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PALACIO ALVEAR FIEL TESTIGO DE LA BELLE EPOQUE PORTEÑA Federico de Alvear y su mujer, Felisa Ortiz Basualdo, ordenaron construirlo en 1920, mientras ellos vivían en París. Cuatro años más tarde, y solo seis meses después de haberlo terminado, fue vendido al rey Víctor Manuel III de Saboya y hoy es la residencia de los embajadores de Italia Inspirado en el Hôtel de Biron, actual sede del Musée Rodin en París, Federico de Alvear se entretenía diseñando y armando maquetas en las que plasmaba cado uno de los detalles de su casa. Y, a pesar de que se llevó un gran disgusto cuando se dio cuenta de que el edificio no estaba orientado hacia la avenida, tal como él lo había indicado, esa disposición le da a la construcción una apariencia de hôtel particulier y, a la vez, de villa.

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PALACIO ALVEARFIEL TESTIGO DE LA BELLE EPOQUE PORTEÑA

Federico de Alvear y su mujer, Felisa Ortiz Basualdo, ordenaron construirlo en 1920, mientras ellos vivían en París. Cuatro años más tarde, y solo seis meses después de haberlo terminado, fue vendido al rey Víctor Manuel III

de Saboya y hoy es la residencia de los embajadores de Italia

Inspirado en el Hôtel de Biron, actual sede del Musée Rodin en París, Federico de Alvear se entretenía diseñando y armando maquetas en las que plasmaba cado uno de los detalles

de su casa. Y, a pesar de que se llevó un gran disgusto cuando se dio cuenta de que el edificio no estaba orientado hacia la avenida, tal como él lo había indicado, esa disposición le da a

la construcción una apariencia de hôtel particulier y, a la vez, de villa.

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Fue diseñado por su propio dueño, Federico de Alvear, quien, además de haber sido aficionado al turf, era un apasionado

de la arquitectura

S iempre que su apretada agenda so-cial se los permitía, recorrían los an-ticuarios y las maisons de ventes para

comprar todo lo que les parecía apropia-do para su nueva casa: pinturas de gran-des artistas, tapices medievales y muebles del barroco francés. Amantes de la cultura francesa, Federico de Alvear y Felisa Ortiz Basualdo planearon minuciosamente la construcción de su residencia en Buenos Aires mientras vivían en la Ciudad Luz.

Gran aficionado de la arquitectura, el proyecto del edificio lo hizo el propio Fe-derico. Para ello instaló en una de las salas de su departamento parisino un estudio donde dibujaba planos y armaba maque-tas pensando en que su residencia resul-tara una de las más refinadas de Buenos Aires. La propiedad se construiría sobre la entonces denominada Avenida Alvear, (actual Libertador), el lugar más cotizado en la época. Con gran destreza, Alvear diseñaba a escala los muebles, las alfom-bras y los tapices que iba comprando y les encontraba un lugar. La inspiración la tomaba del parisino Hôtel Biron, edifica-do hacia 1730 por Ange-Jacques Gabriel y Jean Aubert para el financista Peyrenc de Moras, y que hoy aloja el Musée Rodin. Solamente recurría a la ayuda de algún arquitecto cuando debía desarrollar as-pectos técnicos y constructivos. Su pasión

Arriba: las tres grandes puertas en hierro forjado vidriadas conducen a un

pequeño jardin d’hiver de estilo neoclásico, en el que

se destacan una consola de la época de Luis XIV y dos taburetes estilo Luis XIII.

Izquierda: en un rincón del vestíbulo se puede apreciar

una chaise à porteurs –objeto que era usado para trasladar

a las mujeres de la corte de un extremo al otro de los grandes

palacios en los que vivían– estilo Luis XVI con detalles de

ramas y filetes dorados.

El embajador Guido La Tella –que presentó sus cartas credenciales en enero de 2010– y su mujer, Marie Christine,

en las amplias escalinatas de piedra del Palacio Alvear, que fue construido en estilo academicista francés. A su lado, se aprecia una de las dos esfinges con cabeza de

mujer y garras felinas que presiden la entrada del palacio y que fueron adquiridas en Italia en 1924. Izquierda:

detalle del portón principal, ubicado justo en la esquina de Billinghurst y Avenida del Libertador, en el que se destacan

las iniciales “RI” (República Italiana).

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derable en aquel entonces.En muy poco tiempo, Federico y Fe-

lisa retomaron su vida social y el Pala-cio Alvear se convirtió en un referente obligado de las fiestas más suntuosas de Buenos Aires. Pero el gusto les duró muy poco. En seis meses, la señora de Alvear decidió vender la casa al gobierno de Ita-

lia a causa de las grandes deudas que su marido había contraído en Europa.

