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P R E G Ó NDE LA

SEMANA SANTADE LA MUY NOBLE Y

LEAL CIUDAD DE CEUTA

PRONUNCIADOEN EL TEATRO-AUDITORIO DEL REvELLíN

EN LA MAÑANA DEL v DOMINGO DE CUARESMA,17 DE MARZO DEL AÑO DEL SEÑOR DE 2013

PorDª. Encarnación Mercado Pérez

Organizado por el Consejo Diocesano de HH. y CC.de la Ciudad de Ceuta

A Javi, mi marido, mi compañero, por toda una vida de amor.

A Patricia y Javier, mis hijos, mis tesoros, por ser tan maravillosos.

A mi madre, a mi hermana, a mi hermano, a Inma, Antonio y a toda mi familia, por estar siempre ahí.

Al recuerdo siempre vivo de mi padre y abuelas, hoy se sentirían muy orgullosos.

Y un recuerdo especial para Loli… Te fuiste casi sin avisar, con tu eterna sonrisa. Estabas ansiosa por escuchar mi Pregón porque decías que yo te transmitía paz, y ahora tú, ya gozas de la paz eterna. Siempre estarás en nuestros corazones.

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Ilmo. Señor vicario General de la Diócesis de Ceuta.

Excmo. Sr. Presidente de la Ciudad Autónoma.

Excmo. Sr. Delegado del Gobierno.

Excmo. Sr. Comandante General.

Sr. Presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías.

Rvdos. Directores Espirituales.

Excmas. e Ilmas. Autoridades Civiles y Militares.

Mesa Permanente del Consejo, Hermanos Mayores y Comisariode las Hermandades y Cofradías de nuestra ciudad.

Hermanos y hermanas todos:

“No debemos tener miedo, vamos por donde Dios nos lleva”, una frase del beato Fray Leopoldo de Alpandeire que me gusta recordar. Y aquí me tienen, ni aun soñando despierta podría yo haber imaginado tener este honor, pues es para mí un gran honor poder pregonar la Semana Santa de mi tierra. Es un gran honor como cofrade, y permí-tanme decirlo, además, como mujer. Por eso me siento doblemente orgullosa. Orgullosa de ser la Pregonera, y orgullosa de ser mujer, y por ello representar también aquí a todas las mujeres que ya sea desde la sombra, como desde una Junta de Gobierno, trabajamos en las Cofradías tanto de penitencia como de gloria, y que además de ser hijas, esposas, madres, abuelas… somos cofrades. Y tenemos el suficiente criterio, y la suficiente fuerza y sensatez, para ser nosotras mismas, y saber lo que queremos y a donde queremos ir.

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Y yo, sé muy bien lo que quiero. Quiero que Dios me ayude a se-guir viendo la vida con optimismo a pesar de las dificultades. Quiero seguir disfrutando de mi familia a la que adoro. De mis amigos a los que quiero. De las tradiciones de mi pueblo. Quiero disfrutar de este regalo que me habéis dado al permitirme estar aquí. Quiero también Javi, agradecer tus palabras de todo corazón… quien me iba a decir el año pasado cuando tú estabas aquí, que hoy sería a mí a quien tendrías que presentar, pero como acabo de recordar, “vamos por donde Dios nos lleva”, y has tenido que ser tú, mi padrino rociero, quién me dé el relevo. Paz y Piedad Rociera, ese es el nombre que me pusiste, ¡no pudo ser un nombre más bonito! Muchas gracias de nuevo.

Y a ellos, a mi Cristo de la Paz y a mi virgen de la Piedad, les ruego que me den serenidad y templanza para que ahora sea yo, quien os regale mi Pregón.

Pero antes decir, que quiero también, que a las Hermandades se nos vea como parte de la Iglesia que somos, no somos cristianos de segunda. No olvidemos que todos los cristianos somos Iglesia, todos formamos parte de Ella. Pero esto tampoco podemos olvidarlo no-sotros, los cristianos cofrades. Todos somos obreros en la mies. Por eso debemos ser un grupo más dentro de la Parroquia a la que per-tenecemos. San Pablo decía: “porque todos nosotros hemos recibido un mismo Espíritu en el bautismo, a fin de formar un solo cuerpo. vosotros formáis el cuerpo de Cristo y cada uno por su parte es un miembro. Y Dios ha asignado a cada uno un puesto en la Iglesia.” (1Cor 12, 13, 27 – 28).

