (ley14780 de 1958).

A través de estas inversiones seva generando una diferenciación tec­nol6gica entre las empresas de unamisma rama, o bien entre ramascuya producción puede ser susti­tuible10. Esta diferenciación tealo­lógica, que generalmente está aso­ciada con un tamaflo de planta que

9 Tomado de "la concentraci6n en laindustria manufacturera argentina, período1953-63". Conade, 1971.

10 La tecnología que aportan, con sersuperior a la existente en el país, nonecesariamente es la más avanzada del paísimperialista. Más aún, muchas de éstasradicaciones evitan, la desvalorizaci6n delcapital que sobrevendr ía de permaneceren el pais imperialista, donde el ritmo deobsolencia es mayor.

hace inaccesible a capitales media-·nos o pequeños abordar su produc­ción, es la base del oligopolio.

El capital monopolista interna­cional y la burguesía monopolistanativa que, como vimos, se aglutinaen las ramas donde mayor es la oli­gopolízación, logran ventajas a travésde las diferencias de productividadresultantes de su dominio tecnoló­gico respecto de las empresas y raemas donde actúa la burguesía me­diana y menor.

El sector monopolista es el quecanaliza hacia sí la mayor masa deplus val ía generada por la explotaciónde la fuerza de trabajo del país,independientemente de que la hayaextraído o no de la mano de obraque ocupa.

Hemos dicho que uno de losmecanismos de traslación consisteen las variaciones de los preciosrelativos -es decir, en la relaciónde intercambio- que el capital mo­nopoIista puede hacer actuar en sufavo r, dada su capacidad para ins­trumentar una política de precios.

Pero aún cuando no se puedaapreciar ningún cambio significativoen la relación de precios, este meca­nismo de traslación de plusvalía si­gue subsistiendo en tanto la diferen­cia entre productividad y preciosde una rama sea superior a la mismabrecha en otra rama. Porque como elvalor disminuye en funci6n del au­mento de la capacidad productivadel trabajo, si se mantiene inaltera­do el precio de la mercancía se pro­duce una transferencia de plusvalía-a traws de la relación de inter­cambio- de las ramas donde la bre­cha entre productividad y precioses menor hacia las ramas donde estabrecha es mayor.

Así es como los sectores oligo­palizadas usufructúan la plusvalía ex..traída a sus propios obreros y se apro­pian a su vez, de parte de la que ex­trae la burguesía no monopolista. Enlos casos en que existe oligopolio di-ferenciado -un sector monopolis­ta y empresas competitivas dentrode la misma rama- el capital mo­nopolista agrega a su favor la plus­valía extraordinaria, como otra f~n­

te de aaAmulación (de acuerdo con loexplicado anteriormente).

los sectores 01 igopol izados pue­den instrumentar polfticas de preciosde manera de incrementar el volumende los fondos acumulables y de ex­pandir participaci6n en el mercado.En las ramas donde sólo hay un

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pequeño número de grandes empre­sas, éstas generalmente recurren aacuerdos de precios, como es el casode automotores, neumáticos o ciga­rrillos. En cambio, en las ramas don­de las empresas monopolistas com­piten con empresas medianas y me­nores, su poi ítica puede ser de el i­minación o no de estas empresas,según resulte conveniente a los finesde la acumulación.

A continuación, introducimos, conla finalidad de comprobar lo ante­rior una serie de ejemplos:

a) En la industria petroqut'mica,a la que se le asigna por ley el apro­visionamiento de insumos internosa precios promocionales y de insu­mos importados libres de recargo,vernos la participación de dos sec­tores bien diferenciados: la petro­química pesada y la liviana, ambasoligopólicas y con elevado controldel capital extranjero.

En la petrOQuímica pesada, ochoempresas controlaban, en 1963, el65,1 0 /0 del valor de producción dela rama, y en la liviana, otras 9empresas controlaban el 95,40 /0. 11

El oontrol del capital extranjero enel valor de producción de estas ramasera del 42,80/012 y del 72,90 /0respectivamente -para el mismo año1963.

La industria petroqut'mica pesadaprovee materias primas para la in­dustria de laminación y artículosplásticos, cuyo mercado adquiere ca­racterísticas bastante competitivas.Estas ramas -constituidas en su ma­yoría por capital de origen nacionalde dimensión mediana- se desarro­llan a la sombra de la incorporaciónde la petroquímica pesada en el país

11 Con respecto a la petroqu ¡mica pesada,vemos en el censo industrial que esta ramaincluye tanto la petroQu ím¡ca pesada comoa la industria de laminación de plásticos,lo que determina que esta participación estésubvaluada. Esta rama, caracterizada comooligopólica, abarca un universo de hasta40 empresas, de las cuales sólo 5 están enla industria de petroqu ámica pesada real­mente; el resto está en la industria delaminación de plásticos. Este dato tienevigencia actualmente pues el número deempresas que están en la primera no semodifica; en cambio, aumentaron los es­tablecimientos de la industria de lamina­ción de plástico.

12 Por las razones apuntadas -nota 1­la participación del capital ex tranjero tam­bién está sulwaluada. De las 5 empresas dela industria petroqu ímica pesada, 4 sontotalmente extranjeras, y en la restantehay participación de este capital.

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(en la rama de art ículos plásticos,8 empresas controlan el 32,50 /0 delvalor de la producción, y la partici­pación del capital extranjero equivalea un 0,30 /0).

La evolución de las productivida­des de ambas ramas favorece am­pliamente a la petroquímica pesada,y además, los precios de ésta cre­cen a un ritmo mayor que los de laindustria plástica (laminación y ar­tículos plásticos). La diferente evo­lución de los precios de esta últimacon respecto a los de sus insumos,implica un drenaje de plusvalía ha­cia la petroquímica pesada. De estaforma, la industria plástica, que am­plía su mercado sustituyendo pro­ductos de ramas tradicionales -cue­ro, hojalata, etc.- ve limitada suexpansión.

b) La petroqua'mica liviana brindaotro ejemplo de la implementaciónde poh'ticas de precios por parte delmonopolio. En este caso, nos en­contramos con dos situaciones; poruna parte, una política de preciosagresiva en función de la lucha com­petitiva; por otra parte, una poi íticade precios como mecanismo detransferencia de plusvalía.

