Orlando Lafuente - Ensayo Clase Sociales

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1 Algunas consideraciones entorno al concepto de alienación para el análisis de clase Orlando Lafuente Ramírez Las últimas décadas han estado marcadas por el sello de la conformidad. Las estrategias económicas, políticas y sociales neoliberales alrededor del mundo nos han inserto en una situación donde los individuos se ven inmersos en un ambiente cultural regido por las ilusiones del beneficio del libre comercio y de la panacea del consumo mercantil, en donde se nos promete constantemente, gracias a la obnubilación mediática por parte de la publicidad y los medios de comunicación de masas, la solución a todos nuestros problemas, y la construcción de una mejor sociedad y una mejor vida individual por medio del consumo de artículos de toda índole: «Prácticamente todos los productos prometen que nos cambiarán la vida: nos harán más bellos, más limpios, más atractivos sexualmente y más exitosos. Hasta podría decirse “renacidos”. Los mensajes publicitarios nos hablan de un futuro promisorio, están cargados de optimismo y de expectativas milagrosas, la misma ideología que lleva a los ejecutivos a exagerar las ganancias y ocultar las pérdidas, pero siempre con cara de felicidad» (Wolin, 2008, pág. 37). Ante esto, es alarmante la transformación de los vínculos sociales, las maneras en que se desarrollan las relaciones sociales, y los espacios utilizados para la vida en sociedad, debido al cada vez más a su acentuado carácter privado, regido por relaciones mercantiles e intereses hedonistas. La vida en las urbes se parece cada vez más a un enorme mercado, y sin embargo, la gente en su diario vivir, parece estar satisfecha con esta situación. Sin embargo, las imágenes sugestivas de la publicidad de que todo marcha bien en este uso de los placeres que nos brinda la sociedad “postindustrial”, no pueden esconder el carácter de clase que sirve como sostén a esta dinámica social. Surge aquí un par de interrogantes ante toda esta serie de problemas: ¿Exactamente a qué especie de fenómeno relacionado a las clases sociales nos estamos enfrentando? ¿Qué andamiaje conceptual nos permitirá trabajar mejor este fenómeno social? Es aquí donde el concepto de alienación para el análisis de clase resultaría útil si queremos fundamentar los ejes de análisis de un marco teórico- metodológico enfocado a analizar fenómenos sociales relacionados con la dinámica de clase, ya que, además de constituirse como concepto, la alienación es a la vez un fenómeno social estructurado objetivamente en la dinámica de clases de las sociedades contemporáneas. El enfoque aquí propuesto necesita unas cuantas delimitaciones sobre el alcance del concepto. Clásicamente, el concepto de alienación ha estado relacionado con el concepto de trabajo, ya sea en su versión hegeliana, donde es eje central del proceso mediante el cual se forman la cultura y la conciencia (este sería el aspecto positivo de la alienación), o en su versión marxista, donde la separación del trabajador con sus medios de trabajo es la base para la formación de la propiedad privada (este sería el aspecto negativo de la alienación), y por ende, está asociado al fenómeno de la explotación. Esta relación entre conceptos forma lo que puede denominarse como alienación objetiva, y es su versión marxista la que más nos interesa para objetos de análisis. En el análisis de Marx, debido a la división del trabajo elaborada en la producción capitalista, el trabajador, al verse separado tanto de los medios de producción de su trabajo como de los productos de su trabajo, ve estos como algo extraño a él, ya que no puede controlar el destino de estos productos, y en muchos casos

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Algunas consideraciones entorno al concepto de alienación para el análisis de clase

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Algunas consideraciones entorno al concepto de alienación para el análisis de clase

Orlando Lafuente Ramírez

Las últimas décadas han estado marcadas por el sello de la conformidad. Las estrategias

económicas, políticas y sociales neoliberales alrededor del mundo nos han inserto en una

situación donde los individuos se ven inmersos en un ambiente cultural regido por las

ilusiones del beneficio del libre comercio y de la panacea del consumo mercantil, en donde

se nos promete constantemente, gracias a la obnubilación mediática por parte de la

publicidad y los medios de comunicación de masas, la solución a todos nuestros problemas,

y la construcción de una mejor sociedad y una mejor vida individual por medio del

consumo de artículos de toda índole: «Prácticamente todos los productos prometen que nos

cambiarán la vida: nos harán más bellos, más limpios, más atractivos sexualmente y más

exitosos. Hasta podría decirse “renacidos”. Los mensajes publicitarios nos hablan de un

futuro promisorio, están cargados de optimismo y de expectativas milagrosas, la misma