Así, que es importantísimo que exista unión entre todos. Y den-tro de las Hermandades la unión entre los Directores Espirituales, Hermanos Mayores y demás miembros de las Juntas de Gobierno, es imprescindible para poder seguir adelante en la fe.

Y también hay algo que creo importante, ninguno podemos olvi-dar u obviar, que a día de hoy, al menos en Ceuta, en las Hermandades

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y Cofradías, es donde hay mayor número de jóvenes. Una juventud que con su pequeña o gran responsabilidad, hay que cuidar y ani-mar para que sigan adelante. Los jóvenes son el futuro en todos los ámbitos de la vida, y por lo tanto también son el futuro de la Iglesia.

Jóvenes que se acercan a las Cofradías por motivos diferentes. Muchos de ellos por ser hijos de cofrades y sentir desde pequeños el amor a una determinada advocación de Jesús o de María. Otros, porque les gusta salir de nazarenos o monaguillos, otros porque les gusta ser costaleros. Pero da igual el porqué, al fin y al cabo ahí están. Y el amor que sienten por su virgen y por su Cristo, es el amor a Je-sús, el amor a Dios. Pues la veneración y el culto a nuestros Sagrados Titulares, es un camino para llegar a Jesús y a Dios Padre.

Y son la Palabra de Dios y la Palabra de Jesús, los cimientos de nuestra fe.

Cimientos que debemos tener bien asentados para poder aguan-tar y resistir todos los avatares que nos depara la vida. En estos momentos tan difíciles que vivimos, momentos de crisis económica y porque no decirlo, de crisis espiritual, es cuando la fe se hace aun más necesaria. No en vano el Papa Benedicto XvI declaró este año como “año de la Fe”, oportunidad especial para crecer en nuestra vida cristiana.

Una casa con buenos cimientos permanece firme ante las incle-mencias del tiempo, pero también hay que cuidar sus paredes y techos para mantenerla en perfectas condiciones, por dentro y por fuera. De igual modo debemos cuidar nuestra fe. Los Sacramentos y la oración, nos dan la fuerza interior para seguir caminando. Y el exterior, son las obras de caridad. Una fe sin obras, es como un cuerpo sin alma.

Y en esto las Cofradías somos parte importante de la Iglesia, pues la caridad es algo que tenemos siempre presente, y más aún, ahora. Y además damos testimonio público de nuestra fe durante todo el

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año con nuestros cultos internos, y con los externos en la salida pe-nitencial cuando llega la Semana Santa.

Semana Santa, Semana Grande del cristiano. El pasado año me propusieron que la definiera con una sola palabra, y mi respuesta fue PASIÓN. Creo que estas seis letras encierran todo lo que vivo y siento en la Semana Grande, ya que además de vivir la Pasión de Jesús, es la pasión de amarla con los cinco sentidos, es un cúmulo de sentimientos, sensaciones y vivencias que recorren mi corazón, mi mente y mi alma. Pues Semana Santa es fe, cultura y tradición, pero también son olores, sabores, colores, sonidos, recuerdos…

Semana Santa son… recuerdos de mi niñez, cuando en Cuaresma esperaba ansiosa que llegara el Domingo de Ramos para ir a por el olivo a la Iglesia del valle, estrenando un nuevo vestido que me había hecho mi madre, son recuerdos de jueves y viernes Santo cuando iba con mi abuela Encarna a visitar los Sagrarios, recuerdos de tardes de procesiones cuando iba con mis padres y hermanos a ver los pasos, recuerdos de adolescencia y juventud, recuerdos de ayer, de hoy y de siempre.

Semana Santa es sabor a pirulí y a torrijas, es sabor a arroz con leche y a potaje de vigilia.

Semana Santa es olor, olor a azahar cuando paseo por el Revellín, es olor a cera quemada y a las flores que adornan nuestros pasos, es… olor a incienso.

Semana Santa es color, el color negro de mi túnica nazarena, el color verde Esperanza, color morado, blanco, azul, rojo, celeste, burdeos… colores de palios y bambalinas, colores de nazarenos, monaguillos y mantillas.

Semana Santa es sonido, el sonido de las marchas que las bandas y agrupaciones musicales hacen sonar… Costalero, virgen del valle, Rocío, virgen de las Lágrimas, Dolorosa de los Remedios, virgen de

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las Penas, Amargura… y tantas y tantas otras, es… el sonido melo-dioso de la música de capilla, es el sonido seco del llamador cuando el capataz lo hace sonar al tiempo que su voz, es… el rachear de los costaleros, es el sonido de campanillas y palermos, es el sonido a duelo que anuncia el muñidor, es… silencio.

