OCTUBRE 2016 NUEVAS MIRADAS, VIEJOS...
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OCTUBRE 2016
NUEVAS MIRADAS, VIEJOS PROBLEMAS- CLASE 3
Módulo: Nuevas miradas, viejos problemas: revolución,
independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación
argentina (1806-1880).
La Revolución de Mayo en el marco de la crisis de la
monarquía española (1806-1810).
¡Hola a todas/os!
En esta clase vamos a estudiar el proceso que desembocó en la Revolución de Mayo
de 1810. Para ello comenzaremos explicitando cuál es nuestro enfoque que, en
cierto modo, ya está anunciado en el título. Pero antes, les proponemos hacer un
breve repaso de las principales cuestiones trabajadas hasta aquí: en la primera
clase analizamos cómo se construyó la interpretación que predomina en nuestra
sociedad y según la cual la Revolución debe entenderse como expresión de la
nacionalidad argentina oprimida por el dominio colonial. También señalamos los
cuestionamientos que esta explicación recibió en los últimos años al plantearse que,
en ese entonces, no existía dicha nacionalidad ni sectores que la expresaran, y
cuyos intereses hubieran hecho necesaria la ruptura con la metrópoli. En líneas
generales, la explicación que hoy día tiene más consenso entre los historiadores
sostiene que las revoluciones de independencia americana se gestaron en el marco
de una profunda crisis que envolvió a la monarquía española y que, a comienzos
del siglo XIX, provocó su desmembramiento. Como recordarán, esta era también la
interpretación que hacían los protagonistas de la Revolución.
Las tradicionales explicaciones en clave nacional no excluyen en su relato a la crisis
monárquica, expresada, por ejemplo, en las “noticias de España” que dieron inicio a
la “semana de mayo”. Pero en ese marco interpretativo, a la crisis solo se la puede
considerar como una excusa aprovechada por los revolucionarios, como el contexto
de la Revolución, como su detonante o como una “causa externa”. Nuevamente
podemos ver el peso que tiene la hipótesis sobre la preexistencia de la Nación
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Argentina, pues es a partir de esta que se traza la línea de separación entre los
sucesos internos y los externos. Pero como vimos en la segunda clase, el Virreinato
del Río de la Plata no se presta con facilidad a esta identificación con la Nación
Argentina, pues era una estructura administrativa de reciente creación, que
abarcaba territorios y poblaciones heterogéneas a partir de las cuales se irían
construyendo nuevas comunidades políticas a lo largo del siglo XIX. La distinción
entre sucesos internos y sucesos externos podría utilizarse, entonces, para hacer
referencia a España y América. Pero no eran dos entidades disociadas. Aunque en
condiciones de desigualdad, pues una era la Metrópoli y la otra un territorio
colonial, integraban una misma estructura política: la Monarquía Española. Es por
ello que si en los primeros años del siglo XIX los criollos podían identificarse como
peruanos, cordobeses o salteños, además de lamentar la preeminencia de los
españoles europeos, lo cierto es que no dudaban en considerarse españoles
americanos, súbditos leales de la monarquía católica y, como tales, miembros de la
Nación Española tal como la vimos definida en la primera clase.
Lo que parece difícil de explicar es cómo pudo haber cambiado todo esto en tan
poco tiempo. Ese es, precisamente, uno de los objetivos que tiene esta clase y las
siguientes: analizar cómo la crisis de la monarquía se convirtió en un proceso
revolucionario que enfrentó a españoles y americanos, quienes proclamaron su
independencia tras años de luchas y crearon comunidades políticas organizadas
bajo principios novedosos. Esta semana nos concentraremos en la crisis, tomando
un período breve pero cargado de sucesos: el lustro que va de 1806 a 1810, vale
decir, entre las invasiones inglesas y la creación de la Junta de Gobierno. Como el
foco estará puesto en lo que sucedía a uno y otro lado del Atlántico, debemos tener
presente que las noticias tardaban meses en llegar desde Europa y, a veces, lo
hacían por canales no oficiales, en forma desordenada, que se prestaba a
confusiones; o se conocían todos juntos hechos ocurridos en distintos momentos.
En un contexto de crisis y de cambios abruptos, esto agravaba la incertidumbre y
dificultaba los posicionamientos y la toma de decisiones por parte de los distintos
actores involucrados en el juego político.
Entender lo acontecido en esos años requiere, por lo tanto, que sigamos de cerca a
los sucesos, que nos sumerjamos en el proceso, a fin de poder apreciar los dilemas
y desafíos que enfrentaban los actores y las alternativas que iban surgiendo a
medida que avanzaba la crisis y se producían nuevos acontecimientos, algunos de
ellos inesperados e inimaginables para los contemporáneos. Es por eso que esta
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será una clase enfocada en el relato de los hechos y su estructura será más
narrativa que analítica.
