Palabras Musicales - Cuentos

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    PALABRAS MUSICALES

    Seleccin y notasElkin Obregn S.

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    Primera edicin5.000 ejemplaresMedelln, junio de 2012

    Edita:Fundacin CONFIARCalle 52 N 49-40Tel: 448 75 00 Ext. 4201. Medelln

    [email protected]

    ISBN volumen: 978-958-99050-4-3ISBN obra completa: 958-4702-7

    Diseo e Impresin:Pregn Ltda.

    Este libro no tiene valor comercialy es de distribucin gratuita

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    Cuesta abajoJavier Gil Gallego

    Cantiga de esponsalesJ. M. Machado de Assis

    Balada de los bhos estticosLen de Greiff

    Teora y juego del duendeFederico Garca Lorca

    El msico maravillosoLos tres msicos de BremenHermanos Grimm

    Nijinski, ese efmero fuegoPablo Montoya

    Dilogo sobre dilogoJorge Luis Borges

    Dos poemasAurelio Arturo

    ndice

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    La leccin de cantoKatherine MansfieldUn saxo en la nieblaManuel Rivas

    La vuelta al piano de Thelonious Monk

    Julio CortzarFragmento. La IladaHomero

    Nocturno IJos Asuncin Silva

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    Las palabras aman la msica, y la msica ama laspalabras. Nada ms he de decir. El resto, como dice el

    poeta, es silencioBen Jonson

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    Cuesta abajoJavier Gil Gallego

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    JAVIER GIL GALLEGO (1958). Naci enAndes, Antioquia. Es historiador, formado en la

    Universidad de Antioquia. Cuentos suyos hanaparecido en diversas publicaciones y revistasculturales de Colombia. Public hace un par deaos el libro 13 cuentos no peregrinos.

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    Si arrastr por este mundola vergenza de haber sido

    y el dolor de ya no ser.Gardel, Le Pera.No tuvo velorio. Qu ms velorio que verlo

    ah, humillado, derrotado. Haca tiempo queera un cadver. Cuando miro su habitacin

    lo recuerdo: sentado en el catre de lona,encordando, afinando, tocando, acariciandola guitarra desteida como sus dedos,que era su punto de contacto con el mundo.Al fondo la pared sin revocar, adornada conlas cartulas de los discos que lo hacan

    sentir artista profesional. Msica compuestacuando era joven y an improvisaba con lavida, acompaado por alguna de las mujeresque cruzaron su existencia, en la que dej unaprole que siempre reneg de su semilla. Cada

    acetato era un recuerdo: una dcada de vida

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    que ya todos conocamos, y que l mostrabaen el barrio como un pasaporte cuandollegaba con alguna cartula bajo el brazo,para que todos se enteraran de que no era unarrastradoy slo estaba esperando la pensinque el gobierno entregara a los artistas que

    haban hecho grande la msica colombiana.Esta cantinela, tantas veces repetida,termin por volverse mofa. Burlonamentelo llamaban El turpial del Suroeste, nombrecon que lo bautiz un locutor de Ecos delSan Juan, el 16 de marzo de 1964, despusde una memorable presentacin en el teatroMinerva.

    En su primera produccin se mostrabaorgulloso con sus compadres JoaqunRestrepo, en el requinto, y Humberto

    Quiroz, segunda voz y guitarra: El troAndino. Al respaldo se vean ttulos que yaeran inmortales en la voz y las cuerdas de LosPanchos, Los Embajadores, El Tro Amrica,y un surco con su primera composicin:Muequita andina, dedicada a su primeramujer, mi madre. El disco sali al mercado elao en que yo nac. Me asoci con su buenaestrella; afirmaba que yo era su sol. Fui lanica mujer que en realidad quiso, la nicahija que visitaba, y estoy segura de que sus

    regresos espordicos a casa los haca por m,

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    no por mi madre. El disco fue promocionadoen todo el Suroeste, y l, orgulloso, afirmabaque se vendieron ms de mil copias. En estacartula se ve con su bigote recortado ypulido, su pelo negro engominado, el traje depao que resalta la blancura de su tez, y su

    porte de prncipe exiliado. Tena treinta aos.Ahora, al mirarse en esa imagen, duda deque sea l y la contempla como a un hijo quemuri en la plenitud de su carrera artstica;como los grandes, que mueren jvenes paraque nunca los olviden.

    El Suroeste era su santuario: desde Jardnhasta Caldas, donde tenan presentacionestodas las semanas de mircoles a domingo,pero sus giras demoraban hasta dos meses.l las prolongaba. Era un hombre encantador

    y enamorado, llenaba de promesas otrocorazn, y cuando desapareca el furorregresaba donde mi madre: su refugio. Ellasiempre le guard el lado izquierdo de lacama y se lo mantena tibio, por si aparecaen la noche cantndole una serenata, comolo hizo cuando la enamoraba. Mientrascosa y escuchaba radionovelas miraba porla ventana, ansiosa de verlo llegar caminandoerguido, paralizando la tarde, acompaadode su guitarra y las miradas ansiosas de las

    vecinas.

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    Su destino cambi cantando a docon Lucho Ramrez en el Club La Rochela.Alucinado, segn sus propias palabras, porsu voz, su porte y la forma de interpretar laguitarra, Lucho lo llen de ilusiones y un mesms tarde estaba en Medelln. No supimos

    de l hasta tres aos despus, cuando regrescon el Tro Malagueo, con treinta y cincoaos encima, y sus enredos amorosos que loacompaaron toda la vida. Persuadi a mimadre y nos trasladamos para Medelln a vivircon l. Siempre ausente, apareca cuando se

    enfermaba o estaba pobre. Nuestra casa erasu albergue. De esta poca es su segundaproduccin, enmarcada en dos vidrios, comoimagen religiosa: Canciones para enamorar,con el sensacional Tro Malagueo. En l

    haba dos composiciones suyas: Retorno a tuamor y Siempre so contigo, supuestamenteinspiradas por su nico amor: mi madre.Ella, entre tanto, trabajaba como obreraen una fbrica textil. Dos o tres veces alao veamos llegar a un hombre apuesto,

    vestido de blanco, imponente: nuestrodesconocido padre. Salamos los cuatro yel contraste con mi madre era abrumador:reducida, resignada, haba perdido todaesperanza del amor y retorn a sus das de

    campo con simpleza. Lo nico que deseabaen el mundo era no ser vista, no estorbar.

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    Mi padre llegaba: nos colmaba de historias,recortes de prensa, tarjetas de presentacin yde promesas; y alentaba en nosotros la ideade seguir el camino del arte como msicos,que nos abrira todas las puertas.

    Lo volv a ver, cuatro aos despus.

    Regres con un nuevo disco, esta vez conLos Jilgueros. Haba estado viviendo enPereira y mostraba orgulloso sus nuevascomposiciones. En la cartula se lea: por J.M. Estrada. Lleg lleno de regalos y promesas.Pretenda llevarnos para Manizales, por donde

    deca que pasaba el meridiano de la msicaen el pas. A pesar de que slo tena cuarentay cinco aos, ya se notaban los estragos dela noche en su cara y asomaban las primerascanas. Me pagaba un peso por cada una que

    fuera eliminando. En diciembre de ese aoapareci inesperadamente en la casa laprimera navidad que compartimos, con elcompromiso de que se quedara y que serapadre y esposo, y lo fue durante dos meses.Recuper su forma, su gallarda, su familia,

    y parti. Y se inici su declive.Arm tros, desbarat cuartetos, para

    terminar tocando el bajo en un grupo demsica tropical. Animaban fiestas de quinceaos, matrimonios, grados. Ms trabajo y

    menos dinero. Ya no era imprescindible,y a veces lo veamos bailar ejecutando

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    coreografas que lo hacan ver ms viejo. Seti el pelo y se cort el bigote, marca de todasu vida. Con Los azules del ritmoculmin sucoleccin de cartulas en la pared. Se volviun mercenario de la msica. Extraada, loencontr tocando el guitarrn con mariachis,

    en una de las muchas fiestas de quince alas que me invitaron. Los mos nunca melos celebraron: me qued esperndolo a l,que me haba prometido la ms grande detodas las fiestas, jams vista en el barrio.Al descubrirlo en un mariachi, por primera

    vez sent pena de l, por l, vindolo vendercasetes y entregar tarjetas de Las guilasde Amrica con su gigantesco sombrero, lachaquetilla y los pantalones bordados enhilos brillantes: una penosa caricatura del

    apuesto galn que siempre fue.Su salud se deterior con el trabajo, o fueel trabajo el que se deterior con su salud, nos, creo que es lo mismo. Empez a arrimarselentamente a la casa, iba tres o cuatro dasa la semana, a recuperarse, a contarnos de

    proyectos, de composiciones, de grupos quenunca fueron. Mi hermano no lo soportabay nunca lo perdon. Pronto escogi mujery se alej de la casa. Mi madre lo mirabacomo a un hijo enfermo con el que haba que

    cargar, un minusvlido ms, y su trato conl era spero como si se estuviera vengando

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    de muchas noches de soledad esperndolo,de las deslealtades, de las traiciones. En mpudo ms el amor que me prodigaba cuandoreapareca. Era mi pap, no poda verlotirado en la calle. Con mi ayuda termin susltimos das en un lecho caliente; no quera

    que acabara solo y viejo apolillndose enun rincn. Disimuladamente pona dineroen su bolsillo para que se diera sus vueltaspor el centro, comprara cigarrillos, hablaracon sus amigos, se tomara un tinto. No selevantaba antes de las nueve de la maana,

    y regresaba despus de las ocho de la noche.Daba la impresin de que no quera estorbar.Siempre consegua para beber, y llegaba consu inseparable amiga, la guitarra, la nicaque nunca quiso empear, que se acomod

    a sus dedos y a su vida. Los dos se veanpauprrimos. Ya no le servan sus trajes; losvendi. Del buen pao y el lino pas a losvestidos de segunda, que negociaba en laminorista.

    Ahora lo recuerdo: era un viejo, flaco,

    desdentado, con su camisa blanca percudida,de cuello largo que sacaba por encima deuna chaqueta azul de terlette, mostrando suesculido pecho con unas cadenas doradasque nadie supona que fueran de oro.

    Cantaba entonces en el Parque de Bolvar,por monedas o tragos de alcohol. La ltima

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    vez que lo vi como artista fue cuando sesubi a cantar al bus. Los dos nos miramosasombrados, desilusionados. Ya l habaperdido la vergenza.

    El ao pasado, cuando no regres a lacasa despus de una ausencia de ocho das, lo

    busqu. El primero de diciembre, el da en quenos llamaron de la morgue para verificar si elcadver de un hombre de aproximadamentesetenta aos, uno con sesenta y cinco deestatura, vestido con chaqueta azul, camisa,pantaln y mocasines blancos, hallado tres

    das antes abrazado a una vieja guitarra, erael de mi padre. Mi madre, que haba trocadosu amor por indiferencia, me suplic quesi era l, me abstuviera de reconocerlo. Yargument: si es l, tendremos que pagarle

    el entierro, y no vale la pena enterrarlo. Llevamuchos aos muerto.