Semana Santa es fe, es mi fe, es mi religión, la que me enseñaron y regalaron mis padres, la que yo he regalado a mis hijos y deseo que ellos, regalen a mis nietos.

Todo esto y más, es la Semana Santa de mi tierra, de esta tierra que me vio nacer y crecer. De mi tierra a la que amo. Soy caballa y española por los cuatro “costaos”. Por todos los poros de mi piel soy de Ceuta, de esta preciosa y bendita tierra, de mi Ceuta pequeña y dulce, como dice el bello poema de Luis López Anglada:

Ceuta es pequeña y dulce y está acostadaEn los brazos del mar, como si fueraUna niña dormida que tuvieraLa espuma de las olas por almohada.Ceuta canta latines, cristianadaCon la sal del estrecho marinera,Y empina su blancura campaneraAl espejo del mar acicalada.Ceuta es andaluza niñeríaQue si saltar pudiera, saltaríaLa comba de agua y sal del océano.Y allí está, entre la arena y la murallaComo una niña que bajó a la playa Y se le fue a la madre de la mano.

Y estando allí, jugando en la playa, la niña vio una luz intensa, blanca y brillante, una luz que resplandecía en medio de las tinieblas, y que poco a poco se fue acercando a ella y le dijo: “ niña no tengas miedo, la paz sea contigo”. Yo soy la Luz del mundo, la Luz eterna.

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Toma mi mano y ven conmigo, que te voy a contar mi historia. Y tus calles, serán testigos de los últimos días de mi vida en la tierra. Eso sucederá todos los años en primavera, cuando las flores tiñan de color los campos y el verde de la hierba se haga más intenso, cuando las golondrinas y las alondras vuelvan a sus nidos, cuando los días sean cada vez más largos y las noches más cortas, cuando los naranjos en flor esparzan su aroma de azahar por el paseo del Revellín, entonces, y solo entonces, mi Pasión, Muerte y Resurrección se mostrará en tus calles.

Después me iré al Padre. Pero no tienes que temer nada, porque aunque me vaya siempre estaré contigo, y además te voy a dejar a mi Madre… África, y a dos guardianes, Antonio y Daniel que cuidarán de ti. Ella y ellos, velarán tus sueños y cuidaran tus desvelos, estarán junto a ti en tus congojas y en tus alegrías, en tus penas y tristezas y en tus alborozos.

Daniel, San Daniel, estará en la Santa Iglesia Catedral, ubicada en la plaza que lleva el nombre de mi madre. Desde allí te cuidará. Tu gente le rezará y le dará gracias, y en el mes de Octubre saldrá en procesión por tus calles. Él, junto a sus compañeros mártires, serán tus Santos Patronos.

Antonio, San Antonio, va a estar en el Monte Hacho, en una er-mita pequeña de paredes blancas y camino empedrado. Tu gente irá a rezarle y a verlo los martes, y todos los años el 13 de Junio, subirán hasta allí en romería para darle gracias. Esto será una tradición que no se podrá perder, una tradición de muchos años pero no por eso vieja u obsoleta, prueba de ello la juventud de su actual Hermano Mayor. Tradición y juventud son compatibles.

Ahora ven niña, mi pequeña Ceuta, no sueltes mi mano ni la de la pregonera, que junto a ella iremos de norte a sur y de este a oeste re-corriendo tus calles, y con su ayuda, con sus sentimientos y vivencias, te mostraré lo que te dije antes: mi Pasión, Muerte y Resurrección.

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Todo empezó hace muchos… muchos años en Nazaret, cuando el ángel Gabriel le anunció a mi Madre y le dijo: “concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús”(Lc 1, 31). “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios”(Lc 1, 35).

Y así fue. Nací en un pueblo llamado Belén y crecí feliz en Nazaret con mi Madre y mi padre José. Todos los años en la Pascua íbamos a Jerusalén. Y es allí donde empieza todo, allí comienza mi Pasión.

ven, que subiremos hacia Manzanera, hasta la capilla de Madre de Dios de la Palma y San Bernabé. Aquí mi madre se llama Palma, mi madre que siempre estuvo y estará a mi lado.

