P. Dávila (Mensaje de Navidad de 1987)

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A mis queridos estudiantes de A.E.A: Me dirijo una vez más a vosotros, mis amados en el corazón de Cristo, en esta celebración de un aniversario más de la iniciación de Su presencia física entre nosotros. Nuestro Dios Bendito es la Fuente Inagotable, Absoluta, Infinita, de todo Bien. Permitidme una comparación. La ciencia humana de fines de este segundo milenio, se ha empeñado por introducirse más y más en los insondables arcanos del Cosmos para descifrarlo, para conocerlo mejor, para gozarse en su belleza. La ciencia ha descubierto un Cosmos dinámico, activo, palpitante de vitalidad por donde se le mire. Sus ondas espaciales con sus instrumentos sofisticados, han descubierto grandes agujeros negros, nuevos campos gravitatorios, formaciones de miríadas de galaxias, chorros cósmicos de elementos que todavía no puede descifrar, universos que mueren aparentemente, mundos niños, mundos jóvenes, mundos maduros, mundos que se apagan para dar origen a una nueva vida… El gran Cosmos no es una masa informe, está gobernado hasta sus últimos detalles por el Supremo Ordenador de todas las cosas, no es una masa muerta, es una masa dinámica por donde se expande la vida. El Cosmos está en un proceso permanente

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"Para estar siempre con nosotros, el Padre realiza por medio de Su Hijo el milagro de limitar lo Infinito, el Poder Supremo en la debilidad humana, la Grandeza en la pequeñez de un cuerpo, lo que trasciende toda dimensión en el marco de espacio y tiempo, lo que es la Vida Substancial en un poco de materia sujeta a la muerte. Su deseo infinito de manifestarse como ES, se concentra en ese Hijo Divino que encarna y se hace uno de nosotros..." Padre César Dávila G. Mensaje semanal de nuestro amadísimo Guía Espiritual y Fundador, el Padrecito Dávila, "Mensaje de Navidad de 1987.

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Page 1: P. Dávila (Mensaje de Navidad de 1987)

A mis queridos estudiantes de A.E.A: Me dirijo una vez más a vosotros, mis amados en el corazón de Cristo, en

esta celebración de un aniversario más de la iniciación de Su presencia física

entre nosotros.

Nuestro Dios Bendito es la Fuente Inagotable, Absoluta, Infinita, de

todo Bien. Permitidme una comparación. La ciencia humana de fines de este

segundo milenio, se ha empeñado por introducirse más y más en los

insondables arcanos del Cosmos para descifrarlo, para conocerlo mejor, para

gozarse en su belleza. La ciencia ha descubierto un Cosmos dinámico, activo,

palpitante de vitalidad por donde se le mire. Sus ondas espaciales con sus

instrumentos sofisticados, han descubierto grandes agujeros negros, nuevos

campos gravitatorios, formaciones de miríadas de galaxias, chorros cósmicos

de elementos que todavía no puede descifrar, universos que mueren

aparentemente, mundos niños, mundos jóvenes, mundos maduros, mundos que

se apagan para dar origen a una nueva vida… El gran Cosmos no es una

masa informe, está gobernado hasta sus últimos detalles por el Supremo

Ordenador de todas las cosas, no es una masa muerta, es una masa dinámica

por donde se expande la vida. El Cosmos está en un proceso permanente

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de expansión, según los científicos hasta el año 10 a la centésima

potencia, ¿y después? Comienza un nuevo ciclo de organización de esa materia

en expansión.

Esto obedece a una ley: Nuestro Dios Bendito no es un Ser Replegado en

Su infinitud o aislado de Su creación. En cada cosa se manifiesta de alguna

manera, como Él sabe manifestarse, en la quietud, en el silencio, en la

augusta soledad de Sí mismo siempre abierta a quienes le buscan.

Nuestro Dios Bendito posee un divino atributo: Su necesidad de

manifestarse. Los filósofos inventaron este principio filosófico: el bien posee

en sí mismo el hambre de manifestarse. No es Dios el Supremo Bien? Si esto

es así Su deseo y Su poder de manifestación son infinitos. He aquí la razón

por la cual envió a este pequeño planeta tierra a Su propio Unigénito Hijo. Él

es Su impronta, Su Imagen Total, Su propio Yo, Su propio “Si mismo”. Esto lo

sabemos por revelación del Hijo. Esto se transmuta en un estado de

conciencia individual nuestra, por la acción iluminante del Divino Santo

Espíritu-Amor que se expande desde el Padre al Hijo, desde el Hijo hasta

el Padre. Amor del cual, nos hacemos partícipes. Amor que lo

experimentamos por la meditación.

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Para estar siempre con nosotros, el Padre realiza por medio de Su

Hijo el milagro de limitar lo Infinito, el Poder Supremo en la debilidad

humana, la Grandeza en la pequeñez de un cuerpo, lo que trasciende toda

dimensión en el marco de espacio y tiempo, lo que es la Vida Substancial en

un poco de materia sujeta a la muerte.

Su deseo infinito de manifestarse como ES, se concentra en ese Hijo Divino

que encarna y se hace uno de nosotros.

En esta Navidad, mis queridos estudiantes, entonemos el himno de acción

de gracias al Padre que nos envió a Su propio Divino Hijo.

Empeñémonos por sintonizarnos cada día mejor con ese Cristo Bendito y

por Él con el Padre de quien procede todo bien y todo don perfecto.

Ensanchemos nuestra conciencia por la Oración Contemplativa para que

cada día, cada instante de nuestra existencia se convierta en una Navidad

permanente.

Que la paz que trajo ese Niño Bendito os acompañe siempre, mis queridos

estudiantes.

Padre Dávila Guía Espiritual y Fundador de la Asociación Escuela de Auto-Realización

(Diciembre de 1987)