    De 13 cuentos no peregrinos. Editorial Artes yLetras Ltda., 2008.

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    Cantiga de esponsalesJ. M. Machado de Assis

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    JOAQUIM MARIA MACHADO DE ASSIS(1839-1908). Naci y muri en Ro de Janeiro.

    Para muchos, el mayor escritor brasilero detodos los tiempos. No sali nunca de su pas,y, al parecer, tampoco de su Estado; lo que nole impidi contemplar con ojos universales, eimplacables, la comedia humana. Novelista(Memorias pstumas de Brs Cubas, Quincas

    Borba, Esa y Jacob, Don Casmurro, Memorial

    de Aires, etc.), cuentista, poeta, dramaturgo,periodista.

    Fund la Academia Brasilera de Letras, vigentehasta hoy.

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    Imagine la lectora que est en 1813, enla iglesia de Carmo, oyendo una de aquellas

    buenas fiestas antiguas, que eran la mayordiversin pblica y lo mejor del arte musical.Sabe cmo es una misa cantada; puedeimaginar lo que sera una misa cantada enaquellos aos remotos. No llamo su atencin

    hacia los curas y sacristanes, ni hacia elsermn, ni hacia los ojos de las jvenescariocas, que ya eran bonitas en aquel tiempo,ni hacia las mantillas de las seoras graves,las casacas, las cabelleras, las cortinas, lasluces, los inciensos, nada. Ni siquiera hablo

    de la orquesta, que es excelente; me limitoa mostrarle una cabeza blanca, la cabeza deese viejo que dirige la orquesta con alma ydevocin.

    Se llama Romn Pires. Tendr sesentaaos, no menos en todo caso, naci enel Valongo, o por esos lados. Es un buen

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    msico y un buen hombre; todos los colegaslo quieren. El maestro Romn es su nombrefamiliar; y decir familiar o pblico era lamisma cosa en tal materia y en aquellostiempos. La misa ser dirigida por elmaestro Romn, equivala a esta forma

    de anuncio, aos despus: Entra en escenael actor Joo Caetano. O a sta: El actorMartinho cantar una de sus mejores arias.Era la sazn adecuada, el aliciente delicado ypopular. El maestro Romn dirige la fiesta!Quin no conoca al maestro Romn, con su

    aire circunspecto, recatado el mirar, sonrisatriste y paso lento? Todo esto desaparecaal frente de la orquesta; y entonces la vidase derramaba por todo el cuerpo y todos losgestos del maestro; la mirada se encenda, la

    sonrisa se iluminaba: era otro. No significabaesto que fuera l el autor de las misas; sta,por ejemplo, que ahora dirige en el Carmoes de Joo Mauricio; pero l se aplica a sutrabajo poniendo en ello el mismo amor quepondra si fuera suya.

    La fiesta termin; y fue como si seapagara un resplandor intenso, dejndole elrostro iluminado apenas por la luz ordinaria;helo aqu descendiendo del coro, apoyadoen el bastn; va a la sacrista a besar la

    mano a los padres y acepta un sitio en sumesa. Permanece todo el tiempo indiferente

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    y callado. Termina la cena, sale, caminaen direccin a la Calle de la Madre de losHombres, en donde vive, en compaa de unnegro viejo, pap Jos, que es como si fuerasu verdadera madre, y que en este momentoconversa con una vecina.

    Ah viene el maestro Romn, papJos dijo la vecina.Eh!, eh!, adis vecina, hasta luego.Pap Jos dio un salto, entr en la casa,

    y esper a su amo, que entr poco despuscon el mismo aire de siempre. La casa no era

    rica, por supuesto; ni alegre. No haba en ellael menor vestigio de mujer, vieja o joven, nipajaritos que cantasen, ni flores, ni coloresvivos o clidos. Casa sombra y desnuda. Loms alegre que all haba era un clavicordio,

    donde el maestro Romn tocaba algunasveces, estudiando. Sobre una silla, al lado,algunos papeles con partituras; ningunasuya

    Ah!, si el maestro Romn pudiera,sera un gran compositor. Tal parece que

    hay dos clases de vocacin, las que tienenlengua y las que no la tienen. Las primeras serealizan; las ltimas representan una luchaconstante y estril entre el impulso interiory la ausencia de un modo de comunicacin

    con los hombres. La de Romn era de stas.Tena la vocacin ntima de la msica;

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    llevaba dentro de s muchas peras y misas,un mundo de armonas nuevas y originalesque no alcanzaba a expresar y poner en elpapel. sta era la causa nica de la tristezadel maestro Romn. Naturalmente, el vulgono se daba cuenta; unos decan esto, otros

    aquello: enfermedad, falta de dinero, algndisgusto antiguo; pero la verdad es sta: lacausa de la melancola del maestro Romnera no poder componer, no poseer el mediode traducir lo que senta. Y no porqueescatimara el gasto de papel o el paciente

    trabajo, durante muchas horas, al frentedel clavicordio; pero todo le sala informe,sin idea ni armona. En los ltimos tiemposhasta senta vergenza de los vecinos, y ya nisiquiera intentaba nada.

    Y, no obstante, si pudiera, terminaraal menos cierta pieza, un canto deesponsales, comenzado tres das despusde su casamiento, en 1799. La mujer, quetena entonces veintin aos, y muri deveintitrs, no era bonita, ni mucho ni poco,

    pero s muy simptica, y lo amaba tantocomo l a ella. Tres das despus de su boda,el maestro Romn sinti en su interior algoparecido a la inspiracin. Imagin entoncesel canto esponsalicio, y quiso componerlo;

    pero la inspiracin no logr salir. Como unpjaro que acaba de ser aprisionado, y forcejea

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    por atravesar las paredes de la jaula, abajo,encima, impaciente, aterrorizado, as batala inspiracin de nuestro msico, encerradadentro de l sin poder salir, sin encontraruna puerta, nada. Algunas notas llegaron areunirse; l las escribi; asunto para una hoja

    de papel, apenas. Insisti al da siguiente,diez das despus, veinte veces durante susaos de casado. Cuando muri su mujerreley aquellas primeras notas conyugales, yse sinti ms triste an, por no haber podidofijar en el papel la sensacin de esa felicidad

    ya extintaPap Jos dijo l, hoy no me siento

    muy bien.Tal vez el seor comi algo que le cay

    mal

    No, ya desde la maana estaba as.Vaya a la boticaEl boticario mand cualquier cosa que l

    tom esa noche; al da siguiente el maestroRomn no se senta mejor. Es preciso agregarque padeca del corazn: molestia grave y

    crnica. Pap Jos sinti temor cuando vioque el malestar no ceda al remedio, ni alreposo, y quiso llamar al mdico.

    Para qu?dijo el maestro. Estopasa.

    El da no termin peor y l pas buenanoche; no as el negro, que slo consigui

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    dormir dos horas. Los vecinos, una vez quese hubieron enterado de aquella dolencia,no tuvieron otro motivo de conversacin;los que mantenan relacin con el maestrofueron a visitarlo. Y le decan que no eranada, que eran achaques de la edad; alguien

    agregaba graciosamente que era un truco,para librarse de las derrotas que el boticario lepropinaba en el juego de gamao; otro, queera cuestin de amores. El maestro Romnsonrea, pero para sus adentros se deca queaquello era el final. Todo acab, pensaba.

    Una maana, cinco das despus de lafiesta, el mdico lo encontr realmente mal;y el maestro se lo not en la expresin, pordetrs de las palabras engaadoras:

    Esto no es nada; es preciso no pensar

    en msicasEn msicas! De pronto esta palabradel mdico trajo al maestro una idea casiolvidada. Al quedarse solo con el esclavo,abri la gaveta donde guardaba desde 1799el canto de esponsales iniciado. Reley

    aquellas notas arrancadas con tanto trabajoy nunca concluidas. Y tuvo entonces unaidea singular:

    Terminar la obra, fuese como fuese;cualquier cosa estara bien, con tal de que

    significara dejar un poco de alma sobre latierra.

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    Quin sabe? En 1880, tal vez, seinterpretar esta obra y se contar que unmaestro Romn

    El comienzo del canto remataba enun cierto la; esta la, que resultaba bien alldonde estaba, era la ltima nota escrita. El

    maestro Romn orden llevar el clavicordioa la habitacin del fondo, que daba al solar:necesitaba aire.

    Por la ventana vio, en la ventanatrasera de otra casa, a una dulce pareja derecin casados, asomados, abrazados por

    los hombros y de manos unidas. El maestroRomn sonri con tristeza.

    Ellos llegan se dijo, yo salgo.Compondr al menos este canto que ellospodrn tocar

    Se sent ante el clavicordio; reprodujolas notas y lleg al laLa, la, laNada, no lograba seguir. Y sin embargo,

    l saba de msica como el que ms.La, do la, mi la, si, do, re re re re

    Imposible! Ninguna inspiracin. Noaspiraba a una pieza profundamente original;tan slo algo que no pareciese de otro y quese relacionase con la idea comenzada. Volvaal principio, repeta las notas, intentaba

    revivir un retazo de la sensacin extinguida,se acordaba de su mujer, de aquellos tiempos

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    primeros. Para completar la ilusin, dejabacorrer su mirada por la ventana en direccina la pareja de recin casados. Ellos seguanall, con la manos unidas y rodendose loshombros con los brazos; pero ahora se mirabanuno al otro, en vez de mirar hacia abajo. El

    maestro Romn, agotado por el malestar y laimpaciencia, tornaba al clavicordio; pero lavisin de la pareja no le traa la inspiracin,y las notas siguientes no sonaban.

    La la laDesesperado, dej el clavicordio, tom el

    papel escrito y lo rompi. En ese momento,la joven absorta en la mirada del esposo,empez a canturrear de cualquier modo,inconscientemente, alguna cosa nunca antescantada ni sabida, una cosa en la cual cierto

    laprosegua despus de un sicon una lindafrase musical, justamente aqulla que elmaestro Romn haba buscado durante aossin hallarla jams. El maestro la oy conpesar, sacudi la cabeza, y esa noche expir.

    DeMisa de gallo y otros cuentos. Editorial Norma,coleccin Cara y Cruz, 1990.

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    Balada de los bhos estticosLen de Greiff

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    LEN DE GREIFF (1895-1976). Naci enMedelln y muri en Bogot. Altern con igual

    fortuna una veta de poesa frondosa, sinfnica,de admirable arquitectura, y pequeos poemasllenos de levedad y gracia, muchos de ellos conclaras reminiscencias juglarescas. De l diceJaime Jaramillo Escobar: Con diccionario o sindiccionario, fcil o difcil, exige el ejercicio delcomplejo y reservado arte de la lectura. Escribi,entre otros, los poemarios Tergiversaciones, Libro

    de signos, Variaciones alrededor de nada, Brbaracharanga, Libro de relatos, etc. Menos divulgadaes su obra en prosa, en parte compilada en eltomoProsas de Gaspar.

