OLIVA HERRER, H. R. & CHALLET, V. - La Sociedad Política y el Mundo Rural a fines de la Edad Media

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    EDAD MEDIA.Revista de Historia, 7 (2005-2006), pp.75-98

    LA SOCIEDAD POLTICA Y EL MUNDORURAL A FINES DE LA EDAD MEDIA

    HIPLITO RAFAEL OLIVA HERRER Y VINCENT CHALLETUniversidades de Sevilla y Paul-Valry. Montpellier III

    1- En los ltimos aos se ha puesto de manifiesto la necesidad de romper conuna dinmica de estudio de la sociedad poltica restringida nicamente al mbito delo poltico-institucional en sentido estricto. Un examen centrado exclusivamente enel anlisis de las lites polticas, sus estructuras y estrategias, no nos ofrece sino unavisin muy parcial del funcionamiento del sistema poltico, cuando quienes osten-taban el poder en esas sociedades eran plenamente conscientes de ejercerlo dentrode una trama compleja de nociones y principios anclados en las ideas y sentimien-tos de sus sbditos.

    En una lnea similar, los trabajos realizados durante la ltima dcada en elmarco del programa de la Gnesis Medieval del Estado Moderno, han desvelado

    tambin la necesidad de ampliar el concepto de sociedad poltica, extendindolo noslo a los que participan del poder, sino tambin a los que se ven afectados por elmismo.1

    La evolucin del sistema poltico, a pesar de las diferencias de consideracinjurdica entre los integrantes del cuerpo social, conlleva el establecimiento de undilogo poltico, en parte institucionalizado, pero a menudo conflictivo y violentoque implica segn las pocas y problemas a los diversos grupos sociales, llegando aenglobar eventualmente al cuerpo social en su integridad.2

    Paralelamente los ltimos trabajos han quebrado un consenso casi generaliza-do de inspiracin habermasiana, que de manera reduccionista planteaba para elperiodo del ltimo medievo y la modernidad temprana una esfera pblica estructu-rada nicamente por la representacin, restringiendo al siglo XVIII la constitucin

    1 Entre la numerosa produccin fruto del programa los trabajos ms relevantes en relacin al temaque aqu tratamos son, Culture et idologie dans la gense de ltat Moderne, Roma, 1985, y BLICKLE,PETER(coord.)Rsistance, reprsentation et communaut. Paris, 1998. Vase especialmente el ltimotrabajo del impulsor del programa: GENET, J. P., La gense de ltat Moderne. Culture et socitpolitique en Angleterre. Paris, 2003.

    2 CHALLET, V. ; GENET, J. P. ; OLIVA, H. R.; VALDEON, J.,La Socit politique la fin du XVesicle dans les royaumes ibriques et en Europe Occidentale : lites, peuples, sujets ?, (En prensa).

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    de un espacio publico con capacidad de discusin y crtica de los fenmenos de laesfera poltica.3

    En esta direccin determinados estudios han puesto de manifiesto ya para finesde la Edad Media, la existencia en un espacio pblico, por ms que de caractersti-cas diferentes a las delineadas por Habermas, de una opinin vivaz de la que dancuenta expresiones recogidas por los cronistas y con diferentes connotaciones, co-mo opinin, opinin general, opinin vulgar, rumor o clamor; o bien construcciones

    jurdicas como la nocin de fama pblica que aluden a fenmenos similares.4

    Los estudios recientes muestran que los poderes pblicos son sensibles a susecos, que algunas veces atienden, escuchan y en otras tratan de sofocar. De estemodo, en ocasiones, el rumor rompe la inercia del poder conminndole a intervenir

    bien a travs de medidas legislativas, bien coercitivas.5 La propia dinmica poltica

    obligaba a los gobernantes a utilizar los mismos medios de comunicacin oral quesirven a la difusin de la opinin, mediante una serie de prcticas que proporcionanel engarce entre el trono, los organismos de gobierno y el reino.6 Es por tanto elmismo desarrollo administrativo el que coadyuva a la transformacin del reino ensujeto poltico, pero no en sujeto pasivo ya que las reacciones de la opinin ejercenun control simblico: las actitudes de adhesin, de simpata, de rechazo o de desafo

    3 GENET,La gnese de ltat Moderne. GUENE, B.,Lopinion publique la fin du Moyen ge

    daprs la Chronique de Charles VI du Religieux de Saint-Denis. Paris: Perrin, 2002. Para la coronade Castilla, en una poca ligeramente posterior, OLIVARI, M.,Entre el trono y la opinin. La vida polti-ca castellana en los siglos XVI y XVII. Valladolid: Junta de Castilla y Len, 2004. La tesis de Habermsen HABERMAS, J., Lespace public. Archologie de la publicit comme dimension constitutive de lasociet bourgeoise. Paris, 1968 (reed, 1993). Para una discusin crtica con la tesis de Habermas, cf.HABER, S., Quelques mots pour historiciserLespace public de Habermas, (En prensa, accesible enhttp://lamop. univ-paris1. fr/W3/espacepublic/index. htm#31mai).4 Las implicaciones del concepto de fama pblica han sido analizadas por GAUVARD, C., De graceespecial. Crime, tat et Societ en France la fin du Moyen ge. 2 Vols. Paris, 1991, especialmente p.135-142, 734-743 y 887-892. Asimismo, THERY, J., Fama: lopinion publique comme preuve judi-ciaire: Aperu sur la rvolution mdivale de lInquisitoire (XIIe-XIVe sicles), en LEMESLE, B.,LaPreuve en justice de lAntiquit nos jours. Rennes, 2003, p. 119-148. Sobre la construccin del con-cepto de fama en la literatura jurdica castellana medieval debe acudirse a MADERO, M.,Las verdadesde los hechos: proceso, juez y testimonios en la Castilla del siglo XIII. Salamanca, 2004. El concepto defama pblica interesa, a los efectos que aqu planteamos, no tanto como construccin jurdica, sinocomo conocimiento compartido y contexto para la interpretacin de los acontecimientos, cf. WICKHAM,C., Gossip and Resistance among the Medieval Peasantry,Past and Present, n 160 (1988), p. 3-24.5 Sobre estas cuestiones, GAUVARD, C., Le roi de France et lopinion publique lpoque de CharlesVI en Culture et idologie dans la gense de ltat Moderne. Roma, Ecole Franaise de Rome, 1985, p.353-366; ID., Rumeur et strotypes la fin du Moyen ge, enLa circulation des nouvelles au Moyen ge.XXIV Congrs de la SHMES.Paris : Publications de la Sorbonne, 1994, p. 129-137.6 DUTOUR, T., laboration, publication, difusion de linformation, en Haro!, Nol!, Oy!.Pratiques du cri au Moyen ge, Paris, 2004. ID., La source du savoir. Publication oficielle et commu-

    nication informelle Paris au debut du XVe sicle, enInformation et societ en Occident la fin duMoyen ge. Paris, 2004, p. 151-160.

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    adquieren el valor de signos. Es la interpretacin de estos signos la que permite alsoberano delimitar el alcance de su libertad de accin.

    De que las posibilidades de consolidacin de los poderes pblicos se vincula-ban al control de la informacin da cuenta el desarrollo de prcticas propagandsti-cas estructuradas, que han recibido una detallada atencin de la historiografa re-ciente.7

    Falta pues preguntarse por la eficacia de esa propaganda, por la recepcin de lapalabra pblica, por el encuentro que se produce en el espacio pblico entre la re-presentacin que el poder se hace de sus sbditos y los intereses de los grupos si-tuados en posicin ms o menos subordinada.

    En esta direccin conviene resaltar la aparicin de una serie de trabajos que

    muestran el grado de difusin de informaciones procedentes de la esfera polticaincluso en mbitos tradicionalmente considerados al margen de la sociedad poltica,como es el mundo rural. Cuestiones como las transformaciones acaecidas en elltimo medievo, el despliegue de las formas de poder monrquico y los diversosacontecimientos de la vida poltica fueron objeto de inters, pero no de una recep-cin pasiva toda vez que los distintos grupos fueron capaces de acomodarlos en sus

    propias categoras polticas e instrumentalizarlos en defensa de intereses que consi-deraban legtimos.

    Otro aspecto relevante tiene que ver que la aparicin de diversos trabajos quese han ocupado del funcionamiento del sistema de comunicacin medieval.8 Enparticular reviste especial inters el anlisis de las complejas relaciones entre orali-dad y escritura propias de la sociedad medieval, o de manera ms precisa de la in-troduccin de una mediacin escrita en las prcticas de dominante oral. La aplica-cin del concepto de restricted litteracy, permite aproximarnos a una sociedad en laque determinadas imgenes de la cultura escrita se encuentran a disposicin inclusode quienes no poseen la competencia tcnica necesaria.9 Lejos de escindir el tejidosocial, la interaccin de ambos media y la existencia de niveles intermedios de dis-curso permite la difusin de la informacin y la formacin de representaciones

    compartidas que pueden remitir a contenidos de la cultura escrita. 10

    7 Para la corona de Castilla, con las referencias bibliogrficas oportunas, N IETO SORIA, J. M., LaImagen del poder, en VALDEN BARUQUE, J. (ed.).,Isabel la Catlica y la poltica. Valladolid, 2001,p. 201-217.8 Sobre el sistema de comunicacin medieval y sus complejidades, MENACHE, S., The vox Dei.Communication in Middle Ages. Oxford, 1990. Consideraciones ms recientes al respecto en GE-NET,J.P., Histoire et systme de communication au Moyen ge, enLHistoire et les nouveaux pu-blics dans lEurope mdivale (XIII-XV sicles). Paris, 1997, p. 11-29.9 Vase al respecto, STOCK, B., The implications of literacy. Princeton, 1983.

