Papá y mamá abren por vacaciones

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37 EN FAMILIA “Los adultos ponemos muchas expectativas en las vacaciones; cuando estamos agotados por el tra- bajo pensamos que la vacaciones serán una época perfecta, que será el momento de compensar todo lo que no hemos hecho bien el resto del año, que dispondremos de mucho tiempo y lo podremos aprovechar mucho... Se tiende a idealizar”, afirma Lídia Julià, psicóloga de Isep Clínic Girona. Y explica que luego la realidad acostumbra a no ser tan favorable como uno esperaba y se pro- ducen muchas frustraciones. “La cuestión no es recuperar cosas en las vacaciones, ni el contacto con los hijos ni nada; si durante el resto del año, durante la cotidianidad, que es el periodo más largo, detectas que hay problemas, carencias o cosas que no te gustan, hay que tratar de cambiar- las. ¡No se puede esperar a vivir en vacaciones!”, dice Julià. Y la opinión es compartida por los psicólogos y terapeutas familiares consultados, porque el tiempo no se puede guardar, reservar ni acumular, y hay que vivirlo, usarlo y compartirlo mientras transcurre. Pero la realidad es que muchos padres viven mal, con sentimiento de culpa, el disponer de poco tiempo para compartir con sus hijos durante su vida diaria, llena de obligaciones cotidianas, y an- helan el tiempo libre extra de las vacaciones para estar con ellos. La situación es más frecuente, si cabe, entre los padres separados que durante el curso escolar apenas pueden compartir cotidiani- dad con sus hijos y esperan a las vacaciones para pasar varios días seguidos juntos y poder intensi- ficar sus relaciones. “Es fantástico que en verano tengamos más tiem- po y lo queramos aprovechar; pero, ¡ojo! porque cuando los adultos hablamos de aprovechar el tiempo con frecuencia lo decimos en términos de utilidad, y estar con los hijos no es una obligación, y vivirlo como un peso no ayuda a la relación. A los padres que durante el resto del año ya están presentes en la vida de sus hijos les será fácil aprovechar ese mayor tiempo, pero si durante once meses los ven como una carga, se quejan de ellos y no paran de reñirles, en verano no cam- biarán las cosas porque dispongan de más horas libres”, indica Imma Marín, directora de Marin- va, consultora especializada en juego y educación. Fernando Chacón, profesor de Psicología Social en la Universidad Complutense de Madrid, advierte que la filosofía de “cuando tenga tiempo haré tal cosa” –sea jugar con los hijos, aprender un idioma o practicar un deporte– normalmente no se cumple. “Cuando algo es realmente im- portante para ti de alguna manera sacas tiempo para hacerlo”. Y si la relación con los hijos es importante, uno procura sacar tiempo, a pesar de las duras jornadas laborales, para estar presen- te en sus vidas –“aunque sea dejando mensajes colgados en la nevera”, en palabras de Purifica- ción Sierra, profesora de Psicología del Desarrollo de la UNED– y para poder hacer cosas juntos, sin poner las expectativas en las vacaciones o en otros periodos excepcionales. Ello no quiere decir que el descanso estival, que es cuando normalmente se dispone de más tiem- po libre, no sea un momento propicio para disfru- tar de los hijos e, incluso, para mejorar y reforzar la relación y los vínculos con ellos. Los niños no tienen clase, ni extraescolares; los padres no han de salir corriendo de casa para ir a trabajar, y se pueden flexibilizar los horarios y romper rutinas para pasar más tiempo en familia, de forma más sosegada, aumentar la comunicación y estre- char los