Es mi última Pascua, por eso será Triunfal mi entrada en Jerusalén. Es día de alegría, hay mucha gente, mucha juventud, y también un joven Hermano Mayor, son los pollinicos. Hombres y mujeres, niños y niñas me recibirán con cánticos de alabanza, con ramos de olivos y con palmas. Palmas de júbilo y de martirio.

Es día de alegría, es… Domingo de Ramos.

Y este año la alegría para esta Hermandad Sacramental es mayor. Pues el próximo día 20 se celebra el veinticinco aniversario de la ben-dición del Dulce Nombre de Jesús. ¡Este año los pollinicos también están de enhorabuena!

Me encanta ver salir al Dulce, y me encanta, ver a la Palma bajo su palio andar por los Jardines de la Argentina con ese buen trabajar de los costaleros. Me encanta y me emociona, empiezan a bullir en mí todos los sentimientos, empiezo a sentir todas esas emociones de la Semana Santa.

Es día de alegría, es… Domingo de Ramos, empieza la Semana Grande.

vamos pequeña, ahora bajaremos la cuesta de Otero, mira, fíjate en esas dos manos atadas, son el signo de una traición, de la traición

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de un amigo. Judas me traicionó, me vendió. Tú debes tener cuida-do, pues entre la gente buena, también vas a encontrar a gente que te traicionará. Pero de todo se aprende, y las malas experiencias te ayudarán a ser más fuerte.

Y así, sabiendo ya que la hora estaba cerca, después mi última Cena fui con algunos de mis discípulos al huerto de los olivos a orar, y allí fue donde me prendieron. “El traidor les había dado esta seña: aquél a quién yo besare, este es.” (Mateo 26, 47 – 48).Me ataron las manos y me prendieron para que se cumplieran las Escrituras de los profetas.

Manos atadas, lunes Santo, el Señor de Ceuta está en la calle. Ya no está solo, le acompaña su madre la virgen de los Dolores, que no va a dejar a su hijo ni un momento. Dolor y amor de madre, y amor de un pueblo a su Cristo Medinaceli, que le reza, que le adora y que le besa sus pies descalzos, desgastados por tanta devoción. Lunes Santo, el Señor de Ceuta está en la calle.

Tenemos que seguir andando para dejar atrás el Puente del Cristo, y pasar por el Puente de la Constitución, el Revellin, Méndez Núñez, Antioco, Solís… hasta llegar a Teniente Pacheco, una calle pequeña y estrecha donde hay un Oratorio y una Casa de Hermandad.

La Flagelación y la Caridad, otra Hermandad con un joven Her-mano Mayor Joven, pero con las fuerzas y la fe suficientes para salir adelante en la dura prueba que le ha deparado la vida. Así Pepe con valor, siempre “pá lante”, como cuando llevas a la Madre de Dios sobre tus hombros. ¡Siempre de frente valiente!

Después de prenderme, los judíos me declararon reo de muerte y me llevaron ante Poncio Pilatos. Éste me mandó a azotar, aunque decía que no hallaba culpa en mí. Pero todos gritaban ¡crucifícalo, crucifícalo!. Él lavó sus manos, y me entregó para que me crucificaran.

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Pilatos lavó sus manos, Ya de Él no sabe nadaLe da a escoger al puebloY su muerte es sentenciadaSe lo entrega a los soldados,Que le escupen, le maltratanY se ríen y se mofan, Y se burlan y se jactanY le pegan latigazos, Uno tras otro sin pausa,Cristo fue Flagelado,Ni por Caridad pararonHasta destrozar su espalda.

Seguimos caminando, ahora… hacía la Plaza de los Reyes, hacía una Hermandad donde también hay mucha juventud. Juventud en su Hermano Mayor y en su Junta de Gobierno, y muchos niños y jóvenes cofrades procedentes en su mayoría del colegio Los Agus-tinos. Como dije al principio la juventud sigue viva, está presente.

Plaza de los Reyes, Iglesia de San Francisco. Después de azotarme, los soldados hicieron una corona de espinas y me la pusieron en la cabeza, y sobre mi espalda desnuda y ensangrentada, me pusieron un manto de color púrpura y una caña en las manos a modo de cetro, y decían para humillarme, para burlarse y reírse de mí: “salve rey de los judíos”.

Y en la sombra pero siempre a mi lado, sufriendo en silencio por ver mi dolor, está mi madre, la Señora de las Penas. Penas que le inundan y le invaden toda el alma.