    10 Sobre estos aspectos, GENET,La Gense de ltat Moderne,p. 111-137. JUSTICE, S., Writing andRebellion. England in 1381, Los ngeles, University of California Press, 1994. Sobre la complejidad

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    2- La cuestin de la integracin del campesinado en la sociedad poltica siguesiendo debatida. En trminos generales las interpretaciones tradicionales tendan anegar su capacidad para formular una visin del mundo propia y elaborar un discur-so poltico. Recientes trabajos, sin embargo, han puesto de manifiesto la habilidadde los habitantes del mundo rural para plantear una serie de demandas, inspiradas

    por sus propias concepciones, al amparo de las distintas coyunturas y utilizandoestratgicamente los recursos disponibles. Pese a ello, voces tan autorizadas comolas de Jacques Le Goff o Robert Fossier, continan reafirmando la inexistencia deuna cuestin campesina, incapaces de proponer un programa poltico que desafiaselas tradicionales relaciones de dominacin.11

    Dos de los factores que alimentan la citada perspectiva son sin duda el carcterlocal y coyuntural de muchos levantamientos campesinos, y el hecho de que gran

    parte de sus demandas graviten generalmente en torno a intereses materiales, lo quese suele traducir en interpretaciones que minusvaloran la capacidad de accin pol-tica campesina y tienden a considerar sus actuaciones como inducidas por agentesexternos.12

    Son varias las objeciones que se pueden hacer al respecto. De entrada, pode-mos concluir con James Scott, que toda oposicin a una exaccin es al tiempo unrechazo de su contenido material y de la formacin discursiva que trata de legiti-marla.13

    En cualquier caso, el error fundamental radica en asumir que la concrecin de

    las iniciativas emanadas desde el mundo rural en intereses definidos y formulados

    de las relaciones entre oralidad y escritura caractersticas de la sociedad medieval vase adems, KEL-LER, H., Oralit et criture, en SCHMITT, Jean Claude y OEXLE, Otto Gerhard (eds.),Les tendancesactuelles de lHistoire du Moyen ge en France et Allemagne, (Paris : Publications de la Sorbonne,2003), p. 127-142 y KUCHENBUCH, L., criture et oralit. Quelques complments et approfondisse-ments, en IBID., p. 143-165.11 EnA la recherche du Moyen ge. Paris, 2003 yLe travail au Moyen ge. Paris, 2000, respecti-vamente. Una crtica a esta visin restrictiva del concepto de poltica en GUHA, R., Aspectos elementa-les de la insurgencia en la India colonial, enLas voces de la Historia y otros estudios subalternos.Barcelona, 2002, p. 95-111. En general, toda la corriente historiogrfica de los denominados EstudiosSubalternos participa de una perspectiva similar, cf. GUHA, R. (ed.), Subaltern Studies: Writings onSouth Asian History and Society. 6 Vols. Nueva Delhi, 1982-89. Para una introduccin en castellano aesta corriente historiogrfica puede acudirse a GAVILN, E., Historia subalterna. El giro culturalista enlos mrgenes del discurso histrico, en LLINARES, J. B. y SNCHEZ DUR, N. (eds).,Filosofa de lacultura. Actas del IV Congreso Internacional de la Sociedad Hispnica de Antropologa Filosfica(SHAF). Valencia, 2001, pp. 61-80. Por lo dems, la influencia del medievalismo europeo en la gesta-cin de la corriente ha sido apuntada por HOLSINGER, B. W., Medieval Studies, Postcolonial Studies,and the Genealogies of Critique, Speculum, n 77 (2002), p. 1195-1227.12 Un anlisis excelente de estos aspectos en FREEDMAN, P., La resistencia campesina y la histo-riografa en la Europa medieval,Edad Media. Revista de Historia, n3 (2000), pp. 17-38. Tambin,ALFONSO ANTN, I., Campesinado y derecho: La va legal de su lucha (Castilla y Len, siglos X-XIII)

    ,Noticiario de Historia Agraria, n 13 (1997), p. 15-31.13 SCOTT, J.,Domination and the Arts of Resistance: Hidden Trancripts. New Haven, 1990, p. 103.

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    generalmente en escenarios locales, conlleva necesariamente la ausencia de unavisin del mundo, de una particular cultura poltica dotada de la suficiente cargacrtica. Todo conflicto social es en definitiva un intento de redefinir el reparto socialdel ejercicio del poder y de la renta y las demandas desde el mundo rural se ajustanestratgicamente al marco de lo que se considera posible. Si la contestacin genera-lizada no es sino una de las posibles vas de accin poltica campesina, no parecelcito realizar una atribucin funcionalista que infiera de la ausencia de las revueltasla incapacidad de los habitantes del mundo rural de elaborar un discurso poltico

    propio. nicamente cabra afirmar la falta de condiciones que propicien la trans-formacin de este ltimo en una accin poltica colectiva.

    Creo que otro de los problemas que plantea el anlisis de la posibilidad de in-

    tegracin del mundo rural en la sociedad poltica tiene que ver con el solipsismo delconcepto de la comunidad campesina, o en el caso castellano el concejo rural, comoreferente ltimo de todo estudio sobre el campesinado. La afirmacin precedente notrata de minusvalorar la importancia de la comunidad como mbito del encuadra-miento, la sociabilidad, la cooperacin, el conflicto o incluso su carcter central enla conformacin de la cultura poltica campesina. Tampoco pretende desestimar latrascendencia de los anlisis microhistricos, en ocasiones la nica aproximacin

    posible, para el anlisis de la cultura poltica en el mundo rural.14 Ms bien trata dellamar la atencin sobre la necesidad de su insercin en escenarios ms complejos.

    Ni siquiera la existencia de una identidad o un imaginario compartido comunitario

    tiene por qu excluir la realidad de unos flujos de comunicacin que exceden elmarco comunitario y que no tienen por qu limitarse a las lites campesinas. Unestudio de las redes de relaciones que conectan a los habitantes de la comunidadcon agentes ajenos a la misma muestra que los contactos son muchos y variados. Alextremo, el mbito de intercambio del discurso permite definir una comunidad dehablantes, entre los que se presupone una cierta mutualidad. La asuncin entre ellosde una serie de imgenes compartidas sobre el pasado y presente permite explicarsu transformacin en una comunidad de resistencia.15

    Se pueden apuntar varios ejemplos de lectura restrictiva del concepto de co-

    munidad en trminos de fragmentacin, como algunas interpretaciones inspiradasen la sociologa de Henri Mendras y su concepto de sociedad englobante.16 Su defi-nicin de lite rural como el elemento de engarce de la comunidad con el mundocircundante, no debe olvidar la existencia de vinculaciones extracomunitarias entodos los segmentos de la sociedad campesina.

    14 Incide en subrayar el valor de los escenarios locales para el estudio de la conflictividad socialMARTN CEA, J. C., Violencia y conflictividad social en Castilla, vista desde el prisma de la HistoriaLocal, en MUNITA LOINAZ, J. I. (ed.), Conflicto, violencia y criminalidad en Europa y Amrica. Bil-bao, 2004, p. 105-143.15

    WICKHAM, C., Gossip and Resistance, p. 19-20.16 MENDRAS, H.,Les societs paysanes. Paris, 1995.

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    Desde presupuestos tericos bien distintos, los debates en torno a la existenciade una conciencia de clase en el campesinado medieval desembocan en aporassimilares, al entender que es precisamente la segmentacin del universo comunita-rio la que impide el surgimiento de una conciencia de clase. El peregrinaje tericodesde la oposicin alienacin / conciencia de clase, tal y como la planteaba G. Luc-kaks, conduce a plantear la incapacidad del campesinado de conceptualizar la so-ciedad en trminos abstractos y a minusvalorar su capacidad de accin en el marcode la sociedad poltica. 17

    Son varias las objeciones que se pueden apuntar, argumentando, por ejemplo,con Goheen, que un planteamiento de este tipo hace depender cualquier tipo deactuacin poltica de la existencia de una accin terica previa.18 O recordando a P.Bourdieu, que supone la atribucin a los agentes de una lgica escolstica como

    precondicin necesaria para la accin.19En cualquier caso y ms all de disquisiciones tericas, las comunidades cam-

    pesinas de fines del medievo, lejos de componer un escenario completamente par-celado, se encontraban insertas a distintos niveles en el aparato administrativo delestado, siendo la ms evidente su implicacin fiscal, al tiempo que mantenan nu-merosas relaciones y participaban de distintos flujos informativos.

    Las comunidades campesinas de fines del medievo constituyen escenarioscomplejos en los que se despliegan diferentes niveles de discurso. En ellas, se en-cuentran presentes agentes capaces de dominar la escritura, tcnica que no es por

    completo ajena al resto de integrantes de la comunidad, concernidos de una manerau otra por algn tipo de escritura pragmtica.20 Si la escritura y la relacin con loescrito se convirtieron en elementos importantes en el proceso de gobernacin aescala local, los habitantes del mundo rural se mostraron tambin capaces de solici-tar el asesoramiento legal y movilizar lo recursos jurdicos que consideraban nece-sarios para la defensa de sus intereses de manera cotidiana.21

    Es tambin la interaccin entre oralidad y escritura, o dicho ms propiamente,la influencia de mediaciones y prcticas escritas en una cultura de dominante oral,

    17 Por ejemplo en ASTARITA, C., Tuvo conciencia de clase el campesinado medieval?, EdadMedia. Revista de Historia, n 3 (2000), p. 89-113. Son de inters las crticas que sobre la extrapolacinde la construccin de Luckaks formula SAID, E., Teora ambulante, enEl mundo, el texto y el crti-co. Madrid, 2004.18 GOHEEN, R. B., Peasant Politics? Village Community and the Crown in Fifteenth CenturyEngland,American Historical Review, n 96 (1991), p. 60-62.19 BOURDIEU, P., Meditaciones pascalianas. Barcelona, 1999, p. 71-72. Tambin, ID., Razonesprcticas. Sobre la teora de la accin. Madrid, 1996, p. 203-205.20 Sobre estas cuestiones, JUSTICE, Writing and Rebellion.. Tambin, OLIVA HERRER, H. R., Lacirculation des ides politiques dans les lites rurales : le cas de la Castille du XVe sicle , MENANT, F.y JESSENE, J. P. (eds.),Les lites rurales dans lEurope mdivale et moderne. (En prensa).

