Declaración de transparencia - Esperanza Aguirre Gil de Biedma
Palabras de Esperanza Aguirre en la presentación del libro de Daniel Lacalle," Viaje a la libertad...
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Transcript of Palabras de Esperanza Aguirre en la presentación del libro de Daniel Lacalle," Viaje a la libertad...
PALABRAS DE ESPERANZA AGUIRRE EN LA
PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE DANIEL
LACALLE, “VIAJE A LA LIBERTAD ECONÓMICA”
(Madrid, 12 de noviembre de 2013)
Querido y admirado Daniel Lacalle, autor de
“Viaje a la libertad económica”,
Señoras y señores,
Hace apenas ocho meses, en marzo de este
mismo año, aparecía en todas las librerías
españolas un libro con un título inquietante,
“Nosotros, los mercados”. Y digo que el título era
inquietante porque, desgraciadamente, la palabra
“mercado” en España hoy está cargada de
connotaciones negativas y sospechosas.
No hay progre español que se precie que no
pronuncie esta palabra sin que en su cara se dibuje
un rictus de rechazo, de desprecio y, en algunos
casos, hasta de asco. Y muy habitualmente la
palabra “mercado” es utilizada por esos feligreses
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del progresismo como arma arrojadiza para
descalificar al oponente.
Así es muy normal que el progre de manual, el
que repite los dogmas del progresismo como un
papagayo, quiera zanjar cualquier debate con frases
rotundas como “la cultura, la sanidad o la educación
no pueden ser asuntos del mercado”.
Porque en el catecismo de los progres el
“mercado” es el instrumento que utilizan los ricos
para explotar a los pobres. Y, por supuesto, el
progre, aunque sea mucho más rico que la media de
los ciudadanos, se considera el mejor defensor de
los pobres. Más aún, suele considerarse un ariete y
casi un héroe en la lucha por la liberación de los
oprimidos.
Denostar los mercados, considerarlos el
conjunto de todos los males sin mezcla de bien
alguno, le sirve, además, al progre para sentirse aún
más imbuido de esa superioridad moral que el
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progresismo otorga a los que lo abrazan como si
fuera una religión.
Por eso, en la concepción de la vida y de la
economía que suele tener un progre, el mercado es
el leviatán más perverso que existe, al que hay que
perseguir y, a ser posible, aniquilar.
Pues bien, hace ocho meses, en medio de la
crisis económica más profunda que hemos conocido
en España, apareció un libro que ya en el título
pregonaba que nosotros somos los mercados. O, lo
que es lo mismo, que los mercados somos nosotros.
Es decir que los mercados no son entes caídos del
cielo ni subidos del infierno, sino que son el
resultado de nuestra voluntad, de la libre voluntad de
todos los ciudadanos.
Y por si el título del libro no fuera suficiente
piedra de escándalo para todos los progres que
pululan por España, el subtítulo se encargaba de
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remachar el clavo: “Qué son, cómo funcionan y
por qué resultan imprescindibles”.
El autor de ese libro era nuestro autor de hoy,
Daniel Lacalle, que, además, quiso poner en la
cubierta del libro su profesión “Gestor de fondos de
inversión y hedge funds en Londres”. Para que no
hubiera dudas. Daniel Lacalle ya anunciaba desde el
mismo título del libro que lo había escrito desde su
experiencia como gestor de fondos, una profesión
que, para nuestros progres de manual, siempre
resultará más que sospechosa.
Ese libro, a pesar de todos esos pesares, se ha
convertido en un bestseller y lleva ya no sé cuántas
ediciones, lo que para un libro de economía, lleno de
tecnicismos, constituye un éxito indudable.
El éxito de ese primer libro de Daniel Lacalle
creo que se sustenta, en primer lugar, en la frescura,
la valentía y en la claridad con que está escrito.