España: entre Francia e Inglaterra
Al comenzar el siglo XIX, España mostraba signos de una creciente debilidad que
pronto se transformó en una aguda crisis política y económica. Si bien las Reformas
Borbónicas habían producido algunos logros, estos fueron insuficientes para
convertir a España en un centro productivo y comercial capaz de abastecer a su
extenso imperio. Tampoco lograron crear una estructura política y militar capaz de
sobrellevar los desafíos provocados por una serie de cambios que estaban
conmoviendo al mundo occidental y sus áreas de influencia: a) la Revolución
Industrial que impulsó la expansión del comercio inglés y, por lo tanto, la disputa
por mercados y rutas comerciales; b) la independencia de las colonias inglesas en
América del Norte en 1776, que por primera vez puso fin al dominio de una
potencia europea y creó una república en el Nuevo Mundo; c) la Revolución
Francesa iniciada en 1789.
Para España fueron decisivos los conflictos provocados por la expansión de la
Revolución Francesa, ante los cuales se posicionó en forma errática y a la zaga de
los principales contendientes. La primera reacción de la corona (y de buena parte
de la sociedad española) fue oponerse a esa revolución que, además de proclamar
principios contrarios a la Iglesia, a la nobleza y a la monarquía, puso fin a la vida de
su Rey. Esto fue aprovechado por Inglaterra que, en 1792, se alió con España para
enfrentar a Francia. El conflicto duró hasta 1795 cuando, tras la derrota de España
y la ocupación de parte de su territorio por tropas francesas, se firmó la Paz de
Basilea. Al año siguiente, el Ministro Manuel Godoy, que dirigió la política española
durante buena parte del reinado de Carlos IV (1789-1808), retomó la tradicional
alianza con Francia. De ese modo se involucró en un nuevo enfrentamiento con
Inglaterra, cuyo dominio sobre los mares afectó el orden colonial español, pues
buena parte de su administración se sustentaba en los ingresos provenientes de
América. Es por eso que, a modo de paliativo, la corona tomó algunas medidas que
liberaban el comercio más allá de lo fijado en el Reglamento de 1778, permitiendo,
por ejemplo el intercambio con países neutrales, tal como lo hizo Buenos Aires con
los Estados Unidos durante algún tiempo.
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A mediados de 1801 se produjo una ruptura entre España y su vecina Portugal, que
era una tradicional aliada de Inglaterra. El conflicto se trasladó a sus colonias y se
produjeron escaramuzas en algunas áreas fronterizas, tal como sucedió en un
sector de las antiguas misiones guaraníes que fue ocupado por los portugueses.
Esta disputa se resolvió con rapidez y, al año siguiente, se firmó la Paz de Amiens
entre Inglaterra y una Francia gobernada por Napoleón quien, poco tiempo
después, sería coronado emperador. Pero la paz fue efímera y pronto se reiniciaron
los enfrentamientos. En octubre de 1805 se produjo el triunfo inglés en la batalla
marítima de Trafalgar. Para España fue una verdadera catástrofe, ya que perdió
buena parte de su flota y no pudo mantener el tráfico regular con América. Pocas
semanas más tarde se produjo el triunfo francés en Austerlitz que afianzó el
dominio de Napoleón sobre Europa y le permitió profundizar su estrategia de
bloquear el acceso inglés a los puertos de ese continente. Pero ese triunfo no tenía
ningún valor para su aliada España que, para ese entonces, estaba agotada
económicamente por sus ingresos decrecientes y por los gastos ocasionados por las
campañas militares.
Las invasiones inglesas y la emergencia de nuevas relaciones
de poder en el Río de la Plata
El Virreinato del Río de la Plata fue uno de los primeros lugares en los que se
hicieron evidentes tanto las consecuencias de Trafalgar como la debilidad de la
administración colonial, ya que las más altas autoridades y las fuerzas regulares
defeccionaron o se mostraron impotentes ante las tropas inglesas que ocuparon
Buenos Aires y Montevideo en 1806 y 1807. Aunque también participaron tropas
regulares, fue la población organizada en milicias la que reconquistó la capital del
Virreinato y rechazó un nuevo intento de ocupación, logrando un triunfo que forzó
la retirada total de las fuerzas británicas.