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    I

    A mis hermanos los bhoscomo una santa palabra,como un confuso diseo,esta balada macabra.Envo

    La luna estaba lelay los bhos decan la trova paralela!

    La luna estaba lela,lela,en el lelo jardn del aquelarre.

    Y los bhos decan su trova,y arre, arre,

    decan a su escobalas brujas del aquelarre

    En el jardn los rboles eran rectos, retricos,las avenidas rectas, los estanques retricosretricos,y en fila los bhos, rectos, retricos, retricos

    Y all nada se vea irregular:los bancales de forma regularcuadrados, cuadradoslas regulares platabandas,los rboles endomingados

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    geomtricamente, conos, dadostodo perfecto, exacto, regular.

    Y eran las sombras semejantes,y los perfumes semejantes,y los aromas semejantes,y, en medio de todo, los bhosdecan idnticos dossemejantes,los idnticos bhos!

    Oh jardn de mis sueos neurticosdonde ensuean cereros caticosensoares macabros, exticos!

    Y los bhos tejan la trova paralela,y la luna estaba lela,y en la avenida paralelalas brujas del aquelarretorvas decan: arre! arre!escoba, escoba del aquelarre!

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    II

    La luna estaba lelay los bhos decan la trova paralela.

    El padre de los bhos era un bho sofistaque interrog a los otros al modo modernista:los bhos contestaron, contestaron la lista

    Y eran seis bellos bhos plantados en la ralacopa de un chopo calvo. Y el prior agita el alay al instante se inicia la trova paralela,trova unnime y sorda, extraa cantinelaque coloquian los bhos ordenados en fila.

    El bho ms lejano su voz de flauta hilaEl que le sigue canta como un piano de cola,un otro es la trompeta, y entre la bataholase acenta el violn, y todo el coro ululala macabra cancin que el conjunto regula.

    La luna sigue lela,lela,y sigue la trova paralela

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    Ya se ha ido la luna.Ya los bhos cesaron la trova inoportuna:

    el jardn ha nacido con el alba radiosa;el estanque palpita, nada, nada reposa.Los nios triscan, triscan por el jardn florido,y las aves ensayan su arrullo desde el nido!

    Los estticos bhos huyeron de la extraa

    lumbre del sol que todo lo falsifica y daa.Los estticos bhos huyeron, y en su hueco,oculto entre las ramas del chopo calvo ysecoaguardan el exilio del sol que adula y finge,

    que ilusiona y que irisa, y aguardan que laesfinge,la muda y desolada y la fra la luna,se venga con la noche, se venga lela, lela,para decir de nuevo la trova paralela!

    III

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    A mis hermanos los bhoscomo una santa palabra,

    como un confuso diseo,esta balada macabra.Envo

    DeLen de Greiff. Antologa potica. ColeccinVisor de Poesa, Madrid, 1992.

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    Teora y juego del duendeFederico Garca Lorca

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    Seoras y seores:Desde el ao 1918, cuando ingres a la

    Residencia de Estudiantes de Madrid, hasta1928, cuando la abandon, terminados misestudios de Filosofa y Letras, he odo enaquel refinado saln, donde acuda paracorregir su frivolidad de playa francesa la

    vieja aristocracia espaola, cerca de milconferencias.Con ganas de aire y de sol, me he aburrido

    tanto, que al salir me he sentido cubierto poruna leve ceniza casi a punto de convertirseen pimienta de irritacin.

    No. Yo no quisiera que entrase en la salaese terrible moscardn del aburrimiento queensarta todas las cabezas por un hilo tenuede sueo y pone en los ojos de los oyentesunos grupos diminutos de puntas de alfiler.

    De modo sencillo, con el registro que enmi voz potica no tiene luces de maderas, ni

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    recodos de cicuta, ni ovejas que de prontoson cuchillos de ironas, voy a ver si puedodaros una sencilla leccin sobre el esprituoculto de la dolorida Espaa.

    El que est en la piel de toro extendidaentre los Jcar, Guadalete, Sil o Pisuerga (no

    quiero citar a los caudales junto a las ondascolor melena del Len que agita el Plata),oye decir con medida frecuencia: Esto tienemucho duende. Manuel Torres, gran artistadel pueblo andaluz, deca a uno que cantaba:T tienes voz, t sabes los estilos, pero

    no triunfars nunca, porque t no tienesduende.

    En toda Andaluca, roca de Jan y caracolade Cdiz, la gente habla constantemente delduende y lo descubre en cuanto sale con

    instinto eficaz. El maravilloso cantaor Ellebrijano, creador de la Debla, deca: Los dasque yo canto con duende no hay quin puedaconmigo; la vieja bailarina gitanaLa Malenaexclam un da oyendo tocar a Brailowsy unfragmento de Bach: Ol! Eso tiene duende!,

    y estuvo aburrida con Gluck y con Brahmsy con Darius Milhaud. Y Manuel Torres, elhombre de mayor cultura en la sangre quehe conocido, dijo, escuchando al propio Fallasu Nocturno del Generalife, esta esplndida

    frase: Todo lo que tiene sonidos negros tieneduende. Y no hay verdad ms grande.

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    Estos sonidos negros son el misterio,las races que se clavan en el limo que todosconocemos, que todos ignoramos, pero dedonde nos llega lo que es sustancial en el arte.Sonidos negros dijo el hombre popular deEspaa, y coincidi con Goethe, que hace la

    definicin del duende al hablar de Paganini,diciendo: Poder misterioso que todos sienteny que ningn filsofo explica.

    As, pues, el duende es un poder y noun obrar, es un luchar y no un pensar. Yohe odo decir a un viejo maestro guitarrista:

    El duende no est en la garganta; el duendesube por dentro desde la planta de los pies.Es decir, no es cuestin de facultad, sino deverdadero estilo vivo; es decir, de sangre; esdecir, de viejsima cultura, de creacin en

    acto.Este poder misterioso que todos sienteny que ningn filsofo explica es, en suma,el espritu de la tierra, el mismo duendeque abras el corazn de Nietzsche, que lobuscaba en sus formas exteriores sobre el

    puente Rialto o en la msica de Bizet, sinencontrarlo y sin saber que el duende que lpersegua haba saltado de los misteriososgriegos a las bailarinas de Cdiz o al dionisacogrito degollado de la seguiriya de Silverio.

    As, pues, no quiero que nadie confundaal duende con el demonio teolgico de la

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    duda, al que Lutero, con un sentimientobquico, le arroj un frasco de tinta enNuremberg, ni con el diablo catlico,destructor y poco inteligente, que se disfrazade perra para entrar en los conventos, ni conel mono parlante que lleva el truchimn de

    Cervantes, en la comedia de los celos y lasselvas de Andaluca.No. El duende de que hablo, oscuro

    y estremecido, es descendiente de aquelalegrsimo demonio de Scrates, mrmol ysal, que lo ara indignado el da en que tom

    la cicuta; y del otro melanclico demonillo deDescartes, pequeo como almendra verde,que, harto de crculos y lneas, sali porlos canales para or cantar a los marinerosborrachos.

    Todo hombre, todo artista llamarNietzsche, cada escala que sube en la torrede su perfeccin es a costa de la lucha quesostiene con un duende, no con un ngel,como se ha dicho, ni con su musa. Es precisohacer esa distincin fundamental para la raz

    de la obra.El ngel gua y regala como San Rafael,

    defiende y evita como San Miguel, y previene,como San Gabriel.

    El ngel deslumbra, pero vuela sobre la

    cabeza del hombre, est por encima, derramasu gracia, y el hombre, sin ningn esfuerzo,

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    realiza su obra o su simpata o su danza. Elngel del camino de Damasco y el que entrpor las rendijas del balconcillo de Ass, o elque sigue los pasos de Enrique Susson,ordenay no hay modo de oponerse a sus luces,porque agita sus alas de acero en el ambiente

    del predestinado.La musa dicta, y, en algunas ocasiones,sopla. Puede relativamente poco, porque yaest lejana y tan cansada (yo la he visto dosveces), que tuve que ponerle medio coraznde mrmol. Los poetas de musa oyen voces y

    no saben dnde, pero son de la musa que losalienta y a veces se los merienda. Como en elcaso de Apollinaire, gran poeta destruido porla horrible musa con que lo pint el divinoanglico Rousseau. La musa despierta la

    inteligencia, trae paisaje de columnas y falsosabor de laureles, y la inteligencia es muchasveces la enemiga de la poesa, porque imitademasiado, porque eleva al poeta en un tronode agudas aristas y le hace olvidar que depronto se lo pueden comer las hormigas o le

    puede caer en la cabeza una gran langosta dearsnico, contra la cual no pueden las musasque hay en los monculos o en la rosa de tibialaca del pequeo saln.

    ngel y musa vienen de fuera; el ngel da

    luces y la musa da formas (Hesodo aprendide ellas). Pan de oro o pliegue de tnicas,

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    el poeta recibe normas en su bosquecillode laureles. En cambio, al duende hay quedespertarlo en las ltimas habitaciones de lasangre.

    Y rechazar al ngel y dar un puntapi ala musa, y perder el miedo a la fragancia de

    violetas que exhala la poesa del siglo XVIIIy al gran telescopio en cuyos cristales seduerme la musa enferma de lmites.

    La verdadera lucha es con el duende.Se saben los caminos para buscar a Dios,

    desde el modo brbaro del eremita al modo

    sutil del mstico. Con una torre como SantaTeresa, o con tres caminos como San Juan dela Cruz. Y aunque tengamos que clamar convoz de Isaas: Verdaderamente t eres Diosescondido, al fin y al cabo Dios manda al

    que lo busca sus primeras espinas de fuego.Para buscar al duende no hay mapa niejercicio. Slo se sabe que quema la sangrecomo un tpico de vidrios, que agota, querechaza toda la dulce geometra aprendida,que rompe los estilos, que hace que Goya,

    maestro en los grises, en los platas y en losrosas de la mejor pintura inglesa, pinte conlas rodillas y los puos con horribles negrosde betn; o que desnuda a Mosn CintoVerdaguer con el fro de los Pirineos, o lleva

    a Jorge Manrique a esperar a la muerte enel pramo de Ocaa, o viste con un traje

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    verde de saltimbanqui el cuerpo delicado deRimbaud, o pone ojos de pez muerto al condeLautramont en la madrugada del bulevar.