vínculos afectivos ya sea compartiendo conversaciones, juegos, excursiones o las tareas domésticas. “El verano es un tiempo propicio para que todos los miembros de la familia expresen lo que están necesitando; para conocerse mejor en cuanto a gustos, aficiones e intereses, y para hablar de for- ma relajada”, indica José Antonio Ríos, terapeuta familiar y profesor de la Universidad Compluten- se. En este sentido, Fernando Chacón apunta que la mayor disposición de tiempo durante el verano se puede aprovechar para intentar cambiar una relación si es mala o conflictiva por la vía de bus- car actividades gratificantes para padres e hijos, o para intensificar el vínculo en el caso de los padres separados. “Las vacaciones pueden servir para mejorar la comunicación y para hacer cosas que permitan a ambos estar a gusto, y convertirse así en un nuevo punto de partida para el resto del año; pero si luego no se mantiene esa actitud, el efecto verano se agota en dos meses”, advierte el psicólogo. En una línea similar se expresa Purificación Sierra: “La vinculación se establece día a día, con interacciones repetidas para que los hijos se sientan queridos; no puedes ser hostil durante nueve meses y luego una malva durante las vaca- ciones”. Y advierte que, aunque a los padres nos alivia pensar que tendremos más tiempo para NO SE PUEDE PRETENDER RECUPERAR EL TIEMPO PERDIDO EN VERANO, PERO SÍ SE PUEDE FORTALECER EL VÍNCULO FAMILIAR MÁS TIEMPO PARA TODO Y PARA TODOS Las expectativas para las vacaciones familiares acos- tumbran a ser muy elevadas. El “aprovecharemos para es- to, para aquello y para lo de más allá” se repite durante las semanas previas en mu- chas casas. Luego lo normal es que no se cumplan todos esos planes pero, si se ha disfrutado juntos, siempre queda un buen recuerdo. Para lograrlo, conviene no olvidar que: Todos cuentan A la hora de planificar las activida- des o los viajes para las vacaciones, los hijos han de poder opinar y participar. Es importante tener en cuenta sus preferencias y aficiones, y que la planificación incluya un tiempo de desconexión para cada uno. Si los padres organizan “un superplan familiar” sin consultar, no deberían frustrarse si luego los chavales dicen que no les gusta. Los preparativos son im- portantes Hacer partícipes a los hijos de los preparativos de las vacaciones –qué va- mos a hacer, adónde vamos a ir, qué juegos, qué música o qué ropa nos vamos a llevar, a qué jugaremos, qué vamos a cocinar o qué bocadillo prepararemos para la excursión– es una buena forma de conocerse, de acercarse a sus intereses y de descubrir aficiones y gustos comunes. Con calma En vacaciones, además de hacer cosas, hay que tomarse tiempo para disfrutar de ellas. La clave es levantar el pie del acelera- dor y vivir con mucha más calma. No hace falta llenar la agenda de actividades. El gran plan puede ser tomar un helado sentado, disfrutar de la compañía mientras se hace la compra juntos, acudir a un espectáculo o sentarse a ver la televisión juntos y comentar el programa. Dejar huecos vacíos Los tiempos vacíos para no hacer nada, para la mera contem- plación o para tumbarse a escuchar los ruidos que nos rodean son parte funda- mental de las vacaciones. Y eso vale para los adultos y también para los niños, que precisan de tiempo para ES- 30 DE JULIO DEL 2011 36 œ ZENSHUI / LAURENCE MOUTON Son muchos los padres que viven con la angustia de ver y disfrutar poco a sus hijos y aguardan expectantes el período estival para “recuperar el tiempo perdido”. ¿Se puede? Texto Mayte Rius PAPÁ Y MAMÁ ABREN POR VACACIONES