    21 DYER, C., Memories of Freedoom: Attitudes towards Serfdom in England 1200-1350, enBUSH, M. L. (ed.), Serfdom and Slavery: Studies in Legal Bondage. Londres, 1996, p. 277-295.

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    la que posibilita que la normativa legal pueda llegar difundirse en el mundo rural.Los ncleos rurales de mayor entidad no eran ajenos al aparato informativo desple-gado por las monarquas del ltimo medievo y la red de comunicacin informal

    permita la difusin de los contenidos.Por lo dems, la red de comunicacin informal sirve a la difusin de toda una

    serie de informaciones, opiniones y experiencias que pueden estar dotadas de unaelevada carga crtica.22 El rumor, la mera conversacin o determinadas formas es-

    pecficas de cultura popular, como coplas o composiciones de otro tipo, transmitenuna visin poltica ms o menos crptica segn los momentos y lugares, y contribu-yen a la formacin de unas representaciones que en ocasiones pueden alcanzar unnivel de difusin muy elevado.23

    Los habitantes del mundo rural ni eran ajenos al conocimiento de determina-dos fenmenos de la esfera poltica ni se encontraban al margen de los distintosdiscursos que circulaban en el espacio pblico, por ms que la recepcin de estosltimos se efectuara mediante el tamiz de sus experiencias y de acuerdo a sus pro-

    pias categoras polticas.24 La capacidad para percibir el funcionamiento y las co-yunturas del sistema poltico les permita ajustar sus actuaciones al contexto y suacceso a los distintos discursos de legitimacin desplegados en el espacio pblico

    posibilitaba que se beneficiaran de su plasticidad para formular sus propias deman-das, al amparo de las contradicciones inherentes a los mismos.25

    3- La cuestin de la existencia de una conciencia poltica campesina no debedirimirse en funcin del cumplimiento de parmetros formales establecidos paramovimientos diferentes bastantes posteriores. De acuerdo a estudiosos como J.Scott, la accin poltica campesina no se conduce necesariamente bajo formas de

    poltica institucionalizada. 26 Como resultado de la necesidad de adaptar los patro-nes de conducta a las desigualdades de poder, su discurso aparece generalmente

    22 WALKER, S., Rumour, Sedition and Popular Protest in the Reign of Henry IV, Past and pre-sent, n 166 (2000), p. 31-65; FOX, A., Rumour, News and Popular Political Opinion in Elizabethanand Early Stuart England, The Historical Journal, 40 (1997), p. 597-620.23 FAITH, R., The Great Rumour of 1377 and Peasant Ideology, en HILTON, R.. y ASTON, T. H.(eds.), The English Rising of 1381. Cambridge, 1984, pp. 42-73; DYER, C.,Memories of Freedoom, p.277-295 y tambin MLLER, M., The Aims and Organization of a Peasant Revolt in Early Fourteenth-Century Wilthshire,Rural History, n 14 (2003), pp. 1-20.24 OLIVA HERRER, H. R., Justicia contra seores. El mundo rural y la poltica en tiempos de losReyes Catlicos. Valladolid, 2004.25 FREEDMAN, P., The german and catalan peasant revolts, The American Historical Review, n98 (1993), p, 39-54; DYER, C.,Memories of Freedoom; JUSTICE, Writing and Rebellion.; CHALLET, V.,Emouvoir le prince: rvoltes populaires et recours au roi en Languedoc vers 1380, en Hypothses,2001-2002, pp. 325-333 y La rvolte des Tuchins: sociabilit villageoise ou banditisme social ?,Mdivales, 34, printemps 1998, p. 101-112; OLIVA HERRER,Justicia contra seores.

    26 SCOTT,Domination and the Arts of Resistance y tambin ID., Weapons of the weak. Everydayforms of peasant resistance. New Haven, Yale Univerity Press, 1985.

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    dominado por relaciones ordinarias de deferencia y falsa conformidad. La ideologase manifiesta entonces a travs de todo un conjunto de prcticas que pretenden unarenegociacin de las relaciones de poder, en las que la existencia de un discursooculto, de una conciencia poltica expresada al margen de las apariencias de con-formidad, aparece como una condicin necesaria.

    Es precisamente la capacidad de elaborar un discurso y hacerlo visible, sinembargo, la que confiere al campesinado un papel en el marco de la sociedad polti-ca, aunque la emergencia de este discurso no suponga necesariamente una diferen-cia cualitativa respecto a las prcticas referidas anteriormente. 27 Si el discurso pol-tico campesino puede ser fruto de apropiaciones diversas, tampoco esta exento deinfluencias o interferencias de otro tipo de agentes en cualquier momento de suelaboracin. La irrupcin pblica de este discurso supone generalmente la interven-

    cin de una serie de filtros, de naturaleza estrictamente poltica o judicial, que sonlos que en definitiva le confieren la necesaria visibilidad. Las transformaciones queestos inducen no deben alejarnos necesariamente del conocimiento de las inquietu-des y aspiraciones emanadas desde el mundo rural, que deben ser observadas enrelacin al resto de sus prcticas polticas.28

    No faltan ejemplos en la Corona de Castilla de utilizacin de conceptos am-pliamente extendidos para cobijar demandas que prentendan una transformacin delas relaciones sociales existentes. La fiscalidad proporciona referencias interesantes.La reclamacin de los concejos de la tierra segoviana, encabezados por un segmen-

    to de labradores enriquecidos, se apoyaba en su papel de principales soportes de lafiscalidad en su intento por limitar las relaciones de dependencia que los vinculabana la ciudad, pues la tierra paga de doze partes las honze.29 En un contexto comple-tamente distinto, la Hermandad alavesa argumentaba en su enfrentamiento con los

    parientes mayores, que la conquista de Granada deba traducirse en el cese de de-terminadas rentas y privilegios que se justificaban por el combate contra los enem-gos de la fe. 30

    Conviene, en todo caso, detenerse y anlizar ms en detalle cmo y en quecondiciones se produce la irrupcin del discurso campesino en la sociedad poltica,sin que importe demasiado si el estallido de una revuelta es una consecuencia direc-

    27 Un amplio desarrollo de estos aspectos en FREEDMAN, P.,Images of the medieval peasant. Stan-ford, 1999.28 Consideraciones interesantes al respecto en NEVEUX, H., Les rvoltes paysannes en Europe.XVIe-XVIIe sicle. Paris, 1997.29 SANTAMARA LANCHO, M. Del concejo y su trmino a la comunidad de ciudad y tierra: Surgi-miento y transformacin del seoro urbano de Segovia (siglos XIII-XVI), Studia Historica.Historiamedieval, III (1985), n 2, p. 110.30 DAZ DE DURANA, J. R; FERNNDEZ DE LARREA, J. A, El discurso poltico de los protagonistas

    de las luchas sociales en el Pas Vasco a fines de la Edad Media, en A LFONSO, I.; ESCALONA, J.; MAR-TIN, G.,Lucha poltica. Condena y legitimacin en la Espaa medieval. Lyon, 2004, 315.

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    ta de esta toma de posicin, o si por el contrario la accin poltica campesina serealiza por otras vas.

    Para ello, hemos escogido dos ejemplos procedentes de sociedades distintas,que a pesar de sus aparentes diferencias resultan perfectamente equiparables, larevuelta de los Tuchinos en el Languedoc y la actividad surgida del mundo ruraldurante el periodo de los Reyes Catlicos en Castilla.

    4. - La revuelta de los Tuchinos fue un proceso complejo que se desarroll en-tre 1382 y 1384 y que se manifiesta, entre otros muchos aspectos, como una oposi-cin a una forma particular de gobierno real: la tenencia del Languedoc, confiada aun prncipe de sangre real.31

    A los efectos que ahora nos interesan, la revuelta es relevante porque testimo-

    nia la instrumentalizacin por parte de los insurgentes de un cierto nmero de topoiemanados directamente de la propaganda regia. Es precisamente la utilizacin co-rriente de estos conceptos por parte del rey y sus agentes, la que otorga visibilidad asu reapropiacin y la hace susceptible de ser escuchada. Se trata de las argumenta-ciones habitualmente empleadas para justificar la exaccin de impuestos: la defensadel pas y el bien de la repblica. Ambos adquieren un particular sesgo en una re-gin perifrica donde la defensa por parte del rey dista mucho de ser efectiva.

