Para qué aprendi a Sócrates una aria antes de morir - Victoria Cirlot

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Para qu aprenda Scrates una aria con la auta antes de morirVictoria CirlotProfesora de Literatura Medieval y Comparada. UPFIntervencin en el ciclo de debates Liquidacin por derribo: leer, escribir y pensar en la Universidad, organizado por La Central en Barcelona durante abril de 2008.

Al Estudiante de la Rosa de la Facultad de Filologa de la Universidad de Barcelona, hace ya muchos aos

Es de agradecer que existan todava iniciativas como sta: debatir sobre el estado de la Universidad, en un momento en que de aquel viejo pacto entre estudiantes y profesores para formar la comunidad universitaria slo se conservan dbiles huellas, desgurado a fuerza de mezclas, e inversiones. Se me ha pedido que lo haga desde la tradicin y reconozco que es sta una lente con la que veo bien. Parece que nos encontramos en un momento de crisis y la primera pregunta que me viene a la cabeza es si sta tiene que ver con aqulla, la de hace cuarenta aos, la del mayo del 68. Elijo como testigo de lo que sucedi entonces a Claude Lvi-Strauss que con su mirada etnogrca recorra la Sorbona para 20 aos ms tarde sostener: el mayo del 68 me repugn. //Porque no acepto que se corten rboles para hacer barricadas (los rboles son la vida y se deben respetar), que se transforme en basureros lugares pblicos que son el bien y la responsabilidad de todos, que se cubran los edicios universitarios, u otros, de pintadas. Ni que el trabajo intelectual y la gestin de los centros se vean paralizados por la logomaquia. (Conversaciones con Didier ribon, De prs et de loin, Pars 1988). Si Lvi-Strauss tiene razn y lo que ocurri entonces fue un error, el resultado de una gigantesca confusin sobre la que se dispuso las bases para una nueva realidad, nada puede extraarnos lo que est ocurriendo, que no es sino el efecto de aquello con ingredientes aadidos que an lo empeoran ms. Pero no voy a seguir por ah, porque carezco de la competencia necesaria para hacer una diseccin del estado actual del cuerpo universitario, para trazar la constelacin de factores que hacen que sea lo que es ahora y vaya hacia

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donde va. Slo puedo hablar desde mi experiencia como profesora de literatura medieval durante veinticinco aos, en las relaciones con el alumnado, moldeado por las orientaciones y las modas, ideas y tendencias dirigidas desde el poder poltico y la sociedad. Hablar de lo que a mi modo de ver constituye el vicio capital, agrandado como con una lupa en los ltimos aos, y contra el que hay que combatir en una psicomaquia sin n. Dira que el vicio capital consiste en la bsqueda del n inmediato, de la utilidad concreta, de la aplicacin prctica. Como si slo existiera una pregunta y esa fuera para qu me sirve?. Dos obsesiones, absolutamente perniciosas, que derivan del vicio utilitarista:

1. La obsesin por la contemporaneidadParece como si dentro de esta idea de las cosas, slo aquello que es contemporneo pudiera servir para algo, porque nos afecta, mientras que todo lo que pertenece al pasado, como ya nada tiene que ver con nosotros, carece de toda utilidad. Esta es una idea que se transparenta en los programas escolares actuales y que alcanza a la Universidad. Se trata de un prejuicio completamente antagnico con lo que tradicionalmente se ha entendido que deba ser estudiado, que justamente era el pasado. Son muchas las razones que pueden aducirse a favor de la absoluta necesidad del estudio del pasado frente al estudio del presente, y entre ellas podramos aludir al esfuerzo que supone superar las barreras de la alteridad, pues justamente el objeto de estudio tiene que ser aquello que en principio, nada nos afecta ni tiene que ver con nosotros. Espero aclarar esto que en principio se presenta como una paradoja. Lo reservo para el nal. Me permito introducir ahora una reexin de lemire Zolla acerca de las asignaturas suprimidas en los bachilleratos y en los estudios universitarios: El mismo y torvo nfasis ha resonado cada vez que se socavaba un aspecto de la inerme cultura antigua; primero, la teologa y la lgica, despus, la retrica y, por ltimo, la moral han sido expulsadas de las escuelas, se ha renegado de ellas en cuanto materia de aprendizaje. Hace poco se ha echado abajo el bastin que mantena el edicio a medio derrumbar: el latn. Cundo les llegar el turno a la losofa, la literatura y la historia, en aquellos lugares del mundo en que an sobrevivan?. Porque nalmente y claramente en contra de la obsesin por lo contemporneo, como dice el mismo Zolla estn ms vivos los muertos que aquellos por los que circula la sangre de ellos, ilusos que pueden inventar fcilmente lo que es pura reviviscencia y crear discursos que conmueven con la apariencia de la novedad, en la medida en que est olvidada la voz arcaica que ya los pronunci en la antigedad.