Santísimo Cristo con la corona de espinas y manto púrpura, tu bello rostro moreno refleja dulzura y dolor, serenidad y sufrimien-to, paz y resignación, pero sobre todo refleja Humildad y Paciencia frente a la injusticia. Señor, haz que brille en nosotros, especialmente en estos tiempos, eso: la humildad y la paciencia.

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Después de burlarse de mí, me quitaron el manto que cubría mi espalda, y dejándome puesta la corona de espinas, me pusieron mi propia túnica y me hicieron cargar con la cruz hasta el monte donde iban a crucificarme.

Y así en la Plaza de África, empieza el Nazareno su camino hacia el Calvario. En ese camino se encuentra con su Madre Esperanza.

El Encuentro, Encuentro de Martes Santo, Jesús Nazareno y la Esperanza se encuentran al son de “Novio de la muerte”. A pesar de algunas voces discordantes, a día de hoy yo no concibo El Encuentro sin la Legión. Desde que tengo uso de razón así lo he vivido. No alcanzo a recordar en qué momento aprendí a cantar “Novio de la muerte”. Y si le pregunto a mis hijos tampoco sabrán decir cuando lo aprendieron. Al igual que muchísimos ceutíes, hemos crecido sa-biendo ese himno. Y lo cantamos en el Encuentro, es una tradición que me gusta y me emociona. Las emociones siguen aflorando.

Y me gusta después de ver el Encuentro, ir hasta la Calle velarde para ver al Nazareno en la esquina con Amargura, y junto a mi hija entonar de nuevo “Novio de la Muerte” al paso de la legión, ¡eso también es Semana Santa!.

Y me gusta ver venir a los nazarenos de capa y antifaz verde que preceden a la Señora, que tras una nube de incienso aparece bella y majestuosa con su cara morena, me gusta verla cuando los costale-ros hacen la revira en esa esquina para enfilar la Calle Amargura, y cuando al empezar a subir la pequeña cuesta se oye desde abajo…. ¡Esperanza, guapa… Esperanza, guapa… Esperanza, guapa, guapa, guapa…¡ ¡Eso también es Semana Santa!.

vamos pequeña, ahora seguiremos hacia el Oeste, hacía la Iglesia de San Juan de Dios.

Allí la Parroquia y la Hermandad se funden, van unidas, reflejo del trabajo del Hermano Mayor y su Junta de Gobierno en unión

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con su Director Espiritual, trabajo que este año por fin va a tener su recompensa, este año La Amargura sale de su ansiada casa de Her-mandad, y como no podía ser de otra forma de su Templo, ¡por fin La Amargura sale de villajovita!.

Para mí fue impresionante verlos el pasado año en la Salida Penitencial, tanto por el gran número de hermanos que formaban el cortejo, como por su saber estar en la calle, incluso con la gran cantidad de niños que iban ¡el cortejo era perfecto!. Muchos niños y jóvenes junto a los adultos trabajando unidos por Él, por Jesús Caído y por su Madre Amargura.

Jesús Caído por el peso de la cruz. Él se hizo débil para que noso-tros fuéramos fuertes. Y hoy cae de nuevo en los despedidos, en los sin techo, en los enfermos, en los hombres y mujeres sin esperanza, pero desde el suelo Él quiere salvarlos, y se levanta para seguir su camino hacia el Calvario y cumplir la voluntad del Padre.

Cristo Jesús Caído Es muy pesada tu cargaLlevas nuestros pecadosCargados sobre la espaldaY una corona de espinas En tu cabeza clavadaHaciendo sangrar tu rostro Manchando tu dulce caraCristo Jesús Caído, Es muy pesada tu carga.

Tras cargar con la cruz, y a pesar de mis caídas, llegué al monte Calvario. Allí me crucificaron entre dos ladrones, uno a mi derecha y otro a mi izquierda. Y en mi agonía antes de morir, antes de la expiración, desde la cruz contemplé el amor, el amor del discípulo a quien amaba y el Amor de mi Madre, María Santísima del Amor.

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En el Santuario de Nuestra Señora de África el bello rostro del Cristo de la Expiración, nos muestra incluso en su agonía y en sus ojos de dolor y de súplica, el Amor. Todo estaba cumplido:

“Y Jesús inclinando la cabeza, entregó su Espíritu” (Juan 19, 30).

Cristo ha muerto. Desde Hadú hasta la calle Real, desde Los Remedios hasta San José... Cristo ha muerto. Ha inclinado la cabeza entregando su Espíritu en esa Encrucijada para encontrar la Buena Muerte, con una madre que le llora con Lágrimas del Mayor Dolor.