Estos sucesos tuvieron un gran impacto en el orden político y social local, y, de
hecho, muchos considerarían que ese fue el origen de la Revolución de Mayo. La
deslucida actuación del Virrey Rafael de Sobremonte que, hasta entonces, había
sido un prestigioso funcionario ilustrado, motivó que un Cabildo abierto y una Junta
de Guerra decidieran su reemplazo por Santiago de Liniers, un oficial de marina de
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origen francés que se había convertido en el héroe de la reconquista. También se
consolidó como actor poderoso el Cabildo de Buenos Aires, liderado por Martín de
Álzaga, un próspero comerciante que encabezó la organización de la defensa en
1807. La Audiencia, por su parte, trataba de mantener un difícil equilibrio
procurando que no se produjeran nuevos hechos que resquebrajaran aún más el
orden institucional.
Pero, sin duda, la novedad más decisiva fue la creación de milicias integradas en su
mayor parte por miembros de las clases populares de Buenos Aires, bajo la
dirección de oficiales que, en general, pertenecían a la élite criolla. Para tener una
idea de la magnitud de ese fenómeno, debemos considerar que, tras las invasiones,
quedaron alistados más de siete mil milicianos sobre una población que tenía
alrededor de cuarenta mil habitantes. Dado que cobraban un salario mientras
estaban en servicio, esto implicó una redistribución del gasto en favor de los
sectores populares incorporados a las milicias. Asimismo, se produjo un cambio en
las relaciones de poder entre españoles europeos y españoles americanos, al
constituirse las milicias en una fuerza política relativamente autónoma de las
autoridades coloniales.
Criollos y peninsulares
Las características de la sociedad colonial que estudiamos en la clase anterior
permiten entender cómo se organizaron las milicias. Mientras que sus jefes podían
ser tanto oficiales de carrera como figuras prominentes de la administración o del
comercio, cada cuerpo o regimiento reunía a quienes provenían de una región o
pertenecían a un grupo étnico. De ese modo, y tal como se puede apreciar en la
imagen realizada en 1807 que reproducimos a continuación, se organizaron cuerpos
con voluntarios nacidos en España como los montañeses, andaluces, gallegos,
viscaínos y catalanes, o en América como los naturales, pardos y morenos, los
arribeños (así eran denominados los originarios de las provincias del norte o de
“arriba”) y los patricios, que reunía a los nacidos en la Intendencia de Buenos Aires.
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Imagen tomada de Polémica. Primera historia argentina integral n° 3,
Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1970, pp. 70-71.
Los regimientos de americanos se convirtieron en los cuerpos más poderosos,
dándole un nuevo marco a las disputas entre americanos y peninsulares. La
conciencia de esa nueva situación fue expresada por Cornelio Saavedra en
una Arenga que, en su calidad de Comandante de los Patricios, dirigió a sus
subordinados el 30 de diciembre de 1807:
“El Comandante de Patricios voluntarios de Infantería de Buenos Aires a los señores
Americanos:
Tengo el honor de manifestar a la faz de todo el mundo, las gloriosas acciones de
mis paisanos en la presente guerra con el Britano. Y a vista de ellas, ¿tendrá éste
frente para decir que el valor de los españoles europeos ha degenerado en los
americanos? No, señores: más de doce mil testigos presenciales puedo producir
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que a una voz publican que jamás han visto mayor intrepidez, valor y ardimiento
(…)
Se creerá tal vez que me dejo conducir de la pasión nacional cuando exagero las
operaciones de mis compatriotas. No, señores; hablo a presencia de unos jefes y
magistrados de la mayor circunspección, que han visto cuanto digo, y por esto,
fundado en las operaciones de los valerosos Patricios de Buenos Aires, me atrevo a
felicitar a todos los señores Americanos, después de las pruebas que siempre han
dado de valor y de lealtad; se ha añadido esta última, que realzando el mérito de
los que nacimos en las Indias convence a la evidencia, que sus espíritus no tienen
hermandad con el abatimiento; que no son inferiores a los europeos españoles; que
en valor y lealtad a nadie ceden y que nuestro amable soberano puede contar con
esta Legión de Patricios de Buenos Aires, para defender cualquiera de sus
propiedades y derechos en la América, como gustoso lo ofrezco por mí y a nombre
de los tres Batallones de que se compone”.
Citado en A. Zimmermann Saavedra, Don Cornelio de Saavedra. Presidente de la Junta de
Gobierno de 1810, Buenos Aires, 1909, pp. 35/6.
Lean con atención el documento y luego analicen cómo caracterizaba
Saavedra a los americanos y qué relaciones planteaba con los españoles
europeos y con la corona.