    Los grandes artistas del sur de Espaa,gitanos o flamencos, ya canten, ya bailen,ya toquen, saben que no es posible ninguna

    emocin sin la llegada del duende. Ellosengaan a la gente y pueden dar sensacinde duende sin haberlo, como os engaantodos los das autores o pintores o modistasliterarios sin duende; pero basta fijarse unpoco, y no dejarse llevar por la indiferencia,

    para descubrir la trampa y hacerle huir consu burdo artificio.

    Una vez, la cantaora andaluza PastoraPavn, La Nia de los Peines, sombro geniohispnico, equivalente en capacidad de

    fantasa a Goya o a Rafael el Gallo, cantabaen una tabernilla de Cdiz. Jugaba consu voz de sombra, con su voz de estaofundido, con su voz cubierta de musgo, yse le enredaba en la cabellera o la mojabaen manzanilla o la perda por unos jarales

    oscuros y lejansimos. Pero nada; era intil.Los oyentes permanecan callados.

    All estaba Ignacio Espeleta, hermoso comouna tortuga romana, a quien preguntaronuna vez: Cmo no trabajas?; y l, con

    una sonrisa digna de Argantonio, respondi:Cmo voy a trabajar si soy de Cdiz?

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    All estaba Elosa, la caliente aristcrata,ramera de Sevilla, descendiente directa deSoledad Vargas, que en el 30 no se quiso casarcon un Rotschild porque no la igualaba ensangre. All estaban los Floridas, que la gentecree carniceros, pero que en realidad son

    sacerdotes milenarios que siguen sacrificandotoros a Gerin, y en un ngulo el imponenteganadero don Pablo Murube con aire demscara cretense. Pastora Pavn terminde cantar en medio del silencio. Solo, y consarcasmo, un hombre pequeito, de esos

    hombrines bailarines que salen, de pronto, delas botellas de aguardiente, dijo con voz muybaja: Viva Pars!, como diciendo: Aqu nonos importan las facultades, ni la tcnica, nila maestra. Nos importa otra cosa.

    EntoncesLa Nia de los Peinesse levantcomo una loca, tronchada igual que unallorona medieval, y se bebi de un trago ungran vaso de cazalla como fuego, y se senta cantar sin voz, sin aliento, sin matices, conla garganta abrasada, pero con duende.

    Haba logrado matar todo el andamiaje de lacancin para dejar paso a un duende furiosoy abrasador, amigo de los vientos cargados dearena, que haca que los oyentes se rasgaranlos trajes casi con el mismo ritmo con que

    se los rompen los negros antillanos del rito,apelotonados ante la imagen de Santa Brbara.

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    La Nia de los Peinestuvo que desgarrarsu voz porque saba que la estaba oyendogente exquisita que no peda formas, sinotutano de formas, msica pura con elcuerpo sucinto para poder mantenerse en elaire. Se tuvo que empobrecer de facultades

    y de seguridades; es decir, tuvo que alejara su musa y quedarse desamparada, que suduende viniera y se dignara luchar a brazopartido. Y cmo cant! Su voz ya no jugaba,su voz era un chorro de sangre digna por sudolor y su sinceridad, y se abra como una

    mano de diez dedos por los pies clavados,pero llenos de borrasca, de un Cristo de Juande Juni.

    La llegada del duende presupone siempreun cambio radical en todas las formas sobre

    planos viejos, da sensaciones de frescuratotalmente inditas, con una calidad de rosarecin creada, de milagro, que llega a producirun entusiasmo casi religioso.

    En toda la msica rabe, danza, cancino elega la llegada del duende es saludada

    con enrgicos Al, Al!, Dios, Dios!,tan cerca del Ole! de los toros, que quinsabe si ser lo mismo; y en todos los cantosdel sur de Espaa la aparicin del duende esseguida por sinceros gritos de Viva Dios!,

    profundo, humano, tierno grito de unacomunicacin con Dios por medio de los

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    cinco sentidos, gracias al duende que agita lavoz y el cuerpo de la bailarina, evasin realy potica de este mundo, tan pura como laconseguida por el rarsimo poeta del XVIIPedro Soto de Rojas a travs de siete jardines,o la de Juan Clmaco por una temblorosa

    escala de llanto.Naturalmente, cuando esa evasin estlograda todos sienten sus efectos: el iniciado,viendo cmo el estilo vence a una materiapobre, y el ignorante, en el no s qu deuna autntica emocin. Hace aos, en un

    concurso de baile de Jerez de la Frontera sellev el premio una vieja de ochenta aoscontra hermosas mujeres y muchachas con lacintura de agua, por el solo hecho de levantarlos brazos, erguir la cabeza y dar un golpe con

    el pie sobre el tabladillo; pero en la reunin demusas y de ngeles que haba all, bellezas deforma y bellezas de sonrisa, tena que ganar ygan aquel duende moribundo que arrastrabapor el suelo sus alas de cuchillos oxidados.

    Todas las artes son capaces de duende,

    pero donde encuentra ms campo, como esnatural, es en la msica, en la danza y enla poesa hablada, ya que stas necesitanun cuerpo vivo que interprete, porqueson formas que nacen y mueren de modo

    perpetuo y alzan sus contornos sobre unpresente exacto.

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    Muchas veces el duende del msico pasaal duende del intrprete, y otras veces, cuandoel msico o el poeta no son tales, el duendedel intrprete, y esto es interesante, crea unanueva maravilla que tiene en la apariencia,nada ms, la forma primitiva. Tal es el caso de

    la enduendada Eleonora Duse, que buscabaobras fracasadas para hacerlas triunfar, graciasa lo que ella inventaba, o el caso de Paganini,explicado por Goethe, que haca or melodasprofundas de verdaderas vulgaridades, o elcaso de una deliciosa muchacha del Puerto de

    Santa Mara a quien yo le vi cantar y bailarel horroroso cupl italiano O Mari!, conunos ritmos, unos silencios y una intencinque hacan de la pacotilla italiana una duraserpiente de oro levantado. Lo que pasaba

    era que efectivamente encontraban algunacosa nueva que nada tena que ver con loanterior, que ponan sangre viva y cienciasobre cuerpos vacos de expresin.

    Todas las artes, y aun los pases, tienencapacidad de duende, de ngel y de musa, y

    as como Alemania tiene, con excepciones,musa, y la Italia tiene permanentementengel, Espaa est en todos los tiemposmovida por el duende, como pas de msicay danza milenarias, donde el duende exprime

    limones de madrugada, y como pas demuerte, como pas abierto a la muerte.

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    En todos los pases la muerte es un fin.Llega y se corren las cortinas. En Espaa, no.En Espaa se levantan. Muchas gentes vivenall entre muros hasta el da en que muereny las sacan al sol. Un muerto en Espaa estms vivo como muerto que en ningn sitio

    del mundo: hiere su perfil como el filo de unanavaja barbera. El chiste sobre la muerte y sucontemplacin silenciosa son familiares a losespaoles. Desde El sueo de las calaveras, deQuevedo, hasta El obispo podrido, de ValdsLeal, y desde la Marbella del siglo XVII, muerta

    de parto en mitad del camino, que dice:La sangre de mis entraascubriendo el caballo est.Las patas de tu caballoEchan fuego de alquitrn

    al reciente mozo de Salamanca, muertopor el toro, que clama:Amigos, que yo me muero;amigos, yo estoy muy malo.Tres pauelos tengo dentroy este que meto son cuatro

    hay una barandilla de flores de salitre,donde se asoma un pueblo de contempladoresde la muerte, con versculos de Jeremas porel lado ms spero, o con ciprs fragante porel lado ms lrico, pero un pas donde lo ms

    importante de todo tiene un ltimo valormetlico de muerte.

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    La cuchilla y la rueda del carro, y lanavaja y las ruedas pinchonas de los pastores,y la luna pelada, y la mosca, y las alacenashmedas, y los derribos, y los santos cubiertosde encaje, y la cal, y la lnea hiriente de aleros ymiradores tienen en Espaa diminutas hierbas

    de muerte, alusiones y voces perceptibles paraun espritu alerta, que nos llama la memoriacon el aire yerto de nuestro propio trnsito.No es casualidad todo el arte espaol ligadocon nuestra tierra, lleno de cardos y piedrasdefinitivas, no es un ejemplo aislado la

    lamentacin de Pleberio o las danzas delmaestro Josef Mara de Valdivielso, no esun azar el que de toda la balada europea sedestaque esta amada espaola:

    Si t eres mi linda amiga,

    cmo no me miras, di?Ojos con que te mirabaa la sombra se los di.Si t eres mi linda amiga,Cmo no me besas, di?Labios con que te besaba

    a la tierra se los di.Si t eres mi linda amiga,cmo no me abrazas, di?Brazos con que te abrazaba,de gusanos los cubr.

    No es extrao que en los albores denuestra lrica suene esta cancin:

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    Dentro del vergelmorir,dentro del rosalmatar me han.Yo me iba, mi madre,las rosas coger,

    hallara la muertedentro del vergel.Yo me iba, mi madre,las rosas cortar,hallara la muertedentro del rosal.

    Dentro del vergelmorir,dentro del rosalmatar me han.Las cabezas heladas por la luna que

    pint Zurbarn, el amarillo manteca con elamarillo relmpago del Greco, el relato delpadre Sigenza, la obra ntegra de Goya,el bside la iglesia de El Escorial, toda laescultura policromada, la cripta de la casaducal de Osuna, la muerte con la guitarra

    de la capilla de los Benaventes en Medina deRioseco, equivalen en lo culto a las romerasde San Andrs de Teixido, donde los muertosllevan sitio en la procesin, a los cantos dedifuntos que cantan las mujeres de Asturias

    con faroles llenos de llamas en la noche denoviembre, al canto y danza de la sibila en

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    las catedrales de Mallorca y Toledo, al oscuroIn Recorttortosino y a los innumerables ritosdel Viernes Santo, que con la cultsima fiestade los toros forman el triunfo popular de lamuerte espaola. En el mundo, solamenteMjico puede cogerse de la mano con mi pas.

    Cuando la musa ve llegar a la muertecierra la puerta o levanta un plinto o paseauna urna y escribe un epitafio con manode cera, pero en seguida vuelve a rasgar sulaurel con un silencio que vacila entre dosbrisas. Bajo el arco truncado de la oda, ella

    junta con sentido fnebre las flores exactasque pintaron los italianos del XV y llama alseguro gallo de Lucrecio para que espanteflores imprevistas.

    Cuando ve llegar a la muerte, el ngel

    vuela en crculos lentos y teje con lgrimasde hielo y narciso la elega que hemos vistotemblar en las manos de Keats, y en las deVillasandino, y en las de Herrera, y en las deBcquer y en las de Juan Ramn Jimnez.Pero qu terror el del ngel si siente una

    araa, por diminuta que sea, sobre su tiernopie rosado!

    En cambio, el duende no llega si no veposibilidad de muerte, si no sabe que ha derondar su casa, si no tiene seguridad de que

    ha de mecer esas ramas que todos llevamosy que no tienen, que no tendrn consuelo.