ideología que lleva a los ejecutivos a exagerar las ganancias y ocultar las pérdidas, pero

siempre con cara de felicidad» (Wolin, 2008, pág. 37). Ante esto, es alarmante la

transformación de los vínculos sociales, las maneras en que se desarrollan las relaciones

sociales, y los espacios utilizados para la vida en sociedad, debido al cada vez más a su

acentuado carácter privado, regido por relaciones mercantiles e intereses hedonistas. La

vida en las urbes se parece cada vez más a un enorme mercado, y sin embargo, la gente en

su diario vivir, parece estar satisfecha con esta situación. Sin embargo, las imágenes

sugestivas de la publicidad de que todo marcha bien en este uso de los placeres que nos

brinda la sociedad “postindustrial”, no pueden esconder el carácter de clase que sirve como

sostén a esta dinámica social. Surge aquí un par de interrogantes ante toda esta serie de

problemas: ¿Exactamente a qué especie de fenómeno relacionado a las clases sociales nos

estamos enfrentando? ¿Qué andamiaje conceptual nos permitirá trabajar mejor este

fenómeno social? Es aquí donde el concepto de alienación para el análisis de clase

resultaría útil si queremos fundamentar los ejes de análisis de un marco teórico-

metodológico enfocado a analizar fenómenos sociales relacionados con la dinámica de

clase, ya que, además de constituirse como concepto, la alienación es a la vez un fenómeno

social estructurado objetivamente en la dinámica de clases de las sociedades

contemporáneas.

El enfoque aquí propuesto necesita unas cuantas delimitaciones sobre el alcance del

concepto. Clásicamente, el concepto de alienación ha estado relacionado con el concepto de

trabajo, ya sea en su versión hegeliana, donde es eje central del proceso mediante el cual se

forman la cultura y la conciencia (este sería el aspecto positivo de la alienación), o en su

versión marxista, donde la separación del trabajador con sus medios de trabajo es la base

para la formación de la propiedad privada (este sería el aspecto negativo de la alienación), y

por ende, está asociado al fenómeno de la explotación. Esta relación entre conceptos forma

lo que puede denominarse como alienación objetiva, y es su versión marxista la que más

nos interesa para objetos de análisis. En el análisis de Marx, debido a la división del trabajo

elaborada en la producción capitalista, el trabajador, al verse separado tanto de los medios

de producción de su trabajo como de los productos de su trabajo, ve estos como algo

extraño a él, ya que no puede controlar el destino de estos productos, y en muchos casos

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queda subyugado a estos. Es un proceso en que la cultura y sus productos se vuelven

estructurales a la condición subjetiva de los individuos. Ahora bien, esta alienación objetiva

es a la vez la base de otro proceso, la alineación subjetiva, la cual designa la situación de

extrañamiento y alejamiento tanto de sí mismo como con otros en las relaciones sociales

humanas. Aquí juega un papel importante el papel de la mercancía, la cual, para Marx,

encierra un aspecto clave de la dinámica del sistema, aquella relacionada con deformar el

carácter de las relaciones sociales, encubriendo las relaciones objetivas que permiten la

producción de estas mercancías, y sustituyendo esto por una fetichización de la mercancía

en la cual los objetos adquieren atributos sobrehumanos, convirtiendo así las relaciones

humanas en relaciones con cosas: «… la teoría del fetichismo considera esta situación a

partir de la mercancía, de la cosa, que adopta atributos ajenos, y se convierte en una

especie de fetiche; la teoría de la cosificación, en cambio, se aproxima a la misma

situación desde la perspectiva de las relaciones interhumanas, que adoptan un carácter

cósico, se ven cosificadas» (Schaff, 1979, pág. 127). Tomando en cuenta todo esto, ¿Cómo

nos es útil entonces el concepto de alienación para el análisis de clase? Considero, y esta es

la hipótesis principal, que el concepto de alienación puede ampliar el panorama para

analizar las relaciones de dominación que pueden ubicarse en las sociedades

contemporáneas. Pero no cualquier relación de dominación, aquellas que nos puede

permitir ver el concepto de alienación son aquellas que tienen que ver con los supuestos

ideológicos contenidos en la dinámica de consumo de mercancías, que a su vez, se ha

tornado un aspecto central en las relaciones sociales contemporáneas.