La reacción de la población ante las invasiones inglesas produjo una situación que
puede parecer paradójica: mientras que los criollos mostraron lealtad hacia la
monarquía, sus funcionarios no hacían más que desprestigiarse. Si bien esto no
implicaba necesariamente una ruptura independentista, alentaba la búsqueda de
alternativas que permitieran una mayor autonomía en el gobierno local. En ese
sentido actuaron diversos grupos que, en más de un caso, mantenían contactos
entre sí y con los oficiales americanos, como el que tenía como referente a Juan
Martín de Pueyrredón, un comerciante que había organizado una milicia para
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repeler a los ingleses, o el integrado por algunos criollos ilustrados como Belgrano,
Castelli, Hipólito Vieytes y los hermanos Nicolás y Saturnino Rodríguez Peña.
Los ilustrados criollos
La ilustración fue un vasto movimiento intelectual que se extendió en Europa y sus
áreas de influencia durante el siglo XVIII y comienzos del XIX. Se basaba en el uso
de la razón, en el fomento de las ciencias y en el combate contra las creencias y
supersticiones. Sin embargo, y contra lo que suele creerse, el pensamiento
ilustrado no era necesariamente antirreligioso y, ni siquiera, anticatólico. De hecho,
los ilustrados hispanoamericanos adherían a la fe católica e, incluso, muchos de
ellos eran clérigos o altos dignatarios de la Iglesia.
En el Virreinato rioplatense, la Ilustración se introdujo de la mano de funcionarios
enviados desde España en el marco de las Reformas Borbónicas. Pero también
contó con la adhesión de algunos criollos que se proponían fomentar el progreso de
la región y cuyos principales focos de interés estuvieron puestos en la economía
política y en la educación, tal como se puede apreciar en los periódicos que
publicaban como el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio dirigido por
Vieytes.
Para entender mejor cómo fueron vividos los últimos años del orden colonial,
resulta de gran interés seguir la trayectoria de los ilustrados criollos. Si sus
primeros pasos los muestran confiados en la capacidad de la corona para promover
una transformación progresiva de la economía y la sociedad, la crisis de la
monarquía producida a comienzos del siglo XIX los llevó a explorar nuevas
alternativas entre las cuales terminaría imponiéndose la revolucionaria.
Uno de los mejores testimonios de este proceso es la breve Autobiografía de
Manuel Belgrano que pueden consultar en el siguiente enlace:
http://www.elhistoriador.com.ar/biografias/b/belgrano_autobio.phpPara ampliar en el
análisis de los ilustrados y su relación con el proceso revolucionario, los invitamos a
que miren el capítulo “Ilustrados. Los proyectos de nación” en:
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http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/Programas/ver?rec_id=101077
Las abdicaciones de Bayona: el principio del fin (1808-1810)
A la crisis local pronto se le superpuso la desatada en el corazón de la Metrópoli y
de la cual ya no habría retorno. Una serie de medidas políticas y económicas
tomadas por Carlos IV y su ministro Godoy les valió un gran desprestigio. El
malestar se agudizó por el acuerdo que permitió el tránsito, en 1807, de las tropas
francesas a través del territorio español para atacar a Portugal, pues el ejército
napoleónico actuaba más como una fuerza de ocupación que como una aliada. En
marzo de 1808 se produjo el Motín de Aranjuez, que logró la destitución de Godoy
y la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII, una figura joven en la
que muchos depositaban la esperanza de cambio. A los pocos días entraron tropas
francesas a Madrid, y el dos de mayo se produjo una sublevación popular reprimida
con dureza por esas fuerzas. Napoleón, mientras tanto, aprovechó el conflicto que
dividía a la familia real y la “invitó” a la ciudad fronteriza de Bayona para tratar el
futuro de España logrando que Fernando VII y Carlos IV abdicaran en su favor,
para luego ceder el trono a su hermano, quien se coronó como José I.
La familia real y sus representaciones
Uno de los más notables artistas plásticos del período fue Francisco de Goya quien,
además de dibujar con crudeza distintos episodios de la guerra entre españoles y
franceses, realizó numerosos retratos de Carlos IV y de Fernando VII. A
continuación, les presentamos una pintura realizada en 1800/1 en la que está
representada toda la familia real. Adelante, a la derecha, se encuentra Carlos IV y,
a la izquierda, un joven Fernando VII. Si observan con atención, verán que ambos,
al igual que todos los varones de la familia real, portan en el pecho una banda
celeste y blanca. Esta insignia representa a la Real y Distinguida Orden de Carlos
III que identifica a los reyes de España desde 1771.
Como quizás sepan, algunos autores sostienen que Belgrano se habría inspirado en
este distintivo para crear la bandera de las Provincias Unidas en 1812, que luego se
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convertiría en la bandera argentina. Les proponemos que reflexionen sobre los
posibles significados de esta elección sobre la cual volveremos en las próximas
clases.