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Article de Mayte Rius publicat a La Vanguardia el 30 de juliol.

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“Los adultos ponemos muchas expectativas en las vacaciones; cuando estamos agotados por el tra-bajo pensamos que la vacaciones serán una época perfecta, que será el momento de compensar todo lo que no hemos hecho bien el resto del año, que dispondremos de mucho tiempo y lo podremos aprovechar mucho... Se tiende a idealizar”, afirma Lídia Julià, psicóloga de Isep Clínic Girona. Y explica que luego la realidad acostumbra a no ser tan favorable como uno esperaba y se pro-ducen muchas frustraciones. “La cuestión no es recuperar cosas en las vacaciones, ni el contacto con los hijos ni nada; si durante el resto del año, durante la cotidianidad, que es el periodo más largo, detectas que hay problemas, carencias o cosas que no te gustan, hay que tratar de cambiar-las. ¡No se puede esperar a vivir en vacaciones!”, dice Julià. Y la opinión es compartida por los psicólogos y terapeutas familiares consultados, porque el tiempo no se puede guardar, reservar ni acumular, y hay que vivirlo, usarlo y compartirlo mientras transcurre.

Pero la realidad es que muchos padres viven mal, con sentimiento de culpa, el disponer de poco tiempo para compartir con sus hijos durante su vida diaria, llena de obligaciones cotidianas, y an-helan el tiempo libre extra de las vacaciones para estar con ellos. La situación es más frecuente, si cabe, entre los padres separados que durante el curso escolar apenas pueden compartir cotidiani-dad con sus hijos y esperan a las vacaciones para pasar varios días seguidos juntos y poder intensi-ficar sus relaciones.

“Es fantástico que en verano tengamos más tiem-po y lo queramos aprovechar; pero, ¡ojo! porque cuando los adultos hablamos de aprovechar el tiempo con frecuencia lo decimos en términos de utilidad, y estar con los hijos no es una obligación, y vivirlo como un peso no ayuda a la relación. A los padres que durante el resto del año ya están presentes en la vida de sus hijos les será fácil aprovechar ese mayor tiempo, pero si durante once meses los ven como una carga, se quejan de ellos y no paran de reñirles, en verano no cam-biarán las cosas porque dispongan de más horas libres”, indica Imma Marín, directora de Marin-va, consultora especializada en juego y educación.

Fernando Chacón, profesor de Psicología Social en la Universidad Complutense de Madrid, advierte que la filosofía de “cuando tenga tiempo haré tal cosa” –sea jugar con los hijos, aprender

un idioma o practicar un deporte– normalmente no se cumple. “Cuando algo es realmente im-portante para ti de alguna manera sacas tiempo para hacerlo”. Y si la relación con los hijos es importante, uno procura sacar tiempo, a pesar de las duras jornadas laborales, para estar presen-te en sus vidas –“aunque sea dejando mensajes colgados en la nevera”, en palabras de Purifica-ción Sierra, profesora de Psicología del Desarrollo de la UNED– y para poder hacer cosas juntos, sin poner las expectativas en las vacaciones o en otros periodos excepcionales.

Ello no quiere decir que el descanso estival, que es cuando normalmente se dispone de más tiem-po libre, no sea un momento propicio para disfru-tar de los hijos e, incluso, para mejorar y reforzar la relación y los vínculos con ellos. Los niños no tienen clase, ni extraescolares; los padres no han de salir corriendo de casa para ir a trabajar, y se pueden flexibilizar los horarios y romper rutinas para pasar más tiempo en familia, de forma más sosegada, aumentar la comunicación y estre-char los vínculos afectivos ya sea compartiendo conversaciones, juegos, excursiones o las tareas domésticas.

“El verano es un tiempo propicio para que todos los miembros de la familia expresen lo que están necesitando; para conocerse mejor en cuanto a gustos, aficiones e intereses, y para hablar de for-ma relajada”, indica José Antonio Ríos, terapeuta familiar y profesor de la Universidad Compluten-se. En este sentido, Fernando Chacón apunta que la mayor disposición de tiempo durante el verano se puede aprovechar para intentar cambiar una relación si es mala o conflictiva por la vía de bus-car actividades gratificantes para padres e hijos, o para intensificar el vínculo en el caso de los padres separados. “Las vacaciones pueden servir para mejorar la comunicación y para hacer cosas que permitan a ambos estar a gusto, y convertirse así en un nuevo punto de partida para el resto del año; pero si luego no se mantiene esa actitud, el efecto verano se agota en dos meses”, advierte el psicólogo.

En una línea similar se expresa Purificación Sierra: “La vinculación se establece día a día, con interacciones repetidas para que los hijos se sientan queridos; no puedes ser hostil durante nueve meses y luego una malva durante las vaca-ciones”. Y advierte que, aunque a los padres nos alivia pensar que tendremos más tiempo para

no se puede pretender recuperar el tiempo perdido en verano, pero sí se puede fortalecer el vínculo familiar

más tiempo para todo y para todos

Las expectativas para las vacaciones familiares acos-tumbran a ser muy elevadas. El “aprovecharemos para es-to, para aquello y para lo de más allá” se repite durante las semanas previas en mu-chas casas. Luego lo normal es que no se cumplan todos esos planes pero, si se ha disfrutado juntos, siempre queda un buen recuerdo. Para lograrlo, conviene no olvidar que:

Todos cuentan A la hora de planificar las activida-des o los viajes para las vacaciones, los hijos han de poder opinar y participar. Es importante tener en cuenta sus preferencias y aficiones, y que la planificación incluya un tiempo de desconexión para cada uno. Si los padres organizan “un superplan familiar” sin consultar, no deberían frustrarse si luego los chavales dicen que no les gusta.