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    Con idea, con sonido o con gesto, elduende gusta de los bordes del pozo enfranca lucha con el creador. ngel y musase escapan con violn o comps, y el duendehiere, y en la curacin de esta herida que nose cierra nunca est lo inslito, lo inventado

    de la obra de un hombre.La virtud mgica del poema consiste enestar siempre enduendado para bautizar conagua oscura a todos los que lo miran, porquecon duende es ms fcil amar, comprender, yesseguroser amado, ser comprendido, y esta

    lucha por la expresin y por la comunicacinde la expresin adquiere a veces, en poesa,caracteres mortales.

    Recordad el caso de la flamenqusima yenduendada Santa Teresa, flamenca no por atar

    un toro furioso y darle tres pases magnficos,que lo hizo; no por presumir de guapa delantede fray Juan de la Miseria ni por darle unabofetada al Nuncio de Su Santidad, sino porser una de las pocas criaturas cuyo duende (nocuyo ngel, porque el ngel no ataca nunca) la

    traspasa con un dardo, queriendo matarla porhaberle quitado su ltimo secreto, el puentesutil que une los cinco sentidos con ese centroen carne viva, en nube viva, en mar viva, delAmor libertado del Tiempo.

    Valentsima vencedora del duende, ycaso contrario al de Felipe de Austria, que,

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    ansiando buscar musa y ngel en la teologa,se vio aprisionado por el duende de losardores fros en esa obra de El Escorial, dondela geometra limita con el sueo y donde elduende se pone careta de musa para eternocastigo del gran rey.

    Hemos dicho que el duende ama el borde,la herida, y se acerca a los sitios donde lasformas se funden en un anhelo superior a susexpresiones visibles.

    En Espaa (como en los pueblos deOriente, donde la danza es expresin

    religiosa) tiene el duende un campo sin lmitessobre los cuerpos de las bailarinas de Cdiz,elogiadas por Marcial, sobre los pechos delos que cantan, elogiados por Juvenal, y entoda la liturgia de los toros, autntico drama

    religioso donde, de la misma manera que enla misa, se adora y se sacrifica a un Dios.Parece como si todo el duende del

    mundo clsico se agolpara en esta fiestaperfecta, exponente de la cultura y de lagran sensibilidad de un pueblo que descubre

    en el hombre sus mejores iras, sus mejoresbilis y su mejor llanto. Ni en el baile espaolni en los toros se divierte nadie; el duendese encarga de hacer sufrir por medio deldrama, sobre formas vivas, y prepara las

    escaleras para una evasin de la realidad quecircunda.

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    El duende opera sobre el cuerpo dela bailarina como el aire sobre la arena.Convierte con mgico poder una muchachaen paraltica de la luna, o llena de ruboresadolescentes a un viejo roto que pide limosnapor las tiendas de vino, da con una cabellera

    olor de puerto nocturno, y en todo momentoopera sobre los brazos con expresiones queson madres de la danza de todos los tiempos.

    Pero imposible repetirse nunca, esto esmuy interesante de subrayar. El duende nose repite, como no se repiten las formas del

    mar en la borrasca.En los toros adquiere sus acentos ms

    impresionantes, porque tiene que luchar, porun lado, con la muerte que puede destruirlo,y por otro lado, con la geometra, con la

    medida, base fundamental de la fiesta.El toro tiene su rbita, el torero la suya,y entre rbita y rbita un punto de peligrodonde est el vrtice del terrible juego.

    Se puede tener musa con la muleta yngel con las banderillas y pasar por buen

    torero, pero en la faena de capa, con el torolimpio todava de heridas, y en el momentode matar, se necesita la ayuda del duendepara dar en el clavo de la verdad artstica.

    El torero que asusta al pblico en la plaza

    con su temeridad no torea, sino que est enese plano ridculo, al alcance de cualquier

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    hombre, de jugarse la vida: en cambio, eltorero mordido por el duende da una leccinde msica pitagrica y hace olvidar que tiraconstantemente el corazn sobre los cuernos.

    Lagartijo con su duende romano, Joselitocon su duende judo, Belmonte con su duende

    barroco y Cagancho con su duende gitanoensean, desde el crepsculo del anillo, apoetas, pintores y msicos, cuatro grandescaminos de la tradicin espaola.

    Espaa es el nico pas donde la muertees el espectculo nacional, donde la muerte

    toca largos clarines a la llegada de lasprimaveras, y su arte est siempre regido porun duende agudo que le ha dado su diferenciay su claridad de invencin.

    El duende que llena de sangre, por vez

    primera en la escultura, las mejillas de lossantos del maestro Mateo de Compostela,es el mismo que hace gemir a San Juan dela Cruz o quema ninfas desnudas por lossonetos religiosos de Lope.

    El duende que levanta la torre de Sahagn

    o trabaja calientes ladrillos en Calatayud oTeruel es el mismo que rompe las nubes delGreco y echa a rodar a puntapis alguacilesde Quevedo y quimeras de Goya.

    Cuando llueve saca a Velzquez

    enduendado, en secreto, detrs de sus grisesmonrquicos; cuando nieva hace salir a

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    todos unen races en un punto de dondemanan los sonidos negros de Manuel Torres,materia ltima y fondo comn incontrolabley estremecido de leo, son, tela y vocablo.

    Sonidos negros detrs de los cualesestn ya en tierna intimidad los volcanes,

    las hormigas, los cfiros y la gran nocheapretndose la cintura con la va lctea.Seoras y seores: He levantado tres

    arcos y con mano torpe he puesto en ellos ala musa, al ngel y al duende.

    La musa permanece quieta; puede tener

    la tnica de pequeos pliegues o los ojos devaca que miran en Pompeya o la narizota decuatro caras con que su gran amigo Picassola ha pintado. El ngel puede agitar cabellosde Antonello de Messina, tnica de Lippi y

    violn de Massolino o de Rousseau.El duende Dnde est el duende?Por el arco vaco entra un aire mental quesopla con insistencia sobre las cabezas delos muertos, en busca de nuevos paisajes yacentos ignorados; un aire con olor de saliva

    de nio, de hierba machacada y velo demedusa que anuncia el constante bautizo delas cosas recin creadas.

    DeFederico Garca Lorca. Obras completas.Editorial Aguilar, Madrid, 1955.

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    El msico maravilloso

    Los tres msicos de BremenHermanos Grimm

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    HERMANOS GRIMM. Jacob (1785-1863),y Wilhelm (1786-1859). Nacieron ambos

    en Hanau, Alemania, y murieron en Berln.Celosos investigadores de la tradicin oral ymusical de su pueblo, legaron al mundo unvalioso compendio de relatos, repletos demagia, inventiva e imaginacin, cuya vigenciay encanto perduran hasta nuestros das, sinperder nunca su frescura, ni sus mltiples

    implicaciones culturales.Muchas de sus historias han propiciado conxito peras, musicales, obras de teatro,pelculas y series de televisin.

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    El msico maravilloso

    Haba una vez un msico maravilloso queiba paseando solo por un bosque, pensando

    en todo tipo de cosas, y cuando ya no lequed nada ms en qu pensar, se dijo: Seme est empezando a hacer pesado el tiempoaqu en el bosque. Llamar a alguien para queme haga compaa. Entonces tom el violn

    que llevaba a la espalda y lo toc de tal modoque su eco reson entre los rboles. Al pocorato apareci un lobo por entre la espesura,trotando hacia l.

    Ah, all viene un lobo! No tengoninguna gana de encontrarme con l dijo

    el msico.Pero el lobo se le acerc y le dijo:Qu bien tocas, querido msico! A m

    tambin me gustara aprender a tocar.Se aprende rpido repuso el

    msico; slo tienes que hacer todo lo quete diga.

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    Oh, msico dijo el lobo, te obedecercomo un estudiante obedece a su maestro.

    El msico le dijo que le siguiera, y cuandollevaban un trecho caminando juntos llegaronjunto a un viejo roble que estaba hueco y quetena una hendidura en el medio.

    Mira dijo el msico, si quieresaprender a tocar el violn, mete las patasdelanteras en esta grieta.

    El lobo obedeci, pero el msico tomrpidamente una piedra del suelo y de ungolpe le aprision las patas de tal manera que

    el lobo tuvo que quedarse all atrapado.Qudate hasta que vuelva dijo el

    msico, y se march.Al cabo de un rato se dijo: Se me est

    empezando a hacer pesado el tiempo, aqu

    en el bosque. Llamar a otro compaero, ytom de nuevo el violn y toc una meloda.Al poco rato apareci un zorro, que se le fueacercando sigilosamente entre los rboles.

    Ah, all viene un zorro! dijo elmsico. No tengo ninguna gana de

    encontrarme con l.El zorro lleg hasta l y dijo:Qu bien tocas, querido msico! A m

    tambin me gustara aprender a tocar.Eso se aprende rpido dijo el

    msico. Slo tienes que hacer todo lo queyo te diga.

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    Oh, msico dijo entonces el zorro,te obedecer como un estudiante obedece asu maestro.

    Sgueme dijo el msico, y cuandollevaban un trecho caminando juntos,llegaron a un sendero que tena crecidos

    arbustos a ambos lados.El msico se detuvo y dobl hacia el sueloun joven avellano que haba en uno de loslados. Le puso el pie encima, y a continuacindobl otro arbolillo del otro lado y dijo:

    Ahora, pequeo zorro, si quieres

    aprender algo, dame la pata izquierda.El zorro le obedeci, y el msico le atrap

    la pata en el arbolillo de la izquierda.Pequeo zorro dijo, dame ahora

    la pata derecha y se la at al arbolillo de

    la derecha. Se asegur de que quedaran bienatadas, y entonces se apart; los arbolillosvolvieron a su posicin inicial, lanzando al zorrohacia arriba, de modo que qued colgando en elaire, haciendo esfuerzos por soltarse.

    Espera aqu hasta que vuelva dijo el

    msico, y prosigui su camino.Y de nuevo se dijo: Se me est empezando

    a hacer pesado el tiempo aqu solo en elbosque. Llamar a otro compaero. Y tomel violn, y se oy su eco por todo el bosque.

    Esta vez apareci una pequea liebre, que sele acerc dando saltos.

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    Vaya, ah viene una liebre dijo.No la quiero.

    Qu bien tocas el violn, queridomsico! dijo la liebre. Yo tambin quieroaprender.

    Eso se aprende rpido dijo el

    msico. Slo tienes que hacer todo lo queyo te diga.Oh, msico replic la pequea

    liebre, te obedecer como un estudianteobedece a su maestro.

    Caminaron juntos un trecho y llegaron a

    un claro del bosque, donde haba un lamo.El msico at un largo cordel al cuello de lapequea liebre, y enganch el extremo en elrbol.