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:La_familia_de_Carlos_IV.jpg
Francisco de Goya, La familia de Carlos IV, Museo del Prado, Madrid.
Las abdicaciones de Bayona constituían un hecho inédito. No era ni una conquista,
ni una alianza, ni un pacto entre aliados. El cambio de dinastía se había hecho bajo
presión, sin el consentimiento del reino y quedando cautiva la casa real o, al
menos, así fue percibido por los españoles. Es por ello que no había respuestas
claras sobre qué debía hacerse. Algunas autoridades y sectores de la sociedad
aceptaron al nuevo Rey, lo que les valió el mote de afrancesados. Pero buena parte
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de la población se opuso al cambio de dinastía y se sublevó dando inicio a la guerra
de independencia de España contra Francia.
En ese marco se erigieron juntas de gobierno en los reinos y provincias que se
consideraban depositarias de la soberanía hasta que Fernando VII fuera repuesto
en el trono. Esto generó una situación caótica, agudizada por el hecho de que
algunas juntas se atribuyeron la capacidad para tomar decisiones sobre otras
jurisdicciones: la de Galicia, por ejemplo, nombró un virrey para el Río de la Plata.
Pero la necesidad de organizase para enfrentar a los franceses y tener una única
autoridad, llevó a crear un gobierno integrado por representantes de todas las
juntas. En septiembre de 1808, se constituyó la Junta Central Suprema y
Gubernativa que debía gobernar los dominios de la monarquía en nombre de
Fernando VII. La legitimidad de este órgano de gobierno era precaria, por lo que
hizo una convocatoria a Cortes Generales en la que debían estar representados
todos los reinos y provincias que integraban la monarquía hispana. Se trataba de
una decisión trascendente que socavaba de hecho el orden monárquico absolutista,
ya que promovía la constitución de una representación política de la sociedad.
La resistencia a los franceses provocó, asimismo, un giro en la política de
Inglaterra, que decidió aliarse con los españoles. Tanto es así que una expedición
destinada a atacar las colonias hispanoamericanas, terminó dirigiéndose hacia
España para apoyar a sus nuevos aliados. Inglaterra modificó su estrategia hacia la
América hispana pues, como aliada de la Junta española, no podía consentir los
proyectos de emancipación o, al menos, no podía alentarlos explícitamente, así
como tampoco podía apañar los intentos de expansión portuguesa sobre territorio
español.
Las abdicaciones de Bayona provocaron un fuerte impacto en América, tanto por la
magnitud de los hechos sucedidos como por la forma en que se difundieron las
novedades. En el Río de la Plata, por ejemplo, llegaron juntas todas las noticias
sobre los sucesos registrados entre el motín de Aranjuez y las abdicaciones de
Bayona. Tanto las autoridades como la población tuvieron que procesar todos esos
cambios sin saber a ciencia cierta qué estaba pasando y, por eso mismo, quién era
el monarca legítimo y al que se debía obediencia. Sin embargo, no se produjeron
grandes alteraciones, entre otras razones, porque América no se convirtió en un
escenario bélico y la influencia francesa era débil. En casi todo el continente se
respetó la continuidad de las autoridades virreinales, se juró lealtad a Fernando VII
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y se reconoció a la Junta Central. Y, si bien se crearon juntas en algunas ciudades,
estas expresaban tensiones a nivel local. Por otra parte, y aunque por distintas
razones, ninguna lograría afianzarse.
Pero la posibilidad de que el movimiento juntista se extendiera en América y que, a
través de este mecanismo, las élites locales lograran mayor autonomía o
proclamaran la independencia, no era algo descabellado. Para evitarlo, la Junta
Central procuró asegurarse la lealtad de los criollos y, al comenzar 1809, los
convocó para que enviaran representantes que debían integrarse al gobierno,
aunque en una proporción menor a los electos en España. Asimismo, emitió una
proclama sosteniendo que América no era una colonia sino una parte esencial e
integrante de la Nación española. Se trataba de un reconocimiento valioso pero
también era ambiguo pues, si realmente no era una colonia, tampoco se hacía
necesario explicitarlo. La convocatoria provocó distintas reacciones entre los criollos
ya que, si bien era una oportunidad única para estar representados, no lo hacían en
igualdad de condiciones. Pese a todo, durante 1809 se inició el proceso electoral en
muchas ciudades americanas, incluyendo a varias del Virreinato del Río de la Plata.
Este hecho inédito dio un nuevo marco político, ideológico e institucional a las
tradicionales disputas entre las elites locales.