En la primera situación la petro­química liviana compite con los pro­ductores de hilados de algodón ylana, pero cuenta a su favor con elhecho de que en esta rama (queincluye parte de tejidos) la estruc­tura del mercado es de oligopoliodiferenciado: por un lado, grandesempresas y por otro establecimien­tos medianos y pequeños.

Ambos compiten en el suminis­tro de materias primas a la industriade tejido textil. En este caso, la pe­troqut'mica liviana -hilado sintéti­co- busca la eliminación de la com­petencia. A este fin se dirige supolítica de precios; los precios desus productos aume ntan en 170,1en el período 1953-63 (base 1960=100) en tanto que los precios dehilados de lana y algodón aumentan.en 106,2 durante el mismo período.

Sin embargo, el aumento de Rfe·cios por sí mismo no es significativo;la importancia -a los efectos de po­der afrontar la lucha competitiva­reside en la diferencia entre las pro­ductividades y los precios de ambasramas. De tal modo, en hilados sin­tét icos, aún cuando sus precios cre­cen a un ritmo menor, se produceun incremento de la productividaden términos absolutos de 341,3 fren·te a un incremento de 37,3 para

los hilados de algodon durante érmismo período.

Esta competencia determinó laeliminación de las empresas de me­nor dimensión y, además, la retrac­ción de algunas grandes empresas queoperan en hilados de lana y algodón.Pero su efecto no se detiene aquí,sino que recae asimismo sobre losproductores de lana y algodón, aldisminuir la demanda de su produc­ción.

En el caso de la producción al­godonera, los minifundios base de lamisma, no pueden compensar la dis­minución de su ingreso con el au­mento de los rendi mientas. Estose debe a que las características mo­nopálicas de su comercialización-Bunge y Born, principal comercia­lizador, se desempeña a la vez comocapitalista comercial en el algodón ycomo monopolista en la industria dehilados de algodón y tejidos textiles­determinan una disminución de pre­cios.

La provincia del Charo vive unasituación crítica que lleva a la dis­minución del área sembrada, a unareducción del salario de los peonesrecolectores de algodón, y a un éxo.­do de los obreros rurales y de loscampesinos pobres que se desplazanhacia el litoral a engrosar el ejércitode reserva.

Esta lucha por imponer su domi­nio en el mercado no impide, deningún modo al capital monopo­lista que actúa en la rama hiladossintéticos, apropiarse de plusvalt'a delos capitalistas de la rama a la queprovee: la industria de tejidos. Deesta manera, ya nos encontramos enla segunda situación descripta al co­mienzo: polftica de precios comomecanismo de transferencia de plus­valía.

Esta rama -tejidos- es otro casotípico de oligopolio diferenciado: allado de grandes empresas pululanuna multitud de pequeños estable­cimentos que son impotentes paraimplantar una política de precios,dada la competencia existente entreellos.

Dado que la reconversión técnica,necesaria para pasar de la producciónde tejidos de algodón a la de sinté­ticos, no es demasiado compleja,estos pequeños establecimientos in­sumen ambos productos. Esta si­tuación beneficia por igual al capitalmonopolista que está en las dos ra­mas: a los de hilados sintéticos por­que la competencia en el mercado de

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tejidos les permite apropiarse de laplusvalía extraída por las burguesíasno monopolistas a sus obreros; alas grandes efT1)resas textiles algodo­neras por la existencia, en su rarnJ,de pequeños competidores a los cua­les pueden restar beneficios. Las ra­zones de ello están en que:

1) el precio de los productos tex­tiles debe cubrir los costos de pro­ducción para permitir la subsistenciade la pequeña empresa. Pero la dife­rencia de productividades entre lasgrandes y las pequeñas empresas, da alas primeras la posibilidad de obteneruna plusvalía extraordinaria debida almecanismo que hemos descripto

2) la existencia de pequeños alpi­talistas de la rama de tejidos, que nocuentan con suficiente capital cir­culante para comprar materias pri­mas, y que trabajan para las grandesempresas textiles proveyéndolas dehilas y percibiendo a alrrilio tejidosque luego comercializan con su pro­ducción.

Aquí la transferencia de plusvalíano se produa! por la relación deintercambio, entre dos ramas dis­tintas, sino entre empresas de unamisma rama, a través de la produc­ción del mismo producto. lo que su-cede, es que la gran empresa textilcumple la función de capital comer­cial en esta relación.

Ahora bien, la expropiación deplusvalía a que es sometida la bur­guesía no monopolista, hace queésta sólo pueda lograr una reproduc­ción simple de capital descansandoen la superexplotación de la fuerzade trabajo que contrata.

Pero la posibilidad de apropia­ción de plusvalía de la gran em­presa textí I no se agota aquí: ellole permite transferir la crisis querepresentó la aparición del sintéticoen el mercado interno. Esta posibili­dad se origina en la existencia deun mercado altamente competitivoen la rama confecciones, a la queabastece. Los talleres de confeccio­nes, al no poder absorber el aumen­to de precios de textiles con un au­mento en su productividad, lo tras­lada a los precios de sus productos.

Esta traslación de precios afectaal salario real de la clase obrera demanera tal que, unido a la desocu­pación del período, obliga a la re­tracción de la demanda de estos pro­ductos y brinda una explicación delimportante lugar que ocupa esta ra­ma en el total de quebrantos.

Hemos visto cómo, analizando una

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sola rama de las que experimentanla entrada del capital monopolista-petroquímica-, se verifica el afian­zamento de la burguesía monopo­lista nacional e internacional. Es­te proceso también ejemplifica oomola burguesía textil, que fue uno delos pilares del crecimiento industrialen la época peronista, pierde baseeconómica y poder político pararestaurar las oondiciones de la épocapasada.

c) en la rama de cigarri lIos y hari­na, tenemos otros ejemplos de tras·lación de plusvalía por medio deloontro I de precios.

En el primer caso, se expolia a loscampesinos minifundistas de las pro­vincias tabacaleras, que no logranoompensar mediante el aumento desus rendimientos la disminución enel precio del tabaco, impuesto porla política monopolista de las em­presas que están en la rama decigarri Ilos.