    A la altura de 1369, el tenente real en la provincia, Luis de Anjou, reuni enToulouse una asamblea de comunidades para tomar medidas contra las compaas

    armadas que devastaban la regin.32

    El motivo de la convocatoria no era otro queasegurar la deffensio patriae. El concepto de patria occitana, generado por la mo-narqua francesa para facilitar el gobierno de la regin se reviste, en el contexto dela irrupcin de la Guerra de los Cien Aos en el Languedoc, a partir de 1350, de lasignificacin de un espacio a proteger colectivamente, de una comunidad de defen-sa.33

    31 Para un anlisis en profundidad de todos estos aspectos, cf. CHALLET, V., Mundare et auferremalas erbas : la rvolte des Tuchins en Languedoc (1381-1384), Tesis doctoral. Universit Paris-IPanthon Sorbonne, 2002 (En prensa).32 Se conserva una copia de este acuerdo entre el duque de Anjou y las comunidades del Languedocen el Archivo Municipal de Montpellier, Louvet, D 13, n 46. Las comunidades fueron convocadas,super provisione tuicione et deffensione patrie senescalliarum predictarum facienda, contra hostesinimicos et latrunculos qui in magna multitudine more hostili regnum Francie et specialiter partesdictarum senescalliarum intrare et invadere villasque seu castra capere et alias dampnificare nituntur,satagunt et conantur.33 Sobre el papel jugado por la monaqua en la gestacin del concepto de Patria Occitana, CONTA-MINE, Ph., La royaut franaise lorigine de lapatria occitania? , en BABEL, R. y MOEGLIN, J.-M.(ds.),Identit rgionale et conscience nationale en France et en Allemagne du Moyen-ge lpoquemoderne, Sigmaringen, 1997, p. 207-217. Sobre la nocin de patria : DUPONT-DERRIER, G., Le sensdes mots patria et patrie en France au Moyen-ge et jusquau dbut du XVIIe sicle ,Revue

    Historique, n 188 (1940), p. 89-104 y tambin GUENE, B., tat et nation en France au Moyen-ge ,Revue Historique, n 237 (1967), p. 17-30.

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    El resultado de la reunin fue el acuerdo de entrega por parte de las comunida-des del Languedoc de una cantidad de 430.000 francos para reorganizar la defensade la regin y acrecentar el control sobre las gentes de guerra. La contrapartida es elreconocimiento expreso por parte del tenente regio de que la suma deba destinarseaddeffensionem patriae, y un aspecto que va an ms all, la justificacin de laresistencia armada por parte de las comunidades languedocianas frente a los miem-

    bros del ejercito regio que practicasen el pillaje.

    La importancia de esta disposicin radica en que constituye el argumento me-diante el que las comunidades del Languedoc tratarn de legitimar la violencia queejercern con posterioridad contra todo tipo de gentes armadas, sin que su condicinde enemigos o integrantes de los ejrcitos regios introdujera ningn tipo de diferen-cia.

    Una cuestin que reclama la atencin es la de cmo se difunde el tema de ladeffensio patriae en el interior de la provincia. En este sentido una serie de juristas ynotarios pblicos jugaron un papel importante en la transmisin hacia la opinin

    pblica de conceptos elaborados en medios cercanos al poder regio, que alimenta-ran un discurso enarbolado por las lites urbanas y que finalmente las comunidadescampesinas terminaran utilizando frente a los propios agentes del rey. Inversamen-te y en su momento, estos mismos juristas contribuiran a dar forma jurdica a unaserie de reclamaciones emanadas directamente del campesinado.34

    De la doble afirmacin de un poder real compelido a asegurar la deffensio pa-triae a cambio de un conjunto de imposiciones consentidas y de la unidad de accinnecesaria para la proteccin de la provincia surge la reivindicacin de una autoridadmilitar y de la utilizacin de los impuestos para fines estrictamente defensivos.

    Esto es precisamente lo que reclamarn los representantes de las comunidadesdel Languedoc enviadas a Paris al encuentro de Carlos V, despus de una serie dedisturbios urbanos que hacen tambalear una provincia extenuada por las demandasfiscales del Luis de Anjou.35 Estas exigencias haban culminado en 1379 con laimposicin de un fuego de 12 francos por hogar, percibida como una autenticaopresin al no tener como contrapartida una defensa eficaz del Languedoc.36

    Precisamente por lo que protestaban las comunidades languedocianas es por-que las imposiciones no tenan como contrapartida la proteccin de la provincia. Nosorprende, por tanto, que la primera demanda formulada en abril de 1380, consista

    34 Vase para una comparacin sobre el papel de intermediacin de determinados juristas en ladifusin de conceptos generados en el entorno del poder, FEDOU, R., Le cycle mdival des rvolteslyonnaises, Cahiers dHistoire 18 (1973), p. 233-238.35 DELACHENAL, R.,Histoire de Charles V, Paris, Picard, 1931, t. V, p. 285-322. Se trata fundamen-talmente de las revueltas de Puy-en-Velay, de Clermont-lHrault, de Montpellier, de Arls y de la

    agitacin antifiscal acaecida en Nmes.36 BNF, Coleccin Doat, n 164, fol. 41:per las oppressios que fazian per lo Rey de France.

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    en que el rey les libere de las imposiciones destinadas al sostenimiento de la casadel prncipe y que confe la tenencia del Languedoc a un capitn que se ocupe de laguerra y la defensa del pas.37

    En estrecha relacin se encuentra el ofrecimiento por parte de las comunidadesde una tasa sobre el la sal y de un fuego de tres francos por hogar, con la sola finali-dad de servir mejor a la defensa de la provincia.

    Obtienen, en definitiva, la afirmacin del principio de que el fruto de las impo-siciones slo puede ser dedicado a la defensa, no tanto a la del conjunto del reino,sino a la del Languedoc. Aceptando estas demandas y reemplazando al duque deAnjou por Bertrand du Guesclin, Carlos V otorgaba legitimidad poltica a las rei-vindicaciones. El dispositivo se completa con una disposicin enunciada por Carlosen su lecho de muerte, que abola el conjunto de fuegos que gravaban el reino.38

    La argumentacin hasta aqu manejada presenta a las comunidades campesinascomo interlocutores susceptibles de establecer un dilogo poltico con la monarqua,en pie de igualdad con las ciudades ms importantes del Languedoc, las nicas quede hecho estaban representadas en los Estados Provinciales.

    Sin embargo, para percibir en toda su extensin cmo las comunidades cam-pesinas fueron capaces de formular sus propias reivindicaciones al amparo de undiscurso formulado por la realeza y las lites urbanas es necesario remitirse al con-texto que sigui al nombramiento del duque de Berry como tenente regio.

    El nombramiento provoc una fuerte contestacin, siendo el concepto de ladeffensio patriae ampliamente utilizado por los mltiples protagonistas de la oposi-cin a su llegada. En un primer momento, sta fue encabezada por el conde de Foix,que ambicionaba tambin el desempeo del cargo de tenente. Se encarg de desa-rrollar una propaganda activa, dirigida fundamentalmente a las ciudades, basada enla cuestin de la defensa del pas y solicitando a cambio la entrega de una serie decontraprestaciones econmicas para el sostenimiento del ejercito. 39

    37 Sobre la demanda promulgada por Carlos V el 25 de abril de 1380a requerimiento de los envia-dos del Languedoc, cf. BLANC, A., Le rappel du duc dAnjou et lordonnance du 25 avril 1380,Bulletin philologique et historique du comit des travaux historiques et scientifiques, 1899, p. 191-212.El artculo concreto se formula en los siguientes trminos:Primo, dominus noster rex senescalliaspreffatas relevat a sumptibus, statu, expensis et presidentia cujuscumque magni domini, et de capitaneoprovidet patrie predicte, videlicet de aliquali nobili et benigna personna prout sibi placuerit, qui defacto guerre et deffensione patrie solum et dumtaxat se intromitat. Rex relevabit eos et providebit debono capitaneo prout eis dici fecit.38 DELISTE, L.,Mandements et actes divers de Charles V (1364-1380), Paris, 1874, p. 948. Sobrelos motivos que impulsaron esta decisin, MISKIMIN, H., The last act of Charles V. The background of

    the revolts of 1382, Speculum, vol. 38, n 3, 1968, p. 433-442.39 AD de Haute-Garonne, E 505.

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    Las propias ciudades de la jurisdiccin de Toulouse constituyeron una liga en1381 que aseguraba actuar en defensa la patria, por el bien de la repblica y la sal-vaguarda de la honra del rey.40

    La circulacin de noticias y los intercambios de informacin acrecentados en-tre las distintas ciudades contribuyeron a la difusin en el mbito rural. Con todo,las acciones emprendidas desde las comunidades campesinas no pueden reducirseal contagio de la propaganda y a la reproduccin de unos esquemas importados,

    puesto que se encontraban mediatizadas por su propia experiencia.

    El duque de Berry descendi al Languedoc acompaado de un ejrcito de2.000 hombres que en su camino se libraba al pillaje.41 Fue esta actuacin del con-tingente militar supuestamente llegado para asegurar la defensa del pas, la quedesencaden la toma de las armas por parte de las comunidades campesinas.

    Bastaba con reapropiar los objetivos polticos que justificaban la llegada del deBerry y por extensin de la poltica regia para proporcionar a la revuelta unos con-ceptos articuladores.

    Lo que las comunidades campesinas retienen del enfrentamiento de las ciuda-des con el duque de Berry es nicamente el concepto aglutinador de la defensa del

    pas. La revuelta hizo efectivo este principio y se organiz sobre una base ms re-gional que local. En cualquier caso no haba sido sino el propio poder regio el quehaba preparado el camino para la extensin de la nocin de pas en las concienciascampesinas.

    Entre septiembre de 1383 y febrero de 1384 se celebraron una serie de entre-vistas entre los representantes del concejo ducal y los capitanes tuchinos. La exis-tencia de estas reuniones, ms all de confirmar la debilidad intrnseca de la posi-cin ducal, aparece como un signo de que el consejo del tenente regio reconoca alos Tuchinos como interlocutores y por tanto como actores en el campo poltico, porms que les designara al tiempo como rebeldes en el plano jurdico.

