Padén, dos dimensiones

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CONCURSO NACIONAL DE REDACCIÓN 2009: “Ciudadanía y civismo, una tarea de todos” Cuento Ganador del 1º puesto a nivel regional (Categoría “B”) Padén, dos dimensiones Este era un pueblo muy pacífico, pero poco organizado; con habitantes capaces, pero ignorantes de lo que se escondía y se mantenía, casi inevitablemente oculto en lo minúsculo de su tamaño. Este es Padén y ésta la historia de su cambio. Luzgardo acababa de terminar una de sus agotadoras faenas diarias, se dirigía a su casita, satisfecho de estar de vuelta antes de que caiga la noche, cansado, pero firme. Al llegar a su destino, sacó la tranca y entró en su patiecito, que más parecía un huerto, y se acomodó en una piedra para tomar aire bajo la sombra de un árbol. Como jugueteando, echó un vistazo al tronco del árbol y, de pronto, divisó absortamente aquel axioma, aquella prueba de trabajo comunitario, que se resumía en una filita de hormigas cargadas de provisiones. Iban tan derechitas que parecía que alguien las estuviera guiando en su tránsito y Luzgardo se dio cuenta de ello. Pero hubo algo de lo que no se percató, de lo que no pudo ni podría haberse percatado, Tilina lo estaba mirando. Tilina era una de las líderes del hormiguero, decidida, inteligente, activa y organizada, como todas sus compañeras. Siempre era la cabeza del grupo, la que persuadía a seguir realizando una buena labor, velaba por la seguridad del hormiguero, el orden del mismo y la unión a la hora de trabajar; por ello todas la respetaban y apoyaban para lograr sus objetivos. Siempre obedecía y promovía las normas del hormiguero con certeza y alegría. Ella se había dado cuenta de que aquella tarde, en lugar de dos niños haciéndoles más difícil la labor, estaba allí Luzgardo. Cuando Luzgardo terminó de descansar, dio un vistazo final a las pequeñas trabajadoras. Al entrar a su casita, se fijó, por primera vez, en lo desorganizada que estaba. - ¡Qué desorden es éste!- pensó en voz alta. Su mujer, de nombre Simona, lo llegó a escuchar y lo miró sorprendida, como si su marido estuviera loco, pues él nunca se fijaba en el orden. En eso salieron sus dos niños del cuarto para recibirlo, mientras Simona seguía examinándolo. Ante tal situación, Luzgardo les contó lo que había observado. Todos lo miraron y sonrieron con un toque de complicidad. Ese día, ante la aparente obsesión del hombre, decidieron organizarse para el orden y la limpieza, la unión familiar y el respeto. Tilina se había acostumbrado a la presencia de Luzgardo, parecía que las entendía, siempre pendiente de no pisarlas, tan observador e incluso algo perseguidor, pues un día llegó a seguirlas hasta el mismo hormiguero, por lo que Tilina organizó una reunión para reforzar la guardia; pero con el pasar de los días, al no acontecer nada perjudicial, en contra de las pequeñas obreras, dedujeron que era sólo curiosidad del hombre. Trascurrían los días, Luzgardo examinaba y ponía en práctica lo que deducía de sus observaciones a las hormiguitas. Esto lo llevó a ser muy respetado en Padén, debido a que su patio o más bien su huerto, era el más hermoso y mejor organizado de los alrededores, la armonía y respeto reinaba en la unidad de su familia; se daba tiempo de ir lo antes posible de su chacra a la entrada de las casas del pueblo, para dirigir el tránsito de los animales de carga; había persuadido a la población de no arrojar desperdicios al río; formó una Ronda Campesina con hombres jóvenes y fuertes; y logró una Organización Padenina que contribuyó al crecimiento y mejora del pueblo. I. E. "NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO" RELIGIOSAS DOMINICAS DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN CHICLAYO

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Cuento ganador a nivel regional

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CONCURSO NACIONAL DE REDACCIÓN 2009: “Ciudadanía y civismo, una tarea de todos”

Cuento Ganador del 1º puesto a nivel regional (Categoría “B”)

Padén, dos dimensiones Este era un pueblo muy pacífico, pero poco organizado; con habitantes capaces, pero ignorantes de lo que se escondía y se mantenía, casi inevitablemente oculto en lo minúsculo de su tamaño. Este es Padén y ésta la historia de su cambio. Luzgardo acababa de terminar una de sus agotadoras faenas diarias, se dirigía a su casita, satisfecho de estar de vuelta antes de que caiga la noche, cansado, pero firme. Al llegar a su destino, sacó la tranca y entró en su patiecito, que más parecía un huerto, y se acomodó en una piedra para tomar aire bajo la sombra de un árbol. Como jugueteando, echó un vistazo al tronco del árbol y, de pronto, divisó absortamente aquel axioma, aquella prueba de trabajo comunitario, que se resumía en una filita de hormigas cargadas de provisiones. Iban tan derechitas que parecía que alguien las estuviera guiando en su tránsito y Luzgardo se dio cuenta de ello. Pero hubo algo de lo que no se percató, de lo que no pudo ni podría haberse percatado, Tilina lo estaba mirando. Tilina era una de las líderes del hormiguero, decidida, inteligente, activa y organizada, como todas sus compañeras. Siempre era la cabeza del grupo, la que persuadía a seguir realizando una buena labor, velaba por la seguridad del hormiguero, el orden del mismo y la unión a la hora de trabajar; por ello todas la respetaban y apoyaban para lograr sus objetivos. Siempre obedecía y promovía las normas del hormiguero con certeza y alegría. Ella se había dado cuenta de que aquella tarde, en lugar de dos niños haciéndoles más difícil la labor, estaba allí Luzgardo. Cuando Luzgardo terminó de descansar, dio un vistazo final a las pequeñas trabajadoras. Al entrar a su casita, se fijó, por primera vez, en lo desorganizada que estaba.