Los preparativos son im-portantes Hacer partícipes a los hijos de los preparativos de las vacaciones –qué va-mos a hacer, adónde vamos a ir, qué juegos, qué música o qué ropa nos vamos a llevar, a qué jugaremos, qué vamos a cocinar o qué bocadillo prepararemos para la excursión– es una buena forma de conocerse, de acercarse a sus intereses y de descubrir aficiones y gustos comunes.

Con calma En vacaciones, además de hacer cosas, hay que tomarse tiempo para disfrutar de ellas. La clave es levantar el pie del acelera-dor y vivir con mucha más calma. No hace falta llenar la agenda de actividades. El gran plan puede ser tomar un helado sentado, disfrutar de la compañía mientras se hace la compra juntos, acudir a un espectáculo o sentarse a ver la televisión juntos y comentar el programa. Dejar huecos vacíos Los tiempos vacíos para no hacer nada, para la mera contem-plación o para tumbarse a escuchar los ruidos que nos rodean son parte funda-mental de las vacaciones. Y eso vale para los adultos y también para los niños, que precisan de tiempo para

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son muchos los padres que viven con la angustia de ver y disfrutar poco a sus hijos y aguardan expectantes el período estival para “recuperar el tiempo perdido”. ¿se puede?

Texto Mayte Rius

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estar con los hijos, estar todo el día con ellos en vacaciones también es duro. Porque si no se plantean bien, las jornadas estivales pueden aca-bar resultando un agobio. “El hecho de convivir más es favorable, pero si no se hace con cuidado, uno acaba saturado; por eso hay que dejar espacio suficiente para todos, que haya actividades en común pero también huecos para que cada uno haga lo que quiera y ni los hijos ni la pareja se sientan absorbidos por los otros”, indica Ríos.

De ahí que sea conveniente contar con los hijos a la hora de planificar las vacaciones y la activi-dades que se van a realizar, preguntarles qué les gustaría hacer en lugar de que el padre o la madre saquen la lista de “tareas pendientes” de todo lo que no han podido ver o hacer en el año y les saturen de actividades que quizá a los chavales ni les apetecen. “Se trata de conocer al otro, ver qué le gusta y aprovechar para conectar con sus preferencias; porque si no se sabe gestionar bien el tiempo juntos, si falla la comunicación, surgen frustraciones y conflictos”, comenta Lídia Julià. Purificación Sierra subraya que es importante planificar juntos qué haremos, de qué hacemos los bocadillos o qué ponemos en la mochila para irnos de excursión, “porque si lo organizamos todo nosotros, luego nos frustramos si al niño no le gusta nuestro planazo”.

Más que llenarlo de actividades, el tiempo adi-cional de que disponen las familias en vacaciones debería aprovecharse para saborear las cosas cotidianas con calma, desde el cocinar hasta el remolonear en la cama, para flexibilizar hora-rios, para disfrutar del aire libre, para organizar sorpresas y, sobre todo, para hablar y contarse cosas. “Como tenemos tiempo, podemos aprove-char las comidas u otros momentos relajados para contar cosas de cuando los padres éramos niños; historias de familia, de esas que ayudan a crear es-pesor histórico y que enseñan a sacar sabor de las pequeñas cosas que dan la felicidad”, sugiere José Antonio Ríos. Para disfrutar juntos en vacaciones no hace falta llevar a los críos a muchas atraccio-nes ni a visitar sitios insospechados. “Lo mejor es, simplemente, estar; y dedicar tiempo a cosas que no hacemos durante el año o que hacemos muy rápido y que, en vacaciones, son mucho más factibles, como desayunar juntos, que los niños ayuden en la cocina, enseñarles a montar en bi-cicleta o una larga partida de Monopoly”, apunta Imma Marín.