En el segundo -harina-, la bur­guesía monopolista de la rama harinaopera de modo similar a la de lasgrandes empresas textiles. No hayun monopolio absoluto, sino un gru·po de grandes molinos harineros (los8 mayores controlan el 58,50 /0 delvalor de la producción) y el restode la rama son molinos de escasadimensión. Esta burguesía ejerce supoder tanto en el sector al quecompra sus insumos (productores tri­gueros) como con quienes compransus productos (panadería, fideos) ,quienes se encuentran en un régimenconcurrencial. No es tan importantela evolución de los precios de estossectores, -todos aumentan en pro­porción similar- sino las diferen­cias de productividad favorables ala rama harinera. Esta situación lespermite apropiarse de plusvalía dela burguesía de ambos sectores ycontribuir a la disminuci6n del sa­lario real.

Todos estos ejemplos, nos permi­ten demostrar la dirección que siguela transferencia de plusvalía dentrodel sector industrial. La burguesíamonopolista -fundamentalmente ra­dicada a las ramas a las que se incor­pora en 1958- expropia a través delas diferencias de precios y producti·vidad, parte de la plusval ía que laburguesía no monopolista extrae asu fuerza de trabajo, disminuyen­do así la capacidad de acumularde ésta y aumentando, inversamen­te, la correspondiente al capital mo­nopolista.

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CORTAZAR:entre la elipsisy el círculo

JGrge Rivera

Julio Cortázar,libro de Manuel.Ed. Sudamericana, Bs~As~ 1973.

1. Susana "Ia previsora" pega no­ticias en diversos idiomas para con­feccionar el "1 ibro de lectura" de suhijo Manuel.. Se dedica a este proyec­to de "alfabetización todavía remo­ta" (r~anuel gatea) y a "militar" conun grupo de franceses y exiliadoslatinoamericanos que planea el raptode un "personaje importante" d~

paso por Par (s. Los recortes y lasperipecias del grupo convergen y seintegr an a diversas alturas del relato,e inclusive -por decisión de uno delos protagonlstas- el discurso ficticioque las expone pasa a formar partedel "Iibro" de .Manuel como un"material de lectura" más (lo queplantea unas relaciones de denota­ci6n-connotaci6n sumamente com­plejas y abre, al mismo tiempo, unanueva dirección al proyecto pedagó­gico de Susana).

2. Libro de Manuel retoma laslíneas básicas de Rayuela, la idea yaexpl icitada del bricolage y del len­guaje segundo que reflexiona sobreun lenguaje-objeto, el problema de laubicaci6n del narrador dentro delrelato (que aquí se resuelve mediantela adici6n de puntos de vista), lacuesti6n de los límites que imponeel lenguaje (resuelta en unos casoscomo mera reducci6n nominalista yen otros como desmontaje del auto­matismo y del papel represivo yalie­nante del lenguaje normativo), elpeso que adquiere -como mecanis­mo compositivo- la evocaci6n delpasado y la reversibilidad del tiempo,la densa presencia de ciertos elemen·tos mnemónicos u on(ricos, conver­tidos en motivadores y organizadoresdel relato, el manejo de la causalidady la forma en que se propone rompercon las ideas de jerarquizaci6n, demediatizaci6n, de selección (pasar"de una esquina a una cama" sinexperimentar cambios), los juegos

lingüísticos (la jerga de Lonstein),los recursos tipográficos, etc.

3. Cortázar vuelve a reflexionar,como en Rayuela, sobre los mecanis­mos y la organización riel texto. Pue­de afirmarse, inclusive, que gran partedel libro es un trabajo circular sobresu génesis y desarrollo, que pareceproponerse como desfetichizaci6n dela producci6n intelectual, de la lectu­ra automatizada y "confortadora".

La historia real de la producción,repito, está integrada a la novela co­mo trabajo textual y como trama, yen este sen Hdo Cortázar se inscribeen la secuiar tradición de quienesproblematizaron (como Cervantes,Sterne o Joyce) ciertas "convencio·nes" y "tópicos" del género para"rearmar" la novela y crear "10 nue·vo". Con la salvedad de que Cortázarparece confiar excesivamente en la"partenogénesis literaria" (como di­ría Gramsci) y en cierta medida s610problemat:za lo novel ístico en unplano puramente superestructural (apartir del peso prestigiador de fuen­tes, modelos e influencias y de ciertaconcepción idealista y enmascaradorade la autonomía del campo), mien­tras que para construir "10 nuevo",poi el contrario, estos grandes crea­dores tL'vieron en cuenta el espacioliterario específico (con sus tradicio­nes y exigencias internas) y la con­vergencia "fecundante" sobre dichoespacio de la Historia y de las rela­ciones sociales, con todo lo que estaconvergencia supone en cuanto atransformaci6n valorativa de los ma­teriales literarios y semánticos y encuanto a dinamizaci6n de la imagendel mundo.

4. CU¡'.ldo Cortázar habla, por suparte, de la atormentada "convergen­cia" de lo testimonial y lo imagina­rio, de la nli/itancia y la literaturapura, reintroduce categor(as ya supe­radas por la misma práctica de laliteratura, y nos revela, fundamental­mente, su tendencia a cuestionar 'y adejar al mismo tiempo sin respuestaintegradora, como puede sospecharsecon fundadas razones, una visi6nradicalmente dicot6mica de la litera­tura y de la realidad: real/fantástico,lógico/anaI6gico, racional/irracional,testimonial/imaginario, información/ficción, París/Buenos Aires, lenguajepoético/lenguaje enunciativo, etc.

5. Al elegir la línea de los recortes(especialmente al apelar a los testi­monios sobre torturas a militantes,que es donde suponemos que se"juega" su propio compromiso) Cor·

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tázar se coloca notoriamente en lacorriente de problematización deldiscurso narrativo y de la funciónque cumple la literatura, abonadapor autores que integran al texto lapropia experiencia de lucha, el testi­monio, lo documental, etc., como elMailer de Los ejércitos de la noche,el Weiss de Ermittlung o el Walsh deOperaci6n Masacre y tQuién mat6 aRosendo?