    Esta irrupcin de los Tuchinos en el campo poltico fue posible por el apoyoprestado desde las comunidades campesinas y tambin desde las ciudades.

    Durante el transcurso de estas negociaciones, los capitanes tuchinos no dejaronde proclamar una vez ms la conformidad de sus objetivos con las directrices de la

    poltica regia, al menos si entendemos por sta las ltimas disposiciones tomadaspor Carlos V.

    Los capitanes tuchinos afirmaban poseer una serie de cartas del rey que les au-torizaban al tiempo a la defensa armada frente a las compaas y a realizar batidas

    40 AD de lAude, 4 E 076, CC 56, fol. 107v. : ad honorem domini nostri Francie Regis et utilitaterei publice.

    41 El estudio de las tropas de Jean de Berry es posible a travs de las cuentas de Barthlmy desNoces, su tesorero de guerra; BNF, ms. Fr. 32510, fol. 247-248.

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    para recuperar el ganado incautado y para la liberacin de prisioneros. Pretendande esta manera haber actuado bajo la autorizacin regia en la consecucin de unosobjetivos que no eran otros que la propia deffensio patriae, entendida como la pro-teccin de sus propias tierras y bienes.

    El discurso planteado por los capitanes tuchinos a los emisarios del consejoducal procuraba refutar de este modo las acusaciones de rebelin y desobedienciavertidas sobre ellos por el entorno del duque de Berry. Las reivindicaciones queexpresaron durante los encuentros se sitan en una lnea similar. En primer lugar, laconcesin de cartas de perdn por los crmenes cometidos. En segundo lugar, lagaranta de que los crmenes cometidos no seran objeto de otra jurisdiccin salvo la

    propia jurisdiccin regia. Por ltimo, la revocacin de la tasa de la sal.

    En cualquier caso, considerar estas reivindicaciones como el reflejo del carc-

    ter conservador de toda accin campesina, centrada en la restauracin de un ordenpasado, no agota todas las reflexiones que pueden hacerse al respecto.

    De entrada, la demanda de que son los tribunales regios quienes deben entenderen la revuelta, supone colocarse directamente bajo la autoridad real, al tiempo que unamanera de soslayar las jurisdicciones seoriales, sospechosas a los ojos de los Tuchi-nos por la implicacin de sus titulares en buena parte de los problemas de la regin.Se trata de una consideracin que parte del principio de que solamente el rey es fuentede justicia y es el nico que puede reponer a los Tuchinos en su obediencia comosbditos fieles, toda vez que aseguraban haber tomado las armas para asegurar el

    cumplimiento de uno de los objetivos de la poltica regia: la deffensio patriae.En cuanto a la supresin de la tasa de la sal, no se relaciona nicamente con la

    impopularidad de este impuesto de introduccin reciente. En la concepcin de loshabitantes del Languedoc, haba sido concedida nicamente para garantizar losmedios materiales necesarios para la defensa de la tierra y como contrapartida alregreso del duque de Anjou. Los Tuchinos podan considerar perfectamente que sucombate paliaba las deficiencias del tenente regio en su lucha contra las compaasmilitares.

    Por lo dems, los capitanes tuchinos sustentaban esta peticin en la ltima or-

    denanza de Carlos V. Formalmente, esta afectaba nicamente a la supresin de losfuegos en vigor en el reino, pero haba sido interpretada en un sentido ms amplioque concerna a la entrega de la tasa de la sal y otras cantidades a comienzos delreinado de Carlos VI. Fueron incluso capaces de enviar copias de esta ordenanza alconsejo del duque de Berry, solicitando que respetara su contenido.

    Si en apariencia los Tuchinos reclamaban un retorno a la situacin imperanteen tiempos de Carlos V, cuya buena memoria era ensalzada por todos los actores,en la prctica demandaban que las actuaciones del tenente regio estuvieran en con-sonancia con los objetivos proclamados por la propaganda regia.

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    En este sentido, la revuelta tuchina aparece ms que como un movimiento so-cial como uno propiamente poltico que subraya las contradicciones entre la propa-ganda regia que incida en la defensa del pas y los comportamientos sobre el terre-no de algunos de sus representantes. Testimonia la difusin en el seno de lascomunidades campesinas de ciertos temas de la literatura poltica y plantea de nue-vo el problema del consentimiento necesario de las poblaciones a la fiscalidad.

    La novedad radica, sin embargo, en que es precisamente la reapropiacin porlos insurgentes de la idea de deffensio patriae la que les permite constituirse comoactores dentro del campo poltico, al instrumentalizar una concepcin fundamentalque la monarqua jams llego a cuestionar: la de unas imposiciones que debanservir para financiar la guerra.

    A fin de cuentas, la revuelta tuchina no es sino la materializacin de la teora po-

    ltica que plantea la fiscalidad como la contrapartida de la defensa del pas, por lo quela demanda de retirar la tasa de la sal es su consecuencia lgica42: Habida cuenta deque ellos mismos se encargaban de la proteccin de sus tierras y posesiones, por qudeban satisfacer un impuesto, cuando precisamente la implicacin en la defensa erael principal argumento esgrimido por los nobles para eludir la fiscalidad?

    La deffensio patriae permita por tanto legitimar la desobediencia fiscal,mxime si tenemos en cuenta que el tuchino era esencialmente un movimiento deautodefensa. En una provincia abandonada a s misma y asolada por las tropas asueldo del duque de Berry, los campesinos armados se encargaban de ser los prime-

    ros defensores de sus comunidades.De la popularidad del movimiento entre las gentes del mundo rural dan cuenta

    una serie de testimonios sealando que lo que hacen los camaradas (compagnons)est bien43, o como apuntaba un propietario de ganado, que antes preferira que lossublevados se comieran hasta su ltimo cordero, a que cayera en manos de las com-

    paas de soldados.

    Ms que como tuchinos, denominacin ajena y un tanto despectiva que les fueimpuesta, los insurgentes preferan autodefinirse como compagnons, un termino

    42 As, por ejemplo, durante el reinado de Carlos V, Evrart de Trmaugon autor del Songe du Ver-gierrecordaba este principio al afirmar que si el rey tena derecho a gravar con una serie de tasas, toute-voies il dist bien que ilz font grant pechi de mettre telles aides sanz cause; mez a cause, comme estpour la deffensse de la chose publique, ilz le puent faire, et justement, mez que celles aides soientconverties pour la deffense de la chose publique, et non mie en aultres usages, quar, se ilz le font aul-trement, le sanc et la suer de leurs subjs crieront contre eulx ou darrenier jour du Jugement. Demanera similar, Christine de Pizan recordaba que si el derecho permita la leva de impuestos por el reycest notamment le cas en temps de guerre, pour dfendre le royaume et le bien public. MZIRES, Ph.,Le Songe du Vergier. Ed. de Marion Schnerb-Livre, Paris, 1982, p. 230. y PIZAN, C. de,Livre des faitset bonnes murs du sage roi Charles V, Ed. de E. Hicks y Th. Moreau, Paris, 1997, p. 84, respectiva-mente.

    43 Les Touchins estoient bons compaignons et ce quils faisoient estoit bien fait. DE VIC, C. yVAISSTE,Histoire Gnrale de Languedoc, Toulouse, 1885-1887. T. X, col. 1673.

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    que remite a una idea de solidaridad y que presenta ciertos paralelismos con el con-cepto castellano de hermanados. Los testimonios preservados, por otro lado, mues-tran la existencia de conversaciones y discusiones de naturaleza poltica en un sec-tor muy amplio de la poblacin masculina y, por tanto, de un espacio pblicoinformal en el que la memoria poltica queda enraizada.44

    Ni las comunidades campesinas de las que procedan y los mantenan, ni lasautoridades urbanas que los acogieron en ocasiones y les proporcionaron asesora-miento jurdico, ni siquiera ellos mismos se reconocan como sbditos rebeldes alrey, sino como combatientes por la defensa del pas.

    El objetivo abiertamente poltico de los Tuchinos gozaba de un amplio con-senso en el conjunto del Languedoc, lo que permiti la apertura de un dilogo pol-

    tico con el consejo del duque de Berry, y ms all, con el propio rey. Un dilogoque concluira con la llegada del propio Carlos VI al Languedoc en 1389.

    En el Languedoc, las comunidades campesinas se hicieron cargo de la tarea deorganizar la deffensio patriae, en ocasiones frente a las aspiraciones nobiliarias,reclamando la apertura de un dialogo poltico con el rey, al tiempo que usurpabandos de las prerrogativas esenciales de la monarqua: la conduccin de la guerra y elejercicio de la justicia. La atribucin por parte de los Tuchinos del derecho de con-denar a muerte privaba al rey de otro de sus referentes fundamentales, el derecho aotorgar la gracia.45

    Si su discurso reconoca la primaca del rey como referente poltico fundamen-tal, en la prctica y sobre el terreno se proceda al despojamiento simblico de susatribuciones. Esto explica que la reaccin regia consistiera en una afirmacin sobrelos Tuchinos, mediante el aplastamiento del movimiento y el perdn posterior otor-gado a la mayor parte de sus integrantes.