La crisis del orden colonial en el Río de la Plata
La elección de representantes no era la única novedad en el escenario político
rioplatense. Las invasiones inglesas habían resquebrajado la administración
colonial, fomentando disputas entre distintos sectores en un marco signado por la
incertidumbre y por el creciente poderío e influencia de los criollos basado en las
milicias.
En esa coyuntura conflictiva, algunos grupos comenzaron a explorar alternativas
para lograr una mayor autonomía o, teniendo en cuenta un posible triunfo de
Napoleón, para estar preparados ante la posible desaparición de toda autoridad en
España. En general, primó la ambigüedad, pues era poco claro el panorama y
resultaba difícil saber cómo evolucionaría la situación política. Recordemos que, en
muy poco tiempo, la corona había pasado de Carlos IV a su hijo Fernando VII y,
tras las abdicaciones, a José I, el hermano de Napoleón, provocando una
sublevación popular, la conformación de juntas locales y, luego, de una Junta
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Central. Para peor, los franceses y los ingleses (y con ellos, los portugueses) podían
pasar, de un momento a otro, de ser aliados a ser enemigos.
El carlotismo
El carlotismo fue una de las alternativas políticas que surgió en esa
coyuntura y que expresa bien la incertidumbre reinante, así como el
papel que muchas veces juega el azar en la historia. En 1807, las
tropas francesas habían atravesado España para atacar a Portugal por
lo que, a fines de ese año, la corte portuguesa se trasladó a Río de
Janeiro con el apoyo inglés. La casualidad quiso que la esposa de Juan
VI, el Príncipe Regente de Portugal, fuera Carlota Joaquina, la hermana
mayor de Fernando VII. Al llegar a América a comienzos de 1808,
Carlota se propuso ejercer la regencia sobre los dominios de España en
su condición de Infanta de la casa real. El carlotismo concitó el apoyo
de diversos sectores ya que la Infanta podía invocar una legitimidad de
la que carecían todas las autoridades a uno y otro lado del Atlántico. En
el Río de la Plata contó, por ejemplo, con la adhesión de miembros del
grupo ilustrado criollo como Belgrano y Castelli, quienes incluso le
dirigieron un memorial apoyando su posible regencia que les podía
permitir la creación de un gobierno propio. El carlotismo, sin embargo,
no pudo prosperar por la desconfianza que despertaba el accionar
sinuoso de la Infanta que, incluso, terminó denunciando a algunos de
sus agentes, pero sobre todo, por la falta de apoyo de Portugal e
Inglaterra que privilegió su alianza con las autoridades españolas.
Al frente del Virreinato se encontraba Liniers, que gozaba de una gran popularidad
por su actuación en la Reconquista, pero también tenía enemigos poderosos que
aspiraban a desplazarlo de su cargo y se valían de su origen francés, y de algunos
contactos que tuvo con un enviado de Napoleón para acusarlo de bonapartista. Por
si esto fuera poco, también fue tildado de carlotista, de pro inglés y de utilizar su
cargo para favorecer a sus allegados. Para disipar las dudas sobre su lealtad, en
agosto de 1808, Liniers ordenó que todas las autoridades y corporaciones prestaran
juramento a Fernando VII. Por otra parte, su elección como Virrey interino fue
legitimada al ser confirmado en el cargo por una nueva decisión de la corona
estipulando que, ante la ausencia del Virrey, ese cargo debía asumirlo el oficial de
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mayor jerarquía y ya no la Audiencia. Pero el gobernador de Montevideo, Francisco
Javier de Elío, desconoció su autoridad y, en septiembre de 1808, alentó la creación
de una Junta en esa ciudad que se subordinó a la Junta de Sevilla antes de
notificarse sobre la creación de la Junta Central. En Buenos Aires, las cosas no
estaban más tranquilas: el primero de enero de 1809 se produjo un movimiento
similar liderado por Álzaga que, con base en el Cabildo y contando con el apoyo de
algunas milicias de peninsulares, procuró desplazar a Liniers y erigir una Junta. Sin
embargo, el respaldo que el Virrey recibió de la Audiencia y la intervención de las
milicias criollas lideradas por Saavedra, lograron frenar este movimiento en el que
también habían participado figuras que luego tomarían otro camino, como Mariano
Moreno.
Estos y otros conflictos evidencian una de las más graves consecuencias que podía
tener en América la crisis metropolitana: la ausencia de una autoridad que dirimiera
las disputas que se suscitaban entre las instituciones, corporaciones y autoridades.
Esta fue una de las razones por las que, a pesar de su precaria legitimidad, la Junta
Central fue reconocida en América, si bien en algunos casos se lo hizo a
regañadientes o a la expectativa de lo que podría suceder.