El concepto de alienación para el análisis de clase debe abarcar entonces dos dimensiones,

que incluyen tanto las relaciones de explotación y las relaciones de dominación, estas dos

dimensiones las podemos sintetizar mediante el par categórico trabajo/consumo, en donde

las relaciones de explotación estarían cristalizadas en las relaciones laborales, y las

relaciones de dominación estarían cristalizadas en las relaciones de consumo. En este

esquema, aquella dimensión objetiva de la alienación se encontraría en el trabajo, y la

dimensión subjetiva de la alienación en el consumo de mercancías. La importancia de este

par categórico consiste en que condensa las relaciones necesarias para la reproducción de

las instancias económicas e ideológicas del sistema capitalista en su conjunto. Debemos

agregar que ambas relaciones forman una simbiosis en el nivel cultural de la totalidad

social, lo que permite desplegar, ampliar y reproducir estas condiciones a un nivel

cotidiano. En las coordenadas actuales del capitalismo tardío, es necesario considerar que

no es suficiente con entender el concepto de alienación solamente en su aspecto de las

relaciones de explotación del ámbito laboral, debemos también insistir en las cualidades

que permiten reproducir en la vida cotidiana de los individuos todas aquellas condiciones,

mecanismos e instancias por las cuales las clases burguesas aseguran la perpetuación de su

régimen, y es ahí donde entra en juego el ámbito de la dominación por medio del consumo.

Esta dominación realizada por la alienación es de carácter ideológica. Al consumir las

mercancías en los espacios sociales legitimados por la dinámica de clases, los individuos

reproducen en su conciencia las instancias ideológicas favorecidas por las clases burguesas,

impidiendo así la formación de una conciencia de clase: «la necesidad de partir de los

fenómenos de cosificación surge del simple hecho de que la actividad de los individuos no

representa a su vez más que un momento de la estructura cosificada del proceso

capitalista, y por fuerza tiene que cumplirse en la forma de la permanente adecuación a

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ese proceso» (Kofler, 1974, pág. 156). Las relaciones sociales se ven así dominadas por el

fetichismo de la mercancía, en donde las actividades cotidianas de los individuos se

reproducen los valores, eticidades e ideologías necesarias para el mantenimiento de la

dinámica de clases. Quizás una de las mejores claves de observación de este fenómeno sea

la de la producción y ordenamiento de los cascos urbanos: estos presentan una proliferación

de espacios cuya orientación está destinada al consumo de mercancías, anulando toda

potencialidad que pueda presentar la ciudad para la vivencia social de los individuos. Cada

vez más los espacios públicos, no regidos por el intercambio y consumo mercantil,

desaparecen a favor de espacios regidos por las contradicciones del par que hemos

denominado trabajo/consumo. Es así como tenemos cascos urbanos en los que predominan

las vallas publicitarias y los centros comerciales, donde se nos invita a realizar los más

inimaginables sueños de consumo y realización personal por medio de este, en donde los

parámetros de distinción y prestigio social están íntimamente relacionados a los productos

que se pueden adquirir (y ambicionar), en donde la experiencia de interacción humana se

envicia por la promesa de felicidad de las vitrinas de los negocios. Importa más asistir a

estos lugares para sentirse abrumado por todo lo que las mercancías nos pueden ofrecer (y

lo que no pueden), que para desarrollar vínculos sociales más sólidos, más auténticos.

Todas las posibilidades de una socialización no mercantilizada, no cosificada, quedan

atrofiadas por el espectáculo de las mercancías. Estas cargan, mediante toda una red de

simbolismos y alegorías, con la necesidad tanto social (en términos de las clases burguesas)

como ideológica de reproducir este esquema de trabajo y consumo: se trabaja para adquirir

los productos fetichizados, y al consumirlos, se conquista, por medio de la manipulación

del deseo de los individuos, sus conciencias. Es un círculo vicioso del que forma parte toda

la vida social urbana: «La calidad de la vida urbana se ha convertido en una mercancía,

como la ciudad misma, en un mundo en el que el consumismo, el turismo, las industrias

culturales y las basadas en el conocimiento se han convertido en aspectos esenciales de la

economía política urbana» (Harvey, 2008, pág. 31).