¡YO SE LA VENDO!La transacción sucedió una tarde en

que Felisa fue invitada a tomar el té a la casa de una amiga. Mientras transcurría la charla, la condesa Aldrovandi-Marescotti,

mujer del primer embajador de Italia en Argentina, manifestó su preocupación por no encontrar una residencia donde vivir acorde con el rango de su marido. Decepcionada, comentó que ya había re-corrido toda la ciudad y que solo había llamado su atención la casa ubicada en la esquina de Billinghurst y Alvear. “¿Así que

no era fortuita: sus padres, Carlos María de Alvear y Mercedes Elortondo, fueron los que idearon el Palacio Sans Souci, en las barrancas de Victoria.

SU PRIMERA CASALa construcción arrancó a principios de

1920 bajo la supervisión de un arquitecto

francés, mientras los Alvear Ortiz Basualdo seguían en París. Tres años después, con la casa a punto de terminarse, Federico y Felisa, junto con sus cuatro hijas, volvieron a Argentina. Pero no todo salió como ima-ginaron: Federico se llevó un gran disgusto cuando encontró que el edificio lo habían levantado pegado a una medianera y no es-

taba orientado hacia la avenida tal y como él y su mujer lo habían ordenado.

Pero eso no los desanimó y, en su nue-va residencia, los Alvear empezaron a ubicar todas las boiseries, pinturas, arañas, muebles y tapices que trajeron consigo. En total, gastaron alrededor de un mi-llón y medio de pesos, una suma consi-

El gobierno italiano compró este palacio en 1924. Es un reflejo del estilo de vida de las familias aristocráticas argentinas de principios del siglo XX

El majestuoso hall de recepción, en cuyo centro se encuentra una imponente escalera-altar de mármol blanco que conduce a las dependencias privadas del embajador y su familia, es el ambiente más espacioso de la casa. A los costados “vigilan” dos farolas venecianas talladas

en madera y doradas a la hoja. A cada lado de la puerta principal se aprecian dos sillones de la época de la Regencia francesa (1715-1723).

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le gustó esa casa? ¡Yo se la vendo!”, dijo Felisa. “¿Es suya?”, preguntó la mujer del embajador. “Sí, es mía”, replicó la señora de Alvear Ortiz Basualdo.

Una vez que Felisa regresó de aquel encuentro y le comunicó a su mari-do que había vendido la casa para solventar las deudas contraídas en Europa, Federico montó en cólera. Antes de vender esa maravillosa resi-dencia que con tanto esfuerzo había diseñado, prefería vivir rodeado de pagarés vencidos e hipotecas. Pero la situación económica de la familia era realmente preocupante, por lo que Felisa no escuchó a Federico y la vendió por solo trescientos mil pe-sos. A las pocas semanas, compraron y se mudaron a la casa de los Quirno, en la calle Ocampo.

LA PRIMERA RESIDENCIA DEL EMBAJADOR DE ITALIA

Aunque la propiedad se compró en 1924, el mismo año en que el príncipe heredero Humberto de Saboya pisó Buenos Aires en visita oficial, los condes Aldrovandi-Ma-rescotti no pudieron recibirlo. Par-te del mobiliario para el flamante palacio –que incluía muebles y pin-turas de varios museos italianos– lle-gó junto con el noble italiano a bor-do del transatlántico San Giorgio… Inaugurado oficialmente tres años más tarde, el Palacio Alvear hoy for-ma parte del patrimonio nacional.

La residencia, además, es un lugar que contribuye al acerca-miento entre las dos naciones y un espacio en el que se estrechan los

vínculos con la sociedad argentina. Ahí, el embajador Guido La Tella y su mujer, Marie Christine (37 años de casados, 2 hijos) recibieron a ¡Hola! para contar por qué se sien-ten como en su propia casa.

–Marie Christine, ¿qué recuerda del primer día acá?

–Fue maravilloso. No bien pasa-mos el portón, nos emocionamos al ver semejante joya de la arqui-tectura argentina. Debo confesar que esta casa tiene algo especial porque, más allá de ser lindísima, podemos trabajar y recibir invita-dos cómodamente. Nos sentimos orgullosos de vivir aquí.

–Usted, embajador, estuvo des-tinado en Washington, Nueva Delhi, Addis Abeba… ¿Cuál fue

Derecha: el Palacio Alvear cuenta, como todos los de su época,

con un grand salon de recepción estilo francés. La mayor parte del mobiliario de este ambiente es de origen italiano y perteneció a los

Saboya, la familia noble que reinó en Italia desde 1861 hasta 1946. Al fondo del salón se aprecian Venus

y Diana y Reinaldo y Armida, dos lienzos alegóricos del Cinquecento.