El juntismo en el Virreinato del Río de la Plata
La creación de Juntas fue un fenómeno característico del mundo
hispánico, al que se apeló tanto en España como en América en
respuesta a la vacancia de poder provocada por las abdicaciones de
Bayona. La ausencia del soberano habilitaba a que los pueblos
(ciudades, provincias, reinos) asumieran su gobierno en forma
provisoria. Pero este mecanismo no establecía cuál debía ser su
orientación política precisa ni si debía reconocer o no a una autoridad
superior. Es por ello que la creación de Juntas podía ser utilizada para
diversos fines. En general, las que se crearon o intentaron crear en
América durante 1808/9 expresaron tensiones locales y disputas
jurisdiccionales.
Sin contar el fallido intento de Álzaga en Buenos Aires, en el virreinato
rioplatense se crearon tres juntas en ese bienio. La primera fue la de
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Montevideo, en septiembre de 1808 que, además del enfrentamiento
entre Elío y Liniers, se enmarcaba en la disputa comercial y
jurisdiccional entre Montevideo y Buenos Aires. Las otras dos, que se
crearon en el Alto Perú en 1809, estuvieron alentadas por los
resentimientos provocados por la subordinación política y económica de
esa región a Buenos Aires tras la creación del Virreinato. La primera se
creó en la ciudad de Charcas, el 25 de mayo de 1809 cuando la
Audiencia, con acuerdo del Cabildo y la Universidad, desplazó al
gobernador a quien acusaban de carlotista, al igual que a Liniers. A
diferencia de la Junta de Montevideo, que se había subordinado a la de
Sevilla, la Audiencia de Charcas decidió asumir en depósito la soberanía
en nombre de Fernando VII. En julio se constituyó una Junta en La Paz
surgida de un Cabildo abierto en el que, además de expresar la
intención de tener un gobierno propio, logró concitar un extenso apoyo
popular. Ambas fueron reprimidas por fuerzas enviadas por las
autoridades de Buenos Aires y de Lima, y varios miembros de la junta
paceña fueron pasados por las armas.
Para reflexionar
Las juntas de Charcas y La Paz son consideradas en Bolivia como hitos
fundamentales dentro de su proceso de independencia nacional. ¿Cómo
creen que deberían ser consideradas en una historia argentina? Tengan
en cuenta lo señalado en la introducción, en relación a la
posibilidad/imposibilidad de delimitar sucesos internos y externos que
plantean las historias nacionales para este período.
El último Virrey
La Junta Central decidió tener un mayor control de lo que sucedía en el Río de la
Plata por lo que, a comienzos de 1809, designó como Virrey a Baltasar Hidalgo de
Cisneros, un prominente oficial de marina que había tenido una destacada
actuación en el movimiento juntista y en la resistencia contra los franceses. Su
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misión era difícil, pues debía poner fin a las rencillas internas, evitar una posible
separación y sostener la legitimidad de la Junta Central. Pero su propia legitimidad
era dudosa ya que fue el primer Virrey cuya designación no provino de una
autoridad real. Al arribar en julio de ese año, se produjeron algunos intentos de
figuras como Belgrano o Pueyrredón que quisieron persuadir a Liniers y a Saavedra
para que resistieran la asunción de Cisneros. Pero fue en vano. La fidelidad de
Liniers y la actitud cautelosa de Saavedra, quien prefería esperar a que Napoleón
acabara con toda autoridad en España antes de dar cualquier paso, permitieron que
Cisneros se afirmara en el poder.
Cisneros procuró desactivar los conflictos que encontró sin tomar medidas que
produjeran un desequilibrio entre las fuerzas locales. Pero para ese entonces la
prudencia ya no era suficiente. Como consecuencia de los sucesos del Alto Perú, se
habían suspendido las remesas de plata potosina dejando sin fondos a la
administración virreinal. Para enfrentar esta situación, en noviembre de 1809,
Cisneros debió admitir la apertura del comercio, defendida, entre otros, por Mariano
Moreno en su famosa Representación de los Hacendados. El libre comercio, por lo
tanto, no fue una medida tomada por los revolucionarios sino por el último Virrey.
Esto nos da una pauta de lo avanzada que, para ese entonces, estaba la crisis y el
escaso margen de maniobra que tenía Cisneros.
La versión original de la Representación de los Hacendados se encuentra en la
Biblioteca Nacional. Pueden acceder a una versión digital de la misma a través del
siguiente enlace: http://trapalanda.bn.gov.ar/jspui/handle/123456789/3321
La Revolución de Mayo
El 20 de enero de 1810 se produjo un triunfo decisivo de las tropas francesas, que
les permitió controlar todo el territorio español, con excepción de la zona portuaria
de Cádiz que estaba protegida por la armada británica. La Junta Suprema se
disolvió, pero antes creó un Consejo de Regencia para que gobernara hasta que se
constituyeran las Cortes.