Si bien el desarrollo de la industria y las condiciones laborales han complejizado el

esquema de clases del capitalismo, con la aparición de lo que Kracauer denomina masas

salariadas, y lo que Olin Wright llama posiciones contradictorias de clase (donde entraría

la nueva conceptualización de las clase medias, por medio de la posesión del bien de las

calificaciones), esto solo ha permitido impulsar lo que se denomina Industria Cultural, el

cual podríamos decir, es el concepto referido a la categoría de totalidad en donde entra a

jugar el par trabajo/consumo. Esta industria está basada enteramente bajo el ideologema del

entretenimiento, el cual consistiría en el método ideológico más perspicaz para soportar el

ritmo deshumanizante del trabajo enajenado. El entretenimiento, con todos sus elementos

distractores, sólo permite un efecto placebo en la vida de los trabajadores, los cuales, al

consumir las mercancías y asistir a los eventos de masas que proporcionan tal

entretenimiento, olvidan las condiciones de explotación en que se encuentran, por mucho

que estas condiciones les deparen beneficios materiales: «La diversión es la prolongación

del trabajo bajo el capitalismo tardío. Es buscada por quien quiere sustraerse al proceso

de trabajo mecanizado para poder estar de nuevo a su altura, en condiciones de

afrontarlo» (Adorno & Horkheimer, 1998, pág. 181). Es la falsa libertad del consumo, la

anulación del desarrollo cultural autónomo de los individuos, la esterilización del

pensamiento crítico en todas las esferas de la vida social. La diversión reemplaza al arte,

disminuye los antagonismos al ofrecer vías de escape de la realidad, mientras cumple el

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esquema de la circulación de las mercancías y asegura el control de las conciencias

machacadas por el trabajo enajenado. El éxito de esta configuración en la vida social es esta

conquista de la subjetividad y la conciencia por medio del consumo de mercancías, es ahí

donde se supedita el factor activo de los sujetos humanos a favor de la somnolencia y la

pasividad ofrecidas por los espacios mercantiles, de ahí el éxito de la ideología de mercado:

«La ideología del mercado nos asegura que los seres humanos son un desastre cuando

intentan controlar sus destinos («el socialismo es imposible»), y que somos afortunados

por poseer un mecanismo interpersonal —el mercado— que puede sustituir a la hubris

humana y a la planificación y reemplazar por completo las decisiones humanas. Sólo

tenemos que mantenerlo limpio y engrasado, y —como el monarca hace ya tantos siglos-—

se ocupará de nosotros y nos tendrá a raya» (Jameson, 1996, pág. 212).

Tenemos entonces que en el capitalismo tardío, mercado, industria y espacios sociales

convergen en una sola cosa. Tiene sus manifestaciones más claras en la publicidad, en los

centros comerciales, y en la televisión. El nivel atacado por este esquema, en donde la

alienación objetiva del trabajo enajenado se ve complementada por la alienación subjetiva

de la cotidianidad cosificada por el entretenimiento y las mercancías, es la cultura y la

subjetividad de los actores sociales. La dinámica de clases tiene su éxito aquí en tanto que

no se percate la administración de la vida social por parte de las clases burguesas por medio

de estas industrias culturales: al ofrecer fantasías y deseos de manera casi incesantes a lo

largo de una vida, la conciencia cosificada no se percata de la pérdida de libertad que

conlleva un ritmo en el cual se piden largas horas de trabajo, para después invertir los

salarios en mercancías propias de estas industrias de la cultura, o en horas de

entretenimiento. La conformidad, dijimos entonces, es el sello de esta cultura: conformidad

con los estilos de vida administrados, planificados de manera rigurosa por expertos en

mercadeo y agencias publicitarias. Nada parece molestar al individuo alienado de esta

manera, ya que el estilo de vida alienado hoy día se ofrece como una experiencia.

Sin embargo, no hay que perder de vista, con estas consideraciones, que su énfasis son las

relaciones de dominación que son permitidas por el par trabajo/consumo, las cuales han

sido esbozadas brevemente en las líneas anteriores. Evidentemente, lo que puede ofrecer

este marco explicativo es un análisis y crítica de los aspectos culturales que se presentan en

las sociedades capitalistas contemporáneas, para establecer qué aspectos de las

sociabilidades son afectadas por una dinámica de clases, cómo moldean una conciencia, y

qué posibilidades hay para contrarrestar las prácticas culturales impuestas por el

capitalismo tardío. Por ende, estas líneas tienen un carácter programático, cuyas

posibilidades sólo pueden verse analizadas en una investigación a fondo de estas dinámicas

culturales.

Bibliografía

Adorno, Theodor & Horkheimer, Max. (1998). Dialéctica de la Ilustración. Madrid: Trotta.

Harvey, David (2008). El derecho a la ciudad. New Left Review (53), 23-39.

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Jameson, Fredric (1996). Teoría de la posmodernidad. Madrid: Trotta.

Kofler, Leo (1974). Historia y dialéctica. Buenos Aires: Amorrortu.

Schaff, Adam (1979). La alienación como fenómeno social. Barcelona: Crítica.

Wolin, Sheldon (2008). Democracia S. A. La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo

invertido. Buenos Aires: Katz.