La virgen de las Lágrimas llora desconsolada a su Cristo de la Encrucijada, con lágrimas de sufrimiento que van empapando su pecho y rompen su corazón.

Al ver la Buena Muerte la Señora del Mayor Dolor, llora afligida y desgarrada. Y no sabe ahora el motivo, no sabe porque razón, no sabe que Él vino al mundo para traer el perdón.

Y este año el Mayor Dolor, aún es mayor, pues Ella y su Hijo no van a estar en la calle para hacer la Estación de Penitencia. Pero no por cuestiones climatológicas, sino por algo mucho más triste, por algo muchísimo más doloroso, por algo tan grave como es no tener un Hermano Mayor. Hermanos cofrades, los tiempos son difíciles, y la idiosincrasia de nuestra ciudad hace que sea más difícil aún, pero no debemos rendirnos, tenemos que seguir adelante en la fe. Y a vosotros cofrades de la Buena Muerte, os toca ahora echar hacía adelante para solucionar el vacío de poder que existe en vuestra Hermandad, para que así el año que viene si Dios quiere, vuestros Titulares puedan realizar la Estación de Penitencia.

Y de nuevo nos vamos a la Plaza de África, aquí comienza el silen-cio, comienzan los negros nazarenos. Es la desesperación y el desam-paro de una madre junto a la cruz. Comienza el luto de la madre por su hijo muerto. Es Nuestra Señora del Desamparo junto al Santísimo Cristo de la vera Cruz. Comienza el duelo, comienza el silencio y la oración. Es hermoso lo que decía la Madre Teresa de Calcuta:

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El fruto del silencio es la oraciónEl fruto de la oración es la feEl fruto de la fe es el amorEl fruto del amor es el servicioEl fruto del servicio es la paz

Y así con la paz y el silencio, empezamos a caminar hacia el Este, hacía una pequeña Iglesia a los pies de la Falda del Hacho. Dejando atrás la calle Real, llegaremos hasta la Plaza de Maestranza, subiremos la cuesta de la calle Brull, y ahí está la Iglesia del valle, mi Iglesia, mi Parroquia.

Soy del valle desde antes de nacer, pues fue allí donde se casaron mis padres. Y allí fue donde me bautizaron, donde recibí mi Primera Comunión, la Confirmación, donde Javi y yo nos casamos. Fue allí donde mis hijos recibieron el bautismo y los demás Sacramentos, al igual que también los recibió mi marido y mi familia, y donde si Dios quiere los recibirán mis nietos.

El valle forma parte de mi vida, de nuestras vidas. Es nuestra Iglesia. A la que iba de pequeña con mi abuela o mi madre, las cuales me aupaban para que pudiera besar los pies de mi Cristo. Ellas me enseñaron a amar a Dios a través de Él y de mi virgen. Quién les iba a decir que un día yo iba a ser Hermana Mayor de la Cofradía, pero de nuevo…. “vamos por donde Dios nos lleva”. Y así, sin haberlo pen-sado ni pretendido nunca, tuve y tengo la responsabilidad de regir el destino de mi Cofradía durante un tiempo. Desde el principio, a pesar de mis errores o equivocaciones, todas las decisiones que he tomado han sido siempre pensando en el bien de la Hermandad, y sabiendo por supuesto, que actualmente somos lo que somos gracias a todos los que nos precedieron, a todos los Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno anteriores. Y como no, gracias a todos los cofrades que la forman, y gracias con mayúsculas a Cristóbal, mi Director Espiritual, y a todos y cada uno de los miembros de mi Junta de Gobierno, la empatía que existe entre nosotros y la ilusión, hace que el trabajo sea

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más fácil, y que podamos seguir caminando juntos para engrandecer cada día más a nuestra hermandad, tanto en patrimonio, como por supuesto en la fe, la esperanza y la caridad.

Fe, esperanza y caridad, las tres virtudes teologales que como anta-ño, nuestra Cofradía sigue manteniendo representadas en su cortejo.

Cortejo de viernes Santo, llega nuestro día.

Y recuerdos, recuerdos de viernes Santo.

Atrás quedaron aquellos años noventa cuando empezó mi impli-cación con la Junta de Gobierno, fue cuando Joaquín le pidió a mi marido que le echara una mano en la nueva etapa que emprendía la Cofradía.