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Es un libro en el que, como en el que hoy
presentamos, se entiende todo. Y para los que no lo
hayan leído, les resumiré el que para mí es su
mensaje central: la crisis actual tiene su principal
causa en la alegría con que todos nos hemos
endeudado y sólo la austeridad puede sacarnos del
atolladero donde estamos. Y presta especial
atención a cómo los Estados han sido muy alegres a
la hora de endeudarse, que es lo mismo que decir
que han sido muy alegres a la hora de endeudarnos
a todos.
La otra de las razones que han convertido a
“Nosotros, los mercados” en un éxito es, para mí,
lo que tiene de autobiográfico. Porque una de las
características de ese libro es que Daniel Lacalle nos
va explicando el funcionamiento de los mercados a
partir de su experiencia personal como gestor de
fondos, y a través de su trayectoria personal, desde
que entró en la Universidad española para estudiar
Económicas, en un ambiente donde la ideología
dominante era la colectivista y estatista, hasta llegar
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a sus actuales convicciones, que son, sin duda,
plenamente liberales.
Aquí me gustaría decir unas palabras de Daniel
Lacalle como persona profundamente inconformista
y rebelde.
En sus dos libros es muy importante leer las
dedicatorias. Luego hablaré de la dedicatoria del
libro que hoy presentamos. Ahora quiero llamarles la
atención acerca de las dedicatorias de “Nosotros,
los mercados”.
Allí, Daniel dedica ese libro a sus padres, “que –
dice- me educaron para pensar de manera
independiente”. Y a su abuelo, “que me enseñó a
confiar en mí mismo”.
Tanto su padre como su abuelo son dos
personalidades que me atrevo a calificar de
extraordinarias y que, además, han tenido un cierto
protagonismo en la vida española del último siglo.
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Su abuelo fue el Teniente General Lacalle
Larraga, que, además de ser Ministro del Aire de
1962 a 1969, había conseguido la Medalla Militar
Individual, que es una condecoración que el Ejército
Español sólo concede por acciones verdaderamente
heroicas.
La concepción maniquea que impera en la
interpretación de la Guerra Civil hace que, para
muchos, en esa desgraciada Guerra sólo hubiera
unos muy buenos y otros muy malos. Curiosamente,
hoy es dominante la opinión de que los que la
ganaron eran todos muy malos y los que la perdieron
eran todos muy buenos. Y sin embargo, como no me
cansaré de repetir, en esa Guerra hubo muchos
españoles que, con enorme valor y entrega, se
jugaron la vida, y algunos la perdieron, por defender
una España mejor, cada uno según sus ideales y
sus concepciones políticas.
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Y lo lógico y lo justo, 74 años después de
terminada la Guerra, sería que supiéramos admirar y
valorar a los que lucharon limpiamente, fueran del
bando que fueran, y que supiéramos censurar y
olvidar a los que cayeron en la villanía o en el
crimen, fueran también del bando que fueran.
Pues bien, el General Lacalle fue de los que se
jugaron la vida por España con generosidad y
patriotismo. Y que estuviera en el bando de los
vencedores no tiene por qué quitarle mérito a su
valor y a su patriotismo.
Y la prueba de su generosidad y de su
capacidad de apertura la tenemos, sobre todo, en
cómo aceptó que su hijo José Daniel, brillante
Ingeniero Aeronáutico, se hiciera del PCE en la
clandestinidad de los años sesenta.
Porque el padre de nuestro autor de hoy
también ha luchado siempre por una España mejor y
más justa desde sus convicciones. Aunque eso le
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llevara, incluso, a la cárcel, y a renunciar a las
posibles ventajas que podría haber encontrado por
ser hijo de su padre durante los años del régimen de
Franco.
Otra prueba emocionante de cómo esta familia
de origen navarro cultiva la virtud de la tolerancia,
esa virtud tan poco cultivada en España, es la
magnífica relación que Daniel, nuestro autor, liberal
confeso, mantiene con su padre, que yo supongo
que ya será un poco menos comunista. Sobre todo,
cuando ve la cercanía que los comunistas españoles
de hoy tienen con los nacionalistas que quieren
romper España y dividir a los españoles.