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2. La obsesin por comprenderlo todosta es una exigencia cada vez ms extendida entre el alumnado. Ellos quieren entenderlo todo. Creo tambin que no hay nada ms ajeno al camino del conocimiento que esa pretensin. Recuerdo al Serenus Zeitblom del Doctor Faustus que justamente cifraba en la incomprensin el principio pedaggico fundamental: Interrumpo un momento mi narracin nicamente para hacer notar que el conferenciante hablaba de cosas, asuntos y valores estticos que hasta entonces no haban entrado en el mbito de nuestros conocimientos y que ahora veamos surgir de modo impreciso en el horizonte, al conjuro siempre de su vacilante palabra. No estbamos en situacin de comprobar lo que deca, como no fuera a la luz de sus propias interpretaciones piansticas, y escuchbamos todas aquellas explicaciones con la oscura y agitada fantasa del nio que presta odo a legendarias historias incomprensibles, mientras su espritu blandamente impresionable, se siente, como en sueo y por intuicin, enriquecido y estimulado. Para ms adelante decir: Muchos se resistirn a creerlo, pero sta es la forma ms intensa, la forma superior, y quiz la ms fructfera, de la enseanza. La enseanza anticipativa, pasando por encima de vastas zonas de ignorancia. Mi experiencia pedaggica me dice que ste es el mtodo que la juventud preere y, por otra parte, el espacio que deja uno vaco tras de s, se llena por s mismo con el tiempo. La juventud de entonces, la de la poca en que Thomas Mann escriba su novela. Nada que ver con la de ahora. La exigencia de comprensin total, no es sino efecto de la terrible prctica utilitarista. Porque naturalmente si no lo entienden todo, no les va a servir. Porque la necesidad de encontrar una utilidad est en contra del conocimiento como camino y bsqueda. Y por eso el nico camino que se llega a percibir encuentra su n al nal de la clase. Al principio he aludido al mayo del 68. Pero en Pars diez aos despus del mayo del 68 todos los profesores del Collge, entre ellos Michel Foucault o Georges Duby, entraban por una puerta y los estudiantes entrbamos por otra. La democratizacin de la Universidad no supuso una tan radical abolicin de las jerarquas como se ha vivido en otros lugares (como por ejemplo, en nuestro pas). Cuando hablo de jerarqua, quiero decir simplemente orden y cuando hablo de orden, me reero a algo tan simple como que cada cual ocupe su lugar. Tambin aluda al principio al viejo pacto, que no era otro sino reconocer que el profesor es el que sabe y el alumno el que aprende. Una consideracin puntual: dentro de la actual tendencia de acabar con las clases magistrales para dar paso a los seminarios con lo que se pretende que el alumnado participe de un modo ms activo, se puede correr el peligro de intensicar an ms si cabe la disolucin jerrquica. Durante aos, los profesores hemos asistido al silencio sepulcral del alumnado, ante el que nos hemos desesperado porque no era

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sino sntoma de desinters, frustracin, o resistencia a aceptar una ignorancia que para nada tena que ser motivo de vergenza. Pero su participacin en el seminario no puede deslizarse a una inversin tan aguda como la de pretender ocupar el lugar del profesor. Es slo una cuestin de orden. Porque no se pueden cortar rboles para hacer barricadas, porque no se adquiere conocimiento para aplicarlo en lo que sea a la maana siguiente. Porque son los profesores los que ensean y los alumnos los que aprenden. Pero qu es lo que hay que ensear? En su libro sobre Qu es la tradicin, al que antes ya me he referido, Elmire Zolla cita al lsofo estadounidense Jonathan Edwards, que criticaba toda moral que se reclamase del inters no ya personal, sino colectivo, o, mejor, humano y humanitario. Contina Zolla: Multiplquese el yo, si cabe, hasta abarcar una nacin o la humanidad entera, que ello no elevar la moral, y ahora viene lo importante: slo la benevolencia hacia el ser, movida por la admiracin de su belleza o armona, es el fundamento de una accin totalmente desinteresada y moral. Podramos decir lo mismo para el conocimiento. Al igual que sucede con la moral, slo la ausencia de utilidad conduce el verdadero conocimiento, el que debe de ser objeto de enseanza en la Universidad. La gratuidad, que tan bien conocan los msticos expresada en la clebre expresin del ohne warum, el sin porqu, hasta Scrates. Como contaba Italo Calvino en Perch leggere i classici:Que nadie piense que leer a los clsicos sirve para algo. La sola razn que se puede aducir es que leer a los clsicos es mejor que no leerlos. Y si alguien objeta que no vale la pena tanto esfuerzo, citar a Cioran (que no es un clsico, al menos por ahora, sino un pensador contemporneo que se empieza a traducir en Italia): Mientras se le estaba preparando la cicuta, Scrates aprenda una aria con la auta. De qu te sirve?, le preguntaron. Para saber esta aria antes de morir.

Eso es lo primero que tendramos que explicarles a los estudiantes el primer da de entrada en la Universidad. Que lo que aprendan es slo para aprenderlo y que slo hay un por qu: porque es mejor aprenderlo que no aprenderlo.