Atrás quedaron aquellos años cuando había que montar el paso el mismo viernes en los aparcamientos de la Panadería de Intendencia, bajo esa estructura metálica que hizo mi padre, a la cual se le ponía un toldo azul. Incluso había que desmontar inmediatamente después de la recogida, pues las imágenes no se podían quedar en la calle durante la noche.

Recuerdos de viernes Santos entrañables, pues eran nuestros años de juventud, mi marido y yo lógicamente éramos más jóvenes, y a pesar de tanto ajetreo, aún no notábamos el peso de los años. Nuestros hijos eran pequeños y andaban por allí de allá para acá, los dos… Patricia y Javier, salían de monaguillos, esperando ansiosos cumplir 12 años para poder salir de nazarenos, y Javier esperaba después cumplir los 18 para poder salir de costalero.

Recuerdos… recuerdos de viernes Santo, recuerdos de muchas vicisitudes que pasaba la Cofradía al no tener un sitio de donde salir. Incluso dos años consecutivos tuvimos el honor de salir de la Santa Iglesia Catedral, ya que en esos dos años ni tan siquiera pudimos estar en Intendencia, pues los militares tuvieron que dejar el cuartel.

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Pero ahora gracias a Dios, y a todas las personas, y a todos los grupos que en su momento trabajamos aportando nuestro granito de arena para que la Parroquia tuviera el nuevo edificio, nuestro paso tiene un sitio donde estar y ¡puede salir del valle!.

Recuerdos… recuerdos de viernes Santo, recuerdos de ayer, de hoy y de siempre.

viernes Santo, silencio. Las puertas del templo se abren, el muñi-dor anuncia el duelo. Comienzan a salir los nazarenos, nazarenos de túnicas negras, nazarenos de amor, nazarenos de oración. Silencio. Tres golpes secos en la puerta de atrás, anuncian al capataz que todo está preparado afuera para que nuestro Misterio esté en la calle, San Juan junto a los dos varones y a las tres Marías, arropan a nuestros Sagrados Titulares. Silencio. El toque del llamador indica a los costa-leros que es el momento de empezar a andar, el momento de llevar sobre sus hombros por las calles de Ceuta al Santísimo Cristo de la Paz y a su Madre la Santísima virgen de la Piedad. Silencio. Que es el momento de hablar directamente con ellos, de hablarles a su virgen y a su Cristo con el corazón, es el momento de pedirles, de darles gracias, de rezarles… como me gustaría aunque solo fuera una chi-cota, poder estar ahí con ellos, sentir el peso de la trabajadera sobre mi espalda, sentir ese dolor, que no es dolor sino pasión, si vives y sientes lo que llevas arriba. Silencio. ¡Cómo no va a haber silencio, si salen mi virgen y mi Cristo! Que sale la Madre de Dios con su Hijo muerto en el regazo. Es carne de su carne y sangre de su sangre.

No puede haber dolor más grande que sufrir la muerte de un hijo. Y así Ella, con su hijo inerte en los brazos, es consuelo y alivio de la pena de todas las madres que de una u otra forma han perdido un hijo, y aún más si cabe, de las que como ella lo han perdido de una forma brutal, vil y cruel, a manos de los nuevos fariseos que no tienen escrúpulos para sesgar una o más vidas, incluso vidas de pequeños niños inocentes. ¡Cómo no va a haber silencio!.

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Quien no ha lo ha vivido, quien no ha salido en una cofradía de silencio, no sabe lo que se siente, es algo que no se puede explicar, eres tú y Dios. Y nos reconforta el silencio en la calle. Pues para no-sotros el mayor aplauso es paradójicamente, la ausencia del mismo. El mayor aplauso es… el SILENCIO.

El silencio quiero oírQuiero hablarte con el almaY decirte en un susurroQuiero seguir tu PalabraQuiero desterrar mis miedos Y elevarte mi plegariaQuiero que me des las fuerzasPara seguir con la cargaPara seguir en la vidaEl camino que me marcasCristo mío de la PazQuiero seguir Tu Palabra.