Pero en su caso -con el Libro deManuel a la vista- es legítimo pre­guntarse si esta apelación a lo testi­monial no termina por convertirseen una nueva "vuelta de tuerca" dela literatura, en un movimiento quetransforma en literatura a uno de losdiscursos de la realidad, sin aportariluminaciones que encuadren, ampli­fiquen o profundicen su dramáticosignificado.

Es evidente que Cortázar descubreuna nueva e importante flexión na­rrativa al incorporar a su libro elcorpus testimonial de los recortesperiodísticos, pero all í se detiene.Donde otros descubren medios paraestructurar un discurso alejado de lasconvenciones "genéricas" y de losfetiches literarios congelados, unaherramienta para construir formas deefectiva e inédita militancia revolu­cionaria a través de la literatura y enla literatura, él sólo parece percibirun aliado en su ya anacrónica batallacontra cierta concepción de la narra­tiva burguesa.

6. Tampoco se percibe en Librode Manuel, en el plano ideológicomás explícito, una transformaciónsustancial con respecto a viejos pro­yectos cortazarianos, tal como apa­recen enunciados, por ejemplo, enartículos como Irracionalismo y efi­cacia (1.949), Situaci6n de la novela(1950), Para una poética (1964), etc.

Lejos de encauzar su pensamientopor vías y direcciones más actuales,que recojan el trabajo histórico eideológico y el movimiento mismode la realidad cotidiana latinoameri­cana, lo explicitado reproduce, esen­cialmente, la añeja y descontextuali­zada budinera surrealista de una re­voluci6n total en la que se amalga­men las perspectivas de Marx (trans­formar el mundo) y Rimbaud (cam­biar la vida), la búsqueda de transfor­maciones en las relaciones económi­Co-sociales que rigen a la sociedad y,al mismo tiempo, la ruptura de lasviejas estructuras de pensamiento, elcambio de la imagen del mundo, ensuma.

LOS LIBROS, Junio - Julio de 1973

Explicitación que también puedeconsiderarse anacrónica, en la medidaen que esta problemática -con diver­sa fortuna, por cierto- ya formaparte tanto de la reflexi ón poi ítica,de la producción ideológica y artísti­ca, etc., como de múltiples aspectosde la vida cotidiana.

7. Sin embargo, pensadas las cosasen los términos "universales" y "fi­nalistas" de Libro de Manuel, laexperiencia histórica parece demos­trarle obviamente a Cortázar -comoen su momento a los surrealistas­un cierto desfasaje revolucionario (dekarma provocado por la burocratiza­ción) que se objetiva en la supervi­vencia de las represivas estructurasde pensamiento del "hombre viejo".

Frente a este aparente karma dela Revolución, Libro de Manuel erigesu versión de la propuesta reordena­dora del "hombre nuevo", una ver­sión que promulga la transformaciónpoética del hombre, la vigencia deciertas formas de conocimiento ana­lógico, la instauración de un huma­nismo no atom(stico basado en laplena realización del juego, la con­templación estética y el erotismo,capaz de decapitar una concepci6nbasada exclusivamente en los impul­sos destructivo-represivos y destina­da, en última instancia, a consolidarla reificación del mundo humano.

En Libro de Manuel la propuestase objetiva a través de dos caminosatípicos: el acto-provocación y laracionalización de zonas generalmen­te reprimidas o castradas. As( comolas acciones "gratuitas" y los "escán­dalos" dada(stas del grupo de exilia­dos parisienses tienden a mostrar lasposibilidades "Iúdicas" e "imaginati­vas" de una supuesta militancia (conun sentido muy prejuiciosamente"especializado" de lo imaginativo),la apolog(a onanista de Lonsteinlegitima la existencia de zonas pro­fundas, reflota los "ogros" liminalesy pone en evidencia la carga declandestinidad que el hombre arras­trará consigo a la Revolución. Pun­tualiza, fundamentalmente, la nece­sidad de concebir a ésta como unhecho totalizador, capaz de actuarsobre el conjunto de las realidadespsicológicas del hombre. De ahí eltemo r, reiteradamente manifestado,a esa burocratizIJCi6n revolucionariaque comienza por instaurar represio­nes eróticas, estéticas y psicol6gicas,y consecuentemente la necesidad detender " puentes" a través de una

pedagogía con signo cambiado (comola que propone Libro de Maooel).

8. Resulta imposible no estar deacuerdo, en líneas generales, porqueuna Revolución incapaz de promoveresa profunda rehumanizaci6n integra­dora no sería, en verdad, más que unnuevo motivo de escándalo. De acuer­do, pero con la objeci6n central deque en este proyecto la prácticarevolucionaria de las masas y de lamilitancia (que es una verdad históri­ca y un camino ineludible) es reem­plazada por la acción del vidente,como si la alienación y la reificacióndel "hombre viejo" fuesen sólo una"desventura del espíritu" necesitadade ciertos exorcismos, y no unaconsecuencia objetiva de las relacio­nes que se verifican en la sociedad; yla observación complementaria deque, por añadidura, la propuesta delvidente no hace más que evidenciar-como residuo del paso de Cortázarpor la ideología elitista y privilegia­dora de Sur y como clave de suspropias contradicciones ideol6gicas­una poética en gran medida metaf(­sica, arquetípica y ritualista, fundadaen una añeja filosof(a romántica dellenguaje (que prescinde de los debi­dos encuadramientos gnoseol6gicos,semánticos y sociológicos) y en unaantropología colonizadora que des­deña la fundamental unidad del pen­samiento humano y que sus propioscreadores se encargaron de rectificarhace tiempo, al redefinir críticamen­te muchos de los conceptos y catego­rías que Cortázar incorpora con me­nos cautela a su discurso (cfr. LucienLévy-Bruhl, Camets, 1949).

9. Acaso debamos preguntarnostambién si las frecuentes interroga­ciones sobre el porvenir de la Revo­lución (sobre su resultado final comoIIforma intemporal de la sociedadhumana") no la reducen a términosescatológicos, si esta cavilosa indaga­ción "finalista" no reimplanta, ca".tradictoriamente, una suerte de pen­samientoarcaico que reflexiona sobrelas propiedades y circunstancias deesa Edad de Oro colocada en el futu­ro, y omite el carácter dialéctico einagotable del desarrollo histórico o,lo que es más grave, el carácter actualy los términos concretos de esa luchaen América Latina.