    Ahora, pequea liebre, da rpidamente

    veinte vueltas alrededor del rbol exclamel msico.La pequea liebre le obedeci, y cuando

    hubo dado las veinte vueltas, el cordel quedenrollado veinte veces alrededor del troncodel rbol, y la pequea liebre se vio as

    atrapada, y cuanto ms tiraba y se revolvapara zafarse, ms adentro se le clavaba elcordel en la suave piel del cuello.

    Espera aqu hasta que vuelva dijo elmsico, y se march.

    Mientras tanto, el lobo haba empujadoy tironeado y mordido la piedra, hasta que al

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    final pudo liberar sus patas de la grieta. Llenode rabia, se fue corriendo a por el msico paradespedazarle.

    Cuando el zorro le vio pasar a todavelocidad, empez a gritar y aullar con todassus fuerzas:

    Hermano lobo, ven a ayudarme. Elmsico me ha traicionado!As que el lobo empuj los arbolillos hacia

    el suelo, parti las cuerdas con los dientes yliber al zorro, que se fue con l a vengarsedel msico. Por el camino encontraron a

    la liebre, atada tambin, y la liberaron, yentonces los tres se fueron juntos a buscaral enemigo.

    Una vez ms el msico haba vuelto atocar el violn, y esta vez haba tenido ms

    suerte. El sonido haba llegado a odos de unpobre leador, que inmediatamente habatenido que interrumpir su trabajo, dejarlotodo de cualquier manera y acercarse a or lamsica con el hacha bajo el brazo.

    Por fin viene un compaero adecuado

    dijo el msico, pues yo buscaba un serhumano y no una fiera salvaje.

    Y empez a tocar tan dulcemente y deuna manera tan encantadora que el pobrehombre se qued all como si estuviera

    hechizado, con el corazn rebosante defelicidad. Mientras as estaba aparecieron

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    el lobo, el zorro y la liebre, y enseguida vioque no llevaban buenas intenciones. As quealz su hacha reluciente y se plant delantedel msico, como diciendo: Quien quieratocarle que se ande con cuidado, pues tendrque vrselas conmigo!. Aquello asust a las

    bestias, que echaron a correr de nuevo endireccin al bosque. El msico, por su parte,toc una vez ms para el hombre, en muestrade agradecimiento, y luego se march.

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    Haba una vez un hombre que tena unasno que durante aos haba acarreado sacos

    al molino sin cansarse. Sin embargo, al finalse le agotaron las fuerzas; ya no serva paratrabajar. Por eso su amo empez a considerarcul sera la mejor manera de recortarle elsustento. Pero el asno, viendo que haba malas

    intenciones en el ambiente, escap corriendoy ech a andar por el camino que llevaba aBremen. Pens que all podra convertirse enmsico callejero.

    Al cabo de un rato se top con un sabuesoque estaba tumbado en mitad del camino,

    jadeando como si hubiera estado corriendo ams no poder.

    Pero bueno, por qu jadeas tanto,Grun?pregunt el asno.

    Pues porque me he hecho viejo dijoel sabueso, y cada da me vuelvo ms dbil.Adems, como ya no poda seguir el paso del

    Los tres msicos de Bremen

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    resto de la jaura, mi amo quiso matarme, asque me march. Pero ahora, cmo me voy aganar el pan?

    Yo voy a Bremen para convertirme enmsico callejero dijo el asno. Ven conmigoy participa con tu msica. Yo tocar el lad, y

    t puedes aporrear la cazuela-tambor.El sabueso estuvo de acuerdo con l, yprosiguieron el viaje.

    Al poco rato encontraron un gato,sentado en el camino, con una cara ms largaque una semana de lluvias.

    Pero bueno, qu te ha molestadotanto, Bigotes?pregunt el asno.

    Quin puede estar alegre cuando noes ms que un desecho?dijo el gato. Meestoy haciendo mayor, y tengo los dientes

    desgastados, y prefiero quedarme junto alfogn y ronronear, en vez de estar por ahcazando ratones. Y por eso mi ama quisoahogarme. Me largu de all, pero ahora nos adnde ir.

    Ven a Bremen con nosotros dijo el

    asno. Se te da muy bien cantar serenatas, asque puedes convertirte en msico callejero.

    El gato accedi y se uni a ellos.A continuacin los fugitivos pasaron por

    delante de un patio donde haba un gallo de

    los que se posan en las puertas de los graneros,que estaba cantando a pleno pulmn.

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    Cantas tan fuerte que le perforas auno los odos dijo el asno. Qu te pasa?

    Ay, ay, ay! No ves que le predijebuen tiempo a Lady Da, para cuando lavala ropita del Nio Dios y quiere secarla?Pero adems de eso, como maana domingo

    vienen visitas, la ama no tiene compasinde m y le ha ordenado al cocinero que meeche a la sopa; esta noche me retorcern elpescuezo. As que mientras an puedo, cantocon todas mis fuerzas.

    Vamos, Crestarroja, ser mejor que

    vengas con nosotros dijo el asno. Nosdirigimos a Bremen, y all encontrars undestino mejor. Tienes buena voz, y contigotendremos calidad cuando nos pongamos ahacer msica juntos.

    El gallo se dej convencer y los cuatropartieron juntos, pero aquel da no pudieronllegar a la ciudad, y decidieron pasar lo nocheen un bosque. El asno y el sabueso se tumbarondebajo de un rbol grande; el gato y el gallobuscaron un sitio en las ramas, volando el

    gallo hasta lo ms alto, que era el sitio msseguro para l. Antes de irse a dormir, echotro vistazo ms en todas direcciones; derepente le pareci ver la luz de una candelabrillando a lo lejos. Entonces, dijo a voces a

    sus compaeros que deba de haber una casano lejos de all, pues vea una luz.

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    Muy bien dijo el asno, puescaminemos hacia all, porque lo que hay aquno es muy bueno.

    El sabueso pens que a l tambin levendran bien unos huesos o algo de carne,as que echaron a andar en direccin a la luz,

    y pronto la vieron brillar con ms nitidezy cada vez ms grande, hasta que llegarona una guarida de ladrones que estaba muyiluminada. El asno, como era el ms alto, seacerc a la ventana para echar un vistazo.

    Qu ves, Pollino?pregunt el gallo.

    Que qu veo? replic el asno.Pues una mesa repleta de comida y bebidadeliciosa, y a unos ladrones sentados a elladisfrutando de los manjares.

    Eso nos vendra de perlas dijo el gallo.

    S, ojal estuviramos ah dentro repuso el asno.Entonces los animales celebraron consejo

    para decidir cmo echar a los ladrones. Alfinal se les ocurri un plan.

    El asno tena que colocarse en posicin,

    con las pezuas apoyadas en el alfizar de laventana, el sabueso tena que saltar a su grupa,el gato deba subirse encima del sabueso yel gallo haba de volar a lo alto y posarseen la cabeza del gato. Cuando estaban as

    colocados, a una seal concreta empezarontodos a tocar su msica; el asno rebuzn, el

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    sabueso ladr, el gato maull y el gallo cant.Entonces se colaron por la ventana a todavelocidad, haciendo retemblar los cristales.Los ladrones se sobresaltaron ante aquelruido terrible; pensaron que el demonio ibaa atraparles, as que echaron a correr bosque

    adentro con el mayor de los sustos. Entonceslos cuatro animales se sentaron a la mesay cada cual comi lo que ms le gustaba,como si llevaran semanas sin probar bocado.Al acabar apagaron la luz y buscaron unrincn donde dormir, en consonancia con la

    naturaleza y los gustos de cada uno.El asno se tumb en el montn de

    estircol, el sabueso detrs de la puerta, elgato sobre el hogar cerca de las ascuas y elgallo vol a una de las vigas del techo. Como

    estaban cansados tras el largo viaje, enseguidase quedaron dormidos.Despus de la medianoche los ladrones

    vieron a lo lejos que se haba apagado la luzy que todo estaba en silencio, as que el jefede la banda dijo:

    No debimos dejarnos asustar por unafalsa alarma y orden a uno de los ladronesque fuera a examinar la casa.

    Al encontrarlo todo en calma, el emisarioentr en la cocina para prender una luz, pero

    confundi los ojos brillantes y fieros del gatocon brasas candentes, y acerc una cerilla

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    con la intencin de encenderla. Pero el gatono estaba para aguantar tonteras y se le tira la cara, echando bufidos y arandole. Elhombre se asust muchsimo y huy de alla todo correr.

    Trat de salir por la puerta trasera, pero

    el sabueso, que estaba echado all mismo,se puso en pie de un brinco y le mordi lapierna. Al ir a cruzar el montn de estircolque haba enfrente de la casa, el burro le soltuna buena coz con una de las patas traseras,mientras el gallo, que se haba despertado

    por culpa de todo el jaleo, exclam desde suposicin:

    Kikirik!El ladrn volvi corriendo a donde estaba

    el jefe y le dijo:

    En la casa hay una bruja horrible,que me ech el aliento encima y me aracon sus dedos largos. Detrs de la puertahay un hombre que me clav un cuchillo;en el patio hay un monstruo negro que medio un garrotazo; y encima del tejado hay

    un juez sentado que me grit desde lo alto:Traedme aqu a ese bribn!, as que meescap lo ms rpido que pude.

    Desde ese momento los ladrones no seatrevieron a volver a la casa. En cambio gust

    tanto a los cuatro msicos de Bremen quenunca ms quisieron marcharse de ella.

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    Y el ltimo que os ha contado estahistoria an tiene mucho que deciros.

    De Cuentos de los Hermanos Grimm. EdicionesB, S. A., Barcelona, 2001. Traduccin de Ins

    Belustegui.

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    Nijinski, ese efmero fuegoPablo Montoya

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    PABLO MONTOYA (1963). Naci enBarrancabermeja, Santander, Colombia. Curs

    estudios en la Escuela Superior de Msica deTunja, Filosofa y Letras en la UniversidadSanto Toms de Aquino, tiene un doctorado enLiteratura Latinoamericana de la Universidadde la Sorbona. Poeta, ensayista, narrador,cronista, traductor. Algunos ttulos: Cuentos de

    Niqua, Habitantes, Viajeros, La sinfnica y otros

    cuentos musicales. Sus obras le han merecidodiversos premios y reconocimientos, nacionalese internacionales.

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    Si la danza es el arte de lo efmero,entonces Vaslav Nijinski es una de las msconmovedoras representaciones de la danza.Desde que apareca en escena dejaba en losojos del espectador la imagen del milagro.De los movimientos de ese hombre, pococomunicativo, tmido e inseguro cuando noestaba bailando, no quedan claros testimonios.Diaguilev prohibi terminantemente filmarlos espectculos de los Ballets Rusos, dondeel bailarn de Kiev fue la estrella durante cinco

    aos. Del arlequn del Carnaval, del esclavode Scherezade, de Petruscka y del fauno delPreludio slo quedan pruebas escritas, lasfotos de Meyer, los dibujos de Kokoschkay Modigliani, y la escultura de Rodin, queintentan plasmar el fuego de un genio quehabra de apagarse en la locura.