Y sigue el silencio, nos vamos hacía la calle del mismo nombre, hacía la Plaza de la Santa Cruz. Hasta el Oratorio de una Hermandad comprometida. Allí se abren las puertas, y el sonido del muñidor sigue anunciando el duelo y el dolor desgarrador de una madre que ve como llega el Buen Fin, ve como le arrancan a su Hijo muerto de los brazos, ese Hijo concebido en su vientre sin pecado, ese Hijo al que ama es ahora envuelto en una sábana y trasladado al sepulcro, donde le darán santa sepultura. Ella, María Santísima de la Concep-ción, continúa acompañada por las santas mujeres, por San Juan, Nicodemo y José de Arimatea que comparten su dolor. Pero cuando deja a su Hijo en el sepulcro, la soledad se apodera de Ella y le invade toda el alma.

Es el momento del Santo Entierro, es la despedida, es el adiós, es el dolor de no volver a verlo. Todo ha terminado, por eso es su des-esperación, por eso es su soledad. Es Nuestra Señora de la Soledad.

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Y ella no puede volver a quedarse sola, tiene, debe de estar en la calle junto a su Hijo Yacente. Mujeres costaleras, ¡no podéis permitir!, y menos aún este año en el que la Hermandad celebra su centenario, que se quede en el templo. Ella os espera para compartir su soledad con vosotras, para que la llevéis sobre vuestros hombros con vuestras oraciones por la calles de nuestra tierra y así, poder acompañar a su Hijo. Como no va a ir con Él en este último momento, si… aunque hecho hombre, es su niño, es su pequeño al que adora y que le han arrancado de su lado, es su Hijo muerto, es Cristo Yacente.

Es la muerte, que nos hace a todos iguales, no distingue entre ricos y pobres, entre buenos y malos, entre poderosos y débiles. Para que tanto sacrificio, tanto dolor, tanto sufrimiento si todo ha terminado.

Pero no… no ha terminado, la muerte no es el final, ahora es cuan-do empieza la vida nueva, porque… ¡Y al tercer día…!

¡Y al tercer día… resucitó! No busquéis entre los muertos al que está vivo. No hay muerte, hay vida, la cruz venció sobre la muerte. No estamos aquí en vano, hay un mundo nuevo donde no habrá dolor, ni penas, ni sufrimientos.

¡Y al tercer día…resucitó! Él vive. Él vino para salvarnos, y así lo hizo. Amémosle con el corazón y nuestras penas serán más llevaderas. Después de la cruz y el dolor hay vida.

¡Y al tercer día…resucitó! Resurrección es esperanza. Domingo de Resurrección. Domingo de luz y alegría. Domingo de esperanza. Domingo de nazarenos blancos. Domingo de Triunfo.

Este Triunfo nos tiene que dar fuerzas para vivir, nos tiene que dar fe y esperanza, nos tiene que hacer más fuertes para soportar los momentos tristes que se cruzan en nuestro camino, los momentos tristes que tiene la vida. Es el Triunfo de Jesús.

Y así mi pequeña Ceuta, con este triunfo, con mi Triunfo, llegamos al final de mi historia, al final de mi Pasión, Muerte y Resurrección.

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Se acaba mi tiempo y me tengo que marchar, pero no estés triste, no es un adiós. Siempre estaré contigo, podrás hablarme cuando quieras que te escuchare, y en Pentecostés, cincuenta días después de mi Resurrección, se cumplirá la promesa del Padre, el Espíritu Santo será enviado como Paloma bajada del cielo.

Y todos los años para celebrar ese día, los peregrinos ceutíes, los rocieros caballas, cruzaran el estrecho y caminaran por las arenas para llegar al Rocío, hasta esa ermita blanca a orillas de las maris-mas, donde parece que el cielo se une con la tierra, donde la estampa de los caballos marismeños pastando y trotando a sus anchas por las bellas marismas, pareciera estar sacada del mismo cielo. Y en la madrugada del lunes de Pentecostés, tus peregrinos rezaran salves y gritarán vivas rodeando al “Simpecao”, cuando la Blanca Paloma esté a su “lao”.

Y hay otra cosa más, como te dije al principio, mi Madre, que también es la tuya, estará siempre cuidando de ti y de toda tu gente. África, nuestra Patrona, a la que queremos, veneramos y rezamos, nuestra madre, nuestra Reina del Estrecho.

vamos pequeña, corre, vete con Ella, con tu Madre, no te sueltes más de su mano, que Ella te arropa y te abraza, y la espuma de las olas del mar es tu almohada.

vamos pequeña Ceuta, que apenas quedan siete días para que vivas mi historia.

¡Siete días para vivir nuestra Semana Santa!

“Así que ahora, duerme niña, duerme y descansa, y que la paz sea contigo”.

He dicho.