10. Así las cosas, la espiral anun­ciada ·por Cortázar con la apariciónde 62 y con la tan difundida "madu­ración" de su proyecto ideológico seconvierte, a causa de Libro de MIl­nuel, en un módico círculo virtuoso.

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MALDONADO:el diseño todopoderoso

JaiDle Zapata

Tomás MaldonadoAmbiente humano e ideologíaEdiciones Nueva Visión, Buenos Aires1972.

El último libro de Maldonadoeditado entre nosotros sefiala la in­tersección de dos trayectorias: porun lado la del autor, en sus líneasfundamentales crecida sobre los pun­tos de partida que conocimos enlos primeros trabajos que llegaronde su etapa europea. Por el otrolado la traza errática de una polémi­ca confusa y aún no saldada, en laque nos debatimos los diseftadoresargentinos. Y aunque resulte para­dójico, sin aportar, el libro permitemedir los avances que hemos realiza­do. S~rgidos de un nudo común,de una casi identidad, la confron­tación actual nos indica que quedaninnumerables problemas para resolverpero que también es mucho lo des­pejado y que, entre las cosas quehemos dejado atrás figura el pensa­miento de Tomás Maldonado.

Para comprenderlo cabalmente de­bemos recordar que fue el héroemítico de una generación de arqui­tectos y disefiadores que personaliza­mos en él una visión positiva deldisefto y su práctica: su brillante ca­rrera en los círculos del diseoo in-

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ternacional, el haberse constituidoen heredero intelectual de la Bau­haus, sus polémicas intervencionesen el leSI D, nos afirmaban. Maldona­do nos recordaba desde Ulm que notodo estaba perdido y que era posiblesostener un combativo optimisllDsobre el alcance y posibilidades de latarea del diseñador. Pero tan im­portante como el punto terminal desu ascenso era la trayectoria intelec·tual que lo había conducido allí.Aproximado a los problemas deldiseño desde una particularidad -pin­tor abstraeto- volcado luego al di­seño industrial por opción de moder­nidad, culminaba interesándose en elcampo más vasto del diseño ambien­tal. Sus pasos materializaban un ca­mino intelectual, copiosamente com­partido, en el que, generalizacio­nes cada vez más amplias, nos em­pujaban desde el diseño de objetos deuso o desde el diseño arquitectó­nico, a plantearnos los problemasdel ambiente total en que se desa­rrolla la vida humana.

Hoy, diez afias después, el agota­miento intelectual de Maldonado,sintetizado en su último libro, nosconfirma la endeblez de aquella es­calada hacia la generalización queconduela del disefk> de las partesa la necesidad de diseñar el mundo.Su falacia resid ía en desarrollarse

como un movimiento interior al di­seño; había surgido como respuestaa problemas descubiertos desde eldis"ño y que se solucionarían a tra­vés de él. Orden o Desorden era ladramática alternativa de nuestro tiem­po y sólo nosotros estabamos en con­diciones de proponer una salida,dediseñar un mundo mejor.

Con este punto de partida, la ge­neralización que intentábamos, lejosde permitir una toma de concienciadel carácter estructural de los pro­blemas qh~' se analizaban, ofrecíala ficción de un universo simplifica­do, poblado solamente de las varia­bles que podían descubrirse y abor­darse desde el diseño. En lugar derelativizar las soluciones parciales queofrecíamos desde la práctica, indu­cía a parcializar la realidad, mutilán­dola para convertirla en un objetodiseñable.

Debemos reconocer que esta ten­dencia a momificar la realidad esun mal ya crónico: en el campo de laarquitectura, "forma", "función" y"técnica", los pivotes teóricos de laarquitectura burguesa de los años30, se ofrecen -actualizados en"flexibilidad" o "indeterminación"­como explicación que abarca no só­lo la arquitectura, sino que permitentraducir la realidad social a valoresarquitectónicos. Su objetivo es, to-

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davía, constituirse en un filtro in­terpuesto entre la realidad y el diseftoque deja pasar sólo los elementosperti nentes.

Sin embargo, detrás de la "fun­ción", tercamente reaparece la n.cesidad social y su problemática polí­tica en la sociedad de clases; lasopciones tecnológicas se conviertenen un eatál~ del que se eligenalternativas ingeniosas o "Iindas" sino se las encuadra en la lógicaproduetivo-económica que orienta ala mereancía; la "forma", fuera delas artes plásticas, se presenta comoforma-producto, surgida en concre­tas condiciones de producci6n.

La simplificación de las contr.dicciones a problemas diseñables y elconsiguiente destino profético de losdiseftadores, aparecen actualizados en

. los escritos de Maldonado. Ya noes posible enunciar una disyuntivacomo la de "arquitectura o revolu­ción"; sin embargo, acudiendo a ex­presiones más cautelosas o a unapresentación más amplia del contex-to, persiste el mismo significado.En una conferencia pronunciada enCórdoba en 1965, expresaba: ". · ·la tarea de dar estructura y sentido alentorno humano es la más difícily delicada de todas las tareas imagi­nables". "Es esta just.-nente la tareade los que, de un modo u otro,sornos tributarios de la calidad últi­ma del equipamiento individual ysocial, es decir, de los urbanistas,de los arquitectos V de los disef\a­dores industriales" (. . .) "Un nuevomundo está en formación, un mun­do que necesitará para su desarrolloV expansión de nuestro ingenio in­ventivo, de nuestro saber técnico ycientífico, de nuestra facultad desíntesis, de nuestra sensibilidad cul­tural, de nuestra experiencia en eljuicio de los valores más sutiles dela vida cotidiana".

Las consecuencias de esta visi6naparecen diseminadas a lo largo dela obra de Maldonado en la queel personaje omnisciente es el "Oi­seña", espacio continuo y propio,una práctica aislable y analizableen sí misma aun cuando se implantesobre objetos diferentes. El diseñode objetos de uso, de objetos ar­quitectónicos, el disefto urbano o eldisefto ambiental, no serían sino par­tes del "Oisefto" en general.