Claro que tampoco hay que perder de vista que tanto los padres como los hijos necesitan de otras relaciones, y que estar de vacaciones no quiere decir tener que estar juntos 24 horas sobre 24. Los niños quieren jugar con los padres, pero tam-bién con otros niños, y hay ratos que sólo quieren

a los adultos para que los jaleen y les digan lo bien que dan la voltereta o se tiran al agua de cabeza. “Todo, incluso hablar de qué nos llevamos en la maleta, crea vínculos entre padres e hijos y provo-ca situaciones y anécdotas que al cabo del tiempo se recuerdan con una sonrisa; lo importante es quitar el pie del acelerador y que todo tome otro ritmo”, dice la directora de Marinva. Para Purifi-cación Sierra, la receta es “estar y hacer sentir”, pero cuidando con no transmitir a los hijos que ahora se les quiere más porque se tiene más tiempo. “Se trata de transmitir que ahora que los dos tenemos más tiempo vamos a hacer más cosas juntos, pero sin olvidarnos de compartir momen-tos el resto del año para que el niño vea que se le quiere todo el año”, reflexiona la profesora de Psicología del Desarrollo de la UNED.

Fernando Chacón subraya que esto es especial-mente importante en el caso de padres separados. “En verano, como pasas más tiempo con ellos, es más fácil hacer actividades gratificantes para los dos, pero hay que plantearse cómo darles conti-nuidad y utilizar bien el tiempo juntos el resto del año; buscar actividades comunes también para el miércoles o para el fin de semana en que tus hijos están contigo, porque la calidad de lo que haces en ese tiempo es lo más importante, y conviene planificar con antelación para no dejarte vencer por la inercia o por el cansancio durante el curso escolar y laboral”, comenta el profesor de la Complutense.

Otro colectivo para el que las vacaciones pueden ser un periodo especialmente importante es el de los padres con hijos adolescentes o preadolescen-tes, con quienes la convivencia diaria acostumbra a ser dura y cualquier conversación es susceptible de acabar en conflicto. “El verano es un buen momento para buscar espacios comunes, para hablar relajados de la relación, para comentar cómo echas de menos esos momentos de mayor contacto con ellos, y volver a asegurar el cariño que el resto del año damos por supuesto; se trata de apuntalar y de renovar los vínculos”, asegura Purificación Sierra.

Por otra parte, el hecho de tener más tiempo libre y de realizar más actividades diferentes hace que en vacaciones surjan muchas oportunidades para enseñar (y aprender) a gestionar conflictos y frus-traciones: desde una cola en un museo hasta esa máquina de refrescos que no funciona o el restau-rante que no nos acoge porque está completo. Y como todos en la familia están más relajados, es más fácil reírse de todos los pequeños desastres y contratiempos que van surgiendo y crear con ello complicidades que, con el tiempo, se convierten en esas experiencias memorables que conforman el patrimonio familiar. s

descansar, para tomar sus propias decisiones y para improvisar. No es cuestión de tenerles todo el día ocupa-dos en actividades prácticas o educativas.

Momento Monopoly Las vacaciones permiten flexibi-lizar los horarios y abren la puerta a muchas pequeñas cosas que durante el año resultan casi imposibles de realizar por las prisas con que vivimos. Ejemplos típicos son una partida de Monopoly, elaborar tartas caseras, jugar a las cartas después de cenar o bañar y arreglar a todos los muñecos de la casa. Cuando uno puede recrearse en lo que hace, cualquier tarea es susceptible de resultar lúdica.

Tiempo de sorpresas Cambiar de playa, viajar en coche sin desvelar el destino, acudir a probar una comida diferente, montar un picnic en el salón de casa, visitar a unos amigos, buscar un tesoro escondido por toda la casa... Organizar sorpresas para los hijos es otro de los caprichos que se pueden disfrutar durante las vacacio-nes y que dejan mella en los recuerdos familiares.

Conversar Cuando los horarios permiten a la familia sentarse juntos a la mesa es más fácil conversar, fomentar el diálogo e incluso disfrutar de las discusiones de sobremesa.

Conjugar otras relacionesAprovechar el tiempo extra de las vacaciones para fomentar el vínculo entre padres e hijos no quiere decir renunciar al resto de relaciones. No se trata de convivir las 24 horas ni de forma exclusiva. Los niños necesitan jugar con otros niños y los padres reservarse un espacio de pareja, de tiempo para relacionarse con otras personas y también para estar solos, a su aire.

Prolongar el efecto verano Las vacaciones pueden servir como punto de partida para plantear cambios en la ruti-na o mejoras en la conviven-cia durante el resto del año. Es importante transmitir a los hijos que no se vive sólo en vacaciones, que se les quiere todo el año aunque se disponga de menos tiempo para compartir.

planificar juntos las actividades ayuda a conocerse; se trata de disfrutar con calma, no de hacer muchas cosas

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