    Para Doris Weiler

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    Pars lo celebr como ninguna otraciudad. En 1909 Nijinski, con diecinueve

    aos, irrumpi en sus teatros bailando losgrandes ballets decimonnicos Las slfidesy Giselle. Despus, de la mano de la msicade Stravinski, despert la ovacin de todos.Como bailarn clsico, Nijinski signific la

    plena adquisicin de una corriente que habadesarrollado a finales del siglo XIX MariusPetipa en el teatro imperial de San Petersburgo,y que continuaba, apenas iniciado el XX,Michael Fokine en la compaa de Diaguilev.El escndalo, sin embargo, surgi cuando

    Nijinski se lanz como coregrafo. Con elestreno delPreludio a la siesta de un fauno, en1912, la danza estallaba en pedazos todoslos cnones de la tradicin y entraba a lamodernidad.

    Nijinski nunca se sinti bien con lamsica de Debussy. La pareca demasiado

    El obsceno fauno

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    impresionista, muy etrea para sosteneresos movimientos construidos sobre lneasrectangulares que lo obsesionaban. l hubieradeseado una atmsfera sonora ms rtmicay menos meldica. Lo que buscaba Nijinskiera darle vida a una nueva danza de acentos

    remotos, y la msica pareca importarlepoco. Su pesquisa se inici con las visitas alLouvre. Pas horas observando en los vasosgriegos dibujos que representaban erticaspersecuciones de faunos y otras actividadesamatorias del imaginario mitolgico.

    Luego vinieron los ensayos, numerososy exigentes. Fueron ms de cien para quelos diez minutos de la msica de Debussylograran ser recreados de esa maneramagistral que recuerda la historia del ballet.

    Las exigencias lindaron con la exasperacin.Lo pretendido por Nijinski iba contra laesttica de la poca. Contra lo que los mismosbailarines pensaban que eran los lmites delos movimientos corporales. La dificultadno resida slo en alcanzar las posturas

    ideadas por el ruso: cuerpo de frente, brazoslevantados y doblados, rostro de perfil y piesvolteados de tal manera que se opusieranal rostro. Lo difcil tambin era desplazarsesin transformar esas poses logradas. Los

    desplazamientos haba que hacerlos no sobrela punta de los pies, sino posando primero

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    el taln. El mismo Debussy quedara, msque decepcionado, aterrorizado cuandopresenci el ensayo general del ballet antesdel estreno. Su conclusin fue tajante.Nijinski disonaba de manera atroz con sumsica. Los movimientos, tanto del fauno

    como de las siete ninfas, le parecieronpropios de marionetas, llenos de gestosduros, angulosos, arcaicos, grotescos,ajenos por completo a su msica pobladade ondulaciones.

    Debussy no particip en el escndalo

    que se desat despus del estreno por unarazn de orden econmico. Saba que si hacapblicas sus consideraciones, el ballet podraser retirado de cartelera y las prestacionesdisminuiran peligrosamente. Sus opiniones

    eran comprensibles. Y es aqu donde sepresenta una de esas ejemplares paradojasque surcan la evolucin del arte. Nijinskiinauguraba la danza moderna precisamenteintroduciendo las coordenadas rechazadaspor Debussy. Estableca otra manera de

    danzar. Otro modo de apreciar el espectculode la danza. Abra el camino para que stafuera una instancia independiente, nosometida al dominio de la msica. Comolos grandes innovadores, Nijinski fundaba

    una coreografa que se hunda en el porvenirsin olvidar el pasado. Ahora se sabe que

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    antes del Preludio a la siesta de un faunonohubo un ballet donde la exactitud musical ycoreogrfica hubiese alcanzado tanto rigor.Cada posicin y movimiento del cuerpode los bailarines estuvo pensado segnun estricto plan que, tres aos ms tarde,

    Nijinski escribi en su totalidad.

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    A ello ayudaron la poca formacin musical yel carcter caprichoso del efebo estelar. Suignorancia de las nociones ms elementalesde la msica era flagrante escribeStravinski. El pobre muchacho no sabaleer msica, ni tocar ningn instrumento.

    Y sus reacciones musicales las manifestabaa partir de frases banales o repitiendo lo quese deca en su entorno. El testimonio delmsico es mal intencionado y falso. Hoy sesabe que Nijinski no era de ninguna maneraun ignorante musical. Difcil serlo, por otra

    parte, cuando se ha logrado el espacio que locupa en la evolucin de la danza occidental.

    Nijinski, por supuesto, entendi lamsica de Stravinski. Lo que pasa es que sumontaje est concebido como una manera

    de representar la pesadez paleoltica. LaConsagracinevoca, en esa primera versin,ritos primitivos de una tribu eslava. Estematiz casi etnogrfico se manifiesta inclusoen la presencia del pintor y arquelogo NicolsRoerich, quien hizo los decorados y hasta dio

    a Stravinski los nombres de las partes en queest dividida la composicin. La coreografade Nijinski se opone a la tradicin clsica,no haciendo caso de lo areo. Los bailarinesvisten pieles. Calzan botines de cuero y los

    pies siempre se mueven con la punta dirigidahacia adentro. Casi todos los movimientos

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    son lentos, toscos, agresivos. Se podradecir que son torpes, si se tiene en cuentala mayora de los montajes de la poca,incluido elPreludio a la siesta de un fauno. Sonmovimientos que ilustran una particularatraccin de la tierra. La coreografa acude

    a la curvatura del cuerpo. Por ninguna parteaparece la estilizacin y la esbeltez, tanvaloradas por la danza clsica. Tambin seplantea una especie de contrapunto en losmovimientos colectivos, consistente en queun grupo baila con pesadez, mientras que

    el otro lo hace con un poco ms de ligereza.En fin, Nijinski plantea movimientos mssimblicos que expresivos. Se trata de cuerposque hablan por s mismos, que se muevenenteramente en forma de bloque, como si

    estuvieran posedos por un temblor perpetuo.Y sin abandonar las pautas generales dadaspor Nijinski: los codos pegados a la cintura,las cabezas inclinadas y adheridas al pecho,las manos abiertas y rgidas, las puntas de lospies siempre llevadas hacia adentro.

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    Con el advenimiento de la guerra, laspresentaciones de Nijinski se trasladaron a

    Amrica. Buenos Aires, Ro de Janeiro, NuevaYork lo aclamaron. Su vida, no obstante,haba dado un giro radical. El matrimoniocon Romola, una joven de la aristocraciahngara, culminara de manera brusca la

    turbia relacin afectiva que Nijinski tuvocon Diaguilev. La actitud del director delos Ballets Rusos fue implacable. Retir delgrupo a su mejor estrella. Con ese aislamientodel mundo del espectculo empezara elderrumbe de Nijinski. En 1917, despus de

    una gira por Amrica del Sur, el matrimoniodecide instalarse en un pequeo pueblo deSuiza. Al principio, la estancia en San Moritzfue benfica. La visin de las montaas y loslagos, la compaa de su pequea hija y elaire fresco en los amaneceres permitieronque Nijinski retomara sus diarios ejercicios

    La ltima danza

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    fsicos y corrigiera la notacin delPreludio ala siesta de un fauno. Sin embargo, la locuraestaba esperando su turno. Los ataques deagresividad se intensificaron. Una suertede energa desbocada lo arroj a la danzahasta tal punto que pasaba diecisis horas

    al da saltando, corriendo, atribulado por unmonlogo incesante. Creyndose profeta deun dios que le susurraba en todo momentocruciales mensajes, se dedic a exhortar a losplcidos habitantes el pueblo, vestido conuna tnica y un gran crucifijo colgado en el

    pecho. Y, como si esto no fuera suficiente, seencerr a dibujar y a escribir. De lo primeroquedan cuadros donde numerosos crculosacechan como trampas insalvables. De losegundo, cuatro Cuadernosque pueden leerse

    para entender mejor la antesala a la demenciapadecida por el bailarn.La ltima vez que Nijinski bail

    pblicamente fue en San Moritz, el 19 deenero de 1919. Lo hizo ante un auditorio deviejos burgueses y turistas aristcratas que

    colaboraban, con sus entradas, en la recoleccinde fondos para la asociacin caritativa queorganizaba el espectculo. Ninguno de ellosimagin que asistira esa noche al ltimoresplandor de Nijinsjki. Romola, que estuvo all,

    llam a los movimientos de su esposo la danzade la vida contra la muerte. En verdad fue una

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    Dilogo sobre un dilogoJorge Luis Borges

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    JORGE LUIS BORGES(1899-1986). Naci enBuenos Aires. Muri en Ginebra, Suiza.

    Nada puede decirse de l que no se haya dichoya, no tiene caso insistir en el renovado asombroy agradecimiento que su obra nos produce.Poeta, cuentista, ensayista, crtico, antologista,

    autor (con Adolfo Bioy Casares) de guiones paracine y relatos policiales, siempre supo decir algonuevo sobre las cosas.

    Considerado por muchos un cosmopolita delas letras, es acaso, y paradjicamente, el msargentino de los escritores.

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    A. Distrados en razonar lainmortalidad, habamos dejado queanocheciera sin encender la lmpara. No nosveamos las caras. Con una indiferencia yuna dulzura ms convincentes que el fervor,

    la voz de Macedonio Fernndez repeta queel alma es inmortal. Me aseguraba que lamuerte del cuerpo es del todo insignificantey que morirse tiene que ser el hecho msnulo que puede sucederle a un hombre. Yojugaba con la navaja de Macedonio; la abra

    y la cerraba. Un acorden vecino despachabainfinitamente La Cumparsita, esa pamplinaconsternada que les gusta a muchas personas,porque les mintieron que es vieja Yo lepropuse a Macedonio que nos suicidramos,para discutir sin estorbo.

    Z (burln). Pero sospecho que al finalno se resolvieron.

    A (ya en plena mstica). Francamenteno recuerdo si esa noche nos suicidamos.

    DeEl Hacedor. Emec Editores, S. A., BuenosAires, 1960.

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    2 PoemasAurelio Arturo

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    AURELIO ARTURO (1906-1974). Naci enLa Unin, Nario. Muri en Bogot.

    Tras una infancia en el campo, que marc parasiempre su obra, se traslad a Bogot, donde segradu de abogado en la Universidad Externadode Colombia. Ejerci a lo largo de su vidadiversos cargos pblicos. A pesar de muchaspublicaciones en diversas revistas culturales,

    en rigor es autor de un nico libro, Moradaal Sur. Libro que en sucesivas ediciones se vioenriquecido con nuevos poemas, hasta formarese corpus definitivo que hoy es visto comouno de los grandes momentos de la poesacolombiana.