- ¡Qué desorden es éste!- pensó en voz alta. Su mujer, de nombre Simona, lo llegó a escuchar y lo miró sorprendida, como si su marido estuviera loco, pues él nunca se fijaba en el orden. En eso salieron sus dos niños del cuarto para recibirlo, mientras Simona seguía examinándolo. Ante tal situación, Luzgardo les contó lo que había observado. Todos lo miraron y sonrieron con un toque de complicidad. Ese día, ante la aparente obsesión del hombre, decidieron organizarse para el orden y la limpieza, la unión familiar y el respeto. Tilina se había acostumbrado a la presencia de Luzgardo, parecía que las entendía, siempre pendiente de no pisarlas, tan observador e incluso algo perseguidor, pues un día llegó a seguirlas hasta el mismo hormiguero, por lo que Tilina organizó una reunión para reforzar la guardia; pero con el pasar de los días, al no acontecer nada perjudicial, en contra de las pequeñas obreras, dedujeron que era sólo curiosidad del hombre. Trascurrían los días, Luzgardo examinaba y ponía en práctica lo que deducía de sus observaciones a las hormiguitas. Esto lo llevó a ser muy respetado en Padén, debido a que su patio o más bien su huerto, era el más hermoso y mejor organizado de los alrededores, la armonía y respeto reinaba en la unidad de su familia; se daba tiempo de ir lo antes posible de su chacra a la entrada de las casas del pueblo, para dirigir el tránsito de los animales de carga; había persuadido a la población de no arrojar desperdicios al río; formó una Ronda Campesina con hombres jóvenes y fuertes; y logró una Organización Padenina que contribuyó al crecimiento y mejora del pueblo.

I. E. "NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO"

RELIGIOSAS DOMINICAS DE LA

INMACULADA CONCEPCIÓN

CHICLAYO

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Tilina se preguntaba qué sería de Luzgardo, casi no lo veía. Ella, en los últimos días había sido elegida para ser una de las cuatro candidatas al cargo de Alcaldesa del Hormiguero de Padén, ello la llenaba de felicidad y la comprometía mucho más con sus compañeras. Llegó el día en que cada hormiguita recogería un granito y se lo daría a la candidata que consideraría más capaz para ocupar el gran cargo. La emoción y nerviosismo se respiraba en el ambiente. Tilina se encontraba en el centro del hormiguero, conjuntamente con las otras tres postulantes; alrededor un gran número de hormigas que se disponían a votar. El primer grano fue para Tiliana, lo que la lleno de contento. Una tras otro se sumaron, frente a esta lideresa, hasta formar un pequeño cerrito. Su sorpresa fue mayor cuando sus competidoras, derrotadas pero satisfechas de su participación, sumaron sus granitos a favor de la agradecida Tilina. Todas las hormiguitas se alegraron mucho, mientras la nueva autoridad hacía un humilde ademán de gratitud, a la vez que una hormiga flameaba la mejor hojita del hormiguero, como símbolo de hormiguerismo, en un momento tan honorable, al mismo tiempo que todas se ponían una pata en la cabeza, como signo de respeto y gusto. La no presencia de Luzgardo se debía a que su caserío iba a recibir un reconocimiento a su esfuerzo. Llama, distrito al cual pertenecía su pueblo, había hecho un llamado especial a la Organización Padenina y a su dirigente Luzgardo Constantino Saavedra, pues su progreso merecía tal distinción. Sus huertos eran los más bonitos del distrito; su Ronda Campesina, la más efectiva; sus familias, las más unidas; sus caminos, los más factibles de transitar; sus animales, los más recios; sus habitantes, los más honorables; y el pueblo, sin duda, era el mejor organizado. Todo ello lo había llevado aquellas instancias; estar con las autoridades y dirigentes de todos los caseríos, en la Plaza Mayor de Llama, con la Bandera tan peruana como flameante y el orgullo de contar con tanto respeto, con la mirada fija en aquel símbolo patrio. De pronto, tal y como le solía suceder las cosas a este hombrecito, detuvo sus mirada en el árbol del quina impreso en el Escudo de la Bandera y recordó aquel día, que por un azahar de la vida, llegó más temprano de lo acostumbrado a su casa y, sentado en una piedra, descubrió el axioma de las hormigas del tronco de su árbol, singulares personajes que le mostraron el camino parea ser tal ciudadano y líder. Esto hizo que se le escapara una delatadora lágrima del encuentro de sentimientos en su interior, una lágrima llena de gratitud; yo creo que esa lágrima debió ser por la buena Tilina, la que él nunca llegaría a saber, ni siquiera a imaginar remotamente, llegó a ser la Alcaldesa del Hormiguero de Padén, y que sentía un afable cariño hacia él. Así fue, dos dimensiones, dos medidas, pero una forma de llegar a ser un buen ciudadano. Una dimensión de hombres capaces que llegaron a ser los mejores, gracias a que Luzgardo, un hombrecito observador, se fijó en lo que se escondía en la pequeñez de esta otra dimensión: las hormigas, de las que podríamos aprender tanto. Ser buen ciudadano no es difícil, hagamos lo propio y progresemos.

Katherine Saldaña Dávila (3º)