L6gicamente, los "Oiseftadores"(industriales, arquitect6nicos o ur­banísticos) serían los responsables"naturales" de la con.iguración de

LOS LIBROS, Junio· Julio de 1973

sus respectivos objetos y, por exten­sión, del ambiente hwnano.

Pero los datos que provee la rea·lidad son otros: el "Oisefto" apare·ce· fragmentado e incluido en prác­ticas productivas diferentes en cu­yo interior cobra significados y ca­racterísticas distintas. Proclamar laexistencia del "Oiseño" como cam­po continuo, implica relegar a unpapel subalterno las determinacionesque surgen de los respectivos proce­sos productivos en los que el "Dise­ño" actúa V, paralelamente, suponeconcentrada en los diseñadores unagran capacidad de transformaci6n, yaque desarrollan una actividad nocondicionada por dichos procesos.

Así, en el pensamiento de Maldo-nado no existen posibilidades de ex­plicar la distancia que separa el pe­pel que los diseftadores se han adju­dicado, del que realmente cumplen.Todo tendría su origen en un ab­surdo, en un gigantesco mal entendi­do: "Nunca, en consecuencia, urba­nistas, arquitectos y diseftadores in­dustriales hemos tenido, como ennuestra época, a la vez tanto y tanpoco para hacer, a la vez tantas po­sibilidades virtuales y tan pocas posi­bilidades reales; nunca se nos hanecesitado tanto y ocupado tan po­co. Lo que implica, de hecho unade las contradicciones más absurdas,más insostenibles, las muchas quenos es dado comprobar, por quenada es hoy de mayor urgencia quelograr articular una respuesta satis­factoria al actual clamor multitu­dinario por un equipamiento a laaltura de la dignidad humana"(...)."Viéndolo bien, nuestro forzado exi­lio es més que un absurdo, es unairresponsabilidad que ningún argu­gumento puede justificar. Tareasen escala nacional, regional, mun­dial, reclaman nuestra colaboración,pero se nos obliga a ignorarlo, y lograve es que concientes o no, obe­decemos".

Instalado en la esfera ideal del"Disefto" sólo queda a Maldonadosolicitar "actitudes" e "intenciones"que cambien la situación, apelar a lanecesidad de comprender, de superarel absurdo. De allí que su discursose dirija simultáneamente a dos in­terlocutores: por un lado a los respon­sables "de facto" de la configuracióndel ambiente lIam'ndolos a la r.flexión; por el otro, a los responsa­bles " naturales", los diseftadores, •lent6ndolos a ocupar el lugar queles corresponde a partir de descubrirante ellos el inmenso poder que po-

tencialmente poseen: el Poder deDisefto.

Los beneficiarios (o víetim.) deesta situaci6n, es decir las masas depoblación cuyo ambiente se dise­ftará, son los grandes ausentes de lapolémica: sólo c~ntan en tanto di­seftables. Como todo pensanientoidealista la apelaci6n de Maldonadotermina convirtiendo el desarrollode la historia en una discusión entrenotables, una intriga de corte en laque los herederos legitimas del tronoluchan por destituir al advenedizoy devolver la felicidad al pueblo que,en la escena final, ovacionará awlde­cido a los diseftadores.

El poder .. disefto en las facultlldeade arquitee:tun

Aún a riesgo de particularizarel tema centrándolo en la arquitec·tura, resulta obligado hacer algun.observaciones sobre su crítica situl­ción actual; de un modo directo, lapolémica que se desarrolla en su inte­rior involucra una concepción de IIcual Maldonado es representante.

En las facultades de arquitecturasubsiste, oficialmente, esta visión i­rreal y voluntarista de las C8pacid8­des del " Disefto". Cuestionador. ycuestionados perecen partir en suspropuestas de éste suelo común. Esnormal, por ejemplo,~ a laizquierda politica del movimientoestudiantil invitando a "optar pordisei\.. par. el pueblo" corno si efec..tiv.mente se tratara de una opciónética. Frustrante y finalmente reac­cionaria, la apelaci6n mantiene enlas sombras el estudio profundo dela arquitectura burguesa. Como ins­trumento poi ítico su validez 1610alcanza al periodo vital en el que elestudiante mantiene su desvincula­ci6n (mayor o menor pero siemprecierta) del proceso productivo. En­frentado luego a una realidad quepide nuevas explicaciones para nue­vas opciones, el esquema volunuris­ta del disefto es inoperante y ayuda •identificar la etapa crítiCl con unper(odo vital, una comezón juvenil.

Agitativa hlCia el presente, éstasituaci6n tampoco capitaliza haciael futuro ningún conocimiento h.redable: el socialismo solicitar' deldiseftador su aporte técnico armoni­zado al desarrollo de las fuerzas pro­ductivas y la mejor escuela ....esto es, hoy, el estudio científicoy crítico de los procesos productivosde la arquitectura burguesa.

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El desfasaje entre la idea que losdiseñadores tienen de sí mismos yde su práctica y las condiciones rea­les en que deben desarrollarlas, hagenerado una verdadera neurosis co­lectiva. Sin nuevas herramientas teó­ricas, los movimientos cuestionado·res deben recurrir a los viejos con­ceptos e intentar presentarlos comoideales no cumplidos, olvidando que105 mismos no describen siquiera lapropia realidad de la arquitecturaburguesa. De algún modo se repitela trayectoria de aquel socialismoprimitivo que impugnaba la revolu­ción burguesa reprochándole el nocumplimiento de sus slogans de li­bertad, igualdad y fraternidad.

Ejemplo tipioo de ésta situaci6nlo constituyen los cíclicos intrín­gulis desarrollados en torno a la rela­ción objeto/usuario, carentes de so­lución en tanto no se enfoquen entérminos de producto/consumidor.Se lucha contra los vicios del dise­fto en el capitalismo desde una pers­pectiva ideal, en tanto se desconocenlos mecanismos reales mediante loscuales el sistema desvirtúa los ob­jetos diseñados.

Enfrentamos el envejecimiento dela pr'ctica del ..quitecto tal comoes concebida en las facultades. Se­guramente han contribuido a elloel origen histórico de la arquitec­tura, localizada en los objetos sin­gulares del pasado (catedrales, pala­cios, monumentos en suma) y la tra­dicional dependencia teórica y valo­rativa que se tributa a las artes plás­ticas. Términos como expresi6n ounidad, originados en ellas son tras­pasados a la arquitectura en un ran­go similar al que ocupaban en laesfera artística.