Estas noticias llegaron al Río de la Plata a mediados de mayo. Cisneros asumió que
no podía impedir su difusión, por lo que el 18 de mayo las notificó en forma oficial a
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través de un Bando en el que también apelaba a la lealtad de los súbditos. Al igual
que en otras ciudades de América, estas noticias pusieron en movimiento a
distintos grupos de la élite local, destacándose el accionar de algunas figuras como
Belgrano, Castelli y Saavedra. Tras presionar a las autoridades, se decidió convocar
a un Cabildo abierto, que se reunió el 22 de mayo. En esa ocasión la mayoría
acordó en: a) declarar caduco el mandato de Cisneros por haberse disuelto la
autoridad que lo había designado; b) sostener que la soberanía había regresado al
pueblo; c) crear una Junta de gobierno cuyos miembros serían nombrados por el
Cabildo.
Los miembros del Cabildo intentaron una última jugada y crearon una Junta
encabezada por Cisneros. Esto provocó el descontento y la movilización de algunos
sectores de la sociedad que fue promovida por agitadores como Domingo French y
Antonio Beruti. En ese marco comenzó a circular una representación en la que
vecinos, comandantes y oficiales pedían, en nombre del pueblo, que se erigiera una
nueva junta, además de precisar quiénes debían integrarla. El Cabildo quiso resistir
la petición, ocasión en la que su síndico pronunció la famosa frase “¿El pueblo
dónde está?”. Pero las milicias habían dado muestras de estar dispuestas a
intervenir, por lo que los cabildantes terminaron cediendo a la presión y el día 25
de mayo decidieron la creación de la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias
del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VI, que es la que nosotros
recordamos con el nombre de Primera Junta.
La elección de sus miembros recayó en los mismos nombres que figuraban en la
representación al Cabildo. Su composición expresaba la diversidad de actores y
sectores involucrados. La presidía Cornelio Saavedra y contaba con seis vocales:
Manuel Belgrano y Juan José Castelli que, además de ser primos, pertenecían al
grupo ilustrado criollo; los comerciantes de origen catalán Juan Larrea y Domingo
Matheu, el cura Manuel Alberti y el comandante de milicias Miguel de Azcuénaga.
Para darle mayor ejecutividad, se nombraron dos Secretarios: Mariano Moreno, a
cargo de los asuntos de Gobierno y Guerra, y Juan José Paso, a cargo de Hacienda.
Se había producido un cambio fundamental. El gobierno ya no dependía de ninguna
autoridad metropolitana y, por más que se invocara como soberano al monarca
cautivo, su legitimidad ahora reposaba en haber sido electa en representación del
pueblo. Aunque no había sido pronunciado su nombre, la Revolución había dado sus
primeros pasos. Faltaba determinar cuáles serían los siguientes.
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Recursos y lectura recomendada (no obligatoria)
Fradkin, R. y Garavaglia, J.C, La Argentina colonial. El Río de la Plata entre
los siglos XVI y XIX, Buenos Aires, Siglo XXI, 200, cap. 9.
Goldman, Noemí (ed.) Lenguaje y Revolución. Conceptos políticos clave en
el Río de la Plata, 1780-1850, Buenos Aires, Prometeo, 2008.
Goldman N. (Dir.), Revolución, República, Confederación (1806-1852),
Tomo 3 de la colección ‘’Nueva Historia Argentina’’, Buenos Aires,
Sudamericana, 1998
Halperín Donghi, T., De la Revolución de la Independencia a la
Confederación rosista,Historia Argentina, Tomo III, Buenos Aires, Paidós,
1971.
Ternavasio, M. Historia de la Argentina, 1806-1852, Bs.As., Sudamericana,
2009.
Otros recursos:
Años decisivos: 1806. Recuperado
de: http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=1
05665
CD 28 Colección Educ.ar, Ideas, conceptos y palabras de 1810, Recuperado
de: http://coleccion.educ.ar/coleccion/CD28/inicioCD28.html
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Cómo citar este texto:
Área de Ciencias Sociales, INFD (2016). Nuevas miradas, viejos problemas:
revolución, independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación argentina
(1806-1880). Clase 3: La Revolución de Mayo en el marco de la crisis de la
monarquía española (1806-1810). Especialización docente en la Enseñanza de las
Ciencias Sociales en la escuela primaria. Buenos Aires: Ministerio de Educación y
Deportes de la Nación.
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