    5.- Si la revuelta de los tuchinos nos ofrece el ejemplo de una instrumentaliza-cin del discurso pblico para dotar de legitimidad a aspiraciones propias por partede las comunidades campesinas, que desemboca en la revuelta armada, las acciones

    emprendidas por una serie de concejos castellanos durante el periodo de los ReyesCatlicos, constituyen una referencia equiparable. La diferencia radica en que enesta ocasin el instrumento utilizado no fue la revuelta, sino la va judicial a travsde los tribunales regios. O al menos, si no tomamos en cuenta el levantamientoantiseorial protagonizado por varios de esos concejos durante el movimiento co-munero algunos aos ms tarde. Lo cierto, es que la continuidad de objetivos entreambos episodios parece evidente, y la concepcin poltica que anim el inicio de los

    44 CHALLET, V., Au cur de la rvolte : les conflits paysans et leur rsonance en milieu urbain en

    Languedoc la fin du Moyen-ge ,Les Lieux dchange en Mditerrane (En prensa).45 Sobre estos aspectos, GAUVARD,De grace especial.

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    pleitos presenta varios paralelismos con la expresada por el sector ms radical de laComunidad.

    Buena parte de estos pleitos proceden de la comarca de Tierra de Campos, ex-plorada intensivamente, aunque poseemos tambin evidencias de otros lugares de laCastilla del Norte: Carriedo, Navia, Lemos, la comarca leonesa Slo un estudiointensivo de la gran masa documental conservada servir para confirmar la exten-sin de una cultura poltica compartida y unas representaciones similares.

    El periodo de los Reyes Catlicos fue propicio para la emergencia desde elmundo rural de una serie de reclamaciones, que se canalizan a travs de los tribunalesregios y que en ocasiones se encontraban dotados de un cierto grado de radicalidad.La irrupcin pblica de este discurso emanado de medios rurales, tiene mucho que

    ver con el contexto de enfrentamiento civil que haba propiciado el ascenso al tronode Isabel primera y con las estrategias que desarrollaron en este enfrentamiento.

    La disputa tuvo una importante dimensin de representacin pblica, puestoque los bandos isabelino y enriqueo buscaban la adhesin popular como elementode apoyo y legitimacin. Si durante la primera parte del conflicto las gentes delcomn manifestaron su apoyo al que por entonces era rey, a travs de la Hermandado en la reunin de Cortes de Ocaa, paulatinamente la propaganda isabelina fueatrayendo a los sectores populares hacia su partido. Todo ello precisamente a travsde una poltica en la que se presentaba como la ms firme defensora del realengo y

    la corona.

    El cronista Alonso de Palencia reproduce las lneas esenciales de su contenidocuando nos informa de las cartas pblicas enviadas por la princesa a los distintoslugares como contestacin a las remitidas por el rey. En ellas se autocalifica comodefensora de la paz del pueblo,sealando el origen de los trastornos del reino: ...bien por culpa de Don Enrique, bien por la funesta ambicin de la nobleza, que yatiempo antes haban producido el encarnizamiento de las guerras, para dao co-mn de los naturales.46 Al tiempo, apunta como ella, ...supo oponer convenienteresistencia a tan daados intentos y a males que en tanto perjuicio de los pueblos

    les andaban nuevamente procurando el rey y sus perfidos nobles.47Si el discurso manejado por Isabel introduce elementos interpretables en un

    sentido antinobiliario, su prctica poltica se sita en parmetros semejantes. No envano, Isabel acoger bajo su proteccin a las villas y ciudades que habindose ne-gado a aceptar la perdida de su condicin realenga se rebelan contra sus nuevos

    46 PALENCIA, A. de, Crnica de Enrique IV. Biblioteca de Autores Espaoles. Madrid, 1973. II, p.

    320.47 IBID., 321

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    seores.48 Pocos aos ms tarde y una vez proclamada reina, fomentar la rebelincontra los seores con promesas de incorporar al patrimonio regio a quienes selevantaran por su partido, ante la enconada resistencia que todava protagonizaba unsector de la nobleza49, en un ambiente propagandstico que ensalzaba la llegada deuna nueva era de paz y justicia con su reinado.50 La accin popular vena as a re-forzar la posicin de la nueva reina. 51

    La representacin pblica de la toma de posesin de estas villas por los procu-radores de Isabel introduce un discurso que califica la seorializacin como unaaccin propia de tiranos52, presentando a la futura reina como encarnacin de laclara justicia.53 Las villas por su parte, manifiestan ... que no hay otro seor nin-

    gun que mas lizito ni mejor ... guarde e azierte e conserve para la corona real deCastilla.54

    En este mismo contexto tuvo lugar la sublevacin de Fuenteovejuna contra suseor, a la que tanto la tradicin posterior como la historiografa le confieren uncarcter emblemtico. El levantamiento, que quedara impune dada la complejasituacin que el reino atravesaba, se produjo al grito de Vivan los Reyes don Fer-nando y Doa Ysabel y mueran los traidores y malos Christianos.55

    Una vez proclamada reina y sin estar aun resuelta la cuestin sucesoria, Isabelprocedi a la reconstruccin del aparato institucional del reino. Las reuniones decortes celebradas en Madrigal en 1476 y en Toledo en 1480, se convirtieron en un

    referente fundamental para la legitimacin del reinado isabelino. La reformacin

    48 VAL VALDIVIESO, M. I., Resistencia al dominio seorial durante los ltimos aos del reinado deEnrique IV,Hispania, n 34 (1974), p. 53-104 y La herencia del trono, en VALDEN ,Isabel laCatlica y la poltica, p. 23.49 PREZ, J., Los Reyes catlicos ante los movimientos antiseoriales, en Violencia y conflictivi-dad en la sociedad de la Espaa bajomedieval, Zaragoza, 1995, p. 96-97.50 NIETO SORIA, J. M., La Imagen del poder, en VALDEN,Isabel la Catlica y la poltica, p. 201-

    217, con abundantes referencias bibliogrficas. Asimismo resulta de inters OHARA,S.,Las crnicascomo instrumento de propaganda a favor de Isabel la Catlica. Memoria de licenciatura Indita. Uni-versidad de Valladolid, 1999.51 VALDEN BARUQUE, J., Resistencia popular y poder monrquico en Castilla (1252-1521) ,Historia social, pensamiento historiogrfico y Edad Media. Homenaje al Prof. Abilio Barbero deAguilera. Madrid, 1997,p. 639.52 A este respecto son bastante ilustrativas las cartas que acompaan a la toma de posesin de lavilla de Moya por parte de la princesa Isabel. VAL VALDIVIESO, M. I,Resistencia al dominio seorial,p. 94.53 IBID., p. 104.54 IBID., p. 98.

    55 Vase sobre el particular el estudio de CABRERA, E.; MOROS, E., Fuenteovejuna. La violenciaantiseorial en el siglo XV. Barcelona, 1991.

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    del reino y a la restauracin de la justicia se proclaman como las bases fundamenta-les de la poltica a seguir por Isabel. 56

    A los efectos que ahora nos interesan, es preciso sealar que el discurso pbli-co isabelino continu manejando los elementos que haba estado explotando hastaese momento, por ms que en la prctica, su poltica no tuviera el carcter rupturistaque determinados sectores populares pudieran haber deseado. Es posible hablar asde una cierta ambigedad de la poltica isabelina, o quiz, de una manera ms apro-

    piada, de una cierta contradiccin entre la prctica poltica de la naciente monarquay su nivel de representacin pblica.

    Ciertamente las reversiones de rentas o de patrimonio seorializado fueron li-mitadas, lo que no fue ningn obstculo para que el discurso oficial continuara inci-diendo en la defensa del patrimonio regio.57 La constitucin de la Hermandad nos

    ofrece un ejemplo suficientemente ilustrativo, puesto que se pretenda entroncar conlas anteriores hermandades, dotadas a los ojos de las clases populares de un senti-miento de resistencia ante los poderosos, por ms que se produjera una reduccinconsciente de sus funciones a atribuciones de carcter policial.

    El cronista Pulgar ofrece algunas indicaciones acerca de la existencia del dis-curso pblico que acompa la instauracin de la Hermandad y de los elementosque lo integraban. En el escrito de Pulgar, su nacimiento se justifica por la existen-cia de tiranos e robadores, e otras gentes de malos deseos... que ...avan lugar derobar e de tiranizar e de seorear a los pueblos.58

    Quin podra escusar que no crezca su tirania todavia e nuestra subjeion, esujetos a malos e perversos onbres, que ayer eran servidores e oy los vemos seo-res, porque tomaron ofiio de robar? 59

    Nosotros ... nos movimos por servicio de Dios , e por el bien e libertad de latierra .... Porque seamos onbres libres e como lo devemos ser, e no subjetos comolo somos. 60

    56 NIETO SORIA, J. M.,La Imagen del poder, p. 197-98. Este aspecto se percibe con claridad en losprembulos que abren las disposiciones de ambas cortes. Vase, por ejemplo, Cortes de Madrigal de1476. Cortes de los antiguos reinos de Len y Castilla. Madrid, Real Academia de la Historia, 1866. T.IV, p. 61.57 La respuesta regia ante la solicitud de los procuradores de reversin del patrimonio enajenado entiempos de Enrique IV, consisti en la disposicin de revisar las rentas enajenadas por ste del patrimo-nio real desde septiembre de 1464 hasta su fallecimiento, en la cancelacin de las nuevas imposicionesde servicio o montazgo impuestas durante su reinado y en el compromiso de amortizar todos los nuevosoficios concejiles creados por disposicin real desde 1444. Cortes de los antiguos reinos, t. IV, p. 172.En cualquier caso, la reversin de rentas enajenadas y oficios fue limitada, cf. HALICZER, S.,Los Co-muneros de Castilla. La forja de una revolucin. Valladolid, 1987, p. 58. Julio Valden argumenta alrespecto que se trata de medidas adoptadas por las acuciantes necesidades de la hacienda regia en esosmomentos. VALDEN BARUQUE, J., Isabel I de Castilla: pilares bsicos de su reinado, en Arte y Cul-tura en la poca de Isabel la Catlica. Valladolid, 2003, p. 348.58

    PULGAR, F. del, Crnica de los Reyes Catlicos. Madrid, 1943, Vol. I, p. 230.59 IBID., p. 233.