Esta tradici6n esteticista conflu­ye con I(neas de pensamiento que,como la de Maldonado, proponendirecta o indirectamente la autono­mía del disefto. El común denomi­nador de ambas vertientes es igno­rar el proceso productivo propiodel objeto diseftado y negarse asituar al disefto como un movimien­interior al proceso de producción.

El a",lisis del rol del arquitecto,carente de apoyaturas científicas setransforma en opciones individualesque son asumibles desde la absolu­ta subjetividad. En lo específico dela disciplina, los falsos Iimites, re­chazados, indeterminan el campo deacción de los arquitectos y desbara­tan cualquier avance metodológicoparcial.

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El disefto, pnictica ..xili.r de laproducci6n de objetos. El cI..60de objetos de uso y de objetos.rquitect6nicol

Una de las características técni­cas del modo de producción capita­lista consiste en el afinamiento ycontrol de los procesos de trabajo.La participación de numerosos indi­viduos en la secuencia productiva,crea la necesidad de determinar conprecisión' tos papeles a cubrir porcada uno. El control de costos, ob­jetivo final del control de los proce­sos de tr~jo, es condición indis­pensable para insertarse en el merca­do de oferta y demanda.

El papel del diseftador aparececondiciQn~o,.en primer lugar, a unproyecto' de ,consumo que indivi­dualiza ~,éi.:;~.etor de la población alque se .~tf~'r-á la producción, reco­nocido V~·:'$u.,nivel adquisitivo y es­tablecidÓ:.~'.-:::~.~·:·· torrespondiente um­bral de ·5Ítisfaceión de la necesidad.En seg~:;'t~r, deberá respondera un ptóv~o:',de producción quearticular~,:~.ibsproductivos y fuer­za de t~á~jo":,~" un proceso de tra­bajo ecxJnóM.~mente factible parael capitátist.~·:::'~s· 'decir que produzcaganancia,:':':"; '~~:?>: (',.:'

Este .~.ü8rt1;a es válido para lageneralidad:,dé:l~s productos surgidosde pr~~s:.·de:'producción indus­trializadoS~;;~atquiera sea su tamarofísico. el, p8qufJfto objeto de uso,el autom6v,if.'ó· -"la' "vivienda industria­lizada son:·~~t:jgU.les. Analizandoen éste ~. ;·:.r-::p'apel del diseftadorpodemoso~rva1'·,que su "libertad"relativa es~~;'un~6''''' inversa a la nece­sidad de CÓIltrol·de costos. Y, comohemos obse.r~~o~~,.más arriba que elcontrol de ~os;'surge como conse­cuencia de' ·1.a.·:pa,rticipaci6n del pro­ducto en el me'~do, podemos sinte­tizar diciendo'·q~e'·en todo procesoaltamente sociali%.~,cuyo productoparticipe del car~t de mercancía,el diseftador de~~."moverse en mar­cos sumamente. c:fetif1) itados partien­do, como dato" Jun"qamental ya fi­jado, de un umbr.f',de satisfacciónde la necesidad. En:~estas condicionestranquilizar la mala oonciencia pro­poniéndonos en las facultades la re­formulaci6n de programas de necesi­dades, puede ser tan pernicioso co­mo sortear su análisis crítico.

Observemos de paso que no esel nivel tecnológico lo que determi­na las características del rol del

diseñador, sino la participación, ono, del producto en el mercadode oferta y demanda. Por ejemplo:la producción de edificios de vivien­da mediante métodos tradicionaleso industrializados, destinados a serofrecidos en el mercado, se ajustaa esta descripción y resulta fácilverificar en la realidad que es unade las alternativas que genera ma­yores dependencias para el disefiadorque normalmente aparece como asa­lariado del productor.

Si bien las características que he-mos enunciado responden a la ge­neralidad de la producción capitalis­ta, es posible observar variantes: losobjetos arquitectónicos movilizan unvolumen de capital que en algunoscasos justifica la creación de proce­sos productivos "a la medida" delobjeto. En tanto que en objetos dereducido porte económico, la ganan­cia sólo puede producirse a través desu producción repetitiva y su ingresomasivo al mercado, algunos objetosarquitectónicos permiten justificar in­versiones rentables en torno a la pro­ducción de unidades. Esta mismaear.acterístiea (su volumen financie­ro) dificulta en otros casos la crea-ción de procesos industrializados yaque, la discontinuidad de la deman­da o la gran inversi6n necesaria parafabricarlos en serie, resultaría incon­veniente.

Consecuencia de ésta particula­ridad, la industria de la construcciónha cristalizado una curiosa formade producción "discontinua" que si­gue vigente aunque con tendenciadesaparecer. El funcionamiento delsistema, tal vez todavía el más co­mún, es en líneas generales el si­guiente: activado el mecanismo porla solicitación de la demanda (ge­neralmente el propio usuario) me­diante diferentes procedimientos des~lección (concursos, licitaciones,etc.) se reconstruye un proceso deproducción que dejará de existir co­mo elemento relacionado al finali­zar la obra. Empresas constructoras,artesanos independientes, estudios deprofesionales diversos, etc., son susactores. En éste conjunto, el disefta­dor ocupa una posición autónoma,generalmente no vinculado en depen­dencia salarial con el productor nicon el promotor económico.

El resultado de esta desarticula­ción (amén de alimentar las fanta­sras de libertad de los diseftadores)es la imposibilidad de gestar procesosproductivos continuados desde el

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punto de vista ergonómico, y ofre­cen, potencialmente, el riesgo de undescontrol de rostos. La dificultadde competir en el mercado en estascondiciones (en los casos en que elproducto concurra efectivamenteall 11 va llevando al abandono pro­gresivo del sistema, arrastrando con­sigo al arquitecto como prof~~ional

liberal, convertido en un ~nacro­

nismo.Como significativa forma de tran-

sición han aparecido los concursos!licitaciones ron precio único, desti­nados a programas de vivienda o e­quipamiento anexo que, buscandoel control final de costos, obligana unificar las propuestas del disei\a­dor y del productor. Tal unifica­ción se traduce, invariablemente,en algunos de los mecanismos dedependencia del disefiador hacia elproductor (subsidio, salario o elec­ción de alternativas a cargo de laempresa). Su carácter de forma detransición reside en que recoge laforma histórica anterior (empresaconstructora y diseñador separados)y obliga a una fusión, aunque nosea permanente.