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    Cantaba una mujer, cantabasola creyndose en la noche,

    en la noche, felposo valle.Cantaba y cuanto es dulcela voz de una mujer, sa lo era.Flua de su labioamorosa la vida

    La vida cuando ha sido bella.Cantaba una mujercomo en un hondo bosque. Y sin mirarlayo la saba tan dulce, tan hermosa!Cantaba, todava

    canta

    CANTABA

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    Del valle desceido cancin densa de sombrame sube al labio, sangre turbia que clama luz.Si am sobre los bosques los cielos

    vehementes,mi voz sinti la honda fatiga del azul.

    El viento era una rota, una agreste cancin.Abundaba la luz en mis manos mortales,y yo, del valle frtil, del manto rico y frtil,

    sent la ola clida cubrirme de esplendor.Yo canto mi cancin por mis tierras or.

    En los bosques profundos haba lindasmujeres.Invisibles al ojo llamaban en las umbrascon una voz que apenas se poda escuchar.Y en las noches de ramas negras ysollozantesyo o de das futuros el profundo alentar.

    Las hojas eran aves uncidas en la luzdel da que en copa de oro daba su claridad.

    CANCIN DEL VALLE

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    Y el viento hablaba, hablaba de otras tierrassonorasy ellas ansiaban irse, irse en la luz, y uncidasa las ramas geman sus ansias de viajar.

    Yo canto mi cancin por mis tierras or.

    Abundaba el azul y la luz verdecaen el da de hojas nuevas. Flua el coraznen la brisa, en la brisa que traa un palmar.Y en la sombra en que hablaban vagamentelas hojasyo sent que la luz vena como un mar.

    Del manto desceido de mis hombros, delvalley del azul, murmullo y fulgencia en la cancin,desnudo estaba el corazn en la luz pura,y ms desnudo en la emocin.

    Yo canto mi cancin por or mi pas.

    Llevo en m una oscura tremulacin sin fin,un fluir, un rumor sin orillas.En mi pas, en mi suave pas el viento lo ha

    de or.En toda rama al desgarrarse en largadesgarradura de cancin.

    El viento lo ha de or, el viento en mi pas.

    DeAurelio Arturo. Obra potica completa. ALLCAXX, 2003. Coleccin Archivos.

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    La leccin de cantoKatherine Mansfield

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    KATHERINE MANSFIELD (1888-1923).Naci en Wellington, Nueva Zelanda, y muri

    en Fontainebleau, Francia. Su verdadero nombreera Kathleen Beauchamp. Curs estudios enOxford, de literatura y msica. Maestra dela novela corta, muchas de ellas aparecieronagrupadas en libros como Por favor, Preludio, Elviaje, La fiesta en el jardn (Garden party), etc.Escribi tambin un hermosoDiario, publicadopstumamente por su esposo, el crtico yescritor ingls John Middleton Murry.

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    Desesperada, con una desesperacinglida e hiriente que se clavaba en el corazn

    como una navaja traidora, la seoritaMeadows, con toga y birrete y portando unapequea batuta, avanz rpidamente porlos fros pasillos que conducan a la sala demsica. Nias de todas las edades, sonrosadas

    a causa del aire fresco, y alborotadas conla alegre excitacin que produce llegarcorriendo a la escuela una esplndida maanade otoo, pasaban corriendo, precipitadas,empujndose; desde el fondo de las aulasllegaba el vido resonar de las voces; son

    una campana, una voz que pareca la de unpajarillo llam: Muriel. Y luego se oy untremendo golpe en la escalera, seguido deun clong, clong, clong. Alguien haba dejadocaer las pesas de gimnasia.

    La profesora de ciencias intercept a laseorita Meadows.

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    Buenos das exclam con supronunciacin afectada y dulzona. Qufro!, verdad? Parece que estamos eninvierno.

    Pero la seorita Meadows, herida comoestaba por aquel pual traicionero, contempl

    con odio a la profesora de ciencias. Todo enaquella mujer era almibarado, plido, meloso.No le hubiera sorprendido lo ms mnimover a una abeja prendida en la maraa de supelo rubio.

    Hace un fro que pela respondi la

    seorita Meadows, taciturna.La otra le dirigi una de sus sonrisas

    dulzonas.Pues t parece que ests helada dijo.

    Sus ojos azules se abrieron enormemente,

    y en ellos apareci un destello burln. (Sehabra dado cuenta de algo?)No, no tanto respondi la seorita

    Meadows, dirigiendo a la profesora deciencias, en rplica a su sonrisa, una rpidamueca, y prosiguiendo su camino

    Las clases de cuarto, quinto y sextoestaban reunidas en la sala de msica. Laalgaraba que armaban era ensordecedora.En la tarima, junto al piano, estaba MaryBeazley, la preferida de la seorita Meadows,

    que tocaba los acompaamientos. Estabagirando el atril cuando descubri a la seorita

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    Meadows y grit un fuerte Sssshhhh!chicas!, mientras la seorita Meadows, conlas manos metidas en las mangas de la toga,y la batuta bajo el brazo, bajaba por el pasillocentral, suba los peldaos de la tarima, segiraba bruscamente, tomaba el atril de latn,

    lo plantificaba frente a ella, y daba dos golpessecos con la batuta, pidiendo silencio.Silencio, por favor! Cllense ahora

    mismo!. Y, sin mirar a nadie en particular,pase su mirada por aquel mar de variopintasblusas de franela, de relucientes y sonrosadas

    manos y caras, de lacitos en el pelo que seestremecan cual mariposas, y libros demsica abiertos. Saba perfectamente lo queestaban pensando. La Meady est de malaspulgas. Muy bien, que pensasen lo que les

    viniese en gana! Sus pestaas parpadearon;ech la cabeza atrs, desafindolas. Qupodan importar los pensamientos de aquellascriaturas a alguien que estaba mortalmenteherida, con una navaja clavada en el corazn,en el corazn, a causa de aquella carta?

    Cada vez presiento con mayor nitidezque nuestro matrimonio sera un error. Yno es que no te quiera. Te quiero con todaslas fuerzas con las que soy capaz de amar auna mujer, pero, a decir verdad, he llegado

    a la conclusin de que no tengo vocacinde hombre casado, y la idea de formar un

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    hogar no hace ms que. Y la palabrarepugnarme estaba tachada y en su lugarhaba escrito apesadumbrarme.

    Basil! La seorita Meadows seacerc al piano. Y Mary Beazley, que habaestado esperando aquel instante, hizo una

    inclinacin; sus rizos le cayeron sobre lasmejillas mientras susurraba:Buenos das, seorita Meadows. Y,

    ms que darle, le ofrendaba un maravillosocrisantemo amarillo. Aquel pequeo rito dela flor se repeta desde haca mucho tiempo,

    al menos un trimestre y medio. Y ya formabaparte de la leccin con la misma entidad,por ejemplo, que abrir el piano. Pero aquellamaana, en lugar de tomarlo, en lugar deponrselo en el cinto mientras se inclinaba

    junto a Mary y deca: Gracias, Mary. Qumaravilla! Busca la pgina treinta y dos,el horror de Mary no tuvo lmites cuandola seorita Meadows ignor totalmente elcrisantemo, no respondi a su saludo, y dijocon voz glida:

    Pgina catorce, por favor, y marca bienlos acentos.

    Qu momento de confusin! Mary seruboriz hasta que lgrimas le asomaron alos ojos, pero la seorita Meadows haba

    vuelto junto al atril, y su voz reson por todala sala:

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    Pgina catorce. Vamos a empezar porla pgina catorce. Un lamento. A ver, nias,ya deberan saberlo de memoria. Vamos acantarlo todas juntas, no por partes, sinotodo seguido. Y sin expresin. Quiero que locanten sencillamente, marcando el comps

    con la mano izquierda.Levant la batuta y dio dos golpecitos enel atril. Y Mary atac los acordes iniciales;y todas las manos izquierdas se pusierona oscilar en el aire, y aquellas vocecillaschillonas, juveniles, empezaron a cantar

    lbregamente:Presto! Oh cun presto marchitan las

    rosas del placer;qu pronto cede el otoo ante el lbrego

    invierno.

    Fugaz! Qu fugaz la musical alegra sequiere volveralejndose del odo que la sigue con

    arrebato tierno.Dios mo, no haba nada ms trgico que

    aquel lamento! Cada nota era un suspiro, un

    sollozo, un gemido de incomparable dolor.La seorita Meadows levant los brazosdentro de la amplia toga y empez a dirigircon ambas manos. Cada vez presientocon mayor nitidez que nuestro matrimonio

    sera un error, marc. Y las voces cantaronlastimeramente: Fugaz! Qu fugaz.

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    Cmo se le poda haber ocurrido escribiraquella carta! Qu lo poda haber inducidoa ello? No tena ninguna razn de ser. Sultima carta haba estado exclusivamentededicada a la compra de unos anaquelesen roble curado al humo para nuestros

    libros, y una preciosa mesita de recibidorque haba visto, un mueblecito preciosocon un bho tallado, que estaba sobre unarama y sostena en las garras tres cepillospara los sombreros. Cmo la haba hechosonrer aquella descripcin! Era tan tpico

    de un hombre pensar que se necesitaban trescepillos para los sombreros! La sigue conarrebato tierno, cantaban las voces.

    Otra vez dijo la seorita Meadows.Pero ahora vamos a cantarla por partes.

    Todava sin expresin.Presto! Oh cun presto con laaadidura de la voz triste de las contraltos,era imposible evitar un estremecimientomarchitan las rosas del placer. La ltimavez que Basil haba ido a verla llevaba una

    rosa en el ojal. Qu apuesto estaba con aqueltraje azul y la rosa roja! Y el muy pcaro losaba. No poda no saberlo. Primero se habaalisado el pelo, luego se atus el bigote; ycuando sonrea sus dientes eran perlas.

    La esposa del director del colegiosiempre me est invitando a cenar. Es de lo

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    la musical alegra se quiere volver. Que serompe con la primera palabra de la ltimalnea, alejndose. Y al llegar a del odo yatienen que empezar a apagarse, a morir,hasta que arrebato tierno no sea ms queun dbil susurro En la ltima lnea pueden

    demorarse cuanto quieran. Vamos a ver.Y de nuevo los dos golpecitos; y losbrazos levantados.

    Presto! Oh cun presto y laidea de formar un hogar no hace ms querepugnarme. Repugnarme, eso era lo que

    haba escrito. Aquello equivala a decir quesu compromiso quedaba roto para siempre.Roto! Su compromiso! La gente ya sehaba mostrado bastante sorprendida de queestuviese comprometida. La profesora de

    ciencias al principio no le crey. Pero quizla ms sorprendida haba sido ella misma.Tena treinta aos. Basil veinticinco. Habasido un milagro, un puro milagro, orle decir,mientras paseaban hacia su casa volviendode la iglesia aquella noche oscura: Sabes?

    no s exactamente cmo, pero te he tomadocario. Y le haba cogido un