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    De hecho, todava en 1486, la tirana se invocaba como una de las causas prin-cipales de constitucin de la institucin en el Cuaderno de leyes nuevas de la Her-mandad.61

    Resulta difcil afirmar que en trminos generales los Reyes Catlicos mantu-vieran una actitud contraria al rgimen seorial a lo largo de su reinado. Todo loms, su poltica se limit a la reparacin de una serie de agravios cometidos duranteel reinado precedente y a mitigar algunas arbitrariedades seoriales llevadas a cabodurante el mismo.62 Los propios reyes efectuaran concesiones de seoros durantesu reinado y, por lo dems, la ofensiva aristocrtica se recrudecera durante sus aos

    postrimeros.63

    En cualquiera de los casos, la posicin adoptada por Isabel frente a los movi-mientos antiseoriales, durante el convulso proceso que condujo a su consolidacin al

    frente del reino, se encontraba dotada de una indiscutible ambigedad. Sin duda, elapoyo y la legitimidad que las clases populares le proporcionaban aparecan comoelementos importantes para la consecucin de sus aspiraciones. Al margen del conte-nido de su prctica poltica, su afianzamiento en el poder estuvo acompaado de undiscurso pblico que ensalzaba la recuperacin de la justicia y la restauracin delreino, que presentaba la paz del pueblo como objetivo y que por momentos parecahacer suyos argumentos como los que los procuradores del reino haban enunciado enlas cortes de Ocaa,64 o asumir determinadas posiciones del ideario de las Hermanda-des, que justificaban su existencia precisamente en la mengua de justicia. 65

    60 IBID., pp. 235-36.61 Sepades que despues que por la gracia de Dios nuestro seor comenamos a reynar en estosdichos nuestros reynos e seorios veyendo los grandes males, furtos, robos, salteamientos de caminos emuertes e tiranias e otros muchos crimines e delictos que por todas partes se cometian e perpetrauan.Dimos licencia e mandamos a vos las dichas ciudades e villas lugares delos dichos nuestros reynos queentre vos otros fundasedes e fiziesedes hermandades en Cuaderno de las Leyes Nuevas de la Herman-dad[7 de julio de 1486]. Sevilla, Jacobo Cromberger, c. 1511, fol. 1v. Transcripcin delArchivo Digi-tal de Manuscritos y textos Espaoles (ADMYTE I).62 A este respecto continan siendo validas buena parte de las consideraciones vertidas en su da enGUILARTE, A.,El rgimen seorial en el siglo XVI. Madrid, 1962. Vase asimismo, VALDEN BARU-QUE, J., Los conflictos sociales en tiempos de Isabel la Catlica, en Sociedad y Economa en tiemposde Isabel la Catlica. Valladolid, 2002, p. 229-240.63 HALICZER, S.,Los Comuneros de Castilla, p. 91-125; REGLERO DE LA FUENTE, C. M., Conflic-tos seoriales al sur de la Merindad de Campos (1480-1504), en Seoro y Feudalismo en la PennsulaIbrica. Zaragoza. Institucin Fernando el Catlico, 1993. Vol. IV, p. 163-174.64 Resulta bastante ilustrativa la comparacin entre las demandas sobre el ejercicio regio de lajusticia efectuadas por los procuradores del reino en las Cortes de Ocaa y el prembulo con el que seabren las cortes de Madrigal. Cortes de los antiguos reinos. T. III, 836 y T. IV, p. 61.65 As, por ejemplo, en la carta que se envi a las ciudades y villas integrantes de la Hermandaddespus de la reunin de Medina del Campo en 1466, se apuntaba como causa de la constitucin de laHermandad la gran mengua de justicia y se sealaba como objetivo fundamentalponer remedio a ello.

    BERMEJO CABRERO, J. L, Hermandades y Comunidades de Castilla, en Anuario de Historia delDerecho Espaol, LVIII, 1988, p. 353.

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    Este nivel de representacin del poder es tambin perceptible durante los pri-meros aos de su reinado, bien cuando la propia reina se dedica a juzgar pblica-mente una vez por semana66, bien cuando las disposiciones de cortes o el estableci-miento de la Hermandad con el aparato propagandstico que los rodeaba, eran

    pregonados en plazas y mercados.67

    Ms an, declaraciones como las ofrecidas en respuesta a las peticiones de laJunta General de la Hermandad68, o el establecimiento de las leyes de Toledo derestitucin de trminos usurpados69, con la intervencin de delegados regios quetrataban de poner coto a unas ocupaciones que en su mayor parte se encontraban

    protagonizadas por la nobleza o por oligarquas urbanas, podan llevar a las clasespopulares a pensar que la poltica regia caminaba en una direccin que comenzaba aalinearse con sus intereses. 70 O al menos, que se haba establecido un escenario

    propicio para llevar adelante sus reclamaciones.

    Es este contexto el que propici el establecimiento de un clima de opininapropiado para la emergencia desde el mundo rural de una serie de reclamaciones,que aunque generalmente se planteen como una restitucin, en ocasiones se encon-traban dotadas de un cierto grado de radicalidad. Las demandas tomaban como unode sus argumentos bsicos el advenimiento de la nueva etapa de paz y justicia quela propaganda regia haba situado al frente de su discurso de legitimacin.

    Las argumentaciones del concejo de Carriedo resultan bastante ilustrativas al res-

    pecto, al sealar: que no reclamaron en tiempo de los dichos Reyes don Juan y donEnrique porque siempre existio la privanza y el favor y las guerras y los miedos y temo-res y defecto de justicia y porque no oviera quien la hiziera aunque se lo pidieran.71

    66 SUREZ FERNNDEZ, L., Claves histricas del reinado de Fernando e Isabel. Madrid, Real Aca-demia de la Historia, 1998, p. 60-61.67 Que las fagan pregonar publicamente por ante escrivano por las plazas e lugares acostumbra-dos en Cortes de los antiguos reinos, T. IV, p. 191. Respecto de la Hermandad, sirva como ejemplo loocurrido despus de su reunin constitutiva en Dueas, tras lo que se mand que las ordenanzasfueranmandadas publicar et pregonar et pregonaron et publicaron con trompetas en las plazas e mercadopublico de la dicha villa de Dueas (Biblioteca Nacional. Ms. 9554, fol. 270).68 Por ejemplo, la respuesta ofrecida a la peticin elevada por la Junta General de la Hermandad,para la reversin al estado originario de las behetras transformadas en solariego durante el periodo dela guerra civil, por ms que su cumplimiento fuera bastante dudoso. AGS. RGS, X-1480, fol. 282.69 A este respecto, vase el excepcional trabajo CARMONA RUIZ, M. A., Usurpaciones de tierras yderechos comunales en Sevilla y su tierra durante el siglo XV. Madrid, 1995. Tambin, VASSBERG, D.,Tierra y sociedad en Castilla. Seores, poderosos y campesinos en la Espaa del siglo XVI. Madrid,1986, p. 109-111.70 Jos M Monsalvo, ha desvelado que al amparo de la legislacin de restitucin de trminos co-menzaron a emerger demandas de reparacin de agravios, silenciadas desde mucho tiempo atrs. MON-SALVO ANTN, J. M, Usurpaciones de comunales. Conflicto social y disputa legal en vila y su Tierradurante la Baja Edad Media.Historia Agraria, n 24 (2001), p. 89-122.

    71 ESCAGEDO SALMN, M.,La casa de la Vega. Comentarios a las behetras montaesas y el pleitode los valles. Torrelavega, 1917, p. 163

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    De manera similar, el concejo de Amayuelas de Suso, justificada su demandapara tratar de eximirse de la dependencia de los Manrique, bajo la que se encontra-ban al menos desde los ciento cincuenta aos anteriores, en los siguientes trminos:Que fasta poco tiempo no avia justicia alguna en estos reinos ni quien la fiziese ninadministrase ni los dichos sus partes osaban pedir ni podrian pedirla nin proseguir

    su derecho por ser como eran labradores e pobres.72

    Por lo dems, las conversaciones mantenidas durante el periodo remiten a laexistencia de un anhelo generalizado de retorno al realengo, en muchos lugares quetiempo atrs haban pedido la citada condicin. As, recordando el periodo, un veci-no de Dueas se manifestaba en los trminos siguientes:Avia mas de 40 aos haviaoido decir a un fraile de San Francisco que havia hido a predicar a Simancas des-

    de esta ciudad[por Valladolid], hablando con el testigo, y otras personas, sobre lascosas que estaban usurpadas de la corona real, que no tardaria mucho tiempo elrey Don Fernando en tomar para su corona real a Dueas, por ser de ella.73

    Si la propaganda isabelina haba calificado durante la guerra civil la seoriali-zacin del realengo como una accin tirnica, una serie de concejos del mundo ruralincidan en el propio carcter tirnico del seoro, al que presentaban como el frutode la usurpacin nicamente perpetuada por la falta de justicia de los reinados pre-cedentes y la debilidad de los sucesivos reyes frente a los grandes del reino. Paraello, buscaban un referente en el pasado de vinculacin a la corona, a veces muy

    lejano, e invocaban la restauracin de la justicia que se hallaba en el centro del dis-positivo propagandstico isabelino. Lugares como el ya citado de Amayuelas deSuso, Valbuena o Santoyo, desempolvaban documentos conservados ms de tres-cientos cincuenta aos atrs para tratar de probar esta relacin.74