Los factores económicos que mo­vilizan ésta evoluci6n, aunque deter­minantes, no son únicos, Insertadoen la estructura de clases, el objetoarquitectónico cobra significados quetrascienden su propia utilidad, enper,te por su importancia en el pai­saje urbano. La gestación de símbo­los de diferenciaci6n o de afirma­ción de determinadas situaciones deprivilegio social -tema de 1a críticasemiótica- puede constituir objeti­vo fundamental de algunas formasparticulares de la producción de ob­jetos arquitectónicos.

Tal es el caso de los COrlQJrsos

de anteproyectos tradicionales (ge­neralmente destinados a bancos, edi­ficios estatales u otros objetos singu­lares) en los que su propia mecánicainvita al descontrol de costos (con­sumidor asegurado, definici6n de ba­seslnecesidades y elecci6n de pro­puestas por personajes no comprome­tidos económicamente con el obje­to final -asesores y jurados-, defini­ción del objeto sin referencia a me­dios productivos concretos, etc.). De..bemos entender en los concursos deanteproyecto que el control de cos­to ha pasado a un segundo plano,desplaz.do por otro objetivo al quese subordina: la gestación de men·sajes implícitos en l. "forml". Ló­gicamente. esta ClracterístiC8 suele

LOS LIBROS, Junio - Julio. 1973

hacer que los proyectos así genera­dos no sean construibles o no existainterés en construirlos (en nuestropaís, el 900 /0 de los conwrsos nose materializan en obra). Tambiénse explica de éste modo que seaen los concursos donde los arqui­tectos continúan siendo imprescindi­bles y en los que la mitología pr~

tesional descubre las mayores posi­bilidades de "hacer cosas".

Sin pretender agotar el tema he·mos querido señalar lo lejos que seencuentra la polémica voluntaristade las fuentes en las que debemosbuscar criterios para definir el roldel diseñador y cómo, a riesgo deperder contacto con la realidad, de­bemos partir del estudio de las de­terminaciones de los procesos pro­cesos productivos conaetos para des­cubrir cuáles son las opciones quequedan en nuestras manos.

El diseño del ambiente

Para aproximarnos a los proble­mas que plantea el diseño ambiental,pareciera igualmente imprescindibleun reconocimiento previo de los"modos de producción" del ambien­te a fin de estructurar una estrategiade nuestra participación en un temaque, como totalidad, escapa a losmarcos del disefto y se acerca a losde la política. Que el ambiente hu­mano aparece hoy como una caóticaadici6n de elementos movilizados ylocalizados por fuerzas contradicto­rias, lo sabemos. Pero es lastimosa­mente poco para adjudicarnos la res­ponsabilidad de disefiarlo. Problemapara la investigación y la reflexión,debemos encararlo con particular hu·mildad en cuanto a nuestra participa­ción. Hoy los diseftadores necesi­tamos de la idea de totalidad queacompafta al "ambiente" más comohorizonte de nuestra tarea que co­mo objetivo propio de nuestro tra­bajo. Y ello por no renunciar aun compromiso sino por que no es­tamos en condiciones de abordarlo.

La teoría de la necesidad en lasociedad de clases exige ser desa­rrollada. Si ella confirma, por opo­sición a lo actual, que "1. libertad esel derecho a definir la necesidad",descubriremos, tal vez, que el pro­blema del ambiente no consiste cen­tralmente en preparar técnicos quese "responsabilicen" de él, recrean­do .1 uso represivo que' los diseftado·res hoy hacemos de nuestra práctica,sino contribuyendo a posibilitar la

participación real de las masas enla definición de ambientes que lasexpresen como actores.

El libro de Maldonado, reciente­mente editado en la Argentina, lepresenta aún enfrascado en el cam­po sin salida del cuestionamientoidealista a los problemas de "Diseoo"contemporáneo. El pequeño mamo­treto, donde se codean y contradicenmás de 350 autores en 160 páginasde formato pequefio, señala por unlado la solvencia informativa del au­tor. Por el otro, los taxativos límitesde un "intelectual técnico" tal comoel mismo se define. Nuevamente a­quí, se pretende que la historia delambiente humano, surja de la dialéc­tica de autorizadas ideas en pugna.

Desde un punto de vista más ge­neral, expresa la culminación de unpensamiento que abarcó escalas cre­cientes sin haber despejado metodo...logías particulares y relacionables en·tre sí, en tanto creció sobre el terri­torio ficticio del "DiseOO" entendidacomo actividad homogénea, aislablede los procesos productivos sobre losque se vuelca. Desencadenados en sus­tancia, los artículos que conformanel libro, terminan apareciendo comoun conjunt\l de misceláneas en lasque campea el viejo arquitecto salmo­diante, un pesado que abarca lostemas más variados con actualidady falta de rigor.

Maldonado ha dejado de pertene­cernos. El y nosotros hemos cam­biado mucho en 10 aftosa Su visiónde los problemas del ambiente desdela 6ptica parcial de su deterioropor la polución, encara una proba.mática propia de las metrópolis im­pe"'ialistas. La reciente conferenciainternacional sobre el deterioro delambiente y la rotura del equilibrioecológico, expresó en su desarrollola intrincada gama de intereses polí·ticos y financieros que limitan cual·quier "racionalización" del ambiente.Igualmente, el programe brasileftode localizar industrias sucias en .1interior de la cuenca amaz6nica,muestra la inutilidad de tratar losproblemas del ambiente fuera deun enmarque político.

Todo hace supon. que el pen­samiento de Maldonado est' conde­nado a la desesperación. Algunaslíneas del prefacio así lo anticip.,.De .cualquier manera, desde estl _­gentína del 73, sus reflexiones - PI­recen mucho a los desechos de ..sociedad índustrial: contribuyen. ,.poluci6n ideológica.

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