Derecha, abajo: los dueños de casa posan en una de las salas

laterales a la recepción. Izquierda: estatuilla de porcelana con la figura

de una mujer sentada sobre una ostra. Izquierda, abajo: el corredor

que une el hall de recepción con cielorraso en bóveda de cañón

corrida con casetones cuadrados representa a la perfección el estilo

del neoclasicismo francés.

Veintitrés embajadores de Italia vivieron en este palacio, que cuenta con una superficie de 3.496 metros

cuadrados y que en 2003 fue restaurado en su totalidad

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“Este es un país muy distinto a todos en los que estuve como diplomático. En ningún lugar sentí tan

cerca a Italia como en Argentina” (Guido La Tella)

su primera impresión de Argentina?–Este es un país muy distinto de todos

los que estuve como diplomático, por la sencilla razón de que la mitad de la po-blación es de origen italiano. Hoy existen 800 mil personas con pasaporte italiano vi-viendo en Argentina. Todos los días veo o escucho algo que me hace sentir en Roma o en Milán. Incluso, el día que visité por primera vez la Casa Rosada para presentar mis cartas credenciales, me sorprendió la gran influencia italiana que hay en su ar-quitectura. En ningún país sentí tan cerca a Italia como en Argentina.

–¿Qué es lo que más disfrutan de ser los anfitriones de este palacio?

Embajador: Vivir en esta casa es una gran responsabilidad porque debemos cuidarla, aprovecharla y compartirla. Una de nuestras tantas funciones es la de dar una imagen destacada de Italia, por lo que a Marie Christine y a mí nos encanta organizar conciertos de ópera y agasajar a los personajes ilustres que nos visitan. Una de las labores que más satisfacción

Arriba: primer plano de la sala de música, un espacio en el que los embajadores decidieron exhibir

parte de su colección de arte etíope, ya que su último destino antes de

llegar a Buenos Aires fue Addis Abeba. En las vitrinas del fondo se exhibe la colección de platos

de cerámica española. Izquierda: Retrato de mujer es una de las pinturas más importantes de la pinacoteca del palacio y se

atribuye a la escuela flamenca de Van Dyck (1599-1641). Derecha:

reloj de caoba, con detalles de metal dorado y un ángel tocando

su clarín de heraldo.

El comedor, listo para recibir invitados, es una muestra del estilo del renacimiento italiano. Los enormes vitraux y la alta chimenea, en la que

están grabados los cuernos de la abundancia, son elementos muy comunes en los comedores de la época. La espectacularidad de la boiserie puede

apreciarse en el cielorraso, compuesto por casetones de madera en los que se pueden distinguir motivos de escudos y trofeos.

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nos da es apoyar el arte y la cul-tura, ya que estamos convenci-dos de que la educación es una de las claves para el desarrollo de cualquier nación.

–Se nota que le tomaron mucho cariño a la casa…

Marie Christine: Totalmente. Siempre nos dicen lo cálida que es y ese es un elogio que nos en-canta, ya que este palacio es un reflejo de Italia, de nuestro ca-rácter y de nuestras tradiciones. Y, aunque es un edificio multi-facético e imponente a la vez, para nosotros es nuestra casa de familia, nuestro hogar.

–Marie Christine, cuéntenos de su afición por el tango…

–¡Amo el tango! Tanto la música como el baile. En cuan-

to llegué, hace ya más de tres años, empecé a tomar clases. De hecho, estoy tratando de convencer a mi marido para que también lo aprenda. ¡Es-pero lograrlo! [Risas].

–¿Qué es lo que más van a extrañar cuando se vayan?

Embajador: A los argentinos. Pocos pueblos nos trataron tan bien como aquí. Este es un país con una gran calidad humana. Realmente nos encanta vivir en Buenos Aires y disfrutar de su intensa vida social y cultural. Argentina siempre estará en nuestros corazones.•

Arriba: la biblioteca de la residencia es utilizada por el embajador como escritorio, donde recibe, además, a políticos y diplomáticos. La mayoría de los muebles, estilo Luis XV, conviven a la perfección con la gran chimenea de mármol oscuro. Abajo: una de las piezas más importantes del palacio

es un secrétaire con fino trabajo de ebanistería, fechado en Génova el 1 de octubre de 1861.

Texto y producción: Rodolfo Vera Calderón Fotos: Tadeo Jones y Matías Salgado

“Este palacio es un reflejo de Italia, de nuestro carácter y de nuestras

tradiciones. Y, aunque es un edificio imponente, para nosotros es nuestro

hogar” (Marie Christine)