    De este modo, trataban de dotar de forma jurdica y de legitimidad a unas aspi-raciones, que desbordaban con mucho las pretensiones de la corona, bajo las cualesemerge un claro deseo de liberarse de la dependencia seorial. El despliegue insti-tucional de fines del medievo y el fortalecimiento de la figura regia que alcanzarasu culmen precisamente durante el reinado isabelino, ofrecan un escenario que fue

    aprovechado por determinados concejos del mundo rural para impugnar la propiaexistencia del seoro. Tal y como resume uno de ellos, el concejo de behetra deCisneros, en una reclamacin respecto a su seor efectuada en 1504, no hay necesi-dad alguna de tener el dicho seor comendero teniendo como tenemos seores reys

    72 Archivo de la Real Chancillera de Valladolid. Registro de Ejecutorias. C244-1573 Archivo municipal de Dueas. C3. 14, 166

    74 Archivo de la Real Chancillera de Valladolid. Registro de Ejecutorias. C244-15, C74-1 y C144-21.

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    naturales ... que defienden e amparan la dicha villa e ...administran justicia. Susolicitud, por tanto, era quefagan despedir e dexar al dicho seor comendero.75

    Ms all de la peculiar condicin de behetra del lugar de Cisneros, su recla-macin remite a una cultura poltica comn.76 Antiguos realengos, behetras, anti-guas behetras y seoros de rdenes militares pretendan eximirse de la dependen-cia seorial y postulaban un particular tipo de relacin con la figura regia. Susintenciones no eran otras que el sancionar su capacidad de libre disposicin y el

    poner coto a la arbitrariedad que representaba la propia existencia del seoro77. Losdistintos concejos del mundo rural podan perfectamente concebir una situacin deausencia de cualquier tipo de mediacin seorial y plantear una relacin directa conla corona, similar a la que exista en los lugares de realengo de su entorno.

    Un aspecto llama poderosamente la atencin: si la inscripcin del conflicto enel universo judicial supone una transformacin jurdica del objeto, ello no nos alejade las aspiraciones de los concejos, a los que en definitiva haba correspondido lainiciativa en el desencadenamiento de los procesos.78 Conocemos que las acciones

    75 AGS. Cmara de Castilla. Pueblos. Cisneros, leg. 6, fol. 54.76 Respecto de la behetra, Carlos Estepa apunta al periodo entre 1490 y 1530 como el momento deimplantacin de la conviccin de la pertenencia de las behetras a la corona. Sin nimo de contradeciresta interpretacin en trminos de proceso, conviene sealar que en todo caso los habitantes de Cisneros

    no alcanzaron a liberarse de su dependencia del Almirante de Castilla mediante su apelacin a la coro-na. De la situacin de dependencia seorial en la que se encontraban buena parte de las behetras de lacomarca a la altura de 1520 da buena cuenta su levantamiento generalizado con ocasin de la revueltade las Comunidades, imprecadas por la Junta comunera a quedar en la libertad que sus antepasados lesdejaron o dejar a sus subcesores en la servidumbre de los tiranos que estorban el servicio de sus ma-gestades. Cfr. DANVILA, M.,Historia crtica y documentada de las Comunidades de Castilla. Madrid,Real Academia de la Historia, 1987. Vol. III, p. 632. A los efectos que ahora nos interesan, el ejemplode Cisneros, situado en la misma comarca que Dueas, como la mayor parte de los lugares referidos eneste artculo, sirve para constatar la extensin de un conjunto de representaciones polticas, con inde-pendencia del estatuto jurdico concreto de cada uno de ellos, que puede condicionar o no la forma enque las reclamaciones se presentan en los tribunales regios.

    Sobre la evolucin de la behetra en el ltimo medievo vase. ESTEPA

    DEZ

    , C.,Las behetras castella-nas. Valladolid, 2003. En particular el captulo IX, y tambin OLIVA HERRER, H. R., Del Becerro delas behetras a la revuelta comunera: El carcter de la behetra castellana a fines del medievo, EdadMedia. Revista de Historia, n 2 (1999), p. 217-263; ID., Libertades de behetra y ofensiva seorial afines de la Edad Media: La seorializacin de la behetra de Osorno de Yuso, Historia, Instituciones,Documentos, n 27 (2000), p. 183-204; ID., Memoria colectiva y accin poltica campesina: las behe-tras de Campos hacia las Comunidades, enEdad Media. Revista de Historia, n 4 (2001), p. 59-8277 Para un anlisis en profundidad de estos aspectos, vase OLIVA HERRER,Justicia contra seores.Para una comparacin puede acudirse a los trabajos de Dyer y Justice citados en la nota 25, al de Mllercitado en nota 23 y a MUSSON, A. Appealing to the past: Perceptions of the Law in Later MedievalEngland, enExpectations of the law in the Middle Ages. Woodbridge, 2001, pp. 165-180.78 Consideraciones respecto a las transformaciones introducidas por la construccin jurdica del

    objeto en BOURDIEU, P., La fuerza del derecho: elementos para una sociologa del campo jurdico,Poder, derecho y clases sociales. Bilbao, 2000, p. 165-222. Vase para una comparacin con un tipo de

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    campesinas se sustentaban en una conciencia poltica basada en una profunda me-moria social, en la que se encuentran presentes los principales acontecimientos

    polticos del reino desde los tiempos de Juan II, interpretados desde el tamiz de suspropias experiencias. Articulada en torno a conceptos como tirana o justicia, lamemoria produce una descalificacin en bloque de la clase nobiliar, principal cau-sante de las guerras y alteraciones en el reino de manera consciente para dominar lavoluntad del rey e impedir la restauracin de la justicia, frente a la accin popular,nica sostenedora de la figura regia. La consecuencia, es la tirana imperante en elreino, que en la conciencia poltica campesina tiene una definicin muy clara y seasocia a la accin seorial de entrar y ocupar.79

    En definitiva, los habitantes del mundo rural manejaban una serie de informa-ciones de los acontecimientos que se desarrollaban en la esfera poltica y se mostra-

    ban capaces de utilizar estratgicamente los discursos vertidos al espacio pblico endefensa de sus intereses. La restauracin de la justicia y la reforma del reino habansido dos de los argumentos fundamentales manejados por la propaganda isabelinadurante su ascenso y consolidacin en el poder, y una serie de concejos del mundorural apelaba a esos mismos conceptos para conseguir unos fines que, a todas luces,desbordaban las pretensiones de la corona.

    6. - Los ejemplos precedentes muestran con claridad la existencia de una con-ciencia poltica en el mundo rural. No se trata tampoco de una situacin excepcio-nal.80 Mediante su instrumentacin de conceptos ampliamente extendidos, utiliza-dos estratgicamente para la defensa de intereses propios, los campesinos irrumpenen la sociedad poltica, se constituyen en actores y reclaman su pertenencia al con-

    junto. Sean cuales fueren los resultados obtenidos por las demandas, la accin po-pular no debe considerarse estril, sino susceptible de facilitar transformacionestanto en la sociedad poltica como en la propia estructuracin social.

    El anlisis debera extenderse en varias direcciones. Una de ellas, apenas esbo-zada, es la estrictamente comparativa, confrontando a escala europea objetivos,recursos desplegados, argumentos movilizados y contextos de emergencia del dis-curso poltico campesino, retomando de esta manera la encuesta que en su da desa-

    rrollaron Mollat y Wolf.81Una segunda cuestin tiene que ver con la interaccin del mundo rural con los

    procesos de construccin poltica y el desarrollo administrativo del estado. En para-fuente que presenta problemas interpretativos similares, DAVIS, N. Z.,Pour sauver sa vie. Les rcits depardon au XVIe sicle. Paris, 1988.79 Sobre estas cuestiones, OLIVA HERRER,Justicia contra seores, p. 39-132.80 Vase, por ejemplo, FREEDMAN, The german and catalan peasant revolts, p. 39-54.81 MOLLAT, M. y WOLF, P., Uas azules, Jacques y Ciompi. Las revoluciones populares en Europaen los siglos XIV y XV. Madrid, 1976. Una iniciativa en esta direccin, desarrollada despus de la re-

    daccin de estas lneas, fue el encuentroRivolte urbane e rivolte contadine nellEuropa del Trecento:un confronto, celebrado en marzo de 2006 en la Universidad de Florencia.

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    lelo, es preciso preguntarse por los mecanismos de intermediacin y de comunica-cin poltica, que posibilitan el acceso a la informacin desde el mundo rural y a lainversa, pueden facilitar la visibilidad de su discurso poltico. Interesa delimitar eltipo de informaciones que se manejan, los temas que fueron objeto de atencin, surelacin con sus propias categoras polticas y su capacidad para traducirse en posi-ciones explcitas y articuladas.

    No se nos escapa la complejidad de acceder a los elementos que integran lacultura poltica campesina. A un problema de escasez de fuentes, generadas habi-tualmente en instancias ajenas al mundo rural, se aade la particular forma en quelas demandas suelen articularse, como una refutacin de un discurso que en defini-tiva les es impuesto.82 De ah la necesidad de considerar en conjunto las prcticas

    polticas emanadas desde el mundo rural, desde la resistencia pasiva a la revuelta.

    Quiz, bajo estos parmetros, sea posible reevaluar los contextos sociolgicos y lascircunstancias que inciden en la emergencia de un discurso poltico desde el mundorural y en su transformacin en movilizacin colectiva, al margen de lgicas ajenasa las propias comunidades campesinas.

    82 Una discusin de estos aspectos en SCOTT,Domination and the Arts of Resistance.

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