Si he querido mencionar al padre y al abuelo de
Daniel Lacalle, lo he hecho porque creo que muchas
de las características que encontramos en sus libros
las ha heredado de ellos. Me refiero a su rebeldía, a
su valentía, a su inconformismo.
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Daniel Lacalle ha seguido el consejo que le dio
su abuelo, cuando le repetía una y otra vez: “piensa
por ti mismo”. Esto le ha llevado a no aceptar ningún
dogma preestablecido y a cultivar el análisis crítico
de todas las realidades económicas a las que ha
tenido que enfrentarse intelectualmente.
Y ha seguido, al mismo tiempo, el ejemplo de
honradez que le ha dado siempre su padre, lo que le
ha llevado a remar contra corriente, si era preciso.
Porque ser liberal en la España que nos ha tocado
vivir hoy es remar contra corriente. Se lo digo yo que
llevo algunos años más que él haciéndolo.
Pues bien, señoras y señores, este Daniel
Lacalle, gestor de fondos de inversión en Londres,
profesional triunfador en una de las profesiones más
exigentes que existen, heredero de una sangre
inconformista, valiente y generosa, ha querido dar
una vuelta de tuerca más a los razonamientos
liberales sobre los que había construido su best
seller de hace ocho meses, y ha escrito este “Viaje
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a la libertad económica”, que hoy tengo el honor
de presentar.
“Viaje a la libertad económica” es eso, un
viaje a través de la Historia, a través de diferentes
países y a través de la propia biografía del autor,
para concluir que la libertad económica y el
capitalismo –no el clientelismo- han creado mucha
más prosperidad y han hecho posible muchos más
avances sociales que los sistemas políticos y
económicos que presumen de ser más asistenciales.
Es un alegato liberal que nos previene, como ya
hacía en el libro anterior, contra la voracidad del
Estado a la hora de endeudarse, que no es otra cosa
que endeudarnos a todos. Y que proclama la
necesidad de ampliar la libertad económica como
herramienta imprescindible para el desarrollo y para
la prosperidad de todos, pero, en primer lugar, de los
más desfavorecidos.
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En esa prevención frente al gasto público es
donde cobra sentido la dedicatoria de este nuevo
libro, de la que les dije que iba a hablarles. Porque
este libro lo ha dedicado Daniel Lacalle a sus trillizos
Jaime, Daniel y Pablo, de los que dice que
“nacieron con 20.000 euros de deuda por culpa
de la política manirrota”. Creo que esa dedicatoria
ya es una inequívoca declaración de principios, y
todo el que se embarque en la entretenida lectura
del libro ya sabe por dónde van a ir muchos de los
razonamientos apasionados que contiene. Unos
razonamientos expresados con garra, agudeza,
inteligencia y, muy importante, buen humor y sentido
didáctico.
Unos razonamientos que, en cada capítulo, se
apoyan en una serie de citas magníficamente
escogidas, que nos introducen en las materias que
después va a tratar y que nos hacen pensar.
Señoras y señores, querido Daniel,
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No voy a extenderme más. Quiero felicitarte
muy sinceramente por haber escrito un libro muy
divertido y muy combativo. Un libro que está llamado
a ser otro best seller. Y, sobre todo, que va a dar
mucho que pensar a sus lectores.
Porque es un libro muy valiente, que se atreve a
decir cosas que los bienpensantes y los feligreses
del progresismo ni quieren oír ni quieren pensar.
Y en esa valentía se demuestra otra de las
virtudes que has heredado de tu padre y de tu
abuelo: el patriotismo. Porque has escrito este libro
pensando en los españoles y en España. Podías
estarte tranquilito en tu trabajo de gestor de fondos
en Londres, que bastante tiempo te ocupa, pero has
preferido mojarte y comprometerte con todos
nosotros, tus compatriotas.
Por eso, termino con palabras de
agradecimiento. Gracias, Daniel, por este libro lleno
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de sugerencias, inteligente, combativo, valiente y
divertido.
Muchas gracias.
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